Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (I)
Publicado: Mar Ene 14, 2014 9:55 pm
Fátima se quedó mirando con preocupación a Hiro, no sólo por su apagada respuesta o por la venda de su brazo, sino porque Ronin, paradigma de la discreción, gritó a los cuatro vientos algo sobre su fracaso en una misión. Se preguntó si debería decir algo pero, al final, decidió que lo mejor sería ser discreta y no intervenir, por miedo a herir los sentimientos de Hiro.
Entre tanto, se fijó en que Exuy tenía su cuaderno de dibujo en las manos y Fátima, muerta de curiosidad, dijo:
—¿Te importa que eche un vistazo? Si no te molesta, claro —titubeó un poco. Quizás Exuy no quisiera que se entrometiera y considerara que estaba metiéndose en su intimidad. Pero juraría haber visto parte de un esbozo y parecía bastante bueno… Intentó entablar conversación—. ¿Dibujas desde hace mucho?
Sonrió a Exuy, pensando que era un chico realmente mono, y además con talento. Lo que no terminaba de entender era qué hacía entre los Caballeros, aunque, claro, las apariencias engañaban. No debería juzgar sin conocer a la gente.
****
Fátima dio un par de pasos, desestabilizada, cuando terminó la teletransportación. ¡Qué sensación más desagradable! Podía estar acostumbrándose —a marchas forzadas, aunque, qué remedio le quedaba— al glider, pero eso de aparecer y desaparecer no le gustaba nada, por útil que resultara.
Sintió el frío en la manos y las mejillas y se estremeció dentro de sus ropas, pero cuando miró a su alrededor le sorprendió comprobar que no había nada de nieve. Sí, estaban en la ladera de una montaña, pero todo era de un verde puro, intenso, precioso.
Miró a Kousen con una sonrisa divertida.
—¡Parece que hoy no vas a poder rodar!
Haciendo visera con una mano, echó un vistazo a su alrededor y comprobó que, no muy lejos, había un poblado rebosante de actividad y, no muy lejos, lo que claramente parecía ser una campamento militar.
—¡Mulán! —susurró Fátima, sintiendo un hormigueo de emoción.
¡Por fin podría verla! Porque seguro que no le había pasado nada. Seguro... Sí, Mulán era una chica espabilida, aunque fuera temeraria. Se la habría apañado bien.
Al escuchar a la Maestra Rebecca pegó un brinco y apretó los labios mientras miraba de reojo a Ronin, esperando que no la hubiera escuchado. Se suponía que no tenía ni idea de dónde estaba Mulán… Pero el Maestro no parecía interesado en sus aprendices, sino más bien en…
—¡Comer!¡Me muero por probar un buen plato de arroz con pollo! ¡Vamos, muchachos, yo invito!
—Decidme que no hemos venido para esto —masculló Fátima.
Quería creer que no. No, ni siquiera Ronin podía ser tan… superficial.
¿Verdad?
Escuchó a Rebecca de fondo y vio que le entregaba una llave a Hiro par acambiarse en una cabaña. Sonrió para sí misma y se alegró de haberse puesto el uniforme; así no habría problema. Había crecido un poco y le quedaba algo más justo, pero serviría. Mientras tanto, la Maestra afirmó que se dirigiría a la montaña y Fátima admiró la cumbre nevada con los ojos como platos. Pero no, ya había tenido suficiente nieve y montañas chinas para toda una vida.
Además, tenía alguien importante a quien buscar.
Se acercó a Kousen un momento, imaginando que era muy posible que se separaran, y dijo:
—Tengo a alguien con quien encontrarme en el campamento militar… Pero no puedo dejar que me vean con vosotros —dijo en voz baja—. En realidad creo que la gente no debería ir al campamento o llamaremos mucho la atención, nadie excepto yo tiene un uniforme con el que pasar algo desapercibido. ¿Tú qué vas a hacer?
Después de saber lo que pretendía hacer su amigo, Fátima se dirigió a unos árboles y se quitó rápidamente la túnica y los pantalones, quedando así en el uniforme de la región. Con un escalofrío guardó todas las cosas en un fardo y emprendió apresuradamente el camino hacia el campamento, dispuesta a encontrar a Mulán. No estaba completamente convencida de que su uniforme fuera a protegerla porque, después de tanto tiempo, los reclutas debían conocerse unos entre otros. Tenía que elaborar alguna excusa por si la descubrían. Y recordar el nombre falso que había utilizado. ¿Cómo era...?
Así descendió hacia el campamento. Si alguien iba con ella no se lo impediría, aunque seguramente estarían más interesados en seguir otros caminos.
Entre tanto, se fijó en que Exuy tenía su cuaderno de dibujo en las manos y Fátima, muerta de curiosidad, dijo:
—¿Te importa que eche un vistazo? Si no te molesta, claro —titubeó un poco. Quizás Exuy no quisiera que se entrometiera y considerara que estaba metiéndose en su intimidad. Pero juraría haber visto parte de un esbozo y parecía bastante bueno… Intentó entablar conversación—. ¿Dibujas desde hace mucho?
Sonrió a Exuy, pensando que era un chico realmente mono, y además con talento. Lo que no terminaba de entender era qué hacía entre los Caballeros, aunque, claro, las apariencias engañaban. No debería juzgar sin conocer a la gente.
Fátima dio un par de pasos, desestabilizada, cuando terminó la teletransportación. ¡Qué sensación más desagradable! Podía estar acostumbrándose —a marchas forzadas, aunque, qué remedio le quedaba— al glider, pero eso de aparecer y desaparecer no le gustaba nada, por útil que resultara.
Sintió el frío en la manos y las mejillas y se estremeció dentro de sus ropas, pero cuando miró a su alrededor le sorprendió comprobar que no había nada de nieve. Sí, estaban en la ladera de una montaña, pero todo era de un verde puro, intenso, precioso.
Miró a Kousen con una sonrisa divertida.
—¡Parece que hoy no vas a poder rodar!
Haciendo visera con una mano, echó un vistazo a su alrededor y comprobó que, no muy lejos, había un poblado rebosante de actividad y, no muy lejos, lo que claramente parecía ser una campamento militar.
—¡Mulán! —susurró Fátima, sintiendo un hormigueo de emoción.
¡Por fin podría verla! Porque seguro que no le había pasado nada. Seguro... Sí, Mulán era una chica espabilida, aunque fuera temeraria. Se la habría apañado bien.
Al escuchar a la Maestra Rebecca pegó un brinco y apretó los labios mientras miraba de reojo a Ronin, esperando que no la hubiera escuchado. Se suponía que no tenía ni idea de dónde estaba Mulán… Pero el Maestro no parecía interesado en sus aprendices, sino más bien en…
—¡Comer!¡Me muero por probar un buen plato de arroz con pollo! ¡Vamos, muchachos, yo invito!
—Decidme que no hemos venido para esto —masculló Fátima.
Quería creer que no. No, ni siquiera Ronin podía ser tan… superficial.
¿Verdad?
Escuchó a Rebecca de fondo y vio que le entregaba una llave a Hiro par acambiarse en una cabaña. Sonrió para sí misma y se alegró de haberse puesto el uniforme; así no habría problema. Había crecido un poco y le quedaba algo más justo, pero serviría. Mientras tanto, la Maestra afirmó que se dirigiría a la montaña y Fátima admiró la cumbre nevada con los ojos como platos. Pero no, ya había tenido suficiente nieve y montañas chinas para toda una vida.
Además, tenía alguien importante a quien buscar.
Se acercó a Kousen un momento, imaginando que era muy posible que se separaran, y dijo:
—Tengo a alguien con quien encontrarme en el campamento militar… Pero no puedo dejar que me vean con vosotros —dijo en voz baja—. En realidad creo que la gente no debería ir al campamento o llamaremos mucho la atención, nadie excepto yo tiene un uniforme con el que pasar algo desapercibido. ¿Tú qué vas a hacer?
Después de saber lo que pretendía hacer su amigo, Fátima se dirigió a unos árboles y se quitó rápidamente la túnica y los pantalones, quedando así en el uniforme de la región. Con un escalofrío guardó todas las cosas en un fardo y emprendió apresuradamente el camino hacia el campamento, dispuesta a encontrar a Mulán. No estaba completamente convencida de que su uniforme fuera a protegerla porque, después de tanto tiempo, los reclutas debían conocerse unos entre otros. Tenía que elaborar alguna excusa por si la descubrían. Y recordar el nombre falso que había utilizado. ¿Cómo era...?
Así descendió hacia el campamento. Si alguien iba con ella no se lo impediría, aunque seguramente estarían más interesados en seguir otros caminos.