Re: [Ciudad de Halloween] Heartless 101
Publicado: Lun Mar 17, 2014 12:08 am
Observé embelesado a Ilana jugando con el Sincorazón, cómo saltaba en su cabeza y le daba con las pequeñas patitas para enredar. El comportamiento que los Sincorazón demostraban en aquel mundo era todo un misterio para mí. Noté repentinamente que el fantasma (era la forma que tenía aquella criatra, un fantasma verde flotante, con una vela morada) empezaba a hacer movimientos extraños, como si estuviera convulsionándose en el aire. Hice caso omiso, mientras esperaba a que Jack respondiese a la proposición de Alec de ir al bosque.
—¿Y que pasa con la misión? ¿Vais a ir a ese lugar, sabiendo que es peligroso, y arriesgaros a que os ataquen?
La pregunta de Myxa me pilló desprevenido, pero le respondí de inmediato:
—Myxa, tranquila. Hemos venido aquí a investigar a los Sincorazón, y si es necesario ir al bosque para hacerlo, no hace falta que nos acompañes.
Entonces, algo llamó mi atención. Nuestro “invitado”, que hasta ahora había permanecido (más o menos, sin contar los espasmos) tranquilo, se echó hacia atrás, abriendo mucho la boca, como la de Jack, y se tragó a Ilana, que saltaba inocentemente sobre él. Me quedé helado, sin saber exactamente cómo reaccionar. ¿Hacerlo vomitar? No creo. ¿Atacarlo? Tal vez, pero, ¿y la gata entonces qué?
—Jack, se tragó a la gatita. —dijo Sally, indicando lo obvio. Jack, sin embargo, permanecía inalterable, sólo se limitaba a sonreír de forma tonta.
—Sí, ciertamente. —respondió. Parecía ligeramente adormilado.
—¡No seas ingenua, muchacha! —habló el doctor Finkelstein. Se acercaba a nosotros en su silla de ruedas, mientras portaba un bastón en la mano, que parecía innecesario. Detuvo a Alec con él, como para impedir que avanzara hacia el Sincorazón—. ¡Las bestias no tienen aparato digestivo! ¡Ni una sola cavidad! ¡Esa bola de pelos está a salvo...! ...desgraciadamente.
—Solo un poco mojada; descuida, Alec —el tono de voz de Jack sonó tranquilizador esta vez, como si por fin hubiera reaccionado, al contrario que yo, que seguía un poco paralizado, aunque más aliviado ahora—. Ey, ey, Edgar-Allan. Estos son invitados, no comida. ¡Escúpela! ¡Mal chico!
¿Edgar Allan? Vaya ridiculez de nombre para un Sincorazón. Mejor dicho, que ridiculez ponerle nombre a un Sincorazón, una criatura sin sentimiento alguno, como si fuera una mascota. “Edgar Allan” miró a Jack un segundo, antes de vomitar a la gata de Ocus, que estaba recubierta de una fina capa de un líquido viscoso, parecido a la saliva, de una tonalidad verdosa. ¿Aquellas criaturas podían segregar saliva?
—¡Ves! ¡Todo solucionado, ha sido sólo una confu--!
Me eché atrás de golpe, esta vez invocando la Llave Espada sin dudarlo, ante la brusca voltereta del fantasma. Éste seguía en su sitio, pero esta vez su rostro reflejaba una expresión de enfado, y con un brillo anaranjado en sus ojos. Me puse en guardia, con el presentimiento de que algo iba mal. Salió disparado, con las garras por delante, hacia mi compañera Myxa. Esta vez no iba a quedarme parado. Lancé un Piro directamente de la palma de mi mano hacia él, para a continuación embestir al Sincorazón con todo mi cuerpo. Una vez hubiera conseguido frenarle, me pondría en pie de un salto, adoptaría una postura de combate ofensiva, y descargaría toda mi fuerza en cada golpe, intentando acabar lo más rápido posible el combate.
—¿Y que pasa con la misión? ¿Vais a ir a ese lugar, sabiendo que es peligroso, y arriesgaros a que os ataquen?
La pregunta de Myxa me pilló desprevenido, pero le respondí de inmediato:
—Myxa, tranquila. Hemos venido aquí a investigar a los Sincorazón, y si es necesario ir al bosque para hacerlo, no hace falta que nos acompañes.
Entonces, algo llamó mi atención. Nuestro “invitado”, que hasta ahora había permanecido (más o menos, sin contar los espasmos) tranquilo, se echó hacia atrás, abriendo mucho la boca, como la de Jack, y se tragó a Ilana, que saltaba inocentemente sobre él. Me quedé helado, sin saber exactamente cómo reaccionar. ¿Hacerlo vomitar? No creo. ¿Atacarlo? Tal vez, pero, ¿y la gata entonces qué?
—Jack, se tragó a la gatita. —dijo Sally, indicando lo obvio. Jack, sin embargo, permanecía inalterable, sólo se limitaba a sonreír de forma tonta.
—Sí, ciertamente. —respondió. Parecía ligeramente adormilado.
—¡No seas ingenua, muchacha! —habló el doctor Finkelstein. Se acercaba a nosotros en su silla de ruedas, mientras portaba un bastón en la mano, que parecía innecesario. Detuvo a Alec con él, como para impedir que avanzara hacia el Sincorazón—. ¡Las bestias no tienen aparato digestivo! ¡Ni una sola cavidad! ¡Esa bola de pelos está a salvo...! ...desgraciadamente.
—Solo un poco mojada; descuida, Alec —el tono de voz de Jack sonó tranquilizador esta vez, como si por fin hubiera reaccionado, al contrario que yo, que seguía un poco paralizado, aunque más aliviado ahora—. Ey, ey, Edgar-Allan. Estos son invitados, no comida. ¡Escúpela! ¡Mal chico!
¿Edgar Allan? Vaya ridiculez de nombre para un Sincorazón. Mejor dicho, que ridiculez ponerle nombre a un Sincorazón, una criatura sin sentimiento alguno, como si fuera una mascota. “Edgar Allan” miró a Jack un segundo, antes de vomitar a la gata de Ocus, que estaba recubierta de una fina capa de un líquido viscoso, parecido a la saliva, de una tonalidad verdosa. ¿Aquellas criaturas podían segregar saliva?
—¡Ves! ¡Todo solucionado, ha sido sólo una confu--!
Me eché atrás de golpe, esta vez invocando la Llave Espada sin dudarlo, ante la brusca voltereta del fantasma. Éste seguía en su sitio, pero esta vez su rostro reflejaba una expresión de enfado, y con un brillo anaranjado en sus ojos. Me puse en guardia, con el presentimiento de que algo iba mal. Salió disparado, con las garras por delante, hacia mi compañera Myxa. Esta vez no iba a quedarme parado. Lancé un Piro directamente de la palma de mi mano hacia él, para a continuación embestir al Sincorazón con todo mi cuerpo. Una vez hubiera conseguido frenarle, me pondría en pie de un salto, adoptaría una postura de combate ofensiva, y descargaría toda mi fuerza en cada golpe, intentando acabar lo más rápido posible el combate.