[País de las Maravillas] Cada loco con su tema

[A Nerd Girl]

Al llegar, como si nada me sentí un poco... ¿Confusa? El lugar era bastante extraño a mi gusto, por no decir que todo era muy, pero que muy, raro. Era algo novedoso, pero a la vez aturdidor. Un bosque que llevaba también muchos caminos, todos dispares, todos cada vez más extravagante y curioso.

—Al… bricias…

―¡Vaaaaaaaaaaaaaya!

―Curiosísimo.

―Lo es

—Disculpe mi descortesía, no me he presentado. Soy Edge Lemmons —El chico con cicatrices me saludó con una reverencia, y le correspondí con la mano haciendo que saludaba aunque algo más tímida... Seguía pareciendo un matón pero con un corazón educado—. Señorita… Mei, ¿verdad?

Asentí con la cabeza, algo ruborizada por el trato de Edge, mientras veía el lugar, insólito sería encontrarse uno aquí por que ya estaba muy turbada con los carteles del lugar. Antes un moguri me entregó un mensaje urgente del Maestro Akio pero se lo dí al chico azul llamado Fyk.

―Bueno, eh... ¿Estamos todos... listos, más o menos? Tenemos que, um, buscar a los gemelos esos, creo. ¿No? ¿Sí?

Detrás de Fyk aparecieron como si los hubiera invocado, un par de gemelos.

—Esto, Fyk...

—Señorito… Fykhulk.

―¿Q-qué pasa?

—A-ah... Detrás...

Fyk intentó darse la vuelta y mientras Edge reía. Era algo contagioso, Nadhia y Tandy les siguieron y son reí un poco. Miré más bien extrañada a Fyk como si no me creyera que le pasara a él... Pero era tan lindo que parecía tener un poco complejo de peluche, aunque Happy es el mejor peluche del mundo.

—Témome que ya los ha encontrado. O más bien le han encontrado a usted.

—Don Tweedledum y Don Tweedledee, ¿verdad? —Edge parecía todo un caballero, al final la portada era distinta al contenido del libro—. Edge Lemmons, encantado. ¿No son ustedes los que reportaron la aparición de sincorazón en la zona?

—Hemos escuchado que hay... monstruos que no paran de molestaros.

>> Venimos a ayudar. ¿Podríais guiarnos hasta ellos?

Nadhia y Edge empezaron a atacar con algo de preguntas al par de personas que habían...

—Si no os molesta, claro...

Miré algo dubitativa el lugar, más bien tenía curiosidad de ver más el sitio. Conocer más lugares como este...

[DarkIke]

Después de agruparnos los tres en dirección a la misión que tanto Maestros como Aprendices no daban señal de vida, Daichi nos comentó que la misión era en El País de las Maravillas, cual lugar no había estado nunca, tenía un poco de curiosidad.

Fuimos hacia la guilder de el aprendiz, poniendo su armadura, yo también me la equipé en un momento, estando en silencio como si no estuviera, para no intervenir mucho y intentando centrarse en la tare encomendada.

Llegamos a ese mundo impresionante se podía ver un laberinto enorme, un mundo algo... excéntrico, no entendía porque estaba tan... raro. Anonadado estaba en aquel momento, tal que no me di cuenta de lo que dijo Daichi cuando me di cuenta la guilder desapareció y estábamos cayendo hacia un agujero o tubo, caímos pero no tenia intención de querer morir así que intentando no matarse trepaba y saltaba entre los objetos flotantes... me parecía extraño ya que justo al llegar al suelo cual veía a Xayim y Daichi y yo sentado en un sofá, con la gravedad lenta y sin peligro.

¿Porque me miráis como si tuviera que pagar algo?

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Perdon por esta caca post,no tengo explosión de imaginación por lo que se ve estas semanas, lo digo de veras, lo siento por el caca post.

[Final Fan]

Cuando Edge me dio la vuelta y vi de repente a los dos individuos que habían estado detrás de mí todo el tiempo me llevé un susto que casi me caigo de morros al suelo.

—¡¿P-p-p-pero cómo?! —exclamé, señalándolos— ¡Magia! ¡¡Poderes!!

Aquel sitio. Era aquel maldito lugar, el más exasperante que había visitado nunca. El mundo se burlaba y se reía de mí en la cara, ¡en la cara! Le dediqué mi mejor mirada asesina a Nadhia cuando me di cuenta de que no lograba contener la risa y me quedé un poco en segundo plano mientras Edge, Mei y ella intentaban sacar información de aquellos dos.

[Nell]

Bastión Hueco

Cuando Xayim abrió el paraguas y descargó la lluvia que guardaba dentro de él, ésta cayó sobre sí mismo y sobre Daichi, sentado en la butaca unos metros más abajo. Saltó repentinamente de ella, para apartarse del rango, pero algo le caló en ropa y cuerpo antes de que el aprendiz lo cerrara.

―¡Pero ten más cuidado, hombre! ―le recriminó. Sin embargo, no parecía enfadado.

Podía jugar libremente con el paraguas durante la caída. Donde fuera que apuntase el mango, saltándose las leyes de la gravedad, descargaría el torrente de agua en la zona circular hasta donde alcanzasen las varillas del mismo. Arriba y abajo no tenían ningún significado para él.

Sin embargo, cuando estaban cerca del suelo, el paraguas se deslizó entre sus dedos hacia arriba, como si se viera atraído a vagar para siempre en aquel pasillo ingrávido.

Casi a ras del suelo, la gravedad volvió a afectar a sus cuerpos y cayeron el último metro a velocidad normal. Daichi, que había estado antes en el mundo como bien había demostrado, se preparó para el momento y posó con presteza los pies en suelo firme. Saxor e Ike no tendrían tanta previsión. En cualquier caso, una vez abajo, Daichi se puso en jarras y se volvió hacia el segundo aprendiz.

―No te quieras escaquear ―le recriminó―. Las promesas hay que cumplirlas. Pero ahora no, que tenemos trabajo.

Les indicó con un gesto que le siguieran. Habían llegado a una habitación pequeña, circular, cuya única salida aparte del techo era una puerta que, como no tardaron de comprobar gracias a Daichi, se abría en otras miles de puertas antes de dar con la obertura para pasar a la siguiente sala. Ésta, encima, era algo pequeña, y todos tuvieron que agacharse para pasar.

Llegaron a un dormitorio normal, con su cama, su mesita, su chimenea y su plantita. Nada parecía fuera de lo normal, salvo una puerta más pequeña e infranqueable para ellos al otro extremo. El propio picaporte se movía con sencillos aspavientos. Sorprendentemente, además, tenía ojos, pero en aquel momento estaban cerrados y, si escuchaban bien, oirían sus ronquidos.

Daichi se dirigió directamente hacia la mesita del centro. Allí, verían una botellita cuya etiqueta decía: “Bébeme”. El aprendiz la cogió, la observó de cerca para comprobar el volumen de líquido de su interior y negó con la cabeza.

―Mala suerte. No hay suficiente para los tres. Así que…

Dejó otra vez la botellita sobre la mesa y se acercó a Xayim e Ike. Sin mediar palabra, puso cada mano en uno de los hombros de sus compañeros. Y el efecto fue inmediato. Los dos empezaron a ver que Daichi se hacía cada vez más y más grande. El contraste con la habitación les acabó dando la pista que necesitaban para apreciar que, en realidad, ¡eran ellos quienes encogían! Al cabo de unos segundos, medían lo suficiente para que una pisada de su guía los aplastara.

Los pasos de Daichi de nuevo hacia la mesa retumbaron bajo sus diminutos pies. Desde su nueva perspectiva, le verían coger la botellita y beberse el contenido. Enseguida, se unió a ellos en su reducido tamaño, con una sonrisa picaresca.

―No está mal, ¿eh? ―comentó, inocente de que podrían haber tomado mal su confianza―. Al principio abruma un poco, pero te acabas acostumbrando. La mayoría de personas de este mundo tienen este tamaño. O se van adaptando. No lo sé muy bien.

Después de la reflexión, continuaron su camino. Daichi les indicó un hueco oculto tras la cama, bajo la cual se metieron para acceder a él, que les llevó por un breve momento de oscuridad, antes de salir a un campo al aire libre, rodeado de setos y maleza. El aprendiz ignoró los setos, así como los laberintos ocultos tras ellos, y escogió una senda entre plantas enormes que, de haber tenido su tamaño natural, habrían pisado sin consideración.

Repentinamente, el aprendiz se detuvo junto al tallo de uno de éstos, para acercarse a un papel que había clavado en una. Empezó a leerlo, se rio y se lo señaló a Xayim e Ike. Si se acercaban, verían que había dibujado, en sus bordes, corazones negros y rojos con una cruz que los tachaba por completo. O al menos, eso era antes, porque a la mayoría de corazones los habían deformado para parecerse a cabezas de gatitos con sus bigotes. Y no era lo único que habían alterado:

Arriba
"¡Abajo la Reina de Corazones! ¡Viva la Revolución! Pepa!

¡Hola! Aquí vuestro amigo Hein dirigiéndose a los habitantes de esta nuestra querida comunidad. ¿No estáis hartos de esa mujer pesada, bocazas y gordinflona cuyo deseo es ver todas nuestras calaveras amontonadas bajo su culo gordo? ¡Yo también! ¡Mi madre me ha enseñado unas palabras muy feas!

¡Aliaos conmigo para ser el nuevo rey de este país y dirigirnos hacia una utopía en esta vida que es un lienzo a medio pintar! No dejéis que os aplasten más. ¡Por ahora a mi causa se han unido algunas criaturas negras y que bailan curiosamente! más o menos cero personas

¡Sé el siguiente! ¡Di sí a Hein! Yes, we can!" not
Mira Santa, aún recuerdo el ingles =D

―¡Otro más! ¡Hoy no doy abasto! ―exclamó una voz a sus espaldas―. ¡Es, sin duda, una clara ofensiva de la oposición! ¡Esa fea gorda cree que puede desprestigiarme con semejante parafernalia indecorosa, aprovechando mi larga ausencia! ¡Pero hará falta mucho más para pararme los astrágalos!

Al darse la vuelta, comprobarían que quien les había hablado no era, ni más ni menos, que un esqueleto. ¡Y vivo! Estaba exquisitamente bien vestido, como un noble, desentonando en un lugar tan agreste y con un aspecto tan muerto. El disfraz, además, le quedaba algo mal por sus estrechas piernas/huesos. Y la calavera, aún con huecos donde debería haber ojos, nariz y boca, tenía una expresión que casi espantaba.

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Si bien había hablado para llamar su atención, cuando se giraron, el esqueleto dio un brinco, encendiéndosele la bombilla de la cabeza.

―¡¡Vosotros sois los culpables!! ¡JA! ¡Os pillé con las manos en la masa, tramposos! ¡Estáis pintarrajeando mis carteles para desacreditar mi campaña política! ―les acusó, señalándoles con el falange―. ¿Qué os ha prometido la vieja? ¿Juegos justos al croquet? ¿Un mapa del laberinto? ¿Conservar la cabeza?

―No, no, esto es un error… ―comenzó a decir Daichi. El esqueleto lo interrumpió:

―¡Ah! ¿Estáis arrepentidos? ¡No temáis! ¡Aún os queda la alternativa! ¡Uníos al glorioso Hein! ¡Derrocaremos a la Reina de Corazones y devolveremos la cabeza a todo el mundo!

Daichi le miró sin entender, boquiabierto. ¿Cómo se devolvía la cabeza a alguien descabezado?



Tierra de Partida

En cuanto llegaron, cada uno reaccionó de una manera distinta ante el curioso y confuso paisaje de carteles. Sin embargo, según fueron pronunciando una serie de impresiones, se podrían dar cuenta de que, en las ramas de un árbol en concreto, los carteles comenzaron a cambiar. Fueron dándose la vuelta para mostrar cada uno un nuevo texto: “Curiosísimo”, “Al…bricias”, “¡Vaaaaaaaaaaaaaya!” y “Lo es”.

Apenas unos segundos después, dichos carteles abrieron los ojos y fijaron su mirada en un último que no había cambiado. Éste desplegó unas alas, hasta entonces ocultas, y echó a volar con rapidez hacia el cielo. Los demás carteles le siguieron, gaznando y picoteándolo cada vez que lo alcanzaban, en castigo por no seguir el patrón.

Si a Fyk no le hizo gracia la burla de los gemelos, si acaso era lo que pretendían bajo la máscara que eran sus caras de póker, seguramente lo pasaría peor con los carteles y lo que vendría a continuación.

Edge se acercó a los gemelos y éstos, sincronizados, extendieron también las manos.

―¡Eso no es educado! ¡Porque en una visita lo primero siempre es…!

Uno de ellos tomó la que le ofrecía Edge, mientras que el otro le agarró el brazo contrario para agitárselos a la vez con ánimo, saltando ambos alternativamente de su sitio. Cada vez que lo hacían, sonaban como bocinas de aire. Después, comenzaron a llevar los brazos de Edge a su alrededor, bailando y haciéndole dar vueltas mientras cantaban:

―¡Un apretón de manos, lo primero! ¡Un apretón de manos, después decir tu nombre!

Terminaron uno a cada lado, soltando finalmente sus manos.

―¡Es lo correcto ―le regañaron.

―¡Sí, fuimos nosotros! ―le respondió al final Tweedledum.

―Cosas terribles sucedieron desde su llegada ―secundó Tweedledee.

Sin embargo, no fue hasta la intervención de Nadhia que comenzaron a mostrarse menos abiertos.

―¿A ayudar? ―los hermanos intercambiaron una breve mirada maliciosa―. Otro también intentó ayudar.

―Sí, y ya sabes lo que le pasó ―le dijo en confidencia al otro gemelo.

Los dos, dramáticamente, se quitaron sus gorras y se abrazaron para consolarse en unas lágrimas muy reales, ante el recuerdo de algo seguramente muy amargo.

―¡Pobrecita!

Lloraron un poco más, antes de que uno se incorporara y dijera, aún con algunas lágrimas:

―Pero nooo, no os interesará. Nosotros sabemos lo que pasó, pero no dónde.

―¡Lirón lo sabrá!

Ambos alzaron el brazo en una dirección diferente. El primero que se dio cuenta le dio un empujón con la cadera al otro, y éste segundo corrigió para indicar el mismo camino que su hermano. ¿Serían fiables?

En aquel lapso, los gemelos se recuperaron de la anterior tristeza e, intercambiando nuevamente una mirada de complicidad, se acercaron a Mei. Cada uno la tomó de una mano, como siempre con excelente sincronización, y la sentaron en un tronco cercano.

―¿Te quedarías un rato?

―¡Juguemos al escondite! ¡O al botón, botón! ¿Quién tiene el botón? ¡O te enseñamos a boxear!

―¡Ya lo tengo! ¡Una historia! ¿Te gustan las historias? ―preguntó con intención.

Si Mei no los detenía rápido, la retendrían ahí bastante tiempo más, hasta como mínimo que les dejara contarles esa supuesta historia. O tras unas cuantas partidas del escondite o de clases de boxeo.

Parecían ansiosos por retener al menos a alguno de los aprendices.

Fecha límite: 8 de marzo.

[A Nerd Girl]

Todo empezó a ser raro y decidí ignorarlo todo mientras esperaba que no tardasen en respondernos, en verdad ni lo hacían, cerré los ojos intentado centrarme en no tener que soportar a esos seres que estaban cada vez más molestándome. No respondían nada, solo nos enredaban y hacían más lenta la misión, ¿En verdad son quienes debemos buscar? Parecían incorrectos.

―¡Eso no es educado! ¡Porque en una visita lo primero siempre es…!

―¡Un apretón de manos, lo primero! ¡Un apretón de manos, después decir tu nombre!

―¡Es lo correcto

―¡Sí, fuimos nosotros!

―Cosas terribles sucedieron desde su llegada

―¿A ayudar? Otro también intentó ayudar.

―Sí, y ya sabes lo que le pasó

―¡Pobrecita!

―Pero nooo, no os interesará. Nosotros sabemos lo que pasó, pero no dónde.

―¡Lirón lo sabrá!

Me tomaron sentándome en un lugar abrí los ojos mientras miraba algo seria a los dos... En verdad estaban evitando ir a lo importante y parecían más centrados en jugar con nosotros como si nada, tenía que mantener la cabeza fría o si no nos quedaríamos todo el día.

―¿Te quedarías un rato?

―¡Juguemos al escondite! ¡O al botón, botón! ¿Quién tiene el botón? ¡O te enseñamos a boxear!

―¡Ya lo tengo! ¡Una historia! ¿Te gustan las historias?

―¿P-por qué no jugamos a responder? ¿Quién es el otro? ¿Qué pasó con esa otra persona?

Me levanté y miré seria a los dos, puede ser que el lugar fuera raro pero no podíamos hacer que el tiempo pasase liándonos a hacer el loco en este lugar, teníamos que hacer la misión que Akio quiso darnos y quizá ya pensaba el porqué. En verdad quería irme a leer un libro que seguir ahí soportando a la pareja de gemelos intentando perder el tiempo con nosotros. Quería respuestas de todo lo que hacían.

[Nell]

Tierra de Partida

Los gemelos intercambiaron una nueva mirada de complicidad. Sí, aquello era lo que justamente habían estado esperando.

―¡Una historia entonces!

Agarraron a Mei de cada brazo otra vez para empujarla al tronco, donde volteados sólo hacia ella empezarían a relatarlo, casi en un canto.

―Yyyy… Una estrella del cielo cayó…
―¡Rebotó y se estrelló!
―Y desde su llegada, un monstruo enorme apareció, acompañado de numerosos seguidores.
―Ella muy sabiamente se dijo: “¡Si te pierdes, no te muevas de donde estés!”, pero ¡ay!, tan curiosa como una ostra se movió.
―¡Y los monstruos lo hicieron a la par que ella!
―La imagen de la Reina limpió, una nueva adicción encontró y el gato hacia un falso destino la guio. ¡Con los monstruos se topó! E inmediatamente huyó.
―¡Eran demasiados!
―¡Pobrecita! ―volvieron a lloriquear juntos―. Porque… ¡probablemente no sobreviva!

[Final Fan]

"¿Es que nada va a ser fácil por aquí?", pensé, suspirando.

Los gemelos parecían del tipo juguetón. Casi malévolo, incluso. Las miradas que se dedicaban el uno al otro cada tres por cuatro me ponían nervioso. ¡Se estaban burlando de nosotros! Como si supiesen exactamente lo que haríamos a continuación. El hecho de que relatasen aquella historia tan abstracta cuando Mei les pidió información corroboraba la hipótesis de que aquellos dos no estaban allí precisamente para ayudar. Al menos en mi opinión.

Me volví hacia mis compañeros Edge y Nadhia, aprovechando que Tweedledee y Tweedledum estaban ocupados con Mei. A la pobre le había tocado quedarse sentada en el tronco, casi retenida por aquellos individuos. Pero estaban dispuestos a hablar gracias a ello.

―A ver, a ver ―susurré, haciendo corro entre los tres―. ¿Sacáis algo en claro? ¿O algo? La estrella esa es, eh... una persona, ¿no? ¿Y justo cuando llegó... apareció un monstruo? ¿Casualidad?

Algo teníamos que sacar pensando entre los tres. Combinando la opinión de cada uno sería bastante deprimente no lograr completar al menos una pequeña parte de aquel rompecabezas.

Poner un pie en El País de las Maravillas era poner fichas en un juego de cartas que se jugaba contra el propio mundo. Había aprendido en mi anterior visita que, al no seguir el juego, el mundo te la jugaba más de la cuenta. Para sacarle ventaja tendríamos que subir el envite.

―A lo mejor si les hablamos en verso les sonsacamos más datos ―comenté, poniendo los ojos en blanco un tanto hastiado.

[Saxor]

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―¡Pero ten más cuidado, hombre! ― Daichi había saltado de su butaca para salir del rango del agua, y le había recriminado por ello, a pesar de no mostrar enfado. La pícara sonrisa se le iluminó en el rostro.

Volvió a agarrar el paraguas, pero esta vez boca abajo. Accionó el botón para abrirlo, y sujetó el paraguas por la punta superior mientras que el agua caía en contra de la gravedad, hacia el chico de pelo azul, mientras sonreía sin ningún comentario. Cerca del suelo el paraguas se le resbaló de los dedos debido a una misteriosa fuerza, dirigiéndose al lugar donde lo recogió en un primer lugar. Aquel lugar era muy curioso.

A un metro de distancia, la gravedad volvió de golpe, lo que pilló por sorpresa a Xayim. Se llevó una fuerte sacudida en todo el cuerpo mientras caía, y sus piernas se doblaron más de lo normal. Había caído de pie, sin embargo. Cuando cayó de nuevo el peliazul, el aprendiz de Wix se dirigió a él.

―No te quieras escaquear. Las promesas hay que cumplirlas. Pero ahora no, que tenemos trabajo.─ Xayim rió por lo bajo, mientras Daichi le indicaba que le siguieran.

Habían acabado en una habitación circular bastante pequeña era una puerta. Daichi abrió la puerta. Luego otra, y otra, y otra, y otra... Por fin consiguió abrirse la última (pequeña, además), por la que entraron agachados.

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Acabaron en una habitación de poca superficie, un dormitorio para ser precisos, ya que había una cama en ella. Debía de pertenecer a una familia adinerada, ya que había una chimenea en la pared contraria a la de la cama. No era normal tener una chimenea en el dormitorio. Había una mesa en el centro con una planta y dos frascos, y al fondo de la habitación una puerta diminuta. <<Espera, ¿está roncando?>> Pensó al ver cómo la cerradura parecía moverse al son de unos ronquidos.

―Mala suerte. No hay suficiente para los tres. Así que…─ Comentó Daichi al mirar el interior de uno de los frascos. Este volvió a dejarla en la mesa para acercarse a sus compañeros, y entonces colocó cada mano en el hombro de ambos aprendices.

Inmediatamente después Xayim pudo ver cómo Daichi y la habitación se hacían cada vez más grandes... O más bien, que ambos aprendices estaban empequeñeciendo. Acabaron tan pequeños que la puerta diminuta solo era un poco más pequeña que Xayim, y ahora se le veía roncar con mayor detalle. Daichi era un verdadero gigante en esos instantes, y cuando empezó a caminar sintió la tierra temblar. No le gustaría estar en su camino, sin duda... Cogió el frasco de nuevo y se lo tomó, empequeñeciendo al instante hasta el tamaño de los otros dos. Se dirigió a ellos segundos más tarde, con una sonrisa pícara.

―No está mal, ¿eh? ― Xayim lo miró con la cara todavía algo mareada. Ya era la segunda vez que un hechizo de esos aprendices antiguos le pillaba por sorpresa―. Al principio abruma un poco, pero te acabas acostumbrando. La mayoría de personas de este mundo tienen este tamaño. O se van adaptando. No lo sé muy bien.

Se dirigieron a la ahora enorme cama, para pasar por un hueco que había detrás de la cabecera. No tardaron en acabar en un verde campo lleno de setos. Tras avanzar por aquel claro, acabaron por entrar en una senda entre enormes plantas. Minutos más tarde, Daichi se detuvo al ver una hoja de papel clavada en un tallo. Se rió al leer el contenido de éste, así que Xayim se acercó por mera curiosidad.

Arriba
"¡Abajo la Reina de Corazones! ¡Viva la Revolución! Pepa!

¡Hola! Aquí vuestro amigo Hein dirigiéndose a los habitantes de esta nuestra querida comunidad. ¿No estáis hartos de esa mujer pesada, bocazas y gordinflona cuyo deseo es ver todas nuestras calaveras amontonadas bajo su culo gordo? ¡Yo también! ¡Mi madre me ha enseñado unas palabras muy feas!

¡Aliaos conmigo para ser el nuevo rey de este país y dirigirnos hacia una utopía en esta vida que es un lienzo a medio pintar! No dejéis que os aplasten más. ¡Por ahora a mi causa se han unido algunas criaturas negras y que bailan curiosamente! más o menos cero personas

¡Sé el siguiente! ¡Di sí a Hein! Yes, we can!" not
Mira Santa, aún recuerdo el ingles =D

Había un montón de lo que en su día fueron corazones tachados, con ahora forma de gatitos, además de un texto exageradamente pequeño que lo hacía ilegible. Xayim no pudo evitar reírse. Parecía que la "Campaña de Censura" estaba "siendo muy dura".

―¡Otro más! ¡Hoy no doy abasto! ―oyó exclamar de repente a sus espaldas―. ¡Es, sin duda, una clara ofensiva de la oposición! ¡Esa fea gorda cree que puede desprestigiarme con semejante parafernalia indecorosa, aprovechando mi larga ausencia! ¡Pero hará falta mucho más para pararme los astrágalos!

Xayim se giró para ver a un mismísimo esqueleto vestido como si fuera de la nobleza. Por cómo gritaba, parecía ser el autor de tal propaganda.

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Al girarse todos los aprendices, el extraño ser pegó un brinco, como si se le acabara de ocurrir algo.

―¡¡Vosotros sois los culpables!! ¡JA! ¡Os pillé con las manos en la masa, tramposos! ¡Estáis pintarrajeando mis carteles para desacreditar mi campaña política!

─ ¡Pero bueno Ike, qué vergüenza!─ Le gritó a su compañero, para que todas las culpas le cayeran a él, a pesar de no tener nada que ver con el asunto ninguno de los tres.

― ¿Qué os ha prometido la vieja? ¿Juegos justos al croquet? ¿Un mapa del laberinto? ¿Conservar la cabeza?

¿Conservar la cabeza? Xayim no pudo evitar tragar ante ese comentario. Parecía ser que la Reina de Corazones sí era una gobernante terrible.

―No, no, esto es un error… ―empezó a excusarse Daichi, para luego ser interrumpido por el supuesto Hein.

―¡Ah! ¿Estáis arrepentidos? ¡No temáis! ¡Aún os queda la alternativa! ¡Uníos al glorioso Hein! ¡Derrocaremos a la Reina de Corazones y devolveremos la cabeza a todo el mundo!─ Acabó proponiéndoles, dejando a Daichi con la boca abierta. (Y a Xayim también, en realidad).

Aunque, ahora que recordaba, aquel extraño esqueleto había mencionado a unas extrañas criaturas oscuras en su "censurada" carta. ¿Tendría los sincorazón bajo sus órdenes? Era bastante extraño...

─ En tu propaganda electoral mencionas unas criaturas negras.─ Comentó.─ ¿qué sabes de ellas?─ Pregunté, para saber cuánto sabía aquel esqueleto viviente de los sincorazón. En realidad, le daba igual las batallas políticas de aquel mundo, pero le había entrado curiosidad.

[EspeYuna]

Conociendo lo tímida que era Mei, preguntarle a aquellos gemelos le habría supuesto todo un reto y musité un "gracias" en voz baja. Le sonsacó una historia a ambos bastante curiosa y que podía tener relación con lo que estaba sucediendo en su mundo. No es que fuera buena en acertijos, ni tan siquiera hablando en verso, como es que Fyk había propuesto que habláramos con ellos para sonsacar más información.

Pero de una cosa estaba de acuerdo con él: aquella historia, real o no, era la única pista que teníamos de momento. Todos los carteles habían salido volando, literalmente, por lo que coger un camino al azar en medio del bosque no era la idea más inteligente. Oh, y también en lo que él pensaba con la casualidad.

Los monstruos podían ser los sincorazón, o por lo menos, era lo más probable y lo que la lógica nos invitaba a sonsacar del relato. Lo que seguía sin quedarme claro era lo de la estrella que cayó del cielo. Si era una persona, desde el cielo... ¿no era del País de las Maravillas?

Recordaba la primera vez que Fyk, Ragun y yo llegamos, cayendo desde aquella madriguera. Conectaba con el intersticio, por lo que... sólo podía ser una persona nativa de otro mundo.

―No es casualidad ―dije, pensativa con Tandy en mi hombro―. Los sincorazón son atraídos por la Llave-Espada, ¿no? ¿Y si... hay algún aprendiz aquí en el País de las Maravillas? Es lo único que se me ocurre.

>> Además, casi todo lo han contado en pasado. Pero lo último no: "probablemente no sobreviva".

Me giré a los gemelos y les pedí con toda la amabilidad posible:

―¿Y a dónde fue? ¿Logró despistar a los monstruos que le perseguían?

Tragué saliva. Había algo en la historia que me ponía los pelos de punta y tenía la sensación de que, si no descubríamos el camino correcto a tiempo... aquella supuesta estrella estaría en grave peligro.

Porque, ¿la historia era parte de algo real? ¿O no?

[Nell]

Bastión Hueco

El malintencionado comentario de Xayim era todo lo que necesitaba escuchar Hein para confirmar la culpa de alguno, cualquiera porque le daba igual, de los individuos que había acusado por pura soledad.

―¡Así que es cierto!

―¡No, no! ―intentó defenderle Daichi, pero el silencio de Ike no le ayudaba―. Es imposible porque… Si por una remotísima casualidad, hubiese sido él… ―miró de reojo el cartel, maquinando rápidamente hasta dar con la solución―, ¡tendría tinta morada en las manos!

―¡No engañaréis tan fácilmente a Hein, maleantes! ¡Cualquiera con dos falanges de frente se hubiese lavado las manos después de cometer tan atroz fechoría! ―Daichi cerró la boca y dejó caer los hombros, derrotado―. ¡Vuestra redención sólo puede darse si colaboráis en una causa tan noble como mi ascensión al poder y a la corona!

Daichi volvió a abrir la boca para hablar, pero Hein le había dejado sin palabras y la cerró de nuevo. En esto, Xayim intervino, ajeno al lío que había ocasionado entorno a Ike, y preguntó sobre las criaturas negras. Hein rio a mandíbula batiente, lo que no era una imagen muy agradable. Parecía que se le fuera a desencajar al más leve movimiento.

―¿Pretendes que te confíe los secretos de mi Revolución cuando ni siquiera te adhieres a ella? ¡No será hoy, canalla de tres al cuarto! ―y es que no era tan parlanchín como para hablar de lo que quisieran sin conocer nada de ellos.

Durante el breve intercambio, Daichi retrocedió para acercarse de nuevo al cartel. Lo miró pensativo, lo arrancó y volvió a su posición.

―Vale, hagamos un trato ―concedió al esqueleto, quizá para asombro de los demás por la iniciativa―. Estamos en mitad de un encargo urgente. Cuando lo terminemos, haremos uno para ti, el que quieras, si a cambio también nos ayudas en el nuestro. Y, de paso, levantarás tus sospechas sobre nosotros. Entonces, ¿qué quieres?

Hein volvió a reír, pero esta vez parecía encantadoramente satisfecho. Ni qué decir tiene que creía salir ganando en el trato. Lo cual no era del todo mentira, puesto que los había culpado sin pruebas.

―¡El gato!

―¿Qué?

―¡Quiero al gato! ¡Al morado! ¡El que aparece y desaparece! ―Hein se rascó la cabeza, malhumorado de repente―. ¿Cómo se llamaba…? ¡En fin, da igual! ¡Quiero que me traigáis al gato, vivo! Ese maldito felino no acepta mi propuesta para derrocar a la Reina. Y por si poco fuera, ¡se burla de mí! ¡Se me escapa entre los huesos siempre que puede! ¡Merece un escarnio o una salvación como la que se os ha concedido gracias a mi misericordia!

Daichi cruzó una mirada de incredulidad con Ike y Xayim, y pese a que se dirigió hacia Hein con evidente recelo, éste no mostraba ni un ápice de bochorno por su evidente falta de cordura. El aprendiz le entregó el cartel y Hein, tras contemplarlo unos instantes como si admirara la gran obra que había sido antes de mancillarse, se lo guardó bajo la capa junto a los que ya había recogido.

―De acuerdo. Le traeremos el… gato ―aceptó Daichi. Pero, sin preguntar nada más sobre el asunto, incidió en lo que le interesaba―. ¿Sabes algo sobre una chica que haya aparecido por aquí hace poco? Que sea algo rara, o diferente…

―¡Nada! ―contestó escuetamente el esqueleto, que no cabía en sí de gozo―. Si hubiese visto o sabido de una chica así, ¡la habría reclutado de inmediato en mi contienda! Y la veríais aquí conmigo ―añadió con seguridad―. Pero… uhm… él me estuvo contando que hace poco alguien le había estado molestando. ¡Id a verle y preguntadle también por el gato!

Hein procedió a darles una serie de instrucciones para avanzar hacia el lugar donde residía. Les dijo que le localizarían fácilmente por “la niebla” y que se refirieran a él como Don Oruga. Daichi se apresuró a despedirse de él, rezagándose como mucho por si alguno quería comentarle algo, y se marcharon por la senda indicada. Una vez Hein se hubo perdido de vista y estuvieron de nuevo solos, el aprendiz resopló:

―Por supuesto, no tengo ninguna intención de ponerme a perseguir gatos. Ese hombre estaba chiflado y le seguí la corriente ―explicó de inmediato. Luego, arqueó una ceja―. ¿O tal vez os gustaría compaginarlo con la chica? ¿Sois más de chicas o de gatos?

Con esa pregunta en el aire, continuaron hacia una fronda de hierba, tallos y setas que, en comparación con ellos, parecían muy grandes. Durante el trayecto, verían más carteles retocados, pero ninguno intacto. Localizaron el humo con facilidad, que se movía con su propia corriente de aire por todo el lugar, llevando también una retahíla incoherente de vocales que alguien cantaba.

El humo, en aquel momento, era demasiado espeso para dar contorno a la figura que los esperaba en su epicentro.

―¿Don Oruga? ―preguntó Daichi, entrecerrando los ojos.

El que cantaba se calló. Tosió y, después, inclinando su cuerpo hacia delante (necesitaban acercarse algo más para verlo), les dijo:

―¿Quién… eres… tú?

Daichi también tosió.


Tierra de Partida

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Demyx abandona la Trama.

Los gemelos, como venía siendo habitual, estaban encantados con la atención. Saltaron alternativamente en el sitio, antes de responder:

―¡No lo sabemos!

―¡Lirón lo sabrá! ―repitió.

En esta ocasión, fue Edge quien se quedó un poco apartado, por lo que los gemelos aprovecharon para cogerle de nuevo cada uno de un brazo, y proponerle toda una serie de actividades, para que escogiera cuál hacer a su elección. El aprendiz decidió quedarse rezagado para ver si podía sacarles algo más de información, a la par que también les entretenía para que pudieran marcharse.

La ronda de preguntas para los gemelos, pues, acabó. Salvo que alguno aprovechara los últimos segundos para plantearles algo antes de la partida del grupo, quizá con un intento en verso como proponía Fyk. No tenían más indicaciones que las del camino que les dirigía al tal Lirón, por lo que optaron por éste, excepto si algún descarriado quería explorar por su cuenta una de las múltiples sendas que se abrían desde allí.

Tuvieron que andar algo de trecho hasta dar con una valla que limitaba una propiedad. Desde ella, pudieron ver un jardín lleno de humo, aunque al acercarse comprobarían que era en realidad vapor. En el centro, había colocada una larguísima mesa de mantel rojo, con sillas dispares colocados a lo largo de ésta, generalmente muy cómodas y de largos respaldos. Sobre ella había una enorme diversidad de utensilios para el té.

Y por si fuera poco, ¡toda la cubertería bailaba! Jarrones, tazas, platitos y cucharitas por igual saltaban de sus sitios, siempre sobre la mesa, al ritmo del mismo son, que emitían ellas mismas. Al fondo de ésta, les llegó el rumor de varias voces que acompañaban la misma música con una canción.

Antes de divisar las tres formas, una humanoide media, otra enana y la última de largas orejas; escucharon dicha canción:

―¡Feeeeeeeeeeee-liz, Feliz No-cumpleaños! ¡A mí!
―¿A quién?
―¡A mí!
―¡A tú!
―¡No, a moi!
―¡Feliz, Feliz No-cumpleaños! ¡Te doy!
―¿A mí?
―¡A tú!
―¡A mí!
―¡Brindemos por el día con tres tazas de buen té! ¡Feliz, Feliz No-cumpleañoooos… a los treeeeeeeees!

Una vez se fueron acercando, vieron a los tres individuos y a su danza peculiar. Al mismo tiempo que bailaban, movían con desequilibrio las tazas que sostenían cada uno, derramando tanto líquido que era de extrañar que aún quedara dentro. Para finalizar la actuación, mientras el principal cantor alargaba las últimas letras, sacaron de una tetera a un pequeño animalito vestido de rosa y somnoliento, con el que se intercambiaron sombreros verdes los cuatro.

La figura de largas orejas era una liebre, con unos cuantos pelos despeinados rubios y vestida de con traje rojo y pajarita. Era el cantante principal y quien sujetaba al lirón. A su izquierda, había un hombre enjuto con otros tantos pelos a cada lado de su sombrero (con rebaja del diez por ciento) y de traje verde, pero con pajarita de azul chillón. Y a su lado estaba…

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Tal vez alguien (ejemNadhiaMeiejem) la reconociese. Era una joven de unos diecisiete inviernos, de cabello blanco y liso, ojos rojos y rostro deslumbrante. Reía, se intercambiaba sombreros y se compenetraba por completo con los dos locos y el sonámbulo. Apenas le había costado integrarse en el mundo.

Pero, ¿qué hacía ahí?

Entonces, los dos anfitriones levantaron la cabeza, al unísono, por el ruido que uno de ellos había hecho. El lirón se les escapó de las manos, para ir a parar de nuevo dentro de una tetera, a la que le rebotó la tapa y se volvió a cerrar. La muchacha, por su parte, se giró también hacia ellos con mayor lentitud, mientras apuraba su taza de té.

Sin embargo, el conejo y el hombre ya se habían apurado a ir saltando hacia su encuentro, de una manera mucho más cómica y menos siniestra que los gemelos, dando gritos incomprensibles. Se situaron a los lados de Fyk, Mei y Nadhia y les obligaron a tomar asiento en tres confortables butacas enormes para ellos.

―¡Invitados! ¡Invitados!

―Qué mundo más pequeño es éste ―comentó el hombre con una risa que parecía gorgotear―. Nosotros celebrando una fiesta y, de repente, llegan invitados para unirse.

Se sentó sobre la mesa, frente a Fyk, cogió una taza al azar y la empezó a remover con una cucharilla.

―¿Qué queréis para tomar? ¿Té? ―ofreció con su perpetuo nerviosismo.

―¡Oh! ―exclamó solamente Hime, escupiendo algo del mismo té que acababa de beber sobre su taza, a la que sujetaba con ambas manos por cada lado.

Tenía los dedos completamente manchados de algo parecido a rotulador morado.

Fecha límite: 24 de marzo.

[EspeYuna]

―¡No lo sabemos!

―¡Lirón lo sabrá!

Los carismáticos gemelos repitieron lo mismo, saltando en el sitio seguidamente el uno del otro en perfecta y absurda sincronía. Edge, quien hasta ese momento parecía meditar sobre lo que debíamos hacer a continuación un tanto apartado de nuestra conversación, fue secuestrado por los hermanos. Éste, comprobando que su capacidad de atención se centraba sólo en uno de nosotros, se resignó a ser su víctima y señaló que marcháramos si no queríamos quedarnos allí todo el día.

Le agradecí el gesto con una sonrisa y desistí en seguir tratando con los dos personajes. "Lirón lo sabrá", decían. Bueno, pues tendríamos que buscar a ese tal Lirón y preguntarle. Ya llevábamos más de diez minutos allí y no conseguíamos sacar nada en claro, y estaba segura que tanto Mei como Fyk agradecerían alejarse de aquellos dos. Por otro lado, Tandy reía con las sacudidas a modo de apretón de manos que recibía Edge mientras nos alejábamos.

―¡Este sitio es muy divertido, tan, tan!

―Sí, tan divertido que te puedes volver majareta en el mismo momento que lo pisas ―comenté bromista.

Si Fyk y Mei seguían el mismo trecho que yo, los tres acabaríamos por dar con una valla que limitaba a un jardín que había visitado junto al primero y a Ragun durante mi primera incursión al País de las Maravillas. Se había tratado de una pequeña propiedad abandonada, donde todo estaba listo para una celebración, con su té, sus pastas... pero sin ningún habitante del mundo presenciando aquella suculenta y dulce merienda.

Sin embargo, aquel día parecía que los nativos del País de las Maravillas habían decidido salir de su escondite como los caracoles cuando salía el sol. Se escuchaba a gente cantando en la mesa, rodeada del humo de vapor que provenía de las teteras y tazas, ¡las cuales se movían al son de la música!

«A este paso se me hará raro que no estén vivas», pensé al acordarme que no era la primera vez que veía un fenómeno así. Tanto la abuela de Light como Merlín habían demostrado lo poderosa que era su magia y que era posible que los cubiertos cobraran vida propia frente a mis ojos.

Llegando al festejo, me sentí atraída por la canción y entré al jardín sin pedir permiso.

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―¡Feeeeeeeeeeee-liz, Feliz No-cumpleaños! ¡A mí!
―¿A quién?
―¡A mí!
―¡A tú!
―¡No, a moi!
―¡Feliz, Feliz No-cumpleaños! ¡Te doy!
―¿A mí?
―¡A tú!
―¡A mí!
―¡Brindemos por el día con tres tazas de buen té! ¡Feliz, Feliz No-cumpleañoooos… a los treeeeeeeees!

Las tres figuras bailaban al son de la canción y vertían el té de las tazas que sostenían. Finalizando su actuación, sacaron de una de las teteras a un pequeño ratón vestido de rosa, el cual se me hizo especialmente adorable, a la par que intercambiaban sombreros.

―¿Feliz no-cumpleaños, kupó? ―preguntó para sí mismo mi guardián― ¿Qué diantres es un no-cumpleaños, tan, tan?

―Me lo vas a preguntar a mí, pequeño ―dije, intercambiando una mirada con Fyk y Mei.

Volviendo a fijarme en el alegre festejo, me di cuenta entonces de algo que había pasado desapercibido a mis ojos. Observé a la muchacha de pelo blanco que danzaba y giraba sobre sí misma con el té derramándose por todos lados, con un rostro emocionado y que parecía divertirse bastante.

Demonios, la conocía. ¡Claro que la conocía!

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―¿¡Hime!?

Inevitablemente nos delatamos con mi chillido, pero no podría haberlo evitado. Abrí los ojos como platos al ver a la niña que había desaparecido en Ciudad de la Navidad desde hacía, ¿cuánto tiempo? Ni lograba recordarlo. Y se encontraba allí, frente a mis ojos. Alguien muy importante para Akio, mi Maestro.

Me habría apresurado en correr hacia ella, si no fuera porque los otros dos personajes, tras que el animalito que sostenían se apresurara en esconderse bajo una de las tazas, se acercaron saltando a nosotros.

―¡Invitados! ¡Invitados!

―Qué mundo más pequeño es éste. Nosotros celebrando una fiesta y, de repente, llegan invitados para unirse.

"Invitados", repetí en mi fuero interno. Los habitantes de aquel mundo parecían muy abiertos y hospitalarios... demasiado hospitalarios y cercanos. Parecían no tener miedo a que completos desconocidos se sentaran a tomar el té con ellos en una fiesta en la que no pintábamos nada. Ni siquiera sabíamos qué se celebraba y a qué se referían con el "no-cumpleaños". Sin embargo, hice caso y me senté, procurando acercarme a Hime. ¡Era ella, estaba segura! ¡Habíamos encontrado a Hime!

―¿Es ella, verdad? ―pregunté a Mei, todavía sin poder creérmelo― La chica de Ciudad de la Navidad.

―¿Qué queréis para tomar? ¿Té? ―ofreció con nerviosismo uno de los anfitriones.

―¡Oh! ―exclamó de pronto Hime, escupiendo algo del té que estaba bebiendo a la taza que sostenía entre sus manos, curiosamente manchadas de un color morado. Era como si se hubiera manchado de tinta o algo parecido.

Pero hice caso omiso a los detalles y me senté junto a ella, aceptando amablemente las cosas que me ofrecieran.

―¡Hola, Hime! ―saludó risueño mi compañero― ¡Me llamo Tandy, tan, tan!

―¿Hime? ―le pregunté, llamando su atención― Soy yo, Nadhia. ¿Qué...? Esto... ¿dónde has estado? ―en realidad, no sabía muy bien qué preguntarle. Ninguno de los elfos de Santa Claus sabían lo que había sucedido aquella noche. Tan sólo recordaban a un enorme monstruo invadir la fábrica, y que Hime fue la última que quedaba en pie luchando contra él. La muchacha se había evaporado con la amenaza y nadie había sabido de ella... hasta ahora― ¿Qué demonios pasó en la fábrica? ¿Cómo... cómo has conseguido llegar hasta aquí?

Cierto. No me había parado a pensar cómo diantres estaba Hime en un mundo completamente ajeno al suyo. ¿Qué había hecho para viajar? ¿Aquel monstruo tuvo algo que ver? Tenía tantas cosas que preguntarle...

«Si se da la… extraña casualidad de que allí abajo encuentras a una niña tan patosa como tú…
Procura que no se haga daño.»

... y sin embargo, lo poco que pude decir después fue:

―Todos están muy preocupados por ti. Santa, su mujer, los elfos... y Akio.

«Esta vez no pienso quitarte el ojo de encima, Hime», pensé, esperando una respuesta de la niña de ojos rojos y escuchando a mis compañeros, los cuales puede que estuvieran más preocupados por cumplir con la misión que nos había dado Akio aquella mañana. «Procuraré que estés a salvo»

[Saxor]

―¡Así que es cierto!

Xayim no pudo evitar reírse ante aquella situación. Había hecho que Hein los creyera culpables... Aunque tal vez no había sido la acción más sensata. Encima de todo, Ike no hablaba... Y el que calla, otorga, ¿no?

―¡No, no! Es imposible porque… Si por una remotísima casualidad, hubiese sido él… ―miró de reojo el cartel inventando una excusa―, ¡tendría tinta morada en las manos!

La excusa, sin embargo, no pareció convencer a Hein.

―¡No engañaréis tan fácilmente a Hein, maleantes! ¡Cualquiera con dos falanges de frente se hubiese lavado las manos después de cometer tan atroz fechoría! ¡Vuestra redención sólo puede darse si colaboráis en una causa tan noble como mi ascensión al poder y a la corona!

Xayim arqueó una ceja. Para no dejarse engañar, lo había engañado muy fácilmente (a pesar de las consecuencias y la dificultad de sacarlo del error). A su lado, Daichi se había quedado mudo... Xayim la había liado pero bien. Se dio cuenta de que había metido la pata otra vez tras la respuesta del "noble" esqueleto ante su pregunta.

―¿Pretendes que te confíe los secretos de mi Revolución cuando ni siquiera te adhieres a ella? ¡No será hoy, canalla de tres al cuarto!─ Xayim suspiró, tenía que hacer algo... Y solo se le ocurría una. Sin embargo, antes de ponerla en práctica, Daichi se le adelantó con otra vía.

―Vale, hagamos un trato. Estamos en mitad de un encargo urgente. Cuando lo terminemos, haremos uno para ti, el que quieras, si a cambio también nos ayudas en el nuestro. Y, de paso, levantarás tus sospechas sobre nosotros. Entonces, ¿qué quieres?─ No le apetecía para nada hacer dos recados, pero aquel mundo le estaba divirtiendo: Cada palabra que salía de la boca de ese esqueleto era para reírse un rato.

―¡El gato!

―¿Qué?─ Preguntaron Xayim y Daichi al unísono. ¿Quería un gato?

―¡Quiero al gato! ¡Al morado! ¡El que aparece y desaparece! ―Parecía bastante malhumorado cuando hablaba de él, cosa que a Xayim le hizo pensar―. ¿Cómo se llamaba…? ¡En fin, da igual! ¡Quiero que me traigáis al gato, vivo! Ese maldito felino no acepta mi propuesta para derrocar a la Reina. Y por si poco fuera, ¡se burla de mí! ¡Se me escapa entre los huesos siempre que puede! ¡Merece un escarnio o una salvación como la que se os ha concedido gracias a mi misericordia!

Aquel esqueleto estaba realmente loco... Y, por lo que parecía, ese gato tampoco sería motivo de aburrimiento. Aquel mundo le estaba empezando a gustar bastante... Tal vez debería haber traído palomitas. Daichi entregó el anuncio electoral a su dueño, quien lo guardó en su túnica.

―De acuerdo. Le traeremos el… gato. ¿Sabes algo sobre una chica que haya aparecido por aquí hace poco? Que sea algo rara, o diferente…

―¡Nada! ―el "afable" Hein le cortó con una negativa ante la pregunta del aprendiz―. Si hubiese visto o sabido de una chica así, ¡la habría reclutado de inmediato en mi contienda! Y la veríais aquí conmigo. Pero… uhm… él me estuvo contando que hace poco alguien le había estado molestando. ¡Id a verle y preguntadle también por el gato!

Durante un rato, estuvo indicando la localización de ese tal Don Oruga y la niebla donde se encontraba. Luego, se despidieron de Hein, pero Xayim seguía teniendo curiosidad.

─ Don Hein, tiene mi apoyo. Cortar cabezas es algo muy feo.─ Empezó a hablar, intentando seguirle la corriente al hombre esqueleto. ─ ¿Qué cartas tenemos a favor en esta gran y necesaria revolución?

¿Le importaba algo la política de aquel mundo? No. ¿Pero no sería divertido ser espectador de tal guerra de locos? Además, le entraba curiosidad aquel hombre esqueleto y sus bazas. Tras que le hubiera respondido (si había conseguido que soltara prenda), se despediría con una reverencia cortés de cintura para arriba y con un brazo enfrente de la cintura. Luego, volvió con Ike y Daichi.

―Por supuesto, no tengo ninguna intención de ponerme a perseguir gatos. Ese hombre estaba chiflado y le seguí la corriente ―Xayim se esperaba aquello... Era bastante obvio―. ¿O tal vez os gustaría compaginarlo con la chica? ¿Sois más de chicas o de gatos?

─ En cualquier otro mundo te diría que acabásemos rápido, pero...─ Empezó.─ Este mundo es de risa. Quiero ver a ese gato también, y Hein me ha dado curiosidad...

Tras caminar un buen rato llegaron a una densa zona de humo... Y en realidad era humo de tabaco. En el epicentro de la zona se podía ver una silueta bastante difuminada por el espeso humo.

―¿Don Oruga?

Aquel que se encontraba en el centro dejó de cantar, y tras toser, se inclinó hacia ellos (cosa que Xayim pudo distinguir al haberse acercado más).

―¿Quién… eres… tú?

Tanto Daichi como Xayim tosieron. Aquella cantidad de tabaco era excesiva. ¿Cuánto fumaba esa oruga?

─ Soy el inspector de Salud y Medio Ambiente. Esta zona está más contaminada que un incendio forestal.─ Bromeó con la voz de Saxor ante tal pregunta. Un tiempo más tarde en el que esperó la reacción de la Oruga ante tal comentario, decidió rectificar.─ Solo bromeaba. Soy Xayim, y estamos buscando a un gato "que aparece y desaparece" y a una chica que haya llegado recientemente. ¿Sabes sobre alguno de ellos?

[Final Fan]

La única expresión que se podía adivinar en mi cara al toparnos con aquella escena era un molesto tic bajo el ojo derecho. Sin mediar palabra, y con el rostro más muerto que mi fe en el sentido común, di media vuelta dispuesto a alejarme de aquel sitio endiablado. Sin embargo, las manos de los anfitriones de aquella rocambolesca fiesta decidieron llevarme a rastras hacia uno de los sillones y sentarme allí cual pelele. Resoplé.

―¿¡Hime!?

Nadhia gritó repentinamente. Había exclamado el nombre de uno de los participantes de aquella merendola con evidente ansiedad, así que aquello prometía ser más importante de lo que pensaba en un principio. En concreto se trataba de una chica de aspecto sereno, con el pelo de un blanco brillante y los ojos de un intenso color carmesí. Su aspecto me recordaba a una tarta de cereza.

Las dos chicas comenzaron a hablar. Deduje que Mei también la conocía, por la mirada de complicidad que le dedicó Nadhia. Tras unas cuantas preguntas y algunas palabras sobre Akio y la Navidad, empecé a notar que me estaba perdiendo algo. Decidí dejar que ellas se pusiesen al día mientras yo me dirigía al resto de personajes, si se les podía llamar así.

―Sí, hola, buenas... ―alcé un momento la vista hacia el inefable cielo― ¿tardes? Soy Fykhjaal. Um. Encantado y eso y tal y feliz no cumpleaños, pero tengo una... preguntita, ¿sí? ―señalé hacia arriba―. Estamos buscando una estrella que cayó del, uh, cielo... y que ha traído consigo innumerables desgracias, poniendo la vida de la gente en... sumo peligro y...

Me fijé entonces en toda la comida que había en la mesa y recordé que aquella mañana no había desayunado.

―¿Serían tan amables de pasarme unas pastas, por favor?

[A Nerd Girl]

Tras extravagantes cosas que eran que Egde le tocase quedarse soportando a la pareja pesada que no paraba de querer jugar con nosotros a ver cubiertos, teteras y gente cantando como si felicitasen un "no-cumpleaños" en verdad pensé que este mundo le pasaba algo raro. Pero la cosa no llegó más allá que cuando vi a alguien muy reconocible...

―¿¡Hime!?

La hermana de Akio, la dulce chica que vivía en Ciudad de la Navidad y que era bastante linda. En verdad me resultó extraño verla ahí... ¿Por qué estaba aquí?

Nadhia nos delató pero al parecer el hombre y el conejo marrón nos trataron como invitados. Me sentí aliviada, ya creía que nos echarían o se enfadarían pero en verdad, acepté la idea y me senté mirando a Nadhia...

―¿Es ella, verdad? La chica de Ciudad de la Navidad.

―Creo que sí, la hermanita del Maestro Akio... ¿Qué hace aquí?

―¿Qué queréis para tomar? ¿Té?

―G-gracias, quisiera un poco de té...

―¡Oh!

Miré a Hime entonces para ver que tenía las manos manchadas de tinta morada. ¿¡Qué demonios había hecho!? Esperaba que no hubiera hecho nada malo o algo inadecuado...¿Y si era ella quien relataban el dueto de antes? Cuando Nadhia terminó de acosarla con preguntas yo pregunté ese dilema... ¿Qué había estado haciendo?

―¿Por qué tienes las manos manchadas de morado?

[Nell]

Bastión Hueco

―¡Tienes al gran Hein de tu parte contra la injusticia de la Reina Gorda! ¿Qué más puedes necesitar aparte de eso? ―contestó con simpleza a la pregunta de Xayim―. Cuando traigáis al gato, ¡ven a verme y te daré tu merecido papel en la revolución!

La reverencia le sacó una sonrisa de oreja a oreja escalofriante. Más le valdría a Saxor no subirle los humos si no quería que le empezara a exigir que le llamaran ‘Rey Hein’.

Daichi se quedó con las ganas de unos compatriotas que tuvieran más interés en chicas y menos en gatos, pero no pudo ser. Ike, que había permanecido callado y reflexivo durante la conversación, se paró un momento para decirles que quería regresar con Hein y que se reuniría con ellos más tarde. Al aprendiz, que se había acostumbrado a su silencio, no le importó y acordaron un punto de encuentro.

―Primero la chica. Nos será más fácil atraparla entre los dos si conseguimos que uno le guste ―ladeó la cabeza, dando por supuesto que no podía ser Xayim―. Luego puedes buscar al gato. Me sacrificaré y me quedaré vigilándola para que puedas cumplir con el trato. Eh, nunca te habría tomado por un tío así, ¡pero no me voy a quejar!

En su encuentro con Don Oruga, Xayim prefirió comenzar la presentación con burla. El humo se había despejado lo suficiente para permitirles ver que hablaban con una oruga azul, en cuya extensión sobresalían decenas de patas, acabadas en manos desnudas o pies calzados cada uno con su zapato de tela. Estaba apoyada sobre una enorme hoja, aspirando de la pipa, con un larguísimo cordel, que había junto a la seta que elevaba su altura por encima de ellos.

Tenía mala cara, de enfado o rabieta. No pudieron saber si fue a causa de las palabras de Xayim o ya la traía de antes. Enarcó una ceja y se enroscó sobre su propio cuerpo para inclinarse hacia delante, hacia el aprendiz. Y aún después de haberle contestado correctamente, volvió a repetir:

―¿Quién… eres… tú?

En esta ocasión, de su boca salieron tres aros de humo seguidos, de color verde, amarillo y naranja, directo a la cara de Xayim. Chupó de nuevo la pipa.

―Xayim. Xa-yim ―Daichi movió los brazos en su dirección con exhasperación―. ¡Ya te lo ha dicho!

Le miró con indiferencia, irguiéndose de nuevo, soltando más humo blanco y chupando casi con aburrimiento. Ladeó la cabeza, como con despecho y otra vez:

―Y tú… ¿quién… eres… tú?

―Daichi.

―¿Seguro?

―¡Ya está bien! ―soltó el aludido. Era obvio que la criatura le ponía muy nervioso, porque hasta entonces no había sido propio de él―. ¿Has visto a la chica?

―¿Qué chica?

―Una extranjera. Rara. Que no encaje demasiado…

Don Oruga se puso rígido, adoptando de nuevo esa expresión de enfado, para postrarse a cuanta altura podía entre los dos, echarles un par de aros de humo a sus caras y replicar con virulencia:

―¿¡No os referiréis a esa chiquilla maleducada que intentó llenarme de babas la pipa!? ―señaló la boquilla, como víctima del crimen―. La eché de aquí. No se sabía ni una rima.

―¡Sí, ésa! Supongo… ¿Y no sabes adónde ha ido?

―No ―chupó con regusto―. Desde abajo, todo siempre se ve peor.

―¿Qué quieres decir?

―Digo que… ―se interrumpió un momento, molesto, porque sus propias patas habían obstruido el cordel de la pipa―. Un lado os hará crecer… y el otro os hará más pequeños…

―¿Un lado de qué?

―¡Del hongo, tonto! ―se puso rojo, literalmente.

Daichi siguió la mirada de Don Oruga hacia una seta cercana, sobre la que se había apoyado durante la conversación con el animal. Mientras tanto, éste había tomado otra víctima:

―¡Tú!... ¿Quién… eres… tú? ―volvió a preguntar a Xayim, aparentemente más enfadado.

El aprendiz arrancó dos partes, una de un extremo y la otra del otro. Dirigió una mirada confusa a Xayim, quien podía o no estar conversando con la oruga y mordisqueó lentamente uno de ellos, al azar.

Y de repente creció y creció. Xayim vería de nuevo cómo era ganado en estatura por alguien que ahora era capaz de pisotearle como una cucaracha, si no se apuraba a seguirle. De hecho, a ojo, se diría que había ganado mucha más altura de la que le correspondía.

Cuando comenzara a crecer, oiría la voz de Don Oruga llamándole desde el suelo, cada vez más lejana, agitando los brazos.

―¡Oye, niño! ¡Espera! ¡Vuelve aquí! ¡Es importante!

Nivelado de nuevo con Daichi, que se había puesto una mano de visera, le señaló un punto en la lejanía, desde donde salía vapor.

―Menuda panda de locos nos hemos encontrado ―comentó―. Vamos a buscar gente más cuerda que nos dé pistas sobre su paradero. ¿Tú crees que sobreviviremos al cáncer de pulmón?

Acto seguido, empezó de nuevo a mordisquear la otra parte de la seta, poco a poco y caminando a la vez, hasta adoptar su estatura normal. Ni muy pequeño, ni muy grande.



Tierra de Partida

El Sombrerero y la Liebre, como les presentó brevemente Hime, les colmaron de atención. Permitieron a Nadhia cambiarse de asiento (porque Fyk y Mei aceptaron el suyo y se entretuvieron con ellos), sirvieron el té a todos y no pararon de parlotear. Eran tan extravagantes que la vajilla surgía mágicamente de las jarras, el té se derramaba con frecuencia pero nunca se agotaba y

Si les extrañó eso de “Ciudad de la Navidad”, no dieron muestras de ello. Estaban pendientes de Fyk, que era quien más atención les prestaba.

―Oh, gracias ―sonrió bobaliconamente, agasajado por la felicitación de Fyk―. Qué chiquillo más encantador.

―¿¡Una estrella!? ―la Liebre se puso en tensión, con un ojo mirando a cada lado, como si reaccionara a la mención de algo conocido―. ¡Eso sí que es una locura!

―Y dinos, ¿qué haces aquí, pequeño? ¿Te unes a nuestra fiesta? ―preguntó, mientras le ofrecía un plato de las pastas que había pedido. Había de todo tipo de formas y sabores.

Por otro lado, Nadhia y Mei tenían su interés puesto en Hime, y con razón.

―¡Hola, chicas! Y Señor Azul, Señor Moguri… ―saludó Hime, con palpable nerviosismo. Ni siquiera se había fijado en que Fyk era sólo un niño― Aquí, allí, allá ―respondió a la primera pregunta de Nadhia―. ¿No, chicos?

―¡Oh, sí! ¡En muchos sitios! ―le secundó de inmediato la Liebre―. ¡No hemos parado de trotar por el mundo! En esa silla, y en esa otra…

―Incluso un día fuimos a merendar al río ―se rio el Sombrerero con una risita aguda―. ¿Habéis probado el té aguado? ¿Uhm? ¿Queréis? ―les tentó con las cejas, mientras inclinaba con peligrosidad una jarra sobre la taza de Mei.

―¡Estaba asqueroso! ―se rio Hime. Sin embargo, al ver de nuevo las caras de Nadhia y Mei, exigiendo respuestas, enmudeció con vergüenza―. Vale, sí, sí… Es una historia larga y… Ah, bueno, ya suponía que estarían preocupados. ¡Pero no he podido regresar! ―se excusó.

Alzó su taza, la balanceó y el Sombrerero acudió de inmediato a llenársela, curiosamente, haciendo bajar el líquido desde su cuello por el interior de la chaqueta hasta su manga. Hime, sin ningún remilgo, cogió un par de cucharaditas de azúcar del mismo bote donde dormía Lirón y se las echó, antes de llevarse el preparado a los labios.

―En la fábrica… ―depositó la taza en la mesa, rehuyendo sus miradas―. Apareció un sincorazón enoooorme. Empezó a destrozarlo todo. Intentamos pararle, pero los elfos nunca habían luchado y cayeron ―rememoró―. Es la verdad, ¿eh? ¡No me lo estoy inventando! Al final, sólo quedaba yo en pie. Y entonces apareció una niña lolita que decía querer secuestrar la Navidad…

»Hablaba de un montón de cosas raras. ¡Estaba loca! ¿Quién en su sano juicio querría quedarse sin regalo en Navidad, eh? Pues estaba empeñada. Sin embargo, también dijo que ese no era su verdadero objetivo allí, sino un capricho… Que tenía otra razón real…

»Y como imaginaréis, mientras discutía con esa maníaca, el sincorazón no se estaba quieto. ¡La niña se puso de su lado! Luché contra los dos en desventaja, y entonces…

Sacó una estrella del bolsillo de su falda y se la mostró. Allí no había nadie que no la reconociera, porque ya la habían visto antes, aunque no la echaran en falta.

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―A la niña se le cayó esto. Lo recogí, pensando que podía ser algo importante. Se puso furiosa, pero justo en ese momento la estrella brilló y… volé. ¡Que sí, que es verdad! ―se adelantó a explicar―. Ya sé que suena ridículo. La estrella me hizo volar hacia el cielo, dando botes de aquí para allá. Me mareé un montón y cuando toqué tierra firme, poté. ¡Y estaba en otro mundo! ―a partir de este punto, comenzaron a brillarle los ojos.

»Nunca he salido de Ciudad de la Navidad, ¿sabéis? Sé que hay otros lugares, pero jamás he tenido la oportunidad de visitarlos. Siempre he ayudado a Santa, todos los días del año, para hacer posible la Navidad. Nunca me he atrevido a pedirle algo tan egoísta.

»Pero ¡era increíble! Aterricé en un parque de atracciones, lleno de niños graciosísimos. ¡Podíamos divertirnos todo el día! Así que me dije: “¡Hime! ¡Ya sabes cuál es la primera advertencia del manual del aventurero: Si te pierdes, no te muevas del sitio!”. Y así lo hice. ¡Lo disfruté un montón!

»Sin embargo, al cabo de un tiempo, me di cuenta de que algo raro ocurría. Algunos niños desaparecían y a mí me había salido una cola de burro. Estaba pensando en abandonar el parque cuando la estrella volvió a brillar y volé de nuevo.

»¡Y aterricé aquí! La cola de burro me había desaparecido, menos mal, porque no terminaba de decidir si debía sobresalir por encima o por debajo de la falda. Como la última vez me había ido tan mal con el consejo de no moverme del sitio, ésta vez me dije: “¡Hime! ¡Muévete, lo estás deseando!”. Y así lo hice. ¡Me he encontrado con un montón de gente muy divertida!

»Ayudé a unos naipes a pintar carteles, por eso me dejé los dedos así ―explicó, enseñándoselas a Mei―. Decían que si la Reina los veía, ¡comenzaría a cortar cabezas! Además, no sé quién sería el autor, pero parecía un poquito chiflado. Después, me encontré con una oruga que estaba siempre, siempre enfurruñada. Y no paraba de preguntar “¿Quién eres tú, quién eres tú?”. ¡Acabé por ni yo tener idea! Y entonces…

―¡Toc, toc! ¿Interrumpimos? ―gritó alguien por la misma dirección que habían llegado ellos.

Todos los presentes alzaron la cabeza. Verían a dos personas entrar en el recinto: Daichi y Xayim.

―Sobrevivimos al humo para ahogarnos en vapor. Y eso huele a... ¡Té! ¡Puajj! ―puso cara de asco, mientras daba unos pasos hacia delante para ver mejor entre el humo―. ¿Holaaaaa?

―¡Aquí, aquí! ¡Más invitados!

―Esto es un no parar. Cualquiera diría que estamos en una fiesta.

―¿Ves? Si uno se esfuerza, se puede encontrar gente normal. Qué amables. Normalmente primero empiezan tirándome piedras ―comentó a Xayim, y volvió a dirigirse a los anfitriones―. ¿No lo es? Vaya. Porque tengo hambre. ¿Y tú, tío? Oye, ¿no habréis visto por casualidad…?

Se interrumpió abruptamente, paseando la mirada entre los presentes. No obstante, la detuvo en la dirección donde se hallaban tres personas en particular. Se adelantó hacia ellas, sin pudor, hincó una rodilla y se puso una mano donde debería tener un corazón.

―Señoritas… ¿Dónde habéis estado toda mi existencia?

Fecha límite: 16 de mayo.