[Selva Profunda] Dos Mundos

Trama de Enok y Sorkas + Gata + Fyk

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

Enok 3

Notapor Sheldon » Sab Abr 05, 2014 8:01 pm

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Los tres aprendices se reunieron finalmente y volvieron de nuevo a los jardines donde aquella chica les estaba esperando, sentada en la pulcra hierba del suelo mientras se deleitaba con la presencia solitaria de ella misma. Enok la estuvo observando desde que apareció en su campo de visión. Era un chica bella y lo por lo que podía deducir, introvertida en el aspecto mas interior. El aprendiz sonrió para sus adentros. Fuese quien fuese si pretendía acompañarles en su viaje sería una agradable compañía, quizás la verdadera y mas adecuada ayudante en aquella misión.

Cuando el grupo hubo alcanzado el área en la que descansaba la joven, esta se incorporó y con una muy agradable sonrisa comenzó a explicar pequeños detalles de lo que se avecinaría aquel día.

Es un mundo hermoso, es... es uno de mis preferidos. Selva Profunda, —Enok asintió débilmente ante las cuidadas palabras de la muchacha, como intentando, de alguna manera, disculparse por errores pasados —la llamamos y es... bueno, ya lo veréis. Hay tantos árboles, y son altísimos... y el agua es tan fresca y cristalina... Los animales son preciosos, desde las coloridas mariposas hasta... hasta los salvajes jaguares —continuó relatando la muchacha mientras volvía a sonreír, esta vez a uno de los aprendices, Sorkas. Mientras tanto, Enok volvió la vista al cielo, deslumbrado por un rayo de sol— Algunos dicen que es peligrosa, pero... mientras no molestes a la selva, la selva cuidará de ti. Y te, umm... te aseguro que te encantará.

>>La Maestra Yami cree haber visto a un hombre-bestia las últimas veces que ha estado allí —De repente, Enok sintió una mirada. Agachó instintivamente la cabeza, arrepentido aun mas mientras un intenso rojo se coloreaba por todo su rostro—. Tiene sus momentos peculiares, Yami, pero... sus ojos no engañan. Si ella vio algo, y si lo hizo en varios viajes, es porque es cierto.

>>Hay exploradores en ese mundo de vez en cuando. Científicos, biólogos, cazadores... Pero... ¿un nativo? —prosiguió la chica mientras negaba con la cabeza. Enok recordaba algun que otro momento de su anterior y breve viaje aunque estaba seguro de que en aquel lugar era prácticamente imposible el vivir o incluso el supervivir. —No ha habido tribus en esa selva desde hace siglos. La última fue... — añadió mientras realizaba un gesto con sus labios y levantaba la vista al azul del cielo. Un par de mechones de pelo descubrieron una parte del rostro de la joven que habían mantenido oculto, manchado por un color oscuro, quemaduras. Enok no pudo mas que fruncir el ceño. En ningún momento imaginó que algo así pudiese haber estado oculto en aquel armonioso rostro.— Si la esclavitud interplanetaria terminó en el... umm... en el año... Oh, no lo recuerdo Hay muchos... libros en la biblioteca y... y... algunos incluso los escribieron Portadores. Maestros.

Enok miró hacía el punto en el que la muchacha había centrado su atención tras finalizar su discurso. Tras ellos, una nueva figura hacía acto de presencia. Se trataba de la Maestra Yami aunque con un atuendo diferente al que acostumbraba. Sobre su cabeza reposaba divertido un peculiar sombrero de paja. El tradicional kimono tan característico había sido cambiado por un vestido de una tonalidad similar aunque con una apariencia mucho mas ligera sobre el que ondeaba una capa de tela roja de pequeñas dimensiones. En sus brazos portaba una cestita semiabierta donde seguramente guardaría todos los objetos extravagantes que pudiese encontrar en su viaje.

¡Partamos de Tierra de Partida! — exclamó sin mas dilación al grupo. Todos, incluida aquella dulce chica que les había estado narrando un primer acercamiento hacia el mundo prepararon sus Glider y abandonaron Tierra de Partida.

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La amplia y mullida selva que formaba aquel mundo fue cada vez mas visible a los ojos de Enok. Tras un largo periodo de tiempo, volvía a aquel mundo. Quizás fuese aquella una nueva oportunidad para enmendar errores del pasado y no defraudar de nuevo a su Maestra. Se mentalizó una y otra vez de que aquel día no debía ser como antaño mientras descendían a un lugar específico acordado por Yami.

<<¡La guarida del hombre-bestia!>> — exclamó Yami en una voz difuminada aunque suficientemente audible. Enok volvió a sonreír débilmente e interrumpió la línea de sus pensamientos para centrarse en seguir al grupo hacia el lugar acordado por la Maestra.

Los aprendices aterrizaron sobre el suelo de lo que era la entrada a una cabaña localizada sobre un gigantesco árbol. A simple vista, aquel lugar apartado del bosque se encontraba perfectamente posicionado a los ojos de cualquier persona que se sintiese atraída, oculto entre la vegetación y muy difícilmente accesible.

Esto será una buena práctica para misiones de exploración —manifestó la chica que les acompañaba cuando todos se encontraron en tierra. La Maestra Yami se había adentrado hacia la casita de madera con un semblante feliz y muy decidido. A la plataforma de madera pálida se accedía a través de unas escaleras pegadas al tronco del árbol además de por una especie de ascensor que lo mas seguro funcionase como un comunicador con la superficie.

Bueno, parece que esto nos llevará algún tiempo —comunicó Sorkas mientras se acercaba hacia sus compañeros.— Así que mejor empezar cuanto antes, ¿no?— añadió y se abalanzó hacia las improvisadas escaleras sobre la corteza dura del árbol.

¿Eh? No, no, espera... —correspondió Fyk apresurado. Al ver que no parecía haberle escuchado, se volvió y miró a la joven que les estaba acompañando. —¿Cómo sabe la Maestra Yami que esta es la guarida del hombre bestia? ¿Es aquí donde lo vio? — le preguntó intentando recabar la mayor información posible. Acto seguido, dirigió su mirada hacia Enok buscando su atención. —¡¡Sorkaaaas!! —exclamo el pequeño acto seguido, instando a regresar a su compañero.— Um. ¡¡Creo que deberíamos explorar primero por aquí!!— propuso meditando sus planes.— Uh... Creo que es la mejor pista que tenemos por ahora, ¿no? Digo yo. Luego ya nos separaremos si no lo encontramos. Enok, iré a donde tú vayas.

El rubio aprendiz no pudo evitar sonrojarse débilmente. Suspiró y miró en el interior de la cabaña intentando encontrar su mirada con Yami, pero le fue imposible. Indudablemente necesitarían mas referencias a la hora de buscar aquello que se suponiese que estaban buscando. Un hombre-bestia, que idea mas descabellada. No obstante si se enfocaba desde otra perspectiva quizá tuviese sentido. ¿Se trataba acaso de alguna clase de animal de dimensiones similares a las de una persona que pudiese haber confundido la ya de por si atrofiada percepción de Yami? Fuera como fuese, debían de encontrarlo por el simple y llano hecho de satisfacer la peculiar sed de misterio de su Maestra.

Enok volvió la mirada hacia su azulado compañero y afirmo con un murmullo.

Yo...estaré...dentro. Busca...algo por aquí fuera.— comenzó el aprendiz en una especie de sugerencia a su compañero. — Si no encuentras nada...ven conmigo hacia...la cabaña y ayudamos...ya sabes...a Yami...— finalizó Enok mientras su sangre hervía de la vergüenza que sentía al exponerse hacia cualquier persona.
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Final Fan » Sab Abr 05, 2014 11:53 pm

Kei haaj jorr —respondí, enseñándole a Enok un pulgar hacia arriba—. Buscaré algo por debajo. Por debajo de la casa, digo. Parece que tiene varios... ¿pisos? Sí, eso. Unas maderas la soportan contra el árbol y...

Perdí la mirada en la configuración de la casa del árbol, gigantesca como ninguna. Desde el cielo no había apreciado el tamaño de la construcción, pero desde allí, tan cerca de ella, me abrumaba lo descomunal que era. Y el árbol sobre el que había sido eregida tampoco se quedaba corto.

Sacudí la cabeza para salir de mi ensimismamiento y me rasqué la nuca un tanto avergonzado. Les sonreí a Enok y a la Maestra Rebecca.

Estaré por aquí cerca. Eso creo, vamos —dudé—. Este sitio es enorme.

Me alejé caminando sobre la gruesa rama del árbol para explorar el exterior de la cabaña. Le echaría también un vistazo a aquella barca que se encontraba suspendida sobre el abismo que era la selva, ya que estaba.
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Zee » Mié Abr 16, 2014 9:42 pm

Sorkas

Sorkas fue el primero, pero también el único, en bajar por las escaleras del gigantesco árbol. Tardó sólo un poco en dejar atrás el despejado cielo y llegar al borde de la canopia, pero una vez se sumergió en ella, descubrió que era bastante extensa; le tomaría, entonces sí, varios minutos cruzar el refugio que las hojas de los árboles creaban. E incluso así, parecía que nunca llegaría al final, porque cuando finalmente la escalera llegó a su fin y sus pies pudieron posarse sobre algo firme, el joven descubrió que no se encontraba ni un poco cerca del suelo.

Se encontraba de pie sobre una superficie bastante peculiar, compuesta completamente de ramas, lianas, hojas... todo lo que creaba aquel firme suelo tejido era materia orgánica, todo hecho de plantas. Era curioso, porque se sentía como un suelo hecho de tierra, sin la más mínima señal de que fuese a ceder ante el peso del chico. Aquel ecosistema en miniatura tuvo que haber sido creado en el transcurso de años y años, décadas incluso.

Frente a él crecía un tronco casi tan grueso que el que había usado para bajar. La madera había sido cubierta completamente por otras especies de plantas simbióticas o parasitarias, como maleza trepadora y largas lianas, además de un espécimen en particular que parecía crecer sus propios frutos. Alrededor de toda aquella zona, Sorkas podría localizar varias flores de color violeta, algunas todavía cerradas y otras exhibiendo ya sus amplios pétalos. Había sólo una fruta, colgando de la madera del gran árbol, de un color morado todavía más intenso y que era tan grande como el torso del chico, o tal vez más.

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Había sólo dos caminos para seguir. Uno que continuaba hacia abajo, por el cual tendría que trepar los árboles sin la ayuda de una escalera, y otro que continuaba al frente.

Sin embargo... no podía seguir por ninguno de los dos. Ambos parecían estar bloqueados por gruesas lianas, demasiadas como para intentar simplemente deslizarse a través de ellas. Tendría que arreglárselas para hacerlas a un lado si quería continuar su viaje hacia abajo...

Enok

Cuando el joven Enok entró a la gigantesca casa del árbol, descubrió que por dentro se encontraba en un estado todavía más miserable de lo que parecía por fuera. La madera estaba cubierta, sino por vegetación que poco a poco había comenzado a recuperar el territorio que le habían arrebatado, por una gruesa capa de tierra que se había acumulado por el tiempo. Por aquí y por allá crecían plantas trepadoras, y del techo incluso colgaban algunas lianas.

El sitio parecía bastante grande. Pero, si Enok prestaba suficiente atención, era sólo porque gran parte de los muebles habían sido, o destruidos, o movidos hasta el borde con el muro. Era también bastante alto, con toda una segunda planta a la que podía acceder por una escalinata al final de la habitación, e incluso una escalera de mano que lo llevaba hasta las vigas que sostenían el techo de la cabaña.

Habían varios agujeros, y no precisamente pequeños, en varios sitios de la casa. No sabría decirse si la propia naturaleza había hecho esos boquetes en los muros y el techo, o si algo más los había roto desde el exterior. Los de arriba bien podían haberse caído por sí solos, pero los que estaban en la pared mostraban signos de direccionalidad. Algo los había hecho desde afuera.

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Yami se encontraba contemplando un viejo reloj, ya muerto, que se encontraba sobre una repisa. La joven tenía una sonrisa melancólica en el rostro mientras observaba sin mucha atención el antiguo aparato, como si la tristeza que rodeaba aquel lugar le afectara especialmente. Levantó la mirada en cuanto escuchó a Enok llegar, con la madera podrida rechinando bajo sus pies, y le dedicó una sonrisa sólo unos milímetros más amplia, antes de volver a posar sus ojos en lo que tenía entre sus manos.

Vivió aquí —dijo simplemente, volviendo a poner el reloj sobre la madera y tomando algo de uno de los cajones, el cual había estado un poco abierto. La joven caminó hasta el Aprendiz y, sosteniendo algo entre sus dedos, algo de lo cual no apartaba la mirada, añadió—. Antes de ser hombre-bestia, era sólo un hombre. Un hombre feliz con una familia, sí, sí, con una linda esposa y un lindo bebé...

La Maestra le extendió a Enok lo que llevaba en sus manos, esperando que el chico lo tomara y lo contemplara con sus propios ojos. Era sólo una fotografía vieja, en blanco y negro, con un pequeño marco cuyo cristal se había perdido hacía tiempo ya. En ella aparecían, como Yami había dicho, una pareja y su pequeño hijo.

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Tan loca no podría estar la Maestra si al final resultaba que alguien realmente había vivido allí. Pero... ¿qué les había pasado? ¿Y por qué Yami había visto sólo al varón y no a la mujer ni al niño?

Fyk

El exterior de la cabaña no tenía mucho que ofrecer. Fyk la rodeó por completo, siguiendo el sendero improvisado que los cimientos de madera habían creado alrededor. Pero no había mucho por allí, además de que no era seguro caminar, puesto que no había barandilla y de vez en cuando faltaban trozos enteros del suelo, sobre los cuales tuvo que saltar. En un momento dado, incluso pudo ver a Enok y a la Maestra Yami a través de un agujero en la pared.

Cuando dio la vuelta completa, no pudo llegar más que a una sola conclusión: aquel sitio había durado ya bastantes años en la cima de aquel árbol. Y, aunque había destrozos por aquí y por allá, seguramente se las arreglaría para durar unos cuantos más.

La Maestra Rebecca lo miró con curiosidad cuando se aproximó al bote salvavidas que se encontraba suspendido sobre el abismo. Costó un poco de trabajo llegar hasta él, porque tuvo que saltar a su interior (algo que, de no haber visto la red de seguridad bajo la cabaña, nadie en su sano juicio hubiese intentando). El bote casi de inmediato se quejó al sentir su peso, pero el mecanismo de seguridad parecía estar funcionando de la manera correcta, porque no amenazó con ceder en ningún momento.

¿Me permites...? —preguntó la Maestra, observando el pequeño barquito con curiosidad. Dio un amplio salto y cayó con gracia en su interior, provocando que se balanceara peligrosamente. La joven soltó una risita y se sujetó a la cuerda, esperando equilibrar el improvisado ascensor de nuevo—. L-lo siento...

>>Esto... ¿te parece si vamos a ver qué hay debajo?
—cuestionó luego la joven, aprovechando que tenía sus manos sobre la cuerda. Aunque intentó disfrazarla, no pudo evitar que se le escapara una sonrisita entusiasta.

Gata

La joven Gata se quedó flotando en su Glider, pensando en qué debía hacer. Todavía tenía que decidir si aterrizar en la montaña con las cataratas, en la costa o en la selva.

Mientras la Aprendiza pensaba, pasó volando una parvada de coloridos pájaros por encima de ella. Uno de ellos le manchó el casco con excremento.

Fantástico.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Soul Eater » Sab Abr 19, 2014 3:27 am

Wix permanece totalmente inmóvil, sin mostrar ninguna intención de prepararse para el viaje. Únicamente me tiende un fragmento de pergamino.

Por debajo de mi armadura, entrecierro los ojos, lo que hace que un destello rosáceo surja en el casco, como reflejo de la suspicacia que siento. Lo cojo con brusquedad, prácticamente arrancándoselo de la mano, y comienzo a leerlo.

Me invade la misma sensación extraña que siempre que veo los caprichosos dibujos que forman las letras. Entiendo lo que dicen, pero no recuerdo cuando aprendí a interpretar lo que para mí no deberían ser más que simples símbolos carentes de sentido. Una vez más, el pozo en mi memoria se hace demasiado evidente.

Aunque en esta ocasión, realmente me cuesta un poco entender qué es lo que ese extraño escrito quiere decir. ¿Una cuadricula? ¿Números? ¿Letras?... ¿es un plano? Me resulta algo chocante. En Port Royal, solo los marineros o los piratas usaban mapas. ¿En cuál de los dos grupos debería incluir a la gente de “Bastión Hueco”?

Es tu primera misión y se espera que te acostumbres al viaje con Glider. Nos veremos aquí. Y de regreso, te mostraré la otra manera que los Portadores tienen para viajar.

¿Es en eso en todo lo que va a consistir mi entrenamiento? ¿Aprender a controlar el Glider? Eso ya me lo había enseñado Ryota. ¿Y para qué, de cualquier modo? Yo no soy más que una débil herramienta y ellos no parecen molestarse en volverme más fuerte. ¿Qué mas da que sepa moverme o no?

Por lo menos, ella no viene conmigo. No es lo de menos. –No hace falta que me muestres ninguna otra manera de viajar, muchas gracias. Esta me gusta más, no tengo que verte la cara- pienso, todavía molesta por su trato, mientras me elevo en el aire, sintiéndome, de alguna manera, más libre.

El número de mundos es prácticamente infinito. Y puedo viajar a cualquiera de ellos… bueno, tengo la capacidad para ello, aunque actualmente me encuentre totalmente coartada por Ryota y esta tal Wix… pero aun así, se siente bien.

Cuando llego, mis ojos se abren bruscamente.

Selva Profunda. Desde luego, entiendo cuál es la razón de semejante nombre.

Me detengo en el aire, casi sin respiración, observando la exuberante inmensidad verde que se extiende ante mis pies. Nunca, en toda mi vida, he visto algo semejante. Ni siquiera en los vagos recuerdos oscuros sobre mi pasado. Es algo increíble.

El corazón me late con fuerza dentro del pecho, mientras la sangre corre por todas mis venas con una especie de euforia. Me siento… ¿emocionada? Hace realmente mucho desde la última vez.

Los árboles ascienden, altos y firmes, como si quisieran tocar el cielo. Compitiendo entre ellos, tratando de aplastarse mutuamente en su búsqueda de aire y de luz. Como si en lugar de plantas, se tratara de animales. Hay algo vivo en el ambiente. Algo natural.

Vida. Ardiente. Salvaje. La deseo, sin poderlo evitar. Sin importarme toda la crueldad y brutalidad que late en su interior.

Pero tengo cosas mas importantes en las que pensar, así que procuro acallar el hormigueo que asciende por todo mi cuerpo. Como, por ejemplo, que es lo que tengo que hacer ahora. –Hablar tanto para dejarse lo más importante…- pienso para mis adentros. –Que típico…-

Entre unas cosas y otras, no sé realmente cuanto tiempo llevo allí, sobre la inmensa cúpula de la selva, como si no fuera más que un sombrío espantapájaros, que cuelga de las nubes.

El recordatorio de que estoy inmóvil no es demasiado agradable, y proviene de unos pájaros que se encuentran sobre mi cabeza. –Perfecto…- pienso irónicamente, agradeciendo estar protegida por la armadura. No me gustan los pájaros, no sirven para nada excepto para perseguirlos cuando estás muy aburrido.

Bueno, pues ya que no tengo ninguna orden tajante que me diga a dónde tengo que acudir, estoy en mi derecho de hacer lo que quiera. Y tengo muy claro que es lo que quiero hacer.

Avanzo hasta el final de la selva, descendiendo gradualmente. Bajo mis pies, comienza a aparecer la dorada arena de la costa, y soy incapaz de reprimir una auténtica sonrisa. Y tras la línea de arena, surge el mar.

El mar.

Tenía verdaderas ganas de volver a verlo, de dejarme acunar por el rumor de las olas, más dulce que cualquier ser que nunca haya conocido... ¿Desde cuándo me he vuelto tan estúpida?

Pero no deja de ser cierto. Es como encontrarse con un viejo amigo. Con algo que forma parte de mí y a partir de lo cual me he definido. Gata, tal y como soy, nació con el sonido del mar. Volver a estar junto a él me resulta extrañamente agradable.

Aun así, antes de bajar a tierra, oteo desde las alturas para asegurarme de que no hay ningún posible enemigo a la vista, y solo entonces me digno a tocar el suelo. A no ser que haya algo que reclame mi atención, lo primero que hago es acercarme a la línea de agua, y aprovechar, de paso, para limpiarme el excremento que hay sobre mi casco. Lo cierto es que estoy más acostumbrada a la suciedad de lo que me gustaría, habiendo vivido como lo he hecho, pero aun así, todo tiene sus límites.

Tras esto, hago desaparecer la armadura y miro a mi alrededor, buscando alguna clase de pista o de señal que me indique que hacer a continuación. No me apetece tener que recorrer todo el mundo como una idiota, sin saber lo que tengo que hacer. Aunque tengo la sensación de que es precisamente eso lo que me va a tocar hacer…

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Perdón, he estado muy ocupada y entre unas cosas y otras se me olvidó postear en la trama. Procuraré que no vuelva a ocurrir.
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Final Fan » Sab Abr 19, 2014 4:14 am

En Espacio Profundo se rifarían al ingeniero que planeó todo esto —comenté en cuanto la Maestra se me unió en el pequeño bote.

Cuando la embarcación se meneó peligrosamente sobre el abismo selvático me agarré a los bordes del casco instintivamente. Bufé, un tanto preocupado, aunque al ver que la madera no cedía pude relajarme un poco.

L-lo siento...

Uh, bavaj keien —le quité importancia, no demasiado convencido.

Me asomé para echar un vistazo a nuestra posición y confirmé que una caída desde allí no sería demasiado cómoda.

Esto... ¿te parece si vamos a ver qué hay debajo? —propuso la Maestra Rebecca, bastante dispuesta.

La pregunta me pilló con la guardia baja. Había visto la pequeña barca y me había parecido de lo más curiosa, pero no había pensado en por qué estaba alli. Al observar con un poco más de atención la cuerda que sujetaba la Maestra, pude ver que estaba conectada a una polea...

Anda, pero si es un ascensor —dije, divertido—. Pues, um... si le parece correcto, bajemos. Usted es la Maestra. A lo mejor nos encontramos con él al bajar. Con, eh... Con Sorkas, digo. Es buena idea, sí. Al final separándonos abarcaremos más terreno...

Alcé la vista, pensativo, evaluando la situación actual de cada uno de los participantes de la misión. Comencé a contar con los dedos de las manos mientras los enumeraba.

La Maestra Yami y Enok están investigando la casa... Sorkas está en el bosque... Y usted y yo veremos adónde nos lleva este... esta cosa. Y buscaremos por allí, supongo —asentí, ya un poco más situado—. Nos va a costar más pillar a este hombre bestia que a la pizza del comedor.
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Enok 4

Notapor Sheldon » Jue Abr 24, 2014 7:42 pm

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Kei haaj jorr —manifestó el pequeño ser. Enok le miró extrañado deshaciéndose del enrojecimiento de su rostro. Nunca había oído una lengua distinta a la suya emulada por una persona también externa a su ámbito social. Sin duda, aquellas palabras, por extraños o ásperas que hubiesen podido resultar fonéticamente eran algo nuevo, quizás una de las primeras novedades con las que aquel día se encontraba. — Buscaré algo por debajo. Por debajo de la casa, digo. Parece que tiene varios... ¿pisos? Sí, eso. Unas maderas la soportan contra el árbol y... —añadió cambiando a un idioma común. Como Enok pensaba, aquel muchacho, Fyk, divagaba en su forma de hablar y expresarse hasta el punto de rizar en todo ello su propio pensamiento. Tras un silencio en el que el pequeño alienígena analizó bastamente el espacio, finalizó aclarando su posición a la chica que se encontraba observándoles ofreciéndole tanto a ella como a Enok una agradable sonrisa.

Enok suspiró mientras su compañero se alejaba y decidió volverse hacia el interior de la cabaña como había comunicado anteriormente. Mientras avanzaba se preguntaba la razón por la cual Sorkas los había abandonado de forma tan rápida. Posiblemente y como había pensado, aquel chico no se encontraba demasiado conforme con sus compañeros de misión. El aprendiz volvió a suspirar, esta vez de forma mucho más pronunciada mientras finalizaba el recorrido de sus pensamientos con una punzante flecha de indiferencia dirigida hacia Sorkas.

Conforme avanzaba, el chico se percataba progresivamente de que el espacio se encontraba en unas condiciones mucho peores de las que se había podido haber imaginado. Diversos tablones de madera aparecían con quiebros, una serie de poderosos rasguños que comunicaban directamente con el vacio y que posiblemente hubiesen sido fruto de brutales golpes. La Naturaleza confirmaba el paso de los años ya que había inundado los envejecidos maderos con capas y capas de arena y tierra. Así mismo, las acuarelas de un verde puro salpicaban y trepaban en forma de arbustos y plantas aquellos lugares y resquicios rotos que comunicaban con el exterior, invadiendo a su vez el interior y formando pequeños hábitats donde los insectos encontraban protección.

Cuando se hubo adentrado por completo, Enok pasó a juzgar las dimensiones. Era una cabaña demasiado extensa que posiblemente pudiese haber servido como una vivienda en un tiempo muy remoto. Sin embargo, de nuevo una desconocida catástrofe habría marcado en un pasado el principio del fin de la existencia de aquel lugar a juzgar de nuevo por las marcas de desgaste y por las muestras de una supuesta violencia. Sin embargo, el aprendiz tampoco descartó que aquello hubiese sido fruto mismo de los designios y las inclemencias del tiempo. Hacía aquella altura no cabía duda de que cualquier impacto de un rayo o simplemente un fuerte viento se hubiese incrementado exponencialmente. No obstante, en el fondo de aquello subyacía algo mas y es que se podía confirmar la existencia de algún tipo de vida inteligente en aquel mundo, algún ser o seres que hubiesen construido según unas medidas y un plan preestablecido aquel paraje en medio de la inmensidad.

El interior estaba conformado por lo que parecían dos pisos de altura. El piso inferior además de tratarse del más amplio comunicaba directamente con el segundo, de una menor extensión que a su vez permitía el acceso hacía las vigas que sustentaban el techo y la forma de la construcción. Sobre el suelo se extendían gran cantidad de cajas y muebles aunque muchos de ellos apenas se manifestaban en un par de tablones rotos.
En cierto modo la destrucción era bella. La capa de vegetación gobernada por la Naturaleza había ocultado la fealdad y la deconstrucción hasta el punto de embellecer de forma atemporal, dejando pasar los años. Pocas personas sabrían de aquel espacio en medio de la selva…

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El chico, embelesado por sus reflexiones, volvió la mirada hacia la figura de Yami que ya había podido observar al echar un primer vistazo hacia el interior. Enok se acercó lentamente hacia ella. Se encontraba justo en aquel momento centrando su atención en un pequeño detalle sobre una especie de estantería. Esta alzó la vista hacia su aprendiz y le mostró una débil sonrisa. El rubio muchacho permaneció embobado observando aquel rostro. Desconocía por completo aquel sentimiento en los ojos de la Maestra Yami. Desesperanza; aquello era lo que emanaban las pupilas de su Maestra.

Vivió aquí — se limitó a casi musitar. Acto seguido depositó el objeto que había estado observando y tanteando sobre la repisa, un reloj aparentemente estropeado. — Antes de ser hombre-bestia, era sólo un hombre. Un hombre feliz con una familia, sí, sí, con una linda esposa y un lindo bebé... —continuó Yami retomando su peculiar forma de expresarse mientras se acercaba hacia Enok sosteniendo entre sus dedos un trozo de papel que había extraído de un cajón y que no dejaba de mirar. Aún no había abandonado aquella expresión pero a juzgar por su forma de ser no tardaría en mezclar todo cuanto se venía a su mente.

La joven Maestra ofreció a Enok el objeto que había estado observando. El chico lo tomó tras desviar de sus pensamientos aquel pequeño segundo en el que había visualizado a su instructora como la criatura más humana del universo. Bajando su mirada observó lentamente lo que parecía una fotografía. De aspecto envejecido y en un pésimo estado, la imagen mostraba a los protagonistas que Yami había ido narrando: un pequeño y sonriente bebe en los brazos de una mujer de esbeltos cabellos en tirabuzones y aquel hombre-bestia. Enok levantó el rostro y miró de nuevo a Yami con extrañeza. Pocos rasgos salvajes encontraba en las facciones del señor del fondo. Tan solo se trataba de una fotografía familiar. Sin embargo, no había felicidad por ninguna parte, algo que se solía esperar de recuerdos como aquel. Él y Ella sostenían su mirada hacia el frente, sin rostro, sin emoción, neutrales. Por otra parte había caído sobre la imagen el peso de bastantes años. A juzgar tanto por su estado como por los ropajes que portaban aquellos individuos, el instante que había sido grabado en aquel papel pertenecía a una época demasiado distante. Todo ello a su vez podía concordar con la presencia en aquel lugar de algo así. Si alguna vez aquello había sido habitado por alguien, aquella foto podía ser la solución a la cuestión.

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Yami…Digo, Maestra… ¿Es a este señor a quien debemos… buscar? — pregunto Enok tartamudeando levemente. Sea como fuese, aquella persona a la que Yami llamaba hombre-bestia podría ser a quien señalaba. Quizás incluso esa calificación de bestia se debía a su alineación hacia el mal. No obstante, era más que probable que ya hubiese muerto en el caso de que alguna vez hubiese existido más allá de aquella fotografía. El hervidero de posibles y descabelladas teorías de Enok comenzaba a alcanzar sus bordes.
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Zee » Dom May 11, 2014 10:27 am

Nos va a costar más pillar a este hombre bestia que a la pizza del comedor.

Rebecca respondió a las palabras de Fyk con una risita que, como de costumbre, intentó ocultar al llevarse la punta de los dedos a la boca. Luego asintió contenta cuando Fyk estuvo de acuerdo con su decisión de usar aquel extraño artefacto para bajar al suelo de la selva.

Le dio un tirón a la cuerda, así que cualquier nudo o traba que estuviese asegurando el ascensor improvisado en su sitio dejó de trabajar al instante, provocando que el pequeño barco se precipitara varios pies hacia el vacío antes de que la joven se las arreglara para detenerlo. Fyk pudo notar su mueca de dolor cuando la cuerda le quemó la piel con la fricción cuando la sujetó entre sus manos, pero al final la Maestra la disfrazó con un suspiro de alivio y un travieso "Ups" en cuanto el ascensor se detuvo con una sacudida.

Entonces le sonrió gentilmente al Aprendiz para tranquilizarlo, esperó a que el bote dejara de bambolearse y luego inició el descenso; esta vez con lentitud y sin soltar la cuerda en ningún momento. Pronto el hermoso paisaje, el cielo despejado y el sol brillando sobre la canopia, desapareció cuando Rebecca y Fyk se hundieron entre las copas de los árboles. A partir de allí, todo lo que los rodeaba se convirtió en verde: hojas, ramas, lianas, tallos... Conforme bajan, todo a su alrededor crujía, se sacudía, saltaba y caía, se rompía a su alrededor, abriéndoles paso mientras penetraban más y más en la selva. Algunas veces incluso Fyk alcanzó a ver la silueta de algún animalillo escabulléndose al percibir el peligro, tan rápidamente que ni siquiera sabría decir de qué se habría tratado.

Pero otras, podía reconocerlos si se esforzaba lo suficiente. Entre pequeños huecos en las hojas, el Aprendiz podía distinguir coloridas aves, como tucanes y guacamayas, vistosos reptiles como culebras y lagartijas, pequeños mamíferos peludos como hurones y monos... ¡E incluso podría segurar haber visto un gorila por unos momentos!

Y a juzgar por lo extensa que era su sonrisa y lo mucho que brillaban sus ojos, la Maestra Rebecca lo estaba disfrutando también.

Pero pronto el magnífico espectáculo de la naturaleza terminó. Salieron de la espesura para adentrarse al suelo de la selva, decenas y decenas de metros por debajo de la casa del árbol. Tan lejos se encontraban, y cubiertos por completo por la vegetación, que era imposible verla desde allí. La Maestra Rebecca bajó el bote con delicadeza, no fuese que al estrellarse contra el suelo la vieja madera terminase por romperse. Miró unos instantes a su alrededor y luego bajó de él de un salto.

Ella y Fyk habían terminado en un claro de la jungla; que, a decir verdad, era bastante conveniente para aquel improvisado ascensor. La razón de que existiese era, muy probablemente, el cambio en la vegetación. Mientras que de un lado no había nada más sino yerbajos creciendo en una alta pared de roca, por el otro se alzaba un impresionante y extenso bosque de bambú. El otro extremo de la cuerda se disfrazaba muy bien con éstas plantas, delgadas y amarillentas, tanto que nadie podría encontrarlo si no sabían previamente de su existencia.

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Lamento no haber encontrado una imagen más grande... pero venga, no es como si nadie supiera ya dónde estamos xD


Uf —expresó aliviada la Maestra Rebecca, girándose hacia Fyk para ver si éste la escuchaba—. Eso ha sido cansado —señaló entonces, sacudiendo sus manos. Debió de haberle costado un montón bajar el bote con ambos, por lo que seguramente no tendría muchas ganas de regresar si Fyk llegaba a pedírselo. E igualmente, ¿cómo negarse a la posibilidad de explorar ahora que se encontraban abajo?

La respuesta vino poco después: un grito, una voz femenina, haciendo eco en la selva; y no obstante, lo suficientemente claro para poder localizarlo. Allí donde ambos Portadores habían descendido, había dos caminos. Uno que llevaba a una zona de la jungla mucho más rocosa, y uno que se adentraba en ella... y era de allí de donde había venido el alarido.

Era decisión de Fyk si seguir a la Maestra o no... porque ella ya había invocado su Llave-Espada y, rápida pero cautelosa, había echado a correr en dirección al peligro.

*¨*¨*


Yami…Digo, Maestra… ¿Es a este señor a quien debemos… buscar?

Hmm... Mm, hm-mm. Mmm. Mumumummm —si aquella era de verdad la manera en la que la Maestra Yami sonaba mientras se hundía en sus propios pensamientos o si la joven exageraba sus expresiones a propósito, a Enok no le quedó muy claro. Eso sí, podía estar seguro que la pregunta que había hecho, tal vez algo inocente, había plantado alguna duda en la Maestra. Primero miró a su Aprendiz como asegurándose de que realmente había sido él quien había hecho la pregunta y luego volvió a bajar sus ojos hasta la fotografía.

Estuvo contemplándola mientras hacía aquellos curiosos ruiditos; entrecerró y ladeó la cabeza, incluso, volcando toda su atención en el antiguo recuerdo. Palpó el marco y lo giró entre sus manos, pasó su índice por el cristal y por encima de la imagen, sintió la textura del polvo entre sus dedos, se acercó la fotografía hasta tenerla a la altura de los ojos, la colocó de manera horizontal y examinó de cerca... Una infinidad de cosas, en fin, todo para contemplar cada pulgada de aquel pequeño tesoro.

Y luego de ello, finalmente respondió a la pregunta de Enok.

No.

Yami sacudió la cabeza con una sonrisa orgullosa. Al contemplar la expresión del chico (quien muy seguramente no entendió lo que había ocurrido), ésta se hizo todavía más grande. Y si su Aprendiz le preguntó a qué se refería entonces, la Maestra se acercó hasta él y le colocó la fotografía en sus manos.

Hemos... he cambiado de opinión, porque... —la joven tocó el poco cristal que allí quedaba con su uña— Mírala bien, mi pequeñito Aprendicito... ¿qué tan vieja es?

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Más de varios años, sería la respuesta correcta. O siendo más preciso...

Yo diría que cerca de veinte... —murmuró la Maestra, pasando su cabeza por encima del hombro de Enok y apoyándola en éste para poder contemplar a su Aprendiz contemplando. Al chico le llegó la fragancia de una flor irreconocible desde el cabello de su Maestra—. Pero este señor —Yami apuntó con el dedo al padre de la fotografía—. Pasaba ya los treinta al momento de la fotografía. ¡Y nosotras no vimos a un cincuentón columpiarse, no, no!

>>Lo vimos a él...


Con una gran sonrisa, la Maestra Yami deslizó su dedo por la imagen... lentamente... hacia abajo... hasta que con la punta de su uña apuntó al hijo, al pequeño niño.

Antes de ser hombre-bestia, era sólo un hombre. Y antes de ser hombre, era sólo un niño... —expresó la joven maravillada. Luego de ello soltó una risita, le revolvió el cabello a Enok y se separó de él con un salto.

Yami dio una amplia vuelta sobre un sólo pie, como una grácil bailarina, y luego se hizo a un lado hasta que quedó frente al agujero del muro. Claramente estaba expresando sus intenciones de salir; y por la manera en la que se había detenido y lo miraba fijamente, esperaba que Enok la acompañara. No obstante, era muy probable que el chico se hubiese quedado quieto como una estatua.

Igual que la figura que se encontraba detrás de la Maestra, a la que Enok podía ver desde su posición. Un pequeño gorila que se había quedado mirando a Yami, aterrado, muy seguramente porque no se esperaba toparse con nadie allí. Especialmente con dos animales tan extraños como lo eran dos humanos. La Maestra no se había dado cuenta y todavía miraba a su Aprendiz con una gran sonrisa, mientras el animal la observaba con los dos ojos abiertos como platos, tenso, esperando a cualquier señal que le dijera si le habían visto o no.

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*¨*¨*


El mar parecía arrullar a Gata con su canto. La arena bajo sus pies se sentía increíblemente cómoda. Y la cálida luz del sol parecía un tibio abrazo maternal.

Sí, aquella costa en particular era especialmente calma, serena. Nada comparada con los puertos de Port Royal, no; ésta playa era pristina, limpia, desprovista de cualquier obra del hombre. Era natural y pura. Era libre. Igual que ella misma, podría pensar la Aprendiza.

No había rastro de Wix por ninguna parte. Y es que la chica había tenido razón al pensar sobre su llegada al mismo. ¿Cómo iba ella a localizar a la mujer, y cómo iba la mujer a localizarla a ella? ¿O era eso también una prueba? Era perfectamente posible que la estuviese observando, ¿no? Tal vez, si se giraba hacia los árboles que se encontraban a sus espaldas, a unos metros detrás de ella, se encontraría con su cabello rojizo destacando entre las hojas y arbustos.

O tal vez no se encontraría con nada. De hecho, si realmente tenía la curiosa idea de girarse, no se encontraría con absolutamente nada.

¿Pero entonces qué hacía allí? Wix le había dicho que la acompañaría a una misión, ¡pero ni siquiera sabía de qué se trataba esa condenada misión! Porque si se trataba de ir a lavar la Armadura en agua de mar, ya lo había hecho de maravilla y podía regresar. O tal vez sólo querían que conociera un nuevo mundo... ¡pues ya estaba hecho, ¿no?!

Tal vez había sido una equivocación haber elegido ese camino, pensaría la joven tras unos minutos de esperar...

Ah, pero si esperaba los suficientes...

Tu presencia aquí es... intrigante, jovencita.

Si Gata se encontraba mirando hacia la jungla, vería al hombre salir de entre los árboles, sin interesarle mucho que la chica lo viese venir antes. Estaba ya entrado en edad, como podía verse por sus sienes plateadas, resaltantes con su cabello castaño, y sus escasas, pero marcadas arrugas de cansancio. Tenía una figura bastante atlética, musculosa; e iba vestido con una chaqueta amarilla arremangada y unos pantalones holgados con polainas y botas. Su bigotito era divertido.

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Oh, y también llevaba un rifle que apuntaba directamente hacia el rostro de la chica.

Perdona mis modales, pequeña... —se excusó, señalando su propia arma con un movimiento de cabeza. ¿La había visto aterrizar? Si era así, sabía con claridad que era extraña, inhumana, inexplicable... o en otras palabras, una posible amenaza—. Esto es sólo, eh... una precaución.

El hombre bajó el arma por unos momentos, pero sólo unos momentos. Miró a Gata y entrecerró los ojos mientras se clavaban en los de ella, como pensándose algo. Luego la miró de arriba a abajo, prestando mejor atención en su aspecto. Volvió a apuntarla, entonces, con el doble cañón y añadió:

¿Pueeeedeees eeenteeendeeeeeeeeer-me?
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Soul Eater » Dom May 11, 2014 8:22 pm

-Si además fuera de noche, este lugar sería un auténtico paraíso…- suspiro, ligeramente resignada. –Pero sigo sin saber qué es lo que tengo que hacer.

Frente a mí, únicamente se puede ver la inmensidad azul del mar; y a mi espalda, las verdes hojas de los árboles envueltos en la agradable sombra que les proporcionan sus propios copas.

Wix dijo que nos veríamos “aquí”, pero eso es como no decir nada, teniendo en cuenta las proporciones de la selva. ¿Se supone que ella va a venir a buscarme o que yo tengo que encontrarla a ella? Por la cuenta que le trae, más vale que sea lo primero.

El tiempo pasa lentamente, mientras comienzo a ponerme nerviosa. La pelirroja no aparece por ninguna parte. No puedo haberme equivocado de lugar, básicamente porque si hubiera tenido que ir a un lugar en concreto me lo habría dicho… ¿o no? ¿Se supone que era tan obvio que tendría que haberlo averiguado sola?

Le pego un puntapié a la arena, que arrastrada por la brisa forma un pequeño remolino antes de volver a caer al suelo. Tan perdida como yo.

Comienzo a dar vueltas en círculo, como un animal enjaulado, planteándome las opciones que tengo. Adentrarme en la jungla es una locura, solo serviría para perderme y sería todavía más difícil que Wix pudiera encontrarme a mí. Volver a usar el Glider y aterrizar en otro sitio… nada me asegura que sirviera de algo, y podría acabar igual de desorientada pero en lugar mucho más hostil.

Mis huellas terminan formando un pequeño círculo en la orilla, y yo todavía no he decidido nada. –Tampoco puedo quedarme esperando aquí para…

Tu presencia aquí es... intrigante, jovencita.

Vuelvo la cabeza de inmediato, maldiciendo mi falta de previsión. Los pasos no suenan en la arena como lo hacen en un suelo empedrado, o en un manto de hojas. Incluso el más torpe de los hombres puede volverse silencioso en este lugar… y he dejado que me sorprendan totalmente desprotegida.

Y por si fuera poco el recién llegado me está apuntando con lo que parece ser una pistola, pero mucho más grande. Aprieto las mandíbulas, mientras tenso todo el cuerpo en lo que es prácticamente un acto reflejo. Aun así, me mantengo inmóvil, sin hacer siquiera un amago de sacar la llave espada.

Odio las armas de fuego. Siempre lo he hecho. No tengo ninguna posibilidad contra ellas. Son demasiado rápidas como para esquivarlas y no puedes atacar, porque para cuando logras acercarte a la suficiente distancia ya te han convertido en un colador. La única opción contra ellas es conseguir que no te disparen.

Aunque si el desconocido me ha avisado de su presencia, quiere decir que no pretende acabar conmigo de inmediato. Respiro hondo, tratando de calmarme y de no hacer ningún movimiento brusco. Aprovecho, además, para fijarme en su aspecto.

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Si mi presencia en la jungla es intrigante, la suya tampoco es precisamente típica. Es demasiado mayor, demasiado bien vestido, y con un bigote ridículamente bien cuidado como para vivir entre los árboles. Parece más bien un hombre de ciudad.

Podría ser un capitán de navío, pero no recuerdo haber visto ningún barco atracado aquí. En este lugar no ha podido nacer, porque si no tendría unas pintas mucho más salvajes. Aunque claro, hay muchas cosas que puedo estar pasando por alto, ya que no sé nada de este mundo. Así que no tiene sentido plantearme estas cosas.

Perdona mis modales, pequeña... Esto es sólo, eh... una precaución.

Entrecierro los ojos ligeramente. Por supuesto que lo es, y lógica además. Si hubiera tenido tiempo yo también habría acabado con él por precaución. La explicación no es necesaria. Aunque si me la está dando, quiere decir que no piensa como yo y, por tanto, quizá tenga alguna posibilidad de salir de aquí de una pieza.

Permanezco inmóvil, mientras dejo que me examine. Si cree que soy un peligro acabará conmigo, así que la única opción es mostrar una actitud amistosa... sin embargo no es algo que se me de precisamente bien, especialmente si me está apuntando al rostro con una especie de pistola. En mi rostro se puede leer perfectamente la desconfianza que siento, pero no realizo ninguna acción hostil.

De hecho, me esfuerzo por no realizar ninguna acción en absoluto, ni siquiera cuando baja ligeramente el arma. Y es una suerte, porque no tarda en volver a subirla.

Pero sus palabras me desconciertan por completo.

¿Pueeeedeees eeenteeendeeeeeeeeer-me?

Nunca he destacado precisamente por mi inteligencia, pero es la primera vez que alguien duda de mi capacidad para hablar. ¿Pero qué se cree que soy? Ahora mismo no llevo puesta la armadura y mi aspecto es completamente humano ¿Por qué pregunta entonces?

Yo no he tenido problemas para entender a los distintos miembros de Bastión Hueco, con independencia de su lugar de origen, así que la opción de que en mundos distintos hablen idiomas diferentes no parece demasiado válida. Sobretodo, también, porque él no tiene por qué saber que vengo de otro mundo.

-¿Sí…?- termino respondiendo con algo de duda, incapaz de encontrar una explicación para su comportamiento. –Especialmente cuando hablas como una persona normal- añado sin pensar, molesta.

Estoy a punto de morderme la lengua al darme cuenta de que mi vida pende de las ganas que tenga el hombre de disparar. –No es que pueda atacar a nadie- digo lentamente, y tratando de suavizar mi tono de voz, sin demasiado éxito. Y es que, por mucho que quiera salvarme, odio parecer débil. –Entiendo la “precaución”, pero no soy ninguna amenaza.-

A fin de cuentas, la gente siempre ha tendido más a infravalorarme por mi aspecto, que a considerarme peligrosa. Aunque eso ha sido un grave error para algunos, en general es cierto que no soy un grave problema frente a una persona armada. Pero por una vez, eso juega a mi favor, por mucho que me duela.

-Solo soy una niña…- añado, mostrando las palmas de mis manos para demostrar que no voy armada.

Espero que eso sea suficiente para lograr que baje el arma. Solo espero que no me haya visto volando, porque entonces tendré que dar demasiadas explicaciones… ¿Cuántas cosas me pueden salir mal en un solo día?
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Final Fan » Jue May 15, 2014 3:56 am

Que la Maestra Rebecca estuviese esforzándose tanto para que la bajada en aquel ascensor fuese lo más suave posible era preocupante, pero no encontrar un momento en el que prestarle mi ayuda era aún peor. Cuando llegamos abajo, no pude evitar notar cierta sensación de impotencia.

Uf. Eso ha sido cansado.

La bajada ha sido... importante —vacilé, observando con detalle a la Maestra—. Um... La próxima vez deje que sea yo. El que se destroce las manos, digo. Creo que se merece un dscanso...

Un grito de mujer rasgó la tranquilidad de aquel claro y, antes de reaccionar a él, la Maestra Rebecca ya se había puesto en marcha en dirección a la voz Llave Espada en mano.

Aunque está claro que ahora no es el momento —dije, empuñando mi escudete mientras seguía a la Maestra.
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Enok 5

Notapor Sheldon » Vie May 23, 2014 12:31 am

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Hmm... Mm, hm-mm. Mmm. Mumumummm— musitó la Maestra Yami ante la pregunta de Enok. Parecía rebuscar el hilo de sus pensamientos en el fondo de sus contradictoria mente, tras haber sido cortado por el aprendiz. Enok alzó su mirada para observar las muecas que acompañaban a aquellos sonidos. No pudo mas que sonreír a sabiendas de que aquella mujer era única. Nunca mas volvería a encontrar a alguien similar y ello le alegraba pero también apuñalaba su corazón hasta el punto de destrozarlo, ya que nada era infinito, sino finito, destinado al cambio. El destino era, en aquellos instantes para Enok, la finitud que le ataba a aquel mundo, a aquel universo. Y llegaba a sentir una alegría inmensa al sentirse con alguien pero a la vez fallecía una y otra vez bajo sus propias manos porque sabía que nada era eterno.

Mientras el inexperto aprendiz meditaba la naturaleza de las sonrisas que le suscitaba su Maestra, esta continuaba gesticulando y convirtiendo la fotografía enmarcada en una especie de pista detectivesca, la cual debía ser observada hasta el mínimo detalle.

No.— dijo finalmente mientras negaba con vigor la cabeza. A ello le acompañó una sonrisa de oreja a oreja. Enok deshizo su expresión risueña y agachó la cabeza mientras la timidez carcomía cada ápice de su cuerpo. Antes de que el aprendiz pudiese volver a levantar la mirada para disculparse con Yami por haber estado pensando en ella de aquella manera, esta se acercó obviando toda reacción de su alumno y volvió ofrecer la anticuada fotografía al chico. —Hemos... he cambiado de opinión, porque... —detuvo lo que parecería el inicio de un discurso y paso la punta de su dedo por los restos del cristal que protegían el papel fotográfico.— Mírala bien, mi pequeñito Aprendicito... ¿qué tan vieja es?— Enok volvió a mirar la foto. Ya se había fijado en los colores sobre los que se había plasmado y la antigüedad de la que hacia gala. Pronto obvió, pues, lo que había dicho ya que su memoria trajo justo en el momento aquella expresión, <<pequeñito aprendicito>>. Tras un profundo suspiro sintió una ganas imperantes de derramar lágrimas en su regazo. Pero las retuvo, mandó a su consciencia ocultar aquel deseo en el fondo de su psique. No obstante, algo le quedaba claro después de todo, estar en presencia de Yami alteraba su sistema emocional hasta límites que nunca podría haber sospechado.

Yo diría que cerca de veinte... —susurró la Maestra Yami. Acto seguido y como una especie de castigo creado por el propio aprendiz a si mismo, Yami agachó su rostro junto al hombro de Enok hasta el punto de rozar su piel. Los sentidos del rubio muchacho quedaron embriagados por una fragancia embelesadora, que se clavaba en sus recuerdos. Empezaba a sentirse nervioso y con tan solo la presencia de Yami en su hombro dos escalofríos golpearon la entereza del chaval.—Pero este señor —Yami continuó con su reflexión externa. En esta ocasión se encontraba señalando al señor mayor por el que Enok había preguntado— Pasaba ya los treinta al momento de la fotografía. ¡Y nosotras no vimos a un cincuentón columpiarse, no, no! — quedó callada durante unos segundos intentado crear una especie de expectativas casi infantiles mientras descendía su dedo a través de la imagen — Lo vimos a él... — terminó como colofón señalando directamente al bebé.

Antes de ser hombre-bestia, era sólo un hombre. Y antes de ser hombre, era sólo un niño... — añadió, resolviendo finalmente la duda de su aprendiz. Tras ello, rió débilmente. Con actitud dispuesta jugueteó con el cabello de Enok y finalmente se separó de él. Para aquel momento, Enok ya se encontraba completamente enamorado de su Maestra. Pero no era algo superficial, que pudiese pasar con el tiempo o algo pasional, físico. La atracción que sentía Enok por Yami era algo que no acertaba a describir con palabras, quizás demasiado profundo para ser definido siquiera.

Tras todo la parafernalia, la joven Maestra con movimientos muy ágiles y quizás un tanto cómicos se acercó al agujero de madera desgarrada y miró hacia Enok. Este sintió la necesidad de ir con ella pero algo, su propia fascinación lo había retenido en una posición errática. Pestañeó rápidamente y de forma súbita sus ojos encontraron algo que antes no había visto en la destruida cabaña. Apunto estuvo de dar un respingo y retroceder pero pronto su sentido común le hizo detenerse en seco y racionalizar la situación. Toda la tensión que había acumulado a causa de la actitud cordial y cercana de Yami desapareció ante los excesos que demandaba su pensamiento formalizado.

Devolvió la mirada a su Maestra, la cual aun le esperaba. Alzó la palma de su brazo, intentando hacer ver a Yami que le esperase durante unos minutos mas. Lentamente y con una nueva sonrisa, mucho mas despreocupada y cercana, se acercó lentamente hacia el gorila. Amaba los animales, fuesen como fuesen y esperaba que aunque en cautividad, aquel no se asustará con su presencia.

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Por suerte he sacado tiempo para la trama. No es exactamente el post que hubiese escrito si hubiese estado en epoca de no-exámenes pero siempre es mejor que perjudicar a los compañeros.
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Zee » Sab Jun 14, 2014 7:46 pm

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Cuando uno busca acercarse a un noble animal en la naturaleza, debe hacerlo con gentileza, cautela, educación... Tal vez Enok contaba con aquellas cualidades, tanto como si eran de su propio conocimiento o no; o tal vez era simplemente que sus experiencias pasadas en la selva le habían enseñado a comportarse con las bestias; pero independientemente de sus razones, lo cierto es que sus maneras fueron las indicadas.

En un principio, el gorila dio un respingo y retrocedió medio paso; sin embargo, no salió huyendo. Fue entonces cuando, escuchando el ruido a sus espaldas, Yami advirtió que ella y su Aprendiz no se encontraban solos. Se cubrió la boca con las manos, muy seguramente para no dejar salir ninguna clase de exclamación o gritito de entusiasmo, y asintió con la cabeza en cuanto su mirada se cruzó con la de Enok. No se dio la media vuelta, por lo que muy probablemente ese gesto significaba que confiaba en él para hacer lo que tuviese que hacerse.

Se acercó, pues, al gorila sin tener demasiado problema. Éste se quedó congelado en su sitio, con sus pequeños ojos, tan abiertos como podía abrirlos, posados sobre los de Enok. Su pecho subía y bajaba a un ritmo más inquieto de lo que era normal, claramente a causa de los nervios y la impresión. Y sin embargo, otra vez, no hizo ni un sólo ademán que indicara intención alguna de alejarse.

Evidentemente no era la primera vez que veía a un humano. De lo contrario, habría salido corriendo en cuanto su presencia hubiera sido descubierta. No, no era así; pues una vez el miedo del primer contacto se hubiese desvanecido, cualquier animal se habría visto impulsado por esa extraña curiosidad que domina a todo ser vivo, sea de la jungla, del bosque, o de las praderas. Eso era lo que sucedía en ese momento: el gorila quería acercarse a Enok y a Yami tanto como ellos querían acercarse a él, sólo que no tenía el valor suficiente.

Al final, tanto hombre como bestia se quedaron a sólo unas pulgadas el uno del otro.

Es hermosa, ¿no lo crees? —escuchó el joven la voz de Yami a sus espaldas. El, o tal vez "la" gorila, dirigió su mirada hacia Yami en cuanto la escuchó hablar, la examinó por unos segundos, y luego volvió hacia el chico. Entonces ejó salir unos sonidos primitivos, tímidos, y luego alzó una de sus grandes manos... lentamente... hacia... Enok...

Un áspero índice tocó el brazo del muchacho, sólo por unos breves momentos. El animal soltó un gritito y retrocedió varios pasos, precavida y temerosa, cautelosa de cualquier posible reacción que su contacto hubiera podido causar.

Y luego lo volvió a intentar. Se acercó de nuevo a Enok y lo tocó con su dedo, manteniendo esta vez el contacto por más tiempo. Se acercó a su rostro y lo olfateó un poco, luego se balanceó a su alrededor, como examinándolo de todos los ángulos, y se volvió a plantar frente a él.

¡Arh-uhn!

Con sus ojos posados en Enok, la gorila se llevó una mano a la sien y con la otra se dio dos golpecitos en el pecho, para posteriormente apuntar al joven humano con sus dedos. Al ver que no podía entenderla, repitió el proceso otra vez, pronunciando los mismos sonidos. Y al volver a ver que no había una reacción apropiada por parte del joven, se acercó hasta Yami con dos saltitos y lo hizo por tercera vez:

Una mano a la sien; otra al pecho, dos golpes y luego apuntar...

¡Arh-uhn!

¿Estaba intentando decirles algo? Bueno, fuera lo que fuese, podían quedarse allí todo el día... desgraciadamente, no habría manera alguna de comprender su mensaje. Aunque tal vez, si continuaban mostrándose amistosos con ella y seguían alimentando su curiosidad, podrían conseguir más que aquella interacción. ¡Incluso podrían terminar siendo amigos!

*¨*¨*


El frágil aspecto de Gata jugó a su favor: incluso antes de que la chica pudiese terminar de explicarse, el arma del hombre descendió unas cuantas pulgadas. En realidad, no le costó nada más que responder "Sí" en cuanto él cuestionó su capacidad para entenderlo, para que éste dejase de considerarla un peligro potencial. ¿Cómo podía ser una delicada jovencita una amenaza? Sólo el hombre lo sabía; pero para la mala fortuna de la chica, él nunca se lo explicó.

Solamente demostró su alivio al encontrar que Gata era, aunque en una manera tan mínima como el idioma, similar a él:

Ah, es un consuelo saber que hablas la lengua de Su Majestad la Reina. Pensé que eras una nativa, por un momento. Aunque no, eres muy pálida para ello... —declaró, finalmente apartando su arma (aunque en ningún momento la soltó su mano). Se acercó entonces hasta la chica, dejando las precauciones a un lado y, en lugar de esperar a que ella correspondiera a su gesto de presentación, él mismo le tomó la mano a manera de saludo. No fue un apretón firme ni amistoso, simplemente un breve contacto de reconocimiento, tal y como el que debía de otorgársele a las damas: delicado y cortés—. Mi nombre es Cecil Clayton, señorita; cazador veterano y guía profesional, a tu servicio.

Su sonrisa era... perturbadora, por decir poco. Gata no podría asegurar que aquellos labios se curvaban con sinceridad, nunca. Claramente era un gesto fingido, algo que en el rostro de aquel hombre en particular, era sencillamente imposible de ocultar: bajo aquella fachada caballerosa y cordial parecía ocultarse algo más... frío.

Cualquiera se daría cuenta. Pero, ey, al menos se esforzaba por ser amable.

Presumo que acompañabas a la tripulación del capitán Burroughs, ¿no es así? —preguntó, obsequiándole así a Gata una máscara perfecta, si se decidía a usarla a su favor—. Hmm, me encontraba enteramente seguro de que, aparte del profesor, su hija y, por supuesto, yo, nadie de la tripulación tenía permitido alejarse de la embocadura.

>>No te habrás perdido, ¿verdad?


*¨*¨*


¿¡Sincorazón!?

Nah.

De haber sido así, el escenario habría sido demasiado típico, demasiado predecible... Y Fyk se encontraba en un mundo nuevo y exótico donde todo era extravagante e insólito; sencillamente, las cosas no podían funcionar así. Así que si, justo como la Maestra Rebecca, esperaba encontrarse con Sombras o Soldados, estaría muy equivocado.

Lo primero que vio al llegar al siguiente claro fue el resplandor de la Llave-Espada de la Maestra al desaparecer, algo que intentó disimular al ocultarla detrás de su espalda antes de desmaterializarla. Lo siguiente que vio fue a la persona que había gritado hacía sólo unos minutos y a lo que la había hecho gritar:

Se trataba de una chica y de un par de babuinos.

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¡Una chica y un par de babuinos! ¡Quién lo diría!

Estaba claro que la joven no pertenecía a la selva; se veía a leguas por la ropa que llevaba puesta: un largo vestido amarillo (¿cómo aguantaba el calor?), con guantes, botas, e incluso cuello alto y corbatín. Su tez clara y ojos verdes, además, eran rasgos que... sencillamente no concordaban con la región geográfica en la que se encontraban.

Además, no era como si el campamento que los rodeaba delatara, realmente, que aquella joven era una exploradora.

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Tal vez aquellos dos babuinos (madre y cría, por lo que parecía) habían robado algo valioso de todo aquel desastre. De entre todas aquellas tiendas, cajas, cofres... Wow, aquello estaba más cerca de ser una pequeña villa que de ser un campamento. Era de esperar que, con todo aquello, la joven no se encontrara sola.

Y que, tal vez, planease quedarse una larga temporada.

Lo que fuese que estuviese haciendo con aquel par de primates se vio interrumpido en cuanto la joven vio a Rebecca aparecer en el campamento. De todas maneras, por el grito que había pegado y por la evidente expresión de terror que tenía en su rostro, no era algo que estuviese siendo de su agrado, así que no tardó ni un segundo en pasar corriendo al lado de los dos simios (dando un amplio rodeo) y acercarse a la Maestra.

¡Oh! ¡Ayuda! ¡Bien! —exclamó con nerviosismo, plantándose frente a Rebecca y haciendo una breve (muy breve) reverencia. Soltó una risita nerviosa e, incapaz de contener su desesperación, comenzó—: ¡Hola! ¡Me llamo Jane Porter y--!

Fue entonces cuando, detrás de Rebecca, la joven se topó con Fyk.

Azul.

Pequeño.

Brillante bajo el sol.

Y claramente no humano.

Ni babuino.

¡¡Por todos los cielos, qué es esa cosaaaaaaa!!

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Próxima fecha límite: 18 de Junio

A partir de aquí, otro GameMaster tomará las riendas mientras me ausento. Estoy seguro que mi reemplazo (no voy a spoilear la sorpresa) hará un excelente trabajo, así que espero que la Trama sea de su disfrute, mis queridos n.n
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Enok 6

Notapor Sheldon » Dom Jun 15, 2014 1:09 am

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El gorila, aún asustado, dio un paso hacia atrás, dispuesto a lanzarse a la huida. Yami se tapó instintivamente la boca ante las señas de su aprendiz y permaneció quieta, evitando cualquier movimiento que pudiese alertar aún más a la criatura. Enok se fijó por última vez en el rostro de su Maestra, juguetón y dulce, como el de una niña a punto de ser descubierta por una trastada. Parpadeó débilmente y volvió a mirar al animal. Se encontraba parado, como una estatua de hielo. Tan solo el fuerte latir de su pecho destruía su detención permanente.

Miedo. Podía sentir como aquel animal emanaba miedo. Pero era un temor proyectado hacia el exterior. Incluso el más ínfimo ser en aquel universo podía sentir que el exterior era una guerra predestinada al fracaso. Y ese temor hacia del fracaso el más poderoso de los villanos.

Enok continuaba caminando. Eliminaba en cada uno de sus pasos una serie de pensamientos que le comenzaban a asaltar. Él era ese fracaso para el animal y sabía que podría dominarle. Pero no necesitaba aquello. ¿Era su especie un ser superior a cualquier animal?

No. —susurró en un hilo de voz inaudible. Retomó la sonrisa boba que había mantenido en su rostro y olvidó aquello que había estado pensando.

Un espeso pelaje oscuro recorría la mayor parte de su cuerpo. Sobre su cabeza, el pelo adquiría unas formas un tanto peculiares pudiéndose hablar incluso de una especie de cabellera. El vello se acomodaba suavemente a sus rasgos faciales: unos ojos saltones, expectantes, observando al chico ahora con una mezcla de interés, excitación y temor. Una nariz aplastada y una gran boca. Sencillamente un gorila, jovén aunque común.

Es hermosa, ¿no lo crees? — comentó Yami, juguetona aunque embobada. Enok volvió la mirada lentamente un tanto extrañado, preguntándose como la Maestra había podido discernir el sexo del gorila. El animal también se interesó por la imponente mujer aunque pronto volvió la atención hacia Enok. Sin perder más tiempo, el aprendiz se agachó hasta colocarse a la altura del gorila.

El miedo parecía haberse evaporado y es que el animal había finalmente entendido que aquellas personas no pretendían dañarle. Muy lentamente, la gorila emuló una serie de gruñidos a los que acompañaron un meditado gesto. Suavemente, alzó una de sus manos y con el dedo índice palpó suavemente la piel del brazo de Enok, quien se había mantenido mudo y quieto durante todo el tiempo. Antes de que pudiese reaccionar, la gorila se echó hacia atrás, asustada y temerosa ante la persona a la que había tocado.

Enok la miraba. Se había sorprendido ante la reacción del animal y estuvo tentado a dar un respingo pero pronto recuperó la compostura y volvió a sonreír, invitando al animal a acercarse de nuevo.

Y el animal volvió. Esta vez se encontraba con una confianza renovada. Pasó su índice a través de los resplandores rubios en los brazos del aprendiz. Olfateaba, observaba, discernía y finalmente, tomaba su posición original. Enok tan solo sonreía a punto de esgrimir una sonora carcajada ante las caricias del gorila. Ciertamente estaba pasando un buen momento.

¡Arh-uhn!

Seguidamente realizó una extraña serie de movimientos. Fijó sus ojos en Enok para después llevarse la palma de su mano al lateral de la cabeza. Con su otro brazo golpeó suavemente su pecho. Finalmente señaló con sus dedos a Enok, el cual quedó bastante desconcertado. Volvió a repetir el ritual ante el muchacho y viendo que no surtía efecto alguno se dirigió hacia Yami, quien había estado observando la escena desde lo alto.

Suavemente, Enok se incorporó y volviéndose observó los signos que emitía el animal. Estaba seguro de que podían significar algo pero era demasiado abstracto como para poder ser conceptualizado por la mente del aprendiz. En ese momento, su imaginación intentó dar con la clave del proceso. Se acercó hacia Yami, que centraba en aquel momento su atención al ser.

Creo que...¿Puede ser...un cazador con...una pistola? ¿Pretende asesinar...a alguien? — pensó en voz alta el aprendiz, recreando los movimientos del primate. En cierto modo en su cabeza podía dotar de aquel significado los movimientos del animal. Levantó la mirada a Yami y la recorrió a través de toda la cabaña hasta terminar en la pequeña gorila. Se agachó y la miró a los ojos.—¿Es eso...lo que te ocurre?

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Llegó la hora de despedirnos, Zero. Lo único que puedo hacer es aplaudirte porque en cada una de las rondas en las que has sido GM con Enok me has dado suficiente material para desarrollarlo en el futuro con Enok. Y que decir del control de Yami. PER-FEC-TO. Te felicito y también te deseo suerte en todo lo que te plantees. Y nos leeremos por otros temas.

Un abrazo.
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Final Fan » Dom Jun 22, 2014 1:16 am

Nos habíamos encontrado con lo que suponía que era una habitante de aquel mundo. Estaba siendo atacada... ¿Sería la propietaria de la casa del árbol en la que habíamos aterrizado? Si así era, me resultaba extraño que hubiese abandonado aquel edificio tan sólidamente construido para irse a montar un campamento, por muy bien equipado que estuviese.

Le pidió ayuda a la Maestra y yo esperé a que ella le diese una respuesta, pero...

¡¡Por todos los cielos, qué es esa cosaaaaaaa!!

Sobresaltado, miré hacia atrás blandiendo mi escudo delante del pecho, preparándome para cualquier ataque que viniese por la espalda. Sin embargo, detrás de mí no había nada. Al menos nada peligroso. Un tanto confuso, me volví a dar la vuelta y le dediqué a la mujer una mirada consternada.

¡No ha tenido gracia! —me quejé, un tanto molesto.

Alterné mi mirada entre Rebecca y aquella mujer tan estrambótica, esperando a que ella nos dijese por qué necesitaba ayuda. Seguramente estaba traumatizada de algún modo, o si no no se habría exasperado tanto ante algo que ni siquiera existía. Sufría claros síntomas de paranoia.

¿Decía usted que...? ¿Que quería ayuda con algo? Nosotros buscamos, uh...

Me frené antes de hablar demasiado. No sabía cuánto podía decir de aquella extraña misión. A lo mejor la Maestra Rebecca prefería callárselo.
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Re: [Selva Profunda] Dos Mundos

Notapor Soul Eater » Dom Jun 22, 2014 9:22 pm

Ah, es un consuelo saber que hablas la lengua de Su Majestad la Reina. Pensé que eras una nativa, por un momento.

¿Una nativa? ¿Se refiere a que hay personas que viven en esta isla? No me ha parecido ver ningún poblado desde lo alto, aunque tampoco es que me haya fijado mucho precisamente.

Aunque no, eres muy pálida para ello...

Casi dejo escapar un suspiro de alivio cuando finalmente me veo libre de la amenaza del arma. Por lo menos, ya he escapado del peligro más inmediato. Dejo que mi cuerpo se relaje finalmente, mientras el ritmo de mis latidos vuelve a la normalidad una vez que la tensión ha desaparecido.

Consciente de que la playa está desierta y de que si decidiera atacarme no tendría ningún lugar en el que refugiarme, no me queda más remedio que tratar de mantenerle a mi favor. —A ver qué es lo que quiere…— pienso con desconfianza, mientras observo cómo se acerca hacia mí.

Cuando trata de cogerme la mano, intento retroceder un paso, pero la humedad de la arena me recuerda que si sigo así terminaré metiéndome en el agua, así que únicamente recoloco el peso de mi cuerpo y mantengo el contacto con una incomodidad evidente, alegrándome de su brevedad.

Eso ha sido un saludo… ¿cortés?— Recuerdo haber visto como algunas damas recargadas de costosas telas y joyas recibían saludos similares en las calles de Port Royal. Por eso, que alguien tenga conmigo una deferencia de ese tipo me resulta extremadamente sospechoso, y la fría mirada de los ojos del hombre no ayuda a disipar mi inquietud.

Mi nombre es Cecil Clayton, señorita;¿señorita?cazador veterano y guía profesional, a tu servicio.¿A mi servicio? Lo dudo mucho. Más bien al tuyo propio, querrás decir…

Consciente de que ha llegado el momento de las explicaciones, comienzo a hablar procurando mantener un tono de voz más o menos apropiado para las relaciones sociales, aunque no puedo evitar darme cuenta de que, tanto por mis modales como por mi aspecto, estoy tan cerca de lo que él considera una señorita como de matar a Ryota con una mano a la espalda. —Yo soy… Me llaman Gata— rectifico rápidamente, al darme cuenta de que el hecho de carecer de un nombre de pila corriente podría resultar un poco sospechoso. —Es una especie de… apodo— trato de explicar, cada vez más insegura. —Yo…

Presumo que acompañabas a la tripulación del capitán Burroughs, ¿no es así?—me tiende un cable sin saberlo, al que me aferro como haría un naufrago, que en medio de una tormenta, tratara de salvarse manteniéndose a flote ayudándose de un tablón de madera.

— respondo secamente

Hmm, me encontraba enteramente seguro de que, aparte del profesor, su hija y, por supuesto, yo, nadie de la tripulación tenía permitido alejarse de la embocadura.

Maldición…— Me muerdo ligeramente el labio inferior, pillada en falta. —A ver como me las apaño ahora…— Por un momento, me planteo la posibilidad de tratar de acabar con él ahora que ha bajado la guardia, pero sigue siendo demasiado arriesgado. Además, encontrar a Wix sigue siendo prioritario.

No te habrás perdido, ¿verdad?

De nuevo, mi única opción vuelve a ser aprovecharme de sus palabras y seguir mintiendo, con la esperanza de obtener algo de información.

Pues la verdad es que sí…— respondo, manteniendo mi tono ligeramente hosco, que recuerda al de un animal acorralado. —Estaba buscando a… mi madre adoptiva— desvío la mirada sin poderlo evitar, molesta por no haber podido pensar en ninguna excusa mejor —Se adentró sola en la selva, aunque no estaba permitido, y todavía no ha vuelto— continúo, con un tono un poco más firme, pese a estar inventando sobre la marcha —Tengo que encontrarla antes de volver al barco.

>>¿Puedes ayudarme?— pregunto a bocajarro, desconociendo las normas más básicas de educación o cortesía —Destaca mucho porque es pelirroja. Yo no tengo nada— añado, en esta ocasión sin faltar a la verdad —Pero ella tiene dinero y puede pagar a alguien lo suficientemente amable.

Nadie está dispuesto a actuar si no hay una recompensa de por medio, por muy bonitas que sean sus palabras, eso lo tengo más que asumido. Pero a todas las personas las mueve el dinero, o al menos, a la mayoría. Además, una vez que encuentre a Wix, el cazador será lo de menos. Que se encargue ella de él.

Como mínimo, siempre me puede servir de guía por la selva. Lo peor que puede pasar es que trate de llevarme de vuelta con el capitán como-se-llame, porque en ese caso mi coartada se vendrá abajo con demasiada facilidad.
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Ronda #7 - Dos Mundos

Notapor Astro » Lun Jun 23, 2014 8:07 pm

Enok

Creo que...¿Puede ser...un cazador con...una pistola? ¿Pretende asesinar...a alguien? ¿Es eso...lo que te ocurre?

La gorila inclinó la cabeza, observando a Enok con cautela. Poco a poco, aprovechando que el chico se había agachado, alargó una mano hasta tocarle la nariz, retirándola rápidamente en cuanto hizo contacto.

Resultaba difícil saber si el aprendiz había acertado o no con su suposición del cazador, pero sí que era evidente que el animal sentía una gran curiosidad por ellos. Poco a poco se iba abriendo más a los dos humanos, aunque la comunicación entre ellos no iba a resultar nada fácil.

Hmm, no, mi pequeñito, no, no, no cazador —opinó Yami, soltando una risita cuando la gorila se acercó a ella—. ¿Verdad que no, bonita?

El animal rodeó a la Maestra, estudiándola con la mirada. Se atrevió a dar un par de tirones al vestido de la mujer, curiosa por el tejido, e incluso le llegó a olfatear el pelo. Y Yami no podría estar más feliz: sonreía de oreja a oreja, emocionada por tener a la gorila tan cerca, aunque procuraba no moverse demasiado para no asustarla.

¡Uy!

Sin previo aviso, la primate le había arrebatado a Yami un objeto que le había llamado todavía más la atención: la foto que ellos habían estado estudiando antes. A decir verdad, la Maestra ni siquiera había opuesto resistencia a que se la quitara, y observaba con emoción cómo el animal la examinaba.

No había pasado ni un minuto, y un grito de emoción salió de la gorila. Agitó la foto, emocionada por algo que los humanos no eran capaz de comprender, y dio un par de saltos de alegría. De pronto, y sin previo avisó, echó a correr abandonando la casa por la puerta principal.

¡Sí, sí, espéranos! —gritó Yami, quien parecía igual de emocionada (o más).

La Maestra, rauda, siguió a la gorila con gráciles saltos cual bailarina. Si Enok no se daba prisa, podría perderlas a ambas de vista.

Aunque claro, puede que el aprendiz prefiriese no seguirlas. Podría ir a buscar a otro compañero para ver qué estaba haciendo, e incluso seguir investigando la casa del árbol por su cuenta en busca de más pistas. La decisión era suya.

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Fyk

¡No ha tenido gracia!

La protesta del pequeño Fyk no se hizo esperar, aunque no parecía haber entendido el motivo real de la reacción de la mujer. Por suerte para los dos, y sobre todo para Jane —que seguía horrorizada por lo que estaba viendo—, Rebecca acudió al rescate:

N-no te preocupes, es un... un... niño nativo de la selva —explicó, aunque no pudo evitar que se notara cierta inseguridad en sus palabras—. Tienen la tradición de usar pintura por todo su cuerpo y por eso parece... azul.

¡¿De verdad?! ¡Es fascinante! —exclamó Jane, agachándose para observar mejor a Fyk— ¡Incluso sabe hablar nuestra lengua!

»¡Oh, siento mucho si te he ofendido!

Rebecca intercambió una mirada nerviosa con Fyk, esperando que el aprendiz siguiera con la historia.

Mi nombre es Rebecca —se presentó, añadiendo una leve reverencia—. Yo... estudio las tribus nativas. Él es Fykhjaal, mi... guía.

¡Yo también estoy aquí para investigar! —respondió Jane con una risa nerviosa—. He venido con mi padre para investigar a los gorilas, ¿sabéis? Aunque en nuestro caso nos acompaña un veterano guía como guardaespaldas...

La joven se levantó al fin, distraída, examinando el campamento a su alrededor como si buscara algo (o tal vez a alguien).

¿Decía usted que...? ¿Que quería ayuda con algo? Nosotros buscamos, uh...

¡Sí! —respondió automáticamente, girándose para señalar a los babuinos—. Esos babuinos me han quitado la bitácora, y no consigo que me la devuelvan. ¡Ahí tengo todos mis dibujos!

Jane volvió a agacharse, mirando a Fyk a los ojos.

¿Podrías ayudarme a recuperarla?

Puede que la tapadera de nativo no hubiese sido la mejor idea. De Fyk dependía ayudar o no a aquella intrépida investigadora, aunque si el pequeño aprendiz miraba a Rebecca, la Maestra le respondería asintiendo la cabeza, animándole a hacerlo.

Al fin y al cabo, un babuino y una cría no podían ser muy peligrosos, ¿no?

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Gata

Yo soy… Me llaman Gata —Clayton enarcó una ceja, observando a la chica con cierta incredulidad—. Es una especie de… apodo

El hombre asintió, sin darle más importancia al asunto. Tal vez estaba acostumbrado a nombres inusuales. Sin embargo, la explicación de que la joven buscaba a su "madre adoptiva" sí que le despertó cierto escepticismo, provocando una mirada de desconfianza hacia la chica.

¿Puedes ayudarme? Destaca mucho porque es pelirroja. Yo no tengo nada. Pero ella tiene dinero y puede pagar a alguien lo suficientemente amable.

Clayton se llevó una mano a la barbilla, considerando la propuesta, antes de responder:

Desafortunadamente ya tengo un compromiso con... otros clientes —se excusó, dirigiendo la mirada hacia la selva—. Pero puedo guiarla hasta mi campamento, tal vez encontremos a su "madre" por el camino.

Por el tono que había utilizado al pronunciar la palabra "madre", quedaba claro que su excusa había sido bastante mala.

Es peligroso que una jovencita se quede sola en un lugar tan peligroso como este —Clayton avanzó unos pasos hacia la selva, rifle en mano—. La salida al mar está lejos, y en el campamento estará a salvo hasta que vuelva con la tripulación.

»¿Qué me dice, señorita Gata? ¿Me acompaña? —una sonrisa siniestra apareció en sus labios—. Por el camino podemos hablar de la selva, y... sobre lo que ha visto en ella.

La aprendiza debía elegir qué hacer. Acompañar al misterioso Clayton, quedarse en la playa a esperar a Wix, o incluso tomar su propio camino ella sola.

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¡Buenas a todos! A partir de este punto me haré cargo de la trama, espero estar a la altura.
Como siempre, si tenéis algún tipo de duda, pregunta, queja, o me queréis tirar los tejos, podéis contactar conmigo por MP. ¡Suerte, y elegid bien!

Fecha límite: sábado 28 de junio.
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Astro
57. Ferrocustodio I
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