[Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Trama de Fátima Laforet, Hiro Inukai, Kousen Zephyr, Exuy y Hikaru

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor James Bond » Dom Jun 22, 2014 6:52 pm

Por cierto, señor, me ha parecido ver a un hombre sospechoso rondando cerca del campamento, es muy alto y va con un perro verde.
¿¡Pero tú vas enserio!?— Volví a oir cerca de mi oido. "Mi conciencia" parecía estar búrlándose de mi.

Y efectivamente, parece que nadie de los presentes se creyó esa historia, pues empezaron a reirse a carcajadas y me sentí indignado, por que seguro que a ellos no les haría gracia alguna que yo me riera de alguna información suya.

¡Un perro verde! ¡Claro que sí! ¡Y también le acompañaría una vaca voladora y un cerdo multicolor!
¡Es cierto, lo he visto con mis propios ojos!— dije tratando de sonar convincente.
¡Silencio!— ordenó entonces el capitán. Tardaron un rato en dejar de reirse tras oír la orden de su superior y se pusieron firmes.

De pronto, me ví atado por varias cadenas. Me era imposible moverme. ¡Maldita sea!. Tenía que librarme cuando pudiese de aquellas cadenas, o de lo contrario me ganaría una tremenda bronca del Maestro Ronin, y seguramente de Daisuke por haberme dejado atrapar... y no me apetecía mucho.

Entonces el jefe silbó y un tuerto llamado Yao acudió como si fuera un perrito obedeciendo a la llamada de su amo. Luego le ordenó que me vigilase y nos dejaron a Yao y a mí solos en la tienda. Bien, aquello era una oportunidad para escapar, tenía que aprovecharla, y bien.

Maldito cretino...— oí quejarse a Yao. Por el tono de aquel comentario, parecía que no se llevaba bien con el jefe, y que no le agradaba nada tener que hacer de niñera.
¿Qué vas a hacer ahora, ladronzuelo?— escuché como me preguntaba mi "conciencia".

Tenía que repasar la situación, estaba encadenado y no podía hacer gran cosa. Por otra parte, mi vigilante ni siquiera parecía estar atento a lo que hacía. Había que actuar, pero tampoco quería ser un prófugo de la justicia. De momento, iba a dejarme llevar a donde Yao me llevase, y una vez allí, pensaría con más detenimiento lo que hacer.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Suzume Mizuno » Dom Jun 22, 2014 7:18 pm

Las carcajadas de los soldados pusieron todavía más nerviosa a Fátima que si se hubieran mostrado hostiles. La burla era sinónimo de desprecio, es decir, de que no se tomaban en serio las palabras de Hikaru. De modo que…

Tal y como había temido, el capitán Shang lanzó una mirada fría a Hikaru.

«Que no le haga daño. Que no le haga daño. ¡Que no le haga daño!».

¡Silencio!

El orden se impuso poco a poco en el corro de hombres, pues muchos no podían contenerse por lo ridículo de la situación. Fátima, en cambio, estaba comenzando a sudar y tenía los músculos tan rígidos que casi dolían. Se mordía el labio inferior, preguntándose qué hacer, qué iba a pasar, qué…

Shang inmovilizó contra el suelo a su compañero con rapidez y eficacia. Ping, a un chasquido de dedos del capitán, le entregó rápidamente unas cadenas. Después, el capitán ordenó a uno de los hombres que se encargara de Hikaru. Sin perder un segundo, se pusieron en marcha.

Fátima le dedicó una última mirada a su compañero y dijo con los labios, pero sin emitir un sonido, «lo siento». Después miró al perro y suspiró.

No pienso llevarte a la batalla, por mucho que le gustes a Ping. No es sitio para un animal.

Si intentaba seguirla trataría espantarlo con la mano, pero tampoco insistiría mucho para no llamar la atención del resto de soldados. Tuvo que ponerse en uno de los últimos lugares de la fila, completamente separada de Mulán, que se adelantó a una primera posición con Shang y sus guardias personales. O los que Fátima suponía que eran sus guardias personales, ya que vestían igual que Mulán. Y, encima, le hicieron cargar con una pesada carreta llena de… ¿cohetes? De un vistazo furtivo comprobó que todas las demás iban tiradas por caballos. Fulminó con la mirada la distante figura del capitán. Luego cogió la carreta y empezó a tirar.

Con los puños apretados y la mirada clavada en el frente, esforzándose porque las ruedas no se metieran en algún inoportuno agujero, realizó el camino sin emitir queja alguna, aunque no pudo evitar mirar hacia los lados con nerviosismo. No había forma de saber qué iba a pasar, qué había planeado Andrei, pero se sentía completamente expuesta. Quería estar junto a Mulán, aunque sólo fuera por saber que contaba con una aliada a poca distancia.

Se estremeció. Intentaba mantener lejos de sí los pensamientos de Andrei, pero era difícil cuando no hacía otra cosa que preguntarse qué podía estar tramando. Al menos antes había tenido cosas que hacer. Ahora sólo podía caminar y contener las ganas de restregarse agua por todo el cuerpo una vez más. Se le revolvió el estómago y la bilis le llenó el paladar. Se frotó los ojos en un intento de contener las lágrimas, pero no pudo evitar que se le hundieran los hombros y que le moqueara un poco la nariz.

Tenía miedo. Muchísimo miedo. Una misión que había comenzado como algo sencillo se había trocado en aquella locura. Todos sus compañeros se habían quedado atrás, incluído el Maestro Ronin, y estaba sola en medio de un ejército que se dirigía a una batalla… Donde les aguardaba una trampa de Andrei. Para mejorar el panorama no había nada más delicioso que saber que no había nada que pudiera hacer y, aun así, se le había pedido que rompiera las normas de la Orden para inmiscuirse en la guerra. La sola idea de formar parte del enfrentamiento entre hunos y chinos bastaba para que quisiera salir corriendo.

Una cosa era acabar con Sincorazón, que suficientemente aterradores y poderosos resultaban de por sí.

Y, otra muy distinta, levantar su arma contra un humano. Bueno, contra muchos humanos. Gente que no le había hecho nada, contra la que no albergaba ningún tipo de odio y que buscarían matarla a cualquier precio. Luchar contra tipos locos como Kefka era difrente, lo hacía para defender su vida.

Pero ahora… ¿Ahora qué iba a hacer? ¿Pelear para intentar salvar a los chinos? ¿Para ser testigo de las manipulaciones de Andrei?

Siempre le había parecido que mantener la regla de no intervención en los mundos era muy difícil de cumplir por culpa de los vínculos que uno trazaba con la gente que los habitaba. Pero ese día entendió que la norma era, en cierta manera, cómoda. Descargaba de responsabilidades. Forzaba a no tomar partido. A decir «me hubiera gustado, pero no ha podido ser». Fátima ya no tenía ninguna excusa y resultaba que no quería participar en una guerra que no era suya, por amiga que fuera de Mulán.

«No quiero. Tengo miedo. Joder, Ronin. Joder. Esta no pienso pasártela. Ni de coña».

Intentó vaciar su mente antes de sufrir un ataque de nervios y se concentró en guiar la carretilla a través de los obstáculos y las rocas, poniendo un pie delante de otro, forzando los músculos de los brazos para impedir que se le viniera encima o se le escaparan de entre los dedos sudorosos las varas a las que tendrían que haber estado atados los caballos. Más le habría valido traerse unos guantes para que las manos no se le llenaran de ampollas.
Pero, al menos, el esfuerzo para descender por ese terreno, por suerte, fue suficiente para mantenerla ocupada el resto del camino.

****


Toda su simpatía por la causa de los chinos se desvaneció al anochecer. Las piernas le temblaban y tenía las manos reventadas. Todo su cuerpo estaba empapado de sudor, su garganta era un doloroso cúmulo de grietas y tenía los labios destrozados de tanto mordérselos para contener maldiciones e insultos contra el capitán que tanto le gustaba a Mulán.

«Pedazo de cabrón. Si por hablar con Mulán me tratas así, pienso recordarlo para la próxima vez que tenga que salvar al asqueroso campamento de los Sincorazón o de que envenenen el río. Cabrón relamido hijo de puta, ojalá te rebajen al rango de un jodido soldado raso y te pases el resto de tu vida criando cerdos» pensaba en una rabiosa letanía.

Cuando el campamento huno se perfiló en la distancia, Fátima casi rompió a llorar de puro alivio. Le importó bien poco que fuera enemigo. Significaba que habían llegado a su destino y que podía soltar la maldita carretilla, a la cual sus manos parecían haberse pegado después de tantas horas.

Aquel debe ser la mano derecha de Shan Yu —la voz del maldito capitán sonó no demasiado lejos. Fátima, exhausta, siguió la dirección de su dedo y, cerca de un fuego que ardía en el campamento le pareció distinguir a un hombre delgado. Pero estaba demasiado lejos como para distinguirle la cara—. Preparad los cohetes: prepararemos el ataque a distancia.

Antes de que Fátima pudiera apartarse, los soldados la empujaron con rudeza. Intentó guardar el equilibrio sacudiendo los brazos y trastabillando hacia atrás, pero tropezó y cayó sobre las posaderas con un resoplido. Irritada y a punto de estallar, se contuvo apretando las mandíbulas y observó con una mezcla de rabia y admiración la organizada fila que habían montado los soldados para trasladar los cohetes hacia el borde del precicipio. A regañadientes tuvo que reconocer que estaban muy bien coordinados… Ya les gustaría a los de Tierra de Partida tener algún tipo de disciplina similar.

Escuchó unos pasos y al levantar la vista vio que Mulán le tendía la mano. Aspiró entre dientes al estrechársela y levantarse, y se frotó las palmas, dolorida.

Si crees que me voy a olvidar de lo del perro, estás muy equivocado—masculló, de demasiado mal humor como para no echarle en cara una pequeña parte de sus desgracias a la chica.

Con todo, se dejó guiar hacia un grupo de personas. Reconoció rápidamente el uniforme y arqueó las cejas, sorprendida.

Cuando Mulán tomo asiento y le pidió perdón con una sonrisa, le dedicó una mirada fulminante, pero se obligó a asentir y a indicarle que no pasaba nada…Al menos de cara al público.

¿Es este tu famoso amigo, Ping?

Al igual que los soldados la examinaban a ella, Fátima estudió con curiosidad al grupo de élite al que la habían invitado. En particula, aunque intentó que no fuera con descaro, al hombre que había hablado. La mitad izquierda de su rostro estaba quemada —le recordó a la Maestra Rebecca y se preguntó qué le habría sucedido—, pero la parte sana era atractiva y esbozaba una sonrisa agradable hacia Mulán. A su lado había un hombre que afilaba una espada y, apoyado sobre su hombro, un oficial más joven dirigía una mirada de censura hacia Fátima, que se revolvió, inquieta. Aun así, pensó que la cercanía de esos dos era muy… interesante y no pudo evitar sonrojarse un poquito.

Sí, es el héroe que salvó a Shang hace un año, antes de que entrarais en el campamento —Mulán le puso una mano en la espalda y la obligó a adelantarse—. Daliao, estos son Feng, Rei y Jia.

Se puso firme y realizó el saludo militar que había visto hacer.

Es un honor, señores —dijo con firmeza, aunque la voz le falló un poco por el cansancio.

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Feng

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Rei

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Jia

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¿Preparado para matar algunos hunos, Daliao? —el hombre de la cicatriz, Feng, le tendió un vaso lleno de algo con alcohol, sin duda—. Toma un trago con nosotros, anda.

Fátima titubeó un instante. Pero en seguida se dio cuenta de que se le presentaba una buena oportunidad: ya que sin duda no podría acercarse a Shang, no después de todo lo que había pasado, podía intentar ganarse a aquellos hombres tan cercanos al capitán. Aunque…

¿Es que acaso va a poder con los hunos? Tiene pinta de no haber matado ni la menor rata.

No parecía que a Jia le cayese muy bien.

Gracias, señor —Fátima aceptó el vaso que le tendía Feng y agachó la cabeza con respeto.

Más bien, parece que huiría nada más ver una.

Ignoró la puya, aunque rechinó los dientes silenciosamente.

Jia, ¿recuerdas lo que te dije sobre ser un jefe desagradable? —inquirió Rei, más concentrado en pulir su espada que en reprochar nada a su… compañero.

«No parece que preste muchas atención a tus enseñanzas» pensó con sarcasmo.

No hace falta que me lo digas.

Rei dio un pequeño capón a Jia, que se replegó y gruñó como un gato con el lomo erizado. Feng rompió a reír, recibiendo una mirada reprobatoria de Shang. Fátima se encogió, deseando desaparecer, cuando los ojos del capitán cruzaron sobre ella.

No hacía falta pegarme.

A pesar de que Jia no le había causado una buena impresión, Fátima tuvo que contener una sonrisa. Interrogó a Mulán con la mirada antes de tomar tentativamente asiento y tras catar la bebida, la apuró de un trago. Agachó de nuevo la cabeza con agradecimiento, conteniendo la tos, porque fuera fuerte o no, su garganta reseca la recibió como un pequeño incendio.

Es cierto que no tengo experiencia en combate directo con los hunos —tanteó. Y tampoco quería tenerlo—. Pero si es necesario, daré la vida por mis compañeros—miró a Mulán de reojo—. Espero poder servir con honor al ejército chino. Aunque ya lo es poder luchar al lado de guerreros como ustedes—afirmó, sintiéndose ridícula pero esforzándose por no sonreír ni parecer que estaba intentando ganárselos, aunque fuera su intención. Mantuvo en todo momento una expresión pétrea y, esperaba, llena de respeto—. Sin embargo… —miró a su alrededor, hacia donde los chinos trabajaban por colocar todos los cohetes. Luego, hacia el campamento huno—. No tengo la menor idea de táctica, pero no puedo evitar pensar que es un objetivo demasiado pequeño. Pensaba que los hunos eran mucho más numerosos —dejó la pregunta abierta para que pudieran responderla. Seguramente se regodearían en su ignorancia, pero ahora su orgullo no importaba. Debía intentar averiguar todo lo posible para intentar adivinar qué estaba planeando Andrei.

Incómoda, se removió en las piedras y contempló de nuevo el precipicio con incomodidad.

Es un buen lugar para tendernos una emboscada. No hay sitio a donde huir—masculló, más para sí misma que para los demás. Miró a Mulán, aunque supuso que cualquier otro podría responderla—.Disculpen mis preguntas pero de tantas batallas deben saber cómo suelen actuar los hunos. ¿Atacan directamente o prefieren otras tácticas?

Esperaba que realmente no les molestaran e interpretaran su interés como respeto y admiración, ya que se ocuparía de intentar mostrar esos sentimientos si respondían a sus preguntas. Y ojalá que Mulán le echara un cable, porque tenían que estar muy atentas.

Con todo, Fátima no podía quitarse de encima la sensación de la emboscada y su cuerpo se puso en tensión, preparada para invocar la Llave Espada para defenderse… Si es que sucedía algo. Quizás estaba imaginando cosas.

Cuando volviera a Tierra de Partida —si lo hacía, pensó con negro sarcasmo— aprendería de tácticas militares. Vaya que si lo haría.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor RedXIII » Lun Jun 23, 2014 3:16 am

La gente enloqueció ante aquella prueba, incluso parecían quererla, el aprendiz se preparó para pegarse contra los aldeanos pero los Soldados detuvieron a estos antes de que se iniciara una pelea.

¡Así que con esa llave es con la que el chico entró en la casa y la incendió! ¡Y tú están compinchado con él! ¡Por eso querías entrar tan obsesionadamente en el campamento!

Sí, claro, con mi llave iba a abrir la puert... — Disimuló —Ah... a la mierda — Lanzó un Senkó hacia arriba y acto seguido se fue por patas aprovechando la ceguera que sufrían los demás, desgraciadamente no contó con un detalle insignificante; que le agarrara un guardia.

Cuando el mundo arda y necesite un héroe que lo salve de las llamas...

Antes de que pudiera reaccionar una conocida voz interrumpió en el lugar e incluso lanzó a unos cuantos pueblerinos.

¡Cuando la justicia de esta realidad sea ineficaz para las víctimas del caos...!

Le quitó de encima al guardia sin mostrar apenas esfuerzo ¿Había venido a rescatarlo?

¡Daisuke Saiban vendrá a vuestro rescate!

Le tiró contra el suelo de un empujó, centrándose únicamente en su compañero Exuy, como si ni hubiera visto al pobre híbrido encararse a una multitud furiosa, pero no tardó en reconocerle, aunque había cambiado un poco su ropa y no mostraba sus brazos demás estaba claro que era la persona que buscaba, Gilgamesh.

¡Eh, chico! ¿Estás bien? ¡Vine lo antes que pude! Espera... Tú... — Se giró y dirigió una mirada de desconfianza hacia Hiro —. ¡Tú! ¿¡Qué haces aquí!? ¡Rápido, niño, tenemos que huir de ese tipo malo!

¿Malo yo? ¡Mira quien habla, el miembro "super poderoso" de los Villanos Finales — Dijo con desprecio y cierto tono sarcástico —¡¿Que, donde has dejado al payaso?!


¡¡De eso nada!!

Un ser de pelo oscuro y piel grisácea se levantó mientras lanzaba lejos a un extraño perro, pero aquella figura no duró mucho, en su lugar se encontraba el guardia lleno de heridas en la cara y con su arco, preparado para disparar ¿Había sido una ilusión?

Una flecha impactó contra el pecho de Gilgamesh.

¡Flechitas a mí! ¡Como si pudiesen hacerme naaa...! — Poco a poco se fue durmiendo, desgraciadamente decidió que la cabeza de Hiro era un buen lugar para su fin —. Oye, qué blandito eres...

¡Deja mi cabeza en paz! — Hizo un rápido gesto para intentar apartarse de aquel hombre antes de que le aplastara con todo su peso.


Había prestado tanta atención que solo pudo ver como el guardia estaba desconcertado al ver como su flecha atravesaba a Exuy, algo que era perfecto para que Hiro se pudiera acercar lo suficiente a aquel hombre y lanzar un Senko lo más cercano a su cara, por muy guardia que fuera había agotado la paciencia del aprendiz, su intención era dejarlo inconsciente de un solo golpe o al menos cegarlo lo suficiente para poder propinarle un buen golpe mientras Gilgamesh estaba fuera de juego.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Kousen » Mié Jun 25, 2014 9:56 pm

¡Hemos llegado!

Cuando salimos de la cueva, el fresco aire del exterior me entró con fuerza en los pulmones cuando trataba de recuperar el aliento. Dando un rápido vistazo al pueblo, sentí un profundo alivio al encontrarlo tal y como había estado antes, aunque parecía que los comercios habían cerrado.

<<Bien. ¿Por donde atacarán los...?>>

Pero entonces empezó a cundir el pánico. Un grupo de aldeanos empezó a salir huyendo en dirección contraria a donde debería estar el cráter formado por la destrucción de la casa de la orden, y no venían solos.
Lo único que pude ver fue una mancha verde que salía disparada de la multitud y hacia mí, luego un dolor agudo cuando sentí colmillos clavarse en mi pecho. A estas alturas conocía bastante bien la sensación como para saber que era el maldito perro Sincorazón de Gilgamesh.

¡Agh! ¡Maldita sea, Enkidu!— chillé, tratando de quitármelo de encima o al menos de abrirle la boca.

La Maestra reaccionó de inmediato, invocando su Llave Espada para defenderme de aquella mala bestia. Pero aquella reacción había apretado el gatillo para algo inesperado: Nada más ver el arma, dos de los asustados chinos se pararon de golpe, dispuestos a sacar lo que parecían ser armas contra la maestra. ¡¿Qué cojones?!

K-kousen... Esos aldeanos están usando magia ilusoria.

¿C-cómo?— respondí, aturdido. No tenía idea de a qué se refería.

Yo solo veía a dos chinos, tal vez demasiado asustados para pensar y que estaban a punto de atacarnos ¿Acaso pensaban que éramos enviados de los hunos o algo?
Enkidu se soltó de mi pecho, dejándome ciertamente aliviado. Pero en lugar de lanzarse a robar los corazones de aquellos chinos como habría hecho cualquier otro ser de su especie, se puso a ladrarles con fuerza. Entonces todo cambió.
Los ladridos provocaron algún tipo de distorsión en los cuerpos de los aldeanos, rebelando efectivamente que era todo una capa de magia ilusoria, como Rebecca había dicho. Bajo aquella magia, se ocultaba claramente una gente cuyos rasgos ya conocía a estas alturas.

¡Hunos!— gruñí, viendo sus intenciones.

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Sin tardar un segundo más, invoqué mi Llave Espada en mi mano diestra, tomando mi daga con la restante y colocándome en posición de batalla. Cuando quise darme cuenta, los hunos también habían sacado dos dagas, una cada uno. El material del que estaban hechas y la claridad con la que los elementos Electro y Aqua las habitaban no dejaban duda de que no eran de este mundo.

Creo que llegamos tarde, Kousen —musitó Rebecca, lista para el combate—. Meses tarde.

Eso parece—. Maldije por lo bajo —. Bonitos juguetes, ¿de dónde los habéis sacado?

Dudaba seriamente que fuesen a responder, pero toda información que pudiésemos obtener sobre la causa de todo aquello era poca. En todo caso, estaba listo para empezar a combatir en cualquier momento. De hecho, comenzaría usando Alfombra de Aire sobre mí mismo.
En cuando uno de ellos se lanzase contra nosotros, intentaría esquivarlo o pondría una distancia de seguridad entre nosotros. Trataría de llamar la atención del de la daga acuática, y en cuanto lo tuviese a tiro, lanzaría un Electro directo hacia su cuerpo o su arma. Si fallaba al esquivar, usaría mi daga para bloquear el ataque, mientras que contraatacaría con la Llave. De hecho, si era el de la daga eléctrica al que venía a por mí, haría todo lo posible por golpear su muñeca con mi arma y hacer que soltase la suya.

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Resumen:
* Uso Alfombra de Aire para aumentar mi velocidad.
* Si el huno de la daga de Agua me convierte en su objetivo, uso Electro.
* Si es el otro huno, ataco su muñeca armada con la Llave Espada.
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Alfombra de Aire (HC) [Nivel 4] [Requiere velocidad 10]: Crea un colchón de aire bajo los pies que permite moverse a mayor velocidad, levitando unos centímetros sobre el suelo. Afín a Aero.
Electro (HM) [Nivel 2] [Requiere Poder Mágico: 3]. Pequeño rayo que sale de la punta de los dedos del personaje, con muy pocas posibilidades de paralizar.

Nota: Edit por el link de Youtube >_>
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Yuehito » Jue Jun 26, 2014 7:53 am

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Hiro yacía en suelo y encima tenía el cuerpo del hombre de nombre Daisuke, lo más extraño es que antes de actuar de forma frívola sus palabras era de tener cuidado con mi compañero. Cierta duda me dejó perplejo y pensando en que era lo que Hiro podía hacer para tener que temerle, todo este pensar duro mientras el hombre posaba para acomodar su cabeza e incitar dormir. Luego comencé a sentir una comezón en mi cuerpo acompañado de una ansiedad la cual me mantuvo quieto por algunos instantes. Instantes casi de angustia pues quería cumplir mi misión, y este obstáculo solo me retrasaría.

Lástima que en ese momento no sabía dónde encontrar el lugar del tesoro y menos podía dejar tirado a mi compañero. Solo me quedaba una amarga solución y era la de luchar contra los tipos que poseían peligrosas armas y con ojos deseosos en ver el acto de la muerte.

Entonces en medio del disturbio vi acercar una flecha y en mi deseo oportuno logré generar un doble que pude ver con mis ojos. Una ilusión que había recibido tal ataque crítico que si no fuese por esa extraña magia quizás ya no estaría vivo para contar los sucesos.

El tiempo se hacía arena y solo debía actuar. Observé todo lo que tenía a mi alcance y los trozos de maderas que se asomaban a mi lado. Las llamas, sus armas, la gente correr, los gritos, el humo.

Poniendo en pies miré a Hiro quien tenía serios problemas para huir y en mi cabeza una acción que podía ser peligrosa. Tomando un trozo de tabla la levanté para golpear el rostro del chico perro exclamando: “¡Deja de fingir ser un aliado!”. Para luego correr tras el humo, intentando ocultar mi presencia de los demás, quizás con la intención de atraer a mis enemigos, con la clara intención de engañarlos.

Mientras corría, el susto a que no resultase lo planeado empezaba a ser latente, esperando que las palabras que había dicho a Hiro hubiesen sido escuchadas. El: “Finge el golpe” susurrado antes de ponerme en pies, y el leve impacto que había hecho, tenían que ser lo suficientemente creíbles. Entonces temí.

En la angustia tomé nuevamente la pulsera de colores rogando en mi mente: “Espero que no me fallen”. Deseando que estos 5 pequeños del País de nunca Jamás tuviesen suerte de encontrar mucho escombro que lanzar al enemigo.

Pensaba en detenerme, esperando estar casi inalcanzable a la vista de los Hunos, para alzar mi mano e invocar mi llave espada, luego susurraría las palabras mágicas y transformaría tal legendaria arma en un arco y en mi otra mano una flecha se crearía en la nada. Pues era la hora de la ilusión, la hora de un espectáculo.

Veamos quien tira las flechas —diría apuntando a su pierna.

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Ronda #7 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Soul Artist » Sab Jun 28, 2014 2:16 am

Hiro & Exuy

El guardia no tuvo ninguna oportunidad contra los dos guerreros de la Llave Espada. Primero se vio demasiado distraído por los niños perdidos invocados por Exuy, quienes aprovecharon para tirar piedras contra él; esta distracción se vio reforzada gracias al Senko de Hiro, que le terminó por dejar cegado y furioso, comenzando a cargar flechas y lanzándolas contra la nada. Ninguna de ellas impactó.

Exuy acabó con el enemigo ya debilitado con un ataque definitivo, invocando un arma a partir de su libro tras haberse escondido hábilmente en el humo. El guardia dejó pasó a mostrar su auténtica apariencia una vez cayó inconsciente, y esta era la misma que hacía unos segundos acababan de creer ver: piel grisácea, pelo negro, ojos diminutos. Un huno.

Gilgamesh, ya más despierto por el golpe que se había llevado contra el suelo al no haberle sostenido Hiro, se acercó al guardia y le inspeccionó de cerca.

¡Artefactos ilusorios! —exclamó el gigante, rebuscando entre las ropas del huno y finalmente quitándole un anillo que inspeccionó con detenimiento— ¡Qué emocionante! ¿Pero hay este tipo de cosas en este mundo? Y esas armas definitivamente tampoco son propias de aquí...

Sin embargo, el guardián de Villain's Vale enmudeció al oír gritos del otro lado del pueblo. Los aldeanos comenzaron a correr en dirección al campamento por la calle principal, intentando huir de algo que ninguno de los tres alcanzaba a ver por los edificios frente a ellos.

¡No hay tiempo que perder, chico! ¡Necesitamos cumplir mi misión! —Daisuke tomó a Exuy por los hombros y le clavó sus serios ojos, aunque el muchacho no comprendiese de qué hablaba— ¡Necesitamos el tesoro del campamento! Me ayudarás, ¿verdad?

»¡Y tú! —se dirigió hacia Hiro y alzó su puño, fingiendo llorar cual macho alfa, sin secarse las lágrimas que recorrían sus mejillas— ¡Hemos sido enemigos, pero hemos aprendido algo juntos! ¡Debemos aliarnos por salvar a estos pobres inocentes! ¿Me ayudarás? ¿¡Serás mi subordinado!? Ah, pero antes...

El hombre dirigió su brazo hacia el suelo y surgió un pequeño círculo luminoso. De él surgían pequeñas luces que flotaban a su alrededor, llamándole la atención y casi atrayéndole hacia él. Gilgamesh tomó con los dos brazos que mostraba los hombros de Exuy y le apartó del círculo, indicándole a Hiro que se acercara.

¡Tienes que guardar la partida! Seguro que hay un jefe muy duro esperando allí y no querrás perder tus progresos.

Daisuke ladeó la cabeza mientras sujetaba con fuerza a Exuy. El chico podía liberarse de él si así lo deseaba, pero por lo que parecía le quería tener junto a él en todo momento.

* * *

Hikaru

Escapar no era una opción para el honor de Hikaru. El joven aprendiz fue llevado a la caseta de madera a la salida del pueblo y se le encerró en unaestrechísima celda, con barrotes débiles de hierro y un orinal como único mueble del lugar. Si quería echarse, tendría que hacerlo en un montón de paja cercano; y tendría que hacerlo, porque el aburrimiento fue terrible.

Entre diez y quince minutos se pasó encerrado, con Yao como su único vigilante. El tuerto hacía lo posible por no quedarse dormido, murmurando algún insulto dedicado al joven de vez en cuando; pero el cansancio le podía, y se notaba. Más de una vez dio una cabezada, intentando mantenerse despierto.

Y un grito finalmente le sacó de aquel estado. Se levantó de inmediato y desenvainó su espada, asustado. La puerta de la cabaña se abrió de golpe y un soldado cruzó el marco de la puerta, dirigiéndose hacia Yao.

¡Reunión de todos los soldados! ¡Están atacando la aldea!

¿¡Qué!?

El hombre tuerto se apresuró a comprobar la puerta y el propio Hikaru vería que el paisaje estaba rojizo. La noche había pasado a estar iluminada por luces del pueblo y gritos de aldeanos. Algo allí estaba sucediendo.

Y peor aún: en el campamento también. El soldado que acababa de entrar deslizó una daga de sus mangas y se acercó lentamente hacia Yao, con su arma en alto. Iba a asesinarle en silencio, aprovechando que el tuerto estaba atónito ante la escena que veía.

¿Quizás fuera el momento de un héroe?

* * *

Kousen

Kousen fue rápido, muy rápido. El guardia con la daga acuática se lanzó a por él a la par que el de la eléctrica, pero el muchacho atacó antes de que le alcanzara apuntando directamente al arma del falso aldeando: la saga embuida en agua se cargó de electricidad y la descarga atravesó todo el cuerpo de su dueño, soltando un grito de dolor y desmayándose sobre el blando y verde suelo. Una maniobra excelente.

Sin embargo, el otro aldeano era muy rápido, y estaba decidido en terminar con aquello. Extendió su arma hacia Kousen, enviando un rayo contra él, pero a pocos centímetros de alcanzarle el hechizo rebotó y golpeó en la cara del enemigo. Rebecca había invocado un espejo para desviar el ataque a Kousen, y no se detuvo ahí: invocó su Llave Espada y pasó a una velocidad destellante al lado del enemigo, que se había tapado los ojos para intentar frenar el dolor. Se vio atrapado, de golpe, en una esfera de agua... Y su propia daga hizo el resto, explotando la burbuja y liberando una gran descarga eléctrica.

Los cuerpos de ambos aldeanos mostraron su auténtica naturaleza: eran hunos, tal y como sospechaban. Enkidu se acercó al de la daga eléctrica y le mordió la cabeza, pero pronto se arrepintió cuando recibió un rayo de su cuerpo. Fue a esconderse tras Kousen con varios quejidos lastimeros, temblando como una bola de pelo.

¿Cómo puede estar pasando esto? —preguntó Rebecca en voz alta, acercándose a inspeccionar a los hunos—. Esto no es sólo magia... Es tecnología. Estos materiales no son de aquí. Pueden contener grandes energías por meses, y estas ilusiones... ¿Quién ha hecho esto?

Le gusta que le llamen el Maestro.

La voz provenía a espaldas de ellos. Al girarse, encontrarían un hombre entrando en el pueblo tranquilo, sin miedo algunos. Su rostro estaba parcialmente oculto tras la capucha que tapaba su calva, pero su piel grisácea y sus ojos amarillos cargados de oscuridad eran reconocibles en todas partes. Un huno, el más grande que habían visto nunca, hipermusculado y de dos metros de alto.

Y no se detenía. Continuaba caminando hacia Kousen y Rebecca, con media sonrisa dibujada en su rostro.

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No es más que un crío. Se nos presentó un día, después de que sufriéramos un ataque de algo que él llamó Sincorazón. Y no me cayó bien: pero desde entonces nos ha estado ayudando. No nos pidió nada a cambio... Hasta ahora.

Las puertas de algunas casas se abrieron, y de ellas salió un gran número de aldeanos. Unos pocos corrieron al lado de los dos miembros de la Orden, devolviéndoles una sonrisa burlona al pasar por al lado; todos se dirigían hacia el campamento. Enkidu, asustado, ladró a algunos de ellos, y revelaron ser todos lo que temían: hunos. En todas partes.

Dijo que llegaría gente que le buscaría. Gente que nos atacaría. Gente como Ronin, ese cretino que nos atacó hace veinte años.

Algunos gritos del interior de las casas llamaron la atención de los dos. De una de ellas intentó salir una mujer, pero tropezó y cayó al suelo de inmediato. El edificio estalló en llamas y un huno salió de su interior, agachándose hasta la aldeana: sacó una daga y le besó en la mejilla, antes de pasarle el filo por el cuello y acabar con su vida.

El asesino dejó caer el cadáver de la mujer al suelo y caminó en dirección a Kousen y Rebecca, uniéndose a su líder por su espalda. Pronto, más gritos salieron de las casas y estas también comenzaron a arder, iluminando la noche con la sangre de las víctimas: y del interior de los hogares surgieron más hunos que se unieron a él. Dos, cuatro, veinte... Todo un pequeño ejército. Y los que se habían adelantado al campamento, más aún.

Así que buen trabajo, Caballeros.

El líder no se detuvo. A escasos tres metros de la posición de los dos chicos desenvainó su arma, con un filo extraño, con varias curvas, como si se hubiese forjado incorrectamente. Un águila graznó por encima del pueblo, contemplando el lugar arder, y bajó hasta posarse en el hombro del huno.

Habéis encontrado a los hunos.

* * *

Fátima

La decisión de Fátima fue no acercarse a Shang. Había asumido que ya tenía perdida cualquier oportunidad de entablar una relación positiva con él; era mejor conocer a fondo a los amigos de Mulan, aquellos que luchaban en primera línea de batalla.

Es cierto que no tengo experiencia en combate directo con los hunos. Pero si es necesario, daré la vida por mis compañeros.

Ping se ruborizó ante las palabras de Daliao. Apartó la mirada, sabiendo que la chica estaba enfadada aún con ella por la tontería del perro, y en la distancia el capitán también notó la reacción de la soldado. Aquello pareció enfadarle más, pero continuó supervisando los cohetes, listos para el combate.

Espero poder servir con honor al ejército chino. Aunque ya lo es poder luchar al lado de guerreros como ustedes.

¡Hala, hala! ¡Qué peloteo! —soltó Feng agitando su vaso, con total despreocupación sobre guardar las formas—. Aunque el chico tiene razón. ¡Es genial luchar con vosotros!

Ojalá pudiese decir lo mismo de ti, borracho —se burló Rei con la voz calmada, atendiendo con el paño a su espada. Todos echaron a reír, incluido el propio Feng.

Sin embargo… No tengo la menor idea de táctica, pero no puedo evitar pensar que es un objetivo demasiado pequeño. Pensaba que los hunos eran mucho más numerosos.

Son pocos. Se mueven en guerrilla, y muchos han muerto ya —contestó Jia, apartando la mirada de la escena. Pero Fátima seguía preocupada:

Es un buen lugar para tendernos una emboscada. No hay sitio a donde huir. Disculpen mis preguntas pero de tantas batallas deben saber cómo suelen actuar los hunos. ¿Atacan directamente o prefieren otras tácticas?

¿No crees que estás preguntando demasiado? —le contestó con sequedad Jia. Sin embargo, el chico a su lado levantó la mirada y le dedicó una leve sonrisa.

Compórtate, Jia. Es normal que quiera saber...

Son una panda de salvajes sin capacidad de estrategia. —le contestó Feng en su lugar, dándose un segundo para terminar su vaso antes de seguir:— Siempre irán por delante, les gusta demostrar su exagerada fuerza. Si me preguntas, el único al que de verdad deberías temer es a Shan Yu.

No. —le cortó Ping, con la voz algo temblorosa tras haber escuchado el nombre del enemigo. Tragó saliva y continuó— Hoy acabaremos con todo su ejército. ¿Por qué debemos temer a sólo un hombre? Shang dice que...

Shang subestima a Shan Yu —comentó con pesar Rei. Terminó de limpiar su arma y la dejó a sus pies para volcarse en la conversación—. Mientras siga vivo, la guerra no terminará. Está cometiendo el mismo error que su padre: cree que eliminando a los soldados borrará todo ataque. Shan Yu no se detiene con nada.

Dirigió la guerra hace veinte años —señaló Jia—. Llegó hasta la ciudad imperial. Y allí mató a toda la familia del Emperador... Él solo.

Las malas lenguas dicen que fue el propio Emperador quien lo hizo —murmuró disimuladamente Feng a Fátima.

¡Preparaos para el combate!

Shang había dado la orden. Decenas de soldados estaban listos para encender los cohetes, todos ellos dirigidos hacia el campamento huno. Hizo una señal a los cuatro soldados de élite para que se colocaran en posición de combate; la mitad del pequeño ejército fue tras ellos, y la otra mitad se quedó junto a Shang, tras los hombres de los cohetes. Todos estos llevaban arcos, preparados para abatir al enemigo en la distancia.

Estaba a punto de suceder. La guerra iba a dar inicio en unos segundos. Se podía oler el miedo, el sudor frío de muchos soldados, la emoción de otros tantos. Aquel día podía terminar todo para muchos de ellos: era su gran momento.

¡Listos...!

Pero un destello llamó la atención de Fátima. Fue sólo un momento, y podría haberlo equivocado con un destello del sol si no fuese porque era de noche: algo se había movido no en el campamento, sino encima de este. Un simple reflejo, parecido aun cristal que chocaba con la luz de una linterna.

¡Apunten...!

Aquel brillo podía no significar nada. Podía significarlo todo. Fátima era la única que lo había visto; los demás, si lo habían hecho, no le habían dado importancia. No habían visto nada parecido antes, nada que les advirtiese de un posible peligro.

Pocos segundos separaban a Fátima de la guerra.

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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor James Bond » Lun Jun 30, 2014 11:36 am

Me dejé arrastrar por Yao hasta una caseta de madera que no estaba en el campamento, sino fuera del pueblo. Una vez allí, me encerró en una pequeñísima celda, en la que solo había una especie de cama hecha de paja y un orinal.

"Que asco", pensé. Desde luego, aquello era deprimente.

Me eché en aquella pseudo-cama y traté de pensar como salir de ahí sin llamar la atención de mi vigilante, aunque tampoco es que hiciera gran falta por que estaba más tiempo tratando de mantenerse despierto que vigilándome. Tendría que aprovechar el momento en el que se quedara completamente dormido y así escapar.

Pero aún así, tenía el problema de la puerta de la celda, bueno, nada que no arreglase mi Llave-Espada, aunque quizás tampoco hiciese falta usarla, puesto que me fijé mejor y vi como aquellos barrotes parecía que fueran a ceder en cualquier momento.

Mientras estaba preguntándome cuánto podría pedirle a Daisuke como plus por quedar encerrado, aparte de la peligrosida de la misión, un ruido hizo que todo pensamiento se esfumara. Era un grito, pero no sabía de dónde provenía. ¿Acaso había alguien en problemas?

Me levanté de aquella cama de paja y vi como un soldado, desconocido para mí, abría la puerta de la cabaña y se dirigió a mi vigilante, anunciando algo malo:

¡Reunión de todos los soldados! ¡Están atacando la aldea!
¿¡Qué!?— Exclamó Yao y yo también, aunque mentalmente. ¡Ojalá no fueran los sincorazón, o no tendrían oportunidad alguna!

Entonces, el soldado que había anunciado el ataque a la aldea, sacó una daga de sus mangas con claras intenciones de dirigirla hacia Yao, el cual estaba sorprendido viendo el paisaje teñido de rojo. Tenía que hacer algo, y tenía que actuar ya. Quien sabe, a lo mejor si le salvara Yao me liberaría y me pediría que fuera a ayudar en el pueblo.

¡Yao! ¡Cuidado!— Le dije lo más alto que pude para llamar su atención.

Rápidamente, materialicé mi Llave-Espada y a su vez, ejecuté un hechizo Perla dirigido al asesino, mientras golpeaba con la Llave a los barrotes. Seguramente no le daría, pero al menos llamaría la atención de mi guardia, o eso esperaba.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Suzume Mizuno » Mar Jul 01, 2014 2:30 am

¡Hala, hala! ¡Qué peloteo!

Se ruborizó, pero supuso que era normal que pensara eso. Y, en realidad, les estaba haciendo el peloteo, así que no podía quejarse. Estaba claro que necesitaba clases para actuar. Maldita sea, ¿por qué le había tenido que tocar a ella irse con el ejército? Saber que se había comportado lo suficientemente bien para que los chinos no la expulsaran del campamento no le parecía ningún consuelo en ese mismo momento.

Aunque el chico tiene razón. ¡Es genial luchar con vosotros!

Ojalá pudiese decir lo mismo de ti, borracho

La risa de los hombres calmó ligeramente a Fátima, que escuchó con atención sus palabras y se dio cuenta en seguida de que tenían en muy mala estima a los hunos. O, más bien, los estaban infravalorando mucho. Quizás demasiado para lo que cualquier genera con un poco de sentido común debería permitirse. Subestimar siempre terminaba siendo un terrible error. Apartó de su cabeza a Andrei y reprimió un escalofrío.

¿No crees que estás preguntando demasiado?

Apretó los labios y agachó la cabeza. No entendía qué le había hecho a Jia, si simplemente no le gustaba que un novato como ella se sumara a su círculo aunque sólo fuera para charlar o si había otro motivo, pero se dijo que apartir de ahora debía tener el mismo tacto con él que con el capitán.

Compórtate, Jia. Es normal que quiera saber...

Al menos dos de ellos parecían bastante más razonables. ¿O menos territoriales? Porque tenía la impresión, al menos con Shang, de que estaba defendiendo su… Cómo decirlo. Su zona de influencia. Pero con Jia no tenía ni la más remota idea.

Son una panda de salvajes sin capacidad de estrategia —intervino Feng—. Siempre irán por delante, les gusta demostrar su exagerada fuerza. Si me preguntas, el único al que de verdad deberías temer es a Shan Yu.

«Shan Yu…» repitió el nombre para sus adentros, tratando de memorizarlo.

No. —Volvió la mirada hacia Mulán, que parecía haber empequeñecido al escuchar el nombre de ese huno—. Hoy acabaremos con todo su ejército. ¿Por qué debemos temer a sólo un hombre? Shang dice que...

Shang subestima a Shan Yu.

«Por lo que parece, todos parecéis subestimar a los hunos. Y confiáis en quien no debéis» frunció el ceño.

Rei por fin terminó de cuidar su arma, que depositó cuidadosamente a sus pies.

Mientras siga vivo, la guerra no terminará. Está cometiendo el mismo error que su padre: cree que eliminando a los soldados borrará todo ataque. Shan Yu no se detiene con nada.

Dirigió la guerra hace veinte años. —Contempló ahora a Jia—. Llegó hasta la ciudad imperial. Y allí mató a toda la familia del Emperador... Él solo.

La boca de Fátima se abrió de la sorpresa, pero se obligó a controlarse a sí misma en el último momento: un nativo de Tierra de Dragones debería estar al tanto de tal suceso. O al menos del hecho de que se había asesinado a la familia del Emperador. Sacudió la cabeza.

«¿Pero cómo es posible que una única persona acabe con la familia seguramente más protegida de este mundo? ¿Qué tenía, magia?»

Las malas lenguas dicen que fue el propio Emperador quien lo hizo —le dijo entonces Feng. Fátima, como respuesta, arqueó las cejas.

Eso… Eso era asqueroso pero… No sabía qué era más creíble.

No quería pensarlo, la verdad.

¡Preparaos para el combate!—ordenó Shang.

Fátima se levantó junto a los soldados de un salto, olvidando por completo sus doloridos miembros y de repente empezando a sudar frío. El pulso se le aceleró de tal forma que creyó que vomitaría allí mismo. Los cañones estaban preparados.

«Dios mío, de verdad van a matar a sangre fría…».

Eso era lo que hacían los soldados, al fin y al cabo. Titubeó, sin saber muy bien qué debía hacer, hasta que se encaminó, insegura, detrás de Mulán.

Y, aun así, Fátima sintió casi de inmediato cómo su miedo era compartido por gran parte de aquellos hombres. Se percibía en el aire el cosquilleo de la expectativa, del temor, de la ansiedad por lanzarse a la batalla. Fátima, por su parte, sólo pensaba en que quería salir corriendo y volver a casa. Tenía la impresión de que el corazón le fuera a explotar.

¡Listos...!

«¡No quiero mirar!» y no pudo reprimir el impulso de cubrirse los ojos.

Sin embargo, vio entre los dedos un destello. Fue un instante, un segundo, sobre el campamento enemigo.

Miró a su alrededor. Nadie parecía haberse percatado. O, al menos, no le habían dado importancia.

«¡Joder!».

La imagen de Andrei, con su sonrisa prepotente, con su seguridad, las palabras de Mulán, la confianza con la que se movían los chinos… Y Shan Yu.

Shang subestima a Shan Yu.

¡Apunten...!

Buscó de nuevo el brillo, sin aliento.

Nada.

¡Ping!—exclamó, intentando acercarse a ella en caso de que se hubiera separado demasiado o no le hubieran permitido marchar pegada a su lado—. ¡He visto algo! ¡Es una trampa, nos estaban esperando!

Convencida de que se habían metido de lleno en una emboscada, invocó su Llave Espada y se preparó para rechazar un ataque, como una flecha o lo que fuera, y proteger a Mulán.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor RedXIII » Mar Jul 01, 2014 3:15 am

¡Esta es por la paliza de antes! — Aprovechando la distracción provocada por los extraños seres que había invocado Exuy pudo acertar su ataque contra el enemigo, y no solo eso si no que fue capaz de cegarlo.

Un golpe de su compañero dio por finalizado el combate, derrotando al enemigo y mostrando un aspecto totalmente distinto al que había aparentado durante todo aquel tiempo.

El aprendiz extrañado no pudo evitar observar don detenimiento aquel hombre, aquel aspecto le recordaba a algo pero no sabía a que, por otro lago el villano final no dudó ni un segundo en acoplarse de nuevo e inspeccionar al guardia caído.

¡Artefactos ilusorios! — Mostró un anillo que captó por completo la atención del aprendiz, no sabía si era por su brote de coger trastos y objetos de recuerdo o por su posible valor monetario pero quería aquel anillo, al igual que las dos figuras que su Moguri no le había devuelto aun — ¡Qué emocionante! ¿Pero hay este tipo de cosas en este mundo? Y esas armas definitivamente tampoco son propias de aquí...

Aprovechando la fascinación de aquel hombre por el anillo sacó disimuladamente su revólver de la manga, apuntando a Gilgamesh, dudoso, ciertamente era un Villano final pero ni siquiera cuando se infiltró en su base este le hizo nada, además no había atacado a sus compañeros, no se veía capaz de apretar el gatillo ante alguien que ni siquiera tenía intención de luchar.

Substituyó el arma por su kiseru y escondió el revólver en la manga, disimulando y disfrutando de unos breves segundos de paz mientras observaba al hombre extraño, era completamente distinto pero tampoco le llamaba la atención, aunque era ciertamente curioso como ese fantástico y brillante anillo podía hacer tal cambio, hasta que un grito terminó con los pensamientos del aprendiz y su compañero, había problemas.

¡No hay tiempo que perder, chico! ¡Necesitamos cumplir mi misión! — Cogió a Exuy, era un hombre demasiado compulsivo— ¡Necesitamos el tesoro del campamento! Me ayudarás, ¿verdad?

»¡Y tú! — Parecía necesitar su sincera ayuda— ¡Hemos sido enemigos, pero hemos aprendido algo juntos! ¡Debemos aliarnos por salvar a estos pobres inocentes! ¿Me ayudarás? ¿¡Serás mi subordinado!? Ah, pero antes...

Invocó una extraño circulo luminoso.

¡Tienes que guardar la partida! Seguro que hay un jefe muy duro esperando allí y no querrás perder tus progresos.

¡¿GUARDAR PARTIDA, aquello iba en serio?! Sea como fuere Hiro estaba en shock ante la actuación de aquel hombre ¿Verdaderamente podía... no, más bien debía fiarse de el? Su misión era que los villanos no mataran al General y por le momento iba bien teniendo al mayor problema delante suyo.

Hagamos un trato — Dijo el aprendiz mientras suspiraba humo —Dame ese anillo que has encontrado, además de decirme que haces aquí y cual es tu misión y a lo mejor me pienso en seguiros el paso y si añades unos cuantos platines o algún objeto interesante me lo pensaré más alegremente — Fuera cual fuera su oferta insistiría en tener aquel hermoso abalorio y sus motivos en aquel lugar.

Por cierto, aun espero mi carné de Villano final — Bromeó con lo que le dijo el payaso la primera vez que se lo encontró, seguramente no lo pillaría nadie, era algo personal, aunque estaba bastante tenso ya que no soltaba ni un momento el bastón, no se fiaba ni un pelo y menos después de saber que el hombre pulpo tenía una espada legendaria.

Guardó el Kiseru y sacó su comunicador, intentando ponerse en contacto con MoguDer, desgraciadamente este no lo cogía así que decidió usar su silbato para llamarlo, soplo fuerte para que pudiera encontrarlo enseguida.

Ah, Exuy, cuando terminemos con esto vamos a buscar al General, yo también tengo que verle...

Pero primero hay que hacer de héroes
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Re: Ronda #7 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Kousen » Mar Jul 01, 2014 12:43 pm

La estrategia del calambre salió a pedir de boca. Nada más impactar en la daga del huno, el hechizo produjo una descarga eléctrica que lo dejó K.O. en menos que canta un gallo. Estuve a punto de soltar un suspiro de alivio, pero no había tiempo ni para aquello.

El otro tipo era mucho más rápido que su compañero, y no se andaba con chiquitas. Extendió el arma y un rayo salió disparado en mi dirección, el cual no podría esquivar... pero no hizo falta. A escasos centímetros de impactarme, el ataque rebotó en el aire, volviendo directamente contra su dueño. Confundido por un segundo, pude distinguir un destello que reconocí como un conjuro de protección mágica, claramente invocado por Rebecca. En un solo parpadeo, invocó su arma y casi se teleportó junto al enemigo
Lo que pasó a continuación me dejó boquiabierto: El aldeano se vio envuelto en una auténtica prisión acuática, causando un cortocircuito en su arma que lo dejó en el mismo estado que su compañero, quedando los dos tirados en el suelo.

El hechizo ilusorio se disolvió y dejó ver de nuevo a los hunos que se ocultaban bajo la capa ilusoria. El cánido Sincorazón tomó la oportunidad para atacar a uno de ellos, pero la descarga residual fue bastante como para que se ocultase detrás de mí, temblando como una hoja.

<<Ahora sí te parezco simpático, ¿eh?>>, pensé.

Lo cuento y no me creen. Era el Sincorazón más atípico que me había encontrado hasta la fecha.

¿Cómo puede estar pasando esto? —La Maestra se acercó a inspeccionar a los derrotados—. Esto no es sólo magia... Es tecnología. Estos materiales no son de aquí. Pueden contener grandes energías por meses, y estas ilusiones... ¿Quién ha hecho esto?

Le gusta que le llamen el Maestro.

¿Quién...?

Me giré de golpe al escuchar aquella voz a espaldas de nosotros.
La sorpresa fue mayúscula: Un huno, el más grande que había visto hasta ahora, entraba en el pueblo con la mayor parsimonia del mundo, como si aquello fuese su propia casa. Bajo su capucha podía verse su piel gris, y unos ojos cargados de oscuridad que se clavaban en nosotros, dibujando una mueca en su cara mientras avanzaba.


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No es más que un crío. Se nos presentó un día, después de que sufriéramos un ataque de algo que él llamó Sincorazón. Y no me cayó bien: pero desde entonces nos ha estado ayudando. No nos pidió nada a cambio... Hasta ahora.

¿Sinco...? No será...

Estaba clarísimo de quien estaba hablando. Por lo que comentaba se trataba de alguien joven, que era muy apto en magia y que conocía la existencia de los Sincorazón. Solo alguien que estaba, o más bien, había estado en la Orden podría encajar con ese perfil.

A puro portazo, las puertas de algunas casas se abrieron de par en par, y una marea de aldeanos se extendió por la zona, unos a nuestro alrededor y otros en dirección al campamento. Los ladridos de Enkidu volvieron a difuminar la magia ilusoria, confirmando nuestros temores: Una manada de hunos hasta donde alcanzaba la vista.

Maldito Andrei...— gruñí, furioso e impotente—. Los teníamos delante de las narices todo este tiempo.

Dijo que llegaría gente que le buscaría. Gente que nos atacaría. Gente como Ronin, ese cretino que nos atacó hace veinte años.

¡Ronin!— pregunté, alarmado al escuchar su nombre—. Si le conoces, eso quiere decir...

Los gritos y las llamas empezaron a llenar el aire desde las casas de la aldea. Pero lo más horrorizante fue ver claramente como uno de aquellos salvajes arrastraba a una mujer hasta la puerta de su casa, sonriendo mientras le abría el cuello con una daga. La escena fue tan cruda que se me revolvió el estómago, teniendo que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener el porte. No era la primera vez que experimentaba aquella sensación, ni muchos menos sería la última.
El asesino dejó que la gravedad arrastrase el cuerpo de la pobre mujer al suelo, tomando posiciones a espaldas del huno colosal. Actuaba tal y como si fuese la mano derecha de este.
Pero solo era el comienzo de una reacción en cadena: Más casas sufrieron el mismo destino, y un pequeño batallón de hunos se unió a sus fuerzas.

Así que buen trabajo, Caballeros.

El tono frío, helado de su voz bastaba para poner los pelos de punta. Un tono de amenaza tan afilado como el acero de su espada, de forma extraña y curvada. Un grito animal surcó los cielos, y un águila descendió para posarse sobre su dueño.

Habéis encontrado a los hunos.

Tragué saliva. Podía notar como un sudor frío me nacía en la frente y por el resto del cuerpo, podía casi mascar la tensión en el ambiente. Rebecca era una Maestra, pero seguíamos siendo un par de portadores contra una veintena de salvajes, armados con ve a saber qué armamento mágico. Si Andrei quería sembrar el caos, lo había conseguido.

Pero, ¿Con qué propósito? Nunca se había visto al otro bando actuar de tal manera en un mundo.

<<Estamos en un buen lío.>>

Traté de tranquilizarme y no dejar que el temblor nervioso se apoderase de mis manos, aunque era lo que tenía más ganas que hacer. Tenía que apañármelas para reunir todo el coraje que me quedase y hacer frente a la situación como debía esperarse de un adulto en mi posición. Me sorprendí incluso al poder emitir palabra.

Y tú deber ser su líder... Shan Yu, ¿cierto?— sentía el cuerpo en tensión, preparado para reaccionar en cualquier momento. —Si es así, ¿Qué habéis hecho con Ronin? ¿Dónde está?

No pensaba ser yo quien iniciase el conflicto: Era un suicidio. Si los hunos saltaban al ataque y pasaban de preguntas, no tendríamos más remedio que pelear, pero de momento era mejor tratar de ganar tiempo. Esperaba que Shan Yu respondiese al menos a las preguntas, pero tampoco esperaba que Rebecca se quedase callada viendo lo que teníamos enfrente.
Que llegasen refuerzos, algo, ¡quien fuese!

A la hora de la lucha, no había otra opción. Había que defenderse o morir. Si lográbamos derrotar a Shan Yu, sería como cortar la cabeza a la bestia: Los hunos perderían su coordinación y quedarían dispersos ante el ataque, pero resultaba imposible ahora mismo. Con esa fuerza de ataque tras él, tocar a Shan Yu resultaría imposible.
En todo caso, si nos atacaban, lo único que podía hacer era esquivar y despachar a los hunos que se me pusiesen por delante, pero tenía un objetivo prioritario a ellos: El halcón de Shan Yu.
Era un animal, pero estaba claro que era un peligro. Podía usarlo para distraernos o incluso llamar a refuerzos, y dejarlo a sus anchas era muy peligroso.

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Resumen: Kousen trata de ganar tiempo con diálogo y preguntando sobre Ronin.
Si falla y se inicia la pelea por parte de los hunos, usa su velocidad para esquivar y toma como objetivo al Halcón de Shan Yu, lanzando un Piro sobre el mismo.
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"La skin Iceberg del foro es como la Duquesa de Alba, nos va a enterrar a todos."

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Rol de KHWorld: Kousen - "Viento Seráfico"

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Ronda #8 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Soul Artist » Sab Jul 05, 2014 9:50 pm

Hiro & Exuy

Negociar estaba en el espíritu del aprendiz híbrido. Ignoró el consejo de Gilgamesh sobre guardar la partida, lo cual dejó atónito al gigantón; la atención de Hiro estaba centrada en el objeto que acababa de tomar por parte de los hunos.

Hagamos un trato. Dame ese anillo que has encontrado, además de decirme que haces aquí y cual es tu misión y a lo mejor me pienso en seguiros el paso y si añades unos cuantos platines o algún objeto interesante me lo pensaré más alegremente.

P-pero... ¿Y el punto de guardado? Tienes... Tienes que guardar...

Por cierto, aun espero mi carné de Villano final.

Daisuke no entendió aquella broma. No dejaba de señalar al punto de guardado y veía cómo Hiro pasaba olímpicamente de él; tartamudeaba, sorprendido por no haberle hecho caso. Hiro tenía las defensas al máximo.

Ah, Exuy, cuando terminemos con esto vamos a buscar al General, yo también tengo que verle...

¡¡Corre, niño, no ha picado!!

Hiro sintió un puño en su cara. Gilgamesh había atacado instintivamente a Hiro y lo había mandado volando contra la pared de una de las casas, obligándole a soltar su bastón durante la caída. Este pasó por encima del punto de guardado, y descubrió con horror que se trataba de una trampa: unas redes de luz tomaron el arma del muchacho y lo engulleron hacia su interior, haciendo que se desvaneciera en su interior.

Gilgamesh no quiso perder más el tiempo. Mostró sus seis brazos y agarró a Exuy con dos de ellos, cargando con él a la carrera hacia el campamento. Hiro podía seguirle perfectamente, e igual encontraba la manera incluso de darle caza: ahora que no había caído en la trampa, podía hacerlo.

* * *

Kousen

Y tú debes ser su líder... Shan Yu, ¿cierto? Si es así, ¿qué habéis hecho con Ronin? ¿Dónde está?

El huno contestó sólo con una sádica sonrisa. Sabía dónde se encontraba su Maestro, pero no lo pensaba revelar a dos jóvenes que estaban a punto de morir. Con su arma en alto se dirigió hacia los dos, mientras Rebecca agarraba con fuerza la Llave Espada.

Y entonces, los refuerzos por los que rezaba llegaron.

¡¡Corre, niño, no ha picado!!

Daisuke apareció de un callejón con Exuy en brazos, huyendo de algo que se ocultaba en las sombras. Kousen no tardó en descubrir que se trataba de Hiro, el cual parecía haber sido atacado por alguien recientemente en la cara, como señalaba el gigantesco moratón que le había aparecido. Todos ellos se dirigían al campamento.

Enkidu se alegró de encontrar a su amo y ladró en su dirección, intentando llamar su atención. Sin embargo, al ver que no lo lograba, echó a correr tras él a base de saltos, feliz como una perdiz.

¡No os distraigáis en combate!

Shan Yu atacó repentinamente, sorprendiendo a Kousen. El filo de su espada se detuvo a escasos centímetros de él, y le habría atravesado si Rebecca no le hubiese detenido con su Llave Espada; el huno pareció sorprendido por un segundo de que alguien le detuviese. Sólo por uno.

Sus camaradas se lanzaron al combate y Kousen se dedicó a esquivar sus ataques con bastante éxito. El águila de Shan Yu saltó de su hombro y echó a volar para intentar cegar a Rebecca, pero un Piro en el momento exacto le hizo retroceder y volar por encima de sus cabezas, alejándose de su agresor.

Tenían pocas posibilidades así. Sólo iban a alargar su derrota, y era algo que ambos sabían.

¡Avisa al general Li, el dirigente del ejército chino! —gritó Rebecca, rechazando uno de los ataques de Shan Yu y saltando hacia atrás para invocar una barrera que bloqueó el paso de los hombres—. ¡Los hunos se dirigen allí! ¡Van a masacrarlos!

Shan Yu tomó su espada y atravesó la barrera con su filo como si de mantequilla se tratase. Nadie más había logrado siquiera tocarla: su arma era más poderosa de lo que podía aparentar.

Estaba claro que Rebecca sola no podría contra todo aquel ejército. Kousen debía pensar si quedarse con ella a intentar retener a los hunos o, por el contrario, obedecería a la Maestra y retrocedería hasta el campamento, hacia donde sus compañeros se estaban dirigiendo.

Fuera cual fuese su decisión, iba a combatir.

* * *

Hikaru

¡Yao! ¡Cuidado!

El aviso de Hikaru llegó tarde. El tuerto se giró de golpe para descubrir a su asesino alzar su arma por encima de su cabeza. Bajó el brazo con gran rapidez, sesgando parte de la manga de Yao y provocándole un corte profundo.

Sin embargo, el Perla invocado por el aprendiz evitó que Yao perdiese la vida. El hechizo golpeó en la espalda del traidor, y sorprendido, cayó al suelo inconsciente. Un hechizo ilusiorio se desvaneció y reveló su auténtica forma: se trataba de un huno camuflado.

¿Qué ha sido eso?

El tuerto se llevó la mano al brazo herido e hizo una mueca, claramente dolorido por el ataque a traición del huno. Sangraba mucho: no lograba detener la hemorragia y probablemente no tardara en desmayarse.

Sin embargo, su acción más inmediata fue acercarse a la celda de Hikaru y ofrecerle la libertad. Volvió atrás, se arrancó la manga rotar e hizo un remedio improvisado para apretar la herida.

Te debo la vida. Considera esto mi pago —comentó el tuerto, enseñando los dientes al muchacho—. Pero por favor, avisa al general Li. Necesito un segundo para recuperarme.

¿Qué está pasando? ¿¡Eso es fuego!? —volvió a hablar la conciencia de Hikaru desde un lugar desconocido—. ¡Por todos los ancestros! ¿¡Qué le has hecho a Yao!?

Debía tomar una decisión. Yao estaba sangrando y la herida tardaría en cerrarse; no iba a morir por aquello, pero necesitaba ayuda urgente. Pero también era cierto que fuera se estaba desatando el caos y que no había un segundo que perder. ¿Y qué iba a ser del tesoro que prometió a Daisuke?

* * *

Fátima

¡Ping! ¡He visto algo! ¡Es una trampa, nos estaban esperando!

¿¡Qué!?

Al igual que Fátima, Mulan se colocó de inmediato en posición defensiva. Y el aviso de Fátima fue muy correcto, pero tardaría en llegar unos segundos; inmediatamente a su aviso, Shang dio la orden de ataque... Y comenzó la batalla

¡Fuego!

Los cohetes volaron por el cielo en dirección al campamento de los hunos, listos para explotar y terminar con la gran mayoría de ellos. Y, sin embargo, nadie del ejército esperaba lo que sucedió a continuación.

A pocos metros de tocar el suelo, los cohetes rebotaron. La causa de ello se volvió entonces evidente para Fátima, pero los demás, menos acostumbrados a la magia, no lo comprendieron. Un hechizo reflector de gran tamaño esperaba en silencio, reflejándose a veces con la luz de la luna, para devolver la masa de ataques.

Los soldados que habían lanzado los cohetes en un principio no supieron cómo reaccionar. Shang dio un paso hacia atrás y agitó el brazo, dándose cuenta de lo que estaba a punto de suceder.

¡Dispersaos! ¡¡Dispersaos!!

El grito llegó tarde. La gran mayoría de soldados fueron alcanzados por los cohetes y sus explosiones, y el baño de sangre se dio a escala masiva. Shang saltó para escapar de la masacre, pero el suelo bajo los soldados se derrumbó, incapaz de aguantar aquellas explosiones. El salto del capitán sólo provocó que chocara de cabeza contra la pared del derrumbamiento, y cayó hacia el vacío.

¡¡Shang!!

Mulan abandonó su posición y se lanzó en ayuda de Shang. Clavó su espada en la pared de tierra y se deslizó a gran velocidad hacia el suelo, amortiguando la velocidad de caída con su arma.

Y entonces llegaron los ataques. Una lluvia de flechas se dirigió hacia los soldados, dispuestos a terminar con ellos; y algunos cayeron de un sólo ataque. Fátima fue capaz de detener los proyectiles dirigidos hacia ella, y vio que Feng y compañía se las habían arreglado a solas.

Entonces escuchó otra nueva flecha volar en otra dirección. Gracias a estar preparada para defender en especial a Mulan, fue capaz de correr y detener con la Llave Espada una flecha de fuego dirigida hacia su amiga, la cual le devolvió la mirada durante su descenso.

Entonces pudo comprobar que Shang había tenido la suerte de caer en tierra blanda, en un piso entre el suelo y su posición. Se había abierto una pequeña herida en la cabeza, pero sobreviviría a aquello; podría respirar tranquila.

Esto sí es una sorpresa...

Decenas de nubes de oscuridad surgieron de golpe ante los soldados chinos. De ellas aparecieron un enemigo conocido por Fátima: los Sincorazón. Todos ellos llevaban arcos, los cuales tensaron de inmediato para dirigirse hacia lo que quedaba del ejército, que no sería ni una tercera parte de los que acudieron originalmente a la batalla.

Pero no estaban solos. Desde lejos, a una velocidad supersónica, llegó un dragón con ellos: un Wyvern, especie de Sincorazón volador y capaz de atacar a grandes velocidades. Si bien Fátima igual vio alguno en cierta ocasión, aquel era especial: no sólo su color verde venenoso le hacía notablemente diferente... Sino que encima de él iba montado alguien.

Un huno con un arco tensado, apuntando en dirección a Mulan.

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Se suponía que debíais sobrevivir sólo uno de vosotros.

El huno soltó la cuerda para lanzar la flecha, pero un repentino ataque le hizo desviarse. Una flecha de hierro le acababa de atravesar la mano, obligándole a soltar un grito de rabia. Feng tenía en sus manos un precioso arco de roble y sonreía tranquilo.

Las manos donde pueda verlas, cretino.

Por su parte, los soldados estaban logrando oponerse contra el ataque de los Sincorazón. Rei y Jia estaban comandando a los soldados en sustitución de Shang, y habían eliminado en apenas unos segundos una gran parte de ellos; pero muchos habían logrado saltarse a sus enemigos y se dirigían hacia la posición de Fátima.

La aprendiza debía decidir. Podía bajar a ayudar a Mulan con Shang; podía hacer frente al huno junto con Feng, con el inconveniente de que su enemigo volara en el aire; o podía apoyar a Rei y Jia en tierra contra todos aquellos Sincorazón.

Pero al menos ahora tenía un enemigo al que sí podía hacer frente.

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Fecha límite: miércoles, 9 de julio.

BOSS INCOMING FOR EVERYONE

Exuy
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Hiro
PH: 14/24
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Kousen
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Hikaru
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Fátima
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¡Gracias, Flan, por Alexis e Ivan!
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Suzume Mizuno » Mar Jul 08, 2014 6:25 pm

¡Fuego!

Fátima contuvo el aliento cuando los cohetes salieron disparados contra el campamento enemigo. Al igual que todos los demás soldados, no apartó la mirada de su trayectoria.

Pero, de pronto, las armas fueron rechazadas. Fátima se quedó de piedra al ver que, sobre el campamento, habían extendido un escudo mágico. Eso era lo que había visto.

«¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡¿Por qué no lo imaginé, por qué…?!».

No tuvo tiempo para responderse, pues los cohetes volaban hacia ellos a toda velocidad.

¡Dispersaos! ¡¡Dispersaos!!

Fátima soltó un grito de pavor, se agachó y agarró a Mulán para que hiciera lo mismo que ella. Los cohetes impactaron en ese mismo momento. Sólo escuchó las primeras explosiones; después, sus tímpanos no soportaron más y tuvo que cubrirse los oídos. La tierra vibró bajo sus pies y se obligó a mantener los ojos abiertos. Justo para ver cómo el borde del acantilado se venía abajo y numerosos hombres, junto con el capitán, desaparecían.

¡¡Shang!!

Mulán salió disparada hacia delante y Fátima, maldiciendo entre dientes, se arrojó detrás de su amiga para intentar protegerla. Se quedó boquiabierta al ver lo que hacía la joven para descender junto al capitán. Esa decisión, esa capacidad de acción… Había cambiado muchísimo desde que la conoció.

Un silbido, o más bien un movimiento captado por el rabillo del ojo, pues sus tímpanos todavía latían dolorosamente, le advirtió del ataque. Enarbolano la Llave Espada y deseando con fervor que su entrenamiento hubiera servido para algo, trató de interceptar todas las flechas antes de que la alcanzaran a ella o a Mulán.

Cubierta de sudor, ahogándose por el humo que habían desprendido las explosiones, con los oídos recuperándose y los ojos llenos de lágrimas, se volvió y buscó figuras conocidas y descubrió a los compañeros de Mulán, que, de momento, estaban enteros.

Una luz atrajo su atención y pudo partir una flecha incendiaria antes de que diera a Mulán. La joven, desde abajo, le dirigió una mirada que Fátima interpretó como agradecimiento. Asintió en su dirección y se prepararó para descender junto a ella para ayudarla con el capitán que había aterrizado, por suerte, en un saliente y no parecía gravemente herido.


Esto sí es una sorpresa...

Sólo lo escuchó de fondo y torpemente, aunque cada vez escuchaba mejor, pero reconoció el sonido que emitían los Sincorazón al materializarse. Se giró y contuvo un grito al ver a las criaturas rodear a los soldados chinos, diezmados, que tuvieron que retroceder ante los arcos de los monstruos.

Y luego una sombra cubrió el campo de batalla, acompañado de una explosión sonora. Fátima experimentó un desagradable estremecimiento y se encogió ligeramente ante aquella especie de dragón que agitaba sus inmensas alas coriáceas. Era un Sincorazón muy distinto de todos aquellos a los que se había enfrentado… Y sobre su grupa montaba un huno, que tensaba un arco y apuntaba a Mulán.

Un huno con un arco tensado, apuntando en dirección a Mulan.

Se suponía que debíais sobrevivir sólo uno de vosotros.

¡No!—gritó, apuntándole con una mano para disparar un ataque mágico.

Pero se le adelantaron. La mano el huno retrocedió con fuerza, atravesada por una larga y pesada flecha de metal. Fátima se volvió y sintió un inmenso golpe de alivio al ver a Feng enarbolando un arco.

Las manos donde pueda verlas, cretino.

De un rápido vistazo, recorrió el campo de batalla y examinó la situación. Rei y Jia comandaban a los soldados para reprimir a los Sincorazón; eran muchos y presionaban en dirección a la chica. Por otra parte, Shang y Mulán no parecía que fueran a poder echarles una mano. Su primer impulso fue el de descender junto a su amiga y ayudarla a recuperar al capitán que, esperaba, pudiera reinstaurar el orden entre sus hombres. Pero levantó la vista hacia el Sincorazón y el huno y decidió que no quería arriesgarse a que la atacaran cuando estaba desprotegida. Además, si se abalanzaba sobre los chinos, causaría muchos más destrozos que el resto de Sincorazón. Y siempre había que intentar eliminar al rey del tablero.

De modo que se quedó junto a Feng y, antes de que el huno pudiera recuperarse —o eso esperaba— o en cuanto viera un amago hostil por su parte o la de su montura, dispararía un Electro. No sabía si acertaría o no, aunque por la velocidad a la que se había movido el Sincorazón, imaginó que lo esquivaría. Por eso se preparó para seguir su trayectoria y, con un Blanco Fijado disparó un Perla. Si le acertaba, esperaba que tuvieran la oportunidad de descabalgar al huno o que Feng intentara acabar con él.

En cualquier caso se puso en guardia y se preparó para esquivar un ataque del Sincorazón o su huno —aunque con la mano atravesada suponía que ya no podría hacer mucho daño— en caso de que iniciaran un contraataque.

Entre tanto comprendió qué era lo que había estado haciendo Andrei todo ese tiempo; pactando con los hunos. ¡Y ayudándoles con magia!

Maldito fuera. ¡Se lo iba a hacer pagar!

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▪ Electro (HM) [Nivel 2] [Requiere Poder Mágico: 3] Ataque básico de elemento Rayo. Pequeño relámpago lineal, con muy pocas posibilidades de paralizar al enemigo.

▪ Perla (HM) [Nivel 3] [Requiere Poder Mágico: 4] Ataque básico de elemento Luz. Proyectil de luz lineal en forma de esfera, con muy pocas probabilidades de cegar al enemigo.

▪ Blanco Fijado (HC) [Nivel 5] [Puntería: 7]. Aumenta la Puntería del usuario en 5 puntos y disminuye en un nivel el gasto en habilidades de arma de fuego. El usuario permanece inmóvil durante el uso de esta habilidad. Al desconcentrarse o moverse, sus efectos se anulan.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor James Bond » Mar Jul 08, 2014 9:04 pm

Mi aviso no llegó a tiempo para que Yao pudiera esquivar el ataque de su agresor, sin embargo mi hechizo mágico sí que fue lo suficientemente rápido para evitar la muerte del tuerto.

Cuando mi hechizo impactó contra su espalda, el agresor cayó inconsciente, cambiando de forma. ¿Qué demonios era aquello? Yao parecía estar igual de confuso. Tendría que preguntarle al Maestro sobre si era normal aquello. Entonces, mi guardia, tratando de contener inútilmente la hemorragia, se acercó a mi celda y me liberó.

Te debo la vida. Considera esto mi pago— me dijo—. Pero por favor, avisa al General Li. Necesito un segundo para recuperarme.
Avisaré al general Li, Yao...— entonces caí en la cuenta de algo—. Esto... ¿dónde está exactamente el general?

De poco me servía el tener que ir a avisarle si no sabía su ubicación. Tenía que obtener toda la información que pudiera. Escucharía atentamente a Yao y tras oír todo lo que tuviera que decirme, ejecuté un hechizo Cura sobre el soldado. Ya que me había liberado, era lo mínimo que podía hacer por él, puesto que no es que fuera un experto enfemero.

¿Qué está pasando? ¿¡Eso es fuego!? ¡Por todos los ancestros! ¿¡Qué le has hecho a Yao!?— Volví a oír otra vez a mi "conciencia" interrogarme y otra vez más, su voz sonaba cercana, pero no podía ver quien me hablaba. Tenía que aclarar las cosas, desde luego.
No le he hecho nada, "conciencia". Simplemente le he curado lo mejor que he podido. Y ahora si no te importa, tengo que encontrar al general Li, así que no me molestes.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor RedXIII » Jue Jul 10, 2014 12:18 am

Gilgamesh ignoró su propuesta de cambio y solo insistía en el desapercibido "punto de guardado" al cual Hiro no le interesaba para nada; los objetos y abalorios tenían prioridad sobre el aprendiz.

¡¡Corre, niño, no ha picado!!

La cara del aprendiz sufrió un ataque por sorpresa, un puñetazo que no pudo evitar impactó en su cara cuando este estaba indefenso y salió hacia atrás hasta impactar con fuerza contra una casa. El bastón al cual le había pillado tanto cariño en su aventura se fue volando hasta el punto de guardado y desapareciendo entre redes que lo engullían.

Sacó su seis brazos y se fue del lugar junto a Exuy, el cual se llevó a rastras, no le había hecho demasiado daño pero la humillación de haber confiado por un segundo en aquel hombre le enfadaban e incluso pensó en la posibilidad de que Exuy no fuera un reen si no un cómplice.

Se quedó apoyado unos segundo a la casa.

Hijo de... — Dejó su sombrero a un lado —¿Debería ir? Este mundo parece que me odia — miró con tristeza aquel oscuro cielo.


Siempre intento hacerlo bien per en cambio... — la cicatriz de la cara y la de los hombros pesaban más que nunca en aquel momento, las palabras entristecidas del aprendiz no hacían más que envenenar sus ánimos.

¿Te vas a rendir por un puñetazo?
El Hiro que yo conozco no lo haría nunca ¿Acaso no eres un orgulloso Shirudo?


Una voz desconocida de a saber donde resonaba en el lugar ¿Era su cabeza, el puñetazo le había afectado tanto o aquello era real?

Te ayudaré


Una luz fugaz iluminó al aprendiz y recuperó sus fuerzas, se había lanzado a si mismo un cura, debía continuar ¿Pero hacia donde?

¿Que ha pasado? — Cualquier intento de conversación con la voz fue inútil.

Debía tomar una decisión, volver al campamento junto a su revólver y su llave espada, la cual aparecía cuando quería, para alcanzar al villano o huir del lugar y abandonar a quien podía ser un aliado retenido, sabía perfectamente lo que encontraría si iba allí y aquello le intimidaba pero no era la primera vez que delante se mostraba un muro inexpugnable para el aprendiz, Kefka, Villanos, ni tampoco iba a ser la última vez que intentara escalarlo con las manos fuese como fuese.

Se quitó su disfraz, lo guardó en su bolsillo especial y partió hacia el campamento, mostrando el equipo de invierno a excepción de la pesada chaqueta de manga larga roja, ya que la había dejado en la casa que se había quemado, y su revólver cargado y listo para disparar.

>>Esta vez no me la jugareis
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Re: Ronda #8 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Kousen » Jue Jul 10, 2014 5:01 pm

Shan Yu no emitió palabra alguna, pero la expresión de su cara bastaba para confirmar que sabía efectivamente donde se encontraba Ronin. Se limitó a mostrar sus dientes mientras avanzaba hacia nosotros, incrementando la tensión. Podía sentir las palmas de mis manos sudando contra la empuñadura de la Llave Espada.

¡¡Corre, niño, no ha picado!!— berreó una voz familiar.

Daisuke, o Gilgamesh, salió a escape de una calle cercana, perseguido de cerca por Hiro, con un morado enorme en la cara y siguiendo al maquillado personaje hacia donde estaba el campamento. Enkidu se puso a ladrar para llamar la atención de Gilgamesh, pero al poco tiempo salió corriendo en la misma dirección.

¡No os distraigáis en combate!

La voz de Shan Yu me hizo volver a girar la cabeza hacia donde estaba nuestro principal enemigo, tan de repente que casi me lasmito el cuello. Me quedé sin aire al ver el brillo de su espada a punto de cortarme de arriba a abajo, pero se paró a escasos centímetros gracias a Rebecca, que la interceptó con su propia Llave Espada, muy para la sorpresa de Shan Yu, aunque era de esperar teniendo en cuenta el rango de la Maestra.
Alarmado, di rápidamente un salto hacia atrás, colocándome en posición ofensiva mientras el resto de los hunos atacaba. De alguna forma, me las arreglé para esquivar sus armas, pero a la larga iban a acabar acertando.
El halcón de Shan Yu salió volando, dispuesto a cegar a Rebecca, pero pude lanzarle un Piro como me había propuesto, haciéndolo huir.

¡De eso nada, pajarraco!

Eran demasiados. ¡Era una locura pelear así! Íbamos a necesitar un ejército en miniatura para hacer frente a semejante bandada.

¡Avisa al general Li, el dirigente del ejército chino! —gritó Rebecca, invocando una barrera.—. ¡Los hunos se dirigen allí! ¡Van a masacrarlos!

¡Claro! ¡El ejército chino! Si ellos nos ayudaban, la desventaja numérica debería quedar compensada. Pero, ¿como iba a arreglármelas para que me hiciesen caso. ¿Y cómo iba a dejar a Rebecca sola con tantos enemigos.

Pero Maestra... ¡Yo...!

Pero me quedé con la palabra colgando de la boca cuando vi cómo la espada de Shan Yu atravesaba la barrera como si fuese de papel. ¿De qué estaba hecha esa cosa?
Me convencí de que no había otra opción, viendo el cariz que tomaba la situación. Si me quedaba allí, lo único que iba a lograr es que nos matasen a nosotros, y luego al campamento. Había que advertirles.

...De acuerdo. ¡Por favor, resista!

Girándome sobre mis talones, no me detuve ni un segundo y empecé a correr lo más rápido que mis piernas me permitían, con el campamento del ejército chino como mi objetivo. La adrenalina me estaba dando tal empujón que apenas me acordaba de respirar, y podía sentir como el latir de mi corazón resonaba en mis orejas. Detenerme por el pánico era lo último que podía hacer. Tenía que encontrar a Fátima, Hiro y al resto, y advertir al tal general Li del peligro, antes de que fuese tarde.

Cuando estuviese en el campamento, o al menos cerca de él, trataría de advertir a los soldados o convencerlos de que me dejasen llegar hasta el general, con el aliento casi agotado. Me abriría paso hasta la parte del campamento donde estuviese el general, dispuesto a avisarle. Si no me quedaba otro remedio, tendría que vociferar en cuanto pudiese ser oído.

¡Avisad al General Li! ¡Los hunos nos atacan!— exclamé —. ¡Se están haciendo pasar por aldeanos, no son los habitantes del pueblo! ¡¡Shan Yu los lidera!!

En caso de que comenzase el combate, estaría preparado. Llave Espada en una mano y daga en la contraria, estaba dispuesto a hacerles frente.
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