[Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

por **Soul Artist** » Vie Jul 11, 2014 12:55 am

Hiro, Exuy, Kousen & Hikaru
Daisuke entró en el campamento lleno de fuerza. Nadie le detuvo en su carrera: tampoco hubiesen podido. Se estaba librando una guerra allí mismo.

Exuy pudo ver cadáveres de soldados tirados por los suelos, mientras otros luchaban entre sí y daban muerte a algunos hunos. Sin embargo, el ser incapaces de distinguir a sus enemigos dejaba en clara desventaja al ejército chino: algunos se mataban entre ellos, otros se negaban a luchar pensando que estaban frente a sus aliados.

Se trataba de una total carnicería. Los hunos estaban ganando la batalla por estrategias tramposas, se ocultaban tras rostros falsos para matar a los chinos sin oportunidad de que apenas se defendieran. Además, los soldados chinos eran mucho menos numerosos: la mitad del ejército, aunque no lo supiera, había marchado a otra batalla. Si a los que se habían quedado se les restaba todos los hunos infiltrados, la inferioridad numérica era abismal.

Pero entre todos los hombres, uno de ellos luchaba bravamente. Con sólo su espada y su espíritu, un hombre musculoso y con un casco con motivos de dragones chinos luchaba contra tres hunos a la vez. Llevaba colgado al cuello un curioso colgante con la forma de una gota, una lágrima hecha de hielo; y de inmediato, a Exuy pasó a dolerle la cabeza al verlo.

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Daisuke dejó en el suelo a Exuy y sacó su espada. Se acercó al hombre, el cual de un tajo logró herir a los tres hunos; se giró para encontrarse con el gigantón de seis brazos, el cual esperó pacientemente a que terminara con sus enemigos.

—¡Señor Li! —Gilgamesh cruzó dos de sus brazos y rio en alto, lleno de confianza—. ¡Por fin nos conocemos! ¡Ah, el fragor de la batalla! Dos espíritus guerreros que chocan, preparados para acabar el uno con el otro...

—Creo que no es un buen momento, hijo.

—¡No hay otro momento! —Gilgamesh se agachó al suelo y tomó dos lanzas del ejército chino, dirigiéndolas hacia el hombre—. ¡Reclamo una batalla a muerte! ¡Sin objetos! ¡Destino Final!

Li gruñó, pero tomó su espada con ambas manos para hacer frente al gigante. Daisuke rio y se preparó para la batalla, acompañado de su fiel aliado perruno e ignorando a los hunos y soldados chinos a su alrededor.

Pero esta no llegaría. Hiro y Kousen llegaron justo en ese momento; el segundo gritaba que los hunos ya habían llegado, y había invocado la Llave Espada. Li abrió los ojos como platos e intentó pasar por al lado de Gilgamesh, el cual clavó sus ojos en el arma del chico.

—¿¡Han llegado al pueblo!? —interrogó el general. Su paso fue cortado por una de las lanzas de Gilgamesh.

—¡Esperad! ¡Este es mi momento de gloria y me lo estáis arruinando! ¿Por qué tienes Llave Espada? ¿¡Eres un espía!? ¡¡No te llevaras a mi general!!

Y para empeorar la situación, también llegó Hikaru. Él también iba con su Llave Espada en mano, siguiendo las instrucciones para encontrar a Li. La mandíbula de Gilgamesh se desencajó al descubrirle y se llevó las manos a la cabeza.

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—¡No! ¡Tú no! ¡Esta traición...! ¡Acabaré con vosotros! ¡Vamos, niño, acaba con todos ellos!

Gilgamesh dio la espalda a Li, dirigiéndose hacia los portadores de la Llave Espada. Un campo de energía se levantó alrededor de ellos, aprisionando a Li y los Caballeros dentro del campo de batalla. Los seis brazos del hombre se cargaron de fuerza, y liberó un grito de rabia.

—Es la hora de las tortas.

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* * *

Fátima
Fátima era una persona muy injusta. Era lo único que podía pensar el huno, pues la batalla la tenía asegurada antes de su aparición; era una variable en la ecuación con la que no contaba.

Primero intentó ignorar a la mujer y cargó una flecha hacia Mulan. Sin embargo, un Electro de la joven le alcanzó en las manos, haciéndole fallar el tiro. El huno gruñó y espoleó a su montura, volando a toda velocidad hacia la soldado y su capitán; pero un nuevo hechizo lanzado con total precisión, un Perla que golpeó en una de las alas del Wyvern, le hizo cambiar de opinión.

—¡Estás empezando a ser un incordio, niño!

El arquero se colocó en pie encima de su montura y saltó a unos metros de distancia de Fátima, cargando su arco durante la caída. Una flecha helada se dirigió hacia ella y la guerrera le esquivó por apenas unas décimas de segundo.

Pero se trataba de una distracción. El Sincorazón que le acompañaba voló por su espalda hasta colocar sus patas justo encima de su cabeza. En unos rápidos movimientos, sus garras comenzaron a clavarse en su pelo y tiraron de su carne en un intento de arrancarle la cabeza.

Probablemente lo hubiese logrado, si no fuera gracias a Feng. El soldado disparó una flecha de fuego que pasó por encima de la cabeza de Fátima, clavándose en el pecho del Wyvern, el cual gritó de dolor y salió volando por encima de sus cabezas, preparando sus próximos ataques. No tardaría en contratacar.

Y tampoco el huno. Aprovechando la distracción proporcionada por su aliado, había logrado multiplicar su cuerpo en tres de ellos, seguramente producto de una ilusión. Pero esta ilusión se hizo muy real cuando los tres apuntaron directamente hacia Feng, el cual corría en dirección a Fátima para socorrerla, y le alcanzaron con tres flechas diferentes: una de electricidad, otra de hielo y una más de fuego.

Feng gritó de dolor e intentó devolver una de las flechas al huno del centro, pero este sencillamente se desvaneció al alcanzarle el ataque. Feng sangraba horrores y parecía muy dolorido: se dejó caer al suelo de culo junto a Fátima, con los tres pryectiles aún clavados en su espalda.

Ambos hunos cargaron sus flechas al mismo tiempo. Estaba disfrutando con aquel sufrimiento.

—Chinos. Siempre tan patéticos.

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por **Suzume Mizuno** » Vie Jul 11, 2014 2:41 am

Contuvo un grito de satisfacción cuando sus ataques, uno tras otro, acertaron en su objetivo. Vio cómo se desviaba ligeramente el vuelo del Sincorazón y sintió la esperanza renacer en su pecho: ¡podía hacerlo! ¡Era capaz de enfrentarse a ambos!

—¡Estás empezando a ser un incordio, niño!

«¡Lo mismo puedo decir de ti!».

En ese momento, el huno se dejó caer con elegancia desde la grupa del Sincorazón y aterrizó a no demasiada distancia de Fátima, cuyo primer impulso —después de esquivar su flecha por los pelos— fue abalanzarse hacia él a pesar de lo irregular del terreno para cercenar la ventaja de su arma. Antes de nada, sin embargo, se fijó en la flecha recubierta de hielo. Y tragó saliva.

Entonces notó una presencia a su espalda y las alas del gran Sincorazón removieron el aire, a punto de derribarla. Sólo tuvo tiempo de ver dos garras gigantes antes de que experimentara unas cuchilladas y tirones en la cabeza. Soltó un alarido de dolor y levantó las manos, sacudiendo la Llave Espada en un intento de librarse de él. Un violento tirón estuvo a punto de partirle el cuello. Las piernas le fallaron y la aterrorizó la idea de que el Sincorazón la levantara en vilo, alejándola del suelo, y su propio peso acabara venciéndole la columa vertebral.

De pronto, el Sincorazón emitió un rugido, y las garras la liberaron. Cayó de rodillas, sin aliento, con los ojos arrasados por las lágrimas, y vio cómo Feng corría hacia ella para ayudarla.

El soldado chino, sin embargo, no terminó su carrera: tres flechas surcaron el viento y se clavaron en su espalda. Feng se arqueó, gritando, y cuando se volvió para disparar contra el huno, Fátima pudo ver que tenía hincadas flechas flameantes de magia. Levantó los ojos a tiempo de ver cómo uno de los… ¡¿Tres?! Arqueros se disolvía en el viento.

«¿Magia ilusoria?»

—Chinos. Siempre tan patéticos.

Maldijo e, ignorando los violentos latidos de su cabeza, se precipitó delante de Feng para cubrirle con su propio cuerpo. Apenas sí se detuvo a pensar: con un grito por el esfuerzo, arrojó un Tiro mortífero contra el Huno de su izquierda. Antes de que su Llave Espada llegara a acertar —quizás sin éxito— invocó un Aero sobre las flechas que adornaban la espalda de Feng. No creía que pudiera eliminar todos los hechizos pero, al menos sí esperaba que los suavizaran lo suficiente para poder arrancar las armas. Y al mismo tiempo que invocaba el viento se tomó a toda velocidad su Éter e levantó una Coraza para rechazar posibles flechas. Sólo entonces, y rezando porque el Sincorazón no la atacara todavía, le arrancó sin contemplaciones las saetas a Feng, resollando por el esfuerzo de haber hecho tanta magia seguida. Por último, gastó un Cura en el soldado y le gritó:

—¡Si puedes, vigila al monstruo!

Y se puso en guardia para rechazar cualquier posible ataque de su enemigo. Si trataba de agredir a Feng, intentaría apartar de su trayectoria al hombre.

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por **Kousen** » Dom Jul 13, 2014 1:58 pm

No me hizo ni falta el convencer a los soldados para que me dejasen pasar: Daisuke arremetió con semejante fuerza que parecía un auténtico Juggernaut. La situación dentro del campamento no era mucho mejor, el suelo estaba regado de cadáveres y los hunos estaban siendo eficaces con su estrategia de usar ilusiones para confundir a los soldados. Malditos manipuladores... No sabía a quien odiar más por todo aquello, a los propios hunos o al maldito Andrei por provocar semejante matanza.
El número de soldados era inferior, y se reducía por momentos. Las cosas no pintaban nada bien, y la única esperanza parecía encarnada en un soldado que vestía distinto a los demás, de manera claramente más lujosa y distinguida. ¡Incluso se las estaba apañando para vérselas con tres hunos a la vez!
Poca duda quedaba de que debía ser el General en cuestión, o al menos un cargo superior dentro de la milicia.

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Nada más verle, Gilgamesh soltó a Exuy (con el que había estado cargando hasta ahora) en el suelo, desenvainando su espada y acudiendo junto al hombre. Mi primer pensamiento fue acercarme a comprobar el estado de Exuy, pero el tiempo apremiaba. Tenía que advertir al general primero, y rápido.
Lástima que el hombre de los seis brazos parecía incluso más interesado en complicar las cosas.

—¡Señor Li! ¡Por fin nos conocemos! ¡Ah, el fragor de la batalla! Dos espíritus guerreros que chocan, preparados para acabar el uno con el otro...

—Creo que no es un buen momento, hijo.

—¡No hay otro momento! —Exaltado, el corpulento hombre tomó dos lanzas del suelo, apuntando al General—. ¡Reclamo una batalla a muerte! ¡Sin objetos! ¡Destino Final!

<<¿Siempre tienes que causarme dolor de cabeza?>>, pensé para mis adentros.

No había tiempo para tonterías: Me las arreglé para alcanzar a Hiro, y no perdí un segundo en avisar al General del peligro inminente. Había que contraatacar y salvar a Rebecca se Shan Yu, ¡ya!

—¿¡Han llegado al pueblo!?

—¡Sí, señor!— proseguí, alarmado—.Mi maestra se ha quedado atrás para retener a Shan Yu, pero...

Pero Gilgamesh no estaba dispuesto a perder su batalla. Se interpuso en el camino del General, actuando como una pared entre nosotros, y estaba visiblemente alterado.

—¡Esperad! ¡Este es mi momento de gloria y me lo estáis arruinando! ¿Por qué tienes Llave Espada? ¿¡Eres un espía!? ¡¡No te llevaras a mi general!!

—Así que conoces la Llave Espada... estaba yo en lo cierto.

Mis sospechas y las de Ronin parecían más que confirmadas. Aquel tipo estaba trabajando con fuerzas exteriores a aquel mundo, y si nos trataba de espías solo por ser de la Orden, tenía que ser parte de uno de esos grupos que saboteaban el equilibrio por sus propios intereses.
Para colmo, Hikaru irrumpió en la escena de la nada, armado con su Llave Espada también. La furia de Daisuke, Gilgamesh o como se llamase, estalló.

—¡No! ¡Tú no! ¡Esta traición...! ¡Acabaré con vosotros! ¡Vamos, niño, acaba con todos ellos!

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El Gigante se giró completamente hacia nosotros, cargándose de fuerza mientras una barrera de energía se levantó a nuestro alrededor, atrapándonos a nosotros y a Li con él. Era igual que aquella vez con el Camaleón en Bastión Hueco... no había forma de atravesar aquel muro de energía mientras Gilgamesh estuviese en pie. No quedaba otra opción.

—Es la hora de las tortas.

Estaba harto de las locuras de este tipo. Primero nos arrastra a una caverna perdida de la mano de Dios por una espada, luego monta un cirio que nos hace dividirnos, trata de asesinar al General y ahora estaba arriesgando vidas inocentes al encerrarnos a todos con él, mientras que los demás y los Maestros...

Me acerqué rapidamente a Exuy, tocándole el hombro para espabilarle y ayudarle a ponerse en pie.

—Estoy cansado de tus tejemanejes.— gruñí a Gilgamesh, aferrando con fuerza mis armas—. MUY cansado.

Coloqué en posición de batalla, echando un vistazo al terreno de batalla y a los demás antes de clavar la mirada en Gilgamesh. Si íbamos a pelear contra él, tendríamos que tener cuidado con esos brazos de más, y luego estaba la Espada de Loto. No estaba seguro de si era tan legendaria como decían, pero sería mejor mantenerse fuera del rango de la misma. Hiro no tendría problemas, siendo un atacante a distancia con sus armas de fuego, pero los demás habríamos de andarnos con ojo.
En lo referente a las lanzas, habría que jugársela esquivando o bloqueando. Cuando más lejos las golpeásemos de su mano, más fuerza tendría que aplicar para moverlas contra nosotros. Susurré estas observaciones a mis compañeros de la forma más breve posible, no podíamos quedarnos ahí como pasmarotes.

—Si alguno puede hacerse cargo del chucho, lo agradezco.— susurré.

Luego estaba Enkidu. Olvidarse del cánido Sincorazón sería un error fatal, teniendo en cuenta que era mucho más rápido que su dueño y que podía venir por retaguardia.

—No tenemos tiempo que perder contigo, Gilgamesh. Déjanos salir.— sentencié, tajante.

Comenzaba la batalla. No podíamos entretenernos, así que habría que empezar fuerte mientras aún se estaba preparando para batallar. Si Enkidu venía a por mí, confiaba en que alguno de mis compañeros se hiciese cargo del perro, o tendría que asestarle un golpe con la Llave Espada ya mismo.
En cuanto a Gilgamesh, era la principal amenaza. Lo primero que haría sería convocar un Aqualung sobre su cabeza, y mientras estuviese entretenido con la explosión de agua, deslizarme hasta su lado y golpearle con la Llave Espada en las piernas, su punto de apoyo. Inmediatamente, retrocedería hasta una posición fuera del rango de sus armas, dejando el camino abierto a los demás.

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por **James Bond** » Dom Jul 13, 2014 3:20 pm

Cuando salí de la cabaña donde había estado retenido y me dirigía a buscar al General Li, ví una escena de lo más peculiar. Daisuke, Hiro, Kousen y el propio General parecían estar luchando. No podía quedarme ahí quieto, tenía que avisar a Li de lo que ocurría, como me pidió Yao, así que corrí hasta su posición mientras les decía:

—¡General! ¡El enemigo está atacando al pueblo! Usan una magia extraña para disfrazarse y...
—¡No! ¡Tú no! ¡Esta traición...! ¡Acabaré con vosotros! ¡Vamos, niño, acaba con todos ellos!

Entonces Daisuke gritó de rabia. No sabía si me estaba pidiendo a mí que acabara con mis compañeros, pero eso no iba a suceder.

—¡Lo siento, Daisuke, Gilgamesh o como quiera que te llames! ¡Pero no pienso traicionar a mis compañeros!
—¡Es la hora de las tortas!

Junto a nuestro enemigo, estaba aquel chucho sincorazón de color verde. Desgraciadamente, yo no disponía de habilidades de combate que pudieran hacer frente al hombre de los seis brazos, por lo que me centraría en el sincorazón. Desenvainé mi otra espada. Con Llave-Espada en mano derecha, y espada en mano izquierda, haría frente al chucho. Me lanzaría contra él con la intención de propinarle un ataque frontal con ambas armas. A su vez, ejecuté un hechizo Libra para obtener la información de nuestro ex-compañero. Aunque no pudiera combatirle, podía analizarle y avisar a los demás de que hacer.

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por **RedXIII** » Lun Jul 14, 2014 3:02 am

...Guerra...

Había oído hablar tanto de ella, incluso imaginado lo divertido que sería para un guerrero aquella experiencia pero la realidad era más chocante, cadáveres en el suelo, confusión, dolor... El choque de las armas entre sí ensordecía el lugar, el compañerismo y la confianza habían sido substituidos por el engaño y el miedo de sus compañeros ¿Que estaba pasando? Los Soldados se atacaban entre ellos, los cuerpos inertes de sus compañeros se apilaban en el suelo como si nada y entre ellos el general Li, un gran guerrero disputando una extraño combate.

>>¡Artefactos ilusorios!.

¿Podía ser que... aquellos fueran Hunos disfrazados? El famoso ataque había empezado y ni siquiera había podido avisar de el.

Kousen apareció corriendo con llave en mano, sus gritos afirmaron lo que sospechaba, los Hunos se habían infiltrado pero ¿Donde estaba el maestro Ronin?

—¿¡Han llegado al pueblo!?

—¡Sí, señor! Mi maestra se ha quedado atrás para retener a Shan Yu, pero...

—¡Esperad! ¡Este es mi momento de gloria y me lo estáis arruinando! ¿Por qué tienes Llave Espada? ¿¡Eres un espía!? ¡¡No te llevaras a mi general!!

Al grupo se unió Hikaru, quien también venía preparado para el combate y pregonando las conclusiones de Hiro a grito pelado.

—¡Lo siento, Daisuke, Gilgamesh o como quiera que te llames! ¡Pero no pienso traicionar a mis compañeros!

—Pues bien que intentaste vender a MoguDer — Susurró el aprendiz algo indignado.

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—¡No! ¡Tú no! ¡Esta traición...! ¡Acabaré con vosotros! ¡Vamos, niño, acaba con todos ellos!

Una extraña barrera familiar para Hiro se levantó alrededor del campo de batalla, atrapando a sus compañeros, al general Li y a Gilgamesh, aquello solo significaba una cosa, el único camino para poder salir de ahí era luchar contra el.

—Es la hora de las tortas.

—Ag, que malo.

Estaba claro que con su revólver debería encargarse de cubrir cualquier imprevisto, incluyendo al extraño chucho de colores vistosos, más raro que un perro verde.

—Yo me encargaré de cubrir desde aquí para proteger al General — Acompañó al susurro anterior de Kousen.

Esperaría al momento en que Kousen entablara combate para disparar 2 o 3 balas hacia Gilgamesh, teniendo tanto cuerpo era un objetivo sumamente fácil al cual disparar, sobretodo a sus grandes extremidades que podían jugar una mala pasada, también intentaría evitar que Li recibiera ningún daño.

por **Yuehito** » Mar Jul 15, 2014 7:05 am

Podía sentir intensamente el cansancio mágico, que no había experimentado antes. Cargado desde los escombros en llamas hasta ya estar de rodillas al suelo, un poco agitado luego de haber sido cargado por el hombre de seis y un brazos. Mareado, intenté ponerme en pié con la amable ayuda del joven colmillos peligrosos. Le miré con miedo al principio pues no sabía en la situación actual en que me encontraba y más confuso fue cuando noté los cuerpos caídos como la vez del templo, aquel rojo que bañaba la tierra me hizo sentir pánico y aferré mis manos en la ropa de Kousen.

Ya apenas sosteniendo mis piernas mi mirada notó al hombre que cargaba mi suerte de vida, Li. Entonces un dolor de los mil demonios posó sus rasguños en mi sien logrando tambalear en el intento de resistencia. Y en su cuello, en su forzudo cuello, colgaba el collar que necesitaba para cumplir mi promesa, y comencé a dudar, de mis fuerzas, de mis capacidades ¿Había sido de sabio haber llegado tan lejos, era seguro lo que hacía? ¿Qué pretendía si a mis espaldas estaba el mismo infierno con uno de los demonios más peligrosos con interés de destruirnos?

—Yo me encargaré de cubrir desde aquí para proteger al General...

—No… ¡NO! —dije angustiado.

La ansiedad de tomar el objeto engullía mis ganas, de abalanzarme hacia él y acabar esto. Agachando mi cabeza intenté omitir lo que habían soltado mis labios e intenté pensar en algo rápido.

—Lo cubriremos y lucharemos con él… — dije a Hiro.

Si bien, en aquella batalla, yo era uno de los más débiles, mis fuerzas no serían capaces de ir contra gilgamesh, ni menos tendría posibilidad de batir un golpe al inmenso monstruo.

¿A quién debía defender en estos momentos? ¿Si liberaba a Shiva esto podría acabar de buena forma? ¿Podría ella entender mis emociones? ¿Si ella controlaba mi vida así pendiendo de la muerte, debía saber lo que sentía en ese momento?

Prométeme que no le harás daño a mis amigos… eso te cuenta a ti… —Pensé.

Entonces esperé, pacientemente al primer golpe, al movimiento que podía ejercer en defensa apoyando a mis compañeros, al golpe final que se le podía dar a Gilgamesh, al instante en que Li cayera y escabullera mi delgada mano en su espalda para sostener su caída, para con una mano bacilar la atención de éste y desabrochar el objeto, con delicadeza, con sigilo, con temor, con deseo y tomar el cristal que parecía ser la lágrima de Shiva.

Pero ante todo sentía que el ángel negro esperaba sentado fuera del campo esperando a cortar mi cabeza… tenía miedo.

por **Soul Artist** » Mié Jul 16, 2014 1:11 am

Hiro, Exuy, Kousen & Hikaru

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Los aprendices no perdieron el tiempo. Se colocaron en posición de batalla, al igual que el general Li; comprobaron bien que no podían escapar de allí. Enkidu se mostró nervioso, comenzando a saltar de un lado al otro con los ojos bien clavados en Kousen. Sabía bien que su trasero era delicioso, y ahora podría saborearlo a fondo y con tiempo.

—No tenemos tiempo que perder contigo, Gilgamesh —advirtió serio como un témpano el aprendiz, con su Llave Espada en mano—. Déjanos salir.

El gigantón se echó a reír de forma exagerada, apoyando una de sus manos en su rodilla derecha. Dibujó media sonrisa y agitó sus armas en dirección al muchacho.

—¡Sólo un cobarde rechazaría tal épico combate! —le acusó el Villano Final—. Aquellos que seguimos la senda del guerrero nunca huimos. ¡Lucharemos hasta la muerte, o hasta que se agoten las baterías de nuestras videoconsolas!

Enkidu ignoró la palabrería de su dueño. Se lanzó corriendo directamente contra Kousen, preparado para vengarse por haberle dejado tirado en la cueva: y poco antes de alcanzar su posición, una Llave Espada le arrolló. El Sincorazón cayó a varios metros de distancia y se levantó de inmediato, agitando su cuerpo para rugir de inmediato en dirección a su atacante: Hikaru.

El aprendiz de lanzó de nuevo contra el perro y le dio otro golpe con su espada normal, dejando atontado al pobre animal. Aprovechó para usar Libra en su dueño y descubrió información importante sobre él, pero el animal captó su distracción: saltó directo a su cara y le mordió esta, casi arrancándole la nariz. Una vez lograra librarse de él, le ladraría mientras saltaba hacia atrás. No sufrió daños por ello... Pero descubrió, para su horror, que se había quedado sordo.

Kousen inició su parte del combate contra el grandullón. Invocó una burbuja de agua que se colocó encima de este; su rival se quedó observándola, atontado con el hechizo, y se rio en alto, incapaz de tomárselo en serio. Cuando le estalló en la cara y quedó empapado dejó de reír.

—¡Oye! ¡Te parecerá bonito!

Pero al aprendiz no sólo le parecía precioso, sino que se deslizó cerca de él para golpearle físicamente con la Llave Espada. Gilgamesh emitió un quejido y se arrodilló al suelo, pero aquello le enfureció: antes de que el chico escapara le tomó con dos de sus brazos y le alzó por encima de su cabeza. Ni siquiera se levantó: bajó al muchacho directamente contra su rodilla y su espalda se quebró al entrar contacto con él. El dolor fue grande.

—¡Hale, niño, ya puedes retirarte! —se burló el grandullón mientras arrojaba a Kousen a su espalda como si de una bola de papel se tratase.

El gigante volvió a colocarse en pie y notó cómo dos disparos ínfimos le golpeaban el pecho. El grandullón se mofó de Hiro y soltó una de sus lanzas.

—¿A eso lo llamas un disparo? —entre sus cuatro manos libres apareció un vórtice negro de energía, y de él salió un gordo misil con sonrisa de tiburón y ojos afilados—. ¡Esto es un disparo!

El misil salió volando en dirección a Hiro. Este disparó contra el ataque, pero no se vio afectado en su trayectoria: continuó dirigiéndose hacia el muchacho, hasta explotar al entrar en contacto con él. Tomó de nuevo la lanza del suelo y dio un brinco hacia el cielo, siendo su silueta iluminada por la luna. Dirigió sus dos armas en dirección al muchacho y dejó caer todo su cuerpo sobre él.

Pero no llegó a atacar a Hiro. Poco antes de atravesarle con sus armas, algo le golpeó en un lateral y lo desvió varios metros, provocando un cráter en el suelo. Gilgamesh se levantó entre el humo y dirigió su mirada hacia su atacante:

Un perro moguril.

—¡Eh! ¡Las mascotas no están permitidas en combate! —protestó el grandullón, a lo que Enkidu afirmó con un ladrido en su dirección.

El General Li aprovechó la protesta de Gilgamesh para su provecho. Clavado en su sitio, tomó su espada con ambas manos y cerró los ojos, con el filo frente a su nariz. Su sombra proyectada por la luna se levantó hacia el cielo y tomó la forma de un dragón, cuyo chillido se dirigió hacia el cielo; la criatura se lanzó contra el enemigo y le atravesó, provocando un grito por su aparte.

—¡¡Un descanso, por favor!!

Aquello era lo último que le iban a dar al grandullón.

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* * *

Fátima
El Tiro mortífero acertó en el huno correcto, dejándole atontado unos instantes. Fátima aprovechó para tratar de inmediato las heridas de Feng y protegerse a sí misma, pues su doble no había desaparecido.

Sin embargo, después de usar Cura sobre su aliado, Fátima se vio obligada a empujarlo a un lado cuando el Sincorazón aterrizó entre los dos, intentando aplastarles con su cuerpo. Emitió un rugido en dirección a la aprendiza y lanzó un mordisco a su brazo, arrancándole parte de la ropa. No contento con intentar desnudarla, extendió sus brazos hacia ella y sus ojos brillaron con fuerza.

Pero no continuó cuando notó dos flechas clavarse en su espalda. Se giró para protestar en dirección a Feng y voló en su dirección, golpeándole con la cola. El hombre volvió a atacar con su arco, ignorando el ataque del Sincorazón, y cuando el ataque le alcanzó el monstruo gritó de dolor y se dejó caer por el barranco. Su cuerpo se desvaneció antes de tocar a Mulan y Shang, liberando un corazón vacío en su lugar.

—¡No! ¡Mi mascota!

El arquero cargó una flecha y atacó a Feng con ella, tirándole el arco al suelo tras rozarle la mano. Después, cargó un nuevo ataque de hielo dirigido hacia Fátima, pero su Coraza se encargó de detenerla.

Rabioso, el enemigo cargó una tercera flecha, con su copia imitándole. Sin embargo, no las liberaron en dirección a los otros dos combatientes: descargaron sus proyectiles, uno de fuego y el otro de hielo, hacia la pared rocosa en la que estaba Mulan. La explosión que provocaron al entrar en contacto la una con la otra, antes de chocar en la pared, provocó un pequeño derrumbamiento de rocas que se dirigió en dirección a Mulan y Shang: morirían aplastados si no hacían nada.

Sin embargo, el huno parecía muy cansado y debilitado. Jadeaba, y el ataque anterior de Fátima había provocado una herida en su frente, la cual le distinguía de su doble. Estaba a punto de caer.

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por **RedXIII** » Mié Jul 16, 2014 3:36 am

—¡Sólo un cobarde rechazaría tal épico combate! — anunció entre risas dirigiéndose hacia Kousen—. Aquellos que seguimos la senda del guerrero nunca huimos. ¡Lucharemos hasta la muerte, o hasta que se agoten las baterías de nuestras videoconsolas!

Ciertamente Hiro pensaba de forma similar, un combate le parecía algo muy importante y el abandonarlo no era más que una forma de demostrar cobardía, pero tampoco era necesario morir por aquella causa, no siempre tenía que quedar uno.

Un ataque fallido hacia Kousen, por parte de el extraño perro verde, terminó en un inesperado ataque hacia Hikari, aquel animal no parecía fuerte pero sí una molestia, por suerte se lo quitó de encima sin que tuviera que intervenir nadie.

El extraño ataque de Kousen pareció ser más una broma para Gilgamesh que otra cosa, se parecía tanto a Kefka, ambos no sabían tomarse a sus enemigos de forma seria.

—¡Oye! ¡Te parecerá bonito!

—¡Hale, niño, ya puedes retirarte! — Cogió a Kousen con sus musculosas manos y lo lanzó lejos sin esfuerzo, sin duda tenía una gran fuerza, era el momento perfecto para disparar.

—¿A eso lo llamas un disparo? — de un extraño agujero salió algo que no creía que fuera posible, un misil con una burda sonrisa dibujada —. ¡Esto es un disparo!

Era demasiado rápido para esquivarlo satisfactoriamente así que solo le quedaba una opción; hacerlo detonar, era la idea más sensata, venía de cara y una de sus balas sería suficiente para hacerlo detonar antes de que llegara, o eso pensaba, al impactar la bala no le hizo ni cosquillas al proyectil el cual impactó directamente contra el aprendiz, empujándole hacia atrás con brusquedad, Gilgamesh aprovechando la explosión saltó con una lanza en una de sus manos en dirección al aprendiz con intención de atravesarlo, Hiro temía por su vida, casi podía ver en el rostro de Gilgamesh la dulce muerte en busca de su mortal vida, hasta que apareció el...

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Como la brisa en verán o una vela en la oscuridad un ser golpeó el lateral del enemigo para contrarrestar su objetivo, lanzando a Gilgamesh unos metros hacia al lado.

Un feroz y anaranjado animal se mostraba firme sobre sus cuatro patas y preparado para la batalla, luciendo con orgullo las partes de una armadura desgastada y prácticamente perdida que reflejaba con dificultad la belleza de la luna, sus ojos y sus dientes llenos de rabia solo mostraban un deseo; eliminar al enemigo de su amo, como un viejo Samurái que ronda en busca su objetivo.

—¡Eh! ¡Las mascotas no están permitidas en combate!

—¡Calla, especie de hombre pulpo sin cejas! — replicó enfadado —En estos mundos de hombres y quimeras juré que nadie haría daño a maese Hiro y mientras siga vivo esa promesa seguirá en pie.

El malherido Hiro se puso de pie con las fuerzas que aun le quedaban preparándose para el combate, su compañero no tardó en acercarse a el para ver su estado.

—¿Como esta?

—Puedo ponerme en pie, suficiente ¿No?

Mientras ellos hablaban Gilgamesh fue victima del poderoso ataque del General Li, algo que aprovecharon el perro para curar a su amo con un Cura y Hiro para disparar un Kasai contra Gilgamesh, dejándolo todo a la suerte y juicio de sus compañeros.

—¡A ver que te parece este!

MoguDer se dirigiría rápidamente hacia Enkidu para morderle si intentaba atacar a algún compañero o al mismísimo Hiro, si Gilgamesh volvía a intentar disparar otro proyectil hacia Hiro, este lo esquivaría dando un doble salto.

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por **James Bond** » Mié Jul 16, 2014 5:20 pm

Inmediatamente, todos nos pusimos en movimiento para derrotar a nuestro enemigo, el cual rio cuando Kousen le ordenó que se apartara.

—¡Solo un cobarde rechazaría tal épico combate! Aquellos que seguimos la senda del guerrero nunca huimos. ¡Lucharemos hasta la muerte, o hasta que se agoten las baterías de nuestras videoconsolas!— Declaró Daisuke. ¿Acaso creía que estábamos en un videojuego?

Cuando Endiku decidió de ir a por Kousen, afortunadamente logré interceptar su ataque, aunque obviamente, me convertí en su nuevo objetivo.

—¡Vamos chucho verdoso! ¡Ven aquí si tienes narices!

En aquel preciso instante, recibí en mis ojos la información sobre Daisuke gracias al hechizo Libra que había conjurado anteriormente. Para empezar, ni siquiera se llamaba Daisuke, sino Gilgamesh, un nombre extraño sin duda alguna. Y podía usar hasta seis armas a la vez, aunque claro, tenía seis brazos, de modo que era normal... ¿no? Pero lo que más me extrañó fue uno de los dos puntos débiles que tenía. Aunque el otro era desconocido, el que se dió a conocer me dejó bastante descolocado. ¿Las cosquillas? Aquello parecía una broma de mal gusto. Además, dudaba mucho que Gilgamesh fuera a dejarse hacerse cosquillas. Pero tenía que pasar esa información.

—¡Chicos, una de sus deb... AAAAAAAAH!

De pronto, Endiku saltó hacia mi cara y empezó a morderme. Forcejeé con él para quitármelo de encima, no quería correr la misma suerte que Kousen. Maldito chucho, se iba a enterar. Había logrado enfadarme, y lo iba a pagar muy caro. Veía como se movía hacia atrás cuando logré quitármelo de encima y abría la boca, pero no escuchaba nada. También ví como Gilgamesh decía algo, pero no podía oirlo. ¿Es que acaso me había quedado sordo al ser atacado por el chucho?

—¡¡TE VAS A ENTERAR ENDIKU!!— Grité enfurecido, pero antes de ir a por el sincorazón, tenía que avisar a los demás—. ¡¡Chicos, tenéis que lograr hacerle cosquillas a Gilgamesh!! Es una de sus debilidades.

Entonces rápidamente me lancé a por Endiku, con ambas espadas en mano. Tenía que acabar pronto con él o daría más problemas. Así pues cuando estuviera lo suficientemente cerca del chucho empezaría a acribillarlo a espadazos, tanto de mi Llave-Espada con la normal, asegurándome de que el golpe que le derrotase fuera con la Llave-Espada.

por **Suzume Mizuno** » Sab Jul 19, 2014 3:27 pm

Los dientes del Sincorazón se le hundieron en la piel. Fátima lanzó un alarido cuando la manga del uniforme se le desgarró, llevándose sangre y piel por delante. Se quedó sin aliento y su grito murió a medio camino, mientras la Llave Espada se le desvanecía al escurrírsele de los dedos. Emitió un gorgoteo de horror al ver que las inmensas manos de la criatura se cernían sobre ella, mientras sus ojos resplandecían con crueldad.

Entonces el monstruo sufrió un espasmo y se giró en redondo. Con la visión nublada por el dolor, Fátima se desplomó de espaldas, sosteniéndose el brazo herido, y vislumbró cómo Feng cargaba una nueva flecha. La saeta silbó al cortar el aire y se clavó en el frente del Sincorazón, que rugió y se desvió hacia el barranco… Y desapareció. Acto seguido, un resplandeciente corazón ascendió rápidamente hacia el cielo.

—¡No! ¡Mi mascota!

Con un movimiento fulminante, el huno disparó y le arrebató con el impacto el arco a Feng, dejándolo desarmado. Antes de que Fátima pudiera hacer nada, disparó en su dirección. Gritó y se encogió para protegerse. Sin embargo, la flecha rebotó contra la Coraza que había invocado antes. El corazón le dio un vuelco en el pecho y experimento una inyección de adrenalina que la hizo levantarse de un salto, ingorando los aguijonazos de dolor que le subían desde el brazo herido. Invocó la Llave Espada. ¡Tenía que aprovechar que estaba protegida para eliminarle de una vez! ¡Antes de que la magia desapareciera!

Pero el huno se le adelantó: tanto él como su copia cargaron flechas que, en vez de enfilar hacia Fátima o Feng, se dirigieron hacia donde estbaa Mulán.

—¡¡NO!!—gritó, adelantándose, si bien sabía que no iba a llegar a tiempo.

Los hunos dispararon y las flechas mágicas impactaron contra la pared que había sobre la que se encontraban el capitán Shang y Mulán, provocando un desprendimiento de rocas.

Fátima rugió de rabia y apuntó con una mano al huno: con un Blanco Fijado, disparó un Perla. Prepararía un Piro para emitir por si no conseguía aturdir a su enemigo. Pero, en principio, confiando en la protección de su Coraza, se arrojaría sobre el huno y, furiosa, se esforzaría por inmovilizarle desgarrando la propia camisa del huno. No iba a permitir que se escapara sin interrogarle antes.

Dejándolo bien atado, correría hacia el borde del barranco y gritaría, al borde del histerismo:

—¡¡Ping!!

¡No podía ser, no podía ser! ¡¡Tenía que estar viva!!

—¡Ping, capitán!

Buscó torpemente la cuerda que llevaba en su equipo y exclamó:

—¡Señor Feng, sostenga un extremo!

Seguramente él se las apañaría mejor removiendo rocas que ella, pero no estaba segura de que pudiera soportar su peso. Por eso, si él consentía, bajaría usando la cuerda, con la intención de desenterrar o ayudar a su amiga y a su capitán. Si conseguía encontrar a alguno y era necesario, ejercía un Cura sobre el que estuviera más malherido.

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▪ Cura (HM) [Nivel 5] [Requiere Poder Mágico: 7]. Cura las heridas más leves y alivia un poco la fatiga.[/spoiler]

por **Kousen** » Lun Jul 21, 2014 10:36 pm

La pelea no tardó en comenzar: Enkidu, como había supuesto, había ido directo a mí para quedarse a gusto con los mordiscos, pero Hikaru se hizo cargo del chucho. Lo mejor fue que Gilgamesh subestimó mi ataque, riéndose de la burbuja de agua hasta que esta le estalló en la cara.

—¡Oye! ¡Te parecerá bonito!

<<Bonito se queda corto>>, pensé.

Logré golpearle en las rodillas sin ningún problema, pero cuando quise salir por patas, me había agarrado con dos de sus brazos, levantándome como si fuese una hoja.

—¡Suéltame, cavernícola!— protesté, pateando en vano para liberarme—. ¡Te voy...! ¡Ah!

No pude acabar la frase, porque en ese mismo instante, el gigante me arrojó con violencia hacia abajo. Esperaba dar un espaldarazo contra el duro suelo, pero lo que sucedió fue aún peor. Sentí la rodilla de Gilgamesh clavándose en mi espalda, mientras que sus brazos continuaban tirando de mí hacia abajo.
Sentí como el dolor me recorría toda la columna y me arrancaba un grito ensordecido por la violencia con la que el aire era expulsado de mis pulmones. La visión se me nubló, sentía como si fuese a romperme en dos... en el peor de los casos, podría causarme un daño permanente y dejarme paralizado.

Tras unos segundos de dolor que se me hicieron eternos, Gilgamesh levantó mi cuerpo casi inerte en el aire, triunfante.

—¡Hale, niño, ya puedes retirarte! —dijo, con tono brabucón.

Sentí la fuerza del hombre lanzándome por los aires, impotente para resistirme, sintiéndome como basura al ser tirado por encima de su hombro de aquella forma tan despectiva. El dolor solo empeoró al girarse mi cuerpo en mitad del aire, y cuando me dí de espaldas contra el suelo, volví a gritar brevemente.

—Hijo de la grandísima...— gruñí, a duras penas.

No parecía que me hubiese roto la espalda, pero sentía como si fuese el caso. Apenas pude darme la vuelta en el suelo para colocarme tumbado en una posición desde la que pudiese observar lo que pasaba.

Cuando me aclaré lo suficiente, solo pude ver a Hiro a punto de recibir un misil que había salido de la nada, que explotó mientras Gilgamesh se propulsaba en el aire, listo para lanzarse contra el híbrido. Sin embargo, algo salió de la nada, desviando al hombre. Cuando la polvareda se aclaró, pude ver algo que parecía ser una mezcla de un perro y un Moguri.
¿MoguDer...?
Con mucho esfuerzo, me las arreglé para apoyarme sobre mis rodillas y mis brazos, ganándome otra punzada de dolor en la espalda. Tenía que rebuscar en mis bolsillos para sacar algo que me restaurase la salud.

—¡Eh! ¡Las mascotas no están permitidas en combate!

Menudo hipócrita.
El General no desperdició un solo momento. Viendo la distracción de Gilgamesh, invocó una técnica que me dejó con la boca abierta: Con la luz de la luna a su favor y una gracilidad propia de un maestro, la figura de un dragón surgió desde su espada, impactando contra el enemigo.

—¡¡Un descanso, por favor!!

—Que te lo has creído.— musité, sacando la Ultrapoción que llevaba encima y bebiéndomela de un trago.

Suspiré de alivio al notar los efectos restaurativos de la poción, poniéndome en pie de un salto. Justo en ese momento, escuché a Hikaru gritar algo de cosquillas y debilidad de Gilgamesh. Podíamos usar aquello a nuestro favor, pero no se iba a dejar atrapar así como así.
Habría que distraerle primero.

Agarré de nuevo mis armas del suelo, y empecé a correr hacia el enemigo. En todo momento tendría cuidado de no quedar atrapado en uno de los ataques de Gilgamesh o Enkidu, teniendo siempre al hombre de múltiples brazos como objetivo.

—¡¡Nada de descansos!!

Cuando estuviese cerca del tipo, había varias opciones. Si trataba de atacarme inmediatamente, esperaría al momento justo para activar Paso Destellante, escurriéndome entre sus piernas con el desplazamiento frontal. Una vez estuviese detrás de él, aprovecharía el efecto temporal de la habilidad y me agarraría a su espalda, haciéndole cosquillas en las axilas, especialmente en la del brazo con el que sostuviese la Espada de Loto o alguna de las lanzas.

En caso de que decidiese no atacarme o estuviese con la guardia demasiado alta como para intentar la maniobra, usaría primero un Piro directo a su cara para distraerle momentáneamente, dándome unos segundos para llevar a cabo la maniobra ya mencionada.
En cualquier caso, me haría cargo de hacerme cosquillas a Gilgamesh, agarrado a su espalda. Si en algún momento veía que intentaba escurrir uno de sus brazos para agarrarme con él, le haría cosquillas en ese mismo brazo. Tenía que mantenerme así todo el tiempo posible.

—¡Ahora es el momento! ¡Dadle con todo!

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por **Soul Artist** » Mar Jul 22, 2014 2:38 am

Hiro, Exuy, Kousen & Hikaru

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No habría descanso alguno. Kousen se lanzó contra Gilgamesh a una velocidad cegadora que dejó atontado al villano, el cual intentó atraparlo sin éxito; gruñó de la frustración, lanzando los brazos hacia su alrededor.

—¡Deja de moverte, leñe, que quiero ganar!

Con aquella actitud y todos sus movimientos hacerle cosquillas era imposible. Kousen lanzó una bola de fuego en dirección a Gilgamesh que le dejó atontado, momento perfecto para meter sus manos entre dos de sus sobacos y comenzar a rascar. El gigante echó a reír como un loco e intentó librarse a puñetazos del rápido Kousen, pero sus reflejos eran demasiado para él.

—¡Para, jijiji! ¡No puedo...! ¡Ja, ja, ja!

Y aprovechando la oportunidad, un recién curado Hiro lanzó un Kasai en dirección a Gilgamesh. El villano dejó de reír de inmediato: el ataque había sido el doble de efectivo gracias a las cosquillas sufridas por culpa de Kousen. Sin embargo, aquella estrategia ya no valdría mucho más tiempo.

El gigante se apoyó en el suelo con una rodilla y comenzó a hiperventilar. Dirigió una mirada hacia Enkidu, su fiel compañero: este había recibido un golpe de Hikaru, pero el segundo logró esquivarlo para lanzarse al brazo del muchacho y dañárselo seriamente, con sus dientes firmemente clavados en él y deteniendo todo ataque de su espada normal.

Sin embargo, Hikaru no estaba solo. Fue rescatado en el último momento por MoguDer, la fiel mascota de Hiro, quien acudió con otro mordisco en dirección al pobre Enkidu. El Sincorazón lloriqueó y se apartó de inmediato, enseñando los dientes a ambos contricantes.

—¡No puedo más!

La confesión de Gilgamesh era algo melodramática. El enemigo se había colocado una de sus manos en la frente, simulando estar débil y a punto de caer en un desmayo.

—¡Ay, me duele todo! ¡Decidle a mi abuelita que la quiero! ¡Y a Bartz, que siento no poder volver a luchar con él! ¡Nada deseaba más en este multiverso!

Y, cuando parecía falsamente derrotado, el gigantón se levantó de un salto de su sitio con sus armas en alto. Dos capas protectoras le cubrían las cuales brillaban frente a él con gran espectacularidad: si conocían los hechizos, los identificarían como Coraza y Escudo.

—¡Que os lo habéis creído! —se mofó Gilgamesh, riendo en alto—. ¡Habéis caído en la clásica trampa del falso llanto! ¡Mientras sentíais pena, he reforzado mis defensas para vencer en esta batalla!

El perro Sincorazón abandonó a Hikaru y MoguDer para correr junto a su dueño. Desde su posición ladró en dirección a Exuy, a lo que Gilgamesh contestó mirando en aquella dirección.

—¡Vamos, Enkidu! ¡Démosles una...! ¿Eh? ¿¡Pero tú quién eres!?

La situación había cambiado. Distraídos por el fragor de la batalla, alguien había llegado hasta ellos y había roto la barrera con su espada mágica; Kousen le reconocería bien. Un huno, grande como el que más, con una mirada decidida y sonrisa siniestra. Li, junto a Exuy, abrió los ojos como platos al verle allí.

—Shan Yu...

—¡No puedes entrar en mitad de una pelea en nuestro campo! ¡Va en contra de las normas! —protestó Gilgamesh, sacando un libro de la nada y arrojándoselo al huno.

Este, sin embargo, no se dignó a atender las protestas de nadie. Con su espada desenfundada caminó lentamente en dirección al general Li, invitándole en silencio a un duelo. El hombre suspiró con pena y levantó también su arma, aceptando su batalla.

—¿Qué archidiablos...? ¡Vosotros! —Gilgamesh se dirigió hacia sus contrincantes—. ¡Esta es mi batalla! ¡Mi momento de gloria! ¿¡Qué pinta ese en MI batalla!?

Era cierto, su batalla era contra él. Debían decidir si querían terminar con su presencia en aquel mundo de una vez por todas o, por el contrario, ayudar al general Li a luchar contra el líder de los hunos.

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* * *

Fátima
Caos y destrucción.

El huno cayó de inmediato ante el Perla de Fátima, agotado y herido. Sin embargo, tirado en el suelo y sin fuerzas, rio en alto en dirección al soldado: sonrió con debilidad y se burló, sabiendo que la histeria que estaba sufriendo su enemigo era inútil.

—Tu capitán ha muerto, y pronto lo hará tu general —aseguró el arquero—. Habéis perdido. Los hunos tomamos el control de China ahora.

—Anda, calla un rato —le ordenó Feng, pegándole con la punta de su arco en la cabeza para dejarle inconsiente.

Fátima se lanzó al vacío con la cuerda, ayudada por su compañero de batalla. Descendió hasta las rocas, y por primera vez vio los muchos cuerpos de los soldados muertos que habían caído por el precipicio: no habían sobrevivido. La caída los había matado a todos, y otros tantos se encontraban sepultados por las rocas.

Pero no llegó hasta ellos. Agarrada a un risco se encontraba Mulan, su amiga, quien sujetaba a duras penas a Shang con su brazo libre. Habían escapado de las rocas por poco.

Vivirían aquel día.

* * *
La victoria había sido cara. Muchos soldados habían muerto durante la emboscada, y otros tantos habían sido heridos por los arqueros Sincorazón; habían logrado la victoria, aunque a duras penas. Si aquello lo había logrado un sólo huno, ¿qué sería capaz de hacer su líder con todo su ejército?

Shang se había recuperado ya. Un médico había vendado su brazo entero, magullado por las explosiones de sus propios cohetes; y Mulan casi era atendida por el mismo, pero el Cura de Fátima le había salvado de ello. Por poco descubrían su tapadera.

Rei había salido malparado del combate. Uno de los arqueros durante la batalla le había disparado directamente a su cabeza, y le había atravesado el ojo izquierdo; una venda tapaba gran parte de su rostro. El muchacho viviría, aunque se encontraba realmente dolorido.

Mulan se sentó junto a Fátima y la miró con timidez. Se pasó la mano por el pelo, algo sonrojada.

—Gracias —le susurró ella, apartando la mirada—. No sé qué habríamos hecho sin ti. Esta batalla habría sido devastadora.

—Daliao.

Shang se había acercado, junto con Jia, a ambos soldados. El soldado de élite miró con despectiva a Fátima, mostrando toda su opinión sobre ella en un sólo gesto. Sin embargo, Shang parecía avergonzado y aliviado a la par.

—Hoy has salvado innumerables vidas, y junto con Ping, la mía propia —el capitán agachó su cuerpo hacia los dos soldados y Jia abrió los ojos como platos—. China está agradecida contigo.

Jia se dio prisa en imitar a su superior, con su rostro rojo de la rabia. Rei se aproximó a ellos y le dio un pequeño puñetazo en el hombro para intentar animarlo, pero su respuesta fue un gruñido. Por su parte, Feng se aproximó a ellos, rodeando con los brazos a Fátima y Ping.

—Deberíamos volver ya al pueblo —señaló el arquero, algo despreocupado—. Nuestro buen huno bien ha dicho antes algo de la muerte del general. Tenemos que avisarles.

—Cierto, Feng. Partiremos de inmediato.

Los soldados no tardaron en empezar a recoger sus cosas. Rei se acercó a Fátima, algo magullado, y le sonrió de oreja a oreja; parecía llevar bien lo de su ojo.

—Ya eres uno de los nuestros, pequeñín.

Todo había salido a pedir de boca.

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por **James Bond** » Jue Jul 24, 2014 11:03 pm

Pude observar desde mi posición cómo Kousen lograba hacerle cosquillas a Gilgamesh con éxito. Aunque no podía oír nada nada por culpa de Endiku, deduje que debía de estar soltando una de sus fuertes risotadas. Hablando del chucho, trató de morderme, pero no logró cumplir su objetivo gracias a la mascota de Hiro. Tendría que disculparme con MoguDer tras salvarme así, después de todo, traté de venderle como comida.

De pronto, Gilgamesh se levantó del suelo tras hacer algo de teatro. Aún así, la información que Libra me mostraba me indicaba que nuestro enemigo estaba débil. Había que acabar rápidamente con él. Por tanto, me acerqué a Kousen y Hiro.

—Kousen, Hiro— les dije posando mis manos sobre sus hombros—. Gilgamesh está casi a punto de ser derrotado, pero necesitamos una estrategia para acabar rápidamente con él. Tenéis que distraerle, usad hechizos o ataques a distancia para ello. Y si MoguDer puede encargarse de Endiku, mejor que mejor. No puedo oiros por culpa del chucho— señalé a Endiku— así que si estáis de acuerdo conmigo, asentid con la cabeza.

De modo que tras recibir la respuesta de ambos, quisieran o no, esperaría a una distracción de Gilgamesh y empezaría a correr hacia él mientras cargaba en mis manos energía luminosa y si mi enemigo abría las piernas con el suficiente hueco para pasar entre ellas, me deslizaría sobre el suelo, y descargaría la energía en la espalda de Gilgamesh.

Si por el contrario, lograba deslizarme pero me detenía con sus brazos, le descargaría el ataque igualmente.

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por **Suzume Mizuno** » Vie Jul 25, 2014 4:17 am

Vio los cuerpos al fondo del barranco y se aferró con fuerza a la cuerda, conteniendo un violento escalofrío. Como en un destello, por su cabeza pasó la desesperación que suponía que se debía sentir al caer, sacudiendo los brazos, intentando agarrarse a algo… Y no encontrar asidero. Sólo caer y caer hasta que, al final, venía el golpe. ¿Daría tiempo a pasar verdadero miedo?

Pero entonces, sus ojos se toparon con unas figuras mucho más cercanas. Y repletas de vida. Aunque por poco. Lanzó un grito de euforia y miedo al mismo tiempo y se dejó caer bruscamente. Amortiguó el golpe doblando las rodillas y se precipitó al frente, tumbándose para extender una mano al capitán y tirar de él para subirlo. Entre gruñidos de esfuerzo —que le hicieron desear tener algo de más músculo—, consiguieron subirlo al saliente.

****

Contempló con expresión sombría los cuerpos desperdigados por la ladera, acribillados por las flechas. Muchos habrían desaparecido por culpa de los Sincorazón. Se limpió los regueros de saliva con el borde de la manga y se alejó de su propio vómito, sorbiendo por la nariz.

Se sentía tan miserable, tan inútil.

Si se hubiera dado cuenta antes, si hubiera hecho caso a Mulán y hubiera tenido el valor de hablar con Shang, ¿a cuánta gente habría podido salvar?

Si no hubiera estado tan sumida en la autocompasión… Si no…

«Lo siento… Lo siento mucho…»

Sabía que ahora mismo estaba asumiendo una responsabilidad que no le correspondía. Los chinos se habían confiado y habían calculado mal. Habían volcado su fidelidad en alguien que no se la merecía. Pero no podía evitar ver los cuerpos y sentir que la miraban, acusadores.

Apretó los puños y aspiró fuerte por la nariz para contener las lágrimas.

«¿Por qué he tenido que participar en esto? No he conseguido evitar nada. No tiene sentido. ¿He roto las normas sólo para… ver morir a la gente?». Al notar que el llanto le trepaba por la garganta, se esforzó por respirar hondo, por controlarse. «¿Cómo puede Andrei involucrarse en la guerra? ¿Cómo puede… provocar esto y… seguir sin más?».

Porque era un monstruo.

No había otra respuesta.

Se alejó de los cuerpos, sintiéndose mareada, deseando desaparecer de ese mundo de una vez y volver a los entrenamientos rutinarios. A casa. No quería volver a estar cerca de una guerra.

Nunca más.

Mientras se encaminaba hacia Mulán con paso vacilante, se recompuso como pudo y lanzó una mirada hacia el capitán Shang quien, por suerte, apenas sí había sufrido heridas. Rei tenía la cabeza vendada y parecía que había perdido el ojo izquierdo pero, por lo que había escuchado, sobreviviría. Se alegró de corazón. Y trató de no pensar en lo que podría haber hecho si hubiera estado con ellos luchando contra los Sincorazón.

Ella había escogido dónde pelear y quería creer que con razón; siempre hay que acabar primero con el líder de los Sincorazón.

Frunció los labios y se frotó el brazo descubierto y herido por culpa de esa especie de dragón. Un poco más arriba y se temía que podría haberlo perdido.

Ese hombre, claramente, no era Shan Yu. Pero si estaba al mando de tantísimos Sincorazón… Tuvo que detenerse porque sintió que se abría un vacío bajo sus pies.

¿Y si los demás hunos también…?

Se llevó una mano a la boca, horrorizada, y tuvo que buscar una roca donde sentarse. Estaba cansada y agotada, había perdido sangre y le dolía todo el cuerpo. Necesitaba un pequeño descanso antes de enfrentarse al capitán e instarle a que volvieran lo más rápido posible a informar al general.

Escuchó unas pisadas que se acercaban y Mulán se sentó a su lado, algo ruborizada. Se alegró de que su hechizo sanador la hubiera ayudado; podría haber curado al capitán, pero él no necesitaba esconder la parte superior de su cuerpo.

—Gracias. No sé qué habríamos hecho sin ti. Esta batalla habría sido devastadora.

La miró en silencio, frunciendo el ceño.

—Tampoco he hecho tanto. Debería haber hecho algo más. Si me hubiera dado cuenta antes…

—Daliao.

Al reconocer la voz, Fátima se puso de pie de un salto. Aspiró entre los dientes al notar aguijonazos de dolor subiéndole desde los pies a la cabeza, pero se puso firme y realizó el saludo militar. De soslayo, vio que Jia no parecía malherido. Al menos, estaba lo suficientemente entero como para mirarla con profundo desdén. Fátima entrecerró los ojos y apretó las mandíbulas para calmar su ira. ¡Pero qué le había hecho!

Entonces miró a través del flequillo al capitán y se quedó desconcertada al comprobar que… la hostilidad había desaparecido de sus gestos.

—Hoy has salvado innumerables vidas, y junto con Ping, la mía propia .—Antes de que Fátima pudiera decir nada, Shang se inclinó. Jia pareció todavía más sorprendido que la propia Fátima—. China está agradecida contigo.

Para aumentar todavía más la estupefacción de Fátima, Jia imitó al capitán, rojo de indignación. Sin saber qué hacer, ni dónde meterse, miró a Mulán buscando ayuda. Movió las manos, pero luego las pegó al cuerpo, muy rígida. Le tembló la barbilla y esta vez le costó todavía más reprimir un sollozo.

Que Shang, quien la había rechazado con tanta fuerza hasta ese momento, se inclinara, sin duda tenía un significado profundo, como podía ver por la reacción de Jia. Pero eso no fue lo más importante para ella.

No. Lo que le llegó al corazón fue que considerara que había ayudado. Que le recordara que había hecho algo bien. Que, aunque podría haber hecho mucho más, había salvado vidas.

No supo qué decir. Por eso sólo inclinó la cabeza y miró a Shang con infinito agradecimiento.

Rei, herido y cansado, intentó animar a pesar de todo a Jia, si bien recibió un hosco gruñido como respuesta. No tuvo tiempo de preguntarse de nuevo por qué le caería tan rematadamente mal a ese hombre, porque Feng llegó de pronto y las atrapó a ella y a Mulán entre sus brazos.

—Deberíamos volver ya al pueblo. . Nuestro buen huno bien ha dicho antes algo de la muerte del general. Tenemos que avisarles.

Fátima bajó de las nubes de un golpe y asintió con la cabeza. Aun así, la alegría de que le hubieran dado las gracias permanecía a su alrededor, dándole la impresión de que podría echar a volar de un momento a otro.

—Cierto, Feng. Partiremos de inmediato.

Se volvió hacia Feng y se inclinó, diciendo:

—Muchísimas gracias. De no ser por usted, me habrían matado. Siento no haber podido ser más útil en la batalla.

Mientras los soldados se ponían en macha, Rei se le aproximó y sonrió con alegría. Fátima le miró con asombro por su resistencia… Y su capacidad de aceptación. Ella estaría hecha un verdadero mar de lágrimas si hubiera perdido un ojo… En especial siendo un guerrero.

—Ya eres uno de los nuestros, pequeñín.

Fátima parpadeó varias veces y sonrió.

—Gracias. Muchísimas gracias.

Pensó en mencionar su ojo, pero se mordió los labios. Si Rei quería hacer como que no sucedía nada, ella no iba a ser quién para llevarle la contraria.

Sabía que no debería sentirse tan… feliz de sentirse incluida en un grupo. Al fin y al cabo, ya tenía el suyo. Apartó, sin embargo, esos pensamientos. Y se centró en Mulán, en Shang, en Feng, en Rei… Y se esforzó por olvidar todo lo demás. Ronin había querido inmiscuirla en los asuntos de aquel mundo. Bien. Pues se merecía una recompensa. Por pequeña que fuera.

Todos eran impresionantes. Hacía falta muchísimo valor para estar dispuesto a enfrentarse a otros seres humanos y aceptar que se podía morir por el camino. Y habían plantado cara de igual forma a los Sincorazón…

Hizo un gesto a Mulán para indicarle que fuera con ella y se apresuró a ir junto al capitán. Al llegar a su lado esperaría a que terminara de hablar —si es que estaba repartiendo órdenes— y luego haría el saludo militar y añadiría:

—Capitán, disculpe mi atrevimiento, pero necesito decirle algo. Esos monstruos a los que nos hemos enfrentado estaban dirigidos por el huno .—Dirigió una mirada hacia el susodicho—. Lo he visto antes, en mi hogar. En ocasiones obeceden a los humanos y éstos los dirigen contra la gente inocente. Si los demás hunos también pueden manipularlos… —Dejó la frase en aire—. El general debería saber a lo que vamos a enfrentarnos.—Miró entonces a Mulán y añadió—: También tenemos algo más que decirle, capitán. El Maestro estaba aliado con los hunos. Lo planeó todo desde el principio: instigó el intento de asesinato del general para poder capturar al asesino con sus propias manos. Os vigilaba de cerca; a Ping incluso lo espió en su tienda. Pero —respiró hondo, suplicando porque Shang confiara en ella—: si actuamos sin que él se de cuenta, podremos capturarle. Si interrogamos al huno y luego a él, puede que encontremos una forma de vencer a Shan Yu.

Se estaba metiendo en un terreno pantanoso y lo sabía. Pero los hunos dominaban a los Sincorazón.

Ahora los Caballeros podían intervenir en la guerra.

por **RedXIII** » Vie Jul 25, 2014 5:41 am

El golpe que había impactado en su enemigo fue más potente de lo que se esperaba ya que al recibirlo no pudo evitar arrodillarse, incluso su respiración parecía acelerada.

Mientras, MoguDer se abalanzó contra aquella especie de burla hacia los perros y le propinó un fuerte mordisco, salvando así a su herido compañero, Hikaru. Aquel extraño animal parecía indignado o furioso, enseñaba sus dientes ante el Moguri convertido en una bestia, un feroz ladrido salió del el, intentaba intimidar a Enkidu.

—Mordaz ¿Cierto? — Dijo MoguDer dirigiéndose a Hikaru.

—¡No puedo más!

Gritó Gilgamesh, parecía agotado de verdad ¿Era el momento de propinarle el golpe de gracia?

—¡Ay, me duele todo! ¡Decidle a mi abuelita que la quiero! ¡Y a Bartz, que siento no poder volver a luchar con él! ¡Nada deseaba más en este multiverso!

Había sido una trampa...

—¡Que os lo habéis creído! — mostró una gran risa mientras se levantaban ante el dos extrañas auras familiares para el aprendiz —. ¡Habéis caído en la clásica trampa del falso llanto! ¡Mientras sentíais pena, he reforzado mis defensas para vencer en esta batalla!

—¡Vamos, Enkidu! ¡Démosles una...! ¿Eh? ¿¡Pero tú quién eres!?
El combate paró unos segundos al ver como un intruso entraba a el, parecía que había atravesado la barrera, aquel hombre extraño parecía fuerte, además d tener cara de pocos amigos, si era capaz de hacer aquello.

—Shan Yu...

—¡No puedes entrar en mitad de una pelea en nuestro campo! ¡Va en contra de las normas! — sacó un libro de la nada y lo arrojó contra aquel hombre pero parecía no estar interesado en las payasadas de aquel ser.

—¿Qué archidiablos...? ¡Vosotros!¡Esta es mi batalla! ¡Mi momento de gloria! ¿¡Qué pinta ese en MI batalla!?

—Los caminos de la diosa gloria son un misterio — una mano amiga se apoyó sobre su hombro, interrumpiendo las palabras del aprendiz pelirrojo.

—Kousen, Hiro, Gilgamesh está casi a punto de ser derrotado, pero necesitamos una estrategia para acabar rápidamente con él. Tenéis que distraerle, usad hechizos o ataques a distancia para ello, y si MoguDer puede encargarse de Endiku mejor que mejor.

—No puedo oiros por culpa del chucho— señaló al perro verde— así que si estáis de acuerdo conmigo, asentid con la cabeza.

Hiro se encontraba en una encrucijada ¿Debía ayudar a su compañero a combatir contra Gilgamesh o defender al General Li de aquella nueva y temible amenaza? Era difícil saber como actuar...

...por suerte alguien tomó la iniciativa por el...

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MoguDer se lanzó veloz hacia donde estaba el General Lí interponiéndose entre Shang Yu y el, enseñando sus dientes mientras adoptaba una pose defensiva. Sin que nadie se diera cuenta había dejado una bomba Rizoma delante suyo por si aquel hombre intentaba atacarle.

—Esta es la misión que encomendar a mi persona, no asentiré el que mancillen mi honor afrentando al maese Li — Intentaría aguantar el suficiente tiempo como para que sus compañeros vinieran a ayudarle —Habría gustadome conocerle en otra disposición — Dijo al General Li.

Mientras Hiro, armado con el coraje demostrado por MoguDer, recargó su arma con un rápido gesto y aceptó con un gesto el distraer a Gilgamesh y a Enkidu.

—¡Eh, tu, Gilgamesh! ¡¿Como vas por ahí con seis brazos?! ¡Ya lo dice el refrán, eres más raro que tu perro verde! — Soltó una gran carcajada forzada —¡¿Y tu, Enkidu?! ¡Te ha mordido un Moguri y te has ido llorando con tu amo, menudo! ¡Al mio le alcanzó un rayo, le pegaron una paliza unos Moguris, le dio pal pelo una loba y se llevó una buena por armar jaleo de noche y nunca ha llorado!

—¡Venga, va, a ver quien es mejor tirador, tus bracitos de pulpo y tus lanzas o yo y mi revólver! — apuntó rápidamente hacia Gilgamesh y le disparó dos balas y una o dos más para Enkidu mientras Hikaru se acercaba a ellos, esperaba que su táctica de distracción funcionara, si por un casual Gilgamesh o Enkidu intentaban atacarle se apartaría rápidamente con un doble salto y si podía les dispararía desde el aire.

[Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Ronda #9 - Se acerca el invierno (II)

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