[Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Trama de Fátima Laforet, Hiro Inukai, Kousen Zephyr, Exuy y Hikaru

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor James Bond » Jue May 29, 2014 10:57 am

Eeeh... Un par de preguntas. Una, ¿qué es exáctamente lo que buscamos esta vez? Dos, ¿sabes exáctamente dónde está ubicado el objeto u objetos que busquemos?
Sé que no me vas a creer, pero ¡no tengo ni idea!— ¡Venga ya, hombre! ¿Qué clase persona iría a buscar un tesoro sin saber al menos dónde podría estar?—Sólo sé que es un tesoro y que, um... Está relacionado con el hielo. ¿Podría ser un helado? No veo a Gabranth comiendo un Cornetto, la verdad...

Así que algo relacionado con el hielo... y un helado desde luego no creía que fuera. Es más, dudaba que en este mundo existiera dicho manjar. De pronto, noté como me agarraban y fui lanzado al interior del campamento.

Al caer, noté que tenía algún hueso roto, mientras lloraba de dolor. ¿A quién se le ocurría hacer una tontería así? Desde luego, si esto salía bien, pensaba de pedirle un plus de peligrosad al dinero de la recompensa.

¡Recuerda ser sigiloso!— Oí como gritaba Daisuke. Genial. Sencillamente perfecto. Por si aquello no era suficiente, tenía delante mía a tres militares mirándome como si fuera un extraño (aunque en realidad lo era).

Por suerte, parecían bastantes sorprendidos, así que decidí aprovecharlo. Rápidamente desenvainé mi espada, y con el mango, le dí un fuerte golpe al estómago al tio más grande de esos tres que me miraban. Si funcionaba como tenía previsto, el gordo caería hacia delante, aplastando a sus dos compañeros con él. En el momento en que lo hiciese, buscaría una tienda de campaña vacía, y escondería ahí los cuerpos insconcientes para luego, quitarle a uno de los dos más delgados y bajos, su armadura y arma, para así infiltrarme en el campamento sin levantar muchas sospechas.
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Re: Ronda #3 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Kousen » Vie May 30, 2014 8:30 am

Antes de poder llegar hasta la casa de la Orden, Fátima nos alcanzó, dispuesta a hablar con Ronin e informándole de la desobediencia de Hiro. Acto seguido, el Maestro le entregó un aparato de comunicación a mi compañera y soltó una carcajada que casi me rompe los tímpanos, tras lo cual re-emprendimos el camino.

No tardó en responder a lo que le conté, especialmente los lobos:

Esos lobos no son lo que parece. Son sirvientes de Shiva, una especie que la misma bruja creó como ejército personal: se ocultan en la oscuridad y han sido equivocados con monstruos por los chinos. Pueden parecer amistosos, pero la palabra de su dueña la toman como el sermón de la semana por parte de pueblerinos.

Volvió a soltar otra carcajada, pero no me hacía ni pizca de gracia.

Amistosos... ya.

Refunfuñé con amargura, recordando el ataque. Era culpa mía por haber atacado en primer lugar, pero algo me decía que aquel cofre escondía algo importante... ¿debería hablarle del anillo a Ronin?

Nada más llegar a la puerta, la abrió sin más dilación, invocando la Llave Espada.


La verdad, me gustaría saberlo con certeza —confesó en cuanto a las intenciones de Andrei—. Fátima y Hiro me han dado a entender que está aliado con los hunos, y lo que sí que sé es que está buscando el poder de Shiva, la bruja que visteis. Hay que detenerle antes de que haga una locura.

Shiva, la bruja del hielo... Había creado a aquellos lobos, causado que Ronin tuviese que intervenir en el pasado (o eso había dicho), y era indudable que había sido la culpable de atacar a Exuy.
Ronin ordenó al mismo que se quedase fuera vigilando, haciendo desaparecer su arma.

Kousen, ven conmigo. ¿Has jugado alguna vez a poli bueno, poli malo?

Eeeh... creo que no recuerdo muy bien.

La forma de actuar de Ronin no dejaba de sorprenderme. Había dejado claro que todo aquel asunto era una gran preocupación, pero a veces se lo tomaba con suficiente calma como para hacer bromas.
Había tenido que vivir mucho más que cualquiera de nosotros para desarrollar aquella filosofía, ¿o es que trataba de tranquilizarnos?

De repente, Ronin le propinó una patada a la puerta que la abrió de par en par. Lo raro es que no se hubiese salido de sus goznes, imaginando la fuerza que tendría el Maestro.

<<Así, con sigilo.>>

Tras dar un par de pasos hacia el interior, me indicó que entrase, cerrando la puerta tras de mí. Pero allí dentro no había nadie

Buenas, viejos amigos.

Pegué un respingo al oir la voz de Andrei, girándome e invocando mi Llave Espada por instinto. Pero desde luego no estaba a la vista.
¿Dónde demonios se había escondido?

¿Cómo puedo hacer vuestra visita más agradable?

Mostrando la cara, por ejemplo.

Sabía que provocar a un enemigo que podía estar escondido en cualquier parte no era una buena idea, pero si respondía, al menos podríamos buscarle.
Entonces, un pitido agudo sustituyó a la voz del gitano. Cada vez iba más y más rápido, aunque Ronin hacía caso omiso, o no lo escuchaba directamente.

Maestro, ese pitido...

Escudriñé cada rincón del lugar intentando ver la fuente de aquel ruido o a Andrei, pero ni rastro. Y cada vez iba a mayor velocidad... como un aviso de bomba.

Kousen, mira esto. Son todos del templo.

Quizás pueda hacer un poco más emocionante vuestra visita...

Otra maldita vez con los jueguecitos del escondite. Di unos pasos hacia el centro de la estancia para intentar saber de dónde salía la voz de Andrei, pero era demasiado confuso. Y aquella forma de hablar, como si fuese un contestador... ¿un hechizo de sonido repetitivo? ¿Un transmisor?
Pero al menos pude saber de dónde venía aquel pitido que no dejaba de repetirse. La cacerola de la chimenea chillaba cada vez más fuerte y a mayor ritmo, lo que llegó a alarmarme. Si era una tramapa de Andrei, podría ser cualquier cosa.

Maestro Ronin, hay algo sonando en la chimenea. ¿No lo oye?

Pregunta estúpida. Si lo hubiese oído, habría comentado algo al respecto, y si me quedaba mirando como un pasmarote, podría ser demasiado tarde.

Aqualung.— recité con calma.

Me limité a hacer lo que me decía el instinto: Conjurar una pequeña esfera de agua con la cual apagar el fuego de la chimenea y al menos aminorar la velocidad con la que aquello de estaba "cociendo". Lo suficientemente para comprobar de qué de trataba.
Teniendo en cuenta que la esfera de agua estallaba al expandirse demasiado, la hice aparecer en un lugar adecuado para que la pequeña explosión de agua fría no golpease con fuerza la olla, pero sí lo suficientemente cerca para que apagase el fuego. Una vez hubiese sofocado las llamas, me acercaría lentamente, con la llave espada por delante, y antes de acercarme más a la olla, le daría un par de toques con la punta del arma, preparado para cualquier cosa.

<<Como resulte que solo se estaba haciendo el té, me muero de vergüenza.>>
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Ronda #4 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Soul Artist » Mar Jun 03, 2014 1:06 am

Kousen

Aqualung.

El hechizo del aprendiz apagó el fuego, y con él el calor dejó de llegar al caldero. El pitido comenzó a relajar su ritmo, para tranquilidad de Kousen. Del agua surgió una pequeña bolsita y bien le pudo dar un ataque pensando que se podía tratar de hierbas para dar sabor al agua, pero no.

Cuando la olla se templó pudo tomar la bolsa y comprobar su contenido. Se trataba de una carta del tárot, sin significado aparente: una torre derrumbándose ante el poder de un rayo. Al menos, hasta que la carta habló:

Mala suerte.

El pitido ya casi no sonaba. Y finalmente, con su último sonido más lento y alargado, Ronin se giró de golpe entendiendo lo que sucedía. Corrió hacia Kousen, pero era demasiado tarde.

¡¡Es una tram...!!

El pitido se detuvo del todo. Todo se volvió caótico para Kousen en unos segundos: la olla frente a él estalló en una enorme explosión que le dejó cegado y sordo, casi inconsciente. Cuando recuperó un poco la vista vio toda la casa derrumbándose ante él, con parte del tejado sobre Ronin y más explosiones provocándose a su alrededor. El lugar se estaba yendo al infierno.

Y peor fue cuando escuchó un crujido por encima de su cabeza. Al alzar la vista, vio cómo lo que quedaba del techo se derrumbaba ante él y, al caer, abría el suelo de madera hacia la infinita oscuridad junto con su Maestro.

La casa terminó de estallar y los escombros taparon el agujero por el cual el joven había caído. Cualquiera que se acercase allí no les encontraría, ni podría mover solo toda la casa: jamás los encontraría.

* * *

Hikaru

Un ataque es la mejor defensa, pensó el joven aprendiz de la Llave Espada. El muchacho desenvainó su espada normal y se lanzó contra el más gordo de los tres, esperando derrubar a sus compañeros con él. Y aunque demostró una gran fuerza y poder con el manejo de la espada, para lograr el éxito en una estrategia como aquella los soldados se le debían presentar en fila; no pudo ser.

El soldado tuerto había tardado en reaccionar, pero al ver que su amigo era dañado de aquella manera sacó su espada de inmediato para vengarle. Se lanzó contra Hikaru y gracias a los reflejos del chico pudo bloquear su ataque, pero su estrategia entera se había ido al traste: el delgado estaba libre para hacer lo que quisiera.

¡Intrusos! —gritó el delgaducho —. ¡Ha entrado un extranjero al campamento!

¡No escaparás, maldito espía! —aseguró el tuerto, volviendo a atacar con fuerza bruta a Hikaru. Esta vez, aunque sus espadas chocaron, logró agarrarle de la camisa por la zona del estómago y lo acercó a él para lanzarlo con fuerza contra las tiendas de campaña, desapareciendo de la vista por un segundo.

Los guardias se pusieron en marcha de inmediato, pero antes de llegar a su posición algo les detuvo. Una gran explosión llegó a los oídos de Hikaru y, peor aún, pudo vislumbrar una gran cortina de humo en el cielo a lo lejos tras ello; algo gordo acababa de pasar en el pueblo. Algo perfecto para él, pues podría huir.

¿Sus opciones? Muchas, como siempre. Podía entrar en una tienda de campaña, robar un traje y ponérselo antes de que se diera cuenta nadie; podía ocultarse también dentro de una de estas y no atreverse a salir hasta que todo se relajara; o podía ir directo a algún sitio del campamento. Desde allí veía una gran tienda de campaña de color rojo, mucho más alta y ancha que el resto; o una pequeña caseta de madera al fondo del campamento, cerca de la salida sur.

* * *

Fátima & MoguDer

Mulan escuchó atentamente las palabras de Fátima acerca de Andrei y el peligro que estaba representando aquel extranjero no sólo para ella, sino para todo el ejército. Mientras entraban en el campamento la mujer afirmó con la cabeza, sonriendo a su amiga por sus últimas palabras.

Gracias, Fátima. Sé que puedo confiar en ti —la soldado se llevó la mano a los labios, pensando en qué hacer con la información que le había dado—. Sobre el Maestro, o Andrei... Te creo. Es decir, parece buena persona, pero entró a espiarme a mi propia tienda de campaña. Creo que... ¿Deberíamos avisar a Shang? No sé si viene hoy a... ¿Oh?

Un perro se cruzó en el camino de Fátima y Mulan, bloqueándoles el paso por el campamento. En principio ninguna de las dos pudo reconocerle, pues nunca habían visto a MoguDer transformado en un animal: y a la soldado pareció gustarle, pues se agachó a él, le tomó con ambas manos y comenzó a acariciarle con fuerza por ambos lados de la cara.

¿Qué hace este perrito aquí? ¿Te has perdido?. ¿Quieres una galletita? ¡Tengo en mi tienda de campaña!

¡Intrusos! ¡Ha entrado un extranjero al campamento!

Mulan se puso alarma de inmediato y se colocó en posición defensiva mientras los guardias se trasladaban a la posición de la que venían los gritos. Al parecer, se estaba montando una buena pelea en otra zona del campamento, seguramente intentando detener al susodicho intruso (¿habría intentado Hiro entrar a la fuerza de nuevo?).

Shang nos espera, pero... Este perro... —comentó Ping, mordiéndose una uña mientras inspeccionaba al animal—. ¿Crees que podemos decir que es tu mascota y...?

Mulan no continuó. El sonido de una gran explosión la enmudeció, agachándose como acto reflejo para prepararse a ataques de los enemigos. Sin embargo, nada de todo aquello llegó: sólo una impresionantemente cercana cortina de humo en el cielo proveniente del pueblo. La soldado se incorporó y miró a Fátima extrañada, sin saber cómo reaccionar a aquello.

¡Avisad al General Li! ¡Es horrible! —chilló por alguna parte del campamento la irritante voz de Chi-Fu—. ¡Necesita nuestra ayuda! ¡Ha sido un atentado!

¡Los soldados convocados del ejército para la operación, conmigo! —llamó el capitán Shang en alto cerca de la salida sur del campamento, donde ya había reunidos a la salida muchos de los soldados—. ¿Dónde está Ping? ¡Conmigo!

Fátima (y MoguDer, si lograba librarse de Mulan) debía tomar una decisión, la definitiva. Aquella explosión había sido preocupantemente cerca, pero seguramente Ronin y Kousen tuviesen la situación controlada fuera cual fuese; lo importante era estar centrada y cumplir con lo que el Maestro le había ordenado, ir junto a Mulan y estar bien apegada a aquella operación militar. No había ni rastro de Andrei cerca, al menos.

Pero aquello había sido de todo menos normal.

* * *

???

Los recuerdos eran pocos claros. Primero estaba la oscuridad; luego, el frío; y después, imágenes sueltas. Podía recordar el sonido de las gotas del agua chocando contra el suelo, cómo los hombres le arrastraban por el suelo, y por último... Un fuerte golpe en la cabeza cuando notaron que estaba recuperando la consciencia.

Así, Kousen despertó desorientado y extrañado. Le costó comprender entre tanta oscuridad que no estaba en su habitación de Tierra de Partida, ni tampoco en la base de los Caballeros de Tierra de Dragones: ya no existía aquel lugar. No, Saavedra se había asegurado de ello con la trampa que les había tendido a él y a Ronin y que se había asegurado de activar.

Estaba en una caverna. Se encontraba en un buen aprieto: alguien le había tirado al suelo de una habitación cerrada, una pequeña cueva apenas iluminada. Tenía las manos encadenadas y a la espalda, pero podía moverse por la caverna con total libertad, aunque no hubiese mucho: una librería vacía, una mugrienta cama y unos grilletes pegado a la pared a la que no le habían pegado por dios sabe qué.

La única fuente de luz de la habitación venía de la puerta al fondo de la habitación, la cual tenía una pequeña ventana que comunicaba con el exterior. Al contemplar por esta comprobaría que no estaba en un lugar cualquiera: aquello era una prisión en plena caverna. Más de aquellas habitaciones de presos se presentaban ante él, aunque todas ellas vacías, pues las puertas estaban abiertas con naturalidad.

En el pasillo de la caverna había dos guardias, los dos de espaldas a él, hablando entre ellos. Sus ropas invernales y sus cuerpos robustos, además del gris de su piel, le hizo identificar de inmediato a Kousen que no se trataba de chinos: no era el ejército el que le había llevado hasta allí. Era imposible saber dónde se encontraba.

Mientras Kousen pensara qué hacer, podría escuchar una interesante conversación entre los dos guardias de fondo. La puerta tenía cerradura, pero quizás no fuese muy buena idea salir con las manos atadas de aquella manera: era su elección cómo moverse.

El nuevo prisionero me gusta.

A ti te gusta todo lo que se menea.

Pero el nuevo es mejor de lo habitual. Quizás le haga una visita más tarde.

¿Quieres que Shan Yu te corte la cabeza? El Maestro dijo que no hiciésemos nada con los prisioneros. Son suyos.

Ya. ¿Y dónde está el otro?

Con Shan Yu. Creo que se conocen, ¿sabes? Oí que estuvo en la guerra pasada.

¿En serio? ¿Fue el que le hizo lo de...?

No, ese fue Li. Va a arreglar asuntos pendientes con él esta noche.

Je, je. Tengo ganas de eso, ya sabes. Coger a todas esas jovencitas y...

Eres un obseso, ¿lo sabías?

Muy interesante lo de aquellos dos, sí. Seguro que si Kousen esperaba un rato, el guardia salido de tono acabaría pasándose por su celda para desearle las buenas tardes.

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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Yuehito » Lun Jun 09, 2014 5:45 am

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http://www.youtube.com/watch?v=0zEof0dj1pg


Espera... ese soy…—dije asustado al ver en la imagen a mi otro yo en una nueva secuencia de imágenes —No será que…

Te devolveré el control de tu cuerpo... Si me traes lo que necesito. Un tesoro custodiado por un hombre, Li. Es lo único que necesito para ser libre.

No parece tan difícil —pensé al escuchar su condición para ser liberada.

Sentí que había llegado lejos a pesar de no tener uso de razón en cuanto al tiempo. Ni siquiera sabía dónde me encontraba, pero estaba llegando al propósito de cumplir mi promesa, de salvar a alguien. Solo tenía que cruzar el puente, ser valiente y quitar aquel objeto, pero…

Eso no me hará enemigo de Li… digo que si no sería rob… está bien —asentí con la cabeza al no tener agallas de discutir el tema.

Solo tenía que tomar el objeto y liberarla.

Puse pie sobre el frio puente y con un tanto de inseguridad caminé mirando la imagen de Kousen al otro lado y a Ronin junto. Cerré los ojos y dando un gran suspiro tranquilicé mi cuerpo, logrando así por fin sentir algo de sensación en todo el rato que llevaba en aquel sitio. Pero el relajo no tuvo su esperada culminación.

Eso, y... La muerte de Ronin.

Helado como el mismo aspecto del lugar, tieso como el más duro cristal, me quedé mirando el suelo sin poder digerir aquellas palabras. ¿Había escuchado bien? ¡¿Ronin?! Estaba claro que no podía ir en contra de un maestro y menos contra él. No había razón óptima para ir contra de su vida, y tampoco habían deseos de matar a Ronin independiente de su extraña actitud. Ni aun así podría lograr aquel objetivo. Todo apuntaba a una sola cosa.

Shiva no era una aliada.

Un inmenso vacío logré percatar en mi pecho. ¿Dónde habían ido mis emociones? ¿Dónde estaba mi coraje? ¿A dónde llegó a parar mi deseo de salvarla?

Era una estatua sin anhelos, parado frente a una pared y el filo de la espada apuntando contra mi vida a mi espalda. No quería que Ronin muriera, pero tampoco quería que Shiva estuviera en aquel lugar a pesar de que fuese la paga de sus actos. Nadie merecía llevar tal castigo, nadie podía juzgar siendo que cualquiera podía caer en manos de los deseos oscuros de nuestros corazones y tampoco dejaría que mis acciones tomaran una negra mancha en mi historia. No mataría a Ronin, no quería dejarla ahí, no quería que nadie quedara solo, porque yo sabía cómo era la fría soledad.

Mordí mis labios tan fuertes que sabía el límite de su ruptura pero no sentía el cálido sabor de mi sangre. Estaba muerto, sin poder tener aquella respuesta en la punta de mi lengua. Quería actuar bien, no quería ser engañado por la quizás macabra venganza que tenía en su mente.

Yo… traeré ese objeto. Mi deseo es poder mirar tu libertad ante mis ojos y sentir que su afable sonrisa contagie admiración como la que me hiciste sentir hace poco. Pero…

La miré, Tomé aire y dije:

No mataré a mi maestro, porque sé como se siente cuando te quitan a alguien especial. Sé lo que es estar solo a causa de tales actos y por ello no poder hablar con un alma familiar, porque sus presencias ya no están ahí para compartir. Es por eso que le ayudaré a salir… y si quiere tomar una vida… pues tome la mía… pero tendrá a una persona menos a quien sonreír.

Sonreí. Y llenándome de convicción salí en busca de ese objeto.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor James Bond » Lun Jun 09, 2014 12:06 pm

Por desgracia, mi "brillante" estrategia tenía un grandísimo fallo, que no me dí cuenta de el hasta que fue demasiado tarde. Aquellos tres desconocidos soldados no estaban en fila. Y encima dieron la voz de alarma.

¡Intrusos! ¡Ha entrado un espía al campamento!
¡No escaparás maldito espía!— Dijo uno de ellos agarrándome con bastante fuerza por la camiseta.

Parecía que mi aventura se iba a acabar ahí, y con ella, mis cincuenta mil platines. ¡Agh! Maldito Daisuke, Gilgamesh o como se llame. Por su culpa ahora estaba metido en un buen lío. Como me lo volviera a encontrar, le iba a cantar las cuarenta.

De pronto, como si hubiera estado esperando el momento oportuno, un sonido de una explosión se oyó y empecé a ver una cortina de humo. Aquello me trajo recuerdos de cuando hubo aquel incendio en Villa Crepúsculo. Iba caminando tranquilamente por la calle, y de repente, ¡bum!. Por desgracia, aún no se sabe como se produjo. Se habla de un cortocircuito en la sala de calderas pero hay algo que no encaja.

Aunque no tenía tiempo para pensar ahora en esas cosas. Ahora que todos los soldados del campamento seguramente estarían investigando el origen de la explosión, tenía que aprovechar y encontrar aquel objeto que quería Daisuke. Pero tenía que hacer algo primero.

Entré en la tienda de campaña más cercana a mi izquierda, y rezando para que hubiera un uniforme militar dentro, entré.
En el caso de haberlo, me lo pondría lo más rápido que pudiera. Y en caso de que hubiera alguien dentro y no me hubiera visto entrar, le dejaría noqueado con un rápido y certero golpe con el mango de la espada en el cuello, como hacían en las películas de acción.

En cualquiera de los casos, una vez realizada la acción, saldría de la tienda de campaña y esperando pasar desapercibido, me dirigí a una tienda roja y más grande que cualquier otra. Tenía pinta de ser importante, y si tenían un tesoro... bueno, supongo que sería ahí donde lo guardasen.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor RedXIII » Lun Jun 09, 2014 10:35 pm

Fátima & MoguDer


Le costó menos de lo que esperaba encontrar a Fátima, incluso parecía que el aspecto animal del pequeño Moguri era tan adorable que su compañero se agachó a acariciarlo, era bastante agradable y nuevo para la mascota, ya que nunca le habían acariciado cuando estaba transformado.

¿Qué hace este perrito aquí? ¿Te has perdido, quieres una galletita? ¡Tengo en mi tienda de campaña! — La idea de las galletas no sonaba mal pero no era aquel el motivo de su llegada, desgraciadamente antes de que pudiera soltar las piezas y hablar fue interrumpido por un grito de alerta.

¡Intrusos! ¡Ha entrado un extranjero al campamento!

Aquella alarma despertaba el temor del Moguri, que sentía por alguna razón que aquello podía ser uno de los absurdos y desastrosos planes de Hiro que había fracasado.

Shang nos espera, pero... Este perro... ¿Crees que podemos decir que es tu mascota y...?

De golpe una ensordecedora explosión resonó por todo el campamento, recuerdos pasados se incorporaban de nuevo a la mente del atormentado MoguDer, el pasado que no quería que volviera...

¡Avisad al General Li! ¡Es horrible! ¡Necesita nuestra ayuda! ¡Ha sido un atentado!

¡Los soldados convocados del ejército para la operación, conmigo! ¿Dónde está Ping? ¡Conmigo!

Era todo muy caótico, en unos segundos el tranquilo campamento se había tornado un campo de batalla contra un incierto enemigo, debía estar con Fátima como le había ordenado Hiro, pero a su vez no podía dejar el asunto de Li como si nada, por el momento decidió permanecer junto a la chica y su compañero, haciéndose pasar por un simple perro, hasta que recibiera nuevas ordenes del aprendiz.


Hiro



Después de dejar a sus compañeros decidió escalar la pared de una casa para subirse al tejado y observar desde lejos el campamento, era, sin duda, una rutinaria y aburrida vigilancia.

Mh... Capullo — El frio que soplaba en su cara hacía que la cicatriz de su cara le molestara, el siempre decía que había sido un monstruo de la oscuridad, un sincorazón más adelante, pero aquello solo era un sinónimo con el que describía a la persona que le había marcado de aquella forma para siempre...

***


¡¿Por qué?! — La figura de un triste y joven Hiro se mostraba en medio de una tormenta de nieve —¡¿Después de todo te vas, que pasa con Neku, que pasa con el ascenso?!


¡Tu no entiendes nada, solo eres un criajo que juega a ser como los demás! — Un hombre con el pelo blanco se mostraba de espaldas al mestizo —Siempre decías "yo quiero ser aceptado, quiero que no me miren mal por ser un híbrido" ¡Pero eso eran tonterías!

Se giró bruscamente y mostró una cara de enfado y odio dirigida hacia el aprendiz —¡Nunca llegaras a ser aceptado, incluso tu abuelo te miraba con desprecio! Yo solo quería ser como ellos, estar con ella, aunque haya tenido que sacrificar mi brazo para ello...

el fuerte sonido de la tormenta incitaba el odio que ambos se sentían en aquel momento hasta el punto en que aquel individuo levantó la mano hacia el.

Vete a casa ¡Ahora! — Ordenó.

¡¿Para eso sacrificaste tu brazo, para volverte un Monstruo...

¡Yo no soy un Monstruo! — Un rápido gesto provocó un corte en la cara de Hiro, sus llantos y gritos se escucharon por todo el lugar, las gotas de sangre salpicaban la fría y blanca nieve y sus ojos se llenaban de lagrimas mientras con una voz entrecortada no podía parar de preguntar el porque.

Un fuerte silbido sonó y el agresor salió disparado hacia atrás, entre la nieve se mostraba una imponente figura de un hombre que se había interpuesto entre ambos.

¡¿Como has osado?! — Alargó el brazo y señaló hacia el frente —¡Largo de aquí, ahora!

>>¡Nunca vuelvas a poner la mano sobre tu hermano!

***


Los pensamientos del aprendiz fueron interrumpidos por una explosión que parecía venir del campamento, una gran humera se veía desde donde se encontraba con lo cual tenía la oportunidad perfecta de entrar en el campamento sin que le detuvieran.

Al fin algo de acción — Dio un salto y se lanzó de aquel tejado hacia la nieve para ir corriendo hacia la explosión, las botas del aprendiz quedaban marcadas en la nieve y su bastón no paraba de repicar y hacer ruido, sentía emoción por todo su cuerpo y ganas de entrar en combate, seguramente aquello era cosa de Gilgamesh así que debía de ir con cuidado.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Suzume Mizuno » Mar Jun 10, 2014 2:39 am

Cuando Mulán sonrió, Fátima experimentó una oleada de alivio. La creía. Iba a confiar en ella.

Gracias, Fátima. Sé que puedo confiar en ti.

«Gracias a ti»pensó con una semi sonrisa.

Sobre el Maestro, o Andrei... Te creo—y menos mal. Fátima no sabría qué habría hecho si hubiera sido la única que tuviera que vigilar—. Es decir, parece buena persona, pero entró a espiarme a mi propia tienda de campaña. Creo que... ¿Deberíamos avisar a Shang? —Fátima pensó en cómo era el capitán y en cómo había reaccionado al verla a ella al lado de Mulán. Si intentaran explicarle lo de Andrei, seguramente en seguida se enervaría y… Además, Fátima no quería que saliera a la luz que era aprendiz de Ronin. Entonces la echarían también a patadas del campamento.

No, creo que lo mejor sería no decirle directamente que Andrei es un traidor, sino…

No sé si viene hoy a... ¿Oh?

Las dos bajaron la mirada hacia un perro que se interponía en su camino. Fátima frunció el ceño. ¿Se permitía tener animales? No parecía muy militar… Pero antes de que pudiera comentar nada, Mulán lo cogió en brazos y le pasó las manos por el morro, encantada.

¿Qué hace este perrito aquí? ¿Te has perdido? —Fátima sonrió de medio lado al escuchar el tono que ponía la chica. Así que le gustaban los animales. No recordaba, la verdad, si había visto alguno en su casas, pero se imaginó que sí—. ¿Quieres una galletita? ¡Tengo en mi tienda de campaña!

Fátima soltó una suave risa y dijo:

Ping, no creo que sea el…

¡Intrusos! ¡Ha entrado un extranjero al campamento!

Fátima imitó a Mulán, sintiendo cómo sus sentidos se disparaban y se le agarrotaban los músculos. Lo primero que pensó fue en un ataque, que lo que fuera que había planeado Andrei se les echaba encima. Luego intentó calmarse y se dio cuenta de que no se oían gritos por todo el campamento y que en las murallas no se estaba parapetando nadie. Así que se relajó un poco y se le vino una pregunta a la cabeza: ¿sería cosa de Hiro…?

Shang nos espera, pero... Este perro... —Mulán se mordisqueó una uña, estudiando al animal Ping—. ¿Crees que podemos decir que es tu mascota y...?

¿Eh?—se sorprendió. ¿En serio quería llevársela?—.¿Pero no será de algún soldado de por…?

De nuevo no pudo terminar su frase. Esta vez no fueron gritos lo que la interrumpieron, sino el estallido de una gigantesca explosión. Fátima experimentó un espasmo y se encogió, cubriéndose la cabeza con los brazos en un acto reflejo.

Tras un silencio y después de que recordara que tenía que respirar para que no le explotaran los pulmones, Fátima se llevó una mano al pecho, donde le repiqueteaba el corazón, y buscó a su alrededor. ¿Sería esta vez un verdadero ataque y lo del intruso una mera distracción? Casi de inmediato localizó una columna de humo negro que se elevaba hacia lo alto; pero no se encontraba en el campemtno, sino en el pueblo. Mulán la miró, como preguntándole qué pasaba. Fátima se encogió de hombros y meneó la cabeza. Estaba tan desconcertada como ella.

¡Avisad al General Li! ¡Es horrible! ¡Necesita nuestra ayuda! ¡Ha sido un atentado!

A medida que el miedo y la tensión se incrementaban, Fátima se sentía más y más inútil. No tenía ni idea de si todo aquello era casual, de si tenía que ver con Andrei, de si…

¡Los soldados convocados del ejército para la operación, conmigo! —una voz firme y que parecía mantener el autocontrol atrajo de inmediato la atención de la gente de los alrededores. Fátima vio que el capitán se encontraba cerca de una de las salidas del campamento y que numerosos reclutas se apoltronaban a su alrededor—. ¿Dónde está Ping? ¡Conmigo!

«¡Oh, bueno! ¡Al menos hay alguien que sabe dar órdenes!».

Echó un último vistazo hacia la columna de humo, profundamente inquietada por su significado. Al entornar los ojos y concentrarse en la dirección de la que provenía, sintió un pinchazo de angustia. ¿No tendría que ver con el Maestro y Kousen? ¿Y si estaban teniendo una pelea con…?

En ese momento emitió un bufido. ¿Pero qué hacía preocupándose? ¡Kousen estaba con Ronin! ¡El Maestro de Maestros! Y, al menos hacía poco menos de media hora, Ronin les había mostrado que también tenía una faceta seria capaz de hacerse con las riendas de la situación. No debía preocuparse por ellos. Se las apañarían sin problemas. Además, a su modo, ella también era un soldado, como Mulán. Y tenía una misión que cumplir.

Oye, Ping. Una cosa sobre lo que te estaba diciendo antes—añadió—. No creo que sea el mejor momento para decirle nada al capitán. Sobre todo porque querrá saber cómo hemos averiguado lo que sabemos y… Podría echarme si descubre que no soy miembro de este ejército—dijo con el ceño fruncido.

Hizo un gesto a Mulán, indicándole que iba con ella, y apretó el paso para que no la dejara atrás. Fuera lo que fuera que estaba sucediendo, no iba a permitir que le hicieran ningún daño.

Con todo y a pesar de que intentó desligar sus pensamientos de la suerte de sus compañeros, no pudo evitar dar la espalda con una punzada de angustia al humo.
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Re: Ronda #4 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Kousen » Mar Jun 10, 2014 2:40 am

Tras hacer que la burbuja de agua estallase, el fuego de la chimenea se apagó, calmando el molesto pitido. Apartando la tapa, pude comprobar que había una especie de bolsa en el agua, lo que me dio ganas de darme de golpes contra la pared ante la falsa alarma.

Sin embargo, no había olor alguno o color en el agua. No se trataba de una bolsa de té.
Examinándolo con mas cuidado, se trataba de una de una carta. Una carta del tarot muy similar a aquellas que Andrei había usado para leer mi futuro en el pasado.

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La Torre.


Mala suerte.

Mierda...

Rápidamente, el pitido fue cesando, interrumpido por la voz de Ronin gritando.

¡¡Es una tram...!!

Lo que pasó a continuación fue tan rápido que no pude siquiera reaccionar. La olla en la chimenea explotó con un estruendo espantoso, dejándome sordo, ciego y haciéndome perder el equilibrio, cayendo al suelo por la onda expansiva y tratando de recuperarme. Lo único que pude ver era como toda la maldita casa se caía sobre nosotros, sepultándolos bajo escombros, pared tras pared.
Y finalmente, el techo. Cayó sobre nosotros con tal estruendo que el suelo se abrió bajo nuestros pies, cayendo a un lugar oscuro, y perdiendo la consciencia mientras los restos de la casa tapaban la poca luz que llegaba por el agujero.

El resto fue oscuridad.

* * *

???

Debía estar soñando o teniendo una pesadilla. El mundo se sentía raro, y solo me llegaban sensaciones vagas y sueltas, como frío, una ingravidez y un ruido que identifiqué con ser arrastrado y finalmente, un sonoro y doloroso golpe en la cabeza que me devolvió a la nada.
Dolorido y tumbado sobre algo duro, húmedo y rodeado de un claro olor a rancio, así es como comencé a despertar. Durante los primeros segundos me costó incluso identificarme a mí mismo, o si la misión en Tierra de Dragones había sido un sueño o no. Gruñendo en la oscuridad, recordé una gran explosión causada por una trampa de Andrei nos había hecho ser sepultados vivos.

Maldito hijo de...— maldecí a Saavedra, mientras me ponía en pie con dificultad, al notar mis manos presas.

Me dolía todo. Entre lo de la montaña y luego esto, estaba claro que me había levantado con el pie izquierdo. Noté una parte claramente dolorida de mi cabeza, en la que podía sentir un buen chichón que palpitaba con rabia. Estaba claro que no lo había soñado: Alguien me había arrastrado hasta aquel lugar y me había dejado inconsciente otra vez.
Cuando mis ojos se recuperaron, pude distinguir que me habían traído hasta otra caverna, esta vez habilitada para servir de celda, umbría y húmeda. Mis manos estaban claramente atadas, y encima con cadenas.
Lo único aparte de mi dentro de aquel lugar era una sucia cama (que no pensaba ni tocar, pensando en las chinches que allí vivirían), una librería vacía y unos grilletes a los que no me habían atado de puro milagro.

Siguiendo la dirección de la poca iluminación del lugar, me acerqué hasta la ventanilla de lo que sería la puerta, observando como aquello parecía ser una prisión en toda regla, solo que excavada en la roca. Y yo parecía ser el único prisionero.
Y maldita mi suerte, porque me había considerado tan importante como para ponerme escolta. Dos tipos de piel oscura y atuendo invernal estaban a espaldas de mí, y fue gracias a estos rasgos que pude reconocerlos: Eran hunos.
Salir a la carga y con las manos atadas se antojaba más que difícil, imposible. Si al menos las tuviese delante...

El nuevo prisionero me gusta.

<<¿Qué?>>

Por un momento me quedé confuso, hasta que asumí que estaría refiriéndose a mí, pues Ronin no parecía estar cautivo en aquel sitio.

A ti te gusta todo lo que se menea.

Pero el nuevo es mejor de lo habitual. Quizás le haga una visita más tarde.

<<Los cojones.>>

Por un momento me invadió hasta el pánico. Tenía que salir de aquel sitio y como fuese. Desesperado, empecé a forcejear levemente contra las ataduras de mis manos, procurando no hacer ruido para no delatarme.

¿Quieres que Shan Yu te corte la cabeza? El Maestro dijo que no hiciésemos nada con los prisioneros. Son suyos.

Ya. ¿Y dónde está el otro?

Me detuve de inmediato. Por mucho que me costase, me tragué los nervios y agucé el oído, para poder comprender mejor la situación. A lo mejor si averiguaba algo sobre el paradero de Ronin, podría salir o sacarme de allí.

Con Shan Yu. Creo que se conocen, ¿sabes? Oí que estuvo en la guerra pasada.

¿En serio? ¿Fue el que le hizo lo de...?

No, ese fue Li. Va a arreglar asuntos pendientes con él esta noche.

Je, je. Tengo ganas de eso, ya sabes. Coger a todas esas jovencitas y...

Eres un obseso, ¿lo sabías?

Se me revolvió el estómago solo de recordar lo que ya habíamos visto hacer a los hunos antes con una aldea China. Si Fátima o Nadhia estuviesen allí, habrían reaccionado igual o peor que yo.
Pero estaba claro que no iba a salir de allí indignándome. Ronin estaba con el que parecía ser su líder, y probablemente no seria nada fácil acercarme hasta él. No solo eso, sino que además parecía que Shan Yu o como se llamase iba a tomar represalias contra el ejército Chino.
Si me quedaba allí no solo iba a encontrarme con mi "amigo" el guardia, sino que además no podría advertir a nadie.

En cuanto a cómo salir de allí...
Con las manos atadas a la espalda, usar la Llave Espada iba a ser como dar palos de ciego. Y por desgracia no podría cortar las cadenas con la facilidad con que había cortado o quemado una cuerda.
Tenía que haber algo en la celda que pudiese usar, algo que....

<<Oh...>>

Posando mis ojos sobre la estantería, me acerqué a ella, revisándola. Si no encontraba nada, trataría de moverla con todo el sigilo posible, inspeccionando detrás de ella.
Si tampoco encontraba alguna opción u objeto que usar, esperaría hasta que alguien entrase en la celda, ocultándome entonces tras la estantería. En el momento en que bajasen la guardia, la haría caer sobre el guardia.
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Ronda #5 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Soul Artist » Mar Jun 10, 2014 3:40 am

Exuy & Hiro

Yo… traeré ese objeto. Mi deseo es poder mirar tu libertad ante mis ojos y sentir que su afable sonrisa contagie admiración como la que me hiciste sentir hace poco. Pero... —Exuy se tomó unos segundos para tomar aire y clavar su mirada en Shiva, mientras la mujer le observaba con una ceja arqueada—. No mataré a mi maestro, porque sé como se siente cuando te quitan a alguien especial. Sé lo que es estar solo a causa de tales actos y por ello no poder hablar con un alma familiar, porque sus presencias ya no están ahí para compartir. Es por eso que le ayudaré a salir... Y si quiere tomar una vida... Pues tome la mía... Pero tendrá a una persona menos a quien sonreír.

La bruja del hielo se acomodó en su roca, dedicando media sonrisa a Exuy. Este le dio la espalda y atravesó el portal, dirigiéndose de nuevo a la realidad mientras ella quedaba atrás, esperando y observándole en todo momento.

Haz lo que veas. No podrá escapar del invierno...

El mundo oscuro y fría de Shiva desapareció para Exuy al colocarse en el centro del portal mágico que ella había invocado. El muchacho notó cómo su mente avanzaba a gran velocidad hacia algún lugar lejano e inalcanzable. La luz que le mostraba su destino le fue cegando cada vez más, y una vez llegó cayó al suelo, agotado.

Las cenizas volaban frente a él, y con ellas alguna llama que se perdía en el viento. Cuando pudo darse cuenta, descubrió que sólo había pasado del escenario de Shiva a uno mucho peor: tras él había una casa destruida, parcialmente en llamas, mientras se derrumbaba a pedazos poco a poco. Su fachada revelaba que claramente acababa de sufrir una explosión interna, pero investigarlo era demasiado peligroso: si entraba en lo poco que quedaba de los restos, se le podía caer una pared o parte del tejado encima.

El tesoro de Li, guerrero de la luz.

La voz de Shiva sonó en la cabeza de Exuy para, de inmediato, aparecérsele en su mente la misma mujer desnuda sobre su roca helada clavando sus brillantes ojos en él. Una migraña le golpeó con fuerza, dándole a entender que la bruja seguía dentro de su mente y que no pretendía abandonar su puesto hasta que cumpliera con su cometido.

En aquel momento comenzó a llegar la gente de todas partes. Primero fueron aldeanos alertados por la fuerte explosión que debió de darse momentos antes, y poco después algunos soldados. Hiro llegó en mitad de todo aquello para encontrarse con la situación: un Exuy frente al edificio en ruinas, la base de los Caballeros de la Llave Espada.

¡Levante las manos!

Los dos guardias de la entrada al campamento habían llegado con sus espadas en posición ofensiva para amenazar a Exuy tras apartar a los aldeanos curiosos de su camino. Parecían violentos y muy enfadados, dispuestos a clavar sus armas en el chico si hacía falta.

¿Es usted un espía de los hunos? —interrogó uno de los guardias, avanzando con la espada en alto hacia Exuy—. ¿Por qué ha hecho explotar la casa del Maestro? ¡Criminal!

Los chinos, al escuchar las acusaciones de los guardias, comenzaron a abuchear a Exuy. Algunos exigían justicia, otros su cabeza; incluso sin ninguna autoridad presente, parecía que los soldados tenían claro cómo actuar ante aquella situación.

Uno de los dos tomó a Exuy del cuello y lo arrojó contra el suelo. La gente aplaudió las acciones del soldado mientras este le pisaba la espalda, alzando su arma para que todos vieran lo que iba a hacer con el chico.

¡Han asesinado a nuestro Maestro! —gritó el soldado, tomando su espada con ambas manos y apuntando al cuello de Exuy—. ¡Ningún castigo será lo suficientemente justo!

La gente lo pedía a gritos. La teórica pérdida de su Maestro les había vuelto locos y sedientos de venganza: y lo peor es que no eran ellos quienes iban a perder la cabeza.

* * *

Hikaru

El huidizo aprendiz de la Llave Espada entró en la tienda de campaña a su izquierda. Y suerte que tuvo de hacerlo: mientras revolvía en su interior buscando algo de ropa que ponerse, escuchó unos guardias corriendo pasar por al lado de su posición, seguramente buscándole a él para juzgarle por colarse en campamentos militares sin autorización de nadie.

Hikaru era un tipo con suerte. Logró encontrar tras un rato unas ropas de un soldado relativamente bajito, aunque más valía que el muchacho hubiese pegado algún pequeño estirón respecto al metro cincuentaitrés que medía cuando se unió a la Orden o el traje le quedaría algo grande.

¿Sabes que robar ropa ajena está muy mal, niño?

Aquella voz había sonado de alguna parte dentro de la tienda de campaña mientras se desnudaba y se cambiaba de ropa. Por mucho que buscara por todas partes no encontró la fuente de la voz: ni en el futón, ni en el montón de ropa usada, ni siquiera dentro de la jaula de grillo vacía.

No me busques. Soy tu conciencia...

Hikaru escuchó aquellas palabras en su oído derecho, pero al girarse en aquella dirección no encontraría a nadie.

¡Ping, vamos! ¡Ayúdanos a buscar al intruso!

El aprendiz vio una sombra que se había detenido en la entrada alejarse de nuevo. Pudo salir de la tienda de campaña y, al ver una gran tienda de campaña roja cerca de la salida del campamento, se dirigió en su dirección.

Eres un malvado ladrón —reprochó la "conciencia" de Hikaru desde algún lugar desconocido, aunque cercano—. ¡Deshonra sobre tu vaca!

* * *

Fátima & MoguDer

Ping no pareció estar muy conforme con Fátima sobre no informar a Ping sobre Saavedra. Mientras se dirigían al ejército formado a la salida del campamento, la soldado comenzó a susurrar a su amiga el peligro al que se exponían:

Shang merece saberlo, Daliao. Debe saberlo. Si el Maestro es tan peligroso... ¡Imagina que intenta asesinarle! Necesito decírselo. Sólo déjame...

¡Ping!

¡Señor!

Habían llegado hasta la posición del capitán, rodeado por una gran cantidad de hombres, todos ellos armados para la batalla. Tras junto a él había tres soldados más, todos con ropas amarillas más características a las de los demás y parecidas a las de Mulan: se trataba de la élite más cercana al capitán, la especial en la que se había agregado a la amiga de Daliao.

¿Qué hace un animal en el campamento? —preguntó Shang a la soldado, apuntando con el dedo a MoguDer.

Es... ¿Es de Daliao, señor? —mintió Ping, rígida como una roca.

Shang fulminó con la mirada a Fátima, juzgándole por tener un perro y llevarlo a la guerra. Sin embargo, nunca se sabía cuándo uno de aquellos animales podía ser útil: no le prohibiría llevar uno. Pero no se libraría de la bronca, pues tenía algo expresamente contra él.

Más te vale mantener bien callado a ese perro —Shang se giró, se acercó al muro del campamento y tomó un bozal de él; se lo pasó en el aire a Fátima, clavando sus ojos en ella fijamente—. Y tú también, soldado. ¡Tú!

La voz de Shang no se dirigió esta vez hacia Mulan o Daliao. Todos los soldados se giraron para descubrir a un muchacho vestido como ellos, con cicatrices en su rostro, que caminaba hacia la tienda de campaña del general Li. Fátima no estaba de suerte aquel día, pues reconocía aquel rostro y el otro también: era Hikaru, que había estado desaparecido durante la reunión con Ronin en el Buda Feliz.

¿Qué haces yendo a mis aposentos? —le interrogó Shang, acercándose paso a paso hacia el muchacho y los soldados abriéndose camino. Mulan se pegó a su espalda, como su guardaespaldas, en cuanto pasó por su lado; tomó por la muñeca a Fátima para que le acompañase, habiendo notado alguna señal por parte de la chica de que le conocía—. ¡Contesta, soldado!

Pillado con las manos en la masa. Hikaru estaba metido en un buen lío: nadie le había reconocido aún como el extranjero que se había colado en el campamento, pero en cuanto lo hicieran se había acabado el juego. Sólo sus palabras y las de Fátima podían sacarle de ese aprieto... O acabar en una celda preciosa para él.

* * *

Kousen

Mover la estantería para investigar qué había detrás de ella fue una buena idea. Tras empujarla hacia un lado, Kousen descubrió que tras esta había un gancho de torturas oxidado, pero lo suficientemente afilada para engancharse en las cadenas y, tirando con fuerza, romperlas. Podía usarlo antes de esconderse tras la estantería.

El muchacho se escondió tras la estantería y esperó a su momento. Este fue eterno: escuchó desde su posición algunos pasos, el sonido del metal cortando el viento e incluso un sonido seco, como un animal cazado caído al suelo. Sin embargo, continuó esperando, paciente.

Y finalmente, oyó la puerta abrirse lentamente. Unos lentos pasos atravesaron el umbral al interior de la celda y se detuvieron frente a él, según calculó. Kousen dejó caer su cuerpo hacia adelante para que la estantería hiciera el resto del trabajo: impulsada por la gravedad, se dirigió de cabeza hacia el enemigo, preparada para aplastarle...

Pero el ataque fue interrumpido. El sonido de la madera podrida rompiéndose ensordeció a Kousen y unas astillas de madera golpeando en sus gafas le cegaron, impidiendo ver qué acababa de suceder. Al abrir los ojos, descubrió a quizás la última persona que esperaba ver allí: una joven de pelo morado, rostro quemado... Y una Llave Espada en mano.

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B-bueno, quizás no tendría que haber venido...

La Maestra se pasó una mano por la oreja y rehuyó de la mirada del aprendiz, desviando sus ojos hacia la salida de la celda. Afuera, Kousen podía ver a los dos guardias tirados en el suelo, inconscientes.

Hace horas que no sé de vosotros... No funciona mi comunicador —explicó la Maestra, sacando su teléfono y mostrándoselo a Kousen. Si él disponía de uno también, podría comprobar que no funcionaba correctamente: algo interfería en el funcionamiento de este—. ¿Dónde está Ronin? ¿Sabes algo de Exuy? Se separó de mí y pensé que le encontraría aquí...

Tras contestar a las preguntar y plantear otras tantas, los dos Caballeros saldrían de la habitación para dirigirse hacia el final del pasillo donde estaban el resto de celdas, todas ellas vacías. A partir de allí la caverna en la que estaban se separaba en dos caminos:

La izquierda va al templo del que yo vine... No sé si Ronin estará allí —explicó Rebecca, señalando hacia aquel camino. Una brisa fría, casi congeladora, acarició las mejillas de Kousen al mirar en aquella dirección—. La derecha se dirige hacia el poblado. No sé bien cuál es el camino...

Quedaba en manos de Kousen decidir. La Maestra le acompañaría allí adonde fuese, a menos que le dijese lo contrario.

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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor James Bond » Mar Jun 10, 2014 9:43 pm

Apenas entré en la tienda, oí gritos de guardias pasando por delante de donde me había escondido. Tuve mucha, pero muchísima suerte de entrar justo a tiempo. Y mucha más suerte tuve cuando encontré un uniforme militar.

¡Genial!— Exclamé feliz.

Me puse el uniforme lo más rápido que pude, ya que podía entrar alguien en cualquier momento. Por suerte, me quedaba casi perfecto, solo necesitaba un centímetro más, pero no creía que nadie se fijara en un detalle como ese. De pronto, una voz que provenía de ninguna parte dijo:

¿Sabes que robar ropa está muy mal, niño?

Me sobresalté. ¿Quién había en la tienda? Juraba que no había visto a nadie cuando entré. Me giré para ver si alguien había entrado, pero tampoco resultaba ser ese caso. Debían de ser imaginaciones mías.

No me busques. Soy tu conciencia...— oí en mi oido derecho, pero al intentar mirar, no pude ver a nadie. Era todo muuuuy extraño.

De pronto unas voces afuera pedían a un tal "Ping" que ayudase a buscar al intruso. Debía de ponerme en marcha, puesto que podría parecer demasiado sospechoso.

Eres un malvado ladrón— volví a oír de nuevo—. ¡Deshonra para tu vaca!

Entonces no pude evitar reírme sarcásticamente.

Escucha, conciencia, si de verdad fueras mi conciencia, sabrías que no tengo vaca, de modo que tu deshonra no tiene efecto al emplearse en algo que no existe.

Así pues, tras dejar en evidencia a mi supuesta conciencia, me dirigí a la tienda roja, como tenía planeado de antemano.
Una vez allí, una imponente voz hizo llamar mi atención.

¡Tú!

Dirigí mi mirada a quien me había hablado. Por la ropa que llevaba, parecía ser el líder, o por lo menos, alguien importante, puesto que cuando posó su mirada sobre mí, el resto de los soldados también lo hicieron. Me sorprendió ver a Fátima entre ellos. ¿Qué estaría haciendo allí? Ya le preguntaría luego.

¿Qué haces yendo a mis aposentos? ¡Contesta, soldado!

¡Mierda! Tenía que inventarme una excusa, y de las buenas, o sino, nadie vendría a salvarme esta vez. ¿Qué podía decir? ¿Qué podía resultar convincente?

Señor— dije haciendo una reverencia—. Soy nuevo en el ejército. Acabo de llegar y me han dicho que debía de ir a ver al general. Supuse que estaría en su habitación. Disculpe las molestias— mmm... sonaba convincente, o al menos, para mí sí que sonaba, tendría que adornarlo un poco—. Por cierto, señor, me ha parecido ver a un hombre sospechoso rondando cerca del campamento, es muy alto y va con un perro verde.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Suzume Mizuno » Sab Jun 14, 2014 12:48 am

Shang merece saberlo, Daliao. Debe saberlo. Si el Maestro es tan peligroso... ¡Imagina que intenta asesinarle! Necesito decírselo. Sólo déjame...

Comprendo tu punto de vista, Ping, pero dudo mucho que nos vaya a creer. Adeás, tú eres su mano derecha, podemos estar cerca por si alguien intenta…

¡Ping!—llamó entonces el capitán Shang con un tono imperioso.

¡Señor!—respondió marcialmente Mulán.

Al verse rodeada de tantos soldados, Fátima se revolvió nerviosa y trató de adoptar un aire serio y firme. Se preguntó de dónde sacaría una armadura para no destacar con la suya propia cuando fuera el momento de partir a la batalla y examinó con curiosidad a los hombres del capitán Shang. Los había de todos los tamaños y alturas que uno pudiera imaginar, y también de diversas edades. Muchos eran jóvenes y algunos todavía tenían la cara lampiña.

Eso le hizo preguntarse cuántos de ellos morirían antes de que acabara el año. Notó que la bilis le trepaba por la garganta.

¿Qué hace un animal en el campamento? —restalló la voz de Shang.

Fátima se puso en tensión y agachó la cabeza; no quería tener nada que ver con aquello. Suficiente con que Shang ya parecía tenerle cierta ojeriza, lo último que necesitaba era que…

Es... ¿Es de Daliao, señor?

Fátima levantó bruscamente la mirada y miró a Mulán con los ojos abiertos como platos. El corazón dejó de latirle por un momento y unas gotas de sudor helado le resbalaron por la columna al tiempo que el estómago se le reducía al tamaño de un puño. Mulán mantenía una expresión pétrea, mientras que el capitán la fulminaba con la mirada —con razón—.

Balbució algo pero se dio cuenta de que no tenía sentido mentir, por lo que pegó los labios hasta que se le convirtieron en una fina línea blanca y apretó los puños. Si por culpa de Mulán la echaban del lugar, pensaba estrellarle al maldito perro contra la cara.

Más te vale mantener bien callado a ese perro —Fátima intentó no encogerse, esperando que la echaran a patadas del lugar. Por eso se quedó boquiabierta al comprobar que… ¿le permitía quedarse al perro? ¿Qué? Es más, Shag le lanzó un bozal, que ella atrapó en pleno vuelo—. Y tú también, soldado.

¡S-sí, señor! —farfulló, lanzando una fría mirada a Mulán.

Cogió al perro con toda la delicadeza que pudo, a pesar de que su primer impulso fue el de acogotarlo por la furia, y le puso rápidamente el bozal —preguntándose por qué demonios un capitán… tenía un bozal—.

¡Tú!

Fátima pegó un respingo y se incorporó rápidamente con los brazos pegados al cuerpo, con el pulso disparado. Sin embargo, Shang no se dirigía a ella. Todos miraban en dirección a un chico al que el uniforme le venía un poco grande, cerca de la tienda del capitán, y con el rostro lleno de cicatrices…

«¡Oh, no!» pensó Fátima, poniéndose blanca al reconocer a Hikaru.«No, no, no, ¡no!». Rezó porque no indicara que se conocían. ¿Pero por qué era tan horriblemente difícil cumplir una misión con propiedad?

¿Qué haces yendo a mis aposentos? —Mulán se apresuró a ir detrás de Shang. Pero decidió no ir sola: atrapó a Fátima de la muñeca y tiró de ella para que la acompañara. Fátima se resistió al principio pero luego cedió para no llamar la atención, mascullando sin hacer ruido que iba a matarla, que dejara de meterla en líos. Si Mulán se fijaba, vería sin lugar a dudas su expresión de malas pulgas. ¡Contesta, soldado!

Señor—Hikaru realizó una reverencia—. Soy nuevo en el ejército. Acabo de llegar y me han dicho que debía de ir a ver al general. Supuse que estaría en su habitación. Disculpe las molestias—Fátima apretó los labios y se esforzó porque su rostro fuera una máscara imperturbable. No podía darle a entender a Hikaru que le conocía, ni tampoco salir en su rescate, por despreciable que le hiciera sentirse. ¡Pero Hikaru podría haber intentado ser un poco más discreto!—. Por cierto, señor, me ha parecido ver a un hombre sospechoso rondando cerca del campamento, es muy alto y va con un perro verde.

Fátima arqueó las cejas. ¿Estaría hablando de ese tipo al que tenía que buscar Hiro…?

En cualquier caso, eso no era lo más importante ahora. Miró de soslayo en dirección a Shang y se mordió la lengua. No podía despegarse de él. Lo más importante en ese momento era entorpecer los planes de Andrei, fueran los que fueran, y aunque tuviera que limitarse a dar golpes de ciego. Y estaba segura de que Hikaru se las podría apañar… de alguna forma por su cuenta… O eso esperaba.

«Soy una persona horrible» pensó, esforzándose por mantener el tipo.

Sin embargo, si por algún casual la vida de Hikaru corría peligro —algo que dudaba. Era un aprendiz de Caballero… Y, además, Shang no parecia ser tan mala persona— saldría a defenderle. Sólo si se daba en ese caso.

Si no, miraría a Hikaru y menearía suavemente la cabeza, pidiéndole perdón con los ojos.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Kousen » Sab Jun 14, 2014 2:54 am

Cuando moví la estantería, me encontré algo que me vino de perlas. Saliendo de la pared había un viejo gancho de tortura bastante oxidado, el cual podría usar para romper las cadenas.
Con cuidado de no cortarme (lo que me faltaba, pillar un tétanos), enganché las cadenas en el instrumento y comencé a tirar, hasta que por fin cedieron. Ya con las manos libres y moviendo los brazos para recuperar la movilidad, volví a mi plan principal y me escondí tras la estantería.

La verdad es que me pareció un siglo mientras esperaba detrás del mueble. Tal vez fuese la tensión del momento o la sensación de estar atrapado en territorio enemigo, pero podía sentir mis sentidos agudizarse. Justo cuando empezaba a relajarme, capté ruidos que me pusieron los nervios de punta.
Primero unos pasos se acercaron a la celda, luego algo que parecía ser un arma y finalmente, algo caer al suelo. ¿Qué diablos pasaba ahí fuera?

Más nervioso que antes, escuché como por fin la puerta de la celda se abría.

<<Aquí viene.>>

Pasos...

<<Uno... dos... ¡Ahora!>>

Con un buen empujón, hice que la pesada estantería perdiese el equilibrio. Un poco más y tendríamos tortilla de Huno.

Pero no me esperaba en absoluto lo que iba a ocurrir. Contra todo pronóstico, la madera se hizo pedazos en mitad del aire y unas astillas volaron directas a mis gafas, cegándome e impidiéndome ver quién era la figura que había entrado en la celda.
Por instinto, me hice hacia atrás y agarré la daga con la mano, preparado para cualquier cosa. Cuando abrí los ojos, la tamaña sorpresa casi me hace soltar el arma, abriendo los ojos como platos. Reconocía perfectamente a la persona que acababa de entrar a la celda.

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B-bueno, quizás no tendría que haber venido...

¿M-Maestra Rebecca? ¡Cuanto lo siento! No pensaba que...

Acababa de tirarle una estantería encima a un Maestro de la Orden. Menos mal que la había detenido, porque si llega a acertarle.
La pata hasta el fondo. Hoy no era mi día.

Apartando la vista hacia donde miraba la portadora, pude ver que el guardia cachondo y su amigo estaban en el suelo, completamente K.O.

Hace horas que no sé de vosotros... No funciona mi comunicador —explicó, elevando el aparato.

Efectivamente, el comunicador no recibía la señal como era debido. Saqué el mío propio y comprobé que tampoco funcionaba de forma correcta, dejando que la maestra lo comprobase.

¿Será por la cueva o...?

No. En el exterior debería haber funcionado perfectamente, y si aún fuera no recibían señal, solo se me ocurría una razón. Una razón llamada Saavedra.

. ¿Dónde está Ronin? ¿Sabes algo de Exuy? Se separó de mí y pensé que le encontraría aquí...

Recordé la conversación que había escuchado entre los guardias, y no me entretuve en contarle cuanto antes lo que había escuchado.

Sí, creo que sé donde están. Exuy se quedó vigilando la casa de la Orden cuando Ronin y yo entramos en ella, pero... La trampa de Saavedra la voló por los aires, pero aún debería estar en el poblado.

Teniendo en cuenta que no había otro cautivo más que yo en aquel sitio, la explosión no le había arrastrado junto a nosotros. Seguramente estaría en medio del poblado, con todo el lío que el estruendo habría provocado entre la población, y aquello no dejaba de ser alarmante.

¡Pero Ronin está en una situación peor! Esos... los hunos, dijeron que estaba con su lider, un tal Shan-Yu ¡Y que iba a tomar represalias contra el general del ejército chino esta noche!— le relaté —Hay que darse prisa o...

Sin perder más tiempo, salimos de la celda y nos dirigimos hasta el final del corredor de la prisión, que desembocaba en una caverna propiamente dicha. E igual que la anterior, se bifurcaba en dos caminos, uno a cada lado. Una corriente de aire frío llegaba claramente desde la derecha.

La izquierda va al templo del que yo vine... No sé si Ronin estará allí —señaló Rebecca— La derecha se dirige hacia el poblado. No sé bien cuál es el camino...

Me paré a mirar en ambas direcciones. Si Rebecca estaba en el templo, dudaba que el tal Shan Yu andase por allí, y si nos equivocábamos, llegaríamos demasiado tarde al poblado.

Uno de los guardias dijo algo de que iban a atacar, y algo sobre jovencitas... seguramente estén planeando atacar el campamento y la aldea, Maestra—. Maldije por lo bajo. Aquellos brutos no se cansaban de verter sangre. —Creo que deberíamos volver al poblado y dar aviso. Si es verdad que van a atacar, Shan Yu traera a Ronin con él.

<<Esa será nuestra oportunidad>>, pensé, esperando no equivocarme.

¿Queda mucho para el anochecer?— pregunté, preocupado, mientras esperaba a que la Maestra viniese conmigo en aquella dirección.

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Kousen elige el camino de la derecha.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor RedXIII » Sab Jun 14, 2014 4:55 am

Fátima & MoguDer



Shang merece saberlo, Daliao. Debe saberlo. Si el Maestro es tan peligroso... ¡Imagina que intenta asesinarle! Necesito decírselo. Sólo déjame...

Comprendo tu punto de vista, Ping, pero dudo mucho que nos vaya a creer. Además, tú eres su mano derecha, podemos estar cerca por si alguien intenta…

¡Ping!— El Moguri contemplaba aquella escena, intrigado y sin entender de que estaban hablando, disimuladamente soltó las figuras de Hiro y las guardó en su pulsera, le resultaba bastante incomodo llevarlas todo el rato en la boca.

¡Señor!

¿Qué hace un animal en el campamento? — Disimuló, se sentó y se dedicó a mover la cola mientras observaba a aquel individuo con las orejas levantadas.

Es... ¿Es de Daliao, señor?

¿Quien era Daliao y porque estaban todos tan tensos? Parecía que aquel hombre tenía poder en aquel lugar, el hablaba y todos obedecían sin rechistar, incluso su mirada podía encoger d hombros a cualquiera que se cruzara con ella.

Más te vale mantener bien callado a ese perro — Sacó la lengua y dejó escapar un leve sonido de alegría —. Y tú también, soldado.

¡S-sí, señor!.

Pero poco duró aquella alegría al ver como Fátima le colocaba aquel bozal en la boca, como si fuera un vulgar perro, intentó susurrarle pero fue inútil.

¡Tú!

Por mucho que intentara tirar de aquel bozal con las patas era imposible quitárselo sin que alguien sospechara, pero poco duró la fijación de la mascota por aquello cuando observó como los soldados dirigían su mirada hacia un mismo punto, observando a alguien familiar para el ¿Hikaru?

¿Qué haces yendo a mis aposentos? — El hombre autoritario, Fátima y su amigo se adelantaron y se acercaron a Hikaru, seguidos por el Moguri quien no quería perder de vista a la única persona que podía quitarle aquello . ¡Contesta, soldado!

Señor. Soy nuevo en el ejército. Acabo de llegar y me han dicho que debía de ir a ver al general. Supuse que estaría en su habitación. Disculpe las molestias— ¿Que hacía en el campamento, no se había ido con el hombre pulpo, es que estaba aquel hombre en el campamento también, Hiro rondaba por allí también? — Por cierto, señor, me ha parecido ver a un hombre sospechoso rondando cerca del campamento, es muy alto y va con un perro verde. — Cada vez que veía a aquel chico dudaba si de verdad sabía que estaba haciendo.

Debía mantenerse alerta, cualquier movimiento de aquel hombre podría significar el fracaso de su misión y sin poder hablar y usar bien su teléfono veía casi imposible ponerse en contacto con Hiro, todo quedaba en manos del azar...


***


Hiro & Exuy



Un cumulo de gente observaba el incidente, una misteriosa explosión había atraído a muchas personas que querían contemplar lo sucedido y saciar su curiosidad al igual que el aprendiz que llegó al lugar lo más rápido que pudo pero lo que se encontró era algo inesperado.

¡Levante las manos!

Exuy se mostraba ante las ruinas de una casa que aun ardía, un guardia amenazaban su vida con espada en mano y mostrando su desprecio ante lo ocurrido.

¿Es usted un espía de los hunos? ¿Por qué ha hecho explotar la casa del Maestro? ¡Criminal!

La gente enloqueció, abucheando al pobre aprendiz y pidiendo su ejecución, mientras Hiro observaba la casa, le era muy familiar aquel lugar pero rápidamente su mirada se centró en uno de los guardias, había lanzado a su compañero al suelo y amenazaba con matarlo.

¡Han asesinado a nuestro Maestro! —gritó, parecía que iba a hacerlo de verdad—. ¡Ningún castigo será lo suficientemente justo! — Era el momento de intervenir, disimuladamente invocó a Grillo y suplicó en silencio su ayuda.

¡Alto! — Gritó mientras interponía su bastón entre Exuy y el arma de aquel guardia —¿Como osas desenfundar tu arma ante un inocente? — Miró fijamente al guardia, desgraciadamente no tardó en reconocerle, era uno de los guardias que le dieron una tunda cuando intentaba distraerlos para que entrara MoguDer, disimuló, lo último que necesitaba era otra pelea como esa.

¿Que pruebas tienes de que haya sido el? — Replicó algo molesto ante la aptitud desmesurada de la gente que rodeaba el lugar —Es una victima del incidente, uno de esos Hunos, un hombre alto, grandullón y con cara de mala persona ha entrado en esta ciudad y ha tirado una bomba por la ventana de la casa, este chico solo quería entrar cuando de golpe explotó, es un milagro que siga vivo — Metió la mano en el bolsillo de Exuy y de allí sacó unas llave o más bien hizo ver que la sacó de allí ya que era la llave que el maestro Ronin había confiado al aprendiz.

Sígueme el juego, si la cosa se complica sal corriendo — Le susurró discretamente.

¡Esta es la prueba, las llaves de la casa! — Exhibió aquel objeto, como si se tratara de una prueba importante, ante la masa furiosa de aldeanos —Entregada a este chico por el Maestro antes de fallecer.

El Huno del que hablo se fue por el camino que lleva al campamento, alguien debería proteger su entrada — Dijo de forma indirecta al soldado, era muy arriesgado aquello, pero estaba preparado para cualquier imprevisto, si el guardia intentaba poner la mano encima a Exuy o al híbrido recibiría un buen golpe de bastón, en caso de que se complicara la cosa lanzaría un Senko al cielo para asustar a la gente y llevarse a Exuy lejos de aquel lugar.
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Re: [Tierra de Dragones] Se acerca el invierno (II)

Notapor Yuehito » Sab Jun 14, 2014 9:57 am

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Haz lo que veas. No podrá escapar del invierno...


Todo lo que miré en ese momento transcurrió a una velocidad inimaginable y de pronto pude recobrar todas las sensaciones de mi cuerpo, ya toda la paleta fría del lugar en que dejado atrás se preparaba para tornar su fuerte color de vida. Tan vivo que solo pude sentir un extremo calor a mi espalda, el cual me llenó de temor junto a un rápido escalofrío que me tomaría preso de algo muy macabro.

Todas las imágenes se hicieron nítidas y sorpresa llevé al darme cuenta de la distorsionada escena que se desenlazaba atrás de mí. Con los ojos llenos de espanto miré como una cabaña había acabado en escombros inundados de un fuego eterno. Pensé en aquel instante que tal hogar pertenecía al General Li, pero era un acto suicida buscar el objeto ahí. Esa ya no era una buen a opción.

El tesoro de Li, guerrero de la luz.


Retrocedí asustado tratando de sostener mi cabeza a la fuerte voz de la bruja la cual me dejaba desorientado y lleno de angustia. Era tan potente y afilada como recibir un fuerte golpe sobre una roca. Mis pasos fueron detenidos y de un momento a otro me encontré tirado en el suelo con un gran peso encima y recobrando mi posición en el suelo un hombre abalanzó sus manos hacia mi cuello diciendo palabras, reiterándola una y otra vez, pero… me costaba escuchar claramente lo que decía. Me encontraba ensordecido recobrando de a poco las palabras de la boca de aquel tipo hasta que pude entender lo que decía en medio de la agonía que me hacía pasar.

Ya casi sin poder respirar tomé las manos del hombre intentando murmurar mi defensa. Mis ojos picaban y parecían llenarse de lágrimas ante el calor de nuestro costado. Mi aliento se hacía seco y una presión se ejercía en mi sien, aun así, intentando con mucho esfuerzo abrí mi boca para decir: "Yo no haría tal cosa."

¿Había sido una trampa? No, no creía. En todo el tiempo que recordaba no parecía ser obra de venganza, además que confiaba en que Shiva no haría eso ya que compartíamos una misma misión… ¿Pero sería bueno confiar luego de haber deducido que era nuestra enemiga? Eso me mantenía confuso.

Estuve a milisegundos de invocar mi llave espada y poder defenderme en medio de la multitud que parecía pedir muerte a un crimen que no había cometido. Cuando de pronto un arma de madera se poso en el filo de una espada que apuntaba a mi garganta e intentando mirar arriba solo noté una sombra que no supe reconocer en el instante. En cambio su voz fue suficiente, Hiro.

¿Como osas desenfundar tu arma ante un inocente? — dijo mientras la mano del acriminador soldado aflojaron en un instante logrando así respirar.

¿H-Hiro?

¿Que pruebas tienes de que haya sido él? Es una víctima del incidente...

¿Victima? —pensé.

De a poco pude ir dando a la razón logrando comprender en la situación que me encontraba. Lo que había presenciado había resultado ser no más que un atentado contra lo que decían llamar su “Maestro”. Pero lo que no lograba comprender era si el lugar afectado era lo que sería la casa de Li, era una duda que me mantenía inquieto pues de eso dependía mi misión… tal vez Hiro podía ayudarme.

>>Uno de esos Hunos, un hombre alto, grandullón y con cara de mala persona ha entrado en esta ciudad y ha tirado una bomba por la ventana de la casa, este chico solo quería entrar cuando de golpe explotó, es un milagro que siga vivo.

¿De quién hablaba exactamente? No comprendía. Intentando recordar dichas características a mi mente solo llegó la imagen del tipo robusto que apareció en la cueva en medio de la pelea del… ¡DRAGóN!

Todo se me hizo más fácil al entender en cómo sucedieron las cosas, luego de ese hecho perdí la conciencia de mis acciones y lo más probable es que luego fui a parar al lugar intimo de Shiva.

Hiro se acercó a mí con cautela dependiendo mi vida de un hilo. No era sensato ir en contra de más vida, no tenía intenciones de dejar herido a gente de otro mundo, ni menos matar a un inocente. Había que escapar y buscar el momento oportuno para actuar de la mejor manera, eso me daría ventaja para buscar el “tesoro de Li”. Entonces mi compañero metió su mano en el bolsillo de mi abrigo cyan para sacar de él unas llaves.

¿De dónd..

Sígueme el juego, si la cosa se complica sal corriendo— susurró. Y entendí.

¡Esta es la prueba, las llaves de la casa! —Dijo esperando a que los demás se creyeran ese cuento —Entregada a este chico por el Maestro antes de fallecer.

¿Se creerían tal historia? Era tan incierto y teníamos que salir. Deseaba en ese momento poder liberarme en la posición en que me encontraba, de la puntiaguda espada que posaba su filo en mi garganta a pocos segundos de ser introducida. Tenía susto y miedo a no cumplir mi promesa y en mente solo me imaginaba el cómo me desdoblaba del cuerpo acorralado logrando así escapar, pero solo era un anhelo, una tal vez ficción que pasaba por mi cabeza.


>>>> Hiro ayúdame a salir… necesito ir donde el General Li. Necesito que me lleves ahí <<<<

—Pensé deseando inocentemente en que Hiro me escuchara.

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▪ Exuy usará inconscientemente Doppel si se pilla en una situación de muerte para esquivar el ataque. Seguirá a Hiro~
▪ Exuy usa Laxius Fatum para que escuche su voz en la mente de Hiro .
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Ronda #6 - Se acerca el invierno (II)

Notapor Soul Artist » Mar Jun 17, 2014 10:58 pm

Kousen

Maestra y aprendiz tomaron la decisión de dirigirse hacia el poblado, dejando de lado el templo y los misterios que podían ocultarse en él. Era importante avisar de lo que estaba sucediendo y de la amenaza que respresentaban los hunos para aquella noche.

¿Queda mucho para el anochecer? —preguntó en alto Kousen hacia su Maestra, habiendo sido la última que vio la luz del sol. Sin embargo, Rebecca se mostró sorprendida ante la pregunta del aprendiz: le clavó la mirada unos segundos y aceleró el paso, colocándose por delante del chico.

C-casi es de noche, Kousen. Aceleremos

El tiempo se agotaba.

* * *

Hikaru

Señor, soy nuevo en el ejército. Acabo de llegar y me han dicho que debía de ir a ver al general. Supuse que estaría en su habitación. Disculpe las molestias.

El capitán levantó un ceja, lleno de desconfianza hacia el muchacho que aseguraba que aquel era su primerito día. Fátima mantuvo el tipo y esperó a que el chico se pudiese librar de un castigo por sí solo, mientras Ping le clavaba la mirada, sospechando que pasaba algo más.

El silencio era tan tenso que, cuando Shang fue a hablar, Hikaru tuvo que intervenir con más información para intentar salir airoso:

Por cierto, señor, me ha parecido ver a un hombre sospechoso rondando cerca del campamento, es muy alto y va con un perro verde.

¿¡Pero tú vas en serio!? —preguntó por lo bajo la conciencia del chico.

Los soldados se hartaron a carcajadas de inmediato. Shang entrecerró los ojos y fulminó con ellos al pobre Hikaru, el cual había pasado a decir una gran verdad y sólo recibía la mofa de todos los presentes en el campamento. El tuerto bajito que unos minutos atrás le había atacado dio un paso al frente para burlarse de él, alimentando las risas de sus compañeros:

¡Un perro verde! ¡Claro que sí! ¡Y también le acompañaría una vaca voladora y un cerdo multicolor!

¡Silencio!

Los soldados no dejaron de reírse de inmediato, aunque muchos de ellos se colocaran en posición firme. Shang se acercó a Hikaru y, con un rápido movimiento de sus manos, le tiró contra el suelo de espaldas y bien agarrado por las muñecas. Con un chasquido de dedos Ping se colocó firme y se dirigió a la misma zona donde había cogido el bozal. Cuando volvió, traía varias cadenas consigo.

Fue cosa de unos segundos: Hikaru quedó atrapado en un montón de cuerdas que le rodeaban casi como si fuera un vestido, presionándole los brazos contra su cuerpo. Shang dio un silbido y obligó al tuerto a acercarse, el cual se quedó pálido al ver que se refería a él.

Gracias por ofrecerte voluntario, Yao —le ordenó el capitán, dándole la espalda al soldado y dirigiéndose al resto de sus compañeros—. Vigílale hasta nuestro regreso.

El ejército de Shang se dirigió hacia la salida del campamento, desapareciendo de la vista de Hikaru y el pobre soldado abandonado. El sol en el horizonte comenzaba a ocultarse, marcando el final del día: había fallado en su objetivo. Por mucho que forcejease con las cuerdas, estas no cedían.

Maldito cretino... —le insultó su guardia personal, empujándole en dirección a la caseta de madera cerca de la salida.

¿Qué vas a hacer ahora, ladronzuelo?

El tuerto no le tenía agarrado de una de las cuerdas, sin ni siquiera molestarse en mirar qué hacía. Ya era tarde para recurrir a Shang o Fátima, que se habían ido por la salida principal: a partir de ahí era dejarse llevar hasta la zona de celdas o intentar escapar. ¿Pero cómo, si tan atado estaba?

* * *

Exuy & Hiro

¡Esta es la prueba, las llaves de la casa! Entregada a este chico por el Maestro antes de fallecer.

La reacción de la gente ante aquella prueba no fue agradable. Los aldeanos comenzaron a gritar con más fuerza, e incluso algunos de ellos dieron algunos pasos hacia adelante para intentar quitársela a Hiro de las manos. Sin embargo, los dos soldados presentes pudieron frenarles y explicaron su reacción:

¡Así que con esa llave es con la que el chico entró en la casa y la incendió! ¡Y tú están compinchado con él! ¡Por eso querías entrar tan obsesionadamente en el campamento!

Aquella reacción era normal: no había nada que indicase que Exuy había obtenido aquella llave después del incidente, pues ni siquiera era pertenencia de Andrei. Y con ello sólo iba a lograr que les comiesen vivos...

Pero Hiro no iba a dejar que le atraparan a él y a su compañero. Viendo las reacciones negativas de la gente, lanzó un Senko hacia el cielo que cegó a los aldeanos y soldados por unos segundos. El muchacho pudo salir a su escape, pero el guardia que anteriormente le había dado la paliza le agarró por el brazo, casi ciego, y le gritó lleno de rabia al oído.

Cuando el mundo arda y necesite un héroe que lo salve de las llamas...

Una gigantesca figura de casi dos metros y medio de alto se empezó a abrir paso entre la gente confusa y cegada, lanzando a algunos pueblerinos por los aires a base de golpes. Su característica risa se hacía cada vez más cercana, más familiar.

¡Cuando la justicia de esta realidad sea ineficaz para las víctimas del caos...!

La figura llegó hasta la posición del guardia que tenía agarrado a Hiro, agarrando al soldado por los hombros y mandándolo a volar en dirección contraria. Un extraño perro verde corrió tras la víctima del gigante y comenzó a morderle la cara con rabia, casi con deseo de arrancársela de un bocado.

¡Daisuke Saiban vendrá a vuestro rescate!

El gigantón empujó con fuerza a Hiro y lo tiró al suelo, desentendiéndose de él para ayudar a levantarse a Exuy. Ambos le reconocerían, aunque con distintos nombres: Daisuke para los amigos, Gilgamesh para los enemigos. Hiro comprobó que sus ropas habían cambiado ligeramente desde su último encuentro con él, pues ahora sólo mostraba dos de sus brazos, probablemente para no alertar a los aldeanos de aquel mundo.

¡Eh, chico! ¿Estás bien? ¡Vine lo antes que pude! Espera... Tú... —Gilgamesh se giró en dirección a Hiro, entrecerrando sus ojos a través de la capa que le ocultaba el rostro—. ¡Tú! ¿¡Qué haces aquí!? ¡Rápido, niño, tenemos que huir de ese tipo malo!

¡¡De eso nada!!

Ya recuperado del ataque que le había hecho el gigante, el soldado se levantó y mandó a volar de una patada al chucho verde que le había provocado algunas de las cicatrices que ahora atravesaban su cara. Su piel se había vuelto algo más grisácea, con unos ojos negros más marcados y pequeños que los de los demás, con el pelo negro como la noche.

Sin embargo, aquella visión duró unos instantes solo. El guardia desenfundó el arco a su espalda y su piel recobró el tono anterior, casi como si de magia elusoria se tratase. Cargó una flecha con suma rapidez y la lanzó contra Gilgamesh, a quien ya era difícil de esquivar. La flecha se clavó en su pecho, pero el gigante se mofó del guardia:

¡Flechitas a mí! ¡Como si pudiesen hacerme naaa...! —Gilgamesh bostezó con fuerza, incapaz de terminar la frase. Tomó a Hiro por la cabeza y comenzó a apoyarse en él, a modo de cojín—. Oye, qué blandito eres...

El guardia cargó otra flecha con suma rapidez y la lanzó contra Exuy mientras Gilgamesh casi aplastaba al pobre Hiro entre sus ronquidos, intentando luchar contra el sueño que sin previo aviso le había invadido. Sin embargo, el ataque del soldado fue ineficaz: nada más alcanzar al aprendiz, este desapareció como si de una ilusión se tratara: era la magia de Doppel, que apenas unos segundos antes había sido invocada sin darse cuenta por el chico.

El guardia, lo suficientemente confuso, dejó de atacar con el arco para quedarse clavado mirando en la dirección donde estaba el falso Exuy. Los aldeanos comenzaron a huir en masa, dejando solo a los tres rebeldes, el guardia de las flechas y el otro soldado que, de alguna manera, había acabado inconsciente en el suelo.

* * *

Kousen

¡Hemos llegado!

La salida de la cueva dio a la entrada norte del pueblo. Fue un alivio para Kousen descubrir que el pueblo continuaba intacto: estaban a tiempo. La noche apenas acababa de caer y las casas comenzaban a encender sus velas y lámparas de aceite para darle un toque especial a aquel lugar. El Buda Feliz, por el contrario, había apagado las luces, y una sombra en su interior recogía ya el local.

Sin embargo, el barullo no tardó en llegar. Algunos aldeanos comenzaron a aparecer corriendo y asustados, todos ellos en dirección contraria a la casa donde Andrei se había establecido. Y antes de que Rebecca o Kousen se dirigieran hacia allí, un viejo amigo apareció entre toda esa gente para correr apresurado en dirección al aprendiz, feliz de volver a verle.

Tan feliz que le recibió con un salto y un mordisco en el pecho lleno de rabia. El viejo Enkidu no había olvidado que le había dejado tirado en la cueva de hielo con todos aquellos lobos.

Rebecca invocó de inmediato su Llave Espada para salir en defensa del muchacho, pero su atención fue captada de inmediato por dos de los aldeanos que salían corriendo en dirección contraria. Eran dos simples chinos, uno calvo en su coronilla y el otro alto y larguirucho, con una perilla abudante y marcada. Estos frenaron su ritmo al ver el arma de la Maestra, y se llevaron sus manos a la cintura.

K-kousen... Esos aldeanos están usando magia ilusoria.

Enkidu dejó de atacar al joven aprendiz para dirigirse en dirección a los dos aldeanos, a los cuales ladró con cierta rabia. Los ladridos del perro provocaron poder ver sus auténticos aspectos por una fracción de segundo: pieles grises, ojos pequeños, pelo negro.

Los falsos chinos sacaron una daga cada uno, una cargada de electricidad y la otra cargada de agua en su filo, cuyas gotas caían al suelo. El material con el que estaban hechas aquellas armas era claramente mágico, posiblemente incluso exterior a aquel mundo.

Creo que llegamos tarde, Kousen —señaló Rebecca con un gran pesar, colocando su Llave Espada en posición ofensiva—. Meses tarde.

* * *

Fátima

Las cosas no iban bien para la joven aprendiza. Su incursión en el pequeño ejército capitaneado por Shang había sido muy problemática desde el principio: se había visto obligada a cargar con un perro que ella no deseaba, se había ganado la enemistad del líder por malinterpretar su relación con una de sus jóvenes promesas... E iba sola durante todo el viaje.

Mulan estaba obligada a ir con Shang y el resto de la élite por delante de todos, mientras que el capitán se había asegurado de que Daliao viajase a la cola del ejército cargando no sólo con el perro, sino con una de las carretillas que empujaban los caballos e iba cargada con cohetes ofensivos. Curioso era, cuanto menos, que todas las demás carretas sí fueran dirigidas por caballos, y que tanto Shang como su élite viajaran en aquellos animales.

El camino no fue nada agradable. La cuesta abajo de la montaña era irregular, empinada y rocosa, por lo que cada paso machacaba los pies de los soldados. Ni una piza de vegetación crecía en aquella montaña, y la poca que se levantaba yacía muerta y seca, como algún árbol en el camino.

Finalmente, con la noche caída y la oscuridad impidiéndoles avanzar con regularidad, acabaron llegando a su objetivo: vieron un pequeño campamento a lo lejos, más allá del precipicio junto al que estaban, con una hoguera en su centro. Apenas estaba formado por una decena de tiendas de campaña, y algunas sombras se movían a su alrededor, haciendo guardia. A aquella distancia era difícil verles con claridad, pero aquel era la base de los hunos de la que Andrei había hablado al ejército.

Aquel debe ser la mano derecha de Shan Yu —señaló Shang, dirigiendo su dedo hacia una de las figuras alrededor del fuego, larguirucha y sin apenas músculo—. Preparad los cohetes: prepararemos el ataque a distancia.

Los soldados obedecieron de inmediato y se dirigieron hacia Fátima, apartándola con rudeza para tomar el contenido de su carro de inmediato. La aprendiza tropezó y no tuvo oportunidad de hacerse con ninguna de aquellas armas, pero sí vio la cadena de montaje que había preparado el propio ejército: cogían las armas, las pasaban a otros, las colocaban al borde del precipicio y se agachaban junto a estas.

Ping se acercó a su amiga y le ayudó a levantarse del suelo, dirigiéndola hacia otro grupo de personas. Le ofreció asiento en una roca firme y le sonrió levemente, juntando sus manos para pedirle disculpas en silencio.

¿Es este tu famoso amigo, Ping?

El pequeño grupo de personas a las que había llevado a Fátima reunían una misma característica: todos vestían con el mismo uniforme que Mulan que tanto se diferenciaba de los soldados corrientes, una mezcla de amarillo y verde. Si Fátima recordaba, sabría que se trataba ni más ni menos que la élite personal de Shang, sus mejores soldados y más allegados.

Eran, con Ping, cuatro en total: el que acababa de hablar, un hombre en su treintena con parte de la cara quemada, aunque con una ligera sonrisa dirigida hacia Mulan mientras bebía algo de un vaso de madera; un chico de pelo azul y largo, con su espada sacada y colocada sobre su rodilla mientras pasaba el paño por ella y la limpiaba con sumo cuidado y una sonrisa de felicidad mientras lo hacía; y otro joven de pelo púrpura y más corto, con su cabeza colocada sobre el hombro de este último y mirando con desaprobación a Fátima.

Sí, es el héroe que salvó a Shang hace un año, antes de que entrarais en el campamento —explicó la soldado, dirigiéndose hacia Fátima y tomándola por la espalda para presentarla al resto de los hombres—. Daliao, estos son Feng, Rei y Jia.

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Feng

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Rei

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Jia

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¿Preparado para matar algunos hunos, Daliao? —preguntó el hombre de las quemaduras, rellenando el vaso con un poco de la bebida (seguramente alcohólica) de lo que estaba tomando para ofrecérselo al aprendiz—. Toma un trago con nosotros, anda.

¿Es que acaso va a poder con los hunos? Tiene pinta de no haber matado ni la menor rata —intervino el muchacho de pelo púrpura, sin apartarse de su compañero—. Más bien, parece que huiría nada más ver una.

Jia, ¿recuerdas lo que te dije sobre ser un jefe desagradable? —preguntó su amigo, más concentrado en su espada que en él.

No hace falta que me lo digas.

Rei soltó el paño un momento para pegar un puñetazo en la nuca a Jia, el cual se apartó de inmediato de él y le gruñó con fuerza. Feng echó a reír y se llevó la mano al pecho para contenerse al darse cuenta de que Shang les miraba con desaprobación: estaban a punto de entrar en combate y ellos, en vez de prepararse para la batalla, bebían y se mofaban entre sí.

Los ojos del capitán pasaron por Fátima, dibujándose una mueca en su rostro. El hombre se giró e ignoró al grupo, cruzándose de brazos mientras observaba a los soldados preparar los cohetes.

No hacía falta pegarme.

Aquel era un muy buen ambiente, y Mulan parecía estar pasándolo en grande entre risas. Sin embargo, quizás Fátima se sintiese incómoda sabiendo que Shang les desaprobaba: quizás fuera su única oportunidad para intentar labrar una relación con el capitán, o quizás mereciera la pena hacerse amiga de aquellos soldados de élite.

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Fecha límite: domingo, 22 de junio.

Exuy
PH: 16/22
VIT:

Hiro
PH: 19/24
VIT: 26/26
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¡Gracias, Flan, por Alexis e Ivan!
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