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La noche había alcanzado finalmente Ciudad de Paso. Había llegado la hora: la hora de alimentarse.

Como todos los días, los humanos tiraban a la basura restos de sus platos de comida, productos que pronto caducarían pero ya no se atrevían a comer e incluso algún plato de verduras que alguna niña estúpida no querría comerse, obsesionada con que cualquier cosa que no fuese carne o patatas no merecía la pena. Menudo desperdicio, tantas toneladas de alimentos perdidos por la estupidez y el egoísmo de aquellas criaturas bípedas...

Pero aquella debía ser la principal fuente de alimentos de Schwarz. Era peligroso salir de día por allí con tantos peligros que acechaban, como la protectora de animales o el típico cazador de la perrería, por no hablar de una posible humana que intentara convertirlo en su mascota de nuevo. Cuando caía el sol había Sincorazón, sí, ¿pero qué era mejor? La comida se podía lograr más fácilmente. Y huesos, muchos huesos.

Por ello, el callejón que conectaba con el Distrito 2 de la ciudad, situado justo detrás de un hotel restaurante, era el lugar perfecto para ir a devorar deliciosa comida. Los Sincorazón no pasaban tanto por allí al estar poco transitada, y además a veces dejaban cosas deliciosas del menú del día.

Solo tenía que acercarse al contenedor de basura, al lado de la puerta de la cocina del restaurante... Y ñam, ñam.