[Ciudad Disney] Yo te puedo dar un hogar

[Pistacho]

— ¡Finnudo!

El Retumbódromo estaba, como quien dice, desierto. Entre que no estábamos en temporada oficial y la hora que era, no se veía ni un alma en el recinto, y mucho menos en el circuito. Tan solo necesitaba encontrar un vehículo que coger prestado y la pista sería toda mía. No me hizo falta buscar mucho: justo enfrente de mí había uno.

— ¿Quién me habrá echado un bien de ojo hoy? —pregunté al aire mientras me acercaba al vehículo, emocionado por lo que acababa de encontrar—. ¡Este día no puede ir mejor!

Con esto ya tenía todo lo necesario para correr. Cierto era que no iba a ser igual que competir contra otros corredores, pero sin vehículo propio ni dinero para alquilar uno no podía participar en las carreras oficiales. Ya me había intentado colar en varias ocasiones, pero los encargados siempre acababan pillándome y ya me tenían fichado. En definitiva, esta ocasión era una oportunidad de oro para dar unas vueltas por el circuito.

— Parece muy cuidado para ser un vehículo de alquiler... —comenté mientras examinaba el aparato por todos los lados—. Bah, ¡qué más da, a conducir!

Arrastré el vehículo hasta el circuito, y tras comprobar que no había nadie que me pudiera pillar in fraganti, me coloqué en el asiento del conductor de un salto y pisé el acelerador. ¡La pista era mía!

[EspeYuna]

En cuanto Finn pisara el acelerador del vehículo, éste saldría disparado al circuito. Una velocidad descomunal, y unos sentimientos extraños se adueñaron del joven. Como si una voz invadiese su cabeza, engatusando sus deseos:

Poder, poder, poder.

¿Era acaso ese su más oculto deseo? ¿Qué le ocurría, por qué no podía parar de escuchar ese murmullo en su cabeza mientras conducía aquel extraño aparato? Ni siquiera se dio cuenta de que había pasado cerca de diez minutos dando miles de vueltas alrededor del circuito, sintiéndose tan fuerte, tan poderoso, que todo lo demás le daba igual. Ese vehículo no era normal, despertaba algo mágico, que inundaba de ansias el corazón de Finn.

Poder, poder, poder.

De repente, el joven perdió el control del vehículo. La velocidad fue tal que se tragó una de las curvas más peligrosas del circuito. Sin embargo, no llegó a hacerse daño alguno cuando una extraña mole le rescató, a modo de almohada.

Una vez fue recobrando el sentido, oyó en la lejanía unos aplausos. Cuando Finn pudiese ver a quien pertenecía las manos que le estaban, ¿halagando?, se encontraría frente a frente con un hombre de mediana edad, con ojos algo cansados y una vestidura elegante.

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—Vaya, eso ha sido una gran demostración de reflejos, joven. Lástima que al final esa curva haya sido demasiado para mi Glider —dijo, viendo el vehículo, el cual sí se había tragado las verjas que daban a algunas casas cercanas. Si lo pillaban se la cargaba, había destrozado una fachada entera—. Tranquilo, diré que fue culpa mía.

Para sorpresa de Finn, el hombre, que parecía ser el dueño del vehículo, iba a cargar con la culpa de haber estampado dicho artefacto contra las casas cercanas al circuito. ¿De dónde había salido aquel misterioso personaje? ¿Qué hacía allí espiándole? ¿Su Glider?

[Pistacho]

En cuanto pisé el acelerador, el vehículo arrancó con una velocidad impresionante. Fue una sensación increíble y a pesar de a la velocidad a la que iba, manejaba el aparato con facilidad. Me sentía el rey de la pista. Sin embargo, no tardé en notar que algo iba mal. Tenía una sensación rara, como si al entrar en el circuito una voz hubiera empezado a hablarme en la cabeza mientras conducía.

Poder, poder, poder.

— ¿Eh...? —estuve a punto de perder el control del vehículo, pero conseguí reponerme enseguida.

¿Qué era eso? No paraba de escucharlo todo el tiempo, como si alguien estuviera susurrándome al oído...pero estaba dentro de mí, era una voz interior. Esos murmullos removían algo en mi interior, notaba cómo me estaban afectando y me hacían sentir grande, fuerte y, sobre todo, poderoso.
¿Por qué ahora esta obsesión con el poder? No era propio de mí, ni siquiera me interesaban las peleas, pero...una parte de mí lo estaba disfrutando, gritaba de emoción mientras conducía este extraño vehículo. La otra parte no paraba de preguntarse qué me estaba ocurriendo, pero poco a poco estaba siendo callada por la otra. Y yo, simplemente, me estaba dejando llevar por el calor del momento.

Poder, poder, poder.

Hasta que perdí el control. La emoción dentro de mí era tal que no me percaté de la velocidad que había alcanzado, y sin darme cuenta acabé tragándome una curva. Afortunadamente para mí, algo (no estaba muy seguro de qué) amortiguó el golpe y conseguí salir ileso, aunque bastante mareado y confuso.
Fui recobrando el sentido poco a poco, a la vez que escuchaba unos aplausos. ¡¿Aplausos?! Levanté la cabeza, alarmado, para descubrir de dónde venían los aplausos, y pude ver a un hombre de mediana edad, con el pelo castaño y vestido de manera elegante. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue sin duda que se tratase de un humano, no era muy habitual ver a uno por la ciudad.

— ¡Ah, yo, esto, lo siento! No pretendía...

—Vaya, eso ha sido una gran demostración de reflejos, joven. Lástima que al final esa curva haya sido demasiado para mi Glider —dijo mirando el vehículo (lo había llamado glider...¿será suyo?), el cual sí se había tragado las verjas que daban a algunas casas cercanas y destrozado la fachada entera. Sin dudas, había liado una bien gorda—. Tranquilo, diré que fue culpa mía.

¿Hablaba en serio? El tío tenía toda la pinta de ser el dueño del vehículo, y a pesar de haberlo cogido sin permiso y de haberme estrellado con él, parecía dispuesto a asumir la culpa. Muy raro, aunque por mí parte me venía genial. Si me pillaban metido en esto, serían capaces de llevarme hasta el mismo Rey para que me castigara (y podría costarme la oportunidad de salir de la ciudad).

— Vaya, muchas gracias... —le contesté mientras caminaba tímidamente hacia atrás—. Aunque ya sabes, si cambias de idea me llamo...Jaimito, el sobrino del Tío Gilito. ¡Nos vemos!

No tenía ninguna intención de esperar a que viniera más gente y me pudieran acusar de algo, además de que el humano me daba mala espina. Sin pensármelo dos veces, me despedí del hombre con un gesto de la mano y eche a correr hacia la ciudad. Cuanto antes saliera de aquí, mejor.

[EspeYuna]

Finn dejó atrás al dueño de aquel misterioso artefacto. Por alguna razón, su corazón bombeaba a mayor velocidad cuando recordaba aquellas ansias de poder. ¿Qué había pasado?

El chico-gato dejaría atrás el circuito, volviendo de nuevo a la ciudad. Todavía le quedaba unas horas antes de que anocheciera, pero podía aprovechar para despedirse de cada uno de los rincones de "su mundo", o explicarle lo sucedido a las personas que se encargaban de él desde que tenía uso de razón, en el orfanato.

Al día siguiente, su vida cambiaría por completo.

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Lo puedes tomar como un post de despedida. =)

[Pistacho]

La ciudad estaba igual de animada que siempre, ajena a lo que acababa de ocurrir en el Retumbódromo. Por mi parte, todavía estaba confuso por lo que había sentido mientras conducía ese cacharro, ¿qué había sido esa sensación de poder que sentí mientras conducía?

Tras asegurarme de que no ocurría nada raro en la calle que llevaba al Retumbódromo, y ya con las ideas más claras, me dirigí a la Plaza Mayor. Aún quedaban unas horas para que anocheciera y tuviera que volver al orfanato (por última vez), y aunque la primera idea que me vino a la cabeza fue la de ponerme a jugar al frutibol, al final me decanté por una idea más clásica: dar un paseo por la ciudad para disfrutar de su ambiente por última vez antes de irme. Y todavía tenía que decidir cómo contarles a los del orfanato lo de mi nuevo "trabajo", pero ya lo pensaría más tarde.

Sin perder más tiempo, empecé con el tour por la ciudad. Desde la plaza fui a la pista de frutibol, donde no pude evitar pararme un rato a ver cómo jugaban, e incluso pude pillar una pelota-uva que se salió del campo (y que devoré en segundos). De allí pasé a deambular entre calles, recordando viejos tiempos cuando me escapaba de la víctima de cualquiera de mis bromas. Fui al mirador del circuito, al parque, a la calle del comercio, a los alrededores del castillo, e incluso me asomé a las alcantarillas. Cuando la noche empezó a caer me encontraba de nuevo en la Plaza Mayor, cansado después de estar pateando toda la ciudad, pero satisfecho de haberlo hecho.

— Voy a echar de menos esta ciudad —comenté para mí mismo mientras echaba a andar hacia el orfanato—. Espero que donde sea que vaya tengan atún de la marca Disney...

No tardé mucho en llegar al orfanato. Aún estando en la puerta, no me atreví a entrar. Aunque estaba acostumbrado a despedirme de compañeros cuando eran adoptados, tener que despedirme definitivamente de todos, incluso de los encargados, iba a ser muy difícil. Suspiré, hice de tripas corazón, puse mi mejor sonrisa, y entré.

— ¡Ya estoy en casaaaa! —grité a los cuatro vientos

— ¡¡FIIIINN!!

Todos los niños del orfanato vinieron corriendo a saludarme nada más entré, y más de uno se me lanzó encima para abrazarme. Como no eramos muchos en el orfanato (nunca habíamos llegado a ser más de quince) y yo era el mayor de todos, para ellos era una especie de hermano mayor. Para evitar que se pusieran tristes, ni los encargados ni yo les habíamos dicho nada de mi inminente marcha, y todavía tenía que decidir cómo iba a hacerlo.

— ¡Niños, la cena! —el grito de la señora Ping interrumpió mi bienvenida, y todos en tropel acudimos al comedor

La señora Ping (una cariñosa vaca), y su marido el señor Ping (un autoritario pero amable toro), eran los dueños y a la vez encargados del orfanato, y lo más parecido a unos padres que había tenido en mi vida. Ambos estaban muy preocupados por lo que iba a hacer a partir de mañana, y no eran pocos los intentos que habían hecho por encontrarme algún trabajo (sin ninguna suerte). También tenía que pensar cómo iba a contarles todo lo ocurrido...se me acumulaba el trabajo.

La cena transcurrió con normalidad, y aunque tenía un nudo en el estómago por los nervios de mañana, intenté comer todo lo que pude para que no se me notara. Me ofrecí voluntario para fregar los platos tras la comida (después de todo, iba a ser mi última oportunidad de hacerlo), y cuando hube terminado me senté con los demás en el salón, donde la señora Ping estaba contándoles un cuento a los demás. Era un cuento que había escuchado millones de veces, pero lo disfruté como si fuera la primera. Este salón, esta sensación de estar "en familia", el cariño de la señora Ping, la chimenea del salón encendida...mañana ya no estaría. Hundí la cabeza entre las piernas e intentando que no se me notara demasiado el bajón que tenía, puse mi sonrisa y escuché el cuento como uno más, como si nada pasara mañana.

Y llegó la hora de irse a la cama. Los niños tenían una hora fija para irse a la cama, aunque desde hacía unos años a mí me permitían quedarme despierto siempre que no saliera del orfanato. Todos se levantaron y empezaron a irse, pero yo permanecí quieto en mi sillón, mirando fijamente el fuego de la chimenea. Cuando creía que me había quedado solo, noté una mano en el hombro.

— Finn, cariño, ¿has...? —era la señora Ping

— No se preocupe señora Ping, estoy bien —dije antes de que me preguntara nada—. -Yo...he encontrado algo...mañana...mañana se lo contaré, cuando esté el señor Ping

— Vale...buenas noches, cariño. No te vayas muy tarde a la cama —antes de irse, se agachó y me dio un beso en la mejilla

Tras marcharse la señora Ping, me quede solo en el salón, esta vez de verdad. No podía evitar sentirme mal por no contarle la verdad, pero no quería que se preocupara de más y no estaba seguro de que me creyera si le decía que el Rey me había conseguido un trabajo en otro mundo. Tampoco estaba el señor Ping, que por la noche trabajaba en la herrería para ganar algo más de dinero para el orfanato. Y, sinceramente, no me sentía con fuerzas para despedirme en persona de ellos, ni tampoco de los niños. No quería ver sus caras tristes ni los lloros, no quería verles mal.

Pasé varias horas ahí sentado, observando el fuego y pensando (he incluso solté alguna lagrimita...¡maldita alergia!). Finalmente, tomé una decisión. Subí corriendo a mi habitación (compartida con otros cuatro niños, que por suerte dormían plácidamente) y procurando no hacer ruido cogí mi mochila de debajo de la cama. Ya tenía casi todo el equipaje preparado, y solo me faltó meter la almohada y la manta de mi cama (que llevaba usando desde que llegué al orfanato), un viejo despertador con forma de pollo, y un par de pantalones que me acababan de lavar. Con el equipaje listo, y caminando de puntillas para no hacer ruido, salí de la habitación. Antes de volver al salón pasé por la cocina y asalté el almacén, cogiendo un par de latas de atún y una de espinacas (hay que tener una dieta variada). De vuelta en el salón, solo me quedaba la despedida. Cogí un lápiz, un folio, y empecé a escribir.

PARA EL SEÑOR Y LA SEÑORA PING

Lo siento por no despedirme en persona, pero no qeria qe os pusierais tristes. El rei me a encontrado un trabajo en un lugar lejos de aqi, pero tranquilos porqe estare bien. Muchas gracias por todo lo qe aveis echo por mi durante todos estos años, os prometo que bolbere volvere a visitaros en cuanto pueda. Despediros de los niños de mi parte, y cuidadles mucho porfabor.

Os qiero, Finn

Hice bastantes esfuerzos por no llorar una vez terminé de escribir. Iba a dejar atrás toda mi vida tal y como la conocía, pero la decisión ya estaba tomada. Y ahora tenía que darme prisa, pues tenía que marcharme antes de que alguien se despertara y me pudiera pillar in fraganti. Doble la carta, la dejé en la mesa del salón y me cargué la mochila a los hombros.

Cuando estaba a punto de salir del orfanato, algo llamó mi atención en la entrada: una foto en un marco de la pared. Era la última foto de grupo que se había hecho a todos los niños del orfanato, señor y señora Ping incluidos. Ahora que lo pensaba, no tenía ningún recuerdo de este sitio y no me lo pensé dos veces: cogí el marco, saqué la foto, me la guardé en la mochila, y volví a dejar el marco en su sitio. Y esta vez sí, abrí la puerta y salí del orfanato. Dejaba atrás diecisiete años de mi vida...dieciocho si lo pensaba bien, ya había pasado de medianoche y oficialmente mi cumpleaños. Pero era hora de avanzar, y ahora mismo solo tenía que hacer una cosa: esperar a que se hiciera de día.

Eché a andar por la calle, sin ningún rumbo en concreto. Tenía bastante sueño y estaba cansado, pero una noche despierto no me iba a matar (creo). Sin darme cuenta mis pisadas me habían llevado hasta la herrería del señor Ping, y a través de una ventana podía ver como el toro trabajaba a martillazo limpio. Me quedé unos minutos ahí quieto, observando como trabajaba, y aunque una parte de mí quería entrar y decirle adiós, preferí aguantar...la decisión estaba tomada. Giré sobre mis tobillos y eché a andar, esta vez hacia la Plaza Mayor. Allí, me senté en las escaleras de la caseta del centro de la plaza, me puse la almohada entre mi cabeza y el poste de madera y me acomodé. No podía ir a mi "primer día de trabajo" sin dormir nada, aún quedaban unas horas para que el sol apareciera y era improbable que me encontraran aquí. Puse el despertador a la hora del amanecer, cerré los ojos y me dejé llevar. No tardé ni dos segundos en dormirme.

* * *

— PÍO PÍO PÍO PÍO PÍO

— ¡¡Ahh!!

El ruido del despertador hizo que me cayera de las escaleras. Estaba bastante desorientado, y de hecho tardé unos minutos en darme cuenta de dónde estaba y qué hacía aquí. El sol empezaba a asomarse por la ciudad, y tenía que darme prisa o la plaza se llenaría de gente madrugadora. Guardé las cosas en la mochila, me estiré cual gato y eché a correr hacia el castillo. Mi nueva vida estaba a punto de empezar, ¡y me moría de ganas de que empezara!

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Oh dios, me ha salido más largo de lo que creía n_n
Gracias por seguir con el prólogo a pesar de dejarte tirada sin avisar, espero que me salga bien

PD: la carta de Finn está escrita tal y como la ha escrito él, de ahí las faltas xDD

[EspeYuna]

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Ya te lo dije por mensaje privado.. el post de despedida me ha maravillado, y las faltas de ortografía de Finn lo han hecho tan realista que le estoy cogiendo mucho cariño <3

Finn se dirigió raudo y risueño hacia el castillo, y como no, muy nervioso por descubrir aquel nuevo tipo de vida que le esperaba, más allá de lo que había llegado a conocer desde que fue acogido en aquel orfanato.

Por el camino, un par de guardias que iban en dirección a la ciudad abrieron sus ojos como platos al ver al joven. Como si hubiesen visto un fantasma. Enseguida se lanzaron a por él, sin darle a Finn ningún tipo de explicación, ni tiempo a reaccionar:

—¡No opongas resistencia! —gritó uno con aspecto de caballo, quien se hallaba ya encima del confuso muchacho para atarlo con brusquedad.

Los habitantes que pasaban por allí para dirigirse a la calle del mercado contemplaron asustados el rostro de quien parecía ser.. ¿un fugitivo?

—¡Quedas arrestado por orden de su Majestad! —exclamó el otro, que asemejaba las mismas apariencias que su compañero, sólo que de un color de piel diferente.

¿¡Qué narices estaba pasando!?

[Pistacho]

A ritmo ligero y con una sonrisa de oreja a oreja, me dirigía hacia el castillo. Estaba que me caía de sueño, pero la emoción dentro de mí era demasiado fuerte. ¡Iba a viajar a otro mundo y a convertirme en un caballero mágico super molón!

— Un chuchofante se balanceaba sobre la tela de una araaaña~ —canturreaba mientras caminaba—. Y como veía que se caía, fue a llamar a otro chuchofaaaante~

Todo iba bien, hasta que por el camino aparecieron dos guardias. Sin darles ninguna importancia seguí con mi canción y con mi caminata, pero antes de que pudiera darme cuenta ambos se me lanzaron encima.

— ¡No opongas resistencia! —me gritó el primero, con aspecto de caballo, mientras me empezaba a atar con fuerza.

— ¡Eh, suéltame jamelgo! —me quejé mientras intentaba, sin éxito, librarme de los guardias—. ¡Que me haces daño!

— ¡Quedas arrestado por orden de su Majestad! —dijo el segundo guardia, que también era un caballo aunque con la piel de diferente color.

— ¡¿Quéee?! —grité, asustado por lo que acababa de decir el guardia—. ¡¿Por qué?!

» ¡Yo no he hecho nada!

¿El Rey había mandado que me arrestaran? Esto tenía que ser un error, los guardias nunca me habían arrestado a pesar de todas los timos y bromas que había gastado. Y en los últimos días tampoco hacía hecho nada malo...aunque si me paraba a pensar...no podía ser...¡¿sé habían enterado de lo del Retumbódromo?!

[EspeYuna]

Fuese o no fuese causa de lo acontecido en el Retumbódromo, Finn no podía liberarse de las manazas —bueno, o pezuñas— de aquellos guardias, quienes usaban su autoridad para ser brutos en la medida que ellos quisieran.. sin embargo, parecía haber odio en sus miradas.. ¿qué había pasado? ¿Y por qué la estaban tomando con él?

—¡Já, eso dicen todos! —exclamó el primero, orgulloso del lazo que había realizado en las muñecas del muchacho.

—¡Primero esa asquerosa fugitiva, y ahora alguien como tú osa con destruir nuestro hogar, y la Reina..!

—¡Calla, no tenemos permiso de Su Majestad! ¡Venga, andando!

Por mucho que preguntara y se resistiera, Finn no obtendría respuesta.

La deshonra comenzaba a adueñarse del miedo de Finn. Mientras los guardias forcejeaban con él en dirección al castillo, miles de miradas curiosas se clavaban en él como si fuesen dolorosas puñaladas. Los sobrinos de la heladería, gente con la que había compartido tantas tardes jugando en la plaza, adultos a los que había gastado bromas..

Miradas de profundo temor, odio.. repudiando al joven por algo que se le escapaba.

* * *

Una vez en el castillo, ocurría prácticamente lo mismo: incluso las escobas mágicas parecían rabiosas con su presencia, lanzando el polvo barrido hacia los ojos del muchacho.

Los guardias entraron con él en la Sala del Trono, donde Su Majestad les esperaba.

Algo extraño ocurría, aparte del ataque por parte de los guardias, las miradas de los ciudadanos.. y era, sin duda, el semblante del Rey Mickey. El día anterior, despertaba un aspecto risueño y despreocupado. Sin embargo, en aquel momento, observaba serio a Finn.

Al lado de Su Majestad, el trono de la Reina estaba vacío, y Pluto, atado con una correa, le ladraba de forma descontrolada, furioso.

—Así que, eh.. ¿es éste el aprendiz del que me hablaste ayer, eh, Majestad?

Justo detrás de Mickey emergió una figura, un hombre de rostro cansado, vestido con ropas semejantes al de un sabio mago. El humano bostezó, pidiendo perdón al Rey. Sin embargo, Mickey no le replicó, sino que estaba más absorto en sus propios pensamientos, contemplando al.. ¿al delincuente?

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—Sí, es el muchacho del que te hablé, Kazuki —contestó Mickey, y, con un rostro de lo más triste y desamparado, puso de nuevo sus ojos en los del muchacho—. Finn, espero que no sea verdad.

[Pistacho]

Por mucho que me resistiera o intentara escapar, no hubo manera. Los dos guardias tenían más fuerza que yo, aunque no solo era que fueran más fuertes, también me daba la impresión de que estaban haciendo todo lo posible para hacerme daño mientras me ataban, y las miradas de odio que me lanzaban parecían confirmarlo. ¿Qué narices les pasaba? No recordaba hacer visto nunca que los guardias trataran a alguien así...

— ¡Já, eso dicen todos! —dijo el primero, que ya había acabado de atarme las manos con un nudo perfecto.

— ¡Es que yo no he hecho nada, so asno! —le respondí enfadado, aunque en mi voz también había algo de miedo.

— ¡Primero esa asquerosa fugitiva, y ahora alguien como tú osa con destruir nuestro hogar, y la Reina..!

— ¡Calla, no tenemos permiso de Su Majestad! ¡Venga, andando!

— ¡¿La Reina?! ¿Qué le ha pasado a la Reina? —pregunté, todavía más asustado que antes. Pero los guardias parecían haberse quedado mudos—. ¡Contestadme!

Por mucho que insistiera e insistiera, e incluso les insultara, no recibí respuesta alguna. En su lugar, se limitaron a arrastrarme hacia el castillo. Por el camino, nos cruzamos con todas las miradas curiosas de los vecinos que salían de sus casas o que se asomaban por la ventana al escuchar el jaleo. Podía notar como sus ojos se clavaban en mí, unos ojos que denotaban odio e incluso temor. Un boquete en la pista del Retumbódromo no podía causar tanto enfado en los vecinos, todo esto no tenía sentido...¿y qué había querido decir el guardia al nombrar a la Reina? ¡¿Qué bigotes pasaba?!

— ¡Os pienso denunciar!

* * *

La cosa en el castillo no fue mucho mejor. De hecho, empeoró. Todos los que ayer me habían saludado y atendido tan amablemente me miraban igual o peor que los vecinos de la ciudad, e incluso las escobas mágicas me lanzaban polvo a los ojos cuando pasaba por delante.

Pero sin dudas, lo peor fue cuando me hicieron entrar en la Sala del Trono. Allí me esperaba el Rey Mickey, quien también me miraba de forma diferente. Sus ojos no expresaban odio ni miedo, pero sí una seriedad absoluta. Toda la alegría y confianza que inspiraba ayer había desaparecido. A su lado estaba el trono de la Reina, vacío.

— ¡Majestad, yo...! —intenté explicarme, pero fui interrumpo por los ladridos de Pluto, el perro del rey. Genial, incluso el chucho me odiaba.

Abrí la boca para hablar de nuevo, pero volví a callarme al ver que una figura aparecía desde detrás del trono. Era un humano de pelo castaño y vestido como si fuese un mago. Tenía la cara cansada, y hasta llegó a bostezar delante del Rey. Dos humanos en dos días, esto sí que era raro...¿pero quién era este y qué hacía aquí?

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— Así que, eh.. ¿es éste el aprendiz del que me hablaste ayer, eh, Majestad? —preguntó el desconocido.

— Sí, es el muchacho del que te hablé, Kazuki —contestó el pequeño rey, y, con un rostro de lo más triste y desamparado, puso de nuevo sus ojos en los míos—. Finn, espero que no sea verdad.

— ¡Majestad, yo no he hecho nada! —respondí, sin poder reprimir el miedo en mi voz—. Bueno...ayer me estrellé en el Retumbódromo y dejé un boquete en el muro, pero el dueño del vehículo me dijo que no pasaba nada...¡no he hecho nada más, de verdad!

» ¡Ni siquiera sé de qué se me acusa!

Todo parecía demasiado serio para ser verdad, y lo peor de todo es que yo seguía sin saber qué había hecho o de qué se me acusaba.

[EspeYuna]

Antes de que el Rey pudiera contestar, el humano que se hallaba al lado de él le pidió permiso para hablar. El pequeño ratón asintió, sentándose de nuevo en su trono, pues se había levantado para explicar lo sucedido.

—Ayer recibí un aviso de, eh, Su Majestad. Me hablaba de un joven que buscaba un lugar, donde eh, vivir y fortalecerse —el humano bostezó, aunque intentó mantener los modales y lo acortó como buenamente pudo—. Iba a venir más tarde, quizás a esta hora, pero decidí venir cuanto, eh, antes, pues quería charlar con Su Majestad sobre otra serie de, eh, asuntos.

>> Antes de poder avisar de mi visita, pues aparecí, eh, a las puertas del castillo, escuché un ruido extraño, el de un cristal rompiéndose, y los ladridos de, eh, Pluto.

El hombre señaló al can de Su Majestad, quien gruñía por lo bajo, furioso.

—Usé mis poderes para llegar cuanto antes a, eh, donde había escuchado aquel alboroto. Para cuando llegué, Pluto tenía una especie de sábana en sus colmillos, y rasgaba con preocupación la puerta de los aposentos de eh, la... la Reina.

>> Estaba inconsciente en el suelo, con indicios de haber sido envenenada.

El Rey Mickey dejó ver en sus ojos la preocupación y la tristeza que reinaba en su corazón.

—Por suerte, logré usar mis poderes curativos antes de que el veneno se, eh, extendiera.

>> Finn, la sábana que tenía Pluto en su boca, no pertenecía al castillo. Si no al Orfanato. Y dada la reacción de eh, Pluto, debe indicar que el olor de éstas corresponden con el tuyo.

Su Majestad alzó los ojos, puede que teniendo un pequeño atisbo de esperanza en que Finn fuese inocente.

Porque lo era, ¿no?

[Pistacho]

Aunque esperaba que fuese el Rey el que me respondiese, fue el tal Kazuki el que tomó la palabra mientras el pequeño ratón volvía a sentarse en su trono.

— Ayer recibí un aviso de, eh, Su Majestad. Me hablaba de un joven que buscaba un lugar, donde eh, vivir y fortalecerse —de repente, el humano bostezó. Aunque intentó mantener los modales y lo acortó como buenamente pudo...¿quién bigotes era este tío?—. Iba a venir más tarde, quizás a esta hora, pero decidí venir cuanto, eh, antes, pues quería charlar con Su Majestad sobre otra serie de, eh, asuntos.

Entre su actitud y su manera de hablar, le estaba cogiendo un asco increíble. Y lo peor de todo todavía estaba por llegar, porque esta historia no iba a acabar bien para mí.

— Antes de poder avisar de mi visita, pues aparecí, eh, a las puertas del castillo, escuché un ruido extraño, el de un cristal rompiéndose, y los ladridos de, eh, Pluto. —señaló al chucho, que seguía gruñendo y mirándome con los ojos llenos de furia—. Usé mis poderes para llegar cuanto antes a, eh, donde había escuchado aquel alboroto. Para cuando llegué, Pluto tenía una especie de sábana en sus colmillos, y rasgaba con preocupación la puerta de los aposentos de eh, la... la Reina.

>> Estaba inconsciente en el suelo, con indicios de haber sido envenenada.

— ¡¿Envenenada?! —grité, dando un bote en el sitio del susto—. ¡¿Se encuentra bien?! No se habrá...

— Por suerte, logré usar mis poderes curativos antes de que el veneno se, eh, extendiera.

Suspiré, aliviado, al escuchar la noticia. Podía ver en los ojos de Mickey la preocupación y tristeza que tenía, y no era para menos: alguien había intentado matar a la Reina. Si el Rey era querido en toda la ciudad su esposa lo era aún más, no me podía imaginar que alguien fuese capaz de matarla. Pero, ¿qué tenía que ver todo esto conmigo?

— Finn, la sábana que tenía Pluto en su boca, no pertenecía al castillo. Si no al Orfanato. Y dada la reacción de eh, Pluto, debe indicar que el olor de éstas corresponden con el tuyo.

Abrí los ojos como platos, con la boca también abierta e incapaz de decir nada. ¿Había escuchado bien? ¡¿Me estaban acusando de intentar asesinar a la Reina? Si esto era una broma, no tenía ni pizca de gracia...Desgraciadamente, todo era demasiado serio como para que fuese mentira. Y tenía que decir algo, pues todos los presentes en la sala (en especial el Rey) me miraban esperando una explicación.

— No...yo no...¡yo nunca haría algo así! —poco a poco las palabras empezaban a salir de mi boca arrastradas por el miedo, por el pánico, y por la necesidad de defenderme—. ¡Os habéis equivocado, yo sería incapaz de hacerle daño a la Reina! Yo...yo...¡ese chucho miente, seguro que me la tiene jurada!

Me arrepentí enseguida de haber insultado al perro del Rey, pero estaba demasiado nervioso y soltaba lo primero que me venía a la cabeza. Y ya no podía parar...

» ¡Yo no he hecho nada, todo esto es un error! ¡Lo juro!

[EspeYuna]

Los soldados bufaban ante las declaraciones del joven. Su Majestad, respetando la posible inocencia del supuesto culpable, señaló a ambos soldados y les pidió que salieran de la sala del trono. Estos obedecieron sin rechistar, aunque tristes por ver a su Rey en ese estado.

El humano llamado Kazuki se acercó más a Finn y le miró a los ojos. Como si a través de ellos pudiese saber si decía la verdad o no. Sin embargo, nadie en el mundo parecía tener dicho poder.

—Finn, entonces cuéntame todo aquello que hiciste ayer después de tener la audiencia conmigo. Exclusivamente todo, no te calles nada —dijo el rey, sentado en su trono—. He escuchado que tienes tendencia a mentir y meterte en líos.

—Adelante.

Le estaban dando la posibilidad de dar su testimonio sobre los hechos. Pero una duda cruzaría por la mente de Finn: toda la verdad. ¿Tendría que contar lo sucedido con aquel misterioso hombre y su vehículo? ¿Le ayudaría en su coartada, o sólo sería un indicio más para no confiar en él?

La suerte estaba echada. Era hora de declarar.

[Pistacho]

— ¡Vosotros callaos, jamelgos! —protesté al ver cómo bufaban los guardias tras mi intento de defensa

Por suerte, al Rey también le debió de parecer mal su actitud y les hizo salir de la sala del trono, quedándome solo con el Rey, su chucho, y el humano. Este último se acercó un poco más a mí mientras me miraba directamente a los ojos, lo que hizo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. Era como si estuviera intentando entrar en mi cabeza para averiguar si decía la verdad o mentía, y me ponía de los nervios. Desvíe mi mirada de la suya y clave los ojos en el suelo, esperando que uno de los dos empezara a hablar de nuevo y rezando para que me creyeran.

— Finn, entonces cuéntame todo aquello que hiciste ayer después de tener la audiencia conmigo. —dijo el rey, sentado en su trono— Exclusivamente todo, no te calles nada. He escuchado que tienes tendencia a mentir y meterte en líos. —ouch, eso era un golpe bajo...aunque cierto.

— Adelante.

Tragué saliva, aún más nervioso que antes. No tenía problema en contar lo que hice ayer, pero estaba el incidente del Retumbódromo y ese humano tan raro que no iban a ayudar mucho para convencerles de mi inocencia. Tampoco podía pensarlo demasiado o empezarían a sospechar, así que tocaba improvisar y decirles la verdad, aunque no pasaría nada por omitir algún detalle que otro. Levanté mi mirada del suelo y empecé a declarar.

— Pues...salí del castillo y fui a la Plaza Mayor —empecé a decir, haciendo memoria del día de ayer—. Desde allí fui al Retumbódromo, donde...me dejaron dar una vuelta con un...kart de alquiler, aunque tuve...un pequeño accidente y me estrellé, pero el dueño me dijo que no pasaba nada.

No pensaba nombrar el vehículo raro ni al humano para que dudaran de mí, y en el fondo tampoco estaba mintiendo...Intentando parecer lo más natural y tranquilo posible, seguí con mi recuerdo.

» Después fui a dar una vuelta por la ciudad para verla por última vez. Me paseé por toda la ciudad prácticamente, hay mucha gente que me vio. Cuando quise darme cuenta ya era de noche y volví al orfanato. Cené con todos y...fui el último en acostarme, pero no dejé el orfanato en toda la noche —tampoco quería comentar que me había pegado toda la noche en vela porque me daba pena irme y que lo poco que había dormido lo había hecho en la plaza, tenía que mantener mi reputación—. Salí temprano porque no quería que los niños vieran como me iba, y cuando me acercaba al castillo esos dos asnos se me lanzaron encima para traerme aquí. El resto ya lo sabéis...majestad.

Cuando terminé de hablar, me quedé con una sensación extraña. Por una parte tenía mucho miedo por lo que me podría pasar si no me creían (me acusaban de un intento de asesinato, no era ninguna tontería), aunque por otra parte también estaba muy enfadado con el Rey y con el tal Kazuki. ¡¿Cómo podían pensar que yo sería capaz de matar a la Reina?! Solo me quedaba rezar para que me creyeran.

[EspeYuna]

Los presentes escucharon la declaración de Fynn en silencio, respetando y sin interrumpir hasta que que el joven calló al fin. El soberano intercambió mirada con el humano, queriendo mostrar en sus ojos su veredicto.

—Kazuki, creo que dice la verdad —dijo el Rey, aunque no parecía muy seguro de sus palabras—. Conozco a los propietarios del orfanato, son personas humildes y tienen una gran amistad conmigo desde hace muchos años.

—Yo también conozco el orfanato, eh, Su Majestad —le interrumpió Kazuki, con una mando en el mentón, mientras con la otra se apoyaba en el trono del rey, pensativo—. Además, es extraño que alguien como él decida hacer tal atrocidad, eh, pero...

—¿Pero?

—Las apariencias engañan, eh, a veces —musitó el humano—. Como pasó con Ch...

Kazuki no llegó a terminar la frase, cuando el portón se abrió de pronto y apareció tras él los mismos guardias de antes, llevando consiga una enorme masa que los presentes reconocerían.

Un seboso habitante de Ciudad Disney fue pateado por los guardias para caer al lado de Fynn.

—¡Pete! —exclamó el ratón, bastante sorprendido.

—¡Su Majestad, lo hemos encontrado hurgando por el castillo! —anunció uno de los guardias.

—¡Y estaba hablando con alguien antes de que lo atrapáramos! —dijo el otro, añadiendo detalles.

—¡¡Esto es un ultraje!! —gritó Pete, pero cuando se fue a levantar, una fuerza desconocida le hizo precipitar su mandíbula contra el suelo, provocando un sonido bastante cómico.

Fynn se fijaría que quien había invocado tal poder era el humano, Kazuki, quien mostró un rostro más serio que antes. No parecía la misma persona.

—Bien, Pete, te conozco, eh, lo suficiente —dijo, con la mano alzada—. Dinos qué haces aquí.

—¡Suéltame! ¡He dicho que me sueltes! —exclamó, intentando liberarse, pero era inútil— ¡Escuché que la reina había estirado la pata y...!

Pete no tuvo tiempo para encomendar su error al usar las palabras inadecuadas. Esa vez, fue Su Majestad quien usó su poder, invocando un Sanctus contra Pete. Poderosa magia que dejaría boquiabierto a Fynn.

—Pete, tenía entendido que te prohibí la entrada al castillo.

Fynn observaría entonces como de las ropas de Pete se desprendía un trozo de tela. Parecía ser de seda bastante cara y de un color rosado hermoso. ¿Sería bueno mencionarlo o dejarlo pasar?

Aparte de ello, también podía aprovechar para salir por patas dado que la atención de los presentes se había centrado en Pete, si el miedo se había apoderado de él.

Además, ¿quién sabe si al final acabarían enredándolo en todo aquel embrollo junto a Pete, uno de los habitantes más problemáticos de Ciudad Disney?

[Pistacho]

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Es Finn, que me has cambiado el nombre

El silencio que reinaba en la sala me ponía de los nervios, y las caras de seriedad que tenían tanto el Rey como el humano no me transmitían ningún tipo de seguridad. ¿Me habrán creído?

— Kazuki, creo que dice la verdad —dijo el Rey tras cruzar miradas con Kazuki, aunque no parecía estar muy seguro de lo que decía—. Conozco a los propietarios del orfanato, son personas humildes y tienen una gran amistad conmigo desde hace muchos años.

— ¡Sí, sí, eso!

—Yo también conozco el orfanato, eh, Su Majestad —nos interrumpió Kazuki, con una mando en el mentón, mientras con la otra se apoyaba en el trono del rey, pensativo—. Además, es extraño que alguien como él decida hacer tal atrocidad, eh, pero...

—¿Pero?

— ¡¿Pero?! —los "peros" nunca eran buenos, nunca.

— Las apariencias engañan, eh, a veces —musitó el humano.

— ¡Que yo no he hecho nada!

— Como pasó con Ch...

Pero no pudo terminar la frase porque el portón de la Sala del Trono se abrió de golpe. Por él aparecieron los mismos jamelgos de antes, arrastrando esta vez a otro preso al que todos reconocimos al instante: Pete. Sin dudas era el habitante más problemático de Ciudad Disney, un follonero que andaba todo el día intentando fastidiar a los demás (parecido a lo que yo hacía, pero con mala intención). Nos habíamos cruzado en alguna ocasión y siempre había acabado cayendo en alguna de mis bromas, porque todo lo que tenía de grande, lo tenía de tonto.

— ¡Pete! —exclamó el ratón, bastante sorprendido.

— ¿Qué haces tú aquí? —le pregunté cuando le pusieron a mi lado.

— ¡Su Majestad, lo hemos encontrado hurgando por el castillo! —anunció uno de los guardias.

— ¡Y estaba hablando con alguien antes de que lo atrapáramos! —dijo el otro, añadiendo detalles.

— ¡¡Esto es un ultraje!! —gritó Pete, pero cuando se fue a levantar una fuerza desconocida le hizo caer de boca contra el suelo, provocando un sonido bastante cómico.

Sorprendido por lo que acababa de pasar, pude notar que había sido el tal Kazuki, que tenía la cara aún más seria que antes, el que había hecho eso...¿había usado magia?

— Bien, Pete, te conozco, eh, lo suficiente —dijo, con la mano alzada—. Dinos qué haces aquí.

— ¡Suéltame! ¡He dicho que me sueltes! —protestó, forcejeando para intentar liberarse, aunque era inútil— ¡Escuché que la reina había estirado la pata y...!

Por la cara que puso, estaba claro que se arrepentía de haber usado esas palabras delante del Rey. Pero no tuvo tiempo para rectificar, porque esta vez fue el propio ratón quien usó magia para invocar un haz de luz contra él.
Por mi parte, solo podía mirar la escena con la boca abierta de par en par. Ya no era solo que estuviera viendo magia en directo, ni lo impresionante que fuese, sino también el hecho de que tanto Mickey como Kazuki habían usado sus poderes contra Pete para reducirlo. Por algún motivo, no me gustaba ni un pelo lo que estaban haciendo con el patán, fuese culpable o no.

— Pete, tenía entendido que te prohibí la entrada al castillo.

Tras el golpe pude ver que de las ropas de Pete se desprendía un trozo de tela rosa, de aspecto caro. Podía mencionarlo a los demás y terminar de echarle todo el marrón a Pete...pero otra idea se me cruzó por la cabeza al mirar hacia atrás y ver los portones abiertos. Y si...no, era demasiado arriesgado. Pero...no podía aguantarlo más. Todo este follón era demasiado para mí, no me gustaba para nada cómo se estaba portando el Rey conmigo y el tal Kazuki me ponía de los nervios. Tampoco tenía ninguna esperanza de que creyeran en mi inocencia, seguro que me echaban la culpa al final, como siempre. En el fondo, estaba muerto de miedo. Solo quería salir de allí y que dejaran de tratarme como un criminal...tenía que huir. Y ahora, con todos concentrados en Pete y las puertas abiertas, era mi mejor oportunidad.

Sin pensarlo más y dejándome llevar por el miedo, eché a correr con todas mis fuerzas hacia la salida de la Sala del Trono. Solo podía pensar en una cosa: huir de aquí.