[Islas del Destino] ¡Que acechan los niños malos!

[EspeYuna]

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Prólogo de Teddy (Elf)

Tonterías. ¿Desde cuándo Theodore había tenido que escuchar las mismas excusas de la boca de los adultos? Había pasado ya mucho desde que aquellas pequeñas criaturas decidieron quedarse en la isla principal donde solía jugar. Puede que solo y sin ningún niño que quisiera acompañarle en su tarde de juegos, pero al igual que los demás pequeños del archipiélago, él también se hallaba en la encrucijada de obedecer a su madre y no meterse en problemas o, de lo contrario, ser un niño malo como los que acechaban ahí fuera.

Y las cosas no mejoraban. Quedarse encerrado en su casa, aun saliendo alguna vez a la pequeña playa de la isla donde vivía, le hacía sentirse en una auténtica prisión. En la lejanía, contemplaba las islas donde aquellos pequeños seres con antenas y ojos llenos de misterio paseaban a sus anchas por la orilla. Alguna vez los había visto acercarse a la orilla, y tener la extraña sensación de que desde allí estaba siendo delatado como un pequeño espía.

Pero esa noche sería diferente a las demás. Esas criaturas despertaban en Teddy una enorme curiosidad. Estaba cansado de sentirse atrapado, rodeado de agua siempre. Así que el pequeño no tuvo reparo alguno en escaparse de casa. Emocionado por saltarse las normas e ir en busca de aventuras, llegó a la isla tras "coger prestado" un bote de los que había amarrados cerca de su hogar.

Había llegado a la isla prohibida. Ahora bien, ¿por dónde comenzar a investigar?

[Elf]

— Teddy, cariño, me voy a trabajar. Pórtate bien y recuerda que no debes salir de la isla, ¿vale?

— Muy bien niños, podéis iros a casa. Pasad buena tarde, sed buenos, y sobre todo no intentéis salir de la isla.

— ¡Eh, chaval, aléjate de ese bote! ¿No sabes que está prohibido salir de la isla?

Estaba harto. Harto de la prohibición. Harto de que los adultos nos repitieran una y otra vez las mismas excusas. Harto de estar aquí encerrado.

Desde que habían aparecido esas extrañas criaturas en las islas menores, los mayores se habían vuelto paranoicos. La protección de la isla principal (donde vivíamos la mayoría de habitantes del archipiélago) había sido reforzada, y los padres nos habían prohibido salir de la isla. Y yo, con mis tiernos diez años de vida, tenía que obedecer para evitar meterme en líos.

Pero empezaba a llegar a mi límite. El tiempo pasaba y pasaba, pero nada cambiaba. Incapaz de viajar a otras islas para curiosear y moverme a mis anchas, me sentía agobiado con la rutina de ir al colegio, volver a casa y pasar la tarde aburrido como una ostra. Y no era porque no intentaba mantenerme activo, pues cada día probaba algo diferente: leer libros, pasear por la playa, intentar jugar con los otros niños, probaba de todo. Pero todo acababa aburriéndome de mala manera. Me sentía atrapado en mi propia casa. A veces, si miraba desde la playa a lo lejos, podía ver las siluetas de esos monstruos paseando a sus anchas por la orilla de las otras islas. Y cada vez que los veía, la curiosidad me invadía por dentro. ¿Qué o quiénes eran esas cosas? ¿De dónde habían salido? ¿Qué querían? Tenía tantas preguntas sin respuesta que me sentía frustrado. ¡Chuflas, quería saberlo!

Pero esta noche sería diferente. Necesitaba respuestas y ya no podía seguir esperando a que los adultos no hicieran nada. Así que, a pesar de las prohibiciones, decidí saltarme las normas. Esperé a que Mamá se acostase y, tras asegurarme de que TinTin seguía encerrado en su cuarto, salí a hurtadillas de casa. En cuanto pisé la calle sentí una emoción increíble por todo mi cuerpo. No me gustaba saltarme las normas y meterme en líos por tonterías, odiaba que me riñeran, pero esta vez merecía la pena meterse en problemas y "ser malo". Sin ningún reparo, cogí "prestado" un bote amarrado y, tras sacarlo al mar, empecé a remar. Tardé bastante, pero al final conseguí llegar hasta la isla donde solía jugar. La isla prohibida. Desembarqué de un salto y contemplé la playa, aparentemente desierta. Me resultaba raro que, por lo menos a simple vista, no hubiera rastro de ninguna de esas criaturas.

— ¡Hoooolaaaaaa! —grité al aire—. ¿Dónde estáis, bichitos?

Emocionado y lleno de curiosidad, eché a andar por la playa atento a cualquier ruido o movimiento. Mi objetivo durante esta excursión era, como mínimo, averiguar algo que fuera útil. Y estaba dispuesto a conseguirlo fuera como fuese.

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Primer post, espero haberlo hecho bien *-*

Por cierto, por si tienes dudas, TinTin = mote de Justin, el hermano mayor de Teddy

[EspeYuna]

A Teddy le daba igual las advertencias de los mayores: quería estar más cerca de esos peculiares seres, saber más sobre ellos. Por qué estaban en la isla, qué les incidía a seguir allí y no marcharse. ¿Acaso habían formado un nido para sus crías? ¿O no podían salir de la isla por alguna razón? Es más, ¿cómo habían llegado hasta allí si no fuese nadando o volando? Era fascinante hacerse preguntas acerca de ellas. Para nada a Teddy le resultaban peligrosas.

Paseando por la playa, divisó en la orilla un primer descubrimiento. Una solitaria hormiguita negra con pequeñas antenas y ojos perdidos en el mar zarandeaba su cuerpo de un lado a otro, como si estuviera atraído por lo que se encontrara tras el océano.

Era decisión de Teddy si acercarse o no a ese pequeño ser.

[Elf]

Caminando por la playa no tardé en encontrar lo que buscaba. Uno de esos seres se encontraba en la orilla, con los ojos fijos en el mar y moviéndose de un lado a otro, como si estuviera inquieto por algo.

— ¡Ajá!

Sin pensarlo dos veces, me acerqué despacio hasta él. Procuraba no andar muy deprisa para no asustar a la criatura, pues quería acercarme todo lo posible para examinarla de cerca. Me quedé a escasa distancia, y desde ahí puede observarla de arriba a abajo. Era completamente negro, con un par de antenas y unos ojos amarillos brillantes, y ciertamente solo se le podía comparar con una especie de hormiga.
Allí plantado, viendo por primera vez una criatura de cerca, no pude evitar recordar lo ocurrido semanas atrás, el primer día que aparecieron en las islas. El día que todo cambió. Estaba jugando en esta misma isla cuando de repente surgió del suelo uno de estos monstruos. Estaba de espaldas a mí y a varios metros de distancia por lo que no lo pude ver bien, pero supe que era algo especial, algo mágico. Sin embargo por suerte o por desgracia un adulto me agarró antes de que pudiera acercarme y me sacó a toda prisa de la isla. Desde ese día había visto muchas veces su silueta a lo lejos, pero esta era la primera que estaba tan cerca de uno.

Volví a la realidad. Ahora que estaba aquí, tenía que seguir con mi peculiar investigación. Y lo primero que quería descubrir era si podría hablar con esta criaturilla.

— ¡Hola, bichito! —hice un gesto de saludo con la mano—. ¿Sabes hablar?

Los adultos siempre me habían dicho que tenía que tener cuidado porque eran peligrosas y atacaban a la gente, aunque a mí no me daban ningún miedo. Después de todo, ¿qué daño podría hacerme una hormiguita como esta?

[EspeYuna]

La pequeña y curiosa criatura sintió la presencia de Teddy no poco más de unos segundos antes de que éste llamara su atención. Sus antenas se movían inquietas, y sus ojos se posaron en los del pequeño aventurero.

De pronto, Teddy sintió que algo andaba mal. Por un momento pensó que esas criaturas podían ser inofensivas y que sólo atacaran por defender su territorio, pero esos ojos... de repente notó una extraña sensación de auténtico pavor en su interior, en su corazón.

Sus latidos se aceleraron, y tal fue la sorpresa de que el ser, en respuesta al bombeo del mismo, se acercaba sigiloso a Teddy. Sus garras, que hasta ahora habían pasado desapercibidas por el isleño, ahora parecían más afiladas y sus ojos, de un amarillo hipnótico e intenso, amenazantes.

La no tan inofensiva hormiga alzó sus zarpas contra el pecho del pequeño Teddy. Mas, ¿qué podía hacer para huir del lío en el que se había metido? ¿Escapar y seguir investigando por la isla, en busca de más criaturas como aquella? ¿Dejarse llevar por esa placentera sensación entremezclada por el miedo y la curiosidad ante el poder del ser? ¿O alcanzar la balsa y regresar al calor de su cama?

Porque de algo estaba completamente seguro: había empezado a experimentar un frío atroz.

Decisión de su corazón era dejarse encandilar por él o reaccionar.

[Elf]

No hubo respuesta. La misteriosa criatura posó sus ojos sobre los míos, y enseguida sentí que algo andaba mal. No lo había sentido en ningún momento, ni al escaparme de casa, ni al remar de noche, ni al ver al ser y mucho menos al acercarme, pero ahora lo sentía. Miedo. Pero, ¿por qué...?

Notaba cómo el corazón me latía más y más fuerte, y la criatura, atraída por los bombeos de sangre, avanzaba sigilosa hacia mí. Y entonces las vi: las garras de ese ser (que hasta ahora me habían pasado inadvertidas), afiladas y listas para ser usadas. Quise moverme, quise huir. Pero cometí un error. Le miré a los ojos.

Esos ojos amarillos brillaban amenazantes, con misterio, hipnotizantes. Había algo en ellos que me llamaba, era una sensación fascinante, ¡era super guay! Y, a pesar del miedo y del frío atroz que empezaba a invadirme, me dejé atrapar. Sabía que la hormiga iba a atacarme, veía cómo levantaba sus zarpas dispuesto a descargarlas sobre mi pecho, pero ya era demasiado tarde. La curiosidad y el propio miedo me habían hecho caer presa del poder que emanaba el monstruo.

No me moví.

[EspeYuna]

Teddy no se movió, y podría haber sido su sentencia de muerte, si no fuese porque sucedió algo completamente inesperado. Las garras del monstruo se quedaron a escasos milímetros del pecho del pequeño, dispuestas a arrancarle el corazón. Pero por alguna extraña razón, se quedaron heladas en el sitio. Y no fue porque la criatura decidiera dejarlo con vida de buenas a primeras, sino que una poderosa fuerza invisible le agarraba su extremo con firmeza.

La oscuridad con forma de pequeño e inofensivo ser —a simple vista, claro— trató de liberarse, inquieto. Se habían tornado las tandas, ahora era él quien estaba en grave peligro.

Todo sucedió muy rápido. Aquella fuerza no visible a los ojos de Teddy estrujó con malicia el brazo de la criatura, cada vez más, hasta que finalmente el ser, aun no pudiendo chillar de dolor, mostró sus deseos de liberarse retorciéndose en el sitio que estaba pasando un auténtico infierno.

—¿Son divertidos, verdad?

Detrás de Teddy apareció alguien. Una niña, a quien no conocía. Sus extraños aunque bellos atuendos de fina seda y numerosos encajes adornaban todo su cuerpo, su fina cintura y sus desnudos pies, llenos de la arena que habían atrapado en la isla. Era sumamente hermosa, cabía decir, aunque Teddy aún era demasiado joven para tener opinión sobre la belleza femenina. Más bien, quizás, curiosidad por ella.

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Aviso de que no lleva al loro xD

—No te faltan agallas para acercarte a ellos, ¡me gusta esa actitud! —exclamó la joven, y con uno de sus dedos señaló a la criatura, que seguía retorciéndose de dolor cuando, inesperadamente, le fue arrancado su brazo— ¡Estos bichos están para aplastarlos, como las hormigas que son! ¿No? Aunque sería mucho mejor que gritaran...

>> Pierde la gracia si no suplican, la verdad.

La niña se sentó al lado de donde se hallaba Teddy y siguió con la tortura. Esta vez, con aquel extraño poder que poseía levantó en el aire a la criatura, agarrándola por una de sus antenas, retorciéndola a gusto.

—¿Qué le arrancamos ahora, eh? —preguntó al pequeño, expectante. Sus ojos brillaban, llenos de malicia y emoción a partes iguales— ¿Las dos antenas? ¿El otro brazo? ¿Una pierna?

Una cínica sonrisa asomó por los finos labios de la niña.

¿De dónde demonios había salido?

[Elf]

Había firmado mi sentencia de muerte. Las garras del monstruo descendieron directas hacia mi pecho, dispuestas a arrancarme el corazón, pero, sorprendentemente, se detuvieron en el último momento a escasos centímetros de mí.

—¿Q-Qué...?

Parpadeé perplejo mientras volvía a la realidad, libre ya del encanto del monstruo, y observaba cómo el ser se había quedado congelado en el sitio. ¿Habría decidido dejarme libre en el último segundo? No, no parecía eso. La hormiga seguía con el brazo estirado, pero forcejeaba y estaba más inquieta que antes. Era como si algo invisible le agarrara su extremidad y no la soltara. De pronto, la criatura empezó a revolverse, mostrando señales evidentes de dolor aunque no pudiese chillar. La misma fuerza invisible ahora le estrujaba el brazo con fuerza y malicia, torturando al pobre bicho. Pero, ¿acaso era eso posible?

—¿Son divertidos, verdad?

Detrás de mí apareció una figura. Era una niña a la que nunca había visto antes, vestida con ropas elegantes, con el pelo negro y los ojos azules. Su presencia en la playa me dejó completamente descolocado, ¿qué hacía una chica así aquí?

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—¿Quién eres tú? —pregunté, contemplando a la recién llegada de arriba a abajo.

—No te faltan agallas para acercarte a ellos, ¡me gusta esa actitud! —comentó la chica.

Lo que ocurrió a continuación me dejó con la boca abierta. La desconocida señaló con uno de sus dedos a la hormiga, que seguía retorciéndose de dolor cuando, inesperadamente, le fue arrancado su brazo.

—¡Hala! —grité cuando vi el brazo caer al al suelo, con una mezcla de fascinación y susto en el cuerpo— ¡¿Lo has hecho tú?!

—¡Estos bichos están para aplastarlos, como las hormigas que son! ¿No? Aunque sería mucho mejor que gritaran...

>> Pierde la gracia si no suplican, la verdad.

Yo seguía alucinando, intentando asimilar lo que acababa de ver. Aunque había sido algo macabro y cruel, ¡a mí me había parecido super guay! Por su parte la niña se sentó a mi lado, dispuesta a seguir con la peculiar tortura. Volvió a utilizar su extraño poder para levantar en el aire a a la criatura, agarrándola por una de sus antenas, que retorcía a placer.

—¿Qué le arrancamos ahora, eh? —me preguntó. Parecía emocionada por la situación, aunque sus ojos estaban llenos de malicia— ¿Las dos antenas? ¿El otro brazo? ¿Una pierna?

Dudé. Habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo, y todavía estaba un poco aturdido por el pequeño trance que había sufrido al mirar los ojos a la criatura, pero empezaba a verlo todo más claro. Seguía sintiendo fascinación y curiosidad por la hormiga y me daba algo de pena que fuera torturada, pero eso no quitaba que me había intentado matar. A mí. Y Theodore Maxwell nunca perdona. Por otra parte la chica seguía siendo todo un misterio, pero parecía estar de mi parte y tal vez pudiera resolver alguna de mis preguntas sobre los seres. Además, en el fondo quería ver más del poder de la chica.

—¡El otro brazo, el otro brazo! —pedí a gritos, dejándome llevar por la emoción de la niña.

[EspeYuna]

La comisura de los labios de la niña se ensancharon en señal de satisfacción, y mucho más al oír los ánimos de la inesperada compañía en la tortura.

—Eso está hecho.

Con un giro de dedos retorció lentamente el otro miembro restante de la criatura. Ésta se movía inquieta y desesperada en el aire, pero poco pudo hacer ante los poderes de la joven envuelta en fina seda. Con un chasquido de sus dedos el brazo se separó del cuerpo de la hormiga, quien cayó al suelo y se movía de un lado a otro con dificultad.

Era una escena cruel y despiadada, pero a ambos no parecía importarles en absoluto. ¿Acaso era tan emocionante hacer daño a los demás?

—Terminemos con esto, ¿te parece? —preguntó la chica, quien encontró cerca suya un palo de madera aislado en la playa— Ten, seguro que lo disfrutarás. No puedo quedarme toda la diversión para mí si a ti también te gusta.

>> No todos los días encuentro a gente como tú.

Quizás sin saber a qué se refería la niña, ésta le señaló los ojos amarillos de la criatura.

—¿Crees que sangrarán si se lo clavamos?

[Elf]

La niña pareció satisfecha de mi respuesta, y mucho más al ver que compartía su entusiasmo.

—Eso está hecho.

Nada más hizo un giro de dedos, el otro brazo de la hormiga empezó a retorcerse lentamente. Aunque la criatura intentó liberarse moviéndose desesperadamente en el aire, fue inútil. Con un chasquido de sus dedos la extremidad se separó del cuerpo de la criatura, quien cayó al suelo intentando moverse de un lado a otro con dificultad.

—¡Cómo molaaa! —grité entusiasmado. Por muy cruel y despiadada que había sido la escena, a mí me había fascinado la muestra de poder y control de la chica— ¿Has visto cómo se retorcía? ¡Qué guay!

—Terminemos con esto, ¿te parece? —me preguntó, cogiendo del suelo un palo de madera que había encontrado— Ten, seguro que lo disfrutarás. No puedo quedarme toda la diversión para mí si a ti también te gusta.

>> No todos los días encuentro a gente como tú.

Cogí el palo sin entender muy bien a qué se refería la niña. Pero cuando señaló los ojos amarillos de la hormiga, quedó claro.

—¿Crees que sangrarán si se lo clavamos?

Un mar de dudas me invadió. Estaba disfrutando de la tortura a la hormiga, e incluso me divertía, pero no estaba seguro de si quería participar en ella. Por una parte, ese maldito bicho había intentado matarme y merecía el castigo más cruel que fuera posible, pero por otra todavía tenía una curiosidad infinita por saber más de aquel ser. Por suerte, antes de que tomara una decisión una idea mejor me vino a la mente. Una sonrisa pícara apareció en mis labios mientras me giraba para mirar a la chica.

—Mmmm, ¡nop! No me apetece hacerlo —dije al fin, jugueteando con el palo en mi mano—. Es muy aburrido ahora que no tiene zarpas.

>> Aunqueee, tal veeez, si respondes a alguna de mis preguntas me pueda apetecer. Tengo muchas dudas, ¿sabes?

Ya era hora de que empezara a conseguir respuestas, porque estaba claro que ella sabía bastantes cosas sobre estos seres. Y también estaba ese extraño poder que poseía, ¿de dónde lo había sacado? Quería respuestas, pero todo dependía de si la niña aceptaba mi pequeño chantaje o no. Aunque, después de todo, ¿quién iba a decir que no a un inocente niño como yo?

[EspeYuna]

La joven hinchó sus mofletes en señal de que le disgustaba el rechazo de su nuevo compañero de juegos. Sin embargo, al hacerle la oferta de torturar a la criatura a cambio de información, sus ojos, curiosos y penetrantes se fijaron en el pequeño.

—¿Preguntas, eh? —cuestionó, llevándose los dedos de una mano a su rostro, mostrando una pose adorable si no fuera porque a su lado yacía el monstruo demacrado— ¿Y qué te gustaría saber, jovencito?

>> Supongo que siendo un nativo de estas islas no sabrás qué hay más allá. Y de dónde han salido los sincorazón. O de dónde he salido yo.

Una sonrisa traviesa agudizó la belleza de la misteriosa niña.

—Puedes llamarme Shinju —dijo de repente, mientras seguía jugando con sus poderes a hacer levitar al monstruo que yacía en el suelo hecho puré—. No muchos viven para conocerme, porque son... aburridos. Tú pareces diferente.

>> Pero no soy tonta. Clava eso en uno de sus ojos, siente el placer que yo misma experimento al hacerlo, y sabré que somos iguales. Así podré responder a tus preguntas.

Sus ojos ensombrecieron, su sonrisa se mostró cínica de nuevo. La chica que hacía llamarse Shinju no estaba dispuesta a soltar prenda sin un presente antes.

[Elf]

Ante mi negativa, la niña hinchó sus mofletes en señal de protesta. Mala señal. Pero en cuanto propuse hacerlo a cambio de información, volvió a la actitud de antes, mirándome fijamente con sus ojos, penetrantes y llenos de curiosidad.

—¿Preguntas, eh? —preguntó, llevándose los dedos de una mano a su rostro— ¿Y qué te gustaría saber, jovencito?

—Pueees muchas cosas, no sé ni por dónde empezar —contesté, llevando una mano a la cabeza mientras intentaba decidir qué preguntar primero—. Pero podríamos empezar con tu nombre.

>> Supongo que siendo un nativo de estas islas no sabrás qué hay más allá. Y de dónde han salido los sincorazón. O de dónde he salido yo.

Levanté una ceja, extrañado. ¿Qué había más allá? ¿Más allá del océano? Nunca me lo había preguntado. Si me ponía a pensar, solo se me ocurría que, muy lejos de las Islas del Destino, podía haber otros archipiélagos, pero nunca había escuchado a algún adulto decir nada al respecto. ¿Y qué había querido decir con "los sincorazón"? ¿Se referiría a las hormigas? Definitivamente, la chica tenía muchas respuestas a mis preguntas.

—Puedes llamarme Shinju —se presentó al fin, mientras seguía utilizando sus poderes para hacer levitar al monstruo, jugando con él.

—¡Bonito nombre, JuJu! —no tardé ni dos segundos en pensar un mote para ella—. Yo me llamo Teddy.

—No muchos viven para conocerme, porque son... aburridos. Tú pareces diferente.

—¿Gracias? —no estaba seguro de si era un halago o no.

>> Pero no soy tonta. Clava eso en uno de sus ojos, siente el placer que yo misma experimento al hacerlo, y sabré que somos iguales. Así podré responder a tus preguntas.

Sonreí. Si solo tenía que hacer eso para conseguir respuestas, entonces estaba hecho. Sabía que torturar estaba "mal", siempre nos lo decían en el colegio cuando otros niños tiraban piedras a gatos callejeros o perseguían a las gaviotas, pero ardía en deseos de conseguir respuestas y, en el fondo de mí, me intrigaba saber si al hacerlo sentiría ese placer del que hablaba Shinju. Y tampoco había olvidado el intento de Teddycidio. Esa hormiga se merecía todo lo que le estaba pasando. Y no lo dudé ni un segundo más.

Caminé decidido hasta plantarme delante de la hormiga, que ahora flotaba en el aire gracias al poder de JuJu y con toda mi fuerza le clavé el palo en su ojo derecho. Ni siquiera cerré los ojos. Pasaron unos segundos raros, indecisos, pero pronto lo sentí. Me sentí genial. Una sensación que no había sentido hasta ahora me recorrió todo el cuerpo, fue increíble. El monstruo estaba indefenso, inmóvil, estaba a mi merced. Yo tenía el control. No habría sabido si definirlo como "placer", pero verdaderamente había disfrutado de la experiencia.
Contemple unos instantes lo que quedaba de la hormiga y, con una sonrisa de oreja a oreja, volví a mi posición anterior al lado de la chica.

—¡Qué guay! ¿Por dónde íbamos? —le pregunté mientras me sentaba a su lado, con una sonrisa de satisfacción en el rostro—. ¡Ah, sí, preguntas! Ahora es tu turno de cumplir.

>> ¿Qué son estos monstruos que han aparecido en las islas? Creo que los has llamado sincorazón. ¿Por qué están aquí? ¿Y por qué estás tú aquí? ¿De dónde vienes? ¿Cómo haces eso de moverle sin tocarle? ¡Cuenta, cuenta!

[EspeYuna]

Shinju contempló la tortura y soltó una tétrica carcajada, burlándose de la hormiga que estaba a expensas de ser brutalmente asesinada por ambos. Teddy comprobó el gusto que le daba sentirse superior al llamado sincorazón, el cual no desperdigó sangre por el suelo al clavarle el palo en el ojo, pero sí que saltaron motas de oscuridad alrededor de ambos jóvenes.

—¡Por fin alguien con quien voy a poder jugar! —exclamó Shinju, emocionada— ¿Te ha gustado, eh? ¡Imagínate si sangrara o gritara! ¡Es más divertido!

Sin duda, la joven tenía un hobby un tanto peculiar.

—Lo prometido es deuda —la niña se acercó a la orilla para lavar sus pies de la arena que habían atrapado—. Los sincorazón están aquí porque buscan algo con desesperación que los mantiene con vida: los corazones de la gente. Los devoran para sobrevivir. Nacen del miedo de las personas, pero carecen de sentimiento alguno una vez que cobran vida. Son patéticos, ya ves.

>> ¿Y por qué estoy yo aquí? Simplemente, me aburría. Últimamente en Bastión Hueco no hay mucha diversión, casi todos los aprendices son unos paletos. ¿Este poder? ¿Estás interesado, quizás?

La niña dio un rodeo alrededor del joven, ignorando a la hormiga que yacía en la arena, desorientada.

—¿Te gustaría venir conmigo? —preguntó, con un puchero— Sería divertido tener un compañero de juegos.

[Elf]

—¡Por fin alguien con quien voy a poder jugar! —Shinju, quien había soltado una carcajada tétrica mientras yo clavaba el palo, parecía emocionada— ¿Te ha gustado, eh? ¡Imagínate si sangrara o gritara! ¡Es más divertido!

—¿De verdad? ¡Mola!

Del ojo de la hormiga no había salido sangre, sino una especie de motas oscuras. No sabía si, cómo había dicho Shinju, habría disfrutado más de la experiencia si hubiera salido sangre o hubiera gritado, o si en su lugar no me habría gustado tanto, pero sentía auténtica curiosidad por averiguarlo algún día.

—Lo prometido es deuda —observé cómo la niña se acercó a la orilla para lavar sus pies de la arena que habían atrapado—. Los sincorazón están aquí porque buscan algo con desesperación que los mantiene con vida: los corazones de la gente. Los devoran para sobrevivir. Nacen del miedo de las personas, pero carecen de sentimiento alguno una vez que cobran vida. Son patéticos, ya ves.

—Así que sincorazón, ¿eh? —comenté mientras observaba lo que quedaba de la hormiga— Parecen inofensivos a simple vista, pero de cerca esas garras son peligrosas. Molan.

Por eso me había atacado, buscaba mi corazón. Aunque empezaba a saber más cosas sobre estos seres, mi curiosidad hacia ellos seguía siendo infinita. ¿Cuántos sincorazón existían? ¿Había otros más grandes o con formas diferentes? ¿Sería posible domesticarlos o domarlos? Devolví mi atención hacia las explicaciones de JuJu, guardándome estas preguntas para más tarde.

>> ¿Y por qué estoy yo aquí? Simplemente, me aburría. Últimamente en Bastión Hueco no hay mucha diversión, casi todos los aprendices son unos paletos. ¿Este poder? ¿Estás interesado, quizás?

—¡Mucho, yo también quiero hacer eso! —contesté al instante, emocionado.

No sabía a qué se había referido con eso de "Bastión Hueco" o quiénes eran esos "aprendices", pero la idea de que me enseñase a utilizar ese poder era super guay. Me imaginaba a mí mismo en el colegio haciendo que las mesas flotasen y tirando al profesor por la ventana, o metiendo la cabeza de TinTin en el retrete, y se me hacía la boca agua. Quería ese poder.
Mientras yo fantaseaba, Shinju daba un rodeo a mi alrededor, observándome e ignorando al sincorazón que yacía en el suelo.

—¿Te gustaría venir conmigo? —preguntó de pronto, con un puchero— Sería divertido tener un compañero de juegos.

—¿Ir contigo? ¿Adónde? —respondí, sorprendido por la oferta. Recordé lo que había dicho antes de "lo que había más allá", y lo de "Bastión Hueco", y una teoría me vino a la mente—. ¿Vienes de otro archipiélago? ¿Bastión Hueco ese?

Fuera como fuese, la idea era demasiado tentadora como para dejarla pasar. Y siempre había querido viajar a alguna isla lejana y descubrir nuevos lugares, así que la respuesta estaba clara.

>> Aunque si me enseñas a usar ese poder, ¡me apunto! Pero a mi madre no le va a hacer ninguna gracia.

[EspeYuna]

—Oye, pensé que no serías un niño de mamá —dijo Shinju, algo decepcionada, si uno se fijaba en la cara que había puesto al escuchar aquellas palabras—. ¿De verdad vas a preocuparte por ella? ¡Bua! ¡Bua! —la joven comenzó a molestar al pequeño Teddy, provocándole— ¡Echaré de menos a mi mamá y nadie me cambiará los pañales allá donde vaya, bua, bua!

>> ¿Otro archipiélago? No, no. Provengo de otro lugar, más lejano. De otro mundo. Yo no puedo concederte este poder, pero mi Maestra sí.

>>> ¿Seguro que no quieres pensártelo antes de que vaya a por ella? Quizás te eches atrás porque tu mami no vendrá con nosotros, pobrecito.

Su voz decantaba burla, ensombreciendo sus ojos con maldad.