[Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Trama de Xefil, Bavol, Stelios y Albert + Fátima

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Sab Oct 11, 2014 5:31 pm

¡Vamos, Albert! ¡Demuéstrales de lo que eres capaz!

¡Ten cuidado, las sombras no dejan de aparecer!

Por orden de Fátima, Miguel se unió a Albert contra los sincorazón. El joven sastre ya estaba bastante cansado, las sombras no paraban de emanar de la oscuridad de Sparrow, y no estaba muy versado todavía en el combate. Consiguió con éxito realizar un tajo lateral a una de las criaturas y hacerla desaparecer. Aunque la Llave Espada pesaba demasiado y dudaba que pudiera aguantar más.

«¿Cuándo van a dejar de aparecer?»


Desvió levemente la mirada para fijarse en sus compañeros. Fátima había conseguido golpear a Sparrow con un hechizo de agua y liberó a Bavol de la presa la oscuridad de la maldición. Xefil estaba cerca de Jack y estaban a punto de hacerse con la vaina. Pero no tuvo tiempo de distraerse por más tiempo, las sombras seguían acosándolos.

¡Miguel, cuidado a tu espalda! —Albert apuntó a un sincorazón que se acercaba a su espalda y conjuró un hechizo de Hielo. Tras congelarlo le asestaría un golpe para romper el cristal y hacerlo desasperecer.

Mientras peleaba con las sombras, Tulio esquivaba los ataques mientras buscaba un arma con la que defenderse. Albert se aproximó, pesadamente, hasta él, intentado apartar algunas de las criaturas que rodeaban. Conjuró de nuevo tres hechizos de hielo, congelando a las sombras.

¡Rápido, coge un arma! ¡No voy a poder aguantar mucho más!

De pronto las sombras dejaron de hacer acto de presencia y nuevamente volvió a fijarse en sus compañeros. Albert quedó completamente impresionado ante lo que estaba viendo. Ante ellos un había un fantasma, sobre el cuerpo de Sparrow.

«No estará...»

Hernán Cortés... —dijo Nanashi.

El fantasma de Cortés tenía una presencia imponente. A pesar de su demacrado aspecto, en él se podía ver una fuerza única, una chispa de ambición y aventura. El fantasma fue dirigiendo una mirada a todos los presentes, deteniéndose en Bavol. Luego se dirigió a Xefil:

Me has liberado, muchacho, te doy las gracias.

Luego recogió su espada y se dirigió a hacia Fátima, haciendo un gesto de entrega:

Toma mi espada, mujer, tu magia podrá protegerla. Yo, Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca, gobernador y capitán general de la Nueva España, te concedo el honor de custodiarla hasta el día del Juicio.

Albert no pudo evitar sonreír. Por fin habían conseguido la espada maldita y podrían regresar a casa con ella. Pero se olvidó de que Nanashi todavía estaba allí.

No te atrevas a dársela, espíritu, no voy a permitirlo.

Está hecho, mujer, no puedes tocarla.—dijo el fantasma de Cortés a la maestra de Bastión Hueco.

Cuando Nanashi empezó a caminar, el fantasma se disolvió y volvió su vista hacia Fátima, levantando su Llave Espada, con la intención de atacarla con algún hechizo. Antes de que nadie puediese actuar, un disparo resonó por toda la cueva y Nanashi empezó a sangrar por la herida de la bala.

El disparo había surgido de su lado y al girarse, vio como Tulio apuntaba con una pistola a Nanashi. Seguramente la habría encontrado entre los tesoros de la gruta.

«Bien, Tulio»

Tú...

Tulio se preparaba para disparar de nuevo si Nanashi hacía otro movimiento, pero está abrió un portal y desapareció en su interior.

¡Eh!—gritó Tulio—. ¡Joder, ¿adónde ha ido?!

Se ha ido lejos, muy lejos.

¿Se ha acabado?

Supongo... —Tulio se acercó a Jack y le tomó el pulso—. Está vivo...

Menos mal que está bien.

Bueno, ¿y ahora qué?

Supongo que tendremos que salir de aquí de una vez, ¿no?

Sí, salgamos ya de esta maldita cueva.

Lo primero de todo es, ¿hay alguien herido? Creo que me queda algo de magia para curar heridas superficiales

Yo estoy bien… ¿pero el capitán estará bien?

Yo puedo aguantar un poco más —dijo Albert, apoyado en Miguel, que le estaba ayudando a no derrumbarse de cansancio.

Fueron avanzado al exterior de la gruta, y tras un rato Fátima, les dio alcance. Tenía que hablar con Tulio y Miguel sobre la espada.

Lo primero de todo es, ¿hay alguien herido? Creo que me queda algo de magia para curar heridas superficiales Tulio, Miguel. Sé que el capitán quería esta espada, pero ya habéis visto lo peligrosa que es. Nosotros… tenemos la capacidad de impedir que vuelva a hacer daño a nadie. Pero tenemos que llevárnosla muy lejos. Además, parece que… gracias a Cortés puedo tocarla sin que me afecte y por lo que dijo, no va a permitir que otra persona la guarde. ¿Tenéis algo en contra? Creo que este tesoro es mucho más útil que una espada maldita…[/color]

Albert no les conocía de mucho, pero estaba seguro de que aquellos dos hombres aceptarían el trato de Fátima.

Sea como sea, aquí no podemos hacer nada. Os acompañaremos a la costa.

«Por fin lo hemos conseguido»

Mientras salían, Bavol le hizo una señal de aprobación. Albert movió la cabeza como gesto para responderle. También se encontraba cansado y muy derrotado por el interminable combate.

Fátima se acercó hasta él.

Era tu primera misión, ¿verdad? Lo has hecho muy bien.

Gracias —dijo, con una sonrisa cansada—. Sí, ha sido mi primera misión… No pensé que fuera a pasar todo esto. Espero que esta espada no vuelva a ser un problema.

Ya quedaba poco para llegar a la costa y Albert le pidió a Miguel que ayudara a cargar a Sparrow. Ya se sentía un poco mejor y podía seguir avanzando solo.

Albert se quedó un poco atrás del resto del grupo. Seguía dándole vueltas al poder de la espada y si podría volver a despertarse y qué busca Nanashi de él. Temía el conflicto entre los dos bandos de la Llave Espada, pero, por ahora, habían ganado una batalla.

En la costa, Fátima se despidió de Tulio y Miguel:

Aquí nos despedimos. No es seguro llevar la espada en un barco y no sé si al capitán Vander nos echaría de una patada. Ha sido un placer conoceros. Saludad a los capitanes de nuestra parte. Ojalá volvamos a vernos.

Cuidaos mucho y evitad más tesoros envueltos maldiciones.

Tras despedirse, se internaron en la selva e invocaron sus armaduras y gliders y alzaron el vuelo para regresar a Tierra de Partida.

Seguramente este viaje no era más que el principio de la guerra entre los bandos, pero mucho más no podían hacer que dejar la espada a salvo en Tierra de Partida.

Al regresar, recordó que debía hablar con Fátima de un encargo importante, algo que Malik le había pedido.

Fátima, ¿recuerdas el encargo que me pidió Malik? Cuando puedas debería venir a mi habitación y hablaremos de los detalles, estoy seguro de que te gustarán algunas de las cosas que tengo pensadas.

Se dirigió a su habitación, tenía muchas cosas en las que pensar y recuperarse de la dura misión.
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Re: Ronda 17

Notapor Zee » Dom Oct 12, 2014 2:45 am

¡Señor, fortalece mi brazo... para así destruir a las fuerzas paganas del Mal!

Apenas terminé de leer la inscripción de la vaina que justo había llegado a mis manos, brotó de ella un potente estallido de energía. Perdí el equilibrio debido a la impresión y caí hacia atrás; aterricé dolorosamente de sentón, pero me obligué a no soltar la funda de la espada, mientras seguía despidiendo aquella inexplicable magia. El destelló alcanzó todos los rincones de la gruta y tuvo un efecto fatal en los Sincorazón, que desaparecieron súbitamente.

Jack también sufrió por la magia. Rugió, no supe si de dolor o de frustración, mientras el alma del espectro se escapa de entre sus labios como un suspiro etéreo. La espada maldita cayó al suelo al igual que el capitán, mientras que el fantasma que lo había estado poseyendo tomó una forma antropoide.

Miró a Bavol y a Fátima; y a ambos les dedicó breves gestos de reconocimiento. A mí, por otro lado, directamente me tocó en el hombro con inusatada cordialidad. Me estremecí cuando sentí su mucilaginoso y gélido tacto, y luego me sentí aliviado en cuanto apartó su mano. Fue terriblemente incómo y desagradable.

Me has liberado, muchacho, te doy las gracias.

Forcé una sonrisa mientras Cortés regresaba al suelo y recogía la espada. Se acercó hasta Fátima y le extendió el arma para que ella la tomara.

Toma mi espada, mujer, tu magia podrá protegerla. Yo, Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca, gobernador y capitán general de la Nueva España, te concedo el honor de custodiarla hasta el día del Juicio.

Nanashi, quien también se encontraba libre ahora que las sombras habían desaparecido, avanzó hacia Fátima y Cortés, con su Llave-Espada preparada en su mano.

No te atrevas a dársela, espíritu, no voy a permitirlo.

Está hecho, mujer, no puedes tocarla.

Y dicho aquello, el fantasma de Cortés desapareció, desvaneciéndose sin más en el aire. La Maestra se detuvo sólo para contemplar el fenómeno, pero tan pronto como éste terminó, volvió a avanzar hacia Fátima.

¡Ey! —la mujer alzó su arma, a la par que yo bajaba del techo de un salto. Antes de que pudiera acercarme lo suficiente al grupo, sin embargo, Tulio se adelantó y apuntó con su pistola en dirección a Nanashi. Ella no le prestaba atención, por lo que no alcanzó a ver la amenaza.

>>¡Tulio, no!

Sin hesitar, el español le disparó en el pecho. Afortunadamente, del lado contrario al corazón. La herida podría sanarla pronto con magia. Pero incluso así, un pulmón perforado o algunas costillas rotas eran terriblemente desagradables, y si no se curaban de la manera apropiada...

Tú...

Me di cuenta de que me había detenido en cuanto Tulio recargó la pistola y volvió a apuntar a la Maestra, y yo me dispuse a intervenir entre ambos. Para fortuna, tal vez, de todos, Nanashi abrió un portal de luz y se deslizó a su interior en un parpadeo, desapareciendo a donde ninguno podría alcanzarla.

¡Eh! —exclamó el hombre—. ¡Joder, ¿adónde ha ido?!

A ponerse a salvo —explicó Fátima—. No te molestes, Tulio, no podríamos alcanzarla.

¿Importa? ¿Es que acaso estás loco? —reclamé, dirigiéndome hacia el español. Estuve a punto de bajarle la pistola de un empujón, si no fue porque él mismo lo hizo—. ¡Pudiste haberla matado; o peor, ella te pudo haber matado a ti!

Dejé salir un amplio suspiro. Al menos ninguna de las dos había sucedido, y eso me aliviaba. Me aliviaba más, de hecho, el hecho de que no tuve que reaccionar ante el hipotético escenario. No habría sabido cómo actuar ni de qué lado ponerme.

Tener a mi antigua Maestra, traidora pero no realmente malvada, declaradora de guerras y asesina en potencia, como mi enemiga era bastante inconveniente.

¿Se ha acabado? —murmuró Miguel, con el cansancio asomándose en su voz.

Supongo... —suspiró el otro. Tomando precauciones, se aseguró de tomarle el pulso a Sparrow—. Está vivo...

Bueno, ¿y ahora qué?

Tomamos nuestra parte y nos vamos, obviamente —recordé, agachándome para meter varias monedas de oro en mis bolsas de cuero. Al fin y al cabo, nuestra fachada era la de un grupo de cazarrecompensas... e igualmente, el dinero tendría que servirnos de algo. Busqué también alguna gargantilla que pudiese llevarle a Nadhia (jamás, nunca, jamás le diría su proceder) y una corona para hacerme el idiota un rato.

Todo había salido como esperábamos. Sólo quedaba ir a casa.

*¨*¨*


Aquí nos despedimos.

Era una pena que no pudiéramos quedarnos a descansar por un rato en la costa; o mejor, en el camarote del barco. No obstante, cada minuto que pasábamos lejos del refugio de Tierra de Partida, era un minuto en el cual podíamos perder la espada ante otro miembro de Bastión Hueco o a las manos de algún tercero. Además, mientras Jack Sparrow siguiese inconsciente era el mejor momento para partir, puesto que de otra manera era posible que intentara reclamar su parte del trato.

Fátima tiene razón —coincidí una vez ella expuso nuestras razones. Esta vez no fue un desliz llamarla por su nombre real. Después de todo, Cortés la había expuesto llamándola "mujer" frente a los dos españoles... y tampoco era como si no tuvieran sospecha alguna (especialmente después de mi error en el barco)— Tenemos que irnos. Pronto —aunque se lo decía a Tulio y Miguel, mi mirada se posó en Bavol y Albert por unos instantes, dando a entender que allí había una orden disfrazada.

>>Es una pena que no hayamos podido conversar más. Pero fue un placer conocerlos; Miguel, Tulio —extendí mi mano primero a uno y luego al otro—. Lo mismo para Sparrow.

Cuando nos alejamos de la costa, inexplicablemente lo hice con una sonrisa dibujada en el rostro. Pese a todo, había sido una misión enriquecedora. Había vivido por unos días como marino; lo cual, con toda franqueza, no tengo ganas de repetir nunca (a menos que yo sea el capitán). Todas mis creencias sobre la muerte se me habían volteado de cabeza al ver un fantasma. ¡Un fantasma, un muerto en vida transparente y frío!

¡Y me había dejado los bolsillos llenos, también!

Antes me preguntaste si creía en las maldiciones —comentó Fátima una vez llegamos a un sitio apropiado para despegar y dejar el mundo—. Ahora veo que existen.

Ni que lo digas. Fue aterrador —concordé.

No sé si este hombre se merecía acabar maldito o no, pero al menos es un alivio saber que las maldiciones pueden romperse, ¿no? —compartí el silencio con la joven cuando me di cuenta de que había sido yo quien lo había liberado. Había salvado, no una vida, sino un alma. Había ayudado un hombre a llegar a un sitio mejor.

No entendería cuán sobrecogedor era aquello hasta que me echara en la cama y tuviera la mente despejada para pensar.

Si no hubieras estado, no sé qué habría pasado… Así que considero que te mereces más que yo cuidar de la espada. Pero me alegro porque me da que va a ser una carga —sonreí, algo avergonzado. Tomé la mano que Fátima me ofrecía, tal vez por más tiempo del que debía—. Gracias.

A ti, jefa. Fue un honor trabajar contigo.

>>Espero que el Maestro Higashizawa haya preparado algo pesado y jugoso —comenté mientras despegábamos—. Podría zamparme un chocobo entero. ¿Te apuntas, Albert? Bavol estará que se muere de celos; seguramente Vander le dará pan húmedo de nuevo.

Ah, y sobre todo lo mencionado, había ganado tres buenos compañeros.

Y tienes razón, Fátima. Tal vez yo deba quedarme la espada —bromeé, a la par que ascendíamos con el azul infinito extendiéndose bajo nosotros—. Digo, yo salvé al sujeto. ¿Dónde está mi agradecimiento?
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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Última ronda

Notapor Tanis » Lun Nov 10, 2014 10:44 pm

Ni Tulio ni Miguel requerían de ninguna cura. Habían salido bastante ilesos de la pelea que se había producido en la cueva, pero de todas formas agradecieron con un gesto y una sonrisa respectivamente el ofrecimiento de Fátima.

Sus palabras siguientes no provocaron la misma reacción. Tulio, que ya estaba cargando a Jack con la ayuda de Miguel, se detuvo por un segundo, pensativo y miró en derredor. No parecía estar seguro de que esa decisión le compitiese decidirla, como tampoco a su amigo. Pero no quedaba nadie más, y el capitán estaba inconsciente. Despacio, terminó de levantar a Sparrow, pasándose uno de sus brazos por los hombros mientras Miguel hacía otro tanto.

Al capitán no va a gustarle, pero... —Por su expresión Fátima sabría que no quería tener cerca esa espada—. Tienes razón, las cosas de magos que se las queden los magos.

Miguel asintió mostrando su acuerdo y añadió:

Volveremos luego a por el tesoro, el camino está marcado de todas formas.

Entonces echaron a andar, despacito, llevando al capitán a través del túnel de roca que conectaba con la salida. El grupo tardó un poco en alcanzar la costa, pero en cuanto lo hicieron, pudieron llamar al barco mediante señales para que vinieran a recogerlos. Primero dejaron que llevaran a Jack en el primer bote, mientras Tulio y Miguel se despedían de los aprendices. Les sorprendió un poco que Bavol quisiera quedarse un poco más, pero igualmente aceptaron que el niño prefiriese despedirse de Jack cuando despertara.

Los dos piratas estrecharon las manos que les ofrecieron y las que no también. Después de todo a
habían sobrevivido a una experiencia sobrenatural y eso hacía que hasta Tulio les viese con mejores ojos. Miguel palmeó amistosamente los hombros de Albert, Xefil y Fátima.

Hasta pronto —Sonreía—. Siempre quedará Tortuga.

Fue su último adiós. Cuando ellos subieron al siguiente bote, junto con Bavol, Tulio levantó una mano, con un esto de despedida.

* * *


Bavol pisó el barco de Vander junto con los dos piratas de Sparrow poco después. Una marabunta de tripulantes se arremolinó en torno a ellos, pidiendo saber qué había pasado, por qué Sparrow había vuelto en ese estado y qué había pasado con los demás expedicionarios. Tulio contestó lo mejor que pudo, protegiendo a su vez la información que consideraba oportuna sobre los aprendices.

Caballeros, ya basta, por favor —Crow los dispersó apareciendo en cubierta, aunque no había rastro del capitán.

Como Bavol así había querido, le contó lo sucedido al joven, mientras Tulio y Miguel eran conducidos a la bodega para descansar, e indicó que el tesoro existía, y que podía enviar a varios a cargarlo y recogerlo, algo que perfectamente podía llevarles lo que restaba del día si no se daban prisa. Crow consideró, echándole una pequeña ojeada amistosa a Bavol, que podían permitirse perder ese tiempo si a cambio el capitán iba a tener candelabros nuevos para la mesa. Gracias a la información del niño, el barco permaneció anclado.

Crow también condujo a Bavol por los entresijos del barco, pero cuando pidió por favor que le dejaran ver a su capitán, Crow le llevó hasta el camarote de Vander. Allí se encontró al alto y corpulento holandés, que miró al muchachito con ojo serio, pero extrañamente satisfecho, dio una calada a su larga pipa y puso una mano sobre su hombro.

Está despierto, muchacho, ha preguntado por sus magos.

Tuvo el buen hacer de dejarle solo con él.

Jack estaba pálido, pero entero, y vivo, que era lo que importaba. Aparentemente no presentaba secuelas de la posesión, tan sólo estaba cansado, muy cansado. Una expresión satisfecha y algo orgullosa se dejó ver en su gesto al ver al niño, correteando y echandosele encima.

¡Eh, eh, tranquilo! —Jack hizo una mueca exagerada de dolor, y apartó a Bavol para escuchar sus palabras.

Estando allí, él perfectamente asumía que su plan de provocar la posesión había sido bien resuelto. Sin embargo, no se tomó nada bien que la espada hubiera perdido sus poderes, y que aún así Fátima se la hubiese llevado. Jack golpeó la cama con el puño.

No, no, no, ¡no! Necesitaba esa espada para recuperar la Perla, maldición. Ni mil tesoros me ayudarán a conseguir eso...

Eso era verdaderamente revelador para Bavol, ya que al final, el perseguir esa espada tenía un objetivo final distinto al de simplemente perseguir un objeto. El pirata miró a Bavol al escucharlo disculparse y le hizo un esto para que se calmara. Que se quedó a medias por la proposición que le hizo.

Hijo —Jack suspiró—. Ya te dije que eras demasiado pequeño para eso —Aún así pareció pensárselo y le puso una mano en el hombro—. Vuelve a preguntarme eso dentro de un año y quizá te acepte.

Por alguna razón, no quería involucrar niños en la piratería, pero suponía que ya era demasiado tarde. Con una sonrisa algo torcida, Jack le agradeció el servicio que le había prestado y le contó un pequeño secreto: Su brújula no apuntaba al Norte, porque siempre apuntaba hacia lo que uno más deseaba en ese Mundo.

* * *


Por la noche, tal y como había planeado a pesar de que se encontraba en el barco, no vio a nadie en cubierta ya que gran parte de la tripulación se hallaba en la isla aún. Pudo encontrar un momento para invocar el glider e irse, aprovechando la oscuridad y el manto de estrellas. Nadie vio su estela, salvo una persona.

Jan Vander fumaba apoyado contra la borda del castillo de popa, y el destello del glider de Bavol en el cielo le llamó la atención. Sin embargo, lo único que pensó, mientras exhalaba el humo por la boca, fue que era la primera vez que tenía la suerte de ver una estrella fugaz.

Continuará


Spoiler: Mostrar


¡Y fin de la trama!

De primeras quisiera pedir disculpas por un montón de cosas. Por haber tardado tanto en cerrarla, por haber tardado tanto en general para todo, para terminarla (debería haberla terminado en septiembre, wow, dos meses de retraso, deberían golpearme xD). Siento los retrasos, las partes flojas y quizá algún que otro mal uso de NPCS, admito que he querido meter mucho en una trama pequeña y me ha venido grande, incluso el cierre me parece flojo, quería cerrarlo de una vez por todas. Pero ¡ey! Esto me ha servido para darme cuenta de dónde cojeo y poder mejorar. Espero que al menos un poco os haya gustado y muchas gracias pro aguantar hasta el final (Menos Stelios buuuh)

Iba a hacer críticas extensas de cada uno pero al repasar la trama me he dado cuenta de que salvo erratas puntuales y algún que otro post concreto (como el super sermón/discursazo de Bavol a Cortés malvado XD ahí sí que me dio algo), todos lo habéis hecho más o menos bien o muy bien para lo que es vuestro pj, vuestra experiencia y vuestro manejo y tampoco quisiera repetirme en todos los apartados. Si alguno desea que de verdad le haga un análisis del rumbo del personaje durante Senda, que por favor me envíe un MP. Eso sí, me llevará tiempo, seguro que os habéis dado cuenta de lo mal que puedo ir haciendo las cosas últimamente.

¡Procedo a dar las puntuaciones!

Fátima no puntúa por ser extra.

Bavol – 63 px. ¡Subes al nivel 12 (o consultar PD)!

Albert – 60 px. ¡Subes al nivel 8!

Xefil – 67 px. ¡Subes al nivel 18!

Stelios – 35 px. ¡Subes al nivel 7!

PD: Bavol, aún no he sumado tus puntos a la ficha, necesito aclarar si te han subido los del evento o no, pero no te preocupes, el nivel que subas lo tendrás, aunque no sé si es el 12 o el 13.




Tierra de Partida


Spoiler: Mostrar
Rebecca llamó tímidamente a la puerta de la habitación y esperó a que su ocupante diera permiso para entrar. Poco después, tras el escueto «adelante», grave y seco, giró la manija y atravesó el umbral. Avanzó a pasitos pequeños, hasta el centro del cuarto. Más allá, echado en un sofá cerca del gran ventanal, se encontraba el Maestro de Maestros, callado, ausente e inequívocamente todavía traumatizado.

¿Y bien? —Ronin no miró a la maestra.

Rebecca tomó aire que expiró con resignación y paciencia.

Tenemos la espada. Fátima, Xefil y su equipo lograron sacarla de la isla.

Ninguna expresión, ninguna mueca. Ninguna respuesta. Rebecca añadió:

Voy a iniciar la investigación sobre sus propiedades, si te parece bien.

Claro.

Un gesto de pena y preocupación se dibujó en los rasgos de Rebecca, que agachó la cabeza con un asentimiento. Pensó en decir algo, cualquier otra cosa, lo que fuera, cosas de la misión, como que los aprendices incluso habían logrado esquivar a Nanashi, pero... sabía que sería inútil. Ronin ya no hablaba con nadie.

Con el mismo silencio con el que había entrado, Rebecca se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a solas a Ronin.

El maestro de Maestros soltó un suspiro vacío y hueco y entornó su único ojo vidrioso que continuaba desde hacía horas, mirando al techo. Luego murmuró, para sí:

Un punto menos.


Bastión Hueco


Spoiler: Mostrar
Nanashi se palpó la zona de la herida, que ya había desaparecido gracias a Ariasu, y sintió todavía el pequeño dolor de la derrota. No lograba creerlo aún, que por culpa de un nativo hubiera tenido que huir. Había subestimado la capacidad de vinculación de los aprendices de Tierra de Partida para con los habitantes de los mundos. Ese hombre la había disparado sin conocimiento de lo que estaba pasando, de lo que podía suceder.

Ahora ellos tenían la espada y esperaba que por todo l oque existía de sagrado cometieran el error de volver a activarla.

«Pequeños ilusos». Seguro que se habían deshecho del fantasma, seguro que con ello pensaban que ya estaban a salvo, que los sincorazón no aparecerían. Oh, cuan inocentes eran...

Nanashi se recostó suavemente contra el respaldo de su asiento, de cara al escritorio en donde se encontraba anotando los pormenores de lo sucedido. Se le vino a la mente su encuentro con Fátima y Xefil, sus antaño aprendices cuando tutelaba en Tierra de Partida. Se estaban convirtiendo en individuos peligrosos para su bando, si no lo eran ya para los aprendices de Bastión Hueco. Podría haberse deshecho de ellos, podría haberlos matado, en lugar de retenerlos. Afiló la mirada.

No lo había hecho.

Y desearía poder ignorar el porqué.
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Tanis
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