[Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Trama de Xefil, Bavol, Stelios y Albert + Fátima

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Mié Jul 30, 2014 3:04 pm

Albert se despidió de Stelios, quién había decidido ir a informar a Tierra de Partida sobre su situación actual y evitar problemas con la espada de su misión. El joven sastre estaba triste por la marcha de su amigo, pero podrían necesitar ayuda y era importante que alguien fuese en busca de ella.

Tras ver como se alejaba el chico del Coliseo, Albert volvió a sus tareas en la cubierta, junto a Tulio y Miguel. El pequeño Bavol seguía bastante mal, pero parecía que poco a poco tenía mejor color. Un rato después, Crow pasó por allí y Albert no desperdició la ocasión y le preguntó sobre su próximo destino y la Espada de Cortés.

Bueno, no es ningún secreto, no queda mucho. Nos dirigimos a una isla llamada Fortuna, se supone que una vez allí vuestro capitán os hará desembarcar y buscareis el tesoro... Y la espada —comentó y soltó un suspiro, parecía que algo le preocupaba —. No creo que me dejen acompañaros, así que tened cuidado, nada de esto me da demasiada buena espina.

«Puede que sepa algo más que no pueda decir aquí… Tal vez podría pedirle que hablásemos en un lugar apartado»

Albert no era el único que debió pensarlo, porque Bavol se acercó hasta Crow y le hizo un ademán para retirarse a un lugar apartado donde poder hablar. Con un movimiento de cabeza indicó a Albert para que se uniera a la conversación.

Crow, ¿tú sabes algo de esa espada? Sabemos que es muy peligroso en malas manos, pero poco más. Tú seguro que tienes que saber algo más. Por favor, dinos lo que puedas saber de la espada o de la isla. Hazlo por aquella vez que luchamos juntos en La Red.

«La Red...», recordó Albert con amargura.

Necesitamos saber a qué nos enfrentamos. Si esa espada es tan peligrosa como nos han informado, deberíamos impedir a toda costa que nadie se haga con ella, sobre todo si puede dar lugar a desarrollar la guerra entre los dos bandos…

Al igual que Bavol, Albert esperó a la respuesta de Crow. Esperaba que esta vez les diera más información.

Deberías venir con nosotros, Crow. No sé muy bien lo que pasó en ese “mundo virtual” pero me da igual si eres una copia de alguien o lo que pasará allí, tú eres uno de los nuestros —dijo añadiendo una sonrisa.

«No entiendo a qué se refiere...», pensó Albert, sonriendo él también.

Bavol y Albert volvieron junto a Tulio y Miguel. Albert no sabía muy bien qué papel jugaban en la búsqueda de la espada, pero le parecían buena gente.

¿Qué pensáis vosotros? ¿Cómo veis la cosa?

En función de la información que hubieran obtenido de Crow, Albert se mostraría menos pesimista ante sus posibilidades.
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Re: Ronda 11

Notapor Zee » Jue Jul 31, 2014 11:58 am

Está bien, chico, no iba a dejar que echaran a los amigos de mi fiel tripulación.

'No estoy muy seguro de que ésa sea la razón', le respondí mentalmente. ¿No estaba pensando de verdad que iba a creer que un pirata como él estaría acostumbrado a hacer obras altruistas y desinteresadas, como sacar de un embrollo que ellos mismos habían creado a un grupo de muchachos que jamás se habían aventurado al mar? Y sin ninguna clase de compensación... 'Sólo di la verdad, capitán'.

Siempre hay huecos para jóvenes aventureros como vosotros —aproveché que Sparrow dio un trago a su bebida para hacer una mueca.

Me había ganado muchísimas miradas fulminantes y maleducados silencios, pero mi búsqueda había tenido buenos resultados. Y es que no podía haber sido de otra manera: estábamos en un barco, atrapados en un trocito de madera flotando en el interminable mar, así que tarde o temprano tenía que haber dado con Jack Sparrow. O todo lo contrario (y tal como sucedió), él tenía que terminar dando conmigo: cuando finalmente me lo encontré, él venía de la bodega... con una botella de ron en la mano.

Ni un día y ya se sentía como en casa.

El trato es sencillo, me servís hasta llegar a nuestro destino, encontramos un tesoro, os pago con un poco de él, y luego os despido. Interesante, ¿verdad?

Me sorprendió lo sincero que fue de repente. Pensé que... pues iba a tener un poco más de problemas en decirnos lo que quería de nosotros. Pero no, parecía que no se andaba con rodeos: nos necesitaba para encontrar el tesoro y nos daría nuestra parte.

¿Pero él también buscaba la espada? No logré recordar en ese momento si Bavol o Fátima lo habían mencionado, por lo que había dos posibilidades: o buscábamos un tesoro más grande, en el cual ya iba incluida la espada y ésta sería nuestro pago; o de verdad todos buscábamos la misma cosa... y Sparrow se había olvidado muy convenientemente de mencionarla.

Porque claro, ¿cómo íbamos a dividir el botín entonces?

Esperaba que fuese la primera opción. No me sentiría muy contento con la idea de tener que arrebatarle la espada a Sparrow y a Jan Vander después de habernos acoplado con ellos para irla a buscarla. Demonios, entonces sentiría que nosotros los habíamos utilizado a ellos. Por desgracia, las cosas eran así y tendría que ir acostumbrándome: nuestra misión era obtener la espada de Cortés a toda costa, y si al final del día todo se reducía a ello, tendría que jugársela a los piratas.

No era como si ellos jugaran limpio de todas maneras, ¿no?

Oh.

Alcé una ceja cuando Jack me alargó la botella de ron para que yo también bebiera. Bueno, dentro de lo que cabía, supuse que él también tenía sus modales... unos muy sucios y corruptos modales de pirata. Me consolaba saber que, por lo menos hasta el momento, no se había comportado como los sanguinarios personajes de libro. Parecía un buen sujeto.

De verdad no aprendes, ¿verdad? —reprochó la Bruja mientras yo aceptaba el gesto de Jack y le daba un trago al licor.

...uno pequeñito.

La verdad es que me resultáis muy, muy convenientes ahora mismo, seguro que vuestro amigo os lo ha dicho —el capitán señaló a Fátima, quien, para mi sorpresa, estaba hablando con Jan Vander no muy lejos de allí. ¿Cómo se las había arreglado para caerle bien al tipo y entablar una conversación, cuando a nosotros nos había odiado sólo a los cinco minutos de conocernos?—. No me equivoco al presuponer que todos... tenéis las mismas habilidades especiales, ¿cierto?

Le devolví la botella a Jack mientras, lenta y reticente, asentía con la cabeza. Por un lado, sabía que no había razón para mentir, si Bavol y Fátima ya le habían dicho; aunque por otro, no me sentía muy seguro diciendo por allí mi secreto. Ya calmaría más tarde a mi conciencia diciéndole que, al menos, se lo sabía a medias: no había mencionado ni Llaves ni mundos, así que estaba bien.

Jack sonrió con satisfacción. Lo sabía. Yo sabía que él sabía. Y él sabía que yo sabía.

Pero justo como una pistola, no disparamos sin razón. Sólo si nuestras vidas están en peligro —advertí. Tampoco íbamos a estar cumpliéndole caprichos, ¿verdad?

Pronto me di cuenta que aquello no sonó muy... pirata, por lo que añadí:

...o nuestro dinero.

Ante cualquier posible respuesta de Jack, no dije nada más, puesto que vi cómo Fátima se acercaba a nosotros en ese momento. Le puse un alto prematuro a la conversación para escuchar lo que decía, ya que por su mirada se notaba que iba directamente a por Sparrow. ¿Sería algo importante?

Capitán, el capitán Vander lo ha invitado a cenar esta noche en su camarote. Si a usted… le place, claro.

Resoplé por la nariz. ¡No era justo! ¡Seguro que los esperaba un manjar! Y a nosotros nos tocaba... pan remojado en grog. No literalmente, pero...

Al menos ya tiene algo divertido que hacer —le dije a Sparrow—. A nosotros nos toca sacarle brillo a esta madera hasta que lleguemos a tierra o Vander nos ate de cabeza al mástil.

>>Me sorprende que no me haya encontrado haciendo el tonto todavía...
—agregué un poco después de un tono de voz algo más bajo, aunque todavía audible.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Ronda 12

Notapor Tanis » Sab Ago 02, 2014 4:18 am

Bavol y Albert


Crow miró a uno y a otro, sintiendo un poco el peso de las palabras de Bavol. Entreabrió los labios, como si fuera a responder, aunque finalmente no lo hizo y mantuvo la boca cerrada. Echó, no obstante, una mirada elocuente hacia al castillo de popa, en dónde se encontraba Vander, su capitán. A su alrededor, marineros con sus quehaceres pasaban de largo, o los medio empujaban, gruñendo que deberían volver al trabajo.

Gracias... Haré lo que pueda —Dijo, finalmente ante la propuesta del niño para que les acompañase. Volvió a echar un vistazo en derredor disimuladamente y luego, le susurró a Bavol y a Albert, antes de que se alejaran. Le había costado, sí—. La espada está maldita. No se os ocurra tocarla, ¿entendido?

Como si temiera que le cayese un rayo por eso, cosa irónica en él, giró sobre sus talones y caminó a zancadas por la cubierta hasta perderse de vista. Tulio metió la fregona en el cubo de agua ya sucia y la escurrió justo cuando Bavol se acercaba y les hacía aquella pregunta. Miguel parecía estar un poco en las nubes, con el cepillo en la mano, pero se recompuso al verles regresar de su cuchicheo extraño. Tulio resopló, como si de nuevo fuera a comentar algo de forma huraña, pero en cambio compuso un gesto preocupado, y frotó la fregona contra la madera de manera pensativa.

Sinceramente, chico, estamos dando tumbos...

Las aventuras son así, Tulio, te preocupas demasiado —terció Miguel, exactamente, de forma muy despreocupada.

No, me preocupo lo suficiente, al contrario que tú—Tulio le fulminó con la mirada y metió furiosamente la fregona de nuevo en el cubo, salpicando un poco de agua—. No me fío de esta gente, por Dios, ya me cuesta fiarme de Sparrow, incluso de vosotros —Señaló a Bavol, y a Albert—. Algo va a salir mal, lo presiento...

Miguel soltó un resoplido. No estaba de acuerdo con su amigo.

Fátima y Xefil


Jan Vander continuó mirando hacia el frente, con el viento de costado, y ordenó un seco y ligero cambio de rumbo a su timonel antes de contestar a Fátima, quizá está con un poco más de suavidad.

Isla Fortuna es vuestro destino, muchacho. Pero no te dejes engañar por el nombre. De afortunada no tiene nada.

Agradecida por la respuesta, Fátima volvió sobre sus pasos en busca de Jack Sparrow, el cual tampoco estaba muy lejos y que charlaba con Xefil bastante más amistosamente de lo ue cabría esperar.

El sorbo de ron no le hizo gran cosa a Xefil, salvo quizá picarle un poco en la garganta. Después de haber probado el grog, la verdad era que casi todo le parecería agua hasta que se olvidase de ello. Jack sonrió de lado y retomó la botella de manos del chico, echándole un trago que terminó con la botella. No le dio tiempo a contestar a la tentativa de Xefil de parecer un poco más rudo, porque Fátima llegó entonces con la noticia de la cena, que a Jack le pareció espléndida.

Es una grata noticia, ¿cómo lo has conseguido? Con lo rata que es Jan... —Miró la botella de varias formas como si esperase que aun quedara algo, para luego arrojarla al mar—. Bueno, no vamos a desperdiciar la oportunidad, ¿verdad? —Jack se recolocó el sombrero, como si fuera un tic algo nervioso, o una manía que tenía. Palmeó el hombro de Xefil con familiaridad, y añadió—: Reza para que siquiera te encuentre haciendo algo que no sea darle brillo a su barco, muchacho. Los capitanes le tenemos un aprecio especial a los navíos que comandamos...

Fátima y Xefil podrían notar un matiz algo triste en esa última frase, antes de que Jack empezara a alejarse de ellos en dirección a la bodega, en busca quizá de alguna otra botella sin dueño. Pero antes de dar más de cinco pasos se detuvo, casi en seco.

¿Sabéis?, no me apetece ir solo a ver a Vander de noche —Se medió giró hacia Fátima con esa media sonrisa que siempre planeaba algo y le dijo—. Tú vendrás conmigo, me gusta ir... bien acompañado a las cenas importantes.

Entonces si que retomó su camino, dejandoles quizá con la palabra en la boca.

En ese momento además, una voz resonó por cubierta, anunciando la hora del rancho, una de las dos en las que a los marineros se les permitía descansar y comer algo. Jack se perdió un poco entre el revoltijo de marineros. Por todas partes los hombres empezaron a agruparse, a alinearse, a hacer cola y entrar a la cocina para recibir ración. Si los aprendices se daban prisa a lo mejor podían llegar a tiempo de recibir la comida caliente. Aunque si se intentaban colocar a la cola... tendrían que casi pelear con uñas y dientes por el sitio.

* * *


Fátima


Tal y como había ordenado Sparrow a su extraña manera, Fátima acudió con él a la cena de Vander en el suntuoso camarote del capitán del barco. Haciendo gala de algunos buenos modales, Jack llamó a la puerta con un golpeteo rítmico y gracioso de nudillos, recibiendo respuesta al instante de permiso para acceder. Tal y como hicieran Albert, Xefil y Stelios la noche que les rescataron, Fátima podía maravillarse con el lujo de aquella gran habitación. Una de las ostentosas mesas que anteriormente habían estado cubiertas de mapas ahora descansaba en el centro de la amplia estancia. Candelabros de plata iluminaban la mesa y reflejaban sus llamas en los cristales de la ventana que daba a la estela del barco. Ricos platos, también de plata labrada, contenían manjares que podían igualar a los de cualquier restaurante de tierra. Pero sólo dos cubiertos estaban dispuestos, como Jan hizo notar en cuanto vio a ambos, capitán y acompañante, pasar al camarote.

No sabía que ibas a traer a tu recadero —Jan alzó una ceja, chupando largamente de su pipa antes de expulsar el humo y dejarla apoyada en la mesa.

¿Y cenar a solas contigo? Podrían murmurar. Y no me gustan ese tipo de... rumores —contestó Jack, resuelto, y sentándose en la silla desocupada con fingida galantería.

Además de él, sólo se encontraba allí un muchacho joven, que debía de ser el grumete de cámara. A una seña del capitán, el chico se prestó a colocar otro cubierto y una silla para Fátima. Jan conformó una mueca de hastío y a su vez espetó:

¿Qué te hace pensar que trayendo a otro muchacho no va a murmurar nadie?

Jack, que había tomado la copa de vino frente a él, detuvo el trago a medias, como si pensara. Entonces le echó una tranquila mirada a Fátima.

Tengo algunas razones —Bebió—. Creo —Tras otro trago cogió el cuchillo con la mano libre, pinchó sobre una de las piezas de ternera que descansaban a media mesa y se la llevo a su plato —. No te cortes, Vaan, hubo un tiempo en que Jan renegaba de los buenos modales, no le molestará el cómo te portes en una mesa.

Así pinchada todavía, Sparrow se llevó la carne a la boca, mordió y masticó, a la vez que Jan exhalaba un suspiro de profunda irritación hacia su persona. A pesar de lo dicho, Vander exhibió bastante mejores maneras que Jack y utilizó cada cubierto cómo se correspondía. Fátima tenía dónde elegir: Ternera, pescado en salazón, cerdo ahumado, queso, guisantes... Lo que quisiera. El capitán Jan no parecía malhumorado con su presencia, si no con la de Jack.

¿Viraste hacia el norte cómo te dije? —preguntó Jack algún rato después, después de haber degustado un poco de cada cosa y recrearse aún más con el vino.

Vander, que había retomado su pipa junto con el vino de igual forma, chasqueó la lengua, pero asintió.

Tras la puesta de sol, sí —Exhaló humo hacia un lado—. ¿De dónde sacaste el mapa de Fortuna? Todo el mundo pensaba que se había perdido.

Jack sonrió.

Y así fue, pero las cosas que se pierden pueden ser encontradas, ¿no es así, muchacho? —se dirigió a Fátima, de improviso.

Vander miró a Fátima de soslayo, como si compadeciera de verdad que tuviera que acompañarle en su travesía. Con una expresión más seria, retornó la vista a Jack, quién volvía a pedir al grumete que le rellenara la copa.

... ¿Por qué no te olvidas de Cortés, Jack?

Quizá fue el tono, quizá la pregunta, o tal vez el rictus que se le dibujó a Sparrow en la comisura del labio, y la tensión de su brazo y los dedos en torno a la copa, Fátima sabría, por esos detalles si se fijaba, que aquella pregunta había tocado la fibra sensible de su capitán. Jack tomó un nuevo sorbo despacio, como si meditara bien la respuesta.

¿Por qué debería?

¿No saliste escaldado hace doce años con lo que pasó?

Jack plantó violentamente la copa en la mesa, con un sonoro golpetón que asustó al grumete, pero que mantuvo a Jan imperturbable. Fátima no entendería exactamente qué era a lo que se estaban refiriendo, pero sí que resultaba ser lo suficientemente importante para Jack para que su aire de sempiterno risueño se fuera por la borda. Jack se levantó con menos parsimonia con la que se había sentado.

Dime, amigo, ¿podrías tú olvidar a tu navío así como así?

Tras un segundo de más de silencio, en el que Jack y Jan se fulminaron respectivamente con la mirada, Jack se movió y salió del camarote dejando a Fátima atrás, haciendo ver que en realidad no le importaba si no le seguía. Si ella decidía aún quedarse, más aún, preguntar, antes de que Jan la hiciera salir, por lo que acababa de pasar, Vander tan sólo respondería:

Todos los hombres tenemos un punto débil, muchacho. El de Jack Sparrow se llama Perla Negra.

* * *

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Tras un día y medio más de viaje, asombrosamente rápido y beneficiado de las corrientes de viento marino, pronto se avistó tierra y se identificó a la isla como el objetivo que perseguían: Fortuna.

Mientras Jan acercaba el barco todo lo que podía sin encallar, Jack reunió a su tripulación y la distribuyó en botes para alcanzar la costa. Colocó a Tulio junto con Albert y Xefil en uno, a Miguel con Bavol en otro y a sí mismo con Fátima en el tercero. A diferencia de los días anteriores, estaba extrañamente callado y serio, cosa de la que sólo Fátima podía saber el porqué. Para decepción de Bavol, tal vez, Crow se mantuvo en cubierta, vigilante junto a la borda con una expresión neutra y seria.

Con órdenes secas y concisas, Jack guió a su pequeña flota de barcas hasta una pequeña cala que abría su brazo al mar para desembarcar en su pequeña playa. Más allá, casi al pie de la arena, se alzaba una jungla inmensa y húmeda. Hacía mucho calor, y todos no tardaron en sentir cómo el sudor se les pegaba a la piel y la ropa.

Con su fiel brújula abierta en la mano, Jack caminó de un lado a otro, mientras su tripulación terminaba de plantar los pies en la arena. A ojos de los aprendices y de los piratas, Jack no sabía hacia dónde ir a continuación. Y realmente esa vez, parecía que la brújula no le estaba ayudando, si es que servía de algo.

¡Maldita sea! —exclamó al rato.

Exasperado, no hizo caso de nadie, y se fue de nuevo alejando y acercando por la playa según el capricho de su brújula. Tulio, de brazos cruzados, siguió varias veces al capitán con la mirada hasta que se hartó. Aprovechó una de sus idas para adelantarse al grupo y dirigirse a ellos.

Mirad, no podemos quedarnos aquí como pasmarotes mientras nuestro capitán se vuelve todavía más loco.

Miguel asintió repetidas veces y se acercó a su amigo.

¡Tulio tiene razón! Tenemos que intentar encontrar el tesoro —Y sin previo aviso, le desenganchó la espada del cinturón a Tulio, desenvainó y apuntó hacia la floresta que se abría a pie de playa—. ¡Vamos, amigos, sigamos esa senda!

Tulio puso los ojos en blanco y se giró hacia donde señalaba Miguel. Junto a los demás, si lo hacían, preguntó:

¿Qué senda?

Con un movimiento ágil y bastante rápido, Miguel casi saltó hasta el entramado de jungla y empezó a cortarla para abrir un camino.

¡La senda que abramos! —contestó, sumamente satisfecho. Entonces, las lianas, ramas y hojas cayeron al suelo, descubriendo una pared de roca. Tras un silencio nada incómodo para él, señaló hacia su izquierda, hacia un camino ya abierto de manera natural que se adentraba en la selva y volvió a decir—. ¡La senda que abramos!

Dios santo...

¡Ah, magnífico trabajo, marinero! —De pronto Jack se acercó con su brújula bastante pancho, porque por fin parecía que su brújula señalaba un buen sendero, el que había «encontrado» Miguel.

Jack pasó por su lado y le palmeó el hombro, antes de lanzarse el primero a recorrerlo. Miguel fue el segundo, seguido de Tulio. Quedaban los aprendices pues, ya que no les quedaba quizá más remedio que mantenerse juntos bajo la guía del capitán. Con un poco de suerte, encontrarían pronto lo que habían ido a buscar y podrían volver a casa.

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Fecha límite: 7 de agosto


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Durante la parte nocturna de Fátima los demás personajes pueden haberse reunido para compartir información, o lo que se os ocurra, pero las acciones narradas no tendrán contestación.


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Nota del GM: Vale, sé que anuncié que la anterior ronda la haría otro GM, pero me daba tiempo a hacer esta antes de irme este lunes. Las siguientes hasta mi vuelta el 19 las llevará un GM al cargo con un guión. Disculpad las molestias.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Mié Ago 06, 2014 4:46 pm

Crow no contestó inmediatamente, sino que dirigió una extraña mirada al Halcón. Al darse cuenta Bavol también dirigió la vista hacia él, ¿qué es lo que estaba ocurriendo? Pese a que hubieran aceptado llevarlos, el ambiente en el barco era bastante hostil hacia ellos. Definitivamente, aquella no era la tripulación pirata que se había imaginado en sus sueños.

Gracias... Haré lo que pueda —Bavol asintió decepcionado, aparentemente no iba a conseguir nada más por parte de Crow. Sin embargo, para su sorpresa, el joven peliazul les susurró—. La espada está maldita. No se os ocurra tocarla, ¿entendido?

La sonrisa del pequeño se ensanchó ampliamente y asintió con energía a la pregunta del marinero. Al final, sus palabras sí habían hecho mella en su amigo Crow. Había conseguido algo de información para la misión y no iba a tardar más de dos segundos en ir a contárselo al resto de sus compañeros con mucho orgullo. Por fin estaba sintiéndose útil para la misión.

Crow se alejó de ellos rápidamente, quizás si alguien se enteraba de que había contado algo, el joven sufriría las consecuencias. Y precisamente por eso agradecía enormemente el gesto de su antiguo compañero de batalla. Viendo que la conversación con él ya había finalizado, el gitano decidió preguntar a sus otros dos intrépidos compañeros cómo veían la situación.

Sinceramente, chico, estamos dando tumbos...

Las aventuras son así, Tulio, te preocupas demasiado

No, me preocupo lo suficiente, al contrario que tú. No me fío de esta gente, por Dios, ya me cuesta fiarme de Sparrow, incluso de vosotros—Bavol frunció el ceño cuando Tulio les señaló a los dos. El gitano no pudo evitar sentirse ofendido por el comentario, al fin y al cabo aquellos dos habían estado vivos hasta ahora gracias a que habían estado cerca de Fátima y de él. Estaba siendo bastante desagradecido—. Algo va a salir mal, lo presiento...

Nosotros no somos malos, Tulio. Ya deberías haberte dado cuenta de eso… —concluyó Bavol encogiéndose de hombros un tanto alicaído.

Echó un último vistazo a su alrededor y volvió a contemplar al frío capitán Vander que observaba todo con aspecto impasible. Lo mejor sería esperar para compartir la información que había recaudado a que el Halcón no estuviera presente.

* * *

La noche cayó sobre el barco y con sus tareas acabadas y el capitán del barco en su camarote, Bavol buscó un momento para poder reunir juntos a Albert y a Xefil. Por otra parte, a Fátima no se molestó en buscarla, puesto que ya se había enterado dónde se encontraba aquella noche.

Bueno, pues ya estamos todos… Todos menos Vaan. Y os preguntaréis por qué, pues es una buena pregunta. Al parecer el capitán Sparrow ha querido cenar con Vander y le ha invitado a él… Y a mí no. —soltó Bavol evidentemente resentido con Jack—. Tranquilos, no pasa nada. Yo fui quien fue detrás de él por primera vez, quien le salvó cuando atacaron los demonios y quien siempre ha confiado en él. Y decide invitar a Vaan. No pasa nada, nada de nada, absolutamente nada…

Efectivamente, Fátima estaba acompañando al capitán Sparrow en una cena con el capitán Vander. Su compañera no estaría allí por placer, sino que continuaría intentando recabar datos; sin embargo, Bavol no podía negar que hubiera preferido ser él el que hubiese acompañado al capitán en esa tarea. Por otra parte, el gitano decidió seguir refiriéndose a Fátima como Vaan y a los sincorazón como demonios por si alguien les estaba escuchando en secreto, cualquier precaución era poca en aquel barco.

¿Alguien quiere contar algo que haya descubierto? —el pequeño no esperó ni un segundo a que sus compañeros pudieran responderle. Estaba muy emocionado por tener algo que contar al fin y no quería que nadie le quitara su momento—. Pues empezaré yo: la espada está maldita y no debemos tocarla. Y yo no tengo ni idea de qué hacer contra las maldiciones, así que espero que alguno de los dos tenga un plan.

Si no era por una cosa, era por otra. La misión siempre tenía alguna complicación de por medio y ésta era bastante peliaguda. ¡Una maldición! Fue la primera cosa ante la que Bavol se quedó sin ideas, puesto que no sabía cómo actuar ante algo así. Aunque Jack les llevara hasta la espada de Cortés y tramasen un plan para llevársela consigo, todavía tenían aquel problema. Era cierto que había avanzado bastante en el campo de la magia, pero no lo suficiente como para aprender un hechizo que contrarrestara una maldición.

Bavol escuchó a sus dos compañeros mientras se mordisqueaba las uñas de la mano nerviosamente. No tenía muchas esperanzas en que ellos pudieran saber mejor qué es lo que debían hacer, aunque aún tenía fe en el que héroe que derrotó a Erased tuviera alguna idea.

Quizás la única posibilidad era confiar en que el capitán Sparrow estuviese informado sobre eso y volviera a tener algo preparado para la ocasión…

* * *

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Crow no fue con ellos. Quizás porque no quería o a lo mejor porque no podía, fuera cual fuera su razón decidió quedarse en el barco de Vander.

Bavol lo contempló apenado desde el bote en el que iba montado junto a Miguel rumbo a la isla Fortuna. Estaba convencido de que si él hubiera venido con ellos, estarían mucho más protegidos contra la maldición de la espada de Cortés. Y no sólo eso, sino que sentía que Crow también era uno de los suyos y le hubiera gustado que hubiese ido con ellos. Finalmente, dado que no podía hacer nada más, el gitano agitó el brazo desde la embarcación para despedirse del joven.

Miguel se encargó de llevar la barca siguiendo las indicaciones que daba el capitán Sparrow desde otro de los botes en el que iba junto con Fátima. No era nada personal contra la muchacha ni con Miguel, pero el pequeño no pudo evitar realizar una mueca al ver que el pirata continuaba prefiriendo la presencia de su compañera a la suya. Tendría que ir aceptando que no iba a conseguir captar toda la atención que esperaba de él.

Bavol apoyó su cabeza entre sus manos y clavó su vista en la isla. Cada vez que la miraba se le venía a la cabeza la maldición que contenía la espada y una extraña sensación comenzaba a recorrer su cuerpo…

Tengo miedo, Miguel. Esa espada es peligrosa… —se atrevió a decir el gitano cada vez más nervioso.

Daba igual lo que el pequeño gitano pudiera pensar o sentir, ya no había vuelta atrás. La isla Fortuna les esperaba.

Sudorosos y atosigados por el calor, el grupo llegó a la orilla de la isla, donde una enorme jungla se presentó delante de ellos. El gitano esperó unas indicaciones inmediatas por parte de Jack Sparrow; sin embargo, éste volvía a tener su vista fijada en la brújula y caminaba de un lado a otro sin sentido alguno. Como ya venía siendo costumbre, Tulio fue el primero en saltar ante las extravagancias del pirata.

Mirad, no podemos quedarnos aquí como pasmarotes mientras nuestro capitán se vuelve todavía más loco.

¡Tulio tiene razón! Tenemos que intentar encontrar el tesoro —agarró la espada del cinturón de su amigo y apuntando hacia selva exclamó—. ¡Vamos, amigos, sigamos esa senda!

¿Qué senda? —preguntó Tulio mientras Bavol continuaba mirando la selva que les rodeaba y al pirata andar de un lado a otro.

No sabía muy bien exactamente qué pensar. La espada estaba protegida por una maldición, Tulio parecía que seguía sin confiar en ellos, el capitán Sparrow continuaba absorto en su mundo y era evidente que tenía un favorito entre todos ellos… Ya no sabía muy bien a quién debía seguir, quizás cualquier camino que tomara fuera a acabar de igual manera en desastre.

¡La senda que abramos! —el grito de Miguel lo trajo de nuevo a la realidad. Al parecer, el rubio había encontrado un nuevo camino después de haberse quitado unas cuantas plantas de en medio.

Dios santo...

¡Ah, magnífico trabajo, marinero! —exclamó Jack con brújula en mano, bastante contento con el descubrimiento de Miguel.

Sin perder un segundo, el capitán Sparrow se internó por la nueva senda que se abría ante ellos seguidos por Miguel y Tulio. Bavol soltó un resoplido de cansancio y sin mediar palabra alguna con sus compañeros siguió al trío por el sendero que acababan de descubrir.

De pronto, una idea le surcó por la mente. Puede que no fuera su predilecto, pero a lo mejor podía conseguir descubrir algo del plan del capitán Sparrow si le preguntaba amablemente. Quizás así pudiera tranquilizarle un poco con respecto a la información que les había revelado Crow. Decidido, el joven aligeró el paso e intentó colocarse discretamente junto a Jack para comenzar la conversación de la forma más casual que pudiera.

Capitán, me gustaría decirle una cosa… —comenzó diciendo Bavol algo dubitativo—. Como ya sabe tenemos ciertas habilidades, sobre todo abrir cerraduras, pero no sabemos hacer otras cosas… ya sabes… viajar en el tiempo, vivir para siempre…eh… las MALDICIONES.

Puede que la discreción no fuera el fuerte del pequeño gitano, sin embargo, creía que aquel asunto era de máxima importancia y quería tener la seguridad de que no estaba yendo directos a su perdición.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Vie Ago 08, 2014 4:01 am

Isla Fortuna es vuestro destino, muchacho. Pero no te dejes engañar por el nombre. De afortunada no tiene nada.—Le indicó Jan Vander, con un tono que a Fátima le pareció un poco más suave que el que le había dirigido con anterioridad.

Asintió con la cabeza y se marchó, dándole vueltas a todo lo que le había contado el capitán. No había acabado de bajar las escaleras cuando encontró a Sparrow quitándola a Xefil lo que parecía ser una botella de ron. Le relató lo de la cena y esperó su respuesta, dividida entre el deseo de que se negara a acudir —y así nadie supiera que había instigado una invitación que no existía— y que dijera que sí. Quizás, entonces, mejorara un poquitito su relación con Vander… Aunque puede que fuera esperar demasiado.

Es una grata noticia, ¿cómo lo has conseguido? Con lo rata que es Jan... —Fátima balbució, sin llegar a emitir una respuesta, y enrojeció de golpe. Acababa de preguntarle a ella que cómo lo había conseguido. ¿Tan evidente era? ¿O había subestimado el odio que sentían los capitanes entre sí, tanto que nunca se invitarían mutuamente a cenar…? Siguió el movimiento de su mano cuando la botella salió disparada por encima de la borda y deseó hundirse con ella en el mar—. Bueno, no vamos a desperdiciar la oportunidad, ¿verdad? Reza para que siquiera te encuentre haciendo algo que no sea darle brillo a su barco, muchacho. Los capitanes le tenemos un aprecio especial a los navíos que comandamos...

Le pareció distinguir un timbre de tristeza en esa última frase, pero no podría haberlo jurado. Estaba más concentrada en pensar que debía volver cuanto antes a fregar y esconderse del mundo a la espera de que estallara o no la tormenta. Se estremeció. Si el capitán se enteraba de que había mentido…

¿Sabéis?, no me apetece ir solo a ver a Vander de noche—Jack se giró hacia ellos y, en particular, sonrió a Fátima—. Tú vendrás conmigo, me gusta ir... bien acompañado a las cenas importantes.

¡Qué!—exclamó con un hilillo de voz, pegando un respingo.

Sparrow no respondió y se marchó, tal cual. Fátima levantó lentamente una mano y se retorció un mechón de pelo, asimilando con lentitud las consecuencias de una mentirijilla.

Eh... Juro que eso no me lo esperaba.—Terminó pro decir, girándose hacia Xefil. Torció el gesto al decir—:Pero ha dado por supuesto que ha sido cosa mía. Supongo que eso es un problema menos...

A menos que Sparrow fuera y le diera las gracias directamente a Vander por la invitación. Sintió que se mareaba.

No sé si me agrada… Vas a estar solo con los dos capitanes. ¿Crees que sea… —dijo Xefil entonces. Dejó la oración en el aire, como si estuviera buscando las palabras—: seguro?

Fátima no pudo contener una sonrisa de suficiencia, aunque luego recordar que, en realidad, no le iba a suponer ningún tipo de problema quedarse a solas con dos hombres le sentó algo mal. Aunque, a la vez… Que no hubiera ningún tipo de sospecha acerca de ella, ¡o que incluso Jack pudiera creer que sí era una «ella»!, era algo bueno, ¿no?

Demonios, ¿por qué las cosas eran tan complicadas?

Suspiró y le puso una mano en el hombro a Xefil:

No te preocupes. Jack en cierta manera ya sabe lo de que somos magos y, por lo que me ha contado el capitán, no parece mucho más interesado en nosotros que para que le hagamos de escudo viviente. Por cierto —añadió para cambiar de tema—: ¿De qué hablabas con Sparrow?

De eso mismo: claro que sabe que somos magos. Es para lo único que nos quiere. Tomamos el tesoro por él y nos quedamos una parte.—Se encogió de hombros—. ¿En qué “parte” queda la espada? Muy conveniente; se le olvidó mencionarlo .

Qué oportuno…—refunfuñó ella.

Pero el sujeto sigue siendo simpático.

Fátima soltó un resoplido. La verdad era que no sabía bien qué pensar. Lo único que tenía claro es que Sparrow le parecía un hombre extravagante.

Podría intentar averiguarlo en la cena .—Retomó el hilo que le interesaba—. Pero… Preferiría no llamar más la atención sobre ese tema. El capitán Vander nos advierte que tengamos cuidado con Sparrow… Y con la isla. En fin.—Fátima miró en derredor, se cruzó de brazos y exhaló un largo suspiro—. Mejor que no estemos mucho más tiempo juntos. Cuando vuelva de la cena os contaré qué ha pasado.

Tal vez deberíamos… sólo… gritarlo. Nos tratarían con más respeto y… —Fátima sonrió de medio lado. No creía que les fueran a respetar más de lo que lo hacían ahora si gritaban que eran magos. O Caballeros venidos de otro mundo para robar una espada. Entonces a Xefil le rugió el estómago—. Lo siento. Es que… —Se cruzó de brazos, avergonzado.

Fátima no pudo reprimir una sonrisa, pensando que era adorable. La verdad era que ella también tenía hambre, en especial después de que la hubieran mimado tanto en Tierra de Partida con menús completos. Pero nunca había tenido un estómago demasiado grande y, acostumbrada a no comer más que lo necesario en la mayor parte de su infancia, creía que podía salir adelante incluso con las magras raciones del barco. Le puso de nuevo una mano en el hombro y apretó:

No prometo nada, pero intentaré traeros algo…—Aunque algo le decía que el capitán Vander le cortaría una mano si intentaba llevarse algo de su mesa. Era una intución, pero a veces convenía hacerles caso—. Imagino que los capitanes comerán bien. A menos que a Vander le de por ponernos bazofia por odiar tanto a Sparrow.—Lo cual, claro, era una opción muy probable, ahora que lo pensaba.

Justo entonces los marineros comenzaron a dejar de trabajar, ya que era la hora del rancho. Mientras se ponían en la fila para esperar a que les sirvieran algo de comer, Fátima no dejaba de darle vueltas a qué podría pasar esa noche. Le hormigueaba todo el cuerpo de puro nerviosismo y, cuando le tocó llevarse una cucharada de comida a la boca, se encontró con que se le había cerrado la boca del estómago.

¿Por qué se le habría ocurrido mentir de esa manera?

* * *


A la hora de la cena, Fátima y Sparrow se plantaron en el camarote del capitán con puntualidad. La chica intentó disimular su asombro al entrar al mismo y poder ver la cantidad de cosas que se podía tener en una misma habitación. Incluso ella se dio cuenta de que las mesas eran de muy buena calidad y la vajilla la dejó sin aliento.

«¿Eso… Eso es plata? Dios mío…». No iba a atreverse a cenar con unos cubiertos y unos platos tan… ¡tan caros! Sacudió la cabeza con una mezcla de admiración y sarcasmo. Había que ser muy arrogante para cenar con algo así cuando una simple cerámica podía servir para ello.

Pero, en fin, era el mundo de la gente rica. A ella la agobiaría un poco vivir rodeada de tantas cosas innecesarias, por mucho que le gustara la ropa bonita.

No sabía que ibas a traer a tu recadero. —La voz del capitán la devolvió a la tierra. Fátima clavó los pies en el suelo, en absoluto dispuesta a tener que explicarse.

¿Y cenar a solas contigo? Podrían murmurar. Y no me gustan ese tipo de... rumores.

Se quedó mirando a Sparrow, que tomaba asiento con resolución, con los ojos abiertos como platos. ¿Qué acababa de…? Al comprender, se llevó una mano a la boca y disimuló como fue capaz una carcajada. Dios. No. Sería rarísimo imaginar algo así. No, no. Echó un vistazo al jovencito que les acompañaba, con casi total probabilidad un grumete, para intentar distraerse mientras le veía añadir un nuevo cubierto y otra silla para ella.

¿Qué te hace pensar que trayendo a otro muchacho no va a murmurar nadie?

Fátima tomó asiento rígida como un palo de escoba, pero al escuchar aquel comentario no pudo evitar levantar la vista con una mueca de asombro. Jack la miró de soslayo.

Tengo algunas razones.—Dio un trago al vino—. Creo .—Fátima contuvo un gemido de desesperación. ¡Preferiría estar bajo la cubierta con el resto de la gente! ¿De qué iba Sparrow? ¡Ojalá fuera más claro, el cabrón!—. No te cortes, Vaan, hubo un tiempo en que Jan renegaba de los buenos modales, no le molestará el cómo te portes en una mesa.

El capitán Vander resopló, irritado, y Fátima valoró el comentario arqueando las cejas. Costaba imaginar a ese joven con modales de calle. Pero, claro, si había conocido a Jack y… Bueno… Puede que antes Sparrow no fuera un pirata. Sin embargo, ese tipo de vida parecía pegarle demasiado bien…

Pasó los ojos por encima de todas las fuentes y la boca se le hizo agua. Agachando la cabeza, se sirvió un poco de pescado, guisantes y un pedacito de ternera. No le habría cabido mucho más de todas formas. El sabor la dejó sin aliento y pensó, con culpabilidad, en lo que deberían estar cenando sus compañeros. Pero bajo la mirada del Halcón, no encontraba ánimos para birlar nada. Además, no tendría dónde llevarlo…

¿Viraste hacia el norte cómo te dije?

Tras la puesta de sol, sí. ¿De dónde sacaste el mapa de Fortuna? Todo el mundo pensaba que se había perdido.

Fátima agudizó el oído, esforzándose por masticar lo más lenta y menos ruidosamente posible. Se preguntó si entre los ricos se consideraría de mala educación mojar la salsa con el pan. Mirando de reojo y asegurándose de que ambos estaban ocupados en la conversación, partió un pedacito y lo hundió en el plato.

Y así fue, pero las cosas que se pierden pueden ser encontradas, ¿no es así, muchacho?

Fátima, que se había llevado el pan a la boca, estuvo a punto de atragantarse. Apartó rápidamente la mano, tragó de golpe, sin saborear apenas, y se encogió de hombros, diciendo con una tímida sonrisa:

Claro. Supongo que si buscas con ahínco…

¿Es que Sparrow no se iba a contentar hasta que la matara a sustos? Algo enfurruñada, repitió el proceso, después de que Vander la mirara casi con lástima.

... ¿Por qué no te olvidas de Cortés, Jack?

Paladeando la salsa, Fátima se percató de los cambios inmediatos que se produjeron en su propio capitán. Y se irguió ligeramente, casi sin darse cuenta, intuyendo que estaban a punto de revelar algo importante. Quizás lo único que pudiera sonsacar relacionado con la misión, y no con la enemistad que mantenían.

¿Por qué debería?

¿No saliste escaldado hace doce años con lo que pasó?

«¿Doce? ¿Pero cuántos años tienen…?».

Se preguntó si habrían tenido contacto directo con Cortés. Pero luego recordó —¡maldita sea, para qué se habría traído el pobre libro!— que el conquistador había muerto hacía mucho tiempo. Así que sólo podían estar hablando o bien de la espada… O bien de alguna otra cosa íntimamente relacionada con Cortés. La pregunta era… ¿El qué?

Dime, amigo, ¿podrías tú olvidar a tu navío así como así?

Reteniendo el impulso de esconderse debajo de la mesa, por si acaso el choque de miradas de los hombres terminaba por prender chispas al mantel, Fátima registró rápidamente el dato. Claro. Desde el principio le había llamado la atención que un pirata no tuviera barco. Eso significaba que era alguien venido a menos. Pero…

¿Es que se lo habían robado?

Antes de que pudiera ni plantearse bien qué habría sucedido, Jack se levantó con brusquedad y salió escopetado del camarote. Fátima prácticamente se rompió el cuello para seguirle con la vista. Luego se quedó ahí pasmada, sin saber qué hacer. Empezó a balbucear y al final consiguió decir:

Yo, eh… Lo siento… —Miró con nerviosismo hacia donde se había marchado Jack.

¿A qué demonios había venido esa reacción?

Todos los hombres tenemos un punto débil, muchacho—dijo Vander, como si le hubiera estado leyendo el pensamiento—. El de Jack Sparrow se llama Perla Negra.

«La Perla Negra…», repitió para sus adentros.

Pasó un momento de silencio y al darse cuenta de que estaba de más, se incorporó atropelladamente, dio las gracias por la deliciosa cena y se fue marcando un paso ligero.

* * *


Fátima llegó a la cubierta inferior, donde dormían los marineros, y arrugó la nariz. El olor a humanidad en un lugar cerrado era mucho más insoportable que en la cubierta. Pasó por encima y debajo de cuerpos hasta llegar al lugar donde dormían sus compañeros.

¿Xefil? —susurró, buscando su hombro para zarandearlo.

¡Faaa…aaaaa… aannn. Vaan. ¿Qué ocurre? ¿Te han dicho algo?

Fátima se había cubierto la boca para evitar una explosión de risotadas, pero aun así se le escaparon un par de resoplidos entre los dedos.

Disculpa, no quería asustarte—susurró. Luego se sentó con las piernas cruzadas, echó un vistazo a su alrededor y le hizo un gesto para que se acercara—. No he descubierto mucho que nos pueda servir de ayuda, o eso creo, pero sí un par de cosas sobre Sparrow. Parece que tuvo una cuenta pendiente… con algo relacionado con Cortés hace doce años. Algo que le llevó a perder su propio barco… La Perla Negra, o algo así.—Se detuvo a tomar aliento—. No tengo ni idea de cómo podemos utilizarlo, pero creo que busca la Espada de Cortés por algo relacionado con ese barco.

La Perla Negra… —repitió Xefil en voz baja—. Por eso lo de los capitanes apreciando su navíos… y además la ha perdido . ¿Cómo lo ha perdido? O sea, no pones un barco donde no lo encuentras y lo recuperas después. ¿Se lo habrán robado? Porque si además quiere la espada, tiene que ser eso…

Me imagino que sí, que se la robó. O que tuvo algo que ver con que acabara sin barco. No lo sé. Lo único que tengo claro es que, según el capitán Vander, la Perla Negra es el punto débil de Sparrow.—Arqueó una ceja—. No parece que nos vaya a servir de mucho, pero supongo que algo es algo.

De modo que su cena con los capitanes en sí no había tenido verdadera repercusión en su misión. Pero al menos había podido comer bien —algo que decidió no sacar a colación—.

¿Vas a estar bien aquí…? Digo, no es apropiado para… Bueno, para… ti. Es un sitio horrible.

Fátima sonrió. Xefil era adorable. No resultaba difícil ver por qué a Nadhia se le caía la baba por él.

Ni que fuera una princesita. Además, hay sitios peores para dormir.—No pudo evitar pensar en China. Sacudió la cabeza y siguió repasando la conversación que habían sostenido ambos capitanes. Y entonces recordó—. ¡Es cierto! Sparrow tiene un mapa de Fortuna, la isla a la que vamos. Si nos la intenta jugar deberíamos estar atentos para quitárselo.—Reprimió un bostezo—. ¿Algo más que deba saber? ¿Los demás averiguaron algo?

Se dice que está maldita. Bavol no quiere ni que la toquemos

¿Maldita? Vaya, hombre. Esas cosas deberían aclararse antes.

¿Tú crees en esas cosas, Vaan? Porque desde que yo salí de casa, ya no me parecen tan… No sé, hay muchas cosas locas allá afuera. No sé si deba tener miedo… Si hay brujas, ¿por qué no maldiciones?

Fátima le miró con preocupación por el tono de su voz, pero decidió que no era el momento para preguntar —y que no era asunto suyo— y meditó su respuesta:

No sé qué tipo de maldiciones existen, o si son como las de los cuentos. Pero sí, me lo creo sin problemas. Creo que deberíamos tener mucho cuidado… Y dejar que Sparrow vaya un poco por delante de nosotros —añadió con una sonrisa retorcida.

¿De verdad tenemos que tomarla? Si es tan peligrosa, ¿por qué no arrojarla al mar? ¿Para qué llevarla hasta…?¿...hasta casa? Y si en todo caso lo que les preocupa es que la usen en la guerra, ¿no sería mejor que Sparrow se la quede y ya?

Se quedó meditando las palabras de Xefil un buen rato y se dio cuenta de que tenía las mismas dudas que él. Sin embargo…

Pero, ¿y si cayera en manos de Bastión Hueco? ¿Y si hiciera más daño estando aquí? Si está maldita, puede que no quieran usarla… y que no la usen contra nosotros, de paso…

No estaba completamente convencida de sus palabras, pero tenía que aferrarse a algo. Suspiró y dio una palmada en el hombro a Xefil: la cabeza la daba vueltas y estaba cansada.

Deberíamos dormir un poco.

Creo que tienes razón…. Buenas noches…

Buenas noches.

Fátima se acurrucó y se abrazó las rodillas. Sentía el bamboleo del barco y la rodeaban ruidosos ronquidos por todas partes. Después de acostumbrarse a dormir sola y sin interrupciones, le costaba bastante conciliar el sueño en un ambiente así. Iba a ser una noche muy larga…


****
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¡Maldita sea!

Fátima siguió con la mirada el rumbo del pirata por enésima vez con el ceño fruncido. ¿Es que tenía la brújula mal? ¿Por qué no pedía otra? Seguro que Vander tenía un par y, desde luego, menos cochambrosas que aquella. Tulio, entre tanto, se aproximó a ellos.

Mirad, no podemos quedarnos aquí como pasmarotes mientras nuestro capitán se vuelve todavía más loco.

¡Tulio tiene razón! Tenemos que intentar encontrar el tesoro —corroboró Miguel, que le arrebató la espada a su compañero y se dirigió hacia el lindero de la selva—. ¡Vamos, amigos, sigamos esa senda!

Tulio puso los ojos en blanco y se giró hacia donde señalaba Miguel. Junto a los demás, si lo hacían, preguntó:

¿Qué senda?—preguntó Fátima, desconcertada y a la vez divertida por la incomensurable energía que parecía guardar Miguel en su interior.

¿Qué senda?—dijo a su vez Tulio.

¡La senda que abramos! —exclamó, sonriendo, mientras cortaba a diestro y siniestro ramas y lianas. Cuando estas cayeron al suelo, dejaron a la vista un liso muro rocoso. Fátima rompió a reír—. ¡La senda que abramos! —repitió Miguel, al descubrir un camino no mucho más allá. Fátima redobló sus carcajadas.

Dios santo...

¡Ah, magnífico trabajo, marinero!

Sparrow se internó por el camino encontrado, seguido de sus dos primeros tripulantes. Cuando se aseguró de que los piratas se habían alejado lo suficiente, Fátima se volvió hacia sus compañeros e invocó la Llave Espada:

Tengamos cuidado, chicos —dijo en voz baja—. Nada de separarnos; siempre vayamos en grupos de dos.—Deberían haber sido más, pero Stelios estaba ya camino de Tierra de Partida. Ojalá llegara sano y salvo. Y les trajera ayuda pronto. Pero en China había aprendido que no debía depender de los Maestros, sino que tenía que apañárselas por sí misma—. Recordad cuál es nuestro objetivo. Y que Sparrow también lo busca. Así que nada de levantar sospechas. Yo cierro la marcha.

Esperó a que sus compañeros pasaran y luego fue tras ellos. No pudo evitar lanzar una mirada de angustia hacia el barco y se preguntó si estaría allí cuando volvieran. Luego, alerta y con la Llave Espada preparada, se internó en la jungla, dispuesta a proteger las espaldas de sus compañeros.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Vie Ago 08, 2014 2:43 pm

Crow se quedó pensativo, mirando a los dos aprendices. Luego dirigió su mirada al castillo de popa, donde se encontraba el capitán. Algo extraño pasaba en aquel barco y había una tensión muy presente entre el capitán Vander y Crow.

«¿Qué sucede aquí?»

Gracias... Haré lo que pueda —Crow no les iba a ayudar mucho más, parecía estar atado de manos e impedido de hacer cualquier cosa sin Vander no le autorizaba, pero les sorprendió con un último comentario en voz baja—. La espada está maldita. No se os ocurra tocarla, ¿entendido?

«Maldita… ¿Ese es su poder?»

El sastre se dirigió a seguir con sus tareas en cubierta tras despedirse de Crow, no evitando pensar en todo lo que sabía hasta ese momento. No le gustó desde el principio aquel misterio de la espada y temía que pudiera ser el desencadenante de algo peor, permitiendo que la guerra entre los dos bandos de la Llave Espada. Pero resultaba que estaba maldita y el que la tocase podría pasarle cualquier cosa… ¿Quién querría una espada que portaba una maldición?

Sinceramente, chico, estamos dando tumbos...

Las palabras de Tulio le sacaron de sus pensamientos y prestó atención a la conversación de sus otros compañeros.

Las aventuras son así, Tulio, te preocupas demasiado.

No, me preocupo lo suficiente, al contrario que tú. No me fío de esta gente, por Dios, ya me cuesta fiarme de Sparrow, incluso de vosotros—dijo, señalando a Bavol y Albert. El sastre le comprendió, Albert pensaba si podía fiarse de ellos también, pues no les conocía. —. Algo va a salir mal, lo presiento...

Nosotros no somos malos, Tulio. Ya deberías haberte dado cuenta de eso…

Deberíamos darnos un voto de confianza si vamos a trabajar juntos —comentó Albert para relajar el ambiente—. No digo que debamos poner la mano en el fuego por los demás si no quereis, pero no podemos empezar a dudar los unos de los otros.

Nadie añadió nada más y Albert siguió con sus tareas.

***


Al llegar la noche, Bavol le pidió a Albert que se reuniese con Xefil y con él para hablar sobre sus nuevos descubrimientos. Al llegar, solo faltaba Fátima, pero pronto descubriría que se encontraba ocupada en una cena.

Bueno, pues ya estamos todos… Todos menos Vaan. Y os preguntaréis por qué, pues es una buena pregunta. Al parecer el capitán Sparrow ha querido cenar con Vander y le ha invitado a él… Y a mí no. Tranquilos, no pasa nada. Yo fui quien fue detrás de él por primera vez, quien le salvó cuando atacaron los demonios y quien siempre ha confiado en él. Y decide invitar a Vaan. No pasa nada, nada de nada, absolutamente nada…

Albert advirtió el tono de resentimiento con el que el pequeño hablaba en ese momento. Quiso decirle algo para animarle, pero tampoco quería parecer un entrometido.

¿Alguien quiere contar algo que haya descubierto? —preguntó, aunque no dio tiempo a que nadie respondiese, pues el ánimo del joven cambió por completo y se lanzó a contar lo que Crow les había dicho en cubierta durante el día—. Pues empezaré yo: la espada está maldita y no debemos tocarla. Y yo no tengo ni idea de qué hacer contra las maldiciones, así que espero que alguno de los dos tenga un plan.

Nunca he leído nada sobre objetos malditos, ni sobre maldiciones en general… Pero he de suponer que obviamente es algún tipo de magia —Albert se puso pensativo, pero no recordaba nada sobre maldiciones—. Cabe esperar que, como casi toda magia, tenga una forma de contrarestarse, pero sin saber qué tipo de maldición es, realmente vamos a ciegas. Necesitamos más información, algo que arroje un poco de luz ante este misterio, porque puede que la espada sí pueda tocarse, pero de una forma concreta o se necesite algo con lo que sostenerla sin caer presa de la maldición…

Albert estaba nervioso con el tema de la espada y lo único en lo que pensaba era en recuperala para apartarla de cualquiera que quisiera usarla para hacer el mal que pudiera desencadenar el arma.

Solo les quedaba confiar en sus otros compañeros y ver hasta dónde podían llegar…

***


A la mañana siguiente se pusieron rumbo a la Isla Fortuna, donde dieron bastantes tumbos siguiendo al capitán Sparrow.

¡Maldita sea!

Parecía que tenía problemas con su brújula. Albert miró de reojo y se veía en buen estado, pero seguramente estuviera rota. Aunque él no entendía mucho de los artilugios de los marinos a pesar de haber vivido siempre cerca del mar.

Mirad, no podemos quedarnos aquí como pasmarotes mientras nuestro capitán se vuelve todavía más loco.

¡Tulio tiene razón! Tenemos que intentar encontrar el tesoro —corroboró Miguel, se adjudicó una espada y se encaminó a la selva—. ¡Vamos, amigos, sigamos esa senda!

Tulio tornó los ojos en blanco, como si viese venir alguna de las locuras de su amigo.

¿Qué senda?—preguntó Fátima.

¿Qué senda?—dijo tambiénTulio.

«¿Quiere entrar en la selva a ciegas?»

¡La senda que abramos! —Albert no pudo contener la risa, pues Miguel había cortado un trozo de ñianas y dejado al descubierto una pared rocosa—. ¡La senda que abramos! —repitió, indicando un camino apartado, sin paredes de piedra de por medio. A Albert se le escaparon unas lágrimas. Hacía tiempo que no se reía así.

Dios santo...

¡Ah, magnífico trabajo, marinero!

Sparrow se adelantó y los demás fueron detrás de él. Albert imitó a sus compañeros e invocó su Llave Espada, debían estar muy atentos a lo que puediera pasar en adelante.

Tengamos cuidado, chicos —dijo Fátima en voz baja—. Nada de separarnos; siempre vayamos en grupos de dos. Recordad cuál es nuestro objetivo. Y que Sparrow también lo busca. Así que nada de levantar sospechas. Yo cierro la marcha.

Albert pasó por delante de ella y se colocó en la fila que habían formado. Temeroso de lo que pudiera pasar avanzó muy tieso, casi parecía un poste que era capaz de andar.

Estemos juntos —dijo con miedo—. No pienso irme muy lejos de vosotros —añadió mirando a Fátima.

La idea de la maldición de la espada le aterraba... Tenía un mal presentimiento sobre todo aquel asunto.
Última edición por Leechanchun el Dom Ago 10, 2014 12:38 am, editado 2 veces en total
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Re: Ronda 12

Notapor Zee » Sab Ago 09, 2014 5:22 am

Es una grata noticia, ¿cómo lo has conseguido? Con lo rata que es Jan...

¡Ah! No... —aquello se me escapó sin haberlo pensado antes cuando Jack arrojó la botella vacía de ron al mar. Pero a él no parecía interesarle; estaba más interesado en la cena que Fátima acababa de ofrecerle.

Bueno, no vamos a desperdiciar la oportunidad, ¿verdad? —quiso confirmar. No, por supuesto que no había razón para hacerlo, afortunado... Seguidamente, Sparrow me puso la mano en el hombro—. Reza para que siquiera te encuentre haciendo algo que no sea darle brillo a su barco, muchacho. Los capitanes le tenemos un aprecio especial a los navíos que comandamos...

¿"Le tenemos"? ¿"Navíos que comandamos"? Hasta entonces no me había quedado claro si, por definición, un capitán debía tener su propia nave; pero ahora Jack lo había prácticamente confirmado: él también tenía un barco, en algún sitio.

¿Entonces por qué le había puesto tanto empeño a conseguir un aventón por parte de Vander?

Jack ni siquiera se despidió antes de alejarse de donde Fátima y yo nos encontrábamos. Caminó en dirección a la entrada de la bodega, muy seguramente para ir a buscarse otra botella de ron. No obstante, el hombre se detuvo apenas avanzó unos cuantos pasos; giró su cabeza hacia nosotros (o más bien, hacia la chica) y agregó:

¿Sabéis?, no me apetece ir solo a ver a Vander de noche —por su sonrisa pícara, quedaba claro que planeaba algo. Sus ojos seguían posados en "Vaan", por lo que pude imaginarme lo que iba a pedirle antes de que lo dijera—: Tú vendrás conmigo, me gusta ir... bien acompañado a las cenas importantes.

Dicho aquello, entonces sí se decidió a desaparecer bajo cubierta.

¡Qué! —exclamó Fátima, sin duda sorprendida por la invitación que le acababan...

¿Invitación? ¿No había sido más bien una orden? ¿Por qué de pronto tanto interés en ella? ¿O era sólo una especie de... "agradecimiento" por haberle traído el mensaje de Vander? Eso esperaba. La situación era cuando menos alarmante. Si llegaba a suceder algo mientras Fátima se encontraba cenando con los capitanes...

'Calma. Sabes que puede cuidarse ella sola.'

Eh... Juro que eso no me lo esperaba—la chica permaneció pensativa por unos instantes; luego dijo—:Pero ha dado por supuesto que ha sido cosa mía. Supongo que eso es un problema menos...

Oh —pronuncié en cuanto Jack se alejó de nosotros, sin mucho más en qué pensar. Apreté los labios y luego me llevé la mano a la boca, pensativo—. No sé si me agrada… Vas a estar solo con los dos capitanes. ¿Crees que sea… —esperé un poco a encontrar la palabra adecuada. ¿"Peligroso"? No, mejor... mejor pensar positivamente—: seguro?

No te preocupes —Fátima me puso una mano en el hombro, intentando tranquilizarme—. Jack en cierta manera ya sabe lo de que somos magos —sí, y eso por alguna razón no me tranquilizaba— y, por lo que me ha contado el capitán, no parece mucho más interesado en nosotros que para que le hagamos de escudo viviente. Por cierto, ¿de qué hablabas con Sparrow?

De eso mismo: —le respondí—[color=#008000] claro que sabe que somos magos. Es para lo único que nos quiere. Tomamos el tesoro por él y nos quedamos una parte —me encogí de hombros, pensando en que la explicación había sido más simple de lo esperado—. ¿En qué “parte” queda la espada? Muy conveniente, se le olvidó mencionarlo —sonreí sarcástico, no muy contento con que Sparrow hubiese omitido precisamente esa parte de la conversación.

Qué oportuno…—coincidió.

Pero el sujeto sigue siendo simpático —agregué, apartando la mirada, sintiéndome un poco culpable por admitirlo.

Podría intentar averiguarlo en la cena, pero… Preferiría no llamar más la atención sobre ese tema. El capitán Vander nos advierte que tengamos cuidado con Sparrow… Y con la isla. En fin.—la joven cruzó sus brazos y dejó salir un suspiro—. Mejor que no estemos mucho más tiempo juntos. Cuando vuelva de la cena os contaré qué ha pasado.

Asentí con la cabeza y murmuré un quedo <<Okay>>.

Tal vez deberíamos… sólo… gritarlo —le medio sugerí—. Nos tratarían con más respeto y… —finalmente mi estómago respondió ante la mención de la cena y se quejó con un fuerte rugido—. Lo siento. Es que… —intenté explicarme, pero fue imposible: crucé mis brazos sobre mi vientre, avergonzado; y lo siguiente mejor me lo guardé para mí—. 'Pan y agua no me bastan…'

Fátima sonrió, insanamente divertida por mi sufrimiento.

No prometo nada, pero intentaré traeros algo… —me consoló, apretándome otra vez el hombro—. [color=#BF00BFF]Imagino que los capitanes comerán bien. A menos que a Vander le de por ponernos bazofia por odiar tanto a Sparrow.[/color]

Me encogí de hombros, haciéndome el desinteresado, aunque en realidad me moría de ganas de rogarle, hasta de rodillas, que me trajera al menos un trocito de carne. Afortunadamente, fue en aquel momento en el que se declaró que era hora para las raciones. Tal vez esta vez, si me apresuraba, me tocaría un poco de queso o alguna conserva de frutas (si es que tenían).

*¨*¨*


Poco después de la hora de la cena (que muy seguramente tendría bastante para envidiarle a la que Fátima disfrutaría), Bavol nos pidió reunirnos para discutir lo poco que habíamos podido recolectar de información. Sentí algo de incomodidad al no ver a Stelios allí, que se las había arreglado para escaparse y regresar a Tierra de Partida, y también un poco culpable al no tener a Fátima con nosotros, considerando que era injusto que ella no estuviese en la reunión.

Pero al final no podría negar que era necesario poner todas nuestras cartas en la mesa, por lo que hice caso a la sugerencia de Bavol.

Bueno, pues ya estamos todos… —comenzó el niño—. Todos menos Vaan. Y os preguntaréis por qué —no realmente—, pues es una buena pregunta. Al parecer el capitán Sparrow ha querido cenar con Vander y le ha invitado a él… Y a mí no. —no sabía si Bavol tenía el derecho a sentirse ofendido, cuando yo había estado allí con los dos y Sparrow había más bien pasado olímpicamente de mí—. Tranquilos, no pasa nada. Yo fui quien fue detrás de él por primera vez, quien le salvó cuando atacaron los demonios y quien siempre ha confiado en él. Y decide invitar a Vaan. No pasa nada, nada de nada, absolutamente nada…

Aunque bueno, comparado con las buenas acciones del gitano, yo me había puesto ebrio y casi me arrojaban por la borda. A lo mejor y no tenía tanto derecho como Bavol para reclamar.

¿Alguien quiere contar algo que haya descubierto?

Yo--

Pues empezaré yo —torcí el gesto—: la espada está maldita y no debemos tocarla. Y yo no tengo ni idea de qué hacer contra las maldiciones, así que espero que alguno de los dos tenga un plan.

Nunca he leído nada sobre objetos malditos, ni sobre maldiciones en general… Pero he de suponer que obviamente es algún tipo de magia —continuó Albert—. Cabe esperar que, como casi toda magia, tenga una forma de contrarestarse, pero sin saber qué tipo de maldición es, realmente vamos a ciegas. Necesitamos más información, algo que arroje un poco de luz ante este misterio, porque puede que la espada sí pueda tocarse, pero de una forma concreta o se necesite algo con lo que sostenerla sin caer presa de la maldición…

Si sirve de consuelo —dije yo—. Tengo un par de hechizos útiles que nos permitirían moverla sin tocarla. Y arrebatarla por si alguien —preferí no decir nombres, pero quedaba bastante obvio— pretende llevársela sin tener a los demás en consideración.

Pero fuera de aquello, no había mucho más que decir. ¿Qué había averiguado yo? No mucho, simplemente había conseguido una confirmación, de boca de Sparrow, que nuestro status como magos era ya bien conocido y que el tesoro se repartiría de manera equitativa (salvo la espada).

Lo que decía Bavol, por otro lado... sí que era interesante. Y alarmante. ¿Una maldición en el arma de Cortés? Ya me imaginaba yo que meternos con los difuntos no era muy buena idea. Ellos tienen sus asuntos y nosotros los nuestros, no deberíamos inmiscuirnos... y mucho menos por razones egoístas, ¿no?

'Me pregunto si de verdad usar Magnetokinesis no contaría como "tocar" la espada...', pensé, muy nervioso por ello. Me llevé la mano a la sien y comencé a alborotarme el cabello, algo que hacía muy seguido cuando me ponía a pensar.

¿De verdad estábamos preparados para aquella tarea?

*¨*¨*


No podía dormir con tranquilidad; la noche transcurría muy lentamente. y pese a que el barco se hallaba sumido en un profundo silencio y su arrullador vaivén me mecía en mi catre, me era imposible conciliar el sueño. No sabía si tenía mucho en mi cabeza o si simplemente era muy temprano todavía; allí encerrado no tenía ni idea de qué hora era.

Ni siquiera sentía mis párpados pesados cuando Fátima volvió de la cena. Sus pasos sonaban ligeros comparados con los del resto de los marineros, pero entonces no fui capaz de sumir dos más dos y adivinar que se trataba de ella. Ignoré el sonido de su cuerpo acercándose al mío, pensando que se trataba de cualquier otro marinero, y me recosté sobre mi hombro buscando una posición más cómoda.

Su mano sacudiéndome por el brazo y su voz murmurando mi nombre me hizo dar un respingo. Casi me caigo al suelo al intentar girarme.

¡Faaa…! —no, que allí se llamaba “Vaan”. ¿Había manera de arreglarlo? Sí, seguramente sí; si intentaba con suficiente ahínco —: …aaaaa… aannn. Vaan. —tragué saliva y luego me hice el que no sabía nada, como si no hubiese estado a punto de arruinarla de nuevo, y seguí tras carraspear un poco. Me enderecé en mi sitio (o tanto como podía, al menos) y le pregunté sobre la cena—. ¿Qué ocurre? ¿Te han dicho algo?

Disculpa, no quería asustarte—se excusó en voz baja. Se sentó prácticamente al lado mío, de piernas cruzadas, y me apremió a que me acercara. Me incliné al borde de mi... lo que sea que fuese, y le puse toda la atención—. No he descubierto mucho que nos pueda servir de ayuda, o eso creo, pero sí un par de cosas sobre Sparrow. Parece que tuvo una cuenta pendiente… con algo relacionado con Cortés hace doce años. Algo que le llevó a perder su propio barco… La Perla Negra, o algo así. No tengo ni idea de cómo podemos utilizarlo, pero creo que busca la Espada de Cortés por algo relacionado con ese barco.

La Perla Negra… —repetí, intentando que el nombre se me quedara. Inmediatamente comprendí el críptico mensaje que nos había dado aquella tarde—: Por eso lo de los capitanes apreciando su navíos… y además la ha perdido —algo en lo que había dicho Fátima no sonaba bien, entrecerré los ojos y me mordí el interior de las mejillas—. ¿Cómo lo ha perdido? O sea, no pones un barco donde no lo encuentras y lo recuperas después. ¿Se lo habrán robado? Porque si además quiere la espada, tiene que ser eso…

Me imagino que sí, que se la robó. O que tuvo algo que ver con que acabara sin barco. No lo sé. Lo único que tengo claro es que, según el capitán Vander, la Perla Negra es el punto débil de Sparrow. No parece que nos vaya a servir de mucho, pero supongo que algo es algo.

No podía tener más razón. Apenas y habíamos averiguado nada.

Miré a mi alrededor y a la cantidad de humanidad que nos rodeaba. Había una especie de… calidez que resultaba bastante incómoda. Y no olía bastante bien.

¿Vas a estar bien aquí…? Digo, no es apropiado para… —una chica. No pretendía ser sexista, pero... en mi mundo se me habían enseñado modales y por mis convicciones no me sentía cómodo con que Fátima tuviese que pasar la noche en aquel lugar—. Bueno, para… ti. Es un sitio horrible.

Ni que fuera una princesita. Además, hay sitios peores para dormir—me respondió. Me encogí de hombros e incliné la cabeza a un lado, y con mi expresión denoté que me lo había pensado mejor. Tal vez tenía razón—. ¡Es cierto! Sparrow tiene un mapa de Fortuna, la isla a la que vamos. Si nos la intenta jugar deberíamos estar atentos para quitárselo.—abrí los ojos, sorprendido por aquello. ¿Cómo se le había pasado por alto? Era probablemente lo más importante de la noche; con el mapa en nuestras manos, no necesitaríamos a Sparrow, ni a Vander, ni a nadie—. ¿Algo más que deba saber? ¿Los demás averiguaron algo?

Me lo pensé un momento, chasqueando la lengua. Bavol había mencionado algo de una maldición y, aunque no parecía muy convencido de ello, tenía que ser importante:

Se dice que está maldita. Bavol no quiere ni que la toquemos —me miré una mano, considerando la posibilidad de usar la gravedad para “no tocarla”.

¿Maldita? Vaya, hombre. Esas cosas deberían aclararse antes.

¿Tú crees en esas cosas, Vaan? —tuve la precaución de llamarla por su nombre falso, en caso de que alguien siguiera despierto—. Porque desde que yo salí de casa, ya no me parecen tan… No sé, hay muchas cosas locas allá afuera. No sé si deba tener miedo… —suspiré, agregando luego en voz baja—. Si hay brujas, ¿por qué no maldiciones?

No sé qué tipo de maldiciones existen, o si son como las de los cuentos —contestó. No supe si omitió mi último comentario o si no lo escuchó—. Pero sí, me lo creo sin problemas. Creo que deberíamos tener mucho cuidado… Y dejar que Sparrow vaya un poco por delante de nosotros —y que él la tome y termine maldito para siempre. Sí, parecía bien.

¿De verdad tenemos que tomarla? —pregunté después de unos segundos de silencio—. Si es tan peligrosa, ¿por qué no arrojarla al mar? ¿Para qué llevarla hasta…? —me mordí la lengua para no decir nada relacionado con los Caballeros, sólo por si alguien estaba escuchando—. ¿...hasta casa? Y si en todo caso lo que les preocupa es que la usen en la guerra, ¿no sería mejor que Sparrow se la quede y ya?

Pero, ¿y si cayera en manos de Bastión Hueco? ¿Y si hiciera más daño estando aquí? Si está maldita, puede que no quieran usarla… y que no la usen contra nosotros, de paso…

Si tenía que elegir entre que la tuviese Tierra de Partida y Bastión Hueco; entonces sí, prefería llevarla a casa.

Deberíamos dormir un poco.

Creo que tienes razón… —me volví a acostar, me acomodé en mi sitio, levantando la mirada hacia el techo de madera y dejándola allí durante un largo rato—. Buenas noches…

Buenas noches.

*¨*¨*


¡Maldita sea!

'Buen trabajo, capitán. Queda demostrado que eras lo justo que necesitabas'.

Le había mirado aquella brújula por encima del hombro. Era un completo caos, girando de un lado a otro, como si el imán se hubiese soltado. ¿Cómo esperaba encontrar el camino con eso?

Mirad, no podemos quedarnos aquí como pasmarotes mientras nuestro capitán se vuelve todavía más loco.

¡Tulio tiene razón! Tenemos que intentar encontrar el tesoro. ¡Vamos, amigos, sigamos esa senda!

¿Qué senda?

El rubio dio un amplio salto hasta el principio de la selva y agitó su hoja contra la espesa vegetación, intentando deshacerse de ella para revelar el sendero.

¡La senda que abramos!

Todas las ramas y hojas cayeron al suelo, revelando sólo... una pared de roca.

'Bueno...'

¡La senda que abramos!

'Todo parece ir de maravilla'.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Ronda 13

Notapor Astro » Sab Ago 09, 2014 8:36 pm

El grupo avanzó por el camino descubierto, adentrándose en la jungla bajo la guía de la brújula de Jack. El capitán iba a la cabeza, seguido en orden por Tulio, Miguel, Bavol, Albert, Xefil y con Fátima cerrando la marcha. Todos alerta, todos preparados ante cualquier peligro inminente.

Pero no tuvieron nada que temer.

Para ser una isla isleña, había mucho silencio. Incluso demasiado. No encontraron animales peligrosos ni sincorazón que obstaculizaran su avance, y de lo único que tuvieron que preocuparse fue de unos enormes mosquitos (a cada cual más grande que el anterior) que amenazaban con llenarles todo el cuerpo de picotazos.

¡Te pillé! —gritó Miguel, triunfal tras haber conseguido aplastar uno de ellos en el cuello de Tulio.

¡Au! —protestó el afectado, atravesando con la mirada a su amigo—. ¡Ten más cuidado, palurdo!

¿De nada? —intentó excusarse, encogiéndose de hombros con aspecto inocente.

Llegados a un punto, el pequeño Bavol quiso entablar conversación con el Sparrow. Se acercó con cierta dificultad hasta el capitán, pasando al lado de los dos primeros primeros tripulantes, hasta conseguir ponerse a su altura.

Capitán, me gustaría decirle una cosa…

Estoy algo ocupado, chico —respondió, sin quitar la vista de la brújula—. ¿Ocurre algo?

Como ya sabe tenemos ciertas habilidades, sobre todo abrir cerraduras, pero no sabemos hacer otras cosas… ya sabes… viajar en el tiempo, vivir para siempre…eh… las MALDICIONES.

Entiendo, entiendo. Lo tendré en... consideración.

Asintió un par de veces, aunque resultaba evidente que el pirata estaba más ocupado en su aparato que en prestarle auténtica atención al aprendiz. Si de verdad querían respuestas, aquel no parecía el momento adecuado.

Llegados a un punto, tras una larga caminata sin ninguna novedad, Jack se detuvo de pronto. Y detrás de él, el resto del grupo tuvo que hacer lo mismo evitando chocar los unos con los otros. Habían llegado a un pequeño claro en el camino, suficiente amplio como para poder romper la fila india que habían estado siguiendo.

Vaya, vaya, muchachos. Esto sí que parece un dilema —declaró el Capitán, girando sobre sus talones.

El hombre extendió el brazo, mostrándoles a todos los presentes la brújula. Y no tardarían en descubrir el dilema que mencionaba Sparrow: la brújula había dejado de señalar hacia un punto fijo, y ahora marcaba de forma reiterada dos. La aguja giraba una y otra vez, señalando una dirección para cambiar enseguida por otra.

¿Dos caminos? ¿Cómo es posible? —exclamó Tulio con el ceño fruncido.

Jack, simplemente, se limitó a encogerse de hombros. Ambos puntos señalaban una parte de la frondosa jungla, obligándoles a abandonar el camino que habían estado siguiendo en cualquiera de los casos.

Eh, ¡podemos dividirnos para cubrir ambas opciones! —sugirió Miguel, emocionado por la idea—. ¡Será una auténtica aventura por la jungla, Tulio!

Espera, ¿hablas en serio? —repuso su amigo, incrédulo—. ¡¿Separarnos?!

¡Magnífica idea, mi buen Miguel! —corroboró el capitán, recolocándose el sombrero—. Creo que yo iré por... allí —tras considerarlo unos segundos, señaló uno de los puntos que marcaba la brújula—, y vosotros dos podéis tomar la otra ruta.

Miguel elevó los brazos al cielo con un grito, entusiasmado ante la idea, mientras Tulio dejaba escapar un largo suspiro. Jack, tras echarle un vistazo de nuevo a la brújula, se giró hacia el grupo de aprendices.

¿Y qué camino tomarán los valerosos magos de mi tripulación? Estaré encantado de que me acompañéis, por supuesto.

¡Venid con nosotros, a la aventura! —les propuso Miguel.

El dilema estaba claro. Dos puntos marcados por la ruta, dos posibles caminos hasta la espada. ¿Cuál era el correcto? Imposible de saber.

Así pues, los cuatro debían de elegir: o acompañaban a Jack Sparrow, o tomaban el otro camino con Tulio y Miguel.

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Dos caminos, hora de elegir por cuál vais: o con Sparrow, o con Tulio & Miguel. Dejadlo claro al final con spoiler, que así nos ahorramos equivocaciones.

Cada uno puede elegir con quién ir, no tenéis que ir los cuatro en grupo, que conste.


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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Mar Ago 12, 2014 6:55 pm

Entiendo, entiendo. Lo tendré en... consideración.

No parecía muy convencido, ni siquiera parecía que le estuviese haciendo caso de verdad. Seguro que si su querido Vaan se le hubiese preguntado, le hubiese respondido… Bavol negó con la cabeza rechazando aquella idea, no podía dejarse llevar por aquellos pensamientos.

Se estaba poniendo celoso por una tontería. Fátima no sólo se había esforzado tanto como él para que aquella misión siguiera adelante, sino que había estado demostrando todo el rato que se preocupaba por él. No era justo que por culpa de aquellos estúpidos sentimientos empezara a despreciar a una persona que le había tratado bien. Sin embargo, también debía reconocer que quería que el capitán pirata le tuviese en más estima, que también le considerara un pirata como él…

Bavol continuó el resto del camino en silencio con la mirada baja, ya no sabía muy bien qué pensar. Después de un rato, el capitán Sparrow se detuvo repentinamente en medio de un claro de aquella frondosa selva.

Vaya, vaya, muchachos. Esto sí que parece un dilema —anunció el pirata girándose hacia ellos.

El pirata les enseñó a todos la brújula que no paraba de mirar y por lo que podía ver la aguja de la brújula marcaba dos direcciones diferentes. Bavol contempló fijamente el artefacto mientras la aguja se movía de un lado a otro. Puede que no fuera un experto en navegación, pero aquel aparato parecía bastante peculiar. Aparentemente estaba rota por lo que había podido ver durante aquella noche en la noche y además, la aguja cambiaba constantemente de dirección, lo que hacía que Jack fuera de un lugar a otro como si estuviera loco. Pese a todo, Sparrow seguía las direcciones que le marcaba, así que sólo había dos opciones: o estaba loco o aquella brújula tenía algo de especial.

¿Dos caminos? ¿Cómo es posible? —le preguntó Tulio, pero el capitán Sparrow se encogió de hombros indicando que desconocía la respuesta, o puede que incluso ni le importase realmente.

Eh, ¡podemos dividirnos para cubrir ambas opciones! Será una auténtica aventura por la jungla, Tulio!

Espera, ¿hablas en serio? ¡¿Separarnos?!

¡Magnífica idea, mi buen Miguel! Creo que yo iré por... allí —indicó el capitán Sparrow señalando uno de las dos opciones de una forma un poco azarosa—, y vosotros dos podéis tomar la otra ruta.

¿Y eso no será peligroso? —preguntó el gitano casi para sí mismo mientras echaba una mirada a Fátima. Antes de partir, habían quedado en que dividirse en un mundo como aquel podría ser peligroso.

Sin embargo, parecía que no había más remedio si querían tener cubierta todas las posibilidades. Aunque le habría encantado ir con todos sus compañeros para sentirse más protegido ante la maldición, sería terrible que tomarán el camino equivocado y la búsqueda de la espada se tuviera que alargar aún más.

¿Y qué camino tomarán los valerosos magos de mi tripulación? Estaré encantado de que me acompañéis, por supuesto.

¡Venid con nosotros, a la aventura!

Le daba igual quienes de entre sus compañeros de Tierra de Partida serían los que le acompañarían a él, al fin y al cabo todos habían demostrado su valía y compañerismo: Fátima había estado ayudándole y salvándole desde el principio de la misión, Albert se había quedado con él en la cubierta cuando se sentía mal y le ayudó con el asunto de Crow y Xefil parecía tener una estrategia para superar la maldición de la espada, además de ser el héroe que venció a Erased. La cuestión entonces era si prefería acompañar al capitán Sparrow o a Tulio y Miguel.

Era cierto que se sentía decepcionado porque creía que no había obtenido toda la atención que se merecía del capitán Sparrow; sin embargo, Tulio ni siquiera confiaba de verdad en ellos después de todo lo que había ocurrido. Además, el pirata probablemente estuviera más informado sobre todo lo que estuviera relacionado con la espada, así que estaría más seguro con él. Incluso se le acababa de ocurrir que podría aprovechar esta última ocasión para impresionar a Jack.

La opción estaba clara.

Yo voy con usted, capitán —anunció Bavol al resto del grupo—. Yo fui el primero en entrar a su tripulación y pienso estar a su lado hasta el final.

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Bavol sigue a Jack Sparrow
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Jue Ago 14, 2014 11:53 pm

Los nervios de Albert se calmaron tras un largo paseo por la jungla de la isla. No había atisbo de ningún animal o sincorazón al acecho, todo estaba en calma y paz, el mayor ruido eran las que producían sus pisadas al caminar por la selva. Aunque no fue un camino tranquilo del todo, pues unos enormes mosquitos les acosaban sin parar. Albert repelió un par de ellos con la Llave Espada, temía que le picasen aquellos descomunales insectos.

¡Te pillé! —gritó Miguel, pletórico, atrapando un mosquito en el cuello de Tulio, aplastándolo.

¡Au! —se quejó Tulio, mirando a Miguel con ira contenida—. ¡Ten más cuidado, palurdo!

¿De nada?

Seguían avanzando detrás de Sparrow, cuando el pequeño Bavol se adelantó a Tulio y Miguel para hablar con el capitán. Albert observó el comportamiento del líder del grupo, aunque les había ayudado a seguir en el barco de Vander, era cierto que había algo en aquel pirata que no le daba buenas vibraciones, pues al fin y al cabo era un pirata de todos modos. No le gustaba pensar mal de la gente, pero toda precaución era poca si había tanto en juego. Se volvió hacia Xefil y Fátima para hablar con ellos en voz baja.

¿Podemos fiarnos del señor Sparrow? Quiero decir, es un pirata y no estoy seguro de cuáles son sus intenciones para con la Espada de Cortés —comentó sin dejar de mirar al capitán por si les miraba—. Aunque estoy seguro que sabe algo sobre ella, pues ninguno tenemos idea de qué puede hacer y sobre su maldición… Siendo él quien lidera esta expedición, por descarte debe saber algo.

Esperó las respuestas de sus compañeros, hasta el momento en el que se pararon en seco. El capitán se giró hacia ellos.

Vaya, vaya, muchachos. Esto sí que parece un dilema

Sparrow mostró su brújula, en ella se podía ver que giraba de forma casi intermitente entre dos direcciones. Dos caminos…

¿Dos caminos? ¿Cómo es posible?

Eh, ¡podemos dividirnos para cubrir ambas opciones! ¡Será una auténtica aventura por la jungla, Tulio!

Espera, ¿hablas en serio?—exclamó Tulio—.¡¿Separarnos?!

¡Magnífica idea, mi buen Miguel! Creo que yo iré por... allí —dijo el capitán Sparrow tras pensar un momento—, y vosotros dos podéis tomar la otra ruta.

Miguel parecía feliz con aquella decisión y Tulio solo pudo suspirar ante el entusiasmo de su amigo.

«Son una pareja muy extraña»

¿Y qué camino tomarán los valerosos magos de mi tripulación? Estaré encantado de que me acompañéis, por supuesto.

¡Venid con nosotros, a la aventura!

Albert dudó con quién debía ir. No confiaba apenas en ninguno de ellos al conocerles apenas, aunque Tulio y Miguel le daban mejores vibraciones que Sparrow. Pero Albert no paraba de pensar en que ese pirata debía saber a la fuerza algo sobre la espada su maldición. Sabía que era arriesgado y debía estar alerta, pero si quería evitar que se desatara el poder de la espada maldita, debía ir con Sparrow.

Seguiré al señor Sparrow.

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Albert sigue al Capitán Sparrow
Última edición por Leechanchun el Lun Ago 25, 2014 12:08 am, editado 1 vez en total
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Vie Ago 15, 2014 1:54 am

Fátima marchaba unos cuantos pasos por detrás de Xefil, agradecida porque los de delante le facilitaran el avanzar por el camino, que se notaba que no había sido transitado en bastante tiempo. Le empezó a doler el cuello de tanto girar la cabeza de un lado a otro, preocupada por si algo o alguien les atacaba. En realidad no tenía por qué sospechar algo así, pero nunca estaba de más prevenir.

Además, había algo que le ponía los pelos de punta: el silencio. No era natural. Había esperado escuchar todo tipo de animales, de ruidos, de… Vida. Pero no había nada. ¡Excepto mosquitos! Cada vez que se le acercaba uno de sus siniestros zumbidos, Fátima se estremecía de asco. ¡Encima eran gigantescos! Acabó por envolverse una mano en un trozo de tela que se rasgó del pantalón para poder aplastarlos sin pringarse de sangre. Fue entonces cuando Albert se giró para hablar con ella y Xefil.

¿Podemos fiarnos del señor Sparrow? Quiero decir, es un pirata y no estoy seguro de cuáles son sus intenciones para con la Espada de Cortés. —Nerviosa, dirigió una mirada tensa hacia Jack por si les escuchaba, pero no comentó nada—. Aunque estoy seguro que sabe algo sobre ella, pues ninguno tenemos idea de qué puede hacer y sobre su maldición… Siendo él quien lidera esta expedición, por descarte debe saber algo.

Claro que sabe algo —respondió Fátima en el tono más bajo que pudo—. Pero no tenemos otro remedio que ir con él… Al menos hasta llegar allí.

Y decidió no continuar, no fueran a despertar todavía más la desconfianza del capitán. Como había dicho, hasta que encontraran la espada iban a depender de él… O de su mapa. Que no parecía servir de mucho, por cómo obedecía a las instrucciones de su extraña brújula. A menos que todo fuera una pantomima, claro…

Caminaron durante tanto rato que Fátima empezó a despistarse de su tarea y se quedó atrapada por el verde de su alrededor, los curiosos tipos de planta y las tupidas copas de los árboles. Hasta que tuvieron que frenar en seco, porque el capitán Sparrow se había detenido. Por suerte, en ese lugar había suficiente espacio para no tener que caminar en fila y Fátima pudo acercarse a Jack.

Vaya, vaya, muchachos. Esto sí que parece un dilema.

Fátima frunció el ceño y se inclinó ligeramente hacia delante para ver la brújula que les estaba mostrando. Parecía que se hubiera vuelto loca, porque señalaba dos rutas distintas.

¿Dos caminos? ¿Cómo es posible? —dijo Tulio, expresando la misma duda que le estaba pasando a Fátima por la mente.

Sparrow se encogió de hombros. Fátima reprimió un resoplido de indignación. ¿De qué iba? Además, la dichosa brujulita indicaba hacia la jungla, ¡no había un camino claro que seguir!

Eh, ¡podemos dividirnos para cubrir ambas opciones! —dijo Miguel de pronto—. ¡Será una auténtica aventura por la jungla, Tulio!

Espera, ¿hablas en serio? ¡¿Separarnos?!

No creo que eso sea muy inteligente—coincidió Fátima con Tulio.

Sin embargo, el capitán no parecía compartir su opinión:

¡Magnífica idea, mi buen Miguel! Creo que yo iré por... allíy vosotros dos podéis tomar la otra ruta.

¿Y eso no será peligroso? —preguntó Bavol, que miró a Fátima, interrogante.

¡Pues claro que lo es! ¿Cómo vamos a encontrarnos luego? ¡Y en medio de la selva!

¿Y qué camino tomarán los valerosos magos de mi tripulación? Estaré encantado de que me acompañéis, por supuesto.

¡Venid con nosotros, a la aventura!

Fátima reprimió un gemido de frustración y se llevó una mano a la frente. ¡Era una estupidez! Sin embargo, tanto Tulio —que aceptó con resignación su destino— como Miguel y Jack parecían decididos. Y Bavol y Albert no tardaron en anunciar su predisposición a marchar con el capitán.

Se cruzó de brazos y lanzó una mirada de angustia a Xefil, como preguntándole ¿qué hacemos?.

No quería dejar ir solos a Albert y Bavol con el capitán. No confiaba en él. Y Bavol no veía la realidad, sólo era un niño que seguía al que parecía haberse convertido en su ídolo. Su único consuelo era que Albert parecía estar más en guardia…

Por otra parte… No sabía si todo aquello era una estratagema de Sparrow para dividirlos. Sin embargo, ¿y si, por casualidad, llegaban ellos antes a la espada? Sin Jack encima, tendrían una oportunidad de hacerse con ella… Y de enfrentarse a la maldición sin poner en peligro a Albert y Bavol.

Se adelantó y extendió una mano:

Si quiere que nos dividamos, capitán, necesitamos alguna forma de volver a encontrarnos. Déjenos o el mapa o la brújula. Si es el mapa, marque el lugar donde nos hallamos ahora aproximadamente. Y necesitamos saber qué hacemos si no encontramos nada al final de nuestro camino. O si, por elcontrario, encontramos algo, claro —añadió arqueando una ceja, poco dispuesta a ceder sin que Sparrow le diera uno de los dos objetos.

Si no conseguía alguno —y aunque obtuviera uno, lo haría igualmente— marcharía detrás de Tulio y Miguel marcando los árboles y todo lo que tuviera a mano con una flecha en la dirección que se desplazaban para asegurarse de que no se perdían. Cogió una piedra y se la tendió a Albert, aunque miró también a Bavol al decir:

Haced lo mismo que yo y marca el camino en rocas, árboles, lo que sea. Así, si ocurre cualquier cosa, podremos volver sobre nuestros pasos o seguirnos los unos a los otros. —Y añadió—: Si ocurre cualquier cosa, lanzad un Piro o algún hechizo luminoso al cielo. Iremos de inmediato.

Evidentemente, se refería también a su capitán. Estaba segura de que, al menos Albert, cogería la indirecta. Miró de soslayo a Jack. No le hacía gracia. Ninguna. Pero debían encontrar la maldita espada y si se separaban, cubrirían más espacio y habría más posibilidades de dar con ella. No podía hacer de niñera siempre, o de eso intentaba convencerse, porque se le había formado un nudo en el estómago.

Mucha suerte y tened cuidado.

Esperaba no tener que arrepentirse de su decisión. Se volvió hacia Xefil. Cuando emprendieron el camino, le susurró:

¿Crees que se las apañarán?

Y empezó a hacer marcas en todo lo que estuviera a mano.

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Fátima va con Tulio y Miguel.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Zee » Sab Ago 16, 2014 5:52 pm

Nada comparado con un bosque. ¡Para nada! Allí había tantas plantas juntas que tenía que depender por completo en quien iba delante de mí para poder avanzar; era como andar por el centro de una tupida... muy tupida niebla... verde. Es más, había tantas plantas que por un momento llegué a creer que las reglas de Espacio no funcionaban: ¿cómo podían dos o más cuerpos ocupar el mismo lugar? Rompía con cualquier clase de lógica.

¡Y el calor, madre mía, el calor! Podía sentir una cubierta asquerosamente pegajosa envolviéndome como una segunda piel. Tan repugnante como eso era, parecía que a los mosquitos (¡gigantescos mosquitos!) les encantaba, como si me hubiera marinado por completo para ellos. No sabía si alegrarme por encontrarme sólo con esos insectos traídos desde periodos jurásicos, porque hasta ese momento no habíamos visto ni un solo Sincorazón.

Habíamos caminado ya un buen tramo cuando Sparrow volvió a detenerse, mirando la brújula y el mapa como si se le hubiese pasado algo por alto.

Vaya, vaya, muchachos. Esto sí que parece un dilema.

¿Nos hemos perdido...? —murmuré, intentando respirar con tranquilidad. ¡Menudo lugar para perder el camino! ¡En medio de una selva!

¿Dos caminos? ¿Cómo es posible? —cuestionó Tulio con asombro, cuando se inclinó hacia adelante y observó la brújula del capitán. Ya decía yo que algo funcionaba mal en ella, se movía demasiado, de un lado a otro, como si ella misma estuviera perdida... ¡y ahora apuntaba en dos direcciones!

Rota, sin duda. No puede haber dos nortes —expresé—. A menos que nos hayamos metido en una zona de alta energía electromagnética... —agregué luego mentalmente. Pero no, no era algo muy probable. Lo habríamos notado antes, seguramente, especialmente cuando yo era afín con ese elemento.

Más tarde me arrepentiría de no haber mirado hacia el cielo, al sol, para localizar el norte.

Eh, ¡podemos dividirnos para cubrir ambas opciones! —sugirió Miguel, con más entusiasmo del que era necesario—. ¡Será una auténtica aventura por la jungla, Tulio!

Espera, ¿hablas en serio? —quiso confirmar su compañero—. ¡¿Separarnos?!

No creo que eso sea muy inteligente—coincidió Fátima.

'Pues a mí me parece bien...', pensé, 'aunque teniendo a los novatos a nuestro cargo y un capitán en el que no confiamos...'

¡Magnífica idea, mi buen Miguel! —dijo Sparrow. Miró su mapa y su brújula otra vez, y luego los dos caminos que teníamos al frente—. Creo que yo iré por... allíy vosotros dos podéis tomar la otra ruta.

¿Y eso no será peligroso? —preguntó Bavol. Fue Fátima la que le respondió:

¡Pues claro que lo es! ¿Cómo vamos a encontrarnos luego? ¡Y en medio de la selva!

Tenía razón, debía admitirlo. Aquello era un completo laberinto. Si nos separábamos, existía la posibilidad de que no volviéramos a vernos en... ¡pues en días enteros! Ya ni siquiera podía recordar en qué dirección estaba la costa.

¿Y qué camino tomarán los valerosos magos de mi tripulación? Estaré encantado de que me acompañéis, por supuesto.

Yo voy con usted, capitán —decidió Bavol, colocándose al lado de Sparrow. Me aguanté una mueca, porque de verdad necesitaba gritarle al niño que confiaba en la persona equivocada y que estaría más seguro con Tulio y Miguel... ¿pero cómo decírselo sin levantar sospechas en Jack?—. Yo fui el primero en entrar a su tripulación y pienso estar a su lado hasta el final.

Nada, tendría que ir con él. Albert pronto siguió a Bavol, lo cual me tranquilizó un poco más. Sólo un poco; no podía olvidar que Albert seguía siendo relativamente nuevo, por lo que en un escenario de alerta era incluso más probable que Bavol lo protegiera a él. Pero al menos ya eran dos, y con ello tenían la ventaja numérica contra Jack.

Lo cual significaba que... podía ir con Tulio y Miguel. Me giré hacia ellos, recordando que ellos también habían tenido sus dudas sobre el capitán. Si me las arreglaba para hablar con ellos a solas, tal vez podría cultivar aquella semillita de la incertidumbre y convencerlos de entregarnos la espada cuando la encontráramos.

Fátima me miró angustiada, a lo cual intenté sonreírle para tranquilizarla. Sin embargo, no salió nada. Su preocupación era muy contagiosa.

Si quiere que nos dividamos, capitán, necesitamos alguna forma de volver a encontrarnos —dijo, adelantándose hasta Jack y tendiéndole la mano abierta—. Déjenos o el mapa o la brújula. Si es el mapa, marque el lugar donde nos hallamos ahora aproximadamente. Y necesitamos saber qué hacemos si no encontramos nada al final de nuestro camino. O si, por el contrario, encontramos algo, claro.

¡Buena idea! Aunque no dije nada, clavé mi mirada en Jack, intentando presionarle silenciosamente.

Bien, parece que voy con ustedes, caballeros —dije, dándome la vuelta y acercándome a Tulio y Miguel. Mientras tanto, Fátima le pedía a Albert que dejara señales en los árboles para poder marcar el camino que habíamos tomado. Pensando que era lo más sensato que podíamos hacer, me saqué la daga (la de metal, no la que brillaba con plasma ardiente) y marqué el tronco más cercano con un círculo. Aquel era el punto donde nos habíamos separado.

Si ocurre cualquier cosa, lanzad un Piro o algún hechizo luminoso al cielo. Iremos de inmediato.

>>Mucha suerte y tened cuidado.

Cuídense las espaldas —pedí, claramente refiriéndome sólo a Albert y Bavol. Me despedí con un gesto de la mano.

Entonces Fátima se acercó a nosotros, finalmente completando ambos grupos. En cuanto comenzamos a andar, se acercó a mí y susurró:

¿Crees que se las apañarán?

Jack podrá ser un experto pirata... pero ellos son Aprendices de la Llave —dije—. No importa qué tan nuevos sean, han recibido buen entrenamiento. Tienen sus técnicas, su magia... y son dos contra uno.

>>Estarán bien.


O eso esperaba. Mantendría siempre un ojo en el cielo, temiendo que en cualquier momento apareciera una bengala mágica.
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Ronda 14

Notapor Tanis » Sab Ago 23, 2014 6:25 pm

Jack sonrió ante la activa disposición de Bavol a marchar con él, también ante de la de Albert, a pesar de que el muchacho se mostró menos entusiasmado y sí más tenso. Pareció no importarle ese pequeño detalle y se volvió hacia Fátima, con una expresión suspicaz y un atisbo de: ¿Intentas jugármela tú?

El mapa no te servirá de nada, muchacho, es de mareas —comentó, con una sonrisa algo triunfal.

Al no hablar de la brújula indicó que por nada del mundo iba a dársela al grupo contrario, más por posesión personal que por quedarse ellos sin nada con lo que orientarse. Aunque los que se habían fijado en la locura de la aguja que no indicaba al norte... podían pensar en cómo iba a servirle ese cacharro. Entonces añadió, con un tono de voz más serio:

Tened cuidado por ahí.

Entonces el capitán echó a andar hacia el sendero que había elegido, no muy deprisa para que Albert y Bavol pudieran seguirlo. Volvía a mantener la brújula en la mano, a pesar de que la aguja giraba para todas direcciones. Por su parte, Tulio miró a Fátima, y a Xefil, aliviado de poder separarse un rato de Sparrow aunque Miguel anduviera en un estado casi permanente de euforia contenida.

Miguel, encabezando la marcha, utilizó de nuevo la espada para ir cortando maleza del camino y abrir la marcha. Tras observar la inteligente maniobra de Fátima por ir marcando los árboles, indicó a los aprendices, de mejores formas que en otras ocasiones..

Vamos, no vaya a ser que se pierda.

No parecía tranquilo, pero al menos no se mostraba agresivo como en otras ocasiones. Era el único que andaba desarmado por completo, por culpa de Miguel, y eso era motivo de inquietud. Agitó la mano para tratar de apartar a los mosquitos que no dejaban de acosarles y avanzó a paso rápido tras Miguel.

Cinco minutos después, ambos grupos andarían totalmente rodeados de selva, con el sendero abierto atrás, pero nada por delante, que pudiera servirles de guía. Sólo árboles, más árboles, mosquitos, lianas, flores enormes que se comían los mosquitos... Si alzaban la voz para gritar, no llegarían a oírse entre las dos expediciones, sin saberlo cada vez más se alejaban unos de otros.

Caminando se darían cuenta de que, salvo por el ruido de la maleza, el zumbido de los mosquitos y sus propios pasos, en la jungla no se escuchaba nada más.

* * *


Albert y Bavol


Jack no habló durante la marcha. Apartaba ramas y lianas con una mano mientras que con la otra sostenía su brújula, que continuaba sin funcionar correctamente para desgracia del dueño... que de vez en cuando soltaba un muy pirata improperio. Eso dejaba a los aprendices oportunidad de hablar entre ellos más a gusto, si es que querían hacerlo, o de preguntar cualquier cosa que se les ocurriera. Por supuesto, el gran silencio antinatural que reinaba les resultaría perturbador porque no era normal. Ni un pájaro, ni huidas de animales, serpientes, nada. Sólo ellos, sus pasos, las plantas carnívoras y los mosquitos...

... ¡Ahá!

La exclamación repentina de Jack alertaría a los muchachos. Al acercarse más a él verían que había descubierto camino de roca entre los matojos, que no conformaba exactamente un camino pero que sí indicaba cambio de terreno.

Creo que nos estamos acercando, muchachos —anunció Jack, satisfecho.

Agitó levemente la brújula, como si así quisiera darle un empujoncito y la mantuvo en la mano, concentrado de repente. Si los aprendices se acercaban y miraban, verían entonces que la aguja dejaba de dar vueltas y apuntaba hacia las formaciones de piedra que se desdibujaban a través de los árboles frondosos de la jungla a lo lejos. Casi sin previo aviso, el pirata cerró la brújula y echó a correr con un trote hacia la dirección que le había marcado el aparato, las formaciones rocosas. Al seguirle a través de la selva le perderían un poco de vista, pero enseguida oirían su voz de nuevo, exclamando victorioso:

¡Por fin!

Cuando los aprendices alcanzaran al capitán verían que se había plantado delante de la abertura de una cueva en la roca. Un largo pasillo oscuro se introducía al pie de la montaña de la isla. La boca rocosa se abría de forma irregular, indicando una formación natural y no una excavación. Jack señaló por encima de su cabeza, hacia la parte alta de la entrada

Mirad, ahí está.

Una marca pintada, de color rojo con forma de empuñadura sin hoja de espada, se dibujaba en la piedra, un poco emborronada por el paso del tiempo y las inclemencias. Sin perder apenas tiempo, Jack se introdujo por la boca. Era lo suficientemente grande como para que él pudiera entrar sin encorvarse. El trecho era recto, sin desniveles en apariencia y bastante liso. Desde allí Jack alzó de nuevo la voz.

Oye, Bavol, ¿crees que podrías hacer uso de esa magia tuya e iluminar esto un poco? Nos hará falta.

La petición del pirata se le haría un tanto irresistible al niño, que tanto quería complacer al capitán desde el principio. Eso quizá dejaba a Albert como último de la fila. Pero no tenía de qué preocuparse, ¿no? Siempre podía esperar fuera, avisar mediante un hechizo a los demás como había pedido Fátima y aguardar a su llegada, si es que no le asustaba quedarse solo allí. Jack ya se había metido en la cueva, y su compañero seguramente no tardaría en hacerlo...

* * *

Fátima y Xefil


Ya hemos pasado por aquí.

Claro que no.

Que sí, mira.

Tulio plantó la mano con un poco de rabia sobre la marca en forma de flecha que arañaba el tronco de un árbol frondoso y Miguel sólo pudo soltar un arrepentido «Uy». Parecían haber dado una vuelta en círculo hasta terminar atravesando el camino que anteriormente Miguel ya había abierto, tropezando con una de las marcas de Fátima. A su alrededor todavía zumbaban los mosquitos, que no cesaban en su empeño de posarse y chupar sangre. Tulio apartó un par con la mano otra vez y miró a los aprendices con algo de impaciencia. Miguel se fue alejando de ellos, siguiendo otro camino sin abrir, mientras silbaba.

¿Qué hacemos?, ¿Le seguimos o... ?

Tulio no estaba muy dispuesto a ir por un camino desconocido, pero el ya abierto tampoco es que fuera demasiado halagüeño. No había nada, salvo mosquitos y árboles, nada que indicara que un tesoro podía estar cerca. ¿Y si tenían que cavar? Los tesoros se enterraban, ¿verdad? Mientras pensaban en qué hacer para no perderse demasiado, un sonido particularmente alto, en aquel silencio extraño, de la maleza crujiendo bajo un peso considerable y el cese del silbido de Miguel alertaron al grupo.

¡Miguel! —gritó Tulio, más molesto que preocupado, y avanzó el primero para ver qué demonios le había pasado.

Seguramente se había tropezado, caído y dado un mamporro, pero... ¿Ese silencio repentino? Tulio fue a saltar sobre un pequeño tronco caído y sus ramas cuando se detuvo en seco, callado de golpe. Poco a poco empezó a retroceder hasta el sendero abierto, viendo los aprendices entonces la punta de una Llave-Espada apareciendo entre las hojas de la maleza, rozando el pecho de Tulio. Una Llave-Espada sujetada por una figura cubierta con una capa oscura, pero con la capucha bajada. Ni a Fátima ni a Xefil les haría falta un segundo vistazo para reconocer al portador, quien les miró a su vez con una expresión mortalmente gélida.

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Os recomiendo que no hagáis ningún movimiento brusco —advirtió Nanashi, deslizando la vista casi delicadamente de Xefil a Fátima, sin añadir nada más.

¿Q-Qué has hecho con Miguel? —preguntó Tulio, tembloroso de miedo y de ira.

Nanashi levantó las cejas.

Nada que deba preocuparte. De momento.

Nanashi. Maestra de Bastión Hueco, la otrora maestra de Fátima y Xefil, allí, justo allí delante de ellos. Así que el enemigo había enviado a alguien a por la espada, como había insinuado Rebecca en la carta. Sólo que no un par de aprendices, no... Si Nanashi estaba allí seguramente se debía a que no tenía ni idea de por dónde ir, o moverse en la selva. ¿Les había seguido o estaba perdida? Era una amenaza para la misión, si conseguía llegar a la espada antes que ellos o Jack, se la llevaría. Tenían que impedir eso, de cualquier forma. Pero, ¿cómo?, estaba a un milímetro de arrebatarle el corazón a un inocente si se movían.

¿Qué podían hacer? ¿Y qué querría ella conseguir con esa aparición?

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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Mar Ago 26, 2014 2:52 am

Albert decidió unirse también al grupo del capitán Sparrow. Su forma de expresarlo fue un tanto seca, pero aún así Bavol lo recibió con una pequeña sonrisa. Por su parte, Fátima y Xefil decidieron acompañar a Tulio y Miguel. Les daba pena tener que separarse de ellos (sobre todo de Fátima que, pese a haber sentido envidia de ella por la atención del pirata, le había acompañado durante toda la misión), pero entendía que así estarían mejor repartidos por la isla.

Antes de separarse, Fátima le exigió al capitán Sparrow que le entregara la brújula o el mapa. Bavol era capaz de deducir que Jack no se desharía de la brújula fácilmente, era evidente que tenía algo de especial, aunque quizás con el mapa tuviesen más suerte…

El mapa no te servirá de nada, muchacho, es de mareas.

Por lo visto, tampoco les iba a resultar útil el mapa y, tal y como se había imaginado, el pirata se negó a entregarles su brújula. Sin embargo, parecía que Fátima no se iba a conformar sin más. La joven le entregó una piedra a Albert y le indicó que fuera marcando el camino, además de decirle que lanzara un Piro al aire a modo de aviso si necesitaban ayuda. A Bavol le dio la sensación de que su compañera se volvía a preocupar demasiado, aunque al recordar que una peligrosa maldición protegía la espada, no lo vio tan descabellado.

Tened cuidado por ahí. —les advirtió el capitán antes de emprender la marcha.

El pirata se internó en el camino que había elegido hace unos momentos, de manera que el gitano decidió no demorarse más para no perderle de vista. Si querían sobrevivir, tenían que permanecer juntos los tres. Con el capitán de su lado corrían menos riesgos que con Tulio y Miguel, que eran aparentemente más inexpertos en el asunto de la espada de Cortés.

Mucha suerte, ¡confiamos en vosotros! —gritó Bavol despidiéndose con la mano para después ir corriendo tras el capitán Sparrow.

* * *

Las cosas van a salir bien, Albert. Van a salir bien… —le dijo Bavol a su compañero, aunque en realidad parecía más que estaba intentado autoconvencerse.

No había conseguido quitarse de la cabeza la idea de que la espada estaba maldita y de que ellos no conocían ningún conjuro que pudiera deshacerla, o al menos él no lo tenía, quién sabe si al final Albert o Sparrow guardaban un as bajo la manga.

Además, la situación era demasiado espeluznante. Avanzaban a través de la frondosa selva, sin ninguna pista de dónde podría estar el otro grupo y sumergidos en un absoluto silencio. El problema no era que ellos no estuviesen entablando ninguna conversación, sino que además no se oía ningún tipo de ruido ajeno, aparte de los molestos mosquitos a los que Bavol se había acostumbrado después de un rato aguantando su persecución. Y, pese a todo, Sparrow continuaba andando como si nada con la vista fijada en la brújula.

¡La brújula! Casi se había olvidado del misterio que envolvía a aquella brújula aparentemente rota, pero a la que Jack no paraba de mirar. Quizás sólo fuera algo trivial, anecdótico, pero la curiosidad carcomía al pequeño gitano. Tenía que averiguar lo que le ocurría al pirata con aquel objeto, aunque al final resultase ser una tontería.

Bavol le dio un pequeño codazo a su compañero intentado ser discreto y después le guiñó un ojo de manera cómplice procurando indicarle así que le siguiera la corriente.

Capitán, ¿qué tiene esa brújula de especial? —preguntó Bavol sin andarse con rodeos. Antes de que el pirata evadiese su pregunta con algún tipo de ingenio, el gitano decidió explicar lo que pensaba—. Ya he visto la brújula varias veces y la aguja no para de apuntar de un lado a otro todo el rato, pero usted siempre sigue el camino que la aguja señala. Además, es evidente que le tiene mucho cariño a ese objeto —ya le había contado sus principales argumentos, pero aún tenía uno que, sin duda, era el más relevante—. ¿Pero sabe qué es lo más curioso? Que usted podría estar loco y estar guiándose con un cacharro que estuviera roto, pero no es así, porque usted, capitán, ha conseguido que lleguemos hasta aquí. Así que no se piense que por tener diez años soy tonto y cuéntenos de una vez que tiene de especial esa brújula.

Ya no tenía nada más que decir. Al pequeño le pareció que su argumentación era magnífica, digna de un experto Caballero de la Llave Espada. Si después de haber soltado todos aquellos comentarios, Jack decidía no contestarle, sería evidente que el pirata estaba evitando a propósito aquel tema. En tal caso, no tendría más remedio que aguantarse por el momento. Al fin y al cabo, él era su capitán y les estaba llevando hasta su deseado objetivo.

... ¡Ahá! —exclamó el capitán finalmente.

¿Habría encontrado algo? Bavol no lo dudó. El niño salió corriendo para ponerse a la altura de su capitán y echar un vistazo a lo que fuese que el pirata hubiese descubierto. El suelo a sus pies estaba cambiando y al parecer aquello era un buen indicio, lo cual emocionó al pequeño gitano. Después de tanto trabajo, por fin se acercaban de una vez a la espada.

Tras mirar un instante la brújula por última vez, Jack Sparrow se lanzó a la carrera seguido por Bavol, quien por fin veía como su confianza en el pirata estaba empezando a dar sus frutos.

¡Por fin!

¡La espada, la espada, la espada debía de estar allí! Bavol corrió lo más rápido que pudo para llegar hasta donde se encontraba el capitán impaciente por contemplar con sus propios ojos la espada de Cortés. Se llevó una pequeña decepción cuando en lugar del arma se encontró con una oscura gruta abierta en la roca. Sparrow les señaló a una marca roja con la forma de la empuñadura de una espada. Bavol soltó un leve suspiro para después esbozar una débil sonrisa, al menos seguían yendo por la dirección adecuada.

Jack entró en el interior de la gruta sin consultar a nadie. Era evidente que deseaba más que nadie encontrar aquella espada, o al menos era el que más emoción demostraba a esa altura de la misión. Quizás aquello pudiera ser un problema en el futuro, aunque el gitano tenía la convicción de que si la situación se ponía complicada, podía usar el hechizo Calma y pirata estaría mucho más abierto a hablar y a lo mejor hasta les dejaba irse con la espada sin poner muchos obstáculos.

Oye, Bavol, ¿crees que podrías hacer uso de esa magia tuya e iluminar esto un poco? Nos hará falta. —le pidió el capitán desde el interior de la gruta.

¡Enseguida, capitán! Creo que un poco de fuego nos vendrá bien —contestó Bavol muy ilusionado al ver que había decidido preguntárselo directamente a él.

Bavol retrocedió de nuevo hasta la selva y allí buscó por todos los medios una rama de un árbol lo bastante grande y ancha como para poder utilizarla como antorcha. Incluso si no lo llegaba a encontrar, invocaría su Llave Espada e intentaría romper una de algún árbol cercano para poder utilizarla luego. La idea era muy sencilla, una vez tuviera la madera adecuada, le prendería fuego mediante un Piro y ya tendrían una antorcha lista.

Mientras buscaba un palo que le pudiera servir, la cabeza se le llenó de ideas de lo orgulloso que estaría el capitán Sparrow cuando hubiese solucionado su problema. Por fin iba a poder hacer algo claramente útil, además de haber descubierto que la espada estaba maldita. Jack le necesitaba y él iba a poder cumplir lo que le había encargado.

Le necesitaba… De pronto, se dio cuenta del significado de aquellas palabras. Por primera vez no sólo los Aprendices dependían de lo que hicieran Sparrow, Vander, Tulio o Miguel, sino que lo que hacían ellos también era importante. Jack se había pasado la misión sin contestarle claro a sus pregunta, siempre con incógnitas y artificios que afortunadamente acababan saliendo bien. Pues ya no quería conformarse solo con eso y por mucho lo que le admirase, si iba a tener que enfrentarse con una maldición, al menos quería respuestas directas .

En cuanto consiguió el palo apropiado, se acercó hasta donde estaba la entrada de la gruta y antes de prenderle fuego, exclamó bien alto dirigiéndose al capitán Sparrow:

Capitán, si queremos conseguir la espada, tenemos que confiar unos en los otros. Si usted nos necesita, yo necesito que sea sincero con nosotros —amenazó Bavol haciendo el amago de tirar el palo lejos—. Si quiere mi magia, responda primero. Me han dicho que la espada está maldita, ¿lo sabía, capitán? ¿Tiene alguna clase de plan?

En caso de que Sparrow no hubiese contestado claramente a la pregunta de la brújula, volvería a interrogarle también sobre aquel tema esperando que en esta ocasión si respondiese. Al menos, si esperaba que le ayudase.

Era una táctica arriesgada. Puede que todavía necesitasen la ayuda de Sparrow o quizás no, pero la verdad es que no estaba seguro. Si le salía bien, por fin obtendría las respuestas que tanto quería. En cambio, si no lo conseguía, habría destrozado la confianza que Jack tenía en él. Pese a todo, estaba convencido de que el pirata estaba acorralado, por muy listo que fuera, difícilmente saldría de esta situación sin responder claramente.

Aprovecha y pregúntale lo que quieras —le susurró a su compañero rápidamente para que Albert terminara con aquel interrogatorio improvisado.

Una vez Sparrow contestara a todas las preguntas que les había planteado, Bavol apuntaría al palo que había cogido y conjuraría un Piro sobre él, de manera que le sirviera como antorcha. En el caso de que no hubiese encontrado nada que le pudiese servir como antorcha, el gitano se vería obligado a ir iluminando la cueva lanzando periódicamente el hechizo ígneo. Si tenía que llegar a eso, esperaba que al menos Albert le ayudase con algún hechizo que supiera.

Cuando tuvo lista la antorcha o estaba preparado para conjurar los Piro, Bavol se adentró en la gruta. Por fin se acercaban a la espada.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Mié Ago 27, 2014 2:19 am

Ya hemos pasado por aquí.

Claro que no.

Lo hemos hecho—corroboró Fátima, sin reprimir su tono hastiado.

Que sí, mira.

Tulio señaló con irritación la flecha que había grabado Fátima hacía poco. Los dos lanzaron miradas de reproche a Miguel, que no pudo más que mascullar un «uy». La chica soltó un resoplido de irritación y se pasó la mano libre por el sudado cabello. ¡Estaban caminando en círculos! ¡Fantástico!

¿Por quéeee no pudo darnos al menos el mapa?

Porque, según él, era de mareas—respondió Fátima con cansancio. Soltó la Llave Espada un momento para limpiarse la mano contra los pantalones y gruñó—:Como resulte que no era así, pienso retorcerle el pescuezo.

Estaba claro que se habían perdido y que no iban a llegar a ninguna parte. Era imposible caminar recto sin algún tipo de brújula o mapa. Desde el principio coger aquella «senda» había sido una equivocación. ¡Y habían dejado solos a Albert y a Bavol con Jack! La culpabilidad le remordía la conciencia a cada paso que daban. Esquivó a un mosquito con un pequeño gruñido de furia y apretó las mandíbulas.

¡Miguel, al menos podríamos...! —Fátima levantó la vista y vio que Xefil intentaba, en vano, detener a Miguel, que ya había vuelto a separarse del grupo— ...establecer una dirección en general...

¿Qué hacemos?, ¿Le seguimos o... ?

Lo seguimos. Separarnos todavía más no es lo óptimo.

¿Por qué aunque nos hemos separado de Bavol, sigo teniendo la impresión de que caminamos con un niño?—masculló Fátima, echando a andar detrás de Miguel con pisadas exageradamente fuertes.

Su sentido común le advertía que deberían volver antes de perderse todavía más en la selva, que cuanto antes regresaran sobre sus pasos, mejor. Estaba claro que Jack les había tomado el pelo. Y, sin embargo, no entendía del todo por qué iba a hacerlo. De acuerdo, podía ser más fácil manipular a Albert y Bavol, que parecían más inocentes. Pero se suponía que había reclutado a todos los magos posibles porque el lugar al que iban era peligroso. ¿Para qué separarlos, entonces? A menos que fueran a hacer de cebo, claro…

De pronto escuchó un golpe seco y los silbidos de Miguel, que les habían acompañado durante gran parte del camino, se esfumaron.

¡Miguel!

Tulio se adelantó para ver qué le había sucedido a su amigo. Fátima resopló, deseando regresar de una vez a un mundo con una temperatura ambiente aceptable, cuando captó un movimiento antinatural en Tulio. El joven de pronto comenzó a retroceder. La sangre se le heló en las venas al ver que la punta de una Llave Espada reposaba contra su pecho, pero todavía más al descubrir quién era su portadora.

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¿Qué está haciendo ella aquí? —oyó decir a Xefil.

N-no… No lo sé…—Fátima, estupefacta, sólo pudo menear la cabeza mientras veía cómo Nanashi avanzaba hacia ellos, dirigiéndoles una mirada fría y distante.

Os recomiendo que no hagáis ningún movimiento brusco.

¿Q-Qué has hecho con Miguel?

Fátima sacudió la cabeza. La pregunta de Tulio la despejó y la devolvió de un brusco golpe a la realidad. ¡Miguel! Miró con horror a Nanashi, apretando las manos en torno al mango de su Llave Espada, notando que se le disparaba la respiración.

Nada que deba preocuparte. De momento.

¿Qué estás haciendo aquí? —Saltó entonces Xefil. Fátima pegó un respingo y le miró de soslayo al percibir la falta de respeto en sus palabras. O, más bien, el tono agresivo. Fátima no habría sido capaz de dirigirse así a la segunda al mando de Bastión Hueco. Y menos sabiendo que fue ella quien les había declarado la guerra. Trató de apartar las imágenes de Ryota desangrándose y concentrarse en el presente, donde sus vidas pendían de la cuerda floja—. ¿Por qué estás tomando rehenes, Maestra? Conoces las reglas. Me las enseñaste. Los inocentes se dejan a un lado.

Rápido, rápido, piensa, piensa. Estaban en guerra. Las cosas ya no eran como antes; ahora tenían permiso para matarse unos a otros. Pero Nanashi no les había asesinado, aunque podría haberlo hecho sin que ellos se dieran cuenta y sin que pudieran hacer nada por evitarlo. Eso tenía que significar que necesitaba algo de ellos. La dirección hacia la espada. No podía haber otro motivo por el que todos hubieran coincidido en el mismo mundo y en la misma isla. A menos que Nanashi estuviera de caza. ¡No, de nuevo, no tenía sentido! Ya estarían muertos si así fuera.

Sí, sí, tenía que ser eso: Nanashi necesitaba algo de ellos y por eso había tomado rehenes. Evidentemente no podían enfrentarse cara a cara a ella, pero todavía poseían una pequeña ventaja. Y debían explotarla si querían sobrevivir. En cualquier caso, la prioridad era ayudar a Miguel y Tulio.

Maestra.—La llamó, levantando las manos y haciendo desaparecer la Llave Espada. No servía de mucho como forma de decir que estaba desarmada, porque seguía teniendo su magia, pero algo era algo—. Por favor, deje ir a ese hombre. Ninguno de nosotros tiene nada que hacer contra usted, no necesita amenazar su vida.—Respiró hondo y lanzó una mirada fugaz a Xefil, instándole a que hiciera lo mismo que ella. Tenía que darse cuenta de que no podían arriesgarse a pelear allí, en territorio desconocido y con, como bien había dicho él, inocentes de por medio—. ¿Qué es lo que quiere?—Guardó un silencio—. Nosotros nos hemos separado—lo cual no dejaba de ser cierto— de nuestros compañeros para buscar cierto objeto[color].—Respiró hondo. Tampoco podían dejar de serle útiles. Por eso añadió—: [color=#BF00BF]¿Está aquí por él también?

Aguardó su respuesta con angustia. No podían moverse por miedo a que hiciera daño a Tulio. Sin embargo, se preparó —aunque procuró que no se le notara en la postura. Al fin y al cabo, era magia, no necesitaba hacer gestos muy bruscos— para invocar un Escudo y, si resultaba necesario —si Nanashi decidía herir a Tulio o atacarles a ellos o incluso a Miguel— una Serpe acuática para golpear a Nanashi y ganar un poco de tiempo.

Sin embargo, esperaba fervientemente no tener que recurrir a la magia. Porque no tenían posibilidades de ganar.

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Vamos, que Fátima sólo atacará en caso de que Nanashi les agreda físicamente o con magia. Si quiere inmovilizarles o… o yo que sé, cualquier cosa que no implique atacar, entonces no hace nada
.

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▪ Escudo (HM) [Nivel 10] [Requiere Poder Mágico: 12]. Crea un escudo frente al personaje temporal que detiene todo ataque mágico de menor potencia que él. Se desvanece enseguida.
▪ Serpe acuática (HM) [Nivel 11] [Requiere afinidad a Agua; Poder Mágico 21]. Invoca a una serpiente de dos metros y medio de largo y 40 cm de grosor que adquiere vida propia y perseigue a un enemigo, estallando contra él. Sirve también para objetos fuera de combate. Por ejemplo, mantener pulsado un interruptor que funcione a peso.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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