[Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Trama de Xefil, Bavol, Stelios y Albert + Fátima

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Zee » Mié Ago 27, 2014 3:10 am

Ya hemos pasado por aquí.

Claro que no.

Lo hemos hecho.

Que sí, mira.

Gruñí por lo bajo en respuesta a la discusión de Tulio y Miguel. Desde un principio no me agradaba mucho la idea de que fuese el rubio quien fuese a la cabeza, especialmente después de que la primera vez nos hubiese abierto el camino directo a un muro de piedra. Cruzado de brazos, giré la cabeza en la dirección a donde Tulio apuntaba, inmediatamente apartándola de nuevo con un movimiento exagerado y un bufido de fastidio. Una de las marcas de Fátima.

¿Por quéeee —intenté aplastar un mosquito gigantesco con la palma de mi mano y lo único que logré fue mancharme de la sangre de algún otro animal— no pudo darnos al menos el mapa?

Porque, según él, era de mareas —explicó Fátima. Sus palabras no me hicieron sentir mejor; es más, prácticamente me obligaron a resoplar por la nariz—. Como resulte que no era así, pienso retorcerle el pescuezo.

'Cuenta con mis manos para ello.'

Nunca me había perdido. Y ahora lo sabía, era uno de los sentimientos más irritantes que jamás había experimentado. No tener ni una idea de a donde avanzar era muy exasperante. Sí, podía ser peor, porque hasta ahora conocíamos el camino de regreso; peor sería no poder moverse ni hacia adelante ni hacia atrás... pero aquello no me consolaba ni un poco.

¡Miguel, al menos podríamos...! —sumergidísimo en su papel de líder, el hombre continuó avanzando, dispuesto a corregir su error al abrir un nuevo camino— ...establecer una dirección en general...

¿Qué hacemos?, ¿Le seguimos o... ?

Lo seguimos. Separarnos todavía más no es lo óptimo.

¿Por qué aunque nos hemos separado de Bavol, sigo teniendo la impresión de que caminamos con un niño?

Continuamos andando, pues. No sabía si a aquellas alturas quedaban razones para hacerlo, pues la brújula había marcado una dirección que se suponía que siguiéramos en línea recta y, visto lo visto, nos habíamos alejado ya de la ruta idónea. ¿No sería una mejor idea regresar hasta la intersección de caminos e intentarlo de nuevo?

Estaba a punto de sugerir aquello cuando de pronto la canción que Miguel había estado silbando se acalló. Se escuchó también el sonido de algo pesado cayendo sobre la vegetación... como un cuerpo... y luego simplemente nada.

¡Miguel! —llamó Tulio, adelántandose para ver qué había sucedido. Me giré hacia Fátima, como preguntándole silenciosamente qué debíamos hacer, cuando...

Tulio también guardó silencio. Se detuvo de golpe tras haber avanzado sólo unos pasos. Lentamente empezó a retroceder, a la par que de la maleza aparecía la punta de una Llave-Espada... y luego la hoja, y la mano que sostenía la empuñadura que era de...

¿Qué está haciendo ella aquí? —le pregunté a Fátima, sin apartar mi mirada de Nanashi, quien claramente había tomado a Tulio como rehén para obtener algo de nosotros. Cualquier movimiento brusco que hiciéramos podía significar el bienestar del hombre, por lo que ni siquiera quería arriesgarme a girarme en dirección a mi compañera.

Os recomiendo que no hagáis ningún movimiento brusco —como si me hubiera leído la mente.

¿Qué estaba haciendo la Maestra Nanashi allí? ¿Estaba allí para darnos caza? Porque, después de todo, ahora Tierra de Partida y Bastión Hueco estaban en guerra. Si antes gustábamos de considerarnos enemigos, entonces lo que éramos en ese momento no debía tener palabra. ¿Podía atacarnos así como así? Sí, supongo que en la guerra todo es válido. Pero no lo había hecho. Había tenido el elemento de la sorpresa y en lugar de ello había preferido llevarse de encuentro a Miguel, no a Fátima ni a mí.

Rehén... tenía un rehén. ¿Y cuál era la única razón de tener un rehén sino negociar (y protegerte a ti mismo, pero no creo que Nanashi hubiese necesitado eso)? Debía buscar información. O nuestra cooperación.

¿Pero para qué? ¿La espada? ¿Sabía siquiera de su existencia?

¿Q-Qué has hecho con Miguel? —cuestionó Tulio. Casi se me había olvidado, el otro había desaparecido detrás de la maleza. Muy seguramente Nanashi lo había dejado inconsciente... o eso me hubiera gustado pensar a mí.

Nada que deba preocuparte. De momento —respondió la Maestra.

Es nuestro compañero, claro que nos preocupamos —sentencié con firmeza.

>>¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, dejando de lado toda cortesía y hablándole como a un igual. Mi tono de voz no sonaba especialmente desafiante, ni agresivo, pero que alguien como yo hubiese dejado de hablarle de usted tenía que significar algo, ¿no? Y más cuando había sido tan directo con mi pregunta—. ¿Por qué estás tomando rehenes, Maestra? Conoces las reglas. Me las enseñaste. Los inocentes se dejan a un lado.

Maestra —la llamó Fátima. Estuve a nada de gritarle "¿¡qué estás haciendo!?" cuando hizo desaparecer su arma y mostró las manos vacías. ¿Se iba a entregar tan fácilmente? ¡Estábamos en guerra!—. Por favor, deje ir a ese hombre. Ninguno de nosotros tiene nada que hacer contra usted, no necesita amenazar su vida.—y... todo lo que pensé anteriormente se esfumó. Fátima tenía una razón más que buena. No podíamos arriesgar las vidas de Tulio y Miguel. Si teníamos que cooperar para que ellos no salieran heridos, así tendría que ser. Respiré para intentar calmarle e imité a Fátima, levantando mis manos...

...para bajarlas casi instantáneamente. No me estaba entregando. Era sólo un símbolo de paz... momentánea.

¿Qué es lo que quiere? Nosotros nos hemos separado de nuestros compañeros para buscar cierto objeto.

'De acuerdo, Fátima, yo no se lo hubiera dicho tan pronto, pero supongo que ya no hay más que hacer' , pensé. De tal manera que, tras respirar profundamente, lo siguiente lo dijimos al unísono:

¿Está aquí por él también?

¿Vienes a buscarlo?
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Mié Ago 27, 2014 7:22 pm

Los grupos se habían decidido, Fátima y Xefil irían con Tulio y Miguel por un camino. Albert y Bavol acompañarían al Capitán Sparrow por el otro. Antes de partir cada equipo por una senda, Fátima le entregó una piedra a Albert y le indicó que señalase el camino de alguna forma que resaltase, para que, en el peor de los casos, volvieran sobre sus pasos y fueran al socorro del resto. También añadió que si se encontraban en peligro, hicieran una señal, como lanzar Piro al cielo.

***


Tras prepararse, cada grupo partió por su camino. Albert miró hacia atrás hasta que perdió a Fátima y Xefil de vista. Estaba inquieto y avanzaba en silencio plasmando marcas reconocibles en los árboles que había a su paso.

Las cosas van a salir bien, Albert. Van a salir bien…

El comentario de Bavol no le transmitió mucha seguridad, pues el niño parecía que dudaba o temía algo. No le pareció muy extraño, no sabían hasta qué punto podían confiar en Sparrow, o si estaban cerca de su objetivo y, peor aún, qué hacer con la espada cuando la encontrasen.

Eso espero. Pero debemos seguir alerta con cualquier cosa, sobre todo con las intenciones de cualquiera que pretenda hacerse con la espada y... con la propia espada, pues seguimos sin saber nada de su maldición —comentó en voz baja a Bavol, para que el capitán no les escuchase.

Siguieron caminando por la jungla, tras los pasos del Capitán Sparrow, mientras continuaba marcando los árboles de su senda. Sintió como Bavol le daba un ligero codazo y le guiñaba el ojo de forma cómplice.

Capitán, ¿qué tiene esa brújula de especial? Ya he visto la brújula varias veces y la aguja no para de apuntar de un lado a otro todo el rato, pero usted siempre sigue el camino que la aguja señala. Además, es evidente que le tiene mucho cariño a ese objeto —el niño no daba su brazo a torcer y seguía insistiendo—. ¿Pero sabe qué es lo más curioso? Que usted podría estar loco y estar guiándose con un cacharro que estuviera roto, pero no es así, porque usted, capitán, ha conseguido que lleguemos hasta aquí. Así que no se piense que por tener diez años soy tonto y cuéntenos de una vez que tiene de especial esa brújula.

Realmente parece curiosa. ¿Podría hablarnos sobre ella? —dijo Albert, siguiendo la corriente a Bavol—. Tal vez una corta historia sobre cómo la consiguió y qué hace, podría hacer más ameno el camino hasta nuestro objetivo, ¿no cree, señor Sparrow?

Ambos aprendices esperaron la respuestas del capitán, si es que les escuchó en todo aquel rato. Poco después, tras un poco más de camino, el capitán Sparrow dio un bote.

... ¡Ahá!

«¿Habrá encontrado algo?» pensó Albert mirando a todos lados.

El capitán volvió a mirar su brújula y salió corriendo en la dirección en la que ésta apuntaba. Bavol sin pensarselo dos veces, fue tras él. Albert les siguió marcando, de forma un tanto precaria, los árboles que vio en durante el sprint.

Al alcanzarlos, Albert vio como se encontraban parados ante una gruta. Se fijó que Sparrow señalaba una marca que indicaba la empuñadura de una espada. Seguidamente el capitán no vaciló y entró a la cueva.

«¿Estará ahí dentro?»

Oye, Bavol, ¿crees que podrías hacer uso de esa magia tuya e iluminar esto un poco? Nos hará falta.

¡Enseguida, capitán! Creo que un poco de fuego nos vendrá bien.

Albert conectó la idea de fuego con la señal de Piro que le había indicado Fátima. Si estaban en el lugar en el que se hallaba la espada, debía informar al resto del grupo. Pero antes de lanzar cualquier señal debía asegurarse de que ese era el lugar.

Capitán… ¿Es aquí donde se encuentra la Espada de Cortés?

Si la respuesta era afirmativa, Albert lanzaría una señal luminosa con un hechizo de Piro hacia el cielo, indicando al otro grupo su posición, y dejaría una señal dibujada en la entrada de la cueva, luego seguiría a sus dos compañeros al interior de la misma. Si Sparrow le indicaba que esa gruta no tenía nada que ver con su objetivo, simplemente se adentraría sin hacer la señal.

Bavol había buscado ramas para usarlas como antorchas, pero antes de seguir al interior, el niño habló con Sparrow.

Capitán, si queremos conseguir la espada, tenemos que confiar unos en los otros. Si usted nos necesita, yo necesito que sea sincero con nosotros —le advirtió el pequeño al capitán—. Si quiere mi magia, responda primero. Me han dicho que la espada está maldita, ¿lo sabía, capitán? ¿Tiene alguna clase de plan?

Aprovechando que Bavol había iniciado un interrogatorio, Albert no perdió la oportunidad de seguir el consejo del niño y preguntarle también cosas a Sparrow.

Es realmente importante que lo sepamos. ¿Es cierto que una maldición envuelve a esa espada? ¿Qué podemos hacer deshacer esa brujería? —preguntó nervioso, temiendo las respuesta—. Tenemos entendido que no se puede tocar sin recaer el la maldición y que la espada guarda un terrible poder… ¿Puede contarnos todo lo que sepa sobre ella?

Esperaba que hubiera algo que ellos pudieran hacer para detener el poder la espada ys u maldición. Ahora mismo solo les quedaba en confiar en Sparrow.
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Ronda 15

Notapor Tanis » Jue Ago 28, 2014 8:06 pm

Bavol y Albert


Mi brújula es una brújula, muchacho, tiene de especial lo que yo tengo de especial. Quizá cuando seas mayor puedas agenciarte una, quién sabe —Sparrow parecía ser muy celoso del «secreto» del artefacto, porque no dijo nada más respecto a ello—. ¡Y por supuesto que es la entrada, chico! La señal es evidente. El tesoro está ahí dentro —Oirían Albert y Bavol decir al capitán, como si la marca de la piedra no hubiera sido suficiente.

En consecuencia el muchacho ejecutó la señal luminosa, lanzando su hechizo al cielo y marcando con sus propios medios mediante la piedra la entrada de la cueva. Más adentro de la gruta, Sparrow caminaba un poco a ciegas, esperando la feliz magia de Bavol, que se detuvo al escuchar sus preguntas. Gracias al eco de las paredes pudieron oír sus suspiro, entre resignado e irritado. Sin darse la vuelta, Jack respondió:

Sabía que existía una maldición. A Cortés le envuelven maldiciones por todas partes... De su espada dicen que alberga su espíritu, que posee a quién la empuña, y le otorga un poder inigualable con el que vencer a cualquiera... —Un tono de voz un poco pensativo envolvió la respuesta—. Sin embargo, las maldiciones se pueden evitar si sabes cómo hacerlo. De modo que no-la-toquéis, ¿de acuerdo? Confiad un poco en mí. Os dejaré verla cuando no sea peligrosa.

El hastío de la voz de Sparrow podía indicarles que el que preguntaran sólo por la espada con tanto ahínco le empezaba a resultar molesto. Parecía decidido a ocuparse él en persona de ese objeto por alguna razón que rozaba lo personal que nada tenía que ver con su maldición. Jack no dijo nada y avanzó, hubiera Bavol hecho las antorchas o no, aunque tuviera que ir más lento por culpa de la penumbra. Poco a poco se fue alejando más, y los aprendices no tuvieron más remedio que seguirle para no quedarse atrás.

* * *

Fátima y Xefil


Nanashi no apartó la vista de sus antiguos pupilos, sin conformar ninguna expresión que denotase algo más que frialdad. Tulio se mantenía irme, aunque le temblasen las manos y mirase de reojo a Fátima y a Xefil, esperando que pudieran ayudarle. A nadie le gustaba tener un arma apuntando al pecho, por más rara que fuera.

Preguntar qué hago aquí estando vosotros aquí es un poco estúpido, Xefil —respondió ella sin vacilar. No añadió más a esa respuesta, dando a entender que les había seguido. La cuestión era desde cuándo. Frunció el rictus de los labios al oír la palabra «inocentes», pero no replicó por ello y tras un lee silencio denso, habló de nuevo—. No tenéis ni idea de lo que es esa espada, así que no puedo permitir que Tierra de Partida se la quede y la deje olvidada en un sótano. Es demasiado valiosa para dejar que se pudra.

De repente un fogonazo, que estalló y apareció en el cielo, iluminó el cielo nublado. Nanashi desvió la vista por un segundo de ellos, fijándose en la posición de partida, pero no apartó el arma. Los aprendices, incluso Tulio, podían verlo también y saber de qué se trataba, la señal de uno de sus compañeros, de que o estaba en peligro o... había encontrado algo.

Nanashi conformó un muy ligero gesto de comprensión y realizó una rápida gesticulación con la mano libre. Sendas cadenas de luz aparecieron de pronto y envolvieron y apretaron los cuerpos de los aprendices y del pirata, inmovilizares por completo. Perdiendo algo el equilibrio Tulio cayó al suelo de rodillas y emitió un quejido frustrado. Nanashi no le prestó más atención y chasqueó la lengua.

No tengo tiempo para ocuparme de vosotros —mrumuró—. Realmente no es personal, aunque... tampoco lo siento.

Tras decir eso Nanashi se dio la vuelta y se internó en la jungla, siguiendo la dirección de la señal. Al poco los pasos contra la maleza dejaron de oírse y la selva volvió a quedar en silencio. Estaban atrapados, quién sabía por cuánto tiempo hasta que la magia terminase y Nanashi se acercaba peligrosamente a la posición de sus compañeros.

¿Qué podían hacer?

Ouh... mi cabeza...

Entonces la voz de Miguel se levantó entre los árboles, junto con el roce de hojas y ramas un poco más allá, en dónde él había caído contra la maestra. Los sonidos se hicieron cada vez más fuertes.

¡Espera, se estaba moviendo! ¡Miguel no había sido hechizado!

* * *


Bavol y Albert


El interior de la gruta era estrecho al principio, con un pasillo rocoso por el que sólo podían caminar de uno en uno, que se fue ensanchando a medida que avanzaban. La penumbra del medio pasillo se fue haciendo cada vez más débil, hasta que se empezó a ver luz al fondo del corredor. Jack les hizo una señal silenciosa para que fueran con cuidado y continuó. Entonces llegaron.

Iluminada por la luz del sol que se filtraba a través de agujeros rocosos y parcialmente techados de lianas, una gran estancia de piedra irregular se mostró ante ellos. Pequeñas libélulas revoloteaban por toda la cámara y se posaban de vez en cuando en el grandioso tesoros que se esparcía por todas partes. Cantidades considerables de oro, joyas y piedras preciosas se amontaban por allí y por allá de manera desordenada, montones de cofres, abiertos y cerrados, descansaban de la misma forma. Armas oxidadas, tapices deshilachados...

Y el altar. Los aprendices podrían ver un altar cuadrangular de piedra en el fondo de la estancia, recubierto de follaje y musgo, en el que parecía reposar un objeto. Si se acercaban más verían que se trataba de una espada envainada, a todas luces normal y corriente, pero que no daba demasiada buena espina.

Ahí, está, esa es... la espada de Cortés —murmuró el pirata, acercándose el primero al altar, con cierta reticencia. Se dio la vuelta para mirar a ambos aprendices—. Quietos ahí, voy a...

Otra vez girándose hacia el objeto, extendió la mano para cogerlo. Entonces una voz femenina resonó en la gruta, bien alto, bien claro, que interrumpió la acción de Jack.

Apártate de la espada.

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Jack no se dio la vuelta, pero si los aprendices lo hacían, por supuesto, verían una figura femenina, cubierta con una capa un tanto desgarrada, con la capucha bajada. Ambos podrían reconocerla, aunque no hubieran tratado con ella directamente, de La Red y el fatal desenlace del abrazo entre Ronin y Ryota.

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Nanashi, de Bastión Hueco, Llave-Espada en mano.

Y vosotros —se dirigió a los aprendices—, no intentéis hacer nada heroico si apreciáis vuestra vida.

Lentamente, empezó a acercarse a paso firme desde la entrada a la cámara del tesoro, gélida, hostil. De repente se detuvo, alzando las cejas, mientras el sonido del roce de algo contra piedra retumbaba en la caverna. Entreabrió los labios y siseó:

No lo hagas, quieto...

Si los aprendices se volvían de nuevo, hacia Jack, verían que este había cogido la espada envainada y que se giraba hacia ellos. Una media sonrisa decidida se dibujó en sus labios y miró a Bavol y a Albert con una expresión confiada, honesta.

Depende de vosotros, muchachos. Sólo hay que leerla —señalo la vaina.

Y desenvainó.

Al hacerlo, una explosión oscura reventó en la estancia que tiró para atrás a los jóvenes y a Nanashi contra las paredes de roca. Un remolino aún más oscuro se formó alrededor de Jack, que terminó por envolver su figura. Se oyó una risa gutural y rasposa, tan alto que se desprendieron pequeños rocas del techo. Para cuando los aprendices pudieron levantarse y mirar, verían a Jack, frente al altar, espada y vaina de Cortés en mano, con una expresión perversa y malvada, que jamás le habían visto, la piel macilenta, muy pálida y los ojos oscuros y opacos.

¡Por fin! —La voz gutural que antes había reído tronó, y volvió a reír—. ¡Por fin he vuelto!

«Jack» levantó la espada con una nueva carcajada y empezaron a aparecer sombras. Muchas sombras. Demasiadas para enfrentarse ellos solos a tanto.

¡Maldita sea! —exclamó Nanashi más alejada de ellos, mientras se levantaba y convocaba un hechizo.

Un grupo de rayos cayeron sobre los sincorazón, sin lograr alcanzar a «Jack», que se desvanecieron en el acto. Sin embargo... ocupando los puestos de las sombras destruidas aparecieron más. Que se deslizaron hacia los portadores para atacarles. «Jack» rió de nuevo y apuntó a Nanashi con la espada.

¡Estás muerta, bruja!

Un rayo de oscuridad se disparó desde la punta de la espada, que aunque Nanashi logró esquivar por los pelos, abrió un gran agujero en la pared donde impactó. Así que ese era su poder, o parte de él.

Necesitaban ayuda.

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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Dom Ago 31, 2014 5:55 pm

Preguntar qué hago aquí estando vosotros aquí es un poco estúpido, Xefil.No tenéis ni idea de lo que es esa espada, así que no puedo permitir que Tierra de Partida se la quede y la deje olvidada en un sótano. Es demasiado valiosa para dejar que se pudra.

«Oh, claro, Bastión Hueco aprovecharía mejor su valor», pensó Fátima con sarcasmo.

Entonces, por el rabillo del ojo, captó una explosión de luz en el cielo. Fátima se volvió bruscamente y maldijo para sus adentros. ¡No, ahora no…!

Antes de poder terminar de preguntarse por qué habrían lanzado Albert o Bavol un hechizo, algo se cerró violentamente en torno a su pecho y sus piernas, aprisionándole los brazos. Exhalío un gemido ahogado por la sorpresa y bajó la vista a tiempo de ver cómo la envolvían unas cadenas de luz antes de tropezar y caer de costado al suelo.

No tengo tiempo para ocuparme de vosotros.—Escuchó decir a Nanashi—. Realmente no es personal, aunque... tampoco lo siento.

Fátima se volvió como pudo y vio que Nanashi echaba a correr… Se le contrajo el estómago. Por el mismo camino que ellos habían marcado.

«¡No! ¡NO! ¡Va a por ellos!».

No se permitió sentirse humillada por haber sido reducida con tanta facilidad. Invocó su Llave Espada en cuanto perdió de vista a Nanashi y se apresuró a forcejear con las cadenas, poniendo todo su empeño en partirlas. ¡No iba a dejar que les hiciera daño! ¡Maldita sea, tendría que haberse ido con ellos! ¡Y, demonios, por sus propias marcas iban a encontrarles! ¡No, no pensaba permitirlo!

Ouh... mi cabeza...

Fátima se detuvo por un momento, intentando controlar su respiración, que se le había disparado.

¿Miguel?—gritó—.¿Estás bien? ¡Ven aquí, ayúdanos!

Continuó peleándose con la cadena y, al mismo tiempo, se volvió hacia Xefil. Con un resoplido dijo:

¡Si puedes, adelántate! ¡Yo les ayudaré a deshacerse de las cadenas e iré en cuanto pueda! ¡Pero ten cuidado y no ataques sin pensar!

En cuanto pudiera soltarse —con o sin la ayuda de Miguel— se desharía de las cadenas y se precipitaría a ayudar a Tulio.

¿Necesitas que te cure, Miguel?—preguntaría, acelerada—. ¿Nana… Esa mujer te hizo daño?—Fuera cual fuera la respuesta, miraría hacia el lugar por el que se había desplomado el joven y, de pronto, recordaría que Jack les había enviado por ese camino con un propósito. Que fuera separarlos de sus compañeros o encontrar algún objeto, no lo sabía. Pero algo en su interior, una intuición, o quizás el miedo a fastidiar todavía más las cosas, le impidió seguir a Xefil de inmediato—.¿Qué creéis que había al final del camino?

Si Miguel y Tulio se mostraban dispuestos, Fátima iría rápidamente con ellos a echar un vsitazo. Si no encontraba nada en pocos minutos, regresaría sobre sus pasos, maldiciéndose por estúpida. Pero no quería marcharse sin haber comprobado que realmente no había nada que conseguir.

Mientras tanto se aferraba a la esperanza de que Nanashi no parecía tener intenciones de matarlos. Después de todo, si a ellos, los aprendices más fuertes del grupo, se había limitado a inmovilizarlos, a Albert y Bavol no podía hacerles nada peor.

O eso quería creer.

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Lo de la separación ha sido decidido con Zero de antemano.

Si Miguel necesita un Cura, Fátima lo realizará sin problemas.

▪ Cura (HM) [Nivel 5] [Requiere Poder Mágico: 7]. Cura las heridas más leves y alivia un poco la fatiga.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: Ronda 15

Notapor Zee » Lun Sep 01, 2014 3:44 am

'¡No, no, no, no ahora, estamos ocupados!'

El hechizo de fuego se alzó como una bengala, tal y como lo habíamos planeado. Subió y subió, dejando una delgada estela de ascuas detrás de sí, curvándose levemente por influencia de la gravedad. Fue inevitable que éste atrajera las miradas de todos, en especial la de Nanashi, quien se aseguró de estudiar el punto del cual había salido. El proyectil tardó unos segundos en disiparse, perdiendo finalmente toda su energía, pero para entonces ya todos lo habíamos visto.

Cualquier clase de ventaja que tuviéramos sobre Nanashi desapareció en ese momento. El Piro de Bavol o de Albert señalaba su posición, además de que, o se encontraban en problemas, o se habían topado con el tesoro. Una parte de mí deseaba que se encontraran bien, pero otra pedía con mucha más fuerza que se hubieran metido en un embrollo y no que le estuvieran diciendo a la Maestra de Bastión Hueco exactamente dónde estaba la espada.

¡Eso-!

Cualquier cosa que fuese a decir, lo cual francamente ya no recuerdo, se vio interrumpida cuando una fuerte presión me rodeó el tronco. Un potente abrazo, salido de sabría dios dónde, envolvió por completo mis brazos y mis piernas. El violento empujón me hizo perder el equilibrio y por poco caer al suelo, sino fuese porque antes me las arreglé para lanzar una de mis piernas hacia adelante y con ello aterrizar en una de mis rodillas. A un lado, Tulio y Fátima se encontraban en la misma situación.

No tengo tiempo para ocuparme de vosotros —declaró fríamente la Maestra, lo cual me hizo rechinar los dientes de rabia. ¡Nos había superado tan fácilmente e incluso le restaba relevancia!—. Realmente no es personal, aunque... tampoco lo siento.

Se dio la media vuelta y con rapidez se internó en la maleza, donde pronto la perdí de vista. Se me hizo un nudo en la garganta, sabiendo que se dirigía directo hacia los Aprendices novatos. No quería ni pensar en lo que podía hacerles.

¿Nos había perdonado la vida por ser sus viejos alumnos? ¿O era precisamente por eso por lo que se había asegurado de dejarnos inmovilizados? Y si había sido así... ¿les daría un peor trato a los otros dos?

Necesitaba ir tras ella.

Había escapado antes de prisiones con mi teletransporte, pero no me quedaba claro si unas cadenas mágicas eran el mismo asunto. Si me desvanecía e intentaba desplazarme a otro sitio, ¿el hechizo intentaría impedirlo? ¿Podía?
¿Qué podían hacer? Sin embargo, no había tiempo que perder, y si me quedaba sopesando mis posibilidades Nanashi me sacaría todavía más ventaja.

Enfoqué mi mirada en el punto donde Nanashi había desaparecido y me "deshice" con un chasquido. El proceso era simple, desligarme del espacio fijo y volverme armar en un punto diferente al original. Si las cadenas no me seguían de alguna loca manera, entonces...

Presto.

Esperaba que funcionara. De otra manera, tendría que imitar a Fátima e intentar invocar la Llave-Espada desde el interior de mi prisión, para luego revolverme tanto como podía en el intento de romperlas. Si mi fuerza y mi voluntad no era suficientes, entonces no nos quedaría nada más.

¡Si puedes, adelántate! ¡Yo les ayudaré a deshacerse de las cadenas e iré en cuanto pueda! ¡Pero ten cuidado y no ataques sin pensar!

Fátima no tenía que decírmelo dos veces. Mi primer instinto, si llegué a escapar de las cadenas, fue salir disparado detrás de la mujer de cualquier manera. La había visto correr antes, no obstante, por lo que sabía que era muy poco probable alcanzarla, mucho menos llegar antes que ella. Aun así puse todo mi empeño en ello, intentando ir tan rápido como mis piernas podían llevarme.

Lo importante era estar allí para ayudar a mis compañeros. Sólo esperaba que mi elección de atuendo hubiera sido apropiada para protegerme de todas las ramas y espinas, porque iba a ser un paseo bastante brusco.

Spoiler: Mostrar
Patitas pa' qué las quiero. Ya Suzu lo dijo, voy detrás de Nanashi.

Also

Elusión Mágica (HM) [Nivel 8] [Requiere Afinidad a Espacio; Poder Mágico 12, Reflejos 15] El usuario se teletransporta en un parpadeo a un sitio completamente distinto en un radio de cinco metros. Útil para esquivar ataques o confundir al enemigo.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Mar Sep 02, 2014 1:37 am

Avanzaron en fila india durante un un largo rato, poco a poco el pasillo de la gruta rocosa fue ensanchándose. Albert iba el último en la fila y no dejaba de mirar atrás esperando poder ver a alguno de sus compañeros, que hubieran sido guiados por la señal luminosa del conjuro Piro que había lanzado antes de entrar en la cueva.

¿Crees que habrán visto la señal? —comentó a Bavol—. Confío en que vean todas las señales marcadas y puedan llegar sin muchos problemas hasta nosotros.

«Espero que lleguen cuanto antes, estamos muy cerca de la espada y me temo lo peor»


Albert intentaba mantenerse entero. Seguramente Bavol era mucho mejor que él en el combate y se le veía que depositaba mucha confianza en Sparrow, pero si sucedía algo allí, aunque solo fuera un simple sastre que apenas era capaz de sostener en alto su espada, él sería el responsable de hacer todo lo que estuviera en su mano para poner a salvo al pequeño aprendiz. Debía estar completamente centrado y actuar rápido sin dudar demasiado, no quería que se volviera a repetir lo que sucedió en La Red, el pánico y el miedo le dejaron completamente inutilizado y eso no podía volver a suceder.

Esto… Bavol, si pasase algo más adelante, algo que no se pudiera controlar y se nos fuera de las manos, tienes que huir de aquí… ¿De acuerdo? —intentó que en sus palabras hubiera confianza—. Corre lejos y busca a los demás.

Esperaría a las respuestas del pequeño. Seguramente Bavol estaría mucho más tranquilo ante la situación en la que se encontraban, pero debía asegurarse de que no le pasara nada.

Cada vez se quedaban con menos luz a su paso y llegaron a un punto en el que fue necesario iluminarse por medio de la magia. Albert se quedó asombrado al ver el increíble tesoro que se acumulaba a sus pies: monedas de oro, joyas, piedras preciosas, tapices y multitudes de cofres de tesoro esparcidos por todos lados.

Antes de que pudieran distraerse más tiempo con todo aquel botín, los tres se encontraron frente a un altar en el que reposaba una espada guardada en su vaina.

«Ahí está...»


Ahí, está, esa es... la espada de Cortés —el capitán comenzó a aproximarse poco a poco hacia el arma—. Quietos ahí, voy a...

El capitán Sparrow fue acercándose a la espada y acercó su mano a la misma, pero paró su movimiento al escuchar la voz de una mujer.

Apártate de la espada.

Albert se dio la vuelta y comprobó que se trataba de de Nanashi, de Bastión Hueco, la misma que había declarado el comienzo de la guerra entre su facción y la de Tierra de Partida. Al joven sastre le recorrió un escalofrío y temía que su miedo se confirmase. Si ella estaba allí, probablemente la espada sería el arma que iniciase el conflicto entre los bandos.

«Lo temía… Tenemos que alejar la espada de sus manos y destruirla en cuanto tengamos la oprtunidad»

Y vosotros —dijo, señalando a Bavol y Albert—,no intentéis hacer nada heroico si apreciáis vuestra vida.

Caminó hacia el altar, pero se detuvo a mitad de camino y dijo:

No lo hagas, quieto...

Volviendo la vista, Albert vio como Sparrow había cojido la espada, aún en la vaina y como con los dedos apuntaba a la misma.

Depende de vosotros, muchachos. Sólo hay que leerla

Seguidamente desenvainó la espada y una fuerte corriente de energía empujó a Albert y Bavol contra una pared de la sala del tesoro. Nanashi corrió la misma suerte. Mirando al frente Albert miró a Sparrow, pero la persona que estaba situada frente al altar no parecía el capitán como le había visto apenas segundos antes. De él emanaba un aura maligna y su piel estaba pálida y deteriorada.

¡Por fin! —su voz era completamente distinta a la del capitán—. ¡Por fin he vuelto!

¡Maldita sea!

Nanashi y lo que ahora era el capitán empezaron a combatir. Sparrow alzó su arma y convocó una gran multitud de sombras que salían sin parar. La mujer de Bastión Hueco lanzó un conjuro que alcanzó a muchas sombras, pero ninguna alcanzó al capitán, pues desapareció rápidamente y apareció en otro punto de la cueva, alzando su espada contra Nanashi.

¡Estás muerta, bruja!

Sparrow lanzó un rayo oscuro que la mujer logró esquivar por poco, pero consiguió perforar la pared la gruta donde impactó, dejando un gran hueco que rezumaba magia oscura.

Albert se estremeció de miedo, pero tenía que ser firme a lo que se había prometido a mismo y para con los demás, y no vacilar.

¡Bavol corre a la salida de la cueva y haz más señales en el cielo! ¡Necesitamos que vengan los demás! —volvió la mirada al combate y de nuevo a su compañero—. Voy a intentar coger la vaina de la espada. ¡Corre, rápido!

No sabía si el pequeño le haría caso, pero Albert estaba decidido a coger la vaina. Sparrow les había hecho una señal y en aquella funda parecía estar la solución. Debía conseguirla a toda costa.

Albert fue acercándose poco a poco al capitán, por su espalda, rodeando la cueva. Cuando estuviera lo suficientemente cerca, intentaría cogerla aprovechando la confusión que Nanashi pudiera ocasionarle.

No sabía si lograría obtener la vaina, pero de hacerlo, huiría fuera de la gruta lo más rápido posible y si Bavol se hubiera quedado dentro con ellos, le arrastraría consigo al exterior de la cueva.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Mar Sep 02, 2014 2:33 am

Mi brújula es una brújula, muchacho, tiene de especial lo que yo tengo de especial. Quizá cuando seas mayor puedas agenciarte una, quién sabe

Bueno, puede ser… —musitó Bavol ante la segura respuesta del capitán Sparrow.

Quizás el capitán tenía razón y toda la “magia” de la brújula sólo era un reflejo de la inteligencia del pirata. No sería del todo descabellado afirmarlo, ya que había demostrado en ocasiones anteriores la habilidad que tenía para librarlos a todos de un peligro inminente. Sin embargo, también cabía la posibilidad de que fuera otro de sus típicos ingenios… Bavol se encogió de hombros resignado, incluso aunque fuera otra treta, no valía la pena insistir. Al fin y al cabo, aquello no tenía que ver con la misión, simplemente había sido curiosidad.

Cuando Sparrow le confirmó que efectivamente en aquella gruta se encontraba la espada, Albert conjuró un Piro hacia el cielo como le había pedido Fátima. Mientras su compañero se encargaba de avisar al resto del grupo de su posición, Bavol prendió fuego a la antorcha sin entregársela todavía a Sparrow a la espera de que contestara a su otra pregunta.

Sabía que existía una maldición. A Cortés le envuelven maldiciones por todas partes... De su espada dicen que alberga su espíritu, que posee a quién la empuña, y le otorga un poder inigualable con el que vencer a cualquiera...

Usted sabía lo de la maldición, pero no nos dijo nada… —la decepción del pequeño era palpable. Se sentía engañado hasta cierto punto, sin comprender por qué tenía que haberse enterado por Crow cuando el capitán lo sabía.

Sin embargo, las maldiciones se pueden evitar si sabes cómo hacerlo. —Bavol abrió los ojos esperanzados ante el comentario de Jack. El gitano se preguntó totalmente sorprendido si podría haberlo tenido todo planeado desde el principio— De modo que no-la-toquéis, ¿de acuerdo? Confiad un poco en mí. Os dejaré verla cuando no sea peligrosa.

¡Y-yo confío, capitán! —exclamó Bavol para dejar clara la confianza que había sentido en él en todo momento— Tome esta antorcha, siento haberle hecho esperar.

Rápidamente Bavol se internó en la gruta para entregarle la antorcha al capitán Sparrow. Arrepentido, el pequeño miró al pirata con la cabeza gacha para luego inclinarse brevemente a modo de disculpa por haber desconfiado de él. En cuanto Jack comenzó a iniciar la marcha, Bavol ladeó la cabeza para indicarle a su compañero Albert que les acompañara.

* * *

¿Crees que habrán visto la señal? Confío en que vean todas las señales marcadas y puedan llegar sin muchos problemas hasta nosotros.

Bueno, eso espero… Y si no, siempre estamos tú y yo —le contestó Bavol esbozando una sonrisa.

Esto… Bavol, si pasase algo más adelante, algo que no se pudiera controlar y se nos fuera de las manos, tienes que huir de aquí… ¿De acuerdo? Corre lejos y busca a los demás.

Bavol paró de andar unos segundos sorprendido ante la petición que le acababa de hacer Albert. Era evidente que estaba nervioso y era comprensible, no todos los días uno tenía que enfrentarse a una maldición. Su compañero estaba siendo muy honorable intentando salvarle la vida si la situación se complicaba; sin embargo, se olvidaba de que él también había sido entrenado para ser un Caballero de la Espada y enfrentarse a los peligros.

Una vez un chico me enseñó que los amigos eran lo que nos hacían fuertes —comenzó a explicarle el gitano aunque Albert no entendiera el motivo de por qué le contaba eso—. Pero no sólo eso, sino que siempre están juntos en los buenos momentos y en los malos. Lo que tienes que saber, Albert, es que eres mi amigo y que por eso no te voy a abandonar pase lo que pase —le dio una palmada amistosa en el hombro y concluyó diciendo— Confío en ti y espero que confíes en mí

Bavol permaneció en silencio el resto del camino contemplando atentamente a Jack Sparrow a la espera de alguna indicación o señal. Después de un rato andando a través de la estrecha gruta, el pequeño grupo empezó a vislumbrar la luz. Finalmente, habían llegado.

Aunque en un principio pudieron resultarles llamativos, el gitano no prestó atención a la gran cantidad de tesoros que había amontonado en aquella habitación. Su vista estaba fijada en su objetivo: la espada de Cortés, guardada dentro de su vaina y colocada encima de un altar al fondo de la sala.

Ahí, está, esa es... la espada de Cortés

¡Albert, lo hemos encontrado! —exclamó Bavol girándose emocionado hacia su compañero.

Quietos ahí, voy a...

Apártate de la espada. —interrumpió una misteriosa voz antes de que Sparrow agarra la espada.

El corazón le dio un vuelco a causa del enorme susto que se acababa de llevar, no se esperaba para nada que apareciese otra persona teniendo en cuenta el silencio que reinaba en la isla. No obstante, su sorpresa solo hizo más que aumentar cuando se giró para descubrir quién se encontraba también en la gruta y se encontró a nada más y menos que una de las Maestras de Bastión Hueco.

Y vosotros no intentéis hacer nada heroico si apreciáis vuestra vida. —les advirtió fríamente.

¿Cómo se atrevía a decirles eso? Una de las malvadas que moraban en el castillo de Bastión Hueco aparecía de pronto para arrebatarles lo que tanto les había costado conseguir. ¡Pues no estaba dispuesto a aceptarlo! No permitiría que las frías garras de aquella bruja tocaran ni una punta de la espada, ¡tendría que pasar por encima de su cadáver! Bavol corrió para interponerse entre Nanashi y el altar junto al que estaba Jack Sparrow.

¡¿Qué haces aquí?! ¡Sabía que los de Bastión Hueco intentaríais robarnos la espada! —le gritó el niño tan indignado ante la presencia de la Maestra traidora que se olvidó de ser cauto en las palabras que usaba.

No lo hagas, quieto...

Bavol no comprendió el comentario de la Maestra, parecía que no le estaba mirando a él, sino que más bien estaba concentrada en algo que estaba ocurriendo detrás suya… El gitano se giró rápidamente para contemplar al capitán Sparrow con la espada envainada en sus manos. El pequeño intentó descifrar la enigmática expresión de su capitán, casi parecía que estuviera intentando decirles algo, que confiaba en ellos plenamente.

Depende de vosotros, muchachos. Sólo hay que leerla —se limitó a decir señalando la vaina de la espada.

¿Capitán?

El pirata desenvainó la espada provocando una potente explosión que tiró a Bavol contra la pared. El niño contempló horrorizado desde el suelo una terrible escena: su admirado capitán Sparrow envuelto en un remolino de pura oscuridad mientras una risa desconocida resonaba en la estancia.

¡¡Capitán, no!! —chilló Bavol incapaz de creerse que el astuto pirata había sucumbido ante la maldición de la espada.

El remolino se disipó finalmente para mostrar de nuevo a Jack Sparrow… sin embargo, al ver la expresión de su cara, Bavol no podría afirmar jamás que aquel fuera el mismo hombre que los había llevado hasta allí.

¡Por fin! Por fin he vuelto!

Cortés… ¡Cortés ha poseído a Jack! —gritó Bavol anunciando lo evidente mientras se levantaba y corría rápidamente hasta donde se encontraba Albert.

No obstante, el recién invocado Cortés no se detuvo. Alzó la espada invocando a decenas de sincorazón que inundaron la estancia. Instintivamente Bavol invocó su Llave Espada a la vez que pegaba su espalda contra la pared de la sala, eran demasiados como para que ellos dos solos pudieran derrotarlos.

¡Maldita sea!

Bavol ahogó otro grito cuando la Maestra de Bastión Hueco conjuró de pronto un hechizo eléctrico. No obstante, una vez hubo finalizado el hechizo, el gitano contempló como por unos instantes los sincorazón habían desaparecido, aunque lamentablemente volvieron aparecer en apenas unos segundos.

El niño dirigió su mirada hacia Nanashi… ¿Les había ayudado? No, aquello era imposible, al fin y al cabo ella era una Maestra de Bastión Hueco con la que estaban en guerra. Sin embargo, quizás sí era cierto que en estos momentos la vida de los tres, independientemente de sus bandos, corriera peligro a causa de la maldición.

Estaban en una situación crítica, ¿pero sería capaz de colaborar para sobrevivir el enemigo? Con sólo pensar en trabajar con Bastión Hueco sentía náuseas, pero si no lo hacían, podían morir ahí mismo. Su vida se perdería inútilmente, habrían fallado la misión y peor aún… habrían fallado a Jack. Por primera vez en toda su aventura, Bavol se dio cuenta que le importaba más la vida del hombre que había decidido confiar en él que aquella misión que tanto sufrimiento le había traído.

¡Estás muerta, bruja!

Un nuevo ataque de Cortés casi acaba con la Maestra y, aunque ella estuvo a tiempo de esquivarlo, el rayo que había invocado abrió un agujero en la pared. Era evidente que los rumores sobre el poder del legendario objeto eran ciertos, ahora mismo Jack era prácticamente invencible… La situación era complicada, pero como Caballero de la Llave Espada debía de conseguir la espalda y de salvar a su capitán. No había prioridades, en aquel momento los dos objetivos eran igual de importantes.

¿Pero qué podía hacer? Por mucho odio que sintiera hacia aquella traidora, no podía negar que Nanashi era una mujer poderosa y acababa de contemplar como su conjuro no afectaba a Jack. No podían superar aquella situación mediante la forma, tenía que haber otra manera…

¡La espada! Si conseguían arrebatarle la espada a Sparrow, quizás Cortés no podría continuar poseyéndolo; sin embargo, Bavol se dio cuenta del gran fallo de aquel plan. No debían de tocar la espada, por algo se lo había indicado expresamente el capitán porque de lo contrario seguramente sufrirían el mismo maleficio que estaba padeciendo en estos momentos el pirata. Pues tendría que haber otra manera, el gran capitán Jack Sparrow no los habría metido a sabiendas en un callejón sin salida sin dejarles ninguna indicación o ninguna manera de poder vencer. Solamente tenía que pensar bien…

Mientras Bavol intentaba esquivar o bloquear cualquier ataque que le lanzara, descubrió finalmente cuál era la fórmula para acabar con el maleficio de Cortés.

Depende de vosotros, muchachos. Sólo hay que leerla

La clave estaba en la vaina de la espada. Estaba claro, Jack había podido sujetar el arma perfectamente hasta que la desenvainó. Además, le había dejado una indicación bien clara: “Sólo había que leerla”. Quizás en la vaina de la espada hubiera escrito alguna clase de conjuro o de hechizo con el que romper la maldición, no lo sabía, pero era lo único que tenía y debía intentarlo por el capitán.

El único inconveniente es que Jack aún sujetaba la vaina con una de sus manos, así que tenía que idear alguna manera de arrebatárselas. Miró a un lado y contempló a su leal compañero Albert y miró al otro y se encontró con aquella bruja a la que tanto odiaba. Puede que entre los tres pudieran idear un buen método para quitársela…

Había demasiados sincorazón en la estancia como para acercarse tan fácilmente a Jack, necesitaba que alguien se encargara de ellos o al menos que los distrajera. De los tres presentes sólo uno de ellos había demostrado tener el poder suficiente para enfrentarse a todos ellos a la vez… o mejor dicho sólo una.

¡Tú, la de Bastión Hueco! —le gritó esperando que la Maestra le hiciera caso— Tengo una forma de pararle, pero tienes que encargarte de los sincorazón. ¡Después ya nos pelearemos por la espada!

Él ya había hecho el terrible esfuerzo de intentar cooperar con ella, ahora todo dependía de si Nanashi estaba dispuesta a ayudarles y a salvarse a sí misma. Por otra parte, entre ellos dos deberían encargarse de arrebatarle la espada al capitán Sparrow. No tenía ninguna estrategia planeada, lo más sencillo sería que uno llamara su atención y le distrajera mientras el otro se encargaba de quitarle la vaina de la mano. Bavol se volvió hacia Albert para comenzarle a explicar el plan a su compañero; sin embargo, parecía que él también tenía algo que decirle:

¡Bavol corre a la salida de la cueva y haz más señales en el cielo! ¡Necesitamos que vengan los demás!

¡¿Estás loco?! ¡Yo no abandono a un amigo! —exclamó Bavol tan convencido de no dejarle solo como cuando entraron en la gruta.

Voy a intentar coger la vaina de la espada. ¡Corre, rápido!

¡Sí, hazlo! —asintió Bavol felizmente.

Al final no había tenido la necesidad de explicarle nada, puesto que él también había entendido el mensaje de Jack. Si Albert era el que se iba a encargar de arrebatarle la vaina a Sparrow, él tendría que ser quien le distrajera. ¿Y cómo podría llamar la atención de Cortés? Finalmente, llegó a la conclusión de que tendría que imitar al mejor saliendo de los problemas: al gran capitán Jack Sparrow.

Y para eso sólo había que echarle mucha cara. El gitano había oído hablar antes de aquel hombre, específicamente había sido Fátima quien le había contado algo de información sobre él.

"Lo único que sé es que Cortés fue un conquistador de hace varios siglos y que fue conocido por ser bastante cruel… Aunque también muy inteligente, ya que en pocos años puso bajo su control un gran imperio."


Podría probar diciéndole justo lo que querría oír después de estar años encerrado en esa espada. Bavol se colocó justo delante del campo visual del pirata y comenzó a hablar mientras movía teatralmente las manos como su admirado capitán.

Oh, Cortés, menos mal que ya has despertado. ¡Hemos estado días trabajando para que despertaras! No podíamos estar un día más sin que el gran conquistador nos liderase. Tenemos muchas tierras que conquistar bajo su orden, gran Cortés. Es más, concretamente hay una que es muy grande y muy rica, ¿estás interesado? Se llama Bastión Hueco, creo que deberíamos ir ahora mismo y conquistarla —quizás aquel último comentario no fuera el más apropiado, pero con algo tendría que probar. Además, tampoco es que fuera a arrepentir si colaba…— Yo sólo soy un fiel seguidor que quiere servir al mayor hombre (o fantasma) que ha surcado jamás las aguas, oh, gran emperador.

En caso de que no llamara ni lo más mínimo su atención, Bavol dispararía un Perla directo contra Cortés. Probablemente no le haría daño como no lo había hecho el conjuro de Nanashi; sin embargo, el objetivo era únicamente que se fijara en el gitano para que no se diera cuenta de que Albert le iba a robar la vaina.

Era un plan arriesgado, pero no tenía otra opción y al menos tenía el convencimiento de que el capitán Sparrow les había dejado alguna manera de salir de aquella situación. En el peor de los casos si ellos tres no se bastaban para conseguir su objetivo, tendrían que aguantar hasta que el resto de sus compañeros llegase y se unieran al plan.
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Ronda 16

Notapor Tanis » Lun Sep 08, 2014 1:33 am

Albert y Bavol


La idea un poco suicida y atolondrada de Albert, de intentar llegar hasta «Jack» para arrebatarle la vaina y así poder leer su inscripción, no salió tan bien como esperaba. A pesar de la presencia hostil de Nanashi hacia el pirata poseído y de la poca atención que este último estaba prestando a algo que no fuera la bruja, los sincorazon sombra que aparecían y se deslizaban por todas partes en derredor desde que Sparrow desenvainara la espada acorralaron al aprendiz en un abrir y cerrar de ojos. No era descabellado pensar que la maldición de la espada también había atraído a los sincorazón, que se alimentaban de la oscuridad que emanaba de «Jack» aunque sonase algo descabellado. Las sombras se movían y deslizaban a su alrededor, cada vez más cerca, hasta que una de ellas saltó hacia adelante emergida desde el suelo y le propinó un buen zarpazo en el brazo izquierdo, del que empezó a manar sangre. Esa sombra se retiró, para volver a atacar después, pero...

Albert tenía que pensar deprisa si no quería que le arrebataran el corazón.

Bavol no estaba en mejores condiciones. Atraídos por la luz del corazón de los portadores, las sombras se acercaban también cada vez más y más al niño como hacían con Albert. Una sombra, de la misma forma saltó para atacarle y le alcanzó en una pierna, que igualmente sangró y empapó la pernera de su pantalón. Ahora estaba herido y dificultado para moverse.

Nanashi, que por supuesto no hizo caso alguno de las palabras de Bavol para unir fuerzas, se deshizo, con un gran hechizo eléctrico, de las sombras que la atacaban y corrió hacia «Jack» Llave-Espada en ristre, ejecutando un elegante y poderoso mandoble que pretendía noquear al cuerpo poseído. Sin embargo, «Jack» se volvió hacia ella muy rápidamente, alzó el brazo que sujetaba la vaina y paró el golpe con ella. La vaina salió volando por el impulso y la fuerza de Nanashi, y terminó aterrizando cerca del altar de piedra, a la espera de que otro la recogiera. «Jack» contraatacó con un tajo lateral con su propia arma, que Nanashi esquivó, pero que le abrió hueco en la defensa de la maestra para alcanzarla con otro rayo de oscuridad. Nanashi, empujada contra la pared de piedra, cayó de rodillas mientras hilos de sangre resbalaban por sus sienes y de entre sus labios. No volvió a intentar atacar al cuerpo poseído, las sombras no tardaron en rodearla y tuvo que empezar a deshacerse de ellas otra vez.

Disfrutaré viéndote arder, bruja —sentenció «Jack», con esa voz desafinada y grave que ahora tenía.

Se estaba encaminando hacia ella cuando oyó a Bavol lanzando su elocuente discurso, que a primera vista logró que «Jack» se detuviera en seco y girara para mirar al niño rodeado de sombras. Esanchó su sonrisa de por sí siniestra y se acercó lentamente a Bavol, con pasos contundentes que dejaban tras de sí un rastro oscuro. Las sombras parecían apartarse a su paso, como si obedecieran una orden mental.

¿Tierras? ¿Tú me hablas de tierras, mocoso? —Al alcanzar su posición, «Jack» le propinó una fuerte patada a Bavol, al que catapultó hacia atrás. Un inmenso dolor le recorrería de arriba a abajo, como si le hubieran atravesado con un hierro al rojo—. ¡No quiero tierras! ¡Quiero VENGANZA!

«Jack» se agachó y cogió a Bavol del cuello, levantándolo desde el suelo en vilo hasta alzarle por encima de su cabeza. Apretaba los dedos, muy, muy fuerte, y le ahogaba, le estaba ahogando. «Jack» siseó como si arrullara a un niño y empezó a entonar una canción de piratas. Hilos negros surgieron de sus uñas y se introdujeron en la piel morena del aprendiz, que le harían gritar. «Jack» rió.

No llores, niño, ya que tanto quieres servirme, me servirás...

Bavol no tendería qué estaba pasando, sólo sentiría un gran dolor y tendría la sensación además, de que poco a poco su mente se iba oscureciendo, que se perdía en una noche sin estrellas, en recuerdos y sollozos, mientras el espíritu se iba apoderando también de su pequeño cuerpecito. No podía rendirse, claro que no...

Jack había confiado en ellos, en él, para que le salvaran. Sus compañeros estaban allí, en alguna parte, esperando por su ayuda. Albert, Xefil, Fátima... Incluso Miguel y Tulio. Si se dejaba enganchar... Lo perdería todo.

* * *


Xefil


La estrategia de Xefil funcionó a la perfección. Desligarse del espacio tangente y aparecer un poco más allá, con un parpadeo de teletransporte. Las cadenas de luz no siguieron al aprendiz y por un segundo quedaron suspendidas en el aire formando el hueco del cuerpo que hasta entonces habían apresado, para luego deshacerse en un haz de rayos amarillentos. Xefil estaba libre.

Y camino ya de seguir los pasos de Nanashi.

El camino abierto a la carrera por la maestra era todavía visible y el aprendiz no tuvo problemas en encontrar la entrada a la cueva del tesoro, por la cual habían entrado primero Jack y los muchachos y luego Nanashi. Del interior tronaba una pelea y no cabía duda de que sus compañeros estaban ahí, plantando cara a la maestra de alguna forma. Cómo ya escapaba a su imaginación, o no. El camino de piedra hacia el interior, más angosto, oscuro y resbaladizo retrasaría su marcha, no demasiado si corría, pero lo suficiente como para llegar y contemplar la escena.

A Jack Sparrow, que empuñaba una espada desconocida, y que sujetaba a Bavol, cuya pierna goteaba sangre, por el cuello en alto con una sonrisa desacostumbrada y exageradamente siniestra. A Albert, herido y rodeado de sincorazón sombra, y a Nanashi, también rodeada de sombras que remataba, pero que volvían a aparecer como si no los hubieran destruido.

Por fortuna nadie había, o parecía haber, reparado en su presencia, ni siquiera los sincorazón que atacaban a todo el mundo por igual, salvo a Jack, y que cada dos por tres aparecían sin cesar, multiplicando de poco en poco su número. La situación no era nada halagüeña, no podía quedarse ahí quieto.

¿Qué podía hacer?

* * *


Fátima


Fátima, por el contrario, continuaba peleándose con las cadenas, que parecían no ceder ante sus movimientos o su fuerza. Miguel apareció entonces entre los matojos y los helechos, espada en mano y con una mano en la cabeza. Tulio, que continuaba de rodillas a causa de la presión que ejercía la presa de la cadena sobre su cuerpo, sólo levantó la cabeza, sin poder apenas moverse. Aquel hechizo no sólo inmovilizaba, al parecer.

Estoy bien, estoy bien, sólo me duele la cabeza. Creo que tropecé, no lo sé... —indicó el hombre rubio, acercándose a Fátima y a su amigo, preocupado. Intentó manipular la cadena de alguna forma, sin conseguir nada con las manos. Era un conjuro contra fuerza bruta—. Agh, ¡brujería! ¿Cómo demonios... ?

Ceñudo, Miguel desistió en su intento de intentar soltar a Fátima con las manos y empuñó su espada. Quizá no era buena idea o tal vez sí, pero en la mente de Miguel, hombre de acción y aventura, sólo cabía otra posibilidad: golpear con un objeto contundente. Apartándose un poco empuñó la espada y se colocó en posición de combate. Aunque le temblaron las manos, quizá por miedo a hacerle daño a ella, finalmente realizó un tajo y golpeó las cadenas mágicas con el filo de la espada.

Las cadenas vibraron con un sonido sibilante, para inmediatamente después estallar como lo habían hecho las de Xefil. Al parecer no eran demasiado resistentes a ataques de armas. Siguiendo el mismo procedimiento, Fátima conseguiría liberar a Tulio, mientras Miguel levantaba su arma y apartaba las ramas del camino que se suponían debían seguir, a pesar de que quería correr, como había hecho Xefil, tras la bruja.

Gracias, Vaan —agradecería Tulio al ser liberado.

Chicos, no sé si hay más final que este.

Al seguir a Miguel, Fátima vería que el pequeño sendero de animales que había pretendido seguir Miguel anteriormente, desembocaba en una pequeña hondonada en cuyo extremo se abría una boca rocosa. Miguel no tardó en ir hacia ella, quedándose quieto en el umbral de la abertura. Tras echarle una mirada elocuente a Fátima, Tulio siguió a su amigo.

¿Qué pasa?

Miguel hizo un gesto para que se callara, estaba escuchando. Por el túnel de aquella pequeña cueva se escuchaban gritos, alguna que otra explosión, y una risa, una risa malévola que no podía pertenecer a ese mundo. Una gran pelea se estaba desarrollando en el otro lado del túnel, en alguna cueva más grande, seguramente Nanashi contra sus compañeros, pero... Esa risa...

Parece una segunda entrada —comentó Tulio.

Pues vamos, podremos pillar a esa bruja por sorpresa —añadió Miguel.

Tanto Tulio como Miguel miraron a Fátima, se miraron entre ellos, con expresión determinada y seria, los dos chocaron puños y se introdujeron en el agujero, que más que túnel para caminar, parecía un tobogán para deslizarse hasta abajo. Al tocarla Fátima, notaría que la piedra estaba pulida y suave, perfecta para hacer eso precisamente.

Al llegar abajo se encontraría con los dos piratas, agazapados tras una pequeña protuberancia de roca, tras la cual mucho más allá se alzaba un altar de piedra vacío, y se daba lugar a una batalla. Miguel le indicó con un gestito a Fátima que se acercara y escondiera con ellos, en silencio. Si se asomaba un poquito podría ver a Albert, rodeado de sincorazón sombra que no paraban de aparecer sin control, cerca de su posición. Más lejos se recortaba la figura de... ¿Jack? Alzando a un herido Bavol por el cuello mientras apretaba con la intención de asfixiarlo. También podría vislumbrar a Nanashi, al otro lado de la estancia, también como Albert rodeada de sombras a las que destruía, pero que reaparecían de nuevo.

Vale, necesitamos un plan... —murmuró Miguel, habiendo perdido parte de su determinación.

Un plan, un plan, vamos, piensa... —masculló Tulio a su vez.

Había demasiados enemigos, Tulio no tenía arma propia y Miguel no podía enfrentarse solo a sombras o a Nanashi. Necesitaban a Xefil también, pero ¿dónde estaba? ¿Habría llegado ya?

Tenían que actuar rápido. Albert estaba en aprietos serios, y Bavol... más que eso.


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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Jue Sep 11, 2014 12:34 pm

Su plan no estaba saliendo como Albert esperaba. Cuanto más se aproximaba a Jack, la oscuridad se hacía más intensa, hasta el punto de que emanaban demasiados sincorazón, que le obstaculizaban el camino. Una de las sombras saltó hacia él y le propinó un arañazo en el brazo izquierdo.

¡Apártate de mi! —gritó a la criatura, que se alejó un poco, pero que tenía intención de seguir atacándole. La herida le dolía y había empezado a sangrar. No tenía mucho tiempo y tenía que defenderse como pudiera y sin pensarlo mucho, invocó su Llave Espada —¡Qui-quitaos de mi camino!

Apuntó al sincorazón que le había atacado y conjuró Electro, esperaba acertarle, de no ser así, volvería a insistir una vez más, luego se defendería de los ataques y continuaría combinando hechizos de Hielo y Electro entre todas las sombras que le rodeaban. También lucharía con la Llave Espada, poniendo en práctica todo lo que había aprendido con Stelios y Malik.

Tenía que eliminar todas las sombras que pudiera para poder acercarse a Sparrow y coger la vaina de la espada maldita, pero las sombras no cedían ante sus ataques.

Durante su combate con las sombras, buscó a Bavol con la mirada y vio como el pequeño recibía una fuerte patada del capitán Sparrow y luego se acercaba hasta él, cogiéndole del cuello. Entre el ruido de la batalla, el sastre sólo logró oír como Sparrow decía:

Me servirás…

¡No! ¡Bavol, ya voy! —Albert intentó avanzar de nuevo entre las sombras que nacían de la oscuridad de que fluía de Jack, pero éstas no le dejaban aproximarse lo más mínimo —¡Bavoooool!

Albert maldecía en su mente que Bavol no le hubiera hecho caso y no hubiera huido de la cueva cuando la situación empezó a ponerse peligrosa. Pero maldecía más veces que no pudiera hacer nada por ayudar al pequeño, que fuera tan débil, que la oscuridad fuera tan fuerte… Algo debía hacer o Bavol se perdería para siempre.

¡Bavol, escuchame! —gritaba mientras se peleaba con las sombras— ¡Lucha! ¡No te dejes ganar por la oscuridad! —las sombras eran cada vez más numerosas y hasta él corría peligro, pero debía ayudar a Bavol— ¡Quédate aquí, no caigas a la oscuridad!

«Por favor, por favor… No te rindas Bavol»

De pronto cerca de él, apareció Fátima, acompañada de Tulio y Miguel. Fátima no perdió ni un segundo en lanzarse a por el pequeño antes de que fuese tarde.

Viendo una oportunidad, Albert no dudó en gritarle a Fátima la única esperanza que les quedaba para salir de allí con vida:

¡Quitale la vaina de espada! —gritó mientras esquivaba los ataques de las sombras— ¡Tiene una inscripción de la maldición! —esperaba que le hubiera escuchado y que pronto terminara aquella pesadilla— ¡Bavol, aguanta!

Siguió peleando con las sombras, con ayuda de los refuerzos, intentando nuevamente abrirse paso hasta Sparrow.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Jue Sep 11, 2014 6:49 pm

Habían demasiados sincorazón, demasiados como para no recibir ningún golpe por parte de ella. Mientras intentaba que el plan para arrebatarle la vaina a Jack funcionara, una Sombra saltó hacia él y antes de que el niño tuviera tiempo para reaccionar consiguió asestarle en la pierna.

Bavol soltó un grito de dolor ante semejante golpe mientras sentía cómo la sangre empezaba a emanar de la herida que le había provocado el sincorazón. Si Nanashi hubiera decidido ayudarles, quizás hubieran podido enfrentar de mejor forma a las Sombras. Sin embargo, aquella fría bruja ignoró al gitano, al fin y al cabo qué más se podría esperar de un miembro de Bastión Hueco, siempre haciéndose las víctimas de una guerra que ellos comenzaron y con los que nunca se puede colaborar, ni siquiera en el momento más crítico.

Mientras intentaba que no le volvieran atacar, el gitano contempló a la Maestra de Bastión Hueco lanzarse contra el pirata consiguiendo solamente que la vaina saliera volando hasta cerca del altar y que ella recibiera un golpe del capitán que le provocó severas heridas. El pequeño chasqueó la lengua, no es que sintiera especial pena por Nanashi; sin embargo, reconocía que con ella fuera de combate y habiendo visto el poder de Cortés la situación se ponía muy complicada para ellos.

Disfrutaré viéndote arder, bruja

Aprovechó el momento para soltar su discurso para llamar la atención del pirata, lo cual efectivamente consiguió. Bavol tragó saliva y retrocedió un par de pasos asustado al ver que Jack se acercaba hacia él con una malvada sonrisa dibujada en su rostro. Quizás no había sido tan buena idea…

¿Tierras? ¿Tú me hablas de tierras, mocoso?

Bavol estaba temblando de puro miedo al tener tan cerca al pirata poseído por Cortés. Por un momento deseó con todas sus fuerzas salir corriendo de allí; sin embargo, no le habría dado ni tiempo a intentarlo, ya que Jack le golpeó con una fuerte patada que le lanzó hacia atrás.

Las lágrimas se le saltaron al pequeño niño. Le dolía demasiado, posiblemente era uno de los mayores golpes que se habría llevado en toda su corta vida y nunca había tenido tantas ganas de acabar con ese sufrimiento. Lo más terrible es que estaba solo, abandonado a su suerte, ya que sus amigos estaban demasiado lejos como para poder ayudarle.

Por favor… ayuda… —sollozó Bavol entre llantos implorando piedad.

¡No quiero tierras! ¡Quiero VENGANZA!

No… por favor… no me hagas daño… —continuó lloriqueando el gitano mientras abría totalmente los ojos a causa del horror.

El gitano emitió un débil gemido de dolor y de miedo cuando el pirata lo agarró por el cuello y comenzó a levantarlo. Bavol fijó sus ojos temerosos en los de Jack en busca de un ápice de piedad; no obstante, desechó toda esperanza en cuanto sintió como los dedos del capitán comenzaban a apretar cada vez más fuerte. Y todavía no había llegado lo peor…

El agudo chillo de dolor de Bavol resonó por toda la estancia. No entendía de dónde provenía tanto sufrimiento, pero sin duda era el dolor más intenso que había sentido en su vida. Quería que terminase de una vez, quería morir si con eso conseguía que aquella sensación cesase… Ya no tenía más fuerzas para seguir luchando.

No llores, niño, ya que tanto quieres servirme, me servirás...

No era solamente el dolor, algo más terrible estaba ocurriendo en su interior. Su mente se ensombrecía, sus pensamientos se hundían en la nada, sus metas y objetivos se borraban... Era una sensación extraña, parecía que todo se esfumaba como si las estrellas de un cielo nocturno se fueran apagando poco a poco dejando solo la oscuridad.

Sabía que debía aguantar por todos sus compañeros y para poder cumplir su misión como Caballero de la Llave Espada; sin embargo, aquel dolor era demasiado para él. No tenía fuerzas para continuar resistiendo, prefería hundirse en la oscuridad a seguir soportando aquel tormento. Puede que Jack les hubiera dejado una salida, pero lamentablemente no tenía suficiente poder como para poder cumplir las expectativas que el capitán había dejado en él.

Lo... siento... capitán —consiguió decir antes de cerrar los ojos.

Él no podía hacer nada más… o al menos no por sí mismo. Mientras el pirata le siguiera agarrando, Bavol se seguiría hundiendo en la oscuridad sin remedio. No obstante, quizás todavía hubiera una esperanza, una luz que le pudiera salvar.

Si conseguía que Jack le soltase, ya fuera porque el mismo capitán lo hacía o porque alguien le detenía, Bavol se alejaría todo lo que pudiera de él llegándose a arrastrar por el suelo si con ello conseguía tenerlo lo más lejos posible. Aquella experiencia había sido demasiado traumática para él como para querer enfrentarse al malvado Cortés de nuevo.

En lugar de buscar batalla contra el fantasma, Bavol se colocaría junto a Albert entre tambaleos a causa del dolor e invocando su Llave Espada intentaría ayudar al joven a enfrentarse a las Sombras para que éste pudiese llegar hasta la vaina o cualquier otro plan que se le hubiese ocurrido a su compañero. Lo que no se atrevería a hacer de ninguna manera es a tener una confrontación directa contra el pirata poseído.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Vie Sep 12, 2014 3:47 am

Agh, ¡brujería! ¿Cómo demonios... ?

¡Usa la espada!—exclamó Fátima.

Cuando Miguel se puso en guardia, Fátima respiró hondo y cerró los ojos, preparándose para recibir de un momento a otro un doloroso golpe. Escuchó cómo silbaba el viento y el chasquido de la hoja al chocar contra las cadenas, así como la resistencia de estas. Hubo una vibración extraña, con un sonido agudo, y, de pronto, desaparecieron. Fátima se puso en pie de un salto.

¡Gracias, Miguel!

Y corrió a ayudar a Tulio, Llave Espada en mano. Cuando lo hubo soltado, vio que Miguel estaba apartando las ramas del camino que se suponía que habían debido recorrer.

Gracias, Vaan —agradecería Tulio al ser liberado.

No es nada, ¿estás bien?

Chicos, no sé si hay más final que este.

Impaciente y torturada por la angustia, Fátima se mordió el labio inferior y se apresuró a ir tras Miguel para ver a qué se refería. Su sorpresa fue mayúscula al ver que se encontraban ante zona rocosa… Donde se abría la entrada de una cueva, como una herida en medio la pared.

¿Qué pasa? —preguntó Tulio, después de que Miguel les lanzara una mirada significativa.

Entonces los tres escucharon. Y Fátima se estremeció de los pies a la cabeza al escuchar las carcajadas que emergieron por la boca de la cueva, acompañada de explosiones y todo tipo de sonidos que la llevaron a un campo conocido: la batalla. Alguien estaba peleando al otro lado.

¿Sería posible que…?

Parece una segunda entrada —comentó Tulio.

Pues vamos, podremos pillar a esa bruja por sorpresa —añadió Miguel.

Como sea verdad, habremos mandado a Xefil por el camino largo… Aunque quizás así podamos pillarla desprevenida. —Entonces se dio cuenta de que ambos amigos la miraban. Tras un instante de vacilación, asintió y no pudo evitar sonreír, a pesar de la tensión, cuando ambos chocaron las manos.

La cueva era más bien un túnel. Un túnel estrecho y de paredes suaves por el que tuvieron que deslizarse. Fátima lo pasó fatal los escasos segundos que duró el recorrido, convencida de que se encontraría con algo terrible esperándola al final, y que ella no estaría preparada para hacerle frente.

Pero no se topó con ningún monstruo. Al contrario, parecía haber llegado a una gran caverna, donde el sonido de la batalla resonaba con ensordecedora claridad. Se arrastró junto a Miguel y Tulio, encogidodos detrás de una roca, y al asomarse se quedó sin aliento y el corazón comenzó a latirle a toda velocidad.

Oro. ¡Oro por todas partes!

Albert, rodeado de Sincorazón. Nanashi, herida y al parecer en no muy buenas condiciones para pelear.

Y… ¡¿Jack?!, levantando en vilo a Bavol por el cuello.

Vale, necesitamos un plan...

Un plan, un plan, vamos, piensa...

Fátima no lo hizo. No había tiempo. ¡Si no se movían ya, perderían a Albert y a Bavol! ¡Y sería su maldita culpa!

Atacaré a Sparrow. —Ni siquiera comprendía porqué estaba haciendo daño a Bavol. Aunque, en el último instante, vio la espada. Y creyó comprender. Pero tampoco se permitió asimilarlo. Sólo tenía una idea en mente—. ¡Tulio, busca un arma! ¡Ve con Miguel a ayudar a Albert!

Salió a un lado de un par de zancadas, cogió impulso e invocó un Oleaje que la levantó bruscamente del suelo. Fátima lanzó un resoplido por el esfuerzo y se obligó a dirigir la ola contra Jack.

¡Quitale la vaina de espada! ¡Tiene una inscripción de la maldición!

Fátima apenas sí comprendió algo, excepto que tendría que dejarlo para más tarde. Lo principal era…

¡Salvar a Bavol!

Si tenía suerte, embestiría a Jack y ojalá que eso sirviera para separarlo de Bavol. En caso de que no consiguiera acertarle, Fátima intentaría redirigir su ataque para golpearlo.

En cualquier caso, cuando perdiese impulso, saltaría al suelo e invocaría un nuevo ataque: un Tirabuzón. Cuando ambos brazos girasen a su alrededor, utilizaría uno para intentar protegerse de Jack en caso de que la atacara —si no lo hacía, lo emplearía para atacar también— y con el otro arremetería contra el pirata con todas sus fuerzas para alejarlo tanto de sus compañeros como de la dichosa vaina.

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▪ Oleaje (HC) [Nivel 15] [Requiere Poder Mágico: 15, Elasticidad: 15] El usuario crea una ola de agua que no sólo le permite desplazarse a gran velocidad alrededor de un enemigo, sino que embiste con la misma.

▪ Tirabuzón (HM) [Nivel 18] [Requiere Afinidad a Agua; Poder Mágico 25] [Personalizada] El usuario invoca dos anillos de agua de cincuenta centímetros de anchura y cuatro de longitud, que giran a su alrededor a modo de ligera defensa: pueden rechazar ataques físicos de hasta nivel 9. Después, puede convertirlos en hasta dos tirabuzones con los que embiste a sus enemigos.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: Ronda 16

Notapor Zee » Vie Sep 12, 2014 8:52 am

Intentar recuperar el aliento para que mi respiración no hiciera eco por la caverna fue complicado, especialmente después de aquella fatigante carrera. Mi cuerpo me pedía a gritos que me echara en el suelo y le permitiera descansar, pero mi conciencia tenía claro que no podría haber ni un segundo de tranquilidad hasta encontrar a Nanashi y la espada.

Seguir a la Maestra por la selva fue relativamente sencillo. Había dejado un rastro en la maleza tras de sí, el cual pude seguir hasta terminar en la entrada a una caverna. Incluso desde el exterior podían escucharse gritos y golpes y demás sonidos que indicaban un enfrentamiento bajo tierra. Tuve que entrar con cautela para no hacerme daño a mí mismo, pues la gruta era muy angosta y estaba totalmente a oscuras; aminoré la marcha para estar seguro de no estrellarme contra nada y seguí el muro con la mano.

No noté cuando la gruta se abrió a una galería más grande y prácticamente me metí de cabeza en la boca del lobo. Por fortuna tuve suficiente tiempo para digerir lo que estaba ocurriendo, en dónde había terminado, y pude retroceder dos pasos hasta que volví a quedar oculto tras la roca.

Al contrario que el túnel, la cueva se encontraba iluminada por luz natural que se colaba por diminutas fallas en la roca. Estaba tapizada casi en su totalidad por enredaderas y moho, y de no saber ya que era simplemente imposible, habría pensado que había llovido allí adentro con tanta humedad y rocío. El suelo se hallaba cubierto de... de... ¡de tantas cosas! Oro en forma de monedas, joyería, cálices; decenas de armas, cofres de madera, piedras preciosas...

Pero apenas y pude contemplar la magnitud de aquel tesoro, pues casi al instante me llamaron la atención las dos figuras que se encontraban en el centro de la galería, una sosteniendo a la otra del cuello. Se trataba de Jack, quien había tomado a Bavol y lo había levantado tanto como su altura lo permitía; y no hubo manera de que yo pudiese comprender qué sucedía allí ni por qué estaba haciendo aquello. Distinguí también a Albert y a Nanashi, rodeados por montones de sombras que parecían ser Sincorazón.

Hola, ¿qué pasa aquí...? —murmuré, sacándome la daga de plasma del cinturón dispuesto a atacar al capitán. Reparé, no obstante, en que llevaba en su mano una espada desconocida que sólo podía ser el tesoro que habíamos estado buscando. Maldición incluida y todo. Maldición que, al parecer, suponía una especie de posesión demoníaca por parte de la oscuridad e invocación gratuita de todo un enjambre de Sincorazón. Y si aquellas sombras eran capaces de mantener a raya a la Maestra Nanashi...

Así que retrocedí. No podía nada más salir y dar tajos a diestra y siniestra, tenía que pensar bien mis opciones. ¡Pero tampoco había tiempo para pensar, no con Bavol y Albert metidos en aquel embrollo! ¡Debía hacer algo, pero tampoco sabía qué! Encendí mi arma, esperando que algo se me ocurriera en el camino cuando...

¡Una ola! Salida de la nada, una fuerte corriente de agua recorrió media caverna y se abalanzó contra Jack, creando un estruendo al hacer eco en las paredes de roca y al sacudir todo el tesoro a su alrededor. ¡Y Fátima estaba hundida hasta la cintura en ella, como si fuera una especie de montura!

¡Fátima! ¡No sabía de dónde había salido tan pronto, pero si ella estaba allí las cosas cambiaban bastante! Tulio y Miguel debían estar con ella, teníamos la ventaja numérica y el factor sorpresa.

'Aprende, Xefil. Cuando tienes tiempo, te piensas las cosas. Cuando no, simplemente haces lo correcto', me reproché, respirando varias bocanadas de aire para intentar tranquilizarme y removiendo mi daga entre mis dedos. Salí del muro que me ocultaba con una amplia zancada a un lado, listo para el ataque, cuando fui interrumpido en el momento indicado por una orden de Albert:

¡Quitale la vaina de espada! ¡Tiene una inscripción de la maldición!

Todos mis planes se derrumbaron de pronto (si es que tenía algunos, no lo recuerdo bien) en cuanto me di cuenta de lo que realmente era importante. Si podía conseguir esa vaina, tendríamos probabilidades de salir de aquello como victoriosos. Mis ojos dieron vueltas y vueltas por la caverna, una y otra vez, tan rápido como me era posible, buscando la maldita vaina... ¡y finalmente la encontré, solita y abandonada, a unos cuantos pasos de un altar de roca!

¡Sólo tenía que tomarla!

Ni tiempo para pensar tuve. Salí disparado hacia la pared que tuviese más cerca de mí y me subí a ella de un salto, cambiando mi eje de gravedad con un rápido Transversal que me permitiría seguir la curvatura de la gruta y andar por el techo. Me preparé para el impacto, puesto que no tenía suficiente energía para pegarme al muro y luego al techo, por lo que tendría que dejarme "caer" hasta arriba; con mucha suerte, la roca húmeda y toda la vegetación me permitiría rodar para disminuir el daño.

Porque tenía que guardar mi energía para lo que seguía, ¡y más les valía a los presentes no haberme visto, porque tenía que ser veloz!

'Ven con Xefilón'.

Oculto en las alturas, extendí mi mano hacia la vaina de la espada e intenté atraerla con mi Magnetokinesis. Si no había ninguna sorpresa mágica vudú esperándome y realmente podía levantarla a distancia, sólo tenía que llevarla hasta mis manos y leer la inscripción que Albert había señalado. ¡Más le valía habernos dicho la verdad y no una metáfora, porque me jugaba todo con ello!

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▪ Transversal (HM) [Nivel 9] [Requiere Afinidad a Espacio; Poder Mágico: 10]. El usuario cambia su propio plano de gravedad, permitiéndose desenvolverse por los muros o por el techo. Dura dos posts si no es interrumpido.
▪ Magnetokinesis (HM) [Nivel 10] [Personalizada] [Requiere Afinidad a Espacio, Poder Mágico: 18] Xefil usa sus poderes espaciales para adquirir un cierto grado de telekinesis durante un turno, permitiéndole mover objetos a distancia, empujarlos con fuerzas invisibles y levantarlos en el aire. Límite de 3 kg.
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Ronda 17

Notapor Tanis » Dom Oct 05, 2014 8:25 pm

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Tulio asintió, estando de acuerdo con Fátima y rodeó la pared de piedra para lanzarse a la carrera en pos de cualquier arma que pudiera encontrar. Con suerte quizá pudiera encontrar algo con lo que defenderse y ayudar a los demás, ya que el tesoro no sólo lo componían objetos de oro o piedras preciosas.

Miguel no dudó tampoco a la hora de cumplir con la directriz de la chica y saltó espada en ristre a ayudar a Albert. Ensartó a una de las sombras haciéndola desaparecer, regalandole una sonrisa de ánimo al muchacho.

¡Vamos, Albert! ¡Demuéstrales de lo que eres capaz!

Con un tajo lateral alcanzó a otra sombra, posicionándose a la espalda del chico para cubrirle la retaguardia. Poco a poco, el número de sombras empezó a reducirse... aunque continuaban apareciendo. Albert empezaba a sentirse cansado, la Llave-Espada cada vez pesaba más y más... y él apenas era capaz ya de sujetarla.

La ola de Fátima golpeó directa en el blanco, y «Jack» soltó a Bavol debido al ímpetu del oleaje. Arrastrado por la pequeña corriente, los dos brazos de agua, invocados mediante el Tirabuzón de la aprendiza impactaron sucesivas veces contra el cuerpo poseído de «Jack», que profirió un siseó con cada golpe. Bavol cayó al suelo de rodillas, de repente sintiendo que podía respirar mejor y que la oscuridad que hasta entonces había ido nublando su mente desaparecía. «Jack» retrocedió intentando defenderse del agua con la espada,. Un mandoble seccionó el último ataque, provocando que se formara vapor espeso y denso. ¿La hoja estaría caliente?

Otra bruja... —oirían mascullar a «Jack».

Fátima entonces se daría cuenta de que aquella no era la voz de Jack, que sus ojos eran diferentes y que estaba fuera de sí. El pirata avanzó, pasó de largo del niño y enarboló la espada contra Fátima, dispuesto a matarla.

Fue entonces cuando Xefil alcanzó la espada. Había conseguido colgarse del techo gracias al hechizo, y ahora pendía de la roca con la vaina en las manos, en la cual podía leerse la dichosa inscripción que Albert le había indicado. Estaba escrita con gran floritura y filigrana, pero todavía legible:

Señor, fortalece mi brazo para así destruir a las fuerzas paganas del Mal

Al hacerlo, un repentino pulsar de energía estalló desde la vaina por toda la cueva, alcanzando a todo aquel que se encontraba dentro de ella. Entonces las sombras desaparecieron de pronto, desvanecidas en humo negro, al mismo tiempo que un alarido quejumbroso timbraba desde lo más profundo de la garganta de «Jack». La espada resbaló de los dedos, y él mismo cayó de rodillas, con un tambaleo, al mismo tiempo que una forma fantasmal y verdosa se escurría por entre sus labios. Al salir por completo, el fantasma flotó sin rumbo, lanzando aún pequeños gemidos adoloridos hasta descubrirse la cara que tapaba con sus manos casi transparentes. Jack se derrumbó por completo, como un saco de arena, inconsciente.

Hernán Cortés... —Nanashi, que se había librado de las sombras al anularse la maldición, se incorporó apoyada en la pared de piedra contemplando al fantasma que ahora estaba con ellos.

El fantasma era bastante visible, y mostraba tal cual había sido el conquistador en el momento de su maldición de muerte. Aún conservaba su porte regio a pesar de las ropas raídas, la barba descuidada y los pedazos casi deshechos de armadura, también el fuego en sus ojos... la aventura, el poder. Cualquiera que hubiera mirado a «Jack» a los ojos podría ver los mismos en el espíritu, que ya no parecía iracundo. Miró a todos y cada uno de los presentes en la cueva, para detenerse en Bavol, al cual le obsequió con un gesto de cabeza, probablemente de disculpa. Sonrió de lado brevemente a Fátima, con la complicidad de haber encontrado a un guerrero notable, y extendió la mano hacia Xefil, para tocar su hombro, que a pesar de todo continuaba de pie sobre el techo. El tacto del fantasma fue frío y viscoso, algo desagradable, pero al mismo tiempo conciliador. Entonces Cortés habló, con una voz grave y serena:

Me has liberado, muchacho, te doy las gracias.

Flotó hasta posicionarse más cerca del suelo y recogió la espada de él. Levitó más despacio hasta Fátima y le ofreció el arma.

Toma mi espada, mujer, tu magia podrá protegerla. Yo, Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca, gobernador y capitán general de la Nueva España, te concedo el honor de custodiarla hasta el día del Juicio.

Fue al pronunciar aquello, que Nanashi se adelantó empuñando su Llave-Espada, sin intención de dejar que nadie más aparte de ella se quedara con el objeto.

No te atrevas a dársela, espíritu, no voy a permitirlo.

El fastasma se volvió hacia la maestra, una vez le hubo dado la espada a Fátima, con una expresión seria pero desconcertada y se deslizó hacia arriba, empezando a desaparecer.

Está hecho, mujer, no puedes tocarla.

Nanashi detuvo el paso al ver que Cortés se desvanecía sin más, como cualquier espíritu que ya había sido liberado de las cadenas del mundo terrenal, para fijar sus ojos en Fátima, con una fría determinación a arrancarle la espada de las manos. Algo en las palabras del ya ido Cortés le indicarían a Fátima que, de algún modo, el conquistador muerto le había permitido en exclusiva poseer la espada sin despertar su maldición. Nanashi tomó y levantó la Llave-Espada, quizá para convocar su último hechizo.

Entonces tronó un disparo, y agujero oscuro se abrió en la pechera de la maestra, en el lado derecho del pecho. Un reguero de sangre empezó a gorgotear y a empapar la ropa, mientras ella dejaba caer su arma y se llevaba la mano a la herida. Exhaló aire, retrocediendo un par de pasos. Tras ella, Tulio apuntaba con una pistola todavía humeante, preparado para volver a disparar. Con esa suerte que habían necesitado, había encontrado el arma entre el tesoro, junto con la pólvora y pocas balas dentro de una caja de madera, quizá propiedad del propio Cortés.

Tú...

Tulio cargó con un chasquido del gatillo, y volvió a apuntar. Sin embargo, antes de que pudiera disparar de nuevo, Nanashi alzó a un lado un brazo y convocó rápidamente un portal de luz, por el cual desapareció.

¡Eh! —exclamó Tulio, casi corriendo hacia el portal, que se había cerrado ya—. ¡Joder, ¿adónde ha ido?!

Por unos instantes más, se quedó en guardia por si ella reaparecía, pero al ver que no lo hacía, se relajó.

¿Se ha acabado? —murmuró Miguel, dejando caer el brazo que empuñaba la espada.

Supongo... —Tulio tiró la pistola, con un deje de rabia, y se acercó a Jack, que continuaba desvanecido. Chasqueó la lengua al arrodillarse junto al capitán. Le colocó una mano en el cuello. Entonces, tras un pequeño lapso de silencio, anunció—. Está vivo...

Miguel también se acercó, ayudando a caminar a Albert. Miró a sus compañeros de tripulación.

Bueno, ¿y ahora qué?

Lo cierto era que tenían que salir de allí, Habían hecho huir a Nanashi, el fantasma maldito de Cortés ya se había ido, presuntamente, al Más Allá, habían desentrañado los entresijos de la maldición de la espada, averiguado sobre sus poderes... Ya sólo quedaba volver a casa, poner a salvo la espada, tal y como Rebecca les había pedido... Pero...

¿Qué iba a pasar con Tulio, Miguel y Jack? Cierto era que todavía era posible que el barco de Jan anduviera aún en la costa... Ahora tocaba atar los cabos para que la desaparición del grupo de aprendices de la expedición no resultase sospechosa. Tenían que armar un plan, y tal vez convencer a Tulio y a Miguel de que era mejor si ellos se llevaban el arma, a cambio de olvidarse de la parte del tesoro, si querían.

Jack no parecía que fuera a despertar pronto, aunque... ¿quién sabía?

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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Mar Oct 07, 2014 11:56 pm

Fátima reprimió un sentimiento de euforia cuando consiguió arrancar a Bavol de las manos de «Jack». Después arremetió con sus brazos de agua hasta que su enemigo destrozó el último que le quedaba, evaporándolo. Fátima abrió mucho los ojos y apretó los dientes.

Otra bruja...

«Esa… Esa no es su voz…» pensó la muchacha. Ahora que estaba más cerca incluso apreció pequeños cambios físicos que la desconcertaron.

Con todo, no pudo concentrarse en ello: su principal preocupación era evitar que Jack le arrancara la cabeza de un espadazo. Invocó su Llave Espada y la interpuso entre ambos, rezando porque sus habilidades le permitieran hacerle frente.

No habían pasado unos pocos segundos cuando se le puso la piel de gallina y, de pronto, sintió que algo se aproximaba a toda velocidad. La onda expansiva la alcanzó antes de que supiera que estaba haciendo y la tumbó con brusquedad. Se incorporó tan rápido como pudo, justo para ver cómo Jack caía de rodillas, gritando. Entonces, algo salió de su boca. Algo que en seguida comenzó a adoptar forma humana.

«¡Un… un fantasma!».

En cuanto terminó de emerger del cuerpo de Sparrow, el capitán pirata se derrumbó, inconsciente. El espíritu, entre tanto, se cubría el rostro, gimiendo.

Hernán Cortés... —dijo Nanashi, incorporándose poco a poco.

¿Cortés?—repitió Fátima, clavando los ojos en el conquistador.

O en lo que quedaba de él.

Parecía que se había calmado y comenzaba a demostrar un aplomo que sorprendió a la chica, que examinó los restos de su armadura, las tristes ropas… Nada de lo cual le restaba presencia. Se preguntó cómo habría sido verlo cuando estaba vivo.

En cualquier caso, el fantasma ya no parecía furioso, ni con ganas de matar a nadie. Al contrario. Observó a todos sus rivales y, sin palabras, les pidió perdón o agradeció su intervención. Fátima se quedó sin saber muy bien qué hacer cuando Cortés le sonrió, pero al ver respeto en sus ojos, no pudo más que intentar devolverle el gesto e inclinar la cabeza.

Me has liberado, muchacho, te doy las gracias.

«Así que estaba atado a la espada… Tantos, tantos años… No me extraña que estuviera enfadado».

Se puso tensa cuando recogió la espada que se le había escurrido de entre los dedos a Jack —y no pudo más que pensar si todos los fantasmas serían capaces de tocar objetos sólidos—. Pero, entonces, para su sorpresa, le ofreció el arma a ella.

Toma mi espada, mujer, tu magia podrá protegerla. Yo, Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca, gobernador y capitán general de la Nueva España, te concedo el honor de custodiarla hasta el día del Juicio.

Boquiabierta, lo miró a los ojos durante unos segundos. De pronto le surgieron mil preguntas. ¿Qué era lo que hacía exactamente la espada? ¿Por qué estaba maldita? ¿Qué le ocurriría a él? ¿Qué pasaría si perdían la vaina…?

No te atrevas a dársela, espíritu, no voy a permitirlo.—Fátima pegó un respingo; había olvidado por completo a Nanashi.

Se apresuró a coger la espada, temerosa de que le hiciera daño. Sin embargo, no sucedió nada. Miró a Cortés y sintió que tenía que decirle algo.

La protegeré con mi vida. Descansa en paz.

¿Sonó muy grandilocuente? No lo sabía. Pero fue lo primero que se le ocurrió y esperó que, al menos, le otorgaran un poquito de tranquilidad.

Está hecho, mujer, no puedes tocarla.

Y Cortés comenzó a desvanecerse.

Pero los problemas no se habían terminado. Fátima apretó la espada contra sí y enarboló la Llave Espada en la otra mano cuando Nanashi se dirigió hacia ella con fría decisión. El corazón se le disparó. No tenía nada que hacer contra la Maestra, ¡pero había dado su palabra, tenía que intentar…!

El disparo resonó en sus oídos y un torrente de emociones contradictorias la sacudieron cuando vio la sangre manar del pecho de su antigua Maestra.

Tú...

Tulio apuntaba a Nanashi armado con una pistola y dispuesto a disparar de nuevo. Pero en ese momento, la mujer decidió que era el momento de retirarse e invocó un portal de luz, apresurándose a saltar a través de él.

¡Eh!¡Joder, ¿adónde ha ido?!

A ponerse a salvo. No te molestes, Tulio—dijo Fátima, hundiendo los hombros y notando que toda la tensión, la angustia y el cansancio comenzaban a hacer mella—, no podríamos alcanzarla.

¿Se ha acabado?

Supongo... —Tulio se acercó a Jack y le tomó el pulso—. Está vivo...

«Menos mal».

Bueno, ¿y ahora qué?

Sí, eso. ¿Y ahora, qué?

Tenían la espada, habían cumplido su misión. Fátima quería largarse de allí, volvier a Tierra de Partida y dormir una semana entera. Pero no podían abandonar a sus compañeros. Claro que… Si Jack se despertaba, reclamaría la espada…

Lo primero de todo es, ¿hay alguien herido? Creo que me queda algo de magia para curar heridas superficiales —dijo.

Después envainó el arma con un escalofrío y la apretó sobre su pecho, sin la más mínima intención de soltarla o permitir que se alejara de ella. Al moverse tintinearon unas cuantas monedas y la muchacha bajó la vista. Sólo entonces fue plenamente consciente de que se encontraban sobre un tesoro. Se agachó y cogió un par de monedas con cansacio. Era curioso que de pronto no le atrajeran nada… Aunque algo le dijo que se arrepentiría si no se llevaba algo, de modo que se llenó los bolsillos sin sentir vergüenza ajena. Al fin y al cabo, ese tesoro no lo necesitaba nadie. Y eso le llevó a considerar que…

Tulio, Miguel—llamó la atención de los piratas—.Sé que el capitán quería esta espada, pero ya habéis visto lo peligrosa que es. Nosotros… tenemos la capacidad de impedir que vuelva a hacer daño a nadie. Pero tenemos que llevárnosla muy lejos. Además—frunció el ceño y examinó el arma—parece que… gracias a Cortés puedo tocarla sin que me afecte y por lo que dijo, no va a permitir que otra persona la guarde. ¿Tenéis algo en contra?—Aguardó unos instantes y añadió con una sonrisa—: Creo que este tesoro es mucho más útil que una espada maldita…

Se sumió en sus pensamientos mientras escuchaba las respuestas. Le había caído encima una carga muy pesada. ¿Significaba eso que tampoco se la podía dar a Rebbeca? Lo tendría que hablar seriamente con la Maestra pero… ¿Qué iba a hacer? ¿Quedársela en el dormitorio? Suspiró. Daba igual. Ya discutiría eso en su momento. Lo importante era qué hacer con los piratas.

Sea como sea, aquí no podemos hacer nada. Os acompañaremos a la costa.—Dirigió una mirada significativa a sus compañeros.

Y luego, se marcharían. Con suerte, Jack no se despertaría hasta que llegaran a la playa y para entonces ellos estarían muy, muy lejos y no haría falta pelearse por la posesión de la espada…

En cuanto pudiera, se acercaría a Bavol y le pondría una mano en el hombro:

¿Cómo te encuentras? Siento no haber llegado antes. Te has tenido que llevar un buen susto. Pero ya está, pronto volveremos a casa.—Le dedicó una sonrisa cansada.

Después, a Albert le comentaría en voz baja:

Era tu primera misión, ¿verdad? Lo has hecho muy bien.

Si era necesaria su ayuda para cargar a Jack, Fátima se ofrecería, pero sin entregar la espada a nadie. No estaba dispuesta a probar si en manos de otra persona era realmente dañina. Ante todo, se preocupó por no perderse por el camino y seguir las marcas que habían hecho antes en los árboles. Casi no podía aguantarse las ganas de invocar el glider y marcharse de allí de inmediato. Pero se tragó la impaciencia; así como las respuestas a las posibles preguntas de Tulio y Miguel.
Una vez llegaran a la costa, donde supuso que les estaría esperando el capitán Vander, Fátima se acercarcó a ambos para estrecharles la mano:

Aquí nos despedimos. No es seguro llevar la espada en un barco y no sé si al capitán Vander nos echaría de una patada.—Lo cual no era del todo una mentira—. Ha sido un placer conoceros. Saludad a los capitanes de nuestra parte. Ojalá volvamos a vernos.

Una vez se hubieran ocultado en la selva, en cuanto encontraran un lugar apropiado para convocar sus glider, Fátima le dijo a Xefil:

Antes me preguntaste si creía en las maldiciones. Ahora veo que existen. No sé si este hombre se merecía acabar maldito o no, pero al menos es un alivio saber que las maldiciones pueden romperse, ¿no? —Dejó caer un silencio—. Si no hubieras estado, no sé qué habría pasado… Así que considero que te mereces más que yo cuidar de la espada. Pero me alegro porque me da que va a ser una carga.—Le tendió la mano—. Gracias.

Dicho esto se puso su armadura e invocó su glider. Al montar buscó una postura relativamente cómoda con la esperanza de que la espada no se le cayera y despegó poco a poco, suspirando de alivio por haber cumplido su misión. Una pequeña victoria contra Bastión Hueco.

Con todo, no pudo dejar de preguntarse qué tal se encontraría Nanashi. Dudaba mucho que estuviera gravemente herida pero… Quizás, en el fondo, lo que sucedía era que le daban miedo las posibles repercusiones. No podía deshacerse de la imagen de Nanashi avanzando con frialdad hacia ella, dispuesta a arrancarle la espada de las manos. Estaba claro que habían tenido mucha suerte. Pero llegaría el momento en que no podrían seguir dependiendo de ella.

Con el ceño fruncido y un peso de más en el pecho, Fátima aceleró, alejándose de la isla.


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Lo de ir a la playa es lo que haría Fátima; en caso de que el resto del grupo decidiera ir en barco pues… Fátima se iría sola para no permitir que Jack (ni nadie) se acerque a la espada xD.

Me ha gustado muchísimo estar de extra en esta trama y cómo la he disfrutado, incluso con retrasillos; me he divertido con todos y me muero de ganas de volver a encontrarme con Jack, Tulio, Miguel y el capitán Vander <3. Ojalá Stelios no se hubiera caído, pero mientras duró estuvo genial. ¡GROG! (?)

Gracias por el esfuerzo, Tanis. Sabes que me tendrás en la siguiente trama de Port Royal que abras ~
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Jue Oct 09, 2014 12:06 am

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De pronto, sintió como toda la oscuridad que había inundado su mente desaparecía. El capitán había dejado de agarrarle, lo que provocó que el gitano cayera de rodillas contra el suelo.

Poco a poco el dolor iba cesando, su respiración iba regulándose e iba recuperando la noción de la realidad. No sabía exactamente cómo había ocurrido y tampoco tenía aún las fuerzas suficientes como para poder levantar la cabeza y entender lo que estaba pasando. No obstante, pudo llegar a escuchar a Jack diciendo:

Otra bruja...

¿Otra bruja? Bavol no sabía a quién se estaba refiriendo, si se trataba de una desconocida o de una persona que estaba relacionado con ellos, quizás la Maestra Rebecca o puede que incluso su compañero Fátima.

Tras un rato, arrodillado en el suelo con una mano apoyada en el suelo y con la otra sobre el corazón, el gitano sintió una fuerte onda de energía que inundaba la estancia. Hizo un esfuerzo para mirar a su alrededor y pudo comprobar que los sincorazón habían desaparecido, que Fátima y Xefil habían llegado (teniendo éste último la vaina entre sus manos) y que Jack yacía inconsciente en el suelo.

Hernán Cortés... —oyó decir a la Maestra de Bastión Hueco.

Nada más escuchar aquel comentario, Bavol alzó el rostro para encontrarse inesperadamente con el fantasma del hombre contra el que habían estado luchando. Incluso muerto, su aspecto desprendía pasión y fiereza, pero carecía de ese odio y esa ira que había visto en él hace unos instantes. El gitano se dio cuenta de que Cortés se quedó unos segundos mirándolo fijamente para después inclinar la cabeza a modo de disculpa. Ante aquel gesto Bavol no pudo evitar esbozar una débil sonrisa, aunque en su interior estaba convencido de que iba a tardar en olvidar la experiencia que le había hecho vivir el conquistador.

Después de agradecerle a Xefil que lo hubiera liberado, agarró la espada que tanto les había costado encontrar y se la entregó a Fátima.

Toma mi espada, mujer, tu magia podrá protegerla. Yo, Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca, gobernador y capitán general de la Nueva España, te concedo el honor de custodiarla hasta el día del Juicio.

La reacción de Nanashi no se hizo esperar, pero Cortés ya había decidido y ahora le reclamaban en otro mundo. Si hubiera sido por la Maestra de Bastión Hueco, le habría arrebatado la espada violentamente a Fátima; sin embargo, el rápido disparo de Tulio provocó que Nanashi se frenara en seco.

No es que le disgustase aquel inesperado ataque hacia un miembro de Bastión Hueco, pero se tuvo que llevar las manos a la cara cuando observó la herida que había provocado la bala en el pecho de su adversaria. Aunque estuve dispuesto a luchar siempre contra sus enemigos y le costase tener que reconocerlo, aún había consecuencias de la guerra que le costaba demasiado asumir.

¡Eh! Joder, ¿adónde ha ido?! —oyó decir a Tulio quitándose las manos de los ojos. Nanashi había huido por lo que podía ver.

A ponerse a salvo. No te molestes, Tulio, no podríamos alcanzarla —respondió Fátima.

¿Se ha acabado?

Supongo... —Tulio arrojó al suelo el arma que había empleado para disparar a Nanashi. A continuación, se dirigió hacia alguien del que se había olvidado por completo: el capitán Sparrow. Le tomó el pulso y a continuación anunció—. Está vivo...

Bavol soltó un suspiro de alivio, por un momento había temido que Cortés se hubiera llevado consigo la vida del ingenioso pirata. Aunque Tulio ya había aclarado que seguía con vida, el gitano estaba extremadamente preocupado por el hombre al que había estado siguiendo (y admirando) durante toda aquella aventura. Después de todo, parecía que le había cogido cariño de verdad al capitán Sparrow.

Haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban se arrastró hasta el cuerpo inconsciente de Jack y colocándose al lado de Tulio se aseguró de que el pirata estuviera en perfecto estado.

Bueno, ¿y ahora qué? —preguntó Miguel ayudando a su compañero Albert.

Supongo que tendremos que salir de aquí de una vez, ¿no?

Lo primero de todo es, ¿hay alguien herido? Creo que me queda algo de magia para curar heridas superficiales

Yo estoy bien… —no era exactamente cierto, pero dudaba que la magia de Fátima pudiera curar las heridas de su interior— ¿pero el capitán estará bien?

Bavol estuvo a punto de zarandear suavemente el cuerpo de Jack Sparow en un intento de despertarlo, pero antes que sus manos tocaran el pecho del pirata se detuvo un instante. Tenían la espada en sus manos y si Jack no estaba consciente sería más fácil llevársela consigo, quizás lo mejor sería dejarlo dormido por el momento, aunque por dentro estuviera deseando hacer algo para demostrar de una vez por todas que Sparrow continuaba vivo.

Cuando elevó la mirada se encontró con Fátima cogiendo algunas monedillas que había desperdigada por el suelo. Bavol echó un rápido vistazo a su alrededor con la cabeza, pero enseguida desechó la idea. Todas aquellos tesoros no le interesaban lo más mínimo, ¿para qué querría él todo ese dinero? Lo único que quería en aquel momento era volver a Tierra de Partida llevándose consigo la espada y dejando sano y a salvo al capitán Sparrow.

Tulio, Miguel—comenzó a decir Fátima—.Sé que el capitán quería esta espada, pero ya habéis visto lo peligrosa que es. Nosotros… tenemos la capacidad de impedir que vuelva a hacer daño a nadie. Pero tenemos que llevárnosla muy lejos. Además, parece que… gracias a Cortés puedo tocarla sin que me afecte y por lo que dijo, no va a permitir que otra persona la guarde. ¿Tenéis algo en contra? Creo que este tesoro es mucho más útil que una espada maldita…

Tan ingeniosa y preocupada como siempre. Se imaginaba que dos hombres como ellos, que por lo que sabía sólo iban de un lugar a otro en busca de fortuna, no se opondrían a un trato como ese. Además, en el peor de los casos los aprendices de Tierra de Partida estaban en superioridad numérica, aunque esperaba que no tuvieran que llegar hasta aquel extremo.

Sea como sea, aquí no podemos hacer nada. Os acompañaremos a la costa. —Bavol asintió ante la propuesta de su compañera, no tenía nada que objetar.

Se marcharon por fin de aquella gruta en dirección a la playa. Él era demasiado pequeño y estaba demasiado cansado como para poder ser útil para transportar al capitán Sparrow de un lugar a otro; no obstante, decidió permanecer lo más cerca posible del pirata manteniendo siempre un ojo encima de él.

Mientras caminaban buscó con la mirada a Albert para cerciorarse que su compañero también se encontraba bien. No tenía el suficiente ánimo como para ir a hablar con él, pero al menos alzó su puño con el pulgar levantado a la vez que le guiñaba un ojo. Puede que ellos dos no hubiesen podido derrotar a Cortés solos, pero su compañero había sido muy valiente.

De pronto, sintió una mano sobre su hombro, de manera que alzó el rostro para comprobar que Fátima se encontraba junto a él.

¿Cómo te encuentras? Siento no haber llegado antes. Te has tenido que llevar un buen susto. Pero ya está, pronto volveremos a casa.

Resumirlo como un buen susto se quedaba corto, había sido una experiencia verdaderamente terrible. Haber visto como un hombre al que admiraba era poseído por aquel fantasma y le comenzaba a estrangular a la vez que le provocaba todo aquel dolor insoportable… No tenía palabras para poder describir lo horrible que había sido.

Aquella espada era peligrosa, precisamente por eso la Maestra Rebecca les había mandado a que la buscarán. Puede que Cortés hubiera confiado en ella (y Bavol sabía que Fátima era una persona de fiar), pero esa arma tenía que estar vigilada por los Maestros de Tierra de Partida.

Dale la espada a la Maestra Rebecca, ¿de acuerdo? Es lo mejor para todos —se limitó a decir Bavol esbozando también una débil sonrisa para corresponder a la de Fátima.

No tardaron mucho más en llegar a la playa. Allí comenzaron la despedida de Tulio, Miguel y del inconsciente Jack; sin embargo, el gitano aún sentía que tenía cosas que hacer en Port Royal: quería asegurarse de que el estado del capitán era bueno y quería hablar con él.

Yo me quiero quedar con el capitán —le indicó Bavol al resto del grupo— Al menos hasta que despierte… Vosotros podéis iros sin mí, yo prometo que me escaparé cuando vea que todo esté bien. Confiad en mí.

Intuía que aquella idea no le haría ninguna gracia a sus compañeros, pero no estaba dispuesto a volver hasta Tierra de Partida hasta haber hecho eso. Daba igual lo que le dijeran, tendrían que impedírselo físicamente si querían evitar que acompañase al trío, y lo mismo podía decirles a Tulio y a Miguel. Además, si el barco de Vander aún se encontraba allí esperándolos, también podría rencontrarse con Crow y de conseguirlo, le intentaría contar todo lo sucedido.

Una vez se asentaran en un sitio tranquilo y seguro, ya fuera en la orilla de la playa o en el barco si continuaba allí y aceptaba recibirlos, Bavol intentaría despertar al capitán Sparrow. De conseguirlo, el gitano esbozaría una amplia sonrisa de felicidad y se lanzaría hacia él para abrazarlo con fuerza.

¡Está vivo, capitán! —exclamó el niño alegremente—. Estaba asustado por si el fantasma ése le había matado, pero veo que usted siempre sobrevive —esperó a que el pirata reaccionara y cuando lo viese lo suficientemente despierto, le comenzaría a relatarle los hechos—. Tengo que contarle lo que ha pasado. Cortés le poseyó cuando abrió la espada y nos tuvimos que enfrentar a él, Fátima y Xefil aparecieron y conseguimos leer la vaina como nos indicó. Tulio y Miguel consiguieron que la bruja ésa huyera muerta de miedo y la espada… bueno… —no sabía muy bien qué debía decirle sobre este tema. Si le contaba que se la habían llevado, se enfadaría y si le decía que se había perdido, quizás el pobre pirata la seguiría buscando durante años. Lo mejor sería contarle otra mentira—. La espada perdió sus poderes cuando Cortés se fue al otro mundo, así que Vaan decidió llevárselo consigo como recuerdo y pago por sus servicios. A cambio, el resto del botín era para vosotros tres.

» Capitán, siento que haya perdido la espada, pero me gustaría pedirle una cosa… —Bavol se sonrojó ligeramente antes de continuar hablando—. Me gustaría formar parte de su próxima tripulación y estar en la siguiente aventura a su mando. ¿Tendría usted un sitio para mí?

Deseaba con todas sus fuerzas que la respuesta fuese afirmativa, ya que así cumpliría un auténtico sueño para él, no obstante, también entendería que en aquel momento le rechazase la propuesta, aunque no le sentaría muy bien. Una vez comprobase que el capitán Sparrow estaba en buen estado y todo estaba en orden, esperaría a tener un momento de intimidad (quizás durante la noche) para montarse en su Glider y volverse a Tierra de Partida. En el peor de los casos, si finalmente se encontraban en el barco de Vander, siempre podía esperar a que atracaran en un puerto y desde allí buscar un lugar discreto desde el que marcharse.

La próxima que volviera a Port Royal intentaría experimentar la verdadera vida de un pirata y ahora conocía a un buen maestro que le podría instruir.

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Bueno, fin de la Trama.

Lo único que querría pedir para el final es que de verdad me gustaría que Bavol pudiese despedirse de Jack Sparrow XD. A ver si se puede…

A mí la Trama me ha dejado un sentimiento extraño, pero prefiero comentarlo más detenidamente en el tema de Sugerencias cuando dé mi opinión. Pese a todo, muchas gracias por el esfuerzo a Tanis y por supuesto a mis compañeros que me han dado algunos momentos para disfrutar muchísimo.

Y yo también espero volver a repetir en Port Royal. Nos vemos~
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