[Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Trama de Xefil, Bavol, Stelios y Albert + Fátima

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Sab Jun 14, 2014 12:11 am

Decidme, ¿un pirata os habría sacado del agua en medio de una tormenta a riesgo de la vida de sus propios hombres?

Por el tono de su voz parecía estar ofendido ante las preguntas que le había formulado. Necesitaban saber en qué situación se encontraban, pero, tal vez, no lo habían tratado con suficiente sutileza.

No pretendíamos…

Sin hacer mucho caso a Albert, el capitán centró su vista en Stelios, mirándolo seriamente.

Mi rumbo es asunto mío, muchacho, abstente de querer curiosear demasiado sobre nada y vivirás más tiempo. Es un consejo.

No eran formas de hablar, pero estaba claro que las dudas hacia su persona le habían molestado lo suficiente para tratarlos con frialdad tras lo sucedido y disculparse no iba a servir de mucho ante lo dicho. Aún así, Albert se disculpó.

Sentimos mucho si le hemos ofendido.

Retiraos.

La respuesta era evidencia de que la disculpa no había servido de nada. Realmente estaba enfadado. No habían empezado con buen pie en aquel mundo y encima habían ofendido a la persona que les rescató de morir ahogados. Albert tenía el presentimiento de que todo iba a ir a peor según avanzasen en la búsqueda de la espada.

Gracias por su ayuda, capitán Vander.

Al salir del camarote se vieron sacudidos por el bamboleo del barco, debido al fuerte oleaje que azotaba el mar. Albert no recordaba haber visto una situación similar en Atlántica, aunque también era la primera vez que montaba en barco de verdad. Stelios estuvo apunto de caerse, pero alguien le ayudó a mantenerse de pie.

Gracias… ¿Señor Crow?

Eso ha sido rápido. Pensaba que el capitán os interrogaría un poco más. Si no lo ha hecho, entonces estáis a salvo. Sea cual sea vuestra misión, podréis retomarla desde Port Royal.

A pesar de haber estado a poca distancia de Crow cuando estuvo en La Red, Albert no le vio debido a que había entrado en shock. Había oído sobre él, pero no supo ponerle cara hasta ese momento.

Crow les guió hasta un camarote, en la zona inferior del navío, donde siguieron hablando.

Escuchad, sólo nos queda la noche y medio día de mañana para arribar a puerto, no podré vigilaros todo el tiempo así que procurad no meteros en líos. Seguramente os encarguen tareas de limpieza, no será complicado.

»Podéis acomodaros como mejor os parezca, yo he... he de volver a cubierta, por si aparecen más sincorazón.

Albert rondaba por su cabeza la idea de preguntarle sobre la espada que debían encontrar y cuando se disponía a preguntarle sobre ella, Stelios se adelantó en hablar con Crow.

¡Espera! Con nosotros habían dos más, una chica y un niño. Cayeron durante la pelea con los sincorazón. ¿Les viste cuando nos ayudaste? ¿Sabes dónde pueden haber ido?

Era cierto, no habían visto ni a Fátima ni a Bavol a bordo del barco. ¿Habrían caído al mar? Albert esperó a que Crow contestase a Stelios, deseando que estuvieran en el navío y a salvo.

Tras responder, Albert formularía su pregunta, hablando en un tono bajo, pues no quería que fuera un tema sonado en el barco.

Disculpe… Señor Crow —dijo, imitando como se había dirigido a él Stelios momentos antes—. En nuestra misión se nos ha encomendado buscar una espada… la Espada de Cortés. ¿Sabeis algo sobre ella o dónde encontrarla?
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Sab Jun 14, 2014 12:21 am

Aquellos segundos en los que el capitán Sparrow permaneció en silencio antes de contestar le parecieron eternos.

No quería que le rechazara su oferta, ya no sólo para poder avanzar en su misión, sino porque se sentiría totalmente avergonzado. Además, si lo pensaba bien, significaría que tendría que volver con Fátima para decirle que quizás había estropeado la única oportunidad que tenían.

Pero lo siento, hijo, no llevo niños a mi tripulación

Sentía como la cara le ardía de vergüenza, finalmente le había rechazado. Se había imaginado que le podría decir algo así, por eso le dijo que ya había estado con otro capitán pirata (al fin y al cabo a Ronin se le podría considerar uno). ¿Es que iba a estropear todas las misiones sólo por ser un niño?

Ya tuve problemas con un sacerdote por eso, ¿entiendes? —le susurró el capitán. Bavol negó con la cabeza, la verdad es que no entendía bien las razones del capitán—. Además, no me interesa abrir ningún cofre esta vez. Vete a jugar por ahí.

El capitán Sparrow continuó avanzando mientras miraba con especial interés los barcos del puerto. Bavol dirigió una rápida mirada a las embarcaciones, seguramente estuviera decidiendo qué navío de su flota emplearía en esta aventura. Si no conseguía convencerle de forma diplomática, tendría que encontrar la manera de seguirle la pista. Quizás si descubriera en qué barco iba a navegar, podría colarse en él y…

No tuvo tiempo para seguir ideando su plan. Unos repentinos gritos lo devolvieron a la realidad. Rápidamente el gitano comenzó a mirar a su alrededor y pudo contemplar como de pronto empezaban a surgir los sincorazón en el muelle.

No, esto no, por favor… —musitó Bavol asustado.

Bavol negaba con la cabeza mientras observaba aterrorizado el avance de los sincorazón. Aquello era algo terrible. No tenía que haberse separado de Fátima, él solo no conseguiría nada.

Los gritos de los pobres habitantes de Port Royal continuaban resonando suplicantes de ayuda, el capitán Sparroe también estaba siendo atacado por las Sombras y Bavol se encontraba solo frente a aquel problema…

No podía luchar contra todos ellos, tenía que huir en busca de su compañera; sin embargo, no podía irse. Algo aún lo retenía ahí.

No podía dejar a aquellas personas inocente perecer ante los sincorazón, ¿cómo podría dormir por las noches sabiendo que había abandonado a quienes le necesitaban más que nunca? Era consciente de que debía de mantener la discreción por el bien de la misión, pero en aquel momento le daba igual. Era un Caballero de la Llave Espada y su principal misión era salvar a la gente de los sincorazón.

Rápidamente alargó su brazo e invocó su Llave Espada dispuesto a combatir contra sus enemigos, aunque tampoco tenía muy claro cómo lo iba a hacer. Tres Sombras estaban acorralando al capitán Sparrow. Seguramente el experto pirata supiera defenderse por sí solo y no necesitara tanto su ayuda como los ciudadanos corrientes de aquella isla; sin embargo, puede que sí necesitara una pequeá ayuda.

¡Piro! —conjuró Bavol apuntando hacia las Sombras esperando conseguir que se dispersaran. A continuación, miró al pirata y exclamó— ¡Vamos, capitán, huya!

Seguidamente, tras haber intentado ayudar de alguna manera al pirata, salió corriendo hacia la zona de la que provenían la mayor parte de los gritos. En cuanto llegara se dispondría a atacar con su Llave Espada a cualquier sincorazón que estuviese a punto de acabar con la vida de algún ciudadano.

Puede que no pudiera derrotarlos a todos, pero sí que podía ganar algo de tiempo para que la gente huyera y se resguardase en alguna zona segura.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Sab Jun 14, 2014 2:41 am

¿Y qué te hace pensar que nosotros sabemos si hay sitio o no, muchacho?

«Se nota que no sé negociar» suspiró Fátima para sus adentros. Sólo aquella respuesta le hizo ver que no iba a lograr nada por ese camino. Avergonzada por su torpeza y haber hecho el ridículo, tuvo que hacer uso de toda su voluntad para no enrojecer hasta la raíz del cabello.

Como has dicho, ese hombre nos ha invitado a formar parte de su tripulación y absurda aventura —dijo Tulio con sequedad—. De modo que si quieres unirte también habla con él, yo me lavo las manos.

«Bueno, bueno. Disculpa por preguntar». Fátima frunció el ceño y le dirigió una mirada hosca casi sin pensarlo. Una cosa era que la rechazaran porque no quisieran hablar con ella, pero otra muy distinta emplear esos modales.

Rumió para sus adentros alguna respuesta ácida, alguna humillante para devolverle el golpe a Tulio. Pero, en el último segundo, se contuvo y se encogió de hombros. Si conseguía unirse a la tripulación de aquel tipo, no quería tener problemas con nadie. Si es que lo lograba. Demonios, qué torpe era. Sólo deseaba que se la tragara la tierra un ratito y la hiciera olvidar aquel desagradable momento.

Miguel contempló a su compañero marcharse, suspiró y le dijo:

Disculpa, es un poco huraño y cascarrabias, y el asunto de la piratería... —el enervamiento que estaba experimentando se suavizó un poco ante el tono de Miguel—. Nosotros encontramos al capitán Sparrow en una taberna...

¡Miguel!

El joven se encogió y a Fátima, por si le había quedado alguna duda antes, le resultó muy claro quién llevaba las riendas. Con todo, se acercó y le susurró:

Se llama «La gaviota parda», buena suerte.

Sonrió.

Igualmente. Mucha suerte también. Y gracias.

Miguel le devolvió ligeramente el gesto y se apresuró a marchar tras Tulio, que ya se había alejado calle abajo. Fátima respiró hondo y repitió el nobre de la taberna para sus adentros. ¿Estaría muy lejos? Y, de todas formas, ¿no sería más fácil intentar localizar a Bavol…? Un grito interrumpió el curso de sus pensamientos.

¡Tulio!

Levantó la mirada y vio cómo Miguel corría hacia su amigo. Luego, sus ojos se detuvieron en una siniestra figura.

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Tulio trataba de esquivar al monstruo mientras por todas las calles circundantes estallaban gritos de horror y miedo. Fátima, boquiabierta, miró a su alrededor. ¿Por qué todo el mundo gritaba? ¿Es que…?

«¿Es que hay más? ¿Por tantos sitios? » se horrorizó.

¡Tulio!

Miguel trató de cubrir a Tulio. La garra del Neosombra destelló en la oscuridad. Fátima gritó una advertencia completamente inútil e invocó su Llave Espada, arrancando a correr hacia ellos. Pero no llegó a tiempo. Las garras del Sincorazón se hundieron en el pecho de Miguel y el joven se tambaleó hacia atrás. Tulio se apresuró a recogerle.

Fátima comprendió que no conseguirían evitar el próximo ataque de la Neosombra y no se detuvo a pensar. Apuntó con una mano e invocó un Electro +, esperando que aturdiera a su enemigo aunque sólo fuera por unos segundos que le permitieran arremeter contra él pegando un grito, Llave Espada en ristre, y alejarlo de Tulio y Miguel. Trataría de acabar con él a base de estocadas y espadazos, con la prioridad de empujarlo lejos de sus víctimas.

¡Largaos, llévatelo, ya!—gritaría a Tulio.

Trataría de debilitar al Sincorazón con su Llave Espada y atacaría con un Perla. Después intentaría contenerse con el uso de la magia y se limitaría a intentar matar con todas sus fuerzas al Neosombra con su arma. Si, por algún casual, conseguía vencer al Neosombra, se precipitaría hacia Miguel para sanar superficialmente su herida con un Cura.

En caso de que no, aprovecharía cualquier descanso o hueco que le permitiera su enemigo para curar al chico desde lejos.

En ese momento le importaba bien poco lo que pudieran pensar de ella o de su magia; no iba a dejar que nadie muriese si estaba en su mano evitarlo.

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▪ Electro+ (HM) [Nivel 15] [Requiere Electro; Poder Mágico: 16]. Un par de rayos salen de la punta de los dedos del personaje, con ciertas posibilidades de paralizar y más potente.

▪ Perla (HM) [Nivel 3] [Requiere Poder Mágico: 4]. Proyectil de luz lineal en forma de esfera, con probabilidad de rebotar si golpea alguna superficie sólida.

▪ Cura (HM) [Nivel 5] [Requiere Poder Mágico: 7]. Cura las heridas más leves y alivia un poco la fatiga.

Y adiós magia, te echaré de menos ;w;
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Varias rondas y tal

Notapor Zee » Dom Jun 15, 2014 12:30 am

Agua. Elixir de la vida, líquido vital, tan preciada, tan valiosa, tan necesaria...

Tan salada y tan... ardiente. En los pulmones. Sobraba decir que me arrepentía por haberme lanzado al agua; ningún nadador, por más prodigioso que fuese, hubiese resistido aquella poderosa tormenta. Y obviamente, como yo no estaba ni siquiera cerca de ser un tritón, no tardé más que unos minutos, tal vez menos, en verme superado por aquellos tsunamis.

Tragar agua en lugar de aire era, sin duda alguna, la peor sensación que había sentido en la vida. Jamás me había sentido tan desesperado e impotente, completamente aterrorizado ante la bastante real posibilidad de morir. ¿Y cómo era posible que un líquido tan cristalino y tan puro quemara como hierro fundido en mi interior?

Tosí y escupí y volví a toser, encogido sobre mí mismo y clavando las uñas en la madera del navío, echando fuera menos agua de la que, pensaba yo, había tragado. Incluso cuando creí haberme vaciado, los espasmos no se detenían, me sacudían desde el interior y me provocaban un dolor insoportable.

Cuando finalmente el reflejo se detuvo, no pude hacer más que quedarme acostado sobre la madera, tendido de espaldas sin importar que la lluvia me golpeara con tanta fuerza que parecía apuñalarme una y otra vez. Sólo cerré los ojos y me esforcé por volver a sentirme... bien. Normal. No-ahogado.

¡Tenemos a uno, señor Crow!

Y hasta alucinaba... Crow, había gritado un marinero. Claro, pensé con sarcasmo, como si hubiera posibilidad alguna de que él en particular se encontrara allí. Él estaba encerrado en un mundo virtual... lejos... muy lejos...

Me aferré a la realidad mientras alguien me ayudaba a levantarme. Tenía muchísimo sueño, demasiado para las horas que había dormido antes de la misión; no podía irme de pronto... todavía teníamos que encontrar a Fátima y a Bavol... y buscar la Espada de Noséquién...

Arriba, chico, voy a llevarte a la bodega. No puedo dejarte aquí en medio.

Nooo... de-déjame en paz, ya te superé... —balbuceé, a sólo una pulgada de perder la cordura y caer rendido en la inconsciencia—. Regresa, regresa a tu Gameboy, Crow...

* * *


Eso ha sido rápido. Pensaba que el capitán os interrogaría un poco más.

Ni que lo digas.

Fue tan rápido y presté tan poca atención que ya ni siquiera estaba seguro de lo que había sucedido. ¿Estábamos en un barco pirata, mercante, de guerra? Ya no tenía ni idea; no le había prestado ni una pizca de atención ni a Albert, ni a Stelios ni al Capitán Comosellame. Sólo sabía que alguien había reemplazado mi capa por una cobija, que uno de mis dos compañeros se las había arreglado para ofender al capitán y que...

Crow estaba allí.

¡Por qué Crow!

Habíamos luchado juntos en otra vida, pero... ni de lejos era mi amigo. Es más, me traía a la mente tan malos recuerdos que comenzaba a pensar que su presencia me desagradaba. Tenía que haberse alejado de nuestras vidas para siempre, tenía que haberse ido a emprender su destino y no sé qué otras cosas...

Pero no, allí estaba. Y me había salvado la vida.

Le debía... la vida... a Crow. La vida de verdad. No una virtual. ¡No quería una deuda con él! ¡No otra!

Si no lo ha hecho, entonces estáis a salvo. Sea cual sea vuestra misión, podréis retomarla desde Port Royal.

Siempre podía fingir que no había recuperado ningún recuerdo, pensé mientras el sujeto de cabello azul nos guiaba al interior del barco, seguramente buscándonos un sitio donde pudiéramos recuperarnos un poco de la impresión y... pasar el tiempo hasta que pudiéramos irnos. Nos hizo pasar a una habitación cuya puerta cerró detrás de sí, dispuesto a que nadie escuchara nuestra conversación.

Aliado de Tierra de Partida... Sí, nos había salvado la vida y todo eso, ¿pero de verdad nos iba a traer ventajas tenerlo de nuestro lado?

Escuchad, sólo nos queda la noche y medio día de mañana para arribar a puerto, no podré vigilaros todo el tiempo así que procurad no meteros en líos. Seguramente os encarguen tareas de limpieza, no será complicado.

Grande —expresé sarcástico, apretando los labios en una mueca. Recuperando poco a poco mis sentidos, empecé también a sentirme más ansioso. De tal manera que, mientras el piratilla hablaba, preferí recargarme contra la pared de madera y... pensar.

Fátima y Bavol eran prioridad, más que el juguete mágico de un conquistador. ¿Y ahora cómo íbamos a encontrarlos? ¿Cómo íbamos, en primer lugar, a saber si estaban a salvo?

Me rasqué el costado de la cabeza con la mano derecha mientras en la izquierda contemplaba mi móvil de muñeca. Al menos... parecía ser resistente al agua, lo cual era afortunado. Pasé un dedo por la pantalla, intentando evaluar su estado cuando advertí que, cómo no, incluso así no tenía manera de contactar a ninguno de los dos. ¿Tenían dispositivo de comunicación, para empezar?

¡Espera! —pidió Stelios antes de que Crow saliera por la puerta. Me mordí el labio para no bufar de fastidio—. Con nosotros habían dos más, una chica y un niño. Cayeron durante la pelea con los sincorazón. ¿Les viste cuando nos ayudaste? ¿Sabes dónde pueden haber ido?

Bueno, al menos él tenía sentido común. Y una mejor idea que la mía. ¿Qué mejor sitio para empezar que allí mismo? Si Fátima y Bavol habían terminado por caer al mar, ¿no era posible que alguien de la tripulación los hubiera visto?

Disculpe… Señor Crow —intervino Albert—. En nuestra misión se nos ha encomendado buscar una espada… la Espada de Cortés. ¿Sabéis algo sobre ella o dónde encontrarla?


Qué —salté, arqueando una ceja y mirando a Albert—. No, espera —sacudí la cabeza y le puse la palma de la mano prácticamente en el rostro—. Los compañeros van primero, el abrecartas va después.

Me giré hacia Crow y le dirigí una mirada severa. Al contrario que Stelios y Albert, yo no tuve reparos en darle un título o tratarlo con cortesía.

Crow, se trata de Fátima —dije simplemente, esperando que una frase tan sencilla, pero con tanta fuerza, tuviera efecto en él. En él precisamente...— Sabes cómo es. Intentó ayudar a alguien y ahora no sabemos dónde está ninguno de los dos.

>>¿Qué tan cerca estamos de tierra? ¿Hay algún sitio cercano donde las olas pudieran haber arrastrado dos cuerpos?


Inconscientes, no muertos, esperaba. O bueno, despiertos, mejor aún. Y ojalá que se hubiesen quitado la Armadura antes de aterrizar... o caer.

Porque no están abordo. Habrían terminado dando contigo, y luego con nosotros, justo aquí. Especialmente ella.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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Ronda 7

Notapor Tanis » Dom Jun 15, 2014 10:28 pm

Bavol


A la luz de la invocación y llamada de la Llave-Espada, los sincorazón que atacaban a Jack se estremecieron y volvieron hacia el niño. La luz del corazón de Bavol era más fuerte que la de cualquiera en ese puerto y por eso, las sombras se olvidaron del capitán y se hundieron en el suelo de madera del muelle para acercarse al aprendiz.

Jack, que había visto el destello, también se volvió en cuanto sus oponentes pasaron de largo, con la espada aún sujeta y contempló el hechizo, que pasó a través de dos sincorazón e impactó en el tercero al surgir de nuevo del suelo. Una calculada y ladina sonrisa se le curvó despacio y sin hacer caso de Bavol, avanzó de dos pasos a la espalda de los sincorazón y los ensartó con su arma en un alarde de esgrima bastante bueno. Las sombras desaparecieron en humo negro con asombrosa facilidad y Jack tan sólo envainó, como si no hubiera más monstruos pululando por el puerto. Un grito particularmente alto resonó, haciendo que Jack desviara la vista y ladeara la cabeza hacia los muelles principales, en tanto que Bavol corría hacia allí para ayudar a la gente.

Un tic de hastío cruzó el rostro del pirata y suspiró, colocándose mejor el sombrero.

Debería haber huido, sí —Como no quería la cosa, Jack echó a andar tranquilamente hacia el puerto firme.

Por el camino recogió una pistola aun caliente del suelo. Su antiguo dueño ya no iba a necesitarla. Como los sincorazón se estaban reuniendo en torno a Bavol, los marineros que quedaban empezaron a huir, dejando solo al niño. Varias de las sombras los persiguieron.

Para Bavol, las que quedaban no eran demasiadas, pero rodeaban al aprendiz para acosarlo con sus arañazos, casi jugando con él fundiéndose en sombras por el suelo para aparecer detrás, o a los lados. Bavol, determinado a defender a los habitantes de Port Royal de esa amenaza, consiguió abatir a cuatro de los sincorazón que le atacaban. Quedaban tres. Dos de ellas huyeron sin aparente razón, ante el desconcertado aprendiz.

La última desapareció en humo al estallar un tiro contra su cabeza.

Recortado contra la luz anaranjada, casi muerta, del horizonte, Jack Sparrow bajó la pistola que había recogido del suelo y se acercó con sus andares excéntricos y tranquila parsimonia.

No ha estado mal, muchacho... ¿Cómo te llamas? —Dijo, comprobando si el arma podía seguir usándose. Al no ser así, la arrojó lejos con un ademán despreocupado. A la respuesta de Bavol añadió—. He cambiado de idea, puedes venirte en mi tripulación. Y si tu... hermanastro también es como tú, no me vendría mal.

Aquellas palabras alegrarían al aprendiz, ya que había conseguido interesar lo suficiente al pirata como para que les dejaran ir en su barco. ¡Podrían encontrar la espada y cumplir la misión!

Mis otros dos tripulantes deben de estar en el punto de reunión. Vamos, ya encontrarás a tu hermanastro por la mañana. Si es un mago se las podrá apañar bien él solo hasta entonces.

Pegas puestas o no, Jack pasó de largo de Bavol, con un gesto para indicar que le siguiera y ambos caminaron hasta un poco más adentro del puerto. El pirata se dirigió a un edificio algo destartalado, de dos pisos, con un letrero colgante en el que se dibujaba un pájaro de color marrón. Al entrar se encontraron que era una taberna, que estaba vacía. Ni siquiera el tabernero, ni chicas que servían se encontraban allí. Jack echó una ojeada a la estancia y caminó habitación adentro.

¿No había nadie de verdad?

Entonces se abrió la puerta y por ella entraron tres personas. Jack esbozó una sonrisa satisfecha. Bavol también podía sentirse aliviado, ya no tendría que salir en busca de Fátima, ella le había encontrado a él.

* * *


Fátima


El hechizo de Fátima impactó de lleno en la neosombra justo antes de que esta ejecutara un nuevo ataque contra los dos indefensos hombres. No la paralizó, pero sí la aturdió lo suficiente como para permitir que Tulio lograra arrastrar a su amigo un poco más lejos del sincorazón, al tiempo que Fátima corría hacia ellos y continuaba con el contrataque. Sin darle un respiro, los espadazos y golpes que Fátima le propinaba a la neosombra consiguieron su objetivo de alejarla de Tulio y Miguel. Bastantes de los ataques de la aprendiz empezarona no acertar al poco, ni a causar gran daño, porque el sincorazón era rápido y esquivo, aunque a cada poco iba retrocediendo por el callejón.

Al grito de Fátima, Tulio alzó la mirada de la herida de su amigo y clavó los ojos en el combate, y en esa extraña arma que blandía Fátima. Un segundo después, determinado y decidido, se levantó un poco más y empezó a arrastrar a Miguel hacia el otro lado de la calle. No parecía que fuera a hacer preguntas en un momento como ese, por lo que Fátima pudo concentrarse de nuevo en la lucha.

Sin embargo su Perla no dio en el blanco y se perdió en la profundidad del callejón . La neosombra abrió un agujero oscuro bajo sus pies y desapareció ante sus narices, para luego aparecer a un lado y lograr asestar un zarpazo en su brazo izquierdo. El sincorazón volvió a desparecer en el suelo con un agujero de oscuridad y reapareció en el mismo lugar del que se había ido antes. Alzó la garra para atacar el otro flanco de Fátima. Entonces retumbó un trueno lejano.

Y el Perla que anteriormente había fallado, impactó en la espalda del sincorazón, al haber regresado por rebote contra una pared. El hechizo logró terminar con el monstruo, que desapareció en una nube de humo negro. Fátima podía respirar tranquila.

Los gritos por las calles circundantes y el puerto cercano aún resonaban, pero no parecía que más sincorazón anduviesen cerca de ellos. Fátima se acercó a Tulio, que había arrastrado a Miguel hacia el final de la calle para apoyarlo contra una pared. Tras desinvocar su arma, la aprendiz ejecutó Cura sobre la herida sangrante que, con algo de esfuerzo, Tulio había intentado taponar. Miguel respiraba entrecortado, pero por lo menos continuaba consciente. La herida se cerró parcialmente gracias al hechizo y dejó de sangrar, y Miguel gimió por el dolor que aún sentía. El zarpazo había sido bastante superficial, pero no tanto como para que un conjuro de tan poco nivel lograra curarlo del todo.

Tulio, que al principio se había mostrado huraño y quisquilloso, no puso trabas a que Fátima se acercara a su amigo y se mantuvo callado y observando con algo de temor. Como hombre de aventuras que era, sabía que existía la magia, aunque su miedo fuera mayor al respeto que pudiera infundir. Con un carraspeo, se dirigió a Fátima, a la vez que cargaba a Miguel pasándose uno de sus brazos por los hombros. El hombre rubio se apoyó en su amigo.

Así que eres un mago. Creo que... he de darte las gracias—Pensativo, Tulio se mordió la lengua y la chasqueó, aguzando el oído para escuchar.

Los gritos habían disminuido, muchos desaparecido. ¿Los sincorazon se habían ido? Miguel se llevó la mano libre al pecho y se palpó los arañazos. Dolían y escocían como una herida tierna que se estuviera aún curando, cuya costra aún no pudiera cicatrizar. Miró a Fátima con igual temor y respeto, y también admiración. Y sonrió débilmente.

Gracias.

Deberíamos irnos, podrían volver.

Tulio desvió la vista hacia el brazo herido de Fátima casi de forma automática para luego apartarla con culpa. El hombre probablemente se estaría debatiendo entre disculparse o darse prisa en irse de allí, antes de que más sincorazon aparecieran. Miguel miró a uno y a otro, antes de que Tulio se decidiera, y añadió:

¿Por qué no vienes con nosotros?

Miguel... —Tulio protestó.

Está herido por nuestra culpa. Se lo debemos, Tulio, venga.

Esa vez el que terminó claudicando fue Tulio, quién parecía ceder absurdamente fácil ante su amigo si este llevaba razón absoluta. No era alguien tan cabezota como había parecido al principio.

Está bien —Tulio desvió la vista, algo avergonzado—. Vamos.

Tulio comenzó a andar con Miguel hacia la salida de la calleja, sin decir adónde iban en realidad. Por suerte ninguna sombra más salió al paso aunque de vez en cuando todavía se oyera el sonido de alguna refriega, algún disparo. Con paciencia, sin prisa, pero sin pausa, terminarían llegando a una taberna de dos pisos de aspecto no muy prometedor. Sobre sus cabezas, la última luz del atardecer incidió en el rótulo del edificio, que anunciaba el vuelo prometedor de una gaviota de color marrón.

Empujaron la puerta con el hombro y Tulio llamó a gritos al tabernero. La planta baja estaba medio vacía, probablemente porque los hombres habían salido a luchar contra los sincorazón. Los únicos que se encontraban allí eran dos personas que Fátima conocía, una de ellas bastante bien.

Parecía que las cosas se estaban encauzando. Con Bavol y Jack Sparrow allí, ya sólo les quedaba esperar y encontrar a Xefil, Stelios y Albert.

* * *

Una figura encapuchada, sinuosa, que revelaba perfectamente la silueta de una mujer por sus andares, apareció a la luz de las antorchas del callejón en el que Fátima había destruido a la neosombra. Caminaba despacio, con tranquilidad, y tan sólo se detuvo al llegar al umbral del final de la calle, desde donde se podía avistar el puerto y el mar. Mechones muy claros de pelo se agitaron con la tenue brisa, bajo la capucha.

Demasiado lenta, Fátima —murmuró para sí.

Despacio, se dio la vuelta e internó en el callejón, abriendo con un gesto de su mano un portal de luz al que entró antes de que nadie o nada diera cuenta de su presencia.

* * *


El ataque de los sincorazón se había cobrado bastante vidas aquella tarde, y por la noche aún podían escucharse de vez en cuando disparos provenientes de ciudad adentro. Las calles por completo habían sido ocupadas por los soldados del gobernador y para el grupo ahora era más seguro quedarse escondidos hasta que amaneciera. Tenían suerte de no haber llamado demasiado la atención. Tan sólo Jack, Tulio y Miguel tenían conocimiento de la presencia de magos en Port Royal.

O al menos eso sabían.

Pero el dueño, ni nadie, había aparecido por ahí. De modo que tenían que apañarse solos hasta que fueran a embarcar, si es que de verdad iban a hacerlo. La sentencia todavía presente de elegir barco en el propio puerto era muy poco halagüeña.

Tras reencontrarse todos en la taberna. Tulio había subido a Miguel a una de las habitaciones superiores para que reposara y vigilar que la herida no se abriese o apareciera de improviso algún sincorazón. Si alguno de los aprendices decidía ir con ellos, se encontrarían a Miguel echado boca arriba sobre una cama algo desvencijada, en un estado de vigila o sueño poco profundo, y a Tulio sentado en una silla cerca, vigilandole. Se había armado con una espada encontrada a pocos metros de la taberna. Muchas armas todavía permanecían abandonadas, ya que sus dueños jamás volverían.

Jack, por contra, aprovechando que nadie regentaba el sitio en esos momentos, se había servido una nada desdeñable jarra de ron, para acompañar la velada. Ellos podían hacer lo mismo, si buscaban encontrarían comida y bebida en la despensa, a pesar de que no estuviera bien coger nada sin permiso.

Aposentado Jack con su bebida y una vela, un pergamino bastante viejo y maltratado se encontraba desplegado sobre una mesa. Si alguno de los dos aprendices se acercaba a él, podrían ver además, una extraña brújula sobre el pergamino que parecía estar rota, ya que no señalaba al norte. Y que el pergamino era un intrincado mapa cartográfico, lleno de islas, posiciones y anotaciones. Jack permanecía en silencio, mirando fijamente la brújula y estudiando el mapa, como si no supiera desentrañar su secreto.

Estaban cansados, hambrientos y sedientos. Y Fátima aún tenía que atender la herida de su brazo, si no quería que se infectara.

* * *


Xefil, Stelios y Albert


Crow se giró hacia ellos, con la mano casi girando el pomo de la puerta, con una expresión de desconcierto y algo de asombro. Las palabras de Stelios le habían pillado desprevenido por completo.

¿Dos más? —repitió, casi en un susurro.

Compuso una expresión preocupada y pensativa, y por culpa de esa cuestión ni siquiera captó la pregunta de Albert. Fue la voz de Xefil la que le devolvió a la realidad, junto con la mención de Fátima. Crow desvió la vista hacia Xefil sin contestar de inmediato. Un sentimiento de culpa parecía estar desarrollándose en su cabeza, hasta que finalmente entreabrió los labios, mostrándose más serio. Sacudió la cabeza.

Sólo había tres figuras peleando contra sincorazón cuando os avisté —explicó, grave—. Si han caído al mar lo habrán hecho en algún punto más lejos de nosotros...

Crow chasqueó la lengua y soltó la manija de la puerta, se apoyó en ella y golpeó la hoja con el puño.

Port Royal está sólo a unas millas, Fel... Xefil —se corrigió—. Vivos o no, habrán llegado ya, propio pie o arrastrados por las corrientes.

Su tono grave fue disolviéndose hasta convertirse en uno más lánguido. No le había sentado nada bien saber que había perdido de vista a dos aprendices y que por eso podían estar muertos. A pesar de su declaración de neutralidad al irse de La Red, a pesar de la traición que había presenciado contra Bastión Hueco, Crow no era alguien tan cruel como para no sentir algo así.

Lo siento —murmuró afectado, antes de desviar la vista hacia un lado y suspirar.

Abrió la puerta entonces y salió cerrando tras de sí, dejando a los aprendices a solas con sus pensamientos. O no con ellos, si aún les apetecía hablar. Habían sido realistas, pero la esperanza era lo último que se perdía, ¿verdad?

* * *


Stelios continuó con su idea de salir a pesar de las indicaciones de Crow, para intentar averiguar algo más. La parca conversación con el chico de pelo azul no había satisfecho al joven. Más que eso, le había preocupado más. Fátima y Bavol no estaban cerca, no en el barco y no en las aguas turbulentas de la tormenta.

Esperaba que de verdad estuvieran bien.

Su arriesgada aventura por las entrañas del barco le llevó hasta la bodega de carga, en donde resonaban voces cascadas, ajadas y cansadas. Debía esconderse si no querían que le pillasen en sitios indebidos como ese para él. Si se acercaba poco a poco por la pasarela de bajada sin hacer ruido, podría escuchar las voces mucho mejor, acompañadas del gorgoteo del agua. El bamboleo del barco era mucho menor que antes, lo cual indicaba que la tormenta debía de haber amainado o estar en proceso de hacerlo.

¡Hemos taponado la vía, señor!

¡Muy bien, seguid achicando, no dejéis que la mercancía se moje más de lo debido!

¡El agua llega ya por las rodillas!

¡Seguid achicando he dicho!

Mercancía. Los pocos conocimientos que Stelios podía tener sobre barcos le hicieron pensar que si hablaban de mercancía es que aquel se trataba de un barco mercante, ya que los piratas asaltaban otros navíos para hacerse con su cargamento. De modo que Vander era en verdad en capitán mercante... y no un pirata.

¡Maldita sea, moveos, o el capitán os hará azotar en cuanto pisemos Port Royal!

Los hombres que se movían por la bodega estaban empapados y muchos de ellos cansados e irritados, sobre todo el que parecía tener mayor rango, un marinero torvo y alto. Parecía que de verdad se dirigían a Port Royal y no sólo porque les estuvieran llevando a ellos allí. Era un dato a tener en cuenta también ya que eso significaba que no estarían en completa deuda con el capitán para transportarles.

Los marineros no parecían poseer muchas más información que pudiera interesas al aprendiz, y continuaron trabajando sin percatarse de su presencia, ocupados como estaban en sacar toda el agua que pudieran de allí, y reordenar la carga para que no se mojara más de lo que ya lo había hecho. Sería mejor que se fuera de allí.

Podía continuar curioseando sin la certeza de ir a escuchar algo más de interés. Quizá tuviera oportunidad de hacerlo en cubierta, a pasar de que no debiera de estar ahí. También podía volver al camarote de Crow para reunirse con sus compañeros.

La cuestión dependía de su propia decisión.

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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Lun Jun 16, 2014 3:33 am

Fátima maldijo cuando el Neosombra esquivó su Perla al fundirse con el sucio suelo. Respirando agitadamente, intentó controlar los alocados latidos de su corazón, poniéndose en guardia y girando sobre sí misma, a la espera de recibir un ataque en cualquier…

¡AH!—gritó al sentir un dolor agudo en el brazo. Se volvió bruscamente para encontrarse con que el Sincorazón se levantaba justo donde había desaparecido.

Todo sucedió muy rápido, pero Fátima tuvo tiempo para maldecirse por su estúpido despiste que iba a costarle la vida y…

El Sincorazón desapareció, después de que el Perla le acertara en la espalda. Fátima se quedó mirando el vacío que había dejado, hasta que comprendió que no estaba huyendo, sino que realmente lo había matado.

Exhaló un gemido de alivio. ¡Había sido duro de pelar! Pero todavía no podía relajarse; giró sobre sus talones y se apresuró a ir junto a Miguel. Sus pasos resonaron en medio del callejón y sólo entones se percató de que los gritos se habían reducido un poco: eso indicaba que no había Sincorazón más cerca. Se mordió el labio inferior, sintiéndose culpable: había más gente que necesitaba su ayuda y no debía entretenerse pero…


Llegó al lado de Miguel, a quien Tulio había arrastrado bastante lejos. De inmediato supo que con un Cura no sería suficiente para cerrar su herida, pero se consoló diciéndose que tampoco era una exageradamente grave. Los últimos restos de su magia decidió guardarlos por si acaso... Aunque no estaba segura de que fueran a servirle de mucho, pero no tenía energías para terminar de sanarle.
Cansada, con un desagradable zumbido en los oídos por haber gastado tanta magia de golpe, suspiró y examinó a Miguel. Al menos esa noche había salvado a una persona…

Tulio levantó a Miguel que, debilitado, descargó su peso sobre su amigo, y carraspeó. Sólo entonces se percató de la mirada llena de temor que le dirigían y se puso tensa, recordando que en muchos mundos se despreciaba la hechicería.

Así que eres un mago—Fátima asintió lentamente. No tenía sentido negarlo de todas formas. Se preguntó qué pasaría a continuación, si tendría que escapar, si tendrían en cuenta que les había salvado la vida, si…—. Creo que... he de darte las gracias.

Fátima se quedó sorprendida. Luego recordó que ella misma había visto que en Port Royal la gente conocía la magia, aunque creía que estaba bastante perseguida. Pero parecía que Tulio y Miguel estaban dispuestos a pasarlo por alto… A cambio de haberles salvado la vida.

Se puso de pie trabajosamente y escuchó, como estaba haciendo Tulio. Los gritos prácticamente habían desaparecido. El alma se le vino abajo. ¿Es que ya habían acabado con tanta gente? O quizás simplemente habían desaparecido… Aunque, ¿por qué iban a hacerlo?

Fátima se miró entonces la herida del brazo, que le palpitaba dolorosamente. No tenía magia para curarla… Resignada, se quitó el cinturón y se lo ató con fuerza a modo de torniquete. Después buscó a su alrededor y encontró el zurrón en el que llevaba el libro en un rincón. Lo recogió, palpándolo para asegurarse de que estaba entero —seria bueno ademas acabar con material de Tierra de Partida— y se lo colgó del brazo no herido.

Cuando se encaró a la curiosa pareja, se dio cuenta de que Miguel ahora la miraba con cierta admiración. Incluso le sonrió. Fátima, titubeante, le devolvió al gesto.

Gracias.

Alternó la mirada entre ambos y se encogió de hombros. Se arrepintió al momento, pero apretó los labios para no quejarse.

No ha sido nada. Me alegro de que los dos estéis enteros.

Deberíamos irnos, podrían volver—anunció entonces Tulio. Fátima le secundó con un asentimiento, a pesar de que sabía que sus planes no la incluían a ella.

O quizás sí. Tulio parecía estar pensándolo. Y Miguel intervino, como caído del cielo:

¿Por qué no vienes con nosotros?

El corazón de Fátima dio un vuelco.

Miguel...

Está herido por nuestra culpa. Se lo debemos, Tulio, venga.

Los dos clavaron la mirada en Tulio, expectantes, hasta que el joven finalmente cedió.

Está bien —apartó la mirada… ¿avergonzado? Fátima sonrió de medio lado sin poder evitarlo—. Vamos.

Gracias.

Le había costado su magia y una buena herida en el brazo, pero parecía que había servido para ganarse la confianza de esos dos. Menos da una roca. Así que echó a caminar y los adelantó rápidamente, todavía con la Llave Espada en mano, por si tenía que defenderlos de algún otro Sincorazón. O acudir en ayuda de alguien más.

Sin embargo, ninguna criatura se cruzó en su camino, a pesar de que podía escuchar el eco de disparos en la distancia. Respiró hondo, diciéndose que ya no había nada que hacer por ellos. Y de pronto, el corazón se le detuvo al pensar en Bavol.

«¡Oh, no! ¡Mierda, mierda! ¡No debería haber dejado que se fuera! ¿Qué hago? ¿Qué hago?».

Sufrió un par de retortijones y la garra de la culpabilidad le estrujó el pecho. ¿Cómo había dejado que un niño pequeño, por Portador que fuera, anduviera solo por una ciudad desconocida? ¡Y ella decía que era responsable! Crispando los puños, se apretó el brazo herido hasta que silbó entre dientes.

«Calma. Calma. Dejaré a estos dos a salvo e iré a buscarle. No tengo ni idea de dónde, pero no pienso quedarme sentada esperando. Si le pasa algo no me lo perdonaré jamás…».

Al cabo de un rato, que a Fátima se le antojó eterno, se detuvieron frente a lo que parecía ser una taberna. Entrecerrando los ojos, vislumbró el diseño de una gaviota marrón. Así que ese era el lugar donde habían conocido al capitán… Fátima se adelantó para abrirles la puerta a Tulio y Miguel. El primero comenzó a llamar a gritos al responsable del lugar. Fátima se quedó mirando a los dos desconocidos que había en medio de la sala. Y entonces reconoció a…

¡Bavol!—exclamó, adelantándose corriendo hacia él, sin prestar atención al hombre que le acompañaba. Lo cogió por los hombros y lo examinó con angustia—.¿Estás bien? ¿Te han hecho daño los Sin…?—de pronto recordó que no estaban solos y carraspeó, intentando calmarse—. Menos mal que estás entero—se volvió entonces hacia el pirata que había visto antes. Pensó rápido—. Perdón si Bavol le ha molestado… eh… Capitán—decidió añadir finalmente.

Miró a Bavol de soslayo, preguntándose si habría conseguido algo del capitán, o si sólo lo había seguido para intentar convencerlo… En cualquier caso, cayó en la cuenta de que Bavol no podía llamarla por su nombre delante de esa gente. Repasó a toda velocidad los nombres de sus hermanos, realizó una inclinación de cabeza y dijo:

Me llamo Vaan, capitán. Es un honor conocerlo—improvisó; no le gustaba adular y no iba a exagerar, pero mejor intentar empezar con buen pie—. No sé si Bavol ya se lo habrá dicho, pero nos gustaría formar parte de su tripulación. Haremos cualquier tipo de trabajo y no nos quejaremos pase lo que pase—se preguntó si Tulio o Miguel desvelarían que tenía magia y si el capitán estaría lo suficientemente desesperado para aceptarla si se enteraba—. Estoy seguro de que podremos resultarle de utilidad.

Esperó su respuesta con una mirada seria. Si decía que no, tendría que pensar —más adelante— cómo convencerle. De lo contrario, sonreiría y se lo agradecería con un asentimiento, asegurando que no le defraudarían.

Volvió la mirada entonces hacia Miguel y Tulio y, nerviosa, retrocedió para echarles una mano a sentar a Miguel en alguna silla o trasladarlo a donde fuera necesario. Si se iban a otra habitación, le haría una seña a Bavol para que les acompañara: tenía que hablar con él.

En cuanto pudiera lo llevaría a una estancia —fuera habitación o incluso un pasillo— donde nadie pudiera escucharles:

Cuéntamelo todo, Bavol. ¿Qué ha pasado?
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Mar Jun 17, 2014 5:10 pm

En cualquier otra situación hubiese sido un verdadero problema, pero en esta ocasión Bavol se alegró de que los sincorazón centrasen toda su atención en él dejando así escapar a los pobres ciudadanos.

Las Sombras lo estaban rodeando, así que llevó su otra mano a la empuñadura de su Llave Espada y se irguió recto para prepararse ante su ataque. Afortunadamente, las cosas habían cambiado bastante desde su primer encuentro con los sincorazón: aquellos eran un tipo de sincorazón bastante débil en comparación con los otros y Bavol había mejorado mucho desde entonces.

Uno… dos… tres y… ¡cuatro! Bavol consiguió derrotar hasta cuatro Sombras él solito, quizás sí podría vencerlas sin la ayuda de sus compañeros; no obstante, finalmente no tuvo que preocuparse del resto de enemigos. Dos de los sincorazón huyeron misteriosamente, quizás asustados, mientras que el último desaparecía al ser disparado repentinamente.

Bavol se giró con curiosidad para averiguar quién había sido el pistolero que le había ayudado. No pudo evitar esbozar una amplia sonrisa al descubrir que se trataba del poderoso capitán Sparrow, el cual parecía un auténtico héroe bajo la luz del atardecer. Bavol no sabía por qué el pirata había vuelto cuando le había dicho expresamente que huyera. ¿Querría ayudar a la gente? ¿Tendría algún tipo de interés allí? O quizás… ¿habría conseguido impresionarle?

No ha estado mal, muchacho... ¿Cómo te llamas?

M-me llamo Bavol Trené, señor. —respondió el niño irguiéndose lo más recto que pudo mientras contemplaba cómo el capitán Sparrow se deshacía de su arma.

He cambiado de idea, puedes venirte en mi tripulación. Y si tu... hermanastro también es como tú, no me vendría mal.

¡Gracias, capitán, muchas gracias! ¡Le prometo que no le decepcionaremos! —exclamó Bavol entusiasmado casi a punto de ponerse a saltar de alegría.

Mis otros dos tripulantes deben de estar en el punto de reunión. Vamos, ya encontrarás a tu hermanastro por la mañana. Si es un mago se las podrá apañar bien él solo hasta entonces.

Pero… —comenzó a decir Bavol, prefería buscar ahora mismo a Fátima; sin embargo, el capitán Sparrow empezó a andar directo hacia su destino.

No era lo que hubiese querido, pero seguir al capitán, ahora que lo había convencido, también era importante para la misión. Además, el pirata acababa de decir que estaba esperando a otros dos tripulantes, así que seguramente se estaba refiriendo a aquellos dos extravagantes hombres con los que estaba hablando Fátima. Si ella también había tenido suerte, puede que todos se encontrasen pronto en el mismo sitio, listos para partir en busca de la espada de Cortés.

Bavol se encogió de hombros aceptando que aquella era la mejor decisión y echó a correr para alcanzar al capitán Sparrow. Ambos se detuvieron frente a un viejo edificio con un curioso letrero en el que había dibujado un pájaro marrón. El gitano se quedó mirando con curiosidad el extraño dibujo intentando adivinar qué clase de edificio sería aquel. Siguió al capitán hasta el interior del edificio y descubrió con asombro que estaba totalmente vacío. ¿Estaría quizás en la base secreta de operaciones del gran capitán Jack Sparrow?

¿Este sitio es para nosotros solos? —preguntó Bavol extrañado volviendo con el capitán después de haber entrado en las diferentes habitaciones y comprobar que efectivamente eran las únicas personas dentro del edificio.

No necesitó que el capitán le respondiera, ya que en aquel momento alguien entró en la taberna. Bavol esbozó una amplia sonrisa al reconocer a los recién llegados y guiñó un ojo a Fátima de forma cómplice para saludarla. Por su parte, parecía que Fátima también se alegraba de verle, aunque no pudo evitar sonrojarse incómodo cuando la chica comenzó a examinarle preocupada por si se había hecho algún tipo de daño durante el tiempo que habían estado separados.

¡Bavol! ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño los Sin…?

No pasa nada. Tranquilo, estoy bien, hermano. —respondió Bavol apresuradamente haciendo especial énfasis en la última palabra.

Menos mal que estás entero —concluyó Fátima más tranquila para después dirigirse al capitán Sparrow—. Perdón si Bavol le ha molestado… eh… Capitán

¿Molestar? ¿Cómo que molestar? El capitán Sparrow y yo estábamos hablando como dos buenos piratas, no le estaba molestando. —declaró Bavol herido en su orgullo, no entendía por qué tenía que suponer que habría estado incordiando al capitán.

Fátima inclinó su cabeza para presentarse al capitán. En aquel momento Bavol se percató de la herida en el brazo de su compañera, al parecer ella sí que había resultado herida mientras habían estado separados. Sabía que no era su culpa, al fin y al cabo él también había estado luchando, pero no podía evitar pensar que si hubiese estado a su lado ella no habría resultado herida.

Me llamo Vaan, capitán. Es un honor conocerlo.Vaan. Tendría que recordar bien ese nombre si no quería ningún tipo de accidentes—. No sé si Bavol ya se lo habrá dicho, pero nos gustaría formar parte de su tripulación. Haremos cualquier tipo de trabajo y no nos quejaremos pase lo que pase. Estoy seguro de que podremos resultarle de utilidad.

¡Ay, Vaan! El capitán ya ha aceptado llevarnos en su barco. Siempre estás demasiado preocupado, esto de viajar con la familia es un aburrimiento, ¿verdad, capitán?

Mientras dejaba que el capitán diese su veredicto sobre Fátima, Bavol se giró hacia la extravagante pareja que había visto antes y rápidamente se le borró la sonrisa de la cara. El rubio, Miguel, no tenía muy buena cara, puede que también ellos dos hubiesen sido atacados por los sincorazón.

Fátima, mucho más nerviosa que él, se acercó a ellos y se encargó de ayudar a Tulio transportar a Miguel hasta otra habitación donde pudiera descansar. La chica le hizo un gesto para que les acompañara, pero Bavol alzó la mano enseñándole la palma para indicarle que se esperara, que enseguida iba.

La tripa le rugió al pequeño niño, la verdad es que tras el combate con los sincorazón le había entrado bastante hambre. Observó cómo el capitán Sparrow se servía él mismo una jarra, así que supuso que él también podría coger algo de comer.

Eh, capitán, voy a coger algo para comer.

Si el capitán no se oponía a ello, el gitano comenzaría a buscar comida. Agarraría una silla para subirse con más facilidad a la despensa y cogería el primer plato o bol con comida que hubiese dentro.

Capitán, ¿cuándo partiremos? —preguntó Bavol mientras se bajaba de la silla y le daba pequeños mordiscos a su comida.

Escuchó la respuesta que le diese el pirata y entonces se acordó de que Fátima quería hablar con él. Llevándose consigo dos platos de comida, subió rápidamente hasta el piso de arriba donde se habían marchado los tres.

Desde el marco de la puerta, pudo observar a Miguel aparentemente durmiendo encima de una cama con Tulio vigilándole al lado y a Fátima con el brazo todavía herido. No pudo evitar sentir lástima por ellos, deseó con todas sus fuerzas que todos salieran vivos después de aquella noche. Intentando no molestar demasiado, entró en la habitación y depositó uno de los platos encima de alguna mesa o mueble e indicó:

Os dejo aquí un poco de comida… Pensé que también tendríais hambre.

A continuación, Fátima y él salieron de la habitación y buscaron algún lugar dentro de la taberna donde pudieran hablar más en privado.

Cuéntamelo todo, Bavol. ¿Qué ha pasado?

Su compañera parecía un tanto preocupada con la situación; sin embargo, no tenía motivos para ello. La realidad es que a Bavol le había ido bien, dentro de lo que era enfrentarse a un ataque de los sincorazón; no obstante, ellos tres habían resultado malheridos. Tenía que hacer que Fátima se sintiera mejor, no sólo porque se lo debía por haberle salvado la vida, sino porque no podía permitir que un compañero (y menos una chica) estuviese en aquel estado. Dejó el plato encima de otra mesa y agarró cuidadosamente el brazo de Fátima.

Cura. —conjuró Bavol sobre la herida de su compañera—. ¿Estás bien? También tendrás hambre, deberías comer algo.

Con una sonrisa se apartó un poco de la joven y comenzó a andar de un lado a otro de la habitación mientras recordaba lo sucedido y buscaba la mejor forma de relatar los hechos.

A ver… Intenté convencer al capitán para que nos aceptara en su barco. Le dije que éramos hermanastros, que ya habíamos estado en otro barco pirata antes y que teníamos experiencia en abrir cualquier tipo de cerradura. —se detuvo un instante, quizás a su compañera no le hacía gracia que hubiese revelado aquel dato—. Tranquila, no le dije nada sobre las Llave Espadas… entonces.

» La verdad es que me dijo que no, pero entonces aparecieron montones de sincorazón… Usé mi Llave Espada y derrotamos juntos a los sincorazón… Lo siento, Fátima —se disculpó el gitano un tanto intranquilo al darse cuenta de que lo imprudente que había sido al usar la Llave Espada delante de tanta gente—. Sé que no podíamos hacer magia ni utilizar la Llave Espada delante de los demás, pero había gente inocente en peligro y no podía dejar que muriesen, ¿me entiendes?

La miró fijamente a los ojos esperando que le diese algún tipo de contestación, no quería pensar que había roto algún tipo de norma de los Caballeros de la Llave Espada y si lo había hecho, quería creer que lo había hecho por un buen motivo. Tras escuchar a su compañera, quiso concluir diciendo:

Después de verme luchar y hacer magia, el capitán Sparrow aceptó que fuéramos con él. Y, bueno, eso es todo. ¿Qué piensas, Fátima? Yo creo que deberíamos aprovechar esta pista y viajar con el capitán Sparrow hasta encontrar la espada. Esta es nuestra misión, los demás seguramente estarán haciendo lo mismo, ¿no? —aunque en realidad no sabía qué había sido de ello ni tampoco quería pensar demasiado en ello o se sentiría demasiado culpable.

Aún tenía bastantes incógnitas sobre la espada de Cortés: ¿por qué era tan valioso?, ¿dónde se encontraba?, ¿cómo llegarían hasta él? Lo más probable es que el capitán tuviese respuestas a la mayoría de sus preguntas, otra cosa bien distinta es que se las quisiera decir. Escuchó la opinión de su compañera sobre la situación y, tras meditarlo un poco, decidió que debían hacerle alguna pregunta al capitán pirata.

Creo que voy a volver con el capitán, ¿te vienes?

Independientemente de su respuesta, decidió regresar de nuevo con el capitán Jack Sparrow, el cual había desplegado una especie de mapa encima de una mesa, junto a una brújula a la que el pirata no quitaba la vista de encima. El gitano no entendía nada de barcos ni de navegación, así que seguramente el capitán estuviese haciendo sus propios cálculos.

Tengo curiosidad, capitán. ¿Sabe dónde está el tesoro exactamente? —preguntó Bavol mientras buscaba en el mapa alguna señal que delatara la posición de la espada—. Es que, capitán, no nos gustaría estar perdiendo el tiempo, así que si pudiera contarnos un poco más sobre nuestro viaje, tendríamos más confianza en esta misión.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Thailgar » Vie Jun 20, 2014 9:52 pm

Sólo había tres figuras peleando contra sincorazón cuando os avisté. Si han caído al mar lo habrán hecho en algún punto más lejos de nosotros...

Aquello no eran buenas noticias. Si Crow no les había visto… podían estar en cualquier parte, ya fuera en el mar, en tierra o en el aire. No tenían forma de contactar con ellos. Solo podían confiar en que, de alguna manera, todo hubiera salido bien y ambos estuvieran a salvo. Stelios bajó la mirada, frustrado. Odiaba sentirse incapaz de hacer nada cuando lo que el cuerpo le pedía era salir corriendo, gritando a voces sus nombres y echar a volar con el glider aún en medio de la tormenta.

Lo siento —murmuró Crow, antes de salir por la puerta. Estaban solos.

Stelios apretó los puños. Él no era hombre de quedarse allí, triste y preocupado por sus compañeros sin hacer nada. Necesitaba acción y necesitaba distraerse. Tenían una misión por cumplir, y aunque Fátima y Bavol no estuvieran y ellos no hubieran llegado a Port Royal con los glider, todavía podía hacer algo de provecho con el tiempo de viaje. Se acercó a la puerta decidido.

No pienso quedarme aquí de brazos cruzados. No puedo. Voy a echar una ojeada por este nivel del barco, a ver que oigo.

Abrió la puerta y se asomó al exterior. Parecía desierto. Antes de salir añadió:

¡Pensad en algo por si viene alguien y aún no he vuelto!

* * *

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Momento de infiltración. Cualquiera que me conozca sabe que aquí solo puede sonar un tema.



No avanzó demasiado por las entrañas del barco, pero el recorrido que hizo fue sufrido. No estaba muy acostumbrado a moverse en completo silencio, escondiéndose a la mínima amenaza de ser descubierto por cualquier marinero. Lo suyo siempre había sido abrirse camino, de ser necesario. Sin embargo, aquella situación requería un toque más sutil. Avanzaba despacio, apoyando los pies en la madera midiendo el peso que dejaba en ellos, intentado que no crujiera. En una ocasión estuvo seguro de haber oído una puerta abriéndose tras de él y, sin pensárselo mucho, se metió en una caja vacía que, probablemente, alguien había dejado en el pasillo. Hasta que no pasaron los minutos sin escuchar nada no se atrevió a sacar la cabeza para comprobar el terreno.

Descendiendo hacia las profundidades del navío, empezó a escuchar voces. Parecía que había alcanzado una especie de almacén o bodega de carga, donde multitud de marineros hablaban a voces mientras se movían de un lado a otro. Stelios esperó, apoyado en la pared, escuchando lo que decían.

¡Hemos taponado la vía, señor!

¡Muy bien, seguid achicando, no dejéis que la mercancía se moje más de lo debido!

¡El agua llega ya por las rodillas!

¡Seguid achicando he dicho!

«Mercancía. Parece que el buen capitán estaba siendo sincero con nosotros, después de todo».

Se sintió algo culpable por haber sospechado abiertamente de Vander, aunque, dada la fama de aquel mundo, se sentía justificado. Él solo quería proteger a sus compañeros y a sí mismo, después de todo. Y un pirata, para él, era como cualquier otro monstruo. Solo una criatura que merecía un buen espadazo.

¡Maldita sea, moveos, o el capitán os hará azotar en cuanto pisemos Port Royal!

Y también era cierto que se aproximaban a Port Royal. Puede que el capitán fuera un hombre malhumorado, intimidante y que azotara a sus trabajadores, pero al menos era un hombre honesto. Decidió moverse de ahí. No parecía que aquellos hombres fueran a decir nada interesante, no con su jefe vigilándoles. Se le pasó por la cabeza jugársela y salir a cubierta, pero se expondría demasiado a ser descubierto. Si alguien tenía una conversación interesante suponía que sería a cubierto, en lo más profundo del barco, donde oídos indiscretos no pudieran escuchar nada. Y con un poco de suerte, beberían. El chico sonrió. Aquello no se parecía a un combate, pero aquella sensación de tensión y adrenalina que recorría su cuerpo… era igual. O incluso mejor.

Decidió continuar avanzando por el interior. No podía creer que allí la gente fuera tan disciplinada como para estar trabajando a todas horas. Alguien habría charlando. Y él iba a encontrarlos, siempre con cuidado de no ser descubierto, al menos en un principio. Sin pensárselo dos veces, continuó caminando por las profundidades del barco.

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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Vie Jun 20, 2014 10:21 pm

A Crow le cambió la cara cuando Stelios le preguntó sobre Fátima y Bavol. Su rostro se tiñó de preocupación y se quedó pensativo, probablemente pensando en si los había visto durante la tormenta, pero por su mirada parecía que no los había visto y estaba bastante alarmado.

¿Dos más?

Albert esperó a que recuperase la compostura para formular su pregunta sobre la misión. En cuanto llegasen a puerto los buscarían, pero hasta entonces necesitaban toda la información que pudieran sobre la espada. Justo tras preguntar su duda, Xefil alzó la voz quitándole importancia a sus palabras, haciendo que Crow solo atendiera a lo que él decía.

¿Qué? No, espera. Los compañeros van primero, el abrecartas va después.

«¿Abrecartas?»

Albert se sintió ofendido por el tono de Xefil y la forma en la que miró. Él no había dicho nada contraproducente a la situación de sus compañeros, pero era obvio que si no estaban reunidos con ellos, en ese mismo camarote, sólo podía deberse a que Fátima y Bavol estaban en otro lugar. A salvo y en tierra firme esperaba Albert.

Crow, se trata de Fátima. Sabes cómo es. Intentó ayudar a alguien y ahora no sabemos dónde está ninguno de los dos.

>>¿Qué tan cerca estamos de tierra? ¿Hay algún sitio cercano donde las olas pudieran haber arrastrado dos cuerpos? Porque no están abordo. Habrían terminado dando contigo, y luego con nosotros, justo aquí. Especialmente ella.


Sólo había tres figuras peleando contra sincorazón cuando os avisté. Si han caído al mar lo habrán hecho en algún punto más lejos de nosotros. Port Royal está sólo a unas millas, Fel... Xefil. Vivos o no, habrán llegado ya, propio pie o arrastrados por las corrientes.

Cada vez se le notaba más afectado. Seguramente por las palabras de Xefil, haciéndole pensar que podrían estar muertos, cuando precisamente era lo último en lo que debían pensar. Albert sentía también la angustia de pensar eso, pero todo lo que había oído de Fátima por Malik, le hacía tener esperanza en que estaban bien.

Lo siento—dijo, antes de dar media vuelta y abandonar la habitación.

Apenas había salido Crow, Stelios se mostró inquieto, bastante nervioso.

No pienso quedarme aquí de brazos cruzados. No puedo. Voy a echar una ojeada por este nivel del barco, a ver que oigo.

Se acercó a la puerta y se asomó por ella. Antes de salir les dijo:

¡Pensad en algo por si viene alguien y aún no he vuelto!

«¿Cómo qué?»

La acción de su amigo le había pillado por sorpresa, pero no se atrevía a salir fuera del camarote. Esperaría a que volviera. Aunque debía inventarse una excusa… Podría decir que había acompañado a Crow y que volvería enseguida.

Además, se había quedado a solas con Xefil. Albert estaba bastante cabreado con la reacción de éste ante él y cómo había afectado a Crow con sus palabras. Estaba tan enfadado que por una vez le dio completamente igual si lo que decía sonaba algo ofensivo, dejando su timidez a un lado.

¿No crees que te has pasado un poco con Crow? Entiendo que estés preocupado, pero apenas han pasado unas horas y ya los has dado por muertos. ¿No has visto como se le ha puesto la cara? —dijo de carrerón, parándose a tomar aire—. Además, no se porque me has mirado así, pero he preguntado a la única persona que puede echarnos una mano con nuestra misión y tú has tirado por tierra mi duda como si no valiera nada. Se que los compañeros son importantes, pero si no estamos con ellos ahora mismo es porque obviamente no están aquí y por mucho que te empeñes en preocupar a todo personal abordo, el barco no va a llegar más rápido a puerto. Y por ello ahora estamos en las mismas que cuando subimos al barco: sin nada. Ni Fátima, ni Bavol, ni espada…

Albert se acercó hacia la puerta para ver si venía Stelios, pero no le vio. Esperó a que Xefil le contestara. Si éste no lo hacía, Albert tomaría su silencio como un otorgamiento de la razón ante su queja.
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Re: Ronda 7

Notapor Zee » Sab Jun 21, 2014 10:20 pm

Sólo había tres figuras peleando contra sincorazón cuando os avisté —señaló Crow, refiriéndose a Albert, a Stelios y a mí. Lo que significaba, para mi pesar, que Fátima y Bavol habían terminado tan lejos que el navío no había podido verlos—. Si han caído al mar lo habrán hecho en algún punto más lejos de nosotros...

Y sabría Dios dónde se encontraban... y si se encontraban bien. Tragué saliva y la sentí como un puñado de espinas bajar por mi garganta.

Port Royal está sólo a unas millas, Fel...oh, por favor, no lo hagasXefil —suspiré con alivio cuando se corrigió para llamarme por mi nombre real. Pensar en el Reapers' Game todavía se me hacía incómodo, innatural y... espeluznante—. Vivos o no, habrán llegado ya, propio pie o arrastrados por las corrientes.

Probablemente estén bien, Crow —expresé. Me sentí extraño hablándole como si lo conociera, cuando sabía que en realidad no era así. Y, de cierto modo, me parecía una falta de respeto para mi "copia", mi otro yo, aprovecharme de los recuerdos que él había creado como si fueran míos.

Pero la situación lo ameritaba.

Tú sabes que nada acabaría con nosotros tan fácil. Simplemente no me gustaría tomar riesgos —señalé, intentando subirle un poco los ánimos con la primera frase. ¡Éramos (o habíamos sido en otro sitio) los Reapers de Villa Crepúsculo! No íbamos a caer tan fácilmente, pero nunca estaba de más saber al menos dónde y cómo se encontraban nuestros compañeros.

Sin embargo, las cosas ya habían sido dichas y no podían retirarse. Crow se notaba afectado por la posibilidad que le había presentado y mis palabras no parecían haberle levantado el ánimo:

Lo siento —balbuceó; luego suspiró y, tras abrir rápidamente la puerta, escapó de aquel sitio.

Me sentí mal por haber pensado con él con desagrado. Aparté la mirada de la puerta, arrepentido, y me recargué contra la pared. Stelios salió en algún momento, mientras yo continuaba pensando en lo que había vivido en el Reapers' Game. Eran recuerdos que hubiera preferido no haber recuperado, pero que sabía era necesario obtener, por mi propio bien y por el de mis compañeros. Sin embargo, estaban tan llenos de... muerte, derrota, soledad y angustia, que era prácticamente imposible lidiar con ellos.

O tal vez simplemente no quería hacerlo. No tan pronto.

¿No crees que te has pasado un poco con Crow? Entiendo que estés preocupado, pero apenas han pasado unas horas y ya los has dado por muertos. ¿No has visto como se le ha puesto la cara?

Alcé la mirada en dirección a Albert, sorprendido por lo apresurado y alto de su voz. De verdad, no pude evitar asombrarme al verlo a él, a él precisamente, hablarme con unas palabras cargadas de enfado y con la esperanza de que supusieran un bien merecido reproche. Fue por esta misma sorpresa, y también por querer escuchar por completo lo que quería decirme, por lo que me quedé callado mientras él continuaba:

Además, no se porque me has mirado así, pero he preguntado a la única persona que puede echarnos una mano con nuestra misión y tú has tirado por tierra mi duda como si no valiera nada. Se que los compañeros son importantes, pero si no estamos con ellos ahora mismo es porque obviamente no están aquí y por mucho que te empeñes en preocupar a todo personal abordo, el barco no va a llegar más rápido a puerto. Y por ello ahora estamos en las mismas que cuando subimos al barco: sin nada. Ni Fátima, ni Bavol, ni espada…

Albert se dirigió hacia la puerta, y por un momento temí que se fuera tras Stelios sin darme la oportunidad a decirme nada. El joven, no obstante, simplemente se asomó al exterior por un momento, pero luego volvió al interior de la habitación.

Hubo unos instantes de silencio, durante los cuales medía mis palabras mentalmente.

Mira, lo siento —me excusé—. Te lo has tomado a mal: yo no pretendía restar importancia a tu pregunta, ni mucho menos ofenderte —expresé, mostrando las palmas de mis manos en un gesto universal de inocencia—. Pero admito... admito que tienes razón en que mi intención era preocupar a Crow. Y también admito que, ahora mismo, saber que Fátima y Bavol están bien es mucho más importante que la Espada de Cortés.

Me acerqué a Albert, aunque con cautela, buscando hacer de nuestra conversación algo más personal, para que viera que no era mi intención hacerlo enfadar o subestimarlo.

Nunca he dicho que estén muertos. Y claro que no creo que lo estén —dije, con la esperanza de poder corregir la visión que había adoptado de mí—. Pero hay una diferencia entre ser optimista e ingenuo. Los perdimos en medio de una tormenta —expliqué—. "Hasta al mejor cocinero se le quema la sopa", Albert, y aunque Fátima sea una de las personas más fuertes que he conocido y sea capaz de incluso confiarle mi vida, no puedo quedarme quieto hasta deshacerme de ese uno por cien de probabilidad de que esté herida o perdida —como a él, a mí también se me salieron las palabras de manera apresurada y tuve que tomar aire tras terminar—. No muerta.

>>Uno por ciento a veces es suficiente. Y no pretendo darle a la probabilidad esa oportunidad —declaré entonces con severidad, clavando mis ojos en los de Albert. Luego cruzaron por mi mente las palabras que quería decir después, y mi mirada se acobardó: cayó hasta el suelo y se quedó allí unos instantes, mientras yo me debatía en silencio sobre si realmente quería decirlo frente a Albert.

Al final, decidí que lo haría. Tenía que excusarme por haber hecho enfadar a mi compañero, después de todo:

Hace tiempo, en otra vida, vi a muchos de mis amigos caer, Albert. Gente en la que confiaba y que, pensaba, nada podía derribarlos. A todos; los vi caer —dije, refiriéndome a mi propio reino y, claro, al Reapers' Game—. Y no está en mis planes pasar por esa pesadilla de nuevo.

Y tras decir aquello, pasé por un lado del chico y abrí la puerta de par en par de un solo tirón.

Ahora, te voy a compensar que Crow haya pasado de ti —comencé de nuevo, esta vez con una sonrisa para intentar aligerar el ambiente, e invité a Albert a salir conmigo con un gesto de mi brazo—. ¿Sabes quién conoce todas las historias habidas y por haber?

Esperé la respuesta del chico. Si atinaba a decirla, se lo confirmaría con un alegre <<Exacto>>. Y si no, me ocuparía de iluminarlo al decir simplemente:

¡Marineros! Oh, y adivina dónde estamos ahora —posé mis manos en los hombros de Albert y, mirándolo a los ojos con una sonrisa traviesa, le dije—. Somos parte de la tripulación ahora... más o menos. Y siempre hay un lugar donde estos sujetos se reúnen a beber, tirar dados, jugar cartas ¡y...! —alcé mi dedo índice frente al rostro del chico para darle dramatismo a mis palabras—... contar historias.

Era mi intención que el joven me siguiera fuera del viejo camarote donde Crow nos había dejado y me ayudara a buscar ese pequeño grupo de marineros aburridos, que no podía faltar en todo navío. En algún sitio bajo la cubierta tenía que haber una espontánea reunión con ron y juegos de azar; simplemente teníamos que encontrarla. Una vez allí, quería pensar, sería pan comido unirnos a la fiesta y preguntar por la Espada de Cortés.

Ahora, vamos, acompáñame.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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Ronda 8

Notapor Tanis » Dom Jun 22, 2014 8:36 pm

Bavol y Fátima


Tal y como había explicado Bavol, Jack parecía haberles aceptado sin ningún tipo de traba en su tripulación, aunque tras escuchar su historia, Fátima podría deducir el porqué real de ese cambio de impresión inicial. El capitán debía de tener una idea de cuán peligroso podía resultar el viaje para aceptar a dos críos como ellos en su viaje sólo por ser estos capaces de enfrentar perfectamente a los monstruos oscuros, y de hacer magia. ¿O era otra cosa lo que le había hecho cambiar de opinión?

Tulio agradeció en voz muy baja la asistencia de Bavol, y la de Fátima por supuesto, como si todavía se sintiese algo culpable por haber sido tan grosero con gente que les había salvado el pellejo. Tomó el plato y comió un poco, lo suficiente para mantenerse. Después se lo pasó a Miguel, al que ayudó a incorporarse. Miguel lo agradeció con una silenciosa sonrisa.

Esto es de locos —dijo Tulio, todavía con la espada en las manos—. Nos unimos a la tripulación de un pirata y al segundo nos atacan los demonios...

Tulio...

No, está bien, no voy a quejarme otra vez.

Tulio alzó levemente las manos, estaba bien, no iba a poner pegas de nuevo. Parecía que después de la pelea, había recobrado el semblante serio y la sangre fría. Levantó la mirada hacia Fátima, y antes de que se fuera, si iba a hacerlo, preguntó:

Esa arma... la que sacaste de la nada, ¿cómo lo hiciste? —preguntaría entonces—. Era la primera vez que veía algo así.

Los dos la miraron con intriga y curiosidad, esperando una respuesta. Oh, no. La discreción al garete.

* * *


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Cuando Bavol regresó a la planta baja, se encontró con que el capitán continuaba casi en la misma posición anterior, ensimismado. Ni siquiera pareció prestar demasiada atención al hecho de que el niño se acercara tanto al mapa. Sin aparentemente hacerle caso, Jack gruñó por lo bajo, cogió la brújula con una mano y la sostuvo. La flecha que no señalaba el norte giró varias veces hacia ambos lados en círculos, hasta que se quedó quieta, señalando a un punto más allá de la puerta de la taberna.

Esto no tiene sentido... No deberías señalar por ahí —podría oírle murmurar.

Jack echó un trago a la jarra de ron y chasqueó la lengua.

Paciencia, muchacho —dijo entonces, como si en ese mismo momento se hubiera dado cuenta de que Bavol estaba ahí con él—. El tesoro no está tan lejos como parece, si se tienen las guías adecuadas.

Un disparo particularmente sonoro reventó en la oscuridad de la noche, y Jack dobló rápidamente el mapa para guardárselo segundos después Dios sabía dónde, tras la pechera de la casaca y la camisa. Cerró la brújula y apagó la llama de la vela con los dedos, que se chupó previamente. Otro disparo restalló. Le hizo una señal a Bavol para que no hiciera ruido y se preparara por si de repente les atacaba alguien. Despacio entonces fue acercándose a la ventana más cercana de la taberna, que aunque tenía los cristales bastante sucios, al menos permitía un punto de vigilancia hacia el exterior.

Lentamente, Jack posó los dedos en el pomo de su espada, mientras miraba hacia la calle. Sin embargo, aunque resonaron más disparos, nadie andaba cerca del edificio y nadie parecía estar a punto de entrar, o asaltar. El pirata se relajó un poco y regresó a la mesa, cogió la jarra y le echó otro trago.

Parece que los soldados de su Majestad se están divirtiendo con esos demonios —comentó con cierta gracia, tras oír otra salva de tiros, más lejanos—. No tengo todavía decidido quién quiero que desaparezca más, la verdad.

Por su palabras, Bavol podía deducir que obviamente como pirata que era, no le tenía mucho aprecio a la guardia y justicia natural de ese Mundo. Al ver su jarra vacía, alzó las cejas, compuso un mohín disgustado y volvió a servirse de las reservas del dueño, que desgraciadamente estaba seguro no iba a regresar más, al menos no con forma humana. Luego se volvió hacia la estancia, abriendo la brújula de nuevo.

Casi de forma distraída, empezó a caminar por la estancia, jarra de ron en mano, siguiendo los vaivenes de la extraña brújula. Rodeó a Bavol, pasó por su lado varias veces, pero todos y cada uno de los pasos terminaban guiándole hacia la puerta. Aparentemente frustrado, el pirata regresó al sitio en dónde había estado con el mapa y se sentó, pensativo. Después, tras unos minutos de silencio observando la brújula, la cerró y miró al jovencito.

Dime, hijo... —dijo, invitándole a sentarse a la mesa con él—. ¿Qué sabes de Hernán Cortés, o de su espada, para haberte querido unir a un viaje tan peligroso? Incluso si sois... magos —A Jack le costó pronunciar esa palabra—, no os aseguro que salgáis con vida de él.

Respuesta satisfactoria o no, afirmativa, elocuente o no, añadió al poco, con un murmullo casi más para sí que para Bavol mientras dejaba quietos los dedos sobre la pistola que llevaba al cinto:

Cortés dejó demasiadas huellas en el Caribe...

De pronto tronó una gran explosión, mucho más grande que las anteriores, mucho más intensa, y mucho más cercana. El suelo del edificio tembló y polvo cayó del techo. Jack se mantuvo quieto hasta que el temblor cesó. Sin mediar palabra Jack corrió hacia las escaleras, que subió de tres en tres, hasta la planta superior. Más explosiones estallaron aunque más lejos.

Fátima, que también habría sentido y escuchado perfectamente las explosiones, podría ver al excéntrico hombre pasar por delante de la puerta de la habitación a la carrera, siguiendo el pasillo hasta la ventana superior de la posada, que daba al puerto. Miguel hizo ademán de levantarse, pero Tulio se lo impidió y fue él el que se acercó a la puerta para ver qué demonios pasaba.

Por supuesto, si los aprendices seguían a Jack y miraban también por la ventana verían, a la pobre luz de la luna y las antorchas encendidas por toda la ciudad, que en la bahía del puerto se encontraba un navío cañoneando Port Royal, y en concreto el fuerte del gobernador. Los cañones del propio fuerte respondían a los disparos, convirtiendo el extremo del puerto en una nube de humo infernal. Haciéndoles un poco a un lado, Jack sacó un catalejo y lo extendió. La visibilidad no era muy buena, pero le sirvió para identificar la bandera del barco que estaba atacando.

Una expresión de contrariedad se dibujó en los labios del pirata.

Rogers... Comadreja carroñera —Jack gruñó, y guardó el catalejo de nuevo en el bolsillo.

¿Jack conocía a esa gente? Bueno... su tono de voz no había resultado ser demasiado cariñoso. Sin mediar más palabra Jack se dio la vuelta y avanzó a zancadas por el pasillo. Se encontró con Tulio, que también se había acercado y le apartó casi de un empujón.

¡Eh! ¿pero qué está pasando? —preguntó este a su vez, molesto.

Jack pasó de largo y continuó hasta las escaleras que bajaban. Contestó al aire.

¡Piratas, señor Hernández! ¡Hay que... ponerse a cubierto!

Tulio hizo una mueca de disgusto, miró a Fátima y a Bavol con un encogimiento de hombros y fue por Miguel. Este, que se había incorporado y levantado, tampoco estaba demasiado mal a esas alturas como para caminar y con la ayuda de su amigo pudo bajar rápidamente las escaleras, siguiendo al capitán. Si un pirata quería huir de otros piratas seguramente sería por una buena razón.

Jack no se quedó en la planta baja, si no que saltó por encima de la barra del tabernero y se metió a la despensa. Si le seguían, que era lo más recomendable, verían al capitán buscando algo a saltitos en secciones al azar del suelo de madera.

¿Qué está haciendo? —preguntó Miguel, no muy seguro de que si el capitán estaba borracho o no.

Tulio meneó la cabeza, sin tener idea. Jack no les hizo demasiado caso, saltando como estaba, buscando lo que estaba buscando. Las explosiones de vez en cuando sonaban más cerca, o más lejos. ¿Por qué precisamente esa noche tenían que atacar piratas? ¿No era suficiente el ataque de los sincorazón? ¡Era demasiado!

Ahá ~

Jack finalmente dejó de saltar sobre el suelo y se agachó. Descubrió una muy sutil argolla camuflada con la madera, que levantó y de la cual tiró con fuerza. Con un crujido roñoso, se abrió una trampilla que hasta entonces jamás habrían adivinado que estaba ahí.

Todas las tabernas tienen una de estas, no lo olvidéis —Jack sujetó la portezuela del agujero y señaló el hueco—. Ahora adentro, antes de que a esos perros sarnosos se les ocurra desembarcar.

Parecía algo razonable, el meterse bajo tierra para que no les alcanzara el fuego de artillería. Una vez dentro, los aprendices comprobarían que esa especie de sótano no muy amplio, y que podían moverse con bastante libertad para lo que parecía. A la poca luz de luna que entraba desde la despensa, podrían ver que probablemente la estancia se abría por casi todo lo que era el suelo de la planta baja que era ahí dónde el tabernero había guardado sus reservas de ron de emergencia, whisky y cerveza en barriles apilados contra las paredes revestidas de tablones ya carcomidos por las termitas. No parecía haber más salidas que la trampilla por la que habían entrado.

En cuanto los cuatro tripulantes se hubieran puesto a cubierto, Jack hizo lo propio, cerrando la abertura tras él. Quedaron a oscuras entonces, con el sonido de los cañonazos amortiguados como única compañía, además de los barriles de alcohol. Miguel se sentó en uno a tientas, respirando entrecortado, y cansado. La herida no se había abierto, pero continuaba doliendo.

¿Y ahora qué? —preguntó Tulio, en la oscuridad.

Ahora, amigo, reza para que al amanecer esos piratas se hayan ido. Y descansad, os hará falta.

Casi pudieron sentir la sonrisa ladina de Jack sin verlas. Sus pasos les indicaron que el pirata debía de andar acomodándose contra una pila de barriles, para cumplir con su última directriz. Debía de tener mucha fe para pensar que ahí estarían a salvo, aunque... si esos piratas asaltaban Port Royal, lo último que harían sería ir buscando trampillas ocultas para perder el tiempo, ¿verdad?

Tulio, no muy satisfecho con su respuesta, imitó al capitán y se sentó en el suelo, apoyando la espalda en el barril sobre el que se encontraba su amigo. Miguel se recostó contra el barril de atrás, y cerró los ojos, aunque nadie pudo verlo. Quizá hacer lo que decía Jack era una buena idea. Después de todo lo que habían hecho y pasado, necesitarían dormir un poco.

* * *


Xefil, Albert y Stelios


Stelios había encontrado un escondite móvil perfecto con esa caja aunque eso supusiese moverse más despacio por el barco. Aún así el vaivén era cada vez menor, y menor era el ruido ensordecedor de las olas chocando contra el casco. Menos jaleo, junto con la información obtenida en la bodega de carga, podía significar que de verdad habían salido de la tormenta que los había separado. Fuese como fuese, Stelios estaba decidido a seguir deambulando con su escondite a cuestas, como las tortugas, para averiguar algo más, lo que fuese.

Después de todo no estaba tan mal desencaminado.

Tras un rato de vagabundeo, buscando el lugar dónde supuestamente se debían reunir esos marineros holgazanes que burlaban sus quehaceres, por fin encontró una pista. Al doblar el recodo de uno de los pasillos que llevaban hacia la bodega anterior y partes adyacentes del navío, Stelios vio a un grupo de hombres, que no chorreaban agua pero casi, dirigiéndose hacia su posición. A tiempo o no de cubrirse con su disfraz, el primero de los marineros chocó de lleno contra él y la caja y trastabilló.

¿Qué te pasa, Weller, ya estás borracho?

Sí, ¡de agua de mar!

Los demás rieron, pasando por los huecos libres que dejaban el hombre y la caja de Stelios. El hombre llamado Weller gruñó y se levantó apoyándose en la pared. Entonces se fijó en lo que le había hecho caer. Clavó la mirada en Stelios y le sujetó fuertemente del brazo, como un cepo, antes de que se le ocurriera echar a correr.

¿Pero qué mierda? ¡Un polizón!

Sus amigos, al oír la palabra mágica, se volvieron y notaron por fin al muchacho, que por culpa de su caja y la poca luz del barco había pasado desapercibido. Y habría pasado totalmente desapercibido de no ser por la caída de Weller.

¿Qué hacemos con él?

Llevárselo al capitán.

—¡Que lo fría el mago con sus rayos!

¡Qué dices! ¡Echémosle por la borda!

¡Sí, eso!

¡Eso, sí!

En su algarabía por haber encontrado un supuesto polizón, los marineros rodearon a Stelios. Esos hombres no parecían estar dispuestos a escuchar a Stelios, si es que se le ocurría intentar decirles algo. Escapar era también un poco difícil...

Eh, un momento...

Uno de los hombres, que chorreaba más agua que los otros, se acercó más a través de sus compañeros y miró a Stelios de cerca. Stelios no lo recordaría o sabría, pero ese era uno de los que se había lanzado al mar para rescatarlos.

¡Este es el chico que sacó Jules antes!

¿Pero qué dices?

¡Que sí, que estoy seguro! El capitán se los llevó antes.

Weller soltó de golpe a Stelios y se frotó las manos por la ropa varias veces, luego dio una vuelta sobre sí mismo. Varios del grupo hicieron lo mismo. Stelios no podía saber por qué hacían eso, pero al menos le habían liberado.

Santo Dios, y yo casi lo tiro de nuevo al mar... Necesito un trago —Weller se apartó y se dio la vuelta, para retomar el camino que seguían antes de toparse con el aprendiz.

Sus compañeros, excepto el que había identificado correctamente a Stelios, le siguieron entre murmullos y gruñidos algo molestos. Eso era raro... ¿Por qué?

Has tenido suerte, muchacho —el hombre, que al parece le había «salvado», le palmeó la espalda fuertemente. Incluso para Stelios resultaría ser fuerte—. No todos saben cómo son los chicos a los que sacamos hace un par de horas. Ven, te sentará bien un trago.

Quisiera o no, el marinero conduciría a Stelios junto con los demás, hasta llegar a una sala alargada, cercana a las otras bodegas, en dónde se habían atornillado algunas mesas y bancos, ue funcionaba como estancia secundaria para comer o echarse un rato. Algunos marineros, además de los que acababan de llegar, estaban ya bebiendo allí, entre gritos de juerga y algunas lamentaciones. Stelios podía pensar que tenía suerte, le habían llevado directamente al lugar que buscaba, el nido de los cotilleos de un navío.

El aprendiz, guiado por su salvador, terminó sentado al extremo de una de las mesas, con una jarra de algo que no parecía tener buen color. Enfrente, y a su lado, dos hombres de un aspecto similar a su bebida, le miraron con curiosidad, pero siguieron bebiendo. Por allí y allá se escuchaban risas, anécdotas sobre la tormenta reciente y chistes picantes sobre mujeres sin piernas. Si así era la tripulación de un mercante, ¿cómo sería la de un barco pirata?

Antes de que Stelios pudiera echar un trago, si se atrevía, el marinero que estaba enfrente le arrebató la jarra y le echó un vistazo.

¡¿Pero qué demonios le has servido al crío, Tom?!

Una voz entre la multitud sonó bien alto, aunque Stelios no pudo saber de quién era.

¡Lo mismo que a ti, meado del Infierno!

A su alrededor, algunos hombres rieron. El hombre que le había quitado su bebida echó un trago sin permiso y bufó. Con aparente morriña, tiró la jarra, con su contenido y todo, contra una de las paredes. La jarra no estalló, pero una mancha parduzca quedó marcada en la madera.

¡Meado español! Dale algo con lo que pueda hacerse hombre, joder!

Las risas se hicieron más altas. El hombre al que llamaban Tom, alto y musculoso, como casi todos los presentes, se abrió paso con una jarra más grande, llena hasta arriba de un licor que tenía peor aspecto que el interior. Si se atrevía a preguntar, Tom sonreiría y diría, alzando la voz:

¡¿Qué bebemos, muchachos?!

Y contestando, todos a una levantando sus jarras, los marineros gritarían:

¡GROG! ¡GROG! ¡GROG! ¡GROG!

Podía intentar bebérselo o no. Si lo hacía podría eso abrirle vías para hacerse amigo de esos tripulantes y conseguir la información que quería. Todo era arriesgarse, aunque dudaba de que algo con pintillas negras en la superficie pudiera ser bueno para la salud.

* * *


La idea de Xefil era bastante más interesante que el quedarse todo el rato en ese camarote allí aplastados hasta que alguien decidiera ir a buscarles para que empezaran a fregar. A pesar del enfado, la oferta resultaba bastante atractiva y ambos aprendices se encontraron pronto, al igual que Stelios poco tiempo antes, caminando un poco a ciegas por los entresijos del barco.

No obstante, al contrario que su compañero, ellos no tardaron tanto en localizar su espontáneo reunión de marineros hartos de ron y monedas pasadas de mano en mano, porque a pesar de los crujidos renqueantes del armazón del barco, los gritos de los hombres resonaron más fuerte. Siguiendo las voces llegarían hasta la pequeña bodega a la que habían llevado a Stelios, y se encontrarían con un grupo de rudos marinos alzando y entrechocando las jarras al son de un clamor medio febril para animar a Stelios, al que podrían localizar en el extremo de una de las mesas.

¡GROG! ¡GROG! ¡GROG! ¡GROG!

El espectáculo podía parecer gracioso o preocupante, según se mirase. Antes de que pudieran decir nada, el cántico se cortó de golpe.

¡Eh, mirad quién ha venido!

¡Son las otras dos ratitas que rescaté antes!

¡Cierra el pico, Jules, a nadie le importa!

¿Cómo era posible que pudieran reír tan alto todo el tiempo?

¡Que se unan!

¡Sí, que se unan!

¡Dales un poco de grog, Tom!

¡Eso, Tom!

A petición de la concurrencia, sin casi darles oportunidad a negarse, de tan eufóricos y algunos borrachos como estaban, Xefil y Albert se vieron incluidos en el grupo, con sendas jarras de metal llenas a rebosar de esa bebida a la que llamaba grog y que no parecía ser sana para nada. Sentaron a ambos aprendices enfrente de Stelios, al que tendrían oportunidad de hablar.

¿Qué iban a hacer? Todos los rudos hombres de mar parecían estar esperando a que completaran ese extraño ritual de bienvenida. Como antes había podido pensar Stelios, si lo hacían, quizá se animara la cosa para obtener información.

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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Mié Jun 25, 2014 1:38 am

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Esto no tiene sentido... No deberías señalar por ahí —murmuró el capitán ensimismado mientras miraba hacia donde apuntaba la flecha de su brújula.

Bavol echó un rápido vistazo a la brújula del pirata y se percató de que la flecha apuntaba hacia la salida de la taberna. El pequeño gitano no sabía cómo los piratas marcaban los rumbos de sus aventuras, pero era evidente que el capitán Sparrow estaba teniendo unos inesperados inconvenientes.

Paciencia, muchacho. El tesoro no está tan lejos como parece, si se tienen las guías adecuadas. —le tranquilizó el capitán tras echar otro trago a su bebida.

Bavol asintió ante la respuesta del pirata. Por un momento había dudado de la capacidad de Jack Sparrow de llevarles hasta la espada de Cortés, pero parecía que en realidad el capitán pirata sí sabía qué es lo que tenía que hacer a continuación.

Un fuerte sonido proveniente del exterior los sobresaltó sacándolos de la conversación. Rápidamente el capitán Sparrow comenzó a guardar todos los objetos que había dispuesto encima de la mesa mientras que Bavol buscaba con la mirada de dónde había provenido el disparo. Después de que resonara un nuevo disparo, el capitán le indicó que no hiciera ruido, quizás sus vidas estuvieran en aquel momento en peligro. Bavol lo obedeció invocando su Llave Espada por si algún enemigo decidía entrar de pronto en el edificio.

Observó cómo el capitán se acercaba lentamente a una de las ventanas de la taberna. Incapaz de quedarse quieto y movido por la curiosidad, Bavol se colocó junto al pirata e intentó limpiar un poco el cristal de la ventana con la manga de su camisa para poder ver con más claridad qué es lo que estaba ocurriendo en el exterior.

Los disparos continuaron, sin embargo, no había ningún peligro por los alrededores, ni humano ni sincorazón. Al comprobar que la situación era segura, Jack decidió volverse a la mesa para continuar bebiendo, mientras que por su parte Bavol prefirió continuar vigilando por la ventana, no fuera a ser que de pronto aparecieran los sincorazón y los pillaran de improviso.

Parece que los soldados de su Majestad se están divirtiendo con esos demonios. No tengo todavía decidido quién quiero que desaparezca más, la verdad.

Entonces Bavol se acordó del rey de Francia. Aquel malvado hombre era el responsable de todo lo que estaba sufriendo los gitanos en su mundo, no merecía seguir viviendo y algún día se lo haría pagar. El niño soltó un suspiro, todos los reyes al final eran iguales, daba igual si lo eran de París o de Port Royal.

Los sincorazón son más fáciles de matar… —musitó Bavol absorto en sus propios pensamientos.

Intentando apartar esos pensamientos de su mente, se giró de nuevo hacia el pirata y tuvo que contener una carcajada cuando observó para su sorpresa a Jack Sparrow recorriendo con sus peculiares andares la sala de un lado a otro sujetando la jarra con una mano y con la otra la brújula.

Capitán, ¿está usted bien? —preguntó Bavol divertido después de que el capitán pasara varias veces junto a él.

Finalmente, el pirata se volvió a sentar de nuevo en su sitio, al parecer no había conseguido encontrar lo que quería. Continuó mirando la brújula durante unos instantes más para después cerrarla con un cierto aire de resignación. Aquello ya estaba empezando a ser bastante extraño incluso para un no experto en la navegación como él, debía averiguar qué es lo que planeaba hacer el capitán y así le podría intentar ayudar.

Dime, hijo... —Jack le hizo un gesto para que se sentara con él. Bavol aceptó la invitación e hizo desaparecer su Llave Espada, puede que finalmente le contara qué es lo que estaba planeando—. ¿Qué sabes de Hernán Cortés, o de su espada, para haberte querido unir a un viaje tan peligroso? Incluso si sois... magos, no os aseguro que salgáis con vida de él.

Bavol enmudeció ante la pregunta que le acababa de hacer, no era precisamente sobre lo que esperaba hablar. No podía negarse a responder, ya que si quería que el capitán Sparrow confiara en él y le diese más información, él tenía que hacer lo propio. Mentir totalmente tampoco resultaría efectivo, puesto que tarde o temprano se les escaparía algún detalle; sin embargo, también tenía que ser fiel con la historia que había estado contando hasta ahora. El gitano llegó a la conclusión de que debía responder con algo que estuviese a camino entre la verdad y la mentira, pero que no fuera completamente ninguna de las dos, de esta forma no estaría rompiendo ninguna norma y todos saldrían ganando.

Bueno, no sé muy bien quién es Cortés. Mi hermano Vaan había buscado información sobre él y me contó que era un conquistador, pero la verdad es que no me acuerdo de mucho más. Sobre la espada, sé que es un arma muy peligrosa y con mucho poder. —Bavol carraspeó antes de continuar hablando, lo que iba a decir ahora tenía que sonar convincente—. Nuestro antiguo capitán nos pidió que la mantuviéramos a salvo de las malas manos. Imagínese, capitán, que los malos consiguieran la espada… —se estremeció ante la idea de que Bastión Hueco encontrara la espada antes que ellos—. No podemos permitirlo, no todo el mundo puede tener esa clase de poder.

Cortés dejó demasiadas huellas en el Caribe... —murmuró Sparrow ante la atónita mirada de Bavol que no entendía lo que quería decirle su capitán.

Un nuevo sonido resonó de pronto, sin embargo, éste era mucho más fuerte que los anteriores y había sonido mucho más cerca, tanto que incluso que la taberna había temblado un poco. Bavol se levantó asustado de su silla, la situación se estaba volviendo mucho más peligrosa por momentos. Si seguían allí, nadie les garantizaba que tarde o temprano no fueran víctima de alguna de esas explosiones. Tenían que hacer algo, de manera que se volvió hacia Jack Sparrow en busca de indicaciones, pero el pirata ya se había levantado de su sitio directo hacia el piso de arriba. El gitano se encogió de hombros y, al no tener otra solución mejor que continuar siguiéndolo, decidió acompañarlo.

Sin ni siquiera detenerse ante la habitación en la que estaba Tulio y Miguel, Jack se instaló, catalejo en mano, en la ventana que daba al puerto. Intentando no molestar demasiado al pirata, echó un rápido vistazo por la ventana para hacerse una idea de cómo estaban la cosa. Nada bien por lo que podía ver. En el exterior se estaba librando una verdadera batalla entre un barco y el fuerte de Port Royal. Como desconocía quiénes eran los que estaban disparando desde el barco, no sabía si podía considerar a alguno de los dos bandos aliado o hasta qué o punto les afectaba esto en su misión, aunque por la expresión del pirata pudo deducir que aquello no era precisamente bueno.


Rogers... Comadreja carroñera —maldijo Jack guardando el catalejo y dirigiéndose de nuevo hacia abajo.

Cansado ya de dar tantas vueltas de un sitio a otro sin recibir ningún tipo de explicación por parte del pirata, decidió reunirse de nuevo con su compañera Fátima, quien seguramente sabría mucho mejor que él cómo deberían actuar ante este nuevo peligro. Cuando el gitano consiguió ponerse al lado de la chica, escuchó a Tulio preguntarle algo al pirata:

¡Eh! ¿pero qué está pasando?

¡Piratas, señor Hernández! ¡Hay que... ponerse a cubierto!

¿Pero los piratas no éramos nosotros? —preguntó Bavol inocentemente sin entender muy bien todos aquellos líos que se traían entre manos en Port Royal.

Finalmente, todos los presentes acabaron siguiendo a Jack hasta el interior de la despensa, donde el capitán había comenzado a saltar de un lado a otro de la habitación. Bavol alzó la cabeza en busca de lo que el pirata estuviese tratando de alcanzar con aquellos saltitos; sin embargo, no encontró nada de relevancia, de manera que se giró hacia Fátima con cara de preocupación.

¿Qué está haciendo?

Fátima, ¿qué hacemos? —le preguntó Bavol con su compañera al ver que el capitán Sparrow no parecía estar siendo de mucha ayuda.

Ahá ~ —parecía que el capitán había encontrado lo que buscaba.

Bavol se sorprendió al ver lo que Jack había estado buscando con aquellos saltos: una argolla. El capitán tiró de ella abriendo una trampilla y ordenó a todo el mundo que entrara dentro antes de que los piratas consiguieran desembarcar en la ciudad. La confianza que había perdido durante unos instantes en Jack Sparrow se recuperó al ver cómo había conseguido salvarlos, incluso ahora sentía hasta una cierta admiración por él. Los piratas como él o Ronin eran realmente increíbles, el niño deseó que ojalá algún día él también pudiera ser como uno de ellos.

Es usted muy listo, capitán. —le dijo Bavol esbozando una sonrisa antes de entrar en el escondrijo.

Después de que todos entraran, Jack Sparrow se internó también y cerró la obertura tras de sí, la cual era aparentemente la única salida de aquella sala. Antes de que hubiese tapado la entrada, habían podido ver que aquella habitación era una despensa repleta de barriles; sin embargo, ahora todo estaba a oscuras y a Bavol le costaba distinguir a sus compañeros en la oscuridad, de manera que intentó mantenerse cerca de Fátima en todo momento. En un caso de verdadera emergencia, ella era la única en la que realmente podía contar y a la primera a la que tenía que ayudar.

¿Y ahora qué? —aquella voz debía de ser la de Tulio.

Ahora, amigo, reza para que al amanecer esos piratas se hayan ido. Y descansad, os hará falta.

No le gustaba la idea de tener que estar quieto mientras en el exterior la gente se mataba, además de que en cualquier momento alguno de los dos bandos podía asaltar la taberna. Tulio, Miguel y el capitán Sparrow, que parecían no tener tantas reticencias, se acomodaron como pudieron y se dispusieron a descansar a salvo en aquel escondrijo hasta que el ataque cesase. Se preguntó cómo esperaban que durmiera con la sensación de que podían atacarlo mientras dormía, hasta en París, donde los soldados perseguían constantemente a los gitanos, podía dormir en un lugar donde estaba convencido de su seguridad.

Creo que alguien debería montar guardia, solamente por si acaso…

Seguramente ninguno de los presentes estuviera de humor para vigilar durante toda la noche, pero, de lo contrario, el gitano no podría estar tranquilo durante tantas horas. Bavol buscó la mano de Fátima en la oscuridad y cuando la encontró, tiró de ella levemente hacia abajo indicándole que se agachara un poco para que le escuchara mejor. En cuanto se percatara de que la chica se había agachado lo suficiente, se acercó todo lo que pudo a su oreja y le susurró lo más bajo que pudo:

¿Puedes vigilar tú, por favor? —Bavol esperó a que su compañera le diera una respuesta y seguidamente añadió—. Ah, por cierto, mañana tengo que contarte algo, ya hablaremos.

Prefirió no añadir más detalles al respecto, aquel no era el lugar indicado para contarle la idea que se le había pasado por la cabeza. Además, tampoco era tan importante, ya que al fin y al cabo sólo quería comentárselo a Fátima como posibilidad en el caso de que ella lo viese conveniente. Personalmente, Bavol preferiría no tener que acabar recurriendo a eso; sin embargo, la sola posibilidad de que Bastión Hueco o cualquier otro enemigo pudiese conseguir la espada antes le hacía plantearse muchas dudas.

Eh… ¿alguien quiere jugar... a algo? —preguntó Bavol tímidamente. Quizás así podría olvidarse de la sensación de malestar que tenía en esos momentos ante la idea de una posible emboscada; no obstante, nada más decirlo comprendió que aquel no era el mejor momento.

Miguel continuaba herido, Tulio parecía bastante frustrado con toda aquella situación y Jack Sparrow con su extravagante comportamiento tampoco estaba ayudando demasiado a tranquilizar a su “tripulación”. Finalmente, se sentó en un lado de la habitación apoyando su espalda con algún tipo de superficie sólida y cerró los ojos procurando descansar aunque fuera un poco antes de que tuvieran que marcharse de aquel lugar.
Última edición por Tidus Cloud el Vie Jul 11, 2014 10:08 pm, editado 1 vez en total
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Thailgar » Vie Jun 27, 2014 3:12 pm

Había transcurrido un rato en el que se movía lo más rápidamente que le permitía su escondite portátil. La idea de la caja había resultado útil, aunque su ritmo se había reducido bastante en favor de su seguridad. Sin embargo, tras la conversación a escondidas de aquellos marineros en la bodega, no había escuchado nada nuevo, ni pasos, ni voces ni nadie trabajando.

Estaba parado, tratando de situarse cuando un fuerte golpe en la caja sobresaltó a Stelios, que se quedó lo más quieto posible. Casi dejó de respirar.

¿Qué te pasa, Weller, ya estás borracho?

Sí, ¡de agua de mar!

Parecía que los compañeros del torpe marinero pasaban de largo, pero no iba a tener tanta suerte. Sintió como un brazo de extraordinaria fuerza le sujetaba. Intentó hacer fuerza para huir de allí, pero pese a su entrenamiento, no consiguió hacer ceder al hombre.

¿Pero qué mierda? ¡Un polizón!

«Cazado».

¿Qué hacemos con él?

Llevárselo al capitán.

—¡Que lo fría el mago con sus rayos!

¡Qué dices! ¡Echémosle por la borda!

¡Sí, eso!

¡Eso, sí!

Aquello había resultado en desastre. No había escuchado nada de utilidad, le habían atrapado y ahora no sabía que iba a suceder con él. Valoró si sería capaz de dejarles inconscientes a todos con la parte roma de su arma, pero eran demasiados, y probablemente alguno daría la voz de alarma antes de que lograra hacerles callar a todos. E incluso podía salir alguien herido de aquello, ya fuera él o los marineros, que después de todo eran inocentes.

Eh, un momento...

Uno de los marineros se acercó tanto a él que parecía que iba a olfatearle. Retrocedió la cabeza, incómodo.

¡Este es el chico que sacó Jules antes!

¿Pero qué dices?

¡Que sí, que estoy seguro! El capitán se los llevó antes.

A aquella frase siguió un extraño ritual que imitaron varios marineros. Aquello dejó perplejo al chico de Coliseo. ¿A qué venía aquello? ¿Era algún modo de saludo? ¿De reconocimiento? ¿Todo iba bien? La situación se volvía más extraña por momentos, y Stelios decidió mantener la boca cerrada.

Santo Dios, y yo casi lo tiro de nuevo al mar... Necesito un trago.

Tras aquello, los marineros continuaron su camino. Parecían… frustrados. ¿Qué demonios acababa de pasar? El que se había acercado a él no se marchó. Parecía más amable que el resto.

Has tenido suerte, muchacho. No todos saben cómo son los chicos a los que sacamos hace un par de horas. Ven, te sentará bien un trago.

¿Un trago? Lo siento, pero yo no acostumbro a beber, y menos…«en plena misión».

Sin embargo, sus palabras cayeron en oídos sordos. Fue prácticamente arrastrado hasta una estancia donde una buena cantidad de marineros ya estaban en plena fiesta. Gritos, voces y bebida gobernaban aquella habitación. Stelios se sorprendió por verles así, en un principio. No era la imagen mental que se había formado de un barco mercante, aunque, por otro lado, tenía sentido que hombres que pasaban meses en un barco buscaran formas de divertirse. Muchos de aquellos juerguistas ya estaban bastante borrachos, y aquello parecía que acababa de empezar. Stelios se dio cuenta de que, sin quererlo, quizá la suerte acababa de sonreírle. ¿No buscaba una situación así para escuchar información útil?

Sin más, se sentó en una de las mesas, donde le dieron una jarra cuyo contenido no parecía muy saludable. Pensó en su plan de obtener información y trató de darle un pequeño sorbo. Por el bien de la misión, tenía que hacerse ver integrado entre aquellos rudos marineros. Alzó la jarra e iba a beber de ella cuando desapareció de sus manos.

¡¿Pero qué demonios le has servido al crío, Tom?!

¡Lo mismo que a ti, meado del Infierno!

El marinero que le había arrebatado la jarra bebió de ella y luego la arrojó contra una de las paredes, entre las risas del resto de los hombres. Iba a intervenir, pero las voces acallaron su réplica.

¡Meado español! Dale algo con lo que pueda hacerse hombre, joder!

«Oh oh…».

Ya se sentía algo mareado por aquel ambiente cargado de sudor, alcohol, gritos y risas, pero cuando vio como el tal Tom se le acercaba con una jarra más grande, palideció. Su contenido era indescriptible, mucho peor que la jarra anterior. No pudo evitar preguntar por ello:

¿Qué demonios es esto?

Tom alzó la voz, más de lo habitual en ese ambiente.

¡¿Qué bebemos, muchachos?!

¡GROG! ¡GROG! ¡GROG! ¡GROG!

Sentía todos los ojos pendientes de su acción. No había escapatoria si quería sacar algo de todo aquello, aunque aquel líquido daba la sensación de restar años de vida. Sin pensárselo mucho, alzó su jarra y le pegó un buen trago.

Con el efecto del alcohol, si aquello se podía llamar así, Stelios intentaría mantener las preguntas importantes en mente y centrarse en ellas para no olvidar el objetivo de haberse unido a la fiesta. Era un chico fuerte y esperaba poder resistir durante un mínimo de tiempo la fuerza de aquella bebida. En Coliseo ya se había cogido un par de buenas borracheras, aunque beber no era una de sus mayores aficiones. Solo esperaba no caer redondo y que todo aquello no sirviera para nada.
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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Vie Jun 27, 2014 7:12 pm

Fátima sonrió cuando Bavol, atento a los detalles, trajo comida para Tulio y Miguel. Observó con interés, aunque intentó disimularlo, las atención que el primero le prodigaba al segundo. Y se dijo que esos dos se conocían desde hacía mucho tiempo para tener ese grado de confianza y entendimiento.

«¿Llegaré yo a comprenderme así con alguien?».

Esto es de locos —farfulló en ese momento Tulio—. Nos unimos a la tripulación de un pirata y al segundo nos atacan los demonios...

Tulio...

No, está bien, no voy a quejarme otra vez.

Fátima no pudo más que mirarles con cierta empatía y reprimir la lástima. O, ante todo, preocupación. Porque esos Sincorazón habían aparecido en el momento perfecto y no estaba segura de que pudiera considerarlo una coincidencia…

Se estaba incorporando para marcharse detrás de Bavol cuando escuchó la voz de Tulio:

Esa arma... la que sacaste de la nada, ¿cómo lo hiciste? —Todo su cuerpo se puso en tensión y antes de darse cuenta se había dado la vuelta y miraba con los labios apretados a Tulio—. Era la primera vez que veía algo así.

Eh… —Los pies se le habían clavado al suelo y, aun así, tuvo que luchar contra la imperiosa necesidad de salir corriendo y hacer como que no había escuchado la pregunta.

«Mierda. ¿Qué digo? ¿Qué hago? Nunca me habían preguntado así de directamente por la Llave, no sé qué decir… P-pero… A ver, a ver…».

Es… Es magia—se encogió de hombros, con una sornisa incómoda—. No sabría explicarlo bien. Es el arma que invocamos para defendernos de criaturas como esas. Pero no puedo… deciros más. En su momento juré no desvelar nada relacionado con la magia .—Y era cierto. Su juramento como aprendiz de Caballero la obligaba a no contarles nada más. Con todo, se alegró de no tener que soltarles ninguna mentira—. Lo lamento, de verdad. Pero puedo aseguraros que no os haré ningún daño. Si está en mi mano, os protegeremos de los otros demonios que puedan aparecer.

Incómoda, se quedó ahí plantada por si querían decirle algo más. Luego se despidió con un gesto de cabeza y marchó detrás de Bavol.

****


Bavol, en vez de responder inmediatamente, le cogió el brazo y ejerció un hechizo sanador sobre él. Fátima se sintió mejor de inmediato.

¿Estás bien? También tendrás hambre, deberías comer algo.

Fátima se palpó la zona herida y sonrió.

Gracias, hermanito —dijo, resistiéndose para no revolverle el pelo—. Algo picaré luego, no te preocupes. Ahora mismo no me entraría nada.

Calló para poder escuchar lo que le había sucedido a Bavol desde que se separaron.

A ver… Intenté convencer al capitán para que nos aceptara en su barco. Le dije que éramos hermanastros, que ya habíamos estado en otro barco pirata antes y que teníamos experiencia en abrir cualquier tipo de cerradura. —Fátima frunció los labios y dirigió una mirada de reprobación a Bavol, si bien el chico se apresuró a decir—: Tranquila, no le dije nada sobre las Llave Espadas… entonces.

Fátima se cruzó de brazos y se dijo para sus adentros que no sabía qué era mejor, que los consideraran ladrones o magos.

La verdad es que me dijo que no, pero entonces aparecieron montones de sincorazón… Usé mi Llave Espada y derrotamos juntos a los sincorazón… Lo siento, Fátima.Sé que no podíamos hacer magia ni utilizar la Llave Espada delante de los demás, pero había gente inocente en peligro y no podía dejar que muriesen, ¿me entiendes?

Fátima meneó la cabeza y le dio un apretón en un hombro.

No pidas perdón. Yo en tu lugar habría hecho lo mismo. Y en realidad lo he hecho —reconoció, sonriéndole para darle entender que no pensaba reprocharle nada. Pero su gesto se borró al recordar lo sucedido—. A mí también me atacaron muchos Sincorazón. me dio la impresión de que aparecían por varias calles, pero no quería pensar que había llegado tan lejos… En cualquier caso, enhorabuena por haber vencido a los Sincorazón—le dijo con sinceridad.

Después de verme luchar y hacer magia, el capitán Sparrow aceptó que fuéramos con él.

«Vaya… Realmente debe estar desesperado…»

Y, bueno, eso es todo. ¿Qué piensas, Fátima? Yo creo que deberíamos aprovechar esta pista y viajar con el capitán Sparrow hasta encontrar la espada. Esta es nuestra misión, los demás seguramente estarán haciendo lo mismo, ¿no?

Suspiró y se retorció un mechón de pelo, intentando pensar con claridad. No le resultó fácil. Bavol había puesto el dedo en la llaga: los demás. ¿Qué debían hacer? No había forma de saber dónde estaban, si se encontraban bien o si se habían marchado a buscar la espada por su cuenta. Con la impresión de que tenía cientos de nudos en las entrañas, trató de tranquilizarse y hacerse responsable de la situación.

No me produce buenas vibraciones que nos acepte sin más, qué puedo decir. Pero no vamos a rechazar su oferta.

Creo que voy a volver con el capitán, ¿te vienes?

Ahora bajo —le despidió con un gesto.

Quería pensar un rato a solas.

Cuando Bavol se marchó, Fátima suspiró y descargó todo su peso contra la pared del pasillo, consciente de lo cansada que estaba. El día había sido tremendamente largo, a lo tonto. Y nada había salido como debería haber hecho.

Frunció los labios. Lo que Tulio había dicho no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Se habían enrolado a la tripulación —bastante escasa, pero seguía siéndolo— de un pirata. Tuvo que contener una carcajada.

«¡Eso significa que soy una pirata! ¡Si mi familia se enterara…!».

No estaba muy segura la idea de considerarse una pirata, pero al menos algo lo tenía claro: debían averiguar todo lo que pudieran del capitán y de cómo pretendía hacerse con la espada. Porque eso les iba a enemistar, desde luego.

Y Xefil, Stelios y Albert… ¿Cómo iban a encontarlos? ¿Habrían vuelto a Tierra de Partida esperando quizás que todos se reencontraran allí? Se mordió el interior de las mejillas. La misión era lo primero, desde luego, pero no podía quedarse tranquila pensando que quizás estaba abandonando a su suerte a sus compañeros…

Entonces resonó un estallido que retumbó en la habitación. Se puso en pie de un salto, con los nervios a flor de piel, se sacudió el polvo que le había caído en la cabeza y los hombros. Hubo más explosiones y corrió al cuarto de Tulio y Miguel:

¿Estáis bien?

Casi inmediatamente después escuchó pisadas y, al darse la vuelta, vio que el capitán se dirigía a la carrera hacia una de las ventanas del final del pasillo. Después de que Tulio impidiera que Miguel se levantara, también fue tras él para asomarse.

En la bahía había un barco que… ¿Estaba bombardeando el fuerte? Se le pusieron todos los pelos de punta. ¿Pero qué demonios…?

Rogers... Comadreja carroñera —gruñó el capitán Sparrow, bajando el catalejo que había usado para observar.

¿Rogers? —repitió Fátima, siguiéndole con la mirada pero sin separarse de la ventana mientras Bavol se acercaba a ella.

¡Eh! ¿pero qué está pasando?

¡Piratas, señor Hernández! ¡Hay que... ponerse a cubierto!

¿Pero los piratas no éramos nosotros?

Al lado de un barco con una tripulación al completo, no creo que seamos nada. Y los piratas no tiene por qué respetarse los unos a los otros—dijo Fátima con un hilo de voz al comprender lo que estaba sucediendo.

Además, el capitán parecía conocer a su enemigo y no de forma precisamente amistosa.

Fueron detrás de Jack hasta la despensa, donde el pirata descubrió una especie de entrada secreta a un sótano. Fátima memorizó el dato sobre que todas las tabernas siempre tenían una. Quizás le serviría en alguna ocasión.

Es usted muy listo, capitán.

A pesar de la tensión de tener que esconderse en una ratonera por si los piratas les alcanzaban, Fátima no pudo evitar sonreír. Parecía que Jack se había ganado al pequeño Bavol.

Antes de que el capitán los dejara a oscuras, Fátima vio que se encontraban rodeados de barriles y de todo tipo de bebidas alcohólicas. Típico. Se acomodó como pudo en un rincón y Bavol se sentó cerca de ella. De nuevo tuvo que reprimirse para no tratarle como un niño y tranquilizarlo con unas palmaditas o algo, por miedo a herir su orgullo.

¿Y ahora qué?

Ahora, amigo, reza para que al amanecer esos piratas se hayan ido. Y descansad, os hará falta.

«¿Tan mal organizado está el gobierno que no va a ser capaz ni siquiera de detener a los piratas? La verdad es que es un poco triste. Creía que estarían mejor organizados, teniendo en cuenta que están rodeados de piratas».

Creo que alguien debería montar guardia, solamente por si acaso…

Fátima arqueó las cejas. No era una mala idea. Pero, la verdad, estaba molida y no estaba segura de que alguien fuera a ofrecerse… Bavol le tanteó la mano y dio un pequeño tirón. Se agachó hacia él.

¿Puedes vigilar tú, por favor?

Contuvo un pequeño gemido. No quería. Pero, pensándolo bien, estaba convencida de que en cuanto cerrara los ojos volvería a darle vueltas a qué habría ocurrido con sus compañeros, a la espada, a la misión. A todo. Así que supuso que tampoco se iba a morir por estar un par de horas en vela. Porque, por mucho que quisiera, no creía que fuera a aguantar toda la noche despierta.

Vigilaré. Tú duerme tranquilo—respondió.

Ah, por cierto, mañana tengo que contarte algo, ya hablaremos.

Asintió, preguntándose qué era lo que querría decirle el chico. Algo relacionado con la misión, sin duda. De lo contrario no esperaría a poder decírselo a solas.

Se acomodó contra un barril y cruzó los brazos, agudizando el oído.

Eh… ¿alguien quiere jugar... a algo?

Deberías dormir, Bavol —dijo Fátima, dándole un toquecito en un brazo con la mano—. Mañana no creo que vayamos a poder descansar mucho.

Incómoda, se preguntó de nuevo por qué habrían permitido que un niño tan pequeño se uniera a la Orden. O, al menos, que saliera tan rápidamente a realizar misiones peligrosas. Porque la Maestra Rebecca les había dejado claro que no iba a ser un camino de rosas, y no lo estaba siendo.

Mientras pasaba el tiempo, Fátima pensó de nuevo en las emboscadas de los Sincorazón. Dos seguidas, nada menos. La de la ciudad no se le habría antojado tan destacable si no hubiera sido por su extensión. Pero la primera… De acuerdo, tantos Portadores debían por fuerza atraer la atención de los Sincorazón. Serían como un faro en medio de la oscuridad para ellos. Sin embargo, no podía quitarse la idea de encima de que era como si hubieran estado esperándolos…

Se quedó escuchando durante un tiempo, atenta por si escuchaba pisadas o voces que se acercaran demasiado a su posición. Si nadie intentaba hablar con ella, sin embargo, iría cayendo en un sueño muy ligero, preparada para despertarse por si se daba la necesidad.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Vie Jun 27, 2014 10:44 pm

Xefil se disculpó por haber cortado la pregunta que Albert formuló a Crow, dándole a entender que no era su intención ofenderle, pero que sí tenía como objetivo preocupar a Crow. Seguía admitiendo que sus compañeros eran más importantes que su objetivo en aquel momento pues, tras dudar un momento, terminó contándole a Albert una dura experiencia en la que había perdido a varios aliados.

Albert se sintió mal por haber sido tan duro con sus palabras al conocer ese hecho. Se dio cuenta de que realmente no le conocía de nada y él sí que le había ofendido.

Lo siento, no sabía…

Xefil avanzó hasta la puerta del camarote y la abrió.

Ahora, te voy a compensar que Crow haya pasado de ti —dijo, mientras le hacía un gesto para que le acompañara—. ¿Sabes quién conoce todas las historias habidas y por haber?

Albert no supo qué contestar, en aquel momento la adivinanza le pilló por sorpresa. Finalmente, tras pensar brevemente su respuesta, dijo lo primero que le vino a la mente:

¿El Capitán?

Aunque con su respuesta se había acercado, a la vez se había quedado corto. Xefil se encargó de iluminar a Albert con la respuesta de su acertijo.

¡Marineros! Oh, y adivina dónde estamos ahora. Somos parte de la tripulación ahora... más o menos. Y siempre hay un lugar donde estos sujetos se reúnen a beber, tirar dados, jugar cartas ¡y...! —dijo divertido, levantando el dedo índice sobre el rostro de Albert—... contar historias.

Salió del cuarto y añadió:

Ahora, vamos, acompáñame.

Albert siguió los paso de Xefil y salieron al exterior del camarote, buscando a esos cuentacuentos. Apenas llevaban unos metros avanzados, cuando comenzaron a escuchar un griterío que les hizo suponer que se trataban de los marineros que querían encontrar y efectivamente así fue.

¡GROG! ¡GROG! ¡GROG! ¡GROG!

Al acercarse Albert se fijó que entre ellos estaba Stelios, que bebía de una jarra con los otros marinos. No sabía que a Stelios le gustase beber, fue toda una sorpresa para Albert. Los hombres intervinieron de inmediato nada más verles.

¡Eh, mirad quién ha venido!

¡Son las otras dos ratitas que rescaté antes!

¡Cierra el pico, Jules, a nadie le importa!

¡Que se unan!

¡Sí, que se unan!

¡Dales un poco de grog, Tom!

¡Eso, Tom!

Tan rápido con llegaron les invitaron a unirse al grupo y beber mientras berreaban el nombre de la bebida que todos tomaban. Se sentaron frente a Stelios y les dieron una jarra de grog a cada uno.

Albert miró con espanto el líquido del vaso y lo apartó de su lado. Estaba seguro que beber eso no era bueno para la vida en sí misma.

Gracias, pero yo no bebo…

Si la situación se torcía y no le quedaba más remedio intentaría fingir que bebía el grog, y si con ello no lograba escaquearse de beber, bebería, solo deseando no morir en el intento.
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