[Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Trama de Xefil, Bavol, Stelios y Albert + Fátima

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Zee » Sab Jun 28, 2014 7:04 pm

¡GROG! ¡GROG! ¡GROG! ¡GROG!

Sin duda alguna, aquel alboroto debía ser justo lo que estábamos buscando. Con todo ese griterío, no nos costó mucho trabajo encontrar a los marineros reunidos. Sólo un poco de exploración bajo cubierta, balanceándonos de un lado a otro guiados por las exclamaciones de los hombres, hasta que finalmente llegamos a una pequeña bodega donde todos estaban reunidos.

¡GROG! ¡GROG! ¡GROG! ¡GROG!

Albert y yo nos acercamos al grupo con algo de cautela. Sin embargo, en cuanto nos acercamos, pudimos contemplar que... ¿que Stelios se nos había adelantado? El sujeto ya estaba allí sentado, bebiendo y todo, como si fuera un miembro más. Aquello me alivió un poco y me permitió acercarme con un poco más de naturalidad y con mucho menos miedo que antes.

¡Eh, mirad quién ha venido!

¡Son las otras dos ratitas que rescaté antes!

¿Ratitas...? —repetí, más extrañado de lo que estaba ofendido. Aparentemente, aquel era el que nos había rescatado de la tormenta, y por eso debía estarle agradecido. Pero... ¿ratitas?

¡Cierra el pico, Jules, a nadie le importa!

¡Que se unan!

¡Sí, que se unan!

Bueno, eso fue... fácil —pensé, mientras tragaba saliva para intentar deshacerme de los nervios. Fingí una sonrisa tímida y me acerqué al grupo, cabizbajo y con una mano en la nuca, actuando como si me encontrara incómodo, pero halagado, por haber sido invitado unirme a la... fiesta.

¡Dales un poco de grog, Tom!

¡Eso, Tom!

En un veloz movimiento, fui empujado hacia la mesa, prácticamente obligado a sentarme frente a Stelios, y recibí un tarro de metal lleno de una bebida turbia que no se parecía en nada a ningún licor que hubiese visto antes en mi vida. Albert también recibió una, pero casi inmediatamente la rechazó, excusándose al decir que no bebía.

Venga, Albert, no hay ningún marinero que no beba... —le dije mentalmente.

Forcé una sonrisa de agradecimiento y levanté mi vaso unos cuantos centímetros, aceptando la bebida. La miré de nuevo por unos breves instantes, contemplando cómo el líquido no brillaba ni un poquito... parecía agua sucia. En mis ideas más descabelladas, imaginé que realmente lo era.

No podía ser demasiado malo, ¿no? No era como si nunca hubiera bebido... aunque yo era más de vinos frutales, que muy probablemente era un alcohol muy suave comparado con cualquier cosa que los marineros tomaran. A ellos se les debía mantener contentos con las pocas raciones que tenían, debía ser un licor fuerte...

Salud.

La pregunta era si yo era suficientemente fuerte. Me arriesgué y tomé un poco de la bebida, pero sin tragarla, simplemente... sintiendo su desagradable picazón en la boca. Y cuando pensé que podía con ella, tomé un poco más y, ahora sí, la pasé a mi garganta. Sólo esperaba que no me dieran ganas de vomitar o náuseas, porque con el vaivén de la nave ya tenía suficiente...
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


Imagen
Avatar de Usuario
Zee
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
Bohemia Lectura
 
Mensajes: 3280
Registrado: Mié Mar 04, 2009 1:37 am
Dinero: 213,288.72
Banco: 15,374.00
Ubicación: .mx
Sexo: Masculino
Clan: Bohemia Lectura
Facebook: Pregunta por MP
Estantería de objetos
Karma: 36

Ronda 9

Notapor Tanis » Jue Jul 10, 2014 9:25 pm

Bavol y Fátima


Los cañonazos todavía podían oírse, estallando desde algún lugar lejano. Bajo tierra el ruido no era tan ensordecedor y el grupo podía perfectamente cerrar los ojos y pensar que estaban en su cómoda cama de Tierra de Partida, salvo por la cuestión de la comodidad.

Casi arrullados por el eco del barco que continuaba bombardeando Port Royal, tanto Fátima como Bavol no tardaron en sentirse adormilados, culpa del cansancio del viaje, la huida y las peleas. Cerca podrían oír la ya acompasada respiración de Miguel, y la a veces ronca de Tulio, ya dormidos como si no estuvieran escondidos en un nido de ratas. Bavol sería el siguiente en dormirse, ya que había acordado que Fátima vigilaría. Al otro lado del sótano, Jack también parecía haber caído en brazos de Morfeo, tan tranquilo, como si el hecho de que piratas peligrosos y rivales anduvieran cerca. Sin embargo, la adormilada Fátima escucharía de pronto su voz, en medio de la oscuridad.

¿Sabes, muchacho? —Por el tono, Fátima podría deducir que que también estaba a medio dormirse—. No creo en las casualidades, pero dicen que no existen dos sin tres. Espero que mañana nos encontremos la tercera.

Fátima podría casi sentirle sonreír a ciegas y aunque preguntase por lo que quería decir con aquel enigmático deseo, Jack no contestaría. Fátima podría pensar que se había dormido antes de escucharla. Era lo más sensato. ¿Y cuales eran las dos primeras casualidades? Seguramente una sin duda era la aparición de ese pirata rival, Rogers, pero... ¿y la otra?, ¿los sincorazón? Fátima le daría vueltas a esa cuestión durante algunos minutos, hasta que ella misma finalmente cayera en brazos de Morfeo, sin apenas darse cuenta.

Poco después, entonces, cesarían los cañonazos.

* * *


Una pequeña sacudida les haría despertar. Alguien les estaba zarandeando por el hombro para que se levantaran, y una voz amable, que tras unos segundos fácilmente reconocerían, terminaría por despertarlos.

Vaan, Bavol —En cuanto abrieran los ojos verían a Miguel, de mejor color y aspecto, esbozando una alegre sonrisa. Parecía que dormir toda la noche le había sentado bien, al menos no estaba tan macilento—. Los piratas se han ido —anunció, alegre.

La luz entraba por el hueco de la trampilla, y todo parecía en calma. Miguel salió por el hueco nada más terminar de despertarlos, dejando a ambos aprendices solos. Nadie más quedaba allí abajo y efectivamente, nada indicaba que el ataque pirata nocturno hubiera desembocado en un desembarco. Al ascender por la escalerilla que comunicaba la despensa con el escondite saldrían a la despejada taberna, iluminada por un sol radiante que entraba a raudales por la puerta abierta. Al igual que por la noche, si buscaban en la despensa encontrarían algunas cosas que llevarse a la boca, lo cual era bastante recomendable.

Si salían se encontrarían a Miguel y a Tulio, este último despachando no muy a gusto un mendrugo de pan. Parecía impaciente, y un poco molesto, mientras oteaba a lo largo de la calle, en cuyo final de vislumbraba el puerto.

¿Dónde está el capitán? —preguntó Miguel, que tampoco debía haberlo visto salir.

En el puerto, arreglando lo de su... barco.

Por su tono de voz se podía deducir que Tulio no estaba muy contento con eso, como Fátima no lo había estado anteriormente pensando en la idea de robar un navío.

Me pregunto qué estarían buscando esos piratas... —murmuró Miguel poco después, al aire, pensativo.

Ciertamente podían pensar que era casualidad, pero una muy sospechosa teniendo en cuenta lo que buscaba Jack. Si alguien más sabía que andaba detrás del botín de la Espada de Cortés, y la propia espada, quizá algún otro pirata quisiera beneficiarse de ello. Eso complicaba las cosas. O las complicaría.

Espero que no a Sparrow —masculló Tulio en respuesta, añadiendo después—. No hemos empezado el viaje y ya quiero matarlo.

Tulio...

En fin... —Se volvió hacia Fátima y Bavol—. ¿Vamos? No me apetece quedarme aquí esperándole.

Independientemente de la respuesta que le dieran, Tulio echaría a andar calle abajo hacia el muelle, seguido de su amigo. Si no querían quedarse atrás, más valía ir con ellos.

Las calles se encontraban desiertas, silenciosas, sólo interrumpidas por algún ruido ocasional, alguna que otra voz. Apenas gente se atrevía a salir, después de dos ataques así seguidos. Gran parte de las estructuras cercanas al puerto estaban destruidas, desconchadas y montones de cascotes salpicaban las callejuelas.

¿Qué estaría tramando Jack? ¿A quién iban a robarle el barco?

Al llegar al muelle principal le verían examinando un navío bastante grande, del cual descargaban cajas y cajas de distintos tamaños. Era casi la única actividad del puerto, que se encontraba bastante desmejorado tras el ataque relámpago de la noche. Una bandera con una franja naranja superior sobre una blanca y azul, descansaba ondeando débilmente del palo mayor.

Oh, estáis aquí —dijo Jack al verlos aparecer—. Mejor, me ahorro el ir a buscaros.

Ordenes a voz de grito, en inglés y a veces idiomas que no conocían, resonaron por los rompeolas. Jack desvió la vista hacia Fátima, con una sonrisa enigmática.

¿Ves? La tercera.

Aun si Fátima preguntaba o no, Jack miraría de nuevo al barco para explicar:

Este es el Viento Fugaz, un mercante de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales. El capitán es un viejo conocido mío, y me debe un favor, así que puede que nos ahorremos el tener que zarpar en una cáscara de nuez.

Colocándose mejor el sombrero, se encaminó hacia la pasarela.

Venid, pero no digáis nada raro, no hay que poner nerviosos a los holandeses.

Tulio alzó las cejas, torció el gesto y miró a Miguel. Este se encogió de hombros y a su vez miró a Fátima y a Bavol, como si así dijera que no había más remedio o algo así. Ambos hombres siguieron los pasos del capitán por la tabla de madera hasta la cubierta. Una vez a bordo, Jack interceptó a uno de los hombres libre de carga.

Eh, marinero, estoy buscando a tu capitán.

El recio hombre le miró de arriba a abajo y bufó.

¿Y tú quién eres?

Un gesto críptico se abrió paso por el semblante de Jack, pero pareció aguantarse la respuesta. Y en cambio, demasiado amable para su gusto, contestó:

Un amigo del capitán, si fuerass tan amable de llevarle mi mensaje...

Perdidos de la conversación, sería entonces cuando tanto Fátima como Bavol los verían, apareciendo de repente en la cubierta del barco. Tres fantasmas perdidos en una tormenta poco tiempo atrás.


Xefil, Albert y Stelios


El trago generoso de Stelios, le abrasó la garganta como si hubiera bebido oro líquido y casi inmediatamente empezó a sentir un mareo pesado y denso que le revolvió el estómago. Tal vez si hubiera estado habituado a beber, no le hubiera pasado gran cosa, porque el grog estaba rebajado a propósito para que los marineros no consumieran tanto ron y se emborracharan cada dos por tres. Pero aún así, dependía mucho de quién lo hiciera...

Sin poderlo evitar, Stelios notó como le subía la bebida del vuelta a tiempo para inclinarse a un lado y vomitar. Al verlo, muchos rieron e hicieron chascarrillos sobre lo blando que eran los muchachos de ahora.

Al mismo tiempo Xefil, que aguantaba su doble trago con reticencias, y Albert, de un sorbito finalmente presionado por los marineros, sentirían algo parecido a su compañero. Un ardor en toda la boca y el estómago, que se extendía por el cuerpo como un fuego horrible y abrasador. Igualmente notarían el mareo por culpa del grog y el ambiente rancio de la pequeña bodega.

¿Cómo podían soportar eso todos los días?

Pocos minutos después Stelios, abrumado por el golpe contundente de la bebida, golpearía la tabla de la mesa con la frente, boqueando aún bilis entre los labios. Albert, gracias quizá a que no se había atrevido a probar tanto, no vomitó, pero sí que necesitaría apoyarse en la mesa, de un modo parecido al de su amigo. Xefil, al igual que Stelios, no podría mantenerse erguido. Envueltos aún entre las risas de ese grupo de hombres que se bebían esa cosa infernal como si fuera agua, sucumbieron uno a uno y poco a poco al cansancio y a la tensión del lo que llevaban de viaje. Quizá a alguno, en su última resquicio de consciencia, se le podía pasar por la cabeza:

Maldita espada del demonio.


* * *


Al abrir los ojos, la visión borrosa del camarote de Crow les recibió junto con unos pocos y delicados haces de luz que les quemaron las retinas. Un dolor de cabeza bastante considerable, y ni siquiera culpa de ninguna borrachera, les dio los buenos días también. Al principio no sabrían dónde estaban, pero poco a poco irían ubicándose, y recordando... Que al final no habían aguantado lo suficiente como para dar pie a que alguien les contase alguna historia sobre Cortés o su espada legendaria. Maldiciones aparte, no podían hacer nada más, ya era de día y se suponía que debían estar trabajando o algo parecido. ¿Quién les había llevado hasta allí? Lo último que recordaban era el color y el tacto de la madera de esa mesa en el fondo de la bodega secundaria. ¿Habría sido Crow? No tenían modo de saberlo, aunque pudiera ser harto probable.

Preguntándose esas cosas, o maldiciendo sobre su mala suerte, se darían cuenta de que el barco no se movía, ni siquiera con ese ligero vaivén de la mar en calma. Si se asomaban entonces por el pequeño ventanuco del camarote, podrían ver un poco más allá un par de barcos más pequeños, de pesca, y muelles vacíos.

Estaban en un puerto. Parecía que habían llegado a Port Royal. El ambiente no era nada halagüeño. Pocos barcos, muchos destrozados, apenas marineros faenando de aquí a allá. Eso era tan raro... Incluso Stelios, con sus bajos conocimientos sobre mar y puertos de isla, llegaría a pensar que aquello era probablemente debido a un ataque pirata reciente.

Pasado el tiempo verían que nadie iba a buscarles, siquiera Crow o el propio capitán para cumplir con su amenaza de meterlos en la cárcel si no trabajaban en su barco. Era difícil pensar que se le habría olvidado, pero no que estaba demasiado ocupado con su preciado cargamento. Podían aprovechar para huir sutilmente y librarse del castigo, emprendiendo así la búsqueda de sus dos compañeros perdidos y un rastro mejor de la espada. Si iban con cuidado, salir a cubierta sería fácil. Incluso si Crow les pillaba, él entendería que no podían perder tiempo.

El navío bullía de actividad. Cajas y cajas eran transportadas de las bodegas a cubierta para ser descargadas a tierra, pero el capitán, ni siquiera Crow, estaban a la vista, de modo que los aprendices pudieron salir a la luz sin que nadie les interceptara el paso. Demasiado sencillo o demasiada suerte quizá. Intentando no tropezarse con ninguno de los rudos hombres que transportaban las cajas y barriles que anteriormente viera Stelios en su periplo nocturno por las entrañas del barco, acabarían por fin en cubierta, a un palmo de la libertad.

Entonces verían al variopinto grupo de extraños que estaban terminando de subir al barco, y que ni de lejos pertenecían a esa tripulación. Uno de ellos parecía incluso a todas luces un pirata. Sin embargo eso no sería lo que más les llamaría la atención, si no la repentina aparición, tras otros dos hombres un poco menos andrajosos que el primero, de Fátima y Bavol.

Finalmente el grupo se había reunido de nuevo.

Spoiler: Mostrar
Fátima:
PV: 32/32
PH: 38/38

Bavol:
PV: 24/24
PH: 18/18

Albert:
PV: 12/12
PH: 10/10

Xefil:
PV: 20/20
PH: 32/32

Stelios:
PV: 18/18
PH: 12/12


Spoiler: Mostrar
Fecha límite: 14 de julio
Avatar de Usuario
Tanis
28. Samurai
28. Samurai
 
Mensajes: 813
Registrado: Mar Feb 19, 2013 10:20 pm
Dinero: 75,353.31
Banco: 15,572.00
Sexo: Mucho, gracias por preguntar
Karma: 5

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Vie Jul 11, 2014 9:31 pm

¡Qué relajado estaba! Quizás aquel lugar no fuera tan reconfortante como su habitación de Tierra de Partida (aunque ya estaba acostumbrado a dormir en lugares incómodos después de haber vivido toda su vida en la Corte de los Milagros) ni la posibilidad de un inminente ataque era algo muy tranquilizador; sin embargo, Bavol estaba agotado después de tantas emociones, de manera que había dormido a pierna suelta toda la noche.

De pronto, sintió que alguien le estaba tirando del hombro. Oh, no, la hora de despertarse…

Vaan, Bavol —Abrió los ojos brevemente, era Miguel quien les estaba despertando—. Los piratas se han ido

Bavol bostezó mientras sus ojos se iban acomodando poco a poco a la luz. Parecía que Miguel se encontraba bastante mejor, afortunadamente ya se habría recuperado del ataque de los sincorazón. Cuando el muchacho salió por la trampilla, se dio cuenta de que ni Tulio ni el capitán Sparrow se encontraban allí dentro, seguramente estarían arriba planeando cuál sería su siguiente movimiento. Estiró sus brazos y piernas y de un salto se levantó de nuevo.

Venga, vamos a desayunar algo. —le indicó a Fátima esbozando una sonrisa.

Salió del escondrijo y saludó a Miguel y Tulio. Parecían que no estaban de muy buen humor, se les veía un tanto molestos con algún asunto; sin embargo, los dos estaban sanos y salvos y deberían dar gracias por ello después de todo lo que habían sucedido. Bavol cogió una silla para poder llegar a la estantería mientras escuchaba la conversación de los dos hombres.

¿Dónde está el capitán?

En el puerto, arreglando lo de su... barco.

Me pregunto qué estarían buscando esos piratas...

A lo mejor son piratas como nosotros y están buscando también la espada de Cortés… —reflexionó Bavol bajándose de la silla sin coger nada para comer finalmente. Se dio cuenta de que si eso era cierto, puede que su misión corriese peligro. Entonces, recordó que tenía que decirle algo a Fátima...

Espero que no a Sparrow. No hemos empezado el viaje y ya quiero matarlo.

Tulio...

Yo creo que tenemos que confiar en el capitán Sparrow, él nos ha salvado de todo hasta ahora. —intervino el gitano preocupado por los comentarios de sus compañeros—. Estoy totalmente seguro de que nos llevará hasta la espada.

Tulio y Miguel no confiaban en el capitán Sparrow, pero ya les había demostrado que era un buen hombre. Había ayudado a Bavol durante el ataque de los sincorazón cuando pudo haber escapado y encontró aquel escondrijo donde estuvieron a salvo de cualquier peligro. Podrían tener mala fama, pero Bavol sabía la verdad: la mayoría de piratas eran buenas personas.

En fin... ¿Vamos? No me apetece quedarme aquí esperándole.

Bavol se acercó a Fátima y le tiró de la manga de la camisa tratando de decirle que se quedara un momento allí con él. Esperó que Tulio y Miguel abandonaran la taberna para poder hablar en privado con su compañera.

Quería decirte una cosa… —comenzó a decir Bavol dubitativo, no sabía cómo podía plantear exactamente una cosa así—. Esto se está volviendo muy peligroso. Nos han atacado los sincorazón, han aparecido más piratas que pueden estar buscando la espada y a saber si los de Bastión Hueco están por aquí. Lo que quiero decir es que nuestra misión es muy importante y no podemos permitir que la espada caiga en malas manos, ¿verdad? —se mantuvo unos segundos en silencio antes de atreverse a seguir hablando—. Ayer vi al capitán Sparrow con un mapa y una brújula a los que no quitaba el ojo de encima y estoy seguro de que ahí tiene que venir dónde está escondida la espada. Si las cosas se complican demasiado, quizás… deberíamos… eh, ya sabes…

Bavol miró fijamente a Fátima esperando que su compañera comprendiese lo que el gitano le estaba insinuando. El chico sentía como las mejillas le empezaban a arder, se estaba muriendo de vergüenza. Robar y traicionar a alguien eran cosas terribles, pero la situación podía volverse muy desesperada. Bavol se preguntaba seriamente qué era peor: si comportarse como un santo y perder la espada o conseguirla teniendo que hacer algo no muy correcto.

Te juro por Dios, Fátima, que no soy un ladrón. —afirmó Bavol muy seriamente, no le estaba resultando fácil proponer aquella solución—. No quiero robarle al capitán Sparrow, él es una buena persona, pero tampoco quiero que perdamos la espada. Sólo quería que lo supieras por si acaso, por si no tenemos más remedio.

Era evidente que Fátima tenía mucha más experiencia que él como Aprendiz de la Llave Espada y además le había salvado la vida, así que confiaba plenamente en ella. Aceptaría la decisión que ella tomara respecto a aquel tema (al menos por el momento), lo único que esperaba era no llevarse una regañina demasiada gorda por lo que había sugerido.

Si Fátima no tenía nada más que decir, salió lo más deprisa de la taberna, no fuera a ser que perdiesen de vista a Tulio y a Miguel. Echó a correr tras ellos nada más verlos y les acompañó hasta el puerto.

Durante el camino pudo observar el lamentable estado de la ciudad y se percató de que gran parte de la ciudad había sufrido bastante durante aquellas explosiones. Su compañera tenía razón cuando les dijo que era un mundo peligroso, quizás por eso sentía cada vez más que el tiempo corría en su contra. De vez en cuando miraba de reojo a su “hermano” como si tratase de adivinar qué es lo que estaba pensado o quizás como si buscase su aprobación, aunque desviaba rápidamente la cabeza hacia el otro lado en caso de que Fátima le correspondiese la mirada.

Oh, estáis aquí. Mejor, me ahorro el ir a buscaros. —dijo el capitán Sparrow al verlos entrar en el muelle. Por sus palabras podía intuir que ya tenía otra idea en mente.

Bavol echó un rápido vistazo al barco que Jack había estado ojeando cuando llegaron. Sin duda, era un barco bastante grande, posiblemente el más grande que había visto de cerca en toda su vida, aunque también era cierto que no había visto muchos. Volvió a mirar a Jack y se percató de que sonría de una manera un tanto extraña a Fátima, casi parecía como si hubiese ocurrido algo entre los dos y él no se hubiese enterado de nada. ¿Acaso los dos estarían…? No, no era posible, Fátima estaba disfrazada como un hombre y seguro que no se le ocurriría nada de eso en una situación así; sin embargo, no pudo evitar casi inconscientemente extender su brazo delante de Fátima como si la protegiese a la vez que miraba con desconfianza al capitán pirata.

Este es el Viento Fugaz, un mercante de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales. El capitán es un viejo conocido mío, y me debe un favor, así que puede que nos ahorremos el tener que zarpar en una cáscara de nuez.—comenzó a explicar finalmente Jack—. Venid, pero no digáis nada raro, no hay que poner nerviosos a los holandeses.

Esperó que le caigan bien los franceses... —dijo Bavol casi susurrando.

Tal y como se imaginaba, Tulio y Miguel no parecían muy convencidos con la nueva solución del pirata; no obstante, todos siguieron a Jack hasta la cubierta del barco, donde el pirata interceptó a uno de los marineros.

Eh, marinero, estoy buscando a tu capitán.

¿Y tú quién eres? —replicó el hombre antipáticamente.

Un amigo del capitán, si fuerass tan amable de llevarle mi mensaje...

Aquello se podía alargar bastante, sinceramente esperaba que el capitán Sparrow lo tuviese todo planeado y no se tratase de un simple ataque de espontaneidad. Se cruzó de brazos y se apartó un poco de los dos hombres para que el pirata pudiese maniobrar con más libertad. Y entonces divisó a tres figuras sobre la cubierta, tres personas de las que nunca se imaginó que se alegraría tantísimo de ver de nuevo.

Stelios, Albert y Xefil.

No habían muerto y además estaban justo en el lugar indicado. Al final, nadie había resultado perjudicado y todo estaba saliendo bien. El niño no pudo contener su alegría, nada más verlos salió corriendo hacia ellos y de un salto se tiró encima de Stelios abrazándole con fuerza.

¡Estáis vivos! ¡Gracias a Dios! ¡Estáis vivos! —exclamó el niño derrochando alegría. Al darse cuenta de que seguramente habría llamado mucho la atención, soltó a Stelios y añadió de forma más comedida—. Tenemos muchas cosas que contarnos. Siento mucho lo que ocurrió, todo fue culpa mía. Lo siento mucho. —concluyó agachando un poco la cabeza.

Se giró hacia su compañera y se dio cuenta de que sus tres compañeros desconocían la falsa identidad que le habían creado a Fátima. Era lo primero de lo que les tenían que informar.

Bueno, creo que mi hermano os puede contar las cosas mejor que yo...
Imagen


Spoiler: Mostrar
Imagen
Avatar de Usuario
Tidus Cloud
35. Hechicero
35. Hechicero
 
Mensajes: 1038
Registrado: Sab Sep 27, 2008 4:59 pm
Dinero: 156,626.10
Banco: 15,565.00
Ubicación: Reinando un nuevo mundo lleno de posibilidades...
Sexo: Moriré solo y virgen
Estantería de objetos
Karma: 20

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Thailgar » Lun Jul 14, 2014 2:41 pm

Durante el instante en el que el líquido recorría su garganta, Stelios estuvo convencido de que lo que había tragado era fuego líquido, que de alguna forma no quemaba la madera de la jarra pero si destrozaba su carne. Se llevó la mano al cuello. Se sentía como si le hubieran envenenado. Observó a los marineros que le rodeaban y comenzaban a reírse. Probablemente su expresión en ese momento era todo un poema. El chico notó como el líquido, igual que había bajado, volvía a subir hasta su garganta. No pudo evitarlo y se echó a un lado para vomitarlo. No prestó atención a los comentarios y risas de aquellos hombres. Estaba muy ocupado intentando no desmayarse.

Tras soltar el líquido, echó un vistazo al hombre sentado a su lado. Se estaba riendo a su costa de lo lindo. Recordó la espada. La espada por la que habían ido a aquel mundo de piratas y marineros. Debía preguntar por ella. Por eso estaban ahí, bebiendo aquel líquido infernal. Sin embargo, su mente no transmitió el mensaje a sus labios y se derrumbó sobre la mesa. No tuvo oportunidad de aprovechar aquella situación. Su intento de moverse por el barco y de hablar o escuchar a los marineros no había servido para nada.

«Mierda…».

Antes de que su mente desconectara, en aquellos breves segundos, sintió con fuerza una inmensa frustración interna. ¿Tan débil era? ¿Al final todo aquello no iba a servir para nada?

Parecía que no. Tendría que trabajar más su retención de alcohol para la próxima vez.

***

No tenía ni la más mínima idea de cuánto tiempo había transcurrido, pero Stelios al fin recobró el sentido. Un gran dolor de cabeza le saludó con ganas, impidiendo que se incorporara al momento. Tuvo que cerrar los ojos, tratar de situarse, recordar que hacía allí. Recordó la escapada tras la charla con Crow, la caja y cuando prácticamente le capturaron y forzaron a beber aquel líquido infernal. Y que al final lo había pasado mal por nada. Tuvo la sensación de que, desde que habían llegado, toda aquella misión iba de mal en peor. Al abrir los ojos de nuevo, se fijó en que estaba en una especie de camarote con Albert y Xefil. ¿Quién los había llevado allí? Quizá alguno de los marineros o Crow. El ruido exterior llamó su atención. Era diferente al habitual trajín sobre cubierta. ¿Habían llegado ya a Port Royal? Se levantó y camino hasta el pequeño ventanuco de la habitación. Efectivamente, estaban en un puerto, aunque no parecía haber demasiada animación en él. De hecho, casi parecía haber sido atacado recientemente

Trató de espabilar a sus compañeros. Debían salir de allí lo antes posible. Era difícil olvidar la amenaza del capitán de no verles trabajando y ellos no habían movido un dedo durante el viaje excepto para hacer el tonto por las tripas del navío. Con un poco de suerte, podrían escapar sin que nadie problemático les viera.

Una vez en cubierta, Stelios observó cómo los tripulantes manipulaban la mercancía, subiendo y bajando cajas y barriles. Sin más, agarró una de las cajas y echó una mirada a sus compañeros, esperando que hicieran lo mismo. Si el capitán los veía trabajando aunque fuera en ese momento, puede que pudieran marcharse sin mayor conflicto. Aunque bien podían bajar esas cajas, dejarlas en el puerto y marcharse sin más en busca de sus compañeros...

Sin embargo, cuando se disponía a avanzar hacia la pasarela una pequeña sombra se arrojó sobre él, derrumbándole. La caja que llevaba en los brazos voló por los aires.

¡Estáis vivos! ¡Gracias a Dios! ¡Estáis vivos! Tenemos muchas cosas que contarnos. Siento mucho lo que ocurrió, todo fue culpa mía. Lo siento mucho.

¡¿Pero qué demonios…?! ¿Bavol? ¡Eres tú!

Cerca vio a Fátima, acompañada de una pareja de hombres y lo que a todas luces solo se podía describir como un pirata. ¿Qué hacían en semejante compañía? Sin embargo, no le dio tiempo a preguntar, ya que Bavol, tras recuperarse de la alegría, comentó:

Bueno, creo que mi hermano os puede contar las cosas mejor que yo...

El tono de voz del niño no dejaba lugar a dudas de que allí se cocía algo más de lo que se veía a simple vista.

Tu her… ¡Oh, claro! Tu hermano… sí. Creo que necesitamos ponernos al día, a ser posible en privado. Pero lo más importante ahora mismo es, ¿qué estáis haciendo aquí?
Imagen

Ficha

Cronología de Stelios

Segunda Saga

Tercera Saga



¿Escribes? ¿Dibujas? ¿Quieres ver tu trabajo publicado en una revista online? ¡Pincha aquí!
Avatar de Usuario
Thailgar
5. Fantasma Farol
5. Fantasma Farol
 
Mensajes: 145
Registrado: Lun Feb 24, 2014 2:06 am
Dinero: 7,545.00
Ubicación: En el Gremio de Cazadores.
Sexo: Masculino
Estantería de objetos
Karma: 1

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Mar Jul 15, 2014 1:03 am

El pequeño sorbo que había dado al grog le resultó completamente espantoso. Sentía arder su garganta de forma incontrolada y solo deseaba beber agua, de forma abundante, tanta que, incluso, se le ocurrió como última alternativa, saltar al mar y tragar agua salada, pues seguro que estaría mejor que aquella bebida. Además de ahogarse en ese veneno de marineros, el olor penetrante de la bebida le mareaba cada vez más y, por si fuera poco, los marinos no dejaban de reírse y canturrear, lo cual empeoraba más su estado.

Albert no pudo aguantar más y dejó caer la jarra al suelo. Se apoyó en la mesa con deseo de vomitar el repugnante y maloliente brebaje. Agachó la cabeza lo que pudo temiendo marearse del todo y terminar cayendo al suelo. En aquel momento, en el que apenas le quedaban fuerzas para mantenerse consciente, se dio cuenta de que había ido a buscar a los marineros para preguntar por la espada y al final todo había quedado en una broma de mal gusto, una borrachera venenosa de la que temía no salir vivo.

Al final no pudo aguantar más y se rindió.

***


Se despertó al sentir los rayos de sol incidiendo sobre sus ojos y la voz de Stelios pidiendo que despertara. Al principio le pareció que había sido todo un mal sueño, pero recordó rápidamente, con gran dolor de cabeza, toda la situación de la noche anterior y que aún seguían sin pistas de la espada. Además, estaba junto a Stelios y Xefil en el camarote del capitán, lo cual era bastante raro, pero seguramente se debía a Crow o al propio capitán. Se asomó por la ventana del camarote y vio que se encontraban en puerto, pero tenía un aspecto muy distinto a lo que cabría esperar, parecía que había sido atacado.

Salieron a cubierta, mientras los marineros andaban de un lado a otro cargando mercancías, llevando cajas de un lado a otro. Siguiendo a Stelios, Albert cogió una caja, bastante ligera, pues apenas podía cargar peso y se encaminó para salir del barco.

Justo cuando iba a abandonar el navío, alguien saltó sobre Stelios y se puso a gritar, resultó ser Bavol.

¡Estáis vivos! ¡Gracias a Dios! ¡Estáis vivos! Tenemos muchas cosas que contarnos. Siento mucho lo que ocurrió, todo fue culpa mía. Lo siento mucho.

¡¿Pero qué demonios…?! ¿Bavol? ¡Eres tú!

¡Bavol! ¡Estás bien! —Albert iba a preguntar por Fátima pero la vio un poco más atrás, acompañada de unos hombres, uno de ellos parecía un pirata de libro, calcado al de muchas aventuras que había leído. De los otros dos hombres no sabía qué pensar por sus ropas, pero a Albert le parecieron bastante interesantes.

Bavol se separó de Stelios y se acercó a Fátima y dijo un comentario que a Albert le pareció muy extraño, aunque al rato entendería el hecho.

Bueno, creo que mi hermano os puede contar las cosas mejor que yo...

Tu her… ¡Oh, claro! Tu hermano… sí. Creo que necesitamos ponernos al día, a ser posible en privado. Pero lo más importante ahora mismo es, ¿qué estáis haciendo aquí?

—Cierto, tenemos que ponernos al día de nuestras aventuras y hablar de muchas cosas —dijo Albert, intentando quitar peso a la palabra hermano.
Avatar de Usuario
Leechanchun
11. Estrella Angelical
11. Estrella Angelical
 
Mensajes: 307
Registrado: Mar Ene 19, 2010 5:45 pm
Dinero: 10,716.45
Ubicación: al otro lado de la puerta
Sexo: Masculino
Estantería de objetos
Karma: 0

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Mar Jul 15, 2014 3:54 am

¿Sabes, muchacho? —La voz del capitán Sparrow atravesó suavemente la oscuridad. Fátima cabeceó y parpadeó, haciendo un inmenso esfuerzo por no caer rendida. El capitán, por la forma que arratraba las palabras, parecía estar cerca ya de poner un pie en el mundo de los sueños, si es que no lo había hecho ya—. No creo en las casualidades, pero dicen que no existen dos sin tres. Espero que mañana nos encontremos la tercera.

Tuvo la impresión de que el capitán estaba sonriendo. No volvió a decir nada más. Fátima cambió de postura para acomodarse, con el ceño ligeramente fruncido, preguntándose de qué demonios estaba hablando. ¿Casualidades? El cerebro le funcionaba con mucha lentitud, pero logró suponer que hablaba de los piratas que estaban atacando Port Royal. ¿O quizás hablaba de los Sincorazón?

Abrió la boca para preguntarle a qué se estaba refiriendo pero, en el último momento, decidió callar. No quería importunar al capitán, ni tampoco parecerle estúpida ni nada. Que pensara lo que quisiera de su silencio.

Lo único que tenía claro era que se había puesto a las órdenes de alguien muy peculiar.


****



Vaan, Bavol .—Alguien le estaba sacudiendo el hombro. Fátima gruñó y cambió de postura. No reconocía la voz, pero suponía que sería uno de sus hermanos. ¿Por qué la movían a ella si querían hablar con Vaan? Pero la mano insistía, así que abrió con esfuerzo los ojos y se quedó mirando a un chico rubio y de sonrisa abierta. Tardó en comprender que estaba en Port Royal, y no en su casa. Soltó una exclamación y se espabiló de inmediato—. Los piratas se han ido .

¡Eso es… fantástico!—dijo Fátima, con la voz pastosa y la boca seca.

Asintió a la invitación de Bavol y se incorporó, frotándose los ojos y deshaciéndose de las legañas. Se mesó un poco el pelo y trepó por la trampilla, con los músculos todavía flojos, entrecerrando los ojos por la luz. Pensó que le encantaría poder darse un baño. Pero, claro, no era el sitio ni el lugar.

En la despensa encontró un poco de pan, desechó todo el alcohol que se le apareció y consiguió encontrar algo de café para hacerse. El sabor era peculiar y no pudo disfrutarlo como lo habría hecho en Tierra de Partida, pero sirvió para aplacar un poco el hambre. Todavía apurando el pan, salió con Bavol a tiempo de escuchar hablar a Miguel y Tulio sobre el capitán.

En el puerto, arreglando lo de su... barco.

Ante la suposición de Bavol, arqueó una ceja, pero no comentó nada. Sería demasiada casualidad que tanta gente empezara a buscar la espadita al mismo tiempo, ¿no?

Yo creo que tenemos que confiar en el capitán Sparrow, él nos ha salvado de todo hasta ahora.. Estoy totalmente seguro de que nos llevará hasta la espada.

«Oh, sí. La pregunta es si luego dejará que nos la llevemos».

Escuchó el resto de la tensa conversación en silencio, sin querer ponerse de un lado u otro, y cuando Tulio les ofreció marcharse, Fátima asintió, se limpió las manos con un par de palmadas y echó a caminar. Pero entonces Bavol le tiró de una manga, pidiéndole que aguardara un momento.

Quería decirte una cosa… —Recordó entonces que el chico le había dicho que tenía algo que comentarle la noche anterior. Asintió, sonriendo, expectante—. Esto se está volviendo muy peligroso. Nos han atacado los sincorazón, han aparecido más piratas que pueden estar buscando la espada y a saber si los de Bastión Hueco están por aquí. Lo que quiero decir es que nuestra misión es muy importante y no podemos permitir que la espada caiga en malas manos, ¿verdad?

Eso es—respondió en voz baja, mirando a su alrededor disimuladamente por si había alguien cerca—.¿Por qué lo dices?

Ayer vi al capitán Sparrow con un mapa y una brújula a los que no quitaba el ojo de encima y estoy seguro de que ahí tiene que venir dónde está escondida la espada. Si las cosas se complican demasiado, quizás… deberíamos… eh, ya sabes…

Fátima se le quedó mirando en silencio unos momentos. Luego farfulló.

¿Robar el mapa? Sí, supongo que si no nos queda otra opción, deberíamos hacerlo…

Te juro por Dios, Fátima, que no soy un ladrón. —Bavol la miró con seriedad—. No quiero robarle al capitán Sparrow, él es una buena persona, pero tampoco quiero que perdamos la espada. Sólo quería que lo supieras por si acaso, por si no tenemos más remedio.

Fátima sonrió y revolvió el pelo del niño.

No te preocupes, te comprendo perfectamente. Yo también habría pensado lo mismo si hubiera visto lo que tú. No voy a juzgarte sólo porque pienses en el bien de la misión. ¿De acuerdo? Pero lo haremos sólo si no nos queda más remedio, como tú has dicho. De todas forms no sé si sabríamos leer un mapa y guiarnos hasta la espada…

Echaron a caminar. Fátima miraba a su alrededor, nerviosa. No le gustaba el silencio, la inquietud de las escasas personas que se atrevían a poner un pie fuera de su casa. Desde ahí se podía ver la destrucción que habían causado los piratas y pronto, a medida que se acercaban al puerto, tuvieron que empezar a sortear todo tipo de cascotes y fragmentos de las casas que habían llenado las calles. Sintió cómo se le revolvía el estómago. En su mundo nunca habían sufrido un ataque de piratas, pero se les temía igualmente. Ser uno de ellos, aunque fuera sólo un disfraz, le produjo un golpe de culpabilidad.

¿Cuántas personas habrían muerto? ¿Cuántas mujeres habrían sufrido la visita de un pirata?

Rechinó los dientes, notando la furia hervir en su interior. No había nada que pudiera hacer. Pero una vez había intervenido a favor de una facción en un mundo. ¿No podría volver a a hacer lo mismo si tuviera ante sí a esos repugnantes piratas y…?

Sacudió la cabeza. No. No debía pensar en ello.

Una vez alcanzaron el muelle, Fátima se sorprendió al descubrir un solitario navío descargando su mercancía en medio del caos del puerto. Apenas sí había más barcos que estuvieran en buen estado. Y no es que ese pareciera nuevo. Fátima, acostumbrada a ver barcos en su hogar, se percató en seguida de los desperfectos y pensó que debía haber superado hacía poco una tormenta. Y, no muy lejos de todo aquel desplegue de actividad, destacaba la peculiar figura de su propio capitán.

Oh, estáis aquí . Mejor, me ahorro el ir a buscaros.

Entonces el capitán la miró a ella. Fátima se puso un poco tensa; pero, para su alivio, Jack sonrió.

¿Ves? La tercera.

Arqueó las cejas y rescató de entre las tinieblas de sus sueños el monólogo del capitán.

¿Es que este es el barco que…?

Este es el Viento Fugaz, un mercante de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales. El capitán es un viejo conocido mío, y me debe un favor, así que puede que nos ahorremos el tener que zarpar en una cáscara de nuez.

Vaaaya, qué casualidad….—No pudo evitar cierto sarcasmo, aunque se cuidó de decirlo en voz baja. Luego añadió en más alto—: ¿Es normal que los piratas hagan tratos con comerciantes?

Venid, pero no digáis nada raro, no hay que poner nerviosos a los holandeses.

Fátima, algo nerviosa, pensó que no había nada que pudiera poner más nerviosos a unos mercaderes que el revelador atuendo de Jack. Subió por la tabla haciendo equilibrio con los brazos, observando el Viento Fugaz con interés. En cierta manera, le alivió marchar en un barco de mercaderes. Eso significaba que, en cierta manera, iban a marchar con gente más legal que los piratas. O eso esperaba.

Eh, marinero, estoy buscando a tu capitán.

¿Y tú quién eres?

Fátima apretó los labios para reprimir una sonrisilla burlona al ver lo mal que le sentó la pregunta al capitán Sparrow.

Un amigo del capitán, si fueras tan amable de llevarle mi mensaje...

Se estaba preguntando cómo sería el mercader —y cómo habría acabado debiéndole una a Sparrow— cuando escuchó las típicas pisadas de una carrera.

¡Estáis vivos! ¡Gracias a Dios! ¡Estáis vivos!

¡Bavol!—recriminó Fátima, buscando al niño con la mirada. ¡Les habían dicho que no pusieran nerviosos a los marineros, ¿qué creía que estaba…?!

Entonces reconoció las tres figuras hacia las que corría Bavol y se quedó muda de asombro. Luego su corazón dio tal brinco que estuvo a punto de salírsele por la boca y le temblaron las rodillas de puro alivio.

¡Estaban bien! ¡Los tres!

«¡Menos mal! ¡Dios mío, menos mal…!»

Tenemos muchas cosas que contarnos. Siento mucho lo que ocurrió, todo fue culpa mía. Lo siento mucho.

¡¿Pero qué demonios…?! ¿Bavol? ¡Eres tú!

¡Bavol! ¡Estás bien!

Bavol se acercó entonces a Fátima y la chica recuperó la noción de dónde estaban y del espectáculo que estaban montando. Se puso rígida. ¿Cómo iban a explicar este fortuito encuentro? Miró de soslayo al capitán Sparrow y pensó con velocidad, maldiciendo entre dientes a Bavol por su impulsividad —aunque no podía culparlo—.

Bueno, creo que mi hermano os puede contar las cosas mejor que yo...

«¡Encima me carga con el muerto!».

Respiró hondo y trató de mostrarse confiada.

Tu her… ¡Oh, claro! Tu hermano… sí. Creo que necesitamos ponernos al día, a ser posible en privado. Pero lo más importante ahora mismo es, ¿qué estáis haciendo aquí?

Sí, ¡eso era! ¡Podía fingir que ella no les conocía de nada! Unos antiguos amigos de su hermano, que…

—Cierto, tenemos que ponernos al día de nuestras aventuras y hablar de muchas cosas.

«Vaya, hombre…».

Miró a Xefil con tensión y esperó que captara su incomodidad y no añadiera nada más. De todas formas, se apresuró a pasar un brazo por los hombros de Bavol y apretar con más fuerza de la necesaria, mientras decía:

La verdad es que yo tampoco esperaba encontraros aquí. Pido perdón por ese «accidente». Bavol es un manazas, ya lo sabéis. No pretendía molestar. —Se volvió hacia Miguel, Tulio y Jack y sonrió de medio lado, algo burlona—. Les conocimos en un barco. Bavol se libró gracias a ellos de una buena reprimenda del capitán cuando rompió un par de barriles de ron, ¿verdad?—Apretó ligeramente el brazo de Bavol mientras evadía a propósito dar fechas concretas. Luego no tuvo que fingir su angustia al decir—: Creímos que esa tormenta habría… Bueno. ¡Gracias a Dios que no! Me alegra veros enteros —dijo de corazón—. Y bueno, venimos con el señor Sparrow.

Pero no quería levantar todavía más las sospechas de Jack. Hasta donde ellos sabían, era el único que podía llevarles hasta la espada. Y si sospechaba algo, por poco que fuera, temía que intentara ocultarles la información.

Sí que no hay dos sin tres—añadió, dirigiéndose al capitán.

Y cerró la boca. Tenía un miedo horrendo de meter la pata. Quizás ya lo había hecho. Pero con lo que le había costado ganarse la confianza de Miguel y Tulio… Tendría que idear algo más consistente luego; si decía demasiado ahora, parecería que estaba dando excusas.

Por eso se acercó a saludar a sus compañeros, tendiéndoles la mano a todos para estrechársela y darles una palmada en la espalda, riendo y demostrando su alivio. Pero, entre dientes, añadió en voz baja:

Aquí soy Vaan.

Y esperó a ver qué sucedía, tan angustiada que podría echar, sin duda, todo su desayuno por la borda.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: Ronda 9

Notapor Zee » Jue Jul 17, 2014 11:19 am

Spoiler: Mostrar
¿Cómo puede un sólo tarro de ron sucio diluido dejar inconscientes a tres personajes, dos de los cuales ya han bebido más que un par de veces? Ooo Sólo digo :b aunque uno de ellos se haya comido la mesa y eso no tenga nada que ver


¿Cuándo fue la última vez que tuve resaca...?

Mis ojos eran dos rendijas solamente. Dos diminutos proyectos de ventana que no sabía si abrir para mantenerme despierto o cerrar para protegerme de la luz abrasadora. El interior de mi boca se sentía como un desierto y dentro de mi cráneo parecía haber titánicos terremotos y tormentas atronadoras. Parecía también que el corazón se me había subido por la garganta y la totalidad de mis músculos se quejaban por su ausencia.

Oh, es cierto... Nunca.

Desgraciadamente, hay una primera vez para todo, Lo deprimente es que esa primera vez hubiese sido durante una misión, y una bastante importante además...

¿Por qué la habitación parecía estar moviéndose...? Ah, sí, claro.

Seguíamos en el camarote, a bordo de aquel barco en Port Royal. Albert y Stelios también se encontraban allí, aquejados por el mismo mal que aquel grupo de marineros había traído a nosotros. Me cubrí los ojos con el brazo y me convencí de que lo mejor que podía hacer para arreglarlo era volver a caer dormido allí donde me habían arrojado la noche anterior, recostado sobre el incomodísimo catre de madera, tan pequeño que una pierna me quedaba fuera y apoyada en el suelo.

No habíamos conseguido ni una pizca de información. Todo un día perdido en aleatorios accidentes... una tormenta y una borrachera... Había sido una oportunidad desperdiciada, sólo por haber cometido el error de tomarnos la situación con demasiada familiaridad y por haber querido ganarnos la confianza de aquellos hombres de la manera equivocada. Tendría que haberles arrojado su maldito grog en la cara, encenderles fuego con un preciso Piro, y amenazarlos a cambio de información.

Pero no, no lo hice. Y a cambio fui maldito con un mal del océano.

Bruja, haz que se detenga... —rogué entre dientes.

Descubrí entonces a Stelios asomándose por una pequeña ventana del camarote. Balbuceó algo sobre estar en puerto y trabajar para el capitán, y luego se apresuró a salir del camarote, con Albert siguiéndolo casi al instante. Me quejé en voz baja y tardé unos segundos en levantarme, pero al final también fui tras ellos.

Salimos a cubierta, pues, y para no desentonar mucho con el resto de la tripulación, pronto tomamos un poco de cargamento en nuestros brazos. Aquello podía ser nuestra escapatoria, ayudar a bajar la mercancía del barco. Una vez en el muelle, no sería nada complicado darle el esquinazo a Crow y sus amigotes; y a partir de allí, buscar cualquier señal de Bavol y Fátima. Tal vez alzar vuelo en el Glider de nuevo y volver al punto de inicio; después de todo, a sólo una noche de la costa, no podía estar tan lejos.

Por lo que tomé una caja, me la puse sobre un hombro, sosteniéndola con los brazos, y me dispuse a partir en dirección a la libertad...

¡Ah!

¡Un enano!

Por supuesto que lo reconocí como Bavol después de unos segundos, pero había sido difícil no categorizarlo como un hombre pequeño y salvaje desprovisto de su cordura en cuanto se lanzó contra las piernas de Stelios.

¡Estáis vivos! ¡Gracias a Dios! ¡Estáis vivos!

Justo lo que yo había pensado en cuanto me encontré con la mirada de Fátima. Casi me desinflé de alivio con un enorme suspiro al toparme con sus grandes ojos marrones, pudiendo finalmente deshacerme del terrible peso de la incertidumbre (y el de la caja también). Estaban bien, los dos, a primera instancia; no parecían tener ninguna herida grave e incluso parecían haber encontrado amigos o ayuda, o ambas cosas, a juzgar por la compañía que llevaban con ellos.

Tenemos muchas cosas que contarnos. Siento mucho lo que ocurrió, todo fue culpa mía. Lo siento mucho.

¡¿Pero qué demonios…?! ¿Bavol? ¡Eres tú!

¡Bavol! ¡Estás bien!

Ni se te ocurra volver a hacer algo así...

Le sonreí al niño, aunque estaba más ocupado apretándose contra Stelios, por lo que volví a girarme hacia Fátima sin borrar el gesto de mi rostro. ¡Gracias a Dios que estaba bien! Ella era el único rostro conocido allí, por lo que era inevitable sentir una explicable sensación de seguridad con ella cerca. Hice ademán de acercármele, pero Bavol se apresuró y cruzó el corto espacio entre nosotros como una bala y añadió:

Bueno, creo que mi hermano os puede contar las cosas mejor que yo...

¿Hermano?

Supuse que era uno de esos mundos donde era casi imposible que a una chica se le tomara en serio, por lo que Fátima no había tenido más opción que ponerse un disfraz improvisado e intentar pasar como varón. Muy apenas y se las arreglaba, de alguna manera, pero si yo hubiese sido nativo de Port Royal, de ninguna manera me habría creído que un chico de nuestra edad no tuviese un cuerpo y rostro más toscos, lleno de cicatrices.

Me crucé de brazos y la miré de pies a cabeza, admirándola por su idea. Al menos eso los había mantenido a salvo, a ella y a Bavol, y eso era de agradecerse.

—Cierto, tenemos que ponernos al día de nuestras aventuras y hablar de muchas cosas.

Fátima... —quise comenzar, pero al darme cuenta que no tenía nada en mente para decir, volví a cerrar la boca.

Su mirada se topó con la mía y capté que intentaba decirme algo, pero no entendí lo que quiso transmitirme, por lo que sólo sonreí, me encogí de hombros y luego bajé mis ojos al suelo, algo avergonzado... la verdad era que no quería admitir que me había preocupado tanto por ellos. Digo, era bueno ser leal a tus compañeros, pero también podía ser... bueno, raro.

Decidí echarle la culpa a Felix y olvidarme de ello, al menos mientras nos poníamos al corriente.

La verdad es que yo tampoco esperaba encontraros aquí. Pido perdón por ese «accidente». Bavol es un manazas, ya lo sabéis. No pretendía molestar —alcé una ceja, sin entender a qué se refería la chica; sin embargo, en cuanto se giró a sus acompañantes, entendí que estaba inventándose una historia nueva o una verdad a medias sobre la marcha, por lo que me mantuve en silencio—. Les conocimos en un barco. Bavol se libró gracias a ellos de una buena reprimenda del capitán cuando rompió un par de barriles de ron, ¿verdad? Creímos que esa tormenta habría… Bueno. ¡Gracias a Dios que no! Me alegra veros enteros —"lo mismo para ti, obviamente..."—. Y bueno, venimos con el señor Sparrow.

¿Él? —se me escapó, mirando al hombre al cual Fátima le dirigió unas crípticas palabras. De manera inevitable, lo primero que se me vino a la mente fue "desaliñado": tanto sus ropas como su cabello eran un desastre, aunque debía admitir que las cuentas que había incorporado a su peinado y su bandana roja lo hacían ver un poco más aceptable. Además, esas dos trenzas en su barba eran bastante simpáticas.

Pero por todo lo que llevaba con él... desde su camisa, chaleco, abrigo y bombachos... hasta todos esos cinturones y bandanas para sostener un par de pistolas, una espada, y tal vez unos cuantos secretos más... era imposible que aquel sujeto no fuese un pirata. O al menos un fanático.

Cuando Fátima se acercó a saludarnos, se aseguró de murmurarnos entre dientes su nueva identidad:

Aquí soy Vaan.

¿Por qué tuviste que elegir ese nombre precisamente...? —pensé, haciendo una mueca y cerrando los ojos para intentar no reaccionar. Por suerte no le reclamé en voz alta, simplemente dije—: Me tuviste muy preocupado —y aprovechando la familiaridad que su disfraz de varón me obsequiaba, le di un golpe con el dedo en su frente.

Bavol se merecía uno muy bueno, también, a manera de reprimenda...
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


Imagen
Avatar de Usuario
Zee
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
Bohemia Lectura
 
Mensajes: 3280
Registrado: Mié Mar 04, 2009 1:37 am
Dinero: 213,288.72
Banco: 15,374.00
Ubicación: .mx
Sexo: Masculino
Clan: Bohemia Lectura
Facebook: Pregunta por MP
Estantería de objetos
Karma: 36

Ronda 10

Notapor Tanis » Vie Jul 18, 2014 11:30 pm

La reunión del grupo de aprendices al completo no pasó desapercibida para ningún presente en cubierta. Y mucho menos para Jack, Tulio o Miguel, que contemplaron el hecho bastante sorprendidos. Enseguida Jack se olvidó de seguir interrogando al marinero y se concentró en lo que estaba pasando, con demasiado interés. Por su expresión, cualquiera de los aprendices podía pensar que no se tragaba demasiado las historias que estaban saliendo a la luz.

Con algo de parsimonia se acercó al grupito reunido.

Bueno, bueno, me encantan las reuniones familiares... Y de amigos, claro, pero tenemos cosas que hacer... muchachos.

Seguramente Fátima daría cuenta de ese matiz diferente con el que pronunció la última palabra, y sentiría... mínimo aprensión y miedo. Jack colocó una mano en el hombro de Fátima... Pero entonces otra voz tronó en cubierta.

¡¿Qué está pasando aquí?!

Seguido de Crow, Jan Vander apareció pisando fuerte bajando la escaleras del castillo de popa. Su expresión denotaba hastío, irritación y una mezcla de ira asesina con frialdad muy extraña. Repasó a todo el mundo en cubierta antes de plantar un pie en ella, con la casaca ondeando tras él al viento del puerto. Crow alzó las cejas al ver a Fátima y a Bavol, e hizo amago de acercarse para preguntar por ellos. Sin embargo recordó que no debía conocerles... y logró frenarse a tiempo.

Los hombres más cerca de él procedieron a intentar explicar lo que estaba pasando, pero el capitán no les dejó. En cambio miró duramente a los tres aprendices que hasta esa mañana habían viajado en su barco y dijo:

Debería haberos lanzado al mar por borrachos cuando tuve la oportunidad —Entonces lanzó una orden—. ¡Fuera de mi vista, antes de que os cuelgue del palo mayor!

A cada aprendiz, a excepción de Fátima y Bavol, un marinero lo cogió del brazo y empezó a arrastrar hacia la pasarela, con mejor o peor resultado. De nuevo entonces Jack tomó la resolución de interrumpir.

¡Espera, no los eches, acabo de contratarlos!

Seguramente esto les pillaría por sorpresa, tanto a los mentados aprendices como a Fátima, a Bavol, incluso a Tulio y a Miguel, que exclamaron «¿Qué?» a la vez. El capitán desvió la vista furiosa hacia Jack, y su ceño se frunció aún más. Caminó a pasos fuertes de nuevo, lentamente hacia Sparrow.

Echad a este también, y a sus ratas de agua dulce.

Capitán... —Llamó Miguel, agrupándose en retroceso junto con Tulio hacia Sparrow.

La tripulación rodeó a la tripulación de Jack, a Stelios, a Albert y a Xefil, dispuestos a cumplir las órdenes de su capitán. Ibana despacharlos de malas maneras. Entonces de nuevo Jack volvió a alzar la voz, justo cuando uno de los hombres le agarraba del hombro.

¡Me debes un favor, Halcón, ¿o ya te has olvidado?!

De pronto, ante la mención de ese apodo, todo el mundo enmudeció, y Jan Vander compuso una expresión más pétrea que rabiosa. Durante unos segundos nadie dijo nada, y tan sólo se oyó el sonido del mar, y del puerto. Entonces Jan, despacio, como si escogiera bien las palabras con las que debía expresarse, dijo:

El Halcón está muerto, Jack Sparrow. Pero hice una promesa —Como si le costara demasiado revocar su orden anterior, chasqueó la lengua, fulminando al pirata con la mirada—. Soltadlo.

Con un deje de desprecio, el que había sujetado a Jack cumplió al instante. Jack bufó, sacudiéndose el brazo, y terció:

Mi tripulación, si eres tan amable.

Jan siseó, apretándose con los dedos el punte de la nariz y con un gesto de mano revocó también la orden de echar a los aprendices, y a los otros dos acompañantes de Sparrow.

Ya puede ser importante —masculló, instando inmediatamente después a Jack para que le acompañara a su camarote.

El capitán pirata no se hizo demasiado de rogar, les hizo un gestito de triunfo a sus tripulantes y avanzó a zancadas tras el holandés. Crow entonces aprovechó para acercarse y alzar la voz.

¡Volved al trabajo, rápido!

Los marineros de Jan gruñeron de varias maneras diferentes, con las que se podría haber hecho un coro, y retomaron la descarga de mercancías. Entonces miró a los aprendices, sobre todo a Fátima, con una expresión más suave y aliviada.

¿Y ahora qué? —preguntó Miguel al aire.

Su capitán les había dejado ahí solos, y Tulio, muy convenientemente respondió:

Ahora... a esperar, otra vez.

* * *

Spoiler: Mostrar


La goleta mercante navegaba rápida y segura por el océano, bajo el brillante pendón tricolor, hacia el horizonte.

El sol, el viento, las olas... Al final habían terminado navegando en ese barco, el Viento Fugaz, gracias a Jack, y sin siquiera saber exactamente cómo. Por lo que les había contado Crow, y un poco el mismo Sparrow, Jan Vander, el capitán de ese navío, había accedido a llevarles hasta la localización de la isla de la espada, en pago a un viejo favor de antaño.

Cual había sido dicho favor continuaba siendo un misterio, sobre todo para Crow. Como también les rondaría por la cabeza el porqué un hombre de bien, como se suponía que era, conocía a alguien como Jack, a todas luces un pirata.

Bueno, al menos viajamos gratis —comentó Miguel, levantando la fregona de cubierta para meterla al cubo de agua.

A la tripulación de Jack, incluidos los nuevos integrantes contratados por sorpresa, los habían puesto a limpiar desde el amanecer. Pasaban dos horas desde entonces y desde que zarparan antes de la noche del día anterior no habían dejado de preguntarse si todo aquello era buen idea. Al final, más que llevar a cabo la misión, la misión les estaba llevando a ellos.

Sólo tú podías alegrarte por eso —bufó Tulio, cansado, y dejando el cepillo a un lado.

Por todas partes se llevaba a cabo el trajín del barco, como de costumbre, de aquí a allá se movilizaban para cumplir con sus tareas, reían, charlaban a gritos... Quizá esa vez, podían pensar Albert, Xefil o Stelios, tendrían más suerte intentando socavar información. Podían estar navegando hacia la espada, pero... no sabían nada más, aún.


Spoiler: Mostrar
Fecha límite: 22 de julio
Avatar de Usuario
Tanis
28. Samurai
28. Samurai
 
Mensajes: 813
Registrado: Mar Feb 19, 2013 10:20 pm
Dinero: 75,353.31
Banco: 15,572.00
Sexo: Mucho, gracias por preguntar
Karma: 5

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Lun Jul 21, 2014 6:56 pm

Las reacciones de sus compañeros fueron mayoritariamente de alegría, aunque quizás Fátima le apretó con demasiada fuerza el brazo mientras se inventaba nuevas mentiras para explicar la situación a Tulio, Miguel y Jack.

Tampoco era para enfadarse, al fin y al cabo sólo se estaba alegrando por ver de nuevo a sus compañeros. Su pequeña bienvenida no podía haber molestado a nadie.

Bueno, bueno, me encantan las reuniones familiares... Y de amigos, claro, pero tenemos cosas que hacer... muchachos.

¡Cuántas mentiras en tan pocas palabras! Bavol no podía evitar sentir que aquello explotaría de una manera u otra en cualquier momento; no obstante, de momento era la mejor forma para seguir adelante, así que tendrían que continuar mintiendo mientras pudiesen.

¡¿Qué está pasando aquí?!

Dos figuras llegaron rápidamente hasta ellos. El primero de ellos era un alto hombre rubio, de ojos verdes, con una cicatriz en la cara y parecía bastante furioso por algún motivo. A su acompañante lo reconoció nada más verlo, era Crow. Habían colaborado juntos durante la lucha contra Dark Light para encender el generador, pero tras la declaración de guerra el joven se había marchado por su propia cuenta.

Sintió la necesidad de ir a hablar con él y preguntarle cómo había acabado ahí; sin embargo, en cuanto se percató de la expresión corporal de Crow, se dio cuenta de que no era un buen momento.

Debería haberos lanzado al mar por borrachos cuando tuve la oportunidad —le reprochó el rubio a Stelios, Albert y Xefil. Bavol se quedó un tanto sorprendido. ¿Borrachos? ¿Pero qué habían estado haciendo sus compañeros en su ausencia?—. ¡Fuera de mi vista, antes de que os cuelgue del palo mayor!

Bavol se puso en guardia al ver como los marineros agarraron de mala manera a sus compañeros. No podía invocar su Llave Espada ni lanza un hechizo si no quería llamar demasiado la atención y acabar siendo él el que fuese echado por la borda. Quizás podría emplear discretamente Calma y así los marineros, incluido el que aparentaba ser su capitán, se relajarían…

Afortunadamente, ni hizo falta hacer nada gracias a una nueva intervención del brillante capitán Sparrow.

¡Espera, no los eches, acabo de contratarlos!

Echad a este también, y a sus ratas de agua dulce.—le respondió secamente el rubio.

Capitán...

Confiad en el capitán. —susurró Bavol con la vista fijada en Jack ignorando las posibles preocupaciones de sus compañero, seguro que el capitán los iba a volver a salvar, estaba a punto de hacerlo…

¡Me debes un favor, Halcón, ¿o ya te has olvidado?!

Justo a tiempo. Sabía que podía confiar en el capitán, mientras estuviesen cerca de Sparrow no podía pasarles nada malo. Entonces Bavol se dio cuenta de algo. Si Jack les había ayudado tantas veces y confiaba en el pirata, él tenía que ser también alguien de confianza. La sola idea de robarle el mapa cada vez parecía más terrible, no podía hacerlo eso a alguien así…

El Halcón está muerto, Jack Sparrow. Pero hice una promesa. Soltadlo. —ordenó el capitán del barco y el marinero que agarraba a Jack le soltó.

Mi tripulación, si eres tan amable.

Evidentemente molesto el rubio ordenó con un gesto que soltaran a sus amigos. Por lo que acababa de ver, el pirata no sólo estaba preocupado por la seguridad de Fátima y Bavol, sino también de la de sus amigos.

El rubio había llamado a Jack por su nombre, así que era obvio que se conocían de antes. Quizás había formado parte de la tripulación del capitán Sparrow en el pasado, al fin y al cabo El Halcón parecía el típico apodo que se pondría un pirata como los de las leyendas y los cuentos.

Ya puede ser importante.

Sparrow siguió al Halcón hasta su camarote dejándolos de nuevo solos. Seguramente iba a contarle al holandés cual era su expedición, supuso que era inevitable si querían emplear un barco que no era suyo; no obstante, no le hacía gracia que hubiera más personas tras la espada de Cortés. Librarse de todos ellos cuando la encontraran finalmente podía acabar siendo un verdadero problema.

¡Volved al trabajo, rápido! —ordenó Crow y los marineros volvieron a sus puestos.

Ahora que todos habían vuelto a sus quehaceres y Crow volvía a estar solo, el gitano se acercó lo más discretamente posible hacia el peliazul e intentando aparentar normalidad le dijo:

Me llamo Bavol. —la última vez no había tenido tiempo ni para presentarse por culpa de Dark Light. Seguidamente, añadió en un tono de voz más baja—. Me alegro de verte.

* * *


Bueno, al menos viajamos gratis.

Sólo tú podías alegrarte por eso.

N-nadie puede alegrarse d-de esto. —comentó Bavol llevándose una mano a la boca.

Aparentemente podían estar contentos porque les habían asegurado que El Halcón (también llamado Jan Vader) había decidido llevarles hasta la espada de Cortés. Ya se habían reunido todos e iban directos por fin a por la espada. Sería maravilloso si no fuera por un pequeño detalle: nadie le había contado que un barco se movía tanto.

Que…alguien…pare…esto…por favor. Me quiero bajar... —suplicó el gitano sin levantarse del suelo que estaba fregando.

Estaba muy bonito eso de llamar a su Maestro Ronin “El Capitán”; sin embargo, la realidad es que jamás se había montado en un barco y no tenía nada que ver con el Glider. Lo peor no era el movimiento bamboleante del navío, sino el que hacía de arriba abajo. Después de pasar una noche terrible, ya no pudo más. El pequeño se lanzó corriendo hacia la borda del barco como alma que lleva el diablo y comenzó a vomitar. Quizás sus sueños de ser parte de una tripulación pirata tendrían que volver a ser reformulados.

Si alguien había prestado atención a toda la sarta de mentiras que ya habían contado, se extrañaría de lo que le pasaba a Bavol, puesto que supuestamente ya se había subido a varios barcos antes. El niño resolvió aquellos pensamientos rápidamente: que sus compañeros contarán alguna otra trola (seguramente Fátima podría hacerlo, ya que por lo que había visto hasta ahora era la mejor improvisando mentiras), porque por su parte ya no podía aguantar más aquellas terribles náuseas.

En aquel estado prefería no alejarse de allí no fuera a ser que no pudiera soportar las ganas de vomitar y estropeara el trabajo de limpieza que habían llevado a cabo durante toda la jornada. Si sus compañeros querían investigar más o ir a hablar con el capitán Sparrow eran libres de hacerlos, pero que no contarán con él por el momento.
Imagen


Spoiler: Mostrar
Imagen
Avatar de Usuario
Tidus Cloud
35. Hechicero
35. Hechicero
 
Mensajes: 1038
Registrado: Sab Sep 27, 2008 4:59 pm
Dinero: 156,626.10
Banco: 15,565.00
Ubicación: Reinando un nuevo mundo lleno de posibilidades...
Sexo: Moriré solo y virgen
Estantería de objetos
Karma: 20

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Mié Jul 23, 2014 2:42 am

«No se lo ha tragado».

Fue lo primero que pensó al ver la expresión de Jack. Si no hubiera estado rozando el histerismo, se habría lamentado por su poca labia. Pero le preocupó más el tono con el que pronunció la palabra «muchachos». Se contuvo para no fulminar a Xefil con la mirada. Después de todo, él no tenía la culpa. ¡Aunque por algo se había puesto ropa de hombre!

Se mordió la lengua y trató de reprimir un pequeño estremecimiento. Tuvo tiempo de pensar que era irónico que le diera miedo que descubrieran que «era» una mujer. Al fin y al cabo, tenía la mejor defensa posible… Casi se le escapó un pequeño gemido cuando el capitán le puso la mano en el hombro, provocando que todo su cuerpo se pusiera rígido.

¡¿Qué está pasando aquí?!

Un hombre alto y ancho como un armario, con el pelo rubio y los ojos verdes bjó desde el castillo de popa seguido por… Las cejas de Fátima se arquearon al reconocer a Crow, quien se mostró igual de sorprendido al reconocerlos. Sin embargo, y dio gracias por ello, no dijo nada en voz alta.

Debería haberos lanzado al mar por borrachos cuando tuve la oportunidad .—Se fijó entonces en el que debía ser, sin lugar a dudas, el capitán del navío. A pesar de su juventud, no le cupo duda alguna de que dirigía con mano de hierro a sus hombres y que no permitía ninguna clase de desacato a su voluntad. Por eso se encogió al escuchar—: ¡Fuera de mi vista, antes de que os cuelgue del palo mayor!

«Oh, oh…».

Soltó una exclamación de alarma cuando los marineros se adelantaron para coger a sus compañeros, pero no tuvo ni tiempo para preguntarse qué hacer, porque el capitán Sparrow exclamó:

¡Espera, no los eches, acabo de contratarlos!

«¿Ah…sí?»

Todo se desarrolló muy deprisa a partir de ese punto, tanto que Fátima no pudo más que observar y escuchar en silencio, asombrada, el duelo verbal entre el capitán del barco y Sparrow. Memorizó el nombre del «Halcón», para poder investigar después si es que se daba la ocasión, y se preguntó —como seguramente hicieron todos— qué favor le debería a Sparrow. En cualquier caso, suspiró de alivio cuando Jack consiguió inclinar la balanza a su favor. Entonces ambos capitanes se retiraron para hablar en privado y Crow comenzó a poner orden en la cubierta.

¡Volved al trabajo, rápido!

La tripulación se puso en marcha de mal humor y a regañadientes, pero, al menos, los dejaron en paz. Entonces Fátima se percató de que Crow la miraba con… ¿alivio? Le dirigió una pequeña sonrisa nerviosa, aunque se sintió algo incómoda porque… Imaginó que si se había preocupado por ella habría sido más por… Clío, ¿no?

¿Y ahora qué? —preguntó Miguel, sin dirigirse a nadie en particular.

Fátima miró a su alrededor; Jack no estaba a la vista. No podía decir que aquello le supusiera un inconveniente.

Ahora... a esperar, otra vez.

Eso parece…

Miró de reojo a sus compañeros. En cuanto pudieran juntarse, tendrían mucho de lo que hablar.

* * *

Spoiler: Mostrar


Fátima aspiró el aroma a mar y se dio cuenta de que comenzaba a acostumbrarse al perenne olor a humanidad que desprendía el barco. Sonrió. A pesar de haber vivido siempre tan cerca de los barcos, apenas sí había montado en ellos, y en la última ocasión no tuvo tiempo de disfrutarlo.

Aprovechó un pequeño descanso para asomarse y ver cómo el barco cortaba el mar, casi como si volara. Sobre ella, las velas se henchían de aire y, de tanto en tanto, un golpe de viento las forzaba, tensando los infinitos cabos que las sujetaban.

Zarparon el día anterior de Port Royal y en seguida habían perdido de vista tierra. La noche no fue la más cómoda del mundo, pero le gustaba el balanceo del barco y en seguida se había acostumbrado a caminar sobre la cubierta, transportando algo para allí y otras cosas para allá. No quería despertar la animosidad de los marineros, de modo que si le encargaban un trabajo, se afanaba por cumplirlo. Incluso si era… fregar.

Bueno, al menos viajamos gratis.

Sólo tú podías alegrarte por eso.

Yo no considero que esto sea viajar gratis—comentó Fátima, restregando el suelo con su propia fregona como si quisiera, más que limpiarlo, abrillantarlo. No le gustaba nada la suciedad.

Echó un vistazo a su alrededor y asintió para sí misma; todo el mundo estaba entretenido. Era el momento. Dio unas palmaditas a Bavol en la espalda y aprovechó para agacharse a su lado:

Pronto se pasará, no te preocupes. Es cuestión de tiempo. —No parecía que el niño estuviera lo suficientemente entero para investigar nada. Por ello siseó, dirigiéndose hacia los demás—: Tenemos que averiguar hacia dónde vamos. No podemos llegar a donde quiera que esté la espada sin saber nada: dependeríamos demasiado de Sparrow. Y no creo que la tripulación nos ayude. Excepto Crow pero… —Frunció el ceño—. No me gusta la facilidad con la que Sparrow nos ha contratado a todos. Sabe que estamos relacionados. Probablemente crea que sois magos también.—Y les explicó en pocas palabras cómo habían sido reclutados, después de que el capitán supiera que podían hacer magia.

Eso significaba que Jack quería sus habilidades. No se le ocurría otra respuesta. Quizás fuera mera precaución, o puede que supiera que el lugar al que se encaminaban era peligroso. En cualquier caso, no parecía muy por la labor de contarles nada y ella no tenía ganas de enfrentarse a él después de lo que había ocurrido el día anterior.

Deberíamos separarnos y preguntar. Es la única forma de que estemos un poco preparados para lo que se nos avecina.

Dicho esto, se incorporó y continuó fregando un rato, mirando a su alrededor, preguntándose a quién podría intentar interrogar… Dudaba que los marineros supieran nada; sólo seguían órdenes. ¿Crow, tal vez?

Pero... Claro. Evidentemente la persona que les estaba trasladando debía saber cuál era su destino.

Tragó saliva al recordar la fría mirada del capitán Vander. Sin embargo, era la opción más plausible. Cogió un cepillo, dejó la fregona al lado y se encaminó hacia donde había visto ir al capitán: el castillo de popa. Quizás no estuviera ahí pero…

Mientras andaba, pensó a toda velocidad en una escusa. El único nexo que pudo establecer fue con Jack. Podía intentar decir que le enviaba para pedirle algo, pero… ¿el qué?

Buscaría sin demasiado ahínco al capitán, cada vez menos segura de que hubiera sido una buena idea. Si lo encontraba, sin embargo, inclinaría la cabeza y nerviosa, farfullaría:

Siento molestarle, capitán. El señor Sparrow… eh… L-le quería preguntar si os gustaría… cenar… juntos—balbucearía, pensando que era un argumento muy flojo. Y que, si colaba, debía apresurarse a encontrar a Jack para decirle que el capitán deseaba invitarlo a cenar.

Pero no creía que colara, en caso de que diera con el joven.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: Ronda 10

Notapor Zee » Jue Jul 24, 2014 10:49 am

...pero tenemos cosas que hacer... muchachos.

Diosmíosoyuncompletoidiota

El golpe que tenía tantas ganas de propinarme en la cara tendría que esperar hasta que estuviera a solas... si lo hacía allí, enfrente de todos, bien podría empeorar la situación.

¡Pero qué imbécil! ¡De haberlo sabido antes...!

No, Xefil, saberlo antes no era ninguna excusa. Había quedado bastante claro, desde el inicio de la misión, que Fátima había ido allí con un disfraz en mente. ¡Debías haberlo tenido en cuenta, desde el principio, no hasta que ella había decidido recordártelo...!

...recordármelo probablemente por la estupidez que había hecho: sólo escupir su nombre sin pensar en las consecuencias, todo por culpa de unos sentimientos de familiaridad cuya fuente concreta ni siquiera sabía con certeza.

Qué idiota. Mal compañero, mal Aprendiz, mal... mentiroso. Y mal tutor, sin duda alguna.

Sí que voy a ir a ahogarme en grog después de esto...

¡¿Qué está pasando aquí?!

Casi al instante se me escapó una mueca de aflicción, una de esas que hace alguien que se ha metido en problemas, como después de romper un plato o hacer rechinar un escalón al llegar tarde a casa. Había escuchado aquella voz sólo una vez en mi vida, pero mi subconsciente se había encargado de catalogarla eficientemente como una amenaza, por lo que en sólo un segundo reconocí a su dueño: el capitán del barco.

¿Estábamos haciendo algo malo? Ni siquiera me puse a pensarlo. De inmediato pensé lo peor, que lo habíamos arruinado de alguna manera y que nos habíamos ganado nuestro boleto de salida del barco. No me hubiera molestado bajar en Port Royal, no, de ninguna manera... no hasta que me había enterado que Fátima y Bavol estaban por abordar la nave que ahora Stelios, Albert y yo tendríamos que abandonar.

¡Me estoy torturando con un trabajo que ya no tengo que hacer, con todo y una maldita resaca, y aun así viene a enfadarse con nosotros!

Jan Vander apareció junto a Crow en cubierta, contemplando a todos los presentes con una expresión de fastidio plasmada en su rostro. Fue casi inevitable que sus ojos inquisitivos se posaran en nosotros tres, como si fuéramos un grupo de faros destellando desastre...

Debería haberos lanzado al mar por borrachos cuando tuve la oportunidad —dijo. Estuve a punto de protestar, intentando defender la poca reputación que teníamos en aquel mundo, cuando el mismo capitán se me adelantó al vocear tan firmemente que todo el Viento Fugaz pudo escucharlo—: ¡Fuera de mi vista, antes de que os cuelgue del palo mayor!

Tanto como me agradara la idea de subirme a un sitio tan alto, el capitán no parecía decirlo de manera amigable. Obedeciendo sus órdenes, uno de sus hombres me sujetó fuertemente del brazo y, pese a que me sacudí y agité para intentar sacármelo de encima, mis dos años de jugar a las espadas no sirvieron para resistirse a la fortaleza de alguien criado en el mar.

¡Espera, no los eches, acabo de contratarlos!

¿Lo ha hecho? —pensé, sin entender lo que estaba ocurriendo; no obstante, mi mente se puso pronto al corriente, contemplando la emergente oportunidad de escapatoria, y me incitó a repetir (casi)—: ¡Sí, lo ha hecho!

Tal vez debí haber mantenido la boca cerrada... de nuevo. Parecía que cada vez que intentaba decir algo, terminaba por arruinarlo: Jan Vander no tardó ni un segundo en modificar su mandamiento:

Echad a este también, y a sus ratas de agua dulce.

Aquel sin duda no era mi día. O más bien, mi mundo... Emboscado por Sincorazón, atacado por una tormenta, casi devorado por el mar, emborrachado por marineros, esclavizado por un capitán soberbio y ahora abandonado a mi suerte por el mismo.

¿Al menos... estaremos juntos? —dije mientras forzaba una sonrisa, intentando aligerar el ambiente. A la par, más marineros se acercaron a nuestro grupo, dispuestos a rodearnos y a sacarnos de allí por las malas si no obedecíamos pronto.

¡Me debes un favor, Halcón, ¿o ya te has olvidado?!

Lo que vino después de la exclamación de mi nuevo empleador fue un insoportable silencio, uno de aquellos que aparentan ser mucho más largos y más abismales de lo que en realidad son. Podían escucharse, a lo lejos, las olas rompiendo contra el puerto y el bullicio que éste producía, las gaviotas y otras aves de mar chillando desde los mástiles, la brisa salina meciendo las gigantescas naves de madera... pero nadie realmente los oía, todos tenían su atención posada en el capitán y no apartaban sus ojos de él en ningún momento, salvo tal vez para repasar a todos los demás para ver si podían encontrarse con alguien que entendiera mejor la situación.

Fue como deshacerse de un hechizo cuando Jan Vander volvió a hablar:

El Halcón está muerto, Jack Sparrow —por un breve instante, sentí que nuestra única oportunidad había sido arrojada por la borda, justo como lo seríamos nosotros en cuestión de minutos... mas el capitán derogó su anterior orden—: Pero hice una promesa. Soltadlo.

Apenas estaba a punto de quejarme entre dientes por que sólo el tal Sparrow se hubiese quedado con las manos libres, cuando éste demandó:

Mi tripulación, si eres tan amable.

Ahora sí que se estaba ganando puntos conmigo: se las había arreglado para salvarnos de Jan Vander, nos había ofrecido empleo y su vello facial tenía demasiado estilo.

Los marineros nos soltaron. "Agradecí" con un movimiento de cabeza, pero en mis ojos y en la curva de mis labios podía leerse que no estaba precisamente muy contento. Me llevé una mano allí donde me habían sujetado con fuerza, intentando disipar el dolor, y seguí observando con interés la manera en la que Jack Sparrow y Jan Vander se trataban. Pronto los dos se retiraron para ir a discutir sus asuntos en la privacidad del camarote del capitán y finalmente pude respirar con tranquilidad.

Definitivamente no es mi día... —murmuré, escuchando cómo Crow ponía orden en cubierta y nos mandaba a todos a trabajar de nuevo. Me encogí de hombros, conformista, repitiéndome mentalmente que ahora yo también era parte de la tripulación y que si no quería causar problemas de nuevo, más me valía convertirme en el grumete ejemplar.

*¨*¨*


Es... curioso estar en un barco.

¿Por qué?

Bueno, es... es como volar. No es lo mismo que ir en tierra y estar... pegado al suelo todo el tiempo. Es como deslizarse... suave y gentilmente-- o bueno, la mayoría de las veces.

¿La tormenta?

Y el alcohol. No fue una experiencia muy agradable.

Levanté la mirada del suelo y me sequé el sudor de la frente con el dorso de la mano. ¿Quién diría que fregar bajo la luz de la mañana sería tan agotador? Contemplé al resto de mis compañeros, incluyendo a los dos recién adquiridos, compartiendo la misma clase de tortura que yo estaba soportando en ese momento. ¿Por qué limpiar una nave, igualmente? ¿No se la pasaba todo el rato mojándose? ¡Y le había llovido encima no hacía precisamente mucho! Algo que estuviese tanto tiempo en contacto con el agua no necesitaba tanta atención.

Sólo quieren castigarnos. Tal vez se esperan que en cualquier momento se nos suelte un tornillo y nos arrojemos al mar.

Te lo mereces, más o menos...

A lo mejor, pero no ellos —hice una mueca al ver a Bavol claramente disgustado por su trabajo. Parecía, incluso, que estaba a punto de vomitar debido al asco que le ocasionaba ser tratado de esa manera—. ¿Quién pone a trabajar a un niño y a una chica? Aunque bueno, ella...

Te convendría deshacerte de esa idea. Ya casi lo arruinas una vez.

Si es que no lo he echado a perder ya. Buscaré la manera de arreglarlo, si puedo... si no, lo mejor sería olvidarnos de ello, no quisiera que le prestaran más atención al asunto.

No sabía en qué momento me había vuelto a deshacer de mis barreras mentales y había comenzado a hablar con la Bruja de nuevo. Tal vez mi excusa era que no podía nada más sacar una píldora en un mundo como ése, o que no estaba teniendo muchas conversaciones agradables a bordo del Viento Fugaz, pero pronto me sorprendí a mí mismo buscando la compañía de mi pseudo-alucinación preferida. Y debía admitir que, tal y como iban las cosas, estaba siendo un tanto agradable escucharla darme una perspectiva distinta, simplemente enunciando su opinión en lugar de intentar forzarla sobre la mía... o apoderarse de mi cuerpo, eso también.

O tal vez sólo estaba harto de abrir la boca y arruinar las cosas, ésa era otra posibilidad, por lo que había preferido buscar una conversación que pudiese mantener en silencio.

Igualmente, en cuanto bajara de ese bote, todo volvería a la normalidad. Podía volver a tomar el medicamento de Sam, cerrar mi mente a intrusos, y listo. Mientras tanto, no podía hacerme mucho daño conversar con una hechicera más condescendiente de lo acostumbrado.

A Némesis tampoco le agradaba la idea de haber compartido nuestra misión con Sparrow y el Halcón. Mientras más gente supiera que estábamos buscando una espada mística, más difícil sería para nosotros quedárnosla. Aunque... ¿era nuestra misión recuperarla o simplemente localizarla? Ya no podía recordarlo, siquiera... De todas maneras, era obvio que un exitoso mercader y un codicioso pirata no estarían muy dispuestos a soltarla así como así a un grupo tan... pintoresco como el nuestro.

Pero nos estaban llevando justo a donde teníamos que estar. Y, por lo pronto, eso era lo único que teníamos a nuestro favor.

Bavol acaba de vomitar.

¡Oh, así que por eso se limpia algo que se la pasa tanto en el agua! Aaah.

De verdad que se notaba a leguas que ninguno de nosotros estaba acostumbrado al mar (exceptuando a Tulio y Miguel). La única persona que parecía haberse adaptado de manera casi natural era Fátima, pero ella ya tenía otra faceta del disfraz por la cual preocuparse. Igualmente, con eso y todo lo demás, estaba demostrando ser mucho mejor líder que yo. ¡Incluso se había conseguido un capitán y un par de marineros! Me sentía avergonzado a un lado de ella, especialmente después de haber quedado como un ebrio vago bocasuelta frente a los demás...

Pronto se pasará, no te preocupes. Es cuestión de tiempo —tranquilizó a Bavol, asegurándole que dentro de poco sería capaz de mantener su almuerzo dentro de sus tubos interiores. Luego se giró al resto de nosotros y sugirió—: Tenemos que averiguar hacia dónde vamos. No podemos llegar a donde quiera que esté la espada sin saber nada: dependeríamos demasiado de Sparrow. Y no creo que la tripulación nos ayude. Excepto Crow pero…

Imagen —pensamos al mismo tiempo. Estaba claro que si queríamos seguir avanzando, necesitaríamos al menos una pizca de información. Ya habíamos pasado demasiados días a ciegas (navegando sin rumbo, dirían algunos, ¡já!) como para permitirnos seguir en aquella situación.

Fátima se ocupó de contarnos, a los que no lo sabíamos con claridad, cómo se había encontrado con Jack Sparrow y cómo se las había arreglado para terminar cooperando con él. Destacó, además, que se había enterado de los dones mágicos de los que ella y Bavol gozaban, por lo que muy seguramente pensara que Stelios, Albert y yo teníamos las mismas habilidades. Y no se equivocaba.

Eso significaba que Sparrow no se había apiadado de nosotros. Simplemente quería nuestros dones. A más magos a bordo de su barco. ¿Pero por qué, para qué necesitaba a cinco hechiceros en su tripulación? Sólo íbamos a buscar una reliquia, ¿nada más? ¿Había algo en nuestro camino que necesitara de una buena pelea para apartarse? ¿O tal vez era sólo precaución? Después de todo, era un malísimo augurio posar las manos sobre las pertenencias de un difunto; no quería imaginarme que de pronto nos caería una maldición; o peor, que se nos aparecería el fantasma del tal Cortés para rebanarnos la garganta. Con aquello en mente, entonces sí, a cualquiera le gustaría estar acompañado de magos.

Deberíamos separarnos y preguntar. Es la única forma de que estemos un poco preparados para lo que se nos avecina.

No sé, la última vez que intenté congeniar con los marineros para conseguir información... —no terminé la frase; en lugar de ello, miré a Albert, sabiendo que él podría comprender por qué no quería repetir el episodio.

Bueno, si no quería hablar con los marineros, ¿por qué no con el capitán?

...no, no quería volverme a acercar a Jan Vander y arriesgarme de nuevo a un castigo de marineros. ¿Y si me echaba a los tiburones esta vez? No, gracias.

Mejor con el otro capitán. Después de todo, tenía la excusa de que recién me había contratado y teníamos muchas cosas que discutir. ¿Sonaba eso como una buena idea...?

No realmente. Aunque, por otro lado, ya hacía tiempo que había dejado de tener buenas ideas. No me era tan sencillo pensar con claridad como lo era antes. Era cierto, jugar a las escondidas extremas durante ocho días, enfrentarse a un dios, atravesar de lado a lado a un monstruo gigante y dormir por primera vez con una chica de verdad que te cambia la vida. Te vuelve más... salvaje, supongo, y un salvaje no es muy bueno manteniendo la cabeza fría.

Me estoy oxidando.

Sí, qué demonios, voy a ir a buscarlo —me dije, tras considerarlo por unos momentos, recargado en la barandilla del barco. Di mi trabajo por terminado y me dispuse, pues, a buscar a Jack Sparrow.

¿Pero por dónde empezar...? Podía subir al mástil, tal vez, y mirar desde arri... No, la verdad era que sólo quería un pretexto para treparme allí; pero eso, desgraciadamente, tendría que esperar para más tarde. Si quería encontrar a Sparrow, mi mejor apuesta era ir bajo cubierta. Después de todo, el buen amigo de Jan Vander tenía que tener su habitación propia, ¿no? Nadie dormía bajo las estrellas... o eso me gustaba pensar.

Pero ya había aprendido, y por las malas, que no era tan fácil orientarse allí abajo. Además, ¿cómo podía saber exactamente qué camarote buscar? No, aquello me tomaría mucho tiempo, y no podía ir tocando de puerta en puerta cual moguri.

Lo mejor que podía hacer era expandir mis horizontes. Tener ojos en todos lados. De tal manera que, de nuevo, comencé a acercarme a los marineros en busca de información, aunque esta vez una muy diferente. Simplemente una conversación casual, con una pregunta directa y despreocupada:

¿No has visto a Sparrow? ¿No, al capitán Jack Sparrow? No, el otro capitán. El capitán de la barba interesante y el... pañuelo. ¿Jack Sparrow, por aquí, alguien? ¿No, tú? ¿Tú? ¿Ha visto alguien a Jack Sparrow?

Tenía que dar con él tarde o temprano. Después de todo, estábamos en un barco. El Viento Fugaz era un lugar cerrado y sólo podía ser grande hasta cierto punto. Era posible, incluso, que Sparrow se enterase que lo estaba buscando por todo el barco y él terminase por encontrarme a mí. Sí, se me tendría que aparecer si seguía trabajando con perseverancia, ¿no? Y una vez que lo hiciera, dejaría claras mis intenciones:

¡Capitán! Soy... eh, me llamo Felix. Y-yo... yo sólo... sólo quería discutir con usted los términos de nuestro, eh, contrato (por el cual, por cierto, estoy bastante agradecido; de verdad) y disculparme por los... problemas que mis compañeros y yo pudimos causar a su... ¿tripulación?

¿Me estaba oxidando con las palabras también? En serio que estaba perdiendo todas mis buenas aptitudes.


Pero si al final no lo encontraba... siempre me quedaba el mástil. Subir alto alto, muy alto.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


Imagen
Avatar de Usuario
Zee
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
Bohemia Lectura
 
Mensajes: 3280
Registrado: Mié Mar 04, 2009 1:37 am
Dinero: 213,288.72
Banco: 15,374.00
Ubicación: .mx
Sexo: Masculino
Clan: Bohemia Lectura
Facebook: Pregunta por MP
Estantería de objetos
Karma: 36

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Leechanchun » Vie Jul 25, 2014 2:01 pm

Por fin el grupo se había reunido. Fátima y Bavol estaban bien y venían acompañados de más personas. Albert se preguntaba si aquellos tres hombres sabrían algo de la espada que debían encontrar.

La felicidad y tranquilidad que el reencuentro había propiciado se vio interrumpida por un grito que se oyó por toda la cubierta del barco. Se trataba de capitán Vander que, seguido de Crow, se aproximó hacia ellos tras echarles una mirada fría y llena de ira.

Cuando se acercó a ellos, el capitán recriminó a Stelios, Xefil y Albert el ser unos borrachos. Albert quiso decirle que no eran sus intenciones el acabar así, pero se contuvo porque seguramente le habría enfadado más. Seguidamente dio la orden de que les echasen del navío y los tres aprendices fueron arrastrados por los marineros fuera del barco.

«No era nuestra intención...»

El pirata que acompañaba a Fátima y Bavol en su regreso, se metió en medio de la conversación y tuvo como respuesta el mismo trato que Stelios, Xefil y Albert. Pero antes de que consiguieran echarle, llamó al capitán “Halcón” y le espetó que le debía un favor. Ante ello, el capitán Vander retiró su orden y volvieron de nuevo al barco.

Gracias a ese pirata se habían librado del castigo de Vander y el grupo no volvería a dividirse tras el reciente encuentro. Albert se acercó hasta él para darle las gracias.

Eh… ¿Señor Jack Sparrow? ¿Puedo dirigirme a usted así? —Albert no sabía como debía hablar ante un pirata y tenía miedo de ofenderle —Solo quería agradecerle que nos haya ayudado.


***


De nuevo se habían puesto en marcha y viajaban de nuevo por el mar. Albert ya se estaba acostumbrando a los vaivenes del barco y aguantaba bien el equilibrio. No le parecía tan peligroso viajar por el océano como le habían hecho creer de pequeño, él había visto las maravillas que se ocultan bajo las aguas de Atlántica y le habían resultado increíbles. Albert no pudo evitar acordarse de su familia…

Se reunió con el resto de sus compañeros en cubierta para ayudar en las tareas del barco.

Bueno, al menos viajamos gratis.

Sólo tú podías alegrarte por eso.

Fátima ayudó a Bavol a mantenerse entero o, al menos, lo que pudo. Parecía que el niño no se acostumbraba al movimiento del barco, luego se dirigió al resto del grupo.

Tenemos que averiguar hacia dónde vamos. No podemos llegar a donde quiera que esté la espada sin saber nada: dependeríamos demasiado de Sparrow. Y no creo que la tripulación nos ayude. Excepto Crow pero... No me gusta la facilidad con la que Sparrow nos ha contratado a todos. Sabe que estamos relacionados. Probablemente crea que sois magos también.

«¿Por qué piensa eso? No nos ha visto hacer nada»

—Deberíamos separarnos y preguntar. Es la única forma de que estemos un poco preparados para lo que se nos avecina.

No sé, la última vez que intenté congeniar con los marineros para conseguir información... —Xefil le miró y Albert comprendió su mirada.

Es cierto, no sacamos nada… Y los marineros nos obligaron a beber algo asqueroso que nos hizo acabar borrachos, como dijo el capitán, aunque yo solo di un sorbo. Creo que ocultan algo y no se como podríamos obtener información.

Albert pensó que la única persona en la que podrían confiar realmente de ese navío era Crow y que seguramente él no tendría mucho reparo en ayudarles. Pero estaba en la mira crítica del capitán y saltarse las normas de nuevo podría suponer un castigo terrible.

Si mientras estaba en cubierta veía a Crow, se acercaría hasta él y le preguntaría sobre su destino y sobre la espada de su misión. Tal vez podría arrojar algo de luz ante el incierto destino que ahora estaba en manos de un pirata y el capitán Vander.
Avatar de Usuario
Leechanchun
11. Estrella Angelical
11. Estrella Angelical
 
Mensajes: 307
Registrado: Mar Ene 19, 2010 5:45 pm
Dinero: 10,716.45
Ubicación: al otro lado de la puerta
Sexo: Masculino
Estantería de objetos
Karma: 0

Ronda 11

Notapor Tanis » Sab Jul 26, 2014 12:27 am

La idea de Fátima, de buscar al capitán del barco en el castillo de popa, dio buen resultado. El hombre se mantenía erguido, callado y serio, como si no tuviera que dar orden alguna porque no hacía falta, mientras contemplaba la actividad de su barco desde lo alto. La casaca negra ondeaba ligeramente culpa de la brisa. El pelo, echado hacia atrás, dejaba ver la cicatriz de la frente. A pesar de ser joven aún, con ese porte no era tan de extrañar que Jack le hubiera llamado Halcón, aunque quizá nadie allí supiera por qué. Vander parecía un ave rapaz silenciosa, esperando la oportunidad de desgarrar a una presa solitaria con las garras.

Cuando Fátima subió hasta su nivel trémula por las escaleras, él no dio muestras de haberla visto, pero sí que conformó una mueca de hastío nada más oírla hablar. Jan no contestó al instante, si no que se tomó su tiempo para mirarla en silencio, como si sopesara o no el rechazar la proposición, despacharla sin más o...

Tras esos segundos plomizos y densos de espera, el capitán desvió la vista de ella al frente, con un gruñido.

Que raro que no haya venido a regodearse con ello por sí mismo —Sin embargo Fátima podría notar que la animadversión era a causa, por supuesto, de Sparrow y no de ella—. Dile a tu capitán que puede presentarse en mi camarote a la hora de la cena, si le apetece.

No parecía que fuera a decirle nada más, porque se mantuvo firme y callado como hasta entonces. Sin embargo, en cuanto ella diera la vuelta y pusiera en pie en la escalera, oiría la voz de Jan alzarse para decir:

Hicisteis mal en uniros a Jack, sólo es un oportunista que jugará con vosotros hasta que ya no le seáis útiles.

Un tizne de amargura tiñó la voz del hombre, pero no añadió nada más. ¿Qué habría querido decir con esa advertencia?

La búsqueda de Xefil tampoco fue vana. Su quizá trepidante paseo por la cubierta preguntando y esquivando a la vez a los marineros, que le echaban malas miradas como si fuese una pulga insignificante que sólo estorbaba, dios frutos al final. A pesar de que nadie quiso contestarle de forma pertinente y concisa, al aprendiz no le hizo falta esperar mucho, ni tampoco subirse al mástil. Jack Sparrow apareció subiendo las escaleras que bajaban hacia las bodegas de carga, con una botella medio llena de ron en la mano a la que echaba un trago tan panchamente. Al verse de repente asaltado por Xefil, uno de los muchachos a los que había contratado para sí, sonrió de lado y continuó caminando hasta la borda.

Complacido por sus palabras, Jack contestó:

Está bien, chico, no iba a dejar que echaran a los amigos de mi fiel tripulación. Siempre hay huecos para jóvenes aventureros como vosotros —Echó otro trago—. El trato es sencillo, me servís hasta llegar a nuestro destino, encontramos un tesoro, os pago con un poco de él, y luego os despido. Interesante, ¿verdad?

Jack había omitido deliberadamente la espada, pero Xefil no tenía modo de saber si era porque no quería desvelar su plan de verdad, su destino, su objetivo o si no sabía que él conocía la existencia de dicho objeto, como pasaba con Fátima o Bavol. Entonces, como si hubiera caído en la cuenta de que no le había ofrecido, Jack soltó un débil «oh» y le alargó la botella de ron a Xefil.

La verdad es que me resultáis muy, muy convenientes ahora mismo, seguro que vuestro amigo —Jack señaló a Fátima, que estaba sobre el castillo de popa—, os lo ha dicho. No me equivoco al presuponer que todos... tenéis las mismas habilidades especiales, ¿cierto?

La sonrisa de Jack se tornó algo más ladina, y Xefil pudo estar seguro de que no le había hecho falta realizar esa pregunta.

Crow pasó entonces de largo junto a ellos, mirando de reojo a Xefil, sin interrumpir la conversación con Jack, Se dirigió al grupito de tripulantes de Sparrow que quedaba limpiando una parte de cubierta. Tanto Tulio como Miguel intercambiaron miradas suspicaces, pero no le increparon nada, no querían meterse en problemas. Crow se plantó ante ellos sin al parecer saber muy bien qué decir en primer lugar. Bavol continuaba con la cabeza fuera por la borda, no sintiendose muy bien, y estaban Tulio y Miguel, que le miraban como si fueran una especie de perros guardianes para con el niño. No obstante la pregunta de Albert le animó a hacerlo.

Bueno, no es ningún secreto, no queda mucho —Dijo, echándole un ojo al castillo de popa, en dónde podía verse a Vander y a Fátima conversando—. Nos dirigimos a una isla llamada Fortuna, se supone que una vez allí vuestro capitán os hará desembarcar y buscareis el tesoro... Y la espada —Con un suspiro, volvió la vista a los aprendices y tripulantes—. No creo que me dejen acompañaros, así que tened cuidado, nada de esto me da demasiada buena espina.

Sobre todo teniendo en cuenta que era demasiada casualidad que Jack quisiera contratarlos a todos sabiendo de sus habilidades y relaciones entre sí. La cuestión de para qué y por qué querría tantos «magos» era todavía un poco misterio. Aunque podían sentirse un poco más seguros.

Stelios no había accedido a quedarse, ya que había vuelto a Tierra de Partida para informar de las dificultades y quizá convencer a la maestra Rebecca de que fuera para ayudarles. ¿Cómo iban a quitarle la espada a Jack si este la conseguía? Era un pirata después de todo. El barco navegaba rápido, impulsado por las ráfagas de viento que casi parecían querer hacerles llegar a la isla lo más pronto posible. ¿Cómo sería esa isla Fortuna?, ¿y el tesoro?

Spoiler: Mostrar
Fecha límite: 29 de julio


Spoiler: Mostrar
Nota del GM: Thailgar abandona la trama.

Esta será la última ronda que realizaré hasta mi vuelta de vacaciones de agosto, las cuales empiezan del 4 al 19. Otro GM designado con un guión que yo le proporcionaré será el encargado de postear las dos o tres rondas que pueda hacer en mi ausencia.
Avatar de Usuario
Tanis
28. Samurai
28. Samurai
 
Mensajes: 813
Registrado: Mar Feb 19, 2013 10:20 pm
Dinero: 75,353.31
Banco: 15,572.00
Sexo: Mucho, gracias por preguntar
Karma: 5

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Tidus Cloud » Sab Jul 26, 2014 7:41 pm

Bavol continuó vomitando un poco más hasta que se sintió algo más tranquilo, aunque continuaba con el estómago revuelto. Mientras él había estado indispuesto, sus compañeros habían decidido seguir trabajando en la misión en lugar de continuar limpiando la cubierta como se les había mandado.

Stelios decidió volver a Tierra de Partida para informar de lo que estaba ocurriendo. Por su parte, Fátima se fue a buscar al Halcón y Xefil al capitán Sparrow, de manera que Bavol permaneció junto con Tulio, Miguel y Albert.

Bavol se separó lentamente de la borda y se percató de que Crow se había reunido con ellos. Sonrió débilmente al ver a su antiguo compañero y con un gesto de su mano les indicó a Tulio y a Miguel que se relajaran, ya que no había nada que temer del peliazul, al fin y al cabo ya habían colaborado juntos antes. Al parecer, mientras Bavol había estado vomitando, Albert había decidido preguntarle a Crow por el lugar hacia donde nos dirigíamos en busca de la espada de Cortés.

Bueno, no es ningún secreto, no queda mucho. Nos dirigimos a una isla llamada Fortuna, se supone que una vez allí vuestro capitán os hará desembarcar y buscareis el tesoro... Y la espada —el joven soltó un suspiro. ¿Se había perdido algo? Al pequeño le daba la sensación de que Crow tenía que saber más cosas de las que estaba diciendo—. No creo que me dejen acompañaros, así que tened cuidado, nada de esto me da demasiada buena espina.

Si Xefil y Fátima habían decidido seguir buscando información, incluso estando ya de camino hacia la espada, es porque debían estar verdaderamente preocupado por lo que pudiera pasar. Bavol comenzó a morderse las uñas nerviosamente cada vez más preocupado por lo que pudiera pasar, quizás si él también descubriera un poco más de información, podría estar mejor preparado para lo que ocurriese en la isla Fortuna. Agarró a Crow por la manga de la camisa y tirando suavemente le indicó que quería hablar con él en un lugar un poco más apartado de Tulio y Miguel. De igual manera, con un movimiento de cabeza, le advirtió a Albert para que les acompañase.

Crow, ¿tú sabes algo de esa espada? Sabemos que es muy peligroso en malas manos, pero poco más. Tú seguro que tienes que saber algo más. —Bavol clavó sus ojos en los del peliazul y a modo de súplica añadió—. Por favor, dinos lo que puedas saber de la espada o de la isla. Hazlo por aquella vez que luchamos juntos en La Red.

Aceptó la respuesta de Crow fuese cual fuese, aunque no pudo evitar fruncir el ceño evidentemente disgustado en caso de que el peliazul se mostrara abiertamente en contra de colaborar y dar cualquier información que pudiera ser valiosa.

Deberías venir con nosotros, Crow. No sé muy lo que pasó en ese “mundo virtual” pero me da igual si eres una copia de alguien o lo que pasará allí, tú eres uno de los nuestros. —concluyó el niño esbozando una sonrisa y apoyando su mano sobre el brazo de Crow.

No tenía nada que perder por ofrecérselo. Una espada tan peligrosa como aquella seguramente estaría custodiada en un lugar fuertemente protegido, por lo que necesitarían la mayor cantidad de ayuda posible y era evidente que el Halcón no iba a emplear a su tripulación en ayudarles a encontrar la espada. Tras escuchar qué le parecía aquella propuesta a Crow, volvió de nuevo con Tulio y con Miguel.

¿Qué pensáis vosotros? ¿Cómo veis la cosa? —preguntó finalmente dirigiéndose a sus otros tres compañeros.
Imagen


Spoiler: Mostrar
Imagen
Avatar de Usuario
Tidus Cloud
35. Hechicero
35. Hechicero
 
Mensajes: 1038
Registrado: Sab Sep 27, 2008 4:59 pm
Dinero: 156,626.10
Banco: 15,565.00
Ubicación: Reinando un nuevo mundo lleno de posibilidades...
Sexo: Moriré solo y virgen
Estantería de objetos
Karma: 20

Re: [Port Royal] ¡Sigamos esa senda!

Notapor Suzume Mizuno » Mié Jul 30, 2014 2:58 am

Que raro que no haya venido a regodearse con ello por sí mismo.

Fátima tragó saliva y trató de no encogerse visiblemente. Había algo en el capitán que la impresionaba y la hacía sentir muy pequeñita. No le extrañaba que se le denominara el «Halcón».

Era tan distinto a Sparrow… Y eso que era bastante más joven que él. No pudo evitar preguntarse de nuevo qué asuntos los habrían llevado a colaborar y a deberse favores, a pesar de ser tan opuestos y de llevarse claramente mal. Al menos, Vander no parecía querer volver a ver en su vida a Jack…

Dile a tu capitán que puede presentarse en mi camarote a la hora de la cena, si le apetece.

«Pues ha colado… Dios, a ver si ahora el capitán Sparrow no se niega…».

Escudriñó el perfil del capitán Vander, intentando dilucidar si podría sonsacarle algo sobre su destino; sin embargo, el hombre se sumió en un silencio frío y distante que la llevó a considerar si no sería más inteligente marcharse antes de meter todavía más la pata. Pero…

Le miró de soslayo y empezó a dar media vuelta. Sin embargo, antes de poner un pie en la escalera, se detuvo. No había inventado una excusa ridícula para marcharse sin más, acobardada. Por favor, había peleado en una maldita guerra, ¿y no era capaz de intentar hablar con ese hombre? Ridículo. ¿Qué era lo peor que iba a hacerle? ¿Mandarla a paseo?

Respiró hondo y se adelantó, intentando buscar las palabras apropiadas. Pero, entonces, el capitán dijo:

Hicisteis mal en uniros a Jack, sólo es un oportunista que jugará con vosotros hasta que ya no le seáis útiles.

Fátima se quedó perpleja. No había esperado que él estuviera comunicativo y mucho menos que… se preocupara por ellos. O quizás no lo estaba haciendo y era simplemente amargura.

En cualquier caso, se quedó meditando sus palabras. No sabía mucho de Sparrow, pero estaba claro que la descripción de Vander coincidía con lo que podía imaginar de él a partir de los escasos datos que había obtenido: un aprovechado que, fortuitamente, les había venido de perlas. De lo contrario, no entendía por qué parecía tan interesado en que le acompañaran magos. Incluso había estado dispuesto a arriesgarse por desconocidos… De los que sólo podía sospechar que estaban relacionados con sus dos hechiceros. Era evidente que buscaba buenos apoyos que, además, estuvieran en parte en deuda con él.

¿Le habría pasado algo así a Vander? ¿Por eso le debía una?

Frunció el ceño. No tenía ni idea de lo que debía decir…

Gracias por la advertencia, capitán—dijo con todo el respeto que fue capaz, inclinando la cabeza—. Intentaremos devolverle el favor si pretende utilizarnos sin darnos nada a cambio.

Se preguntó si habría sonado muy arrogante o si acaso el capitán estaría interesado en su respuesta.

Informaré al capitán Sparrow.—Se dio la vuelta para marcharse, pero se contuvo un momento—: Capitán… Disculpe que le importune todavía más pero… ¿Podría decirme si… sabe algo del lugar al que nos dirigimos? Nuestro capitán no está muy comunicativo respecto al tema.

Después de escuchar la contestación de Jan Vander, si es que la había, se marcharía a buscar a Jack Sparrow. Cuando pudiera hablar a solas con él, carraspearía y diría, deseando que no se le notara demasiado la mentira —aunque algo le decía que Jack no iba a volver a creer ninguna de sus palabras—:

Capitán, el capitán Vander lo ha invitado a cenar esta noche en su camarote. Si a usted… le place, claro.

Por favor, que dijera que sí. No le hacía nada de gracia que el hombre del que dependían y el capitán del barco estuvieran tan enemistados. ¿Y si los abandonaban en la playa? Ellos no tendrían problemas porque, claro, podían usar sus glider. Pero... No, definitivamente no era una opción que le atrajera demasiado.

Así que cruzó los dedos y esperó su respuesta.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

AnteriorSiguiente

Volver a Tercera Saga

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado

cron