[La Red] Un lugar por el que obsesionarse
Publicado: Vie May 23, 2014 7:25 pm
La guerra no deja indiferente a nadie que participa en ella.
Bastión Hueco y Tierra de Partida se habían llevado una mala parte de esta. Ambos bandos habían pasado tres días terribles desde que el conflicto se había iniciado, con una terrible tensión encima de ellos. ¿Quién les aseguraba que no guera a presentarse un ejército en las puertas de sus castillos con sed de sangre? ¿Podían los Caballeros visitar sus viejos hogares sin ser derribados durante el vuelo por el enemigo?
Pero siempre en la guerra se tiende a olvidar a los auténticos perdedores. Por mucho que los soldados caigan, que los líderes mueran en combate, las víctimas siempre son las mismas: los civiles. Son sus tumbas las que más pesan, sus casas las que más cuesta reconstruir. Volver a la vida normal tras experimentar algo así es muy difícil: algunos no se recuperan.
Por eso, pocos Caballeros se dieron cuenta de las consecuencias del ataque del terrible Erased Data. El caos que había desatado el corrupto programa fue traumático para todos: el estadio permanecería cerrado un largo tiempo. Los miles de programas que había acudido con la sed de sangre de usuarios no llegaron a salir con vida de manos del monstruo y su ejército de mascotas.
Ragun y Ban veían el estadio frente a ellos, clausurado y cuyas entradas estaban bien protegidas por varios guardias negros. Los carteles encima de ellos mostraban tres carteles de Se busca con los rostros de gente que conocían bien: Quorra, el programa de la Red que les había ayudado aquel fatídico día; a Light, o mejor dicho su copia digital; y por supuesto, al hombre que buscaban ellos mismos aquel día, Andrei Saavedra.
A los tres se les culpaba de masacre y se ofrecía, en nombre de un tal CLU, una gran cantidad de créditos. No era de extrañar que Ariasu les hubiese enviado con el objetivo de recuperar al muchacho, aunque Nanashi no pudiera enterarse de aquello. De cara al resto de Maestros, la misión buscaba recopilar información sobre el mundo, además de lograr una base fija, un mayor suministro de ropa y discos falsos, y por supuesto lograr un buen número de aliados.
Sería una misión complicada. La ciudad era gigantesca, pero moverse era difícil. Tenían ropa por suerte, pero sólo un disco de identidad falso: quién lo iba a llevar dependía de ellos dos, y si veían al otro sin él las consecuencias podían ser desastrosas. Debían pensar su primer movimiento con inteligencia.
¿Adónde irían?
* * *
―Como encuentre a ese maldito usuario, ese tal Light, le corto el cuello.
Aleyn no debía estar llevándose una impresión muy positiva de su compañero. Desde que Kazuki les había enviado a aquel mundo con una larga lista de objetivos, se habían encontrado con decenas de carteles que exigían su cabeza en una bandeja de plata. Además de ello, allí ocultos en un callejón de la ciudad, acababan de escuchar a dos programas alejándose mientras aseguraban querer matar al muchacho.
―Y tanto, tío. Pero tienes que relajarte. ¿Vienes a tomar algo al Línea de Meta?
Los programas desaparecieron en la distancia y los dos chicos volvieron a quedarse a solas con la gigantesca cabeza de un tal Andrei por encima de ellos en una pantalla que rezaba Se busca. Los dos tenían ropa y discos de identidad, pero al varón no le serviría de mucho de primeras como alguien le mirase a la cara. Quizá aquello no se lo esperara al llegar al mundo.
Con lo poco que habían caminado por la ciudad ya se podían hacer una idea de hacia dónde dirigirse. Cerca de ellos había una especie de estación de metro que no podían tomar sin arriesgarse a que descubrieran a uno de los dos, pero el mapa de las líneas les dejaba caer algunos sitios de interés a los que podían llegar aunque fuese andando. El viaje quizás fuese largo, pero tenían un objetivo que cumplir.
El mundo era gigantesco. Y sus posibilidades, infinitas.
Bastión Hueco y Tierra de Partida se habían llevado una mala parte de esta. Ambos bandos habían pasado tres días terribles desde que el conflicto se había iniciado, con una terrible tensión encima de ellos. ¿Quién les aseguraba que no guera a presentarse un ejército en las puertas de sus castillos con sed de sangre? ¿Podían los Caballeros visitar sus viejos hogares sin ser derribados durante el vuelo por el enemigo?
Pero siempre en la guerra se tiende a olvidar a los auténticos perdedores. Por mucho que los soldados caigan, que los líderes mueran en combate, las víctimas siempre son las mismas: los civiles. Son sus tumbas las que más pesan, sus casas las que más cuesta reconstruir. Volver a la vida normal tras experimentar algo así es muy difícil: algunos no se recuperan.
Por eso, pocos Caballeros se dieron cuenta de las consecuencias del ataque del terrible Erased Data. El caos que había desatado el corrupto programa fue traumático para todos: el estadio permanecería cerrado un largo tiempo. Los miles de programas que había acudido con la sed de sangre de usuarios no llegaron a salir con vida de manos del monstruo y su ejército de mascotas.
Ragun y Ban veían el estadio frente a ellos, clausurado y cuyas entradas estaban bien protegidas por varios guardias negros. Los carteles encima de ellos mostraban tres carteles de Se busca con los rostros de gente que conocían bien: Quorra, el programa de la Red que les había ayudado aquel fatídico día; a Light, o mejor dicho su copia digital; y por supuesto, al hombre que buscaban ellos mismos aquel día, Andrei Saavedra.
A los tres se les culpaba de masacre y se ofrecía, en nombre de un tal CLU, una gran cantidad de créditos. No era de extrañar que Ariasu les hubiese enviado con el objetivo de recuperar al muchacho, aunque Nanashi no pudiera enterarse de aquello. De cara al resto de Maestros, la misión buscaba recopilar información sobre el mundo, además de lograr una base fija, un mayor suministro de ropa y discos falsos, y por supuesto lograr un buen número de aliados.
Sería una misión complicada. La ciudad era gigantesca, pero moverse era difícil. Tenían ropa por suerte, pero sólo un disco de identidad falso: quién lo iba a llevar dependía de ellos dos, y si veían al otro sin él las consecuencias podían ser desastrosas. Debían pensar su primer movimiento con inteligencia.
¿Adónde irían?
―Como encuentre a ese maldito usuario, ese tal Light, le corto el cuello.
Aleyn no debía estar llevándose una impresión muy positiva de su compañero. Desde que Kazuki les había enviado a aquel mundo con una larga lista de objetivos, se habían encontrado con decenas de carteles que exigían su cabeza en una bandeja de plata. Además de ello, allí ocultos en un callejón de la ciudad, acababan de escuchar a dos programas alejándose mientras aseguraban querer matar al muchacho.
―Y tanto, tío. Pero tienes que relajarte. ¿Vienes a tomar algo al Línea de Meta?
Los programas desaparecieron en la distancia y los dos chicos volvieron a quedarse a solas con la gigantesca cabeza de un tal Andrei por encima de ellos en una pantalla que rezaba Se busca. Los dos tenían ropa y discos de identidad, pero al varón no le serviría de mucho de primeras como alguien le mirase a la cara. Quizá aquello no se lo esperara al llegar al mundo.
Con lo poco que habían caminado por la ciudad ya se podían hacer una idea de hacia dónde dirigirse. Cerca de ellos había una especie de estación de metro que no podían tomar sin arriesgarse a que descubrieran a uno de los dos, pero el mapa de las líneas les dejaba caer algunos sitios de interés a los que podían llegar aunque fuese andando. El viaje quizás fuese largo, pero tenían un objetivo que cumplir.
El mundo era gigantesco. Y sus posibilidades, infinitas.
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