[País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Ban y Gata; Light, Bavol + Fyk

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: Ronda #2 - No voy a llorar

Notapor Astro » Dom Ago 24, 2014 7:25 pm

Pues averiguaré por mí misma quién es el impertinente. ―había sido un error estúpido: Diana podía persuadir a cualquier macho con facilidad para descubrirlo por ella misma―. Si es lo único que se os ocurre, largaos. Ya os he dicho que el dinero no es problema y el favor de una novata no es muy útil. En medio de una guerra, sois los primeros que caéis.

Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia ante su negativa. No le daría la satisfacción de saber que me fastidiaba quedarme sin entrada, teniendo que apañarme con la tarjeta de "extra", y al menos mi idea había sido mejor que la de Gata (o Nata). ¿Un favor? ¿En serio? Empezaba a dudar de si tenía cerebro o no.

Me paré un segundo en la puerta, con una maldad de última hora en mente:

Como quieras. Ah, y el impertinente que va por ahí riéndose de ti se llama Alec Ocus ―en un principio pensé en echarle el muerto a Ragun, pero él se lo merecía más―. ¿Le conoces? Alto, pálido y siempre lleva un estúpido sombrero de copa.

Diviértete con él.

Y cerré la puerta, con una sonrisa pícara en los labios. Con un poco de suerte, la rubia le haría pasar un mal rato.

Venga, vamos. Llegaremos tarde al final ―le indiqué a Gata, echando a andar a ritmo ligero por el pasillo.

Armadura, tabla, todo listo. El intersticio nos esperaba, y después: el País de los Mosqueteros.

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Voy a matar a Daichi.

Tras llegar muy justos de tiempo, unos guardias perrunos uniformados nos indicaron el lugar al que teníamos que acudir. Y sí, perrunos. Descubrir que todos los habitantes de aquel mundo eran animales antropomórficos resultó una desagradable sorpresa. Ya tenía suficiente con aguantar y entender los sentimientos humanos como para tener que lidiar con los de perros, gatos, ratones, ¡e incluso cerdos!

Ah, y el Director fue lo peor.

¡Qué desastre, plat! ¡Qué desastre, Boris, plat!

Resultó ser un mono, esmoquin y sombrero incluidos, visiblemente alterado mientras hablaba con un oso barbudo. Con la sala prácticamente vacía, su conversación se escuchaba perfectamente desde la entrada:

¿Quieres un plátano para relajarte, Toni?

¡Que no quiero un plátano, plat! ¡Estamos en una crisis, plat! Bueno, solo uno, plat, ¡pero chiquitito! ―accedió, cogiéndolo de las manos del oso―. Todo va de mal en peor, plat, ¡ya me parecía raro que estuvieran saliendo tan bien estas últimas semanas de representaciones, plat! Primero, desaparecieron los extras, plat ―enarqué una ceja, intrigado ―; luego, los camareros, plat. ¿Qué será lo siguiente, plat? ¿¡Los plátanos, plat!? ¡Y encima el inigualable y archiconocido como el mejor crítico del mundo, Lionel, tenía que venir hoy, plat! ―parecía al borde de un ataque de pánico, lo cual me parecía perfecto―. Como nos ponga una mala nota, dará igual la recaudación que hayamos conseguido, plat, ¡nadie asistirá de nuevo a nuestras obras, plat! ¡Si alguien no soluciona esto YA, juro que cometeré una locura, plat!

"Ojalá."

Entonces, nos vio.

¡¡Son ellos, plat!! ―señaló entre chillidos―. ¡Tráelos, plat! ¡¡Tráelos YA, plat!!

Sí, definitivamente voy a matar a ese idiota sin corazón ―afirmé entre dientes, mientras el oso se acercaba hasta nosotros.

¿Sois los extras que pedimos, verdad? ―asentí, señalando la etiqueta que llevaba pegada a la ropa― Acompañadme, por favor, y os explicaremos vuestras funciones.

Justo a tiempo, la gente empezó a entrar en la sala. Con un tono más suave para evitar montar escándalo, ambos empezaron la explicación:

Mi nombre es Boris y soy el Vicedirector. Este es Toni, el Director de la obra «María y Draco».

¡«Fe Ciem uaf», fagugo, zlaf! ―todavía tenía la boca llena con el plátano.

¿Perdón... ? ―pregunté, incapaz de comprender y apartándome un poco para evitar que me cayeran restos encima.

¡«The Dream Oath», tarugo, plat! ―fue la traducción del oso.

Cefís fe zazte fe Flozvadof, fe fan ziso, zlaf. Cefos felilo eszras folfe zos felfa celsozal, ¡fe zodo, zlaf! Flomelemos fagagos cien, zlaf, zimflemenfe ceguiz fas inztrucciozes fe Bolis, zlaf. ¡Eztaléiz ali fonfe oz nececifen, zlaf! ¡Y alola nececifamoz camalelos, zlaf!

Esta vez miré directamente a Boris.

Venís de parte de Trovador, me han dicho, plat. Hemos pedido extras porque nos falta personal, ¡de todo, plat! Prometemos pagaros bien, plat, simplemente seguid las instrucciones de Boris, plat. ¡Estaréis allí donde os necesiten, plat! ¡Y ahora necesitamos camareros, plat!

¿El Trovador...? ¿Así se hacía llamar Daichi aquí? ¿O era un contacto por el que había conseguido los trabajos...? Maldije mentalmente una vez más a mi homólogo incorpóreo, ¿tanto le habría costado darnos más información?

Cuando quise darme cuenta, el monicaco se había marchado y el Vicedirector seguía dándonos indicaciones:

Como ya ha dicho Toni lo que ahora mismo necesitamos son camareros que sirvan los aperitivo en esta recepción. Entraréis como extras en el tercer acto, no hace falta que acudáis al backstage hasta el segundo para que os vistamos y os dé unas pocas instrucciones. Seréis testigos de un combate a muerte ―sonaba bien―. Eso no necesita mucha preparación. Solo espero que no tengáis miedo escénico. Sería el detonante para que Toni se retirara a pasar sus últimos días entre plátanos y yo me convirtiese en Director.

"Gracias por la idea, gordo."

Sonreí para mis adentros, considerando bastante en serio la posibilidad de reventar la actuación durante el tercer acto. Al fin y al cabo, iba a estar en el mejor lugar posible: encima del escenario. Innumerables crueldades empezaron a circular por mi cabeza, cada una más cabrona que la anterior.

Antes de irse, Boris nos señaló dónde estaba el tan temido Lionel: un pajarraco rodeado de mujeres que se hacía el interesante.

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Finalmente, llegó la hora de ponerse manos a la obra. Muy a mi pesar, nos llevó a la cocina para que nos pusiéramos un delantal y cogiéramos una bandeja para empezar a servir. Tras presenciar cómo los demás camareros comían como ratas todo lo que podían y más, encontramos las bandejas pertinentes y empezamos a trabajar, libres de cualquier tipo de supervisión.

Nata, te veo luego en el backstage ―le surruré, pronunciando mal su nombre a propósito―. No cuentes conmigo si te metes en algún lío.

Sin esperar respuesta, me alejé todo lo que pude mientras reflexionaba a toda velocidad. ¿Trabajar? Menuda ridiculez, ni siquiera tenía a nadie vigilando para que cumpliese. ¿Y dónde se había metido Daichi? ¿No se suponía que nos juntaríamos aquí? Estúpido pecho hueco.

Sin embargo, decidí sacar lo positivo de mi situación: necesitaba información para poder tener éxito, y contaba con el mejor disfraz posible para poder moverme con libertad por la sala sin levantar sospechas. Seguramente no encontraría nada de valor, pero nunca se sabía.

Decidido pues, cogí la bandeja lo mejor que pude y comencé mi paseo por la sala. En mi vida pasada, acudí a muchas fiestas de este estilo, por lo que me resultaba sencillo imitar el comportamiento de un camarero profesional... más o menos. Al principio casi se me cae la bandeja entera un par de veces, y al poco rato le tiré sin querer una copa encima a una cabra que no dejaba de reírse.

Dejé de escuchar una absurda conversación sobre moda entre dos yeguas al ver que Boris se había colocado en la escalinata.

Damas y caballeros. Gracias por asistir hoy. En breve, abriremos las puertas para que os acomodéis en vuestros palcos y butacas. Disfrutad mientras tanto de nuestro aperitivo, por favor. Recordad que no se puede pasar comida a la sala. Tendremos otro rato de degustación y manjares variados, escogidos por el mismísimo Director, al finalizar la obra.

Es decir, más trabajo para nosotros. Genial.

Alterné el tiempo entre buscar a Daichi por toda la sala e intentar escuchar alguna conversación que valiese la pena, sin ningún éxito en ninguna de las dos cosas. De pronto, alguien me rodeó por los hombros: una... vaca.

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¡Te pillé, mozo! ―se quitó rápido de encima, manteniendo una mano sobre mi hombro―. ¿Qué hace un rico bombón como tú aquí… y cómo no te he visto antes? ―tuve que hacer un esfuerzo por no poner cara de asco, mientras ella cogía una copa de vino de mi bandeja―. ¿Cómo no nos hemos encontrado en esta dulce senda que es la vida, lalalala?

¿Eso último había sido un intento de cantar...? Fui a abrir la boca para contestar, pero me encontré casi sin creerlo con su cara casi pegada a la mía:

»Oh, sí, nuestras especies nos distancian ¿Qué te trae por aquí… humano?

Estoy trabajando, señora ―contesté secamente, esforzándome esta vez por no tener una reacción violenta.

No era la primera vez que me pasaba esto... más o menos. Hacía poco, en la Red, una atractiva joven había intentado seducirme con sus encantos y, al fingir que entraba en su juego, había resultado ser un sincorazón con afán por abrirme el pecho.
Aunque, objetivamente hablando, era improbable que me volviese a ocurrir. Y menos con el aspecto de ella.

El gesto que hizo con la lengua tras beber de la copa fue tan asqueroso que hasta me afectó a mí. Tras reír, llegó lo peor:

¿Bailas conmigo?

Tardé unos segundos en contestar, en los que mi cerebro funcionaba a toda velocidad mientras decidía qué hacer. Físicamente, era asquerosa, pero eso no era relevante. Lo que sí parecía buena idea era congraciarme con ella, consiguiendo escapar del puesto de camarero para convertirme en su posible acompañante... y fingir que me atraía era sencillo.

¿Que existía la posibilidad de caer en la misma trampa dos veces seguidas? Sí, claro, pero ya había aprendido de los errores: no quedarme a solas con ella, para empezar, y no bajar la guardia en ningún momento.

Asentí antes de que pasase más tiempo, con una sonrisa convincente (aunque falsa) en el rostro.

Será un auténtico placer ―anuncié, añadiendo una reverencia.

Dejé la bandeja y el delantal en una mesa cercana, y me preparé para cualquier cosa. Sabía bailar perfectamente, pero preferí que fuese ella la que tomase la iniciativa.

La elección estaba hecha. No podía caer en la misma piedra dos veces, ¿no...?
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Soul Eater » Dom Ago 24, 2014 9:05 pm

Diana no me decepcionó en absoluto. Lo único sorprendente de su reacción fue que no me negó la entrada únicamente a mí, sino que mi compañero corrió la misma suerte. Parecía que a los dos nos iba a tocar tener que trabajar.

Me encogí de hombros ante las palabras de la rubia aprendiza, que con cada palabra demostraba ser cada vez más desagradable, y me marché de la habitación sin molestarme en seguir escuchándola y sin comprobar si mi compañero de misión me seguía.

Este pareció detenerse a decirle algo, pero no tardó en alcanzarme gracias a su paso ligero, indicándome que debíamos darnos prisa. Respondí con un leve gruñido, aunque me apresure a pesar de todo. No quería quedarme atrás y volver a perderme.

¿Novata?― pensé enfadada para mis adentros mientras salía al exterior y me recubría con mi armadura negra así como invocaba mi Glider, esos extraños patines, a falta de otra palabra para describirlos mejor ―¿Por qué todo el mundo me trata igual?― me pregunto recordando a Saeko ―¿No me vi también atrapada y luché contra Erased Data junto con el resto? ¿No he demostrado ya que he aprendido algo?

Sacudí la cabeza, desterrando esos pensamientos de mi mente. No tenía sentido preocuparme por ello en esos momentos. Tenía que estar preparada para lo que podría encontrarme en ese nuevo mundo al que me dirigía: “El País de los Mosqueteros”. Lo único que me consolaba era pensar que no podía ser peor que la Red.

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Nada más llegar al mundo, me embargó una especie de estupor. Los jardines, el edificio amarillento que se alzaba ante nosotros… todo me recordaba a las grandes mansiones de Port Royal, que solo se encontraban al alcance de los más ricos. Jamás me había atrevido a imaginar que pondría los pies en una de ellas.

Aunque, por otro lado, había una diferencia más que evidente. Las personas no eran, bueno, eso, personas. Eran animales, vestidos como seres humanos, y comportándose como ellos. Oculté una sonrisa mezclaba incredulidad y diversión bajo mi casco, antes de hacerlo desaparecer.

Afortunadamente, nadie pareció sorprenderse de nuestro aspecto humano, y pudimos avanzar hacia la puerta sin contratiempos. No pude evitar una mueca al llegar junto a los guardias. ―¿De todos los animales existentes tenían que ser… perros?― pensé con disgusto.

No parecían estar dispuestos a dejarnos pasar, y me costó unos segundos comprender que teníamos que mostrar las tarjetas que ese tal Daichi nos había entregado. A fin de cuentas, nunca había acudido a un sitio como ese.

Os están esperando.― nos dijeron con lo que a mí me pareció una muestra de superioridad. Aunque tal vez era únicamente que les tenía manía por su aspecto canino. ―Colgad vuestra tarjeta de identificación sobre la ropa e id a ver al Director. Le reconoceréis fácilmente: es un tipo muy «plat»― lancé una rápida mirada a Oswald para comprobar si él entendía lo que habían dicho, pero me mantuve en silencio. ―Vuestra seguridad estará garantizada gracias a nuestra vigilancia.

Qué amables…― pensé sarcásticamente mientras entraba en el interior del edificio. No tardé en comprender a lo que se referían los guardias, en cuanto escuché la voz de un mono, al que no me quedó más remedio que calificar como el Director. ―¡Qué desastre, plat! ¡Qué desastre, Boris, plat!― Me coloqué la tarjeta tal como me había indicado los perros, tratando de no perderme ni una palabra de su conversación con ese extraño oso que estaba a su lado.

¿Quieres un plátano para relajarte, Toni?

¡Que no quiero un plátano, plat! ¡Estamos en una crisis, plat! Bueno, solo uno, plat, ¡pero chiquitito! ―Entre tanto “plat”, comenzaba a ponerme nerviosa. Y desde luego, su comportamiento no ayudaba a tomarle demasiado en serio―. Todo va de mal en peor, plat, ¡ya me parecía raro que estuvieran saliendo tan bien estas últimas semanas de representaciones, plat! Primero, desaparecieron los extras, plat; luego, los camareros, plat. ¿Qué será lo siguiente, plat? ¿¡Los plátanos, plat!? ¡Y encima el inigualable y archiconocido como el mejor crítico del mundo, Lionel, tenía que venir hoy, plat! Como nos ponga una mala nota, dará igual la recaudación que hayamos conseguido, plat, ¡nadie asistirá de nuevo a nuestras obras, plat! ¡Si alguien no soluciona esto YA, juro que cometeré una locura, plat!

¿Eh? ¿Qué significa eso de que “desaparecieron los extras”?― Sus palabras no me habían hecho ni pizca de gracia. Además, la saña con la que nos señaló de improviso, así como el grito que pegó, estuvieron a punto de hacerme dar un bote, que quedó finalmente convertido únicamente en un respingo.

El oso se acercó a nosotros, haciendo que cruzara mis brazos y le mirara en una actitud de evidente desconfianza. No me gustaba nada el cariz que estaban tomando los acontecimientos.

¿Sois los extras que pedimos, verdad?― Asentí brevemente con la cabeza, sin añadir ni una sola palabra ―Acompañadme, por favor, y os explicaremos vuestras funciones.

No me quedó más remedio que seguirle, al no poder encontrar una forma fácil de escaquearme. La gente comenzaba a inundar la estancia, por lo que comenzaba a sentirme algo asfixiada por la marea de gente que me rodeaba, y por los comentarios de todos esos animales que parecían competir por ver cuál de ellos hablaba más alto… realmente, no estaba demasiado acostumbrada a las multitudes.

El hecho de tener que encontrarnos con el mono histérico, tampoco ayudaba mucho a que me tranquilizara.

Mi nombre es Boris y soy el Vicedirector. Este es Toni, el Director de la obra «María y Draco».

Sus palabras me sorprendieron. Creía haber leído que la ópera se llamaba…

¡«Fe Ciem uaf», fagugo, zlaf!

¿Perdón?― preguntó Oswald, poniendo en palabras mis pensamientos.

¡«The Dream Oath», tarugo, plat!― tuvo que decir Boris, traduciendo a su jefe que se encontraba con la boca llena. Eso lo explicaba todo, salvo la falta de seriedad de los dos animales. Me olvidé del mono, ya que era incapaz de entenderle, para centrar mi atención sobre el Vicedirector.

Venís de parte de Trovador, me han dicho, plat.― ¿El Trovador? Traté de no variar la expresión de mi rostro, aunque no tenía ni la menor idea de quién era ―Hemos pedido extras porque nos falta personal, ¡de todo, plat! Prometemos pagaros bien, plat, simplemente seguid las instrucciones de Boris, plat. ¡Estaréis allí donde os necesiten, plat! ¡Y ahora necesitamos camareros, plat!

Ahora sí que no pude evitar una mueca de fastidio. No pensaba ponerme a servir a esa pandilla de animales como si fuera una criada. Además de que el asunto de las desapariciones no me había dejado demasiado tranquila.

¡Cállate, Boris, plat!― logró decir finalmente el Director, siendo inmediatamente repetido por su subalterno. ―¡Pero no te calles ahora, plat! ¡Ordénales que sirvan, plat! ¡Necesitamos camareros YA, plat! ¡Y que alguien le lleve algo al crítico y le haga la pelota, plat! Otro… Otro plátano más, plat…

Afortunadamente para mis nervios, el Director terminó por irse, dejándonos a solas con el oso. ―Como ya ha dicho Toni lo que ahora mismo necesitamos son camareros que sirvan los aperitivo en esta recepción. Entraréis como extras en el tercer acto, no hace falta que acudáis al backstage hasta el segundo para que os vistamos y os dé unas pocas instrucciones. Seréis testigos de un combate a muerte. Eso no necesita mucha preparación. Solo espero que no tengáis miedo escénico. Sería el detonante para que Toni se retirara a pasar sus últimos días entre plátanos y yo me convirtiese en Director.

Repitió esta última palabra con aire soñador, mientras yo me preguntaba para mis adentros qué es lo que era exactamente un extra, y por qué iban a permitir un combate a muerte en el interior del recinto. Aunque mientras no fuera conmigo, lo mismo me daba.

Desde luego, Boris no parecía demasiado preocupado por que hiciéramos nuestro trabajo, ya que tras indicarnos donde cambiarnos y señalar al crítico (un horrendo pájaro con boina), nos dejó a nuestro libre albedrío. Y no pensaba desaprovechar la oportunidad para dar una vuelta y librarme de tener que seguir las órdenes de ese grupo de pirados.

El único problema era Oswald. Solo esperaba que no se metiera demasiado en los asuntos ajenos y encontrar una ocasión propicia para deshacerme de él. Tras verme obligada a seguirle hasta la cocina y fingir que me preparaba para cumplir mi trabajo, él mismo se encargó de darme la excusa perfecta para escapar.

Nata, te veo luego en el backstage. No cuentes conmigo si te metes en algún lío.― susurró con evidente malicia, mientras se largaba. De espaldas a él, entrecerré los ojos deseando poder partirle la cara. Sin embargo, no pensaba hacer nada que volviera a llamar su atención. No ahora, que tenía pista libre para hacer lo que quisiera.

Dejando la bandeja que me había visto obligada a coger, me acerqué al resto de camareros, que parecían estar bastante entretenidos comiendo una enorme serie de aperitivos que parecían dispuestos para los invitados. La comida gratis es una cosa que nadie que haya vivido en las calles puede permitirse desperdiciar así que haciendo caso a su invitación, me dediqué a comer y a llenar mis bolsillos de todo cuanto pudiera cargar.

Es ahora o nunca. Después, nos tendrán como malditos esclavos toda la noche, para servir y preparar el menú final. ¡Puede que incluso de extras como las cosas se pongan peor, diablos!― les oí comentar, pero me quedé con las ganas de preguntarles si sabían algo de las desapariciones, porque el Director entró en la habitación, y todos salieron corriendo con el rabo entre las piernas.

Cobardes― pensé para mis adentros, mientras salía de la sala, y me disponía a dar vueltas por la habitación, sin hacer otra cosa que vagabundear de un lado a otro, quedándome cerca de las paredes y escondiendo la tarjeta de extra que me había puesto para tratar de pasar más desapercibida. Ni siquiera me había puesto el delantal como el resto de camareros.

Aburrida, recorrí la sala de un lado para otro, hasta que decidí acercarme al crítico, aunque con intenciones muy distintas de las que Toni había pensado. No pensaba hacerle la pelota a nadie, ni mucho menos. Pero si era tan importante, era probable que llevara algo de valor encima, que pudiera “perder” en algún sitio. Y además, suponía que él tenía que saber de qué iba todo eso de la ópera.

También sentía curiosidad por saber por qué estaba ese corrillo de mujeres, o al menos, animales femeninos, a su alrededor. Sin embargo, una vez que el tema que estuvieran tratando me hubiera dejado de resultar interesante, me acercaría a él tratando de entablar conversación y enterarme de algo, a pesar de que no era algo que se me diera especialmente bien.

¿Eres Lionel, el gran crítico?― preguntaría, sin poder abandonar mi brusquedad y esperando que el título sirviera para compensar mis malos modales ―Me llamo Gata. Me gustaría saber lo que opinas de la ópera “The Dream Oath”.

A fin de cuentas, toda clase de información podía serme útil, así que seguiría tratando de sonsacarle cosas mientras tuviera oportunidad... salvo el tema de las desapariciones, que no pensaba que fuera buena idea sacarlo, teniendo en cuenta lo que había dicho el mono.

¿Conoces la “bendición de la ópera”, la que puede cumplir los deseos?― diría a continuación. ―¿Crees que puede ser cierto?― Supongo que alguien tan prestigioso tendría que saberlo. ―¿Conoces de algo al Director?― diría por último lugar.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Final Fan » Lun Ago 25, 2014 2:53 am

¡¿Por qué a ese le dejan entrar así vestido y a mí me obligan a cambiarme?! ¡No es justooo!

Me encogí de hombros ante la queja de Bavol. Cada mundo tenía sus normas y peculiaridades, preocuparse por cosas como aquella era nuestra menor preocupación. Lo suyo era pasar desapercibidos y disfrutar de la ópera en paz. Pensaba que, ya que al menos teníamos la noche libre, estaba bien poder aprovecharla... ¡y más aún al darme cuenta de que la obra estaba dirigida a gente distinguida! No era muy habitual poder moverse entre la gente de alta alcurnia de aquella manera.

Estaba a punto de preguntarle a Light si sabía si faltaba mucho para que empezase la ópera cuando una chica nos pilló en banda a Bavol y a mí y nos arrastró hasta debajo de una mesa. Tras una breve presentación, se dispuso a comentarnos su plan de chica traviesa y a Bavol parecía gustarle la idea. Era verdad que mientras vivía en Espacio Profundo había hecho de las mías junto a Kaara en los pasillos del Transporte Penitenciario Durgon, pero sin ver la cara de Gantu al encontrar nuestros estropicios no tenía la misma gracia.

Yo, um. Prefiero no meterme en líos. Ya que estoy aquí prefiero que no me echen antes de ver la ópera. Por, eh... por muy jugoso que suene ese "secreto" ―le dije a Augustine antes de que aquello se enredase más―. Tú tampoco deberías llamar demasiado la atención, Bavol. Ya sabes por qué.

Le dediqué una sonrisa nerviosa a Bavol y me fui de allí abajo antes de que nadie hiciese nada más. Aquellos jueguecitos eran divertidos en casa, pero en otros mundos, ya fuese en misión o no, lo mejor era pasar inadvertidos.

Has hablado con la persona indicada, Augustine. Sé un par de trucos bastante útiles para estas cosas...

Puse los ojos en blanco al ver que Bavol no hacía caso y me fui de allí antes de que la cosa se complicase. No me apetecía ponerme a buscar a Light entre el gentío, así que intenté buscar la entrada al escenario de la ópera para estar cerca de ella en cuanto nos dejasen entrar. No sabía si nos había tocado un asiento concreto, pero si podía elegir sitio prefería ser de los primeros. Fui rápidamente hacia las escaleras que bajaban al piso inferior y eché un vistazo antes de bajarlas.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Nell » Mar Ago 26, 2014 11:35 pm

Tierra de Partida


Las dos damas se quedaron sorprendidas cuando Light se acercó a hablar con ellas. Le miraron arriba abajo, aprobaron su vestimenta, se cercioraron de que no le conocían y esbozaron casi a la vez unas educadas sonrisas. Al fin y al cabo, ambas estaban en edad de buscar sus primeros líos amorosos, incluso si estos eran con un humano.

¿Higashizawa? No, no me suena de nada. Debe de ser alguna promesa. Si fuera tan famoso, yo…

¡Sí, Higashizawa! Le conozco, le conozco ―le interrumpió la cerdita, tratando de captar la atención de Light―. Es un chef excelente. Una vez tuve la suerte de probar uno de sus platos ―¿sería verdad? ¿En serio el cocinero de Tierra de Partida había estado por allí?

Oírle hablar era también una maravilla. Las dos le observaban, embelesadas, mientras Light les colmaba de halagos y, por si fuera poco, declaraba ser extranjero. ¡Extranjero! ¿Había acaso algo mejor de lo que fardar que de un «amigo especial» extranjero? Y rico. Soizic, la cerdita, no paraba de soltar risitas por cada palabra que salía de los labios del aprendiz.

Sin embargo, se estaba haciendo el cambio contrario en Lucile, la pájara. En vez de dejarse llevar por el encanto, a veces fruncía la mirada o exhibía una falsa sonrisa para aparentar. Tal vez sospechaba algo.

Eres todo un caballero ―le alabó Soizic, todavía embelesada―. ¡Y has venido al lugar indicado para verla!

En efecto. The Dream Oath es una famosa obra clásica, pero cuesta encontrar representaciones que le hagan justicia ―intervino Lucile, puesto que sabía más sobre el tema―. Simplemente, los directores prefieren no arriesgarse. Es tan querida por el público que echarían a perder su carrera de hacer una mediocre adaptación. Algo que nuestro querido Director Boris ha decidido afrontar. Para cuando terminen las actuaciones, no solo se determinará si ha sido la obra culmen de su carrera, sino si también habrá sido la última ―sonrió.

¡A quién le importa la ópera…! ―se arrepintió en el acto de decirlo, mirando a Light de reojo―. Quiero decir, ¡sabes sobre la bendición de la ópera! ―quiso virar el tema hacia el que más le gustaba―. ¡Es cierto, sí! Algunas de nuestras amigas ya vinieron a verla y están encantadas. A una precisamente se le declararon ayer en matrimonio ―hizo un gesto con las cejas que pretendía ser atractivo―. La bendición solo se producirá si ves el final, el cuarto acto, llamado Grand Finale. Entonces, debes pedir tu deseo, ¡y la obra te lo concederá!

Lucile asintió, corroborando todo lo que había dicho su amiga. Hasta entonces, los rumores no habían mencionado nada sobre cómo conseguir la bendición, si había algún tipo de requisito más allá que presenciar la ópera. Puede que fuera la explicación que buscaban para entender por qué se cumplía con unos y con otros no… o por qué era un mito que corría de boca en boca.

En cualquier caso, parecía que Soizic solo había acudido para ver cumplido su deseo.

Mi nombre es Lucile. Encantada.

¡Yo soy Soizic! ―se presentaron ambas después de él―. Oh, Light, qué nombre más exótico. Y hermoso, como su portador. ¿Sabes?, nosotras estamos en el palco llamado «Milady de Winter», el segundo del pasillo derecho. ¿Cuál es el tuyo? Si quieres acompañarnos…

Mientras tanto, una niña se había acercado a Fyk y a Bavol para convencerles de hacer una chiquillada. A pesar de la negativa inmediata de Fyk a participar en el juego, Augustine no trató de convencerle más. Se limitó a verle marchar, preguntándose cómo un chico de su misma edad no quería divertirse, y se centró en lo que Bavol se proponía a hacer.

Todos son unos estirados ―respondió―. Me da igual, siempre que mis papás no lo vean, y no están cerca ―miró a su alrededor por si acaso para asegurarse.

Entonces, fijando como objetivo a Soizic, Bavol hizo su magia. Inmediatamente, la cerdita se quedó sin habla, con la palabra en la boca que estaba a punto de decirle a Light (de buena se había librado). Abría y movía la boca tal y como había aprendido desde niña, pero ningún sonido salía de ella. Asustada, se llevó las manos a la garganta y comenzó a hacer aspavientos.

Pero eso… ¿cómo…? ―se llevó las manos a la boca. Más que impresionada, estaba asustada.

¿Qué haces, Soizic? ―La cerdita trataba de explicar con gestos que se había quedado muda, algo obvio. En vez de preocuparse, Lucile suspiró―. Eso te pasa por comer tan rápido. Te habrás atragantado con algo ―Soizic movía negativamente la cabeza, pero su amiga siguió sin hacerle caso, volviendo a dirigirse a Light―. Si nos disculpas, voy a llevarla a la cocina para que le den agua. Te esperaremos en el palco… si quieres venir, guapo ―y le guiñó un ojo, rodeando con una ala a su amiga y empujándola.

A Soizic apenas le dio tiempo a lanzarle un beso por el aire.

Por otra parte, Augustine seguía alucinada. Señalaba a Soizic y miraba a Bavol alternativamente, incapaz de comprender lo que acababa de ocurrir. Si hubiera sido adulta, no habría dudado en achacar el truco a la magia, acusarle de brujo y huir para dar la voz de alarma a los mosqueteros.

Sin embargo, era una niña y todavía no comprendía la razón del miedo de sus padres a lo desconocido. En cuanto lo asimiló, abrió mucho los ojos y comenzó a reírse.

¡Ha sido maravilloso! ¿Puedes hacerlo otra vez? ¿Y qué otras cosas sabes hacer? ¿Me lo enseñas? ―le preguntó, con los ojos brillantes―. Claro, te diré el secreto ―juntó otra vez la cabeza con la suya―. Mis papás y yo nos alojamos en el palco «Porthos», la tercera puerta del pasillo izquierdo. Compramos las entradas con unos vecinos, pero no han podido acudir (de hecho, solo acepté venir por mi amigo). Por eso, el palco «Athos» estará vacío durante toda la ópera. Si vas y golpeas la pared de al lado, lo escucharé y saldré para jugar, ¿vale?

»Ahora me tengo que ir, o mis papás se enfadarán. ¡No te olvides llamarme!

Se marchó con una sonrisa de oreja a oreja, despidiéndose de Bavol con la mano, ilusionadísima.

Por último, Fyk había decidido alejarse de la niña y curiosear la entrada de la ópera. Para las butacas normales (que no los palcos) estaba efectivamente al bajar unas escaleras a la derecha, avanzando recto, aunque todavía estaban acordonadas a la espera de que todo estuviera preparado.

Todavía no había llegado a ellas cuando escuchó dos voces. Procedían de una estatua bajo las escaleras, y si Fyk se detuvo era porque el tono distaba mucho de ser normal. Hablaban en cuchicheos, fuera de la vista de todos, tramando algo.

… no sé si quiero seguir adelante con esto.

Es tarde para echarse atrás, Toni. El plan ya está en marcha. Limítate a hacer tu papel y al final de la noche serás Director.

Ya… ¿Y me aseguras que nadie sufrirá daños?

Si Fyk se inclinaba un poco en los escalones, vería la espalda del último individuo que había hablado. Le reconocería inmediatamente (si no lo había hecho ya por la voz) como el oso, el hombre que les había recibido en cuanto entraron. Por otra parte, no alcanzó a ver con quién conversaba, pues de hacerlo se habría delatado.

Todos los inocentes quedarán absolutamente ilesos. Ahora, si me disculpas, me están esperando.

Claro, claro. No sé qué habría hecho si no llegáis a aparecer ambos.

Sobrevino un silencio. Para cuando se dio cuenta, Toni estaba solo, suspirando con aire triste enfrente de la estatua. El otro tipo se había escabullido por las otras escaleras y mezclado ya entre la multitud.


Bastión Hueco


Puede que la mujer no fuera a convertirse en un sincorazón de un momento a otro, pero quizá hubiera que tenerla igualmente en cuenta como enemigo a abatir. Nada más escuchar el sí de Ban, soltó una carcajada, lanzó la copa que había cogido a la bandeja de un camarero cercano (que tuvo que hacer malabarismos para que no se cayera ni derramara) y se agarró y apegó mucho al chico, con una mano en el hombro y la otra agarrándole.

Y comenzaron a bailar. Eran los únicos presentes a los que se les había ocurrido semejante idea indecorosa, por lo que los demás se apartaron para dejarles espacio y cuchichearon, molestos.

Hay que recalcar también que en realidad no bailaban los dos, sino únicamente la vaquita. Haciendo alarde de una inusitada fuerza, empujaba a Ban para que se moviera al son que ella misma marcaba, que por si fuera poco era de lo más pintoresco que vería y experimentaría nunca.

Daban pasos hacia delante y hacia atrás, siempre muy pegados, arqueando la espalda a la vez hacia uno y otro lado, o haciendo dar a Ban una violenta vuelta que acababa con la dama agarrándole en el último segundo previo a la caída. Se ponían cada uno mirando hacia otro lado para girar sobre sí mismos; o bien lanzaba al chico para que rodara a lo largo de su brazo hasta quedar libre, momento en el que era ella quien se enroscaba hasta su pecho.

En esta misma postura quedaron cuando la mujer decidió dar por finalizado el baile. Se rio con sus ruiditos de vaca, y aprovechando su cercanía, inclinó la cabeza para susurrarle al oído:

Mi nombre es Clarabella, afortunado danzarín ―¿eso era cachondeo?―. Eres uno de los nuevos extras, ¿verdad? Te veré en el escenario. Pero si tienes un rato y quieres repetir baile… estaré en el palco «Luis XIII», el quinto del pasillo izquierdo. Au revoir!

Y con la misma saña de antes, giró sobre sí misma para desenroscarse de Ban, todavía cogidos de la mano, sin darse cuenta de su fuerza y lanzando al chico para el otro lado.

Por otro lado, Gata había decidido atender a la súplica de Boris, pese a que este se había referido más bien a que le sirvieran en todo lo que le pidieran. En el corrillo hablaba sobre todo Lionel, relatando sus últimos viajes y la dura vida de un crítico que debe llevar la verdad al mundo para destapar la auténtica calidad de las artes. Las damas suspiraban por él, únicamente interviniendo para decirle lo genial y valiente que era.

Nadie se dio cuenta de que Gata acechaba, y la aprendiza entendió, al cabo de un rato, que si no interrumpía entre una anécdota y otra, nunca lo haría, por lo que se adelantó a preguntar al crítico por su identidad. Este, percatándose de su presencia, apenas le echó un vistazo hasta que mencionó eso de «gran».

¿«Gran»? ¿Eso te han dicho? Por favor ―bufó, indignado―. Mi grandeza no puede medirse en semejante palabra vulgar. Para describirme necesitarías un nuevo adjetivo. Como que soy lionelfabuloso ―las chicas rieron, a pesar de que la combinación de palabras era pésima―. Y no puedo dar críticas sin presenciar antes la ópera, razón por la que estamos aquí. Además, si las repartiera gratis, ¿qué mérito tendría ser crítico, Gata? ―arqueó una ceja, mirándola inquisitivamente―. Uno de los apodos más corrientes que existen. Una belleza como tú merece un sobrenombre mejor ―ni siquiera se había planteado que fuera su nombre real―. ¿Por qué no le damos uno nuevo, chicas?

¡Lilian! ¡Eve! ¡Giselle! ¡Katia! ¡Veronique! ¡Tabatha! ―fueron proponiendo las acompañantes.

Calmaos, chicas. Calmaos, por favor. Era una de mis comunes bromas. Obviamente, solo mi inestimable imaginación literaria podría dar un nuevo nombre a la doncella que sea digno de ella ―la observó, concentrándose, antes de dar el veredicto―. A partir de ahora, te llamarás… ¡Jade!

Hubo un «Ohhh» de admiración y aprobación extendido por todo el corrillo. Por otro lado, ya era la segunda vez en el día que le cambiaban a Gata el nombre.

Respecto a lo que preguntas, es obvio para un ojo como el mío detectar el engaño detrás de esa «bendición de la ópera». No me cabe duda de que el Director y sus contactos han esparcido esos falsos rumores para publicitar y esconder su mediocridad. He asistido a otras obras de Boris y sé que no está a la altura para llevar a cabo The Dream Oath. Su carrera acabará esta noche. Con mi increíble críticam la única que logrará destapar esta farsa.

»¿Quieres asistir a este histórico momento, Jade, apoyarme como una de mis musas ―extendió los brazos para abarcar a todas las chicas― en pos de abrir los ojos a la gente? Voy a aburrirme mucho aguantando la ópera. Ven al palco «D'Artagnan», donde estaremos. Seguramente aprecies mejor nuestra compañía y estés más cómoda que en cualquiera de las butacas inferiores ―ni sospechaba que era un extra, ni había pensado que fuera una aristócrata que mereciera un sitio en el palco por dos razones: no llevaba la tarjeta a la vista y no vestía las ropas adecuadas.

Lionel retomó la conversación que mantenía anteriormente con las damas, convenciéndolas (lo que apenas le costó esfuerzo) de que había afrontado una persecución cuando llevaba el fraude de una obra de arte a los mosqueteros. Como la ópera estaba a punto de comenzar, se notaban los nervios entre las mujeres, que esperaban ansiosas acudir al palco prometido por el crítico.

Allí ya no había más información que sacar.


Todos


A continuación, tuvo lugar una serie de alarmantes coincidencias.

Ban, lanzado por Clarabella, se chocó de lleno contra otra persona que justo se estaba dando la vuelta, empotrándose contra su pecho… y que no era otra que Light. Gata habría alcanzado a ver cómo Ban se movía por la sala, cual muñeco para la vaquita, debido al espacio vacío que habían dejado alrededor de ambos bailarines. Fyk, que volvía a subir las escaleras, se fijaría en Gata (que estaba muy cerca de él, a pesar de no conocerla pese a coincidir una vez en el mismo mundo) y más allá en Light y en el accidente. Y por último, Bavol, que se hallaba lo suficiente cerca para haber sido empujado también por la espalda de Light debido al choque.

De repente, todo pareció girar en torno a ellos, pese a que el resto de comensales ignoraban el crucial momento que estaba aconteciendo. Y que no pasaría desapercibido para ninguno de los aprendices.

Eran los únicos humanos. Los únicos enemigos declarados… aunque algunos no lo supieran.

De repente, la voz de una cantante empezó a acompañar a la orquesta. No era especialmente dulce ni melódica, pero estaba duramente entrenada para cantar bien, sin gallos ni tonos inadecuados. Apenas se escuchaba entre el barullo de la multitud, pero les llegaron algunas estrofas:

Porque no supe entender
a mi corazón.
Porque no escuché
lo que está tan cerca de mí.
Y yo, que estoy a un lado
desaparezco para las dos.



Fecha límite: 30 de agosto.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Final Fan » Mié Ago 27, 2014 3:42 am

Jubaj le huo kei juu troi... ―musité, al encontrarme con aquella sospechosa escena.

No estábamos allí en misión y, por lo que a nosotros respectaba, inmiscuirnos en los asuntos de aquel mundo sin una orden dada por los Maestros era algo que no debíamos ni plantearnos según las normas que tanto nos habían repetido. Sin embargo, habiendo escuchado a aquellos dos individuos hablando, sabía que no iba a poder disfrutar de la ópera como era debido. ¿"Todos los inocentes quedarán absolutamente ilesos"? ¿Y quiénes no eran inocentes? ¿Y según quién no lo eran? ¡Era bastante preocupante!

Tengo que avisar a Light y Bavol ―me dije, ajustándome la máscara.

Al subir las escaleras pude ver a una chica de aspecto un tanto enfermizo que se encontraba en lo alto de éstas, que no pegaba demasiado con la muchedumbre general de aquel sitio. Aunque, en fin, quién era yo para pensar aquello. No era un mundo en el que hubiese estado nunca y tenía la cabeza en otras cosas un tanto más urgentes. Me quedé cerca de las escaleras y busqué con la mirada a Light. Pude ver que se encontraba junto con Bavol un poco más allá, entre la gente. Desde donde estaba no pude ver muy bien qué estaban haciendo, pero supuse que por muy ocupados que estuviesen podrían dejar sus asuntillos un momento.

¡Bavol! ¡Light! ―grité desde mi posición para que me oyesen entre el barullo. Les hice gestos con las manos para que se acercasen a mí y así poder contarles lo que había oído.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Tidus Cloud » Mié Ago 27, 2014 3:46 am

Augustine no concretó quién debía ser la víctima de sus bromas, ya que para ella todos los adultos eran igual de aburridos, de manera que Bavol decidió por ella. El gitano apuntó a la cerda y conjuró un Mutis que la dejó al instante sin voz.

En cuanto la cerda comenzó a hacer gestos dramáticamente al darse cuenta de su repentina mudez, Bavol comenzó a reírse mientras la señalaba descaradamente para que su compañera se fijara bien en el teatro que se estaba montando la señora; sin embargo, la perrita no parecía estar divirtiéndose tanto como él.

Pero eso… ¿cómo…? ―Augustine se llevó las manos a la boca haciendo que Bavol parara de reírse nada más ver su reacción.

Tranquila, es sólo un truco, no es nada malo ―dijo Bavol agitando sus manos delante de ella rápidamente intentando que la niña no se asustara. Lo último que quería es que la pequeña saliera huyendo muerta de miedo por su culpa.

Bavol se dio cuenta de que Light estaba junto a las dos señoras hablando. El gitano sonrió nerviosamente al ver su compañero justo al lado de su víctima y juntó las palmas de sus manos delante de su cara a modo de pequeña disculpa por si la había liado demasiado. Continuó observando preocupado cómo la pájara y la cerda abandonaban el lugar mientras procuraba imaginar alguna excusa que le disculpara; no obstante, una risa femenina le sacó de pronto de sus pensamientos.

¡Ha sido maravilloso! ¿Puedes hacerlo otra vez? ¿Y qué otras cosas sabes hacer? ¿Me lo enseñas?

Bavol suspiró aliviado. Afortunadamente, a la perrita le había gustado bastante su pequeña travesura, simplemente se habría impresionado al ver un poco de magia en directo y en parte lo podía entender, al fin y al cabo no todos los mundos estaban igual de familiarizados con la magia.

Sí, claro, puedo hacer eso y muchas más cosas. Yo soy así… ―contestó Bavol un tanto sonrojado, era evidente que le gustaba que los demás (sobre todo si eran chicas) le admirasen―. Bueno, pero antes de seguir jugando, creo que me debes algo.

Claro, te diré el secreto ―volvió a acercar su cabeza a la suya y Bavol se frotó las manos esperando escuchar algo interesante―. Mis papás y yo nos alojamos en el palco «Porthos», la tercera puerta del pasillo izquierdo. Compramos las entradas con unos vecinos, pero no han podido acudir (de hecho, solo acepté venir por mi amigo). Por eso, el palco «Athos» estará vacío durante toda la ópera. Si vas y golpeas la pared de al lado, lo escucharé y saldré para jugar, ¿vale?

No estaba mal aquella información. Si la ópera al final resultaba ser un aburrimiento como había dicho Akio, siempre se podría escapar de la función e irse a divertir un rato. Además, también acababa de enterarse de que podía colarse en uno de los palcos sin problemas y quién sabía si aquello le podía resultar útil en algún momento.

Vale, estate atenta para enterarte bien cuando te llame ―le aconsejó el gitano, parecía que finalmente la función había pasado a un segundo plano y prefería irse de aventura con su nueva amiga.

Ahora me tengo que ir, o mis papás se enfadarán. ¡No te olvides llamarme!

¡Nos vemos luego, Augustine! ―se despidió Bavol con la mano mientras la veía marchar muy contenta.

Después de decirle adiós a la perrita, Bavol se dio la vuelta dispuesto a volverse con sus dos compañeros de Tierra de Partida, pero antes de que pudiera darse cuenta se chocó con la espalda de un hombre cayéndose el pequeño accidentalmente al suelo.

Ay, me has hecho daño… ―se quejó el gitano mientras se ponía de pie y se limpiaba un poco la ropa.

Cuando alzó de nuevo la vista, se dio cuenta de que curiosamente había sido Light con quien se había chocado; sin embargo, sus ojos se abrieron de par en par al contemplar al muchacho, situado al lado de su compañero, que había provocado todo aquel tropiezo.

¡Tú! ―exclamó Bavol muy enfadado frunciendo el ceño y señalándolo acusadoramente al chaval.

Aquel joven que tenía justo delante era Ban, un Aprendiz de Bastión Hueco. Se había encontrado con él durante su primer viaje a un mundo distinto en solitario. Se encontraron por casualidad con los elfos de Ciudad de Navidad y después de un desafortunado encuentro con un moguri, ambos descubrieron que pertenecían a bandos distintos.

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¡¿Pero quién te has creído que eres, pedazo de idiota?! ¡¿Te recuerdo por culpa de quién ha empezado a mordernos el moguri?!

¡¿Yo?! ¡Fuiste tú quien le susurro algo en el oído! ¡Seguro que soltaste alguna idiotez, le enfadaste y por eso fue a por mí!

¡¿Qué clase de imbécil te dejo a ti coger una Llave Espada?! ¡¿Quién es tu Maestro?!

¡Mi Maestro es el gran Ryota! ¡Y si sabes lo que eso significa ya puedes echarte a temblar, llorica!

¡Tiembla tú, malvado! ¡Mi Maestro es Ronin, el hombre más grande que jamás ha existido!

Pfff, no me hagas reír. ¡Ahora ve-!

¡Perla!


Y todo aquello había ocurrido antes de lo sucedido en La Red, ahora que eran enemigos, Bavol sentía aún más odio por aquel niñato maleducado y cruel.

El gitano sentía como un sentimiento de furia comenzaba a apoderarse de él. El corazón le latía cada vez más rápido y parecía como si la sangre le ardiera a causa de la ira que le provocaba ver su estúpida cara. Si se hubiera llevado por el primer impulso que tuvo, ya habría invocado su Llave Espada y se la habría clavado en el cuello; sin embargo, el pequeño gitano fue capaz de contenerse unos segundos más sin lanzar el primer ataque.

Tenía que acabar con él porque era un enemigo de Tierra de Partida, uno de los malvados de Bastión Hueco que tanto daño habían hecho a la Luz y que habían engañado a tantas buenas personas… como a Hikaru. Bavol estuvo a punto de estallar con tan solo pensar que su amigo había muerto por haberse unido a esa panda de villanos.

Pese a la furia que sentía en su interior, aún no se le había olvidado que había más gente a su alrededor y que seguramente Augustine aún seguiría por allí. No podía empezar una pelea tan pronto… o al menos no todavía.

¡¿Tú qué haces aquí?! —le chilló Bavol. Ni siquiera le importaba si le llegaba a contestar, sólo quería volcar en él toda su rabia y verle huir como un cobardica— ¡Vete de aquí antes de que te dé una paliza con mi Llave Espada!

Ni siquiera se preparó para defenderse ni para invocar su Llave Espada. Después de haberlo derrotado de una forma tan aplastante en Ciudad de Navidad y haber provocado que huyera, esperaba que aquella amenaza fuera suficiente para hacer que abandonara el lugar sin muchos problemas. Además, confiaba en que su enemigo, por muy idiota que fuera, también sería consciente de que había más personas presentes, aunque teniendo en cuenta que era de Bastión Hueco, seguramente sería capaz de cualquier cosa. De pronto, el gitano se dio cuenta de algo…

No sabía las verdaderas intenciones por las que Ban se encontraba en el País de los Mosqueteros. ¿Y si todo era un plan maligno de Bastión Hueco para tender una trampa a unos pobres Aprendices de Tierra de Partida cuando iban a ver la ópera?

Por un momento el resto del mundo le dejó de importar, no podía quitarle la vista de encima hasta que se fuera de allí con el rabo entre las patas. Si Ban no se iba por las buenas, Bavol le haría marcharse por las malas.
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Re: Ronda #3 - No voy a llorar

Notapor Astro » Vie Ago 29, 2014 8:15 pm

"Creo que añadiré esta idea a la lista de malas ideas..."

Bailar con la vacaburra no fue exactamente como me lo había imaginado al principio. Bueno, porque lo que se dice bailar bailar no bailaba: ella me movía cual muñeco de trapo, haciendo que diera piruetas y tirando todo el rato de mí al son de un ritmo que no fui capaz ni de imaginar. Lo peor fue que se empeñó en estar muy muy pegados el uno al otro, demasiado.

Si hubiese tenido corazón, seguramente le habría vomitado encima.

Mi nombre es Clarabella, afortunado danzarín.

El baile pareció llegó a su fin, afortunadamente. Aunque la vaquita se había quedado enroscada en mi brazo, pegada a mi pecho (para variar), y lo aprovechaba para susurrarme al oído:

Eres uno de los nuevos extras, ¿verdad? Te veré en el escenario. Pero si tienes un rato y quieres repetir baile… estaré en el palco «Luis XIII», el quinto del pasillo izquierdo. Au revoir!

Me aseguraría de no olvidarlo. Primero, porque si nos íbamos a ver en el escenario significaba que ella formaba parte de la representación, tal vez como una de las protagonistas (o no); y segundo porque al menos había medio cumplido mi objetivo: tenía pase libre a un palco... o algo parecido. Quizás me servía de utilidad más adelante, quién sabe.

Se desenroscó de una vez para marcharse, pero con una fuerza tremenda que me mandó casi volando en dirección contraria hasta chocar contra uno de los invitados. Invitado cuya cara había visto hacía poco, y que nunca habría esperado ver en aquel lugar.

Light Hikari.

Aprendiz de Tierra de Partida, le conocí durante el incidente que llevó a mi transición. Alto, moreno, y con un nivel de combate parecido al de Ragun. Tanto él como su gemelo malvado digital tenían la tendencia de robarme los móviles.

Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, un grito llamó mi atención:

¡¿Tú qué haces aquí?!

El chillido provenía de un pequeño niño de piel morena, visiblemente furioso que había salido de entre la multitud para gritarme a la cara. Aunque, sinceramente, no tenía ni idea de a qué venía esto. ¿Quién era este criajo?

¡Vete de aquí antes de que te dé una paliza con mi Llave Espada!

Oh, otro aprendiz de Tierra de Partida. Tal vez le conociese en mi vida pasada o durante el incidente de la Red, pero en aquel momento no me sonaba de nada. Y tampoco me importaba: él mismo se había delatado como portador. Típico de los lucecitas de Tierra de Partida.

Tuve que pensar rápido, y reaccionar de la forma más lógica y segura posible. Tierra de Partida estaba allí por algún motivo que desconocía, y que tal vez sí o tal vez no estuviese relacionado con la misteriosa misión de Daichi y Wix y de la que no sabía nada. Y, que supiera, había dos aprendices, pero era posible que hubiera más. Incluso Maestros.

Debía jugar la carta de la confusión y aprovecharme de la situación.

Ruego que me perdonen, señores, ha sido culpa mía. No volverá a ocurrir —hice una reverencia como señal de disculpa hacia Hikari y el niño, manteniendo una expresión neutral en el rostro—. Si me disculpan, volveré al trabajo.

Y con aparente tranquilidad, como si no les conociese o no hubiera entendido sus palabras, regresé a la mesa para ponerme de nuevo el delantal y coger la bandeja, recuperando la apariencia de camarero. Por supuesto, mantenía los sentidos afilados ante cualquier señal de ataque, preparado para esquivar lo que fuese.

Volví a la tarea de pasearme entre los invitados bandeja en mano, mirando de reojo cualquier movimiento que hiciesen el dúo de aprendices enemigos y aprovechando para buscar a Gata/Nata por la zona. Si había jaleo, al menos me convenía contar con su ayuda.

No me interesaba iniciar una pelea gratuita sin la seguridad de que iba a ganar. Aunque en el caso de que ellos la iniciasen, al menos el escenario lleno de víctimas inocentes jugaba a mi favor.

Al fin y al cabo, ellos eran los buenos.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Soul Eater » Sab Ago 30, 2014 2:34 am

Nunca me han gustado los pájaros. No se trata de algo que pueda ser explicado o razonado, simplemente es un instinto. Nada más escuchar la respuesta de Lionel, comprendí que por muy antropomórficos que resulten, nunca iba a ser capaz de soportarles.

¿«Gran»? ¿Eso te han dicho? Por favor. Mi grandeza no puede medirse en semejante palabra vulgar. Para describirme necesitarías un nuevo adjetivo. Como que soy lionelfabuloso― Tuve que emplear toda mi fuerza de voluntad para no demostrar mi incredulidad y alzar las cejas despectivamente. Era incapaz de comprender el por qué de las risas de todas sus acompañantes, a no ser que se estuvieran burlando de él, cosa que no parecía en absoluto ―Y no puedo dar críticas sin presenciar antes la ópera, razón por la que estamos aquí. Además, si las repartiera gratis, ¿qué mérito tendría ser crítico, Gata?

Abrí la boca para responder, pero era obvio que el “lionelfabuloso” Lionel no esperaba ninguna contestación, porque antes de que pudiera pronunciar ningún sonido ya había vuelto a empezar con su insustancial charla.

Uno de los apodos más corrientes que existen.― Me crucé de brazos mientras adoptaba una expresión ligeramente hosca, comenzando a lamentar haber iniciado esa conversación que parecía que no iba a servir de nada. Además, tardé unos segundos en darme cuenta de que con “apodo” se refería a mi nombre. ―Una belleza como tú merece un sobrenombre mejor. ¿Por qué no le damos uno nuevo, chicas?

¿Qué?― ¿De verdad me había llamado “belleza”? ¿Pero que prentendía? Comenzaba a plantearme que el crítico hubiera bebido demasiado, o que todos los habitantes de ese mundo estuvieran locos. ―Gata es mi nombre― Traté de decir, bruscamente, pero mi voz quedo ahogada por el cacareo de sus acompañantes, que no cesaban de repetir nombres cada vez más ridículos.

Calmaos, chicas. Calmaos, por favor. Era una de mis comunes bromas. Obviamente, solo mi inestimable imaginación literaria podría dar un nuevo nombre a la doncella que sea digno de ella. A partir de ahora, te llamarás… ¡Jade!

La situación se estaba volviendo ya tan absurda que estuve realmente a punto de echarme a reír, sin una pizca de alegría. Más que molesta, ya me encontraba incrédula acerca de la injustificada prepotencia de ese crítico. Al menos, Jade era mejor que Nata, eso tenía que admitirlo.

Afortunadamente, una vez aclarado el asunto de mi nomenclatura, comenzó a contestar a mis preguntas, lo cual al menos me consolaba ligeramente por el mal rato que estaba pasando al sentirme tan expuesta y rodeada de gente.

Respecto a lo que preguntas, es obvio para un ojo como el mío detectar el engaño detrás de esa «bendición de la ópera». No me cabe duda de que el Director y sus contactos han esparcido esos falsos rumores para publicitar y esconder su mediocridad. He asistido a otras obras de Boris y sé que no está a la altura para llevar a cabo The Dream Oath.― Bueno, por lo menos había algo en lo que coincidíamos. Ni el Director ni el Vicedirector parecían despedir talento precisamente. Tampoco me apenó demasiado lo de la bendición. A fin de cuentas, no podía asistir a la representación como espectadora. ―Su carrera acabará esta noche. Con mi increíble críticam la única que logrará destapar esta farsa. ¿Quieres asistir a este histórico momento, Jade, apoyarme como una de mis musas en pos de abrir los ojos a la gente?

En esa ocasión ya ni me molesté en responder, adivinando que no sería necesario. Ni siquiera le pregunté lo que era una musa. Efectivamente, segundos después continuó hablando como si tal cosa, totalmente indiferente a mi falta de comunicación. ―Voy a aburrirme mucho aguantando la ópera. Ven al palco «D'Artagnan», donde estaremos. Seguramente aprecies mejor nuestra compañía y estés más cómoda que en cualquiera de las butacas inferiores.

Asentí con la cabeza, considerando que al menos el asunto no había sido una completa pérdida de tiempo. Lionel siguió fardando entre las mujeres, mientras yo lanzaba una rápida mirada alrededor de la sala, descubriendo divertida como mi apreciado compañero era arrastrado frenéticamente en un supuesto baile, por nada menos que una vaca.

Me disponía a darme la vuelta y volver a mezclarme con la multitud cuando escuché una voz que me hizo quedarme inmóvil, mientras entraba súbitamente en tensión. ―¡Bavol! ¡Light!― Había oído esa voz hacía ya bastante tiempo, en un ambiente totalmente diferente. Sin embargo, era difícil de olvidar teniendo en cuenta que pertenecía a un ser pequeño y de color azulado.

Pero eso no era lo que me preocupaba en aquel momento, sino que, como había indicado Wix, se trataba de un miembro de Tierra de Partida. Con el corazón en un puño, volví la cabeza temiéndome lo peor, solo para descubrir como la extraña criatura movía los brazos tratando de llamar la atención de alguien que estaba más lejos, mirándome sin sospechar absolutamente nada.

Seguí la dirección de su mirada, tratando de localizar a sus compañeros, relajada ante la protección del anonimato. Descubrí sin apenarme demasiado que Oswald parecía haberse metido en problemas debido a un empujón que le había propinado su pareja de baile, y que lo que me parecía un niño pequeño le estaba amenazando a gritos nombrando la palabra “llave espada”. Tierra de Partida, casi con toda seguridad. Mi compañero parecía estar tratando de evitar un conflicto, pero podía notar la tensión en el ambiente.

Personalmente, yo no tenía ninguna intención de meterme en problemas, pero tampoco podía quedarme de brazos cruzados. Si me descubrían, no dudaba de que irían a por mí. Confiando en que el ser con el que me encontré en Selva Profunda no sospechara nada, retrocedí hasta situarme junto a él, aparentemente distraída.

No pensaba ayudar a Oswald si ocurría algo. Él me había dicho que no contara con él si me metía en algún lío y pensaba pagarle con la misma moneda. Pero quedarme sola con, como mínimo, dos miembros de Tierra de Partida (o tres, si lo que la criatura había gritado habían sido dos nombres propios) no era una situación demasiado ventajosa. Así que, en caso de que estallara un conflicto, trataría de usar mi daga para apuñalar silenciosamente al ser azul cuando nadie mirara y perderme entre la gente de inmediato, tratando así de debilitar al menos a uno de mis enemigos.

En caso de que no ocurriera nada, simplemente me mezclaría entre los invitados, tratando de alejarme de Oswald para que nadie me relacionara con él y evitar convertirme en un posible blanco para Tierra de Partida, así como guardarme el elemento sorpresa para un caso de necesidad.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Light » Sab Ago 30, 2014 11:58 am

Las sonrisas de las dos féminas le dieron a entender que no lo estaba haciendo del todo mal. Eso inevitablemente le tranquilizó: parecía que estaba cumpliendo bien su papel. Aunque él era un humano y ellas eran animales, la relación era cordial y la diferencia de razas no parecía suponer ningún inconveniente, tal como había intuido antes.

Cuando la cerdita aseguró que conocía a Higashizawa no pudo evitar soltar una pequeña e inocente carcajada. En realidad no era más que otro farol, aunque siempre cabía la remota posibilidad que el cocinero se hubiera forjado su fama en otros mundos y hubiera dado en el clavo sin darse cuenta.

Eres todo un caballero. ¡Y has venido al lugar indicado para verla!

En efecto. The Dream Oath es una famosa obra clásica, pero cuesta encontrar representaciones que le hagan justicia. Simplemente, los directores prefieren no arriesgarse. Es tan querida por el público que echarían a perder su carrera de hacer una mediocre adaptación. Algo que nuestro querido Director Boris ha decidido afrontar. Para cuando terminen las actuaciones, no solo se determinará si ha sido la obra culmen de su carrera, sino si también habrá sido la última.

«Así que se están jugando el cuello con esta obra…».

¡A quién le importa la ópera…! Quiero decir, ¡sabes sobre la bendición de la ópera! ¡Es cierto, sí! Algunas de nuestras amigas ya vinieron a verla y están encantadas. A una precisamente se le declararon ayer en matrimonio. La bendición solo se producirá si ves el final, el cuarto acto, llamado Grand Finale. Entonces, debes pedir tu deseo ―Light abrió los ojos como platos―, ¡y la obra te lo concederá!

Así que pedir un deseo…

En efecto, había escuchado que aquellos que presenciaban la mágica obra les sucedían cosas buenas. ¿Pero que uno podía ver vistos sus deseos? ¿Iba en serio?

Aquella verdad le hacía dudar aún más del milagro de la ópera. Pero por otro lado, empezaba a despertar un sentimiento de… ¿Ilusión? Es decir, si los deseos que pidieran se volvieran realidad, podría aprovecharse de aquel encantamiento y pedir con todas sus fuerzas que sus padres regresaran…

Inmediatamente retiró ese pensamiento de la cabeza. No valía la pena ilusionarse por aquella estupidez porque luego se llevaría un chasco. Si durante esos dos años no había logrado encontrar a sus padres por sí mismo, una estúpida ópera no lo conseguiría. No podía ser tan sencillo.

Más serio de lo normal, decidió volver a mostrarse sonriente para no preocupar a las dos nuevas amigas que había hecho: Soizic y Lucile. Cuando la primera le halagó, no pudo evitar ruborizarse por la vergüenza: pocas veces recibía halagos de ese tipo. ¿Tan bien le había caído a la pequeña cerdita?

La cerda le sugirió que se unieran a ellas para ver juntos la prometedora obra. Light en principio había acudido allí para verla con sus compañeros aprendices, así que no tenía intención alguna de dejarles para irse con dos pijas. También le preguntó por su palco y no supo contestarla. Se quedó en blanco: le habían pillado con esa pregunta. ¿Se suponía que tenían un palco reservado, o por el contrario estos solo estaban destinados a los más privilegiados? ¡Jamás había pisado una ópera o un teatro, no tenía ni la más remota idea!

¿Qué haces, Soizic?

Tuvo un golpe de suerte y no se vio obligado a contestar a la cerdita. Algo extraño estaba sucediendo con ella y nadie supo decir el qué; sobre todo Soizic, quien era incapaz de pronunciar palabra alguna. Light observaba confundido y preocupado a ambas amigas, sin enterarse de lo que había pasado.

¿Te encuentras bien?

Por desgracia, ninguno de los gestos de Soizic ayudaba a explicar su problema.

Eso te pasa por comer tan rápido. Te habrás atragantado con algo ―la cerdita agitó la cabeza hacia los lados para expresar su negación. Acto seguido, Lucile se dirigió a Light―. Si nos disculpas, voy a llevarla a la cocina para que le den agua. Te esperaremos en el palco… si quieres venir, guapo.

Gracias por la invitación... Lo tendré en cuenta.

«No, gracias» dijo mentalmente. Ya había conseguido información, no necesitaba seguir con toda aquella farsa. No quería imaginarse la posibilidad de seguir comportándose con gentileza por más tiempo: él no era nada parecido a eso.

A partir de ese momento comenzó a buscar a sus compañeros. Había tal cantidad de gente moviéndose dentro del lugar que resultaba enormemente fácil perder a los suyos.

Tras voltearse unas cuantas veces, alguien chocó contra él. En cuanto vio el rostro de esa persona ―que inevitablemente le resultó familiar―, alzó las cejas y se quedó completamente mudo, con los ojos muy abiertos.

«¿Oswald?» si su memoria no le fallaba, Nanashi y Ryota le habían llamado por ese nombre el día que le conocieron, el mismo día que se convirtió en Incorpóreo.

Light se mostró descolocado y pálido, como si hubiera visto un fantasma. Ya habían coincidido en La Red cuando Erased Data intentó destruirles, pero aquella era la primera vez que tenían un encuentro directo. Su presencia inevitablemente le recordó el espeluznante momento en que se transformó en un Incorpóreo, cuando el mismo Mateus Palamecia devoró su corazón.

Lo que daría por olvidar ese espeluznante día.

Además, que se tratara de un aprendiz de Bastión Hueco le intranquilizó aún más, hasta el punto de acercar su mano hasta el mango de su katana, oculta en el saco que llevaba en la espalda. No sacó el arma de la bolsa, pero tampoco despegó su mano de ésta. Permanecería en guardia durante los primeros momentos; después de todo, la orden contraria les había jurado la guerra y estaban destinados a luchar entre ellos para proteger los intereses de sus facciones. Si las intenciones del aprendiz de Bastión Hueco no eran buenas, podía dar por hecho que Light le detendría.

De todos modos, Light tenía muy claro que no lucharía allí. No en ese lugar precisamente. No iba a poner en riesgo la vida de gente inocente que no tenía nada que ver con ese conflicto. Se limitaría a defenderse si le atacaba, pero haría todo lo posible para atraer a Ban hacia otro lugar.

Aparte de Oswald, alguien más había colisionado con él y se dio cuenta que no era otro que Bavol. Saltaba a la vista que el gitano no parecía muy contento de haberse encontrado al aprendiz del bando contrario.

¡Tú!

El grito de Bavol seguramente alertaría a los asistentes de la ópera más cercanos; o en el peor de los casos, a todos los que se encontraban en la sala. Light despegó la mano de su katana oculta, intercambió miradas entre ambos aprendices y se mantuvo al margen hasta que Bavol volvió dar otro grito.

¡¿Tú qué haces aquí?! —Light inmediatamente llamó al niño por su nombre para que dejara de montar tal escándalo— ¡Vete de aquí antes de que te dé una paliza con mi Llave Espada!

«Perfecto…» soltó un suspiro y se llevó la mano hasta la frente, exasperado.

Bavol se había delatado a sí mismo delante de todos, había admitido que era un Portador de la Llave Espada. Posiblemente ninguno de los presentes aparte de ellos conocía el secreto del arma legendaria, pero en el caso de que rondaran por allí Villanos Finales… se liaría una de cuidado.

Aquel último acto de Bavol había irritado bastante a Light. Podía comprender que era un niño y todo eso, pero estaba claro que tenía un serio problema en lo referente a pasar desapercibido. Quizás se preocupaba en exceso porque al contrario que Bavol había conocido de primera mano a los Villanos Finales y era más consciente del peligro que implicaba desvelar su identidad de Portador.

¡Bavol! ¡Light! ―tarde o temprano oyeron la voz del extraterrestre azul.

Ruego que me perdonen, señores, ha sido culpa mía. No volverá a ocurrir —pidió disculpas e hizo una reverencia. Light no recordaba que Oswald fuera tan educado y gentil—. Si me disculpan, volveré al trabajo.

Light se quedó mirando fijamente a Oswald mientras éste se alejaba progresivamente de ellos y dejaba de formar parte del foco de atención. Tenía que admitir que el chico había actuado de manera inteligente al alejarse de ellos: habría estado en desventaja si se hubiera iniciado un combate y tampoco le beneficiaba montar un escándalo. El incorpóreo se colocó un delantal y empezó a ejercer de camarero con total normalidad, paseándose por la habitación con bandeja en mano. Aparentemente, no estaba de misión y simplemente se dedicaba a hacer su trabajo de camarero. ¿Acaso intentaba ganar dinero para comprarse un nuevo móvil, quizás?

¡Qué imaginación tienen estos críos! ―exclamó, encogiéndose de hombros e intentando aparentar absoluta normalidad delante de todos los asistentes. Revolvió el pelo de Bavol con su mano derecha y empezó a amonestarle delante de todos―. ¿Quieres dejar de molestar al pobre camarero? Venga, no es momento para juegos...

Tiraría de su brazo con todas sus fuerzas y le llevaría con él, arrastrándole por el suelo si hacía falta. No conseguirían nada más quedándose quietos, así que lo mejor que podían hacer era perderse entre la multitud y ocultarse. Echaría a andar hacia Fyk, quien les había llamado para que acudieran junto a él.

Una vez le hubiera alcanzado, le contó sobre el reciente encuentro que acababan de tener.

Un miembro de Bastión Hueco está aquí. Parece que simplemente está trabajando como camarero, pero nunca se sabe. Aunque hemos venido a relajarnos y a disfrutar de la obra, debemos estar alerta.

»¡Bavol! ―alzó la voz y le fulminó con la mirada cuando le nombró. Disminuyó el volumen de su voz a partir de ese momento―. No vayas por ahí confirmando en alto que eres Portador tan a la ligera. Podría costarte la vida ―sonó lo más contundente que pudo para que el chaval aprendiera la lección. Enemigos no le faltaban a la orden desgraciadamente.

Ahora, si Fyk quería comentarles algo era su momento.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Final Fan » Sab Ago 30, 2014 2:38 pm

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¡Soul Eater! ¡Recuerda que Fyk lleva una máscara puesta! xD Que supongo que por debajo se le notará algo azul, pero por lo que has escrito no sé si lo estás teniendo en cuenta lo de la máscara.


Un miembro de Bastión Hueco está aquí. Parece que simplemente está trabajando como camarero, pero nunca se sabe. Aunque hemos venido a relajarnos y a disfrutar de la obra, debemos estar alerta.

Anda, ¿sí? ―dije, sorprendido―. No serán Daichi o Ike, ¿verdad? Aunque no sé si, um... Bueno, si los conoces. Cuando fuimos a comer a Tebas se me olvidó invitarles. A Espacio Profundo, digo. Para devolver el favor. A comer. Conozco un puesto de ensaladas cósmicas que está muy... ¡me estoy yendo por las ramas!

Sacudí la cabeza con fuerza y me esforcé por recordar qué era lo que les tenía que decir a Light y Bavol. Les indiqué que se acercasen un poco más para poder hablarles en voz baja y que ningún asistente a la ópera se alarmase.

¿Recordáis al oso? ―musité, haciendo corro entre los tres, y señalé a las escaleras por las que acababa de subir―. Abajo estaba hablando con alguien y decían cosas como que no iban a salir inocentes dañados y que él iba a ser el nuevo director o cosas así... Todo muy como en las sombras, ¿sabéis? Escondiditos. A lo mejor estaban comentando el argumento de la obra o algo, pero no sé. No creo que tenga que ver con Bastión Hueco, antes de que digáis nada.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Nell » Lun Sep 01, 2014 5:12 am

Como Fyk no se había movido demasiado del sitio, pudo escuchar otra intriga más, aunque en murmullos. Y con él, Gata, quién se había ocultado cerca para mantenerle vigilado.

¡Toni! ―exclamó el oso, que había permanecido en el mismo lugar tras las escaleras.

¿¡Qué, plat!? ¿Ha pasado algo, Boris, plat?

No, nada. Es que me has asustado… amigo.

¡Tú sí que me has asustado así, plat, bobalicón! Tengo los pelos de punta, plat. ¡Ni cinco plátanos han podido arreglarlo, plat! Todo es horrible, plat. Desapariciones por todos lados, de camareros, de extras, plat... Como ocurra algo más que eche a perder la noche, plat, ¡seré yo mismo quien batalle con Ralse, plat!

Oh, no, por favor. La última vez tuve que llevarte al médico a caballito para que te dieran esos puntos. Y en el camino de regreso me contaste cosas de tu abuela que jamás olvidaré.

¡¡No blasfemes así sobre mi abuela, plat!! ―se encabritó―. ¿¡Y hay novedades, plat!?¿Sí o no, plat?

El otro amigo del Trovador, ese tan rarito, todavía no ha llegado. Aunque dijo que lo haría algo más tarde.

Ese crío sí que era deprimente, plat. Brffff. Insistió en que le mandáramos a la cocina, plat, porque «le ponía mucho corazón a los platos», plat. Sin el plat.

Suena a que quiere comer.

¡¡Plat!! Si viene de parte del Trovador es de fiar. Mientras trabaje, ¡me da igual lo que haga con las sobras, plat! La recepción está a punto de acabar, plat. Solo se tendrá que encargar de preparar el aperitivo que habrá después.

Por otro lado, estaba el encontronazo entre Ban, Light y Bavol. A pesar de que el chico proclamó a los cuatro vientos su rivalidad y la existencia de las Llaves Espada, nadie le hizo caso por ser precisamente un niño. ¿Y qué hacen los niños? Inventarse historias y enemistarse con otros, tal y como les convenció Light. Sí recibió aun así miradas altaneras y hoscas de a quienes no le sentaban bien formas tan indecorosas en un evento tan distinguido.

Lo que pudo haber acabado en lucha se resolvió pacíficamente. Ban se retiró para adoptar de nuevo su papel de camarero, y Light y Bavol regresaron con Fyk, quien les explicó lo que había escuchado (y si quería, añadir la nueva información).

De repente, alguien le puso una mano a Light en el hombro, desde su espalda.

Estoy ligeramente sorprendida de que el altercado no haya ido a más. Bien hecho. No debemos involucrar en nuestra guerra a los civiles.

Al girarse, comprobarían quién era: Wix. La Maestra incorpóreo. La Guardiana de Bastión Hueco. Light, Gata y puede que alguno más la reconociera, pero todos habían oído indiscutiblemente hablar de ella (incluso si no sabían cuál era su aspecto). Si cualquiera, Maestro o aprendiz, osaba acercarse a la entrada del castillo, Wix era el mayor obstáculo que debía afrontar para entrar. Con los años, se había convertido en la sombra que hacía cambiar de idea cualquier tentativa de asaltar a los portadores rivales.

Eso fue antes de que estallara la guerra. Ahora, con o sin ella, a nadie se le pasaba por la cabeza.

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Era Wix… y al mismo tiempo, era una Wix completamente diferente. Había sustituido sus ropas de guerrera por un largo vestido blanco de gala, abierto con una raja por un lado y que le dejaba la espalda descubierta; combinándolo con unos tacones altos. Tal vez el único rastro que quedaba de la antigua Maestra era una capa del mismo color que se había echado en el lado contrario, atada alrededor del cuello. Incluso llevaba el pelo recogido, por lo que ningún mechón le tapaba la cara. ¡Y maquillaje!

El único accesorio que llevaba para complementar el conjunto era un colgante dorado con forma de sol alrededor del cuello.

Y tú ―se giró hacia Bavol y le dio un tirón en la oreja―. ¿Es que tus Maestros no te han enseñado nada? Te cargarás más de mil años de historia secreta si sigues pensando que el mundo de los portadores es un juego ―le recriminó―. Vigiladle bien. Yo lo estaré haciendo ―terminó, dirigiéndole una dura mirada.

»Al contrario de lo que pueda parecer, no me he acercado para iniciar otro enfrentamiento ni tengo intenciones ocultas. Simplemente, me ha parecido una buena oportunidad para reunirnos a todos. ¿Gata? Ven.

Encogió el dedo hacia sí para indicar a la chica que se acercara, destapándole por completo la tapadera que se había hecho para espiar a los aprendices de Tierra de Partida. Wix ni se inmutó, por lo que parecía que no se había dado cuenta del intento de Gata ni de cómo lo había frustrado.

Acto seguido, se giró para buscar con la mirada a Ban por la sala, quien seguía en su papel de camarero. Como había mantenido un ojo sobre el grupito de aprendices, había visto a Wix en cuanto se acercó a ellos, y por tanto también observó el gesto que su Maestra le hacía para que él también se uniera a la reunión.

¿Creéis que voy a enfadarme y a obligaros a luchar entre vosotros porque estamos en guerra? No. No soy como ellos. Esta noche he venido para ver una ópera, no para continuar la absurda disputa. Al igual que vosotros. Ahora mismo, no encuentro ninguna razón válida para mataros ―razonó con seriedad―. Y por eso quiero proponer un brindis.

Aprovechó la cercanía de un camarero para pedirle que se acercara. El ratón (raza a la que pertenecía) se inclinó sobre el círculo para que cogieran lo que quisieran. Había comida, pero sobre todo encontrarían vasos de cristal que contenían varias bebidas, desde vino caro hasta refrescos para los inhibidos. Wix tomó una de las copas de vino.

No seáis tímidos. Y cuidado con lo que cogéis. Seremos enemigos, pero algunos de vosotros sois demasiado jóvenes para que tolere veros con bebidas alcohólicas ―advirtió con severidad.

En cuanto todos hubieron elegido, fuera con una bebida o rehusándose a la petición, Wix alzó su copa en el centro y brindó:

Por el futuro de una guerra que ninguno de los presentes inició.

Esperó unos segundos a que se le unieran. De no hacerlo, daría igual, puesto que continuaría el ritual y se llevaría la copa a los labios, solo deteniéndola un momento para alzarla levemente hacia Ban, a quien se la dedicaba.

Fue una escena rara. Para todos. Ya no solo por la guerra, sino por la evidente rivalidad entre ciertos de los presentes. Wix había ignorado todo eso con el fin de mantenerlos a todos juntos en un mismo círculo suficientes minutos para cumplir su capricho. Recordaba un poco a los tiempos pasados, cuando los dos bandos se tanteaban y las disputas se esfumaban frente al trabajo, de donde surgía la colaboración. Era un pasado que no volvería a darse, que revivían en aquel momento brevemente.

Un último inquilino más se unió al extraño corrillo. Lo podrían ver desde lo lejos, alzando la cabeza para buscar entre la gente a su objetivo hasta localizarlo entre ellos. Avanzó directo para situarse al lado de la Guardiana.

¿Hisa? ¿Quiénes son? ―esa voz le sonaba a Fyk...

Era un humano, como ellos, pero vestía y actuaba como un noble. Llevaba el cabello negro alisado alrededor de su cara, y una capa blanca más ostentosa que la de Wix cubriéndole el lujoso traje. Era la seriedad personificada, lo cual pegaba completamente con la incorpóreo.

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Para sorpresa de todos, el hombre rodeó a Wix por la cintura. La Maestra no dio muestras de reaccionar ante el gesto.

Digamos que unos amigos. ―Lo cual era extender demasiado el significado del concepto.

Mi nombre es Cid Raines. He de decir que no esperaba encontrar caras nuevas por aquí. Entre la alta cuna todos se conocen, y el precio de las entradas supera con creces el salario medio mensual de un digno trabajador ―cuestionó, para virar a continuación el rumbo de la conversación hacia otro menos incómodo para los aprendices que iban gratis o de misión «a trabajar»―. ¿Puedo preguntar a qué se debe vuestro sano interés por esta ópera?

Después de que respondieran, volvieron a escuchar las palmas. Boris, el oso Vicedirector se había vuelto a subir a los peldaños de la escalinata y llamaba la atención de los congregados para hacer el siguiente anuncio:

Damas y caballeros. La obra está a punto de comenzar. Por favor, diríjanse a sus respectivos asientos. Abajo a la derecha para butacas; arriba, a izquierda o derecha, para palcos. Gracias por su asistencia y espero que disfruten de la ópera.

Y vaya si la iban a disfrutar.

Nos veremos por ahí ―se despidió Wix―. Sed buenos.

Cid se inclinó ligeramente hacia ellos para disculparse, con una mano sobre el pecho, y ambos se perdieron entre la marabunta de gente que se dirigía escaleras arriba, hacia los palcos.

Gracias a los contactos que habían establecido durante la breve recepción, casi todos tenían la oportunidad de ver la obra desde arriba: Light, con Soizic y Lucile; Gata, con Lionel; Ban, con Clarabella; y Bavol, no había sido invitado como tal con Augustine (puesto que estaban también los padres de esta), pero conocía la localización de uno vacío. Fyk era el único que tendría que conformarse con la butaca inferior de su entrada, salvo que acompañara a alguien o uno de sus compañeros se uniera a él. Sus butacas estaban en la antepenúltima fila, aunque no lo descubriría hasta entrar y comprobar el número en su entrada.

Por otro lado, Gata y Ban también tenía la opción de pasar de la ópera e ir al backstage, donde se estarían preparando los actores, lugar al que tendrían que acudir «dentro de un rato», para que les instruyeran en el papel que representarían. A cualquiera que preguntaran les respondería que para llegar tenían que girar a la derecha en la dirección hacia la zona de butacas, por el pasillo vallado por un cordel, y atravesar la sala de máquinas para llegar.

Aunque más importante aún para estos dos: Wix ni siquiera había hecho amago de tratar de hablar con ellos en privado, ni parecía esperarles. ¿No era ella la Maestra a la que Daichi se había referido en su carta? Quizá sí había ido a ver la ópera por puro ocio.

Entonces, ¿quién había sido?


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Ronda #4 - No voy a llorar

Notapor Astro » Lun Sep 01, 2014 7:22 pm

No podía creer lo que veía mis ojos.

Primero, tal y como había supuesto, Hikari y el niño se habían acercado a otro pequeño para hablar precipitadamente. Un aprendiz más, con toda seguridad. Tierra de Partida siempre viajaban en grupo, cuanto más mejor. Y que estuviesen en la ópera significaba que muy posiblemente habían venido con el mismo objetivo que el nuestro... fuese cual fuese. Maldije una vez más a Daichi por no habernos informado adecuadamente. ¿Dónde demonios se había metido, además?

Pero lo más sorprendente fue ver, a través del rabillo del ojo, que Wix, mi Maestra, había aparecido y hablaba con el trío de enemigos. En lugar de haber invocado su alabarda y haberles empalado como si fuesen pinchos morunos, se dedicaba a conversar con ellos con aparente tranquilidad. ¿Esto significaba la guerra para ella? Menuda guardiana.

Con un gesto claro, la mujer me indicó que fuera hasta ellos. No me hizo gracia, pero decidí acceder e ir con naturalidad hasta unirme al grupito. De cerca, descubrí que mi Maestra iba vestida con un elegante vestido blanco, con el pelo recogido y maquillada para la ocasión. Era la primera vez que la veía así: perfecta para acudir a la ópera como si fuera una persona normal. Aunque no lo fuésemos ninguno de los dos.

Nata también estaba allí. Y por último estaba el tercero de Tierra de Partida, un chico bajito que llevaba una estúpida máscara. Aunque había algo raro en él, en la poca piel que se dejaba ver por su traje. ¡¿Era azul?! Otro bicho raro de Tierra de Lucecitas, como el chucho pelirrojo.

Maestra ―saludé con la cabeza al llegar, cruzado de brazos. Afortunadamente mi bandeja se había quedado vacía, así que podía sujetarla con facilidad.

¿Creéis que voy a enfadarme y a obligaros a luchar entre vosotros porque estamos en guerra? No. No soy como ellos. Esta noche he venido para ver una ópera, no para continuar la absurda disputa. Al igual que vosotros. Ahora mismo, no encuentro ninguna razón válida para mataros ―hice una mueca de desagrado. Me recordó a Nanashi antes de que se iniciara la guerra: siempre evitando el conflicto necesario―. Y por eso quiero proponer un brindis.

Suspiré. Wix era una buena Maestra en lo que enseñanza se refería, pero no compartíamos la misma mentalidad a pesar de ser ambos incorpóreos. Aunque llevaba poco como su aprendiz, sabía que no podría convencerla para que cambiase de opinión e invocase su arma.

No seáis tímidos. Y cuidado con lo que cogéis. Seremos enemigos, pero algunos de vosotros sois demasiado jóvenes para que tolere veros con bebidas alcohólicas.

Accedí a seguir su juego, visto que era inútil esforzarse para que la guerra significase algo en aquella ópera. Cogí un refresco de la bandeja que ofrecía el ratón camarero: por mucho que estaba convencido de que las normas humanas no podían aplicarse en mí, el alcohol era para estúpidos. ¿Quién querría tomar algo que te vuelve lento y débil?

Por el futuro de una guerra que ninguno de los presentes inició.

Por la victoria ―añadí.

Alcé mi vaso junto al de la mujer y los demás que nos imitaran, y brindé. Antes de llegar a beber, pude ver que Wix me dedicaba el brindis alzando levemente su copa, a lo que la imité dedicándole el mío a ella antes de echar un trago. Al menos no se había olvidado de que era su aprendiz.

Miré de reojo a todos los demás presentes, examinando uno por uno sus reacciones y gestos, anotando todo lo que pudiera servirme en el futuro. Pero una voz extraña me sacó de mis pensamientos: alguien más se había acercado al grupo.

¿Hisa? ¿Quiénes son?

Un hombre, también humano, estaba plantado al lado de la guardiana. De semblante serio y pelo negro, su capa blanca combinaba con un elegante traje también blanco. Alcé una ceja, extrañado. Su cercanía con la Maestra resultaba evidente, y más aun cuando puso su brazo alrededor de la cintura de Wix.

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Digamos que unos amigos.

Mi nombre es Cid Raines. He de decir que no esperaba encontrar caras nuevas por aquí. Entre la alta cuna todos se conocen, y el precio de las entradas supera con creces el salario medio mensual de un digno trabajador ―maldije mentalmente de nuevo, aunque esta vez fue a Diana. Esa arpía no me había querido vender las malditas entradas―. ¿Puedo preguntar a qué se debe vuestro sano interés por esta ópera?

Trabajo ―me limité a decir, señalando el delantal y la etiqueta con mi nombre―. ¿Y usted, señor... Raines?

Aquel hombre me transmitía demasiados interrogantes. ¿Qué relación tenía con Wix? ¿Sabía algo de su auténtica naturaleza? ¿Por qué era el único humano aparte de los aprendices en toda la ópera?

Hubiese respuesta o no, unas palmas resonaron por la sala. El oso gordinflón estaba de nuevo en la escalinata y llamaba la atención de todos los presentes:

Damas y caballeros. La obra está a punto de comenzar. Por favor, diríjanse a sus respectivos asientos. Abajo a la derecha para butacas; arriba, a izquierda o derecha, para palcos. Gracias por su asistencia y espero que disfruten de la ópera.

El movimiento de la multitud no se hizo de esperar, cada uno con su destino en particular. Y, ante mi sorpresa de nuevo, Wix también se marchaba:

Nos veremos por ahí. Sed buenos.

Intenté abrir la boca para detenerla, pero fue inútil. Tanto ella como Raines se habían ido a toda velocidad, directos hacia los palcos. La estampida de animaluchos evitó que pudiera seguirles.

Solté una maldición, frustrado. ¿A qué jugaba? ¿Por qué no me había hecho mención alguna de la endemoniada misión que era suya? O al menos en teoría... No, Daichi era aprendiz de ella, como yo. ¿A quién sino se habría referido como Maestra en la carta? No me quedé convencido, pero tampoco le di más vueltas. Como los demás, tenía que moverme. Pero antes...

Di un paso hacia Hikari, alargando un dedo y señalándole directamente a la cara:

Mantén a tus dos mascotas lejos de mí, Hikari.

No quise escuchar lo que tuviera que decir: con la advertencia daba, me marché a toda prisa hacia la cocina para librarme de una vez del delantal y la bandeja de camarero. Tenía que decidir qué hacer a continuación... ¿Ir a ver a la vacaburra al palco? Tenía tiempo hasta que llegara el tercer acto, y allí podría ver la ópera con total tranquilidad. Pero no, no estaba de humor.

Ver a Wix me había alterado. Algo andaba mal, lo intuía. Daichi no aparecía por ningún lado, la Maestra parecía no saber nada o no mostrarse interesada... ¿Por qué demonios estaba allí entonces? Ver la estúpida ópera no me parecía tan interesante como antes, por mucha bendición inventada que hubiese.

Por hacer algo y no quedarme quieto, opté por preguntar dónde estaba el backstage y encaminarme hacia allí. Echaría un vistazo a lo que se cocía detrás del escenario, y con un poco de suerte tal vez encontrara a Daichi allí. Si no hallaba nada interesante, no tendría otro remedio que subir para saludar a Clarabella.

Pero primero, una visita al backstage.

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Ban va a la cocina para dejar el equipo de camarero y después se va al backstage.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Tidus Cloud » Lun Sep 01, 2014 10:29 pm

Ruego que me perdonen, señores, ha sido culpa mía. No volverá a ocurrir. Si me disculpan, volveré al trabajo.

Espera, ¿qué?

Ante la atónita mirada de Bavol, Ban se dirigió hacia una mesa de la que cogió un delantal y una bandeja y comenzó a hacer de camarero como si nada. El gitano negó con la cabeza, estaba segurísimo de que no se había confundido de persona. ¿Cómo iba a olvidarse de la cara de un tipo como él? No podía creerse que un Aprendiz de Bastión Hueco fuera en su tiempo libre un simple camarero, no, tenía que haber otro motivo. Quizás era la forma que se le había ocurrido al joven de escaparse de un combate directo contra él, no sería de extrañar teniendo en cuenta que en su primer encuentro Ban huyó patéticamente. Sí, estaba convencido, no podía haber otra explicación…

¡Qué imaginación tienen estos críos! ―exclamó en alto Light atrayendo su atención. El niño hizo una mueca de asco cuando su compañero comenzó a revolverle el pelo―. ¿Quieres dejar de molestar al pobre camarero? Venga, no es momento para juegos...

No, espera, tú no lo sabes. Él es uno de los…

No tuvo tiempo para terminar la frase. Light tiró de él arrastrándolo hacia otro punto de la sala, impidiendo así cualquier opción de retomar la confrontación. En cuanto su mirada se encontró con la de Fyk, se dio cuenta de que su compañero simplemente los estaba reuniendo a los tres.

Un miembro de Bastión Hueco está aquí. Parece que simplemente está trabajando como camarero, pero nunca se sabe. Aunque hemos venido a relajarnos y a disfrutar de la obra, debemos estar alerta.

Anda, ¿sí? No serán Daichi o Ike, ¿verdad? Aunque no sé si, um... Bueno, si los conoces. Cuando fuimos a comer a Tebas se me olvidó invitarles. A Espacio Profundo, digo. Para devolver el favor. A comer. Conozco un puesto de ensaladas cósmicas que está muy... ¡me estoy yendo por las ramas!

Bavol intentó seguir la conversación lo mejor posible, pero tenía que reconocer que entender a Fyk a veces era un tanto complicado, sobre todo porque parecía que el extraterrestre azul no se centraba en el tema que estaban tratando.

Ban no es camarero, ése es un miedica que me tiene miedo y ya está. Si aquí hay gente de Bastión Hueco, tendríamos que estar vigilándolos.

Bavol! ―le gritó Light mientras le fulminaba con la mirada. A continuación, el joven siguió hablando pero en un tono de voz más bajo―. No vayas por ahí confirmando en alto que eres Portador tan a la ligera. Podría costarte la vida

¿Pero por qué me gritas a mí? ―preguntó Bavol dolido sin comprender por qué su compañero le regañaba―. Yo estoy haciendo lo que tengo que hacer. ÉL ―exclamó señalando descaradamente a Ban― es el malo y yo tenía que derrotarle. ¿Es que no sabes que estamos en una guerra? ¡Eso es lo más importante! Y si todos se enteran y son en realidad gente de Bastión Hueco, me da igual, porque me enfrentaré a ellos y los venceré ―Bavol se detuvo unos segundos antes de concluir resentidamente diciendo― Siempre igual, la última vez hiciste lo mismo. Tenías que matar a tu copia y no lo hiciste… Cobarde

El gitano no sabía a qué peligros se refería exactamente Light, pero estaba muy enfadado con él. Para él sólo había dos enemigos, los sincorazón y Bastión Hueco, y no estaba dispuesto a rendirse ante ninguno de ellos. Sabía que él tenía la razón y estaba harto de que nadie le hiciera caso.

Después de eso, Fyk comenzó a explicarles lo que acababa de escuchar decir al oso que habían visto antes. No era mucha información, pero parecía bastante sospechoso. El pequeño gitano estaba a punto de afirmar que debía ser el motivo por el había un Aprendiz de Bastión Hueco ahí presente; sin embargo, Fyk le dejó claro con su último comentario que no creía que tuvieran relación. En otra ocasión quizás se lo hubiera discutido fervientemente; sin embargo, después de su pelea con Light, ya no tenía más ganas de hablar con ellos sobre ese tema.

No creían que tuviera relación con Bastión Hueco y no había pasado nada grave todavía, pues muy bien, ya no le importaba. No tenía nada en absoluto que ver con él, así que no veía por qué se tenía que inmiscuir en ese asunto. Si sus compañeros iban a ser tan frívolos como para menospreciar el asunto de Bastión Hueco, él tampoco tenía que preocuparse por cada gatito atrapado en la copa de un árbol.

Estoy ligeramente sorprendida de que el altercado no haya ido a más. Bien hecho. No debemos involucrar en nuestra guerra a los civiles. ―dijo entonces una voz desconocida.

Bavol se giró y se encontró con una atractiva mujer humana vestida con un elegante vestido blanco, con el pelo recogido, maquillada para la ocasión y llevando puesto un colgante con forma de sol. El gitano se la quedó mirando un tanto sorprendido, ¿quién era aquella mujer como para saber la existencia de la Orden y de una guerra? Había dicho nuestra guerra, eso sólo podía decir que pertenecía a Tierra de Partida o a Bastión Hueco…

Y tú ―le dijo dirigiéndose hacia él mientras le daba un tirón de oreja―. ¿Es que tus Maestros no te han enseñado nada? Te cargarás más de mil años de historia secreta si sigues pensando que el mundo de los portadores es un juego. Vigiladle bien. Yo lo estaré haciendo

»Al contrario de lo que pueda parecer, no me he acercado para iniciar otro enfrentamiento ni tengo intenciones ocultas. Simplemente, me ha parecido una buena oportunidad para reunirnos a todos. ¿Gata? Ven.

Mientras la mujer llamaba a otra chica de la fiesta para que se les uniera, Bavol miró confundido a sus otros dos compañeros. No entendía muy bien qué estaba pasando, quién era exactamente aquella mujer ni qué es lo que quería de ellos.

¿Quién es? ―preguntó Bavol a los otros dos Aprendices llevándose una mano a la boca para intentar ser discreto.

Después de algunos de sus acompañantes le respondiera, Bavol abrió muchos los ojos a causa de la sorpresa. ¡Aquella mujer era Wix, la guardiana de Bastión Hueco! No conocía mucha información sobre ella, ya que nunca había coincidido con ella en ninguna misión ni tampoco había hablado sobre ella con otros Aprendices, pero su nombre era bien conocido en los pasillos de Tierra de Partida.

Si el chico no había tenido suficiente con tener justo delante a una importante miembro de Bastión Hueco, a continuación la cosa se puso aún peor. Wix no sólo llamó a una chica (a la cual no conocía) que se encontraba por la sala, sino también al maldito chaval al que acababa de gritar hace unos momentos.

¿Creéis que voy a enfadarme y a obligaros a luchar entre vosotros porque estamos en guerra? No. No soy como ellos. ―comenzó a explicar una vez estuvieron todos reunidos―.Esta noche he venido para ver una ópera, no para continuar la absurda disputa. Al igual que vosotros. Ahora mismo, no encuentro ninguna razón válida para mataros. Y por eso quiero proponer un brindis.

¡¿QUÉ?! ―chilló Bavol de nuevo. Se llevó una mano a la cara como si no se creyera lo que estaba pasando―. Ay, esto no puede ser verdad…

Wix le indicó a un camarero que efectivamente se acercara para que todos pudieran coger una copa de la bandeja que portaba. La advertencia de Wix para que los niños no tomaran alcohol como si ella fuera su propia madre ya le pareció surrealista. Llevado un poco por la absurdez de la situación y confundido con aquella repentina simpatía, Bavol escogió una copa con agua fría para que el camarero se fuera de una vez.

Sin embargo, una cosa muy distinta era aceptar conscientemente brindar con quienes eran oficialmente sus enemigos. Se sentiría como un traidor si hiciera algo así. Por lo poco que había podido ver, Wix no aparentaba ser tan diabólica como sí lo era el rubio que estaba a su lado, incluso le había parecido ver un pequeño ápice maternal en su aparente frialdad. No obstante, encontraba más motivos en contra de hacer ese brindis que a favor.

Por el futuro de una guerra que ninguno de los presentes inició. ―brindó Wix finalmente alzando su copa hacia Ban a modo de dedicación.

Por la victoria

Ojalá te atragantes… ―musitó Bavol.

Sus compañeros podían hacer lo que quisieran, como si todos brindaban entre risas y abrazos, pero él no estaba dispuesto a hacerlo con Bastión Hueco. En lugar de eso prefirió mantenerse en silencio sujetando la copa entre las manos y con la vista fijada en Wix. Se sentía extraño, casi podía decirse que apenado por saber que seguramente un día tendría que enfrentarse a ella…

Sentir simpatía por alguien de Bastión Hueco… En realidad, sabía que aquella idea era una estupidez; no obstante, quizás aquella fatídica muerte de Hikaru le había ablandado un poco el corazón con respecto a aquel tema… Finalmente, Bavol soltó un suspiro cansado. Estaban en guerra y aquellos malditos pensamientos sólo le acabarían trayendo problemas.

De pronto, otro humano más se unió a su pequeño coro colocándose junto a Wix. El hombre tenía el cabello negro y alisado, vestía un imponente vestido adornado con una blanca capa y la expresión de su cara era fría y seria (casi idéntica a la de la Guardiana)

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¿Hisa? ¿Quiénes son?

Bavol desvío la mirada un tanto sonrojado cuando observó como el recién llegado se tomaba tantas confianzas con Wix. Jamás se le habría ocurrido pensar que la Guardiana pudiera tener un novio, aunque no podía negar que hacían buena pareja.

Digamos que unos amigos.

Tampoco tanto ―le corrigió Bavol fulminando con la mirada a Ban.

Mi nombre es Cid Raines. He de decir que no esperaba encontrar caras nuevas por aquí. Entre la alta cuna todos se conocen, y el precio de las entradas supera con creces el salario medio mensual de un digno trabajador ―Bavol no pudo contener una mueca de asco ante las palabras de Cid. Al parecer aquel tipejo era uno de esos asquerosos nobles que tanto odiaba―. ¿Puedo preguntar a qué se debe vuestro sano interés por esta ópera?

Trabajo

Pues espero que se te dé mejor eso de ser camarero ―se burló Bavol maliciosamente.

Por su parte, no pensaba contestar a la pregunta del recién llegado. Tendría que darle demasiadas explicaciones a un hombre que era un completo desconocido, que pertenecía a la nobleza y que probablemente perteneciera también al bando de los traidores.

¿Y usted, señor... Raines?

Ah… ¿así que él no es de…―se detuvo antes de decir Bastión Hueco al darse cuenta que Wix no había mencionado nada sobre ese tema delante de Cid― los vuestros?

Tampoco esperaba que le respondieran, pero si lo hacían, escucharía atentamente la respuesta. Al fin y al cabo siempre venía bien saber cuántos enemigos cerca había. Entonces, el oso al que habían visto antes (y al que Fyk había oído hablar de forma sospechosa) volvió a llamar la atención de los presentes:

Damas y caballeros. La obra está a punto de comenzar. Por favor, diríjanse a sus respectivos asientos. Abajo a la derecha para butacas; arriba, a izquierda o derecha, para palcos. Gracias por su asistencia y espero que disfruten de la ópera.

Ante el anuncio del oso los asistentes comenzaron a acudir hacia sus asientos y Wix y su acompañante no fueron una excepción.

Nos veremos por ahí. Sed buenos. ―se despidió la Maestra.

Bavol contempló atentamente cómo la pareja abandonaba la estancia para dirigirse hacia sus asientos. Al parecer sí era verdad que sólo había venido a ver la ópera, aunque de todas formas el gitano estaría atento por si acaso. Antes de marcharse Ban decidió acercarse hasta Light señalándolo amenazantemente mientras Bavol fulminaba al Aprendiz de Bastión Hueco con la mirada.

Mantén a tus dos mascotas lejos de mí, Hikari.

¡Uy! ―exclamó el gitano echándole intencionadamente el contenido de la copa a la cara del rubio― Vaya, Ban, qué accidente más tonto…

Bavol soltó una risilla mientras veía a su empapado enemigo marcharse a quién sabe dónde. Estaba convencido de que Ban no sería capaz de iniciar una pelea por aquello, ya que contaba con la expresa desaprobación de Wix, además del hecho de que los Aprendices de Tierra de Partida eran mayoría.

Una vez los Aprendices de Bastión Hueco se hubiesen marchado, Bavol decidió que ya era hora de ir a sentarse a su sitio. Podía irse a las butacas como la mayoría de los espectadores, pero gracias al secretillo que le había contado la perrita sabía que había un palco vacío en el que podía colarse.

Bueno, yo me voy a los palcos ―anunció Bavol a sus compañeros―. Digamos que Augustine me ha invitado a uno en el que no hay nadie. Tú, Fyk, si quieres puedes venirte, pero yo me iré enseguida a ver a Augustine. Y tú ―se dirigió hacia Light mientras esbozaba una pícara sonrisa―. Bueno, como estoy poniendo en riesgo mi vida, mejor te quedas abajo. Ahora te aguantas, ea, por antipático.

Después de aquello, decidiera Fyk acompañarle o no, Bavol se dirigió hacia los palcos, concretamente al que se llamaba Athos, siguiendo las instrucciones para llegar que le había dado su amiga Augustine. Su plan era bastante claro: esperaría a que la ópera comenzase y todo el mundo estuviese distraído con lo que ocurría en el escenario para acercarse a la pared que conectaba con el palco de Augustine y la golpearía para indicarle que salieran los dos a jugar.

Además, al pensarlo más detenidamente llegó a la conclusión de que aquel plan les venía de maravilla. Mientras Fyk y Light permanecerían atentos a la función y podrían reaccionar si pasaba algo en el escenario, Bavol estaría pasándoselo bien con su nueva amiga y de paso estaría vigilando los alrededores por si a algunos de los de Bastión Hueco se le ocurría liarla.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Soul Eater » Mié Sep 03, 2014 12:03 am

A medida que me acercaba a la posición de la criatura, descubrí con sorpresa que Toni y Boris se encontraban cerca, ya que podía escuchar sus voces con claridad. Al parecer, las desapariciones continuaban entre los camareros y los extras. Me recordé a mí misma que debía permanecer más alerta que de costumbre, pues no tenía ninguna intención de convertirme en un enigma más.

Además, me pareció entender que alguien más debía de venir de parte del misterioso Trovador y que pasaría por las cocinas. Me pregunté si sería ese el famoso Daichi que no aparecía por ninguna parte pero que nos había encasquetado una misión que consistía en trabajar como criado y que tenía tan mala cabeza para los nombres.

Sin embargo, pronto mi atención se desvió nuevamente hacia Tierra de Partida, ya que acababa de descubrir al último de mis enemigos. Un joven, cuyo aspecto era marcadamente atlético a pesar de las elegantes ropas que llevaba, arrastró al rival de Oswald hasta donde se encontraba su azulado compañero. Me fije en sus rasgos para recordarlos con posterioridad. Me parecía el más peligroso de los tres.

Un miembro de Bastión Hueco está aquí. Parece que simplemente está trabajando como camarero, pero nunca se sabe. Aunque hemos venido a relajarnos y a disfrutar de la obra, debemos estar alerta.― sonreí levemente, satisfecha tanto por el hecho de que no parecieran estar buscando un enfrentamiento como porque solo se hubieran percatado de la existencia de uno de nosotros.

Anda, ¿sí? No serán Daichi o Ike, ¿verdad? Aunque no sé si, um... Bueno, si los conoces. Cuando fuimos a comer a Tebas se me olvidó invitarles. A Espacio Profundo, digo. Para devolver el favor. A comer. Conozco un puesto de ensaladas cósmicas que está muy... ¡me estoy yendo por las ramas!― todavía a escondidas, miré al ser realmente sorprendida, no por su extraña forma de hablar ni por la mención de Daichi, sino porque le debiera un favor. Se suponía que éramos enemigos… no, no se suponía, su jefe había tratado de asesinar a Ryota a traición. Lo había visto con mis propios ojos. Yo, desde luego, no me fiaría lo más mínimo.

Ban no es camarero, ése es un miedica que me tiene miedo y ya está. Si aquí hay gente de Bastión Hueco, tendríamos que estar vigilándolos.― Saltó el pequeño, con la seguridad propia de un niño. Despedía hostilidad por sus cuatro costados. Curiosamente, fue su propio compañero quién le cortó.

¿Pero por qué me gritas a mí? Yo estoy haciendo lo que tengo que hacer. ÉL es el malo y yo tenía que derrotarle.― No tenía claro si todo eran fanfarronadas o si realmente era peligroso, pero tenía claro que ese tal Bavol (por lo que había dicho su compañero, Light, por eliminación) estaba más que dispuesto a iniciar un conflicto. La simplicidad de su discurso de buenos y malos me divertía y molestaba al mismo tiempo. A pesar de que yo no creía ni en el bien ni el mal, pensaba que aceptando los estándares corrientes, habían sido ellos los “traidores” ―¿Es que no sabes que estamos en una guerra?― siguió diciendo, con una seguridad envidiable ―¡Eso es lo más importante! Y si todos se enteran y son en realidad gente de Bastión Hueco, me da igual, porque me enfrentaré a ellos y los venceré. Siempre igual, la última vez hiciste lo mismo. Tenías que matar a tu copia y no lo hiciste… Cobarde

Parece que no se ponen muy de acuerdo― pensé, mientras el pequeño azul trataba de llamar su atención acerca de una conspiración que el Vicedirector estaba tramando para convertirse en Director. ―Tierra de Partida, desapariciones, inocentes heridos… y yo sin terminar de saber qué es lo que hago aquí― Lamentablemente, eso comenzaba a convertirse en algo habitual.

Sin embargo, pronto hubo algo tan llamativo que me hizo olvidarme por completo de todo lo que ocurría a mi alrededor. Recordaba perfectamente a Hisa Wix de mi primera misión en Selva Profunda. En su momento, su imperturbabilidad me resultó espeluznante e inhumana, debido a que desconocía que fuera un incorpóreo. Sabiendo que carecía de corazón y de sentimientos, como se comentaba por el castillo, había llegado a entender el por qué de sus reacciones.

Por ello, a la luz de esta nueva información, verla ahora vestida con un vestido blanco y pintada, como a lo mejor hubiera sido normal si fuera simplemente humana, me resultaba nuevamente tan chocante como la primera vez. Y además, se acercaba a los miembros de Tierra de Partida como si tal cosa.

Estoy ligeramente sorprendida de que el altercado no haya ido a más. Bien hecho. No debemos involucrar en nuestra guerra a los civiles. Y tú. ¿Es que tus Maestros no te han enseñado nada? Te cargarás más de mil años de historia secreta si sigues pensando que el mundo de los portadores es un juego― no solo eso, sino que se había permitido el lujo de reñir a Bavol como si se tratara de uno de nosotros y tirarle de la oreja. Me quedé totalmente sorprendida por este gesto. A mí no me había tratado tan amablemente ni por asomo.

Al contrario de lo que pueda parecer, no me he acercado para iniciar otro enfrentamiento ni tengo intenciones ocultas. Simplemente, me ha parecido una buena oportunidad para reunirnos a todos. ¿Gata?― añadió dirigiéndose hacia mí ―Ven.

Me encontraba tan extrañada que me acerqué sin molestarme siquiera por haber visto destruida mi tapadera, aunque no dejaba de vigilar a mis enemigos por el rabillo del ojo, sin terminar de entender que era lo que la mujer pretendía.

Y no solo a mi, sino que también llamó a Oswald, juntándonos a todos en una nada cordial reunión. ―¿Creéis que voy a enfadarme y a obligaros a luchar entre vosotros porque estamos en guerra?― De hecho, yo no era capaz de pensar en ninguna razón por la que ella nos hubiera reunido, ni esa ni ninguna otra ―No. No soy como ellos. Esta noche he venido para ver una ópera, no para continuar la absurda disputa. ―¿Como quienes?¿Se refiere al resto de maestros?― sus palabras no recordaban en absoluto a la Wix que conocía. Ella había hablado grandilocuentemente de los ideales de ambos bandos y de la responsabilidad como portadora de la llave espada, y ahora hablaba de una disputa absurda. Sinceramente, no era capaz de entender la razón de su cambio. ― Al igual que vosotros. Ahora mismo, no encuentro ninguna razón válida para mataros. Y por eso quiero proponer un brindis.

La pelirroja llamó a un camarero (con apariencia de rata, para variar, ¿por qué no podía haber felinos por alguna parte) y nos instó a que tomáramos una copa, ante el asombro manifiesto de Bavol y el mío propio, aunque fuera más comedido. Incluso nos prohibió tomar alcohol a los más jóvenes, como si no fuera más que una reunión de conocidos en una taberna. Bueno, no iba a negarme a beber algo, así que cogí un vaso al azar, sin apartar la mirada de la suya, esperando, tal vez, ver algún gesto que demostrara que no estaba mas que preparando una trampa. Pero nada parecía indicar eso.

Por el futuro de una guerra que ninguno de los presentes inició.― dijo ella, alzando la copa hacia Oswald y logrando sonsacarme una sincera sonrisa. Fuese como fuese, me caía mejor esa nueva Wix que la anterior. Parecía menos mandona y quizá un poco más cínica. No podía estar más de acuerdo con sus palabras, por una vez. Tanto que me convenció para beber un poco de la copa y participar en el brindis. No sabía lo que era, pero me gustó el sabor.

Por la victoria― añadió mi compañero, quizás más convencido para estar en Bastión Hueco, o quizás solo por competitividad.

Pero las sorpresas no habían terminado, porque un hombre se unió a nosotros, rodeando la cintura de Wix con una mano. Me pregunté si alguien que no tiene corazón podía estar interesado en el amor o en mantener relaciones con otra persona. No me lo esperaba, y menos de ella ―¿Hisa? ¿Quiénes son?― ante la poco acertada respuesta de que éramos unos amigos, procedió a presentarse ―Mi nombre es Cid Raines. He de decir que no esperaba encontrar caras nuevas por aquí. Entre la alta cuna todos se conocen, y el precio de las entradas supera con creces el salario medio mensual de un digno trabajador.

¿La alta cuna? ¿Era noble? ¿O rico? Me habría gustado poder hurgar en sus bolsillos, pero dudaba que a Wix le pareciera bien teniendo en cuenta su cercanía, y no quería buscarme problemas con ellas en estos momentos.

Trabajo― respondió Oswald, lo que fue rápidamente motivo de burla para el pequeño.

Sacudí brevemente la cabeza antes de responder ―Lo mismo― contesté secamente, mientras esperaba que él respondiera a su vez. No me fiaba demasiado de él, no por nada especial, sino porque no solía fiarme de nadie.

Ah… ¿así que él no es de… los vuestros?― preguntó Bavol.

¿Te refieres a si es bueno o malo?― susurré para mí misma, tratando que nadie me oyera, mientras escuchaba la contestación de Cid. No aguantaba eso. Tenía que clasificarlo a la fuerza en su cerrado esquema mental.

La “agradable” escena fue finalmente detenida por la voz del Vicedirector, avisando de que la ópera iba a dar comienzo. Wix se despidió, caminando hacia su palco junto a su misterioso acompañante, sin indicarnos nada ni a Oswald ni a mí, como si no le importara en absoluto lo que fuéramos a hacer.

Perfecto. Parecía que ni a ella le importaba si trabajábamos o no. Me escabullí tras terminarme de un trago la bebida, con intención de desobedecer toda clase de orden y acudir al famoso palco «D´Artagnan». Si los extras desaparecían porque sí, más me valía pasar por un espectador normal. Y si no había misión que cumplir, ni nadie que me obligase a seguir trabajando, prefería con creces hacer el vago. A fin de cuentas, nunca había visto una ópera, y tenía curiosidad por saber como era, y siempre cabía la remota posibilidad que lo de la bendición fuera cierto.

Aunque para ello tuviera que aguantar a Lionel y compañía.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Final Fan » Jue Sep 04, 2014 8:18 pm

Era cierto que en principio no me había dado a entender demasiado bien para explicarles la situación a Bavol y a Light, ¡pero que le diesen tan poca importancia me puso de los nervios! ¡Bavol incluso parecía no tener ni el mínimo interés en enterarse de nada!

¡Que esto es serio! ―me quejé―. También le he oído hablar de desapariciones del personal y cosas de lo más macabro. Al oso, digo. Con el mono. Primate. ¡Lo que sea! ¿Y no sé qué de un Trovador? Eso no lo pillé muy bien, pero... ¡desapariciones! ¿Hola? ¿Problemón?

Les dediqué una mirada casi suplicante a Bavol y a Light, en ese orden, pero al ver a la persona que se encontraba detrás del segundo casi pude notar cómo cambiaba mi semblante de un latigazo.

¿¡Ella es la que está trabajando de camarera!?

El incorpóreo de la Maestra Iwashi se había materializado por pura entropía, o al menos esa fue la impresión que me dio al verla aparecer así de repente. ¡Sí que era famosa la ópera! Aunque, claro, si Yami tenía entradas, ¿por qué no iba a tenerlas cualquier otro Maestro, fuese de donde fuese?

Tras una (bien merecida, por lo que pude captar de la situación) regañina a Bavol, Wix utilizó sus poderes de invocación para hacer aparecer de la nada a otros dos aprendices de Bastión Hueco. ¡La chica a la que había visto y que parecía fuera de lugar era otra portadora! ¿Nos habría estado escuchando a hurtadillas? Tanta casualidad era ya demasiada para tomarse de un solo trago.

Y hablando de tragos...

¿Creéis que voy a enfadarme y a obligaros a luchar entre vosotros porque estamos en guerra? No. No soy como ellos. Esta noche he venido para ver una ópera, no para continuar la absurda disputa. Al igual que vosotros. Ahora mismo, no encuentro ninguna razón válida para mataros. Y por eso quiero proponer un brindis.

Aquel fue el momento en el que decidí que Hisa Wix me caía bien. Sin más.

Por el futuro de una guerra que ninguno de los presentes inició.

Cogí una copa de cualquier cosa y la alcé.

¡Tro...!

Por la victoria.

Uno de los aprendices que había llamado Wix añadió su propio brindis al de la Maestra, de una manera bastante fría y con una expresión inquisitiva un tanto preocupante. Qué tensión.

Troi-toi... ―brindé, un poco más cohibido y tomando un sorbito de lo que resultó ser zumo de vete-tú-a-saber-qué. Bebí un poco más para tentar el sabor e intentar adivinar qué fruta era...

Ojalá te atragantes… ―dijo Bavol, de forma no demasiado sutil. Lo poco de zumo que tenía en la boca se me salió por la nariz después de aquella salida tan fuera de lugar. El líquido se acumuló dentro de la máscara y tuve que quitármela rápidamente para poder respirar.

¡Bavol! ―le reproché, chorreando.

¿Hisa? ¿Quiénes son?

Una voz sonó desde algún lugar fuera de nuestro corrillo de espectáculos particular e hizo que un escalofrío me recorriese la espalda. Busqué su fuente rápidamente para ponerle cara, pero al verlo no me resultó familiar de ningún modo. ¿Dónde había oído yo esa voz antes...? Se presentó de forma muy educada y nos preguntó qué interés teníamos en aquella ópera. Me entraron ganas de responderle que lo que hacía falta para asistir eran entradas, no interés. Me pareció muy ingenioso pero me lo guardé porque soy una persona con modales.

No podíamos dejar pasar esta oportunidad ―contesté, simple y llanamente. No quise sacar a relucir el asunto de la "bendición" y tampoco quería entrar en demasiados detalles, dado el hecho de que, técnicamente, no habíamos sido nosotros los que habíamos conseguido aquellas entradas.

No pasó mucho tiempo antes de que el oso conspirador, futuro Director, anunciase el comienzo de la ópera. Era el momento de ir tomando asiento para disfrutar del espectáculo... o eso esperaba yo. Dadas las circunstancias, quizás era demasiado pedir. Ya noté que la velada empezaba mal cuando el tal Ban, como lo había llamado Bavol, le dedicó a Light unas palabras no demasiado amables:

Mantén a tus dos mascotas lejos de mí, Hikari.

Ho juu gaku frax en ―comenté.

Y entonces Bavol tuvo el detalle de otorgarnos la gota que colmó el vaso, casi literalmente, para hacer aquella situación todavía más tensa.

¡¿Pero qué haces, melón?!

Pude encontrar el momento oportuno para pegar un salto entre Ban y el agua que ya volaba fuera del vaso de Bavol para interponerme entre ellos. Tanta reyerta infundada ya me estaba empezando a cansar, y con todos los líquidos que me estaban cayendo encima iba a pillar un resfriado como poco. Al menos con el agua pude enjuagarme la cara y limpiarme un poco el zumo, que ya se estaba resecando. Esperaba que el chico de Bastión Hueco no se hubiese dado cuenta del ataque, al menos, ya que se estaba yendo cuando Bavol decidió intentar empaparlo.

¡¡Estás...!! ―comencé, un tanto airado. Me obligué a bajar el tono de voz―. ¡Hablas de buenos y malos y tú eres el peor de todos!

Me fui de allí echando humo, con la máscara sucia todavía colgando en mi mano, y me fui directo al patio de butacas para encontrar mi sitio. Supuse que en mi entrada estaría indicado en dónde me iba a sentar. Fue al hacerlo cuando me di cuenta de que me sentaría solo con un sitio vacío a cada lado, si resultaba que ni Bavol ni Light se iban a venir conmigo allá abajo. La verdad es que lo agradecí; tenía ganas de relajarme y dejar de preocuparme por aquella estúpida situación. ¡"Guerra, guerra, guerra"! ¡Nadie sabía hablar de otra cosa! ¡Yo había comido tranquilamente con tres aprendices de Bastión Hueco! ¡Había luchado a su lado! ¡Sabía que con un poco de esfuerzo por ambas partes, todos podríamos colaborar! ¡Lo sabía, en cursiva y remarcado!

Al menos tenía la quizás infundada certeza de que no era el único que pensaba así. Al recordar las palabras de Hisa Wix, pude vislumbrar una pequeña luz en aquel túnel tan angosto. Si tan sólo un Maestro pensaba que podíamos solucionar aquello, había esperanza. ¿Cómo podían decir que los incorpóreos no tenían corazón? Últimamente eran ellos los que hacían más gala de tenerlo que cualquier otra persona que conociese. Por poner un ejemplo, se suponía que Wix era una incorpóreo y aun así se había traído una cita a la ópera. ¿Cid Raines se llamaba?

"He de decir que no esperaba encontrar caras nuevas por aquí."

Un escalofrío me recorrió la espalda de nuevo cuando, al fin, recordé en dónde había oído aquella voz.

Oh, oh.
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