[País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Ban y Gata; Light, Bavol + Fyk

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Soul Eater » Dom Nov 16, 2014 11:27 pm

Mentiría si dijera que no disfruté del momento. Del profundo silencio que se adueñó de la sala, de la cara atónita de Daichi, e incluso del agradable escozor que sentía en mis nudillos. El puñetazo había sido tan liberador que me sentía ligeramente exultante a pesar de la rabia que se acumulaba en mis entrañas.

Sin embargo, no tenía tiempo para alegrarme. Interrogar al joven era, de lejos, infinitamente más importante. Asintiendo ante la mención de los mosqueteros le empujé violentamente al exterior de la cocina, no sin antes volverme hacia los asustados cocineros con violencia —Ni una palabra de esto— murmuré entre dientes, saliendo al recibidor y cerrando la puerta tras de mí.

Mierda, se lo he roto más.― la preocupación del aprendiz por su estrambótico traje era casi cómica. En otra situación me habría resultado un ser simplemente ridículo, pero teniendo en cuenta los acontecimientos no podía dejar de sentir una intensa ira hacia él. ―Antes de que me pegues más… y, au, eso ha dolido, ¿sabes? No tengo sentimientos, pero podrías haberme roto el corazón con ese puñetazo.

Entrecerré los ojos ante su comentario, comenzando a dudar acerca de si estaba fingiendo o si realmente era así de imbécil. Me costaba creer que su estupidez pudiera llegar hasta el punto de hacer bromas cuando tenía una daga colocada en su cuello.

Acerqué el filo del arma, todavía con más fuerza, hasta que este quedó presionando ligeramente contra sus venas. El mensaje no podía ser más explícito, y Daichi, afortunadamente, no necesitó de más indirectas para entenderlo.

¡Vale, vale! Te lo diré todo…Tienes razón: no había ninguna misión. No soy un Maestro. Y vaya, a veces pienso que ni siquiera soy un aprendiz. Por eso no tengo potestad para daros ninguna. Sin embargo, sabía que algo importante iba a pasar. Hoy, aquí y esta noche. Y tú ya lo sabes, ¿verdad? Que todos han sido envenenados.

No cambié en absoluto mi expresión de enfado, pero asentí con la cabeza, instándole a continuar.

¡Antes de que te vuelvas a enfadar por lo inmoral que es…! Tengo que decir en mi defensa que no tenía ni idea de cuál era su plan, ¿vale? Sabía que Wix iba a hacer algo, pero no el qué. Hace una semana, me pidió tres preparados; bueno, dos, porque uno era bastante fácil. Hoy, cuando se los he entregado, he sospechado de ella y he querido acompañarla, pero se ha negado.

»Por eso, eh, digamos que os necesitaba. No quiere ni verme por aquí, ni que intervenga. Quería averiguar qué ocurría… y también si requería de ayuda, aunque no fuera la mía. Ha sido una apuesta arriesgada, porque os he implicado demasiado y me ha costado una cara. ¿Qué era lo que habías preguntado?

Me pregunto por qué no quiere verte por aquí.― contesté, atónita ante su ineptitud. ¿Qué quería saber lo que ocurría? Si tan responsable era, que se encargara él del asunto, y que dejara a los demás en paz. ¿Y de verdad se esperaba una disculpa por el golpe? No le aconsejaría esperar conteniendo la respiración ―He preguntado por el Trovador, Wix y Raines. Tampoco es tan difícil acordarse.― repetí con hosquedad, cada vez más impaciente por sacar algo de información útil entre toda la parrafada que había lanzado.

El Trovador es un amigo mío que nos ha conseguido los trabajos. Es una tortuga de este mundo, pero hoy ni siquiera está presente porque no le dieron un puesto en la orquesta. No tiene ni idea de nosotros, de Llaves Espada u otros mundos.― Otra pista que se revelaba totalmente falsa, fabuloso. Tenía la sensación de haber acabado en medio de un juego de poder que no alcanzaba a comprender ni por asomo.

En cuanto a Wix… No sé muy bien qué se le pasa por la cabeza. En realidad, es culpa mía. Se ha estado comportando de una manera muy rara desde que le dije… Bah, olvídalo. Por último, ese Raines sí que es sospechoso. No le he conocido antes, hasta esta noche, y he viajado bastante por este sitio porque me recuerda a mi ciudad natal. Le he visto con Wix, pero después de vuestro altercado en el piso de arriba (sí, me he pasado la noche espiando estos alrededores), les ha ofrecido a los de Tierra de Partida su ayuda. Incluso ha insinuado que su mejor plan tenía que empezar por matarla a ella. Capullo. La primera vez que le vi parecía guay, pero las apariencias engañan.

¿Matar a Wix? Desde luego, me gustaría verles intentándolo. En cualquier caso, la mujer no me preocupaba demasiado, tanto porque confiaba bastante en sus capacidades como porque no tenía costumbre de preocuparme por la vida de los demás. Sin embargo, era consciente de que después de ella, no era muy difícil que viniéramos nosotros. A fin de cuentas estábamos en el mismo bando.

Me mordí los labios, molesta con todos y con nadie en concreto, por tener que hacer frente a un asunto que se me quedaba grande a todas luces. Yo me había criado a base de golpes, no de intrigas. No tenía demasiadas ideas de qué hacer, ni de cómo salir beneficiada en una situación como esa.

¿Hay algo más que quieras saber? Yo, mmm… Incluso tras ese golpe, supongo que debería disculparme por todo esto, Nata. ¿Qué piensas hacer ahora?― Lo había vuelto a hacer. Me había sacado de mis casillas en el peor momento, con un comentario tan erróneo como desafortunado. Lo más triste de todo es que parecía hasta hacerlo sin querer.

Aprovechando la cercanía, le pegué una patada en la espinilla, si bien no con tanta fuerza como antes, si lo suficiente como para que le doliera un poco. Teniendo en cuenta que iba descalza, tampoco es que pudiera partirle un hueso, pero a fin de cuentas, la letra con sangre entra, ¿no? ―Gata. G-A-T-A.― contesté enfadada ―Me llamo Gata, no Nata.

Suspiré, retirando la daga de su cuello y dejándole campo libre para que se moviera a pesar de todo. No parecía saber mucho más que yo, y tampoco parecía tener intención de pelear.

Y sí, tengo un par de dudas más, ya que lo dices.― añadí. Ya no le estaba amenazando así que podía negarse perfectamente a contestar, pero tampoco es que fueran de importancia crucial.

La primera es qué hay que hacer para ser tan imbécil― pensé, para mis adentros, aunque no lo dije en alto. Ya me había tranquilizado lo suficiente con los dos golpes que le había propinado. ―Dijiste tres preparados. Uno era el veneno, ¿y los otros dos? Ah, y ¿qué le dijiste a Wix que hizo que cambiara? No me imagino demasiadas cosas que sean capaces de alterarla― dije sin ninguna pizca de aprecio por ella, mientras daba vueltas en círculo tratando de pensar.

Finalmente, me volví nuevamente hacia el chico tras guardar la daga, y comencé a hablar algo atropelladamente a causa de lo insegura que me sentía. ―Mira, tú quieres ayudar a Wix y yo quiero salvar mi propio pellejo. Y ambas cosas nos llevan a quitar a Raines del medio. Tú conseguiste los preparados, así que podemos acusarle diciendo que él te los pidió con… fines médicos― inventé ―o cualquier otra cosa, y que luego yo vi como los echaba en la comida. La cosa es acusarle públicamente y punto, y teniendo en cuenta lo implicado que estás en el asunto y el tiempo que has pasado en la cocina, tu palabra puede ser tenida en cuenta.

Sin esperar a que Daichi dijera nada, le pregunté con brusquedad ―¿Sabes dónde están los mosqueteros?― por la definición que había dado antes, parecían sin ninguna duda ser alguna clase de fuerza de orden propia de ese mundo, al igual que lo eran los guardias de Port Royal, a los que yo tenía en tan poca estima.

En caso de que supiera localizarles, me dirigiría a donde me indicara, y en caso contrario, marcharía hacia el teatro, donde debería estar congregada toda la gente. A fin de cuentas, no tenía nada más que sacar del chico y ya había satisfecho mi pequeña venganza personal. Si bien no me hacía gracia hacerle el favor a Wix, lo cierto es que Raines me daba la suficiente mala espina como para que me interesara quitarlo de en medio por mis propios intereses.

Antes de alejarme en un sentido o en otro, sin embargo, me detendría para volverme hacia mi “querido compañero” para decirle con una mirada de enfado ―¿Vienes o no?

Prefería contar con una palabra más a mi favor a la hora de acusar a ese hombre, fuese quién fuese en realidad, pero dado el nivel del aprendiz tampoco es que fuera a quejarme si decidía no acompañarme. De cualquier forma, yo ya tenía claro lo que debía hacer… o al menos, todo lo claro que podía, dada la complejidad de la situación.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Nell » Lun Dic 01, 2014 2:27 am

La terraza


A pesar de tenerle ensartado (literalmente), la ventaja fue de Light cuando aprovechó la corta distancia para atacar con su habilidad más potente, en vez de centrar sus esfuerzos en desasirse de la alabarda. El golpe dio de lleno e hizo retroceder unos cuantos pasos a Wix, quien soltó su propia arma. Contrario a sus intenciones, no la había partido en dos, pero había abierto una brecha horizontal desde su frente hasta la pierna derecha.

Como mínimo le iba a dejar marca.

Con Wix a distancia, Light pudo arrancarse la alabarda; aunque en cuanto vio sus intentos, la incorpóreo misma la invocó de nuevo en su mano, por lo que desapareció del cuerpo del aprendiz.

¿Cómo vas a vencerme ―planteó imperturbable, tras escuchar la acusación de Light― si te falta lo único que te dio ventaja sobre mí la última vez?

De nuevo, volvieron a chocar cuando Light se lanzó a por ella, aprovechando el mismo hechizo que le había sido tan fatal antes. Wix lo bloqueó con la alabarda e intercambiaron varios golpes. Gracias a estos, el aprendiz se daría cuenta de que en lo referente a manejo, era ligeramente mejor que ella cuando consiguió acertarle en el brazo, ante lo que Wix reaccionó con mayor velocidad dándole una patada en la diestra.

De repente, volvió a sentir el mismo poder de atracción que en anteriores ocasiones; sin embargo, solo se aplicaba a su mano derecha… y a sí mismo. Soltó el arma a tiempo de ver cómo su mano era atraída por su propio abdomen, en el mismo sitio donde Wix había clavado anteriormente la alabarda. Parecía como si se estuviera agarrando la vida, aunque era de forma obligada. Si trataba de separar la mano, comprobaría que era imposible retirarla apenas unos segundos antes de que se volviera a pegar. Como un maldito imán.

Manco (por suerte, no para siempre) y desarmado, Wix no tuvo dificultades en tomar ventaja y propinarle un golpe horizontal en el pecho. En esta ocasión, y al contrario que en muchas anteriores, el aprendiz experimentaría de nuevo una de las especialidades de su enemiga y se vería propulsado hacia atrás por el contacto con el arma.

Sin embargo, en esta ocasión, no le dio tiempo a agarrarse a la barandilla, ni fue frenado por esta. Iba a caer…

¿Dónde están tus compañeros?


Light
VIT: 24/50
PH: 10/34



La entrada


La idea de disfrazarse gustó mucho, mucho a Augustine. Asintió y obedientemente se puso a rebuscar en las cajas que Bavol le había indicado. Mientras lo hacía, fue sacando las pelucas, orejas y colas que más le gustaban (y que no estuviesen sucias) para dejarlas aparte.

Por otro lado, el aprendiz puso su atención en el sol tan parecido al del colgante. No encontró alrededor de él nada, para decepción suya, pero sí vería que en la superficie de la figura, en la parte trasera, figuraba una inscripción tallada que decía: «El castillo de luz. 1208». Ante la duda, le preguntó a Augustine.

¡Ahora que lo dices…! Sí que me parece haberlo visto antes ―se sorprendió la perrita, que ya tenía puesta una peluca pelirroja muy abultada y llena de rizos enredados―. Fue hace unos… Mmm, ¡cuatro años! Fue una de las primeras óperas a las que mis papas me trajeron, antes de que empezaran a ser aburridas y repetitivas. La historia era bonita, pero no la recuerdo muy bien. Algo sobre un reino que logró expulsar toda su oscuridad ―Bavol se daría cuenta de que Augustine hablaba del sol en sí, no del símbolo, al que no habría prestado atención.

En la caja de accesorios tampoco encontró nada, salvo unos pendientes con forma de oso que se agenció Augustine, quien le ofreció a Bavol una cola de conejo para ponerse si el muchacho quería.

Un poco sí. Será por culpa del polvo. ¿No te pasa lo mismo? ―respondió afirmativamente a su pregunta sobre la jaqueca.

Y al igual que la perrita, el resto de espectadores también tendrían en colectivo ese mismo dolor de cabeza. Sin embargo, ¿se darían cuenta, tal y como estaban inmersos en la obra? ¿Le buscarían una excusa como había hecho Augustine? ¿Y se pisparían que a los demás les ocurría lo mismo?

Con esa preocupación en mente, Bavol decidió dejar de buscar e ir a investigar la situación. Augustine asintió de nuevo, aceptó su mano y se rio de la peluca al azar escogida por el niño. Cuando salió de nuevo a la entrada, vio a Gata y Daichi en una esquina, hablando entre ellos; sin embargo, como su objetivo era otro, apenas le llegó un fragmento de su conversación concerniente a algo sobre «Gata y no Nata».

Acordó con Augustine la división de tarea que harían y la niña se fue contenta a cumplir su parte, en dirección al palco de sus padres (aunque antes, con tristeza, tuvo que tirar la peluca y los pendientes tras una planta). Bavol, por otra parte, recorrió el pasillo derecho hasta dar con el de Wix.

Dentro encontró una caja de madera. Estaba cerrada (cómo no). Vería que la cerradura tenía forma de sol, del mismo tamaño que el colgante de la Maestra. Solo había una forma de abrirlo.

Entonces, escuchó voces acaloradas en el pasillo. Podía salir o espiar a hurtadillas, porque solo una trataba de bajar el tono y, además, las reconocía perfectamente.

¡No, tía, no, déjame! ¡Tengo que irme de inmediato!

Cálmate, Soizic. Piénsalo un momento… No podemos irnos aún, tenemos que avisar a toda esta gente…

¡Qué más da eso! ¡Lo que tenemos que hacer es ir corriendo a buscar a un médico!

¿Y qué le vas a decir al médico? ¿Qué no sabes qué te pasa, pero que te han dicho que estás env…?

¡SUÉLTAME! ―gritó más de la cuenta, para desasirse del agarre de su amiga―. ¡ME DA IGUAL! ¡No quiero morirme!

La cerdita le dio la espalda a su amiga y corrió, escaleras abajo, hacia la puerta principal para marcharse. Por el contrario, Lucile simplemente suspiró y murmuró, sin haberse percatado de la presencia de Bavol:

Y yo qué pensaba que era fácil de manipular. Supongo que el pánico hace a las personas impredecibles.

_____

Desde luego, era imposible que se llevaran bien. Tras soltarle toda la información que tenía, Gata respondió propinándole una patada en la espinilla, por algo sobre lo que Daichi ni era consciente.

¡AY! Siento dolor, ¿sabes? Te estás pasando con los golpes ―le echó en cara, cojeando―. ¡Lo del nombre no lo he hecho aposta! ¡Fue Shinju la que me lo dijo!

En ese momento, el aprendiz de Tierra de Partida y una perrita pasaron de largo, escaleras arriba, sin hacerles caso.

El encuentro mejoró un poco cuando Gata retiró la daga. Daichi se pasó una mano por el cuello, aunque hasta entonces no se hubiese mostrado preocupado porque de verdad fuera a degollarle; fue un acto inconsciente, porque estaba pensativo, aun cuando Gata siguió planteando sus dudas.

¿Y por qué tengo que responderte? Ya sé que te he metido en este follón sin informarte de ello, pero lo he reconocido, me he disculpado y he tratado de ponerte al día con todo lo que sé. ¿Y qué tengo a cambio? Un puñetazo en la cara, una daga en la garganta y una patada ―protestó, por primera vez, malhumorado―. ¿Siempre tratas así a las personas? Ni siquiera me apetece seguir hablando contigo. ¿Por qué no te marchas y ya está, si tantos problemas te ha dado esta noche?

Enseguida se le notó en la cara el arrepentimiento por haber dicho eso. Inmediatamente, dio la espalda a la aprendiza, caminó hasta la pared y se sentó con la espalda apoyada en ella, enterrando la cara en las manos durante unos segundos. Resopló hasta vaciar los pulmones y volvió a dirigirse a Gata, aunque no la miró directamente.

Tres preparados ―retomó el hilo de la conversación, como si aquello no hubiera pasado, a pesar de verse terriblemente cansado―, sí. Pero no era uno veneno. Dos. Es decir, fueron dos venenos, uno mortal y otro inofensivo. Lo tercero fue fácil, cogí un caramelo de modelo y ya está, porque eh… ¿sabes qué es el placebo?

»Sobre Wix, no lo entenderías ―dejó muy fácilmente el tema de los venenos a un lado, sin darse cuenta de nada―. No nos puedes entender. Hace unos meses, encontré un informe de Ariasu que hablaba de los incorpóreos. Sobre la posibilidad de que… tengan sentimientos. De que poseamos un corazón. Que puede ser. No lo sé. Desde que nací me lo vetaron. No sabría qué hacer con uno ahora.

»Y desde que se lo dije a Wix, no ha vuelto a ser la misma.

Escuchó el plan de Gata y asintió con una cabezada seca. A pesar de la riña anterior, iba a colaborar. Se puso en pie, dispuesto a seguir a la aprendiza, cuando esta le preguntó por los guardias.

¿Los mosqueteros? Pues seguramente fuera, protegiendo…

Efectivamente, estaban fuera, tal y como comprobaron en cuanto entraron cuatro apresuradamente desde la puerta principal. Miraron a su alrededor y se fijaron en ellos dos, rodeándoles rápidamente. O mejor dicho, centrándose en Gata. Tras los mosqueteros, uno de los cocineros (que había entrado después de ellos, supuestamente por haberlos ido a llamar) vociferaba:

¡Es ella! ¡La loca del cuchillo! ¡Entró y nos amenazó a todos!

¡Esperad un momento, esto es un error…!

¡Identifíquese, señorita! ¡Deje todas sus armas en el suelo y entréguese pacíficamente! ―exigió el mosquetero. No parecía muy por la labor de escuchar la defensa de Gata. Además, estaba evidentemente muy nervioso, porque ni recordaba a la chica extra que había dejado pasar unas horas antes.

Y de fondo, una dama cerdita iba apresuradamente hacia la puerta principal. Sin embargo, al verlos, se detuvo para tratar de llamar la atención de los mosqueteros, que no le hicieron ningún caso:

¡Guardias! ¡Guardias! ¡Necesito un guardia que me escolte hasta mi casa! ¡YA!

La que se había armado en un momento.


La sala de máquinas


Pues no, Boris seguía empeñado en no confesar su crimen. Con Fyk era diferente, porque era un niño desconocido que, a saber cómo, se había enterado de lo ocurrido; Toni, en cambio, había sido su socio durante muchísimos años. Reconocer su debilidad y abrir su corazón para explicarle lo que realmente sentía (y lo que había hecho) no era fácil. Y por encima de todas esas cosas, Boris era un cobarde.

… si salimos de esta indemnes, ¡puede que hasta te invite a un plátano, plat!

Vaya, un plátano de Toni… Quién me iba a decir que iba a probar uno alguna vez… ―le respondió tristón.

¿Seguro que no te ocurre nada, plat?

Sí…

¡Pues VENGA, plat! ¡Levántate, plat! ¡Tenemos que ir a ver qué está ocurriendo en la obra, plat! Alguien podría estar, no sé, secuestrando actores en pleno escenario y no nos enteraríamos, pla… ¡Ouch!

¿Qué ocurre?

¡Jaqueca, plat! ¡Justo ahora, plat! Cómo no, con la que se puede liar, plat…

Los dos (¿hombres?) pusieron rumbo hacia el backstage, cruzándose en el camino con Fyk, que les había estado espiando hasta ese momento aunque ninguno se percató ni pensó en ello.

Por cierto, ¿quién eres tú, plat? ―cayó de pronto Toni, a quien el niño no le había llamado la atención la primera vez que lo vio.

Boris evitó la mirada de Fyk y fingió no prestar atención a la conversación, manteniéndose a la espalda de Toni, como si se escondiera de algo.


El teatro


A Ban no le costó localizar al alegre hombrecillo que se había situado en el extremo derecho del escenario, en las sombras, para que nadie le viera. Estaba muy, muy pendiente de la obra, de que se desarrollara a partir de entonces a la perfección, y dispuesto a volver a intervenir si algo se torcía.

Y gracias a Tenue, no le costó situarse a su lado.

Justo en ese momento, el duelo acababa. La implacable maestría de ¿Ralse? en el manejo de la espada había desarmado en apenas unos minutos a Draco, quien le miraba con un deje de confusión desde el suelo, donde había tropezado. Cid le apuntó al cuello, dramáticamente.

Siéntete dichoso, mi buen amigo Draco. Tu muerte, sus muertes, crearán el camino…


Ban vería que el narrador abría la boca para intervenir, repentinamente asustado, pero no le dio tiempo a decir nada porque el muchacho hacía su propio movimiento. Con un par de golpes, le dejó K.O. y se hizo con su puesto. Nadie se dio cuenta porque la acción se concentraba en el centro del escenario, y él además se hallaba en las sombras.

… hacia la libertad de todos


Solo tenía que alzar la voz y hablar.


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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Light » Jue Dic 04, 2014 12:12 am

¿Cómo vas a vencerme si te falta lo único que te dio ventaja sobre mí la última vez?

Se abstuvo de responderla y dejó que su habilidad con la espada y su determinación hablaran por él.

Ambos contendientes chocaron y empezaron a atacarse mutuamente. Los progresos que el aprendiz había hecho con su entrenamiento eran evidentes: la misma Wix que en el pasado les superó con creces ahora se topaba con alguien que le estaba dando problemas. Parecía que cuando se trataba de luchar con armas blancas Light tenía algo de ventaja.

Te recordaba más rápida.

Él fue el primero en efectuar un ataque con éxito. Al fin, alcanzó a Wix con su gigantesca Llave Espada y produjo un corte en su brazo. Aunque justo después recibió una patada de su adversaria, no pudo evitar mantener una sonrisa descarada.

La sonrisa se borró rápidamente de su cara en cuanto se percató de que algo no iba bien. Aparte de que el dolor de cabeza seguía ahí ―y el riesgo de morir a causa del veneno―, no podía mover libremente la diestra. Hisa Wix había inmovilizado la extremidad con la que sujetaba la llave, ahora en el suelo. Esa mano estaba pegada al abdomen, en el punto exacto donde Wix le había empalado con su arma. El chico luchó contra el magnetismo con todas sus fuerzas, en vano. Apenas podía retirarla escasos centímetros.

Ahora no era el momento para preocuparse por sus propias heridas. Para Light, aquel era el momento de producirle mil heridas más a su enemiga.

¿A qué cojones estás jugando…?

En ese preciso momento recibió un golpe en el pecho y salió impulsado hacia atrás... otra vez. Desgraciadamente, no fue capaz de agarrarse a la barandilla como en la ocasión anterior.

«No puedo morir».

¿Dónde están tus compañeros?

Light reaccionó antes de que la gravedad empezara a empujarle hacia el suelo. Después de todo, nada más iniciar el combate se había imaginado que Wix se aprovecharía del terreno e intentaría arrojarle para librarse de él.

Más quisiera. Él ya había planeado qué hacer ante tal situación.

Hizo todo lo posible para recuperar el equilibrio tras aquel impulso. Gracias a la habilidad Planeador, Light permanecería flotando en el aire y no descendería. Aprovecharía que temporalmente podía planear para pasar por encima de la barandilla y regresar al campo de batalla.

¡Eh! ¿Me intentas matar y luego me preguntas eso? No lo contaré si me caigo.

Seguramente Wix intentaría contraatacar rápidamente. Casi no le quedaban fuerzas y apenas podía utilizar otro Planeador más, por lo que tenía que alejar a su contrincante para poder ingerir un éter tranquilamente.

Incluso si se encontraba planeando, si Wix se disponía a atacarle desde el suelo, Light haría aparecer su Llave Espada en la zurda y la transformaría en un látigo de drástico alcance. Comenzaría a girar la muñeca y a mover el brazo de forma pasmosa, atacando múltiples veces con su improvisado látigo cortante, sin perder de vista a la mujer del bando contrario. Ésta recibiría una imprevisible lluvia de latigazos: no dejaría de atacar hasta que Wix retrocediera. En el caso de que intentara derribarle con alguna clase de proyectil para provocar su caída mientras planeaba, interpondría su gran Llave Espada a modo de escudo para protegerse y aterrizar de una pieza.

¿Quieres saber dónde están mis compañeros? Pues…

Esperando que se alejara del enorme rango de su ataque o dejara de atacar para escucharle, Light cogería un éter ―con la otra mano a ser posible― y se lo bebería de un trago. Si su diestra seguía inservible, no le quedaría otra que dejar el arma legendaria en el suelo mientras usaba el objeto curativo. Después, volvería a agarrar la Llave Espada y el combate proseguiría.

No tengo ni idea, me separé de ellos. Siento no poder ayudarte… ―dejó salir una sonora carcajada, poco propia de él. Si pensaba que desembucharía después de lo que les había hecho, lo llevaba claro―. ¿Pero por qué preguntas? ¿Sientes preocupación o miedo por lo que puedan hacer? Ignoraba que los Incorpóreos pudierais sentir. No tenéis corazón ni nada parecido, así que a joderse.

»Y en el caso de que sintieras… Creo que eso es lo que menos te debería preocupar en este momento, ¿no? ―El carmesí de sus ojos se hizo más intenso, como la locura y el creciente deseo de seguir combatiendo. La sonrisa de su rostro se alargó un poco más.

«Oh... sí. Porque este combate va a continuar, te guste o no. Y te voy a tumbar».

Si Light todavía no había utilizado la habilidad Latigazo porque había podido aterrizar y usar el éter sin ningún contratiempo, la usaría en ese momento.

Tengo que vigilar que tus compañeros no hagan nada estúpido. Muere rápido”.

«¿Intentará escapar?» Light se mordió el labio inferior al recordar que Wix ya había confirmado que quería saber de sus compañeros.

Por encima de su cadáver. Si su adversaria intentaba salir de allí, bloquearía la salida de la terraza con un grueso Pilar Tierra.

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▪ Planeador (HC) [Nivel 4] [Requiere Elasticidad: 6]. Evita la caída planeando un tiempo determinado por el cielo.

▪ Latigazo (HC) [Nivel 5] [Requiere Combate con Armas Blancas: 15] El usuario transforma momentáneamente su Llave Espada en un látigo, aumentando drásticamente su alcance y pudiendo golpear a varios enemigos a la vez de un ataque. La potencia de Latigazo es similar a la de un ataque normal. Dura un ataque o varios consecutivos.

- Éter x1

Si intenta huir: ▪ Pilar Tierra (HM) [Nivel 7] [Requiere afinidad a Tierra; Poder mágico: 10] El usuario hace surgir una resistente columna rocosa (de altura máxima 6 metros) en un radio de cinco metros para usarla de apoyo. Sólo un personaje puede subirse a ésta, durante un solo turno. El usuario manipula la altura del pilar a su voluntad.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Tidus Cloud » Vie Dic 05, 2014 2:48 am

Su visita al trastero no había resultado demasiado útil. Aparte de los disfraces que se habían elaborado, sólo consiguió descubrir que aquel sol en concreto pertenecía a una obra que se había interpretado hace unos años llamada «El castillo de luz. 1208». No parecía que fuera una mala obra, pero no creía que tuviera mucha relación con lo que estaba buscando. No se imaginaba precisamente a Wix, que estaba a punto de acabar con la vida de tantas personas, asistiendo al teatro inocentemente para ver a los actores.

Durante su camino a los palcos, observó a Gata, la aprendiza de Bastión Hueco, y al tal Daichi, el ladrón de su disfraz, hablando juntos. En principio no vio nada fuera de lo normal y, como tenía cosas más importantes que hacer, decidió pasar de largo de nuevo.

Augustine y Bavol se separaron para ver lo que estaba ocurriendo entre los adultos y el gitano decidió aprovechar la ocasión para espiar dentro del palco de Wix. Jamás se habría esperado que encontraría algo tan importante de aquella forma: la caja con el antídoto que había estado buscando todo este rato. Estaba claro que tenía que ser esa, pues tenía una cerradura con la forma del colgante de Wix. Se lamentó de no haber sido más inteligente y haber pensado desde el principio lo más evidente: que habría guardado algo así de importante junto a ella, en el sitio en el que había estado sentado, en lugar de esconderlo entre los tarros de la cocina o las cajas del trastero.

No obstante, antes de que pudiera decidir lo que tenía que hacer a continuación, Bavol comenzó a oír demasiado jaleo afuera y decidió ir a ver qué es lo que estaba ocurriendo. Se guardó la caja en su bolsillo, avanzó discretamente hasta unos palcos cercanos y se encontró discutiendo a la cerda y a la pájara sobre la nota que les había llevado la ratoncita. Tal y como había esperado, la noticia las había conmocionado, pero lo que había planeado es que se lo contaran a todos, no que una saliera corriendo presa del pánico.

Dio unos pasos atrás para no ser descubierto cuando la cerda salió alborotada de su palco en dirección al piso inferior. Quizás no fuera la reacción que esperaba, pero a lo mejor bastaba para propagar la noticia por todo el edificio. Fuera como fuese, eso ya no estaba en su mano, pues ahora tenía algo mucho más importante que hacer. Tenía que encontrar una forma de abrir aquella caja, donde estaría el antídoto que necesitarían para curar a todos y vencer así a Wix y a Bastión Hueco.

Regresó al palco de Wix y allí volvió a sacar la caja dejándola unos momentos en el suelo. Sólo se abriría mediante el colgante que portaba la Guardiana, pero eso implicaba que tendría que conseguirlo de alguna manera. Ni se iba a rendir ni iba a traicionar a Tierra de Partida, así que la única opción que le quedaba era derrotarla. Pero, ¿cómo podría él a su nivel enfrentarse a uno de las principales cabezas del bando enemigo? No, tenía que haber otra solución.

Invocó su Llave Espada con la esperanza de que su arma, que abría todas las cerraduras, fuera capaz también con ésta. Apuntó con su arma a la caja esperando que así consiguiera abrirla, porque de lo contrario tendría que enfrentarse a la temible Guardiana.
Última edición por Tidus Cloud el Dom Dic 07, 2014 12:32 am, editado 1 vez en total
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Tidus Cloud
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Soul Eater » Sab Dic 06, 2014 8:07 pm

Daichi, finalmente, se revolvió a causa de los golpes. Quizás tuviera algo de razón al enfadarse conmigo, pero en ese momento yo necesitaba alguien contra el que descargar toda mi rabia… y hasta cierto punto, seguía siendo la persona más indicada para ello.

¿Siempre tratas así a las personas?― preguntó una vez que estuvo libre de mi presa. Únicamente me molesté en asentir bruscamente con la cabeza y pronunciar un simple “sí” sin darle mayor importancia ―Ni siquiera me apetece seguir hablando contigo. ¿Por qué no te marchas y ya está, si tantos problemas te ha dado esta noche?

Esa, sin duda alguna, era una buena pregunta. Desvié la mirada casi instantáneamente, mientras apretaba los dientes. ―Porque Wix ya sabe que estoy aquí, y ya me ha encomendado una verdadera misión― contesté. No sé si lo dije con tristeza, con odio, o si siquiera algún sentimiento se filtró en mi voz, pero pareció bastante para que el aprendiz se arrepintiera.

Realmente, la idea de escapar ni siquiera se me había pasado por la cabeza, y eso era, cuanto menos, extraño. Era cierto que una cosa era negarme a seguirle el juego a la pelirroja, y otra muy distinta el marcharme desobedeciendo ampliamente todas sus órdenes. No podía arriesgarme a eso y a ser expulsada del Bastión a un mundo lleno de enemigos que buscaban mi cabeza.

Pero eso era algo que había razonado en ese momento, pero de alguna forma, inconscientemente, había aceptado una cierta subordinación. Comenzaba a acostumbrarme a la vida en el castillo y a tener que obedecer órdenes, y el darme cuenta de ello me había dolido.

Tras unos momentos de silencio entre los dos, en los que ambos nos negamos a mirarnos a la cara, Daichi finalmente me contestó. Hablaba entrecortadamente, hasta el punto de que casi me costó entenderle, pero no me atreví a pedirle que lo repitiera, por miedo a que se molestara más y no me dijera lo que quería saber.

Sin embargo, una lucecita en mi cabeza se encendió cuando me habló de los preparados. Una lucecita en la que, además, estaba escrita la palabra “peligro”. ―Espera― le interrumpí preocupada ―¿Has dicho dos venenos y un caramelo?― desconocía el significado de la palabra placebo, pero no me importaba demasiado, porque había algo más obvio que no me había dicho. ―¿Y el antídoto? Tuvo que pedirte también un antídoto porque si no…

Si no, ¿qué? Si no yo seguía envenenada. Pero no había tenido ningún síntoma… y aun así… Comencé a ponerme muy nerviosa, y aunque Daichi siguió hablando, yo solo podía pensar en si Wix habría conseguido el remedio por otros métodos, o si era realmente capaz de dejarnos morir a Oswald y a mí.

Por ello no pude evitar hablar cuando terminó de contarme lo que había comentado con su Maestra. ―Me cuesta creer que esa mujer pueda tener corazón. Es demasiado…― apreté los puños, sin ser capaz de encontrar una palabra adecuada ―Pero tú me pareces demasiado humano.― No lo dije ni como una disculpa, ni como un halago, ni como una ofensa. Más bien me parecía un hecho evidente.

Suspiré, dándome cuenta de que no iba a obtener más información de él. Seguía nerviosa por el veneno, pero era consciente de que en estos momentos tenía otras cosas de las que encargarme. Primero iba Raines, y luego ya mantendría una seria conversación con Hisa Wix.

Acompañada por el aprendiz, que parecía estar nuevamente por la labor de colaborar, salimos al exterior… de inmediato, comprendí que no había sido una nueva idea.

En unos instantes, noté como nos rodeaba una larga cacofonía gritos y chillidos varios, entre los que destacaban los agudos gritos de una cerda, y las acusaciones de uno de los cocineros contra mí. Todo ocurrió demasiado rápido, y aunque Daichi trató de defenderme, fue inútil, porque uno de los mosqueteros ya se dirigía hacia mí.

Mi primer impulso fue el de golpearle y salir corriendo, pero comprendí que eso no me traería más que problemas. Y además, ahora sí que no podía marcharme, al menos hasta que me asegurará de que Wix realmente nos había dado un antídoto.

Así que hice algo que no esperaba llegar a hacer en ningún momento de mi vida: lleve mi mano lentamente hacia mi daga para dejarla lentamente en el suelo y extendí las palmas de las manos hacia delante en un gesto pacífico que, por extraño que fuera, no podía tomarse realmente como una rendición… pero es que esos hombres no contaban con que en cualquier momento que quisiera podía invocar la llave espada, con lo cual no estaba verdaderamente desarmada.

Soy Gata, un extra― dije rápidamente para identificarme, y a continuación traté de captar su atención lo suficientemente rápido como para que me escucharan ―¡Cid Raines os ha envenenado a todos!

Sí, amenacé a los cocineros― confesé en caso de que me dejaran explicarme, lanzándole una mirada que no podía esconder algo de furia al delator ―Pero fue porque pensaba que él― señalé a Daichi ―también era culpable. ¡Pero era un error! ¡Tenéis que atrapar a Raines antes de que escapé! ¡Vuestras vidas corren peligro!

Esperaba convencer lo suficiente al guardia como para que me dejara marchar y cambiara de objetivos. Sin embargo, en caso de que las palabras no sirvieran de nada y tratara de atacarme o de obligarme a marchar hacia la prisión, le lanzaría una flama tenebrosa por sorpresa y materializaría mi arma, dispuesta a luchar si era necesario.
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Ronda #10 - No voy a llorar

Notapor Astro » Dom Dic 07, 2014 12:57 pm

Siéntete dichoso, mi buen amigo Draco. Tu muerte, sus muertes, crearán el camino…

Justo a tiempo. Cuando encontré el lugar donde se escondía el narrador y me libré de él con facilidad, el duelo entre ambos protagonistas de la obra estaba terminando. Draco yacía en el suelo, mirando con confusión a Raines, quien le apuntaba al cuello con una espada.

Y, como había comprobado en persona, aquellas espadas eran de verdad, no de atrezo. Enarqué una ceja, levemente sorprendido. ¿Sería capaz...?

… hacia la libertad de todos

Poco importaba lo que pretendiera hacer Raines con esa espada: tenía que aprovechar ahora que estaba en escena, antes de que pasasen al siguiente acto o descubrieran lo que le había hecho al narrador real. Tenue no duraría mucho. Si hacía algo, lo hacía ya.

Mi turno.

El villano había sido revelado.

Sí, el no saber todo el argumento de la obra me lo ponía un poco difícil para inventarme algo convincente del todo, pero improvisar era una de mis especialidades.

Oh, pues el príncipe Ralse no era ningún héroe. Ningún honor había en sus actos. La derrota de Draco fue obra de un cruel y mortal veneno.


Llegaba la parte más delicada: revelar la sorpresa a todos los idiotas que veían la obra. Tuve que hacer memoria para recordar las palabras exactas de Wix cuando había explicado los efectos a los aprendices y a mí. Con un poco de suerte, los afectados ya habrían empezado a notarlos.

Un veneno que provocaba jaqueca, un dolor horrible en la cabeza que aumentaba a cada minuto. Pronto llegaron sudores fríos y un terrible malestar, acompañados por mareos y vómitos. En el último momento, una última lágrima marcará el fin de la vida.


Esperé un breve momento, para darle más teatralidad a lo ocurrido, sin quitarle un ojo encima a Raines.

Y ustedes, damas y caballeros, han sido envenenados igualmente por este fatídico veneno. Obra y gracia de Cid Raines, alias príncipe Ralse, quien lo puso en la comida que se servía antes del inicio de ésta representación.


Tuve el tonto impulso de cruzar los dedos. Necesitaba toda la suerte del mundo en aquel momento. ¿Funcionaría?

¿Notan los síntomas?
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Nell » Dom Dic 14, 2014 2:58 am

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La terraza


Como suponía, Wix trató de aprovechar el vuelo de regreso de Light para atacarle. Saltó en su dirección, dispuesta a expulsarle de nuevo con la alabarda, pero la habilidad y el látigo del aprendiz se impusieron y fue ella la que se llevó los golpes. Al final, tuvo que coger impulso de un choque para retroceder, y Light pudo aterrizar en la terraza tranquilo, tomándose de paso el éter.

Finalmente, además, pudo liberar mano y abdomen. Por contra, a pesar de que el dolor de cabeza había remitido ligeramente, notó de repente un sudor frío.

Tienes razón.

Entonces, lanzó la alabarda directa hacia Light. Sin embargo, en vez de ir recta, el arma fue girando sobre sí misma para ganar velocidad y fuerza. No iba a poder esquivarlo sin más.


Light
VIT: 24/50
PH: 21/34



Palco I


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Tidus ha cortado su post después de que ambos lo habláramos por PM, porque supuso que no podría abrir la caja con la Llave y de probarlo sí lo conseguiría (como ha sucedido, trolleo fail mío xD), así que a partir de ese punto todo cambia con lo que encuentra dentro.


A pesar de la forma de sol, la Llave reaccionó y salió un fino rayo de luz hacia la cerradura, que se abrió con un «clic». Dentro no estaba el antídoto, ni tampoco su localización. En su lugar, había una carta. La misma que cierta ratoncita había visto escribiendo a la ocupante del palco.

Y que esta había dejado atrás por motivos desconocidos.

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¡Bavol obtiene el Informe 6!


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Mi nombre es Hisa Wix. Soy la Guardiana de Bastión Hueco desde hace casi tres años. Nací con los recuerdos de otra persona, de una idéntica a mí. Una acérrima justiciera a la que durante su juventud reclutó una silenciosa mujer para que sirviera a la Orden, recientemente tocada por la tragedia. Se consideraba afortunada, por la oportunidad y la Maestra que la había escogido, y nada tenía que envidiar a la otra única aprendiz rubia de por entonces.

Murió cuando fui creada. Siempre me he preguntado hasta qué punto somos dos personas diferentes. Toda mi vida he cargado con sus recuerdos. Soy y no soy ella. La diferencia está en el corazón, que ella tuvo y yo no tengo.

Por eso he aspirado tanto a conseguir uno, el mío propio. Sería la prueba irrefutable de que yo soy yo. Cuando Ariasu me propuso encontrar una solución a cambio de custodiar el castillo, acepté sin dudarlo, incluso cuando ese trabajo me llevó a hacer cosas que la otra yo hubiese encontrado reprochables. Pero nada llegó tan lejos como para cuestionarme si hacía o no lo correcto.

Sin embargo, algo ha cambiado estos últimos meses. Todo empezó con una orden:
«Mátalos».

Soy incapaz de explicar lo que sentí en aquel momento. Nanashi estaba furiosa. Acababa de declarar la guerra a Tierra de Partida a raíz del ataque a traición de Ronin a Ryota. Ronin… Sé y no sé quién es. Nunca habría hecho algo así… al menos, cuando ella le conoció.

Independientemente de eso, la guerra había comenzado. Antes, mis órdenes consistían en frenar y hacer desistir a todo aprendiz o Maestro de Tierra de Partida que quisiera penetrar en los muros del castillo. Y si las cosas se ponían feas, llevarlo ante uno de los Maestros. Jamás me habían mandado antes que los matara. Ahora, sería intolerable que dejase escapar a cualquiera de esas ratas traicioneras.

Pasé las siguientes semanas pensando qué debía hacer. Era la Guardiana. Tenía que cumplir órdenes. Después de tanto tiempo, la meta del corazón había pasado a un segundo plano porque el cargo me había ayudado a crearme una identidad propia como incorpóreo. Incluso tenía aprendices. Y aun así, en el fondo, no había abandonado nunca a Iwashi. Mientras custodiara las puertas de acceso, ningún incauto aprendiz sediento de heroísmo cometería la imprudencia de enfrentarse a quienes habitaban dentro. Allí no había nadie más para protegerlos.

Viví esta última etapa de mi vida angustiada. Esperaba con temor el día en el que uno de los ya mencionados aprendices se presentara ante la puerta. No sucedía con frecuencia, pero las casualidades existen. Y entonces, tendría que tomar una decisión de la que no habría marcha atrás.

El que se presentó en su lugar fue Daichi. Traía consigo un documento que había sustraído del cuarto de Ariasu. En él, explicaba la verdad de los incorpóreos: que van formando por sí mismos un corazón a lo largo del tiempo. No supe qué pensar. ¿Era verdad o mentira? ¿Significaba eso que siempre había sido yo misma? ¿Quién era Iwashi entonces?

Me habría gustado conocerla. Quizá ella habría llegado a una respuesta antes que yo.

Ya no tengo motivos para continuar siendo Guardiana. Al mismo tiempo, es todo lo que soy. Y no quiero ser nada más. ¿Pero cómo continuar una vida propia que le fue arrebatada a otra persona? Encontré la solución una noche de verano, cuando conocí a un hombre de metas honorables y medios terribles. Se me ocurrió rescatar el antiguo rasgo justiciero de Iwashi, como merece la ocasión, para pararle los pies y poner en marcha mis propios planes; así que me alié con él, aunque le he ido traicionando a cada paso del camino.

Ese camino me ha llevado hasta hoy. Querido lector, si has alcanzado a leer hasta aquí, debo disculparme por no haber empezado esta carta sin tranquilizarte en algo: me he asegurado concienzudamente y puedo tranquilizarte de que no habrá muertes esta noche. Solo una. El veneno no es mortal, solo causa algunas molestias como la jaqueca o los sudores. Dentro de unos días todo el mundo estará de nuevo sano. Y si los aprendices lo hacen bien, nadie descubrirá lo ocurrido, porque repartirán el «antídoto» y se convertirán en héroes.

Héroes aquí y allí, en Tierra de Partida. Llevarán a la Orden una victoria de la guerra: la muerte de la Guardiana del castillo. Hubo quienes ya lo intentaron antes, pero su bondadoso corazón les obligó a revivirme. En esta ocasión, me aseguraré de que no cometan el mismo error. Será una última lección.

No iba a dejar nada escrito. El escenario está bien montado para que cada actor interprete bien su parte. Sin embargo, tras meditarlo, creo que me quedaré más tranquila si le cedo a alguien la verdad de lo ocurrirá aquí esta noche, por si en alguna ocasión sea necesaria la información. Supongo que el misterio perpetuo no va tanto conmigo.

Mi deseo y petición para ti, que has encontrado la verdad en estas líneas, es que guardes silencio. Esta es mi última voluntad. Esta noche se producirá la muerte de la Guardiana, no de la incorpóreo traidora que no pudo soportar un corazón propio.

El espectáculo debe continuar.

Atentamente,
Hisa Wix.


La búsqueda había acabado. ¿O no? ¿Debía continuar el espectáculo o debían pagar los criminales? ¿Quién era el criminal y quién el inocente? La cabeza le empezó a dar vueltas, por ese veneno-no-veneno que había tomado y que se manifestaba de vez en cuando.

¿Qué decisión tomaría Bavol?


La entrada


Cuando Gata dejó la daga sobre el suelo, un mosquetero se adelantó a recogerla y a cachear a la chica para asegurarse de que no tenía más mientras ella daba su explicación. No encontró nada y, satisfecho, él y otro compañero procedieron a situarse a cada lado de la chica (todavía con las armas desenvainadas) para vigilarla.

La información acerca del veneno dejó patidifusos a los guardias, que se miraron entre ellos sin saber qué creer. La primera en reaccionar fue la cerdita:

¡Por eso quiero irme! ¡Necesito un médico YA! ―exclamó angustiada, tirando de las ropas al que parecía el líder―. A mí también me han dicho lo mismo, así que ¡haced vuestro trabajo y acompañadme hasta casa!

Cálmes…

¡No voy a calmarme, OINK! ―Le salió sin querer el feo ruido―. ¡Hacedme caso…!

¡Ya, ya, deje de tirar! Esperad que piense un momento…

Tenía toda la pinta de que el capitán mosquetero no tenía ni idea de qué hacer. De ser cierta la información, se encontraría ante una grave crisis en la que gran parte de la nobleza del país se hallaba recluida en un teatro a punto de morir. Y no por una compleja conspiración y un feroz ejército, peor aún: por un veneno. A los soldados no se les enseña a combatir más que con espada. ¿Qué iban a hacer ellos contra algo tan intangible?

Así que, al final, optó por la solución más fácil.

Tú, acompaña a la señora a su carruaje ―ordenó, con una inusitada paciencia, al mosquetero libre.

¡Señorita, querrá decir…!

Fue su última queja, porque el mencionado mosquetero la agarró por los hombros y la arrastró fuera. Por otra parte, el cocinero delator les rodeó para escabullirse de nuevo a la cocina, donde reuniría a todos para contarles el cotilleo antes de que despertara el Chef y les pusiera a trabajar.

Y vosotros dos…

¿¡Yo también!?

Cállate, chico. Vosotros dos ―repitió, señalándolos― quedáis arrestados. Vamos a comprobar vuestra historia. Si es verdad, os dejaremos libres e iremos a por Raines. Aunque… ―Intercambió otra mirada con sus compañeros―. Él es Ralse. No podemos arrestarlo durante la representación… ¿no?

Los otros dos se encogieron de hombros. Ninguno se había encontrado en una situación parecida y tan peliaguda antes.

¿Y cómo vais a comprobarlo? ―inquirió Daichi, enarcando una ceja y con pinta de estar frustrado con tan peleles guardias.

Hablaremos con el Director para aclarar… el asunto ―respondió el capitán―. Vamos, seguidme.

»Por cierto, ¿cómo os habéis enterado vosotros? ¿Y desde cuándo lo sabéis? ¿Qué relación tenéis con Raines?

Eh…

Gata podía escoger entre responder o no. Parecía que el capitán estaba dispuesto a razonar, sobre todo tras el testimonio de la cerdita, pero no sabía muy bien qué hacer para afrontar la situación y estaba tratando de esquivar la crisis. La idea de la aprendiza había sido atacarles de ser arrestada; sin embargo, no parecía que lo estuviese como tal, porque no la habían esposado y le estaban siguiendo la corriente, aunque sí continuara custodiada por ambos mosqueteros.

Echaron a andar hacia el teatro, aunque la intención era virar hacia la derecha e ir por la sala de máquinas hasta el backstage. Sin embargo, antes de llegar, el capitán se detuvo por otra señorita que bajaba las escaleras, Lucile, y se dirigía apresuradamente a él.

¡Ay, señor mosquetero! ¡Mi amiga ha salido corriendo hace apenas unos minutos! Una mensajera nos hizo llegar esta carta…

Mientras tanto, Daichi se acercó disimuladamente a Gata para susurrarle:

Oye, ¿qué hacemos? Seguro que no nos durarían ni un asalto y están más perdidos que un aprendiz de Tierra de Partida en una guarida de Villanos Finales. ¿Está bien que sigamos con ellos?

»Por cierto, no te preocupes por el veneno. A veces me dejo llevar y me comporto como un idiota, pero no lo soy tanto como para fabricar un veneno sin su correspondiente antídoto, aunque no me lo haya pedido, ¿sabes?

Definitivamente, tenía que decidirlo ella. ¿Continuar con ese papel con la cuadrilla torpe de mosqueteros o irse por su cuenta?

¿Y quién le hizo llegar esta nota? ―Gata vería de refilón que era la misma carta que le habían mandado a ella.

No lo sé, no pregunté a la chiquilla que vino a entregárnoslo a nuestro palco ―respondió Lucile―. Señor, esto es gravííísimo… ¿Qué va a hacer?

Esto… Ir a hablar con el Director… Supongo…

Entonces les acompaño. Quizá pueda ser de ayuda ―sonrió.

Hasta ahora, Gata no había sentido ni el dolor de cabeza ni los mareos. A pesar de las últimas sospechas, podía asumir que gran parte de los síntomas no habían dado en ella como en los demás. Y sin embargo… pudo darse cuenta de que cada vez le costaba más caminar…


El teatro


Al principio, todo fue muy confuso y eso Ban pudo notarlo por los murmullos indecentes que comenzaron a llegarle. ¿Qué era eso del veneno de Ralse? ¿Podía ser aquello más absurdo? ¡Si Ralse había pensado que Draco había muerto en la guerra! ¿Cómo había previsto el envenenarle para su combate?

Sin embargo, una vez empezado, no podía parar. La descripción del veneno provocó también desconcierto, pero sobre todo intriga. Las pausas de Ban eran idóneas para crear el ambiente, auspiciado por los propios actores que se habían quedado estáticos a la espera de la guía del narrador (incluso Cid). En otra vida, quizá pueda ser un buen cuentacuentos.

Y todo para que, al final, se diera el bombazo: la sala al completo estaba envenenada. De no haber dado las explicaciones adecuadas, le habrían tomado por un loco; en su lugar, los invitados se miraban entre ellos, esperando que alguien refutara esos síntomas que hasta el momento habían sentido individualmente. Tras esos segundos de desconcierto inicial… empezó la masacre.

Hubo quien saltó de su asiento y comenzó a despotricar contra esas falacias; otros, en cambio, gritaban para saber si era cierto o no; y unos últimos, que terminaron por convertirse en mayoría, se pusieron de pie y empezaron a atropellarse para ir hacia la salida.

Los actores también estaban confusos. Hacía rato que habían dejado su papel y miraban hacia el lugar donde debería estar colocado el narrador, y donde ahora no había nadie. Un extra se acercó a mirar y encontró al desmayado, estupefacto porque no entendía nada. ¿Quién había hablado?

Y lo lógico habría sido que se lanzaran sobre Cid Raines, el aparente conspirador. Sin embargo, había desaparecido durante los segundos de mayor revuelo y ni Draco le había prestado atención.

Ban descubrió su localización cuando escuchó su voz, tras las cortinas que había a su espalda. Tenue no había perdido su efecto, pero Cid sabía dónde estaba y le hablaba directamente:

Debí suponer que esa mujer os volvería contra mí. ―No parecía enfadado―. Independientemente de eso, los planes no han cambiado. Todos morirán, y que sea o no el culpable dará igual cuando desaparezca de este mundo…

Su voz se fue perdiendo poco a poco, como si se alejase. De querer perseguirlo, a Ban le bastaría con apartar la cortina e ir tras él. Sin embargo, ya había cumplido con la misión, ¿no? Y por otro lado, se sentía algo cansado, e incluso torpe y lento físicamente.


La sala de máquinas


La mudez de Fyk poco importó, porque Toni estaba radiante y hablaba por los dos.

¡Un joven espectador, supongo, plat! Lo siento, pequeñín, no firmamos autógrafos hasta el final de la representación, plat. Y si no vuelves ya, ¡te la vas a perder, plat! ¿Acaso no has escuchado hablar de la «bendición de la ópera», plat? ―Guiñó descaradamente un ojo a Boris―. Dicen por ahí, plat, que si pides un deseo al final, ¡este se cumple, plat! ¿No es así, plat?

Sí, eso, supongo…

Ve y pide muchos, muchos deseos, plat, ¿vale, plat? ―Guiño otra vez el ojo, esta vez a Fyk, y volvió con Boris. Ser un niño tenía sus ventajas, porque los adultos creían que por usar un vocabulario técnico estos no pillaban nada―. La mejor idea de marketing del último siglo, plat. Tengo que subirte el sueldo, plat.

Acto seguido, ambos se encaminaron hacia el backstage.


Fecha límite: 20 de diciembre.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Light » Lun Dic 15, 2014 1:16 am

Light se sintió mucho mejor tras ingerir la bebida que restablecería gran parte de sus energías ―incluso parecía que ya no tenía dolores de cabeza―. Las necesitaba si quería protegerse y acabar con su enemiga rápidamente.

Además, podía volver a usar su diestra como siempre. En sus entrenamientos con Ronin había aprendido a manejar perfectamente las armas blancas con cualquiera de las extremidades, así que no le resultaba un problema utilizar la zurda. No obstante, él prefería sostener la espada con ambas manos para golpear más fuertemente.

«Mierda, el veneno... », comenzó a experimentar sudores fríos, como si se encontrara enfermo. Entonces, recordó las palabras de su adversaria, cuando les avisó sobre los síntomas de aquel veneno letal. Los dolores de cabeza habían cesado, en efecto, pero el malestar producido por el veneno no; incluso sintió la necesidad urgente de abrigarse o resguardarse dentro para combatir el frío. Aquello solo podía significar una cosa.

Se le estaba agotando el tiempo.

Hisa Wix, como siempre, le respondió de manera clara, sin extenderse demasiado.

Tienes razón.

Se dispuso a atacarle con su arma de gran alcance, arrojándola. Aquel tiro mortífero avanzaría cada vez más rápido y terminaría impactando contra él si no hacía algo para detenerlo.

Light hizo lo primero que se le pasó por la cabeza para evitar el ataque, no tuvo tiempo para meditar sus acciones.

«¡Giro Magnético!».

Recordó cómo su contrincante le había repelido múltiples veces y decidió realizar su misma jugada.

El aprendiz giró inmediatamente sobre sí mismo, con Llave Espada en mano. Aquel rápido movimiento serviría para crear un campo magnético que le protegería. No atraería su alabarda, sino que provocaría el efecto contrario: el de repulsión. Su arma no se aproximaría a él, sino que saldría impulsada en dirección opuesta, hacia la mismísima Hisa Wix.

Impulsada por medio del magnetismo, el arma de Wix además ganaría más velocidad y más fuerza cuanto más girara. Y no lo podría esquivar sin más. Ni tampoco podría cambiar el polo que había adquirido gracias al efecto de la habilidad de Light. Definitivamente, el aprendiz de Tierra de Partida le devolvería su propio ataque.

¡Ahora me toca a mí! ―gritó, con la ira dibujada en el rostro.

Saliera ilesa o no, correría en dirección a la guardiana para atacarla sin piedad con su llave y descargar toda su rabia, sin utilizar ninguna habilidad en particular. Su alabarda no le alcanzaría durante un periodo breve de tiempo ahora que la habilidad estaba activada ―y por ende, la repulsión―, por lo que difícilmente podría atacarle o defenderse con ésta. Esto le daba una ventaja que no dudaría en aprovechar cuanto antes.

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▪ Giro magnético (HC) [Nivel 10] [Requiere Afinidad a Espacio; Velocidad: 18] El usuario da una vuelta sobre sí mismo, creando un pequeño campo magnético a su alrededor que puede causar atracción o repulsión en aquellos que se encuentren en él, de apenas un par de metros de radio. Una vez ejecutada la habilidad, no se puede cambiar el polo adquirido por cada uno.

(Supongo que no hace falta que la ponga porque es de Wix y tú la conocerás mejor que nadie XD pero weno)

+ Ataque físico normal
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Tidus Cloud » Vie Dic 19, 2014 11:57 pm

Bavol no pudo contener un pequeño chillido de euforia cuando contempló cómo inesperadamente la caja de Wix se abría gracias a su querida Llave Espada. Saltó varias veces de alegría a la vez que apretaba con fuerza sus puños y golpeaba contentísimo al aire como si fuera el vencedor de un gran combate.

Sin embargo, su felicidad se acabó en cuanto se dio cuenta de que en el interior de la caja no había un frasco con el antídoto como esperaba, sino que en realidad había encontrado una carta. Un tanto frustrado, el gitano agarró la carta y leyó molesto por no haber encontrado su objetivo el contenido de aquella carta.

Gracias a Dios ya había aprendido a leer lo suficientemente bien como para entender la carta por completo. Nunca habría imaginado que podría encontrar algo así. Se quedó unos segundos inmóvil a causa de la impresión y a continuación volvió a leerse la carta una y otra vez. Daba igual cuantas veces la leyera, no podía frenar la explosión de sensaciones que se había desatado en su interior.

Acababa de leer la historia de Wix. No la historia que contaría de ella Bastión Hueco o Tierra de Partida, sino la verdadera. Era la historia de una mujer que había sufrido, que había perdido su corazón y había intentado volver a encontrar su camino, de una persona que tenía principios y que en realidad no quería matar a nadie y de alguien que ya no entendía bien quién era ella en realidad y que había decidido darse muerte.

Nadie iba a morir, nadie estaba envenenado. Aquel hombre al que se refería la carta seguramente fuera Cid, de quien había desconfiado desde el principio (y acababa de demostrar que lo había hecho con razón). La carta sólo hablaba de una muerte: de la muerte de Wix.

Bavol se llevó una mano a la cabeza. Se preguntaba cómo podía ser todo aquello posible. Aquella mujer no era mala, su primera impresión de ella había sido correcta. En el fondo sabía que incluso tenían algo en común, puede que ambos estuvieran en guerra, pero en realidad ninguno de los dos quería verse en la situación de tener que matar a la otra persona. Los ojos se lo empañaron al reflexionar lo que aquello significaba, una buena persona iba a morir y encima quería dejar a los Aprendices de Tierra de Partida como héroes.

No podía permitirlo, tenía que haber una forma distinta de solucionar las cosas. Ahora mismo no importaba lo que le estuviese ocurriendo a Augustine ni a los demás espectadores, a ninguno de ellos iba a pasarles nada más allá de unos cuantos dolores. Tenía que salvar a la única inocente que podía morir aquella noche.

Rápidamente abandonó el palco de Wix y subió hasta el lugar donde la Guardiana les había indicado que estaría esperando su respuesta. Llegó apresuradamente, con el corazón latiéndole cada vez más fuerte y agitando la carta al aire. Contempló la escena y antes incluso de asimilar todo lo que estaba ocurriendo allí, decidió exclamar:

¡Por favor, parad!

Esperando que su súplica surtiera efecto y los dos combatientes allí presentes (Wix y su compañero Light) no lanzaran ningún ataque más.

¡Nadie va a morir, nadie está envenenado! —chilló Bavol desesperado a causa del estrés y deseando que su compañero oyera aquella información—. ¡He leído tu carta, Wix!

Echó una larga mirada a Wix como si esperara que ella dijera algo al respecto de lo que acababa de comentar. Se intentó acercar a su compañero para hacerle entrega de la carta que había sacado de la cajita.

¡Ella es inocente, Light! Ha engañado a Cid, él es el que quería acabar con todos. El veneno no matará a nadie —le resumió el gitano apresuradamente para después girarse a la Guardiana—. Wix, no tienes que morir, por favor…

El gitano se adelantó unos pasos hacia ella con las manos en alto como señal de que iba en son de paz. Estaba demasiado nervioso por toda aquella situación, hace un momento creía que un montón de personas inocentes y él iban a morir y en un segundo había descubierto que todo eso era mentira y que quien creía que era una villana era en realidad una buena persona. No quería luchar con ella, él ya no tenía ningún motivo para hacerlo. Las lágrimas se le resbalaron por las mejilla, había sido demasiada tensión para el pobre niño.

No entiendo por qué quieres morirte, Wix —empezó a comentar nerviosamente—. Puedes hacer otra cosa, p-podrías volver con nosotros, con Tierra de Partida. O-o si ya no quieres luchar más, puedes irte a vivir a otro mundo fuera de la guerra. ¡Encontraremos una solución!

Tenía miedo porque no sabía cómo iba a reaccionar Wix, pero todo lo que estaba diciéndole era sincero y esperaba que ella lo pudiera sentir así.
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Tidus Cloud
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Soul Eater » Sab Dic 20, 2014 6:11 pm

No tardé en llegar a la única conclusión que parecía ser una certeza a prueba de error respecto a ese extraño mundo: Que todos sus habitantes eran unos auténticos inútiles.

Los guardias fueron muy veloces a la hora de cachearme, a lo que respondí con una mirada claramente enojada que sin lugar a dudas anunciaba problemas, pero en cuanto escucharon la verdad se quedaron, simple y llanamente, parados. Si hubiera querido, creo que me hubiera podido marchar tranquilamente sin que les diera tiempo a reaccionar.

Les miré con exasperación mal disimulada ―¿Pero es que no me habéis oído? ¡Os vais a morir si no hacéis algo!

Lo más ridículo del asunto fue que incluso tras mi advertencia, la única que reaccionó fue una… cerda, que quién sabía de dónde había salido. Fue inevitable que me sorprendiera, tanto por la impresión que causaba su cuerpo porcino embutido en un vestido de aparente calidad, como por los gruñidos que introducía en medio de su conversación.

Sin embargo, lo que realmente me llamo la atención es que estuviera enterada del asunto del veneno. Wix solo nos había informado a nosotros… ¿cómo se había enterado entonces? Pero no era un buen momento para hacer preguntas ya que mi representación particular tenía que continuar.

Una vez que el capitán obligó a uno de sus subalternos a que acompañaran a la grotesca señorita, que parecía empeñada en buscar a un médico para que la salvara sin ser consciente de que probablemente no le diera tiempo a conseguir un antídoto, se volvió hacia nosotros.

Y vosotros dos…― dijo, incluyendo a un molesto Daichi que no tenía ninguna aparente intención de involucrarse, lo que me hizo entornar los ojos para mirarle con evidente fastidio ―Cállate, chico. Vosotros dos quedáis arrestados. Vamos a comprobar vuestra historia. Si es verdad, os dejaremos libres e iremos a por Raines. Aunque… él es Ralse. No podemos arrestarlo durante la representación… ¿no?

¿Cómo que no?― dije elevando mi tono de voz sin darme cuenta ―¿Vais a esperar a que escape?― Había cometido un error de principiante: creer que los guardias eran iguales en todos lados. Y parecía que este mundo no funcionaba como Port Royal.

¿Y cómo vais a comprobarlo?―añadió Daichi, con una frustración bastante propia de una persona con corazón, y echándome un cable por primera vez.

Hablaremos con el Director para aclarar… el asunto.

¿Pero cuánto tiempo creéis que tenéis?― murmuré con fastidio, resignándome a su ineficacia mientras comenzaba a andar detrás del mal elegido jefe, que comenzó además a interrogarnos. Y ante el obvio titubeo de mi compañero, que no me habría sorprendido que proviniera de ese mundo, porque le veía demasiadas características en común con sus habitantes, no me quedó otro remedio que responder como se me ocurrió

Como extra tuve que encargarme igualmente de servir la cena― dije apresuradamente porque el tiempo apremiaba ―Y le sorprendí en la cocina vertiendo algo en la comida… así que le espié y vi como se tomaba un líquido y como escribía unas cartas...― me lleve una mano al bolsillo y extraje la arrugada bola de papel que antes había sido una nota de Wix ―…así que cogí una de ellas en un descuido, y esto es lo que ponía― terminé enseñándosela al capitán.

Sinceramente, sabía que mi historia podía hacer aguas por mil lugares diferentes, pero ¿eso que importaba? Dudaba mucho que con sus mermadas capacidades intelectuales fueran capaces de encontrar muchos fallos a lo que había dicho.

¿Pero de que os importa saber todo esto si acabáis muertos?― pregunté con ganas de pegarles un puñetazo también a los mosqueteros ―¡Lo principal es atrapar a Raines!

Sin embargo, mi protesta quedó ahogada por la llegada de una nueva “dama”… una pájara, para ser exactos, al parecer también enterada misteriosamente del asunto del veneno. La interrupción me alivió en parte, porque me sentía extrañamente cansada, y avanzar se estaba convirtiendo en un auténtico suplicio. La sospecha de que Wix nos hubiera engañado volvió a instalarse en mi mente, provocando que apretara las mandíbulas para controlar mi miedo.

Permanecí aparentemente atenta a la conversación que ella y el capitán estaban llevando, aunque realmente estaba aprovechando para comunicarme con Daichi a escondidas.

Oye, ¿qué hacemos? Seguro que no nos durarían ni un asalto y están más perdidos que un aprendiz de Tierra de Partida en una guarida de Villanos Finales.― Muy a mi pesar, no pude evitar que las comisuras de mis labios se curvaran levemente ante la broma, aunque no me sentía alegre en absoluto ―¿Está bien que sigamos con ellos?

Wix nos ordenó que demostráramos la culpabilidad de Raines― musité tratando de mover los labios lo mínimo posible ―Y les necesitábamos para acusarle… aunque ahora ya no nos hacen falta. Lo que hay que hacer es acabar con él antes de que nos desmienta o involucre. Y respecto al…― comencé, pero por una vez él se me adelantó.

Por cierto, no te preocupes por el veneno. A veces me dejo llevar y me comporto como un idiota,no hace falta que lo jurespero no lo soy tanto como para fabricar un veneno sin su correspondiente antídoto, aunque no me lo haya pedido, ¿sabes?

No lo sabía, así que el escucharlo de sus labios me tranquilizó en parte. ―¿Se lo diste a Wix? ¿O lo tienes aquí?― pregunté algo angustiada, dispuesta a tomármelo lo antes posible ―Lo necesito,― dije con un tono ligeramente amenazador, como ocurría siempre que estaba nerviosa ―porque creo que el veneno me está haciendo efecto…

En ese momento, escuché la voz del capitán informando a la mujer de que iban a acudir a hablar con el Director. Contuve el impulso de poner los ojos en blanco. Si seguían así se iban a morir sin más, y a este paso, yo también si no encontraba un auténtico antídoto pronto… o a lo mejor Wix nos había dado el de verdad y el cansancio de mis piernas solo era una reacción al miedo… no podía saberlo.

De cualquier forma, habían dicho que Raines estaba actuando, así que probablemente estaría todavía en la representación. ―Tú haz lo que quieras― dije, de forma algo brusca, más por costumbre que otra cosa, sin ninguna intención de ordenarle lo que tenía que hacer llegados a este punto ―Pero yo voy a tratar de llevarles hasta “el criminal”.

Y tras estas palabras y sin esperar ninguna clase de respuesta, alcé la voz para dirigirme a los guardias ―Vosotros seguid perdiendo el tiempo, pero yo no pienso dejar que ese hombre escape...― Y tras decirlo eché a correr lo más rápido que podía teniendo en cuenta el cansancio que sentía, para entrar en el teatro, donde imaginaba que estaba mi objetivo. No dudaba que los guardias tratarían de atraparme, teniendo en cuenta mis experiencias en el puerto, así que pensaba obligarles a enfrentarse al criminal, o al menos, a tratar de detenerle una vez que la representación se interrumpiera.

Y desde luego, estaba dispuesta a luchar contra él si se daba el caso, aunque preferiría que fueran los mosqueteros quienes hicieran el trabajo. En principio, en cuanto viera a Raines le lanzaría una flama tenebrosa para placarle después aprovechando la sorpresa… aunque claro, si no lo encontraba lo más probable es que tuviera que detenerme a recuperar el aliento y buscar una buena excusa para los guardias.
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Ronda #11 - No voy a llorar

Notapor Astro » Dom Dic 21, 2014 3:12 pm

Funcionó, más o menos.

El caos se había desatado en la ópera: algunos negaban lo del veneno a gritos, otros se preguntaban unos a otros si de verdad era cierto, y la gran mayoría intentaba salir de allí cual avalancha, taponando las salidas. ¡Incluso los actores se habían quedado sin saber qué hacer!

Fantástico.

Pero había perdido mi objetivo principal: Raines se había esfumado aprovechando la confusión que yo había provocado. ¿Dónde se había metido? Se suponía que la gente tenía que haberse abalanzado sobre él, pero debía de haber salido huyendo en cuanto empecé a hablar como narrador...

Debí suponer que esa mujer os volvería contra mí.

Me puse rígido, alerta. Raines estaba en las cortinas a mi espalda... Me había encontrado incluso aunque el hechizo Tenue seguía haciendo efecto.

Independientemente de eso, los planes no han cambiado. Todos morirán, y que sea o no el culpable dará igual cuando desaparezca de este mundo…

¿Mundos? ¿No había dicho Wix que Raines no tenía conocimiento de ese tipo? Qué demonios...

El villano se alejaba. Me giré para seguirle, pero las piernas me temblaron y estuve apunto de caer al suelo. Fue en ese momento cuando me di cuenta: no me encontraba bien físicamente. Había estado tan atento a mi plan que no me había percatado de que poco a poco cada vez estaba más cansado, y todo el cuerpo me pesaba cada vez más.

¿Qué me estaba...?

Veneno... ―susurré para mí mismo.

¿Podía ser que el antídoto no hubiese funcionado? ¿Un efecto secundario? No estaba seguro, pero estas condiciones no podía enfrentarme a Raines. La victoria no estaba asegurada. Además, la misión estaba cumplida, Raines sería considerado un criminal en todo el mundo por la muerte de todos los asistente. Lo mejor era volver con Wix.

Lo más rápido que pude con mi estado físico, salí del escenario para dirigirme a la terraza donde Wix debería estar esperando a que los aprendices de Tierra de Partida le dieran una respuesta.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Nell » Mar Dic 30, 2014 11:40 pm

La terraza


Irónicamente, el ataque de Wix fue repelido por otro suyo, que el bueno de Light había tomado prestado de Xefil. La alabarda cambió su rumbo y fue lanzada violentamente de regreso a su dueña, que la vio venir con sorpresa. Y se clavó limpiamente en ella.

Acto seguido, Light decidió volver a embestirla con ataques directos aprovechando su desventaja. En esta ocasión, la mujer solo alcanzó a defenderse alzando los brazos para protegerse, pero no hizo ningún movimiento más, anclada en el suelo. Y cuando cesaron los golpes y el aprendiz se separó, vio el resultado del combate.

Había derrotado a Wix. Esquirlas de oscuridad manaban de su cuerpo, deshaciéndose nada más dejar el contacto con él, al mismo tiempo que se desmenuzaba poco a poco, como había ocurrido la última vez que estuvo al borde de la muerte. Aun así, la Maestra se siguió manteniendo en pie, gracias a que el efecto del magnetismo había desaparecido y pudo convocar de nuevo su alabarda para sostenerse en ella.

Se llevó las manos al cuello, no para proteger hasta su último suspiro la solución al magnicidio masivo, sino para arrancarse el colgante y abrirlo por sí misma. De él, cayó una nota doblada a la que no hizo ningún caso, sino que miró a algo más que había dentro.

Se acabó. Has gana…

Le interrumpió Bavol, que llegó a la terraza gritando todo lo que había descubierto y tratando de evitar algo ya inevitable. El niño tampoco tenía nada que temer al acercarse a ella, porque a todas luces Wix no representaba en ese momento un peligro para nadie.

Wix no dijo nada, sino que observó la carta que el chico le pasaba a Light y la reconoció. Los dedos se le habían ido escurriendo y muy, muy debilitada, se vio obligada a dejarse caer de rodillas y sostener todo su peso en la alabarda, para no tirarse del todo.

Incluso así, se las ingenió para mirar a Bavol y hacerle el mismo gesto que había hecho en el teatro, para señalarle que se acercara. Y cuando le tuvo a una distancia suficiente, alzó una de sus manos (la misma con la que sostenía el colgante) y le pellizcó la mejilla, donde todavía le quedaba alguna lágrima.

Niño tonto. ¿Cómo dejan aún que entre gente tan joven en la Orden…? Entendéis tan poco el mundo… ―suspiró, como resignada― y el corazón. Aunque el corazón no es posible comprenderlo nunca. Y mírame, aquí dando una charla a un alumno cuando eso no es propio de mí, sino de ella… ―miró de reojo a Light―. Estoy preparada para devolverla.

Cada vez le costaba más hablar y respirar, aunque lo primero quizá no tanto por el esfuerzo físico. Ya podían tirarle todas las pociones que quisieran, que de esta no se libraba. Debía comprenderlo también, porque le dio un genuino beso al colgante y terminó su canción:

No voy a llorar y decir
que no merezco esto
Porque es probable
que lo merezca,
pero no lo quiera
y por eso…


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Con perdón a Tidus Cloud por mentirle descaradamente.


Cerró los ojos. Y del derecho, una solitaria lágrima rodó por su mejilla, precipitándose al suelo.

Todo su cuerpo se quedó inmóvil. Y, acto seguido, una perturbación en el aire la engulló, y se convirtió en miles de fragmentos de oscuridad que se deshicieron como lo habían hecho todos los demás. Había muerto. De ella, no quedó ni rastro, salvo la nota… y el colgante, que rebotó en el suelo justo en el lugar donde había estado antes la incorpóreo.

En la nota, descubrirían la localización del «antídoto»: estaba en el trastero de la entrada, la puerta a la izquierda nada más entrar, donde ya había rebuscado Bavol. Lo encontrarían escondido en una caja en cuyo rótulo se leía «Lámparas».

Por otro lado, el colgante era lo único que había quedado de ella, aunque ya no contenía la nota. Si lo volvían a abrir, verían la imagen de un niño de unos seis años, con un cabello castaño muy revuelto, sonriendo a la cámara de oreja a oreja, mostrándole a quien quiera que se hallara al otro lado los dos dedos de la victoria. El chaval estaba cubierto de protecciones, como brazaletes o guanteletes, y aun así parecía bastante magullado, con heridas recién vendadas y algunos moratones. Al fondo se distinguía un castillo radiante que ninguno reconocería, porque pertenecía a un mundo que ya no existía.


El teatro


Gata estaba en lo cierto: los mosqueteros no cuestionaron todas las lagunas que había en su historia, porque tenían otras cosas de las que ocuparse. Mucho más tarde, se preguntarían por qué Cid iba a escribir unas cartas o por qué ningún cocinero le había visto por sus dominios y sí una camarera, pero para entonces la aprendiza estaría muy lejos, en otro mundo. Así que misión cumplida.

Además, Daichi le respondió, aunque no como esperaba.

No se lo di porque no me lo pidió ―se encogió de hombros―. Pero, oye, más importante que eso, no hay antídoto para tanta gente…

No pudo ni decirle que no llevaba el antídoto consigo, porque la nerviosa chica se lanzó a continuar su persecución tras Cid, con el fin de que no diera al traste el plan desmintiendo su culpabilidad. Echó a correr hacia el teatro, y aunque los mosqueteros trataron efectivamente de seguirla, no pudieron. Mientras atravesaba el pasillo hacia los asientos, este se inundó de repente de una marabunta de personas que trataban desesperadamente por salir. Gracias a que era pequeña y ágil, pudo escurrirse hasta la sala antes de que los asistentes la bloquearan por completo, dejando atrás a sus perseguidores y a Daichi.

Se enteraría, por el rumor de la sala, que Cid había sido acusado públicamente de propagar un veneno, destapando su treta en cuanto los asistentes se dieron cuenta de que experimentaban los mismos síntomas. Todos aquellos que habían huido se lo contarían a los mosqueteros, y estos no tendrían más remedio que escuchar.

Sin embargo, en la sala no había ni rastro de Cid. Y Gata sentía sus miembros más rígidos, paralizándose, y le costaba muchísimo moverse.

Por otro lado, Ban había decidido dejar escapar a Cid y volver con Wix. Cid se hallaba en el backstage, por lo que no podía ir por ahí, y el otro camino para llegar que el chico conocía era la puerta principal. Dicho acceso, en ese momento, estaba atascado por toda la gente que quería salir en tropel. No obstante, cerca de allí vería a Gata (y ella a él, a su vez, puesto que el hechizo de invisibilidad se esfumó poco después). Podían encontrarse y que ambos intercambiaran sus experiencias, mientras la salida se despejaba.

Al descubierto de nuevo, y aunque ningún asistente le conocía ni había relacionado al narrador con el extra revoltoso, hubo alguien que sí se había dado cuenta y que se acercó al aprendiz, roja de rabia y con con el maquillaje corrido por algunas lágrimas. La extra que le había estado ayudando.

¡Era tu voz! ¡Tú has ocasionado esto! ―Varios asistentes escucharon las quejas de la extra y se acercaron a increparle también―. ¡Has arruinado la ópera! Y no solo la carrera de Boris y Toni, sino también todas las nuestras. Nadie está envenenado, ¿verdad? La idea en sí es absurda, con los mosqueteros protegiéndonos. Te has aprovechado de la facilidad para asustar a la gente y ¿todo para qué? ¡Para reírte de nuestro trabajo! ―Lloró la chica, y le propinó una bofetada, todavía esperando una explicación, junto a los demás.

Y apenas tuvo tiempo para ella porque, tanto Ban como Gata, notaron un escozor en el ojo y algo húmedo rodando por sus mejillas. La lágrima terminó de caer y, unos segundos después, por mucho que trataran de resistirse, se verían sumergidos en un profundo sueño del que podían no despertar jamás.


Light y Bavol


Wix había muerto.

Cuando bajaran de la terraza, se percatarían de que ni siquiera allí las cosas iban bien. Desde el pasillo no se escuchaba el rumor de la ópera y, al llegar a la escalinata, verían que la mayoría de los asistentes estaban congregados en la entrada. Todo el mundo se reunía, exaltado y nervioso, y la noticia del veneno corría en boca de todos. Alguien la había filtrado.

Aquellos que se habían negado a abandonar el edificio para exigir una explicación y buscar una solución eran los presentes en el piso de abajo. Sin embargo, hubo también muchos que se escurrieron por separado y se marcharon con el fin de hallar un médico por su cuenta.

Bavol vería a Augustine de la mano de sus padres, pálida y, por primera vez, asustada. Esquivó la mirada del muchacho y se apegó más a las faldas de su madre, porque hasta ella tenía miedo de morir por un veneno que había creído ficticio en todo momento. Light, por otro lado, alcanzaría a ver a una Lucile apartada en una esquina, bebiendo champán y aburrida, como si el tema no fuera con ella.

Los asistentes, aparte de hablar entre sí, se congregaban alrededor de los mosqueteros, que instaban la calma y pedían paciencia, porque el supuesto responsable de todo (un tal Cid Raines) no aparecía por ningún sitio. Entre ellos destacaba el que aparentemente debía de ser su jefe, ya que daba órdenes a todo guardia que se le acercaba y no se dejaba arrinconar tanto por los nobles.

Todo era un caos. Sin embargo, y a pesar del miedo de todos, Light y Bavol sabían que en un par de días los efectos secundarios del veneno falso desaparecerían. Ninguno iba a morir. Podían buscar a Fyk y marcharse cuando quisieran, porque no tenían nada más que hacer allí.

¿O sí? ¿Debía continuar el espectáculo? Aún tenían en sus manos la localización del «antídoto»…, aunque eso les obligaría a dar muchas explicaciones.




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Hisa Wix lo miró fijamente. Se puso en pie y le dio la espalda a propósito.

Se acabó. Adiós, Daichi —le despidió sin pudor.

Por primera vez desde que había entrado, el aprendiz obedeció y se encaminó a la puerta, pero se paró en el marco a tiempo para decirle:

¿Adiós a quién? Desde que me convertí en incorpóreo, crees que Daichi ha muerto —le recriminó—. Para ti, solo soy un constante recuerdo de algo que ya no existe.

Y dio un portazo tras de sí para asegurarse de que no le replicara. Wix pensó en seguirle, pero no debía llevar la discusión a los pasillos. En su lugar, se giró de nuevo para mirar el resultado en el espejo. Estaba maravillosa. Había olvidado lo bien que se sentía una cuando se arreglaba y embellecía. El espejo también le devolvió el reflejo de la bolsa que le había llevado Daichi, y se encaminó hacia ella con el recuerdo reciente de la discusión.

Inspeccionó su contenido y se aseguró de que estuviera todo. No dudaba de Daichi, pero no le gustaba que se torcieran los planes por fallos menores. Encontró cada cosa etiquetada y tras cerciorarse de que no faltaba nada, dio con una última de la que no se había percatado.

Entre todos los frascos, Daichi había metido un collar con cierre. Incluso antes de cogerlo y abrirlo, ya sabía qué contenía. Lo había tirado hacía meses por la ventana.

Tras pensárselo unos minutos, lo guardó de nuevo en la bolsa de Daichi, se la colgó y salió de la habitación sin mirar atrás por un Portal de Luz.

Aun le atormentaban las preguntas del panfleto.

¿Qué nos está pasando a mí y a mi hijo?
¿Por qué ha tenido que contármelo?
¿Es mi culpa?


Fecha límite: 5 de enero.
Este será vuestro penúltimo post.
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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Light » Mié Dic 31, 2014 8:19 pm

El iracundo aprendiz cargó contra la indefensa Hisa Wix con todas sus fuerzas, como si no hubiera mañana. La sacudió con tanto ímpetu y rabia que empezó a resentirse de los dedos y los brazos. ¿Estaría agotándose por culpa del veneno? En realidad, se estaba dejando el alma con cada zurra: jamás había golpeado con tanta saña a alguien.

Y no podía parar.

Por Axel. Por Ragun. Por Saxor. Por Xefil. ―A medida que nombraba a los aprendices arremetía contra ella, un golpe por cada aprendiz que se compadeció de ella―. Por todos aquellos que te salvaron la vida. Ya veo cómo se lo agradeces.

Cogió aire y cargó contra ella por última vez.

¡Te lo dije! ¡¡Alguien como tú nunca podrá derrotarme!! ―bramó.

Su Llave Espada volvió a entrar en contacto con su piel y produjo otro corte. Consciente de que los efectos de Giro Magnético podían llegar a su fin, Light brincó hacia atrás y se preparó para un posible contraataque.

«Oh. ¿Ya está?».

Aunque, en realidad, nunca llegó ese contraataque. Sus ojos, que lucían el color de la sangre, se clavaron en la guerrera derrotada… que estaba empezando a desvanecerse. La expresión del rostro serio de Light no se modificó ni un ápice. En ésta no había estupefacción, ni alivio, ni sonrisa alguna. Solo indiferencia, y una mirada intensa y enloquecedora.

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El aprendiz dio un paso hacia atrás y levantó ligeramente la Llave Espada en cuanto su contrincante recuperó su alabarda. De todas formas no le atacó con ésta, sino que simplemente la utilizó como apoyo.

Preparado para cualquier cosa, sus ojos rojos vigilaron cada uno de sus movimientos. La derrotada acercó sus manos al colgante para arrancárselo y mostrarle lo que había en el interior. Una nota cayó al suelo y Light se abalanzó sobre ésta, temeroso de que intentara destruir la posible pista que con tanto ahínco había deseado.

No se fijó en lo que estaba haciendo Wix en esos momentos. Se concentró en leer la nota para memorizar rápidamente la localización del famoso antídoto. Ahora solo tenía que salir disparado hacia el trastero, ingerirlo para quitarse un peso de encima y repartir el resto de inmediato.

Se acabó. Has gana…

¡Por favor, parad!

Bavol apareció en escena, rogándoles que se detuvieran. En realidad, él no sabía que el combate ya había finalizado: Wix le había entregado aquel papel en señal de victoria.

Como el combate había llegado a su fin —incluso la propia Wix lo había admitido—, el nexo-D entre Light y Xefil se desactivó y sus ojos volvieron a mostrar su color natural.

Light se llevó la mano hasta el pecho y comenzó a respirar entrecortadamente. Como si hubiera estado mucho tiempo bajo el agua sin poder respirar, le faltaba aire; sentía que el corazón le iba a reventar y se encontraba agotado, en mente y cuerpo. Las piernas le temblaban y, a la vista del asesinato que supuestamente había cometido, le entraron náuseas y creía que se iba a desmayar por la enorme presión de un momento a otro. Empezaba a asimilar todo lo que había hecho y esto le estaba superando.

Sumergirse en la locura, elemento que él y Xefil compartían, le había servido para hacer cosas que en ningún momento se hubiera imaginado capaz. Del mismo modo que utilizaba su propia Locura cuando le quedaban pocas energías, había entrado en un estado similar en el momento en que Wix le confesó sus supuestas intenciones y le atravesó con su alabarda. A partir de ese momento, no cedió hasta acabar con su adversaria.

También había reaccionado ante los ataques de Wix con una velocidad que él jamás había demostrado. La Brecha Lunar, el Giro Magnético… Se sorprendía de la rapidez con la que había ejecutado estas habilidades. De hecho no sabía ni cómo seguía vivo. En las batallas normalmente le dedicaba varios segundos a meditar sus acciones, pero en esta ocasión su mente no había requerido uno ni siquiera.

Se había convertido en una máquina de matar. Y lo que más temía de todo… es que en el fondo había disfrutado de aquel combate, como nunca. Cuando en realidad éste debía haber supuesto una tortura… en realidad se lo había pasado bien. Había encarado aquel combate sonriente, deseoso en todo momento de masacrar a su adversaria y liberar toda su furia sobre ella.

Rasgar su carne con su espada le había llenado de regocijo.

«¿Qué he… hecho?».

Lo había vuelto a hacer. Otra vez. No era consciente, pero había estado luchando contra una persona inocente.

Sin dudar un segundo, Light se dirigió a Bavol, con voz débil.

El antídoto está en el trastero de la entrada ―le contó en primer lugar―. Tenemos que ir a…

¡Ella es inocente, Light! ―escuchar de la boca de su compañero que era inocente le aturdió completamente―. Ha engañado a Cid, él es el que quería acabar con todos.

¡No! ¡Ella dijo que iba a matar a todos los aprendices! —alegó.

El veneno no matará a nadie.

«¿Qué…?», se le hizo un nudo en la garganta y fue incapaz de responderle.

Aquello no le podía parecer más inaudito. No podía ser cierto.

Aceptó la hoja de papel que le había tendido el joven y empezó a leerla. No se imaginaba su contenido y no creía ni por asomo que su opinión respecto a Wix fuera a cambiar tras leerla. Había escuchado sus oscuras intenciones y los síntomas de aquel veneno le habían dejado claro que aquello no era ninguna clase de broma.

Leer la nota le sirvió para descubrir la verdadera cara de Wix y compadecerse de ella. El incorpóreo sin sentimientos, el plan para acabar con los aprendices usando el veneno… todo aquello era una gran mentira, Hisa Wix se lo había inventado todo. Y la verdad, que era imposible de digerir para Light, no podía ser más amarga y cruel.

Negó con la cabeza múltiples veces cuando llegó a la parte del veneno.

«No, no, no».

¡Me engañaste! —Explotó delante de la Guardiana, colérico—. ¡Nunca fuiste nuestra enemiga! ¡La guerra era algo que te superaba como a nosotros! ¡Nadie quiere matar a nadie, ni siquiera tú! ¡Todo eso de que no tenías sentimientos y lo del veneno era… mentira! ¡Y me has obligado a destruirte, la historia se ha vuelto a repetir! ¿¡Cómo pudiste!? ¡¡Cómo pudiste!! —vociferaba atropelladamente, sin pensar lo que decía.

Cerró los puños y se dejó caer sobre el suelo, de rodillas. Apretó los dientes e hizo todo lo posible para contener un chillido de rabia e impotencia.

Xefil y yo pensábamos que había un modo de devolverte el corazón. Pero ahora… si desapareces, ¿cómo vamos a hacerlo? —expresó con un hilo de voz.

A partir de ese momento fue incapaz de pronunciar palabra alguna: estaba hecho un manojo de nervios y los efectos del falso veneno le estaban afectando.

Escuchó en silencio la canción de la Guardiana del Castillo, entre temblores. Antes de comenzar su canto les había confirmado que iba a devolver algo. Light no comprendió del todo a qué se refería y tampoco hizo ninguna pregunta al respecto.

Aquella canción tampoco tenía ningún significado para él. Pero aun así no la interrumpió, como el buen alumno que atendía a su profesora. Escuchó lo que aquella Maestra tenía que decir de principio a fin.

Gateó para acercarse a ella y la tomó entre sus brazos, negándose a dejarla marchar.

No voy a llorar y decir
que no merezco esto
Porque es probable
que lo merezca,
pero no lo quiera
y por eso…


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Tarde o temprano, cesaría su canto y permanecería completamente inmóvil. Entonces, se temió lo peor.

¿Wix?

No obtuvo respuesta. Una lágrima descendió por su rostro… y la Guardiana del Castillo se desintegró en miles de motas de oscuridad. Había muerto en sus brazos y se había ido.

«Se ha ido».

Sus ojos se humedecieron y las primeras lágrimas empezaron a caer por su rostro. La muerte de Hisa Wix le produjo un shock que le mantuvo paralizado los siguientes segundos. Puede que su muerte había sido inevitable desde el principio, pero aun así se consideraba un miserable por haber sido partícipe de ésta.

Al final no había podido pedirla perdón por todo lo que la dijo hace dos años. Ya no tendría ninguna otra oportunidad… porque se había ido.

Se aferró a lo único que quedaba de ella, el colgante. Agarró el sol con ambas extremidades y no lo soltó en ningún momento. En su interior había algo más, la foto de un niño pequeño lleno de magulladuras que debía haber significado mucho para ella.

Secó su rostro con las mangas del traje y se levantó del suelo. No podía seguir soportándolo. En aquellos momentos lo que más le apetecía era… gritar.

Cogió una burrada de aire, alzó la vista hacia el cielo nocturno y liberó un tremendo rugido cargado de frustración.

Se quedó más a gusto tras el grito, pero claramente no bastaba. Wix no volvería y seguiría odiándose a sí mismo. Si hubiera confiado en ella, si la locura no le hubiera cegado, si no se hubiera tragado su mentira… podían haber encontrado la remota manera de cambiar el destino.

En cuanto superó el disgusto y se tranquilizó, le devolvió a Bavol el informe y puso rumbo hacia la entrada. No habían podido evitar su muerte, pero todavía podían cumplir su última voluntad.

Vámonos. Recuerda esta nota y su última voluntad. El espectáculo debe continuar.

Se llevaría con él aquel amuleto. Lo guardaría en un bolsillo recóndito y no se separaría jamás de éste.

***


El caos reinaba en la ópera en aquellos momentos. Light, que no había abandonado la terraza en toda la noche, ignoraba todo cuanto había ocurrido y se sorprendió cuando se enteró de que el envenenamiento era conocido por todos los asistentes.

«¿Creen que ha sido Cid Raines…?», le pareció escuchar que todos le señalaban como culpable. ¿Cómo demonios habían llegado a esa conclusión?

No pudo evitar compadecerse de ellos. Consciente de que ninguno de ellos iba a morir, se mostró tranquilo. Seguía temblando y experimentando escalofríos por los efectos de la toxina, pero al menos su vida no estaba en peligro, así que no tenía nada que temer.

El chico no abandonó la escalinata y procuró mantenerse lo más alejado de la muchedumbre.

Darles el antídoto servirá para calmarles —sugirió a Bavol—. Y era lo que ella quería. No sé cómo lo haré… pero intentaré tranquilizar al personal y confirmarles que tenemos el antídoto mientras tú vas a por éste, ¿de acuerdo? —Le entregó a su compañero la nota que detallaba la localización. Bavol era un niño y no le tomarían en serio dijera lo que dijera, por lo que calmar a las masas era una tarea principalmente suya—. Suerte.

Bavol y él se separaron para cumplir la voluntad de la fallecida. Cuando el gitano desapareció, dio un paso hacia el frente y cogió aire. Tenía que ignorar los sudores fríos y mostrarse firme.

¡Escuchadme todos! —vociferó a pleno pulmón. En primer lugar, les aseguraría que nadie de ellos iba a morir para intentar relajarles—. ¡Nadie va a morir esta noche! —A partir de ese momento, hablaría en voz alta para todos los asistentes e intercambiaría miradas con ellos, intentando aparentar tranquilidad y normalidad—. Hemos descubierto a tiempo el malvado plan de Cid Raines y hemos encontrado el antídoto. Entiendo que estéis nerviosos porque es una situación sumamente delicada, pero os ruego que esperéis con calma a que os suministremos el antídoto. No abandonéis el edificio y esperad aquí, por favor.

Light estaría dispuesto a responder cualquier pregunta —y mentiría si era necesario— que le hicieran. Especialmente procuraría no levantar sospechas de su procedencia en el interrogatorio. Si las autoridades le preguntaban qué tenía que ver con toda aquella locura, les justificaría que era un simple detective que había estado investigando las desapariciones recientes.

Ahora… ¿Cómo demonios iban a suministrar el supuesto antídoto? Esa era la principal cuestión en aquel momento.

Tendremos otro rato de degustación y manjares variados, escogidos por el mismísimo Director, al finalizar la obra”.

Si alguno encuentra el antídoto, pues que vaya a la cocina y se lo eche a la comida lo más rápido posible. Después ya nos buscaremos la forma de que todo el mundo coma algo”.

Daba igual que no hubiera antídoto suficiente. Con antídoto o sin él, nadie iba a morir al fin y al cabo: anunciarles que se salvarían si probaban un poco de aquella comida bastaría, o eso esperaba. Cuando los primeros camareros con las bandejas empezaran a acudir —si no había suficientes incluso se prestaría voluntario para ayudar a repartir la comida—, soltaría el bombazo que todos estaban esperando (si Bavol se lo llegaba a confirmar, claro está): degustar aquellos aperitivos era suficiente para eliminar el veneno de sus cuerpos; y si comían demasiado, evitando que otros pudieran salvarse, el antídoto perdería su eficacia. Lo último que quería es que todos se pelearan para comer lo máximo posible.

No tenían nada que temer. Light sería de los primeros en probar uno de los entremeses de hecho. Si Bavol había echado el antídoto sobre ese alimento, posiblemente los síntomas desaparecerían. Y en caso contrario le daba realmente igual porque el veneno no era mortal, aunque tendría que seguir cargando con la enfermedad y le esperaría un viaje desagradable en glider.

En algún momento, si la situación se lo permitía, iría donde Lucile para hablar con ella. Se había mostrado muy tranquila en aquellos momentos y eso le llamó la atención inevitablemente.

Me sorprendió que te mostraras tan tranquila, a diferencia de todos los demás —comentó mientras se acercaba. No aparentó darle demasiada importancia, pero se notaba que el aprendiz tenía curiosidad—. Oye, siento haberos mentido, no soy ningún forrado del extranjero. Conseguí la entrada porque me la regalaron simplemente.

Acto seguido, empezaría a servirse de alcohol (se aseguraría de que se servía de una botella recién sacada de la cocina, con el antídoto en teoría). Brindaría con Lucile si ésta aceptaba y se tomaría un trago a su salud… Bueno, en realidad unos cuantos.

Realmente le apetecía beber para olvidar todo lo que le había pasado.

Por cierto, ¿dónde se encuentra tu amiga la cerdita?

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Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar

Notapor Tidus Cloud » Vie Ene 02, 2015 2:23 am

Wix yacía moribunda justo delante de él. Con tan solo ver a su compañero Light podía deducir que los dos habían estado luchando y al parecer el Aprendiz había sido capaz de derrotar a la famosa Guardiana de Bastión Hueco. Había llegado demasiado tarde.

Bavol se acercó lentamente cuando ella se lo pidió con un gesto. Para su sorpresa Wix le pellizcó la cara, lo que hizo que el gitano se llevara una mano dolorido a la mejilla mientras contemplaba con tristeza a la Guardiana.

Niño tonto. ¿Cómo dejan aún que entre gente tan joven en la Orden…? Entendéis tan poco el mundo… y el corazón. Aunque el corazón no es posible comprenderlo nunca. Y mírame, aquí dando una charla a un alumno cuando eso no es propio de mí, sino de ella… Estoy preparada para devolverla.

N-no te entiendo… ―Bavol agachó levemente la cabeza y empezó a sollozar―. P-pero yo no quiero que te mueras...

Se sentía mal por lo que le había dicho antes en la escalera porque ahora ya sabía su historia y lo que había visto en ella no era a una cruel asesina, sino a una víctima. No era el único que estaba dolido, puesto que Light le recriminó mucho más enfadado de cómo él lo había hecho aquella situación; no obstante, las protestas y las peticiones de los Aprendices no cambiaron nada.

Wix se llevó el colgante con forma de sol a los labios y a continuación comenzó a cantar, mientras que Light se acercaba a ella y la tomaba entre sus brazos:

No voy a llorar y decir
que no merezco esto
Porque es probable
que lo merezca,
pero no lo quiera
y por eso…

El niño tampoco entendía por qué repentinamente había decidido ponerse a cantar y por qué no había terminado la canción, pero cuando vio que Wix derramaba una única lágrima, el corazón del gitano se le rompió en mil pedazos. Unos instantes después la Guardiana se esfumó en el aire, había muerto dejando únicamente aquel colgante con forma de sol.

Light se derrumbó al ver la muerte de Wix aferrándose a la última posesión que había dejado y lanzando un poderoso grito al aire. Por su parte, Bavol continuó llorando con la vista clavada en el suelo y sin mediar palabra con su compañero. El niño seguramente no tuviera la historia que tenía Light con Wix, pero es que él lloraba por una razón diferente a la del otro Aprendiz. Bavol lloraba porque se había equivocado, porque había juzgado erróneamente a una persona inocente y porque sentía que podría haber hecho algo para evitar aquella muerte.

Después de un rato se percató de que una mano sosteniendo un papel se extendía hacia él. Era Light que le tendía de nuevo la carta de Wix. Bavol se limpió sus lágrimas con la manga de su traje y seguidamente la cogió.

Vámonos. Recuerda esta nota y su última voluntad. El espectáculo debe continuar.

El gitano le dirigió una mirada muy significativa. No comprendía qué quería decirle Light con lo de que el espectáculo debía continuar, él ya no tenía más ganas de seguir jugando a nada.

***

Durante la caminata el humor de Bavol se fue templando poco a poco. No podía decir que estuviera realmente sorprendido cuando contempló a la marabunta de personas en el piso de abajo exigiendo una explicación sobre su envenenamiento, ya que al fin y al cabo él mismo había buscado que se divulgara el rumor cuando le pidió a la ratoncita que le entregara la nota a la cerda.

Se llevó una mano a la cara avergonzado por la que había liado; no obstante, no se sintió verdaderamente arrepentido por haber formado aquella situación hasta que se percató de la presencia de Augustine junto a su madre. La perrita ya no se atrevía ni a mirarle directamente al gitano, lo cual desmoralizó totalmente a Bavol. Se sentía como un monstruo cuando él sólo había querido salvarlos a todos.

Darles el antídoto servirá para calmarles. Y era lo que ella quería. No sé cómo lo haré… pero intentaré tranquilizar al personal y confirmarles que tenemos el antídoto mientras tú vas a por éste, ¿de acuerdo?

Bavol echó un vistazo a la nota que le entregó su compañero, según la cual el famoso antídoto estaba en el trastero que había visitado antes en una caja que ponía Lámparas. ¿Quién se hubiera imaginado que estaría en un lugar como ése? El gitano soltó un suspiro cansado mientras guardaba la nota en el bolsillo.

Nadie va a morir, Light. Ya la hemos liado bastante, tendríamos que volvernos a casa, ya no quiero estar más aquí —concluyó Bavol pesimistamente—. Voy a por el antídoto y que se las arreglen los mosqueteros. De paso creo que voy a buscar a Fyk, alguien le tendrá que avisar de lo que ha pasado.

Entendía que Light de alguna manera quisiera arreglar la situación que allí se había formado, pero el gitano ya no tenía ganas de nada más. Al fin y al cabo, Bavol había intentado salvarlos a todos y sólo había conseguido empeorar las cosas. No obstante, mientras bajaba la escalinata, se dio cuenta de que podía hacer una última cosa.

Creo que puedo ayudarte si quieres tranquilizarlos, Light —le indicó Bavol a su compañero—. Calma.

Una invisible onda de luz emanaría del gitano y afectaría a los corazones de todos los presentes, que al instante deberían empezar a sentirse relajados y en paz consigo mismos. No sabía si iba a terminar con aquella situación, pero al menos el hechizo debía servir para que los presentes estuvieran mucho más receptivos.

Seguidamente, Bavol acudió sin dirigirle la mirada a nadie al trastero en el que ya había estado y como ya había visto las cajas antes, no tendría problema para localizar la caja de las Lámparas y extraer de ella el supuesto antídoto. Una vez tuviera el antídoto, volvería a salir a la recepción con el resto de espectadores. El pequeño buscó con la mirada a quién le podría entregar aquel frasco para que se encargarse de la situación y se percató de que uno de los mosqueteros parecía dominar la situación mucho más que el resto, de manera que dedujo que ése sería su jefe y decidió acercarse.

Señor, tome esto —dijo Bavol entregándole el frasco al jefe de los mosqueteros—. Es el antídoto para el veneno. El Director me ha pedido que se lo entregue y también me ha dicho que le diga de su parte que los detectives a los que ha contratado tienen todo bajo control. Si no me cree, pregúntele a él —concluyó señalando a su compañero Light—. Yo pienso que sería buena idea echarlo en la comida, ¿no cree, señor?

No tenía nada más que decir, ya dependía de él si quería creerle o no, así que decidió continuar con su camino. Puede que la mentira no fuera perfecta y seguramente tuviera muchos huecos, pero por eso le había indicado que preguntara a Light, que seguramente sabría mucho mejor que él como llevarlos a todos por el buen camino. Si el mosquetero se empeñaba en pedirle explicaciones, se aprovecharía por fin el hecho de que nadie le tomaban en serio por ser un niño y le diría que tan solo le había dicho lo que le había pedido el Director.

Al terminar de hablar con el mosquetero puso rumbo al backstage, puesto que si no recordaba mal era el lugar en el que había estado buscando Fyk. Una vez dentro y en el caso de que no se encontrara con nada que pudiera llamar la atención, Bavol buscaría de inmediato a su compañero. En cuanto le encontrara, le susurraría discretamente:

Hemos descubierto la verdad. —El gitano se calló unos segundos herido en su orgullo por tener que decirle lo siguiente a quien había defendido a los Aprendices de Bastión Hueco—. Tenías razón, nadie estaba envenenado de verdad. Ya te contaré el resto cuando volvamos a casa.

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▪ Calma (HM) [Nivel 6] [Requiere Afinidad a Luz]. El usuario inspira un aura de tranquilidad a todos los enemigos cercanos consiguiendo que se relajen y que sus ganas de luchar disminuyan. Afecta a personajes con el mismo o menos nivel.
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Ronda #12 - No voy a llorar

Notapor Astro » Lun Ene 05, 2015 8:18 pm

Al no querer cruzarme con Raines, tuve que salir por la entrada principal del teatro, lo que acabó resultando un desastre. La gente que yo mismo había asustado con el anuncio del veneno había montado un tapón, haciendo bastante difícil que pudiera ir por allí. Encima, la invisibilidad ya había desaparecido.

Para mi sorpresa, entre la multitud pude distinguir a Gata. Me acerqué a ella como pude, dando los empujones y pisotones que hicieran falta.

Misión cumplida, he incriminado a Raines, pero ha huido —le informé entre susurros—. ¿Has descubierto algo sobre Daichi?

Atendí a lo que me dijera, pero poco tiempo tuve para asimilarlo o responderle. De pronto, alguien me asaltó por detrás a base de gritos:

¡Era tu voz! ¡Tú has ocasionado esto!

Era la extra que me había ayudado al principio a ponerme el traje, y que había bailado también conmigo, quien me acusaba entre lagrimones. Ahora que caía, ni siquiera me había quitado el traje de extra...

¡Has arruinado la ópera! Y no solo la carrera de Boris y Toni, sino también todas las nuestras. Nadie está envenenado, ¿verdad? La idea en sí es absurda, con los mosqueteros protegiéndonos. Te has aprovechado de la facilidad para asustar a la gente y ¿todo para qué? ¡Para reírte de nuestro trabajo!

Y me arreó una bofetada. Sonreí por su reacción, clavando mi mirada desafiante en la suya.

Llora todo lo quieras. Pronto estarás muer...

No pude terminar la frase. Todo empezó a dar vueltas alrededor, y un escozor en el ojo hizo que me llevara la mano allí instintivamente. Una lágrima.

"No..."

Cuando até cabos, ya fue demasiado tarde.

Un sueño, del que quizás no despertaría jamás, se había apoderado de mí.
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