Re: [País de los Mosqueteros] No voy a llorar
Publicado: Dom Nov 16, 2014 11:27 pm
Mentiría si dijera que no disfruté del momento. Del profundo silencio que se adueñó de la sala, de la cara atónita de Daichi, e incluso del agradable escozor que sentía en mis nudillos. El puñetazo había sido tan liberador que me sentía ligeramente exultante a pesar de la rabia que se acumulaba en mis entrañas.
Sin embargo, no tenía tiempo para alegrarme. Interrogar al joven era, de lejos, infinitamente más importante. Asintiendo ante la mención de los mosqueteros le empujé violentamente al exterior de la cocina, no sin antes volverme hacia los asustados cocineros con violencia —Ni una palabra de esto— murmuré entre dientes, saliendo al recibidor y cerrando la puerta tras de mí.
―Mierda, se lo he roto más.― la preocupación del aprendiz por su estrambótico traje era casi cómica. En otra situación me habría resultado un ser simplemente ridículo, pero teniendo en cuenta los acontecimientos no podía dejar de sentir una intensa ira hacia él. ―Antes de que me pegues más… y, au, eso ha dolido, ¿sabes? No tengo sentimientos, pero podrías haberme roto el corazón con ese puñetazo.
Entrecerré los ojos ante su comentario, comenzando a dudar acerca de si estaba fingiendo o si realmente era así de imbécil. Me costaba creer que su estupidez pudiera llegar hasta el punto de hacer bromas cuando tenía una daga colocada en su cuello.
Acerqué el filo del arma, todavía con más fuerza, hasta que este quedó presionando ligeramente contra sus venas. El mensaje no podía ser más explícito, y Daichi, afortunadamente, no necesitó de más indirectas para entenderlo.
―¡Vale, vale! Te lo diré todo…Tienes razón: no había ninguna misión. No soy un Maestro. Y vaya, a veces pienso que ni siquiera soy un aprendiz. Por eso no tengo potestad para daros ninguna. Sin embargo, sabía que algo importante iba a pasar. Hoy, aquí y esta noche. Y tú ya lo sabes, ¿verdad? Que todos han sido envenenados.
No cambié en absoluto mi expresión de enfado, pero asentí con la cabeza, instándole a continuar.
―¡Antes de que te vuelvas a enfadar por lo inmoral que es…! Tengo que decir en mi defensa que no tenía ni idea de cuál era su plan, ¿vale? Sabía que Wix iba a hacer algo, pero no el qué. Hace una semana, me pidió tres preparados; bueno, dos, porque uno era bastante fácil. Hoy, cuando se los he entregado, he sospechado de ella y he querido acompañarla, pero se ha negado.
»Por eso, eh, digamos que os necesitaba. No quiere ni verme por aquí, ni que intervenga. Quería averiguar qué ocurría… y también si requería de ayuda, aunque no fuera la mía. Ha sido una apuesta arriesgada, porque os he implicado demasiado y me ha costado una cara. ¿Qué era lo que habías preguntado?
―Me pregunto por qué no quiere verte por aquí.― contesté, atónita ante su ineptitud. ¿Qué quería saber lo que ocurría? Si tan responsable era, que se encargara él del asunto, y que dejara a los demás en paz. ¿Y de verdad se esperaba una disculpa por el golpe? No le aconsejaría esperar conteniendo la respiración ―He preguntado por el Trovador, Wix y Raines. Tampoco es tan difícil acordarse.― repetí con hosquedad, cada vez más impaciente por sacar algo de información útil entre toda la parrafada que había lanzado.
―El Trovador es un amigo mío que nos ha conseguido los trabajos. Es una tortuga de este mundo, pero hoy ni siquiera está presente porque no le dieron un puesto en la orquesta. No tiene ni idea de nosotros, de Llaves Espada u otros mundos.― Otra pista que se revelaba totalmente falsa, fabuloso. Tenía la sensación de haber acabado en medio de un juego de poder que no alcanzaba a comprender ni por asomo.
―En cuanto a Wix… No sé muy bien qué se le pasa por la cabeza. En realidad, es culpa mía. Se ha estado comportando de una manera muy rara desde que le dije… Bah, olvídalo. Por último, ese Raines sí que es sospechoso. No le he conocido antes, hasta esta noche, y he viajado bastante por este sitio porque me recuerda a mi ciudad natal. Le he visto con Wix, pero después de vuestro altercado en el piso de arriba (sí, me he pasado la noche espiando estos alrededores), les ha ofrecido a los de Tierra de Partida su ayuda. Incluso ha insinuado que su mejor plan tenía que empezar por matarla a ella. Capullo. La primera vez que le vi parecía guay, pero las apariencias engañan.
¿Matar a Wix? Desde luego, me gustaría verles intentándolo. En cualquier caso, la mujer no me preocupaba demasiado, tanto porque confiaba bastante en sus capacidades como porque no tenía costumbre de preocuparme por la vida de los demás. Sin embargo, era consciente de que después de ella, no era muy difícil que viniéramos nosotros. A fin de cuentas estábamos en el mismo bando.
Me mordí los labios, molesta con todos y con nadie en concreto, por tener que hacer frente a un asunto que se me quedaba grande a todas luces. Yo me había criado a base de golpes, no de intrigas. No tenía demasiadas ideas de qué hacer, ni de cómo salir beneficiada en una situación como esa.
―¿Hay algo más que quieras saber? Yo, mmm… Incluso tras ese golpe, supongo que debería disculparme por todo esto, Nata. ¿Qué piensas hacer ahora?― Lo había vuelto a hacer. Me había sacado de mis casillas en el peor momento, con un comentario tan erróneo como desafortunado. Lo más triste de todo es que parecía hasta hacerlo sin querer.
Aprovechando la cercanía, le pegué una patada en la espinilla, si bien no con tanta fuerza como antes, si lo suficiente como para que le doliera un poco. Teniendo en cuenta que iba descalza, tampoco es que pudiera partirle un hueso, pero a fin de cuentas, la letra con sangre entra, ¿no? ―Gata. G-A-T-A.― contesté enfadada ―Me llamo Gata, no Nata.
Suspiré, retirando la daga de su cuello y dejándole campo libre para que se moviera a pesar de todo. No parecía saber mucho más que yo, y tampoco parecía tener intención de pelear.
―Y sí, tengo un par de dudas más, ya que lo dices.― añadí. Ya no le estaba amenazando así que podía negarse perfectamente a contestar, pero tampoco es que fueran de importancia crucial.
―La primera es qué hay que hacer para ser tan imbécil― pensé, para mis adentros, aunque no lo dije en alto. Ya me había tranquilizado lo suficiente con los dos golpes que le había propinado. ―Dijiste tres preparados. Uno era el veneno, ¿y los otros dos? Ah, y ¿qué le dijiste a Wix que hizo que cambiara? No me imagino demasiadas cosas que sean capaces de alterarla― dije sin ninguna pizca de aprecio por ella, mientras daba vueltas en círculo tratando de pensar.
Finalmente, me volví nuevamente hacia el chico tras guardar la daga, y comencé a hablar algo atropelladamente a causa de lo insegura que me sentía. ―Mira, tú quieres ayudar a Wix y yo quiero salvar mi propio pellejo. Y ambas cosas nos llevan a quitar a Raines del medio. Tú conseguiste los preparados, así que podemos acusarle diciendo que él te los pidió con… fines médicos― inventé ―o cualquier otra cosa, y que luego yo vi como los echaba en la comida. La cosa es acusarle públicamente y punto, y teniendo en cuenta lo implicado que estás en el asunto y el tiempo que has pasado en la cocina, tu palabra puede ser tenida en cuenta.
Sin esperar a que Daichi dijera nada, le pregunté con brusquedad ―¿Sabes dónde están los mosqueteros?― por la definición que había dado antes, parecían sin ninguna duda ser alguna clase de fuerza de orden propia de ese mundo, al igual que lo eran los guardias de Port Royal, a los que yo tenía en tan poca estima.
En caso de que supiera localizarles, me dirigiría a donde me indicara, y en caso contrario, marcharía hacia el teatro, donde debería estar congregada toda la gente. A fin de cuentas, no tenía nada más que sacar del chico y ya había satisfecho mi pequeña venganza personal. Si bien no me hacía gracia hacerle el favor a Wix, lo cierto es que Raines me daba la suficiente mala espina como para que me interesara quitarlo de en medio por mis propios intereses.
Antes de alejarme en un sentido o en otro, sin embargo, me detendría para volverme hacia mi “querido compañero” para decirle con una mirada de enfado ―¿Vienes o no?
Prefería contar con una palabra más a mi favor a la hora de acusar a ese hombre, fuese quién fuese en realidad, pero dado el nivel del aprendiz tampoco es que fuera a quejarme si decidía no acompañarme. De cualquier forma, yo ya tenía claro lo que debía hacer… o al menos, todo lo claro que podía, dada la complejidad de la situación.
Sin embargo, no tenía tiempo para alegrarme. Interrogar al joven era, de lejos, infinitamente más importante. Asintiendo ante la mención de los mosqueteros le empujé violentamente al exterior de la cocina, no sin antes volverme hacia los asustados cocineros con violencia —Ni una palabra de esto— murmuré entre dientes, saliendo al recibidor y cerrando la puerta tras de mí.
―Mierda, se lo he roto más.― la preocupación del aprendiz por su estrambótico traje era casi cómica. En otra situación me habría resultado un ser simplemente ridículo, pero teniendo en cuenta los acontecimientos no podía dejar de sentir una intensa ira hacia él. ―Antes de que me pegues más… y, au, eso ha dolido, ¿sabes? No tengo sentimientos, pero podrías haberme roto el corazón con ese puñetazo.
Entrecerré los ojos ante su comentario, comenzando a dudar acerca de si estaba fingiendo o si realmente era así de imbécil. Me costaba creer que su estupidez pudiera llegar hasta el punto de hacer bromas cuando tenía una daga colocada en su cuello.
Acerqué el filo del arma, todavía con más fuerza, hasta que este quedó presionando ligeramente contra sus venas. El mensaje no podía ser más explícito, y Daichi, afortunadamente, no necesitó de más indirectas para entenderlo.
―¡Vale, vale! Te lo diré todo…Tienes razón: no había ninguna misión. No soy un Maestro. Y vaya, a veces pienso que ni siquiera soy un aprendiz. Por eso no tengo potestad para daros ninguna. Sin embargo, sabía que algo importante iba a pasar. Hoy, aquí y esta noche. Y tú ya lo sabes, ¿verdad? Que todos han sido envenenados.
No cambié en absoluto mi expresión de enfado, pero asentí con la cabeza, instándole a continuar.
―¡Antes de que te vuelvas a enfadar por lo inmoral que es…! Tengo que decir en mi defensa que no tenía ni idea de cuál era su plan, ¿vale? Sabía que Wix iba a hacer algo, pero no el qué. Hace una semana, me pidió tres preparados; bueno, dos, porque uno era bastante fácil. Hoy, cuando se los he entregado, he sospechado de ella y he querido acompañarla, pero se ha negado.
»Por eso, eh, digamos que os necesitaba. No quiere ni verme por aquí, ni que intervenga. Quería averiguar qué ocurría… y también si requería de ayuda, aunque no fuera la mía. Ha sido una apuesta arriesgada, porque os he implicado demasiado y me ha costado una cara. ¿Qué era lo que habías preguntado?
―Me pregunto por qué no quiere verte por aquí.― contesté, atónita ante su ineptitud. ¿Qué quería saber lo que ocurría? Si tan responsable era, que se encargara él del asunto, y que dejara a los demás en paz. ¿Y de verdad se esperaba una disculpa por el golpe? No le aconsejaría esperar conteniendo la respiración ―He preguntado por el Trovador, Wix y Raines. Tampoco es tan difícil acordarse.― repetí con hosquedad, cada vez más impaciente por sacar algo de información útil entre toda la parrafada que había lanzado.
―El Trovador es un amigo mío que nos ha conseguido los trabajos. Es una tortuga de este mundo, pero hoy ni siquiera está presente porque no le dieron un puesto en la orquesta. No tiene ni idea de nosotros, de Llaves Espada u otros mundos.― Otra pista que se revelaba totalmente falsa, fabuloso. Tenía la sensación de haber acabado en medio de un juego de poder que no alcanzaba a comprender ni por asomo.
―En cuanto a Wix… No sé muy bien qué se le pasa por la cabeza. En realidad, es culpa mía. Se ha estado comportando de una manera muy rara desde que le dije… Bah, olvídalo. Por último, ese Raines sí que es sospechoso. No le he conocido antes, hasta esta noche, y he viajado bastante por este sitio porque me recuerda a mi ciudad natal. Le he visto con Wix, pero después de vuestro altercado en el piso de arriba (sí, me he pasado la noche espiando estos alrededores), les ha ofrecido a los de Tierra de Partida su ayuda. Incluso ha insinuado que su mejor plan tenía que empezar por matarla a ella. Capullo. La primera vez que le vi parecía guay, pero las apariencias engañan.
¿Matar a Wix? Desde luego, me gustaría verles intentándolo. En cualquier caso, la mujer no me preocupaba demasiado, tanto porque confiaba bastante en sus capacidades como porque no tenía costumbre de preocuparme por la vida de los demás. Sin embargo, era consciente de que después de ella, no era muy difícil que viniéramos nosotros. A fin de cuentas estábamos en el mismo bando.
Me mordí los labios, molesta con todos y con nadie en concreto, por tener que hacer frente a un asunto que se me quedaba grande a todas luces. Yo me había criado a base de golpes, no de intrigas. No tenía demasiadas ideas de qué hacer, ni de cómo salir beneficiada en una situación como esa.
―¿Hay algo más que quieras saber? Yo, mmm… Incluso tras ese golpe, supongo que debería disculparme por todo esto, Nata. ¿Qué piensas hacer ahora?― Lo había vuelto a hacer. Me había sacado de mis casillas en el peor momento, con un comentario tan erróneo como desafortunado. Lo más triste de todo es que parecía hasta hacerlo sin querer.
Aprovechando la cercanía, le pegué una patada en la espinilla, si bien no con tanta fuerza como antes, si lo suficiente como para que le doliera un poco. Teniendo en cuenta que iba descalza, tampoco es que pudiera partirle un hueso, pero a fin de cuentas, la letra con sangre entra, ¿no? ―Gata. G-A-T-A.― contesté enfadada ―Me llamo Gata, no Nata.
Suspiré, retirando la daga de su cuello y dejándole campo libre para que se moviera a pesar de todo. No parecía saber mucho más que yo, y tampoco parecía tener intención de pelear.
―Y sí, tengo un par de dudas más, ya que lo dices.― añadí. Ya no le estaba amenazando así que podía negarse perfectamente a contestar, pero tampoco es que fueran de importancia crucial.
―La primera es qué hay que hacer para ser tan imbécil― pensé, para mis adentros, aunque no lo dije en alto. Ya me había tranquilizado lo suficiente con los dos golpes que le había propinado. ―Dijiste tres preparados. Uno era el veneno, ¿y los otros dos? Ah, y ¿qué le dijiste a Wix que hizo que cambiara? No me imagino demasiadas cosas que sean capaces de alterarla― dije sin ninguna pizca de aprecio por ella, mientras daba vueltas en círculo tratando de pensar.
Finalmente, me volví nuevamente hacia el chico tras guardar la daga, y comencé a hablar algo atropelladamente a causa de lo insegura que me sentía. ―Mira, tú quieres ayudar a Wix y yo quiero salvar mi propio pellejo. Y ambas cosas nos llevan a quitar a Raines del medio. Tú conseguiste los preparados, así que podemos acusarle diciendo que él te los pidió con… fines médicos― inventé ―o cualquier otra cosa, y que luego yo vi como los echaba en la comida. La cosa es acusarle públicamente y punto, y teniendo en cuenta lo implicado que estás en el asunto y el tiempo que has pasado en la cocina, tu palabra puede ser tenida en cuenta.
Sin esperar a que Daichi dijera nada, le pregunté con brusquedad ―¿Sabes dónde están los mosqueteros?― por la definición que había dado antes, parecían sin ninguna duda ser alguna clase de fuerza de orden propia de ese mundo, al igual que lo eran los guardias de Port Royal, a los que yo tenía en tan poca estima.
En caso de que supiera localizarles, me dirigiría a donde me indicara, y en caso contrario, marcharía hacia el teatro, donde debería estar congregada toda la gente. A fin de cuentas, no tenía nada más que sacar del chico y ya había satisfecho mi pequeña venganza personal. Si bien no me hacía gracia hacerle el favor a Wix, lo cierto es que Raines me daba la suficiente mala espina como para que me interesara quitarlo de en medio por mis propios intereses.
Antes de alejarme en un sentido o en otro, sin embargo, me detendría para volverme hacia mi “querido compañero” para decirle con una mirada de enfado ―¿Vienes o no?
Prefería contar con una palabra más a mi favor a la hora de acusar a ese hombre, fuese quién fuese en realidad, pero dado el nivel del aprendiz tampoco es que fuera a quejarme si decidía no acompañarme. De cualquier forma, yo ya tenía claro lo que debía hacer… o al menos, todo lo claro que podía, dada la complejidad de la situación.