[Reino Encantado] Promesas de guerra

Ronda 12 - Límite, miércoles 26 de noviembre

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

[Reino Encantado] Promesas de guerra #11

Notapor Sheldon » Mar Nov 18, 2014 12:59 am

El apuesto hombre, más similar a un príncipe que a uno de los guerreros con los que se encontraba, alzó el cuerno que anteriormente había extraído y se lo llevó a los labios, expulsando a través de él una bocanada de aire que se transformó en una sonora y poderosa onda. Todos los presentes experimentaron un extraño sentimiento mientras el sonido calaba en todo su cuerpo. Nunca antes Enok había escuchado algo tan potente y a la vez tan sobrecogedor.

El armonioso estruendo afecto, además, al ambiente de forma que se crearon unas pequeñas ondulaciones en el agua de la laguna. La magia comenzó en el justo momento en que las piedras del arco se iluminaron con un brillo cegador que dio paso a una sensación que convirtiéndose en una atmósfera asfixiante. Todo fue arrastrado, sin embargo, por una corriente fresca y pura de aire. Los largos y dorados cabellos de Enok se descolgaron volteándose en el aire débilmente y acariciando el vacío. Olía a Naturaleza.

A esta ráfaga le continúo un perfil o más bien, una figura completa dibujándose sobre los resplandores. El portal se fue apagando lentamente, dejando a la vista lo que se podía considerar como un hada. A juzgar por su semblante y su aspecto ceremonial se trataba de un ser superior, un jefe o algo similar. Su estatura era bastante elevada así como su portento. El color verde predominaba a través de todo su cuerpo haciéndose peculiar concretamente en su cabellera. El bastón sobre su manos además de las alas sobre su espalda era probablemente lo más representativo de aquel ente y lo que hacía asociarlo con uno de aquellos seres tradicionalmente juguetones.

Han transcurrido años desde la última vez que nos vimos, Fauna. Mi corazón se regocija al ver que estás bien. —Fueron sus primeras palabras, emitidas junto a un gesto ceremonial en dirección a la otra hada, la que Rosa había llamado Tía Fauna.

Oh, Eir, quien más se alegra soy yo—respondía esta con una inclinación.

Tras este pequeño prólogo comenzaron las presentaciones, una vez más.

Mi nombre es Eir, y soy la protectora de las Ciénagas. Me alivia ver que os acompañan dos… cuatro… de los nuestros. ¿Qué os trae aquí? Hace años que los humanos no tocan el Cuerno…[/b]

Antes de que pudiese finalizar, Enok sintió a su lado una caricia. Se trataba de la montura del Guardián, que con una expresión muy tierna recorría el muslo del chico. El aprendiz desvió momentáneamente su embelesamiento ante la visión del hada y devolvió el gesto hacia el animal. Algo le decía que aquello pronto terminaría.

Mientras tanto, el gigantesco Guardián se había estado acercando hacia el hada, lenta y extasiadamente. Casi al mismo tiempo, el pequeño ser vegetal que el Guardián había estado guardando dio un salto con el que cayó de lleno hasta la rodilla del aprendiz. Desde allí se valió para rozar la mejilla del muchacho, enrojecida hasta el extremo por la situación que estaba experimentando. Su cuerpo era recorrido por un cosquilleo que le obligó a derramar una pequeña lágrima. Como aquella despedida se alargase un minuto más, el chico se vería en graves problemas para dejarlos ir.

Finalmente, aquellos seres se marcharon, el Guadián, el arbolito y la montura del Guardián, a través del arco iluminado. En cierto modo, ahora todo quedaba más vacío.

Mi señora, soy el príncipe Felipe, hijo del rey Huberto, y ella es Aurora, la hija del rey Stéfano. He sido yo quien ha tocado el Cuerno… Os suplico ayuda. Mi reino es el único que se mantiene en pie contra Maléfica, pero no lo soportaremos mucho más: no ahora que cuenta con la ayuda de esos demonios, de esas sombras negras. Da igual cuántas matemos, siguen viniendo una tras otra. Maléfica no se detendrá hasta eliminarnos a todos. Y después… Sólo quedarán las Ciénagas. Os suplicamos que nos ayudéis. Es nuestra enemiga común: Maléfica no dudó en eliminar a Nanna y a Nerthus. Es muy probable que Freyja también… Por favor. Trazad una alianza con nosotros. Antes de que sea demasiado tarde.

Aquella intervención, que pilló a Enok en una situación bastante nostálgica, aclaró un poco más las ideas del chico. Como había sospechado, ese señor era un príncipe. Lo que no esperaba es que la chica que había conocido como Rosa fuese una princesa y que en realidad no se llamara por ese nombre, sino Aurora, la princesa Aurora.

El diálogo continuó aunque esta vez más que solucionar problemas de entendimiento en el chico, creo muchos más. De alguna forma u otra el hada confirmó que la tal Maléfica perteneció a las propias Ciénagas. También entraban en juego una serie de tesoros, que una vez fuesen reunidos servirían para hacer cooperar a los habitantes de la Ciénaga.

Pero qué encantadora reunión.

Aquella voz no pertenecía al grupo. Ni aquel tono, irónico y superior al resto. Tampoco las reacciones de cada uno de los allí presentes fueron algo que se pudiese haber esperado en un momento así. Y todo ello junto dio como resultado un cambio radical de la atmósfera.

Entre risas demacradas, una figura muy marcada avanzó hasta el centro del escenario. Se trataba de una mujer, de líneas y contorno muy suave, ataviada con una túnica oscura que cubría todo su cuerpo. En uno de sus hombros reposaba un cuervo, muy posiblemente el cuervo que antes les había estado observando.

La reacción de los humanos se confirmó mientras que los dos caballos, tanto el que habían usado Enok y Nikolai como el otro perteneciente a los desconocidos, se revolvieron nerviosos, relinchando y haciendo ademanes de salir huyendo. Sin embargo, el aprendiz de la llave-espada no logró controlar al equino, que desbocado emprendió un rápido galope hasta perderse entre los árboles.

Y pensar que personas tan dispares se reunirían para enfrentarse a mí. Mis hermanas, la plebe…Los intrusos a los que nadie invitó…—meditó mientras miraba a Enok y a Nikolai—. Los traviesos aprendices perdidos… Y, oh… ¡Hasta la realeza!

Aquello no iba a salir bien.

¿No es maravilloso que todos esos dones que le otorgaron mis antiguas compañeras hayan convertido a la princesa en una muchacha de tanta gracia y belleza? Como una flor antes de marchitarse.—El principe se dispuso a blandir su espada pero antes de que pudiese continuar su ofensivo, fue expulsado hacia detrás dejando en el aire un polvo verdoso.

Maléfica, detente.—Por lo tanto, aquella era Maléfica. La verdad, pensó Enok, es que las habladurías que había ido archivando desde que pisó aquel mundo que se referían a aquel personaje correspondían bastante con la realidad.

El diálogo entre los actores de aquel drama se desarrolló como era de esperar. La tensión se mantenía e incluso parecía aumentar. Finalmente, Maléfica sentenció:

Si no lo entregáis, lo tomaré yo con mis propias manos. Diablo: coge el Cuerno. Y luego…—añadió dirigiéndose a los aprendices, Enok y Nikolai—.Si sabéis lo que os conviene, vendréis conmigo, Caballeros. Vuestra Maestra os está esperando.

Y llegó así el momento, el momento quizás más decisivo de toda la historia que aconteció durante aquel día. A diferencia de los cuentos tradicionales, este se asemejaba más a un relato. No, los protagonistas no tenían asegurada la victoria. No habría una enseñanza moral, una moraleja que aplicar a la vida cotidiana.

Aquello sería, por descarte, lo más estúpido y lo que más riesgo innecesario supondría. Pero, por alguna extraña sensación, por un deseo casi masoquista, Enok tenía que actuar no como se esperaba de él, sino como una persona con los ideales claros, por muy turbios que llegasen a ser en ocasiones.

No fue necesario entretenerse en invocar la llave-espada entre los dedos de su mano derecha ya que esta apareció al instante. Alzándola mientras esprintaba hacia el cuervo, sus labios dejaron escapar tan solo una palabra:

Ráfaga.—El hechizo no tardaría en hacer efecto, levantando una corriente de aire que con suerte podría truncar el vuelo del pájaro.

Cuando pudo, miró a Nikolai, su compañero, y asintió con fuerza.

Aprovechando los segundos, volvió a lanzar el mismo hechizo esta vez con el fin de que el ambiente se revolviese un poco más, en dirección a un montículo de hojas caídas. Lo que pretendía era que aprovechando el desconcierto, los demás aprovechasen para huir.

¡R-Rápido, escapad!

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Ráfaga x2


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EDIT por el ultra-fail con los colores
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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Drazham » Mar Nov 18, 2014 4:48 pm

Heike no estaba muy segura de si las palabras de Nikolai eran del todo ciertas, pero el hecho de que el joven le hubiese ayudado anteriormente en la aldea favoreció su credibilidad. Felipe pareció convencido, cambiándole por completo la cara y dejando de mostrarse tan hostil.

Y respecto al otro caballero…

Me ayudó parte del camino, como dijo que haría. Nos separamos para dividir a los huargos y no he sabido más desde entonces.

En definición: paradero desconocido. Tampoco se sabía muy bien que cometido tendría en el Reino Encantado y si vendría para zanjar asuntos de Tierra de Partida. Por el momento, no podrían hacer nada al respecto.

Por otra parte, el chico rubio que venía con el príncipe intervino para terminar de calmar el ambiente después de que todos se hubiesen explicado con la típica excusa de no pelear en un territorio al que habían sido invitados (clásico, pero eficaz), y le mencionó al príncipe algo sobre una ceremonia.

Tenéis toda la razón. No podemos perder más tiempo. Todos los que llevéis hierro encima, alejaos—pidió a los presentes—. Hiere a la hadas.

Aurora les mencionó también lo del tema del hierro por el camino. Niko no sabía muy bien qué problema tendrían las criaturas de las Ciénagas con un mineral tan común, claro que tampoco se explicaba que tendrían de especial las llaves espada para eliminar por completo a los sincorazón.

Felipe tomó una bocanada de aire y sopló a través del cuerno, emitiendo un sonido no muy sordo para el tipo de instrumento que era. Las vibraciones sonoras provocaron que en la superficie del lago se dibujasen varios surcos.

Y su “magia” llegó hasta el arco de piedra, envolviéndolo en una intensa luz.

No solo la luz envolvió por completo al grupo. Una extraña sensación invadió los sentidos de Niko, dándole la impresión de que se había metido de lleno en un mundo que rebosaba de naturaleza por todas partes.

Entonces, algo se asomó desde aquel resplandor, moviéndose con paso firme y atravesando el arco de piedra. La recién llegada era una mujer esbelta que vestía con ropajes del mismo color que su cabellera esmeralda y que portaba un báculo en una de sus manos. Tampoco pasaron desapercibidas esas dos enormes alas similares a los de la otra hada.

<La Guardiana, he de suponer.>

Con una expresión magnánima y bondadosa, dedicó una mirada a todos, centrándose en la de su especie, con quien compartió un agradable reencuentro para luego dirigirse al resto.

Mi nombre es Eir, y soy la protectora de las Ciénagas. Me alivia ver que os acompañan dos… cuatro… de los nuestros —Ahren, el niño paliducho, evitó el contacto visual con la mujer—. ¿Qué os trae aquí? Hace años que los humanos no tocan el Cuerno…

Mientras el hada se presentaba, el enorme Guardián, junto al pequeño arbolito, ordenó a su montura que avanzase hacia el haz de luz del portal, no sin antes despedirse de Enok. Niko le dirigió una mirada divertida a su tímido compañero, pero le cambió la expresión cuando el chico dejó escapar una lágrima, apenado.

Las tres criaturas vegetales pasaron por el portal, regresando así a su hogar.

Allí estarán más seguros —Nikolai se acercó a Enok después de que este se despidiese—. Aunque cualquier sitio lo sería comparada con estas tierras plagadas de conflictos.

Felipe no se hizo de rogar y le explicó la situación a Eir: Su reino estaba pasando por momentos difíciles con los constantes ataques de Maléfica y su misteriosa habilidad de comandar a las criaturas negras, los sincorazón. Siendo el Hada Oscura un enemigo en común con el reino de Huberto y las Ciénagas, el príncipe le propuso a la protectora una alianza para combatirla.

Tras escucharle, el hada se quedó dubitativa, hasta que sus ojos se clavaron en el niño encadenado.

Ese niño… ¿Me lo entregaréis?

¡No! —Ahren entró en pánico, siendo fútiles sus intentos de soltarse de las cadenas—. ¡No voy a volver!

Ahren pertenece a las Ciénagas. Como en su día lo hizo… Maléfica—Niko notó el pesar de las palabras de Eir. Como hada que era, provendría de las Ciénagas ¿Qué hizo para que tuviese a los suyos en su contra?— Lamentablemente, príncipes, no puedo comprometerme. Después de la guerra con los humanos, sellamos la entrada a la Ciénagas. Sólo unos pocos podemos salir… Y sólo en ciertos momentos se puede entrar. Es imposible salir a pelear contra Maléfica, no sin los tesoros.

Fue la segunda vez que el tema de esos tesoros salió a la luz. Diablo, y por tanto, Maléfica, también tenían interés en ellos.

¿Pero estaríais dispuesta si obtuviéramos los tesoros? —le preguntó Aurora con tono esperanzador.

Sé lo que Maléfica ha hecho a vuestros reino. También conozco el motivo por el que desea venganza. No deberíamos intervenir. Sin embargo, Maléfica ha ido demasiado lejos.

»Sí, princesa. Estoy dispuesta a hablar con la gente de las Ciénagas y tratar de convencerlos para luchar. Pero antes necesitamos los tesoros. Vos ya tenéis uno —Eir señaló el peculiar cuerno que había usado Felipe para llamarla. Así que ese era uno de ellos…—. Quedan tres.

¡Los encontraremos! —declaró el príncipe con decisión.

Aquellas fueron unas alentadoras palabras… que fueron eclipsadas al instante en cuanto la oyeron:

Pero qué encantadora reunión.

Nikolai notó un terrible escalofrío recorrerle la espalda en cuanto escuchó aquellas siniestras carcajadas. Inmediatamente, se giró en todas direcciones, buscando a la responsable. Sin embargo, lo único que vio fueron los rostros de preocupación y terror de los demás, como si acabasen de ver a un fantasma… excepto Ahren, quien parecía bastante contento.

Entonces apareció de entre la maleza:

Una figura femenina bastante alta de rostro pálido, cubierta con una larga túnica negra que arrastraba por el suelo y con un cuervo posado sobre su hombro se acercó con paso imponente.

Pero lo más aterrador de aquella persona era, sin duda alguna, que desprendía una oscura energía con su mera presencia que haría temblar al más valiente. El aprendiz pronto entendió el miedo que se había apoderado de los presentes.

Era la primera vez que la veía, pero ni siquiera hizo falta una presentación para saber que se trataba de la culpable (ya fuese directa o indirectamente) de todos los infortunios que habían sufrido: Maléfica.

Y pensar que personas tan dispares se reunirían para enfrentarse a mí. Mis hermanas, la plebe… Los intrusos a los que nadie invitó… Los traviesos aprendices perdidos… Y, oh… ¡Hasta la realeza!

Niko le devolvió una mirada recelosa al hada en cuanto les clavó sus ojos al referirse a ellos como los aprendices perdidos. O Melkor ya le habría informado de su aparición en este mundo o ya sabría de las andanzas de Nanashi y Ban en la Montaña Prohibida.

¿No es maravilloso que todos esos dones que le otorgaron mis antiguas compañeras hayan convertido a la princesa en una muchacha de tanta gracia y belleza? —¿Dones? ¿De qué dones estaba hablando?— Como una flor antes de marchitarse.

En un arrebato de ira, Felipe se arrojó a por la espada que había dejado a un lado en la conversación con Eir, pero antes de que llegase a ponerle las manos encima al arma, una vorágine de llamas verdosas se formó delante de sus narices sin previo aviso y le mandaron de bruces contra el suelo. La bruja ni siquiera necesitó de un gesto para conjurar ese hechizo, y Niko se temía lo peor.

Nanashi tenía razón: esa mujer era muy peligrosa.

Maléfica, detente.

No te preocupes, no podría hacer daño a una encantadora pareja. ¿Por qué? Es preferible ver cómo la maldición hace su trabajo.

<¿Ahora hablamos de maldiciones?> Niko perdía el hilo de la conversación con tanto hablar de dones y maldiciones ¿De qué iba todo esto?

>>Vayamos, pues, al grano —Maléfica dejó a un lado aquella actitud de soberbia para pasar a una semblante más seria ¡Como si antes no se la hubiese tomado en serio!—. Exijo que me devolváis a mi aprendiz, Eir, y una promesa de que no intervendrás en mis asuntos. Si no lo haces, te aplastaré como a todos los demás.

¿Como hiciste con Freyja? —le recriminó Rosa con ojos vidriosos—. ¿Como hiciste con Nerthus, con Nanna? ¿Con todo aquel que tuvo el valor de no rendirse ante ti?

Exacto —el hada alzó su brazo y el cuervo saltó a este—. ¿Sabéis, princesa? Es una verdadera lástima que entre los dones que os concedieron las hadas no figure la inteligencia. En caso de que lo hubieran hecho, sabríais que vuestro destino es ineludible… Y no intentaríais tonterías como esta.

Un sentimiento de rabia afloró en la pobre Rosa, en los dos capitanes, y seguramente en el príncipe si se hubiese encontrado en mejores condiciones.

Todo por culpa de esa maldita bruja que había estado manipulando desde su guarida para que el Reino Encantado se sumiese en el completo caos. Además, era la causante de la plaga de sincorazón que ponía en peligro el equilibrio del mundo, por lo que también se la consideraría una enemiga de la Orden.

Y ahora que la tenían justo en frente… ¿Qué se supone que debían hacer?

Si no lo entregáis, lo tomaré yo con mis propias manos. Diablo: coge el Cuerno.

Espera, ¿había dicho Diablo? ¿El mismo hombre impertinente al que le había arreado un codazo en el bosque? ¿Y desde cuándo se había convertido en un cuervo?

>>Y luego… —la mujer lanzó una maquiavélica mirada hacia los dos aprendices, a Xefil y a su amigo—. Si sabéis lo que os conviene, vendréis conmigo, Caballeros. Vuestra Maestra os está esperando.

Al aprendiz le sorprendió el mero hecho de que Maléfica se refiriese no solo a Enok y a él como caballeros, sino también a los otros dos jóvenes, desvelando su pertenencia a la Orden y, probablemente, al bando rival: Tierra de Partida.

No obstante, más le llamó la atención que mencionase a Nanashi, pero… ¿Qué querría decir con que les estaba esperando? No, más importante: ¿Qué le había pasado?

Niko apretó los dientes, resentido. El Hada Oscura estaba usando a su Maestra para que la acompañasen por las buenas y así evitarse problemas innecesarios. Para ella no eran más que moscas molestas que entorpecerían sus planes si no se los quitaba de en medio.

Vio por el rabillo del ojo al pajarraco de Maléfica alzar el vuelo, dispuesto a traerle a su Señora el cuerno que portaba Felipe, y cuando se hiciese con él, se acabó.

¿Qué haría Nikolai? ¿Someterse y que Maléfica estuviese un paso más cerca de arruinar el reino? ¿O plantarle cara pese a que ninguno era rival para ella?

El todavía no lo tenía claro, pero su compañero sí.

Ráfaga —pillándole desprevenido, Niko alzó las cejas de asombro tras ver como Enok, que de normal actuaba de una forma muy introvertida, lanzaba un hechizo de aire para desconcertar al ave. Tras eso, buscó la mirada del aprendiz y le asintió totalmente decidido.

<Cierto.> Nikolai le respondió de la misma manera a Enok. Le había recordado que habían acabado en ese mundo por una sencilla razón: cumplir con su trabajo, y eso iban a hacer.

Raudo y veloz, el aprendiz corrió hacia Aurora y al malherido Felipe para poner en marcha su improvisado plan:

Tenéis que marcharos de aquí ¡Rápido! —a la par que advertía a la pareja, Niko echaba rápidos vistazos por detrás del hombro en caso de que Diablo se les acercase, y estaría dispuesto a dispararle un Vacuo si el cuervo se atrevía a intentar cualquier cosa—. Nosotros entretendremos a Maléfica, pero no podéis quedaros aquí más tiempo.

Se llevó la mano al bolsillo y sustrajo de él la perla, ofreciéndosela a Felipe (o Aurora, si este se encontraba indispuesto).

Oí a Diablo mencionar que ésta piedra puede tener alguna relación con los tesoros —les explicó—. Príncipe Felipe, os la confío a usted para que os ayude con vuestra búsqueda.

La extraña perla todavía encerraba bastantes misterios, pero Nikolai se negaba a que cayese en las manos equivocadas, por lo que antes de que algo así ocurriese, prefería que la utilizase alguien capaz de arreglar el desastre que había causado esa maldita bruja.

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Nikolai usará el hechizo Vacuo si Diablo se les acerca demasiado o viene con intenciones de atacarlos.
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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Sally » Mar Nov 18, 2014 10:09 pm

Tenéis toda la razón. No podemos perder más tiempo. Todos los que llevéis hierro encima, alejaos. Hiere a la hadas.

Aleyn, aliviado al escuchar que la ceremonia no se iba demorar más, continuó en su sitio, por supuesto. Sus sospechas acerca de la naturaleza de su armadura habían quedado confirmadas por las palabras de Ahren, y ahora ya sabía de forma meridiana que podía mantenerla consigo sin hacer daño a las hadas. Aquello le hacía sentirse un poco más seguro.

Entonces Felipe hizo sonar el Cuerno y todo su cuerpo se estremeció al escucharlo. Aquellas notas le atravesaban, como si ni la armadura, la ropa o la piel existieran, tocando directamente su alma. Ygraine soltó un gañido, aunque no fue de dolor. Quizás era de añoranza, de expectación, o porque sentía la magia del Cuerno incluso de forma más notoria que él.

El arco se iluminó, y el ambiente empezó a cargarse de energía, de magia, de forma tan densa que llegado un punto parecía oprimirle el pecho de forma dolorosa… Y entonces el malestar se desvaneció como si nunca hubiera existido. En su lugar solo podía sentir una corriente de aire, quizás la más pura que había tenido la dicha de respirar jamás. Pero aquello, por supuesto, no era todo. De entre la luz acabó surgiendo una mujer de largos cabellos verdes. Cada centímetro de su cuerpo proclamaba al mundo que era un hada, sobre todo las enormes alas que nacían de su espalda. La vara que portaba la daba un aire de sabiduría añadido.

La mujer saludó primero a Fauna, una de las “tías” de “Rosa” —le hacía preguntarse si había sabido algo acerca de la muchacha de verdad en todos aquellos años—, antes de dirigirse a ellos.

Mi nombre es Eir, y soy la protectora de las Ciénagas. Me alivia ver que os acompañan dos… cuatro… de los nuestros.—no parecía muy contenta de ver a Ahren allí, a pesar de que, en principio, no pudiera hacer daño a nadie en su estado actual—. ¿Qué os trae aquí? Hace años que los humanos no tocan el Cuerno…

La Criatura de las Ciénagas que había aparecido en el claro, junto a Nikolai y su compañero, se dirigió hacia el arco, para desaparecer entre su luz. Volvía a casa, tras cumplir con su tarea… fuese cual fuese.

Mi señora, soy el príncipe Felipe, hijo del rey Huberto, y ella es Aurora, la hija del rey Stéfano. He sido yo quien ha tocado el Cuerno… Os suplico ayuda. Mi reino es el único que se mantiene en pie contra Maléfica, pero no lo soportaremos mucho más: no ahora que cuenta con la ayuda de esos demonios, de esas sombras negras. Da igual cuántas matemos, siguen viniendo una tras otra. Maléfica no se detendrá hasta eliminarnos a todos. Y después… Sólo quedarán las Ciénagas. Os suplicamos que nos ayudéis. Es nuestra enemiga común: Maléfica no dudó en eliminar a Nanna y a Nerthus. Es muy probable que Freyja también… Por favor. Trazad una alianza con nosotros. Antes de que sea demasiado tarde.

El silencio que siguió a la petición de Felipe se le hizo casi eterno, y cuando Eir se dispuso a hablar de nuevo, temió que respondiera con una negativa. Pero en realidad fue algo muy diferente.

Ese niño… ¿Me lo entregaréis?

¡No! ¡No voy a volver!

Ahren pertenece a las Ciénagas. Como en su día lo hizo… Maléfica. Lamentablemente, príncipes, no puedo comprometerme. Después de la guerra con los humanos, sellamos la entrada a la Ciénagas. Sólo unos pocos podemos salir… Y sólo en ciertos momentos se puede entrar. Es imposible salir a pelear contra Maléfica, no sin los tesoros.

<<¿Cómo?>> el pensamiento estuvo a punto de escapársele de los labios. Después de todo aquello, después de lo que habían sufrido los reinos, ¿no era suficiente con llegar hasta las Ciénagas con el Cuerno y pedir una alianza? ¿Necesitaban más cosas?

¿Pero estaríais dispuesta si obtuviéramos los tesoros? —Aurora reaccionó mucho mejor que él ante el nuevo inconveniente y, de alguna forma, empezó a tener cada vez más clara la educación que habría tenido como princesa y heredera.

Sé lo que Maléfica ha hecho a vuestros reino. También conozco el motivo por el que desea venganza. No deberíamos intervenir —aquellas palabras le recordaron inevitablemente a su Juramento como Portador. Pero ya estaban demasiado involucrados, tanto él como Zefil, como para dar marcha atrás—. Sin embargo, Maléfica ha ido demasiado lejos.

»Sí, princesa. Estoy dispuesta a hablar con la gente de las Ciénagas y tratar de convencerlos para luchar. Pero antes necesitamos los tesoros. Vos ya tenéis uno. Quedan tres.


Una lucecita prendió en su cabeza, recordando el motivo real por el que les habían enviado al Reino Encantado. La Maestra Rebecca había dicho que tenían que encontrarse con una persona, la cual les entregaría unos objetos de gran importancia… ¿Y si esos objetos eran los tesoros que restaban para poder acceder del todo a las Ciénagas? ¿Y si, al haber incumplido ambos aprendices la misión encomendada, aquella persona había escapado del mundo, desapareciendo con su valiosa mercancía?

¡Los encontraremos!

Había abierto la boca para consultar a Xefil acerca de sus sospechas cuando, de nuevo, alguien se le adelantó.

Pero qué encantadora reunión.

Nunca había escuchado aquella voz, pero las reacciones que despertó en aquellos que sí que la habían reconocido, hizo que pudiera identificar a su dueña antes de volverse para comprobarlo con sus propios ojos.

El corazón se le detuvo, mientras notaba la rabia, el odio y el temor bullir casi a partes iguales en su interior, a medida que ella, la causante de todos los males que se desataban sobre el Reino Encantado, la causante de que todos ellos estuvieran allí reunidos, Maléfica, avanzaba hacia ellos. Ya solo el aura que irradiaba podía producirle escalofríos, pero sus carcajadas serían un adorno prácticamente seguro de sus próximas pesadillas… si es que vivía para volver a tenerlas. El cuervo que reposaba en su hombro le recordó al que había escuchado antes; estaba casi seguro de que sería el mismo, y que sería aquel siervo del que había oído hablar, Diablo. Seguramente él la habría avisado de que estaban intentando trastocar sus planes.

Los animales del claro reaccionaron peor que ellos mismos —o mejor, según se mirase— ante la pálida figura del hada. Sansón apenas pudo ser retenido, el caballo de los dos muchachos no tuvo a nadie que reprimiera su necesidad de escapar. E Ygraine se quedó donde estaba, arqueando el lomo y enseñando los dientes, porque no era un zorro corriente. De haberlo sido, su cola ya se habría perdido seguramente entre los árboles.

Y pensar que personas tan dispares se reunirían para enfrentarse a mí. Mis hermanas, la plebe…—trató de devolverle la mirada más intensa que pudo cuando posó sus ojos sobre él, a pesar de sentir que, casi con seguridad, con un simple gesto podría acabar con su vida—. Los intrusos a los que nadie invitó… Los traviesos aprendices perdidos… Y, oh… ¡Hasta la realeza!

Dio casi inconscientemente un paso hacia Aurora. Su cuerpo estaba tenso, esperando el ataque de Maléfica en cualquier momento, pero ella parecía más interesada en sembrar el desasosiego y el miedo en ellos. Seguramente les vería acorralados, inútiles contra su poder. ¿Qué mal iba hacerle poder recrearse en eso?

¿No es maravilloso que todos esos dones que le otorgaron mis antiguas compañeras hayan convertido a la princesa en una muchacha de tanta gracia y belleza? —<<No. Ni se os ocurra>> pensó con impotencia, sabiendo lo que tendría que venir a continuación. A fin de cuentas, el hada había invocado un maleficio sobre el reino de Stéfano, sobre Aurora… Pero prefería no escucharlo. Aunque por supuesto, sus deseos le importaban más bien poco a Maléfica— Como una flor antes de marchitarse.

Felipe intentó alcanzar su espada, cansado, como él, del discurso de su enemiga, mas fue inútil. Un fuego verde salido de la nada le lanzó hacia atrás, teniendo Aurora que sujetarle. Fuego verde. Oh, ¡maldita fuera la Fortuna! ¿Tenía que ser precisamente fuego?

Maléfica, detente.

No te preocupes, no podría hacer daño a una encantadora pareja. ¿Por qué? Es preferible ver cómo la maldición hace su trabajo. Vayamos, pues, al grano—su tono de voz dejó más que claro que lo anterior había sido mero divertimento, y que una verdadera tormenta estaba a punto de desatarse—. Exijo que me devolváis a mi aprendiz, Eir, y una promesa de que no intervendrás en mis asuntos. Si no lo haces, te aplastaré como a todos los demás.

Si no fuera porque temía a Maléfica, seguramente se le habría escapado una carcajada amarga. El hada odiaba a las Ciénagas y a todos sus habitantes, y poseía un enorme poder en sus manos. Era poco probable que acabara deteniéndose tras exterminar a todos los humanos; esa clase de personas no hacía eso. Se imponía a todos, y a todo, con su magia o su fuerza.

¿Como hiciste con Freyja? ¿Como hiciste con Nerthus, con Nanna? ¿Con todo aquel que tuvo el valor de no rendirse ante ti?

Exacto. ¿Sabéis, princesa? Es una verdadera lástima que entre los dones que os concedieron las hadas no figure la inteligencia. En caso de que lo hubieran hecho, sabríais que vuestro destino es ineludible… Y no intentaríais tonterías como esta.

No. Aquello no tenía nada que ver con la inteligencia. Luchar contra el destino podía ser algo inútil, sí, pero si algo le habían enseñado todas las historias de aventuras que había leído durante su larga vida, era que ese rasgo era algo tremendamente humano. Porque no dejaba de ser fruto de la esperanza. Y la esperanza era la última vela en apagarse en medio de la más oscura de las noches. Uno no podía rendirse ante el destino sin haber tratado de enfrentarlo. No tenías nada que perder, si lo que se te vaticinaba era especialmente funesto.

Como lo que se avecinaba para Aurora y para todos los habitantes del Reino Encantado.

Si no lo entregáis, lo tomaré yo con mis propias manos. Diablo: coge el Cuerno. Y luego… Si sabéis lo que os conviene, vendréis conmigo, Caballeros. Vuestra Maestra os está esperando

¿”Vuestra Maestra”? ¿Acaso se había atrevido también a atacar a la Maestra Rebecca? Y que hubiera incluido a Nikolai y a su compañero le daba mala espina, puesto que podía no conocer a todos los aprendices de Tierra de Partida, pero era poco probable que se hubiera enviado a un segundo grupo al mismo mundo sin avisar… lo que abría la posibilidad de que fueran del bando de Bastión Hueco. Aunque no era, desde luego, tiempo para remilgos. Todos parecían estar del mismo lado, contra Maléfica, y eso era lo que importaba.

Jamás iré contigo —soltó con rabia, olvidando el trato de respeto a propósito; no importaba—. Jamás.

La Llave-Espada apareció en su mano, y él se preparó para saltar sobre Maléfica, sobre Diablo, sobre cualquiera que amenazara a su mundo. Había estado apartado de todo una vez. No volvería a pasar.

Ráfaga —escuchó al muchacho cuyo nombre desconocía, que lanzaba aquel conjuro para evitar que el cuervo pudiera acercarse.

Vio a Nikolai correr hacia Aurora y Felipe. No alcanzó a escuchar lo que les decía, pero podía suponerlo: que escaparan de allí mientras pudieran. Ellos no eran rival para Maléfica, aunque igual podían retrasarla lo suficiente para que los príncipes huyeran con el Cuerno, para que pudieran seguir buscando los tesoros y mantener viva la llama de la esperanza.

Todo por lo que había vivido desde que volviera a su mundo le estaba pasando factura, ero la adrenalina parecía compensar por el momento aquello. Había agotado su magia, que no habría podido compararse a la del hada de todas formas, pero le dio igual. Para hacer de cebo o de mero estorbo se bastaba consigo mismo.

Lanzó un corto silbido, para llamar la atención de Ygraine, antes de abalanzarse sobre Maléfica, con la Llave-Espada en ristre. Él intentaría atacar de frente, mientras que el zorro trataría de escabullirse por un flanco, para dividir su atención.
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Re: Ronda 11

Notapor Zee » Mié Nov 19, 2014 11:10 am

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Perdí el post terminado porque el foro me desconectó y pues... ;_;


Me pregunto de dónde viene la sed de sangre. ¿Por qué de pronto todo a mi alrededor se convierte en una amenaza; por qué obliga a mi corazón a latir con tanta fuerza y a mi sangre a retumbar? Ese inexplicable deseo de afrontar al resto del mundo con garras y dientes, esa ansia salida de la nada, ¿qué razón tiene para aparecer de pronto? Me ha estado siguiendo desde el momento que me desperté, tan cercana como mi propia sombra, y acercándose de la misma forma que ésta, lentamente, siempre amenazando con alcanzarme.

Pero qué encantadora reunión.

Ingenuo. Siempre sé exactamente de dónde viene. Lo que no comprendo es el por qué. ¿Por qué querría mi propia Bruja ponerme en un constante estado de alerta, con los nervios a flor de piel, como un animal territorial? ¿Cuál era el sentido de ello? ¿Por qué necesita mi sangre fluyendo con tanta fuerza, por qué requiere tanta adrenalina?

¿Por qué debía obligarme a tensar cada músculo de mi cuerpo mientras Maléfica se acercaba más y más hacia mí? Su alta figura, tan alta y delgada, inhumana e innaturalmente alta y estrecha, casi demoniaca... caminando hacia mí... deteniéndose a sólo unos pies de dónde yo estaba parado.

No necesitaba la influencia de nadie para sentirme acorralado.

Y pensar que personas tan dispares se reunirían para enfrentarse a mí. Mis hermanas, la plebe… Los intrusos a los que nadie invitó… Los traviesos aprendices perdidos… Y, oh… ¡Hasta la realeza!

Sabía que se trataba de Maléfica; nadie necesitaba anunciar su nombre para que su presencia pudiese ser reconocida. La Emperatriz del Mal tenía una especie de aura a su alrededor, tan densa y sofocante, propia de una poderosa Hada Oscura, que la volvía inconfundible. Además, todo el mundo parecía acallarse a su alrededor; y encogerse, temeroso. Uno tendría que ser completamente ciego, o tonto, para no comprender en frente de quién se hallaba.

Sentí mis dedos temblar mientras los bajaba en dirección a mi daga de plasma. Mi piel había comenzado a humedecerse, también. Era yo quien se encontraba más cerca de la bruja, por lo que con seguridad no era capaz de disfrazar toda la tensión que mi cuerpo había acumulado y el sudor frío que había empezado a recorrerme la piel.

Estaba enfrente de mí. ¡Frente a mí, la persona que suponía todas las desdichas de mi mundo, y yo no podía mover ni un sólo músculo!

¿No es maravilloso que todos esos dones que le otorgaron mis antiguas compañeras hayan convertido a la princesa en una muchacha de tanta gracia y belleza? —dijo, deleitándose con sus palabras, como si trajeran una burla entre líneas. Dedicó una expresión de complicidad a un ave negra que la acompañaba, un majestuoso cuervo, que iba posado sobre su báculo.

'Con un demonio, los cuervos. Los cuervos son sus sirvientes. ¡Tiene ojos por todas partes!', pensé, recordando que no hacía mucho habíamos sido espantados por el sonido de una de aquellas aves.

También reconocí la historia de la que hablaba. Yo había estado presente, incluso si había sido muy pequeño como para recordarla: cuando la Princesa Aurora había nacido, las Hadas le habían otorgado un don. Gracia, y belleza, sí... y el regalo de Maléfica: una maldición para ella y para toda su reino-

Como una flor antes de marchitarse.

Sin previo aviso, estallaron llamas verdes, lo cual casi al instante me hizo tomar mi daga y sacarla de su funda, para después girarme en dirección al peligro. Le di la espalda a la bruja.

Aurora sujetaba al príncipe, quien había sido atacado por un hechizo que nadie había visto venir. ¿Cómo se suponía que peléaramos contra eso?

Maléfica, detente.

No te preocupes, no podría hacer daño a una encantadora pareja. ¿Por qué? Es preferible ver cómo la maldición hace su trabajo —me mordí la lengua para no dejar salir un grito de frustración, aunque mi gruñido permaneció audible. ¡Cómo se atrevía a burlarse de nosotros de esa manera!—. Vayamos, pues, al grano.

>>Exijo que me devolváis a mi aprendiz, Eir, y una promesa de que no intervendrás en mis asuntos. Si no lo haces, te aplastaré como a todos los demás.

Mis ojos se volvieron hacia Ahren, quien continuaba atado sobre el caballo. ¡Que se lo llevara, cómo si nosotros lo quisiéramos allí!

Eso no puede ser lo único que busca... —murmuré, todavía sujetando la empuñadura de mi daga con tanta fuerza que me lastimaba en la palma. Mi atención se dirigió hacia el portal que el Hada Eir había abierto, y luego hacia el Cuerno que Felipe sujetaba. Mi espalda seguía volteada hacia Maléfica.

¿Como hiciste con Freyja?—cuestionó la Princesa, poniéndose de pie y mostrando sus ojos cubiertos por lágrimas. La mera visión de ello hizo que los míos propios también se envidriaran, pero de pura desilusión e impotencia—. ¿Como hiciste con Nerthus, con Nanna? ¿Con todo aquel que tuvo el valor de no rendirse ante ti?

Todas las Hadas que habían perecido bajo su mano... De verdad las había matado. Incluso a la que nos protegía a nosotros, la que había colocado el hechizo.

El hechizo, estúpido. ¡El hechizo era una protección, no una maldición! ¡Era lo único que mantenía la influencia de Maléfica lejos!

Y todo lo que tú buscas es deshacerlo...

Exacto.—coincidió Maléfica, con frío desinterés—. ¿Sabéis, princesa? Es una verdadera lástima que entre los dones que os concedieron las hadas no figure la inteligencia. En caso de que lo hubieran hecho, sabríais que vuestro destino es ineludible… Y no intentaríais tonterías como esta.

Me volví a girar en dirección a ella, aunque no comprendí de dónde había sacado el valor para hacerlo. Ninguno de los presentes podía moverse. Aleyn y yo... Portadores de la Llave-Espada, y no podíamos movernos. ¿Qué clase de mujer tenía tal influencia, la de sujetar a un reino entre sus dedos y ser capaz de amenazar con aplastarlo?

Avanzó hacia nosotros y yo retrocedí por instinto.

Si no lo entregáis, lo tomaré yo con mis propias manos. Diablo: coge el Cuerno. Y luego…—sus ojos nos miraron a Aleyn y a mí, mientras yo caminaba hacia atrás en automático, y luego... ¿A Nikolai y a su compañero?—.Si sabéis lo que os conviene, vendréis conmigo, Caballeros. Vuestra Maestra os está esperando.

Mis ojos se abrieron todavía más por la sorpresa, comprendiendo al instante que el mensaje no había sido sólo para nosotros dos. Cuando giré mi cabeza hacia ellos, se me escapó:

¿Ustedes son...?

Pero nunca los había visto en mi vida, ¿no? Ni una sola vez, ni en las aulas, ni en el comedor, ni en los jardines... lo que sólo podía significar que:

Bastión Hueco —escupí.

Jamás iré contigo —espetó entonces Aleyn, con una ira que, por lo poco que había visto de él, no consideraba natural en su tranquila personalidad—. Jamás.

Me hizo sonreír y me tranquilizó un poco. Bueno, no podía tomar decisiones que chocaran con las de mi compañero, ¿verdad? Yo tampoco iba.

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<3
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Ráfaga.

Tomé aquello como la señal que no supe que había estado esperando. El hechizo brotó de los labios del otro Aprendiz sin previo aviso y aquello me activó todos los sentidos como si alguien hubiera presionado un botón mágico—. ¡R-Rápido, escapad!

Aleyn se lanzó al frente, seguido por su zorro blanco. Nikolai echó a correr en dirección a Felipe. El viento que había levantado el chico era suficiente para desequilibrar un poco al cuervo de Maléfica, pero no duraría mucho. Ni siquiera unos segundos. ¿Y era seguro con Ahren allí presente, Aprendiz del Viento y no sé qué más?

Aguanté la respiración y expedí magia por todo mi cuerpo, distorsionando el espacio que me rodeaba. Recordaba la teoría y aquello me ayudaba a concentrarme: "todo ocupa un espacio, incluso la luz; y todo lo que ocupa un espacio puede ser desplazado". Mi intención era disfrazarme de la vista de todos, en especial de la del cuervo, a quien tenía que ganarle en una carrera.

Eché a correr tras Nikolai, hasta donde estaba Felipe. Todavía invisible por el Tenue que había convocado, llevé mis manos hacia el Cuerno e intenté arrebatárselo de un tirón. Sabía que se lo tomaría como una amenaza, por lo que intenté tranquilizarlo al mismo tiempo al decirle:

¡Confíe en mí, Su Alteza! Por Aurora. Lo mantendré a salvo.

Y si no podía hacerlo, ¿qué más remedio me quedaba que quitárselo? Herido como estaba por la llamarada de Maléfica, no debía ser muy difícil. Me apresuré a guardarlo oculto bajo mi ancha camisa, esperando que también fuese disfrazado por el hechizo.

Ahora... escapar, escapar. El Aprendiz había dicho que los demás debían escapar; pero yo, cargando con el Cuerno, ahora iba incluido. ¿Pero a dónde podía ir? Nos encontrábamos rodeados por bosque y Maléfica, al parecer, tenía ojos por todos lados. Mi hechizo, el cual nunca antes había practicado con tanto esmero, pronto se disiparía y yo quedaría expuesto en mi intento de escapatoria.

Podía correr tanto como mis piernas me lo permitieran en una dirección al azar. No importaba hacia dónde, porque de todas formas el bosque era un laberinto que mi enemigo conocía y yo no; no había diferencia alguna.

¿O podía usar mi magia para subirme a un árbol y quedarme adherido? Si mi invisibilidad se disipaba, el follaje podría cubrirme, ¿no? Incluso para el cuervo, sería muy complicado encontrarme. Pero si el Cuerno tenía un aura mágica que destacaba para aquellos suficientemente perspicaces, entonces de cualquier manera podían localizarme.

¿Tomar el Glider y salir volando de allí? ¿Tirarme de cabeza en el estanque y esperar lo mejor de las circunstancias? ¿Bosques, árboles, caballo...?

Puerta.

¡Por supuesto, la puerta! ¡Toda puerta, sino una entrada, era una salida! Y allí tenía yo una, preparada justo para mí. La puerta al reino de las hadas...

Sólo unos pocos podemos salir… Y sólo en ciertos momentos se puede entrar.

Las palabras que el Hada Eir le había dicho al Príncipe Felipe resonaron en mi cabeza. ¿Sería imposible para los humanos? Aunque yo no lo era completamente, ¿no? Un Portador de la Llave estaba en una categoría completamente diferente.

¡Sólo muévete!

Hubo un chasquido y desaparecí del lado de Felipe. De haber tenido tiempo para hacerlo, me habría sorprendido y enorgullecido por un perfecto teletransporte sin visualización previa, pero en aquel momento lo único en lo que pude concentrarme fue en el portal que apareció frente a mí tras mi Elusión Mágica. Una puerta al mundo de las hadas... ¿Podía entrar...?

¿...o salir...?

¡Por favor, tengo que pasar, tengo que proteger esto, si Maléfica lo toma...

Recé, aunque no estuve muy seguro a quién, de que se me permitiera el paso y me lancé al frente, reanudando mi carrera. Estaba dejando a mis compañeros, tanto conocidos como los nuevos, detrás. Le había hecho una promesa a mi Princesa y ya tan pronto la estaba rompiendo. Pero tenía que valer la pena, ¿no? Mientras al menos uno de los tesoros estuviese a salvo, teníamos posibilidades de acabar con Maléfica.

¡Por favor!

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▪ Tenue (HM) [Nivel 7] [Requiere Poder Mágico: 13]. Vuelve invisible al objetivo temporalmente.
▪ Elusión Mágica (HM) [Nivel 8] [Requiere Afinidad a Espacio; Poder Mágico 12, Reflejos 15]. El usuario se teletransporta en un parpadeo a un sitio completamente distinto en un radio de cinco metros. Útil para esquivar ataques o confundir al enemigo.
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~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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Ronda 12

Notapor Suzume Mizuno » Jue Nov 20, 2014 2:32 am

Ráfaga.

Aquella simple palabra lo desencadenó todo.

Diablo, que había despegado y volaba con una mirada casi humana de burla, se vio envuelto en una corriente de aire que le arrancó un graznido ahogado de sorpresa y lo lanzó hacia un lado. Enok entonces apuntó hacia unas hojas, en un intento de despistar a sus enemigos.

¡R-Rápido, escapad!

Dicho y hecho. Tanto Heike como Abel y Fauna se precipitaron hacia delante, horrorizados, para proteger a su príncipe, a la vez que Nikolai.

Tenéis que marcharos de aquí ¡Rápido! Nosotros entretendremos a Maléfica, pero no podéis quedaros aquí más tiempo. —Acto seguido extendió la perla a Aurora, pues Felipe luchaba por levantarse—. Oí a Diablo mencionar que ésta piedra puede tener alguna relación con los tesoros. Príncipe Felipe, os la confío a usted para que os ayude con vuestra búsqueda.

¡Arriba!—Abel levantó sin esfuerzo a Felipe por un brazo y Heike cogió a Rosa por otro.

¡Pero es peligroso!—protestó ella, apretando la perla contra su pecho.

¡Tenemos que sacarte de aquí!

Entonces escucharon un graznido amenazante. Nikolai, que había estado esperando aquello, se volvió y disparó un Vacuo contra el pobre pájaro, que intentaba o bien entretenerlos o bien llamar su atención.

Acertó.

Maléfica hasta ese momento había permanecido observando con una ceja arqueada y una sonrisa despectiva. Al ver a su mascota caer herida, su rostro se ensombreció, apretó con fuerza su báculo y dio un paso al frente.

Justo cuando Aleyn se lanzó sobre ella. El Hada interpuso su vara sin apenas dedicarle una mirada y, de pronto, toda ella se envolvió en un crepitante y furioso fuego verde que lamió las manos del portador.

Xefil no perdió un segundo. Prácticamente a la vez que Nikolai llegó hasta Felipe, exclamando:

¡Confíe en mí, Su Alteza! Por Aurora. Lo mantendré a salvo.

Felipe, que estaba siendo arrastrado por Abel, miró a su alrededor con desconcierto. Y, de pronto, Xefil le arrancó el cuerno de las manos… Y lo hizo desaparecer. El príncipe lanzo un grito ahogado de rabia pero, por suerte para Xefil, su guardaespaldas estaba más preocupado por salvarle la vida que en preocuparse por un cuerno invisible. Rosa, entre tanto, chillaba horrorizada a ver cómo el fuego atacaba a su amigo:

¡¡Aleyn!! ¡¡Aleyn!!—Intentó correr hacia él, pero Heike afirmó su agarre y no le permitió alejarse.

Maléfica miró al portador y, de pronto, éste sintió como unos dedos pequeños y finos se enredaban en torno a sus piernas. Pero no, no eran dedos: se trataba de raíces. Tropezó y cayó de espaldas, con las manos quemadas, incapaces de sostener la Llave Espada.

Se ve que eres demasiado estúpido para vivir.—Alzó el báculo.

Xefil, gracias a su Elusión Mágica, estaba a punto de llegar ante el Portal a las Ciénagas, donde Eir contemplaba con una mezcla de horror y resignación el espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos. Pero entonces escuchó un tintineo de cadenas. Y, de pronto, acompañado de un violento silbido, un peso muerto golpeó su espalda y cayó de bruces. Cuando quiso darse cuenta, el hechizo de Tenue había desaparecido y una cadena se le ciñó sobre la garganta.

No puedes esconderte del viento, Xefil—rió en su oído una voz infantil y maliciosa, que sin duda conocía muy bien.

No pudo contestar, ya que las cadenas le estaban cortando la respiración.

Maléfica, entre tanto, estaba a punto de abatir su báculo sobre Aleyn… Cuando Ygraine saltó contra ella. No llegó a tocarla, pero sirvió para que Maléfica perdiera la concentración durante un instante al lanzar una llamarada contra el zorro, que rodó por el suelo, aturdido.

¡Suficiente!

La voz de Eir resonó en el claro con una potencia ensordecedora. El hada había extendido sus alas a los lados y, vara en mano, se adelantó un par de pasos envuelta en una brillante aura dorada. De pronto, los árboles de la linde del bosque se retorcieron y sus ramas y troncos se inclinaron hacia el interior, hacia ellos, amenazantes, como si fueran a abalanzarse sobre ellos. El aire mismo pareció estremecerse por la repentina amenaza, por la magia que fluctuaba por las raíces de aquellos árboles y por la misma tierra, que latía bajo sus pies.

¡No eres bienvenida en nuestras tierras, Maléfica! ¡Márchate, antes de que yo misma tenga que obligarte! ¡No te atrevas a derramar sangre en mi presencia!

Maléfica bajó lentamente su arma, esbozando una sonrisa sardónica. Durante unos segundos, las dos hadas se estudiaron, valorándose, con tanta frialdad que sin duda pudieron temer que fueran a arrojarse la una sobre la otra. Entonces, Maléfica soltó una desagradable carcajada.

La última vez que alguien se atrevió a decirme que no era bienvenida, lo pagó muy caro.—Lanzó una mirada burlona hacia Rosa. Después, con un elegante movimiento de mano, apuntó a Diablo con un gesto y ordenó—: En un grifo.

El cuervo, que todavía estaba en el suelo a pesar de que el ataque de Nikolai, por suerte para él, no parecía haberle hecho verdadero daño, soltó un chillido de dolor. Sus plumas se pusieron de punta y, de pronto, comenzaron a extenderse a toda velocidad, en varias direcciones. Su pico se curvó y aclaró, así como le surgieron dos poderosas patas de león, mientas que las de cuervo se extendían y afilaban.

En cuestión de segundos, sus alas habían alcanzado una envergadura de dos metros y se batieron con fiereza a ambos lados. Ante ellos se encontraba un digno grifo negro.

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Ya sé que no es negro, pero abusemos de la imaginación.


Maléfica ni miró a Aleyn. Se dirigió directamente hacia Diablo, que se inclinó para permitirle montar. El hada se aferró a la crin plumosa de la criatura.

Volveré. Y entonces prometo que desearás que hubiera vertido sangre.

Eir apretó los labios, pero no contestó. El grifo tomó impulso y levantó el vuelo. Maléfica hizo un gesto a Ahren y el aprendiz masculló algo. Se inclinó un segundo sobre Xefil:

La próxima vez jugaremos hasta el final.

Y se envolvió en un torbellino de viento que le permitió alcanzar la grupa del grifo para sentarse tras Maléfica. Diablo batió las alas y ascendió un par de metros. Y cuando parecía que iba a lanzarse hacia las alturas, Maléfica soltó una melodramática exclamación.

¡Oh! ¡Casi lo olvidaba!—Apuntó con su vara y de ella surgió y furioso chorro de fuego verde. Eir soltó una exclamación y retrocedió, creando una barrera cristalina que protegió a todos los que se encontraban cerca. Fauna se apresuró a alzar su varita para reforzar el conjuro.

Sin embargo, Maléfica no había decidido acabar con ellos.

Sólo volvía a llevarse lo que había anunciado.

El grifo se abatió primero sobre Enok y después, sobre Nikolai, clavándoles con saña las garras de águila en los hombros… Y levantándolos en vilo del suelo. No pudieron oponerse: cuando quisieron darse cuenta, estaban ya a varios metros de altura y el aire les golpeaba, intentando arrancarlos de las zarpas de Diablo. Pero este no tenía intención de soltarlos.

No intentéis usar vuestros trucos de Caballeros—advirtió Maléfica, casi con dulzura. No necesitaba decir nada más. Desde el cielo, el hada oscura miró hacia abajo y clavó sus ojos en Rosa… No. En Aurora. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel—. Disfruta de tus últimos meses, princesa.

»Cuando se cumpla la maldición, comenzará la verdadera guerra
.

Y con estas palabras, Diablo remontó el vuelo y se perdieron en la oscuridad de la noche.

****


Rosa cayó de rodillas, conteniendo a duras penas el llanto, apretando la perla que le había entregado Nikolai contra su pecho.

Es mi culpa. Es mi culpa…

Fauna musitó algo y se arrodilló a su lado para abrazarla y acariciarle el cabello, como si fuera una niña pequeña. El resto exhaló un suspiro colectivo de alivio, si bien Heike se quedó mirando hacia el cielo con una mueca de lo que podría ser preocupación. Abel le puso una mano en el hombro y la mujer bajó la mirada, meneando la cabeza.

Eir cerró los ojos y luego se inclinó para tender una mano a Xefil y ayudarle a incorporarse.

Has sido valiente. Siento no haber intervenido antes.

Felipe, que se había agachado junto a Rosa para sostener sus manos con fuerza, se incorporó con un gemido; su capa y su jubón estaban hechos jirones y tenía parte de la piel expuesta quemada. Pero no parecía que fuera demasiado grave.

Siento que haya ocurrido esto.

Eir sonrió con suavidad.

Tarde o temprano iba a suceder. He intentado retrasarlo, pero mis esfuerzos sólo han servido para hacer más daño.—Recogió el cuerno, que había acabado bajo el cuerpo de Xefil cuando Ahren lo derribó.

Entre tanto, Rosa había conseguido sobreponerse al llanto y, todavía con las mejillas húmedas, se apresuró a dirigirse hacia Aleyn y a ayudarle a deshacerse de las raíces que todavía le atrapaban las piernas. Fauna tomó a Ygraine entre sus brazos y le susurró algo antes de apuntarle con la varita. Una lluvia de polvos plateados cayó sobre el animal, que se quedó plácidamente dormido.

Lo lamento tanto, Aleyn. ¿Por qué ha tenido que suceder esto?—gimió Rosa, con las manos temblorosas—. ¿Estás bien? ¿Hay algo que pueda hacer por ti? Oh, tus manos…—Las contempló con desazón—.Tenemos que llevarte a un lugar donde podamos curarte…

Le tomó por un brazo y lo ayudó a incorporarse. De lejos les llegó la voz de Eir, que decía con solemnidad a Felipe:

La próxima vez que nos encontremos con Maléfica, será durante la guerra. Traednos los tesoros, príncipe, y entonces podremos ayudaros en el campo de batalla.

El heredero al trono agachó la cabeza. Luego, tras mirar a Rosa, preguntó:

¿Y la maldición…?

El hada guardiana negó tristemente con la cabeza. Rosa apretó los labios y se le anegaron de nuevo los ojos. Con todo, consiguió aguantar y se irguió, secándose los rastros de las lágrimas con el dorso de las manos.

Encontraré la manera de quebrarla. No permitiré que el reino de mis padres se venga abajo.

Os deseo suerte—dijo Eir, con sinceridad—. Pocas cosas en este mundo son absolutas. Incluso si parece imposible, estoy segura de que podréis encontrar la forma.

Rosa agradeció sus palabras con una inclinación de cabeza. Miró a Xefil y le preguntó:

¿Estáis bien?

Una vez hubo respondido, Felipe se adelantó y dijo:

Debemos marcharnos. Maléfica puede decir lo que quiera, pero no confío en ella. Ven conmigo, Aurora—añadió con una sonrisa—. Mi padre se alegrará tanto de verte…

Rosa se arregló el cabello, sin saber muy bien qué hacer. Casi sin darse cuenta, se encontró mirando a Fauna y a Aleyn, como pidiendo consejo. Fauna se encogió de hombros.

Tendríamos que hablarlo con Flora y Primavera pero… Pero Maléfica ya debe saber que vives en el bosque. O al menos que te disfrazas como campesina, querida. Creo que estarás más a salvo en el castillo del rey Huberto.

Rosa se permitió esbozar una diminuta sonrisa, pero no contestó.

Heike se alejó para ir en busca de Sansón, ya que el pobre había salido al galope, aterrorizado durante la pelea. Entre tanto, los dos príncipes, el capitán y el hada se dirigieron hacia el linde del bosque después de inclinarse ante Eir.

La guardiana, sin embargo, tenía algo que discutir con los aprendices, puesto que los llamó con un gesto.

Vosotros sois Caballeros de la Llave Espada, ¿no es así?—inquirió con un gesto severo—. No deberíais estar aquí. No deberíais estar interviniendo. No sabéis lo que estáis provocando. Y Maléfica lo aprovechará, tarde o temprano… lo hará.

****


El viaje fue largo para Nikolai y Enok. Las garras de Diablo dolían una barbaridad y se les hincaban dolorosamente en la carne, pero cada vez que intentaban soltarse sólo conseguían que las clavara con más saña. Alguien parecía resentido con ellos, desde luego.

Sobrevolaron el bosque, iluminado por la platina luz de la luna, con el viento azotándolos y viendo cómo la sombra, terriblemente oscura, de la Montaña Prohibida se aproximaba lentamente.

Sin embargo, a medio camino descendieron hacia otro claro. Diablo los dejó caer a un par de metros del suelo antes de aterrizar con elegancia no muy lejos.

Aquel lugar había sido, sin lugar a dudas, un campo de batalla terrible. Ya no sólo por los cráteres —que llegaban a un metro o más de profanidad— que quebraban la tierra, sino por los árboles partidos y quemados y los tajos que arañaban el suelo. Y sentada sobre un tronco caído les aguardaba su Maestra. Parecía salida de un cuento, envuelta en pequeñas volutas de luz que flotaban a su alrededor. Tras ella una figura se mantenía de pie, cruzada de brazos y reposando el peso de su cuerpo sobre una pierna, con un gesto casi indolente.

Nanashi levantó la mirada. Tenía los ojos hinchados, como si hubiera estado llorando. Al ver llegar a sus aprendices se incorporó con brusquedad.

¿Qué les has hecho?

Tus mocosos están muy maleducados, Nanashi—respondió Maléfica, sin bajar de Diablo—. Los he encontrado negociando con el príncipe para hacer un pacto con las hadas.

Nanashi arqueó las cejas y miró en silencio a Nikolai y Enok. Después extendió una mano en su dirección. Un refrescante hechizo curativo envolvió a ambos y sanó casi al completo sus heridas.

Bueno, ¿vamos a irnos algún día?

Nanashi entrecerró los ojos. La figura avanzó y Ban apareció ante los dos aprendices. Quizás fuera la luz de la luna, pero su pelo parecía casi blanco y sus ojos…¿Habían sido siempre de ese inquietante tono amarillo? Nikolai y Enok probablemente no podrían identificarlo al momento, si bien les invadió un sentimiento de profunda incomodidad. Era como si el muchacho desprendiera pura frialdad.

Sí. Nos vamos. Regresamos a Bastión Hueco—confirmó Nanashi, con un tono que, por algún motivo, sonó a derrota.

Maléfica sonrió y acarició el plumaje de Diablo mientras Ahren se asomaba por encima de su hombro con curiosidad.

Señora, ¿les vais a dejar ir sin más? Y… ¿Noto vuestra magia en ese humano?

Silencio, Ahren. Te lo explicaré luego.—El hada clavó entonces la mirada en Nikolai y Enok—. No olvidéis que os he perdonado la vida. Suficientes favores he hecho a los Caballeros en este día: si vuelvo a encontrar a alguno de vosotros cerca de mis territorios… o de la princesa….—Sonrió y dejó la frase en el aire.

Diablo chasqueó el pico y les dedicó una mirada envenenada. Después retrocedió un poco y extendió las alas, preparado para despegar y dirigirse a la Montaña Prohibida.

¿Por qué Nanashi dejaba irse a aquella mujer? ¿Acaso no sabía que era ella quien manipulaba a los Sincorazón?


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Ausencias:
Zero (II)


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¡Última ronda!

Maléfica no os matará si queréis hacer preguntas, ni tampoco ningún otro NPC. Aprovechad ahora que podéis para hacer preguntas y despediros de los NPCs.

Fecha límite: miércoles 26 de noviembre
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Drazham » Mié Nov 26, 2014 2:02 am

El plan pareció marchar como debía: En cuanto Aurora tomó la perla que le ofreció Nikolai, los dos guardias agarraron al príncipe y a la muchacha para sacarlos de allí de inmediato. Diablo pareció intentar algo, pero un simple hechizo Vacuo disparado por el aprendiz lo dejó fuera de combate.

“Parecía” marchar, porque lo que Niko no había previsto es que el cuerno que Felipe tenía entre sus manos comenzase a flotar como si nada.

¡Confíe en mí, Su Alteza! Por Aurora. Lo mantendré a salvo.

<Esa voz… ¿Xefil? ¿Pero dónde…?> Nikolai no tardó en sumar dos más dos y comprender que el aprendiz de Tierra de Partida había usado la magia conocida como Tenue para volverse invisible. En serio, ¿desde cuándo se había vuelto tan popular ese hechizo?

Felipe apenas pudo hacer nada en sus condiciones para recuperar el cuerno, y la magia de Xefil ya había hecho efecto en el instrumento, ocultándolo. Niko no llegó a intervenir ante la extraña estratagema del otro aprendiz, ya que le llamaron más la atención las fulgurantes llamas verdes que se alzaron alrededor de Maléfica, abrasando las manos del compañero de Xefil.

Fue entonces cuando el aprendiz de Bastión Hueco tuvo que afrontar el hecho de que los planes no siempre salían como uno esperaba.

¡¡Aleyn!! ¡¡Aleyn!!

Era una escena horrible: Aleyn, tendido en el suelo, con las manos quemadas y atrapado por unas raíces que aferraban sus piernas, estaba totalmente a merced de Maléfica, quien había alzado su cetro, amenazante. No fue el único percance, ya que a un par de metros del portal de las Ciénagas encontró a Xefil siendo torturado por el secuaz de la bruja, Ahren. Había aprovechado la situación para librarse de las cadenas que lo apresaban y estrangular con ellas al aprendiz.

Niko se había quedado completamente en blanco, sin saber qué hacer. Estaba claro que hacerle frente al Hada Oscura había sido una imprudencia que estaban pagando caro, pero no por ello podía quedarse sin hacer nada. Su cabeza le decía que de ninguna manera intentase entablar combate, pero el puro instinto de querer salir con vida de allí hizo que, involuntariamente, su brazo se alzase lentamente, con la intención de invocar la llave espada hasta que…

¡Suficiente!

Entonces, todos los músculos se le paralizaron. La portentosa voz de Eir le hizo recobrar el sentido de nuevo y que bajase el brazo, aunque no por ello se sintió más seguro. La ira del hada fue tal que se propagó a los árboles que los rodeaban, encorvándose hacia ellos. Era como si la propia naturaleza tuviese voluntad propia.

¡No eres bienvenida en nuestras tierras, Maléfica! ¡Márchate, antes de que yo misma tenga que obligarte! ¡No te atrevas a derramar sangre en mi presencia!

Maléfica y Eir se lanzaron entre ellas una amenazadora mirada. Daba la sensación de que se fuesen a matar la una a la otra en cualquier momento, cosa que, gracias a dios, no llegó a ocurrir.

La última vez que alguien se atrevió a decirme que no era bienvenida, lo pagó muy caro —una macabra sonrisa se dibujó en el rostro del hada cuando miró a Aurora, posiblemente, teniendo que ver algo con lo de la maldición que había mencionado antes. Seguidamente, apuntó con su mano hacia el maltrecho cuervo que Niko había abatido —. En un grifo.

El cuerpo de Diablo comenzó a convulsionar. Su plumaje comenzó a extenderse, sus alas se estiraron hasta llegar a proporciones inimaginables y un nuevo par de patas emergió del cuerpo del animal.

El pequeño cuervo había sufrido una drástica transformación, convirtiéndose en una imponente bestia: un grifo, tal y como había dicho Maléfica.

<Me gustaba más como estaba antes.>

Maléfica se acercó a Diablo y este se inclinó para que su Señora se montase en su grupa.

Volveré. Y entonces prometo que desearás que hubiera vertido sangre.

Con un par de aleteos, la criatura se alzó en el aire. Ahren hizo lo mismo por su parte y, después de dedicarle unas últimas palabras al maltrecho Xefil, se elevó con un conjuro de aire para montarse encima de Diablo.

Niko contempló como Maléfica y sus secuaces se alejaban de allí volando. Le aliviaba el hecho de que la hechicera se largase por donde había venido, y esperaba no volver a verla a ella ni a ninguno de los suyos.

Desgraciadamente, la suerte no estuvo de su lado.

¡Oh! ¡Casi lo olvidaba! —sin previo aviso, el hada convocó desde su cetro un torrente de llamas hacia el grupo. Eir reaccionó de inmediato y creó una barrera que bloqueó por completo el fuego.

Pero aquello no fue más que una distracción.

El aprendiz, absorto por la vorágine de fuego que se cernía sobre ellos, se percató en el último momento de que una sombra se abalanzó velozmente a por su compañero, Enok.

¡¡Enok…!! —Niko no tuvo la menor oportunidad. Tras cazar al aprendiz de la coleta, Diablo se lanzó a por él y le clavó las garras en los hombros, remontando el vuelo con ambos y alcanzando una altura considerable.

No intentéis usar vuestros trucos de Caballeros —El joven, alzando la mirada al grifo, soltó un gruñido de impotencia y se llevó las manos a las zarpas del animal. Ni por asomo se le iba a ocurrir provocar a alguien capaz de hacerle caer desde varios metros de altura—. Disfruta de tus últimos meses, princesa.

»Cuando se cumpla la maldición, comenzará la verdadera guerra.

Sin nada que poder hacer al respecto, Nikolai vio como el grupo de Felipe y los otros dos aprendices se alejaban más según ascendían, hasta llegar al punto en el que no se les podía distinguir en la frondosidad del bosque.

***


Sobrevolar el nocturno cielo habría sido una bonita experiencia de no ser porque el viento les azotaba constantemente y tener hundidas en tu hombro las uñas de un rencoroso grifo no ayudaba en absoluto. Niko permaneció en completo silencio durante el trayecto, recapacitando sobre los sucesos que habían tenido lugar desde su llegada: el encontronazo con Melkor, sus pericias en la aldea, la incursión en el bosque, el ataque de Maléfica…

Ya se había hecho a la idea de que ser Caballero de la Llave Espada no iba a ser un camino de rosas, pero todo aquello no había hecho más que empezar, y pronto tendría que afrontar más desafíos de igual o mayor envergadura que los de hoy. Acabar en las garras de una bestia emplumada no era lo peor que le habría podido ocurrir.

Desde el horizonte ya se podía vislumbrar la terrorífica figura del lugar al que tenían pensado ir en primer lugar: la Montaña Prohibida. No obstante, Diablo prefirió hacer una paradita en un claro que había a escasos metros de la formación rocosa y soltó a los aprendices.

Bueno, exactamente no era un claro. Más bien parecía un pequeño páramo sin vida en mitad del bosque. Los árboles destrozados y la tierra chamuscada dejaban claro que algo o alguien había sido el causante de que el lugar se encontrase en ese estado.

No estaban solos, ya que cerca de un tronco tumbado se encontraron a dos figuras. A una de ellas apenas se le distinguía por la oscuridad de la zona, pero la otra, usando como asiento el tocón, sí que se la reconoció enseguida.

Maestra Nanashi… —musitó, reparando en los vidriosos ojos que traía su tutora ¿Qué le había pasado?

Nanashi se incorporó de inmediato en cuanto vio llegar a los aprendices.

¿Qué les has hecho?

Tus mocosos están muy maleducados, Nanashi —<¿Se conocen? ¿Desde cuándo?>—. Los he encontrado negociando con el príncipe para hacer un pacto con las hadas.

Hubo un incómodo silencio, hasta que Nanashi hizo un gesto con su mano, convocando un aura revitalizante sobre los dos jóvenes. Niko notó como el hechizo curativo eliminó casi todas las magulladuras, cortes y punzadas que se había hecho.

Se agradece.

Bueno, ¿vamos a irnos algún día?

La misteriosa figura que había respondido dio un par de pasos al frente, revelándose.

<¿Ban Oswald?> arqueó la ceja, dubitativo.

Sí, se trataba del aprendiz incorpóreo… o eso parecía, porque daba la sensación de que no era el mismo de siempre. Para empezar, su cabello dorado se había vuelto canoso, sus ojos habían adquirido un tono amarillento y por alguna extraña razón, había “algo” en él que le daba mala espina a Niko.

Sí. Nos vamos. Regresamos a Bastión Hueco —les afirmó con tono desganado.

Señora, ¿les vais a dejar ir sin más? Y… ¿Noto vuestra magia en ese humano?

¿Cómo? —saltó Niko. Definitivamente aquí estaba ocurriendo algo raro.

Silencio, Ahren. Te lo explicaré luego —Maléfica lanzó una inquietante mirada a la pareja de aprendices extraviados—. No olvidéis que os he perdonado la vida. Suficientes favores he hecho a los Caballeros en este día: si vuelvo a encontrar a alguno de vosotros cerca de mis territorios… o de la princesa…

Mal empezamos si nos quieres lejos mientras sigues haciendo de las tuyas con esas criaturas negras, Maléfica —le recriminó sin miramientos antes de que la mujer se fuese volando. Se acabó lo de guardarse las cosas—. ¿Tan importante es para ti una venganza que acabará destruyendo el reino? —extendió sus brazos todo lo que sus articulaciones le permitían—. ¿Y que se supone que harás una vez hayas arrasado con todo?

Niko dejó aquellas preguntas en el aire y, contestase o no la hechicera, se volteó de nuevo hacia su Maestra para darle un resumen de lo sucedido después de que se separasen:

Maestra Nanashi, intentamos seguir a aquel individuo que divisamos en la lejanía, pero tuvimos algunas complicaciones con los subalternos de cierta persona… —giró la cabeza levemente hacia la condenada bruja que tantos problemas les había dado—. Y acabamos dando bastantes vueltas innecesarias hasta que nos encontramos con el Príncipe Felipe… y a Maléfica.

El joven optó por saltarse bastantes detalles ya que la situación no era la más propensa para explayarse más, viendo más adecuado darle a Nanashi un informe completo en cuanto llegasen al bastión.

Por otro lado, él también quería que le aclarasen todas las dudas que le habían surgido, las cuales se podían agrupar en una sencilla pregunta.

Maestra…

Pero en cuanto se acercó un par de pasos hacia Nanashi, Nikolai volvió a reparar en su desoladora expresión, siendo la primera vez que la veía en ese estado. Fue ahí cuando se dio cuenta de que la respuesta que su tutora podía darle no sería muy agradable. Tenía miedo de saber la verdad.

Sin embargo, después de haber llegado hasta aquí no podía desaprovechar aquella oportunidad que, muy posiblemente, no se le volviese a presentar tan fácilmente, por lo que el aprendiz miró a la Maestra con una mezcla de decisión y temor, tragó saliva y dejó escapar de su boca lo siguiente:

¿Qué es lo que ha ocurrido en la Montaña Prohibida?

Spoiler: Mostrar
¡Y se acabó lo que se daba!

No es lo que tenía pensado como post de despedida de Niko, pero teniendo en cuenta su gran curiosidad, no veía mejor manera de dar por terminadas sus aventuras en el Reino Encantado que con esa dichosa pregunta.

En fin, tal vez esté exagerando, pero me ha parecido espectacular la forma en la que has llevado ésta trama: argumento interesante,NPCs que han sabido darle vidilla y... ¡Dios, ese subidón de tensión con cada situación en la que me metías! xD. En cuanto tenga un poco de tiempo, dejaré caer mi opinión con todo tipo de detalles en el tema de sugerencias.

Por último, decir que espero volver a repetir en el Reino Encantado.

Servidor se despide~

P.D: EDIT por un errorcillo en los códigos que se me había pasado, mil perdones.
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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Zee » Jue Nov 27, 2014 1:09 pm

Clink clink clink.

El sonido de las cadenas despertó algo en mi interior. Una sensación visceral, algo irracional, mucho más allá de mi control. Miedo. Ira. Impotencia. En ese momento no supe entender por qué, pero aquel sentimiento fue suficiente para confundirme. Perturbar mi mente fue tan sencillo como desequilibrar una balanza. Mi parte bestial tomó las riendas y mis ojos brillaron con más fuerza; pero debido a lo inesperado de la situación, no fui capaz de enfrentarme a ella de la forma adecuada.

Estaba a sólo unos pasos de cruzar la puerta cuando el viento silbó detrás de mí. Algo se arrojó sobre mi espalda. Las cadenas tintinearon y una punzada me recorrió el pecho. Irremediablemente caí al suelo de bruces, pues no quise usar las manos y soltar el Cuerno que todavía sujetaba. Sentí que, atrapado, la magia se me escapaba y mi cuerpo volvía a ser visible.

Imagen —rugimos, con la voz del otro acompañando.

Pero Ahren (porque era Ahren quien se las había arreglado para escapar y se había lanzado contra mí) nos silenció al rodear nuestro cuello con una de sus cadenas. Tiró fuertemente de ella, cortándonos la respiración al instante y obligándonos a doblarnos hacia atrás por la súbita fuerza.

No puedes esconderte del viento, Xefil.

Los reflejos y el instinto de supervivencia intervinieron y nos hicieron soltar el cuerno, mientras nuestros dedos desesperados subían hasta nuestra garganta e intentaban por todos los medios separar el hierro de nuestra piel, al menos una pulgada, lo suficiente para respirar.

Clink clink clink.

Y las cadenas seguían tintineando. Las cadenas… cadenas…

Entendí por qué aquella sensación. Pero también entendí que era necesaria. Entendimos.

Némesis… ayúdame…

¡Suficiente!

La voz del Hada Eir hizo que todo a nuestro alrededor se estremeciera. La mujer abrió sus alas y dio varios pasos al frente, envuelta en una luz dorada; alzó su varita y con ello dio una orden silenciosa. Los árboles que limitaban el claro fueron quienes la obedecieron, retorciéndose y crujiendo mientras lentamente giraban todas sus ramas en nuestra dirección, como si fueran largos dedos extendiéndose hacia nosotros. El suelo comenzó a vibrar, lo sentí en mi cuerpo, como si algo etéreo estuviese recorriéndolo.

Ahren no se quitó de mi espalda, pero soltó un poco las cadenas. No supe si lo hizo a propósito, pero aquello me permitió respirar de nuevo, aunque fuese de forma superficial.

¡No eres bienvenida en nuestras tierras, Maléfica! —sentenció la mujer—. ¡Márchate, antes de que yo misma tenga que obligarte! ¡No te atrevas a derramar sangre en mi presencia!

La Emperatriz del Mal sonrió con un asomo de burla. Bajó su arma y le sostuvo la mirada al Hada Eir, una mirada gélida y estudiadora. Ambas hechiceras se quedaron así por un momento, evaluándose la una a la otra, midiéndose desde la distancia.

La última vez que alguien se atrevió a decirme que no era bienvenida, lo pagó muy caro —dijo Maléfica, girándose hacia un sitio que no alcancé a ver. Luego levantó la mano y apuntó con su palma abierta en dirección a su cuervo—: En un grifo.

El ave se encontraba en el suelo; alguien la había derribado mientras yo tenía la mirada puesta en otro sitio. Seguía viva, sin embargo, algo que evidenció cuando dejó salir un graznido de dolor. Sus plumas se erizaron y el cuerpo del cuervo pareció inflarse, como hacen los pájaros cuando se sienten amenazados por un depredador. Pensé que se trataba simplemente de eso, pero cuando su cuerpo empezó a crecer más y más, y luego superó los varios pies, y luego los varios metros, supe que Maléfica le había hecho algo. Antes de que le salieran las patas de león al frente, comprendí que estaba obedeciendo las órdenes de su dueña. Se estaba transformando en un grifo.

'Eso es injusto…'

La bestia, para fortuna nuestra, no atacó. En lugar de ello, se acercó hasta Maléfica y le permitió subirse a su lomo.

Volveré. Y entonces prometo que desearás que hubiera vertido sangre.

El grifo batió las alas y se levantó varios pies en el suelo.

La próxima vez jugaremos hasta el final —me dijo Ahren de pronto. No le respondí nada, más que todo porque no hubiera sabido qué decir. Por un lado, no tenía ganas de volvérmelo a topar para ser sacudido por uno de sus huracanes portátiles; y por otro, el orgullo y la sed de venganza me obligaba a desear una revancha.

Tan pronto como me quitó las cadenas de encima, me sobrevino un ataque de tos. Apoyé las rodillas y las manos en el suelo, intentando incorporarme al menos un poco mientras escupía mis pulmones. Mi boca sabía a tierra mezclada con sangre. Mi arrebato tuberculoide no me dejó escuchar lo que Maléfica decía, pero en cuanto detecté el sonido de las llamas encendiéndose, di una voltereta para intentar apartarme del ataque.

Para alivio de todos, el fuego nunca llegó a tocarnos. Ambas Hadas, Eir y Fauna, sostenían sus varitas al frente e impedían que el hechizo de la bruja nos alcanzara. No obstante, Maléfica aprovechó el velo ígneo que la cubría y obligó al grifo a arremeter contra nosotros. Cuando lo vimos venir, fue demasiado tarde. Veloz como una flecha, tomó a Nikolai y a su compañero con sus gigantescas patas; y antes de que nos diéramos cuenta, ya se había levantado en el aire fuera de nuestro alcance.

Disfruta de tus últimos meses, princesa.

»Cuando se cumpla la maldición, comenzará la verdadera guerra
.

La maldición… La había dicho hacía muchos años, pero nadie la había olvidado. Después de todo, la había pronunciado públicamente en la celebración del nacimiento de la princesa. No lo recordaba muy bien, pero no era necesario hacerlo. Todos la conocían.

Cuando la Princesa Aurora cumpliera dieciséis años, el reino estaría condenado a la destrucción.

Miré a la chica, que se había arrojado al suelo al ser incapaz de contener el llanto, mientras sostenía el artefacto de Nikolai entre sus manos. No sabía su edad, pero definitivamente lucía de dieciséis, sino es que algo mayor.

Es mi culpa. Es mi culpa…

Nadie tiene culpa alguna de haber nacido… —dijo la voz en mi cabeza. Cerré los ojos y dejé salir un suspiro, coincidiendo con ella. Detecté que al igual que todos, ella también se había ensombrecido. Pero había algo más. Una pizca de… rencor. Dolor del pasado.

Sus palabras tenían otro significado. Uno que solo ella entendía.

Sentí un alivio instantáneo. La presencia de la bruja en mi interior retrocedió un poco, volviendo a su refugio repleto de cadenas.

Cuando abrí mis párpados, me topé con que el Hada Eir me ofrecía su mano para levantarme. Acepté su gesto con gusto y me apoyé de ella para ponerme de pie.

Has sido valiente. Siento no haber intervenido antes.

Todo bien —le dije, sonriendo y sacudiendo mi cabeza para rechazar las disculpas que me ofrecía, las cuales eran innecesarias—. Lo que importa es que todos estamos bien. Incluso esos dos; algo me dice que Maléfica no los lastimará —me aventuré a decir. Después de todo, la bruja había dicho que una Maestra esperaba. Y si se los había llevado a ellos dos y no a Aleyn y a mí..

O Ariasu o Nanashi. Y la probabilidad me dictaba que…

Esa mujer parece estar en todos lados —mascullé entre dientes. Me llevé la mano al cuello, donde Ahren me había hecho bastante daño. Caí en la cuenta de que tenía una terrible migraña también.

Entonces el Príncipe se acercó hasta Eir, mostrando que se encontraba en un estado lamentable. Uno de los hechizos le había dado de lleno, después de todo. Era admirable que no se hubiese retirado.

Siento que haya ocurrido esto.

Tarde o temprano iba a suceder —le restó importancia el Hada, buscando que Felipe no se sintiera culpable por ello—. He intentado retrasarlo, pero mis esfuerzos sólo han servido para hacer más daño.

¡Oh, no se lo llevaron! —exclamé. Eir se había agachado para recoger el Cuerno, que se había quedado en el suelo a un lado mío. Lo había soltado mientras Ahren me estrangulaba, pero por alguna razón ni él ni su Maestra lo habían tomado. ¿Y no habían llegado para buscarlo en primer lugar? —. No sé si de verdad se les ha olvidado… o si juegan con nosotros al darnos algo de ventaja.

La próxima vez que nos encontremos con Maléfica, será durante la guerra. Traednos los tesoros, príncipe, y entonces podremos ayudaros en el campo de batalla..

Era inevitable, ¿no? Que los reinos se enfrentaran a Maléfica.

Me arrepentí de haber estado tan ausente. Una vez más.

¿Y la maldición…?

No supe si Felipe se refería a la que estaba por venir, la que involucraba a la Princesa; o al hechizo que Freyja había puesto sobre el reino. Me quedé en silencio, mordiéndome los carrillos por los nervios, sabiendo de antemano que las cosas no podían solucionarse de forma tan sencilla.

Encontraré la manera de quebrarla. No permitiré que el reino de mis padres se venga abajo.

Sonreí, aunque de forma algo sombría. Agaché la mirada y me metí las manos en los bolsillos. Me sentía afortunado de tener a una monarca tan… valiente. No podía evitar sentirme orgulloso de pertenecer al reino de su padre. Si se trataba de ella, sentía que podía dejar el destino de mi familia en sus manos.

Pero…

¿Estáis bien?

Alcé la mirada y me encontré con que la Princesa se dirigía a mí. Asentí con la cabeza pero aparté mis ojos de los de ella. No sabía si me encontraba avergonzado o sobrecogido. Y también… culpable. Porque en ese preciso momento pensé también que, aunque confiase en la princesa, ella no dejaba de ser el componente más importante de la ecuación. Ella era la que estaba maldita.

Pero no era su culpa. Némesis y yo coincidíamos en ello. No lo era, y aún así…

Todo en orden, Alteza. Me alegro de ver a todos de una pieza.

Me excusé llevándome una mano a la frente, dejando claro mi dolor de cabeza. Me alejé un poco mientras Felipe y Aurora discutían lo que debían hacer. Caminé de nuevo en dirección a la puerta de las Ciénagas, atraído por su brillo. Despertaba en mí una curiosidad tremenda. ¿Qué había al otro lado? ¿Cómo era el mundo de las Hadas?

Debía estar lleno de… magia. No había mejor palabra. El entrenamiento con la Orden me había ayudado a entender la energía que componía al mundo. Ser capaz de convivir, al menos por un día, con seres que se encontraban tan en contacto con ella, debía ser una experiencia enriquecedora.

Me gustaría ir algún día —expresé mi deseo en voz alta.

Me giré al captar un movimiento de reojo. El Hada Eir nos hacía gestos a Aleyn y a mí para que nos acercáramos. Crucé miradas con mi compañero, como esperando a que él también comprendiera para entonces obedecer al hada.

Vosotros sois Caballeros de la Llave Espada, ¿no es así?—cuestionó la mujer una vez los dos estuvimos con ella. Su tono de voz y su rostro cambiaron, ahora que se encontraba más o menos a solas con nosotros. Se había tornado estricta y rígida—. No deberíais estar aquí. No deberíais estar interviniendo. No sabéis lo que estáis provocando. Y Maléfica lo aprovechará, tarde o temprano… lo hará.

Me quedé sin palabras por unos segundos.

¿P-Perdón? —balbuceé cuando mis pensamientos se pusieron en orden. La ofensa recibida se notó en mi voz, mientras me apresuraba a reclamar—: No, lo siento, pero antes de ser un Caballero, soy de aquí. Voy a defender mi reino, mi mundo, cueste lo que cueste. —miré a Aleyn—. Yo nací aquí. Mis padres nacieron aquí. Los padres de mis padres, mi hermana, mi mejor... amiga... —sacudí la cabeza, sin entender a qué había venido lo último de mis palabras—. Al menos yo no voy a retroceder. Además, mientras Maléfica siga jugando con los Sincorazón, es responsabilidad de la Orden intervenir.

>>No estuve aquí. Tengo que compensarlo.


*¨*¨*

¿Qué edad tienes-- tenéis, Alteza?

La pregunta a Aurora pudo sonar algo cruda, puesto que mis intenciones estaban claras y no había necesidad de decir las cosas con rodeos. Simple y llanamente, tenía que saber cuánto tiempo quedaba para que se cumpliera la maldición.

Si vamos contra el reloj, es justo saber cuánto... —murmuré—. Además... estuve dormido en el reino; saber vuestra edad me daría una idea aproximada de... cuánto me he perdido.

>>Aleyn y yo tenemos que reunirnos y poner en orden algunas cosas
—expliqué—. Él podrá explicaros de mejor forma. Es lo más indicado. Pero puedo asegurar que estaremos de vuelta en cuanto se nos necesite.

>>Ha sido un honor, Altezas. Príncipe Felipe
—una reverencia—. Princesa Aurora —otra reverencia.

Era hora de las despedidas. O al menos, era el mejor momento para hacerlo. Habíamos reunido algo de información, habíamos visto a Maléfica de frente, sabíamos la existencia de los tesoros... Lo indicado era volver con la Maestra Rebecca, a quien ya habíamos dejado plantada, y darle un reporte de lo sucedido.

Tendría que rezar para que la Orden no nos castigara por haber intervenido directamente. Ese era el riesgo de poner a nativos a cargo de una misión que involucraba la seguridad del mundo entero. No lo sabía con claridad, pero suponía que Aleyn y yo habíamos roto al menos unas cuantas reglas.

Contemplé con atención al joven despidiéndose de Aurora. Las señales habían estado allí, había sido inevitable notarlas. La conocía. Y si conocía a la princesa, sólo podía significar que era como yo.

'Todo este tiempo hemos sido dos', pensé, volviendo a ponerme frente a la puerta hacia las Ciénagas. Miré algo distraído las figuras que la luz trazaba en el marco, pensando en lo diferente que la misión habría sido de haber sabido que Aleyn había venido de donde mismo. 'Sólo demuestra lo importante que es la comunicación entre compañeros'.

Extendí la mano al frente e intenté tocar la puerta de luz. Si no podía cruzar, al menos quería conformarme con sentir la magia en mis dedos. Quería saber.

Tal vez otro día —me prometí.


Cuando estuvimos listos para partir, a donde fuese que tuviésemos que partir, me acerqué hasta Aleyn, decidido a disipar por completo cualquier clase de confusión que hubiera entre nosotros.

Eres de aquí también, ¿no? —quise confirmar—. No has sido tan abierto como yo, pero no ha sido difícil de adivinar en cuanto viste a Aurora. Rosa. Como sea.

Con las manos metidas en el pantalón, me balanceaba nerviosamente sobre mis tobillos. ¿Qué era lo que quería decirle al joven? ¿Que debíamos haber trabajado juntos hacía mucho para salvar al reino? ¿Que debimos haber corrido hacia el otro en cuanto habíamos sabido que había otro Aprendiz del mismo mundo? ¿Que debíamos rechazar a la Orden y luchar contra Maléfica si llegaba a haber una guerra?

Sabes, antes de que llegaras yo era el único. La Maestra Rebecca y yo —expliqué—. Los primeros días me sentía tan... frustrado. Nanashi me había prometido investigar conmigo el sueño eterno. Pero nunca hubo nada: ni una misión, ni exploración, ni- ni- nada.

>>Y luego vinieron más cosas. Bastión Hueco, los traidores, el juego de Andrei, Erased, la guerra... y algunos problemas personales... brujas
—¿estaba intentando excusarme?— Y... pronto yo también me olvidé. O fingí olvidarme. El punto es, lo que intento decir, creo, es que... debí hacer esto mucho antes. Venir.

>>¿Por qué crees que no vine al mundo en dos años, Aleyn? ¿Crees... que eso me hace un cobarde?


Una vez me diera una respuesta, si es que quería, le tendí la mano.

De nuevo, como se debe. Soy Xefil, de Reino Encantado. Es un placer trabajar contigo y...

>>Gracias por haberme acompañado.


*¨*¨*

Volver a Reino Encantado fue la mejor decisión que el recipiente pudo haber tomado. Al menos para ella, que se aprovechaba de las grietas en su corazón para abrirse paso, lentamente, hacia el exterior. Regresar al mundo había generado muchos sentimientos dentro de Xefil; algunos los había entendido y repasado en su mente; otros, habían sido tan efímeros o tan primitivos que apenas había tenido tiempo de pensar en ellos.

Romper cadenas había sido fácil. Algunas las había dejado caer él mismo, como de costumbre. Otras se habían roto en cuanto ella había tirado con suficiente fuerza. Era la ventaja de haber puesto al chico en una situación tan delicada. Lo había vuelto frágil. Él lo sabía, por supuesto; sabía protegerse bien, disfrazar sus sentimientos, incluso aprovecharse de ellos para afrontar al mundo exterior.

Pero esa era la palabra clave: “exterior”. Xefil se había sabido frágil, por lo que se había esforzado porque nadie pudiese aprovecharse y… “romperlo”. Para fortuna de ella, él no esperaba verse roto desde adentro. Ni los orcos y sus huargos, ni Ahren, ni Maléfica, ninguno había sido capaz de hacerle tanto daño como ella.

“Némesis”. Qué nombre tan apropiado le había dado su recipiente. Su peor enemigo. Sólo por ese significado tan particular aceptaba el apelativo sin reproches. Era refrescante, después de todo. Había tenido muchos nombres en sus muchos años de vida, pero nunca uno tan… significativo.

Se miró sus manos ataviada por los guantes de seda. Ambas, libres. Cada vez se acercaba más el momento. Una vez se liberara de su prisión, podía tomar control del joven. Volvería al mundo a hacer de las suyas. A sus estudios y a sus experimentos. Y a sus juegos.

Lo único que le preocupaba era que no era la única que podía salir. No pocas veces se había sorprendido preocupándose por Xefil, ayudándole con su magia, dándole consejos, discutiendo con él… Casi como si estuviese encariñándose.

Lo cual no le avergonzaba. Conocía la razón perfectamente. Era sólo natural. Si el corazón de la Bruja Eterna ganaba terreno, también lo hacía el de ella. La anterior. La única que no había aprisionado de forma correcta. Y la que, para su desgracia, conocía al chico personalmente.

Erika.
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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Sally » Jue Nov 27, 2014 8:04 pm

No podría haber puesto en duda la estupidez de su plan. Era estúpido, y era suicida, pero le había prometido a Rosa —aunque aquella muchacha no existía en realidad— que intentaría arreglar las cosas. Era probable que se hubiera interpuesto entre Maléfica y la joven antaño; ahora que sabía que era la princesa, y todo lo que estaba en juego en aquel claro, convertido en un campo de batalla en miniatura, la decisión era aún más clara.

Que no lógica, por supuesto.

El hada apenas tuvo que moverse para evitar que su intento de ataque —o distracción— diera resultado. Interpuso el báculo en su camino, frenándole, y sin preámbulo de ningún tipo, aquella aura a malignidad que la rodeaba se convirtió en algo mucho más tangible y peligroso.

Se convirtió en fuego.

Antes siquiera de que las llamas llegaran a besarle la piel, Aleyn se había quedado paralizado; ni la adrenalina que le inflamaba las venas podría haber hecho que corriera, que huyera de aquel infierno verde que se le venía encima. Estaba demasiado cerca como para dejarle capacidad de reacción, aparte de que sus pupilas se dilataran por culpa del terror y su boca se abriera para dejar escapar un grito cuando finalmente el fuego envolvió sus manos. Incluso a pesar de la armadura, podía sentir su calor, su fuerza, su intención dañina.

Ni siquiera llegó a escuchar el grito de Aurora, sus sentidos se habían cerrado a nada que no fuera la mordedura de aquellas llamas y el profundo terror que le inspiraban. En sus oídos resonaban gritos que, en realidad, nadie en el claro había soltado; eran los que había escuchado tantos años antes, los de los inocentes campesinos a los que su soberbia había llevado por delante y los suyos propios cuando el fuego desbocado le había dejado aquel recuerdo permanente sobre su piel, recuerdo que ahora parecía arder como había hecho antaño.

Y aun así, fue capaz de sentir otra cosa en aquella vorágine de la que no parecía haber salida posible. Algo, algo que segundos más tarde pudo identificar como raíces, se enroscó en sus piernas, haciéndole caer. La Llave Espada, inútil en unas manos que no podían blandirla, desapareció. No veía esperanza por ningún lado. Su mente se ahogaba en la oscuridad. El corazón le latía a un ritmo desaforado, sin ritmo alguno. Ni aunque hubiera levantado el rostro y hubiese visto a Maléfica alzando su báculo, presta a rematarlo, habría sido capaz de impedir el ataque. Pero no estaba solo.

Ygraine se abalanzó en ese momento sobre el hada. No logró hacerle daño, por supuesto —¿qué era un zorro, por muy especial que pudiera llegar a ser, comparado con la Emperatriz del mal?—, mas su intervención logró salvarle la vida a su dueño. Poniendo en riesgo la suya, puesto que aquello le ganó una llamarada de aquel maldito fuego, tras la cual se quedó tendido en el suelo, dejando escapar un gañido, ahora sí, de dolor. Estaban los dos al alcance de Maléfica, su báculo y su magia, indefensos…

¡Suficiente!

Aquella voz se hizo escuchar sobre el dolor sordo que inundaba la mente de Aleyn, y pudo sentir cómo el claro volvía a rezumar magia, aunque una mucho menos acogedora esta vez. La naturaleza respondía a la voluntad de Eir. Y aunque en un principio no pareció que aquella especie de amenaza fuera a ir más allá, el hada continuó hablando.

¡No eres bienvenida en nuestras tierras, Maléfica! ¡Márchate, antes de que yo misma tenga que obligarte! ¡No te atrevas a derramar sangre en mi presencia!

La última vez que alguien se atrevió a decirme que no era bienvenida, lo pagó muy caro En un grifo.

Creyó que el golpe que había recibido al caer al suelo le había afectado a la cabeza, cuando el cuervo creció en sus ojos hasta convertirse en lo que su dueña había dicho. No era una simple ilusión o espejismo, sino que el cuervo era ahora un grifo de color negro y porte orgulloso. Aquella clase de magia tenía que ser extremadamente avanzada, y dejaba bien claro lo poderosa que era el hada. Daba la impresión de que si se iba era por propia voluntad, más de porque le pudiera tener miedo a Eir. Aleyn notó cómo Maléfica se alejaba de él, en dirección a Diablo. El odio y el rencor que incendiaban su mirada estaban diluidos por las lágrimas que, a pesar de sus intentos, se habían escapado de sus ojos. Ni siquiera estaba seguro de si eran a causa del dolor o del terror del que se había visto preso. Aún le costaba convencerse a sí mismo de que seguía vivo, de que no se iba a consumir en las llamas hasta que exhalara su último aliento.

Volveré. Y entonces prometo que desearás que hubiera vertido sangre.

Vio por el rabillo del ojo que Ahren, que por lo visto había acabado sobre Xefil —desconocía cómo se había desarrollado la batalla a su espalda, aunque todo el mundo parecía vivo—, utilizó su magia para montar en la grupa del grifo, que se alejaba del suelo con la fuerza de sus enormes alas. Y entonces Maléfica se volvió hacia ellos, arrojando un chorro de fuego sobre el claro.

Por un momento, su miedo a arder regresó, pero Eir y Fauna impidieron que las llamas pudieran tocarles. Aunque hacerles daño no parecía ser el motivo principal detrás de la acción de Maléfica. El grifo se abalanzó sobre Nikolai y su compañero, agarrándolos con sus garras como si fueran simples fardos, sin que pudieran hacer nada, y levantó de nuevo el vuelo.

Disfruta de tus últimos meses, princesa.

»Cuando se cumpla la maldición, comenzará la verdadera guerra
.

Aleyn la observó alzarse en el cielo, llevándose consigo a los dos aprendices de Bastión Hueco. Saber que, probablemente, la Maestra a la que se había referido antes era de aquel bando —¿quizás Nanashi? La mujer había estado antes en el Reino Encantado— y que es indicaba que no sabía nada de la presencia de la Maestra Rebeca le habría aliviado en cualquier otra circunstancia. Pero en esos momentos tenía otras cosas más urgentes en la cabeza.

Se deshizo de la armadura sin preocuparse de que su desaparición sorprendiera a los presentes; un poco más de magia no le iba a hacer daño a nadie. Miró sus manos para saber en qué estado se encontraban y casi se arrepintió al instante de haberlo hecho. El resultado habría sido peor si no hubiera estado protegido por la armadura, seguramente, pero eso de poco consuelo le servía. Sentía la garganta rasposa y tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para mantener el contenido del estómago en su sitio cuando le sobrevino una arcada ante el olor de carne quemada. Los brazos le temblaban, por lo que era incapaz de deshacerse de las zarzas que le habían arrojado al suelo. Le daba tanta rabia sentirse así de impotente… aunque la rabia no era nada comparada con el dolor y la sombra de los recuerdos.

Aurora interrumpió su momento de autocompasión cuando, aún con el rastro de las lágrimas derramadas, se acercó para poder ayudarle. Preferiría que no tuviera que apartar las raíces con sus manos desnudas, porque podría hacerse daño, pero no podía ayudarla, y sería inútil decirle que parase, porque bien sabía que la muchacha no le iba a hacer caso.

Gracias… —musitó cuando Fauna se acercó a Ygraine y lanzó sobre el zorro un conjuro con el que, si no se curva antes, al menos no notaría el dolor por estar dormido.

Lo lamento tanto, Aleyn. ¿Por qué ha tenido que suceder esto? ¿Estás bien? ¿Hay algo que pueda hacer por ti? Oh, tus manos…

No pasa nada… —respondió casi por pura inercia; estaba claro que que pasaba— ¿Tú… estás bien?

Tenemos que llevarte a un lugar donde podamos curarte…

Sé… de un lugar… y… estaré bien… acabaré estándolo…

En aquel momento, ni siquiera el consuelo de que la magia curativa podría ayudarle a recuperarse antes, e incluso a que quizás no le quedaran quemaduras a juego con la de su torso, parecía hacerle hablar con convicción. Pero no quería preocuparla.

<<Si no querías preocuparla, no haberte arrojado contra la Emperatriz del Mal entonces, sabiendo que controla el maldito fuego.>> masculló su mente mientras la muchacha le ayudaba a incorporarse.

La cabeza le daba vueltas, pero el levantarse le dio la posibilidad de respirar otro aire que no fuera el que oliera a humo. Intentó concentrarse en la voz de Eir para mitigar el dolor punzante de sus manos, pero su cerebro tenía ya bastante intentando mantenerle erguido, así que no llegó a escuchar del todo lo que decían ella, Aurora y Felipe. Sólo era consciente de que estaban hablando de la maldición, y de que el príncipe terminó pidiéndole a la muchacha que fuera con el castillo de su padre. Esta pareció pedirles consejo a Fauna y a Aleyn con la mirada, y una parte de él se alegró por ser una de las personas a las que les consultara su opinión. Con todo aquello de su verdadera identidad, no tenía claro en qué lugar le dejaba eso en su vida.

Tendríamos que hablarlo con Flora y Primavera pero… Pero Maléfica ya debe saber que vives en el bosque. O al menos que te disfrazas como campesina, querida. Creo que estarás más a salvo en el castillo del rey Huberto.

Igual no estoy en posición de darle… consejo a una princesa —terminó con un amago de sonrisa que se quedó en eso, un amago—, mas deberías irte con Su Alteza. No habrá un santuario seguro mientras Maléfica siga amenazando estas tierras, pero será casi sin duda alguna el lugar que más se acerque a eso. Y estarás menos sola…

La muchacha no contestó, pero Aleyn tampoco decidió insistir en el tema. No se encontraba en las mejores circunstancias para tratar de convencerla de nada, y era además una decisión que debía tomar por sí misma. Irse del Reino Encantado sabiendo que ella estaba, aunque fuera, protegida por murallas y caballeros podía mitigar un poco su angustia, teniendo en cuenta el aire de tensión que se respiraba. Pero al mismo tiempo, Maléfica sabría dónde se encontraba en concreto. Parecía preferir que su maldición le hiciera el trabajo sucio, sí, mas, ¿quién se podía fiar de su palabra? Lo cierto era que le inquietaba profundamente tener que abandonar aquel mundo, porque no sabía qué esperar de la siguiente ocasión en la que pudiera visitarlo… si es que se lo permitían.

Todo el mundo empezó a retirarse hacia el bosque, y estaba a punto de seguir su ejemplo, cuando vio que Eir les estaba llamando a Xefil y a él. Intercambiaron una mirada. No tenía ni idea de qué era lo que quería de ellos el hada, pero no era algo que pudieran dar de lado, así que se acercó hacia ella con paso vacilante.

Vosotros sois Caballeros de la Llave Espada, ¿no es así?—oh, aquello no parecía empezar con el buen pie… Asintió, cansado, a pesar de que supiera que el hada no necesitaba una respuesta afirmativa—. No deberíais estar aquí. No deberíais estar interviniendo. No sabéis lo que estáis provocando. Y Maléfica lo aprovechará, tarde o temprano… lo hará.

¿Cómo?

Esas palabras les habían pillado desprevenidos a los dos, mas Xefil logró sobreponerse antes que él.

¿P-Perdón? No, lo siento, pero antes de ser un Caballero, soy de aquí. Voy a defender mi reino, mi mundo, cueste lo que cueste. Yo nací aquí. Mis padres nacieron aquí. Los padres de mis padres, mi hermana, mi mejor... amiga… Al menos yo no voy a retroceder. Además, mientras Maléfica siga jugando con los Sincorazón, es responsabilidad de la Orden intervenir.

Con todos mis respetos —añadió una vez que su compañero hubo terminado—, Maléfica no parece necesitarnos para… bueno, seguir siendo Maléfica. Solo intentamos mantener el orden en una tierra en la que ella ha sembrado el caos… Y… —estuvo a punto de añadir “Y proteger nuestro hogar”, pero una tos interrumpió sus palabras, y decidió que era mejor así.

Xefil había dejado claro que aquel era su mundo y ese era uno de los motivos por los que se negaría a abandonar la lucha. Y sí, también era el suyo, y también era otra de sus razones, pero prefirió dejarlo correr. Alegar que estaban oponiéndose a Maléfica en parte porque aquel era su mundo de origen igual daba la sensación de que la Orden no era completamente neutral, demostraba parcialidad. Aunque no sabía qué es lo que se esperaba de una organización cuyos miembros procedieran de los mismos mundos que debían supervisar. Entendía que se quizás se habían sobrepasado en sus funciones durante aquella misión, pero de ahí a que se les dijera que no debían intervenir… ¿Qué se suponía que tenía que hacer entonces? ¿Limitarse a exterminar Sincorazón mientras el resto del mundo se caía a pedazos? ¿Sin hacer caso a los gritos de ayuda, a las lágrimas, a los heridos desangrándose? No podían pedirle que se metiera hasta el cuello en un mundo en guerra, en su mundo, y que fuera una criatura sin sentimientos, cuya única meta fuera cumplir las estrictas órdenes. Sí, tal vez era eso exactamente lo que había acordado al convertirse en Aprendiz, pero no era justo, ni noble, ni caritativo. No era algo propio de un caballero.

Y él no podía hacerlo, por más que le pesara.

Ella no necesita “aprovechar” nuestra intervención para nada —acabó diciendo, para no dejar su “y” colgado en el aire—. Si todo continúa como hasta ahora, en algún momento dejará de… existir luz o siquiera esperanza para este lugar —masculló con voz rota—. La Orden no tendrá necesidad de intervenir para restablecer el equilibrio, porque no será ya posible…

*****

¿Qué edad tienes-- tenéis, Alteza? Si vamos contra el reloj, es justo saber cuánto... —la pregunta de Xefil era, en el fondo, maleducada. Pero al mismo tiempo, necesaria. Tenían que saber cuánto tiempo tenían de margen. Aunque quizás sería desesperanzador si era realmente poco… —. Además... estuve dormido en el reino; saber vuestra edad me daría una idea aproximada de... cuánto me he perdido.

>>Aleyn y yo tenemos que reunirnos y poner en orden algunas cosas. Él podrá explicaros de mejor forma. Es lo más indicado. Pero puedo asegurar que estaremos de vuelta en cuanto se nos necesite.


Aleyn asintió, corroborando aquellas palabras. Aunque quizás en Tierra de Partida no estuvieran dispuestos a volverles a enviar allí.

Me temo que, aunque esta vez necesitarías un regalo más útil que un tratado de plantas, no dispongo de nada para dejarte. Solo el ruego de que nunca pierdas la esperanza. A mí… me queda mucho por aprender, aunque sea más fuerte de lo que era cuando me fui, y veo que tú también —le habría acariciado la mejilla con cariño de haber podido. A pesar de todo, se le hacía difícil actuar con ella de forma diferente, y esperaba que no se ofendiera si seguía tratándola como cuando había pensado que era una simple muchacha—. Me gustaría poder quedarme más tiempo, pero tal y como ha indicado mi compañero, debemos irnos. Tenemos información que contar y… heridas que sanar.

Xefil y él se despidieron entre reverencias de todo el mundo, y entonces sí, pudo esbozar una sonrisa cuando llegó la hora de decirle el adiós definitivo a Aurora. Quería que se quedara con la mejor imagen posible de él, dadas las circunstancias. Se volvió entonces hacia Ygraine para comprobar que siguiera dormido y hacer aparecer la cápsula de viaje. No creía que tardaran mucho más en irse, aunque no estaba seguro de si antes deberían ir a buscar a la Maestra Rebecca. Lo más probable era que se hubiera cansado de esperarles.

Eres de aquí también, ¿no? —escuchó decir a Xefil, y se giró hacia él, mientras asentía con lentitud—. No has sido tan abierto como yo, pero no ha sido difícil de adivinar en cuanto viste a Aurora. Rosa. Como sea.

Hizo un gesto con la cabeza, animándole a continuar. No sabía qué era lo que su compañero quería decirle, pero estaba claro que se trataba de algo importante.

Sabes, antes de que llegaras yo era el único. La Maestra Rebecca y yo —los únicos procedentes del Reino Encantado, podía entender—. Los primeros días me sentía tan... frustrado. Nanashi me había prometido investigar conmigo el sueño eterno. Pero nunca hubo nada: ni una misión, ni exploración, ni- ni- nada.

>>Y luego vinieron más cosas. Bastión Hueco, los traidores, el juego de Andrei, Erased, la guerra... y algunos problemas personales... brujas
Y... pronto yo también me olvidé. O fingí olvidarme. El punto es, lo que intento decir, creo, es que... debí hacer esto mucho antes. Venir.

>>¿Por qué crees que no vine al mundo en dos años, Aleyn? ¿Crees... que eso me hace un cobarde?


Por un momento, Aleyn se quedó sin palabras. ¿Qué era lo que se suponía que tenía que decirle? Él se había sentido culpable por un tiempo, pero su compañero llevaba haciéndolo desde hacía dos años. Respiró hondo. En realidad, sabía bien lo que decir, por una vez.

No creo que seáis un cobarde. Es posible que tuvierais miedo de comprobar hasta qué punto empeoró este mundo durante vuestra ausencia. O miedo de no ser lo suficientemente fuerte para cambiar las cosas. Pero eso es natural, supongo. El miedo por sí solo no hace a nadie. Lamentarse por el pasado no sirve de nada, porque si vos tenéis que llorar dos años, yo tendría que hacerlo por cinco. Pero si no se secan las lágrimas, uno no puede saber cómo continuar su camino… —aquello último lo dijo más para sí mismo que para Xefil, pero supuso que sería aplicable a los dos— Lo que importa es que hayáis vuelto, y que aún no es demasiado tarde.

Su compañero pareció lo bastante satisfecho por su respuesta como para tenderle la mano. Y aunque él no pudiera estrechársela, levantó el brazo como gesto equivalente.

De nuevo, como se debe. Soy Xefil, de Reino Encantado. Es un placer trabajar contigo y...

>>Gracias por haberme acompañado.


Hizo una leve reverencia con la cabeza.

Aleyn, de Reino Encantado. Y lo mismo digo.

Después de aquello, estaba preparado para irse, hacer aparecer su Glider con forma de dragón y surcar los cielos rumbo a Tierra de Partida. Y, por segunda vez, abandonaría el que fuera su hogar dejando atrás tareas pendientes. Quizás de más importancia que la última vez. Ahora las quemaduras de sus manos clamaban venganza personal sobre Maléfica, y la hora en la que la maldición cobrara efecto —una maldición que, ahora lo sabía, afectaba a la persona que le era más preciada— se acercaba inexorablemente. Cada vez sentía con más fuerza la necesidad de hacerse fuerte, para no volverle a fallar a nadie. Para que, cuando se desatara la verdadera guerra en aquel mundo, él pudiera hacer algo más que arrojarse como un suicida —casi— inútil contra Maléfica. Para que igual se pudiera conseguir que dicha guerra nunca llegara.

Pero esa… esa sería otra historia.

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Bueno, ¡pues se acabó lo que se daba! he salido hasta mejor parada de lo que me había temido cuando empecé la trama.
La verdad es que me ha encantado poder participar. Me da un poco de rabia que la falta de inspiración no me haya permitido explayarme todo lo que me habría gustado, pero no se puede tener todo. Ha sido una historia muy interesante y Maléfica le da un toque extra, elegante y ardiente, a todo.
Tengo ya ganas de volver D:
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[Reino Encantado] Promesas de guerra.

Notapor Sheldon » Vie Nov 28, 2014 11:56 pm

El hechizo convocado por Enok provocó en cierta medida un pequeño éxito. El cuervo se vio mecido por una irregular corriente de aire que le hizo desistir de sus propósitos mientras lo lanzaba unos metros más lejos, confiriendo a todo el grupo el tiempo necesario para reaccionar.

Los caballeros junto a la pequeña hada rechoncha se acercaron en cuanto pudieron hacia el Príncipe, buscando protegerlo ante cualquier precepto. Por su parte, Nikolai se lanzó también hasta el joven miembro de la realeza, a la vez que ofrecía la perla que había conseguido anteriormente de manos de Diablo a Aurora. Acto seguido y como reacción a los graznidos que se habían reavivado, lanzó un extraño ataque en el aire que se extendió en dirección al cuervo.

El deleznable animal cayó al suelo mientras Maléfica cambiaba radicalmente su semblante, hasta entornar sus ojos en una sombra de odio. Presionó su bastón y se adelantó unos pasos al tiempo en que uno de los muchachos que había al otro extremo lanzó su ofensiva, llave-espada en mano, contra la bruja, ataque que se vio cortado radicalmente por un leve movimiento por parte de la última que provocó que su cuerpo se viese envuelto por unas agresivas llamas verdosas.

¡¡Aleyn!! ¡¡Aleyn!!—Exclamó Rosa queriendo lanzarse hacia el muchacho mientras este empezaba a sentir una profunda quemazón en las palmas de sus manos.

Todo estaba pasando a un ritmo vertiginoso. Enok observaba, temeroso, dando consecutivos pasos hacia detrás y buscando con nerviosismo un hueco en el que defenderse de todo lo que ocurría. La llave-espada entre sus manos parecía querer estallar en luces, lanzarse hacia lo primero que tuviese frente suya y destruirlo. Al fin y al cabo, para aquello existían las armas.

¡Suficiente!

Aquel vómito de voz resonó en todo el claro, proveniente de un plano secundario. Se trataba de Eir, la anterior hada que había sido invocada, la cual había estado presente hasta el momento, observando con horror como su bosque era profanado. Avanzó unos pasos hacia el frente, emanando un fresco polvo dorado. Los árboles que lindaban la charca movieron sus ramas cuales entes vivos, desafiando a todos los humanos allí presentes.

¡No eres bienvenida en nuestras tierras, Maléfica! ¡Márchate, antes de que yo misma tenga que obligarte! ¡No te atrevas a derramar sangre en mi presencia!

Eir y Maléfica entablaron un duelo de miradas que afortunadamente no terminó en un duelo físico inmediato.

La última vez que alguien se atrevió a decirme que no era bienvenida, lo pagó muy caro.—Comunicó la malvada bruja mirando esta vez a Aurora, con mucha sorna y un posible doble sentido. Tras ello, fijó su dedo en dirección a su cuervo—: En un grifo.

Una intrincada magia empezó a hacer efecto en el animal y en apenas un par de segundos, este mutó adoptando una forma y envergadura mucho mayor. Sus alas se extendieron en el aire hasta adoptar una forma más esbelta mientras que su cuerpo adquiere una nueva estatura. Del maltrecho cuervo había nacido lo que era conocido como un grifo, una criatura casi ancestral y obviamente no conocida por Enok, aunque en esta ocasión el color de su cuerpo estaba imbuido por el negro.

El aprendiz se quedó embobado observando a aquel ser, imponente y de una belleza incuestionable, mientras su ama lo adoptaba como montura.

Volveré. Y entonces prometo que desearás que hubiera vertido sangre.

A la vez, uno de los presentes, el que había estado atado y preso, murmuró unos palabras en dirección al mago y tras ello escapó de sus captores dirigiéndose junto a Maléfica y sentándose detrás suya.

¡Oh! ¡Casi lo olvidaba!—Alzando su báculo, convocó un torbellino de llamas oscuras, que lejos de dañar al grupo debido a la barrera protectora de parte
de Eir sí que consiguió despistar.

El grifo oscuro se abalanzó primero contra Enok y luego tras Nikolai, los aprendices de Bastión Hueco. A ambos les clavó su zarpas afiladas en los hombros provocándoles una hemorragia que arrastró un punzante y vivo dolor. El monstruo se elevó en el aire y desapareció en el horizonte, con los jóvenes muchachos surcando el vacío.

No intentéis usar vuestros trucos de Caballeros—comunicó Maléfica a ambos tras haber despegado unos centímetros. Sus últimas palabras fueron, sin embargo, una amenaza dirigida esta vez a Rosa—. Disfruta de tus últimos meses, princesa. Cuando se cumpla la maldición, comenzará la verdadera guerra.

El aire arrastraba una ligera fragancia, un olor que recordaba a sangre. Una mueca quedó plasmada en la faz de Enok mientras recorría el cielo. Un paseo que lejos de ser relajado, se convirtió en uno de sus mayores suplicios, transformada el mundo que veían sus ojos por el mismísimo infierno.

Pasados un puñado de minutos, el viaje finalizó. Los aprendices descendieron, soltados por el animal en el aire. Se encontraban en otro claro aunque estaba vez se permanecía en una total desolación. Árboles caídos y secos, cráteres y un color apagado extendiéndose por todo el escenario.

Enok se incorporó sintiendo un discurrir de sangre a través de su espalda salpicado por un viento gélido que entumecía todos sus miembros. Se encontraba cansado, tremendamente agotada y débil, a punto de desmayarse. Miró a Nikolai mientras este se alejaba en dirección a una figura cercana. El aprendiz repitió los pasos de su compañero aunque mucho casi a trompicones.

Paralelamente, el grifo descendió galantemente en el suelo.

¿Qué les has hecho?—preguntó bruscamente la Maestra Nanashi. Era ella la figura que habían visto, aunque esta parecía deshecha. Intentaba esconder, sin duda, aquel sentimiento que le golpeaba.

Tus mocosos están muy maleducados, Nanashi—dio como respuesta la hechizera sin apenas molestarse en descender del grifo—. Los he encontrado negociando con el príncipe para hacer un pacto con las hadas.

La Maestra se mostró extrañada aunque no tardó en aplicar un hechizo curativo avanzado a sus aprendices. El aura que expiraba aquella magia era, ciertamente, sanadora. Pero se trataba de una salud tan artificial que decaía con un apenas un suspiro. Era extraño sentir que las heridas se deshacían en segundos, hasta el punto de parecer irreal. El tímido aprendiz más de una vez había considerado la idea de acelerar la curación como algo no tan deseable.

Bueno, ¿vamos a irnos algún día?

Un nuevo personaje se sumó al cómputo, un viejo concursante que esta vez volvía, aunque de un modo muy distinto al que se esperaba. Ban, o una copia modificada de Ban, se adelantó y se mostró a sus compañeros, aunque esta vez él ya no podía ser considerado el mismo aprendiz con el que habían estado horas antes. Un sentimiento de desconcierto invadió a Enok.

Sí. Nos vamos. Regresamos a Bastión Hueco—confirmó Nanashi, con un tono que, por algún motivo, sonó a derrota.

Señora, ¿les vais a dejar ir sin más? Y… ¿Noto vuestra magia en ese humano?—susurró la voz del muchacho que había liberado Maléfica.

Silencio, Ahren. Te lo explicaré luego. No olvidéis que os he perdonado la vida. —dijo entonces mirando a Enok y Nikolai—.Suficientes favores he hecho a los Caballeros en este día: si vuelvo a encontrar a alguno de vosotros cerca de mis territorios… o de la princesa…

Nikolai, una vez más, se encaró a los hechos y esta vez interpeló a Maléfica.

Mal empezamos si nos quieres lejos mientras sigues haciendo de las tuyas con esas criaturas negras, Maléfica. ¿Tan importante es para ti una venganza que acabará destruyendo el reino? ¿Y que se supone que harás una vez hayas arrasado con todo?

Todas y cada una de aquellas preguntas se desprendieron de la voz del decidido aprendiz, cada una de ellas hiriendo como una especie de aguja las llagas que habían ido siendo creadas.

También el chico guardó sus dudas e inquietudes para su Maestra, a la que dedicó un pequeño y muy esencial resumen de lo vivido por la pareja de aprendices.

Maestra… ¿Qué es lo que ha ocurrido en la Montaña Prohibida?

Enok tragó saliva y agachó la mirada, con una cierta nota de miedo en su ojos. Con disimulo llevó uno de los dedos de su mano hasta su nuca, donde pareció palpar un pequeño bulto sobresaliente. Realmente no deseaba que aquello estuviese ocurriendo. Más que una misión había sido una pesadilla. Pero una pesadilla era lo mejor comparado con lo que se avecinaba a partir del momento en el que acarició el bulto sobre su médula.
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Notapor Suzume Mizuno » Dom Nov 30, 2014 2:45 am

Tierra de Partida


Eir escuchó las airadas respuestas de los dos aprendices sin inmutarse. Una vez hubo comprobado que los dos habían terminado de hablar, frunció los labios.

Necios. Ni siquiera conocéis vuestra propia historia. No sabéis nada y con el desconocimiento, por bien intencionado que sea, únicamente atraéis el caos.—Meneó la cabeza y retrocedió de espaldas hacia el portal, mirándolos con una mezcla de irritación y lástima—. No sé qué pensar de vosotros. Si nunca hubierais venido a nuestro mundo, jamás habrían desaparecido los dragones. La guerra no habría estallado como lo hizo. Y Maléfica seguiría siendo la guardiana de las Ciénagas.—Bajó la mirada con infinita tristeza. Cuando alzó los ojos, sin embargo, su rostro era una máscara de acero—.Puede que los Caballeros no tengan memorias, pero las Ciénagas recuerdan. Allá donde vais, sembráis la destrucción con vuestro poder. Si este era vuestro hogar, deberíais haber permanecido en él y no haber escogido partir, pues es evidente que no sois capaces de guardar vuestros propios juramentos.

El hada dio otro paso atrás y parte de su pierna desapareció en medio de la luz.

Y, para vuestra desgracia, Maléfica tampoco olvida. Alejaos de aquí, Caballeros, antes de que ella decida que ha llegado el momento de vengarse.

Y desapareció en el Portal. Éste pareció hincharse durante unos instantes y, después, la luz se deshizo en interminables volutas que se elevaron hacia el cielo nocturno y se confundieron con las estrellas.

La entrada a las Ciénagas quedó sellada una vez más.

*


¿Qué edad tienes-- tenéis, Alteza? Si vamos contra el reloj, es justo saber cuánto... Además... estuve dormido en el reino; saber vuestra edad me daría una idea aproximada de... cuánto me he perdido.

Felipe fulminó a Xefil con la mirada e hizo ademán de cogerlo por el cuello de la camisa, pero Rosa lo sujetó en el último segundo.

Tienen razón al preguntar, Felipe.—Respiró hondo—. En pocos meses cumpliré dieciséis. La maldición se cumplirá la noche de mi cumpleaños—dijo con voz queda.

Felipe apretó las mandíbulas y le rodeó los hombros, con el rostro contraído por la impotencia. La princesa miró a Xefil con extrañeza, tratando de sobreponerse a sus propios sentimientos.

¿Dormido? ¿Y os liberasteis del conjuro de Freyja? Asombroso… Debéis ser un gran mago—le dedicó una débil sonrisa.

Aleyn y yo tenemos que reunirnos y poner en orden algunas cosas. Él podrá explicaros de mejor forma. Es lo más indicado. Pero puedo asegurar que estaremos de vuelta en cuanto se nos necesite.

No os necesitamos, pero seréis bienvenidos. Siempre viene bien tener un mago cerca—sonrió Abel.

Heike también sonrió y dio un suave puñetazo a Xefil en el pecho.

La próxima vez espero que puedas mostrarme esas grandes habilidades de las que tanto cacareabas.

Entre tanto, Aleyn se dirigió a Rosa:

Me temo que, aunque esta vez necesitarías un regalo más útil que un tratado de plantas, no dispongo de nada para dejarte. Solo el ruego de que nunca pierdas la esperanza. A mí… me queda mucho por aprender, aunque sea más fuerte de lo que era cuando me fui, y veo que tú también.—Rosa parpadeó y sonrió con dulzura, conteniendo la emoción—. Me gustaría poder quedarme más tiempo, pero tal y como ha indicado mi compañero, debemos irnos. Tenemos información que contar y… heridas que sanar.

La muchacha avanzó y desgarró su vestido en tiras, para luego tomarle suavemente por las muñecas y vendarle las manos supurantes.

Siento no haberte dicho la verdad, Aleyn, pero debía ser así. Al menos durante un tiempo. Prometo que no volveré a huir de mis responsabilidades—respiró hondo y sonrió a su amigo—. Cuando regreses, espero estar a la altura de las circunstancias. Sé que tú lo estarás.

Entonces Rosa… No, la princesa Aurora despidió a los dos aprendices con una elegante genuflexión. Felipe, tras lanzar una mirada de incomodidad a Xefil, la imitó. Después, protector, rodeó a Aurora con un brazo una vez más y la llevó consigo hacia el bosque, donde los caminos de ambos grupos se separaron.

Aurora apretaba con firmeza la resplandeciente perla contra su pecho.

*


Cuando los aprendices regresaron a Tierra de Partida se sorprendieron al comprobar que Rebecca todavía no había regresado y tuvieron que enfrentarse a la Maestra Lyn. Cuando Rebecca regresó, lo hizo cansada, hundida, pero se mostró muy feliz al ver a sus aprendices a salvo. Por lo poco que pudieron escuchar de su conversación con Lyn, antes de que esta los expulsara con furia, fue que no había conseguido «esos» objetos, y que el muchacho no se había presentado a la cita.

Lo último que pudieron ver, antes de que les cerraran la puerta en las narices, fue a Rebecca poniéndose pálida cuando Lyn musitó «Ha vuelto. Maléfica».

****
Bastión Hueco


Mal empezamos si nos quieres lejos mientras sigues haciendo de las tuyas con esas criaturas negras, Maléfica. ¿Tan importante es para ti una venganza que acabará destruyendo el reino? ¿Y que se supone que harás una vez hayas arrasado con todo?

Ahren se incorporó con brusquedad; sus ojos escarlatas relucieron en medio de la noche con el brillo de la luna llena. Maléfica, sin embargo, lo detuvo con un ligero gesto de la mano.

Está claro que los Caballeros son tan estúpidos como arrogantes.—El hada rió por lo bajo—. Ven a averiguarlo, lenguaraz, sí así lo quieres. Yo ya os he advertido de vuestro destino. Pero sólo cuando haya transcurrido el tiempo acordado. ¿No es así, Nanashi?

La Maestra levantó la mirada y la clavó con dureza en el hada. Pero después inclinó la cabeza.

Un año—dijo con sequedad.

Un año—confirmó Maléfica.

Sin que tuviera que dar ninguna orden, el grifo tomó impulso, batió las inmensas alas a los lados y despegó con elegancia, perdiéndose en seguida sobre las copas de los árboles.

Maestra… ¿Qué es lo que ha ocurrido en la Montaña Prohibida?

Nanashi apretó los labios y, de pronto, sonrió con infinita amargura a Nikolai.

Que casi pierdo una vez más… A uno de los nuestros.

Has recuperado a uno, Maestra—dijo de pronto Ban, cruzándose de brazos. Sin embargo, sonreía—. Como Incorpóreo nunca me sentí parte de Bastión Hueco. Sólo estaba ahí por aprender. No tenía a dónde ir, ni una Llave Espada que emplear. —Aspiró hondo—.No me he sentido tan... completo desde que el Emperador...

¡Silencio!—espetó Nanashi, con un movimiento brusco de brazo—. ¡No vuelvas a mencionar a ese hombre!

Ban se encogió de hombros y esbozó una sonrisa, cuanto menos, desagradable y sus ojos parecieron relucir en medio de la oscuridad.

Le has prometido que durante un año Bastión Hueco no intervendrá en los asuntos de Reino Encantado. Me alegra valer tanto a tus ojos.

Nanashi dio la espalda a sus aprendices, con los músculos en tensión. ¿Se arrepentía de lo que había hecho? ¿O no soportaba ver el cambio operado en Ban? Era difícil saberlo. Además, la Maestra se recuperó rápidamente, irguió los hombros y cuando se encaró a ellos, volvía a parecer tan dueña de sí misma, tan distante como de costumbre.

Eso he acordado, sí. Pero los acuerdos siempre tienen agujeros.—Nanashi se apartó el pelo del rostro con cansancio—. Lo habéis hecho bien. Volvemos a Bastión Hueco. Mañana me contaréis exactamente qué ha sucedido. Marchémonos.

Nikolai y Enok dejaron, así, atrás el Reino Encantado.

Quién sabe si, realmente, hasta dentro de un año.

****


Maléfica acariciaba con parsimonia las plumas de Diablo, en sus aposentos de la más alta torre de la Montaña Prohibida. Desde aquel lugar podía recorrer de un vistazo todos los alrededores de su decadente y fría fortaleza, de la masa del Bosque que se extendía hacia el horizonte de colores anaranjados por el amanecer. El panorama era desolador y, a la vez, rebosaba una cruel y fría hermosura.

Había sido una noche larga. Ahora que llegaba el día, el hada se sentía pletórica.

No había esperado encontrarse con Nanashi ni con sus polluelos, ni tampoco que lograría tan pronto apartar a un bando de los Caballeros. Al menos, durante un par de meses. Sabía que eran incapaces de guardar su palabra y que volverían. Pero no importaba.

Lo importante era que había conseguido asestar un tremendo golpe a Mateus.

El Hada entrecerró los ojos al pensar en su díscolo aprendiz. O el que había sido su aprendiz. Se le tensaron los músculos del cuello, si bien no se permitió perder el control de sí misma. Sonrió al recordar cómo Nanashi, furiosa por la muerte de su chiquillo, había arremetido contra él con tanta violencia que estuvo a punto de arrancarle un brazo. Y eso a pesar de que apenas le quedaba magia. Había mejorado mucho desde la última vez que la había visto.

Pero también lo había hecho Mateus.

Había perdido una oportunidad preciosa de acabar con él para siempre. Sin embargo, consideraba que el daño infligido crearía una cicatriz lo suficientemente violenta en Mateus como para que decidiera no acercarse por un tiempo a Reino Encantado. Su rostro descompuesto cuando Maléfica invocó el corazón del muchacho y se lo arrancó de las entrañas le produciría placenteros recuerdos durante varias semanas.

Mi fiel amigo—dijo, dirigiéndose a Diablo—. Debería haberlo asesinado. Pero… Ahora Nanashi está en deuda conmigo.

Maléfica nunca había intentado reconstruir un corazón, tarea que había probado ser más ardua de lo esperado. Le llevó dos largas horas que el corazón del joven volviera a tener una apariencia aceptable, pero había partes que se habían perdido sin remedio y tuvo que remendarlas con lazos de oscuridad.

Nunca será igual—le había advertido a Nanashi.

Qué importa mientras viva—fue su respuesta.

«Hubo un tiempo en el que yo pensaba igual» meditó para sus adentros, apoyando la fina barbilla en el dorso de su mano.

Pero esa época había acabado hacía mucho.

Se incorporó con dignidad de la silla y se asomó por una de las cuatro ventanas de su estrecho dormitorio.

¿Dijiste que le entregaron una piedra que podía encontrar los tesoros?—repitió, meditabunda. Diablo graznó y revoloteó hasta su hombro. Maléfica sonrió—. No te preocupes. Paciencia. He esperado cientos de años para esto—esbozó una sonrisa venenosa—. Un par de meses más, y todo empezará..

Diablo sacudió las alas y casi pareció sonreír. Maléfica le acarició con dos de sus largos dedos la cabeza, pensativa, con la mirada perdida en el horizonte. Los Caballeros creían que todo se limitaba al Reino Encantado. Ilusos.

Es hora de dar el siguiente paso—susurró, con sus ojos resplandeciendo al captar la luz del sol.

Y con un elegante giro de la capa, que ondeó a su espalda, Maléfica dio la espalda a la ventana y desapareció en la oscuridad.

Spoiler: Mostrar
¡Fin de la trama!



Bien, manos a la obra con las puntuaciones~

Narra nos abandonó a los pocos post, Astro despertó mi faceta asesina para que acabara con el pobre Ban y Sally no puntúa, así que con gusto me libro de repasarme vuestros post. Con todo, he de decir que me gustó mucho la interpretación de Ban y me divertí planeando lo que aparecería en su camino. También agradezco el noble sacrificio de Ban para que la historia de Nanashi se revele un poquito más.

En cuanto a Sally, excepto señalarte que deberías revisar un poco los post porque se te escapan algunas comas o narraciones algo más complejas de lo necesario —a pesar de que van con la personalidad de Aleyn, sinceramente ralentizan un poco el transcurso de la acción, así que yo te recomendaría aligerar un poquito la narración—, me ha encantado llevarte en esta trama. Eso sí, espero que a golpes Aleyn empiece a volverse más activo o terminaré por matarlo como a Ban un día de estos (?)

Zero

Tengo que bajarte unos cuantos PX por las faltas y retrasos. De modo que:

¡Recibes 60 PX!

¡Te quedan 10 PX para subir de nivel!

Sobre la interpretación

Me ha gustado cómo has llevado a Xefil a lo largo de la trama. Has sabido reflejar la tensión y la desazón de regresar a su mundo y encontrarlo cambiado, en guerra. Su implicación emocional ha sido muy buena, así que mis dieces.
Con todo, no puedo evitar lamentar las veces que has faltado, que han restado juego a tu personaje y han hecho que desperdicies ciertos vínculos que podrías haber creado con los NPCs.

Aparte, está bien que hayas interactuado aunque sólo haya sido al final con Aleyn, pero la verdad me parece que habría sido más interesante un poco de juego al principio, aprovechando el viaje. Esperemos que os llevéis bien para próximas tramas.

Acerca de la expresión

-Cuidado con los guiones. Si tras guión no viene un verbo de habla, debes ponerlo en mayúscula:

«¡Con cuidadito!me agaché»// «¡Con cuidadito!Me agaché»

-¡Has mejorado mucho en la escritura! En particular ya casi no veo los «-mente» y sinceramente creo que eso le da más ligereza a la narración.

-Hay detalles pequeños que me chirrían; por ejemplo «le grité mi sugerencia», cuando es mucho más sencillo decir «grité» o «sugerí».

-Quizás, como a Sally, te recomendaría que no fueras tan introspectivo. Claro que es tu estilo, pero de nuevo la meditación, la descripción de todo lo que puede hacer Xefil, lo que piensa o considera, alarga un poco de más las situaciones. En especial en medio de la batalla y considero que rebaja tensión si abusas demasiado del mismo recurso. Y ciertamente no termina de quedarme claro si es que Xefil está escribiendo un diario por este comentario «(no pretendo ofenderte, si es que llegas a leer esto)» y si es algo que aplicas siempre a todos tus post. En caso de que sea así, creo que deberías dejarlo más claro de tanto en tanto. Es un detalle original, pero que debes explotar porque debo decir que antes ni se me había podido ocurrir que Xefil estuviera escribiendo.

Drazham

¡Recibes 67 PX!

¡Subes al nivel 7!

¡Te quedan 6 PX para subir al nivel 8!

Sobre la interpretación

Me ha gustado bastante cómo has llevado a Nikolai; te has mantenido dentro de su carácter y has sabido respetarlo al interactuar con los diferentes NPCs. Además, has sabido tomar decisiones drásticas, como al robar a Diablo la perla y escapar al galope. Otras no han sido tan acertadas, pero igualmente han dado juego a la trama.

Mi única «queja» es que me cuesta creer que Nikolai no tenga miedo, que apenas experimente un pico de angustia. No digo que salga chillando porque un huargo le muestre los dientes, ya que eso no sería ser fiel a tu ficha, pero, siendo sinceros, no me parece realista su actitud tranquila y controladora teniendo en cuenta que hace poco que se ha unido a Bastión Hueco y que todo esto es una dimensión completamente nueva para él. Que un personaje se asuste o acobarde de vez en cuando no es rebajarlo. Es más, te da juego para darle una verdadera evolución de cara al futuro. Pero en ese sentido te has mantenido fiel a tu ficha de modo que todo bien.

Aun así, esa es mi recomendación.

Acerca de la expresión

-Para empezar, cuidado con las tildes. No han sido demasiadas, pero sí he visto que se te han escapado algunas.

-Cuidado con los guiones: si detrás de uno viene un verbo de habla, entonces debe mantenerse la minúscula. En caso contrario, se ha de poner un punto y mayúscula:

«—(…)vosotros.[/color]—con un simple gesto,»// «—(…)vosotros.[/color]—Con un simple gesto»

«¡Melkor!una voz» // «¡Melkor!Una voz»

-Vigila las repeticiones. Se pueden pasar por alto, pero si las corriges harás la lectura más fluida y variada:

«No estaba muy seguro de que la excusa de los sincorazón le fuese a valer al hombre de tez grisácea. Niko no era muy buen mentiroso».

-Te he visto más de una vez dejar una minúscula tras puntos suspensivos. Ten cuidado, eso sólo debería ocurrir si forma parte de una misma frase.

Sheldon

¡Recibes 62 PX!

¡Subes a nivel 11!

¡Te quedan 16 PX para subir a nivel 12!

Sobre la interpretación

-Tus post están muy trabajados, aunque algo pesados de leer y cortan la agilidad de las acciones. Está claro que tienes una personalidad muy definida para Enok y eso está bien. Sin embargo lo cierto es que prácticamente he sentido que tenía que arrancarte las palabras y las acciones. Enok ha tenido un buen momento al final de la trama, al atacar a Diablo, pero el resto del tiempo lo has apartado voluntariamente, lo has dejado de lado. Es una pasividad exagerada y que no creo que te convenga ni a ti ni al master. A ti porque no te va a permitir que evolucione tu personaje y al master porque se queda sin saber qué hacer. De modo que te animo a que des motivos a Enok para volverse más activo, para intervenir más en la trama o terminará siendo un personaje anodino.

No me cabe duda de que le tienes cariño y crees que su personalidad está bien así, pero es un Caballero, le han pasado miles de cosas. Es hora de que eclosione el huevo.

Acerca de la expresión

-Sé que es tu estilo, pero insisto en recomendarte que hay ocasiones en la que la excesiva descripción resulta innecesaria. Tu forma de escribir puede ser igual de poética si escoges la estructura y la extensión necesaria de las frases. Eres muy visual, pero a veces frases bonitas como la que te pongo a continuación quedan demasiado oscurecidas por su complejidad para que se puedan apreciar:

«El cosmos de pensamientos del chico escondía en su epicentro una rosa herida y sangrante pero orgullosa y en busca de su huida.»

«Nunca le había asaltado aquel sentimiento o más bien pensamiento». ¿Realmente es necesario resaltar cosas así? Frases como «nunca le había asaltado un sentimiento como aquel» son sencillas y directas, por ejemplo.

«argumentó acompañándose de lenguaje no-verbal». ¿No sería más sencillo y fluido decir «acompañándose de ademanes/gestos con las manos[/i]» o algo similar?

«Aquel vómito de voz resonó en todo el claro,». En este caso, creo que deberías elegir las palabras con más cuidado.

-Y por otra parte, ten cuidado y repasa los post, que a veces me has metido palabras que técnicamente no existen, como «confortantes».

-Cuidado con las repeticiones; tiendes a usar demasiado seguido el «-mente» y resulta un poco incómodo de leer.
«pulcramente por remaches y partes añadidas y finalmente una capa algo de un color algo más claro que, sin embargo, había decidido no ponerse, eran los conformantes del atuendo de Enok. Y,al parecer, había acertado al escoger aleatoriamente».

-Cuidado con las tildes, las has puesto donde no son necesarias y faltan en algunas palabras donde sí; «jóven», «lineas».


Conclusión

Ha sido una trama dura. Muy dura. Cuando se llenó tan rápido me angustió no conseguir estar a la altura de las expectativas. Erais muchos jugadores y os permití separaros —algo de lo que me arrepentí mil veces aunque fuera de provecho para la historia—, lo cual hizo que fuera todavía más difícil postear a un buen ritmo. Pero entre una cosa y otra, me he quedado muy satisfecha. Era una trama que podría haber acabado de formas muy diferentes. Escogisteis rutas que os llevaron a aprovechar o desaprovechar personajes, a evadir zonas donde podríais haber conocido a otros personajes —véase a Flora o al rey Huberto—, pero eso no es malo. Ha dado dinamismo a la trama y ha permitido jugar con muchos detalles.

Gracias a todos por participar y darme vuestras opiniones. Cualquier crítica o recomendación será bien recibida para hacer mejor la siguiente trama vamos, que vayáis todos a hacer una review de la trama a la de ya.
Nos vemos en la siguiente trama~
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Suzume Mizuno
63. Komory Bat
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