[Reino Encantado] Promesas de guerra

Ronda 12 - Límite, miércoles 26 de noviembre

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Drazham » Jue Sep 25, 2014 9:31 pm

No sabía como, pero la excusa de Nikolai pareció tener el efecto deseado: El tipo de pelo rojo retiró su arma del cuello del joven, quien ni se molestó en sentir el menor atisbo de seguridad pese al no tener ya el filo de una espada pegado a su garganta. Al fin y al cabo, todavía tenían a su alrededor una manada entera de humanoides cabalgando sobre perros monstruosos. Para colmo, su líder se carcajeó a pleno pulmón, como si le pareciese una broma lo que ambos aprendices venían a hacer allí.

Ya veo que sois ese tipo de compañeros leales en los que se puede confiar.—pronunció el hombre bajando la espada y jugueteando con ella mientras que su “mascota” se acercaba peligrosamente hacia el temeroso Enok, a quien posiblemente veía como una presa fácil que se agazapaba de puro terror. Al menos su jinete tuvo la delicadeza de retirar al animal de la cara del chico antes de que le hincase los dientes.

Leales decía… en cierto modo, si que estaban mostrando algo de lealtad encubriendo a la Maestra Nanashi y al “insensible” de su compañero, pero también estaban metiendo en el ajo al pobre desgraciado al que estaban siguiendo... aunque de desgraciado tenía poco si había logrado librarse del encontronazo con los orcos de milagro.

Os diré lo que vamos a hacer, Caballeros. Vamos a ir a buscar a vuestro compañero—inmediatamente, el pelotón humanoides y lobos se agrupó para restringir el movimiento de los aprendices—. Uno de vosotros entrará en la ciudad. El otro se quedará e intimará un poco conmigo. Os permito decidir el papel de cada cual.

Niko ya se estaba oliendo que no les iban a dejar irse de rositas, pero le inquietaba que el jefe de la cuadrilla se quisiese tomar tantas molestias para cazar al que creía compañero suyo cuando ya les tenían a ellos dos. Por supuesto, el buscar al que les había llevado de cabeza a esa panda de orcos se trataba de un “extra”, ya que el tipo no tardó en comunicarles de que también aprovechasen para hacerles otro recado por el que, muy posiblemente, hubiese sido la razón por la que su escuadrón andaba por las cercanías de la aldea.

El que entre a la ciudad lo hará para sacar a su compañero… y a un hombre que responde al nombre de Diablo. Es fácil de reconocer: nariz picuda, pelo negro y tipo espigado, con una mirada maliciosa. Básicamente, como un cuervo. Sólo tenéis que decir que su ama le reclama y vendrá.

»Si hacéis esto, me pensaré si no cortaros la lengua por haber amenazado al ejército de mi Señora.


Dicho esto, el hombre les dedicó una impertinente sonrisa. Nikolai entrecerró los ojos viendo que su captor seguía mofándose de ellos al alegar que les habían “amenazado” cuando era totalmente lo contrario. Las palabras “tirano” y “cretino” rondaban la mente del aprendiz cada vez que le veía sonreír mezquinamente.

Acto seguido, el líder llamó la atención de uno de sus subalternos:

Ve a la Montaña y advierte a la Señora de que vamos a llevarle invitados. Tres Caballeros y a su maldito cuervo.—dirigió la mirada a ambos aprendices—. Porque no vais a dar problemas, ¿verdad?

Niko ya ni se molestó en darle una respuesta verbal en cuanto vio esbozarle una vez más ese tétrico semblante propio de los villanos de ficción. Suspiró y se encogió de hombros, dirigiéndole una mirada de cansancio ¿Acaso se pensaba que sus dos prisioneros le darían problemas cuando ya había aterrorizado a uno de ellos y le había plantado el filo de su espada en el cuello del otro sin cortarse ni un pelo?

Ya daba igual. Para bien o para mal, tendrían que entrar en la aldea para buscar al tal Diablo y a su “compañero”. Y por lo que había estado escuchando, era muy probable que el Hada (o su “Señora”, según la llamó el hombre de tez grisácea) que estaban buscando tuviera algo que ver en todo esto.

***


Por fortuna, el trayecto hasta la entrada de la aldea resultó bastante corto para la compañía que los dos aprendices tenían que soportar. Desde la explanada por la que deambulaban podían contemplar en la lejanía el castillo del regente del reino; conocido como el rey Huberto, el caudal de un río que atravesaba el poblado que tenían a escasos metros desde su posición y un viejo puente que tuvo mejores tiempos.

Pero como era de esperar, el acercarse a una aldea junto a cinco seres de aspecto peligroso y sus canes tuvo sus consecuencias. Sonidos de alerta comenzaron a resonar desde el interior. Las puertas se cerraron y alrededor de una quincena de soldados armados con arcos emergieron de la muralla de madera que cubría la aldea, dispuestos a dispararles en caso de que se acercasen más.

Asustados como alimañas.—pronunció el hombre de cabellera roja mientras sonreía deleitado por la bienvenida que habían recibido.

<Sí, una lástima que ahora nos teman a nosotros también> resopló, hastiado por el hecho de que ya era la segunda vez que levantaban un arma contra él en un solo día.

¡Melkor! —una voz bastante grave, pero con indicios de provenir de una mujer, resonó desde lo alto del muro—.¡Qué buscas aquí, desgraciado! ¡Da un paso más y os ensartaremos a todos!

El nombre del jefe de los orcos salió a la luz: Melkor. No era de extrañar que el tipo que les retenía ya debía de haberse ganado su infamia por todo el reino tras la primera impresión que se habían llevado de este.

Vengo en son de paz, capitana.

¡Esa no es la política de los de tu especie, mestizo!

<Doy fe de ello, señora> pensó mientras se frotaba la zona en la que hace unos momentos tenía la punta de un arma a escasos milímetros.

Lo reconozco. Entonces, hablaré en un idioma que los dos podamos entender: hay dos personas ahí dentro a las que quiero. Un hombre venido de tierras lejanas. Otro hombre de mi Señora. Mandaré a uno de los míos para que los recoja. Si no están aquí en una hora, mandaré un mensaje a mi Señora y le informaré de que hay otra aldea que destrozar. Y no creo, capitana, que con tu escaso ejército puedas detenernos.

Y el silencio se hizo, uno que duró sus pesados minutos mientras los guardias y su capitana que se resguardaban detrás de la muralla discutían que hacer. Niko se pasó todo ese tiempo analizando de arriba abajo el muro de madera que servía de método de defensa para la aldea. Melkor había mencionado que ya habían hecho de las suyas en otros poblados de la periferia, y el joven no iría muy desencaminado en pensar que el que tenía justo en frente no sería el único que hubiese tomado medidas tan desesperadas para protegerse de los ataques del Hada.

La espera se hizo eterna, pero los enormes portones del muro se abrieron. Melkor, con un gesto de falsa cortesía que mostró una vez más el descrédito que sentía por los dos aprendices, enarboló su espada y apuntó hacia la entrada del pueblo.

Recordad. Sólo uno. Tenéis una hora.

Era el momento de elegir, y Nikolai tenía muy claro cual iba a ser su opción. Viró la cabeza hacia Enok y clavó sus ojos en los de este con una expresión totalmente seria, cerrándolos segundos mas tarde, lamentando que la decisión que iba a tomar en ese momento no fuese del agrado de su compañero.

<Lo siento… Intentaré acabar con esta locura cuanto antes.>

Acto seguido, se volteó hacia Melkor, señalándose así mismo con el dedo índice para luego apuntar con el pulgar de la misma mano hacia la entrada de la aldea.

En ese caso, entraré yo —sentenció.

Sin mediar más palabras con el hombre, Niko se adentró en el pueblo con paso firme.

Dejar a Enok a solas con el “tirano cretino” no era la mejor de las ideas, pero veía menos viable que el temeroso chico entrase en una aldea llena de soldados que les consideraban aliados de los orcos, sobretodo si alguno de ellos le daba por amedrentarle en su estado actual para sonsacarle información.

No, quería terminar cuanto antes por el bien de los dos. Tenía los datos suficientes para encontrar al hombre conocido como Diablo sin dificultad alguna, con quien quería compartir un par de palabras para averiguar que se traía entre manos su “Señora” repartiendo a sus sicarios por el reino.

Diablo no daría problemas si le decía que sus “amigos” habían venido a recogerle, pero el otro caballero de la llave espada ya era otra historia. En primer lugar, no tenía ni idea de que aspecto tenía, y lo único que podría hacer al respecto era preguntarle a alguno de los guardias por cualquier extraño o extranjero que hubiese aparecido por allí antes de que hubiesen llegado ellos. Luego, tendría que ingeniárselas para convencerlo de que se hiciese pasar por uno de sus compañeros y que tuviese la amabilidad de entregarse voluntariamente a los orcos.

Las probabilidades de que el caballero desconocido le mandase, literalmente, a la mierda en cuanto le contase todo eso eran enormes, pero antes tendría que encontrarle. Ya se preocuparía mas tarde de convencerlo. Ahora tenía que asegurarse de que a Enok y a él no les rebanarían el pescuezo encontrando a esos dos.

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Nikolai elige entrar en la aldea para buscar a Diablo con los datos que tiene sobre este y preguntar sobre cualquier "desconocido" que hubiese hecho acto de presencia por allí.
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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Sheldon » Vie Sep 26, 2014 9:56 pm

Nikolai completó el plan inicial que Enok intentaba llevar a cabo, mucho más detallado, ofreciendo a sus captores algo más de información.

Ya veo que sois ese tipo de compañeros leales en los que se puede confiar.—comentó con suma ironía mientras hacía descender su arma. La bestia sobre su cuerpo se revolvió y avanzó unos pasos, esta vez en dirección hacia Enok. El chico intentó dar un paso atrás pero su cuerpo no reaccionaba ante el miedo. Antes de que el monstruo pudiese liberar sus instintos, el humano que lo cabalgaba lo reprimió con un gesto feroz—. Os diré lo que vamos a hacer, Caballeros. Vamos a ir a buscar a vuestro compañero—De repente, todo el cuerpo de Enok se vio debilitado por un escalofrío. Aquello no había salido bien—. Uno de vosotros entrará en la ciudad. El otro se quedará e intimará un poco conmigo. Os permito decidir el papel de cada cual. El que entre a la ciudad lo hará para sacar a su compañero… y a un hombre que responde al nombre de Diablo. Es fácil de reconocer: nariz picuda, pelo negro y tipo espigado, con una mirada maliciosa. Básicamente, como un cuervo. Sólo tenéis que decir que su ama le reclama y vendrá.

»Si hacéis esto, me pensaré si no cortaros la lengua por haber amenazado al ejército de mi Señora.


Alejarse e “intimar”, dos tareas que debían de tener gato encerrado y ninguna de ellas adecuada para Enok.

El jefe del grupo añadió unas cuantas palabras que el rubio aprendiz tan solo oyó, sin pararse detenidamente a pensar en su significado. Era mucho más importante prepararse para lo que quiera que fuese a ocurrir. Por otra parte, era tan ridícula la situación que hasta tenía sentido. Apenas una media hora en aquel mundo y ya se encontraban presos.

Así que echaron a andar, a un paso bastante rápido debido a la velocidad que mantenían los lobos. Enok no levantó la cabeza ni un solo momento en todo el trayecto. Piedras, rocas, tierra, polvo, charcos con agua turbia y tablones de madera.

Asustados como alimañas.—susurró el jefe. Enok le miró de reojo hasta conseguir fijarse en el arco que se dibujaba sobre sus labios.

¡Melkor! —exclamó una voz femenina aunque con toques del otro sexo. Provenía de las alturas, concretamente de uno de los torreones de la muralla enfrente del grupo. Enok se fijó mejor en esta. Encajaba a la perfección con el resto del mundo en el que se encontraban, una villa fortificada con casas de madera bastante pobres—.¡Qué buscas aquí, desgraciado! ¡Da un paso más y os ensartaremos a todos!

Vengo en son de paz, capitana.

¡Esa no es la política de los de tu especie, mestizo!

Lo reconozco. Entonces, hablaré en un idioma que los dos podamos entender: hay dos personas ahí dentro a las que quiero. Un hombre venido de tierras lejanas. Otro hombre de mi Señora. Mandaré a uno de los míos para que los recoja. Si no están aquí en una hora, mandaré un mensaje a mi Señora y le informaré de que hay otra aldea que destrozar. Y no creo, capitana, que con tu escaso ejército puedas detenernos.

Un silencio se extendió en la escena. El ambiente resultaba extraño aunque esta vez no para Enok, quien ya había disfrutado de este durante todo su camino hacia la aldea.

Recordad. Sólo uno. Tenéis una hora.

Nikolai, el compañero de Enok, tenía muy claro el cometido que iba a desempeñar en aquella misión a contrarreloj: adentrarse en busca de las dos personas que ni siquiera conocían.

En ese caso, entraré yo —fue lo que dijo tras representarlo gráfica y escuetamente con una serie de movimientos de la mano.

Y así quedaban las cosas: Enok esperaría a que su compañero hiciese su trabajo mientras Melkor, a quien se habían dirigido por ese nombre anteriormente, se adueñaba de las palabras del asustadizo aprendiz. O quizás incluso de algo más.
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Ronda #3 - Promesas de guerra

Notapor Astro » Vie Sep 26, 2014 11:42 pm

¿Dónde estás? —la misma voz que había escuchado antes, cada vez más cerca de mi posición, amenazaba con encontrarme—. Déjate ver. Nadie entra en los dominios del Hada Oscura sin pagar por ello.

Entonces pude verle. O verles, mejor dicho. Un humanoide de piel blanca con afilados colmillos que sobresalían de su boca cabalgaba sobre una especie de lobo gigantesco, de pelaje también blanco. Sin duda, así era como me habían encontrado: siguiendo mi rastro. Dejar mi capa no había sido tan buena idea...

Pero no dejé que eso cambiara nada. Permanecí inmóvil, oculto gracias al hechizo Tenue, sin ningún tipo de reacción. Inerte, cual cuerpo vacío.

Entrégate. Entonces puede que si cantas lo suficiente, el Hada Oscura te perdone la vida.

Confirmado, trabajaba para la susodicha Hada malvada. La imagen de cuentos infantiles se iba disipando cada vez más, aunque no dejase de ser gracioso que usaran esa palabra para definir a alguien tan supuestamente peligroso.

El brusco salto del gigantesco lobo hacia el árbol donde me encontraba me sacó de mis pensamientos. Y, sin duda, el animal me había encontrado: golpeaba el tronco con sus garras con insistencia, indicando el paradero de su presa. Pero para mi fortuna el hechizo cumplió con creces: a diferencia de su montura, el jinete no veía nada y obligó al chucho a parar.

Su insistencia en quedarse parado, registrando cada centímetro de la zona, se volvió un peligro importante. La invisibilidad no duraría mucho más, y entonces era cuestión de segundos que me vieran. Debía pensar en algo, y rápido. ¿Podría derrotar a ambos en una pelea...?

La suerte volvió a sonreírme cuando un nuevo ser apareció en escena, directo hacia mi cazador: una especie de cerdo bípedo, gordo y repugnante, que iba vestido con una armadura negra y armado con una maza.

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—¡Grishnak! —anoté ese nombre en mi memoria: sería el nombre del ser blanco— ¡Una mujer, una mujer humana! ¡Ha acabado con…! ¡Con muchos, muchos de nosotros!

¿Ha pasado la Fortaleza Negra?

—¡Se dirigía hacia ella, señor!

¡Inútiles! ¡El Hada os matará a todos si no sois capaces ni de detener a una condenada humana!

"Nanashi", deduje.

Humana, poderosa, y abriéndose paso hacia la Montaña Prohibida a pie. Bastante evidente que la Maestra había seguido su camino, aunque para querer tenerme vigilado de cerca parecia haberse olvidado de volver a por mí.

Y justo a tiempo, se marcharon. Pocos segundos antes de que volviera a ser visible, Grishnak y el cerdito desaparecieron rumbo a la Fortaleza. Esperé unos minutos para estar seguro, y finalmente bajé del árbol. Hice una mueca de dolor al mirarme las manos arañadas, pero no podía quejarme: había sobrevivido.

De momento.

¿Y ahora qué...? —susurré, pensativo.

La misión era continuar hacia la Montaña Prohibida tal y como había ordenado Nanashi, ahí se suponía que averiguaríamos algo sobre el Emperador. Pero en aquel momento, la situación era complicada: en esa dirección podía oírse claramente el sonido de un ejército, y no sería nada fácil llegar a pie con mi nivel de poder. Tenue consumía mucha energía, y depender de él no era ni imaginable.
Tampoco podía confiar en que la Maestra viniera a buscarme: ya habían demostrado que tenían la tendencia de olvidarse de sus aprendices y dejarles a su suerte para que les arrancaran el corazón.

Mientras seguía considerando mis opciones, seguí caminando con cuidado por el bosque. Llegué hasta el punto en el que aterricé, donde había dejado la capa... que ahora no estaba. Los goblins, orcos, o como se llamasen se la debían de haber llevado. ¿Por qué siempre me robaban algo?

Suspiré, buscando alguna idea que me permitiese dirigirme a la Fortaleza con algún mínimo de seguridad, cuando algo captó mi atención. Giré sobre los talones mientras observaba una pequeña luz azul que parpadeaba entre los árboles. Era débil, pero insistente. Y parecía que, de alguna manera, me estaba llamando.

Movido por la curiosidad y por la falta de interés en dirigirme hacia una trampa mortal, eché a andar hacia la luz con cuidado. ¿Qué sería? ¿Una trampa? ¿Algún objeto mágico? ¿Por qué me estaría llamando?

O igual me había dado un golpe en la cabeza al caer y estaba imaginando cosas. Fuese lo que fuese, lo descubriría.
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Re: Ronda 3

Notapor Sally » Sab Sep 27, 2014 4:49 am

El caballo no le arrojó contra el suelo al sentir su peso sobre la grupa, lo cual fue de agradecer, pero tampoco hizo que se tranquilizara del todo. Tuvo que sostener fuertemente las riendas mientras le daba unas breves palmaditas en el costado, intentando transmitir una serenidad que estaba bastante lejos de sentir. Perdía un tiempo muy valioso haciendo aquello, y su salvador se alejaba cada vez más a cada segundo que pasaba, mas uno no podía manejarse con un animal medio aterrorizado. Podía acabar con sus huesos contra la tierra o viéndose dirigido hacia una dirección no deseada.

Cuando logró dominar al caballo, o al menos lo más que pudo teniendo en cuenta las circunstancias, pensó que la suerte podía estar empezando a sonreírle. Craso error. Apenas lo había conseguido cuando uno de los Sincorazón que se habían quedado en la retaguardia estuvo a punto de tirarle al suelo. Con el equilibrio casi perdido no era capaz de defenderse correctamente, lo cual daba vía libre a las criaturas para seguir atacándoles a él o al caballo. No obstante, no estaba solo. El sonido de un galope precedió a la entrada del gigantesco soldado que había visto antes y que, con un solo movimiento, se deshizo de los dos enemigos como si de un simple juego de niños se tratase. Había logrado abrirse camino por entre la turba de Sincorazón que le habían impedido el paso. Aleyn supuso que Xefil había tenido algo que ver, puesto que por muy fuerte que fuera el hombretón, habría tenido problemas de otro modo contra semejante cantidad de enemigos.

Gracias —musitó, intentando olvidar el dolor del golpe que había recibido en el pecho.

¡Sabes cómo hacer magia, ¿no?!

Efectivamente —dijo aunque la respuesta fuese obvia.

¡Entonces no te separes de mí! ¡Y como le hagas daño a su Alteza, te arranco la cabeza!

A pesar de la amenaza de muerte, Aleyn no pudo impedir que sus labios se curvaran en una leve sonrisa. Estaba claro que la lealtad de aquel soldado era más que férrea, y eso, unido a su enorme fuerza, le convertía en un gran aliado a la hora de entrar en combate.

Por suerte, no tuvieron más incidencias hasta la linde del bosque, donde desmontaron para poder moverse entre la espesura con más facilidad. El sonido amortiguado de un combate les indicó que el caballo desbocado no había ido demasiado lejos, pero aun así Aleyn temió que el hombretón, debido a su espada o a su corpulencia, ralentizara el ritmo que él hubiera podido coger de haber ido solo. No obstante y para su sorpresa, se movía con rapidez y, lo que era más, con sigilo. Lo cual era extraordinario porque habitualmente, si uno quería desplazarse a una cierta velocidad en la foresta, lo más probable era que acabara partiendo ramas y aplastando hojas caídas.

Ygraine fue olfateando el terreno delante de ellos, aunque el ruido parecía ser guía suficiente para que avanzaran. Aleyn se habría detenido a sentir la calidez de los rayos del Sol a través de la bóveda de los árboles, pero no había tiempo para eso. Y si finalizaban el rescate del joven —cuando, se corrigió, procurando confiar en sí mismo y en el soldado, mientras apartaba una rama de su camino—, suponía que tampoco lo habría. La maestra Rebecca aún les estaba esperando en el castillo. Y Xefil seguiría combatiendo a las afueras del bosque.

Finalmente llegaron al lugar donde la agitada carrera de la montura del joven se había detenido. Quizás había recuperado el control con las riendas, o los Sincorazón les habían cortado el paso, obligando al caballo a refrenarse. El combate, si es que podía considerarse así, estaba claramente a favor de las criaturas, puesto que a pesar de la habilidad que aquel muchacho demostraba, eran demasiados para él. Se deshizo de uno, pero los demás no le daban tregua, y estaba tratando de proteger aquel cuerno que le colgaba del pecho casi con más ahínco que su propia vida. Con un rápido vistazo contó a siete enemigos.

¡Protégeme la retaguardia! —Aleyn se adelantó un poco para poder cumplir la orden del hombretón.

¡Abel!

¡Apartad, Alteza!

El muchacho se dirigió hacia él rápidamente para alejarse de los Sincorazón, pero la lucha había hecho mella en él, y acabó perdiendo el equilibrio. Únicamente la intervención de, ahora lo sabía, Abel, impidió que todas las criaturas se abalanzaran sobre el caído. Aleyn intentó llegar hasta el joven para ayudarle a levantarse, pero antes de que lo consiguiera, uno de los enemigos voladores trató de apresar el cuerno. Era curioso que le dieran tanta importancia teniendo un corazón prácticamente en bandeja, ciertamente. Mas, curioso o no, no podían dejar que se lo llevaran. El joven le ensartó de lado a lado, aunque ya fuera por el ángulo o la falta de fuerzas, no pudo acabar con él.

Aleyn estaba a punto de intentar rematarlo con un conjuro cuando se percató de que un Sincorazón de fuego se preparaba para arrojarles un infierno encima.

<<Fuego… ¿por qué tiene que ser fuego?>>

El proyectil que ese mismo Sincorazón o uno de similar clase le había arrojado antes no le había afectado demasiado puesto que había ocurrido todo muy deprisa y el misterioso joven le había protegido con su escudo. Pero ahora podía verlo casi detalladamente. Y estaban en mitad del bosque. Como las llamas alcanzaran la vegetación, a pesar de mostrar un aspecto lozano y del riachuelo que serpenteaba a sus pies, acabarían prendiéndola. El mero hecho de imaginar todo a su alrededor siendo devorado por el fuego hizo que su estómago se contrajera y el cuerpo le temblara. Pensar que había gente en peligro era lo único que le permitía no quedar paralizado.

Tenía que evitar que la criatura lanzara su ataque, no sólo para ayudar a los demás, sino para evitar que aquello pudiera acabar en tragedia para el bosque y para sí mismo.

¡Ygraine, protégele! —señaló con la diestra al muchacho.

El zorro se arrojaría sobre el Sincorazón que el joven había atravesado, intentando quitárselo de encima. Si no podían acabar con la criatura entre los dos quizás al menos pudiera inutilizarle las alas, de forma que, de conseguir aquel misterioso cuerno, no fuera capaz de ir muy lejos con él.

Aleyn, por su parte, se dirigió hacia el Sincorazón de fuego, apretando los dientes. Lanzaría un Aqua sobre el enemigo para tratar de impedir que completara su ataque. Lograra o no su objetivo, su siguiente movimiento contra la criatura sería con la Llave Espada, intentando acabar con él lo más rápido posible, para ocuparse del tercer enemigo que se había abalanzado sobre el joven caído. Estaba dejando a Abel contra cuatro Sincorazón, pero el soldado era duro de pelar por lo que había visto, y aquellos malditos seres parecían darle más importancia al cuerno que a cualquier otra cosa.

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▪ Aqua (HM) [Nivel 3] [Requiere Poder Mágico: 4] Ataque básico de elemento Agua. Pequeña ola de agua fría que brota de la palma del personaje, con pocas probabilidades de derribar al enemigo al suelo.
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Ronda #3 - Xefil

Notapor Zee » Sab Sep 27, 2014 6:05 pm

¡Gracias! ¡No lo olvidaré!

El Capitán me agradeció con voz en grito en cuanto comprendió que había sido yo el que le había quitado a los Sincorazón de encima. Se las arregló para montarse en uno de los caballos que había entrado en pánico —algo que no le costó mucho gracias a su inhumana altura— y consiguió tranquilizarlo lo suficiente para partir detrás de Aleyn a todo galope.

Más te vale, soldado —murmuré, sujetando la Llave-Espada con las dos manos y preparándome para volver a la carga de nuevo. Los Sincorazón estaban reduciéndose en número, pero seguían siendo una amenaza fatal para los soldados; ya había muchos heridos a mi alrededor e incluso algunos cadáveres.

No lo había notado, pero me hervía la sangre y los brazos me temblaban, entusiastas por lanzar tajos y estocadas de nuevo. Brotaban, poco a poco, las ganas de matar. Aquellas bestias estaban acabando con hombres inocentes, ¡y yo no podía protegerlos a todos!

Levanté la Llave-Espada y apunté con ella al cielo, esperando atraer la atención de los Sincorazón. Y funcionó, gran parte de ellos se giró en mi dirección y se centraron en acabar conmigo, puesto que además de suponer la mayor amenaza, mi corazón era el más apetecible de todos los presentes.

Esquivarlos fue una hazaña complicadísima. Devolverles golpes ya fue simplemente imposible. Saltaba de un lado a otro, giraba como una peonza, me agachaba, deslizaba, y me volvía a levantar, bloqueaba de aquí a allá. Logré sacudirme la mayoría de los ataques, pero aun así me gané un largo corte en un costado de mi rostro y otro en mi hombro izquierdo.

¡Hombres, los estoy distrayendo, ¿por qué no atacáis?! —rugí, a la par que una garra me rozaba la nariz y me removía el cabello con la brisa producida. No sabía por cuánto tiempo podría mantener aquella danza alocada sin que me arrancaran la cabeza de tajo, por lo que me concentré en retroceder, dando amplios saltos hacia atrás cada vez que podía.

Cuando súbitamente, pasó algo que me hizo perder el interés en los Sincorazón. Uno de los soldados pasó volando, literalmente, por un costado mío, como despedido por una fuerza colosal. Justo cuando me giré para preguntarle si se encontraba bien, contemplé cómo otro era prácticamente arrancado del suelo por la misma energía invisible, para después ser arrojado con tanta brusquedad que sus cervicales cedieron al impacto, matándolo instantáneamente.

Alguien rió, entonces. Una voz infantil, limpia y clara. Y de algún modo, estremecedora. Espeluznante. No era una situación que ameritara risas, y eso la volvía aterradora.

No tardé en encontrar al dueño. Prácticamente estaba gritando su presencia, con todo el desastre que tenía a su alrededor, heridos y cadáveres casi creando una pila a sus pies. Era una figura pequeña, de piel gris y muerta, ojos brillantes de color rojo, larguísimo y liso cabello plateado, orejas largas de elfo y colmillos y uñas afilados. Parecía una especie de... niño demonio.

Bueno, claramente no era humano.

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¡Es curioso, todos los demonios se ven atraídos por ti!—señaló con una amplia sonrisa, mientras me apuntaba con el dedo. Tuve el impulso de hacer desaparecer la Llave, pero aquello me pondría en desventaja y le indicaría exactamente por qué los Sincorazón me seguían—. ¡Y has permitido escapar al guardián del príncipe! ¡Tendré que castigarte!

¡Oh, así que eso es lo que era! —comenté fingiendo desinterés—. Lo siento.

Sin aviso alguno, cuatro corrientes de viento se lanzaron en mi dirección, brotadas de la mano del muchacho. Ver aquellas hojas de aire fue difícil y sólo pude hacerlo por el polvo que cargaban; aun así, no poder distinguirlas con claridad fue un obstáculo que me impidió esquivarlas por completo. Aunque intenté apartarme, una de ellas logró su objetivo y me abrió un corte en la pantorrilla.

—¡El hechicero de la Bruja!

El niño dibujó el desagrado en su rostro y dirigió su atención al desafortunado soldado que había exclamado su identidad. Antes de que pudiera hacer algo al respecto, le arrojó una fuerte corriente de viento que lo derribó sin esfuerzo.

¡Mi señora Maléfica es un Hada, imbécil!—gritó, a la par que se quitaba de enciama a otro de los hombres con un nuevo golpe de aire. Fastidiado, soltó un resoplido y se giró en mi dirección. En retrospectiva, me había tratado bastante bien si lo comparaba con los otros.

¿Quién era...? ¿Era de verdad sirviente de Maléfica, de la bruja que vivía en la Montaña Prohibida?

¿De la que había echado la maldición sobre mi reino...?

¡Bueno! ¿Crees que podrás aguantar cinco minutos antes de que te mande a volar como a ellos?

Fruncí el ceño sin pensarlo. No sabía si sentirme ofendido, asustado, o qué sé yo. De pronto todo lo que había en mi mente eran las palabras del niño y las del soldado... "Mi señora Maléfica". "El hechicero de la Bruja". Él era mi mejor recurso si quería encontrar a Maléfica...

No era sólo mi misión. Era mi deseo personal.

Te diré qué, Hechicero —comencé, mientras evaluaba mi agarre sobre la empuñadura de mi Llave. Me costó un montón de voluntad, pero logré borrar el enfado de mi rostro y convertirlo de nuevo en aquella prepotente despreocupación que había demostrado antes—. Si me dices tu nombre, te daré esos cinco minutos. Para futuras referencias, yo soy Xefil, hijo de Arazec...

>>...del reino de Stephan.


Lentamente y con cautela, volví a colocarme en posición de guardia, preparándome para cualquier golpe que se me pudiera venir encima.

Deshazte de los Sincorazón —apunté a los "demonios" con mi arma— y deja ir a estos hombres. Entonces te prometo que bailaremos al menos diez.

Tragué saliva, sabiendo que mi oponente podía ser tan rápido o más que yo. Sólo esperaba que él no notara los nervios que me esforzaba por ocultar bajo mi fingido orgullo.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Ronda 4

Notapor Suzume Mizuno » Dom Sep 28, 2014 11:10 pm

Nikolai


Nikolai no dudó en dejar atrás a su compañero, sin consultarle su opinión. Melkor le dejó ir con un asentimiento de cabeza, en apariencia divertido por todo lo que estaba sucediendo.

El aprendiz atravesó las puertas, que se cerraron bruscamente a su espalda, y de inmediato se encontró en un ambiente hostil. Varios soldados lo apuntaban con espadas, mirándole con una mezcla de miedo, desconfianza y odio. Si se daba la vuelta, vería que sobre el adarve un par de arqueros se habían girado para apuntarle también. Se veía que no se fiaban en absoluto de él… Ni de Melkor.

¡Tú! ¡Ni se te ocurra moverte o te parto en dos!

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La misma mujer que se había dirigido a Melkor desde el interior de la aldea avanzaba ahora hacia él a pasos marciales, examinándole con unos ojos de acero y sin envainar su espada.

—Capitana, ¿qué hacemos con él?—preguntó un hombre.

Vosotros, nada. Yo, me lo llevo: no pienso quitarle el ojo de encima. ¡Encontrad al jodido Diablo y traedlo a la puerta! ¡Moveos, vamos!

Si alguno de los soldados mostró indicios de no querer dejar a solas a su capitana con aquel desconocido, las órdenes de la mujer los hicieron salir escopetados, junto con algunos jóvenes y hombres de la aldea que se habían reunido cerca de las apañadas murallas.

Camina—gruñó la mujer, dándole un suave golpe de refilón con la parte roma de la hoja. Luego indicó un camino cualquiera y echaron a andar—. ¿Cómo es el hombre al que buscas?

Esperó a escuchar la respuesta del muchacho y resopló con desprecio, lanzándole una mirada llena de desdén.

No entiendo qué hace un alfeñique como tú con Melkor. ¿A qué clase de traidores atrae a sus filas?

Fue entonces cuando un hombre joven, otro soldado, se acercó a todo correr, jadeando, y estuvo a punto de arrollarlos.

¡Ca… Capitana Heike! ¡Acabo de encerrar a un hombre que había intentado introducirse en la aldea y…! ¡Y… al esbirro de Maléfica!

Heike arqueó una ceja y dirigió una sonrisa ácida a Nikolai.

Vaya, parece que alguien tiene suerte. Muévete. ¡Rápido!

Siguiendo al joven soldado, callejearon por un par de caminos a buen paso. Nikolai no tenía oportunidad de escapar, no escoltado por Heike y el muchacho.

Fue entonces cuando una puerta se abrió bruscamente y se precipitaron fuera dos figuras encapuchadas. Una de ellas pegó un respingo al verles y se apresuró a correr hacia la izquierda, alejándose de las murallas. La otra hizo un gesto hacia los recién llegados y exclamó:

¡Pikachu! ¡Impactrueno!

Una criatura amarilla se adelantó y de su cuerpo surgió un relámpago que, veloz, atravesó la distancia que los separaba. Heike soltó un grito de advertencia, dio un violento empujón a su soldado y se lanzó hacia atrás. Nikolai no tuvo tanta suerte: el ataque lo acertó en los pies y lo tumbó, dejándolo aturdido por unos segundos.

¡¡Me cago en la…!!—Heike se incorporó y levantó al desconcertado Nikolai de un tirón del brazo—. ¡Vamos, muévete! ¡Tras ese!

Y lo obligó a ir por el camino de la izquierda, tras la figura que se había ido sin hacerles ningún daño. El otro soldado, en cambio, había salido corriendo por la derecha, detrás del hombre que los había atacado. La figura encapuchada del prófugo se veía a lo lejos; les llevaba bastante distancia, pero parecía herido o cansado, porque tampoco corría muy lejos.

Nikolai podía escoger qué hacer, por supuesto. Pero, por la fría mirada de la capitana, aunque pudiera intentar esquivarla, quizás no saldría muy bien parado.

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Puedes ir en la dirección que desees, incluso no perseguirlos. Pero Heike no quiere perderte de vista; tenlo en cuenta


****
Enok



Parece que tu amigo es de los que toman decisiones sin importarle la opinión de los demás—comentó Melkor una vez las puertas de la aldea se cerraron. Apretó suavemente los flancos de su huargo y echó a caminar hacia la derecha a paso lento—. Ven conmigo.—Y gruñó a los otros orcos que rodearan la aldea para asegurarse de que nadie se escapara; uno se quedó frente a la puerta.

A Enok no le quedó otro remedio que ir al lado de Melkor, que sonreía con desdén hacia los hombres que les apuntaban con arcos desde las murallas.

Cobardes. No se atreverán a disparar. No son más que unos pusilánimes asustados.

Dime, Caballero. Antes no me contestasteis. ¿Qué pretendéis hacer en este mundo? ¿Para qué habéis venido?—Le clavó una mirada acerada—. Se supone que no debéis intervenir en la política de los mismos, pero habéis amenazado al ejército de mi Señora, los Sincorazón.—Dejó caer un pequeño silencio—. Además, os dirigíais hacia el Castillo del Rey Huberto: ¿acaso queríais trazar una alianza con él?

La mano de Melkor se cerró sobre su espada, amenazadora. Enok tenía que pensarse muy bien su respuesta, pues el mestizo había afirmado que los llevaría ante su señora, sí.

Pero nadie había dicho que de una sola pieza.

****
Ban


El muchacho decidió acercarse hacia aquel destello azul, que parecía llamarlo en la distancia. Se encontró con que este se alejaba lentamente, guiándolo, apartándolo del lugar donde habían estado a punto de descubrirle. Así tuvo que caminar tras él a lo largo de casi diez minutos hasta que llegaron a un pequeño claro.

¡Por fin! ¡Sí que has tardado, muchachito!

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Ban se encontró con que la luz era una mujer morena, regordeta, enfundada en un bonito traje azul que le miraba con el ceño fruncido y los brazos en jarras. Sacudió frente a él, ascendiendo hasta ponerse delante de él, obligándolo a bizquear, una varita blanca y diminuta. A su espalda se agitaban dos alas traslúcidas y pequeñitas; era sorprendente que sostuvieran su peso.

¡Se puede saber qué haces aquí! ¡Tan lejos del reino! ¿Qué te pasa, quieres que te maten los orcos y goblins?—Furiosa, apuntó con su varita hacia el lugar de donde habían venido sus perseguidores—. ¡Te dirigías a la Fortaleza Negra! ¡Si te hubieran visto, te habrían matado sin dudarlo dos veces! ¿A qué estás jugando?

Esperó, como una madre impaciente, una respuesta. Hinchó entonces los carrillos y masculló:

Será posible, qué juventud más estúpida. En fin, ya no hay nada que hacer. Niño, ¿has visto por aquí a una doncella de cabellos rubios y traje marrón? Respóndeme y te ayudaré a salir de aquí entero para que puedas volver con tus padres.

El hada, que no se había presentado, lo miró con evidente angustia. Parecía que necesitaba verdaderas noticias acerca de esa muchacha…


****
Aleyn



¡Ygraine, protégele!

Ygraine se arrojó sobre el Sincorazón, clavándole los dientes en el ala y desgarrándosela. El muchacho le arrancó de la mano el cuerno y arremetió con una estocada que atravesó por la mitad al monstruo.

Aleyn, entre tanto, lanzó un Aqua contra el pequeño Sincorazón. Éste se apartó en el último segundo, esquivando la mayor parte de la magia, pero no toda. El golpe lo hizo girar sobre sí mismo, desorientándolo, ocasión que Aleyn no dudó en aprovechar para intentar destruirlo con su Llave Espada.

Lo consiguió, justo a tiempo, porque su enemigo se preparaba para lanzar una nueva bola de fuego que estalló al entrar en contacto con el arma. La
El zorro se arrojaría sobre el Sincorazón que el joven había atravesado, intentando quitárselo de encima. Si no podían acabar con la criatura entre los dos quizás al menos pudiera inutilizarle las alas, de forma que, de conseguir aquel misterioso cuerno, no fuera capaz de ir muy lejos con él. La criatura desapareció en medio de vaharadas de humo.

Poco después, Aleyn escuchó el sordo golpe de espada de Abel. Con ello, el hombre terminó de hacer desaparecer a todos los Sincorazón. Se puso la espada a la espalda y se apresuró a correr hacia el joven.

¡Alteza! ¿Estáis entero?

El joven, que jadeaba en el suelo, se incorporó rápidamente y se sacudió la capa y la ropa, que habían quedado algo quemadas por los ataques de los Sincorazón.

¡Sí! Estoy bien. ¿Y tú?—Abel hizo un gesto despectivo que arrancó una sonrisa al joven. Después levantó la vista hacia Aleyn—. Me habéis salvado la vida, señor. No lo olvidaré. Y, gracias a vos, es posible que mi reino se salve.—Cerró los dedos en torno al bonito cuerno.

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[Spam time]

Este dibujo tan bonito lo ha hecho http://elladventures.deviantart.com/ sin pedir nada a cambio. ¡Echad un vistazo![Fin del Spam]


Tampoco es para tanto. Pero le debemos una. —Abel lanzó una mirada que todavía tenía algo de desconfianza.

El otro, en cambio, se adelantó e hizo una reverencia.

Soy el príncipe Felipe. ¿Cuál es vuestro nombre?

Una vez Aleyn se hubo presentado, el príncipe volvió a hacer una reverencia. Después se giró hacia Abel y preguntó por sus hombres.

Han quedado atrás, alteza. Con su compañero.

El príncipe frunció el ceño. Entre tanto, el caballo del joven volvió lentamente, asustado, mirando a su alrededor. Felipe le acarició el cuello, pensativo.

Abel, acompaña al señor junto a su amigo. Yo he de continuar.

Ni hablar. Saben apañárselas solos. No pienso moverme de su lado. Órdenes del rey.—Esbozó una sonrisa bravucona.

Felipe resopló, pero también sonrió. Se cruzó el cuerno por el torso, poniéndolo a buen resguardo, y explicó a Aleyn:

Lamento no poder acompañaros, pero nos hemos alejado demasiado del linde y debemos darnos prisa; no puedo arriesgarme a que esos monstruos nos alcancen otra vez. Parece que les atraigan las grandes multitudes; he intentado explicárselo al rey, pero insistió en que llevara a todos esos hombres conmigo…—Cerró los ojos con una expresión de culpabilidad—. ¿Sabréis volver solo? Podéis venir con nosotros, si gustáis, si bien es un viaje peligroso. Pero todo en este bosque lo es, ya no sólo por los monstruos, sino por los esbirros de Maléfica—escupió el nombre con asco.

Aleyn podía escoger. Quedarse, marcharse, o acompañarles. O incluso intentar convencerles para que regresaran con él. O podía intentar sonsacarles información, claro.

****
Xefil


Te diré qué, Hechicero —respondió Xefil, en absoluto impresionado por el despliegue de habilidades del niño—. Si me dices tu nombre, te daré esos cinco minutos. Para futuras referencias, yo soy Xefil, hijo de Arazec...

>>...del reino de Stephan.


Los ojos carmesíes del chiquillo se iluminaron por un segundo y las comisuras de los labios se le elevaron, trazando una media luna en su rostro.

Deshazte de los Sincorazón y deja ir a estos hombres. Entonces te prometo que bailaremos al menos diez.

El Hechiero se llevó un dedo a los labios, como meditándolo. Después soltó una risilla y asintió, elevándose un par de centímetros sobre el suelo.

¡Sea! ¡Trato hecho!

Levantó las manos hacia arriba en un teatral movimiento y los Sincorazón se evaporaron en medio del aire. Los soldados, jadeantes, cansados, heridos, se quedaron en silencio, asustados.

¡Largaos, vamos! ¡Antes de que acabe con todos vosotros!

Los soldados parecieron dudar. Pero entonces uno, quizás la mano derecha del capitán, se adelantó y ordenó que se replegaran. El Hechicero esperó con una sonrisita mientras recogían a sus heridos y se apresuraban a marcharse, derrotados y exhaustos. Cuando se hubieron alejado lo suficiente, se encaró a Xefil y, con una sonrisa que mostraba mucho los dientes, exclamó:

¡Ya he cumplido con mi parte! ¡Ahora te toca a ti! ¡Soy Ahren, de las Ciénagas, aprendiz de Maléfica, próximo Señor del Viento!—Crispó las manos en su dirección—. Y voy a averiguar cómo te has librado del hechizo de tu reino, Xefil~

Dicho esto, dos torpedos de aire salieron despedidos de las manos de Ahren. Uno acertó a Xefil, derribándolo, y el otro pasó de largo. Cuando el joven se incorporó, pudo comprobar que Ahren se había elevado unos dos metros en el aire y lo observaba, muy ufano, cruzado de brazos. Si intentaba acercarse, el niño daría una patada y un latigazo de aire amenazaría con hacerle un buen corte en la piel.

Xefil estaba en medio de la llanura y no tenía nada para enfrentarse a él. A menos que contara con las espadas, restos de armaduras y demás que los soldados habían dejado olvidados, claro.

¡Dos minutos!

¿Qué debía hacer?



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Ban
VIT: 22
PH: 13/20

Xefil
VIT: 28/36
PH: 19/34

Aleyn
VIT: 29/32
PH: 4/10

Nikolai
VIT: 15/18
PH: 8


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Como sabéis, Narrador abandona el rol, por lo que Cool Wind pasa a ser temporalmente un NPC.


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Fecha límite:viernes 3 de octubre
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Ronda #4 - Promesas de guerra

Notapor Astro » Jue Oct 02, 2014 7:46 pm

"¿Me está guiando...? Juraría que se mueve."

Mi empeño por descubrir qué era aquel brillo azul me había llevado a través del bosque, alejándome poco a poco de la zona donde había caído tras el ataque aéreo. Habrían pasado casi diez minutos sin alcanzarla, y empezaba a perder la paciencia. ¿Pasaría algo si le disparaba, por probar?

No tuve la ocasión de descubrirlo. Justo en ese momento, la luz se detuvo.

¡Por fin! ¡Sí que has tardado, muchachito!

Tuve que enfocar la vista para poder ver lo que sucedía. Aquel brillo azul se había vuelto bien visible, revelando que en realidad era... ¿Una mujer gorda en miniatura?

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Una señora vestida con un gran vestido azul, gorro incluido, flotaba en el aire y me miraba con cara de estar apunto de regañarme. Unas alas de insecto se movían a su espalda, y no se me ocurría otra palabra para definirla que no fuese hada.

¿Sería ella la poderosa y malvada...?

¡Se puede saber qué haces aquí! ¡Tan lejos del reino! ¿Qué te pasa, quieres que te maten los orcos y goblins?—movió una pequeña varita delgada hacia mis ojos, dejándome medio cegato, para después apuntar al camino del bosque por el que habíamos venido—. ¡Te dirigías a la Fortaleza Negra! ¡Si te hubieran visto, te habrían matado sin dudarlo dos veces! ¿A qué estás jugando?

Tuve que frotarme un poco los ojos antes de poder responder. Aunque, por sus palabras, no parecía ser ella la temible hada de la Montaña.

Fui a dar un paseo, y me perdí —fue lo primero que me vino a la mente—. No estaba seguro de dónde estaba...

Será posible, qué juventud más estúpida. En fin, ya no hay nada que hacer. Niño, ¿has visto por aquí a una doncella de cabellos rubios y traje marrón? Respóndeme y te ayudaré a salir de aquí entero para que puedas volver con tus padres.

"Volver con mis padres. Sí, seguro."

Sin perder ni un segundo para no levantar sospechas, fui improvisando sobre la marcha a la vez que hablaba y aprovechaba la oportunidad:

¿Rubia y con traje marrón...? Sí, me pareció ver a alguien así por el bosque, con mi maestra —comenté, llevándome una mano a la barbilla y fingiendo que hacía esfuerzos por recordar—. Pero cuando oímos a esos monstruos acabamos separados, y tampoco vi qué pasaba con la doncella que mencionáis. Aunque juraría que, como nosotros, se dirigía hacia la Fortaleza...

»Si va hacia allí, ¿puedo acompañarla? Me preocupa que le haya podido pasar algo a mi maestra.

Puse la cara más triste que supe, intentando inspirar eso que llamaban pena hacia el hada. Sobraba decir que Nanashi podía arreglárselas solita, pero si aquella rechonchita me ayudaba a atravesar la tan famosa Fortaleza para llegar a la Montaña, mejor que mejor.

Esto, disculpa la pregunta, pero... ¿Eres un hada? ¿Como la de la Montaña?
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[Reino Encantado] Promesas de guerra #4

Notapor Sheldon » Jue Oct 02, 2014 10:37 pm

Parece que tu amigo es de los que toman decisiones sin importarle la opinión de los demás—dijo Melkor. Enok no supo si realmente el comentario estaba dirigido hacia él o simplemente el monstruoso jefe lo había dejado escapar al aire en forma de jactancia. Tampoco era algo que realmente interesante al joven aprendiz, quien se mantenía concentrado en parecer lo menos vulnerable posible—. Ven conmigo.— ordenó esta vez dirigiéndose evidentemente hacia su presa. Las bestias que acompañaban al grupo se dispersaron rodeando la muralla.

Así pues, Melkor y Enok, cazador y cazado, se abrieron paso, el primero guiando los pasos del segundo.

Cobardes. No se atreverán a disparar. No son más que unos pusilánimes asustados.

La criatura observaba sin despegar sus ojos las filas de arqueros y guerreros sobre las almenas y torreones, quienes mantenían una posición en guardia, dispuestos a entrar en combate a la mínima acción precipitada o fuera de lugar. Melkor conocía a la perfección su propio poder y era evidente que no se dejaba amedrentar por todas aquellas personas.

La extraña pareja anduvo unos cuantos pasos más, siempre a paso lento, hasta que finalmente Melkor preparó su intervención:

Dime, Caballero. Antes no me contestasteis. ¿Qué pretendéis hacer en este mundo? ¿Para qué habéis venido?—comenzó la ronda de preguntas con una penetrante y afilada mirada—. Se supone que no debéis intervenir en la política de los mismos, pero habéis amenazado al ejército de mi Señora, los Sincorazón.—añadió junto a un silencio. Aquella información dejó un tanto extrañado a Enok.—. Además, os dirigíais hacia el Castillo del Rey Huberto: ¿acaso queríais trazar una alianza con él?—finalizó, amenazando indirectamente a Enok mientras llevaba su mano a la empuñadura de la espada que poseía.

Enok levantó la mirada, justo cuando su captor pronunció la última de las palabras. Su rostro se había coloreado de un rojo profundo. Desconocía el sentimiento que le asaltaba aunque quizás tuviese miedo de reconocerlo. Esta vez no era su timidez la que le impedía hablar sino algo más.

Pero debía hacerlo, al menos ofrecer algo a aquella persona, una respuesta cualquiera. La mitad o incluso un porcentaje más alto de lo que había expresado era totalmente desconocido para el aprendiz, por lo que de inicio sabía que no podría satisfacer a Melkor.

B-Bueno... He-Hemos venido porque... —comentó Enok comiendo sus propias palabras a la vez—. Un grupo de vi-villanos ha resurgido... Y bu-bueno, nos han mandado a investigar... o eso creo...—se detuvo unos segundos — . L-Los Sincorazón...bueno,pa-parece que...algunos tienen voluntad propia... Y-y actúan a su an-antojo...—hacia esta parte el chico inventó sus respuestas en base al recuerdo de las palabras de Nanashi la noche anterior—. Señor... d-desconocemos quién es el rey Hu-Huberto, tan solo... íbamos t-tras nuestro compañero que se había desviado del grupo.

Finalizada la ronda de respuestas, Enok escondió el rostro en su regazo a punto de dejar escapar una lágrima. No esperaba que Melkor le creyese sino que simplemente se alejase. Tener que soportar sus impulsos y más teniendo tan cerca a alguien de aquel tamaño, tan fornido y peligroso como resultaba, se antojaba agotador y cuanto menos tentador.
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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Drazham » Vie Oct 03, 2014 11:56 am

Tal como se había imaginado, lo que Nikolai se encontró al atravesar las puertas no era precisamente una cálida bienvenida. Un buen puñado de soldados le rodearon, vigilando todos sus movimientos sin quitarle de encima sus temerosas miradas y con sus armas listas para cualquier tipo de sorpresa.

Fue poner un pié en el pueblo y tener varias espadas y arcos en contra suya. A estas alturas ya no le sorprendía aquello. Desde que llegó al Reino Encantado, no había hecho más que toparse con individuos que le amenazasen con cualquier instrumento cortante o punzante, por lo que ya se lo tomó como algo corriente en este mundo. Con una expresión que mostraba resignación, entrecerró los ojos y alzó las manos.

¡Tú! ¡Ni se te ocurra moverte o te parto en dos!

Niko reconoció aquella voz que, por mucho que costase creérselo, era de origen femenino y con la que Melkor estaba discutiendo hace unos minutos. La capitana de la guardia de la aldea, una mujer de cabellos oscuros y tez morena, se le aproximó a paso ligero, investigando al joven concienzudamente.

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—Capitana, ¿qué hacemos con él?—cuestionó uno de los soldados.

Vosotros, nada. Yo, me lo llevo: no pienso quitarle el ojo de encima. ¡Encontrad al jodido Diablo y traedlo a la puerta! ¡Moveos, vamos!

En cuanto dio la orden, tanto los soldados a su cargo como todos los curiosos de la aldea que se habían acercado a cotillear huyeron del lugar despavoridos. Desde luego, la mujer tenía un temperamento con el que era complicado tratar y sabía hacer que las cosas funcionasen como dios manda en el pueblo. Había cambiado al tirano de Melkor por ella… aunque a Niko no le disgustaba mucho el cambio.

Camina—le ordenó con hosquedad la capitana junto a un ligero golpe que le dio en el costado con la zona plana de su arma—. ¿Cómo es el hombre al que buscas?

Esa era muy buena pregunta ¿Qué aspecto tenía al otro individuo que tenía que buscar a parte de Diablo? Solo pudo verlo desde la lejanía haciendo un gesto similar a un saludo mientras sobrevolaba los cielos en su glider, y desde allí arriba apenas se le distinguía.

Puesto que tenía que darle una respuesta a la mujer soldado, no se le ocurrió mejor forma de hacerlo que la siguiente:

Si le soy sincero, apenas le he visto en todo el día. Tenía tanta prisa que ni se ha molestado en esperarnos y se marchó por su cuenta, ¿sabe? —explicó, encogiéndose de hombros—. La última vez que le vi llevaba esa chaqueta tan… Espera, ¿no era un chaleco? —se quedó meditando unos instantes, para luego agitar la mano, despreocupado—. Es igual, el caso es que en aquel instante tenía el pelo un poco… Un momento, ¿era su pelo o un sombrero?

Las divagaciones de Niko, con el fin de esquivar el tema del aspecto del desconocido, no hicieron más que exasperar a la capitana, resoplando y mirando al chico rubio de manera mortificante.

No entiendo qué hace un alfeñique como tú con Melkor. ¿A qué clase de traidores atrae a sus filas?

Nikolai frunció el ceño, no muy contento con que le emparejasen con aquel tipejo que casi les convierte a él y a Enok en comida para lobos.

Disculpe, capitana, pero yo no tengo nada que ver con ese…

Pero no pudo terminar la frase, ya que uno de los soldados del pueblo; un tipo que apenas llegaría a los veinte años, le interrumpió cuando se abalanzó hacia los dos y casi se echa encima de ellos. Por su cara de cansancio y sus continuos jadeos, tenía pinta de que se había pegado una buena carrera.

¡Ca… Capitana Heike! ¡Acabo de encerrar a un hombre que había intentado introducirse en la aldea y…! ¡Y… al esbirro de Maléfica!

Nikolai alzó las cejas al oír que semejante casualidad había tenido lugar. Heike, la capitana, le dedicó una sonrisa con toques irónicos.

Vaya, parece que alguien tiene suerte. Muévete. ¡Rápido!

¿Suerte? Era bien cierto que para todo lo que le había ocurrido en cuanto llegó a ese mundo habían sido malas noticias salvo eso, pero… ¿Cuánto tendría que esperar para el siguiente atisbo de suerte?

Bastante, porque mientras acompañaba a la capitana y al otro soldado, la puerta de una las casas se abrió de sopetón, revelando a dos encapuchados que salieron de allí de forma abrupta. Uno de ellos se sobresaltó en cuanto vio que les habían descubierto y salió por patas en dirección izquierda. Mientras, el segundo no parecía querer huir, sino que alzó su brazo hacia ellos.

¡Pikachu! ¡Impactrueno!

De repente, una extraña criatura de color amarillo con rasgos similares a los de un roedor hizo acto de presencia y comenzó a emanar energía eléctrica de su cuerpo.

<¿Elemento Rayo…?>

Entonces liberó aquella energía en forma de rayo en dirección al trío. Heike llegó a reaccionar a tiempo, pudiendo apartar al otro soldado con un empujón de la trayectoria del ataque y luego poniéndose a cubierto. Pero Niko estaba demasiado perplejo por la habilidad elemental de la criaturita para poder reaccionar, lo que le costó una buena descarga a sus piernas, derribándolo contra el suelo.

El joven esbozó una mueca de malestar. El dolor era soportable, pero el picor y el hormigueo ya resultaban bastante molestos, impidiéndole mover bien los miembros inferiores momentáneamente.

¡¡Me cago en la…!!—en un intento de reprimir su cabreo, Heike se levantó de inmediato y agarró a Niko del brazo con brusquedad para que este hiciese lo mismo. Seguía teniendo las piernas un poco entumecidas por el calambrazo, pero la poca delicadeza de la capitana fue más que suficiente para que se incorporase—. ¡Vamos, muévete! ¡Tras ese!

Y el tirón de brazos no terminó ahí: La mujer forzó a Niko a que le siguiese en su carrera para atrapar al otro encapuchado que se había ido hacia la izquierda. Solo tenía un par de segundos para recomponerse del ataque a traición del otro individuo y analizar la situación.

Por un lado, tenía al primer encapuchado que había huido al verlos y que Heike (y él mismo, de forma involuntaria) estaban persiguiendo. Había aprovechado la actuación de su otro compañero para ganarles terreno, pero había algo extraño en su forma de correr, lo que le parecía limitar en su huida ¿Alguna herida, quizás?

El otro tipo que había sacado al ser eléctrico huyó en la dirección contraria, siendo su único persecutor el joven soldado que les había estado guiando. Sin embargo, el que su especie de roedor, o incluso él mismo, supiesen usar la magia no iba a facilitar que le cazasen.

¡Espere! —apeló Niko a la capitana—. Ese es el que menos problemas puede darnos ahora mismo —advirtió, señalando con su brazo libre al malherido prófugo—. En esas condiciones no puede ir muy lejos.

Inmediatamente, volteó la cabeza hacia la otra dirección por la que se había ido el otro encapuchado.

Si se le ocurre lanzar mas rayos, sus hombres van a acabar con bastantes quemaduras, capitana.

Los dos tipejos de la capucha tenían posibilidades de escapar fuese cual fuese el elegido a perseguir, pero teniendo en cuenta que uno de ellos podía castigar con descargas eléctricas a quien se interpusiese en su camino y el otro se limitó a escabullirse como pudo, estaba claro quien podía dar mas quebraderos de cabeza.

Además, el hombre del animal ya había despertado el interés de Nikolai.
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Re: Ronda 4

Notapor Sally » Sab Oct 04, 2014 11:27 pm

Su estrategia dio resultado; a pesar de que el Aqua no diera de lleno a la criatura —le estaba atacando de frente, le había vito formular el conjuro y no iba a quedarse quieta a morir sin más—, su maniobra de evasión le proporcionó la oportunidad ideal para asestarle un golpe certero. Sintió en el rostro el calor de la bola de fuego que había estado convocando antes de que el Sincorazón se disolviera en el aire. Dio una honda bocanada de aire, aún cálido, mientras hacía retroceder los pensamientos aterrorizados que surgían en su mente al preguntarse qué habría pasado si hubiese tardado un suspiro más en acabar con el enemigo.

Se giró para observar que Ygraine y el joven habían tenido similar suerte, lo cual alivió su corazón un poco. El combate se había decantado claramente a su favor, puesto que tal y como había imaginado, Abel pudo deshacerse de los Sincorazón restantes sin que él tuviera que gastar lo poco que le quedara de magia para ayudarle. Era admirable su gran capacidad para lidiar con aquellas criaturas, y aun más el que, inmediatamente después de hacer frente a la amenaza, se preocupó más del estado de su protegido que del suyo propio.

¡Alteza! ¿Estáis entero?

Mientras se incorporaba tratando de quitar el polvo y la ceniza que manchaban sus ropajes, Aleyn le observó detenidamente para comprobar si tenía alguna herida grave. No estaba seguro de poder utilizar un Cura con las fuerzas tan mermadas, pero lleva consigo una poción. Y aunque algo le decía que aquella misión podía complicarse aún más de lo que ya había hecho y quizás la necesitara en el futuro, no le iba a negar a nadie ayuda si la requería.

¡Sí! Estoy bien. ¿Y tú? —por lo que pudo ver, ninguno arrastraba secuelas del combate, salvo quizás el agotamiento. Esbozó un atisbo de sonrisa al tiempo que el joven se volvía hacia él—¡Me habéis salvado la vida, señor. No lo olvidaré. Y, gracias a vos, es posible que mi reino se salve.

Tampoco es para tanto. Pero le debemos una.

Sacudió la cabeza para restarle importancia al asunto al tiempo que se inclinaba un poco para poder acariciarle la cabeza a Ygraine, felicitándole por el trabajo bien hecho. Se quitó el casco para poder observar mejor el cuerno tan preciosamente tallado que el muchacho había protegido con ahínco, y para que la visión de su rostro pudiera reducir la desconfianza con la que Abel le estaba observando. Uno tendía a fiarse más de la gente si podía mirarle a los ojos, o eso decían.

Vos salvasteis mi vida allá en el campo de batalla —<<Dos veces, de hecho>>, se recordó con cierta amargura—. No hay deuda que saldar. Y aunque no hubiera sido ése el caso, no os he ayudado para obtener ningún favor a cambio. Sólo… tenía que hacerlo.

El joven se adelantó para hacer una reverencia.

Soy el príncipe Felipe. ¿Cuál es vuestro nombre?

En realidad, su identidad no tenía que haber supuesto demasiado problema para él. El tratamiento de “Alteza” era bastante específico, y no había demasiados príncipes por aquellas tierras. Pero de alguna forma, la presentación le pilló desprevenido, y tardó quizás más tiempo del que se consideraría decoroso en reaccionar. Realizó la reverencia que consideró protocolaria para alguien de su rango. No era la suya, pero no dejaba de ser realeza —aunque después de veinte años exiliado en el bosque uno igual podía considerar que había dejado de pertenecer a algún reino; más si aquel que un día fuera su hogar actualmente estaba… bueno, no estaba.

Mi nombre es Aleyn, Alteza —se presentó antes de incorporarse.

Que un príncipe le hiciera reverencias se le hacía casi quimérico, aunque una parte de él se agitó con orgullo. Había hecho bien en decidir seguir a su caballo desbocado.

Desinvocó la Llave-Espada a la vista de que no había más enemigos mientras escuchaba a los dos hombres hablar acerca del resto de tropas que les acompañaban, y se pasaba la mano por sus cabellos, que se le habían pegado al cráneo por culpa del sudor.

Han quedado atrás, alteza. Con su compañero.

<<Xefil>>

Se giró en la dirección por la que habían venido, donde suponía que aún continuaba el otro aprendiz. Le había dejado enfrentado a más enemigos, aunque también había quedado un mayor número de soldados a las afueras del bosque y su compañero tenía aspecto de ser bastante más fuerte que él. No debía dejarle abandonado a su suerte, de todas formas.

Un rumor de pasos le hizo ponerse en tensión de nuevo, pero tan solo se trataba del caballo del príncipe, que ya se había calmado completamente, y regresaba a ellos.

Abel, acompaña al señor junto a su amigo. Yo he de continuar.

Aleyn frunció el ceño. Había asumido al ver al grupo de soldados que estos se dirigían hacia el castillo, pero por las palabras del príncipe resultaba evidente que su destino era otro muy distinto. Uno que debía tener conexión con el cuerno y con lo que Felipe había dicho antes acerca de salvar su reino.

Ni hablar. Saben apañárselas solos. No pienso moverme de su lado. Órdenes del rey.

Lamento no poder acompañaros, pero nos hemos alejado demasiado del linde y debemos darnos prisa; no puedo arriesgarme a que esos monstruos nos alcancen otra vez. Parece que les atraigan las grandes multitudes; he intentado explicárselo al rey, pero insistió en que llevara a todos esos hombres conmigo… ¿Sabréis volver solo? Podéis venir con nosotros, si gustáis, si bien es un viaje peligroso. Pero todo en este bosque lo es, ya no sólo por los monstruos, sino por los esbirros de Maléfica.

La mención del hada hizo que algo se le revolviera en las entrañas, y un efecto similar debía producir en el príncipe a juzgar por el asco con el que había teñido su nombre.

Conozco estos bosques prácticamente como la palma de mi mano; no os preocupéis por eso.

Volvió a mirar en dirección a la linde, preguntándose cómo se estarían desarrollando los acontecimientos allí.

La Maestra Rebecca seguía esperándoles.

Una de sus normas era no interferir en el devenir de los Mundos que visitaban… Pero aquel Mundo, su Mundo, estaba patas arriba y era otro de sus deberes mantener el equilibrio… ¿cierto?

Se mordió el labio. Ah, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado? En las historias de aventuras que tanto se había aficionado a leer, los protagonistas siempre parecían saber el camino a seguir. Y ante él parecían abrirse constantemente encrucijadas en las cuales sólo disponía de escasos minutos para decidir qué dirección tomar.

Si es cierto lo que decís, y esta zona está plagada de criaturas —rezó mentalmente para que Rosa estuviera a salvo, en casa, protegida por aquella aura que su Maestra le había comentado. La joven había demostrado valor al enfrentarse a los Sincorazón antes, pero hacía falta más que eso para acabar con ellos—, debo advertiros que no sólo les atraen los grandes grupos de personas. Deduzco que el cuerno que portáis con vos posee alguna clase de magia, y eso también será para ellos como una antorcha en la noche. Me siento intranquilo habiendo dejado a mi compañero atrás, mas temo igualmente por vosotros —dio un suspiro antes de continuar. Tenía curiosidad por saber el motivo que les llevaba a embarcarse en una misión que parecía desesperada, pero no quería arriesgarse a preguntar demasiado—. Alteza, antes habéis dicho que es posible que vuestro reino se salve. ¿Salvarlo de qué, exactamente? ¿De las criaturas que nos han atacado o de Maléfica?

Las dos cosas estaban relacionadas entre sí, de eso no había duda. Pero para acabar con los Sincorazón únicamente no habría hecho falta que el heredero al trono se arriesgase de esa manera.

Y entenderé si por prudencia no respondéis a esta pregunta, pero… ¿cuál es vuestro destino y qué importancia tiene el cuerno en todo el asunto?

Quizás se había colocado al borde del precipicio con aquellas últimas palabras, pero era posible información que le importaba. Si estaban intentando acabar con todos los Sincorazón de un solo plumazo, o al menos con el nexo que los unía a Maléfica, lo más probable era que terminara acompañándolos. Sí, estaría incumpliendo su misión, pero si aquella desobediencia implicaba un bien mayor, estaba dispuesto a aceptar las consecuencias. Admitía que el deseo de proteger aquel Mundo era tan vehemente por ser su hogar, aunque estaba seguro de que de hallarse ante esa misma disyuntiva en cualquier otro optaría por la misma opción.

Si se negaban a responderle aquello, seguramente volviera junto a Xefil.
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Ronda 5

Notapor Suzume Mizuno » Dom Oct 05, 2014 5:07 am

Ban


¡¡No puede ser!!—Sacudió los hombros, poniéndose lívida—. ¡A la Fortaleza Negra de entre todos los lugares! ¡Le dije a Flora y a Fauna que no deberíamos haberle hablado de ese lugar! ¡Se lo dije y…!—Miró hacia el lugar del que habían venido los perseguidores de Ban con una mueca hosca—.Con que esas tenemos, ¿eh? Pues me las apañaré por mí misma.

Pero antes de que pudiera marcharse del lugar, Ban preguntó:

Si va hacia allí, ¿puedo acompañarla? Me preocupa que le haya podido pasar algo a mi maestra.

¿Tu maestra? Pero no, es demasiado peligroso. Es…—De pronto entrecerró los ojos y le miró con suspicacia.

Sin embargo, no dijo nada hasta que Ban inquirió:

Esto, disculpa la pregunta, pero... ¿Eres un hada? ¿Como la de la Montaña?

Soltó un resoplido.

¡Es evidente que soy un Hada! ¡Pero ni se te ocurra compararme con Maléfica! ¡Ese viejo saco de huesos afilados con cuernos hace mucho que dejó de ser una de nosotras!—Indignada, movió el torso y arrugó la naricilla—. Eres un chico sospechoso, ¿lo sabías? ¿Por qué tú y tu… maestra os habéis acercado tanto? Maléfica es terrible y no dudaría en convertirte en un sapo si te acercas demasiado a sus dominios. No se lleva muy bien con los humanos.

Estaba aguardando su respuesta cuando, de pronto, resonó un cuerno en la distancia. Un cuerno potente, grave, que hizo retemblar la tierra. La hada se puso pálida y se apresuró a subirse al hombro de Ban, aferrándose a él de un par de cabellos. Era tan ligera que apenas la sentía. Sólo veía un suave resplandor azulado.

¡Bien, si quieres venir, hazlo! Te protegeré de los enemigos, pero vas a tener que esquivarlos. No puedo ir convirtiendo a todo el mundo en piedra sin más. Y si te encuentras con alguien, di que vienes en nombre de Melkor, el general de Maléfica. —Refunfuñó algo y añadió—. Con esas ropas no engañarás a nadie.

Le pinchó suavemente con su varita y a Ban lo envolvió una estela de estrellas. Al instante, Ban se encontró vestido con ropajes gruesos y toscos, parecidos a los de los goblins que había visto, de una tonalidad azul. Además portaba partes de armadura y un casco cubriéndolo el rostro, con una mirilla para que pudiera ver. Si lo tocaba, comprobaría que tenía un morro de cerdo.

¡Listo! ¡Vamos, chico! ¡Tenemos que encontrar a Rosa!—Una vez comenzara a andar, diría—: Me llamo Primavera, ¿y tú? Ah, ¿y cómo es que tu maestra decidió venir aquí? ¿Y dónde conocisteis a Rosa? ¿Dijo algo? ¿Os dijo por qué quería ir a la Fortaleza?

A Ban no le convenía poner nerviosa a un hada capaz de convertir a la gente en piedra, aunque podía tratarse de una bravata, claro. Y si quería aprovechar para hacer preguntas, era el momento. Se estaban adentrando en el bosque y en la distancia se escuchaban aullidos.

Al cabo de un rato, Ban se encontró con que básicamente se abrían tres sendas ante él; desde el de la derecha parecían llegar con más claridad los aullidos de los lobos. Por el de la izquierda no se escuchaba prácticamente nada. Y al frente… Al frente se podía vislumbrar por encima de las copas de los edificios hilos de humo.

****
Enok


Señor... d-desconocemos quién es el rey Hu-Huberto, tan solo... íbamos t-tras nuestro compañero que se había desviado del grupo.

Melkor escuchó la respuesta de Enok en silencio, sin alterar el gesto. Después sonrió suavemente.

De modo que venís aquí a investigar sobre unos «villanos». ¿Acaso somos nosotros? No, algo me dice que no. Si ni siquiera conocéis al rey Huberto, entonces es que realmente no sabéis nada de este mundo. Qué curioso.—Rió.

Llegaron por fin ante el río que surgía del interior de la aldea; parecía que la cruzaba por completo. No se podía acceder al interior de los muros por culpa de una verja; o quizás sí, pero la corriente era bastante fuerte y descendía, rugiendo, hacia el bosque. A lo lejos se atisbaba un puente.

Queréis investigar a los Sincorazón. Entonces, no os resistáis cuando salgáis de la aldea: os llevaré a quien los domina a todos.

En ese momento les llegaron gritos desde no muy lejos y hubo un resplandor que superó la altura de la muralla. Parecía que dentro de la aldea se estaba dando una extraña batalla.

Y, de pronto, una figura negra rompió la superficie del río. Era un hombre joven, con el pelo negro como el ala de un cuerpo y la piel cetrina. Parecía que había buceado para superar la reja y salir al exterior. Nadó gimiendo de esfuerzo, pero sólo consiguió aferrarse a una caña que se encontraba a un par de metros de la orilla. Al abrir los ojos borboteó, medio ahogado:

¡M-Melkor…!.

¡Vaya, pero si es el señor Diablo!—dijo Melkor, arqueando las pobladas cejas—. Y yo que pensaba que no le gustaban los baños. Ni se te ocurra moverte, chico.

¡Melkor, demonios, trae a tu animal aquí y…!—No fue capaz de terminar la frase, porque una corriente agua se lo llevó consigo.

El mestizo masculló una maldición y apretó los flancos de su huargo, que se lanzó río abajo. Enok pudo ver cómo se metía un poco en el agua, pero la criatura parecía asustada de la misma. Quizás no supiera nadar. En cualquier caso, no se acercó demasiado al centro del río, donde asomó durante un instante la cabeza del tal Diablo.

Era la hora de que Enok decidiera qué hacer. De momento, no había enemigos cerca: no volvería a tener una oportunidad igual.

****
Nikolai


¡Espere! —gritó Nikolai, provocando que la mujer frenara en seco, más porque el muchacho se quedaba atrás que por otra cosa—. Ese es el que menos problemas puede darnos ahora mismo. En esas condiciones no puede ir muy lejos.Si se le ocurre lanzar mas rayos, sus hombres van a acabar con bastantes quemaduras, capitana.

Hasta que escuchó lo último, dio la impresión de que Heike iba a gritarle que cerrara la bocaza y siguiera caminando. Sin embargo, el hecho de que pudieran hacer daño a sus hombres pareció convencerla. Lanzó una mirada envenenada hacia uno de los prófugos y luego gruñó:

¡Espero que sirvas de algo más que para acabar chamuscado, mocoso!

De modo que corrieron detrás del otro encapuchado y su animal eléctrico. Lo alcanzaron a las pocas calles, cuando Heike cogió una piedra, tomó impulso y la arrojó soltando un grito de esfuerzo. Su objetivo esquivó el proyectil en el último instante. Heike miró a su alrededor y vio una lanza derribada no muy lejos.

¡Chico, ve a por él cuando yo te diga! ¡Inmovilízalo!

¡Pikachu, impact…!

¡Trágate esto!

Heike arrojó la lanza y el rayo del animal se vio inmediatamente atraído hacia él.

¡Ahora!

La capitana era sorprendentemente rápida y en seguida adelantó a Nikolai, cargando sobre su objetivo con un grito de guerra. Lo hirió en un brazo y tuvo tiempo de darle una violenta patada que lo tumbó de espaldas antes de que la criatura amarilla se arrojara contra su costado y la obligara a retroceder.

¡Carámbanos!—gritó el hombre, apuntando a Nikolai.

Diez afiladas cuchillas volaron contra el muchacho, acertándolo con brusquedad en los miembros. Por suerte para él, no era un ataque mágico exageradamente potente, pero sí le hizo daño y lo obligó a frenar.

¡No os he hecho nada ni pretendo hacerlo! ¡Dejad que nos vayamos y no volveremos a molestaros! ¡El que es importante es el otro, ¿no?! ¡El esbirro del Hada!

Heike dio un espadazo y el animal, Pikachu, se apartó rápidamente para plantarse delante de su amo. Todo su pelaje se erizó y Nikolai pudo ver cómo se preparaba para disparar otro rayo.

Quizás fuera hora de ir preparando una buena defensa o negociar. No era fácil enfrentarse a un mago y su mascota. Al menos, no sin un plan.


****
Aleyn


Si es cierto lo que decís, y esta zona está plagada de criaturas , debo advertiros que no sólo les atraen los grandes grupos de personas. Deduzco que el cuerno que portáis con vos posee alguna clase de magia, y eso también será para ellos como una antorcha en la noche. Me siento intranquilo habiendo dejado a mi compañero atrás, mas temo igualmente por vosotros .—El príncipe y su protector intercambiaron una silenciosa mirada, pero permitieron que Aleyn continuara hablando—. Alteza, antes habéis dicho que es posible que vuestro reino se salve. ¿Salvarlo de qué, exactamente? ¿De las criaturas que nos han atacado o de Maléfica?

El gesto del príncipe se ensombreció.

De ambos, me temo. ¿Acaso no estáis informado de la guerra, señor?

Y entenderé si por prudencia no respondéis a esta pregunta, pero… ¿cuál es vuestro destino y qué importancia tiene el cuerno en todo el asunto?

Felipe se apartó un mechón de pelo de la cara, mientras que Abel se cruzó de brazos y fulminó a Aleyn con la mirada. Estaba claro que no se fiaba de él. Sin embargo…

Está claro, Abel, que Maléfica sabe que tenemos el Cuerno o no intentaría arrebatárnoslo. No nos hará daño decir lo evidente.—Se acercó a Aleyn sin soltar las riendas de su caballo y bajó la voz—. Vamos en busca de las Ciénagas, Aleyn. Debéis, sin duda, haber oído hablar de ellas.

¡Y claro que lo había hecho! ¿Qué niño de aquel mundo no había crecido con cuentos sobre las Ciénagas? Un mundo de hadas y criaturas mágicas, a donde ningún mortal debía acercarse, no tras las viejas guerras entre ellos y los humanos. Se decía que en algún punto del Bosque, cerca de un lago que sólo aparecía en las noches de luna llena, se perfilaba la entrada a las Ciénagas, habitadas por criaturas amables pero igualmente peligrosas.

Aleyn, en toda su vida en el Bosque, quizás había avistado alguna vez a estas criaturas. Su mascota probablemente viniera de una raza de había nacido originalmente en las Ciénagas. A veces recorrían el Bosque cantando canciones o buscando presas. Otras, simplemente, no aparecían. Era como si no existieran.

Maléfica fue desterrada de las Ciénagas por sus guardianes, que la consideran una traidora por haber matado a varias hadas—explicó Felipe, haciendo una mueca de dolor—. Son nuestra única esperanza ahora que Maléfica ha conseguido la colaboración de esos monstruos de sombra y que hemos perdido a la última hada aliada con los humanos, que protegía mi reino. Este Cuerno es una reliquia de tiempos pasados—continuó—y si se toca en la noche de luna llena, se puede invocar a las Hadas.

»Por eso Maléfica intenta detenernos: para que no firmemos una alianza con las Hadas. Pero es nuestra única esperanza. Somos el único reino que queda en pie; incluso las hadas tendrán que comprender que, si caemos nosotros, ellas se convertirán en el siguiente objetivo.


Felipe calló y examinó a Aleyn, a la espera de su respuesta.

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Ronda #5 - Promesas de guerra

Notapor Astro » Lun Oct 06, 2014 1:30 am

¡¡No puede ser!!

A la pequeña hada parecía que le iba a dar un ataque. Mi mentira improvisada había provocado una reacción casi exagerada en ella al mencionar a la joven.

¡A la Fortaleza Negra de entre todos los lugares! ¡Le dije a Flora y a Fauna —qué nombres tan horrorosos—. que no deberíamos haberle hablado de ese lugar! ¡Se lo dije y…! Con que esas tenemos, ¿eh? Pues me las apañaré por mí misma.

Por otra parte, la respuesta a la pregunta del hada tuvo una reacción similar, aunque más de enfado y no tanto de preocupación:

¡Es evidente que soy un Hada! ¡Pero ni se te ocurra compararme con Maléfica! —aquel debía ser el nombre de la señora de la Montaña Prohibida. Bueno era saberlo—. ¡Ese viejo saco de huesos afilados con cuernos hace mucho que dejó de ser una de nosotras!

Guardaban rencor hacia ella. Lógico, aquella azulita parecía ser la típica hada buena que salen en los cuentos (aunque con mucho temperamento), y la tal Maléfica debía ser una tirana en aquel mundo.

Eres un chico sospechoso, ¿lo sabías? —me encogí de hombros, poniendo cara de no haber roto un plato en mi vida—. ¿Por qué tú y tu… maestra os habéis acercado tanto? Maléfica es terrible y no dudaría en convertirte en un sapo si te acercas demasiado a sus dominios. No se lleva muy bien con los humanos.

Espera, ¿cómo se podía pelear contra alguien que te podía transformar en sapo? No pude entretenerme en eso, y me apresuré en contestar con naturalidad.

No era nuestra intención... Me estaba enseñando los nombres de los árboles y las plantas de la zona, y creo que nos distraímos tanto que no nos dimos cuenta —bajé la cabeza, poniendo la cara más triste que pude.

Un cuerno resonó de golpe, llamando la atención de ambos. El suelo temblaba por la potencia del sonido, y antes de que me diera cuenta la hada se había puesto en mi hombro, con el rostro muy pálido.

¡Bien, si quieres venir, hazlo! Te protegeré de los enemigos, pero vas a tener que esquivarlos. No puedo ir convirtiendo a todo el mundo en piedra sin más —¡¿podía convertir a la gente en piedra?! Mi concepto de hada había cambiado radicalmente en apenas unos minutos—. Y si te encuentras con alguien, di que vienes en nombre de Melkor, el general de Maléfica.

Entendido —dije, asintiendo con la cabeza—. Y graci...

Con esas ropas no engañarás a nadie.

Un movimiento de varita bastó para que toda mi ropa empezara a brillar con chispas azules. Parpadeé repetidas veces, cegado por tanta luz, y cuando por fin pude aclarar mi vista me encontré con que todo a mi alrededor había cambiado.

¡¿Qué has...?!

Por un momento, temí que me hubiera transformado en algo. Respiré tranquilo al darme cuenta de que sólo me había metido en una especie de armadura, enorme e incómoda, y con un casco con forma de cerdo o algo parecido. Preferí no saberlo.

Tuve que concienciarme para no tener una reacción brusca que alertara a la hada. Debía seguir fingiendo ser un pobre muchacho perdido, al menos hasta encontrar a Nanashi. Entonces ya podrían transformarse en piedras mutuamente o lo que fuera.

¡Listo! ¡Vamos, chico! ¡Tenemos que encontrar a Rosa!—Empecé a caminar, con cierta dificultad debido a la armadura—: Me llamo Primavera, ¿y tú? Ah, ¿y cómo es que tu maestra decidió venir aquí? ¿Y dónde conocisteis a Rosa? ¿Dijo algo? ¿Os dijo por qué quería ir a la Fortaleza?

Una a una, por favor —protesté, mientras me esforzaba para que el casco no chocara contra alguna rama—. Mi nombre es Oswald, y... Bueno, no llegamos a hablar con Rosa. Cuando la vimos mi maestra fue a hablar con ella, pero entonces llegaron los goblins y todos nos separamos. Igual están juntas...

¿Y quién es esa Rosa? Parece importante para ti —pregunté, haciéndome el inocente. Si iba a tener que aguantar al hadita azul, al menos le sacaría toda la información que pudiese. Me fuese útil o no.

Tras un rato de caminar por el bosque, llegué a lo que parecía un cruce de caminos: tres posibles rutas se abrían ante mí. Por la derecha se oían con claridad a los lobos; por la izquierda había casi total silencio; y si seguía recto podía ver hileras de humo encima de lo que parecían edificios.

Vamos por... aquí —me decidí al fin, señalando el camino de la izquierda.

Me alejaba de los lobos lo máximo posible, y con un poco de suerte no habría incidentes en el camino hasta llegar a la Fortaleza. Y, en el peor de los casos, tenía a Primavera para que los convirtiera en lo que quisiera.

Intenté rascarme la espalda. Maldita armadura.
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Re: [Reino Encantado] Promesas de guerra

Notapor Drazham » Lun Oct 06, 2014 9:34 pm

Heike titubeó unos instantes de si hacer caso o no a Nikolai, pero la advertencia del joven consiguió convencerla para desistir en perseguir al maltrecho encapuchado, mirándolo con unos ojos llenos de rencor antes de darse la vuelta.

¡Espero que sirvas de algo más que para acabar chamuscado, mocoso!

<Yo también lo espero…>

Niko y la capitana salieron disparados a por el otro encapuchado y su extraño roedor con poderes eléctricos. No había llegado a huir muy lejos, por lo que lograron alcanzarlo unas callejuelas más abajo. La capitana agarró una piedra del suelo y, tomando impulso, la lanzó acompañada de un grito. Por desgracia, el prófugo parecía tener unos buenos reflejos, ya que logró apartarse de la trayectoria del pedrusco por los pelos.

No satisfecha por aquello, buscó con la mirada cualquier otra cosa para repetir la misma jugada hasta que una lanza tirada en el suelo le llamó la atención.

¡Chico, ve a por él cuando yo te diga! ¡Inmovilízalo!

Nikolai asintió a la orden de la mujer. Ahora mismo no veía muy conveniente el que hiciese uso de la magia teniendo en cuenta que Heike ya desconfiaba bastante de él. Prefería dejarle a ella lo de derribar al encapuchado con cualquier cosa y retenerle después.

¡Pikachu, impact…!

¡Trágate esto!

La capitana lanzó con ímpetu el arma al mismo tiempo que la criatura amarilla respondió a la orden de su dueño y disparó otro rayo. El metal de la lanza atrajo la carga eléctrica, por lo que ambos ataques se contrarrestaron.

¡Ahora!

Inmediatamente, el dúo se abalanzó a por el encapuchado. Sin embargo, Heike demostró ser mucho más rápida que Nikolai, adelantándose y propinándole un tajo al hombre en el brazo junto a un patadón bien dado que lo mandó al suelo violentamente.

Niko dejó escapar un silbido tras contemplar semejante exhibición de brutalidad. Incluso dudó unos instantes de si realmente la mujer necesitaba su ayuda tras eso, pero en cuanto la “mascota” del individuo se tiró a por la capitana, el joven aceleró la marcha para intervenir, pero…

¡Carámbanos!

El encapuchado alzó su mano en dirección a Nikolai, formando en su palma una pequeña masa de escarcha. Tenía pinta de tratarse del clásico hechizo Hielo, pero en este caso, la bola estalló en diversos fragmentos afilados que salieron disparados. Era una variación del conjuro.

Por acto reflejo, el aprendiz frenó en seco y se cubrió con ambos brazos. Los diez pedazos de hielo se le clavaron en los miembros superiores e inferiores como si se tratasen de dagas. Al igual que el calambrazo de antes, este ataque no resultó bastante dañino, aunque si que obligó a Niko a apretar los dientes para contener un gruñido lastimero.

¡No os he hecho nada ni pretendo hacerlo!

¿Ahora nos vienes con eso después de habernos atacado con rayos y estacas de hielo? —le recriminó Niko con sorna mientras se retiraba los fragmentos de hielo que tenía clavados.

¡Dejad que nos vayamos y no volveremos a molestaros! ¡El que es importante es el otro, ¿no?! ¡El esbirro del Hada!

Las continuas quejas del tipejo parecieron arrojar un poco de luz a las sospechas de Niko. El otro sujeto al que iban a perseguir en un principio debía de tratarse de Diablo, lo que dejaba al otro prófugo que tenía delante como el posible caballero de la llave espada al que le estaban siguiendo la pista.

Por otra parte, Heike consiguió quitarse de encima al roedor, saliendo este disparado hacia su dueño y preparando otra descarga eléctrica.

Aquello ya había llegado demasiado lejos. Había que zanjar esta persecución de locos definitivamente. Niko se aproximó un par de pasos al encapuchado para tratar con él de una vez por todas, pero manteniendo una distancia prudencial para no provocar a la criatura amarilla.

Él puede que sea importante, pero ahora mismo, todos nosotros tenemos un problema más gordo encima —le advirtió, cruzándose de brazos—. Tú incluido.

>>No creo que estés al corriente de que hay un grupo de orcos con muy malas pulgas ahí fuera que no solo buscan a Diablo —señaló al cielo—. Te han visto ahí “arriba”. No sé si me entiendes…

El joven le dejó tiempo al que creía que era el caballero para que se percatase de que conocía de su relación con la Orden.

Pues resulta que a un compañero y a mí también nos vieron, nos retuvieron, y ahora quieren que les busque y traiga al dichoso lacayo de su “Señora” y a ti en menos de una hora o ésta aldea se convertirá en un precioso cráter humeante.

>>En pocas palabras: la capitana de la guardia; aquí presente, quiere que eso no ocurra, yo quiero rescatar a mi compañero de las zarpas de los orcos y el déspota de su líder, e imagino que tú querrás largarte de aquí sin meterte en ningún berenjenal, ¿verdad? —inquirió, sabiendo de sobra cual sería la respuesta del tipo—. Aunque salieses de aquí por tu cuenta, los orcos no permitirán que te escaquees, por lo que te propongo que nos eches una mano para librarnos de ellos o todos los que estamos aquí presentes no salimos de aquí de una pieza.

Resultó una medida un tanto desesperada, pero tenía que intentarlo. Quería hacer entrar en razón al otro caballero de que si persistía en su intento huida, tendría que vérselas de todas formas con Melkor y su banda.

¿Para que enfrentar a una panda de orcos tú solo cuando había otros que tenían el mismo enemigo en común?
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[Reino Encantado] Promesas de guerra #5

Notapor Sheldon » Mié Oct 08, 2014 10:20 pm

De modo que venís aquí a investigar sobre unos «villanos». ¿Acaso somos nosotros? No, algo me dice que no. Si ni siquiera conocéis al rey Huberto, entonces es que realmente no sabéis nada de este mundo. Qué curioso.—fue lo que respondió Melkor. A juzgar por aquellas palabras, el jefe se encontraba en una actitud superior a la del chico, al que ya controlaba sin hacer uso del miedo.

La pareja alcanzó una parte especial del camino, una se cruzaba de lleno con un río de aguas caudalosas que al parecer recorría la aldea por completo, cayendo con intensidad probablemente en dirección a un lago o un mar lejano. Un puente a cierta distancia permitía cruzar el camino ya que resultaría difícil hacerlo a través del agua debido a la potencia que arrastraba.

Queréis investigar a los Sincorazón. Entonces, no os resistáis cuando salgáis de la aldea: os llevaré a quien los domina a todos.

Enok levantó la mirada en cuanto su captor abrió la boca. Sus palabras le tranquilizaron, podrían llegar sin mucho sobresalto a uno de los destinos de su misión, según indicaba Melkor. O al menos es lo que el aprendiz creía.

Los tiempos de calma cesaron, colmados por una gota que desbordó el vaso de la tranquilidad. Una serie de gritos e improperios se empezó a escuchar en el interior de la fortaleza. En contados segundos un contorno se percibió dibujado sobre el agua del río. La mancha era profundamente oscura, precedida de un color café.

Era un hombre y resultaba evidente que no se encontraba en la mejor de las situaciones.

¡M-Melkor…!.—dijo, lastimero, tras agarrarse a lo primero que pudo. Era evidente, pues, que conocía al imponente mandatario.

¡Vaya, pero si es el señor Diablo!—Enok miró alternativamente al que ahora conocía por el nombre de Diablo—. Y yo que pensaba que no le gustaban los baños. Ni se te ocurra moverte, chico.

¡Melkor, demonios, trae a tu animal aquí y…!—exclamó Diablo justo antes de ser arrastrado por un golpe de agua.

Melkor reaccionó al instante enfocando su montura en dirección a su compañero, dispuesto a ir en su ayuda. Sin embargo, el lobo que montaba era reacio al agua, tal y como podía ver Enok en el par de intentos en los que Melkor intentó adentrarse en el agua.

La situación era evidente, Enok podía escapar.

La reacción fue evidente, Enok no escapó.

Apurado, el aprendiz se lanzó al agua de cabeza y ayudado por la corriente de agua se desplazó unos metros hasta estar lo más cerca posible de Melkor y Diablo. Se zambulló un par de veces en el agua, haciendo acopio de todas sus fuerzas para no ser arrastrado por el río y buscó el cuerpo de Diablo.

Estaba dispuesto a salvarle, al fin y al cabo para aquellos momentos dos eran mejor que uno.

¿El motivo que le movía? Aquella vez tenía muy por seguro que lo que le estaba haciendo actuar era la necesidad de impresionar a su captor, Melkor, una extraña fuerza que muy raras veces actuaba.
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Sheldon
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Re: Ronda 5

Notapor Sally » Jue Oct 09, 2014 10:47 pm

Trató de mantener un semblante serio y al mismo tiempo tranquilo. Era lo único, aparte de haberse quitado el casco, que se le ocurría para disipar cualquier rastro de desconfianza. Porque sí, había salvado al príncipe, pero también había salido de la nada. Y sabía hacer magia. A pesar de que aquel no fuera un mundo donde la presencia de esta debiera ser ocultada, no era algo al alcance de todos sus habitantes. Bien podía tratarse de un secuaz de Maléfica, intentando averiguar cuáles eran sus planes para desbaratarlos antes de que se convirtieran en una amenaza para ella…

Por un instante, sintiendo cómo la mirada de Abel le atravesaba como un cuchillo bien afilado, casi pudo palpar la tensión en el aire. Sí, había ido demasiado lejos, pero necesitaba respuestas. Aunque por un momento llegó a pensar que nunca las obtendría de aquellos dos hombres, finalmente, Felipe tomó la decisión de confiar en él.

Está claro, Abel, que Maléfica sabe que tenemos el Cuerno o no intentaría arrebatárnoslo. No nos hará daño decir lo evidente. Vamos en busca de las Ciénagas, Aleyn. Debéis, sin duda, haber oído hablar de ellas.

¿Las Ciénagas? —repitió, confuso.

No porque no las conociera, sino porque aquel era un territorio vedado a los humanos. Incluso él, a pesar de haber vivido tantos años en el bosque y sentir curiosidad por todo aquello que le resultara maravilloso o desconocido, no se había atrevido a buscar su entrada. A fin de cuentas, no era humano, pero no era una de aquellas criaturas que poblaban las Ciénagas tampoco, y tras las antiguas guerras que habían sembrado caos y muerte, era mejor no arriesgarse. No iba a negar que sería una experiencia extraordinaria si pudiera verlas, o descubrir cómo eran sus habitantes. Alguna vez había vislumbrado algo a través del follaje o en la oscuridad de la noche; alguna vez había escuchado un murmullo entre los sonidos habituales del bosque. Pero eso era todo. Eso… e Ygraine, claro. No estaba completamente seguro de que el zorro proviniera de ellas, pero era probable.

Intentar encontrarlas es una ardua tarea. Y me temo que sus habitantes no tiene demasiados motivos para ayudar a los humanos…

Maléfica fue desterrada de las Ciénagas por sus guardianes, que la consideran una traidora por haber matado a varias hadas—¿Asesina de los de su propia sangre? Aleyn siempre había sabido que Maléfica era la imagen antagónica de lo que uno se imaginaba al escuchar “hada”, pero aquello lo empeoraba aun más si cabe—. Son nuestra única esperanza ahora que Maléfica ha conseguido la colaboración de esos monstruos de sombra y que hemos perdido a la última hada aliada con los humanos, que protegía mi reino. Este Cuerno es una reliquia de tiempos pasados, y si se toca en la noche de luna llena, se puede invocar a las Hadas.

»Por eso Maléfica intenta detenernos: para que no firmemos una alianza con las Hadas. Pero es nuestra única esperanza. Somos el único reino que queda en pie; incluso las hadas tendrán que comprender que, si caemos nosotros, ellas se convertirán en el siguiente objetivo.


Sí, aquel era un argumento razonable. Por más que los habitantes de las Ciénagas guardaran rencor hacia los humanos o no pretendieran mezclarse con sus asuntos, la lógica parecía aplastante. Era jugárselo todo a una carta, a la efímera posibilidad de que aquello saliera bien. Pero las palabras de Felipe dejaban bastante claro que no disponían de muchas más bazas con las que jugar.

Y ahora Aleyn tenía que responder ante aquello. Tenía que decidir si les acompañaba o regresaba por donde había venido, rezando para que tuvieran suerte y la próxima vez que pisara aquel mundo no tuviera que abrirse paso entre cadáveres y tierra calcinada. Ygraine le dio un empujón en la mano con el hocico, como si le animara a participar en aquella empresa. Era una de esas situaciones en las que le gustaría poder entenderse con el zorro, que parecía tener la situación más clara que él.

Suspiró. ¿Por qué no podía disponer de algo que le permitiera comunicarse con Xefil o la Maestra Rebecca? De esa forma, la decisión que probablemente estaba a punto de tomar no parecería una simple deslealtad o una huida de sus responsabilidades. Definitivamente tenía que hacerse con un dispositivo de comunicación cuando volviera a Tierra de Partida. Se mordió el labio. No podía demorar la respuesta para siempre.

Reconozco que mi presencia puede resultar sospechosa, pero creedme cuando os digo que hay pocas cosas que me importen más que el bienestar de estos parajes. He visto el sueño eterno del reino de Stéfano, he visto a las huestes de Maléfica congeladas en el tiempo —intentó centrarse solo en el recuerdo de las criaturas y no en los rostros desesperados de los habitantes que trataban de huir de ellas—, y no deseo ver eso mismo o algo peor en el vuestro, Alteza. Sería un honor poder ayudaros con esta tarea. Así que, si vos y vuestro guardia me lo permitís, os acompañaré.

Terminó sus palabras con una reverencia. El camino había sido escogido.

Ahora únicamente faltaba ver qué destino podía depararle.
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