Re: Ronda 8
Publicado: Vie Oct 31, 2014 12:32 am
La sonrisa que esbozó el Aprendiz era una de esas que le harían estremecer a cualquiera; Aleyn permaneció completamente quieto únicamente por culpa de la tensión que mantenía rígido su cuerpo. Y pensó que eso iba a ser todo, que el niño sonreía y al segundo siguiente le habría estampado contra un árbol, o le habría partido el cuello con una fuerte ráfaga de viento. No obstante, a aquel siniestro gesto no siguió una acción ofensiva.
—Diría que nunca había visto una armadura así, que no es de hierro, ¡pero estaría mintiendo! ¿No serás amiguito de Xefil, por casualidad?
Intentó mantenerse impasible, incluso cuando el viento se hizo más fuerte y casi pudo verse, ahora sí, volando por los aires antes de sufrir una definitoria caída. Pero estaba seguro de que algo en su rostro le delataba; quizás apretar más la mandíbula, quizás un tic en el ojo, quizás alzar las cejas a medias por la sorpresa y a medias por el horror. No era como si su reacción fuera a revelar nada que el otro no supiera, de todas formas; por sus palabras quedaba claro que intuía o sabía que ellos dos estaban relacionados. Pero el hecho de que conociera a Xefil sólo podía indicar que se había encontrado a su compañero en el campo de batalla, a las afueras del bosque. Y si después de haberse topado con él había seguido la presencia del cuerno hasta ellos, tal vez quería decir que…
<<No. No quiere decir nada. Es probable que obtener el Cuerno tenga más prioridad que intentar reducir a uno de nosotros… >> se obligó a sí mismo a pensar con tanta intensidad que casi dolía.
—¿Quieres saber dónde está? ¿Quieres que te lo diga? Lo haré si te arrodillas y me cuentas de dónde estáis saliendo tantos magos de repente, ¡porque apestas a magia, estúpido mentiroso!
Sin concederle siquiera tiempo a responder a sus demandas, el viento que soplaba según la voluntad del Aprendiz le arrojó contra Sansón. No podría jurar quién estaba más asustado, si él o el caballo, y se sentía culpable por haber obligado al animal a salir de entre la espesura, pero no tenía tiempo para disculparse por ello. Al siguiente parpadeo, se vio arrojado por los aires, tal y como había temido al salir de su escondite, y antes de que su mente terminara de procesar lo que estaba pasando, sus huesos dieron contra un árbol. La respiración se le cortó, y su vista se vio cegada momentáneamente por un fogonazo de dolor. La cabeza le daba vueltas, mientras intentaba recomponerse, descubrir qué había sido de Sansón y de Ygraine, que en aquellos momentos, aunque él no pudiera distinguirlo, corría hacia él, preocupado por su estado.
Pero el zorro no era el único ser que se acercaba; aún de forma emborronada, distinguió al aprendiz abalanzándose sobre su cuerpo, que aún no reaccionaba del todo tras el golpe. Apenas pudo hacer amago de invocar su Llave-Espada, tratando de defenderse, mas el ataque nunca llegó. Dos gritos, el primero bastante más grave que el segundo, hizo que su mente regresara del todo a la realidad.
Abel había salido de la nada, sorprendiendo al Aprendiz, que acabó en el suelo con una herida en el hombro. El humo que salía de ella no sólo le confería un aspecto más grave, sino que le ayudó a intuir que aquella era la reacción que producía el hierro en las hadas. El niño se incorporó y procedió a intentar escaparse metiéndose entre los árboles, lejos de ellos. Mas Felipe estaba cortándole el paso, amenazándole con una espada cuyos efectos, de morder la carne del Aprendiz, no serían precisamente benignos, tal y como demostraba su chillido.
Aleyn se levantó del suelo, a pesar de que su cuerpo no estaba contento con la decisión. Estaba claro que sus dos compañeros no habían hecho caso de sus palabras, a pesar de que por un momento había creído que se servirían de su estrategia para continuar. Aunque, por supuesto, no podía estar del todo enfadado con ellos cuando le acababan de salvar el pellejo.
El Aprendiz, teniendo las vías de escape por tierra cortadas, empezó a elevarse en el aire. Estaba claro que su plan de recuperar el Cuerno no había salido como esperaba; tal vez porque eran tres, tal vez porque no había supuesto que serían capaces de alcanzarle con un arma de hierro.
—¡¡Detenlo Aleyn!! ¡¡Que no escape!!
Flexionó las piernas para saltar casi antes de que Abel terminara de hablar. Sin embargo, justo antes de que saltara, el niño le miró. El cambio que había experimentado su rostro casi provocó que se le encogiera el corazón en el pecho. Aquellos ojos escarlatas habían perdido su matiz siniestro; sólo reflejaban un miedo que no parecía fingido…
Una imagen de Emily rodeada de llamas cruzó fugazmente sus pensamientos. Esa mirada carmesí se parecía tanto a la de ella…
Pero no. No era momento de apiadarse del enemigo, no podía dejarle escapar, por mucho que se sintiera mal al respecto. No era una persona cruel; sin embargo no pretendía ser una persona estúpida tampoco. No en medio de una guerra. No cuando había tanto en juego.
Se intentaría impulsar con un doble salto para superar la distancia a la que el Aprendiz se había elevado ya. Trataría de agarrarle por los hombros para que no escapara y caería con él al claro, usando su cuerpo como seguro para evitar que volviera a escaparse.
Si a pesar de saltar el niño seguía fuera de su alcance, invocaría su Llave-Espada y se la arrojaría, pretendiendo hacerle perder la concentración para que se precipitara contra el suelo.
—Diría que nunca había visto una armadura así, que no es de hierro, ¡pero estaría mintiendo! ¿No serás amiguito de Xefil, por casualidad?
Intentó mantenerse impasible, incluso cuando el viento se hizo más fuerte y casi pudo verse, ahora sí, volando por los aires antes de sufrir una definitoria caída. Pero estaba seguro de que algo en su rostro le delataba; quizás apretar más la mandíbula, quizás un tic en el ojo, quizás alzar las cejas a medias por la sorpresa y a medias por el horror. No era como si su reacción fuera a revelar nada que el otro no supiera, de todas formas; por sus palabras quedaba claro que intuía o sabía que ellos dos estaban relacionados. Pero el hecho de que conociera a Xefil sólo podía indicar que se había encontrado a su compañero en el campo de batalla, a las afueras del bosque. Y si después de haberse topado con él había seguido la presencia del cuerno hasta ellos, tal vez quería decir que…
<<No. No quiere decir nada. Es probable que obtener el Cuerno tenga más prioridad que intentar reducir a uno de nosotros… >> se obligó a sí mismo a pensar con tanta intensidad que casi dolía.
—¿Quieres saber dónde está? ¿Quieres que te lo diga? Lo haré si te arrodillas y me cuentas de dónde estáis saliendo tantos magos de repente, ¡porque apestas a magia, estúpido mentiroso!
Sin concederle siquiera tiempo a responder a sus demandas, el viento que soplaba según la voluntad del Aprendiz le arrojó contra Sansón. No podría jurar quién estaba más asustado, si él o el caballo, y se sentía culpable por haber obligado al animal a salir de entre la espesura, pero no tenía tiempo para disculparse por ello. Al siguiente parpadeo, se vio arrojado por los aires, tal y como había temido al salir de su escondite, y antes de que su mente terminara de procesar lo que estaba pasando, sus huesos dieron contra un árbol. La respiración se le cortó, y su vista se vio cegada momentáneamente por un fogonazo de dolor. La cabeza le daba vueltas, mientras intentaba recomponerse, descubrir qué había sido de Sansón y de Ygraine, que en aquellos momentos, aunque él no pudiera distinguirlo, corría hacia él, preocupado por su estado.
Pero el zorro no era el único ser que se acercaba; aún de forma emborronada, distinguió al aprendiz abalanzándose sobre su cuerpo, que aún no reaccionaba del todo tras el golpe. Apenas pudo hacer amago de invocar su Llave-Espada, tratando de defenderse, mas el ataque nunca llegó. Dos gritos, el primero bastante más grave que el segundo, hizo que su mente regresara del todo a la realidad.
Abel había salido de la nada, sorprendiendo al Aprendiz, que acabó en el suelo con una herida en el hombro. El humo que salía de ella no sólo le confería un aspecto más grave, sino que le ayudó a intuir que aquella era la reacción que producía el hierro en las hadas. El niño se incorporó y procedió a intentar escaparse metiéndose entre los árboles, lejos de ellos. Mas Felipe estaba cortándole el paso, amenazándole con una espada cuyos efectos, de morder la carne del Aprendiz, no serían precisamente benignos, tal y como demostraba su chillido.
Aleyn se levantó del suelo, a pesar de que su cuerpo no estaba contento con la decisión. Estaba claro que sus dos compañeros no habían hecho caso de sus palabras, a pesar de que por un momento había creído que se servirían de su estrategia para continuar. Aunque, por supuesto, no podía estar del todo enfadado con ellos cuando le acababan de salvar el pellejo.
El Aprendiz, teniendo las vías de escape por tierra cortadas, empezó a elevarse en el aire. Estaba claro que su plan de recuperar el Cuerno no había salido como esperaba; tal vez porque eran tres, tal vez porque no había supuesto que serían capaces de alcanzarle con un arma de hierro.
—¡¡Detenlo Aleyn!! ¡¡Que no escape!!
Flexionó las piernas para saltar casi antes de que Abel terminara de hablar. Sin embargo, justo antes de que saltara, el niño le miró. El cambio que había experimentado su rostro casi provocó que se le encogiera el corazón en el pecho. Aquellos ojos escarlatas habían perdido su matiz siniestro; sólo reflejaban un miedo que no parecía fingido…
Una imagen de Emily rodeada de llamas cruzó fugazmente sus pensamientos. Esa mirada carmesí se parecía tanto a la de ella…
Pero no. No era momento de apiadarse del enemigo, no podía dejarle escapar, por mucho que se sintiera mal al respecto. No era una persona cruel; sin embargo no pretendía ser una persona estúpida tampoco. No en medio de una guerra. No cuando había tanto en juego.
Se intentaría impulsar con un doble salto para superar la distancia a la que el Aprendiz se había elevado ya. Trataría de agarrarle por los hombros para que no escapara y caería con él al claro, usando su cuerpo como seguro para evitar que volviera a escaparse.
Si a pesar de saltar el niño seguía fuera de su alcance, invocaría su Llave-Espada y se la arrojaría, pretendiendo hacerle perder la concentración para que se precipitara contra el suelo.
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