Re: Ronda #11 - Asalto a la torre
Publicado: Lun May 04, 2015 10:54 pm
Avancé con cuidado escaleras arriba, tratando de no tropezar y caer debido a la oscuridad y a lo poco acostumbrada que estaba a mi nuevo cuerpo. No tardé mucho en llegar a una nueva estancia: una sala circular, llena de estanterías polvorientas que, al fijarme mejor, alojaban botellas, frascos y cofres, los cuales contenían cosas de los más variopintas. En un rincón también se encontraban un puñado de calderos.
—¿Será esto alguna clase de sala de pócimas? —pensé en voz alta dirigiéndome al siguiente tramo de escaleras.
Nunca había visto un lugar así antes, pero había leído sobre lugares así en cuentos e historias sobre magos y brujas. Sabiendo que aquel lugar era habitado por un mago poderoso como Yen Sid no me sorprendió que hubiese una sala así en la torre. Además la oscuridad de la sala, que era sólo alumbrada por una solitaria antorcha, le daba un aspecto más enigmático y misterioso. Aunque no tenía mucho tiempo para entretenerme con esas cosas, a pesar de que parecía un sitio interesante, así que decidí seguir ascendiendo. Pero, al llegar al centro de la sala, una nueva sorpresa llegó.
Una fuerte ráfaga de viento surgió del otro lado de la sala, levantando el polvo de las estanterías y obligándome a taparme los ojos con los brazos. Tosí un par de veces ya que me había entrado algo de polvo por la nariz, y cuando me hube recompuesto, observé la sala otra vez, sólo para encontrar algo nuevo: un atril con un libro había aparecido en un rincón. Me acerqué, curiosa, y le eché un vistazo. No podía cerrarlo, ni cambiar de página. Solamente podía limitarme a leer la página por la que estaba abierto. Aunque lo que allí había escrito despertó mi interés.
—Poción anti-maleficios... —comencé a leer, en voz alta—. Elimina cualquier tipo de maldición, hechizo, encantamiento, mal de ojo o sortilegio que afecten al cuerpo o a la mente, devolviendo a la persona que se lo tome a su estado natural.
»Esto podría servirme. No me fío mucho, y menos sabiendo que puedo poner el cuerpo de otra persona en peligro, pero debería probar... No me gustaría que nos quedásemos con los cuerpos cambiados para siempre...
Dicho y hecho, leí los ingredientes y el procedimiento para crear la poción y fui de estantería en estantería reuniendo todos y cada uno de los ingredientes. Tuve problemas con el último, ya que parte del texto era ilegible, y había dos posibles ingredientes en la sala que podían ser los correctos, así que cogí ambos. Así pues, recogí todos los ingredientes y los reuní alrededor de uno de los calderos, y fui vertiéndolos en él tal y como explicaba el libro. Finalmente, me quedaba solamente echar el dichoso "pelo". ¿Cuál sería el correcto?
¿O quizá me estaba equivocando?
Pensándolo mejor, caí en la cuenta de que la poción era para quitarme el maleficio a mí, pero también a Kairi, y comencé a recordar las historias sobre brujas y maleficios que leía cuando era más pequeña. ¿Y si quizá necesitaba algo que perteneciese a las "malditas", como en algunas de esas historias, para invertir nuestros cuerpos? Entonces fue cuando se me ocurrió que, quizá, no era ni pelo de sirena ni de trol lo que necesitaba.
Me quité el sombrero y miré en su interior, tratando de iluminarlo acercándome a la antorcha, con su débil luz, en busca de algún cabello de mi verdadero cuerpo. Lo encontrase o no, a continuación arrancaría con los dedos pulgar e índice uno de los cabellos rosados de Kairi, y lo echaría en el caldero junto a los demás ingredientes y al cabello granate de mi cuerpo original, si es que había podido coger alguno del interior del sombrero. Si no lograba hallar ninguno de los míos, echaría solamente el de Kairi y rezaría.
—¿Será esto alguna clase de sala de pócimas? —pensé en voz alta dirigiéndome al siguiente tramo de escaleras.
Nunca había visto un lugar así antes, pero había leído sobre lugares así en cuentos e historias sobre magos y brujas. Sabiendo que aquel lugar era habitado por un mago poderoso como Yen Sid no me sorprendió que hubiese una sala así en la torre. Además la oscuridad de la sala, que era sólo alumbrada por una solitaria antorcha, le daba un aspecto más enigmático y misterioso. Aunque no tenía mucho tiempo para entretenerme con esas cosas, a pesar de que parecía un sitio interesante, así que decidí seguir ascendiendo. Pero, al llegar al centro de la sala, una nueva sorpresa llegó.
Una fuerte ráfaga de viento surgió del otro lado de la sala, levantando el polvo de las estanterías y obligándome a taparme los ojos con los brazos. Tosí un par de veces ya que me había entrado algo de polvo por la nariz, y cuando me hube recompuesto, observé la sala otra vez, sólo para encontrar algo nuevo: un atril con un libro había aparecido en un rincón. Me acerqué, curiosa, y le eché un vistazo. No podía cerrarlo, ni cambiar de página. Solamente podía limitarme a leer la página por la que estaba abierto. Aunque lo que allí había escrito despertó mi interés.
—Poción anti-maleficios... —comencé a leer, en voz alta—. Elimina cualquier tipo de maldición, hechizo, encantamiento, mal de ojo o sortilegio que afecten al cuerpo o a la mente, devolviendo a la persona que se lo tome a su estado natural.
»Esto podría servirme. No me fío mucho, y menos sabiendo que puedo poner el cuerpo de otra persona en peligro, pero debería probar... No me gustaría que nos quedásemos con los cuerpos cambiados para siempre...
Dicho y hecho, leí los ingredientes y el procedimiento para crear la poción y fui de estantería en estantería reuniendo todos y cada uno de los ingredientes. Tuve problemas con el último, ya que parte del texto era ilegible, y había dos posibles ingredientes en la sala que podían ser los correctos, así que cogí ambos. Así pues, recogí todos los ingredientes y los reuní alrededor de uno de los calderos, y fui vertiéndolos en él tal y como explicaba el libro. Finalmente, me quedaba solamente echar el dichoso "pelo". ¿Cuál sería el correcto?
¿O quizá me estaba equivocando?
Pensándolo mejor, caí en la cuenta de que la poción era para quitarme el maleficio a mí, pero también a Kairi, y comencé a recordar las historias sobre brujas y maleficios que leía cuando era más pequeña. ¿Y si quizá necesitaba algo que perteneciese a las "malditas", como en algunas de esas historias, para invertir nuestros cuerpos? Entonces fue cuando se me ocurrió que, quizá, no era ni pelo de sirena ni de trol lo que necesitaba.
Me quité el sombrero y miré en su interior, tratando de iluminarlo acercándome a la antorcha, con su débil luz, en busca de algún cabello de mi verdadero cuerpo. Lo encontrase o no, a continuación arrancaría con los dedos pulgar e índice uno de los cabellos rosados de Kairi, y lo echaría en el caldero junto a los demás ingredientes y al cabello granate de mi cuerpo original, si es que había podido coger alguno del interior del sombrero. Si no lograba hallar ninguno de los míos, echaría solamente el de Kairi y rezaría.