[Atlántica] Bajo el mar

BH: Saeko, Coli y Nico; TdP: River, Maya y Bavol

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Sito » Vie Mar 20, 2015 1:10 am

¿De verdad? ¿Cualquier cosa? ―la princesa estaba muy emocionada―. ¿Y un príncipe…?

Colibritany lo había hecho bien. Nicoxa estaba un poco indecisa en aquel momento y su amiga parecía que había salvado la situación. No obstante, no pudieron responder a tiempo a la sirena porque el cangrejo decidió intervenir rápidamente.

¡¡Ariel!! ―exclamó, poniéndose en medio de las aprendizas y Ariel―. ¡No te dejes engañar por estas criaturas! ¡Te están utilizando para llegar hasta el rey! ―Nicoxa frunció el ceño descaradamente cuando le escuchó decir eso―. ¡Y tú! ¡Aquí abajo está tu hogar!

Aunque parecía que Sebastián iba a volver a discutir con Ariel, ocurrió algo bastante extraño: se puso a cantar.

Ariel, escucha. Ese mundo está muy mal. La vida bajo el mar es mucho mejor que el mundo de allá arriba ―La sirenita se "sentó" en una roca para escuchar la canción―. Tú crees que en otros lados, las algas más verdes son. Y sueñas con ir arriba, ¡qué gran equivocación! ¿No ves que tu propio mundo no tiene comparación? ¿Qué puede haber allá fuera que cause tal emoción?

<<Pero qué está pasando aquí...>>

Nicoxa no daba crédito a lo que veían sus ojos. Encima una multitud de seres marinos de todas las clases aparecieron mágicamente para unirse a la canción. El poder de la música era asombroso.

Bajo el mar, bajo el mar~ Vives contenta, siendo sirena, ¡eres feliz! Sé que trabajan sin parar, y bajo el sol para variar. Mientras nosotros, siempre flotamos, ¡bajo el mar!

Una trucha se acercó a Nicoxa y le ofreció unas almejas para que las hiciera chocar entre sí a modo de castañuelas. Nico las aceptó y le puso todo su sentimiento a la canción mientras bailaba tocándolas.

… si no te quieres arriesgar, bajo el mar te quedarás. ¡Y sin problemas, entre burbujas, tú vivirás!

En aquel momento, un pececito amarillo se acercó a Ariel, que ya no parecía tan interesada en la canción y, juntos, abandonaron el jardín sin que Sebastián se diera cuenta.

Nico se puso alerta, tenía que hacer algo. Le hizo gestos con las castañuelas a Colibritany, señalando a la sirena que se alejaba cada vez más, para hacerle entender que iba a seguirles.

No sabía si su amiga se quedaría a esperar a que el cangrejo terminara su canción o si la acompañaría, pero no podían perder de vista tampoco a la princesa si querían la audiencia, así que Nicoxa fue tras ellos.
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v. Ficha de Nicoxa .v
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Zodiark » Lun Mar 23, 2015 12:05 am

Vaya un tipo más mal hablado...

Oculta entre unas cajas (que tampoco me escondían mucho, pero al menos serviría para espiar lo que decía el capitán durante un rato) escuché lo que decía el hombre del parche en el ojo... O más bien los gritos ensordecedores e imponentes que daba a diestro y siniestro. Parecía estar quejándose porque gastó mucho oro al irse de expedición por hacerle caso a una "carroñera". ¿Se referiría a Vivian? ¿O quizás a la bruja con la que Harold hizo un pacto? En cualquier caso, no tardaría mucho en averiguar quién era...

¡Baja a la bodega y trae a esa miserable! ¡La quiero atada al palo mayor hasta que encontremos la jodida isla! —ordenó a un tipo que estaba vagueando tras unos barriles, tocando una flauta, tras quitarse el catalejo del ojo y lanzárselo a otro de los piratas.

El tipo salió corriendo para cumplir la orden del capitán. Sospechaba que aquella prisionera que tenían se trataba de Vivian, así que para comprobarlo y ayudarla en caso de que así fuera, salí de mi no muy buen escondite para seguirle.

Pero nada más salir, me pilló de pleno. Escuché un par de sonoras zancadas a mi espalda, y tras girarme vi el ojo sano del capitán, totalmente abierto, clavándose en mí.

¿¡Y quién cojones eres tú!? ¿¡Qué demonios hace una niña en mi barco!?

Yo, eh...

Estaba en un buen aprieto. Dudaba que aquellos hombres tuviesen compasión conmigo sólo por ser una niña, así que tenía que tratar de hacer uso de mis dotes interpretativas... Las cuales no había puesto nunca en práctica.

E-El barco donde viajaba con m-mis padres... —agaché la cabeza y me llevé las manos a los ojos, tapándome toda la cara, haciendo como si llorase, tratando de utilizar una voz quebrada y soltando unos gemidos lastimeros de tanto en cuando—. Se... Se hundió... C-Conseguí escapar con un bote pero... U-Una ola me tiró... Y lo perdí... —finalmente alcé la cabeza, e hice ver que me secaba mis últimas lágrimas con los puños. Después, miré a los ojos... o bueno, al ojo, al pirata, con cara de pena—. Por favor, sólo quiero volver a tierra firme. Haré lo que ordenen, pero no me hagan daño.

No confiaba demasiado en que lograra dar pena a los piratas con una excusa tan barata, pero fue lo único que logré improvisar en aquella situación. Por si acaso, y sin que se diesen cuenta, comencé a preparar un hechizo Dulce Aroma para lanzarlo sólo si el capitán no me creía y se volvía agresivo contra mí. Si ése era el caso, lo lanzaría y me dirigiría a la bodega aprovechando el estado de embriaguez de los piratas provocado por mi hechizo.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Nell » Sab Abr 18, 2015 1:20 am

Bavol


La confusión de Bavol se hizo patente de inmediato y, de nuevo sonriendo taimadamente, se deslizó hasta su tocador mientras el renacuajo la culpabilizaba y preguntaba acerca del caso de Harold. Como si no le interesara el batiburrillo de este, se estuvo pintando los labios de carmesí y admirando su propio reflejo.

Solo cuando hubo terminado, le miró a través del espejo del tocador y, con uno de sus tentáculos, le indicó que se acercara a ella. Parecía no importarle la patente desconfianza del niño.

Mi pequeño y querido Squirt acudió a mí porque soñaba bobamente con mundos más allá de estas aguas ―Miró de reojo a Bavol―. Le pregunté qué estaba dispuesto a sacrificar y me ofreció a su tierno amigo Harold. ¿Cómo iba a negarme a cumplir su más preciado deseo? ―Contuvo una risa―. Y me temo que no puedo cancelar un trato aún en marcha. Harold tiene hasta la puesta de sol para traerme el lirio. Si no lo hace, me pertenecerá. Pero como te he dicho antes, hay una forma de salvarlo.

Entonces, abrió uno de los cajones del tocador y sacó un cofre dorado, que depositó con cuidado. Como buen portador, Bavol vería con claridad la cerradura que lo mantenía sellado, y cómo la bruja introducía la llave correspondiente. En su interior, vio una esfera preciosa, de luz blanca, que Úrsula cogió para sostenerla sobre su mano y enseñársela. Si intentaba hacer el intento de cogerla, no le dejaría.

¿Sabes qué es esto? Hace tiempo, un joven como tú, de aspecto tan insólito y procedente de aguas muy lejanas ―Otra vez, hizo el gesto de contener la risa― vino para intentar conseguir dos de estas perlas. A cambio de decirle el paradero de ambas, me prometió que me traería una de ellas. Se marchó sin cumplir su parte del trato y, hasta hace muy poco, no he obtenido mi premio. Y por lo que tengo entendido, ninguna llegó hasta las manos deseadas. El chico traicionó a la organización para la que trabajaba.

»Esto es lo que te ofrezco, mi querido Bavol: te olvidas del asunto de Harold y, a cambio, te entrego esta perla. A mí ya no me sirve para nada. Estoy segura de que, de dónde vienes, te agradecerán habérsela devuelto. La habrán dado por perdida y te garantizo de que así será, salvo que accedas a mi petición.

En ningún momento le había dicho que fuera extranjero o que estuviera vinculado con el chico de su historia. Sin embargo, si se lo preguntaba, Úrsula simplemente enarcaría una ceja.

Conozco muchos secretos, cariño, de aquí y de allí. Pero para que lleguen a buen puerto nuestras negociaciones, lo mejor será que no indaguemos en lo que el otro sabe, ¿no te parece? Podría enfadarme ―sonrió―. Y ahora, dime, ¿hay trato?

Era bastante justo, para tratarse de ella (demasiado). Aun así, Bavol ya había dejado claro que su principal objetivo era salvar a Harold, tal y como le había pedido Yami. Misión que, por cierto, estaba fuera de las normas de la Orden, puesto que se estaban inmiscuyendo en los asuntos de aquel mundo. En cambio, Úrsula le había dejado caer que la Perla era un bien codiciado por Tierra de Partida. Si regresaba con ella, los Maestros se quedarían impresionados.

Por tanto, todo se reducía a cómo quería actuar Bavol: ¿a favor de sus propios intereses (salvando a un único tritón) o a los de Tierra de Partida (llevándoles algo que querían)? Úrsula le dejó meditar la respuesta, mientras guardaba de nuevo la Perla en el cofre. Solo añadiría:

Como ya te dije, puedo hacerte entrega de una forma de salvar a Harold en caso de que rechaces la oferta. Pero piénsalo bien: si aceptas mi obsequio, aún te quedan varias horas por delante y nada te impediría ir a por un lirio, entregárselo a Harold y hacerle venir aquí. Tú mismo no podrías, claro, porque nuestro trato te obligaría a desvincularte, aunque yo no puedo impedirte que salgas a buscar flores, ¿no crees, querido?

Úrsula no se molestaba en ocultar que le interesaba que aceptara el primer acuerdo. No obstante, de rechazarlo, Bavol sabía que perdería la Perla. Como apunte, el niño desconocía su uso o importancia, y aunque le preguntara a la bruja, esta solo sonreiría en respuesta. No iba a decírselo.

Bien, mi siguiente oferta sería la siguiente: te entregaré un objeto mágico que, en manos de Harold, le liberará de todo trato que haya hecho conmigo por unos pequeños tecnicismos del contrato. A cambio, tú estarás atado a mí o, en otras palabras, me deberás un favor. Nada de matar, por favor, no sé cómo puedes tener una imagen así de mí. Cualquier cosa que te pida tendrás que obedecerla, y una vez lo hayas hecho, nuestro negocio habrá concluido. No será ahora. Mi pequeño deseo lo reservaré para el futuro.

Parecía justo también (demasiado). Por supuesto, atarse de esa manera a la bruja era muy peligroso, incluso si ella le aseguraba que no iría contra los principios del pequeño. Lo único bueno es que si no había un plazo establecido para que él recibiera su orden, quizá con alejarse para siempre de la bruja bastase para no tener que cumplirla. ¿Acaso no había hecho lo mismo el chico de la historia?

Podía intentar negociar cualquiera de los dos tratos. Ya sabía que Úrsula no era de fiar y que se la había jugado a Harold poniendo a su amigo Squirt en contra. Por lo tanto, ¿qué retorcidos planes estaría fraguando tras esos dos inocentes encargos?


Saeko


El pez globo se inclinó junto a Saeko (aún a una prudente distancia de su mandíbula) para observar las tablillas. Sin embargo, si la muchacha se fijaba bien, vería que sus ojos recorrían sobre todo los dibujos y no distinguía las letras de estos. No sabía leer.

¿Vivian? ¿Quién es Vivian? ¿Tiene algo que ver con el templo? ―preguntó nerviosamente―. ¡No conozco a nadie así! ―decretó, para decepción de Saeko.

A continuación, la muchacha recogió el trabajo de Harold para llevárselo consigo a la gruta. Tendría que haber insistido un poco más en que fuera con ella, porque el pez globo negó con vehemencia la cabeza. Estaba preocupado por su amigo, pero se negaba en rotundo a ser comido por esas moneras, como había mencionado antes.

Mi nombre es Kipli. ¡Buena suerte! ¡Trae a Harold!

Puesto que no tenía nada más que hacer allí, partió hacia la gruta de la bruja. Estaba muy bien señalizado, casi para un niño, puesto que indicaba los jardines, rocas con extraña forma o construcciones que debía localizar durante el recorrido para no perderse. Enseguida pudo ver en vivo la misma imagen de la tablilla:

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En la boca del monstruoso rocoso, surgieron dos morenas que habían abandonado el interior disimuladamente, dejando a su ama con el huésped que estaba recibiendo. A su alrededor, Saeko solo vería a un delfín (con una esfera en la boca), que se alejaba en otra dirección de la gruta.

Al acercarse, las moneras le cerrarían el paso y empezarían a nadar alrededor de ella, examinándola. Ambas tenían un ojo ámbar muy siniestro, y a ninguna le pasó inadvertidas las tablillas que sostenía contra sí.

¿Buscas a Úrsula? ―preguntaron simplemente, a la vez.

En caso de que su respuesta fuera afirmativa, le acompañarían al interior. El túnel inmediato era, en una palabra, escalofriante. Una especie de algas se extendían por todo el suelo, en aquel estrecho espacio, con cabezas y expresiones en ellas de tortura y suplicio. Emitían un chirrido de lamento, mirando a Saeko como si le estuvieran implorando. Varias intentaron agarrar las patas del caimán, aunque ninguna tenía suficiente sujeción.

Durante el trayecto, Saeko podría preguntar a las moneras lo que quisiera. Supo que sería el último momento en el que pudiera hacerlo, porque escuchó un rumor de voces al final de la caverna. Una vez llegara hasta donde la bruja, tendría compañía.


River y Maya


Las palabras de River, pese a hacerlo lloriquear un poco, lograron el efecto deseado en Harold. Se serenó, asintió con convicción (más para sí mismo que para ella) y trató de controlar mejor los nervios. Seguía sin ser un chico de acción, pero intentaría al menos no estorbar. Escuchó las indicaciones de la muchacha y, aunque abrió la boca, recapacitó y no dijo nada. Actuaría tal y como le había dicho.

Al mismo tiempo, Maya se presentaba como una desamparada y pobre niña que había naufragado y, por azar del destino, había acabado en aquel navío. El capitán frunció el ceño, porque como bien había supuesto la muchacha, la historia lacrimógena le daba absolutamente igual.

A su alrededor, unos cuantos marineros se habían parado con curiosidad para ver qué ocurría. No obstante, la decisión recaía en el capitán, que meditó la respuesta.

¡Eh, tú! ―ordenó a uno que, de nuevo, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, ignorando a Maya―. ¡Coge a la niña y llévatela a la bodega! Mi corazón no es tan negro como para tirar por la borda a una renacuaja del demonio, pero podemos abandonarla en el primer islote que atisbemos.

El interpelado agarró a Maya del brazo y la arrastró hasta una escotilla. Por ella salía en ese momento otro marinero, cargando como si fuera un saco de patatas a una joven, de cabello castaño y mirada dura, a quien le habían atado las manos y los pies. Observó a Maya, impasible, y sin razón aparente le sacó la lengua.

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El marinero encargado de «escoltarla» quiso cogerla como hacía su compañero con la otra, para bajarla por la escalerilla más fácilmente hasta la bodega. Quizá fuera el último momento para resistirse y escapar de sus garras, porque muy probablemente la atarían una vez estuviera abajo. Aunque quizá hubiera algo interesante.

Entonces, comenzó el ataque de River. A pesar de las previsiones de la portadora, fue vista por absolutamente todos los miembros del barco en cuanto saltó a cubierta y lanzó el Aqua al timonel. Al fin y al cabo, estaban en una zona elevada respecto a las demás y el resto de tripulantes no eran sordos y escucharon el grito de sorpresa del hombre al caer.

Aun así, como suponía, el timonel se resbaló con el agua que apareció mágicamente y cayó de culo. Para entonces, Harold se había impulsado desde la barandilla y, como pudo comprobar River, flotaba. Literalmente. Parecía saber volar, aunque no lo dominara muy bien. En cualquier caso, se puso sobre el timonel y esperó hasta que la chica le hubo pasado una cuerda para atarle.

No hizo falta que River le metiera más miedo. En cuanto escuchó la pregunta, tras quejarse del dolor un par de veces, respondió dócilmente:

¡En la bodega…!

Para entonces, varios hombres se acercaban para mirar qué había ocurrido y algunos ya les vieron con claridad. Inmediatamente, sacaron las armas y dieron la voz de alarma. En apenas unos segundos, estuvieron rodeados de marineros armados con arpones y redes, dispuestos a cazarlos. Harold miró inquisitivamente a River, esperando su decisión.

A pesar de tenerlos acorralados, ninguno de los hombres entró en acción. Les vigilaban de cerca y se habían interpuesto entre ellos y el mar, pero esperaban algo. O más bien, a alguien.

¡Malditos peces! ¡Hoy no nos interesan vuestras cabezas! ―refunfuñó el capitán, adelantándose a todos los hombres para verles―. ¡Tiene gracia! ¡Sois jodidamente difíciles de capturar y, para una vez que no os buscamos, venís expresamente a molestarnos! ¡Pues no es un buen momento! ―les miró con odio con su único ojo, como si les culpara de todos sus problemas―. ¿Quiénes sois y qué queréis? No finjáis. Sé que podéis hablar. Os he oído gritar cientos de veces. Y os juro que si intentáis algo raro, ordenaré a mis hombres aniquilaros para finiquitar rápido el asunto.

Un gritó remató la situación, desde lo alto del palo mayor:

¡TIERRA A LA VISTA!

Todos miraron arriba y, después, al horizonte. Tras concienciarse de que se acercaban finalmente a su objetivo, fuera cual fuese, el capitán volvió a dirigirse hacia los intrusos, más que dispuesto a acabar cuanto antes con ellos si no obtenía buenas respuestas.


Nico y Coli


Mientras Colibritany se quedaba bailando con el cangrejo, muy metida en la canción como los demás peces, Nicoxa se fijó en la huida de la sirenita a la que habían ido a buscar. Abandonando el jardín antes de que finalizara la música, la siguió.

Al mirar atrás para comprobar que su vigilante no se había dado cuenta de su escapada, Ariel se fijó en Nicoxa y ella misma la invitó a que les acompañara:

Flounder dice que ha encontrado algo increíble. ¿Quieres venir?

Durante el camino, la sirenita observó con curiosidad las «aletas» de Nicoxa y su parecido con los vestidos humanos. Después de pensar en la extraña criatura que era, recordó cómo se habían conocido.

¿Tú también quieres una audiencia con mi padre? ¿Por qué? ―preguntó―. Lo siento, pero no puedo ayudaros. No quiero hablar con él. ¡Es tan injusto! Siempre me trata como a una niña y no me deja hacer nada. Él no entiende que hay tantas cosas allá fuera… ―Los ojos le brillaban mientras hablaba de alguna pasión secreta―… tantas maravillas que no pueden ser tan malas… Y, ¿qué es lo que vas a enseñarnos, Flounder?

¡Es una sorpresa! ―insistió el pez, que se había puesto al otro lado de Nicoxa y la observaba sin ocultar que le parecía raro su aspecto―. Y, oye, ¿de dónde eres? No te había visto por Atlántica.

Ariel y Flounder no eran, en absoluto, desconfiados. Aceptarían la respuesta que les diera por válida, aunque tampoco tendrían mucho tiempo de cuestionarla porque les esperaba una sorpresa al llegar a una explanada.

Había tres extrañas medusas pululando por allí, aunque a Nico no se le escaparía el símbolo de sincorazón que portaban todas ellas. Parecían rodear una zona en concreto, una roca anclada a una firme pared. Al detenerse Ariel y Flounder, y observar el camino cortado, la aprendiza podría comprender que ese era su destino.

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¿Qué son? ―preguntó Ariel―. ¿Creéis que nos dejarán pasar?

Nico comprobaría que los sincorazón no se habían percatado aún de su presencia. Sin embargo, Ariel parecía firmemente decidida a intentar cruzar (puesto que era el único camino para llegar), esquivándolos simplemente. Estaba en su mano prevenirla antes.


Fecha límite: 22 de abril.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Tidus Cloud » Mar Abr 21, 2015 12:42 am

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Mientras le lanzaba todas aquellas acusaciones, Úrsula prefirió acicalarse frente a su tocador. Se sorprendió de cómo la bruja continuaba sonriendo pese a todo lo que le estaba diciendo, no perdió la calma ni uno solo segundo. Se notaba que era una experta engatusando a otras personas más necesitadas.

El renacuajo ladeó la cabeza con desconfianza cuando le indicó con un tentáculo que se acercara a ella. No estaba seguro de que fuera lo más seguro, no obstante, movido por la curiosidad sobre el comportamiento de la bruja, decidió aproximarse lentamente hasta colocarse junto a ella.

Mi pequeño y querido Squirt acudió a mí porque soñaba bobamente con mundos más allá de estas aguas. Le pregunté qué estaba dispuesto a sacrificar y me ofreció a su tierno amigo Harold. ¿Cómo iba a negarme a cumplir su más preciado deseo?

Tampoco parece que te costara mucho aceptar ―replicó Bavol con los brazos cruzados.

Negó con la cabeza y soltó un suspiro. No se podía imaginar cómo alguien como Squirt, con aquellas pintas tan alegres e inofensivas, podía hacer algo tan rastrero como vender a su propio amigo. Si estaba tan dispuesto a negociar con la bruja para conseguir su sueño, que hubiera sacrificado algo que él mismo poseyera.

Y me temo que no puedo cancelar un trato aún en marcha. Harold tiene hasta la puesta de sol para traerme el lirio. Si no lo hace, me pertenecerá. Pero como te he dicho antes, hay una forma de salvarlo.

Observó con curiosidad los siguientes movimientos de Úrsula. El pulpo sacó un cofre dorado, que abrió con una llave, y del que sacó una llamativa esfera de luz blanca. Era bonita, sin duda, pero no entendía qué tenía que ver con lo que le estaba pidiendo, de manera que la miró con gesto interrogante.

¿Sabes qué es esto? Hace tiempo, un joven como tú, de aspecto tan insólito y procedente de aguas muy lejanas vino para intentar conseguir dos de estas perlas. A cambio de decirle el paradero de ambas, me prometió que me traería una de ellas. Se marchó sin cumplir su parte del trato y, hasta hace muy poco, no he obtenido mi premio. Y por lo que tengo entendido, ninguna llegó hasta las manos deseadas. El chico traicionó a la organización para la que trabajaba.

Estaba empezando a darse cuenta de que quizás esa repentina historia pudiera tener que ver de alguna manera con él. Y eso le asustaba. No era posible que ella supiera ciertas cosas, ¿o sí?

»Esto es lo que te ofrezco, mi querido Bavol: te olvidas del asunto de Harold y, a cambio, te entrego esta perla. A mí ya no me sirve para nada. Estoy segura de que, de dónde vienes, te agradecerán habérsela devuelto. La habrán dado por perdida y te garantizo de que así será, salvo que accedas a mi petición.

De dónde venía… ¿Sabía ella que venía de Tierra de Partida, tal y como se le había ocurrido hace unos segundos? La existencia de la Orden era un secreto, más o menos. Si la conocía, debía ser porque su magia llegaba mucho más lejos de lo que se había imaginado en un principio. Normal que la Maestra Yami hubiera decidido intervenir teniendo en cuenta la implicación de esa maldita bruja.

¿Y tú… cómo sabes de dónde vengo? ―preguntó el renacuajo con cautela.

Conozco muchos secretos, cariño, de aquí y de allí. Pero para que lleguen a buen puerto nuestras negociaciones, lo mejor será que no indaguemos en lo que el otro sabe, ¿no te parece? Podría enfadarme.

“Yo también.”

Y ahora, dime, ¿hay trato?

Bavol la miró unos segundos fijamente a través del espejo del tocador y después desvió la vista. Se llevó una mano a la boca mientras intentaba reflexionar a toda prisa qué era lo mejor. Parecía que aquel objeto era muy importante para Tierra de Partida, quizás el joven del que había hablado se hubiera tratado de algún Maestro o Aprendiz que había negociado con ella en el pasado. Tanto si era así como si no, lo desconocía. Al igual que tampoco había oído hablar antes de esa perla.

A lo mejor era todo mentira, o quizás no. Si no lo era, habría triunfado donde otros antes habían fracasado. Sería un héroe y los Maestros tendrían que estar orgullosos de él. Nadie se acordaría nunca más del incidente en Tierras del Reino o de cualquiera de sus otros errores. Sin embargo, la vida de Harold también era importante, no sólo porque Yami se lo había pedido, sino porque no podía dejar morir a un inocente de una manera tan injusta.

N-no sé qué hacer ―reconoció Bavol tras un rato meditando―. No estoy seguro de que quiera lo que me propones… ―Aunque tampoco lo estaba de lo contrario.

Como ya te dije, puedo hacerte entrega de una forma de salvar a Harold en caso de que rechaces la oferta. ―explicó la bruja mientras guardaba la perla de nuevo en el cofre―. Pero piénsalo bien: si aceptas mi obsequio, aún te quedan varias horas por delante y nada te impediría ir a por un lirio, entregárselo a Harold y hacerle venir aquí. Tú mismo no podrías, claro, porque nuestro trato te obligaría a desvincularte, aunque yo no puedo impedirte que salgas a buscar flores, ¿no crees, querido?

Sí, parecía lógico. Podría conseguir ambas cosas: quedarse con la perla y obtener un lirio para Harold. Todo estaría arreglado, no sólo habría cumplido con su encargo, sino que habría obtenido mucho más. Sin embargo, había algunos detalles que aún no cuadraban. ¿Dónde podrían encontrar otro lirio (si es que valía cualquier lirio)? De encontrarlo, ¿le daría tiempo a dárselo a Harold y después que él mismo se lo entregara a Úrsula? Odiaba la sensación de impotencia al no saber las respuestas a tantas cosas.

Bien, mi siguiente oferta sería la siguiente: te entregaré un objeto mágico que, en manos de Harold, le liberará de todo trato que haya hecho conmigo por unos pequeños tecnicismos del contrato. A cambio, tú estarás atado a mí o, en otras palabras, me deberás un favor. Nada de matar, por favor, no sé cómo puedes tener una imagen así de mí. Cualquier cosa que te pida tendrás que obedecerla, y una vez lo hayas hecho, nuestro negocio habrá concluido. No será ahora. Mi pequeño deseo lo reservaré para el futuro.

Intuía que deberle un favor a Úrsula podía resultar una experiencia verdaderamente horrible. Si había usado a Squirt contra Harold, ¿contra quién usaría sus servicios? Alguien podría resultar herido, pero era la única de anular el contrato. Además, no era sólo eso, sino que aceptar el segundo trato implicaba renunciar a la perla.

Aggg, quiero salvar a Harold, pero también quiero esa perla. ¡Ojalá pudiera tener las dos cosas! ―protestó Bavol impotente llevándose las manos a la cara.

Decisiones, decisiones. ¡Demasiadas decisiones, demasiado duras! Él lo quería todo, pero parecía que eso no era posible. Incluso sabía que aun aceptando uno de los dos tratos, había más asuntos por resolver como localizar un lirio o al propio Harold. Podía intentar discutirle a Úrsula, aunque se preguntaba seriamente cuántas probabilidades tendría de conseguir algo de esa manera.

De pronto, una idea se le vino a la mente. Era un trato, podía conseguir más si ofrecía más. Además, Úrsula estaba interesado en lo que él podía ofrecerle: abandonar el encargo con la seguridad de que ella ganaría o renunciar a él a cambio de tener aquel favor. Tenía que aprovechar eso, tenía que hacer pensar a la bruja que ella también podía quedarse sin nada si no cedía.

Retiró sus dos manos lentamente y alzó de nuevo el rostro para mirar a Úrsula. Era hora de contraatacar.

Se me ha ocurrido otro trato, uno parecido, pero en el que los dos ganaremos más, ¿te interesa? ―Esbozó una media sonrisa, como si la imitara, esperando que el pulpo mostrara interés―. No tenemos por qué quedarnos con sólo uno de los tratos.

»A ver, tú me das esa perla tan bonita y yo prometo no ser yo quien te devuelva el lirio. Eso sí, ¡no quiero nada de trampas! Ni tú ni ninguno de tus… ―Echó una mirada a su alrededor en busca de las dos morenas― bichos puede intentar quitármela.

»Pero sigo queriendo ayudar a Harold, así que tienes que darme algo con lo que pueda hacerlo. Necesito más tiempo, que alargues el trato. O si no puede ser, que al menos me digas donde puedo encontrar otro lirio que valga para acabar con todo esto. Aunque yo lo recoja, no te lo entregaría, lo haría Harold o algunos de mis amigos. ―Por la mente se le pasó las imágenes de River, Maya e incluso de Derhe (estuviera donde estuviese).

»A cambio, yo te doy ese favor que tú me has pedido. Cualquier cosa en cualquier momento. Bueno, cualquier cosa que no sea matar a nadie. Tú pídelo y yo lo haré. Si eres taaan lista y sabes de dónde vengo, sabrás que puedo hacer muchas cosas. Sobre todo con esto. ―Alargó la aleta para invocar su Llave Espada brevemente y luego volverla a hacer desaparecer―. Éste es mi trato, ¿te gusta?

Y después de aquel discurso tan largo Úrsula podía reírse en su cara y negarse en rotundo. Era un riesgo, pero para su gusto el trato había quedado bastante bien compensado para las dos partes. El pulpo obtenía las dos cosas que quería y él también.

No obstante, tenía que introducir un último elemento: la sensación de que si ella no cedía, nadie ganaría nada. En otras palabras, tirarse un farol, lo cual podía ser bastante arriesgado, pero al fin y al cabo, ¿qué más opciones tenía si quería salir ganando?

Bueeeno, y si no quieres, pues puedo ir a por Squirt, pegarle una paliza y traerte otra vez el lirio ―afirmó Bavol mientras se daba la vuelta dramáticamente hacia la salida de la gruta―. Tengo muchos amigos que me ayudarían y si les digo que es para salvar a alguien de un trato contigo, quizás encuentre a más gente interesada en ayudarme. ¿Qué, hay trato o no?
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Zodiark » Jue Abr 23, 2015 1:10 am

¡Eh, tú! ―llamó el capitán a uno de los piratas.

Tragué saliva y miré al suelo, esperando que se hubiese tragado mi historia y decidiese tener piedad de mí.

¡Coge a la niña y llévatela a la bodega! Mi corazón no es tan negro como para tirar por la borda a una renacuaja del demonio, pero podemos abandonarla en el primer islote que atisbemos.

"Vaya, hombre, ¿se supone que te tengo que estar agradecida?"

Suspiré aliviada, intentando ser disimulada. Pretendían abandonarme en cualquier islote que encontrasen, pero al menos había ganado algo de tiempo. De todas formas, gracias a mi glider y a mi transformación en animal acuático no me preocupaba lo que me hiciesen, mientras no se lanzasen todos a por mí para matarme.

El pirata entonces se acercó, y me agarró del brazo para llevarme hasta la bodega. Posiblemente abajo me atarían de pies y manos, así que tenía que pensar algo rápido. Fue entonces cuando de dicha bodega salió otro pirata, cargando a una chica en el hombro que clavó la mirada en mí y, sin motivo alguno, me sacó la lengua, ante lo cual le devolví la mirada, arqueando una ceja, extrañada. ¿Sería Vivian? No... Se suponía que Vivian era un animal acuático, como Harold y Squirt, ¿no?

Y fue entonces cuando se me presentó una oportunidad. El pirata quiso imitar al otro hombre y llevarme de la misma forma en que llevaba a la chica de pelo castaño. Sin perder ni un segundo, y aprovechando el momento en el que el hombre se distrajo para intentar cogerme, le di un pisotón con todas mis fuerzas en los dedos de uno de sus pies. Después me zafaría de él, apretaría mi puño lo máximo posible y le soltaría un gancho con toda mi fuerza posible en... Ahí.

Si lo lograba saldría corriendo hacia la bodega, para buscar a Vivian. Acabaría allí de todas formas, pero no me hacía ninguna gracia estar atada. De todas formas, si no lo lograba posiblemente me llevarían igualmente a la bodega, y allí podría tratar de hallar a Vivian, aunque con una movilidad limitada. Solamente esperaba que no tomaran medidas más extremas por haberme intentado liberar de ese pirata...
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Tsuna » Vie Abr 24, 2015 2:14 am

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Por la expresión que puso la pequeña pez globo imaginé que no tenía ni idea de dónde leer, con razón estaba tan perdida. No pasé desapercibido tampoco el detalle de que continuara manteniendo las distancias conmigo, como si fuese a tomarla para mi próxima comida. Su actitud me resultaba en cierto modo coherente, debido a mi aspecto, pero a fin de cuentas se trataba de una habitante del mundo de Atlántica, no de un pez cualquiera que pudiese devorar sin contemplaciones. No volvería, sin duda, a comer recetas que incluyeran pescado de la misma forma.

Me llevé la tablilla conmigo, bajo mi brazo e intentando ocultar el dibujo del enorme esqueleto, temiendo que algún guardia osase interrogarme en caso de verlo. Tal y como había entendido por sus palabras, no estaba bien visto el ir a la guarida de la Bruja a pedir favores, hasta el punto de estar incluso prohibido. Kipli por su parte, se negó a venir conmigo. Al menos me deseó buena suerte, aunque no me sirviese como consuelo porque sin duda prefería que me acompañase ella misma.

Procuré seguir las indicaciones lo más discreta posible. Agradecí a Harold la molestia de tomarse tanto esmero en detallar la ruta hacia el supuesto esqueleto marino, que me hacía la misión todavía mucho más fácil. Durante el recorrido no pasé desapercibido tampoco el ambiente del mundo, en definitiva, aproveché para hacer turismo y estudiar mejor la fauna. No vi tampoco ningún Sincorazón, cosa que me resultó todavía más rara al ser yo una Portadora, pero tampoco me iba a quejar por no tenerlos al lado, ni mucho menos.

Debe ser esta roca, es igual.


Intercambié la vista entre la roca y la tablilla repetidas veces, como había hecho incontables ocasiones para asegurarme de que no estaba equivocada ni perdida, nada más lejos de la realidad. Avancé el poco trecho que según las indicaciones me quedaba, alcanzando una zona del mar más oscura y tenebrosa, o eso me había parecido a mí. Entre las sombras distinguí asombrada la enorme estructura de huesos sobre las rocas, rodeada de extraños vapores que salían de la superficie. Tras contemplar el lugar un poco más y con cuidado, seguí adelante, deseosa de no tener problemas con nada ni nadie.

No debía olvidarlo tampoco: estaba allí por Harold, quién supuestamente podía ayudar a Tritón con sus investigaciones, y yo, una simple estudiante de historia, ofrecía su ayuda para el bien del reino. Por supuesto, Kipli mantendría su promesa y ambos me ayudarían a conseguir una audiencia con el rey. O ese al menos era mi plan, ya sabía de antemano que las cosas siempre tendían a torcerse cuando menos lo esperara.

En mi camino hacia la boca del monstruo, sintiendo el frío y la presión de las aguas sobre mis hombros a cada metro que avanzaba, distinguí en la lejanía lo que parecía un bonito delfín con algo en la boca. Y por otro lado unas morenas que más que extravagantes, me parecieron siniestras cuando me alcanzaron y me rodearon. Yo no me moví ni intenté escapar, pues igual estaban conectadas con la bruja y se dedicaban a recibir a los invitados. Fruncí el ceño ante las malas vibraciones que me transmitían, intentando mantenerme en guardia, para observar luego el amarillento ojo de una de ellas, casi hipnotizada.

Supongo. —respondí a ambas, alzando una de mis manos para confirmar que sí, que estaba interesada en buscar a la famosa Bruja de la que hablaba todo el mundo

Sin mediar palabra las dos se adelantaron indicándome por dónde seguir. En efecto, tal y como Harold había descrito, Úrsula vivía en los restos de aquella enorme criatura marina. Nada más entrar no vi nada fuera de lo normal, aunque no intentaba perder detalle de cualquier cosa, y sería más o menos a la mitad del túnel cuando algo me rozó las piernas, o cola.

Bajé el rostro y vi con auténtico horror lo que se había atrevido a tocarme: eran algas oscuras con ojos, que emitían chirridos de lamento y agonía. Al ver sus intenciones de aferrarse a mí no hice otra cosa que separarme todavía más, con una mueca de asco en el rostro. Desconocía qué clase de criaturas eran, solamente podía imaginar que crecían en ambientes oscuros, en las profundidades marinas, o a saber. Viré mi rostro hacia las morenas, todavía con el asco reflejado en mi cara.

Uh… ¿Qué son estas cosas? —esperé una respuesta, para luego ir al grano, igual ellas sabían algo— Por cierto, ¿sabéis quién es Harold o si ha estado por aquí?

Respondieran lo que respondieran, avanzaría hasta el final lo más separada posible de aquellas cosas que me miraban con una expresión que no sabía descifrar, nerviosa por ser el centro de atención. Si conseguía ver a la Bruja del mar y tenía ocasión, le preguntaría lo mismo que a las morenas: si conocía a un tal Harold o si había pasado por allí. Si llevaba algunos días desaparecido, estaba segura de que algo bueno no le había sucedido. Y si el renacuajo que la acompañaba se ofrecía ayudarme, aceptaría cualquier sugerencia encantada.

De solo pensar en las algas que se hallaban en la entrada me daban escalofríos.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Sito » Mar Abr 28, 2015 4:48 pm

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Nicoxa persiguió durante un pequeño trecho a la princesa, ocultando su rostro con las manos mientras nadaba para que no repararan en su presencia. No encontraba nada por el entorno que le pudiera servir mejor para ese propósito.

Sin embargo, Ariel se giró en un momento determinado y clavó su mirada en Nicoxa, por mucho esfuerzo que pusiera en ocultar su cara. Finalmente desistió. La aprendiza abrió la boca con sorpresa, y en su rostro se podía ver la misma expresión que la que tiene un niño cuando le han descubierto haciendo alguna travesura. Le dio un poco de apuro pensar en lo que diría la sirena.

<<Mierda. Definitivamente tengo que mejorar mis dotes de sigilo>>.

Flounder dice que ha encontrado algo increíble. ¿Quieres venir?

Nico siguió sorprendida un instante más, para acto seguido sonreír. Esa chica era muy confiada para ser una princesa. De hecho, a Nicoxa le recordó un poco a sí misma hace años, cuando ella también creía fácilmente a todo el mundo. Eso le acabó jugando muy malas pasadas, y esa chica parecía una buena pers... sirena. No quería que esa despreocupación le jugara malas pasadas, así que entendió un poco más la atención desmesurada de Sebastián hacia ella.

Eh... ¡Claro! Creo que aún no me he presentado, soy Nicoxa ―hizo una reverencia un poco tosca por si acaso, ya que estaba ante alguien de la realeza.

Ariel escudriñó con la mirada a la bella joven, algo a lo que ya se estaba empezando a acostumbrar con esa preciosa cola de medusa que le había tocado en su transformación.

¿Tú también quieres una audiencia con mi padre? ¿Por qué?

Bueno, verás, yo necesitaba hablar con él por un asunto de las madres...

Lo siento, pero no puedo ayudaros ―cortó Ariel a Nicoxa, sin darle tiempo a terminar de explicarse―. No quiero hablar con él. ¡Es tan injusto! Siempre me trata como a una niña y no me deja hacer nada. Él no entiende que hay tantas cosas allá fuera… ―Se la veía realmente fascinada por sus propias palabras―… tantas maravillas que no pueden ser tan malas… Y, ¿qué es lo que vas a enseñarnos, Flounder?

¡Es una sorpresa! ―contestó el pececillo, que observaba a Nicoxa con curiosidad―. Y, oye, ¿de dónde eres? No te había visto por Atlántica.

Otra vez esa pregunta. Nicoxa estaba muy orgullosa de su simbiosis con la medusa, pero definitivamente no parecía algo común en Atlántica.

Vengo de mares muy lejanos ―respondió rápidamente―. Es que el océano es inmenso, ¿sabes? ―se apresuró a añadir para no ser tan escueta. Prefirió cambiar de tema, con un poco de impaciencia y curiosidad por lo que dijo el pez― ¡Podrías decirnos lo que quieres enseñarnos, jo!

Incluso con una respuesta así, parecía que los dos confiaban en ella por lo pronto. Nico volvió a pensar en lo mismo que antes, con una mezcla de alegría por no haber sido descubierta y de preocupación por lo fácil que había sido y lo peligroso que sería para ellos. Por otro lado, Flounder aún no reveló qué iba a enseñarles.

Tras nadar un poco más, se encontraron en una explanada marítima. Nico seguía fascinada por poder respirar bajo el agua, así que ella estaba en su mundo de fantasía disfrutando al máximo cada instante y no se percató de las otras criaturas que había allí hasta que Ariel la alertó.

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<<¡No! Los sincorazón están aquí también... tengo que hacer algo>>.

¿Qué son? ―preguntó Ariel inocentemente, como si no fueran algo peligroso―. ¿Creéis que nos dejarán pasar?

Las medusas aún no se habían percatado de que estaban allí, así que Nicoxa tenía que pensar rápidamente en qué hacer. Intentó mantener la calma para no sonar demasiado nerviosa.

No, Ariel. Esas criaturas son peligrosas, yo me las encontré hace un tiempo cuando nadaba hacia otros mares y atacaban a los otros... peces que veían sin ningún tipo de reparo. Tenemos que tener cuidado, ¿de verdad hay que ir por ahí? ―preguntó inútilmente puesto que era obvio que tenían que pasar por ese lugar.

»Está bien... por suerte encontré este objeto por ahí perdido cuando exploraba los océanos ―les enseñó la llave espada―. No sé muy bien qué es ―mintió, para evitar que le hicieran preguntas sobre su arma―, pero en su momento me sirvió para poder defenderme de ellos y escapar hasta llegar a Atlántica. Si vamos a ir hasta allí, lo mejor es que... ―intentó no sugerir nada absurdo, tenía que demostrar que era una aprendiza de valía― os pongáis detrás mía mientras les ataco. ¡Si la situación se pone peligrosa quiero que salgáis de aquí nadando leches!

No podía permitir que la princesa de Atlántica saliera herida, por lo que se puso seria, entrecerrando los ojos para mirar a los sincorazón con desprecio. Quizás les podría amedrantar o algo cuando la descubrieran.

Aprovechando el factor sorpresa, Nicoxa intentó situarse en un punto en el que, desde su perspectiva, se alinearan los enemigos para poder lanzarles un conjuro vacuo de forma mas efectiva debido a la naturaleza del propio hechizo y les permitiera avanzar y salir de ahí.
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v. Ficha de Nicoxa .v
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Mentos » Mar Abr 28, 2015 10:49 pm

Colibritany bailó y bailó para integrarse. Para cuando pudo darse cuenta, Nicoxa abandonaba el jardín en un intento de seguir a Ariel, que se marchaba también.

<<A dónde irán estas dos...>>

Intrigada, decidió seguirlas con toda la velocidad que su nuevo cuerpo le podía permitir... que no era mucha, lamentablemente. Al final, pudo alcanzarlas y vió también a un pequeño pez. Para cuando llegó, ya habían terminado su conversación, aunque había algo más importante que eso: tres medusas rodeaban una roca que parecía ser el objetivo del trío.

<<¡Sincorazón!>>

Nicoxa parecía decidida a defender a la hermosa sirenita de las extrañas criaturas, así que Coli decidió también participar.

¡Perdón por el retraso! Me concentré demasiado en mi baile, cosas de profesionales... ―se excusó de la única forma que pudo.

No había demasiado tiempo que perder así que decidiría hablar más con Nicoxa cuando hubiesen acabado con la amenaza. La aprendiz intentó ayudar mediante el uso de la habilidad mágica Quasar una vez los enemigos estuviesen lo más apiñados que pudiesen. Esperaba que, junto con el ataque de su amiga, pudiesen herirles lo suficiente como para poder pasar.

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▪ Quasar (HM) [Nivel 3] [Requiere Poder Mágico: 4] Ataque básico de elemento Espacio. Pequeña distorsión espacial que se proyecta hacia adelante, empujando a los enemigos en un corto alcance, y con pocas probabilidades de causar aturdimiento.
"La nostalgia es como el alcohol; arruina tu juicio".

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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Nell » Sab May 16, 2015 2:06 am

Bavol y Saeko


Por supuesto que no hay trato ―contestó Úrsula, molesta―. Me has prometido que en tu nueva propuesta ambos ganábamos más y es mentira. Lo pierdo todo, a Harold y la perla, a cambio de un contrato con un renacuajo. Soy bondadosa, pero no tanto ―Se dio la vuelta y no quiso escuchar ninguna réplica más; ni le dio importancia a la amenaza del niño―. Has perdido tu oportunidad. Mi pobre y querido Harold tendrá que traer el lirio si quiere cumplir con su parte del acuerdo. Ahora, vete. Creo que llega una nueva interesada ―rio.

Durante el trayecto por el pasadizo, Saeko pudo apreciar cómo las moneras se retorcían y circulaban entre las desgraciadas algas con presuntuosidad, esbozando una maliciosa sonrisa. Como si disfrutaran del estado en el que parecían hallarse esas criaturas. Al preguntar por ellas, Saeko podría apreciar que mentían descaradamente, con esa voz ronca que tenían.

Nada que deba preocuparte.

Forman parte del jardín de nuestra ama.

No aportaron tampoco demasiada información sobre Harold que Saeko desconociera, salvo que se encontraba bajo la pista correcta.

Un alma en desgracia…

… a quien Úrsula ayudó desinteresadamente.

La cueva en la que desembocaba el pasillo era una estancia hogareña (para lo que debía ser el fondo del mar). Había armarios con formas de conchas, un tocador con multitud de botes y sustancias, y una habitación privada al fondo. El único elemento que desentonaba era el enorme caldero en el centro, que desprendía algo de humo a pesar de estar inactivo.

La bruja del mar, sentada frente al tocador, estaba pidiendo en ese mismo momento a un renacuajo que se marchara, ya que esperaba visita. Saeko no sabía cómo, pero de algún modo, esta sabía que llegaba.

Pasa, querida. Te estaba esperando.

Úrsula le hizo una seña a las dos moneras y estas acompañaron al renacuajo a la salida. La bruja del mar era una mujer-pulpo, gorda y con casi una decena de tentáculos, alrededor de ella, cada uno con vida propia. Se giró para verla directamente y sonrió, de forma encantadora y amable.

Ponte cómoda. Puedes tumbarte ahí, tesoro ―Señaló un espacio frente a ella donde había apilados algunos cojines―. Sospecho que has venido a causa de Harold ―Contuvo una risa―. No dejo de recibir visitas por ese asunto. Pero primero hagamos gala de una buena educación: mi nombre es Úrsula, la bruja del mar, como sin duda ya sabrás. Sé que no tengo muy buena reputación, pero espero que esta pequeña reunión te convenza de que estoy tratando de arreglar mis errores pasados. ¿Cómo te llamas, querida?

Una vez hubiera finalizado su presentación y mencionado su búsqueda de Harold, Úrsula compuso una cara de tristeza, como si fuera un asunto con el que se sintiera desdichada.

La historia de nuestro adorable y pobre Harold no es feliz, cariño. Podría remontarme a hechos ocurridos mucho tiempo atrás, pero entiendo que no te serán útiles para encontrarlo ahora, ¿verdad? Sí, estuvo aquí, hace tres días exactamente. Acudió en mí en busca de ayuda, porque nadie más podía dársela. Estaba desesperado. Había conocido a una encantadora chica y quería salvarla de unos malvados piratas que la habían secuestrado. Le di poder. Le di la fuerza suficiente para recuperarla. Lo hice por la bondad de mi corazón.

Uno de sus tentáculos tanteó por el tocador hasta dar con una botella grande de cristal, en cuyo interior había una especie de bichos de color rosa, apiñados y asustados. Úrsula cogió uno al azar y se lo comió. A continuación, le ofreció a Saeko.

¿Quieres, querida? Están frescos ―En cuanto se hubo decidido a probar o no, retiró la botella. De probarlo, le sabría jugoso y algo dulce―. Sin embargo, como comprenderás, todo tiene un precio. Ofrecí el trato a Harold a cambio de que me revelara los resultados de sus estudios. Y como pago por mis servicios, debía traerme un objeto inalcanzable para mí que siempre he anhelado: un lirio de agua dulce. El límite es hoy al atardecer y temo que, desgraciadamente, no llegará a tiempo. Mi único consuelo es que pueda rescatar a Vivian antes de que todo acabe.

Vivian. Allí estaba otra vez esa persona. Kipli había dicho que no la conocía, mientras que Úrsula la señalaba como una chica a la que Harold estaba desesperado por salvar. A Saeko podía interesarle aquella historia de ¿amor? que parecía conducirse hacia un trágico final; no obstante, ese no era su objetivo, ¿verdad? Había acudido allí principalmente por los estudios arqueológicos de Harold.

Y en realidad, había ido a aquel mundo para conseguir una audiencia con el Rey, de quien cada vez se alejaba más. Por lo tanto, tenía dos opciones: seguir con sus investigaciones sobre Harold o volver a su misión inicial. Si lo que le habían dicho sobre Úrsula era cierto, a través de ella podía lograr cualquiera de las dos cosas. Pero «todo tiene un precio».

En realidad, tesoro, este es un problema que no te concierne, ¿cierto? ―intervino de repente. No sabía quién era Saeko y, sin embargo, se lanzó a suponer que su objetivo principal no era Harold, con demasiada rapidez― El destino de Harold está en sus manos. ¿Y qué hay de ti? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? Úrsula siempre echa una mano a pobres almas sin sol… ―En esta ocasión, no contuvo la risa―. Puedo hacer un trato contigo. Uno con el que las dos salgamos ganando.

De un cofre sobre el tocador, al lado de la bruja, esta sacó una perla blanquecina, preciosa y brillante, que sostuvo entre sus dedos para enseñársela a Saeko. Si esta trataba de tocarla, la mantendría lejos de su alcane.

¿Sabes qué es esta Perla? Supongo que no. Es un tesoro que recuperé hace poco, pero que ya no me sirve para nada. Ese renacuajo que ha salido antes estaba muy interesado en ella, aunque no pudo ofrecerme nada por lo que mereciera la pena intercambiarlo ―Sonrió maliciosamente, sin fingir―. Supongo que no te interesará. Él no la quería para sí mismo, sino para su Orden. Ellos sí ansían conseguirla.

Hizo especial hincapié en la palabra Orden. Sin embargo, no dio más explicaciones y Saeko podía suponer lo que quisiera.

Bien, Saeko, ¿cuál va a ser nuestro negocio?


Maya y River


El pisotón dejó al pirata cojeando, gruñendo y maldiciendo; y el siguiente puñetazo, lo derribó por completo.

Me cago… en la niña… de los cojones…

Se quedó ahí, dolorido, el tiempo suficiente para que Maya se liberara y fuera directa a las bodegas. Nadie la persiguió porque estaban ocupados con otra trifulca en el casco del barco. Una vez abajo, pudo comprobar que no había nadie entre bidones, cajas y cubos. A primera vista, Vivian no estaba allí.

Al fondo, no obstante, encontró una puerta semioculta por unos tablones de madera colocados perezosamente. No estaba cerrada con llave y, al pasar, encontraría una estancia que se había acomodado para alguien. Era un camarote como otro más, pero parecía que allí había estado viviendo alguien prolongadamente. Y… no parecía haberse predispuesto como una celda.

Entonces, la puerta se cerró a sus espaldas y escuchó cómo alguien echaba la llave.

Ahí te quedas, mocosa. Voy a convencer al capitán para que te tire directamente al agua ―le dijo el marinero al que había reducido anteriormente.

Escuchó que volvía a poner los tablones de madera y que se marchaba feliz, silbando. Pobre de él, que no sabía que la niña de los cojones podía irse tranquilamente cuando quisiera. Al otro lado, sabía lo que le esperaba: una bodega vacía, sobre la cual había montones de marineros en plena actividad. Y durante su inspección, habría escuchado el clásico ¡TIERRA A LA VISTA! Quizá habían dado con el islote adecuado para ella o con otra cosa.

En cualquier caso, ya nadie se acordaba de la inesperada polizona y, si se asomaba por la escotilla de la bodega, vería que los marineros habían retomado sus quehaceres habituales tras el pequeño problema al lado del timón. Maya no sabría qué había pasado, pero sí vería el resultado: River y Harold atados al palo mayor, rodeados por unos cuantos hombres, entre los que se encontraba el capitán y la chica con la que se había cruzado, quien ahora estaba libre. River estaba inconsciente; en cambio, Harold gemía y lloriqueaba.

Te dije que vendría ―le comentaba al capitán, antes de acercarse al tritón y, de forma chulesca, levantarle la barbilla―. Vamos, Harold, no pongas esa cara. Podrás marcharte en cuanto nos digas lo último que necesitamos saber. Lo único que nunca quisiste decirme ―sonrió encantadoramente―. ¿Cómo podemos entrar al Templo del Agua?

He ve-venido a buscarte, Vi-vivian… He hecho un trato con la… la bru-bruja del mar… ―La chica le dio una bofetada y Harold rectificó―. No lo sé… una llave… ―Y otra más.

Eso no sirve, ¡idiota! ¿Ahora dices que hay una llave especial para abrirlo? Nunca lo habías mencionado, cabrón.

No importa, Vivian. Tenemos unos cuantos explosivos en la bodega. Reventaremos esa puerta. ―Maya podía comprobarlo si destapaba algunas cajas.

¿Que no importa? ¿Y para qué hemos organizado todo este paripé? Si la puerta no se abre, nos quedaremos como estúpidos a pocos metros de ese magnífico tesoro. Harold DEBE saberlo ―En esta ocasión, Vivian le propinó un puñetazo en la mandíbula―. ¡Habla! ¡O ten por seguro que el capitán te venderá como esclavo a sus amiguitos! ¿A qué crees que se dedica este barco? ¿Eh? ―Eso explicaba la bandera.

Harold pareció encogerse sobre sí mismo. Úrsula le había dado poder, pero ya fuera el miedo o el recelo por emplearlo contra su amada, ahora mismo era un chiquillo asustado por la posibilidad de ser vendido, como tantos otros de su especie. Balbuceó un par de cosas más:

No lo… Es que no lo he visto nunca… Una llave más allá del mar…

Uno de los marineros se acercó para anunciar:

Nos acercamos a la costa, capitán ―Inmediatamente, este comenzó a dar órdenes para arribar el barco.

Vivian pateó un par de veces a Harold, pero este no dijo nada más. Maya ya había visto suficiente. Podía salir a rescatar a los cautivos (aunque sería vista) o quedarse a esperar a que abandonaran el navío. A su alrededor, nadie la había visto, pero atisbó que el capitán susurraba algo a uno de sus hombres y este se dirigía a su posición, hacia la bodega (y que la vería si no se apartaba). Era el mismo al que había puesto finos los cataplines.


Colibritany y Nicoxa


Los sincorazón simplemente no reaccionaron a su presencia. Flotaban, inmersos en sus ¿pensamientos? y ajenos a su alrededor. Si no fuera por la poca confianza que había ganado Nicoxa sobre su sigilo, quizá habrían podido vadearlas sin llamar su atención. Por el contrario, y debido a su experiencia previa, Coli y Nico decidieron atacar.

El rayo de Vacuo atravesó a dos de las tres medusas, que se pusieron inmediatamente a la defensiva. Quasar, por otro lado, consiguió empujar a las tres. Solo una de ellas parecía finiquitada, temblando. Las otras dos pasaron al ataque: una embistió a Nicoxa y la otra se desplazó hacia los restantes haciendo girar sus tentáculos. Golpeó a Flouder, que no había hecho caso a la advertencia, y le hizo dar vueltas sobre sí mismo unos cuantos metros. A continuación, se fue acercando lentamente a Colibritany.

Ariel, al igual que su amigo, decidió ignorar el consejo de Nico y, nadó hacia Flouder para cogerle y enderezarle. Estaba mareado, pero no demasiado herido.

E-Estoy bi-bieeeeen ―murmuró. Nico y Coli, si prestaban atención, verían que Ariel proyectaba una magia curativa en él.

La medusa restante, aquella que parecía acabada, explotó de repente. Se dividió en unas cinco mini-medusas, que pululaban alrededor de su difunta madre, pero se dirigían poco a poco hacia las aprendizas. Estaban en desventaja numérica.

Ante la situación, Ariel sujetó a Flounder y nadó hacia la roca, sorteando con elegancia a las medusas. Eran giros de alguien acostumbrado a nadar. Quizá ni Nico ni Coli lo consiguieran, aunque no perdían nada por intentarlo. La sirenita empujó la roca, coló a Flounder por el resquicio abierto y trató de mantener la apertura.

¡Vamos, entrad! ―les animó.

Podían hacer caso a la sirenita, es decir, huir del combate y refugiarse en la gruta. O bien podían finalizar lo que habían empezado. Al fin y al cabo, eran sincorazón y como portadoras, su deber era acabar con ellos. ¿No?


PV de Nicoxa: 28/32
PH de Nicoxa: 7/10

PV de Colibritany: 14/14
PH de Colibritany: 5/8


Fecha límite: 20 de mayo.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Zodiark » Jue May 21, 2015 2:25 am

Nada. Ni rastro de Vivian. Ni de Vivian, ni de nadie, aquella bodega sólo tenía polvo, cajas y tablones mal colocados. Qué decepción, después de haberle tenido que golpear las partes nobles a un tipo que posiblemente estaba furioso conmigo por ello, y me tenía que ir con las manos vacías.

¿O quizá no?

Tras unos tablones de madera mal puestos en la pared, pude vislumbrar, a duras penas, ya que obviamente la luz de la bodega no era la más idónea, una puerta. Al acercarme, pensaba que estaría cerrada, pero no fue así. La abrí sin dificultad y entré para ver si allí estaba Vivian, pero tampoco tuve éxito. Más bien parecía un camarote, pero me resultaba raro el hecho de que el camarote se encontrara al fondo de la bodega, y además escondido. ¿Era parte de la bodega aquella sala? ¿Quizá Vivian había estado allí, y aquello era como una especie de celda que habían acomodado para ella?

No obstante, no tuve tiempo de investigar mucho antes de la siguiente sorpresa. A mi espalda, escuché el ruido de una llave introduciéndose y girando en una cerradura.

Ahí te quedas, mocosa. Voy a convencer al capitán para que te tire directamente al agua ―dijo una voz al otro lado de la puerta, la cual pude reconocer como la del pirata que me había intentado encerrar.

¡No! —exclamé zarandeando el pomo con brusquedad.

Nada, fue imposible abrirla. Intenté mantener la calma y suspiré recorriendo la estancia con la mirada, y a continuación me dediqué a investigar para ver si había algún indicio de que Vivian había estado allí, lo que fuera. Cuando hubiese acabado de investigar el camarote, me acercaría a la puerta para intentar abrirla. ¿Cómo iba a salir de allí? Entonces se me ocurrió.

A ver cómo le explicas a tu capitán que tu prisionera se ha escapado, mamarracho —pensé en voz alta al mismo tiempo que materializaba mi Pétalo de Hada y, concentrando todo mi poder en la punta del arma, apuntaba hacia la cerradura de la puerta.

Al salir, me encontré de nuevo en la bodega, vacía. Esperaba que el pirata estuviese allí, haciendo guardia, pero no fue así. Por lo que había oído, habían avistado tierra, así que decidí esperar allí adentro a que llegasen a su destino, fuese cual fuese. Me recosté en la pared, paciente, y me quedé pensativa mientras esperaba. Pero algo me alertó, y me empujó a ir a la escotilla que daba a cubierta para asomarme y observar: una mujer, o al menos eso supuse por su femenina voz, estaba hablándole a Harold. ¿Les habrían pillado?

Sí, así fue. Al asomarme, vi a Harold y a River, inconsciente, atados y rodeados de los piratas. La mujer que hablaba con el tritón se trataba de la misma chica que me había hecho una mueca hacía unos minutos, y parecía bastante hostil con el animal marino. Estaba preocupada por ellos, pero si salía en ese momento sólo conseguiría que me capturasen a mí también. Aunque, bueno, en realidad ya había sido capturada, pero al menos tenía algo de margen para actuar.

He ve-venido a buscarte, Vi-vivian… He hecho un trato con la… la bru-bruja del mar… ―dijo Harold, totalmente indefenso, ante lo cual la chica no dudó en propinarle una bofetada―. No lo sé… una llave… ―Y otra más.

Eso no sirve, ¡idiota! ¿Ahora dices que hay una llave especial para abrirlo? Nunca lo habías mencionado, cabrón.

No importa, Vivian. Tenemos unos cuantos explosivos en la bodega. Reventaremos esa puerta.

"¿No me digas que...?"

No podía creerlo. ¿De verdad aquella mujer era Vivian, la persona por la que estaba arriesgando mi vida, la persona que Harold estaba tan desesperado por encontrar? ¿Aquella matona agresiva era la razón por la que River estaba inconsciente, yo estaba encerrada y Harold estaba atado y siendo maltratado físicamente? Harold se había preocupado tanto por ella, incluso había un hecho un trato con una bruja, y esa mujer solamente se movía por el interés, pegando a aquél que estaba atado, desesperado por recuperarla, siendo torturado por ella misma. ¿Y todo por una maldita llave a un templo?

Me hervía la sangre. Apreté los puños y bajé la mirada, impotente. No quería ver más. No podía seguir viendo cómo Harold seguía ciegamente tratando de hablar con ella, mientras era abusado e interrogado por aquella banda de rufianes y matones.

Así que explosivos... —murmuré tranquilizándome un poco, intentando mantener la calma, porque estaba al borde de entrar en cólera y salir allí para darle una paliza a aquella mujer, pero sabía bien que no era buena idea.

En efecto, al destapar algunas cajas vi que allí guardaban explosivos. Con ellos, pensaban echar abajo la puerta que tan desesperadamente querían abrir, aquella puerta por la que estaban haciendo sufrir a Harold.

Si tan sólo los pudiese destruir... —musité apretando los dientes, enfadada. Sólo quería echar por tierra sus planes, hacerles pagar. No sabía qué habría dentro de aquel Templo del Agua, pero deduje que nada bueno.

Nos acercamos a la costa, capitán —anunció uno de los piratas de cubierta.

Volví a acercarme a la escotilla para seguir observando, ya mismo llegaba el momento de salir. El capitán se puso rápidamente a dar órdenes a la tripulación, y también observé, imponente y frustrada, cómo Vivian le daba algunas patadas al pobre e indefenso tritón. Esperaba que disfrutase haciendo aquello, porque iba a hacérselo pagar con mis propias manos.

Mierda... —El pirata que me había encerrado se acercó a la escotilla, ante lo cual me aparté rápidamente para que no descubriera que había logrado abrir la puerta y salir.

Supuse que vendría a por mí, no iban a dejar a su cautiva a sus anchas en el barco mientras ellos exploraban tierra firme, así que sin perder ni un segundo corrí hacia el "camarote", para esperar allí. Mi plan era bien sencillo: una vez el hombre me cogiese y me llevase con el resto de la tripulación pirata, lanzaría de imprevisto uno de mis Dulce Aroma, y embriagaría a todos los de la cubierta, aunque aquello conllevara dañar también a Harold. Aprovechando la confusión momentánea, me zafaría del rufián que me cargaba e invocaría mi Llave Espada y la utilizaría para liberar a Harold y a River, si tenía tiempo, y, tras transformarme en mujer-caballito de mar, saltaría con ellos al agua. No obstante, en un espacio abierto quizá mi Dulce Aroma no tendría un efecto demasiado longevo y no tendría tiempo de liberar a los cautivos, así que no tendría más remedio que dejarlos atrás y lanzarme al mar yo sola, donde planearía una estrategia para salvarles.

También cabía la posibilidad de que el pirata sólo fuese a la bodega para recoger los explosivos y me dejase allí encerrada. Si eso sucedía, y me quedaba allí, esperaría a que toda la tripulación hubiese abandonado el barco y entonces saldría. Si Harold y River seguían allí, los liberaría y me lanzaría al agua junto a ellos, pero si se los habían llevado, no tendría más remedio que seguir a los piratas de lejos, espiándoles en su viaje por tierra firme.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Sito » Sab May 23, 2015 1:49 am

Quizás deberían haberse escabullido: vistas de cerca las medusas enemigas no parecían muy avispadas. Sin embargo ya era tarde para rectificar puesto que las dos preciosas aprendizas habían lanzado sus conjuros.

Aunque lograron eliminar a uno de los tres sincorazón ―o eso creían― Nicoxa fue embestida y sufrió daños leves. Pero lo que mas hirió a Nico fue ver cómo Flounder también fue golpeado por la medusa restante. Y todo porque tanto él como la princesa se habían pasado por el forro las recomendaciones que les había hecho.

¡¡Pero qué estás haciendo!! ―bramó con potencia, cabreada por ver cómo se ponían en peligro tan gratuitamente― Os dije que os pusierais detrás de mi...

E-Estoy bi-bieeeeen ―murmuró el pez. La princesa parecía estar sanándole.

<<Pues bueno, él se lo ha buscado>> al menos Ariel no había sufrido ningún rasguño.

Nico se llevó una mano a la cabeza para mostrar su descontento cuando éste no hizo más que aumentar: la medusa que creían vencida se había dividido en cinco más pequeñas que se dirigían hacia ellos. El rostro de Nicoxa se palideció y miró a Coli nerviosa al ver que las cosas sólo iban a peor.

Madre mía madre mía madre mía tía que cada vez son más...

La situación se les iba de las manos, porque si eso había ocurrido con la medusa que habían derrotado era muy probable que también ocurriera con las otras dos que seguían vivas. No tenía sentido luchar si el número de enemigos no hacía mas que aumentar: tenían que huir.

Por fortuna Ariel y Flounder fueron más rápidos y lograron escabullirse esquivando con elegancia a los sincorazón. Nicoxa estaba asombrada.

La sirena empujó la roca y metió a presión a Flounder por el agujero, acto seguido indicó a las aprendizas que fueran con ella.

¡Vamos, entrad!

Nico volvió a mirar a su amiga y asintió. Se dispuso a intentar alcanzar a Ariel con la llave espada en mano: no sabría si podría esquivar con esa facilidad a las medusas pero si alguna se interponía en su camino no dudaría en atizarle un buen golpe con su arma.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Tsuna » Lun May 25, 2015 2:04 am

Atravesar el túnel se me hizo una auténtica tortura, con una clara mueca de asco en la cara y claramente incómoda, avancé sobre aquellas cosas sin saber todavía qué eran con exactitud. Parte del jardín, habían dicho, pero seguía sin saber cómo se llamaban así que me quedé con que serían criaturas que crecían en el fondo marino. Alguna que otra me agarró con su boca, y sin querer mirar, las golpeé con la cola para que me dejaran en paz. Estaba segura de que esa noche tendría pesadillas con esos seres.

Todavía angustiada por la terrible experiencia de haber pasado por el jardín, me pilló por sorpresa que un pequeño renacuajo pasase a mi lado. Las morenas lo acompañaron a la salida y lo seguí con la vista hasta que desapareciera en el horizonte. Por un momento envidié que fuese tan pequeño, pues no tendría que sufrir lo que yo al atravesar la entrada.

Pasa, querida. Te estaba esperando.

No me hice de rogar. Entré dentro del hogar de la famosa bruja del mar, asombrada por la exquisita decoración que me estaba ofreciendo. La verdad es que para ser una mujer apartada de la sociedad no vivía nada mal, y hasta llegué a sentir cierta envidia. Me llamó la atención sobre todo el enorme caldero que tenía en el centro de la habitación, del cual salía una especie de vapor o humo.

La impresión que me dio la bruja no obstante fue distinta. No me cabía la menor duda de que su apariencia hacía honor a su título. Me sorprendieron sobre todo sus numerosos tentáculos y el color de su cabello, blanco puro como la nieve. Pero tenía que tener cuidado, porque tal y como me había me comentado Kipli, en Atlántica estaba prohibida la búsqueda de aquella mujer, y Alexis me había advertido que no era recomendable hacer negocios con ella. No podía fiarme ni un pelo, no al menos de momento, hasta estar segura de que podía tener ventaja.

Desconfiada, hice caso a sus palabras y me tumbé como me dio la gana, poniéndome cómoda sobre los cojines. En el fondo estaba nerviosa, ya su supuesto jardín me había puesto histérica, no quería pensar en lo que iba a proponerme.

Sospecho que has venido a causa de Harold. No dejo de recibir visitas por ese asunto. Pero primero hagamos gala de una buena educación: mi nombre es Úrsula, la bruja del mar, como sin duda ya sabrás. Sé que no tengo muy buena reputación, pero espero que esta pequeña reunión te convenza de que estoy tratando de arreglar mis errores pasados. ¿Cómo te llamas, querida?

No tenía ni la más remota idea de qué hablaba al mencionar sus errores del pasado, y ciertamente me daban un poco lo mismo. Ante su pregunta, no tardé en responder tampoco:

Saeko.

A eso le sumaría la misma pregunta que le había hecho a las morenas: dónde estaba Harold. Ella misma había admitido que ya lo conocía, detalle que agradecí para ahorrar palabrería. Ambas sabíamos de quién estábamos hablando, y yo esperaba poder averiguar dónde demonios estaba, si es que seguía vivo después de tanto tiempo desaparecido. Me acomodé un poco más en los cojines.

La historia de nuestro adorable y pobre Harold no es feliz, cariño. Podría remontarme a hechos ocurridos mucho tiempo atrás, pero entiendo que no te serán útiles para encontrarlo ahora, ¿verdad? ―Arqueé una ceja, un poco molesta. Estaba claro que me interesaban todos esos detalles―. Sí, estuvo aquí, hace tres días exactamente. Acudió en mí en busca de ayuda, porque nadie más podía dársela. Estaba desesperado. Había conocido a una encantadora chica y quería salvarla de unos malvados piratas que la habían secuestrado. Le di poder. Le di la fuerza suficiente para recuperarla. Lo hice por la bondad de mi corazón.

De forma extravagante cogió un frasco de cristal con, según lo que pude ver desde donde me encontraba, pequeños bichos asustados, devorando uno sin compasión. Y cuando me ofreció uno no supe qué contestar. No quería ponerme como ella, pero también tenía curiosidad por probarlos, pues parecían bastante apetecibles. Sin pensarlo mucho asentí con la cabeza y agarré uno, al cual miré por unos instantes antes de llevármelo a la boca. Parecía una especie de dulce.

A continuación me comenzó a relatar cómo había hecho un trato con Harold a cambio de los resultados de sus estudios, con el objetivo de que éste le entregase un Lirio de agua dulce. Todo mientras yo seguía degustando a aquel bicho de color rosa. La historia empezaba a cobrar sentido, Harold acudió a ella para intentar salvar a Vivian, ahora raptada por unos piratas. Pero por alguna razón que se me escapaba no iba a cumplir su parte del trato… ¿A tiempo?

En realidad, tesoro, este es un problema que no te concierne, ¿cierto?

Y alcé la vista volviendo al mundo real, con el ceño fruncido. Pensando cómo es que ella sabía lo que me interesaba o no a mí.

Yo no soy un alma sin sol… —comenté sin pensarlo dos veces cuando empezó a reír, un poco molesta por cómo se estaba llevando la conversación y porque se estuviera equivocando conmigo.

Yo no estaba tan desesperada como para pedirle una solución a mis problemas… ¿O no?

Entonces sacó de un pequeño cofre a su lado una reluciente perla y me empezó a relatar su historia, sonriente. Aquella sonrisa me ponía las escamas de punta, no conseguía tragarla. Al parecer el renacuajo de antes había estado tras la misma, pero no habían llegado a ningún acuerdo y claro… Ahora me la quería dar a mí por alguna razón que se me escapaba. O eso imaginé por cómo me la había presentado, haciendo hincapié en la palabra Orden.

Me levanté sin pensarlo dos veces y procurando mantener cierta distancia con ella. No me fiaba, estaba claro que allí había algo que se me estaba escapando. ¿Por qué estaba tan obsesionada con querer hacer un negocio conmigo, cuando no tenía yo nada que pudiese beneficiarla? Tal y como había dicho, todo tenía un precio, y al parecer a Harold su jugada le había salido mal. ¿Estaba yo dispuesta a seguir sus pasos?

Me he metido en un lío más gordo todavía…


Había acudido a Úrsula con el objetivo de buscar pistas sobre Harold, quién tenía estudios sobre un supuesto templo que podía interesarle al Rey de Atlántica, a Tritón. Estaba segura de que ayudando a Harold, tanto él como Kipli me ayudarían a ver al monarca. Pero ahora Úrsula me proponía cosas distintas, alegando que Harold no era mi objetivo e intentando colarme aquella Perla.

A mí esa Perla no me interesa —Me atreví a decir, finalmente—. Si tanto sabes… Estarás al tanto de lo que quiero, ¿no? Vengo en busca de Harold —Dejé claras mis intenciones, todavía dudosa sobre si preguntarle por Tritón. Estaba segura de que Kipli y Harold no me fallarían, a diferencia de la bruja, la cual saltaba a la vista que no tenía buenas intenciones. Pero… ¿De verdad que con sólo pedirlo iba a poder conseguir una audiencia con el Rey? Me sabía mal por Harold, y no quería dejar tirada a la pez globo, que había depositado sus confianzas en mí, pero...—. Pero me preguntaba… —Y decidí lanzarme, tentada por conseguir lo que más ansiaba en ese momento. Si había caído en sus argucias, no me di cuenta— ¿Es posible que me consigas una audiencia con Tritón? A mí y a mis compañeras. Aunque yo no sé qué ofrecerte a cambio, no tengo nada que pueda interesarte. ¿Me equivoco?

No pude evitar sonreír un poco, si tenía algo de suerte, mi misión estaría cumplida. No obstante, todavía no había aceptado ningún trato con ella y tampoco estaba segura de querer aceptarlo. Si no me terminaba de convencer, tendría que preguntarle directamente por la localización de Harold, el cual apenas tenía tiempo.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Mentos » Lun May 25, 2015 8:31 pm

Los ataques de las jóvenes y bellas aprendizas viajaron a través del mar hacia las tres medusas. La combinación de hechos logró herir dos y acabar con una. Después, era el turno de su contraataque; una de las medusas azotó sin compasión a Nicoxa, hiriéndola levemente. La otra fue a por Flounder y luego fijó sus ojos en la más bella: Colibritany.

<<A-ah...>>

¡¡Pero qué estás haciendo!! ―exclamó Nicoxa― Os dije que os pusierais detrás de mi...

E-Estoy bi-bieeeeen ―le respondió el pececito.

Un inesperado estallido resonó por las aguas, alertando a las aprendizas. Se trataba de la medusa a la que daban por derrotada, que se había dividido en varias más pequeñas.

Madre mía madre mía madre mía tía que cada vez son más...

Esto no pinta bien... ¡Retirada estratégica!

Mientras las dos amigas pensaban en qué hacer, Ariel y Flounder se adelantaron y nadaron grácilmente hacia la roca. La sirenita se esforzó en abrir un resquicio y usarlo para cortar la persecución de las medusas.

¡Vamos, entrad!

Nico y Coli se miraron mutuamente y asintieron: si una de las medusas se interponían en el camino de huida, Coli la golpearía con su llave-espada y continuaría velozmente su trayecto hasta llegar a la princesa.
"La nostalgia es como el alcohol; arruina tu juicio".

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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Nell » Vie Jun 12, 2015 3:01 am

Maya


Maya escuchó los pasos del marinero deteniéndose al otro lado de la puerta, y a este riéndose aparentemente de ella.

Oye, mocosa, vamos a desembarcar y tú aquí estorbas, necesitamos este espacio para almacenar el botín. El capitán ha ordenado que ayudes. Si lo haces, te dejaremos en un sitio bonito ―refunfuñó. Después del golpe que Maya le había propinado, era lógico que la idea no le hiciera gracia.

Forcejeo durante unos segundos con la cerradura y, cuando abrió la puerta del camarote, Maya vio que tenía cara de extrañeza.

¿No había dejado yo esto cerrado…? Bah. Ven aquí ―le ordenó.

El marinero no la llevaría a rastras, salvo que Maya quisiera interpretar que se resistía al trabajo forzado. Como mucho, la agarraría de la muñeca y tiraría de ella hasta la cubierta. Una vez fuera, apreció enseguida que todo estaba oscuro, salvo por algunas antorchas que habían encendido los tripulantes. El barco se había introducido en una caverna larguísima, algo claustrofóbica puesto que el techo casi rozaba la punta más alta del barco.

En ese momento, Vivian estaba desatando a Harold, quien estaba magullado por los golpes y, debido a su condición de tritón, la mujer tuvo que cargar con él en brazos. Por su cara, parecía tenerle asco.

¿Y qué hacemos con la otra?

Déjala ahí. Es un espécimen raro, podemos venderla a la vuelta.

Para entonces, Maya comprobaría que estaba en una buena posición para efectuar Dulce Aroma. Fue instantáneo. Su aliento se extendió por toda la cubierta del barco y, uno a uno, los marineros sucumbieron a la embriaguez. Algunos comenzaron a murmurar tonterías entre ellos, a uno se le soltó el nudo que estaba haciendo provocando que un palo de la vela cayera sobre su compañero y un par se cayeron al agua por estar demasiado asomados. Vivian, en particular, dejó caer a Harold; y el capitán se puso a llorar y a llamar a su mamá.

Al igual que los marineros, Harold parecía ebrio, mientras que River seguía inconsciente. El primero se giró hacia Maya con una sonrisa bobalicona, arrastrándose por el suelo hacia ella.

¿Quién te ha puesto esas piernas? ―preguntó estúpidamente.

De repente, el barco dio un giro muy brusco, debido a que uno de los hombres se había puesto a girar y girar el timón hacia la derecha. Maya perdió el equilibrio y vio que el navío se dirigía, lenta e inexorablemente, hacia una de las paredes de la caverna.

Puesto que solo tenía treinta segundos (sin contar con la posible colisión), tuvo que moverse con rapidez para llevar tanto a River como a Harold a la barandilla y echarlos al mar. Sorprendentemente y a pesar de su tamaño, pudo con ambos a la vez. Otra vez en el agua, pudo transformarse para respirar. A River no hubo manera de despertarla, aunque el tritón aceptó gustosamente a cargar con ella.

Supo que el tiempo se había agotado cuando Harold despertó de la borrachera impuesta, parpadeando varias veces como si no supiera cómo había llegado hasta allí.

Maya, he tenido un sueño rarísimo. Íbamos a rescatar a Vivian, pero ella era mala, y además, tú… tú tenías pi-piernas… ¡Ay! ―Se observó la mano, que estaba llena de heridas por los pisotones―. Te-tenemos que rescatarla, da igual cuánto cueste. Si Bavol ha entregado el lirio, podré quedarme los poderes que me dio Úrsula y huir con ella… Po-podemos incluso buscar el Templo del Agua juntos…

Bajo el mar, escucharon el impacto en todo su esplendor. Tal y como Maya podría haber predicho cuando lo vio, el barco no había logrado virar su rumbo a tiempo y había chocado contra las rocas. Estaba tan oscuro que apenas podían ver la silueta del barco y la luz del fuego en su cubierta.

Harold, sin pensarlo (cargando con River), volvió a la superficie para asomarse y se acercó con cautela. Las astillas caían, mientras el casco se desmembraba poco a poco. Nadie se dio cuenta de su presencia en la cubierta, porque había cundido el caos. Se estaban preparando para evacuar el navío e intentando salvar todo lo que pudieran, aunque a alguno ya se le veía con intención de saltar al agua.

Hubo otra cosa más que atrajo la atención de Harold y Maya. Al fondo de la caverna, hacia donde se habían dirigido hasta ese momento, había un resplandor azulado que procedía de un islote, solamente ocupado por una gran puerta doble, con una inmensa cerradura en su centro. Era una luz muy tenue, que casi pasaba desapercibida incluso en la oscuridad.

¿Qué voy a hacer ahora? ―preguntó Harold en voz alta, aceptando la realidad―. Vivian… y el Templo… No tendría que haber recurrido a Úrsula. Ahora ella lo sabe y… y yo no tengo nada. ―Volvió a lloriquear―. Yo he pagado su precio… ¿quién pagará el mío…?

Miró, como si lo hiciera por primera vez, a los marineros que bajaban en barcas al mar para ponerse a salvo.

Ya no había motivo para continuar allí. Ya no había ninguna Vivian a la que rescatar y el lirio lo había entregado Bavol, salvo que Úrsula hubiese puesto alguna pega. Tenían que comprobarlo, aunque antes Harold parecía esperar un empujón. Maya sería quién decidiera hacia dónde iba a ser este.


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PV de Maya: 34/34
PH de Maya: 22/34



Colibritany y Nicoxa


Ambas decidieron dejar el combate y aprovechar la vía de escape que les propuso Ariel. Mientras se acercaban, siguieron golpeando a las medusas y, a cambio, se llevaron también algún golpe de más cada una. Sin embargo, en cuanto flanquearon la entrada a la gruta (Ariel tuvo que hacer un sobreesfuerzo para apartar más la roca y hacerle un hueco a la orca), la sirena cerró la obertura y pudieron finalmente sentirse a salvo.

Verían que la gruta era una única estancia estrecha, pero de gran altitud. Toda la pared rocosa estaba saturada por objetos que reconocerían enseguida: candelabros, gafas, cubiertos, libros, baúles, sacacorchos, jarrones, espejos, perfumes, teteras, retratos, etcétera. La mayoría eran baratijas que nadie esperaría encontrarse en el fondo del mar.

Ariel y yo las hemos estado reuniendo durante años ―les susurró Flounder, repuesto del anterior ataque―, ¡pertenecen al mundo humano!

La sirenita, por otro lado, ya no les prestaba atención. Había descubierto la gran sorpresa que le había prometido el pez: una estatua de piedra, aparentemente de un príncipe engalanado, con la espada desenvainada y el puño en el pecho.

¡Es igual que él! ―exclamó, revoloteando alrededor de la estatua para examinarla mejor, mientras soltaba risitas por la emoción y murmuraba como si hablara con el hombre de piedra―. Pero Eric, ¿que huya contigo…? No…, es que es tan repentino…

Este lugar es secreto ―les contó Flounder―. Si el Rey Tritón se entera…

No llegó a completar la frase porque se quedó paralizado en el sitio, mirando con horror la entrada de la gruta, a la espada de Coli y Nico. En ella estaba un tritón viejo, de pelo y barba blanca, con una corona sobre la cabeza. Quizá apreciaran que estaba ileso, cuando debía de haber pasado por la cuadrilla completa de sincorazón para llegar.

¡Papá!

Estaba colérico. Estaba conteniendo la rabia, haciendo alarde de un autocontrol formidable cuya aura le delataba. Ignoró a Coli y a Nico para acercarse a su hija. A su espalda, escondido tras una roca, estaba el cangrejo (Sebastián), al que habían dejado cantando con su grupo improvisado de música. Al parecer, le había ido enseguida con el cuento al rey. Flounder, asustado, se escondió en uno de los baúles.

Me considero un rey bastante razonable. Establezco ciertas reglas y espero que esas reglas sean obedecidas ―le espetó.

Pero papá…

¿Es cierto que salvaste a un humano de que se ahogara?

¡Tuve que hacerlo!

Está prohibido todo contacto entre el reino de las sirenas y el humano, ¡ya lo sabes, Ariel! ―le recordó, informando de paso a las aprendizas presentes de la delicada situación del mundo―. ¡Todo el mundo lo sabe!

¡Hubiera muerto!

¡Un humano menos del que preocuparse!

¡Ni siquiera lo conoces!

¿Ah, no? No necesito conocerlo. ¡Todos son iguales! No tienen espinas, arponean a los nuestros y comen pescados, sin sentimiento alguno…

¡Es que yo lo amo!

Supo que había revelado demasiado y se arrepintió de inmediato de la confesión. El Rey Tritón se mostró por primera vez sorprendido, como si no esperara que algo así pudiera ocurrir nunca. Incluso Sebastián salió de su escondite para, acto seguido, buscar otro más lejano.

¿Has perdido la cordura? Él es humano y tú una sirena ―destacó, remarcando lo obvio.

No importa. ―Ariel estaba reticente a decir nada más, totalmente convencida con su determinación y sin expectativas de ganar la discusión con su padre.

Hasta entonces, Colibritany y Nicoxa no habían podido hacer otra cosa que contemplar impotentes cómo discurría la pelea entre ambos. Habían ido allí con la intención de conseguir una audiencia con el Rey y, por fin, le tenían presente, aunque no parecía el mejor momento para proponerle establecer relaciones diplomáticas con Bastión Hueco. Y a juzgar por lo que habían escuchado, no les sería tampoco fácil caerle bien.

No tendrían otro momento para intervenir entre padre e hija, porque este primero parecía estar a punto de zanjar la discusión (con un castigo probablemente, cómo no). Era ahora o nunca.


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PV de Nicoxa: 26/32
PH de Nicoxa: 7/10

PV de Colibritany: 12/14
PH de Colibritany: 5/8



Saeko


Úrsula no perdió su buen humor, a pesar de la negativa de su invitada a firmar tan rápidamente un trato con ella. Al fin y al cabo, había sido educada e incluso había aceptado el ofrecimiento de comida.

Muy bien ―aceptó, guardando de nuevo la Perla, con un deje de disgusto―. Tengo otra visita más tarde que quizá sí se interese en ella por fin.

Se levantó de su asiento y nadó hacia el centro de la habitación, colocándose detrás del enorme caldero vacío. Le hizo una seña a Saeko para que se acercara, mientras que con la otra mano creaba y removía un humo rosáceo que oscilaba sobre la superficie.

Acércate, pequeña. Me temo que no puedo ayudarte a conseguir esa audiencia. Fui desterrada de Atlántica hace años por unos pequeños errores que estoy tratando de redimir ―sonrió―. Puedo enseñarte dónde hallar a Harold, pero te advierto que es demasiado tarde. No llegará a tiempo para cumplir nuestro trato y, aunque te dirigieras allí de inmediato, no podrás salvarle. A menos que quieras hacer un trato conmigo.

El humo del caldero se arremolinó de repente y mostró una imagen. En ella, un tritón miraba un barco que lentamente se estaba partiendo en pedazos. Estaba cargando a su espalda a alguien inconsciente, una chica que Saeko podía o no reconocer.

Tal vez seas su única esperanza. Puedo entregarte un objeto que le libere de nuestro acuerdo por unos pequeños tecnicismos del contrato y que solo tienes que entregarle. En cuanto a tu parte, descuida, querida: todos tenemos algo que ofrecer. Y estoy segura de que una joven con tus encantos guarda muchos secretos ―le dijo el pulpo al cocodrilo.

»En primer lugar, está el pago por mis servicios. A cambio de atender tu petición, solo te pediré una cosa: conocimiento ―La mirada de Úrsula daría a entender a Saeko que aquello era lo que realmente interesaba a la bruja― sobre tu lugar de origen. No del sitio donde hayas nacido o donde te hayas criado. Me refiero al lugar donde actualmente resides. En tus memorias, veré lo que quiero saber. Y por supuesto, ni las perderás, ni dolerá ―enumeró―. Además, necesitaré algo para nuestro querido Harold. Cualquier cosa que lleves encima servirá. Luego, me pertenecerá. ¿Aceptas?

Úrsula extendió la mano por encima del caldero, traspasando la imagen que reflejaba del tritón, con una ancha sonrisa. Puesto que no podía lograr de ella la audiencia, el plan de Saeko continuaba con la búsqueda de Harold para que este le brindara el acceso a palacio. Sin embargo, ¿necesitaba salvarlo para ello? ¿De verdad iba a cerrar un pacto por alguien desconocido? Por otro lado, la bruja no había pedido nada fuera de su alcance.

Antes de que Saeko se decidiera, Úrsula matizó:

Ah, se me olvidaba. Tu objetivo en realidad no es Harold, ¿verdad? Quizá quieras cambiar la naturaleza de nuestro trato. Puede que tengas otras peticiones personales… incluso sin ser un alma sin sol. U otras prioridades. ―Pasó la mano por encima de la imagen estática y el paisaje reflejado por el humo cambió: ahora veía una casa de Atlántica, de la que salía un pez globo―. ¿Qué me dices, Saeko? Te enseñaré lo que quieras, como buena anfitriona.

Había llegado la hora de elegir: o bien cerraba el trato ofrecido, o bien renegociaba el acuerdo con la bruja. Y al parecer, podía hacerle otras peticiones… gratis.


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Úrsula te pide un objeto de tu lista que convertirá en la clave para salvar a Harold. Puede ser cualquier cosa (consumible, inútil o equipable), pero lo perderás automáticamente (te lo borraré de la ficha). Cuidado con la elección.


Fecha límite: 17 de junio.
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Re: [Atlántica] Bajo el mar

Notapor Tsuna » Vie Jun 19, 2015 9:47 pm

Y tan rápido como había llegado esa esperanza de poder tener una audiencia con Tritón, esta se esfumó. Seguí a Úrsula con la vista, ignorando lo que pudiese sucederle a la Perla, que no me interesaba en absoluto. Me invitó a acercarme al caldero, y yo la acompañé, sin saber muy bien qué pensar. Observé el interior del caldero más detenidamente, concentrada en algo que al principio no pude ver y escuchando las palabras de Úrsula.

Iba a ser imposible reunirme con Tritón precisamente por sus errores del pasado, por los mismos por los que fue desterrada del reino de Atlántica. Aunque no me terminaba de convencer eso de que estuviese intentando redimirse, cuando en la ciudad yo misma había visto que estaba prohibido acercarse siquiera a ella. Y en el fondo, me daba un poco igual lo que intentara hacer.

Poco a poco, todavía incrédula ante lo que estaba viendo y como si se tratase de un sueño, el humo rosa del caldero empezó a formar lo que parecía una imagen, de un tritón frente a un barco que se rompía en pedazos y cargando a cuestas a una chica que no me sonaba de nada. Todavía cabizbaja y con la vista posada sobre la ilusión, escuché a Úrsula sin interrumpir. Más me valía, si no me quería terminar arrepintiendo más tarde, o eso pensaba. Empezaba a entender por qué Alexis nos había advertido sobre ella.

Y según lo que yo pude entender, podía liberar a Harold de su contrato con ella porque estaba prácticamente perdido. Todo, entregando un objeto que me perteneciera. Y a cambio quería saber sobre mí, sobre mis memorias en Bastión Hueco, el lugar donde vivía. No me hizo falta sospecharlo más, entre lo de la Orden y que quisiera saber sobre mí… Algo me decía que estaba al corriente del asunto de los otros mundos.

Otra cosa que me escamaba por dentro era el asunto del tiempo. Parecía que había un tiempo límite para poder cumplir los tratos, o eso me parecía por cómo se había desarrollado el acuerdo de Harold. No estaba segura de querer aceptar la propuesta, pues ni siquiera sabía dónde estaba, por mucho que lo viese en el caldero. ¡Podía ser cualquier parte de aquel mundo!

Me aparté un poco del caldero, pensativa, cuando Úrsula continuó hablando. Parecía empeñada en querer convencerme para que firmase aquel pacto con ella. También parecía querer hacer otras peticiones gratis, y cruzada de brazos se me ocurrió que, si estaba al tanto de las investigaciones de Harold, quizás pudiese sacarle provecho.

Me tomé unos segundos, sin creerme todavía lo que estaba a punto de hacer.

Podría utilizar esto para cumplir el trato —Y le enseñé la tablilla que me había guiado hasta Úrsula. Por supuesto que no pensaba perder ninguna pertenencia mía, pero si la mujer se negaba y me obligaba a utilizar un objeto mío, o uno que ella quisiera entregarle de forma particular, me tendría que resignar—. Por lo que veo hay tiempo límite también, ¿no? No estoy dispuesta a aceptar un trato que en principio sea imposible de cumplir —aclaré, con el ceño arrugado—. Tampoco sé dónde está exactamente, ni cómo encontrarlo. ¿No me van a ayudar las morenas?

Esperé unos momentos callada, a ver si Úrsula se dignaba a darme todos los detalles para poder cumplirlo. En caso contrario, me negaría rotundamente, porque era absurdo meterme en un lío así a ciegas. Vamos, había que ser tonta para llegar a eso. En caso de que me diese todos los detalles y el trato fuese aceptable, estaría dispuesta a firmarlo, no sin antes leer todos los detalles. Solo en ese caso, le respondería:

Ahora que sabes eso, comprenderás que hay normas que se deben cumplir. —Por mi tono de voz aquello era más una amenaza que una advertencia. Si la imagen que empezaba a tener de Úrsula no me engañaba, ella entendería perfectamente a qué me estaba refiriendo: no romper las normas entre los distintos mundos.

Por último, si tan dispuesta estaba a enseñarme lo que quisiera como una buena anfitriona, no tendría más que aprovecharme.

Espero que no te resulte incómoda mi petición pero… ¿Podrías enseñarme todos los resultados de Harold sobre el Templo? Tengo curiosidad por él, la verdad. —Y si había algo que me sirviese a que no me quedara un triste informe para entregar, estupendo. Nada me molestaba más que pensar en Shinju enfadada por mi incompetencia. Y si conseguía salvar a Harold y que Kipli me diese una audiencia con Tritón, sí que estaría contenta ese día.

Solo me quedaba esperar, y ver qué tenía que ofrecer. En caso de que Úrsula se negara a mi petición y no me hubiese decidido por aceptar el pacto, no me quedaría más remedio que despedirme e irme de allí, a mi pesar por no haber logrado nada. Por supuesto, le daría las gracias por todo.

Spoiler: Mostrar
Como sospecho que la tablilla no funcionará, me desprenderé de los protectores oculares.
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Tsuna
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