Re: [Coliseo del Olimpo] De cero a héroe
Publicado: Vie Jun 12, 2015 1:52 pm
Poco después de ponerse a empujar el portón, Nikolai sintió en las palmas de sus manos cómo las puertas comenzaron a vibrar de manera sospechosa. No quedó ahí la cosa, ya que también se propagó al suelo, y yendo en aumento. En cuanto la caverna entera se puso a temblar, la alarma interna de su cabeza se encendió, advirtiéndole de que algo no iba bien, y en que se diese más prisa en abrir las puertas.
<¡Dime que no he llegado tarde, por favor!>
—¡Ragun, ¿qué ha pasado?! —Golpeó sucesivas veces la puerta con su puño.
Los esfuerzos del aprendiz consiguieron que una de las hojas del portón cediese, dejando al descubierto una apertura. Pero en cuanto intentó asomarse, Una potente ráfaga de oscuridad se filtró por el hueco y le golpeó en la cara, haciéndolo saltar por los aires. Dio varias vueltas de campana hasta que aterrizó, rodando, en el suelo.
Nikolai apretó los dientes, resentido por la tremenda sacudida. Intentó levantarse, pero ninguno de sus músculos quiso obedecerla, pues notó que no tenía fuerzas ni para moverse. Había llegado a su límite.
<No, ahora no…>
Fue imposible: el estupor y el agarrotamiento se encargaron de dejarle postrado en el suelo y nublarle los sentidos, empezando por emborronarle la vista. Abrió la boca para llamar a Saic, que aún seguía ahí fuera, pero ni siquiera le alcanzaba el aliento para pronunciar palabra alguna.
Al final, los ojos se le fueron cerrando, y todo a su alrededor se volvió negro.
***
Dos veces. Ya iban dos malditas veces que caía inconsciente y se desvelase con una fría y desagradable sensación en sus carnes. El tintineo de unas cadenas sobre su cabeza y el barullo que percibió más abajo fueron los culpables de que se despertase. Un despertar que encontró extrañamente… “vertical”.
En cuanto Niko abrió los ojos y se pispó de que sus pies no tocaban suelo, alzó la vista para llevarse la desagradable sorpresa de que lo habían colgado por las manos al techo, suspendido en el aire como si de un jamón se tratase. ¿Y las voces de antes? Un vistazo hacia abajo fue suficiente para comprobar que la sala estaba a rebosar de esqueletos con vida propia, montando un escándalo con sus gritos y el traqueteo de sus huesos.
Otro hallazgo fue el encontrarse a otras tres personas encadenadas, al igual que él: Ragun fue el primero que le llamó la atención, pero enseguida se coscó de que el más alejado le era conocido, pues se trataba del chico de Tierra de Partida que vio en Tebas. El otro individuo que tenía al lado suyo era un hombre de pelo castaño que ya estaría en sus treinta. ¿Era un nativo del mundo? ¿O acompañaba al joven del bando contrario?
—¡Moveos, panda de gandules, si no queréis que os mande de vuelta a los campos de castigo!
De todas las criaturas huesudas que había, se hizo de notar una que en vida debía pertenecer a un mastodonte por su tamaño, comandando al resto a grito pelado.
—¡Andando! ¡Y asegurad a ese maldito caballo antes de llevarlo a los aposentos del todopoderoso Hades! ¡Seguro que le encanta el regalo!
<¿Caballo?>, nada más plantearse aquella duda, Nikolai escuchó un relincho que no debía de venir de muy lejos.
—¡Más deprisa! ¡Debemos estar preparados para cuando acabe de alzarse! Y después... —La calavera del huesudo líder se tornó en la dirección de Niko y los otros tres encadenados—. ¡Montaremos un festín con la carne de los vivos que han osado a entrar en el Inframundo!
La cara del aprendiz se volvió un poema, sin dar crédito a lo que el jefe de los esqueletos acababa de alegar, mientras que sus lacayos le apoyaban fervientemente. Justo cuando pensaba que su viaje al Inframundo no podía empeorar más, va y se entera de que le iban a convertir en pienso para monstruos.
<Maldigo el momento en el que puse mi firma en ese contrato del demonio>.
Al cabo de un rato, los esqueletos fueron marchándose de la sala, dejando solo a dos de ellos en la puerta para que vigilasen. A partir de ahí, reinó el silencio en la fría estancia, con los cuatro prisioneros a la intemperie.
—Pssst, señor Niko. Aquí.
Nikolai escuchó un cuchicheo proveniente de su chaqueta. Para ser más exactos, venía del bolsillo en donde tenía el móvil. Expectante, encorvó el cuello hacia el interior de la chaqueta y preguntó en voz baja:
—¿Saic? ¿Eres tú?
—Afirmativo —confirmó el ser virtual desde el móvil—. Intenté asistirle cuando se desmayó, pero tuve que esconderme en su móvil cuando unos usuarios carentes de masa muscular y órganos aparecieron.
—Ya veo…
Le tranquilizó saber que su asistente seguía donde siempre, aunque seguía inquietándole el hecho de que tenían que salir de allí, antes de que los trinchasen como a un pollo. Miró a su alrededor, buscando cualquier elemento de la sala que le ayudase a urdir un plan de fuga, más lo único que podría servirle eran las propias cadenas que le apresaban… y los demás prisioneros. Sus reservas mágicas estaban por los suelos, por lo que la magia o la Llave Espada eran inaccesibles en aquel momento.
Si él sólo no podía apañárselas, recurriría a la ayuda de otros. Ladeó su torso hacia el hombre de mediana edad que tenía al lado y le avisó:
—Lamento el atrevimiento y no presentarme como es debido, pero me parece que ambos andamos en un aprieto relacionado con el menú de hoy en el Inframundo, ¿me equivoco? —Esperó a una posible respuesta—. Supongo que no te importará echarme un cable, ¿verdad?
En cuanto el hombre le diese luz verde, arquearía la espalda y tomaría impulso para balancearse con las cadenas. Una vez en movimiento, intentaría aferrarse al torso del individuo con las piernas y agarrar sus ataduras con las manos.
—Agárrate a mis cadenas y tira todo lo fuerte que puedas.
Su plan consistiría en combinar el peso y la fuerza de ambos para que las cadenas cediesen y, al menos, que uno de ellos se liberase. Si lograba romperlas y tocar suelo, se intentaría defender de los dos esqueletos con los restos de las cadenas, a modo de arma improvisada.
<¡Dime que no he llegado tarde, por favor!>
—¡Ragun, ¿qué ha pasado?! —Golpeó sucesivas veces la puerta con su puño.
Los esfuerzos del aprendiz consiguieron que una de las hojas del portón cediese, dejando al descubierto una apertura. Pero en cuanto intentó asomarse, Una potente ráfaga de oscuridad se filtró por el hueco y le golpeó en la cara, haciéndolo saltar por los aires. Dio varias vueltas de campana hasta que aterrizó, rodando, en el suelo.
Nikolai apretó los dientes, resentido por la tremenda sacudida. Intentó levantarse, pero ninguno de sus músculos quiso obedecerla, pues notó que no tenía fuerzas ni para moverse. Había llegado a su límite.
<No, ahora no…>
Fue imposible: el estupor y el agarrotamiento se encargaron de dejarle postrado en el suelo y nublarle los sentidos, empezando por emborronarle la vista. Abrió la boca para llamar a Saic, que aún seguía ahí fuera, pero ni siquiera le alcanzaba el aliento para pronunciar palabra alguna.
Al final, los ojos se le fueron cerrando, y todo a su alrededor se volvió negro.
Dos veces. Ya iban dos malditas veces que caía inconsciente y se desvelase con una fría y desagradable sensación en sus carnes. El tintineo de unas cadenas sobre su cabeza y el barullo que percibió más abajo fueron los culpables de que se despertase. Un despertar que encontró extrañamente… “vertical”.
En cuanto Niko abrió los ojos y se pispó de que sus pies no tocaban suelo, alzó la vista para llevarse la desagradable sorpresa de que lo habían colgado por las manos al techo, suspendido en el aire como si de un jamón se tratase. ¿Y las voces de antes? Un vistazo hacia abajo fue suficiente para comprobar que la sala estaba a rebosar de esqueletos con vida propia, montando un escándalo con sus gritos y el traqueteo de sus huesos.
Otro hallazgo fue el encontrarse a otras tres personas encadenadas, al igual que él: Ragun fue el primero que le llamó la atención, pero enseguida se coscó de que el más alejado le era conocido, pues se trataba del chico de Tierra de Partida que vio en Tebas. El otro individuo que tenía al lado suyo era un hombre de pelo castaño que ya estaría en sus treinta. ¿Era un nativo del mundo? ¿O acompañaba al joven del bando contrario?
—¡Moveos, panda de gandules, si no queréis que os mande de vuelta a los campos de castigo!
De todas las criaturas huesudas que había, se hizo de notar una que en vida debía pertenecer a un mastodonte por su tamaño, comandando al resto a grito pelado.
—¡Andando! ¡Y asegurad a ese maldito caballo antes de llevarlo a los aposentos del todopoderoso Hades! ¡Seguro que le encanta el regalo!
<¿Caballo?>, nada más plantearse aquella duda, Nikolai escuchó un relincho que no debía de venir de muy lejos.
—¡Más deprisa! ¡Debemos estar preparados para cuando acabe de alzarse! Y después... —La calavera del huesudo líder se tornó en la dirección de Niko y los otros tres encadenados—. ¡Montaremos un festín con la carne de los vivos que han osado a entrar en el Inframundo!
La cara del aprendiz se volvió un poema, sin dar crédito a lo que el jefe de los esqueletos acababa de alegar, mientras que sus lacayos le apoyaban fervientemente. Justo cuando pensaba que su viaje al Inframundo no podía empeorar más, va y se entera de que le iban a convertir en pienso para monstruos.
<Maldigo el momento en el que puse mi firma en ese contrato del demonio>.
Al cabo de un rato, los esqueletos fueron marchándose de la sala, dejando solo a dos de ellos en la puerta para que vigilasen. A partir de ahí, reinó el silencio en la fría estancia, con los cuatro prisioneros a la intemperie.
—Pssst, señor Niko. Aquí.
Nikolai escuchó un cuchicheo proveniente de su chaqueta. Para ser más exactos, venía del bolsillo en donde tenía el móvil. Expectante, encorvó el cuello hacia el interior de la chaqueta y preguntó en voz baja:
—¿Saic? ¿Eres tú?
—Afirmativo —confirmó el ser virtual desde el móvil—. Intenté asistirle cuando se desmayó, pero tuve que esconderme en su móvil cuando unos usuarios carentes de masa muscular y órganos aparecieron.
—Ya veo…
Le tranquilizó saber que su asistente seguía donde siempre, aunque seguía inquietándole el hecho de que tenían que salir de allí, antes de que los trinchasen como a un pollo. Miró a su alrededor, buscando cualquier elemento de la sala que le ayudase a urdir un plan de fuga, más lo único que podría servirle eran las propias cadenas que le apresaban… y los demás prisioneros. Sus reservas mágicas estaban por los suelos, por lo que la magia o la Llave Espada eran inaccesibles en aquel momento.
Si él sólo no podía apañárselas, recurriría a la ayuda de otros. Ladeó su torso hacia el hombre de mediana edad que tenía al lado y le avisó:
—Lamento el atrevimiento y no presentarme como es debido, pero me parece que ambos andamos en un aprieto relacionado con el menú de hoy en el Inframundo, ¿me equivoco? —Esperó a una posible respuesta—. Supongo que no te importará echarme un cable, ¿verdad?
En cuanto el hombre le diese luz verde, arquearía la espalda y tomaría impulso para balancearse con las cadenas. Una vez en movimiento, intentaría aferrarse al torso del individuo con las piernas y agarrar sus ataduras con las manos.
—Agárrate a mis cadenas y tira todo lo fuerte que puedas.
Su plan consistiría en combinar el peso y la fuerza de ambos para que las cadenas cediesen y, al menos, que uno de ellos se liberase. Si lograba romperlas y tocar suelo, se intentaría defender de los dos esqueletos con los restos de las cadenas, a modo de arma improvisada.
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