[Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Adam, Lastic, Simbad & Jeanne + Fátima

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Suzume Mizuno » Vie Feb 20, 2015 3:01 am

Para sorpresa de Fátima, los aprendices, aparte de ocuparse de los Sincorazón, atacaron al pelirrojo y consiguieron reducirlo.

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Uno de los bucaneros escapó como si lo persiguiera el diablo —algo normal, después de lo que acababa de ver— mientras que el otro, en cambio, sacó su pistola. Fátima se puso en tensión, sin saber qué hacer, y miró a Jeanne con angustia. El pirata estaba tan asustado que no le habría extrañado si hubiera apretado el gatillo sin querer.

No sé de dónde salís vosotros, pero ese chico es mío.

El joven se rió, despectivo, mientras se ponía en pie con cuidado para no recibir otro golpe.

Apartaos de él.

Fátima pensaba a toda velocidad. No deberían intervenir. Aquello era problema de Bastión Hueco y no tenían porqué meterse en ningún lío. Pero, ¿se iban a quedar sin hacer nada mientras un pirata disparaba a unos chavales? ¿Y si daba al pelirrojo? No tenía claro nada sobre él, si era un delincuente o no, ni por qué no se había asustado al ver a los Sincorazón, claro, pero tampoco podía…


¿O si no qué? —preguntó uno de los chicos de Bastión Hueco—. Está bien, aprieta el gatillo y tendrás a muchas más de las criaturas que has visto antes. Para matar y mutilar a todos los presentes, el muchacho incluido. Si tienes tanto interés en él, no deberías de temerle. Al fin y al cabo, sólo nosotros conocemos la forma de que su poder sea invencible.

Parece que Robert se ha metido en otro lío.

Fátima lanzó un gritito estrangulado y pegó un bote, sin llegar a ponerse de pie. Al lado de ellas, acuclillado y mirando por encima de los barriles. Era un hombre mayor, con el pelo cano y aire algo cansado, y las mejillas rubicundas. En cuanto se recuperó del susto, Fátima se fijó en la petaca que tenía entre las manos, y a la que dio un largo trago.

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Se relajó un poco. No parecía una amenaza. Con todo, se mantuvo en guardia, preparada para invocar su tessen si era necesario. Lanzó una mirada de advertencia a Jeanne para que esperara.

¿Robert es el chico pelirrojo…?—tanteó.

No os aconsejo que os quedéis parados ahí, si el muchacho se enfada podrían aparecer más demonios, y si yo fuera vosotros no me gustaría andar cerca cuando eso pase.

Espere, ¿qué ha dicho?—balbució Fátima, alternando la mirada entre él y el tal Robert.

¿Ese chico invocaba Sincorazón? Claro. ¡Claro! Por eso se había reído. ¡Por eso no estaba asustado! ¡Y habían aparecido precisamente cuando esos tipos estaban a punto de alcanzarlo…!

¡Y justo se tenía que meter Bastión Hueco en medio! ¡Malditos fueran! Cuando se volvió, el hombre ya estaba alejándose, demasiado borracho como para prestarles atención.

Esto no va a gustarle al Rey, demasiado mal fario.

«¡El Rey!»

Compartió la sorpresa con Jeanne, mirándola con los ojos muy abiertos. ¡Fantástico! ¿Qué hacían ahora? Ronin les había encargado que fueran detrás del Rey e intentaran hablar con él. Pero ahí estaba Bastión Hueco. Ronin les había dicho que se alejaran, sí, y ella lo haría de muy buen gana si no fuera por el chico. Si era verdad que podía invocar Sincorazón, entonces podía estar relacionado con esos puntos que les había mostrado Ronin. Quizás incluso supiese cosas sobre ese barco.

Ese Rey del que hablaba… Deberíamos alcanzar al pirata —Jeanne hizo amago de levantarse, pero Fátima levantó una mano para que esperara, intentando pensar—. La misión es lo primero.

Lo sé, pero…

No podemos perderlo. ¿Vamos, Vaan?

Se mordió el labio inferior. Luego se volvió hacia ella y dijo:

¿Te animarías a separarte?—No le hacía nada de gracia dejar por su cuenta a una aprendiz que llevaba tan poco tiempo en Tierra de Partida, desde luego, pero se le revolvía el estómago al pensar que podía perder información si simplemente dejaba ir a los de Bastión Hueco. Y a Robert—. Quiero seguir a ese chico. Puede que podamos averiguar algo acerca del barco y los Sincorazón. Pero lo vital es encontrar al Rey así que….—Señaló hacia donde se había ido el viejo. Le sonrió de medio lado—. No me voy a quedar tranquila sin no sé qué hace Bastión Hueco y por qué hay gente capaz de… controlar a los Sincorazón.—Calló un momento y luego añadió—. Si pasa algo y necesitas como sea ayuda, lanza un hechizo al cielo. Iré lo más rápido que pueda. Lo mismo en mi caso, claro. Ten mucho cuidado, Joseph.

Siguió a Jeanne con la mirada, sintiendo un nudo en la garganta, y se dijo que estaría bien mientras no se metiera en líos. En cuanto a ella… Su prioridad era el tal Robert, de modo que escucharía en silencio, intentando no ser vista. Y si se movían, les seguiría a una distancia prudente.
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Ronda #3 - Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Astro » Sab Feb 21, 2015 1:07 am

A base de golpes, y puede que con la ayuda de un hechizo (eh, pero no mucha), Adam destruyó sin problemas a las dos sombras. Cuando se giró, se encontró con que Simbad había derribado al "maldito mocoso rufián" al suelo, atrapándole.

¡Buena captura! —rió el vampiro.

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Pero los dos hombres que habían perseguido al chico eran otra historia. Uno de ellos salió pitando, asustado tal vez por los monstruos o por la presencia de Adam (o puede que por ambas cosas), mientras que el otro había sacado una pistola y apuntaba tembloroso hacia el aprendiz albino, quien observó el arma con curiosidad.

No sé de dónde salís vosotros, pero ese chico es mío —dijo, intentando que no se le notara el miedo en el cuerpo.

—soltó el rufián, levantándose.

Apartaos de él.

¿O si no qué? —Intervino Simbad—. Está bien, aprieta el gatillo y tendrás a muchas más de las criaturas que has visto antes. Para matar y mutilar a todos los presentes, el muchacho incluido.

¡Oh, oh, nunca me han disparado! —Adam abrió los brazos y se acercó todavía más al hombre armado, sonriente. Consciente de que solo le iba a hacer cosquillas (o eso intuía), la idea le resultaba divertida—. ¡Venga, venga, vamos a probar, no seas miedica!

Esperaría un poco con la esperanza de que lo hiciera, y una vez apretara el gatillo, viera que intentaba huir o pasaba demasiado sin hacer nada, acabaría arreándole un puñetazo con toda su fuerza para tumbarlo al suelo. Habría preferido hincarle el diente, pero acababan de llegar y no tendría tanto tiempo como para terminárselo.

Satisfecho o decepcionado (dependiendo de si le habían metido un balazo o no), se giraría para mirar al chaval que tantos problemas había causado. ¿De verdad podía invocar a los sincorazón y controlarlos o había sido una simple coincidencia? Igual tenía que ver algo con la misión, cuyos detalles le costaba recordar.

¿Y quién es este mocoso rufián?
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Ronda 4

Notapor Tanis » Lun Feb 23, 2015 4:46 pm

Jeanne


Jeanne había decidido seguir al pirata bonachón por las callejuelas, y no tardó en encontrarlo. El hombre no estaba preocupado por si le seguía alguien, de hecho, la muchacha podía hasta asegurar que la borrachera le daba igual. Pronto se alejaron del tumulto del puerto y se adentraron un poco más en la ciudad. Tortuga era tortuosa, calles estrechas, suciedad, animales callejeros, algún que otro pirata que dormía en los soportales... Eso a Jeanne no le parecería extraño, claro. En cierto modo era como volver a casa, sólo que no había ninguna patrulla de la Marina real circulando por ninguna parte.

Su «presa» caminaba, a pesar del alcohol, con bastante fluidez, un poco perezoso, pero sin bamboleo alguno, sin tropiezos. De vez en cuando saludaba a alguien, o murmuraba en voz demasiado alta sobre esas grietas del suelo que daban muy mala suerte. Cinco minutos después de haber iniciado la suave persecución, el pirata entró en una taberna, que al contrario que muchas de los barrios más bajos de Port Royal, estaba bastante mejor cuidada. Podía seguirle hasta el edificio, por supuesto, nadie le pondría pega alguna. Los pocos piratas transeúntes no se fijaron en el «muchacho» que pasaba por allí.

Debían de pensar que era un golfillo llegado en alguno de los barcos de la mañana.

Dentro de la taberna, Jeanne no vería mucha actividad tampoco. Como bien sabía, el negocio cobraba vida por la noche. Los piratas ociosos, por lo general, llevaban una vida más nocturna que diurna. Sin embargo, el local no estaba vacío del todo. Un par de piratas que bebían en una mesa, un solitario que dormía con la cabeza apoyada en otra. El orondo tabernero iba y venía recolocando las sillas caídas, sirviendo algún que otro trago de ron a los pocos clientes, algún que otro plato de potaje...

Todo el mundo se fijó en ella durante un segundo, pero nada más.

El pirata bonachón se había sentado en una mesa vacía y parecía mantener un debate silencioso con su nueva jarra, llena hasta el borde de ron. Le echó un trago tirándose medio encima y eructó. El tabernero le dejó un plato de humeante sopa frente a él y se volvió hacia Jeanne.

¿Qué quieres, chico?

Bien, era hora de hilar la más fabulosa de las mentiras, o la más coherente verdad. Lo que prefiriese. Su pirata no parecía tener intención de escaparse a ninguna parte.


Simbad, Lastic, Adam y Fátima


El pirata retrocedió en cuanto Adam se acercó tan entusiasmado a él. Sin mediar palabra, casi más por inercia y miedo que otra cosa, tronó un disparo. Adam sentiría dolor, por supuesto, calor bastante seco y el olor de la pólvora. Nada más.

¿Pero qué... ?

El pirata frunció el ceño y retrocedió otro paso. Del agujero que ahora lucía Adam no borboteaba sangre y el propio Adam no parecía en lo absoluto herido. Como si no hubiera pasado nada. Presa de un un miedo ciego, el pirata saltó la pistola e intentó echar a correr. El vampiro fue más rápido, por supuesto, y le asestó un puñetazo que le hizo caer al suelo como un peso muerto. El hombre no volvió a levantarse.

El puerto entero se sumió en silencio... Hasta que el chico que habían salvado habló.

De acuerdo, eso ha sido... increíble —carraspeó y se apartó un poco de los aprendices, con las manos levantadas así indicando que no tenía armas y que no iba a atacarles—. ¡Pero nada de mocoso, estás hablando con el mismísimo Robert Hicks, hijo de Henry Hicks, el poderoso Rey del Puerto de Tortuga!

Se notaba a leguas que estaba alardeando y que no le importaba airear esa información en lo absoluto, sonaba con el tono típico de un muchacho soberbio al que le irritaba verse menospreciado. Aunque eso no fue todo, a cada palabra que pronunciaba, el aire se hizo más denso.

Mirad, os doy las gracias y todo eso... Y siento tener que despedirme tan pronto, tengo cosas que hacer ~ Como dicen los franceses, adieu.

Quizá por el hecho de que habían despachado a las sombras tan pronto, o que Adam ni se había inmutado por el disparo, el muchacho tenía muchas ganas de poner pies en polvorosa. Aprovechando que se había apartado de ellos antes, dio media vuelta y echó a correr hacia el callejón desde dónde Fátima espiaba. Podían perseguirle, por supuesto, pero igual que en su primera persecución, aparecieron varias sombras a su paso, interponiéndose en el camino de sus posibles perseguidores. Una, dos, tres cuatro... Siete sombras emergieron del suelo. Cinco junto a los aprendices de Bastión Hueco, las otras dos... mucho más cerca de Fátima. Robert pasó como una exhalación junto a su escondite, soltando unos cuantos improperios nada agradables. Aunque aquellas dos sombras no repararon inmediatamente en ella, las otras cinco sí se lanzaron contra los tres aprendices sin más.

Tal y como había vaticinado aquel pirata bonachón, habían aparecido más demonios. Fátima podía elegir si sumarse a la refriega o ignorar las sombras más cercanas que todavía no la habían notado y seguir al chico por las callejuelas. Los tres aprendices de Bastión Hueco no tendrían más remedio que combatir, aunque no parecía que resultara difícil.

Sólo eran sombras, sincorazones fáciles de derrotar.

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Simbad
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Lastic
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Ronda #4 - Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Astro » Mar Feb 24, 2015 9:33 pm

¡Bang!

¿Pero qué... ?

Disparó. Y, la verdad, no fue para tanto. Un cosquilleo doloroso en el agujero del pecho que había provocado la bala, del que apenas salía sangre, nada más. ¡Menudo chasco! Visiblemente decepcionado, Adam no dudó ni un segundo en tumbar al pirata cuando éste intentó huir.

Meh, creía que sería más divertido —comentó el vampiro, girando sobre sus talones.

Al menos, ya había experimentado por primera vez un disparo. ¡Menos era nada!

De acuerdo, eso ha sido... increíble —dijo el rufián, quien ya se había levantado y levantaba las manos como señal de que no le hicieran nada—. ¡Pero nada de mocoso, estás hablando con el mismísimo Robert Hicks, hijo de Henry Hicks, el poderoso Rey del Puerto de Tortuga!

¿El Rey de qué...? —preguntó, rascándose la cabeza.

Si el chaval estaba intentando que su fama como hijo de algún tipo de rey sirviera para asustar o intimidar a Adam, lo llevaba claro. Él no tenía ni idea de quién era ese tal Robert Hicks, y no podía interesarle menos. Lo único que quería era saber cómo se las había apañado para invocar a las sombras, y si de paso les decía algo más sobre el barco que buscaban, mejor, y así contentaban a Nanashi.

Un momento, ¿el ambiente se estaba volviendo denso o eran imaginaciones suyas?

Mirad, os doy las gracias y todo eso...

Espera, espera, aún tenemos que hablar de lo de antes, mocoso —Intentó detenerle el aprendiz, pero...

Y siento tener que despedirme tan pronto, tengo cosas que hacer ~ Como dicen los franceses, adieu.

A toda velocidad, Robert ya había echado a correr, alejándose de ellos como alma que llevaba el diablo. Adam, por supuesto, soltó una maldición y también salió disparado tras él, pero algo conocido surgió de pronto, bloqueando el paso y haciendo que tuviera que frenar en seco.

Más sombras.

¿Otra vez? ¡Jo, jo, jo, ese chico es una mina de sincorazón! —exclamó, soltando una carcajada.

En total eran unos siete monstruos de ojos amarillos, con cinco de ellos centrando su atención en los aprendices de Bastión Hueco y los otros dos más apartados. Desde luego, no les dejarían pasar para que siguieran corriendo detrás de Robert, a no ser...

¡Dejádmelos a mí, seguid el mocoso! —rugió.

Sin pensárselo ni un segundo, el vampiro se abalanzó con brutalidad hacia los sincorazón, golpeando con toda su fuerza a todos los que se ponían en su camino. Con un poco de suerte, conseguiría abrir un hueco para que sus compañeros pasaran y pudieran seguir la nueva persecución. Si querían, claro.

Adam, desde luego, se quedaría a machacar a todas las sombras.
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 25, 2015 8:15 pm

El disparo provocó que todo su cuerpo se pusiera rígido y que aguantara el aliento. Durante un instante sólo pudo ver la pequeña nube pólvora que había vomitado el arma. Luego, con reticencia, desplazó los ojos hasta el pecho de Adam. Había una herida, y sangre. Pero nada más. Ni se tambaleó ni cayó de rodillas retorcido de dolor. Al contrario, hasta se mostró decepcionado y se abalanzó sobre el aterrorizado pirata y lo derribó de un puñetazo.

El silencio cayó sobre ellos a plomo y Fátima no pudo menos que mirar a su alrededor y ver que sus espectadores estaban completamente desconcertados.

«No todos los días se ve a un vampiro», pensó con algo de ironía, pero tenía la boca seca y el pulso por los aires.

Lo había pasado mal, incluso si ese capullo se merecía un disparo.

De acuerdo, eso ha sido... increíble.—Robert se apartó alzando las manos, demostrando que no estaba armado—. ¡Pero nada de mocoso, estás hablando con el mismísimo Robert Hicks, hijo de Henry Hicks, el poderoso Rey del Puerto de Tortuga!

Los ojos de Fátima se abrieron de par en par. ¡El hijo de…! ¡Mierda, no tendrían que haberse separado! Pero ya era demasiado tarde, Jeanne se había marchado, y el chico estaba rodeado de aprendices de Bastión Hueco. Se estrujó los sesos intentando pensar qué hacer… Hasta que empezó a notar un cambio en la atmósfera. Fátima se puso en guardia casi sin pensarlo, preparada para invocar la Llave Espada.

Mirad, os doy las gracias y todo eso...

Se preparó para ponerse en pie, comprendiendo que el chaval pensaba esfumarse. Adam también se dio cuenta, para su desesperación.

Espera, espera, aún tenemos que hablar de lo de antes, mocoso.


Y siento tener que despedirme tan pronto, tengo cosas que hacer ~ Como dicen los franceses, adieu.

Echó a correr en dirección a Fátima, que se ocultó cuanto pudo en su escondrijo para pasar desapercibida. Escuchó con claridad el ruido que provocaban los Sincorazón al materializarse y tragó saliva. No tenía ni idea de por qué era capaz de dominar a esas criaturas, pero si en algún momento había albergado alguna duda de que el chico no estuviera relacionado con su misión, esta se había evaporado.

No pensaba dejarle escapar.

Cuando pasó de largo por su lado —soltando unos insultos que le recordaron a los muelles de su propio mundo— y se internó en un callejón, Fátima contó siete segundos y después salió despedida tras él. Tuvo tiempo para mirar por encima del hombro. Había varios Sincorazón Sombra rodeando a los aprendices, y dos no muy lejos de ella. Su primer impulso fue arremeter contra estas para asegurarse de que no le saltaban por la espalda. Pero luego en ese instante escuchó a Adam ordenar a sus compañeros que fueran detrás de Robert. No tenía ni idea de la habilidad de los más jóvenes, pero estaba claro que el vampiro se iba a librar en un suspiro de sus enemigos. Por suerte, no era demasiado rápido. Así que decidió dejarles a los Sincorazón para que entorpecieran, por poco que fuera, su camino.

Trataría de no llamar la atención de Robert, manteniéndose a una distancia prudente pero asegurándose de no perderlo de vista.

Si los Sincorazón se percataban de su presencia y decidían que se trataba de una presa más apetecible que la gente de Bastión Hueco, Fátima invocaría la guadaña y arremetería contra ellos, poco dispuesta a desperdiciar su magia en enemigos tan poco poderosos. En cambio, si los aprendices de Bastión Hueco amenazaban con alcanzarla, trataría de invocar una Coraza en el último segundo frente a sus narices. Podía ser que no les hiciera daño, pero quizás sí le permitiera ganar unos segundos. En caso de que no sirviera para nada, se alejaría todo lo posible y dispararía una serpe acuática contra el que pareciera menos afectado de los dos por su escudo.

¡Ojalá no tuviera que recurrir a ello!

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En caso de que los aprendices de BH se acerquen demasiado a Fátima o Robert ella hará:

▪ Coraza (HM) [Nivel 10] [Requiere Poder Mágico: 12]. Crea una coraza frente al personaje temporal que detiene todo ataque físico de menor potencia que ella. Se desvanece enseguida.

Y si no sirve para detenerlos, añadirá una:

▪ Serpe acuática (HM) [Nivel 11] [Requiere afinidad a Agua; Poder Mágico 21]. Invoca a una serpiente de dos metros y medio de largo y 40 cm de grosor que adquiere vida propia y perseigue a un enemigo, estallando contra él. Sirve también para objetos fuera de combate. Por ejemplo, mantener pulsado un interruptor que funcione a peso.

En cualquier caso no voy con ganas de fastidiar a nadie, así que si toca que use los ataques, por favor, no os lo toméis a mal >.<
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor xXOrbOOkXx » Jue Feb 26, 2015 9:41 pm

Disparo.

El olor de la pólvora inundó el ambiente. El pecho de Adam el vampiro estaba agujereado, pero como había supuesto, no le afectó en lo más mínimo. Lo cierto es que fue todo un alivio, puesto que si hubiera salido malherido, la culpa habría sido mía. Supongo que a veces se gana. Tras eso, el vampiro propinó un golpe al marinero que intentaba huir despavorido. El puerto se sumió en silencio.

De acuerdo, eso ha sido... increíble —casi murmuró el muchacho, se separó con cautela, levantando las manos en señal de paz—. ¡Pero nada de mocoso, estás hablando con el mismísimo Robert Hicks, hijo de Henry Hicks, el poderoso Rey del Puerto de Tortuga!

¿Rey de Tortuga? En el caso de que fuera el "gobernante" de verdad de aquella pestilente isla, tampoco nos servía mucho para los que estábamos buscando. Aunque, quizás, aquél que era su padre, tenía o sabía algo sobre el barco. No parecía estar mintiendo, y que pudiera invocar a los Sincorazón no hacía más que darle la razón, aunque...

¿El Rey de qué...? —al parecer, Adam también estaba algo confuso.

Mirad, os doy las gracias y todo eso...

El chico era soberbio, y quizá pudiéramos utilizar aquella cualidad contra él, aunque, antes de que pudiera decir nada, se despidió de la misma forma por la cual yo lo habría hecho hace mucho tiempo.

Y siento tener que despedirme tan pronto, tengo cosas que hacer. Como dicen los franceses, adieu.

Había echado a correr como si le pagaran. Comencé a correr a por él junto al vampiro, aunque ya los conocidos Sincorazón nos interrumpieron el paso. Cinco sombras se alzaban frente a nosotros, otras dos más apartadas; qué extraño, si aquellas criaturas sólo se dirigían hacia los portadores...

Invoqué la llave de nuevo y lancé varias estocadas hacia unas cuantas sombras que se habían interpuesto en nuestro camino. No iba a gastar magia y arriesgarme a quedarme sin energía.

Adam pidió a voz de grito que fuéramos a por el muchacho mientras arremetía contra las sombras. Di unos cuantos mandobles para alejarlas, esquivando las garras que podía mientras me ponía en marcha tras el chaval. Había perdido algo de tiempo atacando a las sombras, pero había visto la dirección por la cual el muchacho había huido.

¡Lastic! —Grité al aprendiz mientras corría—. ¡Ya has oído!

>>¿¡Podrás con todas?! —Pregunté a continuación hacia Adam, aunque luego no oyera la respuesta, supuse que sería suficiente para motivarle.

Conforme avanzaba hacia el callejón sin saber si Lastic me seguía o no, notaba algo raro. No era una mirada clavada en mi nuca, pero sí algo que me observaba. No le di más importancia en mi carrera, quizás eran los Sincorazón.
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor 15nuxalxv » Dom Mar 01, 2015 7:16 pm

Tras despedirme de Fátima (no me gustaba separarme de mi compañera tan pronto, esperé que nos reencontrásemos), marché en pos del pirata bonachón, que no tardó en aparecer. Aunque tampoco parecía querer esconderse de nadie.

Me interné por las calles de Tortuga. Los recuerdos me asaltaban en cada esquina: marineros dormitando en los portales, los animales callejeros, las calles de adoquines sucios, las casas que parecían tocarse con las de enfrente… Tal vez no estuviese en Port Royal (no había patrullas de la marina), pero sin duda la atmósfera era muy similar. Y no hacía tanto tiempo que me había ido a Tierra de Partida, por lo que fue una manera de volver a casa.

Me concentré en el pirata. Pese a estar ebrio, caminaba razonablemente derecho. Tal vez fuera práctica, me dije. Un rato después, entró en una taberna, que podría incluso considerarse de calidad. Miré a ambos lados de la calle, y tras un suspiro, entré.

Una vez en el interior, era obvio que no era hora punta. De cierto modo, los piratas se asemejaban a los vampiros; eran criaturas en su mayoría noctámbulas. Sin embargo, tampoco estaba del todo vacío: un par de piratas por allí, un hombre dormitando por allá… Reconocí entre las mesas y las sillas al que debía ser el tabernero, un hombre corpulento que iba sirviendo a los clientes.

Nadie se fijó en mí más de un segundo. Sólo era un muchachuelo que debía haber llegado con los barcos de la mañana. Durante mi vida en el mundo había visto varios de ellos, y sabía cómo se comportaban en su mayoría. Eran bastante arrogantes y decididos, aunque en el fondo se morían de miedo.

Sólo tenía que interpretar el papel.

Mi objetivo estaba sentado en una mesa solitaria, observando una jarra de la bebida típica de su profesión, como si la camelara con la mirada. Después, pareció convencerla, por lo que bebió un trago (aunque la camisa también obtuvo su parte) y eructó groseramente. El tabernero le dio un plato de sopa y se giró hacia mí.

¿Qué quieres, chico?

Me quedé un instante en blanco, confundida, aunque luego reaccioné sobresaltándome un poco. Señalé la jarra del pirata y, tratando de que mi voz sonara algo más grave, dije:

Lo mismo que él.

Si me miraba desconfiado, sacaría un platín del bolsillo y lo lanzaría al aire con el pulgar, esperando que lo recogiera. Si algo había aprendido en Port Royal, era que el dinero abría más puertas que la lengua.

Una vez se dispusiera a servirme, me sentaría frente al pirata. Miré a ambos lados, simulando estar nerviosa (aunque cierto era que sí lo estaba), y luego musité:

Mi nombre es Joseph. Tengo un mensaje para el Rey —Esperé su reacción y luego continué—. Debo entregárselo en persona. Es importante.

Aguardé su respuesta mientras esperaba al tabernero, mirándole con una mezcla de inquietud y confianza. Confié en que se lo tragara. En otro caso, siempre podía invitarlo a otra ronda, y que se soltara.
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Ronda 5

Notapor Tanis » Mar Mar 03, 2015 1:01 am

Jeanne


El tabernero, en efecto, no miró con demasiada confianza a Jeanne, al que nunca había visto en su local y quien no parecía tener pinta de tener más de quince años. Atrapó el platin con bastante soltura y se lo guardó en el bolsillo del pantalón, eso fue lo que le decidió a finalmente servir al «muchacho».

Al sentarse delante de aquel pirata, este no dio muestras de enterarse de su presencia y continuaba bebiendo, entrecalando dos sorbos de ron con uno de sopa. Sus palabras, en cambio, si consiguieron que el hombre levantase la mirada de su preciada bebida, al mismo tiempo que una jarra y otro plato idénticos a los suyos aparecían delante de Jeanne. Se quedó mirando largo tiempo a la aprendiza, como si mirase sin ver, hasta que echó un tragó.

Joshamee Gibbs, señor... Joseph. Yo tuve un amigo que se llamaba así. Servía en la Marina de su Majestad... —Otro tragó—. No duró mucho, se hizo pirata —Cucharada de sopa, dos tragos de ron más y otra vez la vista perdida. Hasta que de nuevo miró a Jeanne, sin añadir nada de su inminente historia. Curiosamente, aunque hablaba sin controlar ni importarle el tono de voz, parecía más despejado—. ¿Importante, muchacho? ¿Qué puede ser más importante que la mar? —Trago de ron—. ¡Oye, Richard, este chico quiere ver al Rey!

Pues que haga cola como todos.

Richard resultó ser el tabernero, que soltó un bufido bastante resignado mientras quitaba los restos de la mesa en la que se sentaban dos piratas. Estos rieron sin tapujos y apuraron sus propias bebidas. Gibbs, que también reía, se inclinó hacia Jeanne al terminar, bajando la voz esta vez.

No les hagas caso y sube esas escaleras.

Gibbs señaló con la cabeza la escalera de madera que conducía al piso superior del edificio. Un pequeño pasillo con su apropiada baranda algo astillada conducían a otro pasillo, oscuro y fuera de la vista.

Tienes suerte, muchacho, al contrario que el rey Francis, Henry es bastante accesible.

No añadió nada más. La verdad era que al final todo parecía demasiado fácil, una terrible e inmensa casualidad, pero casualidad o no, no estaba de más aprovecharla, ¿no? Nadie le haría caso cuando subiera las escaleras y se encaminara hacia aquel pasillito oscuro, tan sólo iluminado por la luz que entraba por la ventana del final. A lo largo del corredor había varias puertas, pero sólo una de ellas abierta de la que, si aguzaba el oído, se escurría una suave y lenta melodía de violín.

Movida o no por la curiosidad, si se asomaba vería una habitación no demasiado cuidada, pero sí medianamente ordenada para la clase de lugar que era. Una cama deshecha, algunas prendas de ropa arrugadas sobre ella. Una mesa contra la pared con un estuche de violín abierto encima, un par de botellas de ron, una a medio terminar y la otra entera. Y en medio del cuarto estaba el hombre, el supuesto Rey del Puerto, tocando el instrumento.

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Sin gafas ni máscara, claro


Alto, el pelo rojo recogido en una abundante cola de caballo y ropa bastante más limpia para lo que solía llevar el pirata medio. La camisa parecía de buena calidad, sin mácula alguna igual que sus botas. Independientemente de que Jeanne entrara o dijera algo, el pirata terminó la última nota con un estridente chirrido y un mal juramento. Y sin mirarla habló.

No te quedes ahí quieto, ni callado, el silencio me pone nervioso —Con un suspiro, el rey giró sobre los talones y depositó el violín en el estuche, luego tomó la botella empezada, se dirigió a la cama, se sentó en el borde. Le echó un trago largo al ron—. Bien, ¿qué se te ofrece, chico?

No parecía querer gastar saliva con presentaciones, le debía resultar obvio que si alguien subía a buscarlo expreso era porque sabía quién era él.


Simbad, Lastic, Adam y Fátima


Lastic no hizo caso de los planes de sus compañeros. Se quedó paralizado en el sitio, sin saber qué hacer, si combatir los sincorazón o echar a correr tras Robert.

Simbad, en cambio, no perdió tiempo y coordinándose de forma bastante eficaz con Adam, se lanzó en persecución del afamado hijo del Rey del Puerto. Pasó de largo entre las dos sombras más apartadas, que le siguieron un tanto renqueantes, y atravesó el umbral del callejón. Fátima vería cómo se acercaba y cómo, para su decepción, traspasaba la Coraza casi sin despeinarse. Simbad notaría un leve empujón, un tirón, nada serio, nada que le impidiera seguir corriendo.

Entonces Fátima conjuró su Serpe Acuática, que impactó contra el muchacho y los sincorazón. Las sombras se desvanecieron en humo negro, y Simbad terminó empapado y tirado a la buena de Dios en el empedrado del puerto, sin saber muy bien quién le había atacado, de dónde había salido aquella serpiente de agua y por qué.

De acuerdo, eso también ha sido impresionante.

Tras Fátima apareció de improviso Robert, con una expresión bastante asombrada. El joven pirata observó un instante la pelea de Adam y a Simbad todavía desorientado en el suelo y empujó a Fátima callejón adentro, perdiéndose entre los recovecos de Tortuga. Para cuando Simbad pudiera enfocar la vista hacia el callejón, se daría cuenta de que su presa había desaparecido.

Por su parte, Adam no tendría problemas con los sincorazón y aunque se llevó un par de rasguños, estos pronto se cerraron y las sombras fueron eliminadas. Como método de distracción funcionó, eso sí. El vampiro podría ver a Simbad, todavía caído en el suelo o no, mojado de arriba a abajo y a Lastic, todavía inmerso en su pequeño shock. Pero a nadie más. El puerto entero era silencio y no nadie a la vista, nadie parecía querer dejarse ver ante la tropa tan estrafalaria que estaba causando tanto revuelo.

¿Nadie?

Vaya, parece que el principito se os ha escapado.

Antes de que pudieran pensar en intentar seguir el rastro del muchacho, una voz profunda y seria sonó a la espalda de Adam, junto con un pequeño aplauso sarcástico y el repiqueteo de tacones altos. Al darse la vuelta vería a una mujer acercarse a ellos, bastante hermosa, pero gélida. Los aprendices probablemente pensarían en Nanashi al verla.

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Perdonad que os asalte de esta forma, pero hace tiempo que también quiero atrapar a ese granuja y he tenido el placer de presenciar vuestras... habilidades —Miraba a Adam así que debía de estar refiriéndose a su gran fuerza—. Me gustaría proponeros una asociación temporal para capturarlo y eliminar la amenaza de los demonios negros. Tengo ciertas aptitudes para encontrarlo.

Con un gesto elegante, un orbe transparente apareció en su mano, que mostró medio cuerpo de Robert corriendo como alma que le llevaba el Diablo. Lo hizo desaparecer enseguida.

¿Qué decís?

Parecía una oferta jugosa, a la par que sospechosa. ¿Quién era esa mujer y por qué quería confiar en ellos, unos extraños? ¿Estaba diciendo la verdad? ¿Qué clase de poderes tenía? ¿Valdría le pena?

Fátima


Fátima se vería arrastrada casi sin quererlo hacia el interior de Tortuga, corriendo entre calles y calles mugrientas para alejarse del puerto. Robert sólo paró cuando pareció estar seguro de que nadie más le seguía y se dejó caer sentado en el suelo, con la espalda contra la pared. Bufó con un resuello prolongado y miró a Fátima.

Creo que debería darte las gracias, no sé qué quieren esos de mí, pero alguien que me ayuda y luego me hace preguntas no me inspira confianza.

Rió bastante alto. Quizá aquello era una indirecta, o no.

Y menos ese tipo, ¿viste su pelo y su cara? ¡Blancos! ¡Y los ojos rojos! Daba muy mala espina —El muchacho continuó hablando mientras recuperaba el aliento—. Por cierto, me llamo Robert, no sé si lo oíste. Seguro que sí —Le ofreció la mano y preguntó rápidamente—. ¿Y dónde aprendiste a hacer eso, lo del agua? ¿Eres un brujo o algo así? No te preocupes, no soy supersticioso.

Levantó las manos, con aparente honestidad. Fátima tendría que contestar, claro, si quería ganarse su verdadera confianza. Pudiera ser que Robert hubiera consentido dejar que Fátima fuera con él, tal vez por alejarla del mismo peligro que pendía sobre sus cabezas, pero ella no tenía modo de saber cuánto tiempo tenía antes de que el muchacho decidiera perderse por su cuenta. Eran desconocidos después de todo.

Tenía que ir con tacto.

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Adam
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Simbad
VIT: 20/24
PH: 19/22

Lastic
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PH: 4/4

Fátima
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Jeanne
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Re: Ronda 5

Notapor xXOrbOOkXx » Vie Mar 06, 2015 10:18 pm

Simbad, Lastic, Adam y Fátima


Mientras corría y mi objetivo se evaporaba entre las calles, un tirón me echó para atrás. Fue tan leve, que pensé que había sido cosa de la imaginación o del cansancio; así que, aunque no me había dado buena espina, lo ignoré y seguí corriendo en pos del muchacho.

Lo que ya no me esperaba fue que un chorro de agua a presión me diera por la espalda y me tirara al suelo. El golpe fue tan espontáneo y tan intenso que me quedé tirado como un saco, casi sin respiración. Los sonidos me llegaron amortiguados, los adoquines me quemaban en las manos.

Intenté incorporarme, y creí ver a Adam luchando contra las sombras. ¿Había sido el muchacho? Imposible, aquél tipo de poder no lo poseía, si no, se habría librado mucho antes de nosotros. Adam no había sido, y no veía a Lastic. Aquello
había sido magia, sin duda... Pero ¿de quién?

Enfoqué la vista y dirigí un puño contra el suelo.

¡Maldición!—Grité, frustrado. El objetivo había desaparecido entre las calles. Me incorporé del todo, empapado y miré a Adam venciendo a las sombras. Un poco más allá me fijé en Lastic, que se encontraba en estado de shock.

Lastic, Adam...

Pero no pude continuar. Porque una voz de mujer junto con un aplauso sarcástico sonó tras Adam. Era una mujer alta, con tacones y el semblante frío como el hielo. Tan frío como...

Vaya, parece que el principito se os ha escapado.

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Perdonad que os asalte de esta forma, pero hace tiempo que también quiero atrapar a ese granuja y he tenido el placer de presenciar vuestras... habilidades —miró a Adam de arriba a abajo, como evaluándolo—. Me gustaría proponeros una asociación temporal para capturarlo y eliminar la amenaza de los demonios negros. Tengo ciertas aptitudes para encontrarlo.

Con un gesto, hizo aparecer una bola de luz que nos mostró el paradero del chico corriendo por las calles. Lo primero que pensé fue que ella había ejecutado el hechizo que me había hecho derrumbarme en el suelo, pero no tenía sentido alguno, pues nos estaba pidiendo ayuda. Lo segundo, pensé que era de Tierra de Partida y que estaba intentando engañarnos, pero tampoco quedé muy convencido, si hubiera sido del otro bando, ya nos habría atacado... aunque si así fuera, no sabía de dónde había salido el agua.

En lo otro que me fijé fue que había dicho principito. Entonces, muy probablemente sí que era... alguien importante, al que buscaba todo el mundo. Me rasqué la perilla.

¿Qué decís?

En principio —me acerqué levemente a ella, pero no demasiado—, no sabemos quién eres, así que no tenemos por qué confiar en ti.

>>Es cierto que con tus habilidades podríamos cazarlo, y supongo que no nos vas a decir tus intereses, pero tampoco podemos estar seguros de que no nos traicionarás, al igual que tú tampoco deberías estarlo hacia nosotros; así que probablemente nos estés dirigiendo hacia una trampa —miré a Adam de reojo, en una muda pregunta sobre su opinión—. Danos una prueba para que confiemos en ti y saber que tu intención es real; y entonces te ayudaremos.

Hice un gesto hacia Adam y Lastic, mientras abarcaba todo el callejón. Creí que había salido del trance, así que también le incluí, aunque su actuación no había sido la apropiada.

>>Podrías comenzar diciendo quién eres y por qué quieres atraparle, ¿de verdad quieres eliminar a esos demonios? Entonces, tendrás que explicar ciertas cosas.

Las cartas estaban boca arriba. Parecía una mujer muy seria, así que seguramente no soltaría prenda; pero si quería que le siguiéramos, necesitaría una prueba tangible; porque era una desconocida. Y no confiaba en ella.
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Suzume Mizuno » Sab Mar 07, 2015 6:17 am

Su Serpe Acuática no sólo acertó al chico de Bastión Hueco, sino que también dio de lleno a los Sincorazón, haciéndolos desaparecer. De acuerdo, ese no había sido su objetivo inicial, pero se quedó satisfecha al ver que él yacía en el suelo, algo despatarrado y completamente empapado.

De acuerdo, eso también ha sido impresionante.

Pegó un respingo e iba a darse la vuelta, al reconocer aquella voz, cuando sintió un tirón de un brazo y tuvo que echar a correr para no tropezar e ir de morros contra el suelo. Para cuando quiso darse cuenta, se dejaba arrastrar, intentando no perder el ritmo, por Robert a través de las mugrietas callejuelas de Tortuga. Al principio pensó en soltarse, pero se controló en el último momento. En vez de perderlo de vista, el chico se había molestado en volver a llevársela consigo. ¡No podía desperdiciar la oportunidad! Así que forzó sus piernas, mientras miraba de vez en cuando por encima del hombro para asegurarse de que no les perseguían, y huyó con todas sus fuerzas.

Frenaron al cabo de poco y Robert se apoyó contra una pared, recuperando el aliento. Ella se pasó una mano por el cuello, algo sudoroso, y se esforzó por normalizar su tranquilización. Entonces el autoproclamado príncipe la miró.

Creo que debería darte las gracias, no sé qué quieren esos de mí, pero alguien que me ayuda y luego me hace preguntas no me inspira confianza.

Dicho esto rió con ganas. Fátima se mordió la lengua. ¿Debía tomárselo como una advertencia? Optó por considerarlo como tal y alzó las comisuras de los labios, dándole la razón con un asentimiento.

Y menos ese tipo, ¿viste su pelo y su cara? ¡Blancos! ¡Y los ojos rojos! Daba muy mala espina.

«Uy, si supieras», pensó con ironía. Robert no había visto la verdadera mala espina que podía dar Adam.

Por cierto, me llamo Robert, no sé si lo oíste. Seguro que sí —Le tendió la mano y Fátima se la estrechó con firmeza, intentando dar buena impresión. Iba a comentarle que sí, que lo había escuchado, pero él volvió a adelantarse. ¿De verdad estaba sin aliento?—. ¿Y dónde aprendiste a hacer eso, lo del agua? ¿Eres un brujo o algo así? No te preocupes, no soy supersticioso.—Reforzó la frase alzando las manos.

Fátima respiró hondo, recordando su encontronazo con Jack Sparrow. Miguel y Tulio sí que eran supersticiosos y les costó confiar en ella. Sin embargo, el pirata había sido mucho más práctico. Le vendría de perlas que Robert también lo fuera, pero no podía arriesgarse. Así que…

Me enseñó mi madre—afirmó—. Sí, soy un brujo. Y eso que has visto no es mi mejor hechizo. Pero —llegados a este punto se esforzó por imprimir emoción a su voz. Abrió mucho los ojos y dijo con vehemencia—: ¡no es nada en comparación a lo de esos demonios! ¿Cómo lo has hecho? Porque has sido tú, ¿verdad? ¡Es increíble! ¡Con razón estabas tan tranquilo! Sabía que algunos piratas entendían de estas cosas, pero no me esperaba que nadie pudiera hacer nada como… como eso. ¿Y de verdad eres el hijo del Rey del Puerto? Es que, vaya, es demasiado bueno para ser cierto, me cuesta creerlo.

Lo contempló con toda la admiración que fue capaz, como si estuviese ante una gran celebridad, y continuó diciendo, intentando demostrar que se esforzaba por controlarse:

Y no hay gracias que dar. Más bien te las tengo que dar yo a ti. Esos tipos eran… Eran raros. Y bueno, es gracioso que lo diga yo… Es que no parecía que les asustaran las criaturas negras… Así que asumí que eran peligrosos. Pero te las habrías apañado bien—añadió, volviendo a mirarle intensamente. Entonces carraspeó, dio una patada a una piedra que había cerca y añadió—. Así que gracias. De verdad. Por cierto, me llamo Vaan.—Se quedó un momento callada, pensando si no se estaría pasando, y añadió con con una sonrisa medio tímida—:¿Tengo que llamarle de usted o…? Es que acabo de llegar a Tortuga, no entiendo de estas cosas, lo siento.

Y cerró la boca. Ya había dicho demasiado; le había parecido que Robert era un chico pagado de sí mismo, al que le gustaba que la atención recayera sobre él. Así que fingir admiración era lo único que se le ocurría para ganarse su confianza o, al menos, para que no saliera corriendo de buenas a primeras.

Si con eso no lograba nada, suponía que tendría que resignarse a volver a perseguirlo, intentando no llamar demasiado la atención… Pero esperaba, de verdad, que le diera una oportunidad. Ahora que se habían librado de Bastión Hueco no podía perder de vista a un contacto tan bueno con el Rey del Puerto.

Además, estaba el tema de los Sincorazón. Tenía que averiguar qué estaba pasando.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor 15nuxalxv » Dom Mar 08, 2015 8:49 pm

La propina causó el efecto deseado. Cuando el tabernero se dispuso a servirme, me senté frente al pirata, quien no dio muestras de parcatarse de ello, limitándose a beber ron y tomar sopa. Sin embargo, sí conseguí que me atendiera tras mis palabras, escrutándome con la mirada mientras me servían mi menú. No podía compararse con los menús de Higashizawa, pero tampoco le hice ascos. Bebí un moderado trago de ron (ya lo había probado antes, y era bastante resistente al alcohol; pero aún así tuve que disimular una mueca) y probé la sopa, mientras el hombre me atravesaba con sus pupilas, como si yo fuera un fantasma no presente del todo. Me recordó a un invidente.

Joshamee Gibbs, señor... Joseph. Yo tuve un amigo que se llamaba así. Servía en la Marina de su Majestad...—Bebió por segunda vez. Yo lo miré, sin añadir nada—. No duró mucho, se hizo pirata —Mientras ambos comíamos, yo lo miraba de vez en cuando, esperando a que fuera al grano. Al fin pareció reaccionar de alguna manera—. ¿Importante, muchacho? ¿Qué puede ser más importante que la mar? —Volvió al ron—. ¡Oye, Richard, este chico quiere ver al Rey!

¿Me habré equivocado?

Pues que haga cola como todos.

Richard, que debía ser el dueño de la taberna, resopló mientras limpiaba la mesa de dos piratas, que estallaron en carcajadas. El señor Gibbs también reía, y yo dibujé media sonrisa, algo incómoda, mientras me frotaba las manos en el pantalón. No me había dado cuenta hasta entonces, pero estaban sudando. Joshamee se inclinó hacia mí y, en voz baja, me dijo:

No les hagas caso y sube esas escaleras.

Indicó con un movimiento de cabeza una escalera de madera que subía hacia el primer piso. Pude vislumbrar, además, un pequeño pasillo que conducía a otro, que se perdía entre las sombras.

Tienes suerte, muchacho, al contrario que el rey Francis, Henry es bastante accesible.

¿Ya está? ¿Así, tan fácil? No lograba creérmelo del todo.

Gra… Gracias, señor Gibbs —me despedí mientras me levantaba—. Puede terminárselo si quiere —añadí, señalando con un ademán el ron y la sopa.

Tras echar un vistazo a mi alrededor, me dirigí a las escaleras y comencé a subirlas. Nadie me dijo nada. Avancé hacia el corredor, que estaba en penumbra, sólo alumbrado por una ventana que dejaba pasar luz. Miré las diversas puertas que desfilaban ante mí. Sólo una estaba abierta.

Anduve hacia ella, aguzando la vista y el oído. Distinguí levemente una melodía, de lo que parecía un instrumento de cuerda. No hubiese sabido decir cuál, no tenía mucha experiencia en ese campo. Lo cual, era una verdadera pena.

¿Será aquí? Las demás parecen estar vacías.

De pie frente a la puerta, cogí aire y me asomé. Era la hora de la verdad.

Me encontré con una estancia bastante descuidada si la comparábamos con las de Tierra de Partida (aunque si lo hacíamos con otras de Port Royal que había visto, era un palacio): la cama deshecha con ropa sin doblar por encima, una mesa con un estuche de violín abierto y dos botellas de ron… En el centro había un hombre, el supuesto Henry. El Rey del Puerto.

Me fijé en su cabello de fuego y su cuidada ropa. Sin duda, no era un hombre corriente. Sin saber por qué, recordé las supersticiones que asociaban a los pelirrojos con la brujería y el diablo. Si de verdad era un rey pirata, le vendría como anillo al dedo.

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Aún no había decidido que hacer cuando el hombre acabó su canción, con una nota estridente y una blasfemia. No me extrañó que hubiese notado mi presencia cuando habló, pese a no girarse:

No te quedes ahí quieto, ni callado, el silencio me pone nervioso —Suspiró y se volteó, guardando el violín en su estuche y agarrando una botella de licor, que no bebió hasta sentarse en la cama. Mientras tanto, yo entré y avancé un par de pasos, cerca de la puerta—. Bien, ¿qué se te ofrece, chico?

¿Se supone que tengo que llamarlo Alteza?

Bueno, yo… —Tragué saliva—. Estoy buscando un barco. No uno cualquiera, un barco pirata. Verá, señor… Rey, estoy muy... seguro —A punto estuve de usar el femenino, pero recordé a tiempo— que tiene que ver con los ataques... demoníacos que están habiendo en los últimos tiempos. Si me permite explicarle… —Lo miré antes de continuar.

>>Bien. Dicho barco siempre atraca en los lugares donde tienen lugar los ataques. No sabemos exactamente cómo ni porqué, pero parece ser que de algún modo, sea el causante de ellos. Que invoque a las criaturas.

Esperé a que asimilase la información y seguí, con algo más de confianza:

>>Necesito encontrar el barco para averiguar qué está pasando y, a ser posible, terminar con aquello que genera a los engendros. He escuchado hablar de usted, y… ¿Quién mejor que el Rey del Puerto podría saber algo acerca del barco? Así que si tiene alguna información de utilidad, le estaría muy agradecido. Estoy seguro que podremos… Llegar a un trato que nos satisfaga a ambos.

Si algo estaba claro, era que aquello no iba a salirme gratis. Pero ahora que había llegado hasta allí, no podía abandonar.
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Ronda #5 - Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Astro » Dom Mar 08, 2015 9:38 pm

¡Te pillé!

De una violenta patada, la última de las sombras se deshizo en pequeñas motas de oscuridad. Vale, aquello había sido muy fácil, ese tipo de ojos amarillos no daban nada de guerra. ¿Qué tal les habría ido a los demás?

Mal.

Cuando Adam levantó la vista, lo que se encontró fue para echarse a reír. Simbad estaba levantándose del suelo, completamente empapado, y Lastic no se había movido del sitio, casi como si estuviera paralizado. Encima, no había rastro alguno del mocoso rufián. Pues qué bien.

El vampiro fue a abrir la boca para protestar, pero fue interrumpido cuando una voz sonó a su espalda.

Vaya, parece que el principito se os ha escapado.

¿Ah? ¿Quién...?

Una mujer había aparecido como de la nada, observando a los aprendices con un semblante serio. Tenía el pelo y los ojos de un azul intenso, y desprendía un aura de frialdad que casi recordaba a Nanashi. ¡Igual eran primas o algo por el estilo!

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Perdonad que os asalte de esta forma, pero hace tiempo que también quiero atrapar a ese granuja y he tenido el placer de presenciar vuestras... habilidades. —Adam esbozó una sonrisa cuando la mujer le miró a él—. Me gustaría proponeros una asociación temporal para capturarlo y eliminar la amenaza de los demonios negros. Tengo ciertas aptitudes para encontrarlo.

¿Qué tipo de habilida...? Ooooh.

Con una mueca de desagrado, observó el orbe que había aparecido en la palma de la mujer. Sí, vale, ahí se podía ver al rufián corriendo, y seguramente sería útil para encontrarlo, pero la magia y Adam nunca se llevaban bien. ¡Maldita magia!

¿Qué decís?

Cruzado de brazos, el chupasangre miró de arriba a abajo a la mujer, indeciso. ¿Se suponía que tenían que confiar en ella? En el fondo le daba igual, mientras pudiera encontrar algo a lo que golpear o morder, pero incluso para él aquello resultaba sospechoso. Además, nadie era tan bueno como para ayudar porque sí. Nadie.

En principio —Fue Simbad el primero en intervenir—, no sabemos quién eres, así que no tenemos por qué confiar en ti.

>>Es cierto que con tus habilidades podríamos cazarlo, y supongo que no nos vas a decir tus intereses, pero tampoco podemos estar seguros de que no nos traicionarás, al igual que tú tampoco deberías estarlo hacia nosotros; así que probablemente nos estés dirigiendo hacia una trampa. —Sí que hablaba este tío, dándole vueltas al tema—. Danos una prueba para que confiemos en ti y saber que tu intención es real; y entonces te ayudaremos.

Traducción, que nos demuestres que podemos fiarnos de ti y esas cosas —comentó Adam, rascándose la cabeza—. A mi me da igual mientras encontremos al mocoso y a los ojos amarillos que salen a su alrededor, pero así nuestro querido líder se quedará más tranquilo.

Señaló con descaro a Simbad, echándole el marrón a él.

>>Podrías comenzar diciendo quién eres y por qué quieres atraparle, ¿de verdad quieres eliminar a esos demonios? Entonces, tendrás que explicar ciertas cosas.

Yo soy Adam.

La idea de marcharse él solo a buscar al rufián se le pasó por la cabeza, pero aquel sitio olía tanto a mar que su olfato no servía para nada, y fijo que acababa perdido entre las calles. ¡Y tenía ganas de machacar sincorazón! En aquel momento, su mejor baza era que la Nanashi azul les ayudara a encontrarlo, aunque fiarse de una desconocida no era la mejor de las ideas.

Bah, a la porra con las malas ideas. Adam lo tenía claro, seguiría la mujer en busca del principito.
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Ronda 6

Notapor Tanis » Lun Mar 16, 2015 12:40 am

Jeanne


Henry levantó un poco las cejas al escuchar las primeras palabras de la historia de Jeanne y echó un trago a la botella de ron cada dos frases. No pronunció palabra y atendió con total atención. Cuando Jeanne terminó el cuarto se quedó en silencio, sólo roto por el ocasional ruido proveniente del piso inferior y alguna que otra gaviota de fuera.

Henry le echó el último trago a su botella, se levantó de la cama y caminó hasta la puerta, la cual cerró justo a la espalda de la aprendiza. Después dejó la botella vacía en la mesa y cogió la otra. Se quedó apoyado contra el canto de la tabla de madera, mientras le echaba el primer trago a la nueva botella y observaba a Jeanne.

Deduzco que eres uno de los cazadores de demonios negros de Ronin, ¿no es así? Lo digo porque normalmente la gente no quiere acercarse a ellos, ni tener nada que ver con barcos que provocan su aparición. Y ese hombre lleva tiempo intentando cazar ese... buque del que hablas.

El rey sonrió débilmente y bebió, pensativo.

Está bien, te contaré lo que sé y a cambio yo te pediré un favor. La plaga de monstruos no nos hace ningún bien, ni a mí ni a la isla, y quiero que Tortuga sea un lugar seguro para mis hermanos.

Por supuesto Jeanne sabía que Henry se refería a los piratas con ese «hermanos».

El barco que buscas no es un navío corriente. Es una nave de velas negras, tripulada por almas en pena y capitaneada por un hombre tan malvado que ha sido expulsado del mismísimo Infierno — El hombre hizo una pausa seria, pensando con verdadera preocupación por el asunto—. Lleva atacando barcos y poblaciones durante más de diez años... Donde atraca para el saqueo aparece una multitud de esos demonios y nunca dejan supervivientes. No sé quién es el que cuenta estas historias, pero seguro que has oído hablar alguna vez de la Perla Negra.

En cuanto Henry pronunciara el nombre, a Jeanne se le encendería la lucecita. Porque una cosa era escuchar vaguezas como las de Ronin, y otra muy distinta tener un nombre. Incluso ella, tan joven, que ya llevaba tiempo fuera del mundo de Port Royal, recordaría la notoriedad de ese barco, cuyas historias se murmuraban de vez en cuando en las calles, en su antigua casa, en todas partes, de cada vez que perpetraba un ataque.

Pero no sé mucho más, son piratas temidos entre los piratas porque dicen que están malditos y que esa es la razón de que aparezcan los monstruos. No se conoce que ruta siguen o cuál es su próximo objetivo. Sabemos que atracan en la Isla de Muerta, pero esa isla... nadie sabe dónde está excepto los que ya han navegado hasta allí alguna vez. Si quieres un consejo, hijo... No intentes perseguir a la Perla, deja que sea ella la que vaya a ti.

Henry le echó otro trago a la botella con la mirada fija en Jeanne.

No sé cómo pretendes combatir esto tú solo, pero mientras no te metas en mi terreno, me da igual. En cuanto al favor que mencioné al principio...

El rey lanzó la botella, esa segunda botella ya vacía, a Jeanne para que la atrapara.

Vete y tráeme unas cuatro de estas.

Y antes de que a aprendiza pudiera replicar, el hombre retomó el violín y empezó a tocar otra vez, haciéndole un gestito con la mano para que fuera cuanto antes. La verdad era que el recado no era complicado en lo absoluto, a cambio de tan jugosa información. ¿Todos los reyes eran así de... excéntricos o permisivos? Jeanne había conseguido bastante información, quizá no todo lo halagüeña que quería, pero ahora tenía libertad para buscar a Fátima y poner en común todo lo que Henry le había dicho y pensar en qué hacer a continuación.

Y de paso pagar al rey con ron.

Fátima


No, por Dios, no me llames de usted, que no soy un viejo cascarrabias como mi padre. Puedes llamarme Robert, o Rob, Rob suena muy bien, ¿no te parece?

Poco a poco parecía que el chico iba recuperando el aliento, allí sentado sin preocuparse de extraños perseguidores, aunque de cuando en cuando miraba a cada lado del callejón. Al poco rato soltó un suspiro y se levantó, volvió a mirar a ambos lados de la calle y le hizo una seña a Fátima con la cabeza antes de echar a andar hacia el extremo sur. Quería que le siguiera.

En realidad... ¿te puedo contar un secreto, Vaan? —Antes de que Fátima pudiera acercarse a él, el muchacho le acercó por si mismo pasandole el brazo por los hombros y la arrastró un poco contra un soportal cerrado. No había nadie, pero el chico de pronto pareció... asustado—. Creo que eres de fiar, y como eres brujo sabrás de estas cosas, de invocaciones y eso... No me las habría apañado bien, ¿sabes? —Robert volvió por tercera vez a mirar en derredor y carraspeó—. Yo no hice nada. No controlo nada, ellos aparecen cuando estoy en peligro, o me amenazan o... La gente se piensa que estoy maldito, o que soy un hechicero vudú y esas mierdas, y esa reputación le está perjudicando a mi padre, a nadie le gusta que el Rey del Puerto tenga un hijo maldito, ¿no crees? A mí me daría igual, no soy supersticioso, pero...

Robert se mordió el labio y gimoteó por lo bajo y esa fachada de chico seguro de si mismo, egocéntrico y prepotente se esfumó, y sólo quedó un mocoso atemorizado de si mismo y sus circunstancias.

No sé qué hacer para que pare, Vaan... Di que puedes ayudarme a que pare, y que no aparezcan más bichos de esos, por favor, por favor...

La súplica era real, Fátima notaría que ese chico de verdad estaba desesperado por quitarse eso de encima y que no sabía cómo. Fátima había averiguado algunas cosas y bastante importantes, pero ahora podía tener nuevas preguntas. Sabía que Robert pensaba que él no invocaba nada, pero sí era cierto que aparecían sincorazon de forma muy conveniente cuando más lo necesitaba. Sabía también que la gente pensaba que estaba maldito y por las experiencias que la aprendiza ya tenía de Port Royal, era una posibilidad igualmente tangible. Y si estaba maldito y esa maldición era la que invocaba sincorazón, tal vez tuviera bastante mas que ver con el asunto del barco de lo que pensaba.

¿Qué haría ahora? Bien podía aceptar ayudarle y llevárselo consigo y con Jeanne hasta que solucionaran el embrollo. Así podría tenerlo controlado. La cuestión era: ¿Dónde estaría Jeanne? ¿estaría con el rey? Robert era su hijo, él sabría dónde estaba... No podía moverse libremente por la ciudad con Bastión Hueco pululando, aunque alguien que la conociera... sí que podría.

Simbad, Lastic, Adam


La mujer contempló tanto a Adam como a Simbad con una satisfacción fría y calculada, como si ella esperase que respondieran de esa forma. Miró por el rabillo del ojo a Lastic, y al resto del puerto que ya apenas les prestaba atención y esbozó una sonrisa.

Es una placer, Adam, y líder de Adam. Mi nombre es Ilua. Como bien pensáis, mis intereses son mis intereses y no tengo por qué contárselos a nadie, pero ya que queréis una prueba de confianza...

Se acercó a paso lento a Adam, el cual le parecía a ella mucho mejor tratable y fácil de convencer que Simbad. Se quedó a escasos centímetros del vampiros y Adam, que de por sí era un ser frío y muerto, sentiría un aura gélida que emanaba de Ilua.

Quiero atraparle porque tiene algo que me robó. Desde entonces su maldad es tal que han empezado a aparecer demonios a su alrededor cada vez que alguien o algo le amenaza, y yo no puedo destruirlos. El Rey ofrecerá una gran recompensa si logramos —La mujer hizo énfasis en la palabra «logramos»— que su hijo deje de causar el caos en Tortuga. Esta isla es mi hogar, y mi refugio, y haré lo que sea necesario para librarla de esos monstruos.

>>Podéis aceptar esas razones o no, si os interesa seguidme, si no... ya encontraré a alguien más que esté dispuesto a ayudarme.

Ilua les echaría una última seria mirada antes de separarse de Adam y echar a andar hacia las calles por las que anteriormente había huido Robert. Sus tacones resonaron hasta que estuvo demasiado lejos como para que se oyeran. De ellos dependía si seguirla o no. Bien podían no confiar en ella de ningún modo e intentar buscar o averiguar más cosas por su cuenta, o ir con ella y aprovecharse de su magia.

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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Suzume Mizuno » Mié Mar 18, 2015 4:29 pm

No, por Dios, no me llames de usted, que no soy un viejo cascarrabias como mi padre. Puedes llamarme Robert, o Rob, Rob suena muy bien, ¿no te parece?

Fátima soltó una risa cortés, asintiendo, aunque para sus adentros se preguntaba cómo había conseguido ese chico tener la autoestima tan alta. Quizás debería pedirle consejo.

A continuación vino un silencio que se fue volviendo incómodo lentamente mientras ambos recuperaban el aliento. Cuando Rob se incorporó y le hizo un gesto para que avanzaran juntos por una calle, aliviada por haber superado la «prueba» —al menos de momento— se apresuró a ir tras él intentando mantener la expresión de admiración.

Pero había algo diferente. Como si el silencio se hubiera llevado por delante el buen humor del joven.

En realidad... ¿te puedo contar un secreto, Vaan? —De pronto, Robert le pasó un brazo por los hombros. Se puso tensa, preguntándose si le clavaría un puñal soltando alguna frase lapidaria. En su lugar, la arrastró hacia un soportal. Se había puesto pálido, como si estuviera asustado. Muy asustado—. Creo que eres de fiar, y como eres brujo sabrás de estas cosas, de invocaciones y eso... No me las habría apañado bien, ¿sabes? —Arqueó mucho las cejas. Eso sí que no se lo había esperado. El chico parecía una persona completamente diferente; su seguridad había desaparecido de un plumazo y miraba a su alrededor con angustia, temeroso de que alguien los escuchara—. Yo no hice nada. No controlo nada, ellos aparecen cuando estoy en peligro, o me amenazan o... La gente se piensa que estoy maldito, o que soy un hechicero vudú y esas mierdas, y esa reputación le está perjudicando a mi padre, a nadie le gusta que el Rey del Puerto tenga un hijo maldito, ¿no crees? A mí me daría igual, no soy supersticioso, pero...

Entonces Robert empezó a gemir como un niño y Fátima sintió que algo se le deshacía por dentro. A la vez intentaba asimilar toda la información que le había soltado de golpe. ¿Que no controlaba a los Sincorazón? Eso era un dato muy interesante, en especial porque a él no le habían atacado. Es más, decía que le protegían. Nunca había escuchado nada sobre esa clase de comportamiento…

No sé qué hacer para que pare, Vaan... Di que puedes ayudarme a que pare, y que no aparezcan más bichos de esos, por favor, por favor...

Fátima experimentó una oleada de compasión y, antes de darse cuenta, le puso una mano en el hombro y le dio un apretón. De no haber recordado en el último segundo que se suponía que era un hombre,lo habría abrazado. En su lugar le dio unas palmadas en la espalda, intentando reconfortarlo, y dijo:

Haré lo que este en mi mano, Rob. No te preocupes, lo solucionaré.—Le buscó los ojos y le dedicó una sonrisa de ánimo—. Gracias por decírmelo.

«Y ahora tendrás que cumplir tu promesa y no sabes si vas a poder hacerlo, ¿verdad?», se dijo. «Pero no podía quedarme mirando. Y si no fuera mi objetivo, habría actuado igual».

O al menos eso quería creer.

Por otra parte, se esforzó por contener un incipiente entusiasmo. No debía de llevar dos horas en Port Royal y ya había encontrado una pista increíble sobre los Sincorazón. Claro que Rob podía estar mintiendo, pero su miedo, su súplica, le habían parecido sinceros. E incluso si fuera un consumado actor, necesitaba no perderle de vista. Se colocó mejor el pañuelo que llevaba en torno a la cabeza y respiró hondo. ¿Qué tenía que hacer ahora?

«Jeanne. Tengo que encontrar a Jeanne. Pero antes…».

Rob, voy a buscar a un amigo que también es un hechicero. Quizás entre los dos podamos resolverlo. Sin embargo, primero necesito que me respondas a unas preguntas.—Dejó caer un silencio, mirando al joven pirata y organizando lo que quería saber—. Para empezar, ¿hace cuánto que empezaron a aparecer?—No podía ser mucho, ya que a pesar de estar tan asustado, Rob mantenía bastante bien el tipo. Además, había hablado en presente al decir que los rumores estaban perjudicando ahora a su padre. Quería creer que, por fuerza, tenía que estar relacionado con su misión, pero tampoco podía precipitarse. Se detuvo un momento y la imagen de la Espada de Cortés brilló con fuerza en su mente—. ¿Has cogido algún… objeto o algo? ¿Un pergamino, un colgante, un arma? ¿O crees que puede haberte esto hecho algún enemigo tuyo o de tu padre? ¿Alguno que creas que podría tener los suficientes conocimientos para realizar una maldición?—Aguardó su respuesta y esperando sonar convincente y segura de sí misma; Rob estaba buscando alguien en quien apoyarse, estaba desesperado, así que si conseguía demostrarle que tenía los medios necesarios para salvarle, no se alejaría de ella—. Si nunca te había pasado algo así antes lo único que se me ocurre es que hayas hecho algo que haya provocado que aparezcan esos demonios, así que piénsalo bien. Céntrate en lo que pudo pasar cuando aparecieron las criaturas. Y no te preocupes, se puede eliminar. Sea lo que sea.—Le prometió.

Tenía el convencimiento de que tenía que ser un objeto porque no se le ocurría ningún hechizo o magia que pudiera proteger a una persona normal con Sincorazón. A menos, claro, que fuera esta persona la que los manejara, como ocurría con Ragun, pero Rob no tenía ningún talento mágico. La otra opción era que hubiera alguien manipulándolos y protegiendo a Robert. No había que descartar la opción, por supuesto, pero… Bueno, primero escucharía y luego sacaría conclusiones.

He oído que existe cierto barco que va acompañado de estas criaturas—continuó—.Que allá donde atraca, aparecen. ¿Te suena de algo? ¿Crees que podría tener algo que ver?—intentó controlar su ansiedad. Si eran temas separados entonces supondría un problema, porque ella debía seguir pistas que la condujeran a resolver la misión, pero no iba a dejar al pobre chico tirado. No con un comportamiento tan extraño de Sincorazón.

Cuando Rob terminara de responder, Fátima asentiría, se quedaría un rato pensativa y luego diría:

Me imagino que no quieres acercarte a sitios donde haya mucha gente pero, ¿crees que podrías llevarme hasta tu padre? Mi amigo me dijo antes de que nos separáramos que quería verlo y no se me ocurre otro lugar donde buscarlo.—Miró hacia atrás y añadió—: Esos tipos de antes puede que quieran buscarte. Sobre todo el de los ojos rojos, así que tampoco podemos quedarnos quietos mucho tiempo. ¿Te parece bien?

Aguardó su respuesta algo impaciente. Parecía que por fin había encontrado algo y no quería arriesgarse a toparse una vez más con la gente de Bastión Hueco. Tenía que poner a Rob a salvo y reencontrarse con Jeanne cuanto antes.
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor xXOrbOOkXx » Vie Mar 20, 2015 5:07 pm

La mujer nos contempló como si fuera un glaciar. Pero con muda satisfacción que no me pasó desapercibida. Estaba claro que Adam quería seguirla a costa de todo, y yo estaba por ceder. Si queríamos encontrar rápido a nuestro objetivo no tendríamos más remedio que confiar en ella.

Es una placer, Adam, y líder de Adam. Mi nombre es Ilua. Como bien pensáis, mis intereses son mis intereses y no tengo por qué contárselos a nadie, pero ya que queréis una prueba de confianza...

Se acercó a Adam, tal vez porque se mostraba menos reacio a colaborar. Era lista, había que admitirlo, y aquello no me gustó en un pelo.

No soy el líder —aclaré con desgana. Y no lo era. Si Adam quisiera irse por otro camino en desacuerdo conmigo, no se lo impediría y no tenía por qué obedecerme.

Quiero atraparle porque tiene algo que me robó. Desde entonces su maldad es tal que han empezado a aparecer demonios a su alrededor cada vez que alguien o algo le amenaza, y yo no puedo destruirlos. El Rey ofrecerá una gran recompensa si logramos —hizo énfasis en el plural— que su hijo deje de causar el caos en Tortuga. Esta isla es mi hogar, y mi refugio, y haré lo que sea necesario para librarla de esos monstruos.

Arqueé una ceja, preguntándome qué podría haberle robado y por qué el Rey actuaría en contra de su hijo; los reyes actuaban por despecho, y si tenían una forma de crear miedo hacia la población, bien podía ser esa una de las mejores formas. También estaba el misterio del manguerazo de agua que me habían disparado, y ya que había pedido nuestra ayuda, era improbable que hubiera sido ella. Una sospecha se hizo creciente en mi mente, pero era temprano para confirmarla.

Pensé que lo que le había robado era un objeto mágico o algo parecido que podría atraer a los Sincorazón y en tal caso, el por qué ella poseía semejante objeto. ¿Decía realmente la verdad?

Ilua se dispuso a irse, pero antes me dirigiría a Adam.

¿Lo estás deseando, no? —Le pregunté, refiriéndome a seguir a Ilua. Me encogí de hombros y anduve tras ella—. Supongo que podemos aprovecharnos de sus poderes. Pero no hay que bajar la guardia.

Acto seguido, intentaría alcanzar a la mujer mientras seguía andando. Estaría a una distancia prudente para por si se le ocurría atacarme y le miraría a los ojos desde mi altura, serio pero no amenazador.

¿Qué poderes posees, aparte de la localización del objetivo? Quizá podamos hacer algún plan.

Si por alguna razón iba a transformarse en una enemiga, habría que estar preparado. Si Adam estaba escuchando y quería interrogarla también, sería otro punto a favor.
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