[Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Adam, Lastic, Simbad & Jeanne + Fátima

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Ronda #6 - Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Astro » Lun Mar 23, 2015 1:10 am

Es una placer, Adam, y líder de Adam. Mi nombre es Ilua. Como bien pensáis, mis intereses son mis intereses y no tengo por qué contárselos a nadie, pero ya que queréis una prueba de confianza...

No soy el líder —se apresuró en aclarar Simbad.

Líiiider ♪ —tarareó Adam, sonriendo con picardía.

La mujer se acercó despacio al vampiro, mostrándose tranquila, como si quisiera demostrar que iba con buenas intenciones. Pero lo más extraño de todo era... Que transmitía frío, como su tuviera a su alrededor un aire helador. Y sentir un frío como ese, para un vampiro, era raro. ¡Muy raro!

Quiero atraparle porque tiene algo que me robó. Desde entonces su maldad es tal que han empezado a aparecer demonios a su alrededor cada vez que alguien o algo le amenaza, y yo no puedo destruirlos. El Rey ofrecerá una gran recompensa si logramos que su hijo deje de causar el caos en Tortuga. Esta isla es mi hogar, y mi refugio, y haré lo que sea necesario para librarla de esos monstruos.

El principito mocoso ha sido malo, lo pillo.

>>Podéis aceptar esas razones o no, si os interesa seguidme, si no... ya encontraré a alguien más que esté dispuesto a ayudarme.

La respuesta parecía obvia. Aunque Simbad no tenía aspecto de estar muy dispuesto a ir con ella... O tal vez sí.

¿Lo estás deseando, no? —le dijo, señalando a Ilua y echando a andar hacia ella—. Supongo que podemos aprovecharnos de sus poderes. Pero no hay que bajar la guardia.

Espera, un momento. ¿Tenía la opción de quedarse solo y hacer lo que le diera la gana? Aquella idea, aunque más bien fue un impulso, se impuso sobre todo lo demás. El barco de la misión, el mocoso con los sincorazón, ya le daban igual. Le apetecía ir a darse una vuelta por la isla y hacer a su antojo. ¡Incluso podía convertirse en pirata por un día!

¿Pues sabes qué? —Adam dio unas palmaditas a Simbad en lo hombros, sonriendo de oreja a oreja—. ¡Toooda tuya! La magia me da mal rollo, de verdad, así que me voy a dar una vuelta por la isla a ver si averiguo algo... Sobre el barco, y eso. Chao~

Sin esperar una respuesta, y riendo por lo bajo por la emoción, el vampiro echó a correr hacia el interior de la isla, en busca de diversión, piratas y, por qué no, algo que llevarse a los colmillos.

¡Libertaaad!
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor 15nuxalxv » Lun Mar 23, 2015 10:16 pm

El Rey del Puerto me escuchó con total atención, bien algo sorprendido al principio. Sólo se interrumpía para llevarse a la boca la botella de ron. Cuando la acabó, se dirigió a la puerta para juntarla al marco; depositándola en la mesa. De fondo se escuchaban gaviotas y ruidos varios procedentes de la taberna.

Deduzco que eres uno de los cazadores de demonios negros de Ronin, ¿no es así? —Asentí algo sorprendida, aunque en cierto modo era de esperar que un personaje importante como él conociese al Maestro de Maestros—. Lo digo porque normalmente la gente no quiere acercarse a ellos, ni tener nada que ver con barcos que provocan su aparición. Y ese hombre lleva tiempo intentando cazar ese... buque del que hablas.

Me pregunté si Ronin y el pelirrojo habían hecho algún negocio anteriormente, aunque tampoco me importaba demasiado. Seguí escuchándolo con atención.

Está bien, te contaré lo que sé y a cambio yo te pediré un favor. La plaga de monstruos no nos hace ningún bien, ni a mí ni a la isla, y quiero que Tortuga sea un lugar seguro para mis hermanos.

También era cierto que, después de todo, si nos librábamos de los sincorazón ya le estaba haciendo un favor. Aunque no lo mencioné, tampoco quería parecer irrespetuosa ante un hombre tan (creía yo) influenciador en Tortuga.

El barco que buscas no es un navío corriente. Es una nave de velas negras, tripulada por almas en pena y capitaneada por un hombre tan malvado que ha sido expulsado del mismísimo Infierno — Sin duda no estábamos ante bobadas. Los nervios y la indecisión volvían a aflorar en mí; los enterré en el rincón más recóndito de mi mente—. Lleva atacando barcos y poblaciones durante más de diez años... Donde atraca para el saqueo aparece una multitud de esos demonios y nunca dejan supervivientes. No sé quién es el que cuenta estas historias, pero seguro que has oído hablar alguna vez de la Perla Negra.

¿La Perla... Negra? ¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido?

Sentí cómo de pronto todo cobraba sentido. Un barco de velas negras tripulado por demonios saqueadores de puertos… Todo encajaba. ¿Cómo había podido olvidar todas las historias sobre tal espeluznante navío? Durante los últimos meses, era un tema muy usual en los puertos y calles de Port Royal.

Pero no sé mucho más, son piratas temidos entre los piratas porque dicen que están malditos y que esa es la razón de que aparezcan los monstruos. No se conoce qué ruta siguen o cuál es su próximo objetivo. Sabemos que atracan en la Isla de Muerta, pero esa isla... nadie sabe dónde está excepto los que ya han navegado hasta allí alguna vez. Si quieres un consejo, hijo... No intentes perseguir a la Perla, deja que sea ella la que vaya a ti.

Deja que sea ella la que vaya a ti… Repetí mentalmente su última frase, mientras él bebía su preciada bebida y me observaba.

No sé cómo pretendes combatir esto tú solo, pero mientras no te metas en mi terreno, me da igual. En cuanto al favor que mencioné al principio...

De súbito, el Rey movió su mano y lanzó hacia mí la botella. Reaccioné rápidamente (menos mal que había entrenado mis reflejos en Tierra de Partida) y me preparé para recibirla. Si se caía, se rompería en mil pedazos; igual que mi orgullo.

Vete y tráeme unas cuatro de estas.

Antes de poder preguntar nada, el hombre volvió a centrarse en su instrumento. Supe que era la hora de marcharme.

Bajé de nuevo a la taberna, echando un vistazo a toda la sala. Una vez encontrara al dueño, me acercaría a él y le diría:

El Rey me ha pedido que le suba cuatro botellas de ron. Si pudiera…

Una vez me las diera, volvería a subir las escaleras hasta la puerta del pelirrojo, y con sigilo las dejaría en el umbral de la puerta. No quería molestarle.

De nuevo en la planta baja, pensé en la información que había adquirido. La Isla de Muerta… ¿Quién querría hablarme de ella? Aunque tampoco esperaba que tuvieran un mapa, si de verdad sólo podían encontrarla aquellos que habían ido antes… No, lo mejor era por ahora buscar a Fátima y compartir con ella todo lo que había conseguido.

Me acerqué al tabernero para pagar lo que había pedido, me despedí de Gibbs (si seguía allí) con un leve movimiento de cabeza y salí del local con una sensación extraña. No acababa de creerme lo que acababa de pasar, todo había sido demasiado fácil. No me imaginaba para nada al Rey de los piratas… Así, tan singularmente tranquilo y condescendiente.

Decidí volver sobre mis pasos al lugar donde nos habíamos separado, era la forma más segura de encontrarla. Esperaba que no se hubiese marchado por otro camino...

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Ya te he mandado un mp, pero mil perdones igualmente D:
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Ronda 7

Notapor Tanis » Lun Abr 06, 2015 10:32 pm

Jeanne


El dueño de la taberna no tuvo problema en darle a Jeanne lo que le pedía, eso sí, refunfuñó bastante por lo alto sobre lo mucho que bebía el rey y lo poco que le agradecía a él mantenerle el buche lleno. Sin embargo se negó a cobrarle nada a la aprendiza.

Un rey honrado se paga su ron, muchacho —Fue lo que le dijo.

Gibbs, por el contrario, tenía la cabeza apoyada en la mesa, junto a su plato y jarra vacíos y murmuraba cosas ininteligibles. No dio cuenta de que Jeanne se iba. Desde la calle, ella podría oír el lamento del violín del rey, que continuaba tocando en el piso superior.

Regresar al lugar de donde había partido fue bastante sencillo. El puerto no estaba demasiado lejos y tampoco había callejeado demasiado como para perderse. Al llegar vería que la zona estaba despejada, sin ninguna pelea, altercado o cualquiera de esos aprendices de Bastión Hueco. Más allá todavía faenaban algunos marineros, pero el puerto estaba inusitadamente silencioso.

Y ni rastro de Fátima tras el improvisado parapeto que utilizaron antes.


Fátima


Robert observó la sonrisa de Fátima y correspondió con una propia más tímida, esperanzada. Escuchó las preguntas de la aprendiza atentamente, dispuesto a dar toda la información que pudiera para solventar su problema. La propuesta de ir a buscar a ese otro brujo, incluso pareció aliviarle.

Pues... —El muchacho se pasó la mano por el pelo, pensativo—. ¿Una semana, dos? No lo recuerdo bien, me parece una eternidad. La primera vez que aparecieron fue después de una partida de dados, cogí mi dinero, los otros tipos se enfadaron porque pensaban que había hecho trampas —El chico se encogió de hombros como si dijera que no era verdad, pero que tenían razones para pensarlo—. Nada del otro mundo, no había objetos raros en la apuesta —Entonces se palpó los bolsillos y sacó unas cuantas cosas que le fue poniendo a Fátima en las manos: Un reloj de bolsillo con unas cuantas abolladuras, una pequeña petaca de metal vacía, unas cuantas monedas de chelín y una moneda de oro sin señal de valor legal. En cuanto cogiera todo eso se daría cuenta de que uno de esos objetos albergaba un significativo poder oscuro—. En cuanto a enemigos... No, que yo sepa, mi padre es bastante carismático, o lo era hasta antes de esto. Y esa bruja, Ilua... Se supone que está colgada de mi padre —Robert emitió un bufido—. No es que sea bruja de verdad, hay rumores, pero creo que sólo se hace la interesante.

>>¿Crees que haya podido ser ella? A lo mejor sí que es bruja de verdad y me estoy colando. Igual me odia o algo...

Interrumpió sus cavilaciones personales para mirar a Fátima, después de que mencionara el tema de su misión. Alzó las cejas y entreabrió los labios antes de carraspear y mirar hacia otro lado.

Me suena. Es la Perla Negra, el barco maldito del capitán Barbossa. Si tiene algo que ver con lo mío estoy jodido —Robert chasqueó la lengua, preocupado—. Esos tipos... no sólo invocan sincorazón, también dicen que no pueden morir, como me tenga que enfrentar a ellos voy listo.

El joven no añadió nada más, dando a entender que no le agradaba hablar de esas cosas y asintió ante la ultima propuesta de Fátima, de reunirse con aquel amigo suyo y esconderse del demonio de ojos rojos. Sin decir mucho más, dejó sus posesiones sospechosas en manos de Fátima, se aseguró de que nada ni nadie les estaba espiando o pasaba cerca de nuevo y echó a andar a buen paso. Rehicieron el camino que habían recorrido antes a la carrera, pero no pasando directamente por el puerto.

Mi padre estará en su taberna de siempre, no le gusta mucho la casa del Rey.

Robert pasó de largo de la calle desde la que habían salido corriendo, pero si Fátima se fijaba en la larga calleja, vería aparecer por el otro recodo una figura familiar: Jeanne.

Simbad


Ilua meneó la cabeza al escuchar a sus espaldas la marcha de Adam, pero no le dio importancia tal y como había dicho. Mantuvo un paso firme y algo rápido aunque el aprendiz enseguida la alcanzara. Pronto dejaron atrás el puerto y los tacones de la mujer resonaron en el empedrado de las callejas. Miró de reojo a Simbad mientras le guiaba.

Probablemente gran parte de los tuyos, sin el añadido de esa gran... espada —contestó lacónica a su pregunta—. Para los crédulos leo el futuro en el agua o en las tiradas de huesecillos, se gana mucho dinero con ello.

La mujer se detuvo ante una puerta bajo un soportal. No se habían adentrado mucho en la ciudad, pero Simbad tampoco podría orientarse demasiado si no había ido tomando nota de los giros de calles. Ilua sacó una pequeña llave de hierro de su faltriquera y abrió la puerta, pasando antes que el aprendiz.

Adelante —diría desde el interior—, y cierra después de entrar.

En cuanto entrara Simbad, se encontraría con una estancia cuadrangular, una única habitación como casa, en penumbra. Una mesa pequeña y rectangular ocupaba uno de los lados junto con un par de sillas. Sobre ella descansaban algunos papeles, varios en blanco, otros cuantos doblados com osi fueran cartas, otros tantos arrugados y escritos; frascos vacíos y medio vacíos, cuencos con piedrecitas, huesecitos de animales y pinzas de cangrejos secas. Ramilletes de diferentes hierbas secas colgaban de las vigas del techo. En el extremo opuesto estaba la chimenea de la casa, apagada. Pegado a la pared contigua se encontraba un jergón, que era dónde ella debía de dormir por la noche, dónde reposaba un gato negro. Aquella casa, sobre todo para el folclore del Mundo de dónde procedía Simbad, era claramente el hogar de una bruja.

Ilua se acercó al animal y lo cogió en brazos para dirigirse luego a la mesa. La mascota ronroneó y apenas hizo gesto alguno para desasirse de los brazos de su dueña, pero sí que miró a Simbad con dos grandes y penetrantes ojos amarillos y bufó antes de saltar del regazo de la mujer y encararse al intruso.

Tranquilo, Fay, es un amigo —La voz de Ilua sonó mucho menos fría al hablarle al gato, quién retrocedió sin quitarle la vista de encima al muchacho. Ella tomó uno de los papeles doblados, lo abrió y extendió sobre la mesa, mostrándoselo a Simbad—. Esto es lo que me quitó.

En el papel se podía ver un dibujo, bastante intrincado y preciso, de un objeto.

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Como dije antes, no puedo enfrentarme a los demonios que invoca ese chico, he visto lo que hacen y me gustaría conservar mi vida. Tú, en cambio, sí puedes, así que te prestaré apoyo si llegamos a pelear contra él. Considero que el trato es justo: Tú lo capturas, yo me quedo mi objeto y tú al muchacho. Lo que hagas con él después no me interesa.

Era un acuerdo bastante justo, y ella no parecía malvada, más allá de querer pelearse contra el hijo del Rey de Tortuga. Sonaba sincera incluso para Simbad. ¿Debería seguir sospechando , negarse e investigar más por otro lado o aceptar? Parecía que después de todo, el peso de la misión iba a recaer sobre él, dada la desaparición de Adam y Lastic. Debía decidir.

Adam


Adam decidió irse por su cuenta a vivir aventuras por Tortuga. Probablemente se llevaría un castigo si Nanashi se enteraba de su cuasi deserción, pero de momento eso no iba a preocuparle. Era libre en Tortuga, bajo un sol ardiente y un viento húmedo y viscoso que le hacía pensar en respirar agua.

Sin embargo, Adam descubrió que una isla de piratas no era muy divertida durante el día. No encontraría grandes juergas, ni peleas. Quizá sí algún hombre durmiendo la mona en la cochiquera de su casa, en cualquier soportal vacío. También oiría de pasada conversaciones femeninas sobre lo tranquila que estaba Tortuga sin borrachos chillando a todas horas o sobre los precios que iban a subir por servicio...

El pobre vampiro se encontraría solo en medio de las calles sin mucho que hacer, salvo regresar sobre sus pasos, seguir andando o asaltar a algún pobre pirata dormido y aún borrachuzo para beberse su sangre.

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Fecha límite: 16 de abril.

Si queréis podéis hacer doble post para encontraros e interaccionar mientras no se haga metagame y se esté de acuerdo
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor xXOrbOOkXx » Mar Abr 07, 2015 2:34 pm

¡Pues yo me voy a la caza de Sincorazón rabiosos Adam, que pena que te lo pierdas! —Grité tras la partida de Adam y maldecí interiormente la huida del vampiro. Ya me lo cobraría más adelante.

Vi cómo Ilua negó con la cabeza, pero me apresuré ir tras ella. Se agotaba el tiempo. Tenía una misión que cumplir, y no iba a andarme con rodeos, ahora que parecía haberme quedado solo. Nos alejamos del puerto y nos adentramos en las calles de Tortuga, miré muy bien la dirección para no perderme; si se daba el caso de tener que salir corriendo,.


Probablemente gran parte de los tuyos, sin el añadido de esa gran... espada —contestó a mi pregunta—. Para los crédulos leo el futuro en el agua o en las tiradas de huesecillos, se gana mucho dinero con ello.

Reí con confidencialidad, aquella mujer se dedicaba a casi lo mismo que yo. Nos detuvimos bajo un portal, sacó una pequeña llave de hierro y abrió la puerta para pasar. Me indicó que cerrara la puerta y yo obedecí.

No sé por qué pero estaba totalmente tranquilo. La estancia era rectangular, oscura, con una mesa y varias sillas. Habían papeles doblados, en blanco y tanto arrugados y escritos. Frascos vacíos que podrían haber contenido cualquier tipo de sustancia venenosa. Cuencos con piedras, huesos y pinzas. Distintas hierbas colgaban del techo. Un gato negro descansaba sobre la cama. No me cabía duda alguna: si hubiera estado en mi Mundo, le habrían acusado de bruja, y habría sido quemada en la hoguera. Sin embargo, yo ya lo sabía con certeza: no era una mujer normal.


Tranquilo, Fay, es un amigo —Le dijo a su gato, el que había cogido de un camastro. Después me enseñó algo que había en un papel—. Esto es lo que me quitó.

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Como dije antes, no puedo enfrentarme a los demonios que invoca ese chico, he visto lo que hacen y me gustaría conservar mi vida. Tú, en cambio, sí puedes, así que te prestaré apoyo si llegamos a pelear contra él. Considero que el trato es justo: Tú lo capturas, yo me quedo mi objeto y tú al muchacho. Lo que hagas con él después no me interesa.

Entonces me di cuenta de que había estado siguiendo la pista equivocada todo el rato. Cogí el papel casi con ansia, como si una pieza de un rompecabezas hubiera encajado de repente. Miré a Ilua, y evalué la propuesta, pero yo ya no buscaba al muchacho. Me decidí a confiar en ella por una vez. Lancé una carcajada y negué con la cabeza. Me rasqué la perilla.

Es el objeto que atrae a los Sincorazón, esas criaturas —le dije con convicción y basándome en la frase que había dicho en la calle—. No sé para que quieres esto, pero creo que el muchacho es el menor de nuestros problemas ahora.

Estaba convencido de que el muchacho propio era el que atraía a los Sincorazón, pero aquello me confirmaba que no. Me imaginaba al chaval robándole a Ilua sin percatarse de que no era una moneda normal y corriente. Por tanto, el muchacho no tendría la certeza de por qué aparecen aquellos monstruos y yo no tenía la convicción de que tuviera la información de lo que estaba buscando. Sin embargo, yo estaba buscando un barco, el barco que había dicho Nanashi casi al comienzo de la misión, y aquél objeto estaba relacionado con él, no podía ser tal la coincidencia de que alguien con un corazón oscuro tripulase el barco y que paralelamente un niño estuviese haciendo de las suyas con una moneda encantada.

Ilua —comencé—. No busco al muchacho, y si lo que quieres es la paz para tu hogar, el chico sólo es una pequeña parte del juego. Hay un barco, un barco que está causando la destrucción con esas criaturas y tengo que encontrarlo por la seguridad de este sitio.

Negué con la cabeza, intentando ordenar mis ideas.

Tendrás tu moneda, no veo por qué no pueda conseguirla. —Aquello no era cierto del todo, pero podría colar—. Pero sólo se me ocurre un hombre que pueda decirme el paradero del barco del que te hablo: el Rey del Puerto. Así que te propongo algo mucho mejor: me llevas al Rey del Puerto, le interrogo para saber cómo se llama y dónde puedo encontrar ese barco, volvemos a por la moneda (que seguramente aún la tendrá el chaval) y todos obtenemos lo que queremos.

Le tendí una mano cómplice, casi saliendo por la puerta de las prisas. Casi había dado con la respuesta.

Sin embargo, supieras cualquier cosa sobre ese barco —le mostré la mirada más seria que supe poner—, te agradecería que me lo dijeras y nos ahorramos trabajo. Ya no queda tiempo. Puede que sea una situación de vida o muerte.
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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"Bastión Hueco" Choque de culturas (Encuentro)
"Bastión Hueco" Novatos bajo la lluvia (Primer encuentro - Saga Novatos)
"Tierras del Reino" El nacimiento de un príncipe (Trama)
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"Ciudad Inexistente" Dos velas para el diablo (Encuentro)
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"Evento Global" El principio del fin
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Suzume Mizuno » Jue Abr 09, 2015 2:55 am

Pues...¿Una semana, dos? No lo recuerdo bien, me parece una eternidad. La primera vez que aparecieron fue después de una partida de dados, cogí mi dinero, los otros tipos se enfadaron porque pensaban que había hecho trampas —Y probablemente con razón, pareció decir su gesto. Fátima no sabía si debía reírse o no, así que optó por asentir y prestar atención—. Nada del otro mundo, no había objetos raros en la apuesta —De pronto comenzó a entregarle objetos. Fátima se apresuró a extender las manos y examinarlos con el ceño fruncido. Un reloj de bolsillo que había vivido mejores tiempos, una petaca, monedas y una de oro con una calaverita muy desagradable. Tan rápido se lo dio todo que no tuvo tiempo de estudiarlos uno por uno, pero aun así notó que un escalofrío le trepaba por la espalda. Se le secó la boca. Allí había algo. No sabía cuál de todos, pero en esa chatarra estaba el motivo por el que aparecían los Sincorazón. Estaba convencida—. En cuanto a enemigos... No, que yo sepa, mi padre es bastante carismático, o lo era hasta antes de esto. Y esa bruja, Ilua... Se supone que está colgada de mi padre —Fátima apenas sí le oía, aunque agudizó el oído al escuchar la palabra «bruja»—. No es que sea bruja de verdad, hay rumores, pero creo que sólo se hace la interesante.¿Crees que haya podido ser ella? A lo mejor sí que es bruja de verdad y me estoy colando. Igual me odia o algo...

Fátima le interrumpió y le explicó lo de su misión, con el corazón acelerado. ¡Tenía que haber una relación! ¡Tenía que haberla! Para su regocijo, Robert pareció saber de qué estaba hablando.

Me suena. Es la Perla Negra, el barco maldito del capitán Barbossa. Si tiene algo que ver con lo mío estoy jodido —Fátima abrió mucho los ojos. La Perla Negra. ¡La Perla Negra! ¿De qué le sonaba? Porque era un nombre familiar. Muchísimo. Y estaba convencida de que lo había escuchado en Port Royal—. Esos tipos... no sólo invocan sincorazón, también dicen que no pueden morir, como me tenga que enfrentar a ellos voy listo.

¿A qué te refieres? ¿Cómo que no pueden morir?

Robert no contestó, claramente incómodo, y Fátima se tuvo que tragar las preguntas. Se dijo que eran meros rumores de piratas, porque lo importante, lo fundamental, era que había conseguido su objetivo. ¡Sabía a quién pertenecía el barco! Y además tenía entre esos objetos —a saber cuál era— uno de los cachivaches que probablemente estuvieran atrayendo a los Sincorazón. El príncipe además aceptó acompañarla y guiarla hacia donde estaba su padre, de modo que todo estaba yendo como la seda. Casi era demasiado bonito para ser verdad.

Mi padre estará en su taberna de siempre, no le gusta mucho la casa del Rey.

Tienes un padre peculiar, entonces—comentó, pensando que a ella le encantaría vivir, al menos durante un tiempo, en la casa de un rey. Después respiró hondo y dijo: —Creo que podría ser una de estas cosas, Rob. Noto... algo. Pero necesito un poco más de tiempo. Cuando encuentre a mi compañero lo examinaremos entre los dos. Y sobre el barco... No te preocupes, ¿de acuerdo? Lo primero eres tú, te lo aseguro.

Y hablaba en serio. ¡No iba a dejar al chico rodeado de Sincorazón sin saber qué era lo que lo provocaba! Cuanto más lo consideraba, más se daba cuenta de que había tenido mucha suerte de que no lo mataran. Tenía que encontrar qué era lo que les invocaba y alejarlo de Robert cuanto antes. Pero antes hablaría con Jeanne.

¿Y por qué esa... Ilua podría odiarte? ¿Te has metido en algún lío con ella?—dijo, recordando que había mencionado a una bruja. Cuanta más información pudiera recopilar, mejor, aunque le daba la impresión de que iba a ser un mero lío de faldas.

Doblaron por una calle y Fátima frunció el ceño, dándole vueltas una y otra vez a lo de la Perla Negra. A la vez toqueteaba, nerviosa, los objetos que Robert le había dado y que se había guardado en los bolsillos del pantalón. Por Dios, esperaba que nos e rompieran. ¿Dónde lo había escuchado? Un barco. Uno importante, uno que…

Soltó una exclamación y se detuvo en seco.

«¡Es el barco de Jack!»

¡El que había mencionado el capitán Vander! Jack lo estaba buscando, por eso quería la espada de Cortés. Porque había tenido algo que ver en la desaparición de su navío. Pero, un momento, ¿por qué lo tenía ese tipo, ese Barbossa o como se dijera su nombre…?

Entonces se fijó en una figura que se acercaba por una calle secundaria y el corazón le dio un brinco.

¡Je…!—Se mordió la lengua en el último segundo, tosió y trató de recordar el nombre que Jeanne le había dicho. Algo que empezaba por J. ¿Jean? No. ¿John? ¡No, ya se acordaba!—. ¡Joseph! ¡Robert, ven, es mi compañero!—Y echó a correr hacia Jeanne, incapaz de creer que estuvieran teniendo tanta suerte. Se detuvo a su lado y la examinó de arriba abajo, suspirando de alivio al comprobar que estaba bien—. ¿Encontraste al Rey? Ah, por cierto, te presento a su hijo. Rob, este es Joseph. Es mi compañero, el hechicero que te dije. Verás, Joseph, Rob tiene un pequeño problema que creo que podríamos resolver entre los dos. Tiene que ver con la aparición de los demonios. Creo que uno de estos objetos los atrae. Y… bueno, quizás… Podría estar relacionado con el barco —añadió, mirando de reojo a Rob, consciente de que la idea le pondría los pelos de punta. Hurgó en sus bolsillos y le mostró los objetos—. ¿Qué tal te ha ido a ti?

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Nuxal, si posteas pronto no me importaría responderte con otra ronda y que nuestros personajes se organizaran más o menos para ver qué hacer ^^
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor 15nuxalxv » Vie Abr 10, 2015 12:16 am

Una vez despachado el asunto de la taberna, me dispuse a volver al punto de partida, en el que había dejado a mi compañera. No fue muy difícil orientarme, recordaba el camino con más o menos exactitud. Y tampoco nos habíamos internado en las callejuelas demasiado. Me alejé del local, con la triste melodía del Rey como única despedida.

Cuando llegué, el puerto estaba insólitamente despejado. Ni rastro de Fátima, Bastión Hueco o el muchacho. Miré a mi alrededor con la esperanza de encontrarme con una cara conocida, pero fue en vano. ¿Dónde se habría metido Fátima?

Suspiré. Seguro que estaba bien, parecía más experimentada que yo. De quién debía preocuparme era de mí misma, después de todo. ¿Debía quedarme allí o lanzarme en su búsqueda?

Antes de poder decidir, escuché el nombre de mi padre gritado por una voz algo familiar. Me giré buscando su procedencia, y sonreí de alegría al ver a Fátima corriendo hacia mí. ¡Genial! Ya me había temido tener que buscarla por todo el puerto.

¡Vaan! —Corrí en dirección contraria a ella, hasta alcanzarla—. ¿Todo bien? —pregunté, mientras trataba de encontrar en sus ojos algún atisbo de problemas.

¿Encontraste al Rey? —Asentí, orgullosa de haber hecho algo útil—. Ah, por cierto, te presento a su hijo. Rob, este es Joseph —Incliné la cabeza como saludo, atareada en procesar todo lo que la Aprendiza me iba diciendo—. Es mi compañero, el hechicero que te dije —¿Hechicero? La miré algo extrañada, aunque lo disimulé lo más rápido que pude cuando comprendí—. Verás, Joseph, Rob tiene un pequeño problema que creo que podríamos resolver entre los dos. Tiene que ver con la aparición de los demonios. Creo que uno de estos objetos los atrae. Y… bueno, quizás… Podría estar relacionado con el barco —El barco… Debía hablar de la Perla Negra. Si ya lo sabía, tampoco tenía nada nuevo que contarle—. ¿Qué tal te ha ido a ti?

Observé curiosa aquellos objetos. No parecían nada del otro mundo, aunque me pregunté la procedencia de la extraña moneda. Pero sin duda, una presencia maligna estaba allí, la misma aura oscura que la de los sincorazón.

Miré a ambos cuando Fátima calló, mientras me rascaba el brazo inconscientemente.

Bueno, yo seguí a Gibbs, el pirata, hasta una taberna. La verdad, fue bastante fácil llegar hasta el Rey, y él tampoco dio muchos problemas —Por mi mente pasó el recuerdo del pirata tocando a su violín, entregando su alma en cada nota como sólo los artistas sabían hacerlo. Deseé aprender algún día—. Me habló del navío, de… La Perla Negra. Y de su tripulación… De malditos. Y, si es cierto que... lo están, puede que por ello se deba la aparición de... los demonios, aunque es sólo mi opinión. Y, esto… También nombró la Isla de Muerta, un lugar que no aparece en los mapas. Allí es donde atracan.

Arrugué la nariz. No me dejaba nada, que yo supiera.

Y, bueno, también… —dudé un instante— Me dijo que no intentara perseguir a la Perla, que dejase que fuera ella la que viniera a mí —añadí finalmente.

Me crucé de brazos, dando a entender que no tenía nada más que decir. Observé a mi alrededor un momento. Ahora debíamos trazar un plan, supuse. Me acerqué algo más a mi compañera, tratando de crear algo de intimidad. No tenía nada contra el chico, pero no quería reverlarle nada sin querer. Y después de todo, seguía siendo un desconocido, aunque Fátima pareciese confiar en él.

En cuanto al problema de… Rob —lo miré fugazmente antes de volver la vista a la joven—. Si uno de esos objetos provoca que... los sincorazón —murmuré aquellas dos palabras lo más bajo que pude, tratando que él no me oyese— aparezcan, tal vez sea un punto de unión con la Perla. Alguna relación con ella, ya sabes.

>>Sé que debemos destruirlo, pero… Podría llevarnos hasta el barco. Es solo una suposición, ¿pero qué más tenemos?

>>¿Tú qué opinas?

Sonaba algo rebuscado, pero un “mediador” (así los había llamado Ronin, que recordara) no era un objeto común, y si llevaban diez años asaltando Tortuga, tal vez uno de esos objetos estuviese relacionado con el barco.

Miré a Fátima, esperando su respuesta.
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Suzume Mizuno » Mar Abr 14, 2015 2:56 pm

Bueno, yo seguí a Gibbs, el pirata, hasta una taberna. La verdad, fue bastante fácil llegar hasta el Rey, y él tampoco dio muchos problemas —Fátima asintió, mirando de reojo a Rob por si le molestaba que hablarna así de su padre—. Me habló del navío, de… La Perla Negra. Y de su tripulación… De malditos. Y, si es cierto que... lo están, puede que por ello se deba la aparición de... los demonios, aunque es sólo mi opinión. Y, esto… También nombró la Isla de Muerta, un lugar que no aparece en los mapas. Allí es donde atracan.

Fátima se pasó una mano por el pelo y se colocó mejor el pañuelo. Rob también había dicho que estaban malditos. No, había dicho que «no podían morir». Y vaya, el lugar donde corrían a refugiarse se llamaba «Isla de Muerta». ¡Viva la ironía!

Y, bueno, también…

¿Sí? —La animó a continuar.

Me dijo que no intentara perseguir a la Perla, que dejase que fuera ella la que viniera a mí.

«Que la Perla venga a ella… ¿Pero cómo? ¿Y cuánto tendríamos que esperar?»

Entonces Jeanne se acercó a ella, para que Rob no las escuchara, y cuchicheó:

En cuanto al problema de… Rob . Si uno de esos objetos provoca que... los sincorazón aparezcan, tal vez sea un punto de unión con la Perla. Alguna relación con ella, ya sabes.Sé que debemos destruirlo, pero… Podría llevarnos hasta el barco. Es solo una suposición, ¿pero qué más tenemos?[/b]¿Tú qué opinas?

Fátima se retorció un mechón de pelo, intentando pensar. Miró una vez más de reojo a Rob y respiró hondo.

Lo primero es lo primero. Tenemos que averiguar cuál es el objeto. Y luego veremos qué hacer.

Así ganarían un poco de tiempo.

Se puso en cuclillas y distribuyó la chatarra de Robert por el suelo, separándolas lo suficiente para que sus posibles auras no llevaran a confusión. En seguida se dio cuenta de que la «fuerza» provenía de uno en particular. De la moneda de oro con la calavera.

«Cómo no».

La señaló con un gesto interrogante a Jeanne y, una vez la chica le confirmara que también notaba algo extraño del objeto, lo cogería con cuidado. Devolvió el resto de las cosas a Rob y levantó la moneda para que pudiera verla.

Creemos que es esto. ¿De verdad no recuerdas cuándo lo conseguiste? Vamos, parece de oro, seguro que te llamó la atención. Es importante, Rob, trata de pensar—Le observó fijamente. El problema era que para Rob no tenía demasiada importancia, así que no le extrañaría que no recordara bien dónde había obtenido la moneda.

Cuando el chico hubiera respondido, Fátima se volvería a Jeanne, humedeciéndose los labios.

Si es verdad que esta moneda es un catalizador para esas cosas y tiene que ver con la Perla, entonces es peligroso buscarla. Deberíamos encontrar a Ronin y entregársela. Sería… arriesgado intentar actuar por nuestra cuenta. Sobre todo si son tan peligrosos—Se volvió hacia el chico—. Rob, sé que no quieres tener nada que ver con esto, pero puede que haya más de estas cosas dispersas por ahí y son peligrosas. Si tienen que ver con la Perla necesitamos saber todo lo posible para estar preparad… preparados, porque evidentemente nos lo llevamos y no permitiremos que andes cerca de esto—Para remarcar sus intenciones, se guardó la moneda en un bolsillo—. Así que, por favor, dinos todo lo que sepas de esos tipos y del capitán Barbossa. Después si quieres podrás irte, no creo que vuelvas a tener problemas con los demonios. Aunque si pudieras indicarnos cómo llegar a donde vive el Rey de la Montaña, a donde ha ido nuestro… hechicero jefe, entonces nos sería de gran ayuda—añadió, sonriéndole.

Tanto si Rob decidía colaborar, cuando acabara Fátima se acercaría a Jeanne y le diría:

¿Te parece bien? No quiero tener esta cosa cerca de la gente y además, si es difícil encontrar la Perla, no veo cómo vamos a usar la moneda… A menos que se te ocurra algo, claro. En cualquier caso preferiría volver con Ronin para contarle lo que ha pasado. Y más con esos rondando por la ciudad.

Esperó la respuesta de Jeanne, dispuesta a dirigirse hacia la Montaña, le hubiera facilitado Rob información o no.
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Ronda #7 - Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Astro » Jue Abr 16, 2015 7:40 pm

Este sitio es un muermooo ♪

Y tanto que lo era. El vampiro se había separado de sus compañeros en busca de algo de diversión en aquella ciudad de piratas, pero lo que se había encontrado fue un chasco total. ¡No había nada interesante que hacer! Sólo llegó a encontrarse con algún que otro hombre durmiendo la mona por las esquinas, pero nada de la diversión que tanto prometía.

Según una conversación que escuchó de pasada, se debía a que, de día, Tortuga era muy tranquila. Genial, como siempre el sol tenía que arruinarlo todo. ¡Maldito sol!

Encima, el ambiente era tan húmedo que parecía que acababa de beber un vaso de agua salada, todo apestaba a mar. ¡Le quitaba el hambre! ...Aunque eso no evitó que le pegara un mordisco a un borrachuzo que encontró tirado en un callejón, echando un trago de su cuello (sangre con alcohol ya incluido, dos por uno) y dejándolo a su suerte después.

Con las manos en los bolsillos, Aadm siguió andando por la ciudad esperando que en algún momento encontrase algo interesante. ¿Sincorazón? ¿Alguna bella doncella? ¿Una pelea de piratas? ¿Más sincorazón?

¡Una isla pirata tenía que ser más interesante que aquello!

Quiero ser pirataaa ♪
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor 15nuxalxv » Jue Abr 16, 2015 9:39 pm

Cuando pedí su opinión, Fátima se rizó un mechón y miró a Rob de soslayo, nerviosa. Traté de dibujar una sonrisa tranquilizadora, pero lo cierto era que yo estaba igual que ella.

Lo primero es lo primero. Tenemos que averiguar cuál es el objeto. Y luego veremos qué hacer.

Asentí conforme. Tal vez nos diera alguna idea.

La Aprendiza se agachó y colocó las baratijas en el suelo, alejadas entre sí para poder diferenciar una posible aura en uno de ellos. Me acuclillé a su lado y los observé, con una mezcla de temor y curiosidad algo chocante. Me concentré en cada uno de ellos por separado. No tardé demasiado en descubrir cuál era el catalizador: la moneda de oro. Ahora que la miraba bien, sin duda era bastante obvio. El mismo grabado (una calavera) era tenebroso de por sí.

Mi compañera la señaló para que diera mi opinión, y asentí de nuevo. La chica devolvió los otros objetos al muchacho y alzó la moneda.

Creemos que es esto. ¿De verdad no recuerdas cuándo lo conseguiste? Vamos, parece de oro, seguro que te llamó la atención. Es importante, Rob, trata de pensar.

Lo miré, analizándolo; tratando de descubrir algo en su mirada que delatara un posible engaño. Fátima lo creía (o al menos eso parecía), pero para mí era un desconcido. Aunque confiaba en ella, así que le daría una oportunidad.

La joven se volvió hacia mí, mojándose los labios.

Si es verdad que esta moneda es un catalizador para esas cosas y tiene que ver con la Perla, entonces es peligroso buscarla. Deberíamos encontrar a Ronin y entregársela. Sería… arriesgado intentar actuar por nuestra cuenta. Sobre todo si son tan peligrosos—Se giró hacia Rob—. Rob, sé que no quieres tener nada que ver con esto, pero puede que haya más de estas cosas dispersas por ahí y son peligrosas. Si tienen que ver con la Perla necesitamos saber todo lo posible para estar preparad… preparados, porque evidentemente nos lo llevamos y no permitiremos que andes cerca de esto—Se la metió en el bolsillo—. Así que, por favor, dinos todo lo que sepas de esos tipos y del capitán Barbossa. Después si quieres podrás irte, no creo que vuelvas a tener problemas con los demonios. Aunque si pudieras indicarnos cómo llegar a donde vive el Rey de la Montaña, a donde ha ido nuestro… hechicero jefe, entonces nos sería de gran ayuda.

Eso sería lo más prudente, después de todo. Los relatos que había oído sobre la Perla Negra y su tripulación no eran muy alentadores. La presencia del Maestro me templaría.

¿Te parece bien? —Fátima se volteó hacia mí— No quiero tener esta cosa cerca de la gente y además, si es difícil encontrar la Perla, no veo cómo vamos a usar la moneda… A menos que se te ocurra algo, claro. En cualquier caso preferiría volver con Ronin para contarle lo que ha pasado. Y más con esos rondando por la ciudad.

Pensé un momento la respuesta. Las palabras del Rey le seguían resonando en la mente. En el caso que tuviese razón y la moneda sirviera para encontrar el barco, no se le ocurría cómo. Así que la opción de la Aprendiza era la más sensata.

Sí, claro. Ronin sabrá que hacer —Eso esperaba. Recordó que Gibbs había mencionado a un monarca llamado Francis. Me pregunté si se trataría del Rey de la Montaña.

Pasé la mirada de Fátima a Rob, y de nuevo a la chica. Colaborara el hijo de Henry o no, seguría a Fátima, rumbo a la montaña.
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Ronda 8

Notapor Tanis » Lun May 04, 2015 12:38 am

Simbad


Ilua escuchó el razonamiento de Simbad sin interrumpirle. Mostraba una expresión seria, pero interesada, más interesada de lo normal. Entonces, en cuanto el muchacho terminó de proponer su idea, sus planes, ella esbozó una sonrisa tranquila, casi extraña en su faz gélida.

Eres un chico muy listo, Simbad —murmuró y tomó su mano, aunque no siguió sus pasos y le retuvo. Simbad podría notar el tacto frío de su piel y el roce de la punta de sus uñas, coloreadas de celeste—. Tenemos trato.

Ella le soltó entonces y desvió la vista hacia el dibujo de la moneda por unos segundos. Fay, el gato negro, maulló y se restregó contra las piernas de su dueña. Finalmente Ilua volvió a mirar al aprendiz, soltando un suspiro.

Si lo que buscas un barco que trae la misma oscuridad que esa moneda... No puede ser otro que La Perla Negra. —Aquel nombre sonaría oscuro y siniestro en sus labios y haría que a Simbad le recorría un escalofrío involuntario por la espalda—. Es un barco maldito, igual que esa moneda. Allí dónde saquea, aparecen los demonios y lo destruyen todo. Nunca dejan supervivientes. —Por supuesto, aquello no era halagüeño—. Pero nunca atacarían Tortuga, es el bastión de todos los piratas...

De pronto Ilua se estremeció y sus ojos se abrieron un poquito más de lo normal. Fay bufó y se subió corriendo al jergón.

No puede ser... —El murmullo de la mujer sonó asustado. Miró a Simbad, miró al dibujo y sacudió la cabeza. Se llevó la mano a la frente y sus dedos cubrieron parcialmente su rostro. Boqueó—. Está aquí...

Se descubrió el rostro, se precipitó hacia la puerta y la abrió. Ilua salió a la calle sin añadir nada más, de modo que a Simbad sólo le restaba seguirla, para ver que demonios estaba pasando. Si lo hacía, sus pasos le llevarían de nuevo al puerto, junto a las dársenas. Los pocos estibadores que hasta entonces habían estado trabajando en los navíos ahora se apelotonaban en los muelles y retrocedían atemorizados hacia el interior del puerto. La única que quedó por delante de los pequeños grupos de hombre fue Ilua, que contemplaba la bahía de Tortuga con su compostura fría. En cuanto Simbad se acercara, ella le señalaría un punto no muy lejano en el mar. Allí, recortado contra el azul claro del cielo y el oscuro del océano, avanzaba un buque negro que se acercaba a cada segundo que pasaba.

Parece que no vas a tener que buscar el barco, él te ha encontrado a ti.

Tal y como había dicho Ilua, si es que era cierto, ese barco no le sería hostil a Tortuga en particular, pero entonces dejaba dos preguntas en el aire: ¿Qué hacía allí? ¿Qué querría?

Y las más importante para Simbad: ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Esperar a que desembarcara el capitán para contactarlo? ¿Temerse lo peor? Podía ir a cualquier parte, volver a casa de Ilua, esperar en el puerto, o incluso retomar su idea de visitar al Rey si es que le parecía importante avisarle.

Fátima, Jeanne y Adam


Robert se encogió de hombros ante la pregunta sobre Ilua. No parecía excesivamente preocupado por ese asunto.

Yo que sé, será que le quito clientela con esos demonios. —Lanzo un hondo «Hmmmm» tras aquello y empezó a divagar—. ¿O será que sigue enfadada porque le robé aquel corsé... ?

Mientras caminaban, Robert soltó una diatriba largas obre una lista inmensa de cosas que le había hecho a la dichosa Ilua y que por supuesto razonaba el porqué del supuesto odio de ella hacia el chico.

La cortó en seco cuando Fátima avistó a Jeanne y los presentó. El muchacho realizó un saludo informal, sin interrumpir a Fátima, y se quedó asombrosamente callado mientras las aprendizas, hechiceros para él, intercambiaban impresiones sobre su problema. Sin embargo se tensó mucho en cuanto Jeanne mencionó a la Perla y se mostró incómodo. De nuevo a cada poco miró a su alrededor, como si temiera que alguien pudiera oírles. Después de todo estaban en mitad de la calle.

Oye, no creo que sea buena idea... —Empezó a decir nada más vio cómo Fátima esparramaba la chatarra en el suelo y la separaba—. Geez, no importa.

Se agachó para mirar más de cerca mientras ellas especulaban. Después arrugó la nariz y recogió sus objetos salvo la moneda de oro, que por supuesto dejó que Fátima se quedara. Ante su pregunta, él hizo el esfuerzo. Se levantó y metió los cacharros en sus bolsillos y chasqueó la lengua. Volvió a mirar en derredor.

Esa moneda... Fue en la apuesta de aquella noche, la apostó un tipo. Se la gané. —Sonó confuso porque en verdad parecía decir todo lo que sabía de ello—. Me llamó la atención claro, no todos los días ganas oro en los dados, pero... Pensé que sería un doblón normal y corriente...

Robert se pasó la mano por el pelo, todavía pensativo.

Sobre ese barco y Barbossa, no mucho más que lo que te ha contado él. —Señaló a Jeanne—. No los he visto de cerca, ni al navío ni al capitán y no quiero hacerlo.

Él se plantaba en ese asunto, como al principio había dejado claro, pero saltó como un resorte hacia Fátima para interponerse en su camino al ver que declaraban intención de visitar al Rey de la Montaña.

¡U-Un momento, la Montaña está a una hora de viaje de aquí! ¿No preferís que mi padre le envíe un mensaje? ¡Sería mucho más sencillo!

En su propuesta había algo de genuino, pero también de miedo por su parte y ellas no podrían saber si era por quedarse solo, aun sin moneda maldita, o porque no quería que fueran hacia allí. Fue entonces cuando se oyó el inconfundible clip-clop de caballos a sus espaldas y una voz masculina desconocida. Tanto Fátima como Jeanne reconocerían sin problemas el acento francés.

Eso no será necesario, Robert.

Robert retrocedió un par de pasos. Tras Fátima y Jeanne, dos hombres refrenaron a sus corceles blancos. Uno de ellos, el desconocido, era un adulto joven, rubio, de ojos azules y muy guapo.

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El otro no era tan desconocido.

Así que estáis aquí —dijo Ronin—. Os estaba buscando. Os presento a Francis Hardy, el Rey de la Montaña.

El mentado saludó con una leve reverencia de cabeza. Ronin bajó del caballo y se acercó a las aprendizas. Le entregó las riendas a Jeanne.

No hay mucho tiempo para hablar, se han complicado las cosas. Seguid a Hardy, va a reunirse con el Rey del Puerto. Me encontraré con vosotros allí, ellos os explicaran el problema. —Habló en voz baja, lo suficiente como para que ellas le oyeran, pero no así los piratas. Miró a Robert—. Llevad al chico también, es mejor que su padre no lo pierda de vista. —Les dio un apretón a cada una en el hombro. Estaba tan serio como cuando partieron hacía no sabían cuanto tiempo, más si era posible. Se separó del animal y de ellas y caminó hacia las callejas interiores. Entonces alzó la voz—. Te dejo a mis aprendices a cargo, Francis, procura que no se metan en líos hasta que me los devuelvas.

Francis rió de forma melodiosa.

Tranquilo mon ami, después de las de Henry no hay manos más cuidadosas que las mías, estarán bien —El Rey de la Montaña desvió la vista hacia Fátima, Jeanne y Robert. Sonreía demasiado animado como para creer que hubiera problemas peores que los que ya tenían—. Venga, chico, vas a tener que montar conmigo.

Robert frunció el ceño.

¿Es necesario?

Ronin le dio un pequeño empujón antes de irse y el muchacho rezongó por lo bajo. Montó a la grupa del caballo de Francis tras este y ambos esperaron a que Fa´tima y Jeanne montaran en el animal que les había dejado Ronin. El maestro desapareció en el callejón.

En cuanto ellas subieran al animal, que manoteaba sobre el empedrado, Francis puso en marcha a su caballo y enfiló hacia, tal y como recordaría Jeanne, la taberna dónde se encontraba el Rey del Puerto. A pesar de la poca información que se les había dado, podían intentar obtener más por parte de Francis por el camino, el trote de los caballos no tardaría mucho en llevarlos a su destino.

Las cosas se habían complicado, según Ronin, pero... ¿de qué manera?, ¿cuánto?

* * *


Adam caminó en círculos por Tortuga sin saberlo, sin encontrar nada divertido que hacer. Ningún sincorazón, ninguna pelea, ninguna doncella... apetecible. Sin embargo, nada más pasar una calle estrecha y sombreada, oyó algo.

Clip-clop Clip-clop

Era un sonido fácilmente identificable: Cascos de caballos repiqueteando sobre el empedrado del suelo. Aquello era lo más interesante que había escuchado en media hora y cada vez estaba más cerca.

Clip-clop Clip-clopClip-clop Clip-clop

Si seguía el rastro de aquel sonido, se encontraría con una escena interesante. Dos hombres montados a caballo...

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… reencontrándose con tres jovencitos. Uno de ellos el chico del puerto, otro desconocido para él. Y un tercero cuyo olor le trajo recuerdos de una caza fallida. Si se acercaba sería capaz de escuchar lo suficiente, pero debería tener cuidado. Para Adam significaba más diversión que intriga o conflicto para con su misión, pero no dejaba de ser algo jugoso. ¿Qué hacía ella allí, con el niño de los sincorazón y aquellos dos hombres?

Se iban... Adam podía seguirles, claro. O podía asaltarles. Para él, todo era posible, no seguía reglas ninguna.

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Adam es espectador de todo lo que sucede en la última parte salvo de la partida de Ronin


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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Suzume Mizuno » Jue May 07, 2015 5:21 am

¡U-Un momento, la Montaña está a una hora de viaje de aquí! ¿No preferís que mi padre le envíe un mensaje? ¡Sería mucho más sencillo!

Fátima se cruzó de brazos, pensativa. Sólo había que mirar a Robert para darse cuenta de que tenía miedo. Asumió que no se sentía seguro y que temía que aunque se llevaran el doblón volvieran a aparecer los Sincorazón. La verdad era que tenía razón, si iban a la montaña se arriesgaban a perderse y no podían perder tiempo… Antes de que pudiera decidir nada, escuchó cómo se acercaban los cascos de un caballo.

Eso no será necesario, Robert—dijo una voz masculina, con un claro acento francés.

Robert se echó atrás, pero Fátima casi no se dio cuenta porque tenía la mirada clavada en los dos hombres que montaban corceles blancos. Era una escena casi surrealista, sacada de un cuento. Fue de esas pocas veces que Ronin la dejó deslumbrada. Aunque más lo hizo el hombre que montaba a su lado. Si le hubieran preguntado, jamás lo habría catalogado como «pirata». Parecía más un noble, un príncipe. Alguien que no encajaba en Tortuga.

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Así que estáis aquí.—La voz de Ronin la sacó de su ensimismamiento—. Os estaba buscando. Os presento a Francis Hardy, el Rey de la Montaña.

Oh…—Así que por eso había ido a la montaña. ¿Se conocían?

El Rey inclinó la cabeza en su dirección. Fátima se encontró devolviendo el gesto con un asomo de sonrisa. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo sacudió la cabeza y se reprimió para no darse una bofetada. Se alegraba de que Malik no estuviera con ella. Entre tanto, Ronin desmontó y le entregó las riendas de su corcel blanco a Jeanne.

No hay mucho tiempo para hablar, se han complicado las cosas. Seguid a Hardy, va a reunirse con el Rey del Puerto. Me encontraré con vosotros allí, ellos os explicaran el problema. —Fátima asintió, todavía sorprendida por su repentina aparición—. Llevad al chico también, es mejor que su padre no lo pierda de vista. —Y les dio un apretón en el hombro. La seriedad de su rostro y su tono de voz se le antojaban tan extraños que se sentía empequeñecer frente a él.

Maestro, un momento, es que…—susurró, llevándose una mano al bolsillo, donde guardaba el doblón de oro.

Te dejo a mis aprendices a cargo, Francis, procura que no se metan en líos hasta que me los devuelvas.

Francis rió como respuesta.

Tranquilo mon ami, después de las de Henry no hay manos más cuidadosas que las mías, estarán bien.—Sacudió la cabeza, diciéndose que se imaginaba cosas—. Venga, chico, vas a tener que montar conmigo.

¿Es necesario?

En vez de contestar, Ronin lo empujó con suavidad hacia Francis mientras se alejaba. Fátima dio un paso hacia él, a punto de protestar. ¡Ni les había dado tiempo a explicarle nada! ¡Además, ¿a dónde se suponía que iba?! Entonces Ronin se perdió de vista al final del callejón y Fátima exhaló un suspiro de frustración.

Más vale que sea importante lo que tiene que hacer—gruñó, volviéndose hacia los demás. Robert ya había montado. Miró a Jeanne—.Espero que sepas montar, porque yo no tengo ni idea.

La única vez que lo había hecho fue mientras escapaban de unos hunos. Y lo hizo detrás de Malik. Y eso le recordó que tendría un gran problema si tenía que montar tras Jeanne. Pero también era posible que no se diera cuenta. Todo era cuestión de mantenerse un poco alejada, lo mínimo indispensable. Así que esperó a que la chica respondiera. Si Jeanne tampoco sabía cómo montar, subiría ella primero. Si no, se pondría tras la chica y dejaría que las llevara a ambas.

Cuando empezaran a moverse, se volvería hacia Francis y carraspearía:

Perdón, eh… Majestad. ¿Sabe a dónde ha ido Ronin? ¿Y cuál es el problema? —Porque Ronin había mencionado que tenían uno. Si era lo suficiente grave para que pusiera esa cara, entonces le gustaría saber cuánto antes de qué se trataba.

Miró a Jeanne, por si ella quería preguntar también algo. En ese momento no sabía qué más decir sin acosar al Rey. A pesar de que parecía muy amable, y que sentía que era capaz de quedarse mirándole atontada durante horas, era un pirata. Y un rey, nada menos. Seguro que no le gustaba que lo atosigaran, por mucho que hubiera aceptado «hacerse cargo» de ellos. Le hubiera gustado saber de qué conocía a Ronin, si bien optó por morderse la lengua. Quizás pudiera preguntárselo al Maestro más tarde.
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor xXOrbOOkXx » Vie May 08, 2015 10:26 pm

Ilua escuchó el razonamiento de Simbad sin interrumpirle. Mostraba una expresión seria, pero interesada, más interesada de lo normal. Entonces, en cuanto el muchacho terminó de proponer su idea, sus planes, ella esbozó una sonrisa tranquila, casi extraña en su faz gélida.

La sonrisa que profirió Illua era interesada, tranquila, como si hubiera esperado exactamente lo que había dicho.

Eres un chico muy listo, Simbad —me retuvo. Estaba tan fría como un muerto, y su tono no me gustó nada—. Tenemos trato.

Miró la moneda durante unos segundos, mientras su horrendo gato se restregaba contra ella, me permití por un momento regodearme en la victoria, mi plan funcionaba. Ahora sólo faltaba... Illua me miró, y me explicó lo que más falta me hacía en aquellos momentos.

Si lo que buscas un barco que trae la misma oscuridad que esa moneda... No puede ser otro que La Perla Negra. —Tragué saliva, estaba claro que no era un barco normal—. Es un barco maldito, igual que esa moneda. Allí dónde saquea, aparecen los demonios y lo destruyen todo. Nunca dejan supervivientes. —¿Nunca dejaban supervivientes? ¿Entonces, cómo...? —. Pero nunca atacarían Tortuga, es el bastión de todos los piratas...

Aquello me relajó en parte. Si conseguía dar con la Perla en la isla... Pero algo no fue bien cuando Fay bufó y volvió al jergón y Illua abrió los ojos casi con espanto. Me giré rápidamente, pero la puerta seguía impertérrita.

No puede ser... —Cuando volví la vista, Illua estaba lívida—. Está aquí...

Abrí los ojos con incredulidad cuando Illua abrió la puerta como un tornado y salió a la calle. Me apresuré a seguirla, si era verdad, si de verdad había encontrado el barco... podía estar en gravísimos problemas, porque al fin y al cabo, los piratas eran inmisericordes con toda la población según las historias. Cuando llegamos al muelle, me fijé que los marineros, aterrorizados, se agolpaban o huían. Me acerqué con cautela y me señaló un cuervo negro en la superficie azul.

En seguida me quedé maravillado. No había visto muchos barcos en mi vida, sin contar con los que habían allí, pero aquél navío se me antojó magnífico; negro, grandioso, con el detalle marcado en la madera. Me imaginé a mí mismo en algún obenque, quizás con un sombrero, con una espada en la mano y la mirada fiera. Ya era ladrón... y estaba a dos pasos de convertirme en asesino.

Parece que no vas a tener que buscar el barco, él te ha encontrado a ti. —Salí de mí ensoñamiento y revolví la cabeza. No era tiempo de pensar en tonterías.

Illua había dicho que no atacaría Tortuga, pero entonces algo no encajaba... ¿Qué hacía allí? Entonces pensé en la moneda de Illua y en la relación que parecía tener con la moneda. Me rasqué la perilla, cavilando.

Estaba claro que no podía enfrentarme a ellos cara a cara, porque tenían la fuerza de los Sincorazón y seguramente me superarían en número, lo único que se me ocurría sería hacer un trato directo con ellos, pero no tenía nada para cambiar. Sabía que podía visitar al Rey del Puerto y avisarle, pero no sabía dónde estaba.

Entonces, tomé una decisión.

Illua —le llamé la atención—. Esperaré para ver qué hacen los piratas y qué es lo que quieren.

>>También voy a cumplir mi parte del trato. Pero necesito que me digas dónde se encuentra el muchacho, y por tanto, la moneda. He visto que sabes hacerlo —me refería evidentemente, a sus poderes que me mostró a Adam y a mí—. También me sería de ayuda información sobre la localización del Rey del Puerto.

Si Illua no decidía responderme a una de las dos preguntas, insistiría cogiéndola del brazo y le recordaría el trato con frío detenimiento; y que yo podría no cumplir mi parte. Si respondía a las dos cuestiones, asentiría con conformidad y me apoyaría con disimulo en alguna fachada cercana y esperaría a la llegada del barco mientras trazaba el plan.

Ya podría visitar al Rey después.
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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Tercera Saga:

Prólogo de Simbad
"Bastión Hueco" Choque de culturas (Encuentro)
"Bastión Hueco" Novatos bajo la lluvia (Primer encuentro - Saga Novatos)
"Tierras del Reino" El nacimiento de un príncipe (Trama)
"Islas del Destino" ¡Buscad a mi perro! (Misión)
"Castillo de Bestia" Solos entre lobos (Primer encuentro - Saga Délaissé)
"La Cité des Cloches" Los miserables (Encuentro)
"Villa Crepúsculo" Una visita guiada (Encuentro)
"Selva Profunda" Día de monos (Encuentro)
"Port Royal" Los muertos no cuentan cuentos (Trama)
"Tierra de Dragones" Linda Flor (Misión)
"Bastión Hueco" Novatos bajo el amanecer (Segundo encuentro - Saga Novatos)
"Ciudad de Paso" Lo que vale la pena (Encuentro)
"Ciudad de Paso" The Game Never Ends (Trama)
"Torre de los Misterios" Orden en la Biblioteca (Misión)
"Evento Global" El esclavo del olvido
"Evento Global" Ruta de los perdidos

Evento Halloween 2014
"Especial libre" El laberinto de los corazones
"Especial libre" San Valentín III
"Islas del Destino" Yincana veraniega
"Evento libre" La Mansión Encantada II: La Venganza

Cuarta Saga:


"Ciudad Inexistente" Dos velas para el diablo (Encuentro)
"Port Royal" De copas con la muerte (Encuentro)
"Bastión Hueco" De magdalenas y vicios franceses (Encuentro)
"La Cité des Cloches" Insomnia (Primer encuentro - Saga La Musique du Silence)
"La Cité des Cloches" Somnia (Segundo encuentro - Saga La musique du Silence)
-"Port Royal" El barco que desaparece en la niebla (Misión)
"Tierras del Reino" Donde duermen los gigantes (Trama)
"País de los Mosqueteros" Todos Para Uno (Trama)
"Ciudad de Paso" Un nuevo Crepúsculo (Trama)
"Ciudad de Halloween" El ataque de Boogieman (Trama)
"La Cité des Clochés" Fuego Infernal (Trama)
"Espacio Profundo" Planta 313 (Encuentro)
"Mundo Inexistente" Pasajes Oscuros (Trama)
"Tierra de Partida" Penúltima Parada (Encuentro)
"Evento Global" El principio del fin
"Atlántica" Perdona pero quiero casarme contigo (Encuentro)

"Especial libre" El laberinto de los corazones II: Escape
"Especial libre" World War Christmas
"Especial libre" El San Valentín está aquí
"Especial libre" ¡Exámenes finales
"Especial libre" La inocencia perdida
"Especial libre" Misión: Salvar la Navidad

Timeskip (Finales 1013-1017)

"Tierra de Partida" Examen de Maestría (30 Diciembre 1013)
"Jardines de Tierra de Partida" Doomsnight (Libre) (31 Diciembre 2013)
"País de las Maravillas" El último regalo (Minitrama) (Julio 1014)
"Jardines de Tierra de Partida" El Regreso (Libre) (Finales de Marzo de 1017)

Saga final:

"La Cité des Clochés" Santuario (Trama)
"La Cité des Clochés" La última noche en París (Libre)
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Re: [Port Royal] Los muertos no cuentan cuentos

Notapor 15nuxalxv » Dom May 10, 2015 12:19 am

Las respuestas de Rob no fueron de mucha ayuda, desgraciadamente. Lo único que saqué en claro era que la bruja de la que hablaba tenía motivos para enfadarse con él.

¡U-Un momento, la Montaña está a una hora de viaje de aquí! ¿No preferís que mi padre le envíe un mensaje? ¡Sería mucho más sencillo! —exclamó al escuchar nuestra decisión de ir a la montaña, claramente asustado.

En aquello tenía un punto. No teníamos ni idea (al menos yo) de cómo llegar al Rey de la Montaña. Y no podíamos usar los Gliders (la manera más rápida) sin llamar la atención demasiado. Tal vez la propuesta del muchacho fuera la más acertada…

Sin embargo, mis pensamientos fueron detenidos en seco al escuchar el sonido de cascos de caballo contra el pavimento.

Eso no será necesario, Robert.

Robert rehuyó, pero no fue imitado por nosotras. Dos hombres, montados en corceles blancos como la nieve, se acercaban. Uno de ellos lo reconocí como Ronin, pero el otro no lo conocía. Y ya me arrepentía de ello.

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Parecía un ángel. Un ángel con el mismo acento que un joven gitano que había conocido hace poco… ¿Cómo se llamaba?

Simbad, recordé. ¿Cómo había podido olvidarlo por un momento? Me pregunté dónde estaría.

Así que estáis aquí —Aparté la mirada del joven, un esfuerzo descomunal—. Os estaba buscando. Os presento a Francis Hardy, el Rey de la Montaña.

Oh… —dijo Fátima.

Oh —coincidí.

Francis inclinó la cabeza como saludo, y yo no pude evitar sonreír. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, fingí que tosía y aparté la mirada. Al parecer, mi compañera también había caído en su hechizo. El Maestro se apeó de su montura, entregándome las riendas del animal. Me agarré a ellas con fuerza, estaba algo mareada.

Por el amor de Dios Jeanne, se supone que eres un hombre. Deja de comportarte como una adolescente idiota.

No hay mucho tiempo para hablar, se han complicado las cosas. Seguid a Hardy, va a reunirse con el Rey del Puerto. Me encontraré con vosotros allí, ellos os explicarán el problema. —Asentí a la vez de Fátima—. Llevad al chico también, es mejor que su padre no lo pierda de vista —Nos apretó el hombro. Su semblante duro como la piedra se llevó de golpe todas las emociones que el Rey me había ocasionado. Estábamos en una misión, no de visita de placer.

Se separó de nosotras, dirigiéndose a Francis y Rob. Entonces me acordé del doblón. ¡No podía irse sin más!

Maestro, un momento, es que… —La otra Aprendiza pareció recordarlo también, llevándose la mano al bolsillo donde el extraño objeto descansaba.

Te dejo a mis aprendices a cargo, Francis, procura que no se metan en líos hasta que me los devuelvas.

Francis rió divertido. Tenía una risa preciosa. Mascullé una maldición, frustrada por el efecto que ejercía sobre mí.

Tranquilo mon ami, después de las de Henry no hay manos más cuidadosas que las mías, estarán bien —le tranquilizó el monarca, sonriendo ampliamente. Su calma me llamó la atención. ¿No estábamos en problemas?—. Venga, chico, vas a tener que montar conmigo.

¿Es necesario?

Como réplica, Ronin le empujó levemente hacia el caballo de Francis. El hijo de Henry subió. Abrí la boca para protestar. ¡No le habíamos podido mencionar nuestros descubrimientos!

Pero ya se había ido. Suspiré hastiada.

Más vale que sea importante lo que tiene que hacer —refunfuñó la chica, girándose hacia mí—. Espero que sepas montar, porque yo no tengo ni idea.

Pues, la verdad… —Me rasqué la cabeza— Yo tampoco tengo ni idea —confesé.

Jamás había estado tan cerca de un caballo, en honor a la verdad. Sólo los había visto con soldados subidos encima. Y contra más alejado estuvieses de ellos, más tranquilo vivirías.

Así que subí tras Fátima, abrazándola por detrás para evitar caer. El Rey dirigió la marcha hacia la taberna en la que hacía apenas unos minutos había estado. No pude reprimir una exclamación cuando nuestra montura comenzara a moverse.

Perdón, eh… Majestad. ¿Sabe a dónde ha ido Ronin? ¿Y cuál es el problema?

Debía ser grave, reflexioné, si el Maestro llevaba esa cara. Si bien en Tierra de Partida, le había preocupado la falta de su característica sonrisa, ahora llegaba a asustarle.

Fátima me miró, por si quería preguntar algo. Se me ocurrieron varias preguntas que hacerle, pero ninguna tenía importancia para la misión. Negué con la cabeza, ya que tenía las mismas dudas que ella.

Miré a Francis, esperando su respuesta.

Por cierto, esto... Majestad —comenté cuando terminara de hablar—. No nos hemos presentado. Él es Vaan, y yo Joseph.
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Ronda #8 - Los muertos no cuentan cuentos

Notapor Astro » Lun May 11, 2015 1:54 pm


... por ese tesoro, que tienes entre las patas ♪

Sí, definitivamente aquel sitio era un muerto total. ¿Sería porque era de día...? El sol nunca traía nada bueno. Fuera como fuese, el vampiro ya había perdido la cuenta de cuánto llevaba caminando, seguramente en círculos, por aquella condenada isla. Igual tendría que haberse ido con el Simbad y la mujer azul...

Clip-clop Clip-clop

¿Eh?

Al fin, un ruido diferente a los habituales. Parecían... ¿Cascos de caballo?

Clip-clop Clip-clopClip-clop Clip-clop

Sí, caballos, fijo. Y más de uno, diría. Siguiendo a la curiosidad, el vampiro se dirigió hacia el origen del sonido para encontrarse con un peculiar grupo de personas reunidas. Con cuidado, se acercó todo lo posible a ellos sin que pudieran llegar a verles, para observarles y escucharles mejor. Dos iban montados en caballos, y seguramente eran el origen de los clip clops de antes. Uno era rubio, y algo afeminado. El otro parecía el estereotipo de pirata hecho persona, con el parche incluido.

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Ah, pero no estaban solos. Hablaban con tres jóvenes, uno de ellos fácilmente reconocible: el mocoso rufián del puerto, el de antes. A su lado había otro chaval con un pañuelo a la cabeza, y por último, otro jovenzuelo... No, espera, había algo raro en el último. Algo familiar. Ese olor... ¡Fátima, la monada!

¿Qué hacía esa gruñona aquí...? La última (y primera) vez que habían coincidido, era en Ciudad de Paso, cuando Adam intentó convertirla en su cena. No salió bien. ¡Usaba magia, la muy tramposa!

No hubo tiempo para pensar más, todos se habían subido a los caballos y emprendían la marcha. El aprendiz ni se lo pensó: eso era lo más interesante que había encontrado en un buen rato, y tenía una gran curiosidad por averiguar qué hacía la monada allí.

Con cuidado, pero avanzando con rapidez, Adam siguió al grupo lo mejor que pudo, procurando no perderles ni que le vieran.

¡Se empezaba a poner interesante!

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Perdón por la tardanza >w<
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Ronda 9

Notapor Tanis » Lun May 11, 2015 8:45 pm

Simbad


Ilua apartó la vista del mar y miró a Simbad. Aprobó su idea con un leve asentimiento de cabeza, sin mostrar ninguna emoción que mostrara rechazo o disconformidad, y realizó un elegante movimiento de mano muy similar al que había hecho cuando les mostró la burbuja a él y a Adam. Sin embargo se detuvo antes de terminar el conjuro y miró por encima de su hombro. Muchos estibadores todavía permanecían cerca, intentando organizarse de alguna manera para parecer que trabajaban lo más lejos posible de los atracaderos libres.

Ninguno parecía querer estar cerca de la Perla para cuando amarrara en el puerto.

La mujer les dio la espalda y le mostró a Simbad una burbuja de Visión más pequeña que la que ya había visto, pero en la que se veía perfectamente la imagen del muchacho. Estaba montando a caballo tras alguien más. Ilua frunció el ceño y murmuró unas palabras ininteligibles para el aprendiz, y la imagen se alejó un poco, enseñando quién era el jinete que controlaba al caballo.

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Francis... —murmuró Ilua, que miró entonces a Simbad por encima del orbe—. El chico está con el Rey de la Montaña. —Sería más que palpable su confusión, ya que desde que le vieron por última vez, se había ganado compañías bastante improbables para la situación. Ella volvió a concentrarse en la burbuja—. No sé que está haciendo aquí, pero si ha bajado al puerto seguramente sabe que la Perla está a punto de arribar a Tortuga. Quizá vaya a reunirse con Henry...

Simbad podía pensar que sus últimas palabras eran simples divagaciones, pero que tenían sentido. Ilua pasó la mano libre por encima del orbe y cambió la imagen. En lugar del muchacho pelirrojo y el hombre rubio, apareció la imagen del interior de una taberna, y otro hombre pelirrojo que ocupaba el espacio.

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Era una versión mucho más adulta de Robert y confirmaba la fanfarronada de que era hijo del Rey del Puerto. Al mostrarlo, si Simbad de fijaba mucho en Ilua, podría notar cómo se le dulcificaba el rostro, incluso un poquito, muy poquito, el tono frío de la voz.

Este es el Rey del Puerto, Henry Hicks, parece que hoy está en... —Si expresión volvió a hacerse dura, concentrada por el esfuerzo de localizar la ubicación— una taberna, a unas calles de aquí. Creo que se llama «Albatros».

Se quedó callada entonces, sin deshacer el hechizo para continuar contemplando la imagen de Henry. Dentro del orbe, el Rey se mostraba serio, preocupado y hablaba con un par de personas que no se veían en la burbuja.

Más allá, en la lejanía, el barco negro ya sólo estaba a veinte minutos de desembarcar.

Fátima, Jeanne y Adam


Francis mantuvo un paso muy cercano al trote, pero sin llegar a la velocidad suficiente como para que las inexpertas aprendizas pudieran caerse del caballo. Las calles por las que transitaron apenas permitían el doble paso, de modo que tuvieron que ir en fila de a una. Eso no impidió que el hombre pudiera oír sus preguntas. Sin volverse, contestó con calmada seriedad, muy diferente a la tensa seriedad de Ronin.

El problema, muchacho, es que la Perla Negra está a punto de amarrar en el puerto y no sabemos qué ha venido a hacer. Normalmente no recala en Tortuga, prefiere descargar sus botines en Isla de Muerta... —Francis soltó un suspiro—. Y Ronin se ha puesto muy nervioso, seguramente haya ido a reunirse con Henry para ponerle al día, ya sabéis... como soléis hacerlo. Si Barbossa convoca a sus demonios como siempre hace, bueno... Tendremos que pelear, y necesitaremos ayuda.

Sonaba decidido, por supuesto, pero también decepcionado y triste por alguna razón. Aún así, cuando Jeanne habló y presentó sus nombres falsos, Francis sonrió un poquito y les miró por encima del hombro, más tranquilo.

Enchanté, mes amis.

Robert resopló a su espalda, pero no añadió ningún comentario. Por supuesto, Adam, que les estaba siguiendo de cerca, no se perdió ninguna palabra gracias a su oído agudo. El grupo no le detecto, siquiera cuando llegaron a la puerta de la taberna en dónde Jeanne había tenido la pequeña audiencia con Henry.

Francis bajó del caballo y sujetó las riendas hasta que Robert también lo hiciera. Luego se las entregó y palmeó el cuello del animal.

Llévalos atrás, Robert, estaremos dentro con tu padre.

Sí, sí, como digas.

Con un tono un poco resignado, el muchacho guió al caballo de Francis hacia la esquina del edificio, pero se detuvo ante el que montaban Fátima y Jeanne y esperó a que ellas bajaran. Una vez lo hicieran se llevaría a las dos monturas hacia el callejón del lateral. Ambas sabrían que muchas tabernas solían disponer de establos donde resguardaban animales, de su propiedad o simplemente a la espera de sus dueños.

Las aprendizas podían elegir ir con él, a pesar de que les urgiría mucho más entrar y reencontrarse con los Reyes y con Ronin. Si lo hacían llegarían a una cuadra vacía en la que el silencioso muchacho se ocuparía de los caballos para quitarles las bridas y las sillas.

Adam también podía elegir seguirlo y seguirlas a ellas si querían ir con el chico.

Si por el contrario, cualquiera de ellos decidía entrar a la taberna, se encontrarían con una reunión en auge: Henry, Francis, Gibbs, Ronin y Richard el tabernero. Los pocos clientes que Jeanne había visto anteriormente ya no estaban. De pie, apoyado en el mostrador de la barra tras la cual Richard escuchaba a los piratas, Henry daba un trago de una botella de ron. Francis, que acababa de llegar, permanecía aún de pie y Ronin, sentado a una de las mesas, se ocupaba de otra botella, como Henry.

¿Cuánto tiempo tenemos hasta que lleguen? —preguntó el Rey del Puerto, justo cuando se cruzara el umbral.

Si mis cálculos son correctos, y suelen serlo —Ronin, tras el trago, hizo una mueca—, ya habrá echado el amarre.

Eso significaba que la Perla Negra ya estaba en Tortuga. Independientemente de lo que quisieran hacer los piratas y el maestro, cualquiera de los aprendices, si escuchaban eso, podían perfectamente pensar en ir al puerto. Era una idea alocada, por supuesto, pero una opción.

Y más independientemente aún de lo que hubieran hecho o quisieran hacer, al final oirían lo mismo: Un estruendoso cañonazo rasgando el aire.

El Puerto


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La bala de cañón tronó en cuanto la Perla Negra atracó en la primera dársena vacía que tuvo al alcance. Al otro lado de la bahía, la colina del cabo oeste de la isla se desmenuzó como si fuera de arena y no sólida roca. Los marineros que quedaban en el puerto elevaron un murmullo muy audible de miedo.

Ilua, que había deshecho su hechizo de Visión en cuanto el barco se acercó del todo, permaneció impasible y miró a Simbad de reojo.

Intentan intimidarnos —comentó.

Si lo había conseguido o no con el muchacho, Simbad pronto vería a la tripulación supuestamente maldita bajar a tierra y avanzar por los muelles hasta adentrarse en el puerto. No eran muchos, ya que el grueso principal se quedó en el barco. Ni siquiera parecía que fueran a atacar a nadie, ni a saquear. Avanzaban como si hubieran llegado a casa tras un día duro de trabajo, meses quizá, de duro trabajo, y sólo quisieran llegar a la taberna más cercana. Se cruzaron con los estibadores apelotonados junto a la línea de edificios, cerca de Ilua y Simbad. La mujer se tensó por un momento e intentó ocultarse tras el cuerpo del aprendiz.

Los dos piratas a la cabeza del grupo...

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… gritaron:

¡Venga, fuera, ni que no nos hubierais visto jamás!

Sus compañeros rieron y apartaron un poco a empellones a aquellos hombres, que retrocedieron todavía más asustados.

¿Bien? —diría Ilua entonces a Simbad—, ¿qué vas a hacer?

Su idea había sido el esperar a aquellos piratas. Ahora que los tenía allí delante, al alcance de la mano, era su oportunidad para entablar contacto y completar fácilmente la misión de Nanashi. Y todo él solito.

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