Re: Ronda 9
Publicado: Vie May 15, 2015 7:18 pm
Me miró y asintió con la cabeza. Me mostró de forma más reducida lo que estaba pasando allí. El muchacho estaba montando a caballo con alguien más, y cuando Illua murmuró las palabras ininteligibles que me mostrarían la visión. Vi a a un hombre rubio.
—Francis... —murmuró—. El chico está con el Rey de la Montaña. —Fruncí el ceño—. No sé que está haciendo aquí, pero si ha bajado al puerto seguramente sabe que la Perla está a punto de arribar a Tortuga. Quizá vaya a reunirse con Henry...
Había algo que no encajaba en todo aquello. Quizás el Rey del Puerto había reclamado la presencia de todos. Tenía tanto sentido que casi parecía una locura.
Estaba claro que era el padre del chaval, sus ojos lo mostraban. Casi me pareció ver a Illua sonreír, aunque no estuve muy seguro.
—Este es el Rey del Puerto, Henry Hicks, parece que hoy está en... —Unos segundos de silencio— una taberna, a unas calles de aquí. Creo que se llama «Albatros».
Henry, el Rey, hablaba con otras personas que no pude ver. Aquello parecía una reunión clandestina.
****
Esperamos hasta que la Perla Negra atracó tras eliminar un cabo de la bahía. El miedo era palpable en el aire.
—Intentan intimidarnos —me comentó. Lo cierto era que era impresionante.
La tripulación bajó a tierra. Y yo me recordé mi principal objetivo: recopilar información sobre lo que estaban haciendo, unirse a su favor o destruirlo si era imposible. Los piratas se fueron repartiendo, como si sólo quisieran dar un paseo; no parecía que estuvieran buscando pelea. Noté como Illua, intimidada, trató de esconderse tras de mi.
—¡Venga, fuera, ni que no nos hubierais visto jamás! —Gritaron los dos piratas que iban en cabeza.
Entonces tomé aire. Me armé de valor y me dirigí a Illua.
—Voy a intentar establecer contacto. —informé—. Intentaré averiguar a qué han venido. Puedes avisar al Rey del Puerto, aunque es obvio que ya sabe que ha echado el amarre. Si las cosas se tuercen...
Negué con la cabeza y vacié mi cabeza de todo pensamiento. Las manos me temblaron violentamente, aunque me obligué a mantener un gesto frío y duro. Miré a los piratas que iban en cabeza y me acerqué a una distancia prudencial; la suficiente para que me oyeran, pero también para que no me atacaran.
—Mal día para que unos "honrados piratas" vengáis a tomar unas copas, ¿no creéis? —Compuse una sonrisa torcida, como si fuera el mismo demonio—. Justo cuando los peces gordos están maquinando contra vosotros —mi expresión se volvió burlona—. Qué inoportunos que habéis sido.
>>A no ser que hayáis venido a por un tesoro —me rasqué la perilla—. Es lo que hacéis los piratas, buscáis las monedas más doradas y la plata más brillante ¿no? Qué buena vida la del pirata... Navegar eternamente sobre la marea. Daría mi alma por volver a ser... un hombre de negocios. —Reí por lo bajo.
Me encogí de hombros, como si estuviera dispuesto a irme. Había sido una mentira a medias. Estaba claro que yo no quería ser pirata, porque no era un asesino, pero sí era un ladrón y un mentiroso, y desde luego sí me gustaría navegar en un barco tan hermoso como aquél.
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—Francis... —murmuró—. El chico está con el Rey de la Montaña. —Fruncí el ceño—. No sé que está haciendo aquí, pero si ha bajado al puerto seguramente sabe que la Perla está a punto de arribar a Tortuga. Quizá vaya a reunirse con Henry...
Había algo que no encajaba en todo aquello. Quizás el Rey del Puerto había reclamado la presencia de todos. Tenía tanto sentido que casi parecía una locura.
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Estaba claro que era el padre del chaval, sus ojos lo mostraban. Casi me pareció ver a Illua sonreír, aunque no estuve muy seguro.
—Este es el Rey del Puerto, Henry Hicks, parece que hoy está en... —Unos segundos de silencio— una taberna, a unas calles de aquí. Creo que se llama «Albatros».
Henry, el Rey, hablaba con otras personas que no pude ver. Aquello parecía una reunión clandestina.
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Esperamos hasta que la Perla Negra atracó tras eliminar un cabo de la bahía. El miedo era palpable en el aire.
—Intentan intimidarnos —me comentó. Lo cierto era que era impresionante.
La tripulación bajó a tierra. Y yo me recordé mi principal objetivo: recopilar información sobre lo que estaban haciendo, unirse a su favor o destruirlo si era imposible. Los piratas se fueron repartiendo, como si sólo quisieran dar un paseo; no parecía que estuvieran buscando pelea. Noté como Illua, intimidada, trató de esconderse tras de mi.
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—¡Venga, fuera, ni que no nos hubierais visto jamás! —Gritaron los dos piratas que iban en cabeza.
Entonces tomé aire. Me armé de valor y me dirigí a Illua.
—Voy a intentar establecer contacto. —informé—. Intentaré averiguar a qué han venido. Puedes avisar al Rey del Puerto, aunque es obvio que ya sabe que ha echado el amarre. Si las cosas se tuercen...
Negué con la cabeza y vacié mi cabeza de todo pensamiento. Las manos me temblaron violentamente, aunque me obligué a mantener un gesto frío y duro. Miré a los piratas que iban en cabeza y me acerqué a una distancia prudencial; la suficiente para que me oyeran, pero también para que no me atacaran.
—Mal día para que unos "honrados piratas" vengáis a tomar unas copas, ¿no creéis? —Compuse una sonrisa torcida, como si fuera el mismo demonio—. Justo cuando los peces gordos están maquinando contra vosotros —mi expresión se volvió burlona—. Qué inoportunos que habéis sido.
>>A no ser que hayáis venido a por un tesoro —me rasqué la perilla—. Es lo que hacéis los piratas, buscáis las monedas más doradas y la plata más brillante ¿no? Qué buena vida la del pirata... Navegar eternamente sobre la marea. Daría mi alma por volver a ser... un hombre de negocios. —Reí por lo bajo.
Me encogí de hombros, como si estuviera dispuesto a irme. Había sido una mentira a medias. Estaba claro que yo no quería ser pirata, porque no era un asesino, pero sí era un ladrón y un mentiroso, y desde luego sí me gustaría navegar en un barco tan hermoso como aquél.