[La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Trama de Gata, Saeko, Saito + Hana

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

Ronda 4

Notapor Suzume Mizuno » Mar Feb 17, 2015 12:22 am

Saeko



Saeko decidió no inmiscuirse en problemas ajenos, por lo que retrocedió, pero optó por quedarse mirando y chocó con alguien, que emitió un quejido.

Una chica pequeñita, rubia, pálida y con los ojos enrojecidos por las lágrimas. No parecía superar los catorce o quince años y, por sus ropas, era pobre. Estaba aterrorizada. Retrocedió farfullando una disculpa y clavó la mirada en la gitana, extendiendo una mano hacia ella con preocupación.

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Pero la apartó y se echó a un lado, sin dejar de temblar, cuando llegaron los soldados.

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Muy bien, ¿de dónde has sacado todo esto, gitana?—preguntó el soldado más alto y de largos bigotes caídos.

Esta levantó la mirada con rabia, apretando el gorro con las monedas que había logrado recoger contra su pecho.

Me los he ganado, para que os enteréis

Los gitanos no ganan dinero —respondió, intentando arrancarle el gorro.

¡Lo roban! —añadió su compañero, más bajo y robusto, cerrando una mano de acero sobre un brazo de la chica.

Vosotros sí que sabéis sobre robar.

Revoltosa, ¿eh?

Quizá te vendría bien un día en la picota…

Ésta de pronto dio una patada contra la mandíbula del más alto, con una flexibilidad impresionante. Al instante, la cabra se arrojó contra la entrepierna del otro y la muchacha se libró de su agarre, saliendo disparada por la calle sin mirar atrás.

¡Que no escape!

¡Vuelve aquí!

Salieron tras ella. La muchacha rubia se llevó las manos a la cara, tambaleándose y dijo con un hilillo de voz:

Oh, Esmeralda… T-tengo que hacer algo…

Pero no se movió. Estaba demasiado asustada. Es más, su mirada se dirigió, titubeante, hacia las monedas que todavía yacían desperdigadas por el suelo.

Saeko tenía varios caminos; el que había seguido la gitana, perseguida por los soldados, continuar hacia la Plaza, volver sobre sus pasos o tirar hacia alguna calle que fuera hacia la derecha. Hacia el Palacio de Justicia, aunque ella no lo supiera. También podía hablar con la chica, por supuesto, que parecía a apunto de desmayarse.

****
Saito


Si en algún momento te molesta mi presencia no tienes más que decírmelo y me iré .Yo soy Saito, ¿y tú eres?...

Febo—sonrió de lado, teniéndole una mano enguantada para estrechársela—. Y este es Aquiles. No te le acerques por detrás. Le gusta sentarse sobre la gente—le confió, ampliando su sonrisa, claramente socarrona, por lo que Saito no podría saber si se estaba burlando de él… O no.

El caballo bufó y sacudió la cola.

Dices que hace mucho tiempo que no venías por aquí, pero al contrario que yo, no has venido a ver el Festival de los Bufones, ¿no?

¿Así que por eso la ciudad está a punto de reventar?—Chasqueó la lengua—. Tiene sentido. Me gustaba venir de niño. Pero no, no he venido a eso.

¿Entonces para que necesitas llegar al Palacio de Justicia?

Febo arqueó una ceja y lo miró por el rabillo del ojo, acariciándose la perilla.

Eres un muchacho un poco cotilla, ¿no te parece?—constató. Por suerte para Saito, no parecía enfadado porque quisiera meter las narices en sus asuntos—. He venido de las guerras porque el juez Frollo ha requerido mi presencia. No sé mucho más. Y tampoco es que me apetezca demasiado—gruñó—. Hay muchas cosas que podría estar haciendo en la frontera, ¿por qué me…?

¡Detenedla! ¡Que alguien la pare!

Vaya, vaya.

Si miraba hacia delante, Saito vería a una muchacha doblar la calle corriendo lo más rápido que le permitían las piernas. Apretaba un gorro contra su pecho y la acompañaba una… ¿una cabra? Tras ella venían dos soldados vestidos de negro, robustos y pesados por culpa de la armadura. Sin embargo, debían de haberle hecho daño, porque la joven presionaba la mano contra un costado, como si le doliera al correr. Era, sin lugar a dudas, por su vestimenta y su piel, una gitana. Saito podría imaginárselo ya que no había visto a nadie más así.

Febo volvió a acariciarse la barbilla, meditabundo. La joven llegó a la altura de ambos y los sobrepasó. En ese momento, el hombre dio un tirón a su caballo, que se cruzó en el camino de uno de los soldados. Éste rebotó con brusquedad y cayó cuan largo era.

Aquiles, ¡sentado!

Y el caballo, como si se tratara de un perro, obedeció y dejó caer sus posaderas sobre el soldado, que soltó un grito de sorpresa y dolor. El otro, el más grueso, sin embargo, consiguió esquivar a Aquiles y continuó corriendo tras la gitana.

Quedaba en manos de Saito qué hacer. ¿Detenerle? ¿Dejarle ir y ayudar a Febo? Aunque quizás no necesitaba ayuda pero era la primera persona con la que había conseguido hablar, ¿no?

****
Hana



Sí, mi daga.

Ooooh, ¿una daga? ¿Y qué hace una señorita con una daga?—respondió el chico, burlón—. ¿Cortar patatas?

La necesito para cortarle el cuello a Frollo.

Aquello dejó mudo al joven, que se quedó mirándola con los ojos abiertos de par en par. Trató de contestar, pero no le salieron las palabras.

¿Qué? ¿Vas a impedírmelo? ―Hana extendió una mano, exigente.

Tras un momento más de indecisión, el chico soltó una carcajada.

¡No está mal! Un bonito farol. ¿Por qué ibas a querer matar a Frollo? Es más, ¿cómo pretendes hacerlo? ¿En pleno Festival, cuando está rodeado por todos su soldados? —Con todo, dio un par de pasos hacia ella, claramente interesado—. Creía que todos vosotros erais lo suficientes cobardes y nos odiabais lo bastante como para aplaudirle cada vez que decide quemar a uno de nosotros.—Su cara era una mueca de rabia que controlaba a duras penas—. Así que, ¿por qué ibas a arriesgar tu vida? ¿Eh?

Estaba enfadado. Había tocado una fibra sensible. Sin embargo, el chico no la había atacado. Tampoco se había ido. Estaba en una especie de limbo, quizás esperando a escuchar las palabras correctas. Lo que estaba claro era que odiaba a Frollo y a los parisinos que apartaban la vista.

¿Quizás podría darle información jugosa si conseguía ganarse su confianza?

****
Gata


No, no quería ir contigo.

Ryota se permitió una sonrisa

¿Qué son los gitanos?

Aquí dicen que son una raza diferente. Una cultura itinerante cerrada al exterior con sus propias costumbres que no se corresponden con las urbanas.—El Maestro se encogió de hombros—.En el fondo sólo son una de las tantas minorías. Lo que pasa es que destacan sobre las demás.

¿Has venido por ellos a pesar de estar…?

El Maestro suspiró.

No me encuentro tan mal, por eso no debes preocuparte. No físicamente, al menos—añadió en voz baja, más para sí mismo que para Gata. Carraspeó y dijo—: No he venido por los gitanos. Ellos son vuestro trabajo. Eso significa que también son el mío… pero no ahora mismo. Debe existir un equilibrio entre los mundos, pero eso no significa que la gente ignorante pueda matar a inocentes porque no tenemos suficiente fuerza para evitar el descontrol de los Sincorazón.—Calló un momento—. Yo he venido por otro problema. No sé qué podría suceder si tengo razón, la verdad.

Entonces llegó Frollo y Ryota se interrumpió.

¿Y es que tú no puedes hacerlo o simplemente quieres encontrar una excusa para alejarme?

Gata se fue antes de poder recibir una respuesta, por lo que no vio la sonrisa divertida del Maestro.

*


Gata consiguió colarse en el Palacio de Justicia sin problemas. Aparte de ser ágil y rápida, sin duda ningún soldado esperaba que alguien quisiera entrar a aquel lugar… por propia voluntad. La muchacha se coló por una ventana entreabierta y se encontró en lo que parecía ser un pequeño archivo, pequeño y oscuro. La puerta estaba abierta y el pasillo de piedra que había al otro lado estaba vacío. ¿O no?

Se escuchaban unas voces acercándose, acompañadas de pasos. Casi antes de que Gata pudiera parpadear, por el fondo del pasillo apareció el juez Frollo, escoltado por dos soldados.

… festival ridículo y despreciable. Su majestad estará en peligro y no podemos permitir que se encuentre tan cerca de la plebe. Pero ya que su hermana ha insistido, debemos doblar la seguridad. Estad preparados para cualquier ataque. El rey estará muy expuesto, siendo est… Ingenuo como es. ¿Entendido?

—Sí, señor. ¿Y usted? No podemos llenar la plaza de tropas, el pueblo protestaría y…

He hecho venir a un hombre capaz para asegurarse de mi protección, o eso espero. El último capitán de la guardia…—Frollo meneó la cabeza, con los labios apretados en un gesto despectivo.

El hombre se detuvo un instante frente a una puerta cercana a donde se encontraba Gata, mirándola con el ceño fruncido. Los soldados se pusieron nerviosos.

—¿Sucede algo?

No… Juraría que…—Frollo extendió una mano de pálidos dedos largos hacia el pomo de la puerta. Pero, en el último segundo, la retiró y se la frotó. Se quedó unos segundos mirando la entrada con intensidad, antes de continuar con su camino.

Nadie vio a Gata y sus voces se alejaron. Antes de que la muchacha pudiera salir, la puerta frente a la que el juez se había detenido chirrió y se abrió con lentitud, dejando a la vista una figura muy alta… Y siniestra. Con pasos ligeros, a pesar de la extravagante armadura que recubría su cuerpo, salió portando una larga lanza. ¿Y qué eran esos cuernos?

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Desprendía un aura siniestra. Oscura. Fría. Peligrosa.

El hombre sonrió para sí mismo y se encaminó por donde Frollo había venido.

¿Qué haría Gata?

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Gata:
VIT: 14
PH: 10/20
Sólo te he cogido Doble Salto y Evasión Sombría.


Fecha límite: domingo 22 de febrero. Se amplían las fechas para que no haya problemas con el global~
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Nell » Mar Feb 17, 2015 10:07 pm

Ooooh, ¿una daga? ¿Y qué hace una señorita con una daga? —se burló—. ¿Cortar patatas?

A él sí que le iba a cortar la…

Sin embargo, se contuvo y dio su respuesta. Se sintió satisfecha al ver la reacción de sorpresa de él y esperó las preguntas que, suponía, le haría. Ya estaba gestando la trola en su cabeza, aunque debía tener cuidado si no quería que le pillara por dar algún dato erróneo o en algo que no supiera responder.

Y no esperaba que su desafío al juez suscitara de tal forma la rabia del gitano.

¡No está mal! Un bonito farol. ¿Por qué ibas a querer matar a Frollo? Es más, ¿cómo pretendes hacerlo? ¿En pleno Festival, cuando está rodeado por todos su soldados? Creía que todos vosotros erais lo suficientes cobardes y nos odiabais lo bastante como para aplaudirle cada vez que decide quemar a uno de nosotros. Así que, ¿por qué ibas a arriesgar tu vida? ¿Eh?

¡Vete al cuerno con tus nosotros y vosotros! ―le espetó, dando también un paso hacia delante y poniendo toda su fuerza de voluntad en no mirar al cuchillo que aún sostenía―. ¿Por qué arriesgaría nadie su vida, tonto? ¡Por venganza! ¡Frollo está quemando gente! ―La siguiente mueca de desagrado no era fingida―. En defensa del honor y en su lucha contra la brujería ―Escupió al suelo―, pero a mí el humo me sigue oliendo a humano. No tengo por qué explicar a un ratero mis motivos, te basta con saber que he perdido demasiado en esas llamas. ―Le estaba quedando bien niquelada la actuación.

»El Festival es la mejor ocasión. Todo el mundo se divierte y lo disfruta… incluyendo los soldados. En algún momento, bajarán la guardia y se acabó ―Pasó un dedo por el cuello―. Por supuesto que para ti es imposible. No te quitarían el ojo de encima y no podrías acercarte ni tres pasos. Para mí, no. ―Se echó para atrás el pelo.

Lo peor de todo es que ella misma se lo estaba creyendo. No sonaba nada mal. ¿Y por qué no? Si asesinaba a Frollo, seguramente aquella ciudad respiraría en paz, y se reconciliaría de algún modo con los gitanos que vio arder. Tan alejada de Tierra de Partida, y sola en aquella misión, estaba más que dispuesta a obviar la regla contra la interferencia en los mundos.

Además, los sincorazón podían aparecer en cualquier momento. Solo tenía que guiarles hasta Frollo (porque siendo una portadora los atraía más) y apartarse del camino llegado el momento. Nadie podría responsabilizarla de esa trágica muerte. Era una pobre, pobrecita aprendiza aún.

Ahora, ¿por qué no me devuelves mis herramientas y te pierdes por ahí? ―Volvió a tender la mano.

Esperaba no tener que recurrir a la lucha, después de toda la historia que se había montado. Solo lo haría si el gitano intentaba abrir su bolsa, en cuyo caso miraría (ahora sí), si tenía la daga, y le atacaría en las manos para obligarle a soltar sus pertenencias.
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Tsuna » Vie Feb 20, 2015 5:43 pm

Qué equivocada estaba. Al retroceder choqué accidentalmente con una niña pequeña, la cual se apartó como si hubiese cometido una falta exageradamente grave. De tratarse de un adulto sí le hubiese mirado mal, pero una niña cuyas pintas me daban a entender su falta de recursos… La observé con cierta preocupación para luego dirigir mi vista a los soldados, que intentaban apresar a la supuesta gitana. Según ella se lo había ganado, no de la mejor de las formas claro, pero tuve la ligera impresión de que los guardias no querían atender a razones.

¿Por el mero hecho de ser gitana?


Me sobresalté sorprendida cuando la mujer golpeó con una tremenda agilidad a uno de ellos, consiguiendo escapar. Todavía en mi sitio y escuchando las maldiciones de los soldados, comprendí la terrible realidad de esa minoría: el hombre que me había vendido bollos desconfiaba de que pudiesen invocar Sincorazón, pero tras la hoguera de la que habló la maestra, no habían vuelto aparecer. ¿Y qué pasaba con esos soldados? Sencillamente, se dedicaban a arrestar sin pruebas de ninguna clase; se basaban solamente en su etnia.

Pero no importaba lo mucho que me volviese loca pensando, algo raro estaba sucediendo en París y mis dudas hacia los gitanos se iban despejando cada vez más. No quería dar por sentado que no hubiese alguien entre ellos resentido por la situación hasta el punto de llegar a invocar monstruos, pero...

¿Mm?


La voz quebrada de la pequeña llamó toda mi atención, obligándome a girar por instinto mi cabeza hacia su persona; por sus palabras y sus actos supuse que conocía a la gitana que habían intentado arrestar, y verla en aquel estado, observando las monedas de oro, me ablandó irremediablemente el corazón. Yo sabía bien lo que era ser una niña con dinero, y por fortuna a mí no me faltó de casi nada.

Guiada por mis instintos y por querer protegerla, me agaché a recoger las monedas y ofrecérselas en sus propias manos, situándome a su altura. No le sonreí sin embargo, sino que estaba seria como una muerta.

No tienes porqué pasar por lo mismo que esa mujer —si podía impedir incluso que terminase en la calle enseñando su cuerpo a todo el mundo, estaría bastante contenta. Y además, si conocía a la supuesta Esmeralda podía sacarle información. Así que dispuesta, cogí de la bolsa el bollo restante y se lo ofrecí—. ¿Tienes hambre? Yo ya he probado uno, éste te lo puedes quedar tú —y esperé a que lo agarrara—. ¿Te gustaría venir al Festival?

A mí el dinero no me hacía falta, y el bollo restante la verdad es que pensaba dárselo a Saito en caso de verlo hambriento, o incluso a Gata si se portaba. Pero la niña parecía muy afectada por todo el tema de los gitanos, y tenía que reconocer que hasta yo había quedado sorprendida por semejante crueldad. Lo menos que podía hacer era ayudar a aquella pobre, que a diferencia de mí, no había tenido tanta suerte en la vida.

Con o sin ella, yo me encaminé hacia la catedral. Si la pequeña me acompañaba, me atrevería a preguntarle su nombre.

¿Y cómo te llamas? Yo soy Saeko —esbocé inevitablemente una media sonrisa—. ¿Tanto te preocupa Esmeralda?

Igual mi vocación había sido todo ese tiempo cuidar niños.
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Re: Ronda 4

Notapor H.S Sora » Lun Feb 23, 2015 11:13 pm

Febo—sonrió de pronto el desconocido, ofreciéndome una mano que estreché sin pensármelo, y sonriéndole también—. Y este es Aquiles. No te le acerques por detrás. Le gusta sentarse sobre la gente—su sonrisa se volvió algo más enigmática y ancha entonces: ¿bromeaba acerca lo de su compañero caballo o de verdad tenía dicha afición?

Entonces me estremecí levemente y con sorpresa al ver como el animal reaccionaba ante las palabras de su dueño, por lo que me di prisa por ponerme a su lado y no quedarme detrás del imponente animal: no quería acabar con un caballo inmovilizándome.

¿Así que por eso la ciudad está a punto de reventar? Tiene sentido. Me gustaba venir de niño. Pero no, no he venido a eso.

Asentí mientras me imaginaba una mini versión del hombre hecho y derecho que tenía delante, recorriendo las calles de aquel bonito mundo con la ilusión de ver el festival de primera mano. Entonces tras unos segundos de silencio, le pregunté curioso que quería hacer en aquel edificio que me había nombrado antes, si no tenía intención alguna de disfrutar del célebre día que quizá habría marcado de cierta manera su infancia.

Por un segundo, tras una leve articulación de ceja y una expresión que entendí como dubitativa, el hombre me respondió:

Eres un muchacho un poco cotilla, ¿no te parece?

En aquel momento le miré sorprendido por aquella acusación que acababa de hacer, pero que desgraciadamente era cierta. Cuando conocía a alguien que despertaba alguna clase de interés en mí, no podía estarme de tratar de averiguar información sobre dicha persona; pero lejos de estar molesto, Febo solo pareció querer dejarlo constatado, cosa que me alivió ya que había estado a punto de disculparme y marcharme por las molestias causadas.

Entonces respondió, dejando claro que él estaba participando en unas guerras que yo naturalmente desconocía... ¿acaso todos estaban en guerra últimamente?

Reí levemente para mis adentros, ya que resultaba irónico que él y yo nos hubiésemos encontrado: quizá no eran las mismas circunstancias para cada uno, pero ambos participábamos en una guerra de la cual hacíamos un descanso aquel día.

Fuese como fuese, había vuelto por la orden de un tal Frollo, el cual resultaba ser juez — y probablemente la persona a cargo del Palacio de Justicia —. Por como lo estaba diciendo, el hombre no parecía estar muy de acuerdo con aquella decisión pero había tenido que obedecer de todos modos ante la llamada de aquella persona, así que tal y como había sospechado nada más verle, quizá se trataba de alguien importante, para el ejercito de París al menos.

Pero mi compañero temporal de viaje fue interrumpido, cuando un grito se escuchó en la lejanía: por lo visto había que detener a alguien según dicha voz, pero no veía en absoluto a nadie que destacase ni el lugar del que provenía la llamada de “ayuda”.

Vaya, vaya.

Fui a preguntarle a mi compañero si sabía que diantres pasaba, cuando pude verlo con mejor claridad al fijarme correctamente: una mujer corría lo más rápido que podía con un animal que identifiqué como una cabra tras mirármelo bien varias veces: ¿quién tenía una cabra como mascota?

Aunque naturalmente aquello no era lo más importante ni mucho menos, ya que al fijarme en la chica noté algo que no había notado en el resto de habitantes: ya fuese por su color de piel o por la clase de ropa que llevaba, destacaba sobre el resto de personas a las que había visto, incluyendo a Febo o yo mismo con el atuendo tan desapropiado que había decidido llevar para aquel día.

¿Pero por qué la están persiguiendo?...

Nanashi había dicho que parecían incriminar a los gitanos por todo, ¿estaría frente a una muestra de aquella discriminación? Fuese lo que fuese no acababa de importarme, ya que quizá si que había incumplido la ley, pero entonces una pequeña bombilla se encendió. ¿Sería ella mi única opción para saber si los gitanos tenían o no que ver con las misteriosas apariciones de los Sincorazón?

Fuese como fuese, solo había una manera de comprobarlo.

Iba a excusarme ante Febo de cualquier manera para ir a ayudar a la muchacha — aunque aún tenía que pensar como —, pero este realizó un acto que no supe descifrar al principio: dejó que la gitana pasase y luego hizo que el caballo se interpusiese entre los dos guardias que venían, haciendo que uno incluso cayese al suelo.

¿Acaso Febo a pesar de ser soldado no le tenía tirria a los gitanos?

Aquiles, ¡sentado!

En aquel momento, no pude evitar soltar una leve carcajada al ver como el animal cumplía las órdenes del que era su amo, y se sentaba encima del hombre que yacía en el suelo, como si de un cojín para acomodarse se tratara. Al final había resultado cierto que al caballo le gustaba sentarse encima de los demás.

Pero entonces me percaté de que el otro soldado había resultado ser más inteligente que su amigo, y había esquivado al caballo mientras no dejaba de perseguir a la chica.

Mierda... espero no acabar en los calabozos de nuevo por lo que voy a hacer...

Le lancé entonces una mirada de complicidad a Febo:

Vuelvo antes de que a Aquiles le dé tiempo a levantarse, —sonreí— ¡espero verte en el Festival de todas formas!

Y como si no hubiese aprendido la lección, me lancé corriendo a la persecución de un guardia que a su vez perseguía a una gitana. La cosa tenía gracia, sobretodo porque como las cosas saliesen mal, el orden de persecuciones se invertiría en mi contra.

¡Deténgase! —le gritaría al hombre hasta que se detuviese o hasta que lograse alcanzarle— El Juez Frollo requiere de su inmediata presencia, ¿acaso no me ha oído? Ha dicho que necesitaba reunir a toda la guardia lo antes posible, sin excepción alguna. Y por el tono en que lo ha dicho, no estaba dispuesto a aceptar represalias de ningún tipo en un día como hoy.

Dejaría una pausa momentánea para que el hombre apenas tuviese tiempo de atar cabos

>>Así que ya me encargo yo de coger a esa gitana de ahí—diría avanzando en la dirección en la que la muchacha se hubiese ido corriendo, si es que el guardia se tragaba mi mentira claro.

En el caso de que no lo hiciese, estaba muy pero que muy jodido.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Notapor Suzume Mizuno » Mar Feb 24, 2015 10:37 pm

Hana


¡Vete al cuerno con tus nosotros y vosotros! ―Aquello dejó desconcertado al joven, que se quedó mirándola con los ojos muy abiertos―. ¿Por qué arriesgaría nadie su vida, tonto? ¡Por venganza! ¡Frollo está quemando gente! En defensa del honor y en su lucha contra la brujería, pero a mí el humo me sigue oliendo a humano. No tengo por qué explicar a un ratero mis motivos, te basta con saber que he perdido demasiado en esas llamas. —Eso le devolvió el control de sí mismo. O puede que no, pero al menos ya no estaba mirándola con la boca abierta, sino que se puso serio, casi severo. Escuchó el resto de su discurso sin interrumpirla, aunque también sin moverse, de modo que Hana no tuvo ni idea de si estaba cayendo en la mentira que ella misma se estaba tragando o no.

Ahora, ¿por qué no me devuelves mis herramientas y te pierdes por ahí?

El joven observó su mano extendida durante el suficiente tiempo para que Hana al final se pusiera nerviosa. Entonces sonrió. Fue un gesto malicioso, pero también cómplice.

¿Por qué no? Aunque no quiero perderme nada. Al contrario, me encantaría echarte una mano. Los que hemos perdido demasiado en las llamas tenemos que ayudarnos entre nosotros.

Y en ese momento, la chica podría percibir el odio enfermizo que sentía por Frollo.

Le devolvió la bolsa y después realizó una reverencia algo burlona.

Me llamo Zaccharie. Da gusto conocer a mujeres con cojones, normalmente las de tu tipo sólo lloriquean y se encogen. Pero tú eres diferente.—Su sonrisa se volvió menos agresiva, más interesada—.¿Cómo te llamas?—Asintió, fuera cual fuera su respuesta, y dijo—: Si de verdad estás interesada en… lo que vas a hacer, te costará acercarte a Frollo, digas lo que digas. Siempre va rodeado por soldados. Sin embargo… Se va a sentar en una tarima sobre la que algunos gitanos, una amiga mía en particular, van a bailar. ¿Te interesaría? Si sabes hacer alguna cosa, podrías… Ya sabes. Tener alguna oportunidad.—Dejó de sonreír un momento y la miró, desafiante—.A menos que no te atrevas, claro.—Guardó un silencio—.Puedo ayudarte, pero sólo si no dices nada. Si lo hacemos, meteremos en un gran lío a mi gente, eso tendrías que tenerlo en cuenta. Por eso no puedo atacarle yo.—Se mordió el labio inferior con rabia—. Harían todavía más daño a los míos, volverían a acusarnos de brujería y de conspiración, y regresarían las hogueras. Pero si lo haces tú…—La miró de arriba abajo. Hana era, claramente, de piel clara. Jamás podrían confundirla con una gitana—. Entonces te ayudaré a escapar. Sea como sea. Lo juro por mi familia, que sus almas descansen en paz.

No había acabado de hablar cuando escucharon unas pisadas ligeras que se acercaban rápidamente.

¡Zac! ¡Dónde estabas, hombre! ¡Tenemos que empezar a preparar el festivaaaaaal, ¿oh? ¡Vaya, vaya, ¿te pillo ocupado?! ¡Qué bella señorita!

Se trataba de un hombre, otro gitano sin duda por su vestimenta. Tenía un aire algo desastroso, pero desenfadado, con una barba de chivo, media melena negra y un aro de oro en una oreja. Sus rasgos eran afilados y tenía una sonrisa felina que recordaba a un zorro. Estaba tan flaco que daba la impresión de que con un soplo fuera a salir volando.

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En absoluto. Os presento: Clopin, esta es…—Aguardó a que ella se presentara. El tal Clopin se adelantó, tomó la mano de Hana y le dio un casto beso, guiñándole un ojo—. Me decía que está interesada en nuestra representación, Clopin. ¿Crees que podría mostrarle toda la tramoya?

Hmmmmm.

Clopin observó a Hana con suspicacia. Al fin y al cabo, no era una gitana y tampoco la había visto antes. Una sonrisilla le iluminó el rostro y comenzó a girar a su alrededor.

¿Sabes hacer algo, preciosa? ¿Algún truquito o bailar? Porque nosotros somos profesionales, como comprenderás no podemos dejar a cualquiera entrar… ¡Y menos cuando vamos a actuar frente al rey!

Los dos aguardaron la respuesta de Hana.


****
Saeko


La muchacha pegó un brinco cuando Saeko le ofreció las monedas. Sin saber bien qué hacer, las recibió, mirándola con ojos de cordero degollado, como si temiera que después fuera a asestarle un guantazo.

No tienes porqué pasar por lo mismo que esa mujer.—La chica se sonrojó hasta la raíz del cabello y balbució algo ininteligible, apretando las monedas contra su pecho. Cuando Saeko le tendió el bollo se quedó mirándola con la boca abierta, sorprendida—. ¿Tienes hambre? Yo ya he probado uno, éste te lo puedes quedar tú

¿D-de verdad?—balbució la chica, dubitativa. Pero como Saeko no apartaba la mano, terminó por aceptar el bollo—. G-gracias…

¿Te gustaría venir al Festival?

La chica parecía no saber qué hacer. Estaba claro que no esperaba que una desconocida la tratara tan bien y tampoco parecía comprender bien por qué lo hacía. Dirigió una mirada de preocupación hacia el lugar donde había escapado su compañera, la tal Esmeralda, y se mordió el labio inferior, al borde de las lágrimas.

Entonces se dio la vuelta y corrió hacia Saeko para que no la dejara atrás, engullendo con ansia el bollo. En tres bocados lo apuró y después se lamió los dedos.

¿Y cómo te llamas? Yo soy Saeko

Saeko…—repitió con algo de dificultad—. Qué nombre tan… particular. ¿Venís de fuera, mi señora? —Al darse cuenta de que quizás había sido maleducada sacudió la mano libre, mientras con la otra se guardaba las monedas en un bolsillo de la falda—.¡No, perdón! No debería haber preguntado… Yo… Yo me llamo Marie, mi señora.

¿Tanto te preocupa Esmeralda?

La culpa volvió a emborronar su expresión, pero después sonrió un poquito.

Esmeralda cuida de mí. Me da comida cuando no tengo suficiente dinero y… Me ha dejado dormir en su casa más de una vez. Es una persona muy, muy buena, aunque sea gitana—dijo en voz baja, un poco sonrojada—. No le importa ser amiga de alguien como yo… Seguro que está bien. Es rápida y mucho más lista que esos tipos —Suspiró y hundió los hombros. Luego sonrió, tímida, en su dirección—. ¿Ha visto alguna vez el Festival, mi señora?—Justo acababa de decirlo cuando Saeko pudo escuchar una música animada de fondo. Los edificios estaban decorados con triángulos de colores, y la gente, animada, reía a carcajadas porque comenzaban a cruzarse con todo tipo de disfraces. Un hombre con unos zancos de más de metro y medio de altura pasó sobre ellas, saludándolas levantándose un sombrero. Marie pegó un pequeño brinco, aferrándose a Saeko de un brazo, pero esbozó una tímida sonrisa de diversión—. Hay muchas cosas divertidas en el Festival. Obras de teatro, concursos, bailes… ¡Esmeralda va a bailar en uno! ¡Pero el más divertido es coronar al Rey de los Bufones! Tiene que ser el hombre más feo de todos. Si lleva la corona las mujeres lo besan y los hombres se inclinan ante él, y lo pasean en un trono por toda la plaza… ¿Cree que el rey de verdad se enfadará si lo ve…?—murmuró, de súbito preocupada y soltándola, a pesar de que se aproximaban a una multitud y sería fácil separarse.

Sonaron unas campanadas de fondo, arrancando aullidos de excitación a la multitud. ¡Se acercaba el momento! A lo lejos, Saeko pudo ver las torres de Notre Dame y lo que parecían ser los techos de tiendas de lona que se habían levantado a lo largo de toda la plaza.
Marie pareció un poco decepcionada, mientras se ponía de puntillas intentando ver más allá de los cientos de espaldas que se acumulaban frente a ellas

¡Vaya! ¡No hay forma de seguir…! ¡Y yo que quería ver al Rey! B-bueno, a los dos reyes…

Y la verdad es que no había forma humana de continuar adelante, a menos que Saeko quisiera abrirse paso a codazos. Pero entonces era posible que perdiera a Marie de vista. Si no le importaba, podía seguir con su camino —vigilando sus cosas, no fuera a ser que alguien tuviera la mano demasiado larga—.

Si quería llevar a Marie a ver al Rey de los Bufones, podía probar a ir hacia alguna callejuela lateral y buscar otro camino. Hacia la izquierda, por donde quizás pudiera encontrare con Ryota, o por la derecha, hacia donde estaba el Palacio real. ¡A lo mejor veían al rey de verdad y todo!


****
Saito



¡Deténgase! —gritó Saito a pleno pulmón—. El Juez Frollo requiere de su inmediata presencia, ¿acaso no me ha oído? Ha dicho que necesitaba reunir a toda la guardia lo antes posible, sin excepción alguna. Y por el tono en que lo ha dicho, no estaba dispuesto a aceptar represalias de ningún tipo en un día como hoy.

Qué…

¡Lo había hecho! Al escuchar el nombre de «Frollo», el soldado había frenado en seco, algo pálido e incluso nervioso. Parecía que el juez manejaba a la guardia con mano de hierro.

Así que ya me encargo yo de coger a esa gitana de ahí.

Sin embargo, al ver al muchacho vestido con una simple túnica, sin ni siquiera un arma y, desde luego, que no era un soldado, su gesto se volvió colérico. Desenvainó la espada, dispuesto a enfrentarse a aquel mentiroso. Podía ser grueso y aparentar ser torpe, pero era fuerte y estaba acostumbrado a enfrentarse a personas de poca monta. Además, Saito no había dejado de correr, por lo que el hombre sólo tenía que aprovecharse de su impulso.

Saito estuvo a punto de ver cómo la espalda se le clavaba en un costado, ya que no podría esquivarla a tiempo —el problema de perseguir a un hombre con una armadura es que puedes acercarte demasiado a él— cuando escuchó un silbido. Una piedra impactó contra la muñeca del hombre. A pesar de que llevaba guanteletes, el golpe fue tan rotundo que sirvió para desviar la dirección de su espada y no hacer más que un tajo superficial en un hombro al muchacho.

¡AU! ¡Serás zorra!—exclamó el soldado, girándose hacia donde se encontraba su atacante, que no era otro que la gitana.

Ésta le dedicó una seca sonrisa, jugueteando con una piedra, antes de arrojársela también. Rebotó contra el yelmo del hombre, pero lo dejó aturdido por un momento. Ella miró a Saito y luego echó a correr. Ya que el joven había dicho que iría tras ella —y que no era buena idea quedarse cerca de ese tipo— tendría que perseguirla durante toda una calle hasta que la perdió de vista en un callejón. Cuando quisiera entrar, un golpe en las rodillas le haría ver las estrellas. La gitana lo atrapó por un brazo, se lo retorció a la espalda y lo estampó de cara contra la pared, poniéndole un cuchillo al cuello.

Bueno, ya me tienes. —Incluso aunque no podía verla, pudo notar que estaba sonriendo, burlona—. Ahora dime, ¿qué es lo que quieres? ¿Alguna clase de recompensa por haber intentado ayudarme? ¿O alguna otra cosa? Habla, tengo un poco de prisa.

La hoja acarició su cuello. Más valía que se diera prisa en responder.

Fecha límite: lunes 2 de marzo


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Siento ampliar los plazos, pero si no, no seré capaz de llevar el ritmo con el global.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: Ronda 4

Notapor Soul Eater » Lun Mar 02, 2015 12:03 am

En Port Royal, siempre había pensado que esos costosos vestidos llenos de bordados tenían que ser muy incómodos, por lo que nunca acabé de comprender por qué las mujeres sentían predilección por ellos. Sin embargo, fue en la Cité cuando comprobé que, realmente, eran todavía más molestos de lo que parecían.

Tal vez yo no llevara otra cosa que una simple “falda” improvisada, pero lo cierto es que mientras saltaba y me aferraba a la pared, no podía dejar de maldecir mientras trataba de apoyar los pies pisando preferiblemente la piedra antes que la tela. Por lo menos, agradecí el hecho de que no se me hubiera ocurrido quitarme los pantalones, porque si no, la vista desde abajo iba a ser divertida… aunque claro, si alguien me veía tratando de entrar allí esa iba a ser la menor de mis preocupaciones.

Pero finalmente, me las apañé para colarme en el interior del castillo a pesar de mi vestuario, y gracias a un truquito que había aprendido a base de espiar a algunos de mis compañeros. En cuanto me separé del suelo, como si de un sincorazón me tratara, comprobé sorpresa que me encontraba en algo parecido a un estudio.

Realmente no había nada de extraño en ello, pero ante el aspecto oscuro que todo el edificio despedía, había imaginado que hay dentro aguardaría… no sé, algo muy malo, como mínimo. Sin embargo, antes de que pudiera fijarme realmente en lo que me rodeaba, oí el sonido de unos pasos repiqueteando contra el suelo.

Sin pensármelo dos veces, me pegué al marco de la puerta, quedando fuera del campo de visión de los hombres que se acercaban. Si bien la facilidad con la que había entrado me hacía sentirme un poco orgullosa de mí misma, era consciente de que no debía confiarme lo más mínimo. A fin de cuentas, me encontraba en terreno hostil.

… festival ridículo y despreciable. Su majestad estará en peligro y no podemos permitir que se encuentre tan cerca de la plebe. Pero ya que su hermana ha insistido, debemos doblar la seguridad. Estad preparados para cualquier ataque. El rey estará muy expuesto, siendo est… Ingenuo como es. ¿Entendido?

¿Iba a llamar estúpido al rey?— por un momento, sonreí entre las sombras, divertida… pero solo hasta que vi pasar al juez escoltado por algunos soldados. Eso me cortó la diversión de raíz. Ese hombre era realmente desagradable.

—Sí, señor. ¿Y usted? No podemos llenar la plaza de tropas, el pueblo protestaría y…

He hecho venir a un hombre capaz para asegurarse de mi protección, o eso espero. El último capitán de la guardia…

Afortunadamente no terminó la frase, porque tenía la sensación de que lo que iba a decir iba a ser todo menos bueno. No me sorprendería nada que el hombre estuviera muerto. Aunque de ser así, tampoco iba a horrorizarme. Los guardias eran mis enemigos naturales, al igual que lo eran los perros de los gatos.

Me asomé discretamente, sin terminar de explicarme la razón de su interrupción. Sus guardaespaldas tampoco parecían tenerlas todas consigo, a juzgar por sus comentarios. Y realmente, no era para menos, porque se había quedado mirando una puerta cerrada como si quisiera atravesarla con la vista.

Y sin más explicación se alejó de ella, forzándome a retirarme bruscamente dando un respingo, temiendo ser descubierta. No tenía ganas de saltar por la ventana, aunque sabía que siempre me quedaría esa opción en un caso extremo.

Pude escuchar como se alejaban, y me apresuré a salir para no perderles de vista. Fue entonces cuando la puerta se abrió finalmente, dejando paso a un… hombre con cuernos. Si tuviera que hacer una lista con aquellas personas con las que no querría enfrentarme directamente y en solitario, no dudaba que le reservaría uno de los lugares principales, solo por debajo de Ryota y Erased Data.

No me extrañaba que Frollo le hubiera percibido al pasar. Yo también podía notar como su presencia despedía oscuridad, así como una advertencia tan clara como el color dorado y negro de las avispas. Ese desconocido era peligroso, y aquel que busca voluntariamente el peligro es un estúpido.

Me pegué a la pared y a las sombras, tratando de pasar desapercibida, pero no fue necesario, porque el hombre tras esbozar una sonrisa siniestra se encaminó en la dirección opuesta de mi objetivo. Eso me tranquilizó. Cuanto más lejos, mejor.

Todavía sin moverme, y casi sin atreverme a respirar, observé cómo se alejaba, sin ningún interés en seguirle. No me cabía ninguna duda de que él, como yo, no era un habitante de ese castillo. Su aspecto, su ropa, y la lanza que llevaba podrían incluso haber sido de otro mundo, y la extrañeza de Frollo me hacía sospechar que él tampoco conocía su presencia.

Por mi parte, no quería crearme enemigos poderosos. Yo no le estorbaría, y con un poco de suerte, tampoco me estorbaría él a mí. Y después, si eso, ya le hablaría a Ryota de su presencia. Pero la persona que había que tener vigilada era el juez que, afortunadamente, era un objetivo bastante más sencillo.

Así que en cuanto comprobé que no había peligro, me apresuré a seguir la dirección que habían tomado los tres hombres, asegurándome de mantenerme preferiblemente en las zonas más oscuras, y asegurándome de mirar antes de doblar las esquinas para evitar tener encuentros inesperados.
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Re: Ronda 5

Notapor H.S Sora » Lun Mar 02, 2015 11:49 pm

Por unos segundos parecía que lo había conseguido y con una estrategia medianamente bien planteada además: había conseguido frenar al guardia cazador de gitanas con una improvisada excusa en la que yo ya le aseguraba que me encargaba de todo.

Lo único en lo que no había pensado cuando seguí corriendo era la apariencia que debía tener para el cazador en cuestión: adolescente de complexión media, sí, pero no recordaba que me había dejado a Alice en casa para pasar desapercibido, por lo que no llevaba arma en absoluto, y que mi única vestimenta visible era una túnica negra algo vieja. ¿Parecido con un guardia o alguien de autoridad similar? Completamente nulo

A pesar de ello, seguí corriendo pensando que quizá había tenido algo de suerte en que el hombre se hubiese tragado aquella mentira, por lo que podría acabar hablando con la gitana con total calma y tranquilidad en cuanto pudiese alcanzarla... pero claro, soñar era algo realmente bonito.

Noté como si algo se aproximase a una velocidad estridente hacia mí, y en ese momento y por instinto miré con el rabillo del ojo que sucedía: el hecho de ver a una espada acercándose de manera amenazante hacia mis costillas me hizo entender que quizá el guardia se había dado cuenta de que le había dicho una mentira piadosa. Anoté mentalmente la clase de castigos que daban en aquel mundo: por invocación indebida de criaturas de la oscuridad, hoguera; mentir a un guardia, intento de mutilación.

Cogí aire con fuerza al ver que no iba ser capaz de esquivar aquello, pero naturalmente no tenía pensado quedarme quieto. En cuanto ese desgraciado me tumbase le haría implosionar la cara con el mejor hechizo de oscuridad que tuviese; si bien era cierto que le había dicho a Saeko — y ella también me lo había dicho — que no había que llamar demasiado la atención ni hacer barbaridades, nadie había dicho nada de la defensa propia, la cual podía justificarlo todo.

Entonces un silbido llamó mi atención, pues en aquel momento necesitaba cualquier tipo de distracción para poder seguir corriendo hacia mi inevitable destino:

¡AU! ¡Serás zorra! —aquellas palabras parecían una gloriosa evocación divina, ya que lejos de cortarme tanto como había pensado, de algún modo alguien había hecho que solo me cortase ligeramente por el hombro.

Seguía siendo un corte al fin y al cabo, pero al menos no iba a morir por aquello. Cuando me percaté de quién había sido mi salvadora, di media vuelta y corrí en la dirección de esta, justo a tiempo para que otra piedra le diese hábilmente en toda la cabeza a mi perseguidor actual. ¿Cuanta puntería tenía aquella gitana?

Fuese como fuese no me quedé a comprobarlo, y fui corriendo en su búsqueda al mismo tiempo en que esta salía disparada como una bala. Más me valía darme prisa y no perderla tras todo lo que había pasado; respecto al guardia, lo dejaría en paz a no ser que el hombre tratase de detenerme, en cuyo caso le pegaría un rápido puñetazo en la cara y proseguiría mi camino.

Aquella persecución parecía que no iba a tener fin, hasta que la vi desaparecer en un callejón. ¿Acaso quería que la atrapara?

No hay otra manera que comprobándolo...

Y me metí allí dentro a sabiendas de que podía ser una muy mala idea, pero si me había salvado la vida — o el hombro — no podía ser demasiado peligrosa.

Me arrepentí de lo dicho segundos después, ya que no sabía decir como, pero aquella gitana me había dado un tremendo golpe en la rodilla y me tenía inmovilizado por un brazo y retenido contra la pared; lo había hecho como si de una profesional se tratase, y yo no había tenido tiempo ni a reaccionar o parpadear al respecto. Sin duda los gitanos y los guardias me amaban, y ahora la pared contra la que me tenía retenido me iba a servir de nuevo amante también.

Bueno, ya me tienes. —que graciosa había resultado ser la gitana, que estaba casi seguro de que se encontraba sonriendo a mis espaldas, como toda una damisela— Ahora dime, ¿qué es lo que quieres? ¿Alguna clase de recompensa por haber intentado ayudarme? ¿O alguna otra cosa? Habla, tengo un poco de prisa.

Iba a decir que yo tampoco podía perder demasiado tiempo, que quería ver el bonito festival, cuando noté la hoja de su cuchillo dándome una leve y sutil caricia. Hablaba o me rajaban, aquel mundo iba escalando posiciones respecto a Agrabah, sin duda.

Tan solo quería información, —comenté mirando aquella hermosa pared— más concretamente, quería saber de primera mano la verdad sobre los gitanos respecto a unos extraños sucesos de los que os culpan. Y apareciste como si da una señal se tratase —hice como pude un exagerado gesto teatral con la mano medianamente libre— de ahí que tratase de ayudarte con el grandullón de antes, y al parecer te he venido bastante bien como cebo. Y ya que aún no me has matado ni has dejado que lo hagan, supongo que tienes un mínimo interés en mí.

>>Si me sueltas la mano y dejas de amenazarme con un cuchillo, quizá hasta podamos empezar a ser amigos y hablar de cosas más serias. —comenté con una sonrisa igual de burlona que la de ella, esperando a que se decidiese a soltarme. Tanto si lo hacía como si no, proseguiría— Soy Saito, tan humilde, vulnerable e idiota como puedes ver, ¿y tú, eres?

Esperaba que mi nueva compañera no se decidiese a rajarme el cuello antes de poder mantener una civilizada y agradable conversación con ella. ¿Por qué coño no me había quedado con Febo y Aquiles buscando el camino a seguir?

Mientras esperaba su reacción, recé por qué no me estuviese perdiendo el festival, ya sería mala suerte perdérmelo por gilipollas y que además, como guinda para el pastel, apareciesen Sincorazón por doquier; podía imaginarme la cara de Saeko cuando le contase lo sucedido, y la bronca que me iba a caer por ello.

Y el día acaba de empezar...
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Nell » Mar Mar 03, 2015 12:35 am

Funcionó. Por un mometo, Hana temió que la actuación (la cual se había vuelto veraz) no hubiese salido bien y el gitano aprovechara para cortarle la mano o algo peor. En su lugar, le devolvió la bolsa. La aprendiza pensó en salir corriendo y dejarle ahí tirado, pero sus palabras hicieron que le picara la curiosidad:

¿Por qué no? Aunque no quiero perderme nada. Al contrario, me encantaría echarte una mano. Los que hemos perdido demasiado en las llamas tenemos que ayudarnos entre nosotros.

Vale, sí, eso era mentira. Ella no había perdido a nadie valioso, solo a inocentes que lamentaba no haber podido salvar. En cualquier caso, seguía dispuesta a echar una mano en eso del asesinato y tal (a Lyn le iba a dar algo si se enteraba).

El gitano se inclinó burlonamente. A punto estuvo de darle una colleja por seguir haciéndola sentir estúpida.

Me llamo Zaccharie. Da gusto conocer a mujeres con cojones, normalmente las de tu tipo sólo lloriquean y se encogen. Pero tú eres diferente.—Hana enarcó una ceja, tratando de no enorgullecerse demasiado—. ¿Cómo te llamas?

Hana ―respondió, olvidando que su nombre no encajaba con el mundo.

Si de verdad estás interesada en… lo que vas a hacer, te costará acercarte a Frollo, digas lo que digas. Siempre va rodeado por soldados. Sin embargo… Se va a sentar en una tarima sobre la que algunos gitanos, una amiga mía en particular, van a bailar. ¿Te interesaría? Si sabes hacer alguna cosa, podrías… Ya sabes. Tener alguna oportunidad.—¿Por qué bailaban los gitanos para Frollo? Qué raro—.A menos que no te atrevas, claro.—Volvió a enarcar una ceja, transmitiendo que no necesitaba ni darle respuesta a eso—.Puedo ayudarte, pero sólo si no dices nada. Si lo hacemos, meteremos en un gran lío a mi gente, eso tendrías que tenerlo en cuenta. Por eso no puedo atacarle yo. Harían todavía más daño a los míos, volverían a acusarnos de brujería y de conspiración, y regresarían las hogueras. Pero si lo haces tú…—Se sintió incómoda cuando Zaccharie le repasó con la mirada—. Entonces te ayudaré a escapar. Sea como sea. Lo juro por mi familia, que sus almas descansen en paz.

Así que habían quemado a su familia, ¿eh? Hana no podía reprocharle entonces que quisiera vengarse a cualquier costo.

Acepto el trato. No tengo interés en cargar más muertes a nadie. Además, estoy segura de que ambos disfrutaremos con la cara que se le quedará a Frollo cuando vea quién se vuelve contra él ―sonrió.

En realidad, pensó, no necesitaba a nadie para salir de la ciudad. Podía escapar en el glider, por mucha atención que se llevara, en el peor de los casos. Si la encerraban, usaría la magia para escapar; y de acabar infortunadamente en la hoguera, bueno, el agua se le daba algo bien.

Entonces, llegó otro gitano. Uno muy… particular. Vestía con colores chillones, que casi hacían daño a la vista, y Hana se figuró que era alguna especie de comediante (como no tardó en demostrar). ¡Y menuda vocecita ridícula tenía!

¡Zac! ¡Dónde estabas, hombre! ¡Tenemos que empezar a preparar el festivaaaaaal, ¿oh? ¡Vaya, vaya, ¿te pillo ocupado?! ¡Qué bella señorita! ―Hana se esforzó de nuevo, esta vez por no sonrojarse. ¡Qué horrible era volver a sentir!

En absoluto. Os presento: Clopin, esta es…

Hana ―repitió.

Me decía que está interesada en nuestra representación, Clopin. ¿Crees que podría mostrarle toda la tramoya?

Hmmmmm.

A pesar de la aparente desconfianza, sonrió. Definitivamente, debía de estar chalado.

¿Sabes hacer algo, preciosa? ¿Algún truquito o bailar? Porque nosotros somos profesionales, como comprenderás no podemos dejar a cualquiera entrar… ¡Y menos cuando vamos a actuar frente al rey!

Bailar ―respondió ipso facto―. He viajado por numerosos puertos y participado en algunas de sus fiestas. Conozco las seguidillas castellanas, el branle, la gallarda, la zarabanda e incluso esa apestosa danza morris ―Estaba recitando de cabeza porque, a medida que hablaba e intentaba recordar los pasos, se daba cuenta de que hacía más de tres años que no practicaba ninguno de ellos. Era muy probable que lo hubiese olvidado. Así que, con gran vergüenza, reconoció―. Y cantar. Tengo… buena voz ―Se ahorró dudarlo, a riesgo de que pensaran que era una engreída― y conozco algunas canciones ―La mayoría de piratas, borrachos y sirenas.

Esperó al veredicto. Cada vez se sentía más incómoda, consciente de que la evaluaban por sus aptitudes artísticas y, en el caso de Zac, por su capacidad para matar a Frollo. ¡Con lo fácil que habría sido convocar un Géiser de muestra y ahorrarse esas formalidades del mundo!
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Tsuna » Mar Mar 03, 2015 8:55 pm

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Pude ver por el rabillo del ojo cómo la pequeña había terminado por acompañarme al Festival de los Bufones. La miré por instinto para aminorar la marcha, descubriendo que había engullido prácticamente el bollo en pocos bocados. Hice una mueca de preocupación, imaginando lo hambrienta que debía estar.

A continuación me presenté revelando mi nombre, y por la expresión de la pequeña caí en la cuenta de que no se trataba de uno común en París, lo que me recordó que debía tener más cuidado a partir de ahora con mi información personal. Abrí los ojos más de lo normal, sorprendida, cuando me preguntó sobre mi procedencia. Ciertamente no había reparado en qué clase de excusa tendría que inventarme en ese caso, pero al ver cómo se arrepentía de sus palabras le dirigí una mirada acusadora, esperando que comprendiese que eso no era mejor preguntarlo, porque ni yo misma sabría qué responder.

Hice memoria intentando recordar cómo se llamaba la mujer gitana, o más bien el nombre que había pronunciado Marie antes: Esmeralda. Si sabía sobre los gitanos podía aprovecharme de ella, aunque mis motivos para ayudarla fueran más personales; no quería ver cómo terminaba en las calles haciendo cosas que hasta a mí me parecían repulsivas por unas migas de pan. Y al verla tan afligida por esa tal Esmeralda… ¿Cómo podía estar tan triste una niña?

Cruzada de manos y seria, sin dejar de caminar, escuché atenta su historia, de cómo la gitana le daba de comer y un hogar donde poder dormir. Sí, no me cabía duda de que había hecho lo correcto, aunque tuviese que aguantarla. Me recordaba un poco a mi hermana en ese sentido, y hacía tantísimo tiempo que no sentía semejante nostalgia… Se me contagió la sonrisa de la pequeña sin remedio.

Encantada, Marie —y cabizbaja me fijé en sus rizos—. Es la primera vez que vengo.

En ese momento, casi sin darme cuenta de todo lo que habíamos avanzado hacia el centro de París, observé como una tonta la de gente que nos rodeaba: disfraces, risas, diversión, música y edificios bien decorados. Quedé maravillada contemplando el ambiente, pero me intenté mantener atenta, fijándome en cualquier rincón en el que yo pensaba que pudiese esconderse algún Sincorazón. Y tan concentrada me hallaba en mi trabajo cuando me sobresalté asustada al ver algo moviéndose a mi lado, pero no se trataba de otra cosa sino de unos enormes zancos sobre los que se balanceaba un hombre que nos saludó.

Por cortesía saludé también, aunque prefería no llamar tanto la atención. Y en mi brazo restante se había aferrado la pequeña, asustada por alguna razón que se me escapaba. Alcé una ceja, llena de curiosidad, cuando comenzó a explicarme en qué consistía el famoso Festival. Que si concursos, bailes o teatro, incluso me habló sobre el supuesto juego que daba nombre al festival en sí, en el que las mujeres teníamos que besar al hombre más feo de todos.

De súbito, Marie se separó de mí preocupada porque el propio Monarca se enfadara. Me vi interrumpida cuando me decidí a colocarme a su altura para responder. Unas campanadas resonaron por toda la plaza, consiguiendo que incluso se me erizara el vello del cuerpo. La gente gritaba como si no hubiese mañana, y me preocupó perder de vista a Marie, o incluso que alguien me robase la bolsa donde guardaba el brazalete para Nikolai.

Agarré a Marie de una mano, quizás de forma un poco brusca, y analicé con la mayor rapidez posible los alrededores. Había algunas calles alrededor, pero de inmediato captó toda mi atención la que tenía un enorme palacio que parecía ser importante. No creía que la situación fuera diferente en cualquier otro camino, y tampoco quería perder de vista a la niña o meterme de lleno en la muchedumbre, donde posiblemente me terminaran robando si no acababa asfixiada antes.

¿Tanto quieres ver a los Reyes? —le pregunté a la pequeña, sujetando con mi otra mano la bolsa para mantenerla bien sujeta a mí— Y no creo que el Rey vaya a enfadarse, es una fiesta.

Yo al menos no estaba dispuesta a besar al hombre más feo de todos, pero si me veía en la situación y no me quedaba otro remedio, tendría que resignarme. Esperaba llegar cuanto antes al Palacio, igual podíamos ver a los Reyes o incluso buscar otro camino por el que entrar a la plaza principal sin tener que morir en el intento. Y aquello de “mi señora”. Seguía sin estar acostumbrada a tantos formalismos, pero tampoco es que me disgustara. Estaba segura de que a ojos de Marie yo debía ser una mujer fuera de lugar.

No perdía nada por hacer feliz a una niña mientras cumplía con mis obligaciones, claro que no.

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Saeko se dirige con Marie hacia el Palacio.
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Ronda 6

Notapor Suzume Mizuno » Mié Mar 04, 2015 12:58 am

Gata


Gata optó por no seguir al desconocido, que tan mala impresión le había causado, y por seguir a al juez para obtener más información.

Tuvo que recorrer varios pasillos y pegar la oreja a otras tantas, ya que había perdido un poco de tiempo entre una cosa y otra y les había perdido de vista. Le tocó esconderse de un par de soldados que estaban patrullando el lugar y tuvo la mala suerte de que se detuvieran a hablar cerca de donde se encontraba y le cortaran las posibles salidas.

…no querría estar en la piel del nuevo capitán.

Se supone que viene de las guerras. Sabrá lo que tiene que hacer. Al menos mejor que el anterior. ¿Sabes lo que ha ordenado Frollo que…?

¡No, no quiero saberlo!—le interrumpió su compañero—. De todas formas el juez apunta alto. Un capitán del ejército. Debe estar encantado de que lo saquen por fin del campo de batalla.

Continuaron hablando de esto y aquello, divagando sobre el Festival y lo hartos que estaban de trabajar cuando sólo querían pasárselo bien. A Gata se le habrían dormido las piernas cuando por fin recordaron que estaban de guardia y siguieron con su camino. La joven daría unas cuantas vueltas antes de encontrar el camino. Al cabo de un rato, escuchó la voz de Frollo. Su puerta debería estar protegida, pero parecía que había despedido a los soldados. ¡Suerte la suya! Podía acercarse a espiar.

¿Hacía mucho que no visitabais París, capitán?—Vaya, estaba acompañado. Quizás pudiera obtener algún dato interesante.

Un par de décadas. Las cosas han cambiado mucho desde entonces.

Oh, sí. Demasiado. Desgraciadamente ha aumentado el número de indeseables. Veinte años llevo ocupándome de ellos… Uno por uno. Y, a pesar de mis esfuerzos, ¡han prosperado! Al parecer tienen un nido entre los muros de esta ciudad. ¿Cómo la llamaban? Ah, sí —rió, despectivo—.La Corte de los Milagros. Por eso es importante su papel, capitán. Su hoja de servicios le precede y estoy seguro de que realizará una gran labor.

¿Es que he regresado de las guerras para ocuparme de adivinos y charlatanes? —exclamó el hombre, indignado.

Veo que no tenéis idea de lo que sucedió el año pasado. La verdadera guerra, capitán, está aquí. Permitid que me explique.

Y Gata pudo escuchar una minuciosa historia acerca de cómo unos demonios habían ido apareciendo en París. Atacaban sólo a los ciudadanos, nunca a los gitanos, y los cadáveres jamás reaparecían. Nadie tenía idea alguna de dónde podían haber ido a parar. El juez Frollo capturó a unos gitanos sospechosos y el mismísimo Palacio de Justicia fue atacado por los demonios, aliados con los gitanos. Por suerte, el juez y sus hombres defendieron el territorio y tras la ejecución de los gitanos, sobrevino un año de paz. Sin embargo, de acuerdo a Frollo, este estaba a punto de acabar. ¿Por qué? Porque el objetivo de los gitanos sin duda iba a ser el rey, que había comenzado a entrar en razón y a escuchar sus consejos.

Estaba en peligro y debían protegerlo.

Por eso vuestra tarea será organizar a la guardia que protegerá la plaza esta tarde, mientras se celebra el Festival. Y si veis que algún gitano trata de acercarse al rey…—Hubo un golpe seco—. ¿Ha quedado claro?

Sois muy explícito, señor.

¡Empezáis a agradarme! Oh. Capitán, ¿podéis entrar a la habitación de al lado y buscar el diploma? Se lo tendréis que mostrar a sus nuevos compañeros. Después, acompañadme. Es hora de ir al festival de los campesinos.

Los pasos se dirigieron hacia la puerta, que comenzó a abrirse. Gata tenía que pensar rápido: podía ocultarse en la habitación contigua, pero era allí donde se dirigía el capitán. Al acercarse podría comprobar de un vistazo que era un sitio estrecho, con una única mesa cubierta por un largo mantel polvoriento, sobre la cual había unos pergaminos enrollados.¿Le daría tiempo? Correr también era una opción, aunque llamaría la atención y sería descubierta. Era eso o intentar lanzarse por la ventana, si bien estaba a bastante altura…

Aunque… ¿Y si buscaba alguna excusa? Quizás no resultara tan sospechosa como podía temer, incluso si no había visto a ninguna otra mujer en el Palacio.

En cualquier caso, sólo tenía unos instantes para actuar.

****
Saito


Si me sueltas la mano y dejas de amenazarme con un cuchillo, quizá hasta podamos empezar a ser amigos y hablar de cosas más serias. —Pareció que a la chica no le hizo demasiada gracia que intentara hacerse el listo, de modo que presionó suavemente la hoja contra su cuello y Saito pudo sentir cómo un hilillo de sangre le bajaba por la piel. Quizás debería recordar la situación en la que se encontraba—.Soy Saito, tan humilde, vulnerable e idiota como puedes ver, ¿y tú, eres?

La gitana que te tiene empotrado contra la pared—respondió, con una amplia sonrisa—. Y me parece que estás muy bien así, gracias. ¿No crees, Djali?—Escuchó un balido como respuesta—. Tú has hecho de cebo y yo te he salvado la vida. No creo que te deba nada.—De todas formas, la presión sobre el brazo y el cuello desapareció y Saito pudo darse la vuelta. El puñal había desaparecido y la mujer le observaba con una sonrisa burlona. Parecía que no le preocupaba demasiado enfrentarse a él en caso de que quisiera hacerle daño—.Has dicho que nos culpan y eso significa que no crees que seamos los responsables. O eso parece. Así que te diré esto: nosotros no tenemos nada que ver con los demonios. ¿Para qué íbamos a invocar criaturas que atacan a los nuestros?—Bufó—. Y suficiente hemos sufrido por el tema. Así que no quiero hablar más de ello. Buenos días.

No parecía que le hubiera caído demasiado en gracia.

¡Eh, vosotros dos, alto!—resonó una voz en la boca del callejón.

¡Sorpresa! El guardia les había perseguido. Ella soltó un silbido y la cabra, tras coger impulso, salió disparada contra el hombre. La chica cogió a Saito de la muñeca y echó a correr, tan rápido y con tanta fuerza que estuvo a punto de hacerlo tropezar varias veces. Escucharon el estruendo de una armadura al chocar contra algo violento y un aullido de dolor que arrancó a la joven una carcajada.

*


Llegaron a la plaza de Notre Dame y, allí, por fin, liberó a Saito. Apenas cansada a pesar de que había sido una buena carrera de casi diez minutos, esquivando a muchísima gente y sin bajar el ritmo, se apartó un mechón de pelo de la cara y dijo:

Salvado por segunda vez y además te traigo al lugar más movido de la ciudad. ¡Hoy tienes suerte! Quédate por el lugar si quieres, va a haber mucha cerveza y vino, aunque no te recomiendo preguntarle a ningún gitano sobre ese tema. Por cierto. Si vuelves a ver a tu amigo, el rubio ese, dile que gracias. Y que me gusta su caballo.—Le guiñó un ojo y se dirigió hacia una de las tiendas que se habían levantado.

Pudo ver cómo hablaba con otro muchacho, gitano también, más o menos de su edad. Éste puso un gesto hosco, pero obedeció cuando ella señaló con un dedo y le tocó marcharse, farfullando por lo bajo.

Había un escenario, con dos casetas no muy lejos con tronos preparados y protegidos por soldados. Las tiendas y los puestos se extendían por todas partes, abarrotados de gente que quería comprar comida o examinaba con ánimo las mercancías. Vería arias corros de gente bailando, grupos de hombres y de mujeres vestidos con trajes chillones, de diablo, de gárgola, de bestia. Más de uno ya yacía en el suelo, borracho perdido. Incluso había varios barriles de vino, por si le apetecía echar un trago. Vio a personas disfrazadas de reyes, a un cocinero dentro de un caldero y a un hombre vestido de langosta trasladándolo, a perros llevando las correas de hombres que iban a cuatro patas…

Todo el mundo parecía estar pasándoselo de maravilla.

De pronto comenzaron a sonar unas trompetas y la gente, emocionada, chilló:

—¡El rey! ¡Viene el rey!

El estruendo venía de la derecha de Saito; a lo lejos pudo ver cómo se aproximaba un carruaje rodeado de gente y de soldados.


En ese momento fue cuando sintió una presencia fría, cruel, peligrosa. Si se daba la vuelta vería que, entre la multitud, un hombre con una vestimenta que lo asemejaba a un demonio lo observaba con una sonrisa que le pondría los pelos de punta. Tenía una larga melena rubia platina que recogía en dos especie de cuernos y era alto, muy alto.

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Sus ojos lanzaron un destello dorado.

Cuando Saito parpadeara, se encontraría con que el hombre se había fundido con la multitud, aunque pudo distinguir su báculo sobresaliendo entre las cabezas de la gente. Se dirigía… Hacia la catedral.

¿Lo seguiría? También podía ir tras la chica, que no se había dignado a darle su nombre, e intentar probar una nueva forma de ganársela. Por otra parte, ¿no había quedado allí con sus compañeras? Quizás tendría que ir a buscarlas… O a lo mejor quería echar un vistazo al rey. Incluso si se le ocurría otra cosa, podía hacerla. ¡Todo era posible!


****
Hana


Clopin silbó, sorprendido, después del torrente de información. Dio una palmada, divertido, y exclamó:

¡Pero dónde estabas escondida hasta ahora! ¿Jana?¿Qué es, un nombre inglés?—Le pasó un brazo por los hombros, cuidadoso para no presionar demasiado ni resultar amenazador, y la comenzó a arrastrar consigo fuera del callejón, mientras Zac les seguía con una expresión de alivio—. Vaya perlita, amigo. Y bueno, Jana, entonces sabrás más o menos de qué va todo esto, si tanto has viajado, ¿no?

Por suerte para ella, Clopin no le dejó tiempo para hablar. Se notaba que era un buen actor, porque entretenía incluso a su pesar. No se estaba un momento quieto y parecía que disfrutara con el propio sonido de su voz, porque no dejaba de soltar y soltar monólogos. Se puso a hacer malabares y a realizar un par de truquitos de magia, haciendo desaparecer un pañuelo por aquí y mostrándole una moneda de plata en su lugar —cerró la mano antes de que Hana pudiera cogerla—. Si miraba a Zac en busca de ayuda, este sonreiría y se encogería de hombros, como diciendo «lo siento, es imposible librarse de él». Con todo, parecía tenso. No era de extrañar, la verdad.

Así, Clopin trasladó a Hana hasta la Plaza de Notre Dame, que a cada momento estaba más y más abarrotada de gente. Vio varias tiendas de lona que de las que entraban y salían numerosas personas. La gente se maquillaba, se ponían terribles caretas de demonios, practicaban pasos de baile, declamaban o repartían a gritos cerveza y vino. Clopin la hizo entrar en una de las tiendas más pequeñas, exclamando a pleno pulmón:

¡Mamma Louisa! ¡Te traigo a una chica! ¡Prepáranosla para el espectáculo, anda, y déjasela a Esmeralda!—Dicho esto le dio una palmadita de ánimo en el hombro—. La mamma se ocupará de todo, nos vemos luego.

Y cerró la tienda, llevándose a Zac consigo, que le hizo señas indicándole que la esperaría fuera.

La tienda apestaba un poco a sudor, y estaba llena de todo tipo de cosas: una cama, trajes, mesas cubiertas de ropa, máscaras y diferentes «habitaciones» separadas por cortinas. De detrás de una salió una mujer enorme, entrada en años aunque con una bonita cabellera negra, y cubierta de collares. Dos grandes aros de oro le perforaban los lóbulos y tintineaban a su paso.


¡Ábrase visto! ¿Otra chica? ¿Y por qué no me la mandan antes? —Cruzada de brazos, la revisó de arriba abajo, midiéndola con los ojos, y luego la arrastró hasta un rincón, donde había un inmenso baúl. De él sacó largas telas, chales, enaguas, pañuelos y vestidos. Extendía alguno, comprobando a ojo si sería de su talla, chasqueaba la lengua y pasaba al siguiente. Cuanto más se agobiaba más se le notaba un acento italiano—. Eres bonita, niña, pero estás en los huesos. ¡Y ese pelo! Ojalá lo tuvieras negro, entonces te resaltaría más la carita. Necesitas carne, guapa, o bailando no conseguirás atraer la atención. Nadie quiere ver a un palo bamboleándose de un lado a otro. ¡Ajá! ¡Esto es!

Le lanzó un vestido azul y la hizo pasar tras una cortina, apremiándola para que se cambiara pronto. Era bonito, suave, con un vuelo que haría un hermoso movimiento cada vez que diera un paso. Pero el escote era descarado, aunque quizás a Hana no le molestara, y era de tirantes, de modo que sus tatuajes quedarían al descubierto porque Louisa se negó a dejarla salir con vendas. ¿O es que estaba enferma? Al verlos le dirigió una mirada reprobadora, y se los cubrió con brazaletes dorados, dándole de paso un par de pulseras y tobilleras. En cuestión de cinco minutos la maquilló y le recogió el pelo en una coleta, cubriéndoselo con un pañuelo.

¡Preciosa!

Justo en ese momento se abrió la entrada de la tienda y pasó una joven de voluminoso cabello negro, con la piel oscura y unos impresionantes ojos verdes. Iba a acompañada de una cabra blanca. Quizás le trajera recuerdos a Hana, o quizás no.

Disculpa por llegar tarde, mamma. Menudo día.—Dejó un gorro sobre una mesa y resonaron las monedas que había en su interior—. ¿Y tú eres…?

Una chica que va a bailar. La ha traído Clopin.

Ya veo. Soy Esmeralda, un placer. Y perdona a mamma si te ha asustado, en el fondo es buena persona—sonrió, ofreciéndole la mano para estrechársela. Esquivó una copa que le arrojó la mujer y recogió una pandereta del suelo—. Bueno, ¿qué sabes bailar? Ah, ¿y sabes en qué orden salimos? Creo que podrías ir un poco antes que yo. ¿O prefieres después?—Aguardó su respuesta y afirmó con la cabeza—. De todas formas lo confirmaremos luego. Ven conmigo.

La llevó a través de la tienda, donde otras mujeres se cambiaban o trabajaban haciendo los remiendos de última hora a los trajes, y abrió una parte de la lona para mostrarle un escenario de madera que se había levantado frente a dos casetas. Una de ellas era pequeñita y tenía una silla elegante. Al lado había una caseta mucho más grande, con dos tronos y que ya estaba custodiada por tres soldados.

Allí estarán el rey y su hermana. Al otro lado, el juez Frollo.—Torció el gesto al mencionar a este último—. Procura no salirte del centro, a menos que los guardias no te den miedo, y mirar al público. Cuando termines, haces una referencia y te bajas. ¿De acuerdo?

Una vez Hana respondiera, regresarían a donde ella se había cambiado. Justo entonces escucharon unas resonantes trompetas y la joven sonrió, mientras su cabra balaba, nerviosa. La música, que antes sonaba de fondo, subió de golpe de volumen y la gente comenzó a gritar.

Parece que se acerca el rey. Empezaremos dentro de un rato. ¿Qué quieres hacer? Puedes practicar conmigo, si te apetece. Aunque es posible que quieras ver al rey. Y dicen que su hermana es muy hermosa.

También, claro, podía salir a cotillear por ahí. Zac estaba esperando, aunque no lo encontraría fuera de la tienda, así que si quería hablar con él, tendría que buscarlo. En cualquier caso, se acercaba el momento. Hana debía decidir si seguir adelante con la farsa… o no.


****
Saeko


¿Tanto quieres ver a los Reyes? —preguntó Saeko de pronto. Marie la miró con los ojos muy abiertos y asintió, tímida—. Y no creo que el Rey vaya a enfadarse, es una fiesta.

Y Saeko arrastró a través de la multitud a Marie, que se sonrojó de alegría e hizo un esfuerzo por no quedarse atrás. No fue fácil. Cada vez había más y más gente, el aire se enrarecía, olía a alcohol y humanidad por todas partes y las manos volaban. No había pasado ni un minuto cuando alguien trató de arrancarle la bolsa a Saeko de las manos. Suerte que la llevaba bien agarrada.

Tardaron más de lo esperado en alcanzar un callejón más o menos despejado, donde pudieron respirar un poco. Allí un hombre borracho, gritando a los cuatro vientos que era el primo del rey, trató de bailar con Saeko. Pero estaba tan ido que tropezó con sus propios pies y se fue de cabeza al suelo. Marie lo esquivó con expresión de angustia y se aferró al brazo de Saeko, pálida.

Oyeron, entonces, las trompetas.

¡Oh, mi señora! ¡Es el rey, es el rey! ¡Vamos! —El color regresó a sus mejillas y la chica la cogió de la mano y la arrastró tras de sí.

Salieron a una calle muy amplia, al final de la cual se adivinaba el palacio. Sin embargo, no hacía falta ir tan lejos para ver a sus majestades. Rodeada por soldados de blanco, una hermosa carroza con tonos pastel y dirigida por dos caballos de un blanco níveo avanzaba entre la multitud. La gente estiraba los brazos, llamando a gritos al rey, se inclinaba a su paso o sacudía flores, pañuelos o lo que tuvieran a su paso.

¡Majestaaaaad! —chillaba Marie, sonrojada de puro entusiasmo, saltando e intentando ver por encima de todas las cabezas. Una empresa difícil, por lo bajita que era. Al final, frustrada, intentó abrirse paso entre la fila de personas.

Recibió un empujón que la hizo trastabillar y chocó contra el carruaje. Mareada, cayó sobre el trasero. Cuando intentó levantarse, un inmenso caballo corcoveó y el soldado que lo montaba dirigió le dio una patada en el hombro que la tumbó cuan larga era en el suelo.

—¡Qué intentas hacer! ¡Aléjate del rey!

Marie soltó un chillido y trató de cubrirse con las manos, pero el soldado la apuntaba con una lanza y no había modo de que pudiera protegerse.

Si Saeko quería ayudarla, ¡tendría que darse prisa! Claro que siempre podía ignorar a aquella niña que le estaba causando problemas...

Fecha límite: domingo 8 de marzo
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Soul Eater » Dom Mar 08, 2015 8:03 pm

Para parecer tan viejo, ese juez se mueve condenadamente rápido— No quería perder a mi presa bajo ningún concepto, no después de haber logrado colarme en el Palacio. Por ello, me movía con rapidez, agradeciendo el poco ruido que mis pies descalzos hacían al golpear el suelo.

Todos mis sentidos estaban concentrados en la tarea, no únicamente la vista. Me mantenía atenta a cualquier mínimo ruido que me indicara la presencia de algún soldado o de mi objetivo. Todos mis músculos estaban en tensión, preparados para actuar al menor atisbo de peligro.

Y sin embargo, me sentía extrañamente bien. Sabía que no debería ser así, puesto que estaba rodeada de enemigos y me estaba jugando el cuello. Pero disfrutaba el hecho de ser “invisible” y de las ventajas que ello me confería; producía una sensación de poder a la que no estaba acostumbrada.

Desafortunadamente, me tuve que volver a detener a causa de la aparición de dos guardias. Me mordí los labios, impaciente. Odiaba esa clase de esperas, en las que no podías hacer absolutamente nada. Al poco rato, comenzaron a dolerme las piernas, y ellos seguían sin moverse, muy entretenidos al parecer hablando sobre el Festival.

Durante unos instantes, acaricié la loca idea de salir de mi escondite y tratar de acabar con ellos, pero la deseché al comprender que el estruendo posiblemente alertara también al resto del Palacio. Pero su cercanía me estaba poniendo cada vez más nerviosa, puesto que no tenía ninguna seguridad de que no fueran a encontrarme.

Necesitaba moverme desesperadamente, me picaba el cuerpo, y tenía que reprimir una tos o un estornudo cada pocos segundos. Y solamente porque era consciente de que tenía que permanecer quieta. Por no poder, no podía ni sentarme.

Milagrosamente, cuando pensaba que no podía aguantar durante más tiempo, los hombres parecieron recordar que poseían piernas y capacidad de movimiento. Finalmente, se marcharon. Aun así, tuvieron que pasar unos segundos antes de que se me reactivara la circulación de las piernas y pese a todo, estuve a punto de caerme en cuanto di un paso, al no haber recuperado por completo la sensibilidad.

No sabía el tiempo exacto que había permanecido detenida, pero sabía que indudablemente había sido demasiado. Encontrar a Frollo ahora dependía únicamente del azar, puesto que había perdido su rastro por completo. Conteniendo una mueca a causa del desagradable hormigueo, comencé a deambular por los pasillos sin dirigirme a ningún lugar en concreto.

Bueno, en caso de que no encuentre al juez siempre puedo aprovechar y llevarme algo de “recuerdo”— pensé, cuando ya llevaba un buen rato dando vueltas. Sin embargo no había encontrado nada que me llamara la atención, aunque por otro lado, ¿cómo saber cuál era el valor de las cosas en aquel mundo?

Inesperadamente, una voz que pude reconocer fácilmente por su frialdad me sacó de mis pensamientos, mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Por fin. Ahora solo tenía que permanecer a la escucha, preferiblemente en una posición más cómoda que antes. Ni siquiera había guardas en la puerta…

¿Hacía mucho que no visitabais París, capitán?

Un par de décadas. Las cosas han cambiado mucho desde entonces.— Contestó otra voz que no reconocí, pero que supuse que sería el famoso soldado del que todo el mundo estaba hablando. No era para menos, porque después de todo, si le había sido encargada la protección personal de Frollo debía ser como mínimo alguien importante… o alguien extremadamente desafortunado, no podía saberlo todavía.

Oh, sí. Demasiado. Desgraciadamente ha aumentado el número de indeseables. Veinte años llevo ocupándome de ellos… Uno por uno. Y, a pesar de mis esfuerzos, ¡han prosperado! Al parecer tienen un nido entre los muros de esta ciudad. ¿Cómo la llamaban? Ah, sí, La Corte de los Milagros.— Entrecerré los ojos mientras apuntaba el dato mentalmente. Tal vez fuera relevante, a juzgar por lo rimbombante del nombre —Por eso es importante su papel, capitán. Su hoja de servicios le precede y estoy seguro de que realizará una gran labor.

¿Es que he regresado de las guerras para ocuparme de adivinos y charlatanes?

Veo que no tenéis idea de lo que sucedió el año pasado. La verdadera guerra, capitán, está aquí. Permitid que me explique.

Volví a sonreír, encantada ante la ignorancia del capitán. Así yo también podía ponerme al día de las características de aquel lugar. Sin embargo, pronto me di cuenta de que Frollo no sabía demasiado: llamaba “demonios” a lo que sin lugar a dudas eran sincorazón, y además acusaba a los gitanos de estar aliados con ellos. Me costaba creer que una “minoría racial”, como los había definido Ryota, tuviera tanto poder. Y él se había referido a ellos más como si fueran marginados que como si fueran culpables.

Pero lo cierto es que coincidían en que el periodo de paz iba a acabar dentro de poco. Aunque según el juez, era por causa de que los gitanos iban a atacar al rey. ¿Esa era la información que buscaba el Maestro? No podía saberlo realmente, ya que ni siquiera sabía si realmente buscaba algo en concreto o solo se había desecho de mí. ¿Pero cuánto tiempo iba a tener que permanecer pegada a los talones de ese viejo?

Por eso vuestra tarea será organizar a la guardia que protegerá la plaza esta tarde, mientras se celebra el Festival.— Siguió explicando —Y si veis que algún gitano trata de acercarse al rey…— La voz de detuvo, pero un sonido bastante ominoso fue lo suficientemente descriptivo como para que se me erizara el vello de la nuca. Estaba claro que ese hombre no se andaba con guantes de seda. —¿Ha quedado claro?

Sois muy explícito, señor.— Contestó el soldado, poniendo en palabras mis pensamientos.

¡Empezáis a agradarme! Oh. Capitán, ¿podéis entrar a la habitación de al lado y buscar el diploma? Se lo tendréis que mostrar a sus nuevos compañeros. Después, acompañadme. Es hora de ir al festival de los campesinos.

Aparté la oreja de la puerta casi como si me hubiera quemado, dándome cuenta de que iba a ser descubierta como no me moviera rápido. Y si algo tenía claro, es que no quería probar la justicia ni de Frollo ni del Palacio.
No me detuve a pensar lo más mínimo. En cuanto mis ojos vieron una mesa en la habitación de al lado que podía llegar a servirme de escondite, me lancé hacia allí lo más deprisa que pude. Confiaba en que me diera tiempo a ocultarme antes de que me encontrara cualquiera de los dos hombres, pero no las tenía todas conmigo.

Sin embargo, era la mejor opción que tenía por el momento.
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Re: Ronda 6

Notapor H.S Sora » Lun Mar 09, 2015 12:04 am

Por lo visto mi suerte con aquella gitana no había sido demasiado favorable, y por un instante temí que realmente me fuese a rajar el cuello. Noté como deslizaba suavemente el cuchillo por mi garganta, pero yo ya me encontraba preparando un hechizo con la mano que me tenía sujetada. Me lo jugaba todo a una carta: era ella o yo.

Sin embargo, no me hizo falta lanzar el ataque. La gitana se había detenido con el cuchillo a escasos centímetros de mi yugular.

Quizá al fin y al cabo, no habría que llamar la atención por esta vez.

La gitana que te tiene empotrado contra la pared—la gente de París tenía un sentido del humor fascinante, sin duda—. Y me parece que estás muy bien así, gracias. ¿No crees, Djali?—¿Que clase de nombre era Djali? En cualquier caso, la cabra soltó un balido gutural—. Tú has hecho de cebo y yo te he salvado la vida. No creo que te deba nada

Intenté protestar, pero preferí morderme la lengua y me giré lentamente para encararme a la muchacha. Ella ya había guardado el cuchillo, y ahora simplemente se encontraba frente a mí como si nada hubiese pasado. ¿Tanta seguridad tenía en que no podía hacerle nada que incluso escondía su arma? En cualquier caso, aquello era un golpe de suerte para mí.

>>Has dicho que nos culpan y eso significa que no crees que seamos los responsables. O eso parece. Así que te diré esto: nosotros no tenemos nada que ver con los demonios. ¿Para qué íbamos a invocar criaturas que atacan a los nuestros? Y suficiente hemos sufrido por el tema. Así que no quiero hablar más de ello. Buenos días.

Pensé brevemente en lo que había estado diciendo: ¿sería verdad lo que acababa de decirme? Realmente, por como parecía que le había caído no tenía en absoluto motivos para mentirme, si los hubiese tenido directamente ni me hubiese contestado. Pero si los gitanos no habían invocado a los Sincorazón, ¿quién estaba detrás de aquello? ¿Y con que finalidad, la caza de gitanos...?

¡Eh, vosotros dos, alto!

Venga, no me jodas... hoy voy a acabar lleno de heridas por lo visto.

Cogí aire, preparado para pelear, cuando la gitana silbó y Djali, la cabra, se tiró contra el hombre. Ella me cogió por la muñeca y echó a correr más rápido de lo que jamás hubiese pensado que fuese capaz. Incluso me costaba seguirle el ritmo a causa de los tropiezos que sufría, pero a la joven gitana poco parecía importarle aquello. No me soltaba, y tampoco se detenía.

Al final habría hecho una nueva amiga y todo.

***


Sin duda alguna había sido un paseo más que interesante, aunque me encontraba algo cansado por todo lo que habíamos tenido que correr — ¿cuánto tiempo había sido por cierto? No tenía ni la menor idea — y toda la gente a la que habíamos tenido que esquivar como si de una carrera de obstáculos se tratase. Anoté mentalmente la idea de irme a correr por las calles de París cuando quisiese un buen entrenamiento.

Salvado por segunda vez y además te traigo al lugar más movido de la ciudad. ¡Hoy tienes suerte! —Realmente me costaba creerlo, ya que aún no me habían pasado grandes cosas, pero entonces caí en la cuenta de que quizá me encontraba en la famosa plaza que Ryota nos había dicho, de ser así, el viajecito quizá no había sido del todo en vano— Quédate por el lugar si quieres, va a haber mucha cerveza y vino, aunque no te recomiendo preguntarle a ningún gitano sobre ese tema. Por cierto. Si vuelves a ver a tu amigo, el rubio ese, dile que gracias. Y que me gusta su caballo.—Me guiñó un ojo y se fue con la misma espontaneidad con la que había aparecido.

Se lo diré, aunque no sabré de parte de quién dárselas —dije con una sonrisa, mientras la despedía ligeramente con la mano.

Sin duda alguna, esta chica es de lo más peculiar... ¿serán todos los gitanos así?

Desistí de seguirla. Ya que me había ofrecido parte de la información que necesitaba, y además, yo ya me encontraba en el punto de encuentro en el que había quedado con mis compañeras, ahora el problema iba a ser poder reconocerlas entre todo el gentío que se había reunido, por lo que decidí dar una vuelta por aquella plaza abarrotada de juerguistas.

Aquel ambiente realmente había valido la pena, ya que sin duda podía ver como toda la gente emanaba felicidad a través de todos sus poros, ya fuese por acciones tan simples como la de comprar y ojear en la multitud de tiendas que habían montado, por bailar, embriagarse e incluso por haberse disfrazado de manera muy extravagante para la ocasión.

Sin duda alguna el Festival tenía exaltado al pueblo de París, cosa que se contagiaba cada vez más y más rápido entre la multitud, y no pude evitar unirme a aquella sensación cálida que me provocaba la festividad de aquel lugar.

Ojeé brevemente algunas tiendas que se habían formado e incluso compré algo para comer, lo cual mi estómago agradeció. Aproveché también para aplaudir a los coros de baile que se habían formado por todo aquel lugar; incluso me propusieron participar, pero entonces las trompetas sonaron y la gente empezó a alterarse más aún mientras chillaba:

—¡El rey! ¡Viene el rey!

Observé con curiosidad como un carruaje muy bien custodiado por guardias iba entrando a la plaza, ¿sería el rey uno de los que se tenían que aposentar en uno de aquellos tronos que había visto en el escenario? De ser así aún quedaba otro trono libre, pero aquello poco importaba.

Deben querer mucho a su rey para tratarle así de efusivamente. Quizá incluso sea bueno...

La imagen de aquel Principito de Agrabah desapareció de mi mente, tratando de darle una nueva oportunidad a la monarquía de aquel lugar, no todos tenían que ser igual, ¿no?

Fuese como fuese, me dirigí hacia la parte del bullicio que rodeaba el carruaje del rey, quería ver si era capaz de verle y ponerle cara al monarca de aquel lugar, pero entonces lo sentí.

¿Q-Qué demonios es eso...?

Me giré de pronto buscando la extraña presencia que me había helado el alma. No había sentido nada parecido en mucho tiempo, y me sorprendió el encontrarme con algo tan terrible cuando no había percibido nada en aquel mundo desde que había llegado a él, por lo que aquel misterio acrecentaba una pequeña ansiedad dentro de mí.

Y lo encontré, entre la multitud; era un tío muy alto que vestía como un demonio, que además de estar mirándome exhibía una siniestra sonrisa que me hizo tener leves escalofríos por un momento. ¿Quién era él? Sentí el tremendo impulso de invocar mi Llave Espada cuando sus ojos centellearon, cegándome momentáneamente por el ligero y extraño resplandor.

Al volver a mirar ya no había nadie.

Aquel misterioso ser no había sido producto de mi imaginación, estaba completamente seguro de aquello. Y entonces pude encontrarle, disperso entre la multitud, pero aún era reconocible por el bastón que le había visto portar; caminaba en dirección opuesta a donde iba a ocurrir el Festival. ¿Y ahora, que se suponía que debía de hacer yo?

Si los gitanos no son los responsables de invocar a los Sincorazón... ¿quizá este tío tenga algo que ver...? No puedo arriesgarme a dejarlo escapar, no debe morir más gente.

Sin perder un instante, avancé deslizándome entre la multitud, despacio, decidido a seguir a aquel tipo. El Festival de los Bufones no iba a acabar en tragedia, no podía permitirlo.

Como tampoco estaba seguro de que mis compañeras ya hubiesen llegado o de que me estuviesen esperando siquiera, me tomé un momento para apartarme de todos los demás para mandarle un mensaje a su móvil:

Para Saeko:

Estaba en la Plaza del Festival cuando ha aparecido alguien sospechoso que podría ser el que se está encargando de invocar a los Sincorazón y controlarlos, no estoy seguro. Sea como sea, no puedo dejarle escapar — quizá trate de hacer algo ahora que el rey se encuentra también aquí.

Volveré en cuanto pueda, tratad de tener cuidado en el Festival por si pasase algo.


A decir verdad, mientras seguía al tipo en cuestión, había aparecido un pequeño nudo de inseguridad dentro de mí — el cual no dejaba constancia en el mensaje a Saeko — pero no podía desaprovechar aquella oportunidad y que además muriese más gente inocente en aquel mundo que hoy se encontraba de celebraciones.

Había decidido demostrar mi mejora como Portador de la Llave Espada, y lo iba a hacer a cualquier precio.

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Saito se va tras el señor misterioso/peligroso~~
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Tsuna » Lun Mar 09, 2015 2:51 am

Cuando le pregunté a Marie si tenía tantas ganas de ver a los Reyes me observó con una mirada que no supe bien descifrar. Aun así se puso colorada, y yo sonreí como una boba para mis adentros. Apuré el paso con la mano bien sujeta a mi bolsa, tirando de la pequeña y atenta a todo lo posible de mi alrededor, no me lo perdonaría si Marie se me escapaba en mitad de aquel tumulto.

Pero el olor y el ambiente cada vez iban a peor. Con una mueca de asco procuré atravesar aquel callejón lo más rápido que mis piernas y mi vestido me permitían, claro, hasta que alguien intentó robarme.

¡Eh! —grité enfadada, dándome la vuelta para averiguar quién había intentando eso, pero no conseguí encontrar a nadie. Entonces me incliné, situándome a la altura de Marie para hablarle con seriedad— Ni se te ocurra separarte.

Y con el mensaje dicho seguimos hacia adelante, alcanzando una callejuela más o menos despejada. Suspiré aliviada, pero no por mucho tiempo. Un hombre de aspecto lamentable, que además apestaba a alcohol, se me acercó con no buenas intenciones, pero tropezó y cayó al suelo de bruces. Marie se aferró a mí con una expresión no muy diferente a la mía.

Ven. —musité, acariciando su cabello para que no se separa de mi lado

Ni mencionar que el ambiente no me gustaba un pelo. Al menos por lo que había experimentado: gente intentando robarme, borrachos y guardias depravados. Y respecto a mi misión… Nada de Sincorazón, ni uno. Pensaba que al final era mejor así, porque no tendría que preocuparme de la seguridad de Marie, o de los propios ciudadanos. Pero tendría que estar atenta a los posibles gitanos, no descartaba la posibilidad de que los hubiese malvados o resentidos por la injusta situación que vivían sus gentes.

Antes de poder hacer nada resonaron unas trompetas, y Marie exaltada me arrastró con ella. Me quejé sorprendida cuando tiró de mí, y apurada agarré la bolsa detrás de la niña. Pude ver el enorme palacio ante mí, incluso una carroza rodeada de caballos impresionantes. La gente actuaba igual que Marie, posiblemente fui la única que no gritó como una loca.

Comprendí entonces que aquellos Reyes eran un símbolo para el propio mundo, eran gente muy importante. A pesar de la diferencia económica que había entre muchas personas y los monarcas, todos les aclamaban como si lo fuesen todo. Ver a Marie tan contenta consiguió alegrarme muchísimo, y cuando intentó saltar para observar mejor la carroza di un paso al frente, dispuesta a subirla sobre mis hombros. Ni qué decir que una nostalgia tremenda me inundó el pecho, de aquellos días en los que llevaba a mi hermana pequeña por las calles de Ciudad de Paso, comprándole helados.

Sin embargo la niña escapó de mí. Se abrió paso con fuerza hasta alcanzar la calle principal. Todo lo que había sentido se esfumó en un instante cuando ésta pareció chocar contra el carruaje y fue amenazada por un guardia. Ahogué un grito y con un rostro lleno de preocupación, me abrí paso como pude entre la multitud, empujando con rabia al ver que no me dejaban pasar. Al alcanzar a Marie la agarré de un hombro para apartarla de inmediato, ni siquiera me digné a mirar al soldado, excepto cuando ya la tuve entre mis brazos.

Lo siento —claro que estaba enfadada, y bastante. ¿En qué demonios había estado pensando cuando se le ocurrió acercarse? Procuré alejarme de allí, manteniendo cierta distancia frente al carro y mirando a Marie con el ceño fruncido—. No vuelvas a hacer eso, te dije que no te alejaras de mí.

La mantuve agarrada de la mano, mientras que con la otra sostenía la bolsa. El corazón me latía a bastante velocidad, pero el mal humor ya no me lo quitaba nadie. Entre la conmoción y el bullicio ni le presté atención al móvil. Tampoco pensaba sacarlo delante de todo el mundo, no quería que me tacharan de loca o bruja, que un poco era lo último. Avanzaría con la pequeña bien agarrada hacia donde se dirigiese la carroza, siempre manteniendo la suficiente distancia. Suspiré, liberando tensiones. Intentaba convencerme de que debía relajarme más, al fin y al cabo se trataba de una fiesta.
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Tsuna
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Ronda 7

Notapor Suzume Mizuno » Mié Mar 11, 2015 2:42 am

Gata


La puerta se abrió justo cuando Gata se ocultaba debajo de la mesa. La muchacha pudo ver cómo los bajos del mantel todavía se sacudían. Las botas del soldado se acercaron y le escuchó gruñir mientras rebuscaba entre los papeles. De pronto se quedó quieto, muy quieto. Y si Gata se fijaba, vería que el suelo estaba lleno de polvo, y que había dejado un rastro bastante palpable.

No tuvo tiempo de reaccionar. Una mano protegida por un guantelete se coló de pronto entre la tela de mantel y la cogió por el cogote. El hombre la arrastró fuera y prácticamente la levantó en vilo.

Vaya, vaya, mira qué tenemos aquí.—Era un hombre de entre treinta y cuarenta años, con perilla, nariz firme y melena rubia. Por su sonrisa pudo suponer que rompería corazones entre las mujeres, aunque en ese momento le resultaría de todo menos atractivo a Gata—. ¿Qué estabas intentando robar? Aquí no hay nada que te interese. ¿O eres una espía?

¿Qué es lo que sucede, capitán?

Aquella voz podría resultarle familiar a Gata. Y si no lo hizo, probablemente sí que despertó ciertos recuerdos algo desagradables sobre una noche en un teatro que casi acabó en tragedia.

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He encontrado a esta chiquilla aquí escondida. Empiezo a entender por qué me necesitan; ni siquiera el Palacio puede impedir que se cuelen rateros—comentó Febo con sorna, sin soltar a Gata.

Cid Raines se quedó mirando con los ojos muy abiertos a la joven y a esta no le cupo duda alguna de que la había reconocido. Iba vestido con un hábito que parecía clerical, aunque de bastante buena calidad, y bajo este se podían adivinar los contornos de una armadura. Llevaba, además, una espada al cinto. Parecía que se trataba de alguien con autoridad.

¿Se puede saber qué sucede? ¿A qué viene este retraso?—resonó la grave voz de Frollo, que se acercaba desde el exterior.

Gata no había escuchado a Cid Raines, pero probablemente hubiera estado dentro de la habitación con el juez y el capitán sin decir ni una palabra. Y ahora estaba rodeada por dos hombres armados y un tipo que no había dudado en mandar a la hoguera a varias personas por sospechar de ellas. Además, ¿qué no diría Raines con tal de que Gata no abriera la boca?

¿O acaso aceptaría no decir nada y echarle una mano? ¿Podía arriesgarse?

En ese momento Frollo atravesó el vano de la estancia. Tras una inicial sorpresa, su gesto se tornó glacial y unió las yemas de los dedos.

¿Qué haces tú aquí, mujer?


****
Saito


Saito se abrió paso entre la población. Algún que otro borracho se colgó de él, ofreciéndole animadamente que se animara y bebiera con ellos. Por suerte la mayoría estaban más interesados en seguir empinando el codo o incluso en bailar con alguna que otra mujer.

Así que no le llevó demasiado alcanzar la entrada de la Catedral. El hombre no estaba por ningún lado, pero si empujaba la puerta no le costaría entrar.

La catedral era, sin duda, hermosa por dentro. Las naves se extendían hasta el púlpito entre numerosas columnas iluminadas por la luz que se colaba a través de la vidriera del rosetón. En cuanto la puerta se cerrara la cacofonía del exterior prácticamente desapareció, quedando de fondo, y pudo disfrutar de un silencio casi reverencial. No había mucha gente dentro de la catedral, sólo unos pocos ancianos y, claro, los monjes.

Uno en concreto, entrado en años y también un poco en carnes, paseaba al lado de un joven engalanado con el traje rojo y blanco de un cardenal.

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No, hijo. Claro que debéis salir si es lo que queréis. Sin embargo, esos trajes…—decía el anciano, un poco irritado.

Oh, vamos, padre, ¡decidme que ese peinado no ha sido magnífico! Todavía me pregunto si será o no una peluca. Aunque tiene gracia entrar vestido de demonio a este lugar.—El joven reía por lo bajo, divertido. Al fijarse en Saito carraspeó y adoptó una expresión más seria, aunque al acercarse adoptó una expresión amable—. ¿Podemos ayudarte en algo? ¿Buscabas a alguien?

Estaba claro que su objetivo había entrado en la catedral. Sin embargo, no estaba a la vista. Eso quería decir que, o había entrado a las estancias de los curas o había subido a las torres. Es decir, zonas restringidas. Si intentaba entrar sin duda llamaría la atención…


****
Saeko


Saeko se movió con rapidez y se apresuró a coger a su nueva protegida que, magullada, la miró con ojos llorosos.

Lo siento —dijo la Portadora, sin apenas mirar al soldado y luego regañó a la niña—: No vuelvas a hacer eso, te dije que no te alejaras de mí.

—¿Y te crees que te vas a poder largar así?

El soldado aferró a Saeko por un hombro, agachándose sobre el caballo, claramente furioso.

¡Eh, eh! ¡Calma, calma!

Otro hombre montado a caballo se interpuso entre el soldado y ellas, cogiendo con brusquedad la mano del hombre y obligando a soltar a la joven. Un hombre joven, pelirrojo, y bien vestido aunque sin armadura, que esbozó una sonrisa amistosa.

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—¡Quita de en medio! ¡Esas dos han intentado…!

Oh, vamos, es un día de fiesta y querían ver al rey, ¿no?—sonrió a las chicas.

Desde dentro de la carroza pudieron escuchar unos cuchicheos y, de pronto, un hombre joven exclamó:

¡Tenéis toda la razón, hermana!

Y la puerta se abrió de pronto. Los soldados se apresuraron a rodear a un joven de cabellera rubia y ricos ropajes azulados que salió con gracia, para el gozo del pueblo, que estalló en gritos.

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Oh, Dios mío.—Marie se había puesto pálida y el clavaba los dedos a Saeko, que, por mucho que intentara irse, se encontraría con una barrera de gente que los guardias a duras penas lograban contener. Marie cayó de rodillas, arrastrando a Saeko con ella—. Es el rey, mi señora. ¡Es el rey!

—¡Majestad, no deberíais...!

¡Silencio! —dijo el rey con grandilocuencia, sonriendo de oreja a oreja y claramente encantado por ser el centro de atención. Con todo, a Saeko no se le escaparía que arrugaba un poco la nariz, como si apestara demasiado para él—. ¿Os encontráis bien?

Marie balbució algo y luego inclinó la cabeza. El rey sonrió, abrió los brazos y exclamó:

¡Hoy es el día de los Bufones! ¡Todo está al revés! ¡Y aquí tenemos a unas bellas damas nobles que han sido ultrajadas! ¡Soldado! ¡A pie!

La multitud estalló en carcajadas y el hombre que había estado a punto de atravesar a Marie con su lanza se quedó boquiabierto. Pero al darse cuenta de que se había convertido en el centro de atención de toda la calle, se apresuró a desmontar. El pelirrojo también lo hizo y, sin dejar de sonreír, cogió a Marie por la cintura y la ayudó a subir a amazona al caballo. Después le tendió la mano a Saeko para ayudarla también:

No te preocupes, así te asegurarás de que no le pase nada. Y complacerás al rey y a la chica, ¿no crees?—dijo por lo bajo, de modo que sólo ella pudo escucharlo, cuando contemplara la expresión probablemente recelosa de la chica.

En cualquier caso, quisiera o no, tendría que montar. Los soldados las estaban rodeando y parecían dispuestos a subirla a empujones con tal de que el rey regresara a su carroza antes de que la multitud se abalanzara sobre ellos. Cuando Saeko montara escucharían una ovación y el rey aceptó a montar de nuevo. Desde el caballo pudieron ver que le aguardaba una mujer dentro, aunque no pudieron discernir su cara.

El pelirrojo montó en su propio caballo y se aproximó para tomar las riendas de la montura de las jovencitas.

Mi nombre es Raphaël; no temáis, en cuanto lleguemos a la plaza podréis bajar dejarnos. Siento la rudeza de los hombres del rey, pero vos, señora, habéis sido muy valiente. No todo el mundo se enfrentaría a una lanza sin más. ¿Cómo os llamáis?

Marie, sonrojada y sin poder dejar de mirar a su alrededor con excitación, respondió su nombre en voz baja y luego se abrazó a Saeko como si tuviera miedo de caer.

Mi señora, ¿podéis creerlo? ¡Estamos montando junto al rey! ¡Muchas, muchas gracias!

Raphaël sonrió. De pronto se asomó una mano de mujer por una de las ventanillas y les hizo gestos para que se acercaran. Raphaël tiró suavemente de las riendas y las situó frente al lateral del carruaje, donde pudieron ver a una joven de larga melena rubia.

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Disculpad las molestias. En días como este nadie debería resultar herido.—Extendió una mano con un par de monedas de oro y plata—. Por las molestias. ¿Pensabais ir a algún lado concreto? ¿Quizás a ver las representaciones o a los gitanos? Raphaël podría acompañaros[/b].

El aludido asintió con la cabeza, aunque pareció un poco incómodo y miró con cierto reproche a la mujer.

Si puedo concederos algo, no dudéis en decírmelo—sonrió ella con placidez.

Vaya. No todos los días se le podía pedir algo a alguien de la realeza. Incluso si Saeko no sabía si aquella mujer era la reina, estaba claro que tenía mucho poder. Y les ofrecía dinero y un guardaespaldas. ¿Qué podría pedir Saeko? Quizás le viniera bien para la misión.


Fecha límite: martes 17
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Re: Ronda 7

Notapor H.S Sora » Mié Mar 18, 2015 1:18 am

¿Me he confundido?...

Miré extrañado a mi alrededor, al no encontrar ni rastro del desconocido en cuestión, tan solo de un enorme edificio. Pero estaba seguro que a pesar de haber guardado distancia y haberme entretenido más de la cuenta —por culpa de los borrachos confundidos que querían fiesta a toda costa — este no había cogido un camino diferente al suyo.

Sin duda, tenía que encontrarse dentro de aquel enorme edificio que me encontraba mirando con curiosidad. Era de los más grandes que había visto en aquel mundo, y sin duda alguna aquel estilo arquitectónico que no reconocía — debido a que en aquella disciplina me encontraba bastante obsoleto — resultaba fascinante.

Coloqué una mano en la puerta, con miedo a que esta se encontrase cerrada y tuviese que utilizar la Llave Espada... pero por suerte, al empujar, noté como la puerta cedía lentamente ante mi fuerza. Utilicé ambas manos, para abrirla, observando como esta no hacía un ápice de sonido al abrirla, y me adentré en aquel nuevo lugar que parecía estar completamente alejado de todo aquel festival lleno de ruido y alegría suponía; lo que en cambio presentaba — y que me percaté al cerrar la puerta de aquel lugar — era que todo aquello se quedaba reducido a un segundo plano, como si de un mundo aparte se tratase.

Aquel sepulcral silencio, sumado a la escasez de personas que podía ver dentro del edificio, ayudaban a condensar un sólido pensamiento en mi mente: aquella podía ser perfectamente una tumba en la que descansar en paz.

Pero todo dependía de las intenciones del tipo en cuestión... ¿quién me aseguraba que no me hubiese equivocado y que solo fuese alguien más dispuesto a pasarlo bien, disfrazándose de manera peculiar?...

Fue entonces cuando me fijé en una pareja de monjes que paseaban cerca de mí, pero a pesar de pertenecer a aquel lugar, ambos distaban mucho de parecerse. Uno de los dos era ya algo mayor, mientras que el otro era mucho más joven y vestía elegantemente con llamativos colores.

En un principio parecieron no verme, por lo que no tuve reparo en escuchar su conversación dada la proximidad a la que me encontraba de ellos; en un principio esta no resultó demasiado fructífera, pero entonces oí decir al jovencito algo que naturalmente no me pasó desapercibido: un desconocido vestido de demonio — aunque yo no esta si realmente aquello era un vestido o no — , pero lo que quedaba totalmente claro era que se trataba del mismo hombre que había visto yo. Había hecho bien entrando en aquella Catedral, aunque ahora tenía que localizarle.

Me disponía a examinar a fondo aquel lugar, cuando el más joven de la pareja atrajo mi atención.

¿Podemos ayudarte en algo? ¿Buscabas a alguien?

La verdad es que sí.. Mi nombre es Saito, y el caso es que... —comenté, fingiendo algo de nerviosismo— ha habido antes un hombre que me ha salvado la vida de un guardia algo ebrio y hostil que me ha atacado, pero antes de poder siquiera agradecérselo ha ido en esta dirección y le he seguido hasta aquí. Tenía una pinta y un peinado bastante peculiares, como de demonio... ¿no lo habrán visto verdad?

Esperé a que alguno de los dos monjes se decidiese a contestar, y si lo hacían negativamente me disculparía y fingiría que me iba a observar el resto del interior de aquella catedral, pero si respondían afirmativamente les diría:

<<¿Podrían acompañarme alguno de los dos, o indicarme el camino que ha seguido? La verdad es que esta es mi primera visita a la ciudad, y carezco de buena orientación. Y de verdad que me gustaría agradecerle lo que ha hecho por mí... —miré hacia la vidriera que había en aquel edificio, como si tratase de dirigirme a alguien superior— ha sido mi salvador, y necesito hacérselo saber.

Esperaba que aquellos eclesiásticos se tragasen aquella sarta de mentiras que les estaba contando, pero debido a lo mal que me estaban yendo mentir aquel día, quizá acababan por acusarme de mentiroso y arrojarme a la primera hoguera que viesen disponible.

Si de algo estaba seguro, era que no dejaría que me hiciesen al horno por muy mal que se me estuviese dando mentir aquel día, antes prefería tener que cometer el pecado mortal de tener que matar a aquellos dos en la mismísima Catedral.

Si lo hacía por el bien común y en defensa propia, no podía ser pecado, ¿no?
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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