Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones
Publicado: Mié Mar 18, 2015 1:56 am
—¡Pero dónde estabas escondida hasta ahora! ¿Jana?¿Qué es, un nombre inglés?—Iba a responderle «Casi», cuando se vio arrastrada por el personajillo hacia fuera—. Vaya perlita, amigo. Y bueno, Jana, entonces sabrás más o menos de qué va todo esto, si tanto has viajado, ¿no?
Prefirió no decir nada. La verdad es que, para una vez que podía hablar orgullosa de algo, tendría que haberse mordido la lengua. ¿Qué sabía ella de París, si se había criado en las costas de Port Royal? ¡Pues nada!
Sin embargo, no necesitó ni montarse una excusa, porque Clopin la entretuvo durante todo el camino. Estaba hecho un completo personaje, era divertido y uno de los mejores comediantes con los que se había topado jamás Hana. Si no estuviese allí con la exclusiva misión de matar a Frollo (y de ciertos sincorazón), le habría pedido que le enseñara un par de trucos.
La guio hacia la Plaza de Notre Dame, la cual no le traía muy buenos recuerdos. No obstante, su visión era completamente diferente de lo animada que parecía a la espera de que empezara el Festival. Además, enseguida Clopin la metió en una de las tiendas retiradas donde se preparaban los actores.
—¡Mamma Louisa! ¡Te traigo a una chica! ¡Prepáranosla para el espectáculo, anda, y déjasela a Esmeralda! La mamma se ocupará de todo, nos vemos luego.
Hana vio cómo los dos hombres salían, y apenas tuvo tiempo de hacer una seña de despedida a Zac. Al fin y al cabo, él era su pase de salida. Y apenas acababa de descubrir en qué follón se había metido.
—¡Ábrase visto! ¿Otra chica? ¿Y por qué no me la mandan antes? —exclamó nada más verla. Hana no supo qué decir, porque en su cabeza solo pensaba en lo diminuta que se sentía frente a esa inmensa mole—. Eres bonita, niña, pero estás en los huesos. ¡Y ese pelo! Ojalá lo tuvieras negro, entonces te resaltaría más la carita. Necesitas carne, guapa, o bailando no conseguirás atraer la atención. Nadie quiere ver a un palo bamboleándose de un lado a otro. ¡Ajá! ¡Esto es!
Al igual que Clopin, no se cortó en arrastrar y manosear a Hana todo lo que quiso y más. El contacto tan físico y estrecho con aquellos gitanos, desconocidos más bien, le incomodaba. Cada vez que podía, trataba de retroceder un paso para alejarse y marcar una distancia de seguridad. Sin embargo, en ocasiones la curiosidad le vencía y se asomaba para ver qué sacaba la mamma del baúl.
Quiso negociar con ella el tema de las vendas, pero fue imposible. Al final, tuvo que ceder, porque imaginaba que sería mucho más difícil acercarse a Frollo si este pensaba que tenía la lepra. En su lugar, los ocultó con brazaletes, pulseras y tobilleras.
Junto al vestido azul de volantes, tenía un aspecto... diferente. No parecía ella. ¿Cuánto hacía que no se arreglaba así? Dio una vuelta para comprobar el vuelo, y se quedó maravillada. Después de años de aprendiza y de piratería, había olvidado esos pequeños momentos femeninos. Extasiada por sentirse guapa, se dejó peinar sin ser capaz de ocultar una sonrisa alegre.
—¡Preciosa!
―Sí… ―No supo qué decir, hasta que recordó que no se estaba vistiendo simplemente para bailar―. ¿Y no tienes algo para cubrirme la cara? Basta con la parte inferior ―le pidió. Iba a malograr el buen aspecto que había conseguido, pero lo importante era ocultar su identidad todo lo que fuera posible sin llamar la atención.
En ese momento, entró otra mujer gitana. Lo primero que le llamó la atención, aparte de sus brillantes ojos verdes, fue la cabellera negra. Desde luego, tal y como había dicho la mamma, le quedaba bien. A la tal Esmeralda, claro; a Hana, creía, no. Aunque si el plan salía bien, probablemente en su siguiente visita tendría que usar un tinte diferente.
Con ella venía una cabra, y en vez de reconocerla, simplemente trató de mantenerse apartada por si no estaba bien entrenada y evacuaba en cualquier lado.
—Disculpa por llegar tarde, mamma. Menudo día.—Hana prefirió no mirar la bolsa. Entre ladrones habría aprendido que no se hacían preguntas—. ¿Y tú eres…?
—Una chica que va a bailar. La ha traído Clopin.
—Ya veo. Soy Esmeralda, un placer. Y perdona a mamma si te ha asustado, en el fondo es buena persona—sonrió. Hana reconoció que la mujer era demasiado franca, directa y que le incomodaba; sin embargo, no le había caído mal—. Bueno, ¿qué sabes bailar? Ah, ¿y sabes en qué orden salimos? Creo que podrías ir un poco antes que yo. ¿O prefieres después?
―Hana ―se presentó―. Ni idea, acaban de reclutarme. Si te gusta bailar… ―le correspondió la sonrisa―, saldré después de ti. Pero soy flexible en el orden.
Iba a arruinarles la actuación a todas las personas que se colocaran detrás de ella. Porque, en fin, supuso que el rey no querría seguir con ningún Festival cuando mataran en medio de la plaza a un alto cargo. Desde que le propuso el plan a Zac, no había parado de repetirse su objetivo mentalmente. No quería perderlo de vista, entre el baile y las ropas bonitas.
—De todas formas lo confirmaremos luego. Ven conmigo.
Esmeralda la llevó entre las feriantes hasta una plataforma de madera que habían montado para las representaciones. Siguió la explicación sin mucho interés, porque le gustaba más observar de reojo el ajetreo de las mujeres y las prácticas de última hora.
—Allí estarán el rey y su hermana. Al otro lado, el juez Frollo.—Dicha indicación fue la única que Hana intentó memorizar—. Procura no salirte del centro, a menos que los guardias no te den miedo, y mirar al público. Cuando termines, haces una referencia y te bajas. ¿De acuerdo?
―Entendido. ¿Suelen intervenir con frecuencia los guardias? ―quiso saber―. ¿O solo están para intimidar? ―La pregunta iba con segundas intenciones, y esperó a evaluar la respuesta de Esmeralda.
Volvieron a la tienda. Por el sonido de las trompetas, Esmeralda le notificó:
—Parece que se acerca el rey. Empezaremos dentro de un rato. ¿Qué quieres hacer? Puedes practicar conmigo, si te apetece. Aunque es posible que quieras ver al rey. Y dicen que su hermana es muy hermosa.
Ni le interesaba el rey, ni la posible hermosura de su hermana. De hecho, puede que ya tuviera ocasión de verle cuando bailara. En aquel momento, su único miedo era cumplir con la farsa antes de poder actuar, y comenzaba a no estar muy segura de sus capacidades. Se había oxidado, seguro.
—Sí, prefiero practicar ―decidió.
Ensayaría algunos pasos de baile, los más básicos que recordaba, y pediría la opinión de Esmeralda. A su vez, trataría de observar lo que hacían las otras mujeres y de copiarlo para aprenderlo lo más rápidamente posible. Cuanto más imitara su estilo, mejor. A las malas, sabía que podía tirar por el camino fácil y simplemente cantar. Sin embargo, con el precioso vestido que llevaba, prefería bailar.
Si la mamma no le había proporcionado una máscara o un pañuelo para cubrirse el rostro (la mitad solo, de ser posible), se lo pediría a Esmeralda. Podía incluso buscarlo por ella misma, o birlar algo de lo que había salido del baúl. Necesitaba proteger su identidad de cara al futuro.
En cierto momento, se asomaría fuera de la tienda un segundo para buscar con la mirada a Zac; pero al no encontrarlo, se encogió de hombros y continuó con lo suyo. Ojalá volviese. Seguro que se quedaba impresionado al verla.
Prefirió no decir nada. La verdad es que, para una vez que podía hablar orgullosa de algo, tendría que haberse mordido la lengua. ¿Qué sabía ella de París, si se había criado en las costas de Port Royal? ¡Pues nada!
Sin embargo, no necesitó ni montarse una excusa, porque Clopin la entretuvo durante todo el camino. Estaba hecho un completo personaje, era divertido y uno de los mejores comediantes con los que se había topado jamás Hana. Si no estuviese allí con la exclusiva misión de matar a Frollo (y de ciertos sincorazón), le habría pedido que le enseñara un par de trucos.
La guio hacia la Plaza de Notre Dame, la cual no le traía muy buenos recuerdos. No obstante, su visión era completamente diferente de lo animada que parecía a la espera de que empezara el Festival. Además, enseguida Clopin la metió en una de las tiendas retiradas donde se preparaban los actores.
—¡Mamma Louisa! ¡Te traigo a una chica! ¡Prepáranosla para el espectáculo, anda, y déjasela a Esmeralda! La mamma se ocupará de todo, nos vemos luego.
Hana vio cómo los dos hombres salían, y apenas tuvo tiempo de hacer una seña de despedida a Zac. Al fin y al cabo, él era su pase de salida. Y apenas acababa de descubrir en qué follón se había metido.
—¡Ábrase visto! ¿Otra chica? ¿Y por qué no me la mandan antes? —exclamó nada más verla. Hana no supo qué decir, porque en su cabeza solo pensaba en lo diminuta que se sentía frente a esa inmensa mole—. Eres bonita, niña, pero estás en los huesos. ¡Y ese pelo! Ojalá lo tuvieras negro, entonces te resaltaría más la carita. Necesitas carne, guapa, o bailando no conseguirás atraer la atención. Nadie quiere ver a un palo bamboleándose de un lado a otro. ¡Ajá! ¡Esto es!
Al igual que Clopin, no se cortó en arrastrar y manosear a Hana todo lo que quiso y más. El contacto tan físico y estrecho con aquellos gitanos, desconocidos más bien, le incomodaba. Cada vez que podía, trataba de retroceder un paso para alejarse y marcar una distancia de seguridad. Sin embargo, en ocasiones la curiosidad le vencía y se asomaba para ver qué sacaba la mamma del baúl.
Quiso negociar con ella el tema de las vendas, pero fue imposible. Al final, tuvo que ceder, porque imaginaba que sería mucho más difícil acercarse a Frollo si este pensaba que tenía la lepra. En su lugar, los ocultó con brazaletes, pulseras y tobilleras.
Junto al vestido azul de volantes, tenía un aspecto... diferente. No parecía ella. ¿Cuánto hacía que no se arreglaba así? Dio una vuelta para comprobar el vuelo, y se quedó maravillada. Después de años de aprendiza y de piratería, había olvidado esos pequeños momentos femeninos. Extasiada por sentirse guapa, se dejó peinar sin ser capaz de ocultar una sonrisa alegre.
—¡Preciosa!
―Sí… ―No supo qué decir, hasta que recordó que no se estaba vistiendo simplemente para bailar―. ¿Y no tienes algo para cubrirme la cara? Basta con la parte inferior ―le pidió. Iba a malograr el buen aspecto que había conseguido, pero lo importante era ocultar su identidad todo lo que fuera posible sin llamar la atención.
En ese momento, entró otra mujer gitana. Lo primero que le llamó la atención, aparte de sus brillantes ojos verdes, fue la cabellera negra. Desde luego, tal y como había dicho la mamma, le quedaba bien. A la tal Esmeralda, claro; a Hana, creía, no. Aunque si el plan salía bien, probablemente en su siguiente visita tendría que usar un tinte diferente.
Con ella venía una cabra, y en vez de reconocerla, simplemente trató de mantenerse apartada por si no estaba bien entrenada y evacuaba en cualquier lado.
—Disculpa por llegar tarde, mamma. Menudo día.—Hana prefirió no mirar la bolsa. Entre ladrones habría aprendido que no se hacían preguntas—. ¿Y tú eres…?
—Una chica que va a bailar. La ha traído Clopin.
—Ya veo. Soy Esmeralda, un placer. Y perdona a mamma si te ha asustado, en el fondo es buena persona—sonrió. Hana reconoció que la mujer era demasiado franca, directa y que le incomodaba; sin embargo, no le había caído mal—. Bueno, ¿qué sabes bailar? Ah, ¿y sabes en qué orden salimos? Creo que podrías ir un poco antes que yo. ¿O prefieres después?
―Hana ―se presentó―. Ni idea, acaban de reclutarme. Si te gusta bailar… ―le correspondió la sonrisa―, saldré después de ti. Pero soy flexible en el orden.
Iba a arruinarles la actuación a todas las personas que se colocaran detrás de ella. Porque, en fin, supuso que el rey no querría seguir con ningún Festival cuando mataran en medio de la plaza a un alto cargo. Desde que le propuso el plan a Zac, no había parado de repetirse su objetivo mentalmente. No quería perderlo de vista, entre el baile y las ropas bonitas.
—De todas formas lo confirmaremos luego. Ven conmigo.
Esmeralda la llevó entre las feriantes hasta una plataforma de madera que habían montado para las representaciones. Siguió la explicación sin mucho interés, porque le gustaba más observar de reojo el ajetreo de las mujeres y las prácticas de última hora.
—Allí estarán el rey y su hermana. Al otro lado, el juez Frollo.—Dicha indicación fue la única que Hana intentó memorizar—. Procura no salirte del centro, a menos que los guardias no te den miedo, y mirar al público. Cuando termines, haces una referencia y te bajas. ¿De acuerdo?
―Entendido. ¿Suelen intervenir con frecuencia los guardias? ―quiso saber―. ¿O solo están para intimidar? ―La pregunta iba con segundas intenciones, y esperó a evaluar la respuesta de Esmeralda.
Volvieron a la tienda. Por el sonido de las trompetas, Esmeralda le notificó:
—Parece que se acerca el rey. Empezaremos dentro de un rato. ¿Qué quieres hacer? Puedes practicar conmigo, si te apetece. Aunque es posible que quieras ver al rey. Y dicen que su hermana es muy hermosa.
Ni le interesaba el rey, ni la posible hermosura de su hermana. De hecho, puede que ya tuviera ocasión de verle cuando bailara. En aquel momento, su único miedo era cumplir con la farsa antes de poder actuar, y comenzaba a no estar muy segura de sus capacidades. Se había oxidado, seguro.
—Sí, prefiero practicar ―decidió.
Ensayaría algunos pasos de baile, los más básicos que recordaba, y pediría la opinión de Esmeralda. A su vez, trataría de observar lo que hacían las otras mujeres y de copiarlo para aprenderlo lo más rápidamente posible. Cuanto más imitara su estilo, mejor. A las malas, sabía que podía tirar por el camino fácil y simplemente cantar. Sin embargo, con el precioso vestido que llevaba, prefería bailar.
Si la mamma no le había proporcionado una máscara o un pañuelo para cubrirse el rostro (la mitad solo, de ser posible), se lo pediría a Esmeralda. Podía incluso buscarlo por ella misma, o birlar algo de lo que había salido del baúl. Necesitaba proteger su identidad de cara al futuro.
En cierto momento, se asomaría fuera de la tienda un segundo para buscar con la mirada a Zac; pero al no encontrarlo, se encogió de hombros y continuó con lo suyo. Ojalá volviese. Seguro que se quedaba impresionado al verla.