Maka CrossTodavía en la nave y antes de desembarcar en el Mundo Inexistente, la aprendiza le formuló algunas preguntas a la maestra.
—
Maestra. Agradezco la explicación de antes sobre la pregunta número dos. Aunque tengo dos preguntas —Rebecca alzó la vista, fijándose en su aprendiza con curiosidad. Finalmente, asintió con la cabeza para que continuara—
. Esos fugitivos de los que hablabas… ¿Qué tan fuertes son?—
No te lo podría asegurar. Pero no deberían suponer ningún… problema. —aseguró, sonriente para que Maka no se preocupara más por ello. A pesar de las apariencias, la maestra era muy poderosa.
Maka pareció satisfecha con la respuesta, porque pasó a la siguiente cuestión.
—
Bueno, la otra pregunta es que si no hay problema de que traiga la guadaña.Becca soltó una leve risita, que intentó disimular tapándose la boca con una mano. Negó con la cabeza.
—
Pues claro que no… S-siempre que tengas cuidado al utilizarla, no te vayas a hacer daño…Después de eso, la maestra continuó leyendo. Maka mientras podía entretenerse mirando el intersticio, o pensando en las futuras aventuras que viviría allí. ¡La emoción le esperaba!
****Cuando Simon marchó, ambas, maestra y aprendiz, quedaron solas frente a la nave. En la soledad de la ciudad. Alguna que otra brisa de viento gélido recorría el lugar, pero nada de lo que preocuparse a primera vista.
—
Yo sugiero ir por los callejones para que no repitamos la ruta que tomo Simon. Creo que seria mejor por el echo de poder investigar nosotras por ese lado y él por ese. ¿Tú que opinas?La maestra Rebecca, sorprendida por la deducción de la aprendiza, cosa que no se esperaba ni de lejos, asintió con la cabeza, sonriente y orgullosa de ella. Todavía con el libro en una de sus manos, se adelantó hasta el callejón situado más a la izquierda.
—
T-tienes razón, Maka… No sabemos dónde buscar, así que cualquier ruta nos vale. —explicó su opinión, antes de hacer un gesto con la cabeza para indicar que fuese con ella.
Pasaron unos minutos caminando sin rumbo fijo y giraron algunas esquinas. Durante el recorrido lo único que pudieron escuchar fue sus pisadas, nada más. Desde allí se podía entrar en algunos edificios, y algunas puertas estaban media abiertas con signos de batalla: marcas de garras y sangre reseca sobre su superficie. El interior de estas estaba completamente a oscuras, y Rebecca las ignoró por completo.
La maestra tragó saliva y, tensa, le susurró. Deteniéndose en medio de un callejón que se dividía en más callejuelas, todas dentro del enorme laberinto que conformaban los edificios. A su alrededor había contenedores de basura, incluso ventanas abiertas por las que podían entrar sin problemas. En su interior no había nadie, los relojes no avanzaban, indicando el tiempo que llevaban en ese estado, los muebles y los objetos se encontraban desparramados por el lugar. Como si a sus habitantes les hubiesen pillado por sorpresa.
—
N-no es normal que no haya aparecido nada todavía… Maka, no te alejes, y pase lo que pase… No te asustes. Yo te protegeré... —Pero con aquel tono de voz tan bajo, parecía la maestra la que estuviese a punto de echarse a temblar. Si Maka la conocía lo suficiente, sabría que podía contar con ella pasara lo que pasase.
Al dar un par de pasos más, todavía en las penumbras, un gemido de dolor resonó por toda la calle. Y de pronto, un golpe tremendo, como si alguien se hubiese chocado con un cubo de basura y lo hubiera tirado al suelo. La maestra se escondió detrás de un vehículo que había por allí, oxidado en casi su totalidad, y le indicó a Maka que se escondiera con ella también. Al momento unos pasos resonaron, y alguien apareció a pocos metros de ellas, salido de otro callejón.
Por la tenue luz que brillaba sobre la persona, ambas pudieron ver que se trataba de un hombre, algo entrado en años por el pelo grisáceo que mostraba, delgado y con ropa de marca. Avanzaba con un gesto comprimido por el dolor. Se sujetaba el brazo derecho, y ambas pudieron ver que estaba herido. El hombre finalmente cayó al suelo sobre un charco de agua, abatido, y la maestra se levantó, corriendo hacia él para socorrerlo.
—
N-no se preocupe… Se pondrá bien.Rebecca extendió la mano libre sobre él y de pronto, una energía verdosa recorrió el cuerpo del señor. Poco a poco, se iba recuperando. La herida del brazo parecía reciente, quizás de un par de horas atrás, y se encontraba algo pálido, posiblemente por la sangre que había perdido.
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¿Fueron… Los Sincorazón? —interrogó, mientras colocaba al hombre contra la pared para que pudiera descansar.
Éste tragó saliva, con los labios resecos, y al ver a ambas extrañado, decidió confesar.
—
¿Sois… de la Orden? —A lo que Rebecca asintió—
. Necesito que me llevéis a mi casa, vivo con mi familia ahí y seguramente estén preocupadas… No queda muy lejos, es en la siguiente manzana —Y se detuvo, cogiendo aire con soberano esfuerzo—
. Os lo explicaré todo mejor cuando…Pero no pudo continuar, porque de pronto, el grito de terror de una mujer resonó por los callejones, provocando un eco escalofriante. El hombre abrió los ojos como platos, preocupado, e hizo amago de levantarse.
—
Son… ellas. Ayudadnos, por favor…—
Maka… No podemos dejarlo aquí, pero debemos ir… Ayúdame a cargarlo, por favor.La maestra lo levantó con esfuerzo, y esperó a que Maka le sujetara el otro hombro para llevarlo. Giraron a la derecha, por donde iba a continuar aquel hombre salido de la nada, y al salir a la calle, vieron en una rotonda a una mujer y una adolescente asustadas, rodeadas por Sincorazón…
x3
—
Vamos…Y colocando de nuevo al hombre contra una farola, la maestra se lanzó a por las sombras, pero sin invocar su Llave Espada. Quizás aquella fuera una buena oportunidad para estrenar la guadaña. El señor por su parte se llevó la mano izquierda de nuevo a la herida, que por alguna razón seguía sangrando. Cada vez estaba más pálido y respiraba de forma entrecortada.
Puede que el Cura no le hubiese hecho mucho efecto y… Estuviera sufriendo algún
estado alterado. ¿Pero cuál?
Nikolai, Ragun, Victoria y NathanNada más acceder a la plaza del rascacielos, tanto Shinju como Victoria se quedaron en la entrada. La maestra sacó su móvil y empezó a leer algo, con cara de pocos amigos. Las Neosombras continuaron caminando hacia ellos, pero todavía estaban a suficiente distancia como para suponer un problema. Fue entonces cuando Ragun explicó sus dudas e inquietudes, a lo que siguió una peculiar conversación entre los aprendices.
—
¿Por qué nos ha traído precisamente a este mundo Maestra Shinju? Este lugar es una trampa mortal, he vivido aquí el suficiente tiempo como para saber eso. ¿Cree posible hacer una base aquí?Shinju alzó la vista, todavía con el móvil en mano y una ceja enarcada. Pero cuando fue a responder Nathan y Nikolai le quitaron las palabras de la boca.
—
¿Tienes los oídos taponados o qué? Hemos venido precisamente a esto, Einstein. Además...—
Bastión Hueco también es un nido de Sincorazón, y de momento seguimos de una pieza gracias a las defensas del castillo. Imagino que con los medios necesarios, sería posible establecer una base segura. —
Eso. Me lo has quitado de la boca.La maestra resopló, negando con la cabeza, al darse cuenta de que, si no les explicaba las cosas pasito a pasito, iba a tener más interrupciones y quebraderos de cabeza.
—
Vamos a ver, antes de que se formara la Orden de Bastión Hueco los maestros ya venían a investigar aquí. Sería por ese entonces cuando te reclutaron, ¿no chico sirviente? —explicó la maestra. Con aquel apodo sólo una persona allí se daría por aludida, pues precisamente… ella misma le había asesinado ya en el pasado, en otra vida—
. Para ahorrarnos tiempo y horas de viaje en glider, lo mejor será establecer aquí un nuevo cuartel general. ¿Y por qué el sitio más alto de la ciudad, preguntas? ¡Pues para tener controlados los cielos! Si algún gracioso de Tierra de Partida aterriza, le veremos llegar. Eso y… bueno, ya lo veréis.Les dejó con la miel en los labios. Fuera como fuese, los aprendices no tardaron en organizarse, excepto Victoria, que se quedó a su lado. La muchacha pudo notar entonces, donde tuviese guardado el teléfono móvil, cómo éste vibraba: acababa de recibir un mensaje, ¿pero de quién? No pudo leerlo, pues Shinju al darse cuenta de que estaba quieta la agarró de una mano y la acercó a la plaza. Los pocos sincorazón que les estaban pisando los talones se les echaban encima ya.
—
Y bueno, controlar a los Sincorazón de este mundo no será tan fácil. ¡Aquí son salvajes y más divertidos! —comentó a las palabras de Nikolai.
Ragun y Nikolai subieron por las enormes escaleras que daban acceso al rascacielos, mientras que la maestra y Victoria se apresuraban a la misma posición. Nathan por su parte fue directo al camión destrozado. No le costó nada abrir las puertas traseras y ver la mercancía, compuesta en su mayor parte por basura y cosas inservibles: cajas de cartón, latas parcialmente oxidadas, ¡e incluso neumáticos! Pero también, al fondo y tras rebuscar unos momentos entre polvo, encontró lo que parecía ser una especie de tarjeta de color azul plateado con líneas verdes brillantes. No parecía sucia ni vieja, y tenía como pintura roja ya seca sobre uno de sus laterales, en la parte de los pines dorados:
Nathan obtiene: objeto misterioso x1
Si Nathan sabía de informática, le recordaría inevitablemente a lo que se denominaba como “Memoria RAM”. No encontraría nada más de utilidad ahí dentro, y puede que incluso le diese por tirar también la tarjetita, como prefiriese. Ragun y Nikolai por su parte no pudieron mover la puerta giratoria que daba al rascacielos, por lo que no les quedó más remedio que emplear la habilidad de
Evasión Sombría. Ni el Doble salto hubiese funcionado, pues no había ventanas abiertas —pero sí iluminadas— hasta casi la mitad de la estructura.
Los dos aprendices pasaron sin problemas bajo el suelo, hasta entrar en lo que sería la sala de recepción del rascacielos: bastante elegante, decorada con una alfombra roja que llevaba hasta la puerta de un ascensor negro, y a su izquierda, unas escaleras que ascendían. Pudieron encontrar lámparas de araña muy lujosas colgadas del techo, y plantas que se enredaban por los sillones y las mesas. La superficie del suelo hasta les reflejaba en él.
Al parecer la puerta giratoria estaba atascada por un botón de color verde bajo el mostrador, por lo que, tras rebuscar un poco lo pudieron hallar, eso, si Nathan no rompía antes la puerta a base de golpes —los cortes y el cabreo de Shinju estaban asegurados—. En caso de invocar la Llave Espada para entrar de esa forma, ningún sincorazón aparecería en la plaza, a excepción de los pocos que les habían estado siguiendo. Raro, muy raro. En cambio, si presionaban el botón verde escucharían un chasquido y todos podrían girar la puerta de cristal hasta estar dentro y a salvo. Las Neosombras simplemente se volvieron a fundir en el suelo ante las escaleras hasta desaparecer. No quedó nada de los seres oscuros.
Si presionaban de nuevo el botón, la puerta giratoria quedaría bloqueada, pero eso quedaba a elección de los aprendices.
—
¡Bien, ya estamos dentro! —exclamó con cierto tono infantil, para luego fijarse en las escaleras—
. Yo no pienso subir caminando.Los aprendices pudieron subir caminando por las escaleras, lo que les llevaría al menos
media hora alcanzar la cumbre de la torre si iban corriendo y sin descansar, o bien pudieron acompañar a la maestra en el ascensor, que solo tardó cinco minutos.
Una vez en lo alto del edificio, el grupo logró ver una estancia oscura, que reflejaba sus deformes figuras en el suelo, y las paredes repletas de cristales tintados que daban acceso a toda la ciudad. Desde allí lo único que se podía contemplar era un horizonte cubierto de penumbras, y terrazas negras por todos lados: un laberinto de cemento.
—
¡Estupendo! Yo me quedaré por aquí, así que necesito que vosotros vayáis a la ciudad, a investigar lo del mensaje. Dadme vuestros números, venga.La maestra sacó su móvil, a la espera de que todos se entregasen sus números de teléfono —si querían hacerlo—, y una vez estuviese hecho, a Ragun, Nikolai y Nathan les llegaría un extraño mensaje al móvil, de remitente desconocido:
Mensaje sin identificar:
¡̷̏͑͋̿ͨͧ̀͂̈́ͫ͌ͭͨͣͤ͋͐͐ͦ͘҉͞Ȁͮ͂̃́̈͆ͨ̏̓̀̉ͪ̈̓̽͘͏̵̧Yͥͪ̌̑ͪ̌̌̕͜Ų̵ͮ̑͂ͪ̆̀ͭ̓ͫ͊ͥ͗ͦ̐ͭ͘͜͡D̢̀̉́ͧ̓͆̾̍ͧͬ́̓̀̄͗̓ͨ́҉A̵̧̡̐̉ͨ̎ͬͫͯͣ̄̀ͫ̇͆̍̈́!̷̢̂̈́̑̊͞
Era el mismo que le había llegado a Victoria antes. Les costaría un poco leerlo, pues llevaba caracteres extraños, pero con un segundo vistazo averiguarían de qué se trataba.
—
Se repite el proceso. No sabemos quién nos está enviando esto, pero sabe que estamos aquí. Tened mucho cuidado ahí fuera, no sabemos si es enemigo o aliado. Yo os alcanzaré luego.Podían tomarse un pequeño respiro. Unos minutos de descanso. Allí había un cuarto de baño con un jacuzzi que daba a toda la ciudad —y que la maestra no les permitiría utilizar, pues les miraría terriblemente mal si se acercaban—, y una nevera de la que coger refrescos y patatas o chucherías varias.
Al bajar de nuevo a la plaza verían, para su sorpresa, a una persona cubierta de arriba a abajo con una capucha marrón y muy sucia. Iba encorvada y parecía correr a duras penas de dos Neosombras que le seguían el paso y no tardarían en alcanzarla. Se introdujo por la calle de la izquierda, dejando el callejón de la derecha inexplorado para los Caballeros, y la calle por la que habían venido, que daba acceso al cráter azul. Podían dividirse, ir todos en grupo, o esperar allí sentados por la maestra, que tardaría
bastante en salir.
De pronto, tres nuevas Neosombras surgirían en la plaza: dos junto al camión destrozado y una en el centro, a la que debían sortear sí o sí.
¿Cómo actuarían los aprendices?
De acuerdo, de momento solo le recogeré la ficha a Maka. Para el bando de Bastión Hueco me guiaré por la interpretación hasta que avancemos más y terminéis vuestros temas.
Faltas:
-Soul: 1
Fecha límite: Miércoles 15 de Julio.