Ronda #6 - Un mensaje de las penumbras
Publicado: Lun Ago 10, 2015 12:42 am
Auch. La cabeza me daba mil vueltas, y me costaba horrores centrarme. ¿Qué había pasado? Recordaba haber huido del payaso de circo en aquel edificio con Nikolai, pero al salir a la calle nos habían asalto un grupo de personas de aspecto extraño. ¡Zombies, parecían auténticos zombies! Intenté huir, pero entonces... Auch. Alguien, o algo, me golpeó por detrás, y todo se volvió un borrón enorme.
Ahí estaba yo, intentando recuperarme, mientras notaba que alguien me estaba agarrando mientras se movía, cual saco de arena. Y no era el único...
—¡Nathan!
—¡¿Victoria?!
—¿Te han atrapado? Serás inútil. Aprende de m...
Se calló al momento, al darse cuenta de que, igual que yo, estaba esposada.
—Bocazas.
Intenté romper los grilletes a base de pura fuerza, pero fue inútil. Sólo pude mirar a nuestro captor, un tipo enorme de piel grisácea y aspecto extravagante. Además de cargar con nosotros dos, llevaba a un tío de pelo rosa al hombro. Abrió una puerta de golpe, llegando hasta una sala que más bien parecía un laboratorio, y nos dejó caer sobre unas camillas, atándonos con firmeza para que no pudiéramos escapar. Ni siquiera mis mejores insultos y forcejeos sirvieron para liberarme.
En otra camilla, también estaba una chica joven con coletas, a quien mi hermana no dudó en presentarse. Al fondo, podía verse a un tío con bata de médico tocando sus trastos. Daba un mal rollo enorme.
—¡Hola! Me llamo Victoria y este es mi hermano Nathan. Encantada de conocerte antes de, bueno, morir.
—¡No vamos a morir, deja de decir eso! —le reñí, mientras seguía forcejeando para liberarme. Más bien para auto-convencerme a mí que a ella.
—Ya están listos, profesor.
—¿Los habéis capturado a todos? —Desde la puerta, hizo acto de presencia una nueva persona.
Era un hombre igual de extravagante que aquel que nos había llevado hasta aquí. Vestido con ropajes violetas bastante elegantes, parecía tener cuernos y portaba una vara en su mano.
—¡¿Qué de qué eres?! —grité nada más verle, abriendo los ojos como platos.
—¡Es el vampiro jefe! ¡Matadle con fuego, con fuegooo! —chilló Victoria, tan escandalosa como siempre.
—¡No es un vampiro! —Volví a mirarle de arriba a abajo, considerándolo—. O igual sí...
Desde luego, tenía esa pinta. Entonces, los zombis de antes... ¡¿Eran vampiros?! Eso explicaría alguna que otra cosa, pero no terminaba de cuadrarme del todo.
Igual que mi hermana, pataleé y me revolqué en la camilla con toda la fuerza posible, mientras el vampiro jefe hablaba con la chica de las coletas. ¿Acaso se conocían de antes? Pero poco tardó en centrar su atención en los demás.
—Tengo entendido que ya habéis tenido la suerte de ver nuestros experimentos en persona. Me gustaría conocer vuestras impresiones
"Nuestros experimentos". Entonces, les habían creado ellos. Pero, ¿cómo? Y sobre todo, ¿para qué? Para nada bueno, seguro.
—¡Malas, muy malas! ¡Por Jesucristo, señor vampiro, no nos convierta a mi hermano y a mí!
—¡Estáis pirados! ¡Soltadnos ahora mismo!
—No está mal, si os han dado miedo es que Hojo está haciendo un buen trabajo. Sin embargo… no hemos tenido la ocasión de probar el experimento en Caballeros de la Orden. Como comprenderéis, vosotros seréis los primeros.
—¡¿Qué?!
—¡Esto es una locura! ¡Estáis locos! Habéis creado monstruos sacrificando gente.
Abrí los ojos de par en par. Mierda, mierda, mierda. ¡Iban a usarnos como conejillos de indias! Porque por sus comentarios, todo indicaba que aquellos seres, criaturas, zombis, vampiros, o lo que fueran realmente, eran personas que antes habitaban este mundo. Y ahora nos iban a hacer lo mismo a nosotros.
—Por lo que veo habéis traído también a los que se escaparon, bueno… Lo prefiero así. ¿Y vosotros? ¿Tan patéticos sois los Caballeros de la Llave Espada que no paráis de picar en nuestras trampas?
—¡Erais vosotros! —grité de repente, atando cabos—. ¡El mensaje de ayuda era para traernos hasta este mundo!
Y Shinju nos había llevado de cabeza a la trampa. Genial. Cuando la volviera a ver se iba a llevar una buena bronca... Si es que volvía a verla.
—El suero ya está listo, Mateus —dijo el profesor chiflado, acercándose a las camillas—. Estoy impaciente por ver cómo reaccionará en ellos: si sucumbirán, o si podrán dominarlo.
—Adelante, ¿quién se ofrece voluntario?
—¡Yo no!
—¡¡Como toquéis a mi hermana os arrancaré la cabeza!! —grité, clavando mi mirada furiosa en el tal Mateus, mientras hacía todavía más fuerza que antes, aunque no sirviera de nada.
—Yo me ofrezco —dijo la chica de las coletas, dejándome perplejo.
¿En qué estaba pensando? Igual tenía tendencias suicidas o algo así, pero yo no tenía intención alguna de dejar que me pincharan con una aguja y transformarme en algún tipo de monstruo sin cerebro.
Tenía que salir de allí, no sólo por mí, sobre todo por Victoria. No pensaba dejar que le hicieran nada, ni hablar. Viendo que la fuerza bruta no servía para nada, y sin más ideas, intenté conjurar un Piro y lanzarlo a la correa que me ataba para que se quemara y me liberase. Si lo conseguía, me bajaría de la camilla de un salto, liberaría a mi hermana, y saldríamos de allí a toda prisa empujando a todo el que se pusiera por delante.
Si el hechizo de fuego no servía, intentaría el mismo método que Victoria: levantarme con la camilla a la espalda, a lo burro, y utilizarla para embestir a todos los enemigos que pillara por delante mientras liberaba a mi hermanita y, si había tiempo de sobras, a los demás, antes de salir pitando de allí.
Pasara lo que pasase, no dejaría de forcejear y revolverme por la camilla sin parar, dando patadas a todo el que se pusiera a tiro. ¡No iban a transformarme en ningún monstruo!
Ahí estaba yo, intentando recuperarme, mientras notaba que alguien me estaba agarrando mientras se movía, cual saco de arena. Y no era el único...
—¡Nathan!
—¡¿Victoria?!
—¿Te han atrapado? Serás inútil. Aprende de m...
Se calló al momento, al darse cuenta de que, igual que yo, estaba esposada.
—Bocazas.
Intenté romper los grilletes a base de pura fuerza, pero fue inútil. Sólo pude mirar a nuestro captor, un tipo enorme de piel grisácea y aspecto extravagante. Además de cargar con nosotros dos, llevaba a un tío de pelo rosa al hombro. Abrió una puerta de golpe, llegando hasta una sala que más bien parecía un laboratorio, y nos dejó caer sobre unas camillas, atándonos con firmeza para que no pudiéramos escapar. Ni siquiera mis mejores insultos y forcejeos sirvieron para liberarme.
En otra camilla, también estaba una chica joven con coletas, a quien mi hermana no dudó en presentarse. Al fondo, podía verse a un tío con bata de médico tocando sus trastos. Daba un mal rollo enorme.
—¡Hola! Me llamo Victoria y este es mi hermano Nathan. Encantada de conocerte antes de, bueno, morir.
—¡No vamos a morir, deja de decir eso! —le reñí, mientras seguía forcejeando para liberarme. Más bien para auto-convencerme a mí que a ella.
—Ya están listos, profesor.
—¿Los habéis capturado a todos? —Desde la puerta, hizo acto de presencia una nueva persona.
Era un hombre igual de extravagante que aquel que nos había llevado hasta aquí. Vestido con ropajes violetas bastante elegantes, parecía tener cuernos y portaba una vara en su mano.
Spoiler: Mostrar
—¡¿Qué de qué eres?! —grité nada más verle, abriendo los ojos como platos.
—¡Es el vampiro jefe! ¡Matadle con fuego, con fuegooo! —chilló Victoria, tan escandalosa como siempre.
—¡No es un vampiro! —Volví a mirarle de arriba a abajo, considerándolo—. O igual sí...
Desde luego, tenía esa pinta. Entonces, los zombis de antes... ¡¿Eran vampiros?! Eso explicaría alguna que otra cosa, pero no terminaba de cuadrarme del todo.
Igual que mi hermana, pataleé y me revolqué en la camilla con toda la fuerza posible, mientras el vampiro jefe hablaba con la chica de las coletas. ¿Acaso se conocían de antes? Pero poco tardó en centrar su atención en los demás.
—Tengo entendido que ya habéis tenido la suerte de ver nuestros experimentos en persona. Me gustaría conocer vuestras impresiones
"Nuestros experimentos". Entonces, les habían creado ellos. Pero, ¿cómo? Y sobre todo, ¿para qué? Para nada bueno, seguro.
—¡Malas, muy malas! ¡Por Jesucristo, señor vampiro, no nos convierta a mi hermano y a mí!
—¡Estáis pirados! ¡Soltadnos ahora mismo!
—No está mal, si os han dado miedo es que Hojo está haciendo un buen trabajo. Sin embargo… no hemos tenido la ocasión de probar el experimento en Caballeros de la Orden. Como comprenderéis, vosotros seréis los primeros.
—¡¿Qué?!
—¡Esto es una locura! ¡Estáis locos! Habéis creado monstruos sacrificando gente.
Abrí los ojos de par en par. Mierda, mierda, mierda. ¡Iban a usarnos como conejillos de indias! Porque por sus comentarios, todo indicaba que aquellos seres, criaturas, zombis, vampiros, o lo que fueran realmente, eran personas que antes habitaban este mundo. Y ahora nos iban a hacer lo mismo a nosotros.
—Por lo que veo habéis traído también a los que se escaparon, bueno… Lo prefiero así. ¿Y vosotros? ¿Tan patéticos sois los Caballeros de la Llave Espada que no paráis de picar en nuestras trampas?
—¡Erais vosotros! —grité de repente, atando cabos—. ¡El mensaje de ayuda era para traernos hasta este mundo!
Y Shinju nos había llevado de cabeza a la trampa. Genial. Cuando la volviera a ver se iba a llevar una buena bronca... Si es que volvía a verla.
—El suero ya está listo, Mateus —dijo el profesor chiflado, acercándose a las camillas—. Estoy impaciente por ver cómo reaccionará en ellos: si sucumbirán, o si podrán dominarlo.
—Adelante, ¿quién se ofrece voluntario?
—¡Yo no!
—¡¡Como toquéis a mi hermana os arrancaré la cabeza!! —grité, clavando mi mirada furiosa en el tal Mateus, mientras hacía todavía más fuerza que antes, aunque no sirviera de nada.
—Yo me ofrezco —dijo la chica de las coletas, dejándome perplejo.
¿En qué estaba pensando? Igual tenía tendencias suicidas o algo así, pero yo no tenía intención alguna de dejar que me pincharan con una aguja y transformarme en algún tipo de monstruo sin cerebro.
Tenía que salir de allí, no sólo por mí, sobre todo por Victoria. No pensaba dejar que le hicieran nada, ni hablar. Viendo que la fuerza bruta no servía para nada, y sin más ideas, intenté conjurar un Piro y lanzarlo a la correa que me ataba para que se quemara y me liberase. Si lo conseguía, me bajaría de la camilla de un salto, liberaría a mi hermana, y saldríamos de allí a toda prisa empujando a todo el que se pusiera por delante.
Si el hechizo de fuego no servía, intentaría el mismo método que Victoria: levantarme con la camilla a la espalda, a lo burro, y utilizarla para embestir a todos los enemigos que pillara por delante mientras liberaba a mi hermanita y, si había tiempo de sobras, a los demás, antes de salir pitando de allí.
Pasara lo que pasase, no dejaría de forcejear y revolverme por la camilla sin parar, dando patadas a todo el que se pusiera a tiro. ¡No iban a transformarme en ningún monstruo!
Spoiler: Mostrar