Re: [Evento Global] Ruta de los Perdidos
Publicado: Vie Mar 13, 2015 12:11 am
—Soy Bavol. Me alegra conocerte, Lyon —me dijo aquel chaval. Se quedó entonces pensando por un instante, antes de preguntarme de nuevo—. ¿Tú eres de Tierra de Partida, verdad?
—En efecto. Sin embargo, no llevo mucho tiempo viviendo allí, así que es normal que no te suene de vista.
Al final, Bavol, Nanashi, y otros dos aprendices nos dirigimos por aquel camino. Aquel pasillo viraba un puñado de veces más, a derecha o izquierda, que acababa en una sala circular. Este, a diferencia del resto, tenía un puñado de jarrones, blancos como el mármol, como no, con flores en ellos. ¿Que tenía aquella sala de distinto, para tener aquella decoración?
Entonces, nuestro guía apareció de nuevo ante nosotros.
—Sois más de los que creía —admitió, asintiendo con la cabeza—. He visto que algunos —se fijó en mi nuevo amigo— creéis que la prueba consiste en mataros entre vosotros. ¿Qué creeis que soy? ¿Un bárbaro? ¡Por favor!
—¿Y cómo planeas que demostremos nuestra lealtad a nuestra Orden? —dijo Nanashi, acercándose al encapuchado—. Ilumíname.
Aquel ser se rió entonces, y extendiendo una mano hacia delante, nos dijo:
—¡Sea, pues! Entregadme vuestras Llave Espada.
—¿Disculpa?
—¡Has entendido a la perfección lo que he dicho! Es el precio justo por uno de estos…
Aparecieron varios naipes de su mano. Era la primera vez que veía algo asó. Ni siquiera algo ni remotamente parecido. La explicación acerca de que eran y para que servían no tardó en llegar.
—Este Castillo tiene cientos de puertas y pasillos interminables. Algunos os están vedados y otros no. Avanzar por ciertas zonas requiere de estos naipes mágicos. Estos objetos están pensados para que sólo una persona pueda utilizarlos; aquella que se convierta en su dueña, por lo tanto, y espero que quede claro, son intransferibles. Sólo por si acaso, no os gustaría saber lo que pasaría si lo intentaseis, creedme. Ya no podéis volver al vestíbulo, y uno de vosotros tendrá que sacrificarse para avanzar… ¿Merece la pena sacrificar vuestra Llave Espada por el bien de vuestra Orden? ¿De vuestra misión?
—Sí —Nanashi avanzó sin dudar, e invocó su llave espada—. Daría todo lo que poseo, incluyendo mi vida por Bastión Hueco. Si eso que buscamos puede terminar con la tiranía de Tierra de Partida y ayudar a las futuras generaciones de aprendices y Maestros de Bastión Hueco… Que así sea.
—Bravas palabras. Trato hecho —dijo mientras tomaba aquel arma por el mango.
Nanashi no pudo reaccionar a tiempo. Aquel ser era condenadamente rápido. La Llave Espada atravesó el pecho de su dueña, pero no hubo herida: del lugar donde debía brotar sangre salía una especie de luz. Nanashi se desplomó, pálida y con aspecto deplorable, mientras su arma se desvanecía en medio de un ceniciento resplandor.
—¡Nanashi!
—Bien hecho, has sido muy valiente. —El Guía le tendió su mano, para ayudarla a incorporarse.
Ella sin embargo apartó su mano de un golpe, tomó el naipe e intentó, en vano, invocar de nuevo a su llave espada. Parecía que no podríamos usarla por un tiempo, quizás por nunca jamás.
—¿Y quién será el siguiente?
El Guía se acercó a Bavol y a otro de los aprendices, pero no pude escuchar que decía. Tras esto, apareció delante de mi. Fue entonces cuando me fijé en lo alto que era. Cruzó las manos, e inclinándose hacia mi, intentando intimidarme, me habló.
—Podrías irte ahora mismo. No eres tan leal como el chiquitín, ¿verdad? ¿Para qué sacrificar parte de tu corazón? ¿O precisamente por eso deberías hacerlo? Permitir que otros más capacitados que tú tengan que renunciar a su sueño es terrible, ¿no crees?
Tenía razón. No era tan leal como parecía serlo Bavol. A fin de cuentas, era prácticamente el recién llegado. ¿Que tenía yo que ver con aquella orden? Sin embargo, tampoco lo tenía con mi llave espada. A fin de cuentas, había pasado gran parte de mi vida sin ella. Es cierto que era un arma increíble, y que podía lograr grandes cosas con ella, pero ayudar tanto a Bavol como al resto de aprendices a recuperar Tierra de Partida me parecía algo más importante que el tener o no aquel arma en mis manos. Y además, quizás fuese tan solo por un tiempo.
Extendiendo el brazo, invoqué mi llave espada. La mantuve unos instantes frente a mi, hasta que la bajé y me encaré a aquel guía.
—Es cierto que no soy tan fiel como él —cerré los ojos por un momento. Suspiré, y volví a tomar la palabra—. Pero eso no quita que la gente de Tierra de Partida merezcan que esto le pase a su mundo. Nadie lo merece. Así que creo que seguiré adelante con esto.
Dicho esto, procedería a hacer lo mismo que había hecho con Nanashi. Como era de esperar, Bavol tomó la misma decisión que yo había decidido. Tras pasar por el mismo ritual, examinaría aquel naipe.
Nanashi ya estaba frente a la puerta, sin embargo. Su naipe desapareció y la puerta se abrió de par en par, y esta marchó hacia delante sin mirar atrás.
—A-adelante.
—Si, tenemos que irnos
—En efecto. Sin embargo, no llevo mucho tiempo viviendo allí, así que es normal que no te suene de vista.
Al final, Bavol, Nanashi, y otros dos aprendices nos dirigimos por aquel camino. Aquel pasillo viraba un puñado de veces más, a derecha o izquierda, que acababa en una sala circular. Este, a diferencia del resto, tenía un puñado de jarrones, blancos como el mármol, como no, con flores en ellos. ¿Que tenía aquella sala de distinto, para tener aquella decoración?
Entonces, nuestro guía apareció de nuevo ante nosotros.
—Sois más de los que creía —admitió, asintiendo con la cabeza—. He visto que algunos —se fijó en mi nuevo amigo— creéis que la prueba consiste en mataros entre vosotros. ¿Qué creeis que soy? ¿Un bárbaro? ¡Por favor!
—¿Y cómo planeas que demostremos nuestra lealtad a nuestra Orden? —dijo Nanashi, acercándose al encapuchado—. Ilumíname.
Aquel ser se rió entonces, y extendiendo una mano hacia delante, nos dijo:
—¡Sea, pues! Entregadme vuestras Llave Espada.
—¿Disculpa?
—¡Has entendido a la perfección lo que he dicho! Es el precio justo por uno de estos…
Aparecieron varios naipes de su mano. Era la primera vez que veía algo asó. Ni siquiera algo ni remotamente parecido. La explicación acerca de que eran y para que servían no tardó en llegar.
—Este Castillo tiene cientos de puertas y pasillos interminables. Algunos os están vedados y otros no. Avanzar por ciertas zonas requiere de estos naipes mágicos. Estos objetos están pensados para que sólo una persona pueda utilizarlos; aquella que se convierta en su dueña, por lo tanto, y espero que quede claro, son intransferibles. Sólo por si acaso, no os gustaría saber lo que pasaría si lo intentaseis, creedme. Ya no podéis volver al vestíbulo, y uno de vosotros tendrá que sacrificarse para avanzar… ¿Merece la pena sacrificar vuestra Llave Espada por el bien de vuestra Orden? ¿De vuestra misión?
—Sí —Nanashi avanzó sin dudar, e invocó su llave espada—. Daría todo lo que poseo, incluyendo mi vida por Bastión Hueco. Si eso que buscamos puede terminar con la tiranía de Tierra de Partida y ayudar a las futuras generaciones de aprendices y Maestros de Bastión Hueco… Que así sea.
—Bravas palabras. Trato hecho —dijo mientras tomaba aquel arma por el mango.
Nanashi no pudo reaccionar a tiempo. Aquel ser era condenadamente rápido. La Llave Espada atravesó el pecho de su dueña, pero no hubo herida: del lugar donde debía brotar sangre salía una especie de luz. Nanashi se desplomó, pálida y con aspecto deplorable, mientras su arma se desvanecía en medio de un ceniciento resplandor.
—¡Nanashi!
—Bien hecho, has sido muy valiente. —El Guía le tendió su mano, para ayudarla a incorporarse.
Ella sin embargo apartó su mano de un golpe, tomó el naipe e intentó, en vano, invocar de nuevo a su llave espada. Parecía que no podríamos usarla por un tiempo, quizás por nunca jamás.
—¿Y quién será el siguiente?
El Guía se acercó a Bavol y a otro de los aprendices, pero no pude escuchar que decía. Tras esto, apareció delante de mi. Fue entonces cuando me fijé en lo alto que era. Cruzó las manos, e inclinándose hacia mi, intentando intimidarme, me habló.
—Podrías irte ahora mismo. No eres tan leal como el chiquitín, ¿verdad? ¿Para qué sacrificar parte de tu corazón? ¿O precisamente por eso deberías hacerlo? Permitir que otros más capacitados que tú tengan que renunciar a su sueño es terrible, ¿no crees?
Tenía razón. No era tan leal como parecía serlo Bavol. A fin de cuentas, era prácticamente el recién llegado. ¿Que tenía yo que ver con aquella orden? Sin embargo, tampoco lo tenía con mi llave espada. A fin de cuentas, había pasado gran parte de mi vida sin ella. Es cierto que era un arma increíble, y que podía lograr grandes cosas con ella, pero ayudar tanto a Bavol como al resto de aprendices a recuperar Tierra de Partida me parecía algo más importante que el tener o no aquel arma en mis manos. Y además, quizás fuese tan solo por un tiempo.
Extendiendo el brazo, invoqué mi llave espada. La mantuve unos instantes frente a mi, hasta que la bajé y me encaré a aquel guía.
—Es cierto que no soy tan fiel como él —cerré los ojos por un momento. Suspiré, y volví a tomar la palabra—. Pero eso no quita que la gente de Tierra de Partida merezcan que esto le pase a su mundo. Nadie lo merece. Así que creo que seguiré adelante con esto.
Dicho esto, procedería a hacer lo mismo que había hecho con Nanashi. Como era de esperar, Bavol tomó la misma decisión que yo había decidido. Tras pasar por el mismo ritual, examinaría aquel naipe.
Nanashi ya estaba frente a la puerta, sin embargo. Su naipe desapareció y la puerta se abrió de par en par, y esta marchó hacia delante sin mirar atrás.
—A-adelante.
—Si, tenemos que irnos
Spoiler: Mostrar