[Evento Global] The End Is Where We Begin - Día 1
Publicado: Lun Nov 05, 2012 12:00 am
Todos los sentidos se lo gritaban: no debía estar allí.
Alec caminaba por un pasillo con paredes blancas como la nieve, sin saber de dónde venía la luz que las iluminaba. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí: solo recordaba cómo caía en la oscuridad, mientras su corazón se partía en mil pedazos, al igual que la vidriera que momentos antes había estado pisando... Y perdía el conocimiento.
¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? ¿Unos segundos? ¿Unas horas? ¿Días? ¿Quién sabía si incluso hacía meses de ello? Nada cercano le daba una pista sobre ello. Solo un largo pasillo, dos puertas cerradas a cal y canto... Y la soledad.
No pudo evitar notar la presencia, igualmente, de distintas máquinas llenas de líquido adheridas a las paredes. Eran de cristal, por lo que se podía ver fácilmente su contenido: nada más que un líquido espeso. Apenas había cuatro, y por su forma y color parecían adoptar la forma de flores invernales que todavía no habían comenzado a florecer.
¿Pero qué más daba? Allí no había nada que hacer...
* * *
Si Hana se había sentido mal por cuando había visto su vidriera vacía... Aquello le gustaría menos.
Despertó en una habitación blanca, tirada en el suelo bajo una mesa de cristal. El color del cuarto estaba por todas partes: en las cortinas, en los muebles, paredes, techos... Incluso en los pétalos de las flores de un pequeño jarrón sobre la mesa. Mirara adonde mirara, solo podía ver aquello: pureza y... Vacío.
Vacío, como ella.
¿Sería capaz de soportar estar allí? La puerta no le iba a poner problemas. Si salía, accedería al pasillo del piso superior del hall en lo que parecía ser una mansión. O siempre podía investigar el cuarto blanco.
* * *
¿Cómo se las arreglaba siempre Hitori para quedarse a las puertas de la mansión cada vez que visitaba su mundo natal?
Bueno, siendo justos, estaba al otro lado por una vez. La verja y la muralla del recinto seguían cerrados firmemente para evitar intrusos, pero había despertado al otro lado, en los jardines delanteros que accedían directamente a la mansión. Podía explorar como quisiera por allí, aunque... Ya había visto la mansión una vez, con Shinju. Y ahora que sabía que allí había estado la niña, quizás no fuese buena idea...
Claro que también venía otro caminito por la izquierda. Rodeando la mansión, podría llegar sin problemas a lo que parecía ser un jardín trasero. ¿Qué habría allí? Nunca lo había visto. ¿Estaría tan cuidado como el delantero?
* * *
Xefil despertó cuando un pesado libro cayó sobre su cocorota, Anatomía del corazón.
Al abrir los ojos lo primero que sería capaz de comprender es que estaba en una biblioteca. Una bastante modesta, la verdad, pero que le permitía deducir que se trataba de una privada. Y para ser una personal, estaba bastante completa: ambos lados de las paredes estaban recubiertos de estantes y más estantes llenos de toda clase de libros, que señalaban hacia un escritorio frente a los enormes ventanales que daban luz a la habitación, junto con un imponente asiento de cuero. Además de ello, una mesita central con gran número de dibujos y algunos cojines a su alrededor daban cobijo a una pequeña montaña de libros de toda clase... Que podría hojear, si estaba dispuesto.
Pero no era momento para eso. No, no lo era. ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era a la Maestra Ariasu atacándoles, arrojándoles al vacío e invitándoles a jugar a un juego. Aparecer en un lugar como aquel no era sinónimo de nada bueno...
Si salía de la biblioteca, accedería al pasillo del hall de una mansión. Pero igual le interesaba investigar y no salir...
* * *
Mickael despertó con el sonido del agua corriendo cerca de sus orejas.
Abrió los ojos para ver que estaba en un precioso jardín, entre las tres paredes de un edificio frente a él. La fuente de mármol sobre la que tenía la cabeza apoyada tenía en su centro un imponente pegaso alzándose sobre sus patas traseras y con sus alas extendidas, mientras por la boca escupía un chorro de agua que caía directo a la fuente.
Las plantas crecían a su alrededor con gran abundancia: desde algunas flores bien cuidadas y de gran variedad de colores, hasta algunos árboles como manzanos a unos metros de él, ya fuera del recinto de la mansión que tenía frente a él, incluso con sus debidos frutos. Algunas hiedras trepaban hasta una ventana abierta, cuyo contenido, desde allí, poco podría ver el chico rata.
Sus opciones eran bastante limitadas. Entraba a la mansión por una puertecita corredera de cristal que tenía frente a él, o ir por un pequeño caminito que rodeaba la mansión. Y sobre todo, reflexionar, porque... ¿Cómo se había metido él en aquel asunto? Ariasu no debería haberle hecho aquello. Solo debería haber involucrado a los aprendices de Tierra de Partida...
* * *
Todos los aprendices se vieron sorprendidos cuando algo vibró en sus bolsillos. Al rebuscar en ellos, encontrarían dos objetos que no habían visto antes: un pin negro con el dibujo de lo que parecía ser una calavera blanca, junto con sus móviles y pociones. ¿Cómo habían llegado hasta allí...? Y para colmo, sus objetos de curación, armamento habituales... ¡No había nada!
El teléfono móvil, por su parte, indicaba la entrada de dos mensajes de texto nuevos. Al abrir el menú para leerlos encontrarían pocas opciones: los textos, la posibilidad de hacer llamadas (aunque si lo comprobaban, el teléfono no pedía un número de teléfono, sino una especie de código) y lo que parecía ser el icono de un libro con el nombre "Conceptos".
* * *
* * *
Aquel mensaje no tenía sentido para Alec... ¿Y la misión de aquel día? ¿Cómo pretendía cumplirla si no sabía cuál era?
Pero tuvo que dejar de concentrarse en el móvil. Una de las máquinas pasó a iluminarse de golpe desde su interior, permitiendo ver algo dentro. Le estaba invitando a acercarse y echar un vistazo a su interior. Y así lo haría...
Podía ver un rostro. Alguien dormida dentro, vestida incluso. Pálida como un vampiro, con los ojos cerrados, durmiendo tranquila. Sobre ella, en una placa metálica, había escrito un nombre y un interruptor que en ese momento estaba marcado en rojo.
Shiki.
Alec caminaba por un pasillo con paredes blancas como la nieve, sin saber de dónde venía la luz que las iluminaba. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí: solo recordaba cómo caía en la oscuridad, mientras su corazón se partía en mil pedazos, al igual que la vidriera que momentos antes había estado pisando... Y perdía el conocimiento.
¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? ¿Unos segundos? ¿Unas horas? ¿Días? ¿Quién sabía si incluso hacía meses de ello? Nada cercano le daba una pista sobre ello. Solo un largo pasillo, dos puertas cerradas a cal y canto... Y la soledad.
No pudo evitar notar la presencia, igualmente, de distintas máquinas llenas de líquido adheridas a las paredes. Eran de cristal, por lo que se podía ver fácilmente su contenido: nada más que un líquido espeso. Apenas había cuatro, y por su forma y color parecían adoptar la forma de flores invernales que todavía no habían comenzado a florecer.
¿Pero qué más daba? Allí no había nada que hacer...
Si Hana se había sentido mal por cuando había visto su vidriera vacía... Aquello le gustaría menos.
Despertó en una habitación blanca, tirada en el suelo bajo una mesa de cristal. El color del cuarto estaba por todas partes: en las cortinas, en los muebles, paredes, techos... Incluso en los pétalos de las flores de un pequeño jarrón sobre la mesa. Mirara adonde mirara, solo podía ver aquello: pureza y... Vacío.
Vacío, como ella.
¿Sería capaz de soportar estar allí? La puerta no le iba a poner problemas. Si salía, accedería al pasillo del piso superior del hall en lo que parecía ser una mansión. O siempre podía investigar el cuarto blanco.
¿Cómo se las arreglaba siempre Hitori para quedarse a las puertas de la mansión cada vez que visitaba su mundo natal?
Bueno, siendo justos, estaba al otro lado por una vez. La verja y la muralla del recinto seguían cerrados firmemente para evitar intrusos, pero había despertado al otro lado, en los jardines delanteros que accedían directamente a la mansión. Podía explorar como quisiera por allí, aunque... Ya había visto la mansión una vez, con Shinju. Y ahora que sabía que allí había estado la niña, quizás no fuese buena idea...
Claro que también venía otro caminito por la izquierda. Rodeando la mansión, podría llegar sin problemas a lo que parecía ser un jardín trasero. ¿Qué habría allí? Nunca lo había visto. ¿Estaría tan cuidado como el delantero?
Xefil despertó cuando un pesado libro cayó sobre su cocorota, Anatomía del corazón.
Al abrir los ojos lo primero que sería capaz de comprender es que estaba en una biblioteca. Una bastante modesta, la verdad, pero que le permitía deducir que se trataba de una privada. Y para ser una personal, estaba bastante completa: ambos lados de las paredes estaban recubiertos de estantes y más estantes llenos de toda clase de libros, que señalaban hacia un escritorio frente a los enormes ventanales que daban luz a la habitación, junto con un imponente asiento de cuero. Además de ello, una mesita central con gran número de dibujos y algunos cojines a su alrededor daban cobijo a una pequeña montaña de libros de toda clase... Que podría hojear, si estaba dispuesto.
Pero no era momento para eso. No, no lo era. ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era a la Maestra Ariasu atacándoles, arrojándoles al vacío e invitándoles a jugar a un juego. Aparecer en un lugar como aquel no era sinónimo de nada bueno...
Si salía de la biblioteca, accedería al pasillo del hall de una mansión. Pero igual le interesaba investigar y no salir...
Mickael despertó con el sonido del agua corriendo cerca de sus orejas.
Abrió los ojos para ver que estaba en un precioso jardín, entre las tres paredes de un edificio frente a él. La fuente de mármol sobre la que tenía la cabeza apoyada tenía en su centro un imponente pegaso alzándose sobre sus patas traseras y con sus alas extendidas, mientras por la boca escupía un chorro de agua que caía directo a la fuente.
Las plantas crecían a su alrededor con gran abundancia: desde algunas flores bien cuidadas y de gran variedad de colores, hasta algunos árboles como manzanos a unos metros de él, ya fuera del recinto de la mansión que tenía frente a él, incluso con sus debidos frutos. Algunas hiedras trepaban hasta una ventana abierta, cuyo contenido, desde allí, poco podría ver el chico rata.
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Sus opciones eran bastante limitadas. Entraba a la mansión por una puertecita corredera de cristal que tenía frente a él, o ir por un pequeño caminito que rodeaba la mansión. Y sobre todo, reflexionar, porque... ¿Cómo se había metido él en aquel asunto? Ariasu no debería haberle hecho aquello. Solo debería haber involucrado a los aprendices de Tierra de Partida...
Todos los aprendices se vieron sorprendidos cuando algo vibró en sus bolsillos. Al rebuscar en ellos, encontrarían dos objetos que no habían visto antes: un pin negro con el dibujo de lo que parecía ser una calavera blanca, junto con sus móviles y pociones. ¿Cómo habían llegado hasta allí...? Y para colmo, sus objetos de curación, armamento habituales... ¡No había nada!
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El teléfono móvil, por su parte, indicaba la entrada de dos mensajes de texto nuevos. Al abrir el menú para leerlos encontrarían pocas opciones: los textos, la posibilidad de hacer llamadas (aunque si lo comprobaban, el teléfono no pedía un número de teléfono, sino una especie de código) y lo que parecía ser el icono de un libro con el nombre "Conceptos".
Bienvenidos, Jugadores.
Comienza el Reapers' Game. Vuestra misión es sobrevivir 7 días. Cumplid las misiones encomendadas por el Game Master cada día, o investigad la ciudad a vuestro antojo. Fallad, y vuestra existencia será eliminada.
~ El Compositor
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Misión del Día 1:
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Tenéis 120 minutos. Fallad, y seréis eliminados.
~ El Game Master
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Aquel mensaje no tenía sentido para Alec... ¿Y la misión de aquel día? ¿Cómo pretendía cumplirla si no sabía cuál era?
Pero tuvo que dejar de concentrarse en el móvil. Una de las máquinas pasó a iluminarse de golpe desde su interior, permitiendo ver algo dentro. Le estaba invitando a acercarse y echar un vistazo a su interior. Y así lo haría...
Podía ver un rostro. Alguien dormida dentro, vestida incluso. Pálida como un vampiro, con los ojos cerrados, durmiendo tranquila. Sobre ella, en una placa metálica, había escrito un nombre y un interruptor que en ese momento estaba marcado en rojo.
Shiki.
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