Jain's choice
Publicado: Mié Ago 28, 2013 8:18 pm
Un ataque fallido, una persecución por parte del Exilio, un inesperado golpe final, un reencuentro que parecía imposible y una muerte ya vivida. Jain se apartó de todo aquello y quedó callado, viendo con cierta alegría cómo el cuerpo de lo que había sido su enemigo desaparecía. Era capaz de comprender que ya no era Erased Data el controlador de aquel amasijo de datos que ahora se esfumaba, pero sus ojos ansiaban ver su muerte. Ahora… El joven no sabía qué le quedaba. Su futuro era, como el de todos, incierto. Pero, derrotado Erased Data, Jain carecía de una meta o un sueño que pretendiese alcanzar. ¿Qué si no, aparte de apreciar su vida?
El sonido de una pistola resonó en su cabeza. Su mirada estaba perdida en su vidriera en aquel momento. Se giró y vio cómo el cuerpo de Neku se cristalizaba lentamente. No dijo nada, tan sólo se mantuvo expectante.
Todo pasó muy deprisa. Él lo sintió muy despacio .
La imagen de un Ronin muy joven descendió desde lo alto, iluminado por una luz. Un recuerdo de Zait afloró en su cabeza. Él ya había visto algo así. Sin embargo, para Jain era algo nuevo. Pese a que el joven no entendió el diálogo que hubo entre el ex pirata y Eileen, comprendió que Avatar fue directo y preciso. Todos ellos, tras varios días de lucha, debían elegir un bando.
Quedarse a defender un mundo virtual era una opción. Al fin y al cabo, era su mundo. El que conocía desde su supuesto nacimiento virtual. Reconstruirlo y crear un mundo nuevo y mejor. Esa era la teoría que Jain había entendido. Luego, estaba Eileen. Una mujer a la que no conocía para nada.
Pero tampoco conocía a Avatar. Ni siquiera estaba seguro de que fuese Ronin. Es más, si de algo estaba seguro, es de que ese no era el maestro que Zait conoció. Pero él les ofrecía el mundo exterior. Un lugar lleno de posibilidades. Mucho más abierto, mucho más grande.
Pero ninguna de las dos ideas le convencía. Quería salir de aquel lugar, pero… ¿Estaba dispuesto a pagar cualquier precio? ¿Vendería su alma para que su cuerpo, sin control, pudiese divagar por los mundos? Porque no podía evitar sentir aquello.
—¿Cuál es mi lugar? —murmulló para sí mismo—. Podría suicidarme ahora mismo y acabar con esta farsa. Eso es lo que tú hubieras querido, ¿no, Zait? Que la imagen de Nate acabase con tu vida. Supongo que yo tendré que elegir un camino. Seguir con vida…
El joven LaFleur quedó callado durante un largo rato. Observando la situación. Ni siquiera se había movido, ni inmutado. Como había hecho durante la gran parte de ese día. Decidió cambiar de nombre, pero no dejar de ser el mismo. Juró que lucharía por sus ideales. Ira, venganza, gloria, honor y voluntad.
—Eso suena a chorradas. A patraña sin sentido. Pero cada uno de esos locos tenía a una persona icónica en sus vidas. Podría salir allí afuera… Y matarlos a todos ellos. Crear el caos… —el joven se detuvo a mirar a Avatar—. Pero ese tío del parche no me dejará ser libre tan fácilmente… ¡Bah! Qué más da. Dejemos que sea el tiempo el que lo decida.
Jain cogió su maza, la lanzó levemente y esperó a que cayese. Giró por el suelo de cristal hasta que el reloj que se encontraba en la cima señaló en una dirección. Las agujas, además, se detuvieron en un momento preciso, señalando el mismo destino que la maza. En realidad, señalaban a una persona: Crow.
—Estaba cantado…
Jain sonrió. Al fin y al cabo, él era su compañero. Era lo único que había elegido de verdad. El joven peliazul se giró y le llamó, preguntándole si iría con él.
—Voy detrás de ti, hermano.
El sonido de una pistola resonó en su cabeza. Su mirada estaba perdida en su vidriera en aquel momento. Se giró y vio cómo el cuerpo de Neku se cristalizaba lentamente. No dijo nada, tan sólo se mantuvo expectante.
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Todo pasó muy deprisa. Él lo sintió muy despacio .
La imagen de un Ronin muy joven descendió desde lo alto, iluminado por una luz. Un recuerdo de Zait afloró en su cabeza. Él ya había visto algo así. Sin embargo, para Jain era algo nuevo. Pese a que el joven no entendió el diálogo que hubo entre el ex pirata y Eileen, comprendió que Avatar fue directo y preciso. Todos ellos, tras varios días de lucha, debían elegir un bando.
Quedarse a defender un mundo virtual era una opción. Al fin y al cabo, era su mundo. El que conocía desde su supuesto nacimiento virtual. Reconstruirlo y crear un mundo nuevo y mejor. Esa era la teoría que Jain había entendido. Luego, estaba Eileen. Una mujer a la que no conocía para nada.
Pero tampoco conocía a Avatar. Ni siquiera estaba seguro de que fuese Ronin. Es más, si de algo estaba seguro, es de que ese no era el maestro que Zait conoció. Pero él les ofrecía el mundo exterior. Un lugar lleno de posibilidades. Mucho más abierto, mucho más grande.
Pero ninguna de las dos ideas le convencía. Quería salir de aquel lugar, pero… ¿Estaba dispuesto a pagar cualquier precio? ¿Vendería su alma para que su cuerpo, sin control, pudiese divagar por los mundos? Porque no podía evitar sentir aquello.
—¿Cuál es mi lugar? —murmulló para sí mismo—. Podría suicidarme ahora mismo y acabar con esta farsa. Eso es lo que tú hubieras querido, ¿no, Zait? Que la imagen de Nate acabase con tu vida. Supongo que yo tendré que elegir un camino. Seguir con vida…
El joven LaFleur quedó callado durante un largo rato. Observando la situación. Ni siquiera se había movido, ni inmutado. Como había hecho durante la gran parte de ese día. Decidió cambiar de nombre, pero no dejar de ser el mismo. Juró que lucharía por sus ideales. Ira, venganza, gloria, honor y voluntad.
—Eso suena a chorradas. A patraña sin sentido. Pero cada uno de esos locos tenía a una persona icónica en sus vidas. Podría salir allí afuera… Y matarlos a todos ellos. Crear el caos… —el joven se detuvo a mirar a Avatar—. Pero ese tío del parche no me dejará ser libre tan fácilmente… ¡Bah! Qué más da. Dejemos que sea el tiempo el que lo decida.
Jain cogió su maza, la lanzó levemente y esperó a que cayese. Giró por el suelo de cristal hasta que el reloj que se encontraba en la cima señaló en una dirección. Las agujas, además, se detuvieron en un momento preciso, señalando el mismo destino que la maza. En realidad, señalaban a una persona: Crow.
—Estaba cantado…
Jain sonrió. Al fin y al cabo, él era su compañero. Era lo único que había elegido de verdad. El joven peliazul se giró y le llamó, preguntándole si iría con él.
—Voy detrás de ti, hermano.
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