Re: [Evento Global] Datastream
Publicado: Mié Mar 26, 2014 11:41 am
—¡Esta cosa!
—¡Ey, tranquilo Monarca!
Tuve el visceral impulso de lanzar el costoso trozo de metal brillante que me había conseguido en Espacio Profundo directo al muro de mi habitación, esperando que se convirtiera en decenas de pedazos inservibles con los que no tuviese con que lidiar nunca más.
—No, lo siento... —me disculpé luego con Nadhia, cuya voz podía escuchar al otro lado del discreto audífono que llevaba puesto—. Es sólo que apenas y entiendo algo de esta m... de este... —me mordí la lengua para no maldecir 'frente' a ella—. Creo que lo odio —terminé.
—Para la tecnología tienes muy poca paciencia, ¿verdad?
Me arrojé de espaldas en mi cama, contemplando el brillante reloj-teléfono de muñeca que había comprado con mis platines ahorrados, junto con el teléfono móvil que le había obsequiado a Nadhia. La verdad era que ambos eran demasiado... peculiares, por decir poco, y no menos confusos. Suponía que por eso mismo los había comprado, o tal vez porque el alienígena había tenido alguna habilidad hipnótica; no lo sabía claramente, pero lo que era innegable era que en aquel preciso momento me arrepentía de haber tomado esa decisión.
—Debí haberme quedado el otro —le dije a mi chica—. Es sólo que... no sé, parecía un abanico. Y eso es femenino, ¿no? ¿Lo es? —suspiré luego de decir aquello, sosteniendo el audífono para que no se me cayera del oído, contemplando el reloj de muñeca al mismo tiempo. Mientras conversaba con Nadhia, había intentado acceder a lo que ella había llamado "Tuipper" y que había intentado explicarme de manera muy superficial para que yo pudiese entender... fue en vano, por supuesto... Aunque me las había arreglado para crearme un perfil según sus indicaciones, no había aprendido absolutamente nada de lo que había hablado con ella y, al acceder por primera vez a la aplicación, me había quedado completamente pasmado.
—¿Femenino, dices? Mmm... sí, supongo que pinta de abanico tiene.
Era como mis primeros días en Tierra de Partida otra vez. Excepto que las lámparas eran menos complicadas y no tenían tecnología táctil.
Y al final parecía que me había inscrito accidentalmente a una especie de servicio de conversación a tiempo real con "chicas solteras cerca de ti en [Ciudad de Paso]", según anunciaba la publicidad que aparecía a un lado; lo cual me había hecho enfadar, evidentemente. Estuve a punto de lanzar el reloj contra el muro, como dije antes, si no fuese porque Nadhia logró detenerme y porque, sencillamente, me desesperé yo mismo al intentar quitármelo.
—sexivaguita: Hola guapo. como te llamas?
—tocamillaveespada: buenas! eres casado?
—sodiar: ola toi arrexa
Nadhia no necesitaba saber qué me había hecho enfadar, sin embargo. No podía enterarse jamás.
Sálvame.
—¿Eh?
Me levanté de la cama, sentándome en el borde de ella y volviendo a sostener el audífono para poder escuchar mejor, mientras leía los mensajes que no dejaban de llegar a mi nuevo móvil. No sabía de dónde había venido eso último, pues estaba bastante seguro que las "chicas solteras de Ciudad de Paso" no podían sencillamente colarse a una llamada. O eso esperaba, al menos, porque de lo contrario no podría controlar una situación que ya de por sí se me salía de las manos.
—¿Dijiste algo, Nadhia...? —pregunté.
—No...
Tras su negativa, sacudí la cabeza y decidí ignorar aquella misteriosa voz. Muy seguramente era una más de mis alucinaciones, por lo que no tendría sentido alguno prestarle atención. Sólo debía concentrarme en lo que era real y terminaría por solucionarse por sí misma.
—¿Por qué hablamos por móvil cuando estamos a una planta de distancia? —pregunté entonces a Nadhia, intentando cambiar el tema.
—Tonterías nuestras, ¿no?
Dibujé una sonrisa traviesa, incluso cuando la chica no podía verme y añadí—: ¿Sabes...? Podría bajar las escaleras ahora mismo, ir a tu habitación y...
Te necesito de vuelta. Tienes que venir.
—Oh, bueno, si insistes...
Alegre, me levanté de la cama de un salto y crucé mi habitación con un par de zancadas, llevando una mano al pomo de la puerta y otra al abrigo que mantenía colgado cerca de ella.
Nadhia me volvió a detener, sin embargo.
—Xefil... no he sido yo.
—¿Qué quieres decir con que no has sido tú?
>>No, pensé que era el móvil haciendo que tu voz sonara extraña.
Gruñí y me di la media vuelta, dispuesto a volver a mi mesita de noche y tomar el pequeño frasquito con píldoras que guardaba dentro de ella. Si tenía que tomarme una fuera de mi horario con tal de acallar las alucinaciones, tendría que hacerlo. Sam me había dicho que, con tal de mantener mis síntomas controlados, no habría ningún problema mientras no excediese la dosis máxima.
Código clave:
Por tercera vez, me vi obligado a detenerme a medio camino, tras abrir el cajón y tomar el contenedor de plástico amarillo en mi mano.
Al otro lado de la línea, percibí una pequeña exclamación de asombro. Tuve que aspirar con fuerza por la nariz, cerrar mis ojos y luego expulsar el aire por la boca, para intentar tranquilizarme. Apreté entre mis dedos el frasco de medicamentos y sentí un sabor amargo en mis palabras mientras las pronunciaba:
—Nadhia, dime que no lo escuchaste tú también.
—¿Te ha pasado lo mismo? Es como si hubiese alguien infiltrándose en la línea. ¿Qué diantres...?
Maldije cuando la joven me confirmó que exactamente así había sido. Me metí los fármacos al bolsillo, tomé mi abrigo y salí de mi habitación como una flecha. Mientras caminaba a zancadas por el pasillo de la última planta, alcé mi muñeca y observé el reloj, concediéndole finalmente la atención que se merecía y que no le había otorgado en primer lugar. En la discreta pantalla aparecía una mujer joven desconocida, de piel blanca y cabellos rubios.
Familiar...
Sus ojos eran completamente amarillos. Y me provocaron un escalofrío que me hizo detenerme un par de segundos a la mitad de las escaleras camino a la habitación de Nadhia. La estática envolvió su imagen, respetando sólo aquellas penetrantes pupilas, que parecían observarme directamente a mí desde el otro lado de la pantalla.
Sus últimas palabras me parecieron finalmente reales.
Y me asustaron.
Datastream.
***
—Un ataque informático.
—Eso parece.
Era la única explicación que se me ocurría. Y la única que pude darle a Nadhia mientras, tomados de la mano, avanzábamos apresuradamente por los pasillos entre las torres en dirección a la sala del trono. A juzgar por los rostros de las personas con las que nos cruzábamos y por el camino que casi todos parecían estar siguiendo, no habíamos sido los únicos que habíamos recibido el mensaje.
Aunque, por alguna razón, seguía sintiendo que era para mí...
Sacudí la cabeza, recordando que era común que en un trastorno esquizoide aparecieran delirios de paranoia. Me volví consciente del peso de mis medicamentos en el bolsillo mientras caminaba y recordé que todavía no me había tomado la píldora en la que había pensado. De cualquier manera, sabía que no podía hacerlo frente a Nadhia, pero decidí que tendría que estar recordándomelo a mí mismo con frecuencia para seguir evitando los síntomas.
—Pero, ¿cómo ha podido infiltrarse un vídeo a tal escala? Está en todas partes...
—No, no me preguntes cómo funciona. Soy el menos indicado para entenderlo —le comenté a Nadhia, después de que me preguntara exactamente la naturaleza de aquel fenómeno—. Pero una cosa está clara: por lo que veo, cualquier medio de comunicación se ha visto alterado.
—Deberíamos comunicar de esto a Kazuki. Hay dos mundos dentro de los ordenadores, quizás tengan algo que ver. No creo que un aprendiz ande detrás de esto. ¿Cómo podría jack... hack... atacar todo el sistema?
Me detuve frente a la puerta de la Sala del Trono. No había nadie dentro. Entonces Nadhia sugirió que, si se trataba de un ataque meramente virtual, era posible que los Maestros lo estuviesen revisando en la Sala del Ordenador. Asentí con la cabeza y seguí a la chica hasta el ala sur del castillo.
—¿También os ha llegado ese condenado vídeo? Vaya telita con el virus de las narices.
—¡Oh! Hola, Kousen. ¿A ti también?
Aquella voz había salido de la nada. Me detuve al instante y me llevé la mano al pecho, sorprendido. Giré mi cabeza en dirección de nuestro nuevo interlocutor, para encontrarme sólo con Kousen, un joven con el que no había hablado mucho pero que igualmente me parecía bastante amable.
Le reproché su súbita aparición al decirle que <<me había metido un susto de muerte>>. Fue Nadhia la que lo invitó a seguir caminando con nosotros.
—¿Os suena de algo esa chica? —preguntó luego, mientras re-emprendíamos la marcha—. Si ha afectado de esta forma a Tierra de Partida, debe tener alguna conexión con los portadores, ¿si?
—Hm —asentí—. Sí me suena. Sólo un poco —miré a Nadhia, esperando que ella pudiese darnos una pista de su identidad. En sus ojos pude ver que sucedía algo similar, pero tampoco podía precisar exactamente de quién se trataba—. Pero no, no la conozco.
—Ni a mí. No tengo ni idea de quién es... mm... no, no me suena.
Continuamos caminando hasta la Sala del Ordenador; y sí, como ella había deducido, muchos se encontraban allí. Todos los Maestros, salvo Ronin, y gran parte de los Aprendices de Tierra de Partida, excepto los que no habían llegado todavía y los que estuviesen ocupados con alguna misión. Supuse que el Maestro de Maestros estaría ocupado investigando el asunto directamente, aunque era bastante curioso que no estuviese allí para darnos ninguna indicación.
Aparentemente, el segundo al mando era Kazuki. No supe precisar si era la mejor decisión, sinceramente, comparándolo con el resto de los Maestros. Aunque debía admitir que se encontraba mucho más serio de lo que acostumbraba.
Explicó, entonces, con mayor detalle lo que estaba sucediendo. Absolutamente todos los dispositivos electrónicos con una interfaz habían sido infectados por aquella especie de 'virus', como lo había llamado. Estaba en repetición continua y era imposible enviar una señal al exterior, inclusive al emisor del mensaje. De tal manera que, investigando por qué Tierra de Partida había sido el objetivo, era nuestro deber ir a investigar.
A 'La Red'.
—Se siente extrañamente familiar, ¿no? —sentí un escalofrío en la nuca al escuchar la voz de Némesis dentro de mi cabeza. Intenté disfrazarlo al mirar al otro lado, mientras Kazuki y Lyn discutían algo que involucraba la localización del Maestro Ronin—. Todos llamados a un solo sitio, casi como si estuviesen manipulándolos... Obligándolos...
—Como en el Ocaso —murmuré. Noté como Nadhia miraba en mi dirección, por lo que intenté disfrazar lo que había dicho al aclararme la garganta. Sabía, sin embargo, que no lograba engañarla. Ya se había acostumbrado a ver a través de mis mentiras.
—No lo puedo negar. Y eso de que Ronin no esté da muy mala espina.
Para mi suerte, Nadhia decidió aventurarse a buscar rostros conocidos en la multitud. No tardó más que unos momentos para encontrarse con Fátima, quien iba acompañada de un hombre joven bastante apuesto, con quien no había tenido la oportunidad de coincidir antes, y con el amable Exuy.
Aproveché la oportunidad para deslizar la mano al interior de mi bolsillo, mientras Nadhia se adelantaba. Saqué con rapidez el frasquito con píldoras y tomé una del interior, para volver a guardarme el recipiente donde mismo. Mientras me acercaba al grupo, intenté tragármela en seco, sólo para terminar ganándome una terca molestia en la garganta después de que la pastillita hubiera pasado.
Estuve seguro que alguno había logrado verme, pero decidí hacerme el tonto y no decir nada al respecto. Mientras no fuese Nadhia, estaría bien.
—Hola, Exuy, Fátima —saludé, acercándome finalmente a ellos. Luego miré al amigo de éstos y le dediqué una cortés sonrisa, añadiendo—. Hola, me llamo Xefil.
Estuve a punto de abrir la boca para preguntarle su propio nombre; sin embargo, un tirón en la manga me hizo detenerme y darme la media vuelta.
¿Mei?
—T-tengo miedo... —murmuró, claramente buscando mi atención.
Sonreí, intentando tranquilizarla, y le di unas leves palmaditas en la cabeza.
—Tranquila. Somos Caballeros de la Llave-Espada, nada puede con nosotros.
Eso esperaba, al menos. Si esto era una declaración de guerra por parte de Bastión Hueco, ya podría irme despidiendo. No estaba dispuesto a continuar con aquello, por más que se me obligara a hacerlo.
—¡Ey, tranquilo Monarca!
Tuve el visceral impulso de lanzar el costoso trozo de metal brillante que me había conseguido en Espacio Profundo directo al muro de mi habitación, esperando que se convirtiera en decenas de pedazos inservibles con los que no tuviese con que lidiar nunca más.
—No, lo siento... —me disculpé luego con Nadhia, cuya voz podía escuchar al otro lado del discreto audífono que llevaba puesto—. Es sólo que apenas y entiendo algo de esta m... de este... —me mordí la lengua para no maldecir 'frente' a ella—. Creo que lo odio —terminé.
—Para la tecnología tienes muy poca paciencia, ¿verdad?
Me arrojé de espaldas en mi cama, contemplando el brillante reloj-teléfono de muñeca que había comprado con mis platines ahorrados, junto con el teléfono móvil que le había obsequiado a Nadhia. La verdad era que ambos eran demasiado... peculiares, por decir poco, y no menos confusos. Suponía que por eso mismo los había comprado, o tal vez porque el alienígena había tenido alguna habilidad hipnótica; no lo sabía claramente, pero lo que era innegable era que en aquel preciso momento me arrepentía de haber tomado esa decisión.
—Debí haberme quedado el otro —le dije a mi chica—. Es sólo que... no sé, parecía un abanico. Y eso es femenino, ¿no? ¿Lo es? —suspiré luego de decir aquello, sosteniendo el audífono para que no se me cayera del oído, contemplando el reloj de muñeca al mismo tiempo. Mientras conversaba con Nadhia, había intentado acceder a lo que ella había llamado "Tuipper" y que había intentado explicarme de manera muy superficial para que yo pudiese entender... fue en vano, por supuesto... Aunque me las había arreglado para crearme un perfil según sus indicaciones, no había aprendido absolutamente nada de lo que había hablado con ella y, al acceder por primera vez a la aplicación, me había quedado completamente pasmado.
—¿Femenino, dices? Mmm... sí, supongo que pinta de abanico tiene.
Era como mis primeros días en Tierra de Partida otra vez. Excepto que las lámparas eran menos complicadas y no tenían tecnología táctil.
Y al final parecía que me había inscrito accidentalmente a una especie de servicio de conversación a tiempo real con "chicas solteras cerca de ti en [Ciudad de Paso]", según anunciaba la publicidad que aparecía a un lado; lo cual me había hecho enfadar, evidentemente. Estuve a punto de lanzar el reloj contra el muro, como dije antes, si no fuese porque Nadhia logró detenerme y porque, sencillamente, me desesperé yo mismo al intentar quitármelo.
—sexivaguita: Hola guapo. como te llamas?
—tocamillaveespada: buenas! eres casado?
—sodiar: ola toi arrexa
Nadhia no necesitaba saber qué me había hecho enfadar, sin embargo. No podía enterarse jamás.
—¿Eh?
Me levanté de la cama, sentándome en el borde de ella y volviendo a sostener el audífono para poder escuchar mejor, mientras leía los mensajes que no dejaban de llegar a mi nuevo móvil. No sabía de dónde había venido eso último, pues estaba bastante seguro que las "chicas solteras de Ciudad de Paso" no podían sencillamente colarse a una llamada. O eso esperaba, al menos, porque de lo contrario no podría controlar una situación que ya de por sí se me salía de las manos.
—¿Dijiste algo, Nadhia...? —pregunté.
—No...
Tras su negativa, sacudí la cabeza y decidí ignorar aquella misteriosa voz. Muy seguramente era una más de mis alucinaciones, por lo que no tendría sentido alguno prestarle atención. Sólo debía concentrarme en lo que era real y terminaría por solucionarse por sí misma.
—¿Por qué hablamos por móvil cuando estamos a una planta de distancia? —pregunté entonces a Nadhia, intentando cambiar el tema.
—Tonterías nuestras, ¿no?
Dibujé una sonrisa traviesa, incluso cuando la chica no podía verme y añadí—: ¿Sabes...? Podría bajar las escaleras ahora mismo, ir a tu habitación y...
—Oh, bueno, si insistes...
Alegre, me levanté de la cama de un salto y crucé mi habitación con un par de zancadas, llevando una mano al pomo de la puerta y otra al abrigo que mantenía colgado cerca de ella.
Nadhia me volvió a detener, sin embargo.
—Xefil... no he sido yo.
—¿Qué quieres decir con que no has sido tú?
>>No, pensé que era el móvil haciendo que tu voz sonara extraña.
Gruñí y me di la media vuelta, dispuesto a volver a mi mesita de noche y tomar el pequeño frasquito con píldoras que guardaba dentro de ella. Si tenía que tomarme una fuera de mi horario con tal de acallar las alucinaciones, tendría que hacerlo. Sam me había dicho que, con tal de mantener mis síntomas controlados, no habría ningún problema mientras no excediese la dosis máxima.
Por tercera vez, me vi obligado a detenerme a medio camino, tras abrir el cajón y tomar el contenedor de plástico amarillo en mi mano.
Al otro lado de la línea, percibí una pequeña exclamación de asombro. Tuve que aspirar con fuerza por la nariz, cerrar mis ojos y luego expulsar el aire por la boca, para intentar tranquilizarme. Apreté entre mis dedos el frasco de medicamentos y sentí un sabor amargo en mis palabras mientras las pronunciaba:
—Nadhia, dime que no lo escuchaste tú también.
—¿Te ha pasado lo mismo? Es como si hubiese alguien infiltrándose en la línea. ¿Qué diantres...?
Maldije cuando la joven me confirmó que exactamente así había sido. Me metí los fármacos al bolsillo, tomé mi abrigo y salí de mi habitación como una flecha. Mientras caminaba a zancadas por el pasillo de la última planta, alcé mi muñeca y observé el reloj, concediéndole finalmente la atención que se merecía y que no le había otorgado en primer lugar. En la discreta pantalla aparecía una mujer joven desconocida, de piel blanca y cabellos rubios.
Familiar...
Sus ojos eran completamente amarillos. Y me provocaron un escalofrío que me hizo detenerme un par de segundos a la mitad de las escaleras camino a la habitación de Nadhia. La estática envolvió su imagen, respetando sólo aquellas penetrantes pupilas, que parecían observarme directamente a mí desde el otro lado de la pantalla.
Sus últimas palabras me parecieron finalmente reales.
Y me asustaron.
***
—Un ataque informático.
—Eso parece.
Era la única explicación que se me ocurría. Y la única que pude darle a Nadhia mientras, tomados de la mano, avanzábamos apresuradamente por los pasillos entre las torres en dirección a la sala del trono. A juzgar por los rostros de las personas con las que nos cruzábamos y por el camino que casi todos parecían estar siguiendo, no habíamos sido los únicos que habíamos recibido el mensaje.
Aunque, por alguna razón, seguía sintiendo que era para mí...
Sacudí la cabeza, recordando que era común que en un trastorno esquizoide aparecieran delirios de paranoia. Me volví consciente del peso de mis medicamentos en el bolsillo mientras caminaba y recordé que todavía no me había tomado la píldora en la que había pensado. De cualquier manera, sabía que no podía hacerlo frente a Nadhia, pero decidí que tendría que estar recordándomelo a mí mismo con frecuencia para seguir evitando los síntomas.
—Pero, ¿cómo ha podido infiltrarse un vídeo a tal escala? Está en todas partes...
—No, no me preguntes cómo funciona. Soy el menos indicado para entenderlo —le comenté a Nadhia, después de que me preguntara exactamente la naturaleza de aquel fenómeno—. Pero una cosa está clara: por lo que veo, cualquier medio de comunicación se ha visto alterado.
—Deberíamos comunicar de esto a Kazuki. Hay dos mundos dentro de los ordenadores, quizás tengan algo que ver. No creo que un aprendiz ande detrás de esto. ¿Cómo podría jack... hack... atacar todo el sistema?
Me detuve frente a la puerta de la Sala del Trono. No había nadie dentro. Entonces Nadhia sugirió que, si se trataba de un ataque meramente virtual, era posible que los Maestros lo estuviesen revisando en la Sala del Ordenador. Asentí con la cabeza y seguí a la chica hasta el ala sur del castillo.
—¿También os ha llegado ese condenado vídeo? Vaya telita con el virus de las narices.
—¡Oh! Hola, Kousen. ¿A ti también?
Aquella voz había salido de la nada. Me detuve al instante y me llevé la mano al pecho, sorprendido. Giré mi cabeza en dirección de nuestro nuevo interlocutor, para encontrarme sólo con Kousen, un joven con el que no había hablado mucho pero que igualmente me parecía bastante amable.
Le reproché su súbita aparición al decirle que <<me había metido un susto de muerte>>. Fue Nadhia la que lo invitó a seguir caminando con nosotros.
—¿Os suena de algo esa chica? —preguntó luego, mientras re-emprendíamos la marcha—. Si ha afectado de esta forma a Tierra de Partida, debe tener alguna conexión con los portadores, ¿si?
—Hm —asentí—. Sí me suena. Sólo un poco —miré a Nadhia, esperando que ella pudiese darnos una pista de su identidad. En sus ojos pude ver que sucedía algo similar, pero tampoco podía precisar exactamente de quién se trataba—. Pero no, no la conozco.
—Ni a mí. No tengo ni idea de quién es... mm... no, no me suena.
Continuamos caminando hasta la Sala del Ordenador; y sí, como ella había deducido, muchos se encontraban allí. Todos los Maestros, salvo Ronin, y gran parte de los Aprendices de Tierra de Partida, excepto los que no habían llegado todavía y los que estuviesen ocupados con alguna misión. Supuse que el Maestro de Maestros estaría ocupado investigando el asunto directamente, aunque era bastante curioso que no estuviese allí para darnos ninguna indicación.
Aparentemente, el segundo al mando era Kazuki. No supe precisar si era la mejor decisión, sinceramente, comparándolo con el resto de los Maestros. Aunque debía admitir que se encontraba mucho más serio de lo que acostumbraba.
Explicó, entonces, con mayor detalle lo que estaba sucediendo. Absolutamente todos los dispositivos electrónicos con una interfaz habían sido infectados por aquella especie de 'virus', como lo había llamado. Estaba en repetición continua y era imposible enviar una señal al exterior, inclusive al emisor del mensaje. De tal manera que, investigando por qué Tierra de Partida había sido el objetivo, era nuestro deber ir a investigar.
A 'La Red'.
—Se siente extrañamente familiar, ¿no? —sentí un escalofrío en la nuca al escuchar la voz de Némesis dentro de mi cabeza. Intenté disfrazarlo al mirar al otro lado, mientras Kazuki y Lyn discutían algo que involucraba la localización del Maestro Ronin—. Todos llamados a un solo sitio, casi como si estuviesen manipulándolos... Obligándolos...
—Como en el Ocaso —murmuré. Noté como Nadhia miraba en mi dirección, por lo que intenté disfrazar lo que había dicho al aclararme la garganta. Sabía, sin embargo, que no lograba engañarla. Ya se había acostumbrado a ver a través de mis mentiras.
—No lo puedo negar. Y eso de que Ronin no esté da muy mala espina.
Para mi suerte, Nadhia decidió aventurarse a buscar rostros conocidos en la multitud. No tardó más que unos momentos para encontrarse con Fátima, quien iba acompañada de un hombre joven bastante apuesto, con quien no había tenido la oportunidad de coincidir antes, y con el amable Exuy.
Aproveché la oportunidad para deslizar la mano al interior de mi bolsillo, mientras Nadhia se adelantaba. Saqué con rapidez el frasquito con píldoras y tomé una del interior, para volver a guardarme el recipiente donde mismo. Mientras me acercaba al grupo, intenté tragármela en seco, sólo para terminar ganándome una terca molestia en la garganta después de que la pastillita hubiera pasado.
Estuve seguro que alguno había logrado verme, pero decidí hacerme el tonto y no decir nada al respecto. Mientras no fuese Nadhia, estaría bien.
—Hola, Exuy, Fátima —saludé, acercándome finalmente a ellos. Luego miré al amigo de éstos y le dediqué una cortés sonrisa, añadiendo—. Hola, me llamo Xefil.
Estuve a punto de abrir la boca para preguntarle su propio nombre; sin embargo, un tirón en la manga me hizo detenerme y darme la media vuelta.
¿Mei?
—T-tengo miedo... —murmuró, claramente buscando mi atención.
Sonreí, intentando tranquilizarla, y le di unas leves palmaditas en la cabeza.
—Tranquila. Somos Caballeros de la Llave-Espada, nada puede con nosotros.
Eso esperaba, al menos. Si esto era una declaración de guerra por parte de Bastión Hueco, ya podría irme despidiendo. No estaba dispuesto a continuar con aquello, por más que se me obligara a hacerlo.