Ambos aprendices, tanto Mickael como Saxor, se decidieron por seguir a la misteriosa portadora desde una distancia segura, valiéndose de su púrpureo rastro para no perderla de vista. Por suerte para ellos, el camino no resultó accidentado, pues los sincorazón empezaron a escasear, y los pocos que aparecieron eran rápidamente eliminados por la misteriosa figura, que acababa con ellos sin despeinarse apenas. Fuera quien fuera, desde luego debía ser una talentosa portadora, pues a ellos acabar con unos simples sincorazones les había llevado un buen rato e incluso la pérdida de un compañero.
Si Mickael hubiese podido acceder a las coordenadas indicadas por Ryota, las cuales Saxor guardaba con recelo, podría haberse dado cuenta de que la estela de la chica los llevaba directos a éstas, con lo cual no estaban para nada olvidándose de su misión, sino que iban directos al epicentro del problema. En ese caso, quizás el joven rata hubiera podido especular cosas, como por ejemplo que relación tenía su objetivo con la misión que les había encomendado, quizás fuese ella la causa de aquel curioso fenómeno que atraía sincorazones, pero entonces, ¿cuál sería su propósito? Si pertenecía a Tierra de Partida, sin duda habría creado una trampa para sincorazones, si pertenecía a Bastión Hueco, no entendería porque les habían mandado ir allí, y si actuaba por cuenta propia, entonces un abanico de posibilidades estaba abierto.
Pero debido a la falta de información del pobre roedor, lo máximo que lo guiaba era su curiosidad sobre saber que hacía por aquellos lares esa portadora, quizás tuviese que ver con la misión y entonces sería muy favorecedor espiarla, pero quizás simplemente estaba de paso, y entonces estaban perdiendo el tiempo. Por desgracia, como comprobaría más tarde, la curiosidad era uno de los peores defectos del joven portador de la Llave-Espada.
Su persecución les llevo a una gran nave gummi varada en medio del espacio, de colores brillantes, extrañamente puntiaguda o suave según sus zonas, y con un gran anillo dorado coronándola. Era sin duda, una estructura curiosa a la par que majestuosa, digna de alguien de alto rango. La portadora en cuestión se detuvo en un costado de ésta y rápidamente fue envuelta en un haz de luz verdoso que llegó a cegar a los dos muchachos, imposibilitándoles observar qué ocurría con su objetivo, que desapareció ante ellos.
-¿Qué demonios? -balbuceó el roedor, que, movido por la curiosidad, decidió acercarse a la nave, a la par que Saxor.
En ese momento ambos aprendices fueron suprimidos por algún tipo de fuerza invisible y no fueron capaces de mover ni un dedo. Mickael intentó escabullirse, creyendo que acababa de caer en una trampa, pero no era capaz ni siquiera de lanzar un simple piro o de invocar su llave espada, era totalmente vulnerable.
Entonces, de repente, el mundo cambió a su alrededor, y el vacío interestelar dió paso a una sencilla habitación blanca y metálica. Pero el peligro del que los instintos animales de Mickael no paraban de avisarle desde hacía poco no cesaba, pues el joven se vió inmerso de repente en un estrecho tubo de tono verdoso.
—ID de Armadura reconocida. Sujetos identificados como: Saxor. Mickael. Acceso concedido —sonó una metálica voz cerca de ellos, sorprendiendo a los muchachos.
Una vez fue liberado de su encierro, Mickael controló los nervios y se dispusó a investigar de donde procedía la voz, así pudo comprobar que ésta venía de un panel de control ligado a los tubos y en cuya pantalla aparecía un historial en el cuál se podían leer sus nombres y el de otra persona más...
—Debemos salir de aquí —murmuró Mickael, tratando de guardar la compostura mientras se dirigía a tratar de abrir la única puerta que aquella sala tenía, aunque se podía notar fácilmente que estaba nervioso.
No era para menos, pues el nombre que había leído era él de una de las Maestras de Tierra de Partida, una mujer que sin duda los consideraría enemigos y no tendría ningún tipo de remordimiento en acabar con ellos, y lo peor es que podría hacerlo sin apenas pestañear. Sin duda alguna, el ratón se había metido en la boca del gato.