[La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Trama de Gata, Saeko, Saito + Hana

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

[La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Suzume Mizuno » Jue Ene 29, 2015 10:29 pm

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Nombre: El Festival de los Bufones

Mundo: La Cité des Cloches

Introducción:

Hace tiempo que ya no hay persecuciones y se vive una paz quebradiza desde que los Sincorazón parecieron desaparecer. París está a punto de celebrar una de sus más grandes fiestas, donde el pueblo se lanza a las calles a disfrutar de un día donde nadie trabaja, las reglas carecen de valor y la ciudad se vuelve loca.

Sin embargo, tantos corazones juntos, tantas emociones acumuladas en un mismo lugar pueden terminar estallando… Y no para bien. Bastión Hueco y Tierra de Partida sospechan que el festival puede ser un detonante de las tensas relaciones entre los parisinos, lo cual sería un manjar demasiado apetitoso para ciertas criaturas.

Ambos bandos quieren, si no detener un posible desastre, al menos descubrir el porqué del comportamiento de los Sincorazón.

NPC’s:
• Esmeralda
• Quasimodo
• El juez Frollo
• El capitán Febo.
• Clopín
• Y otros personajes originales.

Requisitos:

-Máximo de tres jugadores y un extra.

Fecha de inicio: Finales de enero

Notas:

Los personajes deben adaptarse al mundo: llevar la ropa del lugar, ocultar cabellos que llamen demasiado la atención, y, ante todo, tener mucho cuidado con la magia. Se prohíben las mascotas que no tengan aspecto de animal común de compañía.

Probablemente sea una trama corta.

Apuntados:
Participante 1: Soul Ester
Participante 2: Zeix
Participante 3: H.S. Sora
Extra: Nell

[/quote]


Bastión Hueco


Necesitamos que vayáis a París, en el mundo de la Cité des Cloches. Se va a dar un acontecimiento importante, una fiesta denominada «festival de los bufones», donde se reunirá una gran cantidad de gente y es muy probable que acabe en tumulto—explicaba Nanashi sin levantar la vista de una serie de documentos que estaba revisando. Había convocado de buena mañana a Gata, Saeko y Saito a su despacho, una habitación amplia, de paredes claras, con estanterías bien ordenadas y escaso mobiliario. No era el lugar más acogedor de Bastión Hueco, desde luego, y los aprendices tenían que formar de pie frente al escritorio de la Maestra, ya que no les había ofrecido sentarse—. Hace casi un año que no se ha registrado la aparición de Sincorazón. Un período de tiempo muy largo. Sin embargo, cuando envié a… —La frase quedó en suspenso mientras la mujer dejaba de apuntar detalles en las hojas. Cerró los ojos y continuó hablando—: Cuando, hace un año, mandé investigar, no pudimos encontrar el motivo del comportamiento de los Sincorazón. Aparecían en lugares muy específicos y se acusó a los gitanos de invocarlos. No sabemos cuál es el motivo de que hayan desaparecido pero, teniendo en cuenta su naturaleza, volverán a hacer acto de presencia.—Les clavó entonces su inflexible mirada—. Si ocurre algo, quiero que averigüéis quién o qué está detrás de todo esto. Y he de advertiros que si los Sincorazón vuelven a asolar París, se culpará una vez más a los gitanos. Y volverán las ejecuciones en la hoguera

Nanashi no continuó, pero tampoco hacía falta. Seguramente consideraría que, si no lograban encontrar el origen del problema y había muertos por el camino, la culpa sería de los aprendices y ellos tendrían que cargar con los asesinatos en su conciencia.

No hace falta que insista en que debéis pasar desapercibidos. París es una ciudad muy hostil al exterior y a cualquiera que no siga sus costumbres. Poneos ropa apropiada y fundíos con el ambiente. Tened cuidado y no hagáis tonterías. Intentad trabajar como un equipo.—Respiró hondo—. Si no hay preguntas, podéis marcha…

Un momento.

Ryota apareció en el vano de la entrada. Casi con seguridad su presencia pilló por sorpresa a los aprendices; hacía mucho que no se le veía en público y que no salía de su dormitorio. Estaba ceniciento, algo consumido, y le había salido alguna que otra cana. Pero su porte seguía siendo digno y sonrió con suavidad a los presentes. Nanashi se incorporó con brusquedad.

Deberías seguir guardando reposo…

Ryota la interrumpió con un gesto seco.

Sé que te gusta trabajar, Nanashi, pero si paso un solo día más en cama me volveré loco. Además, me gustaría comprobar unas cosas en la Cité—dirigió la mirada hacia los aprendices—. Os acompañaré, pero no me interpondré en vuestro camino. A menos que queráis consultarme algo, por supuesto.—Volvió a sonreír, aunque parecía que el gesto le costara un inmenso esfuerzo—. Si no tenéis ninguna pregunta que hacerle a Nanashi, ¿podríais dejarnos un momento a solas? Me reuniré con vosotros en el vestíbulo.

Nanashi respiró hondo, como si estuviera haciendo copio de toda su paciencia, y observó a los aprendices. Respondería a todas sus preguntas y luego les indicaría que salieran de su despacho.

****
Tierra de Partida


¿Recuerdas la Cité, Hana?—inquirió Lyn.

La había convocado a la sala del trono, y estaban las dos solas. Quizás Hana había pensado que quería echarle la bronca, ya que la había llamado inmediatamente después de un entrenamiento. Pero Lyn no parecía enfadada, sólo preocupada… Y severa. Como si la estuviera retando a que ignorara lo que había sucedido entonces.

Aguardó con paciencia a que Hana respondiera y se pasó una mano por la parte trasera del cuello, suspirando. Lo hizo crujir y después dijo:

Desde nuestra última misión no han vuelto a aparecer Sincorazón. Es algo muy extraño. Pero ya llevan demasiado tiempo ausentes. Es como si algo o alguien los estuviera conteniendo. El problema es que ahora se va a celebrar un gran festival en París, que acumulará a mucha gente y quizás hayan… Disturbios. Es nuestra oportunidad para averiguar qué pasó hace un año, por qué los Sincorazón se comportan así.—Dejó caer un silencio y continuó—: Es posible, claro, que no suceda nada. Y mejor para todos. Pero no podemos arriesgarnos, porque sabemos a quiénes se acusaría. Tú ya conoces por encima el mundo, así que creo que eres la más indicada. Yo iré a reunirme contigo en cuanto pueda, ahora mismo tengo que ocuparme de unas cosas.—Lyn la miró en silencio y después dijo—:Ten cuidado, intenta no llamar la atención y si ocurre algo… Intenta investigar. Pero si es muy peligroso, espérame. Me las apañaré para encontrarte.—Movió ligeramente las orejas—. ¿Algo que quieras saber?

Una vez respondiera a todas sus preguntas, daría permiso a Hana para marcharse, que buscara la ropa adecuada y partiera rumbo a su misión.


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¡Bienvenidos a la trama! Espero que la disfrutéis y que descubráis muchas cosas interesantes. También que os peguéis entre vosotros y me divirtáis mientras se arma el caos en París. Podéis hacer si queréis un par de rondas para interactuar pobre Hana que está sola y recordad que esta es una trama de investigación. Probablemente (dependiendo del camino que escojáis) tendréis que hacer frente a enemigos, pero lo importante es averiguar qué está pasando~


Fecha límite: lunes 2 de febrero
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Soul Eater » Vie Ene 30, 2015 1:30 am

Y allí estaba Ryota.

Era extraño. Todavía podía ver, como si acabara de ocurrir, el cuerpo del Maestro de la Llave Espada deslizándose lentamente hacia el suelo en brazos del tuerto. Todavía sentía levemente el olor a sangre roja flotando a mi alrededor como un mal presagio.

Y sin embargo, realmente habían pasado meses desde ese momento, que a mí me resultaba todavía asombrosamente cercano. Meses plagados de miedo, tensión y dudas. Meses entre los cuales habían ocurrido tantas cosas como la muerte de Hisa Wix en una misión que casi cuesta también mi vida y que me había dejado incapacitada durante varios días.

Realmente, no había cambiado nada. A pesar de su evidente debilidad, seguía siendo el mismo hombre que me había encontrado en Port Royal y que me había “ofrecido amablemente” convertirme en su aprendiza. El mismo ante el que había tenido que contar una historia que no llegaba a comprender tras recuperarme de mi incursión en el País de los Mosqueteros, mientras me observaba con esa calma fría que nunca parecía abandonarle.

Y ahora, el mismo que se acercaba con toda tranquilidad para decir que pensaba acompañarnos en la misión que Nanashi nos había encargado. Abrí la boca, pero la cerré casi de inmediato, tan sorprendida que no se me ocurría ninguna frase ni para quejarme.

Mi mente era un auténtico torbellino. No sabía si debía alegrarme o no por su ligero restablecimiento. Eso significaba que estaríamos más protegidos frente a un ataque de Tierra de Partida, pero igualmente significaba más órdenes, y que volvía a estar directamente subordinada a otra persona.

Finalmente, terminé haciendo lo único que era capaz de hacer en ese momento: hacer como Ryota decía y marcharme de esa habitación, para que los dos Maestros hablaran de lo que fuera que tuvieran que hablar. Fue entonces cuando me di cuenta de que no me había enterado de absolutamente nada de lo que Nanashi había dicho.

¿Festival de los bufones? ¿Gitanos? ¿Ejecuciones en la hoguera? ¿De qué clase de mundo estaba hablando? De ninguno bueno, eso era seguro. Sin embargo, no tenía ninguna intención de volver a hacer preguntas. No con Ryota delante y después de haberme largado tan precipitadamente, al menos.

Molesta conmigo misma, con mi falta de conocimientos, con los Maestros, y con el mundo en general, tuve que contener las ganas de escupir y de pegarle un puñetazo a la pared. Para colmo de males, me habían endosado la misma misión que a Saeko… y eso solo podía desembocar en problemas.

Aun así, contuve mi malhumor y espere impacientemente a que la aprendiza de pelo violáceo saliera igualmente de la sala. Al otro chico no lo conocía, ni para bien ni para mal, así que le lancé una mirada veloz y le ignoré completamente, como era mi costumbre. Me pareció sorprendentemente normal, lo cual, teniendo en cuenta la clase de gente que pululaba por el Bastión, era toda una novedad.

Sin embargo, en cuanto me distinguí la figura de Saeko, alcé la voz para dirigirme a ella, siempre sin acercarme demasiado no fuera a ser que le volviera a dar por tirarme de los pelos. —¡Eh, tú! A ti que te gusta mandar y que lo sabes todo— exclamé, tratando de controlar la hostilidad de mi tono, aunque sin poder contenerme a tratar de volver a sacarla de sus casillas —¿qué clase de ropa hay que llevar para que no te ataquen por la calle?

A fin de cuentas, lo último que quería era problemas con las habitantes de un mundo desconocido, y a alguien le tenía que preguntar después de todo.
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Nell » Dom Feb 01, 2015 5:19 pm

A veces no sabía qué pensar de Lyn. Solía ser la Maestra de los entrenamientos por excelencia, la que siempre estaba pendiente de que los aprendices practicaran diariamente y no se dedicaran a holgazanear por ahí. Y en ellos, se dedicaba en cuerpo y alma a demostrar al susodicho aprendiz que era débil en comparación con ella, algo que si bien motivaba, te hacía sentir como si acabaras de atravesar veinte tormentas.

Por ello, sentía que tenía con ella una relación unilateral de rivalidad. Al fin y al cabo, a eso se dedicaba Hana: a intentar saltarse los entrenamientos. No creía en la práctica segura, de clase, sino en la experiencia ganada del campo de batalla. Sin embargo, suponía que tratar de razonar eso con Lyn era inútil y nunca se lo había dicho. En su lugar, se escaqueaba todo lo que podía bajo la atenta mirada de la Maestra. Aquel día, por ejemplo, no lo había conseguido.

Sin embargo, si había algo de bueno en una sesión de entrenamiento, era que no había más después de la primera (al menos, el mismo día) y que era libre durante unas horas de la influencia de los Maestros. Por tanto, se llevó un chasco cuando Lyn volvió a llamarla a la sala del trono.

Y otro más con su primera pregunta:

¿Recuerdas la Cité, Hana?

Lyn estaba mortalmente seria. En cualquier otro asunto, a Hana no le hubiera importado su expresión lo más mínimo, ni le hubiera preocupado que fuera culpa suya. No obstante, aquel era especial. Aquel le había tocado muy profundamente, y no se permitiría nunca mofarse de ello. Así que, a regañadientes, obsequió a Lyn con la respuesta que quería oír.

Jamás la olvidaré.

Le hubiera complacido o no, continuó:

Desde nuestra última misión no han vuelto a aparecer Sincorazón. Es algo muy extraño. Pero ya llevan demasiado tiempo ausentes. Es como si algo o alguien los estuviera conteniendo. El problema es que ahora se va a celebrar un gran festival en París, que acumulará a mucha gente y quizás hayan… Disturbios. Es nuestra oportunidad para averiguar qué pasó hace un año, por qué los Sincorazón se comportan así. —En definitiva: cumplir de una vez la misión que quedó inconcluso. Hana lo vio justo—: Es posible, claro, que no suceda nada. Y mejor para todos. Pero no podemos arriesgarnos, porque sabemos a quiénes se acusaría. Tú ya conoces por encima el mundo, así que creo que eres la más indicada. Yo iré a reunirme contigo en cuanto pueda, ahora mismo tengo que ocuparme de unas cosas. Ten cuidado, intenta no llamar la atención y si ocurre algo… Intenta investigar. Pero si es muy peligroso, espérame. Me las apañaré para encontrarte. ¿Algo que quieras saber?

Sí, lo primero que quería saber era qué asuntos le iban a retener y qué podía hacer Hana para lograr que se alargaran. No se lo podía creer: ¡iba a ir sola! ¡Sola! Nada de cuidar ni de preocuparse por otros. ¡A la porra todos ellos, podría hacer lo que se le antojara! Siempre que llevara cumplida la misión, claro.

Puede que incluso pudiera permitirse algo de diversión en el susodicho Festival. ¿Por qué no? Había tenido una muy mala racha últimamente, y pese a haber recuperado parte de su ánimo en la misión a Nunca Jamás, no le vendría mal desconectarse de sus propios problemas por una vez.

Y mataría a dos pájaros de un tiro, si lograba limpiar su conciencia por lo ocurrido anteriormente en la Cité.

No, nada. Gracias por la oportunidad.

«Gracias por la oportunidad de fiesta», añadió mentalmente.

Con una elegante reverencia, fruto de su buen humor, abandonó la sala y se dirigió corriendo a su habitación. Sin embargo, tras rebuscar en el armario, no le convenció ninguna de sus ropas y acudió al desván para buscar galas de época. Nada ostentoso ni caro, porque iba a mezclarse entre la plebe. Escogió una blusa blanca, de mangas largas y sin cuello; y una falda roja, que rodeó con un cinturón negro y dejó caer desde ella su habitual pañuelo. Por último, no se pudo resistir a ponerse unos pantalones cortos por debajo de la falda, adecuándolos para que no se notaran, por si acaso necesitaba movilidad.

De regreso a su habitación, vendó con pericia los tatuajes para que quedasen tapados. No le gustaba hacerlo, pero era mucho mejor que pensaran que estaba enferma o apestada a que se trataba de una delincuente.

Finalmente, al mirarse al espejo, vio su último problema: el pelo. La última vez se lo había tapado con el pañuelo. Después de ocultar los tatuajes, no se sentía con ganas de taparlo también, por lo que se le ocurrió ir a buscar una peluca. En su lugar, encontró tinte, y decidió probarlo siguiendo los pasos de uso (puesto que era magia desconocida para ella). El resultado fue un cabello rubio cenizo, algo feo, que se dejó suelto con sus ondulaciones, y le llegaba hasta los hombros.

Y tras hacer la mochila, saltó por la ventana (¡no había tiempo que perder!), se enfundó la armadura y partió hacia la Cité.
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Tsuna » Lun Feb 02, 2015 6:33 pm

Esa mañana había sido convocada por la maestra Nanashi a su despacho. Acompañada por Gata y Saito, aprendices que conocía bien y con los que ya había tenido ciertas experiencias, me encontraba de pie frente al escritorio de la tutora. Cruzada de brazos escuché sobre el festival al que teníamos que acudir en un mundo que no había tenido ocasión de visitar: La Cité des Cloches, concretamente en un sitio llamado París. Al parecer desde la última investigación llevada por Bastión Hueco en ese mundo, un año atrás, no se había registrado actividad de Sincorazón, pero antes de eso sí hacían acto de presencia, y no solo eso, sino que perjudicaban a un colectivo concreto de ese mundo.

No supe qué pensar en un principio sobre las ejecuciones que había mencionado la maestra. Parecía un mundo bastante hostil de primeras, pero el hecho de que los Sincorazón hubiesen desaparecido de golpe me hacía pensar que había gato encerrado. Y nos tocaba a nosotros averiguarlo, por supuesto, así como evitar que se condenaran a más inocentes. No lo consideré una tarea fácil, claro que no, pero me convencí mentalmente de que tenía que estar a la altura.

La descripción que nos ofreció la maestra a continuación también confirmó mis sospechas sobre el mundo; se trataba de un lugar peligroso sin ninguna duda. Y ante la última tanda de consejos por su parte, me esforcé para intentar memorizarlo todo de forma general: un mundo hostil, debíamos imitar a sus habitantes, no hacer tonterías —detalle que para mí, al menos, estaba claro que no iba dirigido—, y trabajar como un equipo. Le dediqué de reojo una mirada a Gata, a mi lado, y suspiré con cierta amargura. Estaba segura de que esa aprendiza tan rebelde no nos iba a poner las cosas fáciles.

Hasta ese punto estaba todo muy claro, pero no sabía exactamente cómo debíamos acudir a París. Supuse que con mi ropa habitual llamaría la atención y pondría en peligro la misión, de lo contrario la maestra no nos hubiese alertado. Decidí preguntar, segura de mí misma.

Disc-

No pude acabar la pregunta. Aquel tono de voz me paralizó entera; congelada. Abrí los ojos de par en par, pensando si mi cabeza no me estaba jugando una mala pasada, pero al volverme lo vi. El maestro Ryota.

El maestro… Está bien. Está vivo.


Desde aquel día no había tenido noticias del maestro Ryota. Mi cabeza recordó todo nuevamente, como una pesadilla que, aunque consiguiese olvidar, aparecía cuando menos lo esperaba para atormentarme. Mi cuerpo se quedó en el sitio. No podía moverme, estaba en shock, paralizada. Pero también una alegría inmensa me llenó por dentro, al saber que el maestro seguía vivo. Bastión Hueco existía por él, y todos nosotros estábamos allí por él. Que siguiese vivo era la mejor noticia que había tenido en mucho tiempo.

Al parecer el propio maestro nos quería acompañar, y Gata se había marchado sin preguntar nada, ni siquiera sin saludar al maestro, como estuve dispuesta a hacer yo.

Buenos días maestro Ryota —y encaré esta vez a la maestra, como anteriormente había intentado hacer—. Disculpe maestra, pero… ¿Qué clase de vestimenta deberíamos llevar?

Esperé por algún consejo suyo, paciente, y cuando salí de su despacho fue Gata la que me dirigió la palabra. Sus modales dejaban mucho que desear, como siempre, pero yo ya no podía hacerle nada. Si no estaba dispuesta a cambiar, resultaría imposible enseñarle nada. Le fruncí el ceño, disgustada, cuando me dijo que me gustaba mandar y que lo sabía todo. Eso era cierto, pero sabía que lo había dicho con la intención de ofenderme.

No lo sé, averigualo tú. —Me atreví a mentir de forma descarada

La culpa había sido suya por no haber prestado atención, y con aquellas formas yo no estaba dispuesta a ofrecerle ayuda ninguna. Si Saito quería decirle algo yo no iba a tener ningún problema, pero esa niña maleducada tenía que saber de una vez con quién estaba tratando.

Sin decir más y con las palabras del maestro en la cabeza, fui directa a mi habitación. Durante el camino caí en lo debilitado que se le veía, igualmente no podía evitar preocuparme por él, pero estaba segura de que era un hombre poderoso; podría con esta situación y con mucho más. Yo al menos lo creía así. Una vez en mi intimidad y frente al espejo, até a mi cabello un pañuelo de color blanco. A continuación procuré usar un vestido que tenía por allí. No me había molestado en usarlo porque no salía mucho, pero supuse que para esta ocasión me vendría bien:

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Ni qué decir que me resultó incómodo desde el principio por lo apretada que me sentía ahí, pero con el tiempo me terminaría adaptando.

Gengar, ¿a que me veo bien? —Comenté, todavía frente al espejo

Eh… Si tú lo dices.

No me terminó de convencer su respuesta, pero aun así me apuré para salir de allí y reunirme en el vestíbulo, donde encontraríamos al maestro Ryota. Estaba ansiosa por llevar una misión junto a él, y no dudaría en protegerlo con mi vida si hacía falta. Pero las prioridades eran las prioridades: teníamos que infiltrarnos en ese festival y averiguar qué había sucedido con los Sincorazón.
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor H.S Sora » Mar Feb 03, 2015 6:15 pm

Aquella mañana empezó más pronto de lo habitual, al menos para los tres aprendices que nos encontrábamos reunidos en el despacho de la Maestra Nanashi; Saeko, una chica desconocida y yo. Había querido presentarme ante la chica ya que me pareció nueva, pero el sueño que me movía aquella mañana hizo que cuando me había dispuesto a hablar, la Maestra empezase a darnos detalles acerca del motivo que la había llevado a convocarnos aquel día:

Necesitamos que vayáis a París, en el mundo de la Cité des Cloches. Se va a dar un acontecimiento importante, una fiesta denominada «festival de los bufones», donde se reunirá una gran cantidad de gente y es muy probable que acabe en tumulto

En aquel momento mi mente pareció desconectar por completo de las palabras de la Maestra y de la gente que allí se encontraba, al evocar en mi un desagradable recuerdo: uno que me llevaba hasta Agrabah, misión que empezó con una agradable cabalgata donde se respiraba un aire de felicidad, pero que se torció por completo por el acto de presencia de los Sincorazón y una mala decisión tomada tanto por mí, como por mi compañera la cual ahora estaba presente también. ¿Habría tenido Saeko algún remordimiento de conciencia por haber dejado morir a aquella gente, de la misma manera que yo lo tuve en su momento? Pese a tu intento de demostrar frialdad delante de los demás, apostaba por qué también los habría tenido.

La explicación de la Maestra prosiguió, efectuando en mí una ligera sensación de alivio: por lo visto los Sincorazón hacía casi un año que no asomaban por aquel mundo, por lo que tendríamos que tener demasiada mala suerte como para que su acto de presencia se diese hoy; pero naturalmente nosotros no estábamos allí para observar la bonita fiesta que iba a celebrar París. Nosotros íbamos a ser los encargados de evitar que los Sincorazón inundasen de terror y llanto las calles en aquel día que prometía ser hermoso para los habitantes de la ciudad.

Un mundo que acusa a otras razas étnicas de las cosas que no pueden explicar... habrá que tener cuidado entonces con el uso de la magia o de la propia Llave Espada, o realmente podemos acabar metidos en un buen lío.

>>Si ocurre algo, quiero que averigüéis quién o qué está detrás de todo esto. Y he de advertiros que si los Sincorazón vuelven a asolar París, se culpará una vez más a los gitanos. Y volverán las ejecuciones en la hoguera

Empalidecí de golpe al oír eso.

¿Ejecuciones?...

Por lo visto la hostilidad y agresividad de aquel mundo era la cruda realidad que se escondía detrás de la máscara de baile proporcionada por las fiestas y días señalados como aquel; si algo salía mal y no tenía explicación alguna, aquella especie de “clase baja” que Nanashi había denominado como “gitanos” serían los responsables tuviesen o no la culpa de ello. Odiaba aquellas injusticias, y el hecho de que Nanashi callase durante un instante me dejó tiempo suficiente como para hacer hervir la sangre que llevaba dentro.

Por otro lado, significaba que si aparecían los Sincorazón, la vida de los gitanos en cuestión residía en nuestra aptitud para resolver el conflicto, fuese cual fuese la situación. Y naturalmente, aquello implicaba de nuevo tomar decisiones que en aquel caso, podían acabar en ejecuciones de gente totalmente ajena a lo que sucediese en el festival. Se volvían a poner a prueba mis capacidades como portador, el día de hoy demostraría cuanto había madurado desde lo de Agrabah.

No hace falta que insista en que debéis pasar desapercibidos. París es una ciudad muy hostil al exterior y a cualquiera que no siga sus costumbres. Poneos ropa apropiada y fundíos con el ambiente. Tened cuidado y no hagáis tonterías. Intentad trabajar como un equipo. Si no hay preguntas, podéis marcha…

Saeko parecía que iba a adelantarse para preguntar algo en aquel momento por lo que decidí dejarla mientras pensaba si yo tenía alguna cuestión o no que hacerle a Nanashi, pero alguien la interrumpió:

Un momento.

El día no había hecho más que empezar, y una sorpresa así me paralizó por completo. Me giré, incrédulo, casi al mismo tiempo que mi compañera Saeko. Sin lugar a dudas parecía como si un fantasma de nuestro pasado hubiese venido para regalarnos un espejismo momentáneo de alguien a quien todos echábamos de menos. Pero con la diferencia de la persona que se encontraba frente a nosotros no era ningún espejismo, sino todo lo contrario: de carne y hueso. El Maestro Ryota había vuelto.

Me encontraba totalmente emocionado por el hecho de que nuestro líder se hubiese recuperado tras aquel incidente que ninguno de los miembros de Bastión Hueco seríamos capaces de olvidar nunca, además de que aquello me había devuelto un poco el ánimo tras saber por mi mismo que la vida del Maestro no se encontraba en el extremo cercano a la muerte con el que muchos habíamos tenido pesadillas y por el cual habíamos derramado alguna que otra lágrima en su momento; además que aquello significaba que Bastión Hueco iba a volver con más fuerza que nunca.

Tras un breve intercambio de palabras con la Maestra Nanashi, el Maestro Ryota nos informó de que nos acompañaría a La Cité des Cloches también, aunque por lo visto para atender otros asuntos que no parecían ir en relación con los que nos había asignado Nanashi. De todas formas, era un alivio que nos fuese a acompañar, ya que no tenía ni la menor idea de como llegar al mundo por mi mismo y de aquella forma iríamos todos juntos; tras decirnos que nos esperaría en el vestíbulo, nos invitó a marcharnos si no había ninguna cuestión para la Dama de Hierro, la única en salir en primer lugar fue la muchacha desconocida la cual no dirigió tan solo una palabra a Ryota.

Buenos días maestro Ryota —dijo Saeko en primer lugar, mientras se dirigía ahora a Nanashi—. Disculpe maestra, pero… ¿Qué clase de vestimenta deberíamos llevar?

Tan audaz como siempre, Saeko se había adelantado a lo que yo pensaba y había ido a preguntar la única cosa que en aquel rato se me había ocurrido. Una vez la maestra respondiese a mi amiga, no tenía otra cosa que hacer allí:

Buenos días Maestro Ryota, me alegro mucho de que esté de vuelta. —dije sonriendo lleno de orgullo y emoción. Tras que Ryota me respondiese o no al saludo, saldría de la habitación ya que no tenía ninguna pregunta más ni pensaba que hiciese falta conocer más detalles para la misión.

Una vez fuera, tuve el privilegio de poder ver el extraño momento de trifulca entre mi amiga y mi nueva compañera de misión: por lo visto esta última le había preguntado a Saeko por la vestimenta que se debía usar en aquel mundo — ¿por qué no se había quedado a preguntarle a Nanashi si tenía alguna duda? —, pero de un modo bastante peculiar y que mi compañera se tomó a mal, tal y como era de esperar, siendo la respuesta de esta una mentira, ya que Nanashi nos había respuesto a aquella cuestión previamente; y con aquellas, Saeko se fue a su habitación.

Me fijé en la muchacha y realmente me dio un poco de pena. Quizá la manera de dirigirse a mi amiga no había resultado la más indicada, pero si iba a participar con nosotros en la misión lo mejor sería que tuviese la misma información que nosotros.

Perdona, —dije llamando su atención— me llamo Saito ¿y tú eres? —esperé a su respuesta, mientras me fijaba en su aspecto; a pesar de haber estado a mi lado no me había fijado en que padecía un estado de delgadez que me asombraba, y de alguna manera u otra su comportamiento me recordó al de los animales salvajes.— No estoy de acuerdo con como te has dirigido a mi amiga, pero a pesar de todo somos compañeros, y según has dicho necesitas ayuda, por lo que te la concederé... —y entonces le respondería con la respuesta que nos hubiese dado Nanashi minutos antes— bien eso es todo, espero que te haya quedado claro ,—sonreí mientras me alejaba a mi habitación— nos vemos en el vestíbulo.


***

Extraño, aquella era la manera en la que me sentía mientras me dirigía al vestíbulo en el cual habíamos quedado en reunirnos con el resto. Habitualmente solía usar el mismo tipo de ropa siempre, pero para aquel mundo decidí variar ligeramente mi conjunto con tal de encajar un poco más en aquel día de alegría y felicidad; unos pantalones negros a conjunto con un chaleco del mismo color, y debajo de este una camisa de color verde claro.

Naturalmente no había podido coger a Alice, debido a lo que llamaría la atención una guadaña con capacidades para flotar, pero el hecho de no llevarla conmigo incrementaba aún más mis nervios acerca del vestuario que llevaba y de toda la misión que estábamos a punto de llevar a cabo: ¿y si por mí culpa morían otra vez inocentes?...

Respiré hondo una vez llegué al vestíbulo: aquella vez no podía dejar que sucediese aquello, trataría de evitarlo a toda costa; le demostraría al recuperado Maestro Ryota lo que había mejorado en aquel tiempo.
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Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 04, 2015 12:31 am

Bastión Hueco


Ryota saludó con un gesto amable a los dos aprendices. Después Nanashi le explicó a Saeko que con un vestido largo que no mostrara demasiado y de factura simple, sin colores exagerados, sería suficiente. Para los hombres convendría llevar calzas, jubón y camisa. Los despachó con un gesto, algo impaciente y se quedó a solas con Ryota.

*


El Maestro se reunió con ellos, como había prometido, en el vestíbulo. Llevaba un traje típico de la Cité, con pantalones oscuros y camisa amplia, con las mangas con un reborde dorado, nada excesivamente caro pero sí de buena manufactura. Añadía a todo esto una capa. Estaba muy elegante y había algo en su forma de caminar que desprendía autoridad por todos sus poros, a pesar de que su expresión continuaba tranquila. Volvió a sonreír a los aprendices al verlos.

No me interpondré en vuestro camino. Quiero ir a comprobar unas cosas, de modo que podréis comunicaros conmigo si lo necesitáis—. Extrajo su móvil y les dio su número, por si alguno tenía—. Sois libres de venir conmigo o investigar por vuestra cuenta. Eso sí, avisadme si creéis encontrar algo relacionado con el comportamiento de los Sincorazón.

Como los aprendices no habían hecho más preguntas, Ryota salió al exterior, poniéndose la armadura e invocó su glider.

****


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Amanecía en el mundo de la Cité. El cielo se abría ante ellos, despejado, límpido y de un brillante azul, sin una sola nube. Y, bajo sus pies, se extendía la gran ciudad de París. Con la gran catedral de Notre Dame como punto focal, atravesada por un sucio río, las calles se extendían sinuosas, enrevesadas, rectas en interminables laberintos hasta chocar contra las potentes murallas. Había columnas de gentes que poblaban los cuatro caminos que llevaban a las grandes puertas, donde se formaban agrupaciones que pasaban como contadores de gotas. Se veía que la gente se estaba reuniendo para un gran evento. El Festival de los Bufones, que iba a extenderse durante todo el día, comenzaría en breve. Y nadie quería perdérselo.

Ryota hizo un gesto a los aprendices para que descendieran lejos de los caminos y, una vez en el suelo, se dirigieron a pie hacia la puesta del sur. El Maestro pegó el peaje que se les exigía por los cuatro, aunque antes tuvieron que esperar cerca de media hora en una cola llena de carros cargados de mercancías —a veces vivas, como unas estruendosas gallinas que parecían dispuestas a romper los barrotes de sus jaulas de madera, como si previeran cuál iba a ser su triste destino—, de caballos que levantaban el polvo del camino, sacudidos por el cálido viento que a veces se levantaba y se colaba por debajo de sus ropas. Uno de los guardias dirigió un comentario desagradable a Saeko, comentando que si tenía frío él podía poner remedio. También echó un ojo a Gata y, tras soltar una carcajada, aseguró que su amiga podía acompañarles. Ryota le dirigió una mirada de advertencia a la muchacha: en aquel mundo, las mujeres que respondieran a algo así, se meterían en líos. Si alguna de las dos trataba de hacer algo, se interpondría entre ellas y el hombre. Y aunque estaba débil, deberían pensárselo dos veces antes de intentar pasar por encima del Maestro.

Una vez en el interior de las murallas, Ryota se volvió hacia ellos:

El Festival se realizará en la plaza de la Catedral. Allí es donde pueden aparecer los Sincorazón. Convendría que fuerais allí si queréis investigar. Yo acudiré más tarde, antes quiero comprobar una cosa.—Los observó, por si alguien quería decir algo, y, tras fruncir ligeramente el ceño le señaló a Saito—:¿De verdad piensas que esa es la vestimenta más apropiada para este lugar?

Y luego se marchó por una calle secundaria sin mirar atrás.

Ante los aprendices se abría un espacio donde se acumulaban pequeñas tiendas, muchas casas de mala construcción pegadas a las murallas, además de varias calles: una principal, que probablemente se dirigía hacia la plaza de Notre Dame; el de la izquierda era el que había tomado Ryota y el de la derecha se encaminaba hacia lo que parecía ser un enorme edificio cuyo tejado destacaba sobre los de las demás iglesias.

Claro, también podían detenerse a hablar con la gente por el camino, hacer preguntas, comprar algo para comer o para cubrirse mejor… ¡O quedarse esperando! Quién sabía, quizás sucediera algo. Un grupo de soldados engalanados en colores negros se aproximaba desde un lado, charlando de buen humor, armados con picas y espadas. No parecían muy agresivos. Es más, iban comentando:

—¡Van a traer al rey de los bufones otra vez! ¿Recuerdas al del año pasado? ¡Era tan ridículo!

—Qué suerte que el juez Frollo no haya convencido al rey de cancelar la celebración. Siempre tiene una cara de oler mierda, el muy cabrón… ¿Te lo imaginas disfrazado? ¡Podría ser la Muerte!

—¡Disfrázate tú, palurdo! ¡De cochinillo listo para el banquete!

Estallaron en carcajadas. Sí, definitivamente estaban de buen humor. Y no parecían tener miedo por un posible brote de demonios deseosos de corazones…


****
Tierra de Partida


Hana tuvo que entrar por la puerta norte. También le llevó cerca de hora y pico alcanzar las puertas y, claro, le tocó pagar el peaje por su cuenta. Pero al menos los guardias estaban tan cansados y tan irritados por tener que estar trabajando mientras el resto de la población se dirigía animadamente a pasar uno de los mejores días del año que ni la molestaron ni le prestaron atención. Sólo querían terminar cuanto antes.

Una vez dentro, la muchacha se encontró con un pequeño pandemonium de gente, donde apenas sí se podía respirar, y que se desplazaban hacia la calle principal o las laterales. No le quedaba otra que avanzar por ahí si quería llegar a algún lado y no quedarse por los arrabales. Si se ponía de puntillas o conseguía abrirse paso entre la gente, que parecía dispuesta a aplastarla entre empujones y codazos, vería en principio tres grandes caminos. Hacia la derecha se destacaba un tejado que, sin duda, le resultaría familiar, ya que había estado a punto de morir bajo los cascos de un caballo mientras salía escopetada: el Palacio de Justicia. Por el centro se iba hacia Notre Dame. Y, a la izquierda había un gran edificio en la distancia, que sólo podía ver asomarse por encima de las casas.

Hana podía elegir uno de los tres caminos para empezar su investigación. También podía mandar al cuerno la misión y dedicarse a disfrutar del Festival o largarse de ahí, por supuesto. Lyn no la iba a encontrar en medio de tanta gente.

Fue entonces cuando sintió un brusco tirón en la espalda. Tuvo tiempo de ver un cuchillo que cortaba las correas de su mochila y una melena negra antes de que la figuras se perdiera en medio del gentío… En dirección a la calle central.


Fecha límite: domingo 8 de febrero


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EDIT: porque la universidad no es buena y hace creer cosas que no son (?). Vamos que la trama transcurre en verano y el festival suele ser en invierno, así que lo puse como tal. Pero no, tranquilos, es verano.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Nell » Mié Feb 04, 2015 10:55 pm

Aparcar el glider lejos de maneras indiscretas y andar cual plebeya hasta París fue un suplicio. Estaba todo tan atestado de gente que deseó ser grande para pisotearlos a todos, o pequeña para escurrirse entre sus pies, y entrar de una puñetera vez. Como no podía hacer ninguna de las dos cosas, ni teletransportarse (sería la reina de los Portales si llegaba a Maestra), no le quedó otra que apechugar.

Sin contar con el enorme tiempo desperdiciado en pasar a París, fue fácil. Los guardias no repararon en ella y, salvo por su encarnizada lucha por abrirse paso, todo transcurría con normalidad. Quizá los sincorazón ni aparecieran, para empezar, porque no tenían ni sitio donde materializarse.

Tratando de no dejarse arrastrar por la masa, escudriñó las calles que se abrían ante ella. El de la derecha, ni de coña. No volvería al Palacio de Justicia si no era con unos grilletes puestos. A los otros dos no les hacía ascos, ni le llamaba la atención ninguno en particular. Ya había estado cerca de Notre Dame, y debía reconocer que la catedral era muy bonita.

Quizá…

Pero, de repente, se sintió más ligera. Como si alguien hubiera quitado un peso de sus hombros. Y sumando dos y dos, puesto que ella misma se dedicaba a hacer lo mismo, llegó a la conclusión más obvia. Pudo ver de refilón al ratero escapar.

¡Le acaban de robar!

¡Como te coja, te voy a cortar la mano! ―exclamó, enfurecida.

¡Ella que iba tan contenta al Festival, y nada más llegar pretendían hurtarle! ¡Pues no, no iba a dejarse, allí la única ladrona era ella! Echó a correr en persecución del ladrón. Por nada del mundo lo iba a dejar escapar.

Ni siquiera recordó el famoso dicho que podría atribuírsele ahora: «quién roba a un ladrón, mil años de perdón».
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Re: Ronda 2

Notapor H.S Sora » Dom Feb 08, 2015 5:49 pm

Whoa... ¿acaso no habré acertado con la vestimenta?

El Maestro Ryota se acababa de reunir con nosotros, mostrándonos de nuevo como resultaba ser la elegancia personificada; a pesar de llevar una ropa que resultaba ser más discreta que la mía, era obvio que resultaba más adecuada que la que yo llevaba. A pesar de los consejos de Nanashi mi fondo de armario no era demasiado extenso, por lo que quizá tendría que hacer una paradita en la Cité para comprar algo más adecuado durante la misión...

No me interpondré en vuestro camino. —dijo al Maestro dirigiéndose hacia nosotros con una sonrisa que resultaba reconfortante tras todo aquel tiempo de indecisión— Quiero ir a comprobar unas cosas, de modo que podréis comunicaros conmigo si lo necesitáis—Fue entonces cuando Ryota me sorprendió, al sacar un móvil parecido al que teníamos nosotros y darnos su número. ¿Desde cuándo los Maestros usaban móviles?—. Sois libres de venir conmigo o investigar por vuestra cuenta. Eso sí, avisadme si creéis encontrar algo relacionado con el comportamiento de los Sincorazón.

Tras aquello el Maestro salió al exterior y montó en su Glider tras haberse puesto la armadura, dispuesto a partir ya. Hasta aquel momento no me había percatado del aura que transmitía incluso al andar, aunque también percibía parte de lo que le había hecho todo aquel tiempo encerrado en su habitación, debatiéndose en una estrecha línea por la vida y la muerte; por mi parte no me demoré más tiempo en seguirle, pues era importante llegar lo antes posible a nuestro destino con tal de estar presentes desde el primer momento, para así poder estar ojo avizor a cualquier mínimo indicio de sospecha del ataque de los Sincorazón.

Cité des Cloches, allá vamos.


****



Mi primera impresión de la Cité al llegar mientras amanecía, con un cielo tímido y azul abriéndose ante nosotros, fue que me encontraba en un mundo estéticamente hermoso, quizá de los más hermosos en los que había estado nunca. Quizá por eso me quedé embelesado al observar una gran edificación que se erguía desde lo más bajo de la tierra y parecía tratar de tocar el cielo, de llegar a lo más alto y lejos posible dentro de las limitaciones que poseían los habitantes del mundo en cuestión.

Habíamos llegado relativamente pronto a la ciudad de París, — por lo menos yo seguía algo somnoliento — pero a pesar de ello, ya podíamos detectar el movimiento y aglomeración de las masas intentando entrar a la ciudad por los diferentes caminos que existían. Aterrizar dentro de la ciudad resultaría imposible con toda aquella gente que esperaba su turno para poder disfrutar del festival que se celebraría en breve, por lo que me temía que no tendríamos más opción que la de hacer la cola como todo el mundo.

Dicho y hecho: Ryota nos había hecho aterrizar fuera de aquellos caminos en los que llamaríamos la atención si descendíamos de un objeto volador como si no fuese nada del otro mundo; una vez abajo continuamos por el camino que llevaba a una de las puertas de la ciudad — seguía sin orientarme demasiado bien, por lo que no tenía ni la menor idea de cual de las puertas era a la que nosotros nos dirigíamos.

La espera para poder entrar resultó larga, pero comparada con otras veces, resultó más amena de lo normal. Quizá fue por qué mientras esperaba, me fijaba en las cosas que sucedían a nuestro alrededor: caballos que avanzaban con tranquilidad, levantando todo el polvo que podían, carros con animales vivos que trataban de escapar en aquel día en el que a todos les apetecería un suculento plato, y carros llenos de objetos que se disponían a probar suerte en aquel día en el que todos estarían del suficiente buen humor como para gastar y gastar sin preocuparse demasiado por lo caro que fuese. Entonces pude oírlo bien.

Giré mi cabeza en la dirección de la cual había provenido aquel comentario ya que me había parecido inusualmente cerca, y tal y como temía, el comentario iba dirigido a Saeko. Mi compañera llevaba un traje que debía ser típico del mundo o quizá incluso nuevo, ya que no se lo había visto puesto nunca antes. En mi opinión le quedaba muy bien, aunque se me hacía raro verla sin llevar el pelo al descubierto; pero por lo visto al guardia en cuestión también le pareció que le quedaba bien, puesto que le había propuesto hacerla entrar en calor si se diese el caso de frío. No le bastó al gracioso guardia aquello, que también le propuso a mi nueva compañera unirse a ellos.

Apreté los puños con fuerza, a sabiendas de que no podía hacer nada que no llamase la atención y nos pusiese en problemas antes de poder entrar. ¿Acaso quemarle la cara por gracioso era tan mala opción después de todo? Capté entonces la mirada que Ryota estaba dirigiendo a las chicas, la cual parecía indicar que no debían hacerle caso a los cabronazos como esos o montaríamos un espectáculo, pero no precisamente como el que íbamos a ver hoy.

Aun así, conociendo el temperamento de mi amiga, me acerqué a ella y le puse una mano en el hombro mientras le susurraba casi al oído:

No merece la pena que machaques a un tío como ese Saeko, tú eres mucho mejor que él. Además recuerda a que hemos venido, y... lo que pasó la última vez que yo me enfrenté a un guardia.

Con aquellas palabras esperaba haber calmado a mi amiga, pero de lo contrario, trataría de interponerme a la mínima que viese que ella, o la otra chica, intentaban hacer algo. Pero por la presencia del maestro ahí, dudaba que él fuese a dejarlas ni tan solo intentarlo. Aquel cabrón, viviría un día más, pero más le valía que no llegase a encontrármelo a solas o su patética existencia llegaría a su fin.

Y tras aquel ligero percance, el resto del viaje continuó sin ningún problema y logramos adentrarnos en una de aquellas murallas. Una vez dentro, el maestro se dirigió a nosotros:

El Festival se realizará en la plaza de la Catedral. Allí es donde pueden aparecer los Sincorazón. Convendría que fuerais allí si queréis investigar. Yo acudiré más tarde, antes quiero comprobar una cosa.—me limité a pensar en alguna pregunta que hacerle a mi maestro, pero no se me ocurría nada que no pudiese saber mediante preguntas a los habitantes que habitaban las calles en aquel día de festividad.

>>:¿De verdad piensas que esa es la vestimenta más apropiada para este lugar? —y antes de poder darme cuenta, el maestro se encontraba señalándome a mí.

Antes de llegar a balbucear una disculpa, Ryota se esfumó por una calle sin decir nada más. Los colores se me habían subido un poco, ya que como aprendiz, tener que ser avisado por mi propio maestro del indebido vestuario que llevaba, era algo vergonzoso. Ahora sí que sí: tenía que buscar urgentemente una tienda donde cambiarme.

Ahora que estábamos solos, teníamos la opción de ir por diversos caminos en aquel mundo tan bonito como perverso; divisé un camino con diversas tiendas a lo lejos — ya sabía por dónde iba a ir yo — y varias calles entre las cuales se encontraba por la que el maestro se había dirigido. Miré entonces a mis compañeras:

Creo que lo mejor sería dividirnos para empezar a investigar un poco, ¿no creéis? Yo iré por esta calle con tiendas, a ver si encuentro algo más adecuado que me tape esto... Y lo mejor sería que vosotras dos os repartieseis las calles por las que no ha ido el Maestro Ryota. —dicho esto, les dí mi número de teléfono por si la otra chica no lo tenía, o por si Saeko lo había perdido— ¿Qué os parece si quedamos en media hora en la plaza que ha dicho el maestro? Así podemos ir investigando un poco por nuestra cuenta y luego reunir la información todos juntos.

Esperaría a que me ofreciesen otras alternativas y las escucharía atentamente y entonces, si no estaba de acuerdo con el plan argumentaría que se adelantasen ellas primero — si es que habían decidido de que fuésemos todos juntos — que yo debía comprar algo con lo que pasar más desapercibido.

Dicho esto, me adentraría en aquella calle en la que me había parecido ver varias de tiendas, y buscaría en todas las que fuesen de ropa una capa negra y larga, la cual pudiese abrocharme para que no se viese la camisa que llevaba debajo.

Una vez hubiese encontrado la pieza de ropa en cuestión, exploraría un poco aquella parte de la ciudad en la que me había adentrado, quizá acabase encontrando algo interesante... pero si se daba el caso de que no encontraba nada fuera de lo común, me limitaría a preguntar lo siguiente al habitante de aquel mundo que me pareciese más simpático:

Perdona, ¿para llegar a la Plaza de la Catedral tengo que ir por la calle principal que se encuentra antes de llegar aquí? —Tras que me respondiese o no, se lo agradecería y volvería atrás ya que sería la hora para dirigirme al lugar donde había quedado con ellas.

Espero que el Festival de los Bufones no se acabe convirtiendo en el de los Corazones...

Me ceñiría la capa aún más, mientras me dirigía a la plaza en cuestión, y mientras pensaba en como les estaría yendo a ellas dos.

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Acciones de Saito resumidas:
-Va por el callejón con tiendas, y se compra una capa larga que pueda evitar que le vean la camisa y eso.
-Investiga esa zona en busca de algo interesante.
-Si no encuentra nada, le preguntará a algún habitante al azar la dirección y volverá para reunirse con Saeko y Gata en la Plaza de la Catedral
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Soul Eater » Dom Feb 08, 2015 7:37 pm

Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, la respuesta de Saeko, lejos de molestarme, me divirtió, tal vez porque era lo que habría dicho yo si las tornas se hubieran cambiado —Parece que Doña Perfecta se está rebajando a mi nivel— Me parecía obvio que la chica sabía todo lo que hacía falta sobre ese nuevo mundo, y que simplemente me había ocultado la información. Lo cual significaba, por tanto, que seguía en pie de guerra. Con un poco de suerte, tal vez encontraría una oportunidad para vengarme a lo largo de la misión… siempre y cuando, claro, Ryota no se encontrara delante.

Lo sorprendente llegó cuando escuché una voz que se dirigía a mí. —Perdona, me llamo Saito ¿y tú eres?— Me volví hacia el chico con desconfianza, dándome cuenta de que me estaba observando y, sin duda alguna, sacando conclusiones sobre mí. Y eso no me gustaba en absoluto. Aun así, pronuncié las dos sílabas de mi nombre, sin contener en absoluto la brusquedad que me caracterizaba.

No estoy de acuerdo con como te has dirigido a mi amiga,— comenzó, haciéndome contener una mueca de sorpresa —¿Ah, pero que ella tiene amigos?— Realmente, la consideraba por encima de eso. E incluso aunque hubiera sabido que le daba importancia a algo tan ridículo como la amistad, me parecía increíble que alguien pudiera disfrutar de su compañía —pero a pesar de todo somos compañeros, y según has dicho necesitas ayuda, por lo que te la concederé...

¿Así, sin más?— solté, sin poder mantenerme callada, pero a Saito no pareció importarle, puesto que aun así me explicó lo que necesitaba saber. Fruncí el ceño, insegura, incapaz de descifrar sus motivaciones y sin terminar de creerme lo que estaba diciendo. —¿Qué es lo que quiere? Ni siquiera le había preguntado a él— Nadie hace nada por nadie a no ser que espere algo a cambio… y sin embargo, el chico se despidió y se fue sin pedir ningún precio por lo que había dicho.

Si en algún momento pensé que me parecía normal, no podía estar más equivocada. Era muy raro… solo me quedaba comprobar si además podía ser peligroso.

De cualquier forma, no podía preocuparme de eso en aquel momento. Hacer esperar a Ryota, por muy herido que estuviese, no era algo que me atreviera a hacer, así que me dirigí con rapidez a mi habitación, pensando en cómo podría encontrar alguna ropa que me hiciera encajar en la Cité.

Nada más abrir el armario comprendí que, me pusiera lo que me pusiera, me sería imposible ocultar mi aspecto de ratera. Todas mis prendas (que tampoco es que fueran muchas) estaban raídas y llenas de suciedad. Finalmente, opté por una solución sencilla: cubrí el pantalón con una tela de color pálido que enrollé con disgusto a mi alrededor, y que podía pasar perfectamente por una falda larga y mantuve mi camisa raída de Port Royal.

No era mucho, pero al menos esperaba que sirviera para pasar desapercibida. Y si no, esperaba poder contar con la baza de los tejados, que tan bien me habían venido en mi mundo de origen.

***

Y finalmente nos encontrábamos en el nuevo mundo. Después de que Ryota nos diera una serie de números, cuya función no entendí, invocamos los glider y llegamos a lo que, desde las alturas, me pareció un auténtico laberinto de callejuelas. Tal vez me hubiera fijado más en el entorno si no estuviera demasiado ocupada observando las puntas de mis pies, cubiertos por la armadura negra, para no encontrarme directamente con la mirada de mi Maestro.

El asunto no mejoró tampoco cuando descendimos en los caminos, ya que a medida que nos acercábamos a la ciudad, empezamos a encontrar un auténtico hervidero de gente, animales y ruidos variados, hasta el punto de que tuvimos que hacer cola para entrar. Sin poder hacer nada más que quedarme de brazos cruzados, comencé a agobiarme ante la presencia de tantas personas que podían convertirse en enemigos en un momento dado.

Aun así, a fuerza de observar diversas situaciones y comportamientos, empecé a abstraer algunas de las reglas de ese mundo, descubriendo que no era tan diferente al mío como lo era por ejemplo la Red. Por eso tampoco me sorprendí mucho cuando escuché el comentario que los guardias nos hicieron a la entrada, aunque eso no sirvió para evitar que les lanzara una mirada salvaje, mezcla de miedo y de ira.

Noté los ojos de Ryota clavados en mí, y agaché la cabeza, mordiéndome la lengua para no decir nada. La única constante que había encontrado hasta ahora sin importar el lugar al que me dirigiera era esa: las personas que tienen poder siempre van a usarlo en su beneficio. Y en general, en los lugares donde solo algunas personas llevaban armas, estas eran como lobos en un corral de corderos.

Realmente, no pude evitar alegrarme cuando nos alejamos de la puerta y de la insistente mirada de esos hombres, para encontrarnos en el interior de la Cité. Nerviosa, no podía dejar de mirar a todos lados, tratando de ubicarme entre tantas calles y buscando inconscientemente escondites que pudieran ser de utilidad en un momento dado. Cualquiera que me viera podía haber pensado que nunca había estado en una ciudad.

Finalmente, una vez que nos detuvimos, el Maestro nos indicó finalmente el lugar al que debíamos ir y, tras hacer un comentario sobre la ropa de Saito, se marchó por uno de los caminos. Le observé marchar en parte con alivio y en parte con una chispa de curiosidad. ¿A qué había venido que no fuera a supervisar nuestra misión y que era tan importante como para acudir aunque estuviera enfermo? Dudaba mucho que fuera porque le gustaba el Festival.

La voz de Saito me devolvió bruscamente a la realidad, haciéndome apartar la vista —Creo que lo mejor sería dividirnos para empezar a investigar un poco, ¿no creéis? Yo iré por esta calle con tiendas, a ver si encuentro algo más adecuado que me tape esto... Y lo mejor sería que vosotras dos os repartieseis las calles por las que no ha ido el Maestro Ryota.— Asentí con la cabeza, todavía algo distraída, sin saber realmente cómo pensaba encontrar la información que le hacía falta, si no era por casualidad. De igual forma, volvió a dar otra serie de números cuyo significado no entendí, pero que tampoco me atreví a preguntar —¿Qué os parece si quedamos en media hora en la plaza que ha dicho el maestro? Así podemos ir investigando un poco por nuestra cuenta y luego reunir la información todos juntos.

La idea del chico no podría haber sido mejor —Por mí, de acuerdo— Eso me permitía librarme de Saeko y, en general, de miradas indiscretas. Así podría hacer lo que quisiera. Esperé a que Saito se dirigiera hacia las tiendas y a que Saeko se marchará o se distrajera el tiempo suficiente, y me deslicé velozmente por la calle de la izquierda, tratando de seguir los pasos de Ryota.

La curiosidad mató al gato— pensé, dándome cuenta de que podía meterme fácilmente en problemas, especialmente si este se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Pero realmente no podía contenerme. Haber conseguido, espiar a Ryota, en caso de que lo consiguiera, sería algo de lo que estar orgullosa.

Avancé lo más rápido que pude, tratando de distinguirle entre la gente para seguirle desde la distancia. Sin embargo, en el caso (probable) de que el rastro ya se hubiera enfriado, me dedicaría a vagabundear de un lado a otro, escuchando las conversaciones de la gente para ver si encontraba algún dato de utilidad y para enterarme mejor de qué era ese Festival del que hablaba todo el mundo.
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Tsuna » Dom Feb 08, 2015 9:01 pm

Esperé unos momentos en el vestíbulo, sentada frente a la fuente con mi nuevo vestido; intentando adaptarme todavía a él, apretujada allí dentro e intentando coger aire con calma. Me fijé en la vestimenta de mis dos compañeros y los analicé por encima, no es que fuese una experta para poder juzgarles, porque no había visitado antes la Cité, pero sí podía decir que el conjunto de Gata daba bastante asco. Suspiré, resignada ante la idea de que esa niña no iba a cambiar nunca.

El maestro Ryota finalmente llegó y nos explicó la situación con brevedad: él iría a sus asuntos, y nosotros a los nuestros, claro como el agua. Le ofrecí mi número de teléfono, al igual que yo recibí el suyo, y partí satisfecha, deseosa de ver qué clase de mundo era aquel.

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Asombrada me quedé cuando divisé la enorme ciudad que se abría ante mis ojos. Me fijé en primer lugar en la cantidad de calles que conformaban el interior del reino, así como en los puntos que no paraban de moverse, lo que supuse que eran personas. Pero mi vista luego se dirigió al gran río, bastante sucio por cierto, para terminar maravillada con la enorme catedral ubicada en el centro. No aparté la vista de allí hasta que descendiese lo suficiente, donde decidí prestarle más atención al maestro que a cualquier otra cosa.

Se trataba de un festival, así que lo más normal del mundo era encontrarse mucha gente por todas partes. Aunque me hubiese gustado encontrarme con un ambiente más tranquilo, tenía muchas ganas de visitar la ciudad y verla yo misma. Tras aterrizar avancé con cautela, en todo momento detrás del maestro; allí me sentía más segura, supuse. El hombre pagó por nuestra entrada y tuvimos que hacer cola. No quería llamar la atención, así que no entablé conversación con nadie, y si alguien me dirigía la mirada simplemente me bastaba con evadir la misma.

No parece un mundo muy avanzado.


Los vehículos que se usaban y los guerreros cargados con armas y protecciones me lo decían todo, así como la vestimenta propia de la gente. Por mi parte, yo procuré mantenerme serena y con las manos cruzadas ante mí. Ni siquiera me inmuté cuando uno de los soldados me dijo semejante obscenidad. Simplemente le dediqué una mirada con la que supuse que se lo decía todo: No. Más lejos de eso, no me seguí preocupando por lo sucedido, quería pasar desapercibida todo lo posible, al menos de momento. Pero entonces apareció Saito de golpe, provocándome un respingo donde me vi obligada a ahogar un grito.

Me comentó que yo era mucho mejor que el pervertido aquel. Y no solo eso, sino además me recordó lo sucedido en Agrabah cuando él mismo hizo el tonto frente a los guardias. Exhalé aire, disgustada con aquello, para luego comentarle:

Pues ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no? —le comenté tajante, dando a entender a mi amigo que no hiciese otra estupidez de características semejantes— Gracias por preocuparte.

Llegado un punto conseguimos entrar, y menos mal, porque la espalda me dolía horrores y me costaba a esas alturas coger el aire. Una vez dentro el maestro se impuso de nuevo, indicándonos qué camino seguir para investigar el asunto de los Sincorazón. Resultó que el festival se llevaría a cabo donde la catedral. Por lo menos podría hacer algo de turismo mientras cumplía con mis órdenes. Y cuando criticó la vestimenta de Saito… Oh, por favor.

Le dirigí de inmediato una mirada desaprobatoria, ¿es que no había entendido las palabras de la maestra? ¿Era yo la única que hacía las cosas bien allí, aparte del maestro?

Eso parece.


En ese instante el maestro Ryota se marchó por su cuenta, y Saito nos comunicó sus planes. Su idea era dividirnos por las calles mientras él aprovechaba para ir a buscar ropa. ¿De verdad era necesario? Si hubiese empezado bien, no habría tenido que perder el tiempo de esa forma, estaba claro que no me parecía buena idea, al menos su parte, pero yo nada le podía hacer.

Está bien, y comportaos, hacedme el favor. —Les miré a ambos, sin excepción, porque razones tenía para preocuparme: uno que atacaba a los guardias y otra que se dedicaba a robar

Sin nada más que comentar me separé de ambos, dispuesta a ir por el camino que el maestro Ryota nos había ofrecido; directa al centro del propio festival. Entretanto unos guardias pasaron a nuestro lado hablando animadamente sobre la festividad. No quise perder detalle por lo que me esforcé para escucharlos, atenta e intentando disimular que era una mujer más de por allí.

Según sus palabras iban a traer un supuesto Rey de los Bufones al festival, y un tal Juez Frollo había intentado cancelar la celebración. Si estaban al tanto del peligro sobre los Sincorazón, lo normal sería cancelar toda fiesta, pero no sabía qué pensar, apenas conocía detalles de ese mundo. Con esos datos en mente me adentré en la calle principal, cabizbaja e intentando no mirar a nadie en particular.

Durante la caminata hacia el lugar donde se celebraría el festival, procuraría acercarme lo más discreta posible a cualquier tienda de por allí, más que nada para sacar toda la información que me fuese posible. Me interesaba concretamente el colectivo de gente que había mencionado la maestra Nanashi antes de partir: los gitanos, acusados de invocar Sincorazón.

Perdone —y sentí un nudo en la garganta—, ¿es cierto… lo que dicen sobre los gitanos?

Escucharía pacientemente la respuesta del encargado en particular, y si se mostraba extrañado con algo, bastaría recurrir a la excusa más vieja del mundo:

>Soy nueva por aquí, y he escuchado cosas terribles sobre ellos.

De cualquiera forma, una vez me hubiese respondido me dirigiría rauda hacia el lugar donde se celebraría el festival, intentando mezclarme entre la multitud para no llamar la atención. Atenta a todo.
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Notapor Suzume Mizuno » Mar Feb 10, 2015 12:54 am

Hana


¡Como te coja, te voy a cortar la mano!

Fue difícil abrirse paso entre la gente pero, por suerte para Hana, en cuanto se metió en la calle principal, el tráfico se parisinos se volvió mas fluido y pudo avanzar más rápido, abusando de sus reflejos y su capacidad de adelantar a transeúntes.

Reconocería sin duda la melena negra girando, veloz, e introduciéndose en un callejón. Cuando Hana fuera detrás del ladrón, se lo encontraría aguardándola, puñal en mano y una sonrisa burlona. No parecía cansado a pesar de la carrera de obstáculos que habían superado ambos.

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Se trataba de un hombre joven, con ropas más o menos largas, no tan chillonas como las que vestían los demás gitanos y sin tanto adorno, pero sin duda era de su misma etnia.

¿Buscas algo, guapita? —Levantó su mochila con la mano libre—. Debes tener algo muy importante aquí dentro para que lo quieras con tanta desesperación. ¿Qué será?

Se encontraba a unos cuatro metros de distancia. Podía usar un ataque para noquearlo, por supuesto, aunque quizás se arriesgaba a que se le escapara. El callejón era estrecho, pero el joven podía continuar de largo y perderse en la distancia. O quién sabe. Quizás quisiera trepar por las paredes y subir a un tejado. Por su agilidad, era posible.

O Hana podía intentar hablar con él. ¡Tenía enfrente nada más y nada menos que a un gitano! Quién sabía, quizás pudiera contarle algo interesante. Eso si no lo espantaba, claro.

También, claro… Si Hana prestaba atención, escucharía cómo se acercaban unos caballos. Si Hana se había fijado se habría dado cuenta de que no había demasiadas personas que montaran en aquella ciudad. Sólo guardias y algunos burgueses o nobles con mucho dinero. Podía arriesgarse y pedir ayuda, si lo creía necesario.

****
Saito


Saito, por suerte, pudo comprar una capa negra como la que estaba buscando. No de muy buena calidad, porque al fin y al cabo se encontraba casi en los arrabales de la ciudad, pero le serviría. Y tuvo que ponérsela en seguida, porque la verdad es que la gente se giraba en su dirección con extrañeza ante la factura de su ropa. Una vez cubierto, aunque sufriría un poco los cálidos rayos de sol, pudo pasar más desapercibido.

Por el camino, en busca de alguien que pudiera indicarle el camino para llegar a Notre Dame, se encontró con un hombre rubio, de potente nariz, robusto y con perilla, examinando con el ceño fruncido un mapa. Se cubría de pies a cabeza con una capa azul, maltratada por el camino. ¿Un viajero, quizás? Le acompañaba un impresionante caballo blanco, que, en absoluto nervioso por la cantidad de gente que lo rodeaba, esperaba con paciencia a que su amo decidiera moverse.

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Perdona, ¿para llegar a la Plaza de la Catedral tengo que ir por la calle principal que se encuentra antes de llegar aquí?

¿Hmmm?—El hombre se volvió hacia Saito, con el mapa aún en manos, y esbozó una sonrisa burlona—. Me temo que aquí el que se encuentra perdido soy yo. Pasan un par de décadas y lo cambian todo.—Con un gruñido de irritación, arrugó el papel y lo tiró al suelo—. De todas formas, no creo que tardes mucho en llegar a la Plaza. Todas las calles llevan a ella. Supongo que yo también me dirigiré hacia allí, a ver si alguien en esta maldita ciudad se digna a indicarme cómo llegar al Palacio de Justicia.

Cogió las riendas de su caballo y echó a andar, dirigiéndose hacia una callejuela lateral. No hacía falta tener dos dedos de frente para comprender que estaba cansado del viaje y quizás no fuera la mejor persona para conversar; además, parecía que hacía mucho que no pisaba la ciudad. No podría darle información fresca. Pero se había ofrecido a acompañarlo hacia Notre Dame —si es que no se perdían los dos—.

Además, ¿qué querría hacer un viajero en el Palacio de Justicia?

Saito podía seguirle, continuar investigando por los alrededores o regresar hacia atrás y rehacer el camino, en busca de sus compañeras.


****
Gata


Ryota caminaba a buen paso, algo sorprendente para alguien que había pasado tanto tiempo en la cama. Gracias a la alegre multitud, que se dirigía en oleadas hacia la plaza de la Catedral, Gata tendría que abrirse paso entre las riadas que cruzaban por delante de ella sin perder de vista la figura del Maestro.

Curiosamente, a medida que avanzaban había menos gente. Y la que quedaba no parecía demasiado contenta, sino recelosa. En cambio, aumentó el número de guardias. En principio no parecían muy agresivos, al contrario, charlaban y reían en grupos. Se veía que estaban cómodos. En su territorio.

A los pocos metros los edificios se acababan y se abría un gran espacio donde se levantaba un edificio oscuro, macizo… y agresivo.

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El Maestro se había detenido al lado de una de las casas y se volvió hacia Gata con una expresión de ligera diversión.

Si querías venir conmigo, no tendrías más que haberlo dicho.—Hizo un gesto para que se acercara—. Esto es el Palacio de Justicia. Aquí es donde se juzga a la gente. Por lo que he oído, se dice que los gitanos invocaron a los Sincorazón para intentar liberar a los suyos, que habían sido encerrados.—Calló, pensativo—. Desprende una oscuridad apabullante…

El Maestro guardó silencio un buen rato, durante el cual Gata, si así lo quería, podía hacerle alguna pregunta. Entonces fue cuando vieron cómo se acercaba un coche de caballos oscuro, con un aire casi blindado. Los soldados más cercarnos se apresuraron a formar a su alrededor y saludar con un gesto militar cuando un hombre anciano, alto y nervudo descendió con elegancia. Vestía también de negro, de la cabeza a los pies.


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Ese debe ser el juez Frollo—dijo Ryota, mientras observaba cómo el hombre intercambiaba unas palabras con un par de soldados antes de dirigirse hacia las escaleras del Palacio de Justicia—. Por lo que sé, es uno de los principales responsables de la acusación de brujería contra los gitanos. Habría que tenerlo vigilado.—Señaló, dirigiéndole una mirada de reojo.

Ryota no hizo amago alguno de moverse y el juez entró en el Palacio, cuyas pesadas puertas se cerraron con pesadez tras él. No había forma de entrar por delante, pues la zona estaba vigilada por guardias. Sin embargo, quizás por los lados…

Aunque claro, Gata podría no querer ni acercarse a aquel lugar. Seguro que se metería en líos. Podía continuar de largo por la calle, o intentar regresar por donde había venido. También, ir hacia el centro de la ciudad, a la plaza de Notre Dame.


****
Saeko


Saeko pudo escuchar varias conversaciones mientras cotilleaba por las tiendas, aunque ninguna le sirvió de mucha ayuda. Al menos no para el tema de los Sincorazón. La gente no los mencionó ni una sola vez. En cambio, parecían muy emocionados por otros temas:

—¡Van a repartir cerveza y vino gratis! ¡Seguro que sabe a meado, pero es gratis!

—¡Van a venir el rey y la princesa!

—¿Quién será el hombre más feo?

—¡Mamáaaa, vamos ya, que luego no podremos ver los títeres!

—Todo va a estar lleno de gitanos, qué asco. Controlad las bolsas, no vayan a desaparecer.

Y más, mucho más. Todo eran datos sueltos, pero una cosa estaba clara: la gente tenía muchas ganas de asistir al Festival, un evento lo suficientemente importante como para que la mismísima familia real acudiera a echar un vistazo.

Perdone . —Saeko se acercó a un puesto donde un hombre le dirigió una luminosa sonrisa y se preparó para venderle los mejores bollos de todo París—, ¿es cierto… lo que dicen sobre los gitanos?

El hombre se quedó sorprendido por la pregunta y balanceó un bollito que olía particularmente bien frente a la nariz de la joven.

—¿A qué te refieres, jovencita? Porque dicen muchas cosas. Pero yo que tú no les pediría que me leyeran el futuro.

Soy nueva por aquí, y he escuchado cosas terribles sobre ellos.

—Oh, bueno, es como con todo. Los hay malos y los hay aceptables. Te ayudan si no te metes con ellos. Pero no te acerques a los chavales porque tienen la mano muy larga y desaparece en seguida lo que llevas encima.

No seas idiota—intervino de pronto una mujer fondona, que iba cargada con varias de pan—. Ella quiere saber lo de los demonios.—Miró a su alrededor, nerviosa y bajó la voz—.Que me aspen si cuando quemaron a todos esos gitanos no dejaron de haber desapariciones. Aprendieron la lección. Y a ver si no vuelven a recaer.

El hombre resopló y siguió con la mirada a la mujer, que se alejaba bamboleándose sobre sus cortas piernas.

—Niña, puedes pensar lo que quieras. Pero yo sólo te digo que tengas cuidado con la bolsa. No creo que un gitano te vaya a hacer más daño de lo que te puede hacer una persona normal.

Mientras Saeko continuaba con su periplo escuchó una animada música y no muy lejos vio a un grupo en una esquina, rodeados por un pequeño público. Un par de hombres tocaban al son de unas vihuelas y una muchacha bailaba con una cabra correteando en sus piernas, tocando una pandereta.

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Vista de cerca, la chica era bastante joven, y muy, muy hermosa. La mayoría de su público eran hombres que reían y silbaban. De vez en cuando ella regalaba un guiño a alguno si le lanzaban una moneda.

Seguía bailando con gracia y una sonrisa de buen humor cuando un agudo silbido atravesó la calle y la música se cortó en seco. Los espectadores se marcharon apresuradamente, sin mirar atrás, y lo mismo hizo el grupo de músicos. Si Saeko se fijaba, dos soldados se aproximaban desde una calle lateral, y, por sus expresiones, no parecían estar de muy buen humor. La cabra se precipitó sobre el sombrero sobre el que la gente había lanzado el dinero pero, al atraparlo entre los dientes, la mitad de las monedas cayeron al suelo.

La joven soltó una exclamación, frenando en seco. Dirigió una mirada hacia sus compañeros, que ya se perdían en la distancia y, después de maldecir, se precipitó sobre el gorro para recuperar las monedas. Pero los soldados casi estaban encima de ella y las piezas estaban demasiado separadas las unas de las otras.

Saeko no debería meterse en problemas y estaba claro que era lo que iba a sucederle a esa muchacha. Quizás fuera el momento de continuar su camino hacia la Plaza…


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Una cosita a Soul Eater:

Ten cuidado con los guiones o terminarán bajándote la puntuación final. Cuando abres conversación no debes poner el guión seguido.

Es decir, no deberías ponerlo así: « Lo sorprendente llegó cuando escuché una voz que se dirigía a mí. —Perdona, me llamo Saito ¿y tú eres?—».

Sino así:
«Lo sorprendente llegó cuando escuché una voz que se dirigía a mí.
Perdona, me llamo Saito ¿y tú eres?».

Fíjate en tus compañeros y no dudes en escribirme si tienes dudas~


Fecha límite: sábado 14 de febrero
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: Ronda 3

Notapor H.S Sora » Sab Feb 14, 2015 2:48 am

Está bien, y comportaos, hacedme el favor.

A pesar del disgusto que pareció causar en mis compañeras el hecho de irme de compras un rato — a Saeko por lo menos — había resultado una acertada idea por mi parte ya que durante el pequeño trayecto hacia las tiendas de ropa, podía notar clavadas en mí las miradas de los transeúntes, haciendo que cada vez aligerase más el paso con la finalidad de encontrar por fin una dichosa capa que me permitiese camuflarme mejor con el ambiente festivo que se respiraba en el entorno; aunque a pesar de que aquella parte en la que me encontraba seguía envuelta en el aire festivo del día en cuestión, las tiendas que iba visitando parecían más bien ir en decadencia de calidad, ¿acaso me encontraba en la zona “humilde” de la ciudad?

Fuese como fuese, acabé encontrando mi anhelada capa al fin, y con ella me encaminé en la búsqueda de algo interesante, o en su defecto a alguien que pudiese decirme como llegar a la Plaza de la Catedral, lugar en el que Ryota nos había dicho que empezaría el festival propiamente dicho.

Con tal de no perder mucho tiempo había decidido preguntarle a la primera persona que viese y que creyese que pudiese ayudarme — en verdad cualquier habitual de aquel mundo podía valerme en ese aspecto — pero no dudé en acercarme a un señor que se encontraba consultando lo que me pareció ser un mapa a simple vista.

El desconocido, un hombre rubio que llevaba también capa, me pareció algo diferente a la demás gente que iba pasando por el camino. De alguna manera que no sabría determinar, el individuo me transmitió “buenas vibraciones” por así llamarlo; o quizá fuese por el hecho de que tuviese un majestuoso caballo blanco junto a él, y tanto el animal como el dueño me dieron cierta curiosidad. Esa curiosidad se debía a que no creía en absoluto que alguien pobre fuese capaz de conseguir semejante caballo.

¿Hmmm? Me temo que aquí el que se encuentra perdido soy yo. —respondió el hombre en cuanto le pregunté por la plaza a la que quería dirigirme.— Pasan un par de décadas y lo cambian todo.—El hombre parecía tan perdido como yo, y por lo visto ya estaba harto, por lo que acabó arrugando el posible mapa y lo tiró al suelo para que cayese en el olvido.—. De todas formas, no creo que tardes mucho en llegar a la Plaza. Todas las calles llevan a ella. Supongo que yo también me dirigiré hacia allí, a ver si alguien en esta maldita ciudad se digna a indicarme cómo llegar al Palacio de Justicia.

El desconocido echó a andar junto a su caballo, y yo me apuré por no quedarme atrás y seguirle. Quizá el hombre no tuviese ni la más remota idea de como llegar a su destino ni al mío, pero averiguar el camino resultaría más ameno con alguien que solo.

Si en algún momento te molesta mi presencia no tienes más que decírmelo y me iré —aclaré mientras le acompañaba— Yo soy Saito, ¿y tú eres?...

Esperé a que mi nuevo compañero de viaje respondiese y entonces le preguntaría una cosa que me había estado rondando por la cabeza:

Dices que hace mucho tiempo que no venías por aquí, pero al contrario que yo, no has venido a ver el Festival de los Bufones, ¿no? —comenté, intentando sonar distraído mientras avanzábamos— ¿Entonces para que necesitas llegar al Palacio de Justicia?

Esperaría a que me respondiese, y mientras tanto aprovecharía también para observar que no hubiese ningún inesperado invitado tratando de colarse donde no debiese; a pesar de que el festival aún no había dado comienzo, no era mala idea estar vigilando por si finalmente los Sincorazón se decidían a aparecer.

Al fin y al cabo, aquellos monstruos parecían tener la capacidad de estar en todas partes cuando menos los necesitábamos..
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Nell » Sab Feb 14, 2015 4:34 pm

Le persiguió entre toda la marabunta, temiendo que se le escapara la melena negra que tenía únicamente como guía para no perderle de vista. Finalmente, le acorraló en un callejón o, mejor dicho, él frenó con el objetivo de enfrentarse a ella con un puñal. Hana tuvo que reprimir una sonrisa para no revelar que veía la situación a su favor.

Era un gitano, como sospechaba Hana, alto y de cabello negro revuelto. ¡Qué ironía! Ella lamentándose de la muerte de los inocentes de su misma etnia en la hoguera, y nada más llegar de nuevo para arreglarlo, uno de ellos le robaba.

¿Buscas algo, guapita? —Le enseñó la mochila y Hana hizo rechinar los dientes. Definitivamente, aquella mano iba a volar—. Debes tener algo muy importante aquí dentro para que lo quieras con tanta desesperación. ¿Qué será?

Evaluó sus opciones. Si le atacaba, corría el riesgo de que fuera más ducho que ella y se escapara. Desde que había obtenido la Llave, era consciente de que se apoyaba demasiado en ella y apenas había practicado la lucha física, por lo que estaba muy desentrenada. Y convocar el arma no era una opción, puesto que el gitano vería la magia, se asustaría y daría la voz de alarma. No quería ser la siguiente bruja quemada.

Por otro lado, escuchaba ruido de caballos. Sin embargo, no tenía intención de involucrar a nadie más para que sus movimientos y palabras no se vieran mucho más restringidos. El papel de dama en apuros no le gustaba demasiado.

Razonar con él tampoco parecía plausible. Al fin y al cabo, por mucho que sintiera lástima por los gitanos, Hana era consciente de que entre estos podía haber tanto inocentes como verdaderos cabrones, y el mejor ejemplo era el tipo de delante. Reprocharle que no estuviera dando una buena imagen de su etnia sería perder el tiempo si solo era un ladronzuelo vulgar.

No obstante, se le ocurrió algo. Podía intentar caerle bien. El gitano se había detenido a propósito para preguntarle qué llevaba y eso le daba la oportunidad de hacerle ver que estaba con él, o mejor dicho, con ellos. Tuvo que exprimirse la cabeza para recordar el nombre que tantas veces le había repetido Raphael en su última visita.

Sí, mi daga —reveló, fingiendo orgullo mientras elevaba la cabeza. En realidad, no sabía si esto era correcto o no, puesto que no recordaba si la había guardado en la mochila o en la bota. No le preocupaba estar «indefensa» porque podía materializarla disimuladamente en cualquier momento―. La necesito para cortarle el cuello a Frollo.

El intransigente y regio juez Frollo. Los gitanos le habían representado en una función callejera como un hombre vil y, más tarde, la propia Hana le había escuchado proclamar que acabaría con todos ellos. Salvo que la situación hubiera cambiado drásticamente, el odio seguiría siendo mutuo.

¿Qué? ¿Vas a impedírmelo? ―le preguntó, tendiendo la mano e invitándole a que le devolviera su mochila.

Como mínimo, esperaba haber despertado su curiosidad.
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Soul Eater » Sab Feb 14, 2015 8:10 pm

Al principio, seguir a Ryota no resultó difícil. Si bien era cierto que me veía obligada a caminar contra la corriente, la multitud de cuerpos ayudaba a que mi propia figura escuálida pasara desapercibida. Se notaba que nos estábamos alejando de la zona donde se iba a celebrar el Festival, pero eso tampoco me sorprendía demasiado.

Sin embargo, poco a poco, comencé a sentirme cada vez más incómoda. La proporción de gente normal, que avanzaba hacia la plaza y charlaba animadamente de la fiesta, disminuía en favor de una mayor cantidad de guardias. Noté como a poco mis músculos entraban en tensión y me preparaba para un desagradable encuentro que, afortunadamente, no se produjo.

La idea de volverme atrás cada vez se volvía más atrayente, pero eso significaría rendirse, ya no ante el Maestro, sino ante mi propio miedo… y eso no estaba dispuesta a permitirlo. A fin de cuentas, yo no era nadie en ese mundo, no había ninguna razón por la que esos hombres se fijaran en mí… o al menos, esa era la esperanza a la que me aferraba mientras hacía de tripas corazón y seguía avanzando.

Hasta que, finalmente y como no podía ser de otra forma, el Maestro se volvió para mirarme. Una maldición nada agradable se formó en mi mente, pero no me atreví a dejar que se materializase en mis labios. Así que, simplemente, mantuve la vista fija en mis pies mientras apretaba los dientes, preparada para cualquier clase de reprimenda.

Si querías venir conmigo, no tendrías más que haberlo dicho— Sorpresa es una palabra que se queda muy corta para definir lo que sentí en aquel momento. Sería mucho más exacto decir que me quedé atónita. No alcanzaba a comprender por qué en lugar de molestarse, Ryota parecía incluso divertido. ¿Me tomaba tan poco en serio que mis “travesuras” le divertían más que le preocupaban?

No, no quería ir contigo— dije con malhumor, a pesar de acercarme como me indicaba. Ante nosotros se alzaba un edificio lúgubre, lleno de torres que se alzaban de forma ominosa. Al mirarlo, sentí como un escalofrío me recorría la espalda.

Esto es el Palacio de Justicia. Aquí es donde se juzga a la gente— explicó, mientras yo contenía una mueca de desagrado. A mi entender, juzgar no era más que un bonito eufemismo para sustituir a la más cruda expresión de “asesinar con impunidad” —Por lo que he oído, se dice que los gitanos invocaron a los Sincorazón para intentar liberar a los suyos, que habían sido encerrados. Desprende una oscuridad apabullante…

Volví a fijar mis ojos en las paredes de piedra, dándome cuenta de que, efectivamente, podía percibir algo oscuro latiendo en su interior, como si las sombras se agolparan en cada piedra, en cada ventana y en cada tejado. En otras circunstancias eso tal vez no me hubiera disgustado, pero en ese mal llamado “palacio” había algo que realmente me ponía nerviosa.

O tal vez, no se tratara más que de la silenciosa presencia de Ryota, a la que me esforzaba por no mirar. No terminaba de saber si le debía la vida a ese hombre, o si por el contrario era el causante de mis problemas; pero tenía claro que podía hacerme daño si quería, y que también podía hacer frente a cualquier amenaza que se le pusiera delante… excepto, claro, a un ataque a traición. Nadie es perfecto, después de todo.

¿Qué son los gitanos?— terminé preguntando bruscamente, en parte para romper el silencio y en parte por auténtica curiosidad. Todo el mundo parecía estar hablando de ellos, y yo seguía sin saber lo que eran. Y si eran peligrosos, más valía estar prevenida. —¿Has venido por ellos a pesar de estar…?— cerré la boca durante unos instantes, sin saber muy bien qué decir, casi como si estuviera hablando de algo vergonzoso. ¿Pero qué palabra podía usar? ¿débil? ¿malherido?... ¿derrotado?

Terminé sacudiendo la cabeza, suponiendo que mi pregunta era lo suficientemente entendible como para obtener una respuesta, aunque dudaba mucho de que el Maestro fuera a concedérmela. Pero es que realmente no terminaba de entender por qué se arriesgaba a sufrir daño estando como estaba, teniendo a gente capaz de hacer el trabajo sucio por él. ¿A fin de cuentas qué éramos los aprendices sino herramientas? Aunque claro, también era cierto que probablemente, mi definición de peligro y la suya no tenían nada que ver. Era una simple cuestión de capacidades.

Antes de que me atreviera a volver a abrir la boca, un ruido caballos me hizo volverme para observar como se acercaba un carricoche que, por unos instantes, me pareció que tenía un aspecto casi fúnebre. No me habría extrañado en absoluto ver como descendía de él un ataúd.

Aunque realmente, el hombre que surgió de su interior bien podría ser un cadáver porque, como mínimo, era tan rígido como un muerto. A pesar de su vejez, andaba estirado, como si quisiera erguirse por encima del resto del mundo para mirar con superioridad.

Ese debe ser el juez Frollo— me comentó Ryota, contestando a mi muda pregunta —Por lo que sé, es uno de los principales responsables de la acusación de brujería contra los gitanos. Habría que tenerlo vigilado.

Por primera vez durante toda nuestra conversación, alcé la vista para mirarle, tratando de leer en su rostro el significado de sus palabras. Sin embargo, el Maestro no se movió, ni realizó ningún amago que me permitiera saber si acaso me estaba ordenando indirectamente que le siguiera, o si no era más que una observación casual.

Sinceramente, me costaba mucho imaginar al Maestro de la Llave Espada lanzando un comentario sin intención. Tragué saliva durante unos segundos, observando con repulsión como Frollo entraba en el edificio. No quería ni pensar en lo que sería ser juzgada por un hombre así. Además de que el castillo era totalmente inexpugnable… en principio, claro. No había sobrevivido como una ladrona gracias a dar por sentado que no se podía entrar en los lugares protegidos.

Pero claro, yo me había limitado a entrar en algunas tabernas de mala muerte bajo el amparo de la oscuridad, no a asaltar las mansiones a plena luz del día. Me mordí los labios, antes de decir con mala uva —¿Y es que tú no puedes hacerlo o simplemente quieres encontrar una excusa para alejarme?

No me atreví a quedarme el tiempo suficiente como para esperar su respuesta, sino que me aparté de su lado y me dispuse a encontrar una manera de colarme en el interior del Palacio de Justicia. Ya estaba cansada de que todo el mundo me tratara como si no fuera más peligrosa que un gato callejero. Pues pensaba demostrar que el gato tenía uñas y que, para algunas cosas, podía ser más útil que un dragón.

Y con esa idea en mente, me alejé de la entrada principal dispuesta a rodear el edificio, sin perder de vista en ningún momento a los guardias, con ninguna intención de enfrentarme con ellos en su propio territorio.

Sin poderlo evitar, mi mirada se dirigía de forma inconsciente hacia las ventanas, consciente de con un poco de suerte mi afición por trepar y saltar por los tejados me sirviera en esta ocasión. A fin de cuentas, me había entrenado para dominar recursos como Doble Salto y Planeador para algo.

En caso de que no encontrara ninguna ruta por las alturas, buscaría cualquier grieta en los muros, por mínima que fuese, o alguna puerta lateral, reja o similar a través de la que pudiera pasar usando Evasión sombría.

Desde luego, no pensaba rendirme bajo ninguna circunstancia. No habiéndomelo propuesto de esta manera. Recorrería cada centímetro de las murallas si hacía falta para encontrar algo de utilidad.
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Re: [La Cité des Cloches] El Festival de los Bufones

Notapor Tsuna » Sab Feb 14, 2015 8:35 pm

Suspiré, decepcionada al no escuchar nada destacable durante mi visita por las diferentes tiendas de París. Me daba la impresión de que la gente no tenía razones para estar preocupada por nada, como si los Sincorazón nunca hubiesen aparecido en aquel mundo: ni rastro de ellos. Pero sí presté atención a todo lo referente a los gitanos, los cuales saltaba en el aire que sí, que estaban mal vistos. No me vendría mal entonces mantenerme alerta por si alguno intentaba robarme, aunque no tuviese gran cosa encima.

Fue en ese entonces cuando decidí preguntarle a un hombre sobre los gitanos, para estar más segura. Éste me recibió con una radiante sonrisa, lo que me ayudó a calmar tensiones y dejarme llevar un poco. Mi estómago rugió inevitablemente cuando me acercó aquel bollo con tan buena pinta, el cual seguí con la vista durante unos segundos.

Me comentó que los había de toda clase, y que me mantuviese alejada de los más jóvenes por razones evidentes: eran unos ladrones. Pero nada acerca de los Sincorazón. Habría empezado a dudar de mis propósitos si no hubiese llegado a ser por la mujer que apareció de pronto, la cual parecía haber estado escuchando y sabía perfectamente a lo que yo me refería. Agradecí en el fondo su ayuda, pues me dio mucha información valiosa. Al parecer desde que se había quemado a algunos gitanos no hubo más ataques por parte de los monstruos oscuros. Era todo muy sospechoso. En cambio el hombre parecía recelar de esas historias. No estaba muy segura, pero si era cierto que los gitanos habían estado invocando seres de oscuridad… Iba a tener que investigarlos de cerca, con el riesgo que ello conllevaba.

Oh, muchas gracias igualmente. Por cierto, ¿me pone dos para llevar? —le comenté, intentando sonreír

Una vez le hubiese pagado continué vagando por la calle, directa hacia el centro de París y pensando en la conversación de antes mientras le daba un bocado a uno de esos bollos tan ricos.

Me pregunto qué haría Nikolai en esta situación.


Por supuesto, tenía los ojos puestos en cualquier cosa, aunque procuraba mantenerme cabizbaja para no llamar la atención. Supuse que, de momento, no me quedaba otra que ir al Festival, pero se me ocurrió aprovechar la ocasión para comprarle un recuerdo a Nikolai. Entre la multitud me topé con un pequeño mercadillo donde se vendía accesorios de toda clase, algunos incluso no me sonaban siquiera. No lo pensé dos veces y, tras pasar unos minutos buscando, encontré un brazalete de color azul oscuro.

Este es perfecto para él.


Sonreí como una tonta, imaginando al chico con aquello colocado en su muñeca. Esperaba por supuesto que le gustara, y yo por mi parte me llevé uno negro. Lo guardé todo en la bolsa y caminé un rato más, hasta que al alcanzar un rincón vi un grupo tocando con instrumentos, acompañado de un público bastante repulsivo. La mayoría de los hombres silbaban a la mujer que bailaba junto a la cabra. E incluso ésta se atrevía a guiñarles el ojo cuando le ofrecían dinero.

Yo nunca hubiese estado dispuesta a rebajarme a ese nivel, claro que no. Y fue entonces cuando un grupo de soldados se acercó a toda prisa a por los músicos. Me llamó especial atención que la gente se disolviera en un segundo, y para desgracia de la muchacha, su mascota le tiró el dinero al suelo.

Pues mala suerte, bonita.


No era conocedora de las leyes de París, ni siquiera si estaba permitido tocar instrumentos en público. Quizás los guardias tuviesen todas las razones del mundo para arrestar a la mujer, y yo por supuesto no tenía por qué involucrarme en ese tipo de problemas. Sí, lo mejor era dejarla tirada y a su suerte, a una persona que no conocía de absolutamente nada. Aquella escena no hacía más que confirmar la mala imagen que ya de por sí tenía aquel mundo. Sin embargo, no decidí seguir adelante, ni tampoco ayudarla.

Me quedé a un lado intentando pasar desapercibida, observando la escena de reojo para ver si se decía algo importante y luego seguir yo mi camino hacia la catedral. En caso de que los guardias me dijesen algo, no tendría más que ignorarlos como había hecho hasta ahora y perderme entre la multitud.
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