[Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Prólogo de Alanna

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Dom Jul 30, 2017 3:17 pm

Lamento, pues, que tengas que abandonar tu hogar. —Alanna dio un vago cabeceo. No es que tuviese otro remedio, pues parte lo hacía por salvar lo poco que le quedaba de su casa, parte para aliviar la culpa con los refugiados en el bosque—. Vengo de un lugar muy lejano, donde la lucha contra los demonios es constante, por lo que necesitamos aprender magia y a luchar día sí y noche también. Fui una suerte de paje aquí. De ahí que conozca a la familia real. Pero mi presencia no se debe a ello, sino a que debo ocuparme en la medida de lo posible de los demonios que usa Maléfica.

Entiendo, ¿entonces hay más magos como vos de dónde venís? —indagó, curiosa y llevándose dos dedos a la barbilla—. ¿Y de verdad lucháis contra los demonios de la Bruja Neg… de Maléfica? ¿No es muy peligroso? He escuchado rumores muy turbios sobre esas criaturas…

De todo un poco, pero nada que fuese un buen augurio. Cuando llegaron, notó el miedo en los tonos de los refugiados al hablar sobre esos monstruos que obedecían a la bruja. Incluso ella no estaba excluida de sus temores; dichoso el día que deambuló por las afueras y se llevó un susto de muerte al vislumbrar en la lejanía aquel ser negro y con unos espeluznantes ojos ambarinos. Por un momento creyó que la falta de su abuela la estaba afectando mentalmente y veía cosas. Gracias a los dioses que no se acercó a comprobar si era real o no.

Príncipe, haced el favor de manteneos cerca. Si os matáis y algún día despierta la princesa, ¿con qué cara se quedará?

Alanna enarcó una ceja. La… ¿princesa? Puede que fuese un poco ignorante, pero juraría que el rey tuvo nada más que un vástago. Al menos eso fue lo que le enseñó su abuela en sus clases. Fuera como fuese, sirvió para que Felipe se pegase más a ellas, menos mal.

Tras un rato caminando, el sonido de una corriente de agua empezó a escucharse. Buena señal, eso es que ya estaban cerca. Un poco más de prisa en la caminata, y por fin alcanzaron el río, con el susodicho puente de madera. Con una corriente tan fuerte como la de ese momento, sería una locura atravesar el río si no era por el puente. Y claro, si no había puente alguno…

Casi me da pena destruirlo aunque… ¿cómo vamos a hacerlo?

Buena pregunta. Alanna se imaginaba a si misma teniendo que cargar con cualquier cosa que sirviese para derribarlo cuando llegase el momento. Para algo se puso a alardear de su fuerza delante de ellos. Pero con lo recio y firme que parecía, les costaría una eternidad de usar la fuerza bruta.

Fuego. Mucho fuego.

«Oh», parpadeó un par de veces, quedándose con la vista fija en Nanashi.

Hacer fuego con la poca madera seca que habría después de la lluvia iba a traérselas. Si es que lo hacían por los métodos rudimentarios, claro. Cayó en la cuenta de que tenían a una maga que, de seguro, podría facilitarles toda la lumbre que necesitasen para incendiarlo con tan solo chaquear los dedos. Que fácil resultaba todo cuando contabas con la magia de tu parte.

«Pues de poco vamos a servir el resto en ese caso».

Mientras que el príncipe se fue a buscar madera por petición de Nanashi, la otra se acercó a la estructura del puente y se puso a analizarlo, tal vez pensando la forma más eficiente de emplear el fuego. Puesto que no quería quedarse allí quieta cual inútil, se acercó con pasitos lentos hacia la mujer, sin llegar a interrumpirla.

Hasta que ella fue la primera en romper el silencio:

¿Te gustaría probar? Creo que tienes talento.

Alanna frunció el ceño, confusa.

¿Probar? No entiendo a qué os… —Pero acabó por entender. Entonces, le dedicó a Nanashi una mirada de incredulidad. Las palabras empezaron a atorársele en la boca—. ¡E-e-esperad, no os…! ¡No os referiréis a que yo… yo pueda…!

Relación con el fuego. —Fue escuchar la última palabra y Alanna se puso tan pálida como una sábana. «Oh, dioses…»—. Todas las personas tienen cierta afinidad con los elementos pero en ti… Es intenso. — «¡Oh, dioses, dioses, dioses!»—. Casi natural. ¿Te gustaría intentarlo?

¡¿Qué si quería intentarlo?! ¡¿Casi natural?! Sus ojillos temblorosos eran la pura prueba de que ni loca quería probarlo. Todo porque en el fondo no era tan descabellado, y temía que de intentarlo, podría ser capaz.

Relación con el fuego… ¡Por favor! Hubiese sonado descabellado de no ser porque Nanashi dio en el blanco con el dichoso fuego. Entonces ella lo sabía, lo habría visto de algún modo con su magia… ¿Habría visto de la misma forma en ella que desde los cinco años podía echar humo por la boca, una seña de lo que habría podido salir de ahí si no se hubiese esforzado en controlar sus rescoldos?

¿Habría visto… al dragón?

La dama ni se inmutó por las caras lívidas que estuvo poniendo y le mostró la palma de su mano. En un abrir y cerrar de ojos, una pequeña llama surgió. Alanna la observó con una mezcla de asombro y temor. Al final, Nanashi la lanzó al puente y se extinguió sin oportunidad de hacer nada.

Pase lo que pase, necesitaremos más ramas para afectar a todo el puente. No tengas miedo.

«¿Cómo pretendéis que no tenga miedo?», se mordió el labio inferior y retiró la mirada a un lado. «Lo sabéis. De algún modo sabéis que tengo algo en mi sangre y queréis que lo use como si fuese lo más natural del mundo».

Puesto que Felipe no tuvo otro remedio que traer la madera él solo por capricho de Nanashi, a ella le tocaba quedarse allí, con su secreto medio desvelado y a la espera de que la hechicera la instase a mostrárselo. Porque esa era su intención, ¿no? ¿Qué otra razón tendría para sugerir a una supuesta pueblerina que intentase hacer magia?

Garuda nos avisará si se acercan los orcos. Tenemos un poco de tiempo.

Sentía que le era imposible escapar, por mucho que Nanashi se lo estuviese “proponiendo” nada más. Pero tampoco es que la estuviese obligando. Más bien, era como si la incitase a satisfacer su curiosidad, a que comprobara de lo que era capaz. Hasta el momento, no le había dado razones para desconfiar de ella y, pese a tener ese carácter tan reservado, era la primera persona después de su abuela que se mostraba tan receptiva con ella.

Por un momento pensó que, tal vez, ella no sería como los demás y no se asustaría por lo que es.

«Fuego…», rumió para sus adentros. «Al menos, que la primera vez no sea vomitándolo por la boca».

Alanna alzó una mano temblorosa, con la palma boca arriba. Trago saliva.

No tengo ni la menor idea de cómo funciona la magia. Ni siquiera sé lo que tengo que hacer en este momento —le confesó, con la mirada perdida en el otro lado del río—. Si pienso en fuego, ¿bastará? ¿Acudirá a mí si lo llamo?

En caso de que Nanashi le diese un último consejo, trataría de ponerlo a prueba mientras cerraba los ojos con fuerza y se imaginaba una llama, como la que creó antes. En ese momento, tan solo pensó en fuego, fuego, fuego…
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Mar Ago 01, 2017 1:19 am

Maléfica solo controla a ciertos demonios. Hay más, muchísimos más, por todas partes. Y de donde vengo no todo el mundo es mago, pero una gran mayoría tiene conocimientos de magia—contestó Nanashi a su pregunta.

Poco después, cuando Alanna aceptó probar tras un ataque inicial de pánico, Nanashi asintió.

Piensa en fuego e imagínalo.—Probablemente para sorpresa de Alanna, Nanashi envolvió sus manos con unos dedos fuertes, largos y blancos. Se sintió ligera, como si la hubiera llenado una corriente de energía y pudiera echar a volar—. No temas. Está en ti.

La ayudó a abrir las manos, como si estuviera esperando recoger agua entre ellas, y, de pronto, la energía fluyó hacia las palmas. Y apareció una diminuta llama, no mucho más grande que la de una vela. Pero allí estaba, controlada, pequeña y danzante, como si guiñara una y otra vez a Alanna con alegría.

Nanashi retiró las manos y asintió para sí misma, como si eso fuera lo que había estado esperando todo el tiempo.

Poca gente puede hacer algo así la primera vez. Imaginaba que era natural en ti.

Felipe llegó con ramitas recogidas de todas partes. La mayor parte estaban mojadas, pero Nanashi dijo que no importaba y dio órdenes al príncipe para que las distribuyera a lo largo del puente. Luego ella misma empezó a agacharse y a ver cómo podían atarlas de alguna forma a los pilares.

Incluso si no podemos, no importa. Los derribaré más tarde.

Felipe arqueó las cejas, pero no dijo nada hasta que se fijó en la llamita de Alanna y silbó de nuevo. Se acercó con una sonrisa.

¡Maravilloso! ¿Sois un hada o una hechicera, por algún casual?

¿Acaso importa? Todos tenemos grandes capacidades dentro de nosotros y el origen tiene poco que ver con ello. Maléfica es un hada, Felipe, no lo olvidéis.

El gesto del príncipe se endureció y en sus ojos llameó el odio.

Jamás olvidaré lo que esa bestia es ni lo que ha hecho.

Nanashi no contestó, sino que procedió a encender las pequeñas piras. El fuego que surgía de sus manos no se apagaba, a pesar de lo húmedo del ambiente. Debía ser por su origen mágico. Desde lo lejos les llegó el aullido de los lobos huargo y Felipe contempló, no sin algo de ansiedad, el fuego. Necesitarían más tiempo para incendiar aquella robusta estructura.

Entonces comenzó a chispear. Resonó un trueno. Volvía a acercarse una tormenta que prometía ser brutal. Nanashi se dirigió hacia el otro extremo del puente con paso apresurado, ignorando el fuego que ella misma había provocado, con las manos envueltas en llamas.

Entonces, detrás de Felipe y casi al lado de Alanna, hubo una especie de luz oscura. Cuando quiso darse cuenta, encontró a una criatura que había visto más de una vez en el bosque:

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La criatura, de ojos amarillos, se arrojó directa contra la expuesta espalda del príncipe.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Mar Ago 01, 2017 11:50 pm

Piensa en fuego e imagínalo. —El corazón de Alanna dio un vuelco en cuanto Nanashi, sin previo aviso, cogió sus manos y las cerró con un agarre firme, pero no muy fuerte para que resultase tosco. Pero, fue extraño. Sus ansias, en lugar de aumentar, disminuyeron por arte de magia y sintió una sensación… cálida. De pronto, ya no tenía miedo, se sentía capaz de todo, y mucho más—. No temas. Está en ti.

Alanna titubeó unos instantes y le asintió. Al cerrar los ojos bien fuerte, hizo tal y como le pidió la mujer. Se imaginó una simple llama, una tal y como las que se prendían en la chimenea de su casa los días de frío y temporal, justo como ese. Rojiza, danzarina, cálida…

Los dedos de Nanashi se separaron de sus manos, pero su calor no la abandonó. ¿O acaso se había vuelto más fuerte que antes? Porque eso parecía, concentrándose en sus palmas abiertas de par en par. Y entonces, al atreverse a abrir los ojos…

Ahogó una exclamación y sus ojos se abrieron de par en par. Notaba calor, y no era por el tacto de Nanashi; entre sus manos enguantadas lucía, para su asombro, una llamita que emitía un tenue brillo anaranjado. Atónita, parpadeó un par de veces y la llama siguió flotando en aquel punto intermedio entre sus palmas. Abrió la boca, balbuceando cosas inentendibles en voz baja hasta que se atrevió a hacer la gran pregunta

¿Esto… lo he hecho yo?

Nanashi le asintió como si aquella reacción no le sorprendiese en absoluto.

Poca gente puede hacer algo así la primera vez. Imaginaba que era natural en ti.

Entonces, era tal y como pensaba: lo había llamado ella. Con la ayuda de Nanashi, por supuesto, pero ella lo había llamado y el fuego acudió. Su fuego.

Todavía con las manos en alto, se quedó absorta mirando a la pequeña llama ondular y aguantar con entereza pese al clima. No sabía cómo, pero por cada segundo que la observaba, notaba que se iba sintiendo en paz consigo misma, como si una parte de ella que hubiese estado reprimiendo desde hacía mucho saborease la libertad por primera vez y gritase de júbilo.

No fue ni la mitad de terrorífico de cómo se lo imaginó. Curvó los labios en una leve sonrisa, un poco avergonzada por sentir orgullo de lo que acababa de conseguir.

Un silbido a sus espaldas la sorprendió y consiguió mantener la llama pese al respingo que dio. No se había dado cuenta del momento en el que Nanashi se fue puente adentro y Felipe volvió con la madera, mirándola con deleite.

¡Maravilloso! ¿Sois un hada o una hechicera, por algún casual?

Dioses, le entraron ganas de volver a encogerse cual gatito asustadizo al oír la dichosa preguntita. Menos mal que Nanashi regresó a socorrerla una vez más.

¿Acaso importa? Todos tenemos grandes capacidades dentro de nosotros y el origen tiene poco que ver con ello. Maléfica es un hada, Felipe, no lo olvidéis.

Alanna compuso una mueca de pesadumbre. Cierto, ella y su abuela la llamarían “bruja”, pero la segunda le recordaba que Maléfica era en verdad un hada, y que no todas las hadas eran tal y como las criaturas amables y alegres que describían los cuentos infantiles. “Lo que importa no es lo que eres, si no lo que quieres llegar a ser”, era lo que solía decirle Emmeryn. Pero ¿eso serviría en los tiempos que tenían que vivir? La expresión furibunda de Felipe por la mera mención de Maléfica acrecentaba sus dudas al respecto. ¿Quién le decía a ella que no la acabarían rechazando si descubrían que tenía la sangre de una criatura de antaño a la que se consideraba un monstruo?

Con las piras ya preparadas, Nanashi se encargó de prenderles con el fuego que arrojaba de sus palmas, un gesto que, viéndolo desde otra perspectiva, pareciese que le fuese tan sencillo como respirar. Las llamas fueron creciendo, pero en cuanto empezaron a coger fuerza, cayó el primer aviso de lo que estaba por venir: un trueno.

«No, no, no… Ahora no».

Las primeras gotas de lo que debía ser el diluvio del siglo fueron las siguientes. Y lo peor de todo es que los aullidos de los huargos volvieron a hacerse oír tras mucho rato en calma. Antes de que pudiese decir o hacer nada, Nanashi ya se estaba encaminado hacia el otro lado del puente en llamas. Alanna exclamó y extendió una mano hacia ella, pero su figura se perdió de inmediato entre el fuego.

Entonces, un destello negruzco la sorprendió por un costado. Alanna se volteó y se puso rígida como un pilar al ver la criatura que apareció a espaldas del príncipe. Dioses, aquellas pupilas amarillentas… Eran ellos.

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¡APARTAOS!

Su primer impulso fue el de arrojarse sobre Felipe con los brazos extendidos y apartarle de la trayectoria del monstruo, que se cernía sobre él con las garras en alto. Luego… le asaltaron las dudas sobre cómo actuar luego. El príncipe era el único que llevaba un arma encima, pero no quería depender única y exclusivamente de su espada.

A no ser… Podía volver a intentarlo. Nanashi no estaba allí para ayudarla, ¡pero tenía que hacer algo!

Alzó la mano y recordó el instante en el que las llamas vinieron a ella por primera vez. De lograr convocar fuego de nuevo, lo mantendría en su palma y lo agitaría hacia la criatura con el fin de espantarla. Si se le echaba encima a ella o a Felipe, trataría de quemarla y apartarla de una patada.

¡ATRÁS! —gritaría, con el corazón en un puño.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Mié Ago 02, 2017 11:03 pm

¡ATRÁS!

Todo sucedió muy rápido. Al principio pareció que Alanna no conseguía invocar el fuego y que la criatura iba a alcanzar al príncipe, que todavía estaba dándose la vuelta. Pero, entonces, disparó una esfera de fuego que alcanzó al demonio en pleno salto. Después, la patada hizo el resto.

Felipe tuvo tiempo para desenvainar y atravesarlo con la espada. La extrajo con rapidez y se puso delante de ella, empujándola hacia atrás. En seguida pudo ver por qué: el demonio se levantó como si nada le hubiera pasado. Felipe chasqueó la lengua con irritación y, entonces, escucharon de nuevo los aullidos de los lobos, que casi parecían estar encima de ellos.

Para colmo, junto al primer demonio soldado aparecieron otros dos. Con sus armaduras repiqueteando, avanzaron contra ellos y los obligaron a retroceder hasta el puente.

El dulce sonido de Garuda los advirtió de su presencia instantes antes de que cargara contra una de las criaturas, la levantara en vilo y arrojara con brusquedad al río. Felipe aprovechó para tajar a otro por la mitad, pero tuvo que retroceder cuando el segundo estuvo a punto de desgarrarle un brazo.

Alanna podría colaborar, si bien, en el último segundo, se daría cuenta de que sus guantes se estaban quemando. No dolía (todavía) pero quién sabía qué sucedería la próxima vez.

Además, había resonado otro trueno y el chispeo se convirtió en una lluvia echa y derecha que les hacía resbalar en el barro. Quizás no funcionara, ni mereciera la pena. Parecía que ni el fuego ni las armas les hacían daño. ¿No sería más inteligente correr a buscar refugio? ¿O llamar a Nanashi?

¿Y esta qué estaba haciendo? De un vistazo al suelo podía verse que las llamas estaban creciendo a pesar de la lluvia. Si se atrevía a echar una ojeada, vería que la mujer estaba a contraluz en medio del puente. Este ardía, pero no lo suficiente rápido, así que en la mano de la dama había una… ¿Espada de luz? ¿Un rayo retenido de alguna forma? Y atacaba con él la madera, como si pretendiera cortar el puente de un par de golpes.

Así pues, ¿qué haría Alanna? ¿Pedir ayuda? ¿Actuar? ¿Dejarlo todo en manos de Felipe?
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Vie Ago 04, 2017 8:51 pm

¡Lo consiguió! No supo ni cómo, pero en el último instante logró convocar de nuevo el poder del fuego a su palma. Quizás no con el mismo control que antes, porque no contó con que las llamas saliesen disparadas de su mano. El demonio tragó fuego y Felipe la siguió con un golpe decisivo de su espada… O eso fue lo que pensó de primeras en cuanto el metal se hundió en la criatura.

El príncipe la empujó y Alanna exclamó de sorpresa. No entendió el por qué, hasta que vio al endemoniado monstruo levantarse ras un ataque que debió ser mortal. ¡¿Cómo pudo ser posible?! La hoja de la espada lo atravesó sin más, ella misma lo contempló con sus propios ojos. Pero, oh, si aquello ya era un problema, escuchar con más fuerza los aullidos de los huargos… ¡Y más demonios! Por lo pronto, dos compinches aparecieron para ayudar al primero.

Entonces, venida desde los cielos, Garuda llegó en pos de socorrerles y agarró a una de las criaturas para después arrojarla al río. Felipe volvió a atacar con su espada, pero… ¿sus estocadas estaban sirviendo? Todo parecía apuntar a que no, los demonios se levantaban como si nada. Alanna pensó en volver a recurrir a usar la magia, pero en cuanto se fijó en su guante, chamuscado y a punto de hacerse jirones, tragó saliva. Definitivamente, seguía sin poder controlarlo; de intentarlo otra vez era capaz de prenderse fuego a sí misma.

Dio media vuelta como un relámpago y por poco trastabilló por culpa del fango que generaba tanta lluvia. Lo único que se le ocurrió fue llamar a gritos a Nanashi, era la única que sabía cómo combatir a esos demonios. Pero, al volverse al puente, se encontró con pilares de llamas que hacían imposible el paso a este. Sin embargo, distinguió una figura que se asemejaba a Nanashi, blandiendo un… ¿haz de luz? Fuera lo que fuese, lo utilizaba para golpear la estructura del puente sin descanso.

«¿Acaso pretende cortarlo ella misma?».

¿Tan desesperados estaban? Bueno, sí, los malditos huargos se estaban acercando y el fuego tardaría mucho en devorar la madera. Estaban contra la espada y la pared.

Y ella, quedándose al margen como una inútil. No podía recurrir al fuego, ni esperar que Felipe pudiese arreglárselas si sus estocadas eran inútiles. Su instinto le decía una y otra vez que le pegase un grito a Nanashi antes de que fuera tarde, pero si la llamaba ahora y los orcos les alcanzaban antes de que pudiesen derribar el puente… ¡No podía hacer nada!

«Mentira. Aun te queda una opción».

Alanna apretó los labios en una fina y se agarró una muñeca, levantando un poquito el guante torrado para revelar parte de las rojizas escamas que tenía por piel. Meneó la cabeza, lívida.

No puedo…

«¡Puedes! ¿Acaso importa que las vean a estas alturas? ¿Acaso le importaría a Nanashi? ¿O incluso al príncipe? ¿No decías que querías serles de utilidad?»

Resolló entre dientes con aflicción. Su agarre en su propia muñeca era tan fuerte que le empezó a doler.

«¿No decía la abuela que lo importante no es lo que eres, sino lo que quieres llegar a ser?»

Alanna soltó un gruñido de frustración contenida que se convirtió en un sonoro rugido. Pequeños rescoldos de humo se le escaparon por la boca cada vez que exhalaba.

Y se arrancó los guantes de las manos con rabia, tirándolos al suelo.

Garras en alto, se arrojó contra el demonio con un grito de guerra para clavarle las uñas en el pecho y arrojarlo al suelo. Desde ahí, propinaría zarpazos sin descanso y le hundiría su garra derecha por la visera del yelmo si intentaba resistirse.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Lun Ago 07, 2017 9:18 pm

Alanna peleó. Felipe se quedó sorprendido en un primer momento, quizás porque usaba las manos, o puede simplemente que se debiera a que no esperaba verla saltar. En cualquier caso, sonrió con alivio y se lanzaron juntos a por sus respectivos Sincorazón.

Alanna tuvo que lidiar con el suyo con fiereza, casi como un animal, por cómo le arañaba este y le buscaba el corazón, como si no conociera el dolor.

Pero Alanna no se rindió y atacó sus ojos. Luchó hasta que escuchó un gemido grave, como el que debía soltar un dragón al despertarse, seguido de un estruendo contra el agua. Escuchó a Felipe gritar de felicidad.

El puente había caído.

De súbito, una mano blanca la empujó hacia atrás y la extraña espada de Nanashi se hundió en el pecho del demonio. Este se puso rígido y luego se deshizo en una cortina de oscuridad, liberando un… ¿corazón? Uno resplandeciente, rojo y palpitante, que ascendió hacia lo alto para desaparecer en medio de un pequeño resplandor de luz.

Nanashi saltó y se ocupó del que estaba acosando a Felipe con igual facilidad. Luego levantó un brazo y Garuda aterrizó en su brazo, extendiendo un ala para cubrirle la cabeza. Por culpa de la lluvia era difícil ver si estaba sudada pero, desde luego, cansada no parecía.

¡Habéis estado fantástica!—rió Felipe, que se agachó a ayudar a Alanna a levantarse.

Y ella, aunque se diera prisa, no pudo esconder las manos. Felipe abrió mucho los ojos, sorprendido y, por un momento, se quedó sin habla. Después esbozó una sonrisa y dijo:

Hoy me habéis salvado la vida dos veces. ¿Cómo os lo puedo pagar?

Podréis decidirlo cuando estemos a cubierto. Hemos de alejarnos de aquí, antes de que lleguen y empiecen a dispararnos. Vamos.

Nanashi apenas dedicó una mirada a las manos de Alanna y si le sorprendió, no dio muestra de ello. Se limitó a señalar a ambos y a desplegar sobre ellos una luz verde. Las heridas de Alanna y Felipe desaparecieron y se llenaron de nuevo vigor, como si buena parte del cansancio también se hubiera esfumado.

Felipe sonrió, se encogió de hombros, y le hizo una reverencia a Alanna para que fuera por delante.

Todo había sido tan rápido que seguramente a Alanna le costaría creer que estaban a salvo. Sin embargo, cuando escucharon los aullidos de los huargos y los gritos de los orcos, sonaron a furia y no a triunfo. Felipe estaba exultante y no parecía que la lluvia fuera a acabar con su buen humor. Estaba casi… rabioso. Probablemente fuera su primer triunfo personal en mucho tiempo.

La lluvia arreciaba y les dificultó tanto el camino que, al final, tuvieron que buscar refugio en la casa de Alanna. Entre Nanashi y Felipe sacaron los cuerpos y, después, Nanashi detuvo a Alanna cuando fuera a encender el fuego.

Inténtalo de nuevo como antes.

Puede que se negara o que, simplemente, estuviera cansada, pero el caso es que no le saldría ninguna llama de nuevo. Felipe hizo una broma desde el fondo, comentando que quizás fuera por culpa de la lluvia, pero cerró la boca ante la mirada de Nanashi.

Antes de que te las cubras de nuevo… Has sido muy valiente. Y, en el lugar donde yo vivo, esto—le rozó las manos— no es una rareza.

Le dedicó una intensa mirada antes de levantarse y preguntar dónde podía encontrar algo para cocinar. Seguramente entonces Alanna se daría cuenta de que estaba hambrienta. Apañarían algo para cenar y darían cuenta de ello en un silencio tranquilos, acompañados por la lluvia.

Quizás deje de llover para el atardecer. Entonces os escoltaré al campamento. No podemos permitir que se asusten todavía más por vos. Alanna, deberías prepararte también.

Nanashi se incorporó y salió fuera, a hacer guardia.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Vie Ago 11, 2017 6:57 pm

No supo cómo explicar lo que le pasó. Fue una sensación poderosa. Sobrecogedora hasta límites insospechables. De pronto, su miedo se volvió en un arrojo salvaje que la incitó a propinar más y más zarpazos al demonio de la armadura. Por cada uno que daba, y que recibía, un poquito de ella dejaba que el dragón se aprovechase de sus sentimientos para tornarla en una bestia. Era igual que lo que pasó aquella vez con el lobo.

La criatura no sangraba por muchas veces que le hundiese las garras, y el hecho de que ella si lo estuviese haciendo cuando se los devolvía, no hacía sino alimentar su rabia. Hasta que el último golpe suyo consiguió conectar con los ojos amarillentos de su rival. Un sonoro estruendo se oyó a sus espaldas, pero tal era su embriaguez por la furia que hizo oídos sordos y siguió cebándose con el demonio.

Hasta que alguien la apartó de esta por la fuerza. Tirada en el suelo, Alanna parpadeó un par de veces, como si hubiese despertado de un extraño trance, y lo siguiente que llegó a ver fue a Nanashi ensartando al demonio con esa espada tan rara. No obstante, aquel ataque si surtió efecto, y el ser se volatilizó en pequeños hilillos negros para su sorpresa. Lo único que quedó fue una figura rojiza y brillante con la forma de... ¿un corazón? Anonadada, alzó la vista al cielo, siguiéndolo hasta que se perdió en el firmamento con un centelleo.

«¿Qué… ha sido eso?»

Sin darse cuenta de lo embobada que estaba, Nanashi ya había acabado con el segundo demonio en un parpadeo. Increíble, y ellos dos dejándose las uñas (nunca mejor dicho) para nada más que contenerlos mientras que derribaban… ¡El puente! Giró de inmediato la cabeza para comprobar que ya no había puente alguno. Nanashi lo había conseguido.

¡Habéis estado fantástica!

Con unos ánimos renovados, Felipe se le acercó para tenderle la mano y ayudarla. Ella, todavía desorientada, le extendió la suya. Pero enseguida se dio cuenta de su grave, grave error.

Su mano estaba desnuda. La misma que el príncipe contemplaba con dos ojos bien abiertos.

Alanna empalideció, con su secreto descubierto de la forma más estúpida que jamás se hubiese imaginado. Aguardó inamovible por el canguelo unos largos segundos que se le hicieron eterno. Y entonces, Felipe…

Sonrió.

Hoy me habéis salvado la vida dos veces. ¿Cómo os lo puedo pagar?

La cara de Alanna se volvió un poema.

Podréis decidirlo cuando estemos a cubierto. Hemos de alejarnos de aquí, antes de que lleguen y empiecen a dispararnos. Vamos.

Nanashi también se las vio. Durante un mero e insignificante segundo, para luego no gesticular ni la más mínima impresión y centrarse en envolverles en su magia sanadora, con toda la naturalidad del mundo. No daba crédito a lo que estaba pasando. ¿Una simple mirada por parte de ambos y ya estaba? ¿Sin inquirirle? ¿Sin mayores gestos que una expresión de sorpresa? ¡¿Por qué actuaban como si nada?!

«¿No las temen?», se miró las zarpas y meneó la cabeza. «¿O… lo están haciendo por mí?»

¿De verdad que estas personas no la iban a juzgar por sus rasgos? ¿Para que ella no se sintiese como un monstruo?

Eso parecía, porque Felipe se limitó a invitarla con una pomposa reverencia que les guiase por el camino de vuelto. Se quedó mirando a ambos con senda cara de duda y, asintiendo con torpeza, se encaminó al frente, de regreso al bosque.

***


Siento no poder ofreceros más. Es lo único que tenía.

No pudo evitar sentir un poco de vergüenza por tener que servirles al mismísimo príncipe del reino y a su paje las sobras que le quedaban en la despensa. Después de sacar los cuerpos de los orcos de su casa y organizar un poco el salón para que volviese a ser habitable, Alanna buscó lo necesario para llenar sus estómagos vacíos. No iba a ser el festín del año, por mucho que se lo mereciesen después de todo por lo que habían pasado. Más, eso pareció no importarles en absoluto, satisfechos estaban con tener un lugar en el que cobijarse.

En especial, el príncipe, que seguía igual de pletórico tras su pequeña victoria. La verdad es que un pelín satisfecha sí que estaba después de oír los berridos de frustración de las huestes de Maléfica. Ojalá pudiese haber visto sus caras cuando se encontrasen el puente derruido… O tal vez no. Cuanto más lejos de los orcos, mejor.

Lo último que le quedaba fue preparar la leña para el fuego. Justo depositó el último leño y Nanashi la interrumpió.

Inténtalo de nuevo como antes.

«¿Inten…? ¡Oh!»

Ahora que lo decía, no se le ocurrió emplear su recién descubierto talento para ahorrarse tiempo. Alzó la mano hacia la leña y se concentró, pero ni una sola corriente de energía fluyó a través de ella. Frunció el ceño y volvió a intentarlo, sin éxito alguno. Miró a Nanashi con incertidumbre y resopló.

No funciona…

Felipe tuvo que soltar su bromita para mayor escarnio. Le dirigió una mueca de mosqueo, aunque estaba segura de que si se retractó de su broma, fue por la cara de Nanashi.

Antes de que te las cubras de nuevo… Has sido muy valiente. Y, en el lugar donde yo vivo, esto —Alanna se revolvió en el sitio ante el tacto de Nanashi en sus manos— no es una rareza.

Yo… —Bajó un poco la cabeza y se mojó los labios—. Me sobreestimáis. En realidad estaba tan aterrada que no creía que fuese capaz de moverme. Lo único que quería era no resultar una carga para vos y me limité a actuar. Gracias a los dioses que sirvió de algo. —Esbozó una tímida sonrisa. Luego, abrió sus manos y se las mostró. De repente, ya no sentía tanto pudor como antes—. ¿Y de verdad no serían algo nuevo en vuestro hogar? Admito que me empieza a picar la curiosidad.

El resto del tiempo fue más ameno. El sonido de la lluvia fue lo único con lo que se pudieron deleitar durante la comida. Siempre la ayudaba a relajarse, y más un día como aquel.

Quizás deje de llover para el atardecer. Entonces os escoltaré al campamento. No podemos permitir que se asusten todavía más por vos. Alanna, deberías prepararte también.

Oh… Sí, claro —dijo con pocos ánimos. El campamento, con el resto de personas. ¿De verdad tenía que ir? Si al menos su casa no estuviese hecha unos zorros, podría haberse buscado una excusa.

Después de que Nanashi saliese para vigilar, Alanna le comunicó al príncipe que estaría en su cuarto para preparar sus cosas, y que la llamase por si necesitaba algo. Cerró la puerta tras atravesarla y, soltando un largo suspiro, se dejó caer sobre la cama, rendida por el cansancio. En tan solo un día, había vivido más experiencias inolvidables que en los años que se pasó refugiada en el bosque. Conoció a gente muy peculiar y que no la juzgaban por su aspecto. Aprendió a conjurar fuego. Luchó contra orcos, demonios… Se le aceleraba el pulso de pensar en aquello último, con el miedo que pasó cuando esas criaturas que se les asemejaron invencibles se cernieron sobre ellos. Aunque luchó, y pese a estar muerta de miedo, fue capaz de sacar el coraje necesario para hacerles frente. Y para mostrar sus garras.

Levantó los brazos y contempló con aire cansado las dos pesadas cargas que le dieron tantos quebraderos de cabeza. Un lugar en donde no eran una rareza, ¿eh? Debía admitir que Nanashi sabía cómo cautivar atenciones. Le pareció seria en un principio, pero… Se tomó tantas molestias con ella que se sentía fatal por no poder agradecérselo como debía. Decía que tenía talento para la magia. ¡Ella! Y que fue muy valiente para enfrentarse a los demonios de Maléfica. Ah, ¿por qué tuvo que ponerle la miel en los labios de esa manera? ¡No era justo!

Y luego tendría que irse al campamento de refugiados, a volver a ocultar lo que era de miradas ajenas. Porque estaba segura de que no todos allí serían tan comprensivas como Nanashi y Felipe. ¿Por qué tenía que renunciar de esa manera a su hogar, el único lugar en el que podía mostrarse tal y como era?

«Porque la única persona que hacía eso posible ya no está».

Bajó los brazos y cerró los ojos durante unos minutos, antes de ponerse manos a la obra con sus pertenencias. Entre tanto, una pregunta le rondaba en la cabeza.

¿Cómo sería el lugar del que venía Nanashi?
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Dom Ago 13, 2017 7:21 pm

¿Y de verdad no serían algo nuevo en vuestro hogar? Admito que me empieza a picar la curiosidad.

Nanashi resopló y esbozó un amago de sonrisa.

Una de las profesoras es una mujer-lobo, y no es el único caso donde no encontrarás a un humano puro y duro. Un muchacho es medio… demonio y otro es medio ángel. Entre otros tantos. Hay muchas más cosas fuera de las que puedas llegar a imaginar.

Pareció que fuera a querer decirle algo más pero terminó por marcharse fuera a hacer la guardia.

Cuando la lluvia se detuvo emprendieron el camino hacia el campamento. Estaban, sin duda, cansados, pero Nanashi mantuvo un ritmo firme hasta que por fin les llegó el rumor de las primeras voces y también asomaron luces entre los árboles. Allí, Nanashi decidió dejarles.

Tengo cosas que hacer, aparte de salvar príncipes. Sin embargo—continuó antes de que Felipe pudiera interrumpirla—, regresaré de aquí a unos días para asegurarme de que todo está bien y que no rondan demonios por la zona.

Cuando dijo «todo está bien» fijó la mirada en Alanna. Después se la llevó aparte y dijo:

No voy a mentirte; creo que tienes talento y me gustaría ofrecerte que vinieras conmigo. Donde yo vivo te entrenarían en tu magia y podrías llegar a dominarla. Sin embargo, no es un lugar agradable. Necesitamos ayuda; somos pocos y los demonios, muchos. Estaremos bajo constante presión y arriesgarás tu vida una y otra vez.

»Pero también aprenderás cosas que jamás imaginaste, viajarás a sitios lejanos y no tendrás que esconderte. Serás una más. Piénsalo.


Felipe hizo una reverencia y la mujer se perdió en las tinieblas del bosque. El príncipe esperó un poco antes de decirle a Alanna:

Podéis instalaros en mi cabaña. También, si lo deseáis, puedo pedirle a una de las hadas que os ayude a ocultaros las manos hasta que te encontréis más cómoda.

Felipe no se resistiría si Alanna prefería estar aparte, mezclada entre la multitud, si la apabullaba el hecho de vivir en la tienda del príncipe —con todos sus ministros y caballeros—, pero le aseguraría que se ocuparía de comprobar que estaba bien.

Así, Alanna se prepararía para vivir entre humanos por primera vez en mucho tiempo.

****


No la recibieron ni bien ni mal. Pronto se dio cuenta de que la gente estaba demasiado desolada y cansada para prestarle mucha atención. La gran mayoría habían perdido seres queridos, había recibido quemaduras horribles y, en cualquier caso, había sido arrancada de su hogar para vivir a la intemperie. Había miedo y confusión por todas partes.

Además, pronto averiguó que las hadas madrinas que rondaban el lugar no podían hacer mucha magia, por miedo a que los cuervos de Maléfica las localizaran, así que solo se permitían hechizos menores.

Con todo, había comida. Más o menos. También fuego y tiendas donde pasar la noche. A Alanna, independientemente de si se quedó con Felipe o no, le pidieron a menudo que fuera a por agua, remendara ropas o troceara las piezas de carne que cazaban los hombres. A pesar de la desazón, comenzaba a avistarse cierto orden y una clara decisión de sobrevivir.

Dos días más tarde, Nanashi regresó, provocando un revuelto entre la gente, que parecía conocerla. Parlamentó en privado con Felipe y su gente más cercana y, después con las hadas madrinas. Por último, se cruzó con Alanna y la invitó con un gesto a seguirla hasta el linde del bosque.

Allí, la mujer se sentó sobre una raíz. Parecía cansada. A saber qué habría estado haciendo cuando se fue.

¿Ha habido algún problema desde que llegaste aquí?—preguntó y escuchó su respuesta—. Ya veo… —Hubo un silencio—. ¿Has llegado a alguna conclusión?
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Lun Ago 14, 2017 11:44 pm

Era increíble cómo Nanashi podía seguir sorprendiéndola. ¡Una licántropa! Solo había oído hablar de esas criaturas de la noche en cuentos y novelas. Claro que… ¿No era ella lo mismo? Corría por ahí un viejo mito sobre la existencia de personas que heredaron la sangre de los antiguos dragones. A día de hoy, nadie se creía semejante historia, aunque tampoco se había visto a día de hoy a alguien que echase humo por la boca.

¿Habéis dicho… un chico medio demonio? ¿Cómo los que acabamos de…? —Puso un semblante de incredulidad, que poco le duró—. ¡¿Y-y un ángel?!

Después de escuchar aquello, sentirse excluida de lo “normal” no iba a volver a parecerle lo mismo.

Con lo poco que necesitó tener a punto, Alanna marchó junto al resto cuando el tiempo mejoró. Al cabo de un rato, la tranquilidad del bosque se vio rota por la presencia del hombre: voces, luces… Se le hizo un nudo en el estómago de pensar que tendría que acostumbrarse a estar entre la multitud la mayor parte de su día a día. ¿Y cuánto tiempo tendría que estar así? ¿Semanas? ¿Meses?

Tengo cosas que hacer, aparte de salvar príncipes. —Encima, su única vía de escape de la cruda realidad decidió marcharse. Supuso que después de lo ocurrido, tendría que informar al resto de personas con las que trabajaba—. Sin embargo, regresaré de aquí a unos días para asegurarme de que todo está bien y que no rondan demonios por la zona.

Una mirada discreta fue más que suficiente para entender a la mujer. La siguió a un lugar apartado, pues se imaginaba lo que vendría a continuación; si le había estado contando tantas cosas sobre su hogar, y molestándose en enseñarle lo más básico en magia…

No voy a mentirte; creo que tienes talento y me gustaría ofrecerte que vinieras conmigo.

En el blanco.

Ya veo… —balbuceó. Aun así, no se esperaba que su proposición hubiese sido tan rápida. O tal vez es que aún no estaba preparada. Lo cierto es que por dentro estaba hecha un manojo de nervios.

Donde yo vivo te entrenarían en tu magia y podrías llegar a dominarla. Sin embargo, no es un lugar agradable. Necesitamos ayuda; somos pocos y los demonios, muchos. Estaremos bajo constante presión y arriesgarás tu vida una y otra vez.

Alanna guardó silencio, meneando la cabeza. Podría sido muy rápido. Haberle dicho que sí, que se la llevase lejos de allí, en donde ya no le quedaba apenas nada que la atase. ¿Por qué negarse a un lugar en el que no volvería sentirse como una paria por su aspecto, a conocer gente tan increíble como la que le describió? Porque Nanashi no le estaba ofreciendo un lugar en el pudiese vivir en paz. La quería a ella como guerrera.

»Pero también aprenderás cosas que jamás imaginaste, viajarás a sitios lejanos y no tendrás que esconderte. Serás una más. Piénsalo.

Cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro.

Os prometo que lo meditaré.

Ver a la figura de la dama alejarse hasta desaparecer en la frondosidad del bosque le creó un poco de desasosiego. No podía darle una respuesta todavía, pero tampoco quería que aquella oportunidad única desapareciese para siempre.

Podéis instalaros en mi cabaña. También, si lo deseáis, puedo pedirle a una de las hadas que os ayude a ocultaros las manos hasta que te encontréis más cómoda.

¡No, no! Por favor, eso no será necesario. —Se apresuró a rechazar su propuesta, agitando la mano—. Es muy cortés por vuestra parte, pero creo que la gente se haría muchas preguntas si el príncipe acogiese a una completa desconocida. —No tan desconocida para algunos, pues habría unos pocos de la aldea más cercana a la que iba por recados. Sería demasiado sospechoso que, de la noche a la mañana, una joven que vivía por su cuenta en el bosque gozase del favor del príncipe—. Aun así, os lo agradezco mucho y acudiré a vos si surge cualquier problema.

Así pues, hizo de tripas corazón y se hizo a la idea de que es lo que había.

«Espera… ¿Acaba de decir hadas?»

***


Qué irónico. Tanto preocuparse por lo que pensarían los demás tras su llegada, para que luego ella fuese el menor de sus contratiempos. Tan obcecada estaba con sus temores que no se paró a pensar que estaba rodeada de refugiados de la guerra. Miedo, frustración y dolor era lo que veía en los rostros de la mayoría. Y ella no hacía más que notar punzadas de culpabilidad por ser tan egoísta de creer que sus problemas eran los únicos a tener en cuenta.

Aun así, el campamento era capaz de mantenerse por su cuenta, siempre y cuando cada cual cumpliese con su cometido. No le importó en absoluto trabajar en las tareas que se le pidieron, pues la ayudaban a tener la mente distraída y no pensar tanto en las días que faltarían para que Nanashi volviese.

Pero según iba ocupando su tiempo en la labores, y escuchaba las terribles historias de los aldeanos sobre su huida, más se estaba dando cuenta de una cosa. Sí, aquella gente podría rehacer en parte la vida que les arrebataron de seguir a ese ritmo. Sin embargo, ese era el problema: ¿qué pasaría si la Bruja Negra volvía a atacar? Porque podría volver a hacerlo; asedió la capital del reino, he ahí la razón de que el príncipe tuviese su base de operaciones en mitad del bosque. Oyó rumores que la dejaron de piedra, acerca de lo que usó Maléfica para atacar el castillo y…

Se decía a sí misma que no eran más que rumores. Pero no se atrevía a preguntarle a Felipe si eran ciertos.

Aun así, lo que realmente la preocupaban eran los demonios de la bruja. Ella misma probó que el metal, los golpes… Armas humanas en sí, no harían mella en ellas. Apostaría lo que fuese a que Felipe también era consciente de ello, y pese a las adversidades, y a contar únicamente con la magia de las hadas como alternativa, estaba decidido a resistir. Lo único que podían hacer era aguantar. O dejar que personas capaces de enfrentarlas se encargasen. Como Nanashi.

Entonces llegó el gran día. Tan alicaídos que estaban los refugiados, y la mera aparición de la hechicera fue suficiente para que se animasen. Bueno, quedaba claro que la conocerían si se armaba tanto alboroto por una persona. Una vez acabó con el príncipe y su grupo, la siguiente fue ella. Alanna llevaba esperándola con anhelo esos dos días que se le hicieron eternos, aunque en el momento de la verdad seguía igual que el otro día, o peor. Por los dioses, que ojalá no soltase ninguna imbecilidad por culpa de los nervios.

Se la llevó a las afueras del campamento, lejos del bullicio y las miradas de otros. Vio el cansancio en su expresión, cosa que ni detectó tras la pequeña aventura del día que se conocieron. En fin, eso demostraba que era humana, como cualquier otra persona.

¿Ha habido algún problema desde que llegaste aquí?

Alanna negó con la cabeza.

Han sido días bastante tranquilos. Sin orcos, ni demonios, ni… nada.

Ya veo… ¿Has llegado a alguna conclusión?

El momento de la verdad. Alanna, rumiando para sus adentros, cambió el peso de un pie a otro. Miró un rato a la nada y, tras paladear un poco el aire, dijo:

Antes de daros mi respuesta, ¿podría inquiriros sobre una última cosa? —Esperó a su afirmación para proseguir—: Veréis... Estos días he estado escuchando historias sobre lo que ocurrió cuando el castillo del rey fue atacado. Fue terrible lo que pasó. —Hizo una mueca de pesadumbre—. Pero algo que me llamó mucho la atención fue que algunos dijesen que vieron a… un ángel. Algo así como un enviado de los dioses que vino para protegerles. Sé que suena muy irreal, pero no fueron pocos los refugiados que lo confirmaron. No pudo detener al ejército de Maléfica, pero dicen que ayudó a salvar muchas vidas. Y que también vino acompañado de unos hechiceros. —La miró con intriga—. Me acordé de lo que me contasteis sobre el chico medio ángel y… Bueno, supongo que no pierdo nada por preguntaros si fuisteis vosotros los que acudisteis en su auxilio.

Con o sin una respuesta concisa por parte de Nanashi, pasó al tema principal, y la razón de por qué estaba allí, hablando con ella después de haberle dado tantas vueltas.

Hace dos días pude comprobar por mí misma que no es tan sencillo matar a los demonios que invoca Maléfica. Felipe no pudo ni partirlos por la mitad con su espada, y lo único que pude hacer yo fue retenerlos por la fuerza —admitió, chasqueando la lengua—. Solo vos pudisteis aniquilarlos con vuestra espada. Pero aun así, —giró la cabeza en dirección al campamento—, ellos no tienen ningún método efectivo para derrotarlos. Si Maléfica los arroja otra vez sobre esta gente maltrecha, no podrán resistir apenas. Se enfrentan a algo que… les supera.

»He tomado ya una decisión. Por lo que llegué a ver con mis propios ojos ese día, os creo cuando decís que es una ardua faena la vuestra. Pero si me quedo aquí, de brazos cruzados y a la espera de que alguien salve el reino… No podría perdonármelo. Si decís la verdad en que tengo talento para ello, y en que allí mi sangre no será un impedimento, entonces prefiero luchar, aprender magia, y a lo que haga falta con tal de no ser más una inútil.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Jue Ago 17, 2017 1:16 am

Nanashi frunció el ceño y aspiró, como si le doliera responder:

Fuimos nosotros. Y fracasamos. El ángel al que se referían es un compañero de la Orden, llamado Nithael. El muchacho que mencioné antes no tiene que ver con él, no directamente. Se trata de un descendiente lejano, muy lejano, de los ángeles. Y no estuvo con nosotros, pero le conocerás. Los conocerás. Si decides unirte, por supuesto.

He tomado ya una decisión. Por lo que llegué a ver con mis propios ojos ese día, os creo cuando decís que es una ardua faena la vuestra. Pero si me quedo aquí, de brazos cruzados y a la espera de que alguien salve el reino… No podría perdonármelo. Si decís la verdad en que tengo talento para ello, y en que allí mi sangre no será un impedimento, entonces prefiero luchar, aprender magia, y a lo que haga falta con tal de no ser más una inútil.

Nanashi esbozó una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza, aceptándola con dignidad. Luego se puso de pie y la conminó a situarse frente a ella. Su arma apareció en medio de un resplandor blanco.

Esta es mi Llave Espada, el arma que puede acabar con esas criaturas, a las que llamamos Sincorazón. Nacen de la oscuridad de la gente y devoran los corazones de las personas para volverse más poderosos. Nosotros tenemos el deber de detenerlos. Si tomas la empuñadura—se la ofreció—obtendrás tu propia Llave Espada. Pero antes debes conocer nuestras reglas:

»Cuando aceptes convertirte en mi aprendiz, abandonarás este reino. Este… mundo. Porque sí, Alanna, esto solo es un mundo de muchos. Mira las estrellas. Cada una es un mundo diferente del que proviene distinta gente. Yo nací en un lugar muy lejano, tranquilo y lleno de mares y playas. Conocerás a gente que nació bajo el mar y también criaturas que viajan en transportes más grandes que dragones.

»Esa es nuestra realidad, pero está prohibido que la compartas con nadie que no pertenezca a nuestra Orden de Caballeros.
—Aguardó a que asimilara aquella información pero continuó antes de que pudiera irse a la deriva con sus propias dudas—: Jamás podrás volver a intervenir en el devenir privado de los mundos. Solo intervendremos cuando, y cada vez hay más por desgracia, intervengan aspectos ajenos o de Sincorazón. Si puedes cumplir este juramento, toma la Llave Espada, Alanna.

Cuando lo hiciera, Nanashi le indicaría que invocara su propia Llave Espada, que con desearlo era suficiente. En cuanto lo hiciera, aparecería en medio de un estallido de luz su propia arma:

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Nanashi le enseñó a arrojar la Llave Espada hacia lo alto (aunque tuvieron que buscar un claro) y que descendiera convertida en una especie de montura que ella denominó «glider» y que le permitiría volar. Nanashi se quedó a su lado y la sujetó mientras le enseñaba cómo debía manejarlo y le aseguró que no dejaría que se cayera.

Después le tendió una especie de brazalete con un botón.

Póntelo en el hombro o en la muñeca y púlsalo. Aparecerá una armadura. No te asustes. Tendrás que usarla cuando volemos para protegerte de la oscuridad.—Después de que Alana se la pusiera, volvió a asentir—. Eso es todo. Si deseas despedirte o quedarte un tiempo, puedo venir a buscarte dentro de unas horas o un día, pero yo he de partir en breve.

Era la última oportunidad de Alanna para despedirse, si es que pretendía hacerlo…


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¡Y llegamos al final! Tu última ronda. Ya sabes cómo funciona lo del glider y la armadura así que ea, a buscar diseños.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Sab Ago 19, 2017 6:24 pm

En parte se arrepintió de haberle preguntado a Nanashi por lo que ocurrió ese día. El reino cayó, y era obvio que poco o nada fructífero pudo sacarse. Le habló también del ángel, el llamado Nithael y que formaba parte de su grupo. El primer impulso de Alanna ante la reacción de Nanashi fue consolarla y asegurarle que, pese a un fracaso, ayudó a salvar muchas vidas. Si no lo hizo fue porque de seguro que otros mucho ya se lo dijeron, y por un lamento más que recibiese, no habría mucha diferencia.

Le reveló su respuesta final, y le alegró ver esa sonrisa que le sacó a la mujer después del mal trago. Acto seguido, hizo aparecer en un espectáculo de luces su espada de extrañas proporciones.

Esta es mi Llave Espada, el arma que puede acabar con esas criaturas, a las que llamamos Sincorazón.

Entonces es gracias a ese arma que pudisteis derrotarlas —racionalizó ella, señalándola con una pizca de curiosidad. Tal vez, ¿una espada encantada?—. Y decís que se llaman Sincorazón…

Nacen de la oscuridad de la gente y devoran los corazones de las personas para volverse más poderosos. —Sonaba tan turbador aquello que Alanna no pudo camuflar su mueca de aversión—. Nosotros tenemos el deber de detenerlos. Si tomas la empuñadura obtendrás tu propia Llave Espada. —Nanashi le tendió el mango del arma, a lo que Alanna titubeó unos instantes, quedándose en blanco. Al final hizo un amago de estirar el brazo, pero a lo que Nanashi prosiguió…—. Pero antes debes conocer nuestras reglas.

Oh, ¿cómo un código de caballería? —preguntó, llevándose un dedo a la barbilla.

»Cuando aceptes convertirte en mi aprendiz, abandonarás este reino. Este… mundo. Porque sí, Alanna, esto solo es un mundo de muchos.

¿M-mundos?

Mira las estrellas. —Así hizo ella tras cabecear, estirando el cuello hacia el firmamento pincelado con los puntos blanquecinos—. Cada una es un mundo diferente del que proviene distinta gente. Yo nací en un lugar muy lejano, tranquilo y lleno de mares y playas. Conocerás a gente que nació bajo el mar y también criaturas que viajan en transportes más grandes que dragones.

Increíble… ¿Y todas esas estrellas, cada una de ellas, es un “mundo” como en el que vos y yo estamos en estos momentos? —Boqueó y comenzó a contar una a una las estrellas que alcanzaban su vista. Desistió enseguida al darse cuenta de que sería inútil hacer un recuento de todas—. Y el mar… Solo he llegado a leer historias sobre marineros que lo surcaban, pero jamás he llegado a verlo con mis propios ojos. ¿Es verdad eso de que es todo agua salada?

También atendió a lo de los transportes con el tamaño de, que ironía, un dragón. Pero se fingió escucharlo por encima. ¡Qué barbaridad! ¿Quién en su sano juicio haría un carromato tan grande? Ni se imaginaba la cantidad de caballos que harían falta para mover semejante mole.

»Esa es nuestra realidad, pero está prohibido que la compartas con nadie que no pertenezca a nuestra Orden de Caballeros.

¡Caballeros! —saltó de pronto. Lo de «código de caballería» resultó más acertado de lo que pensaba—. Queréis decir, ¿cómo los caballeros que sirven al rey y al príncipe? Bueno… No exactamente. Ellos no pueden conjurar sortilegios, o usar espadas mágicas. —Se dio cuenta de que estaba yéndose de varas—. Lo siento. Por favor, proseguid.

Jamás podrás volver a intervenir en el devenir privado de los mundos. Solo intervendremos cuando, y cada vez hay más por desgracia, intervengan aspectos ajenos o de Sincorazón.

Esas palabras le calaron muy hondo, notó su peso en ellas. Entendió así lo poco concisa que fue Nanashi con ella el día que se conocieron, más por obligación que por capricho. Bueno, por guardar secretos no sería, ella llevaba guardando el suyo propio durante muchos años, aunque la ponía nerviosa que tuviese que hacerse cargo de otro, mucho más grande, que no solo la englobaba a ella.

Entonces, el cometido de vuestra Orden no debe saberlo nadie ajeno a ella, de acuerdo. ¿Pero eso quiere decir que ni el príncipe, ni el rey lo saben? —preguntó, frunciendo el ceño—. No saben nada de lo que hacéis fuera de este rein… de este mundo, o de por qué estáis aquí realmente.

En resumidas cuentas, ellos quizás pensasen en Nanashi y sus compañeros como unos héroes altruistas que venían a ofrecerles su ayuda contra maléfica. Nada lejos de la realidad. La Bruja negra invocaba a esos demonios, esos Sincorazón, y ellos venían a aniquilarlos. Por un momento se le pasó un pensamiento muy pesimista: ¿y si ella no estuviese usando a los Sincorazón? Entonces… ¿ya no sería asunto suyo?

Mejor. Prefería no creerse que era una especie de heroína del reino. La mera idea de que la vanagloriasen por matar a un par de demonios la ponía mala.

Si puedes cumplir este juramento, toma la Llave Espada, Alanna.

La empuñadura de la espada se le antojó tentadora, pero también como un pasaje a que la arrancasen de su vida ordinaria y lanzasen al campo de batalla. Tampoco es que se sintiese muy orgullosa de cómo la había estado llevando hasta el momento. En especial, durante el luto por su abuela. Alanna inspiró hondo y se dijo a si misma que esto no lo hacía ni por fama, ni por sed de poder. Simple y llanamente, quería ser de utilidad.

Repitió el juramento con un tono mecánico por miedo a que Nanashi no la tomase en serio, o percibiese su nerviosismo. Alargó su mano hasta la Llave Espada y envolvió la empuñadura con sus dedos. Espero uno, dos, tres… cinco segundos, y la soltó en cuanto la dama se lo indicó. Se decepcionó un poco al no notar absolutamente nada. Esta vez, no hubo ninguna corriente de magia como cuando llamó a su primera llama.

Hasta que se le ocurrió hacer tal y como le dijo Nanashi. Hubo un resplandor, y en su mano apareció algo muy distinto al fuego. Era más simple y plana que la de la mujer, pero había conseguido convocarla. ¡Y fue mucho más fácil de lo que pensaba!

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Qué… curioso. En un par de días he aprendido a conjurar llamas y… espadas mágicas. —Se le escapó una risita histérica.

Oh, pero eso no fue la última de las sorpresas. Nanashi le explicó que los caballeros podían volar. Con la Llave Espada. Otra risa aguda salió de sus labios, más ahogada que la anterior con tantas emociones en el cuerpo. Pero en cuanto arrojó el arma tal y como le dijo, bajó a sus pies convertido en aquel… cacharro.

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… ¿Tengo que montar en esa cosa?

Y decía que servía para desplazarse, aquel montón de metal que levitaba sin saber bien cómo. Ni patas como los caballos, ni alas como los pájaros. Pero se movía y volaba al mismo tiempo, además de que aguantó su peso al subirse encima. Si bien hizo un esfuerzo colosal para no ponerse a gritar como una energúmena mientras Nanashi le explicaba cómo manejarse con esa cosa, el miedo a caerse o resbalarse de este estaba tan presente en ella que las manos se le quedaron pegadas a la agarradera como si la vida le fuese en ello.

El último regalo fue algo más ameno para su pobre corazón. Una chapa con una plaquita que cedía al tacto.

Póntelo en el hombro o en la muñeca y púlsalo. Aparecerá una armadura. No te asustes. Tendrás que usarla cuando volemos para protegerte de la oscuridad.

Puesto que apretar un botón le pareció mucho más sencillo y seguro que volar así hizo, y una nueva luz la envolvió, para dar paso flamante y pulcra armadura, como la de un auténtico caballero de cuento.

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Alanna apreció muchísimo el obsequio, pero… ¡¿Por qué no se lo dio antes de enseñarla a volar?! ¡Al menos se hubiese sentido un pelín más segura frente a caídas y golpes!

Eso es todo. Si deseas despedirte o quedarte un tiempo, puedo venir a buscarte dentro de unas horas o un día, pero yo he de partir en breve.

¿Despedirse? ¿Lo decía en serio? A esas alturas Nanashi ya debía saber que una recluida del bosque como ella no tendría a nadie a quien saludar, y mucho menos despedirse. Aunque se quedó meditabunda durante unos segundos, replanteándoselo. Lo cierto es que un par de personas se merecían como mínimo un adiós, en especial una de ellas.

Dos horas —le espetó—. Sí, dos horas es más que suficiente. En cuanto termine, volveré aquí para que partamos.

***


Para su alteza, el príncipe Felipe:

Lamento muchísimo tener que despedirme de vos por este medio, pero creedme cuando os digo que hubiese sido demasiado complicado de hacerlo en persona, y de explicaros mis razones para marcharme. Lo sé, suena a capricho, y me disculpo una vez más por ello.

Sin embargo, permitidme daros las gracias por todo lo que habéis hecho por mí durante estos dos días. Quiero que sepáis que si me voy, es para regresar y ser, de algún modo u otro, más útil de lo que podría en estos momentos para esta pobre gente. Mientras tanto, os deseo toda la suerte del mundo en vuestro cometido y rezo a los dioses para que os protejan.

Hasta que nos volvamos a ver.
Alanna.


Leyó la carta como unas tres veces, de arriba abajo, antes de dejarla en la tienda del príncipe cuando no hubo nadie presente. Con lo nefasta que era su letra, prefirió asegurarse de que alguien como ella podía comprender la caligrafía y que no daría pie a malos entendimientos.

Tan solo le quedaba una última cosa por hacer. Desandar el trayecto que hizo por el bosque hace unos días fue más sencillo y rápido al ya no estar enfangado. Poco antes de que alcanzase su viejo hogar, tomó un pequeño desvío que muy pocos tomaban o conocían. Unos pasos más y llegó hasta un pequeño claro en el bosque en el que reinaban dos grandes robles, altos como una torre. Entre estos dos, había una pequeña pila de piedras, una encima de otra y situadas de forma cuidadosa.

Alanna se plantó en frente del montoncito y dio un largo suspiro melancólico. Después, se acuclilló y apoyó las manos sobre sus rodillas.

Hola, abuela. Perdona que haya tardado tanto en visitarte, pero últimamente han estado pasando cosas muy raras por aquí —dijo, balanceándose sobre si misma—. Venía para decirte que… me marcho. No sé por cuanto tiempo, pero es algo que necesito más que nunca. Hace unos días conocí a alguien que me ofreció ir con ella a un lugar en el que ya no me hará falta ocultarme, aunque me tocará trabajar como nunca antes con la de faena que tienen. No te preocupes, sé que es una persona de confianza. Te habría caído muy bien. ¡Oh! Y también he conocido al mismísimo príncipe del reino. Quizás no es lo que me esperaba de un hijo del rey, pero se le nota que se preocupa por su gente.

Se quedó un rato en silencio, con la vista perdida en las copas de los robles que se alzaban sobre ella, y enterró la cara entre las piernas.

Oye, abuela. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste antes de que te… fueses? ¿De que no echase raíces aquí, y que buscase un lugar en el que pudiese ser yo misma? En un principio pensé que algo así no podía existir, pero me acabo de dar cuenta que no puedo esconderme por siempre. Y también de que he sido yo misma la que decidió crear un muro alrededor mío y aislarse de los demás por miedo. Tú querías que viviese mi vida sin ataduras o temores, ¿no es así? Sabías lo mucho que me ilusionaba salir afuera, descubrir lo que había más allá, y saber que fue de mi madre. —Esbozó una sonrisa agridulce. No fue hasta sus trece años que consiguió que su abuela le hablase de la misteriosa mujer que la dejó a su cargo—. No sé si estará en alguna parte, o si se acordará de mí después de tantos años. Pero, bueno, supongo que ya no me quedan más motivos para quedarme aquí, sin hacer nada.

Alanna se levantó de un salto y se espolsó los pantalones. Ya casi era la hora de partir.

Adiós, abuela. Te prometo que te contaré hasta el último detalle de todos los parajes y personas que conozca en cuando vuelva.

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Pues supongo que con esto, se acabó lo que se daba por mi parte. Una vez más, gracias por llevar mi prólogo con este nuevo personaje. A ver que nos depara el futuro con Alanna.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Sab Ago 19, 2017 10:52 pm

Heike le llevó la nota a Felipe, que arqueó mucho las cejas al terminar y mandó a la mujer a buscar a Alanna antes de que fuera tarde. Pero no la encontraron por ningún sitio. Por suerte, poco después encontraron un pequeño mensaje que Nanashi había dejado en manos del hijo de Heike al no encontrar a su madre. Era sucinto: Alanna ha decidido hacerse mi aprendiz. Cuidaré de ella.

Felipe suspiró y meneó la cabeza.

Espero que encuentre un nuevo hogar donde no se sienta incómoda.

Se sentía responsable. Al fin y al cabo, su pérdida había sido culpa suya. Hubiera querido compensarla. Decidió que lo haría cuando volviera.

Hasta entonces, tenía un reino que reconstruir.

*



Nanashi respondió a las preguntas de Alanna antes de que esta se fuera. Sí, todas las estrellas eran mundos. Sí, eran Caballeros, pero no servían a ningún rey. Solo a la Luz y a la Oscuridad, manteniendo el equilibrio de los mundos. Sí, el mar era salado, y abarcaba el horizonte. No, ni el rey ni el príncipe sabían qué eran los Caballeros,

Y sí, tenía que montar en esa cosa.

Cuando Alanna regresó, Nanashi le puso una mano en el hombro y apretó con suavidad.

Vamos a casa.

Se elevó en su propio glider y esperó a que Alanna la siguiera. Después la guio hacia el mar de estrellas.

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¡Y prólogo terminado!

No tengo mucho que decir, la verdad. Sabes cómo funciona esto así que vamos al grano. Has roleado bien. Muy bien. Quitando algunos errores que he encontrado, más fruto de la ausencia de repaso, en general no hay pegas. Alanna tiene una personalidad más o menos definida, aunque falta bastante por definir (cosa que es normal) y supongo que querías explotar más lo de las manos pero… no creo que con el salto de cuatro años diera para mucho. Quizás por eso su facilidad en aceptar ha resultado un poco extraña, pero también puede deberse a que no te he dado suficiente espacio. Pero el post final ha solucionado muchas cosas y ha hecho que se me saltara una lagrimita. Muy emocional y bien logrado (igual que la paranoia de Alanna con sus manos o cómo se ha enfrentado a los orcos).

De modo que ha sido, en mi opinión, un prólogo bastante redondo, hecho con buen ritmo y sin problemas.

¡Recibes 19 PX! Y no subes de nivel (te quedas a 36 PX). Tu ficha está actualizada con habilidades nuevas, armadura y glider.

¡A disfrutar!
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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