SUEÑO Y DESPERTAR

La sensación de libertad envolvía a Sora en cuerpo y mente. Sentía como si cayera hacia delante, surcando el cielo sin saber a dónde iba. Llevaba los ojos cerrados y por algún motivo desconocido era incapaz de abrirlos, aunque tampoco lo deseaba, estaba muy a gusto así.
Sentía como si cada vez surcara diferentes cielos, en ocasiones llenos de nubes, otras veces cálidos y despejados, en otras las gotas de lluvia empapaban su rostro. Y a veces incluso sentía el mar a su espalda.
Pero esa sensación de libertad se convirtió en angustia y el vuelo pasó a ser una caída libre. El estómago se le encogía cada vez más y Sora se veía obligado a luchar contra el aire con brazos y piernas.
Entonces se encontró a sí mismo de pie ya en el suelo y pudo abrir los ojos por fin. Sora comenzó a dar vueltas buscando a alguien o algo de referencia, pero apenas podía ver a unos metros de distancia porque una neblina lo inundaba todo a su alrededor. Bajo sus pies la arena se movía como mecida por alguna pequeña corriente de aire invisible. De repente escuchó una voz familiar.

-¿Sora? -decía ella.
-¡Kairi! -advirtió él-. ¡Kairi! ¿Dónde estás? No consigo verte.
-Sora, ¿Quién eres? -preguntó entonces la voz de Kairi.
Esto confundió a Sora por completo. Volvió a llamarla pero ya no oyó ninguna respuesta.

-Sora -volvió a escuchar, pero ésta vez era otra persona, también conocida.
-¡Riku! -gritó él mientras corría a ningún lado.
Según avanzaba avistó la silueta de su amigo, así que echó a correr todavía más gritando su nombre de nuevo. Entonces Riku se dio la vuelta. En su mano derecha sostenía una llave-espada.
-¡Así que estás bien! -dijo Sora-. Te he estado buscando por todas partes. También he oído la voz de Kairi pero…

Su frase se vio interrumpida cuando Riku se abalanzó sobre él con el arma interponiéndose entre ellos dos. Por puro instinto Sora llamó a su llave-espada y la hizo chocar contra la de su amigo.
-¿Pero qué haces? -preguntaba Sora consternado.
Pero Riku no reaccionaba. De un salto volvió unos metros atrás, colocó el arma en horizontal apuntando a Sora y echó a correr hacia a él.
Sora se preparó para la embestida, Riku alzó su espada y Sora contraatacó con la suya. De la energía del golpe retrocedieron unos pasos pero ellos no se detuvieron ni un instante. Riku realizó un giro pero Sora saltó por encima de su espada y atacó desde arriba. Riku apoyó una mano en el suelo y lanzó una patada directa al estómago de Sora, completamente desprevenido.
Sora se echó para atrás, ancló su llave-espada en el suelo y se apoyó en ella para descansar. Se había quedado sin respiración y no podía continuar.
-Por favor, ¡para! -rogó Sora.
Pero Riku seguía impasible y volvió a lanzarse contra él. Esta vez Sora decidió no hacer nada y recibir el golpe de lleno. Riku saltó en el aire y se lanzó hacia él sosteniendo la espada entre sus manos. Sora entrecerró los ojos asustado.
Entonces Riku desapareció, disipándose en una espesa neblina.

Sora estaba todavía más confuso. De nuevo se encontraba solo. Se tiró sobre su trasero en el suelo para descansar, mirándose las manos buscando en ellas alguna respuesta a esta repentina batalla.

-Eh, tú -dijo una voz desconocida.
Sora miró hacia un lado y vio cómo un joven encapuchado se abalanzaba sobre él con otra llave-espada bastante familiar. El chico levantó su arma dispuesto a atacar y echó a correr hacia Sora. Lo único que éste se vio capaz de hacer fue levantar su arma e intentar contener el choque como pudo, todavía sentado en el suelo. Apenas pudo distinguir la cara del atacante, sólo unos mechones rubios que sobresalían de la capucha negra.
-Así que eres tú -dijo el muchacho. Y entonces se disipó en la famosa neblina.
Todo se volvía cada vez más confuso y Sora estaba todavía más exhausto.

Sora empezaba a hartarse de la absurda situación, pegó un puñetazo al suelo.
-¡¿Dónde estoy?! -gritó a los cielos.
-Duermes -respondió la voz de una chica-, pero pronto despertarás.

Una hoja de papel cayó del cielo justo encima de Sora. Antes de que tocara el suelo el muchacho la cogió al vuelo y la observó. Era un dibujo de él mismo. De pronto se dio cuenta de que había alguien observándole de cerca, así que elevó la vista al frente hasta encontrarse con la silueta de una muchacha joven, de más o menos su edad. Llevaba un vestido de tirantes blanco junto con unas sandalias del mismo color. Su cabello era rubio y caía cortito por un hombro. Sus ojos eran azules y su tez clara. En la mano derecha llevaba un cuaderno de dibujo.
Por extraño que pareciera, esa chica le recordaba mucho a Kairi.
-¿Quién eres? -preguntó Sora.
Ella sonrió, pero bajó la mirada al suelo.
-Yo soy… -pero Sora no pudo oír el resto de la frase, porque volvió a disiparse como los demás.

Sora permaneció allí unos instantes, observando el dibujo que aún tenía en sus manos, hasta que éste también se disipó.
De pronto todo comenzó a desvanecerse y las sombras empezaron a envolverle. Sora estaba demasiado cansado para defenderse de ningún modo. Todo se volvió negro.

-¡Sora!
-¡Despierta Sora!

Nada más que abrió los ojos se encontró a Donald y Goofy, quienes le observaban curiosos desde fuera de la cámara donde el muchacho se encontraba.
-¡Donald, Goofy! -dijo Sora emocionado-. Estáis todos bien.
Los tres amigos se abrazaron y comenzaron a dar vueltas con las manos unidas, sonrientes. Hasta Pepito Grillo apareció para unirse a la celebración.
-¿Qué es lo que ha pasado? -preguntó Sora.
-No lo sabemos, sólo que acabamos de despertarnos todos -dijo Donald.
-Todos hemos estado durmiendo -explicó Goofy.
El trío comenzó a poner poses de reflexión, intentando acordarse de algo, pero no surtía efecto.
Pepito Grillo rebuscó en su diario para ver si encontraba alguna respuesta. Algo encontró.
-Mirad esto, no recuerdo haberlo escrito -Pepito Grillo extendió la mano con una nota hacia Sora.

Dar las gracias a Naminé


-Naminé… -pensó Sora en voz alta-. ¿Quién es Naminé?
Todos negaron con la cabeza por no saber nada.
-Pues habrá que encontrarla para darle las gracias -dijo Goofy.
-Y encontrar a Riku y a los demás -continuó Sora.
Volvieron a coger graciosas poses de reflexión.

-¿Nos ponemos en marcha, pues? -propuso Donald.