Tan sencillo como eso
El destino es caprichoso. Y la última vez que el destino tuvo un capricho alguien lo pagó caro.
“Bi bip,bi bip... »
Suena el despertador. Las amanecer en punto.
“Bi bip,bi bip...”
“¡Pam!”
Lo golpeo para que deje de sonar de una puta vez. Abro un poco los ojos, con cuidado. La persiana aún está rota. Me hago una nota mental para arreglarla. Si tengo tiempo.
Aparto las sábanas con el pie mientras me desperezo y bostezo. Llevo dos minutos en la cama sin hacer nada. Y luego me quejo de que no tengo tiempo.
Me levanto a toda prisa y me voy al baño. Vaya asco de espejo. ¿Por qué siempre está sucio? Y el suelo... también está echo un asco. Lo limpiaré por la noche. Si tengo tiempo.
Me lavo los dientes con la poca pasta que me queda. ¿Qué pasa? No tengo tiempo.
Me visto con el traje más aburrido de mi monótono armario. Levanto la vista.
Tres arañas cuelgan del techo. Mirémoslo por el lado bueno: menos moscas.
Cojo el portátil y salgo a la calle mientras busco la cartera. Llevo el dinero justo para el bus, el metro, el café y unos chicles. Voy con un minuto de retraso.
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- Na... na, na, na, na naraná...
Cantaba la flor. Detrás de ella, el caprichoso goblin. Sí, goblin. Ese ser mágico, repleto de misterio, de magia... de desesperanza.
- Ven aquí... ven... ¿No me ves? Yo a ti sí.
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¿Qué tipo de broma es esta? Tres minutos de retraso lleva el bus. Hoy lleva pegado en su asquerosa carrocería un nuevo anuncio para las masas: Una modelo envuelta con lazos, a modo de regalo.
Eso me recuerda que dentro de dos días es el cumpleaños de mi madre. Le compraré un perfume. Si tengo tiempo.
Llego al metro. Cúmulo de gente. Me aprietan, me estresan, me agobian.
Pero como cada mañana, me callo.
¿Qué es? Un olor tan fragante llega a mi olfato... es tan familiar... tan suave... tan dulce...
Abro los ojos sobresaltado. Mi parada. Bajo volando y corro a la oficina.
Llegó cinco minutos antes pero ya me va bien. Abro el ordenador y empiezo con la tarea que había empezado ayer. ¿O fue la semana pasada? Me da la impresión de llevar toda la vida haciendo lo mismo.
Me salto el almuerzo como siempre. Y tomo el mismo sándwich de cada día para comer. En la misma cafetería roñosa. Con la misma camarera-masca-chicle.
Subo a la oficina otra vez. Hasta la tarde. Iré a comprar la cena si tengo tiempo.
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- Na...na...
El llanto de la flor se apaga. El goblin la mira, enternecido. Huele el aire. Está viciado. ¿Cómo puede una dulce flor sobrevivir aquí?
Toca la flor, y una capa de ceniza cae al suelo.
- Con que no eras gris...
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Llego a casa. Estoy cansado, demasiado cansado como para hacer nada, así que pido la cena por teléfono.
Me la traen, pago, ceno.
Sigo trabajando en mi trabajo. Que estúpido, no sé ni en que consiste. Once años que no han servido para nada.
Me pongo a pensar... ¿Cuántas cosas tengo pendientes? Pagos, trabajos, encargos, limpieza, citas, entregas... me va a explotar la cabeza.
- Na... na... naraná...
Me giro con los pelos de la nuca erizados. No han sido imaginaciones mías. Estoy seguro. Más que nada, por que no creo en la imaginación.
Hay algo en mi ventana. Me acerco cautelosamente, descalzo.
Alargo la mano... una flor.
Una flor gris. No les tengo miedo a las flores. O eso me está diciendo a gritos mi cerebro. La cojo con una mano temblorosa y su color gris se desprende en forma de ceniza.
Acónito. Reconozco esa flor. La miro y por alguna razón siento pena.
- Pues yo no siento nada.
La flor habla. Imposible. No puedo soltarla.
- Pídeme lo que sea. Lo que sea...
La miro con desconfianza, un deseo muy profundo me obliga a hablar...
Caigo de rodillas y sin poder evitarlo me pongo a llorar desconsoladamente. Mi corazón se parte de pena. Y solo puedo gritarle:
- ¡Quiero que desaparezcan todos mis problemas!
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El goblin mira a la flor.
- ¿Dónde está el humano? – le pregunta.
La flor no contesta. Se está cubriendo de ceniza de nuevo. Se toma su tiempo.
- Na... naraná... ya no está. No está. No está...
El goblin se aleja. Se detiene. Se da la vuelta.
- Dime, flor de ceniza, ¿por qué?
La flor no contesta. Se toma su tiempo. Ella tiene mucho tiempo.
- Goblin... na... naraná... Si no eres parte de la solución, eres parte del problema.
El goblin reprende su marcha: qué bonito es vivir.