Foros KHWorld

Volví a entrar en el Gremio. Había oído rumores de que un nuevo torneo iba a realizarse. La verdad, era que no había podido ir a ver el torneo de Ragun y Fyk, pero en este iba a participar.

─ ¡Guilmon tiene hambre!─ Oí decir mi teléfono móvil. Ya no me extrañaba tanto que Guilmon, mi compañero, más que mi mascota, hablase desde dentro del móvil que vino colgado en su cuello. Me reí, pues cuando tenía hambre, ya sabía lo que hacer.

─ Primero vamos a inscribirnos en la copa Hefesto, luego te compraré todo el pan que quieras.

─¡Yupiii!─ Contestó, con un tono de estar muy contento.─Guilmon va a comer, pan, Guilmon va a comer pan...─ Decía una y otra vez. Me acerqué al tablón de anuncios y busqué la misión.

─Aquí estás.─ Susurré, mientras cogía el bolígrafo. Puse mi nombre y el de Guilmon, pero me fijé que ya había uno puesto. Ponía, aunque con una letra de un niño que apenas sabe leer, Zait Laind─ ¡Mira por donde!─ Dije, buscando a Zait con la mirada. Estaba sentado en la barra, y tenía un perro al lado suya. Me acerqué y me senté cerca de él.─ ¡Zait, ¿cómo te va?!─ Le pregunté─ ¿Vas a la copa Hefesto tú también?

─¡Guilmon quiere comer pan ya!─ Gritó de golpe, mi compañero, que salió de mi móvil por su cuenta, y se sentaba a mi lado en otra silla.

─Zait, este es Guilmon.─ Le presenté.─Y sí, ya voy... ¿Podrían traer dos barras de pan y un helado de sal marina?─ Pregunté al camarero, que, tras extrañarse del pedido, lo trajo enseguida. Guilmon empezó a deborar la primera barra de pan, y yo a tomar mi helado.

Me apunto a la copa Hefesto. Sobre los objetos... ¿se incluyen armas secundarias o no? Si es así, llevo mi látigo. Si no, llevo una poción.

---

Hitori entró por primera vez en aquel lugar conocido como "El Gremio". Un gran grupo de aprendices se arremolinaban alrededor de la barra, mientras que otros se sentaban en las mesas o se paseaban por la sala. Unos pocos estaban cerca de un tablón de anuncios, al que Hitori se acercó buscando una misión en concreto.

─Mmm... copa Hefesto... copa... Aquí está ─dijo, en voz baja, al localizar el anuncio de dicha misión. Había escuchado hablar de ella a unos aprendices, y le producía bastante curiosidad saber cuán fuerte se había vuelto en su tiempo en Tierra de Partida. Quizás así podría demostrarle a Akio que no era un inútil.

El chico vio que ya había dos nombres escritos en el papel, por lo que no dudó en anotar su nombre rápidamente. Acto seguido, salió del Gremio sin detenerse, y se dirigió a su habitación para preparar las cosas que debía llevar.

Mickael había oído hablar de aquel lugar a las afueras, "El Gremio", lo llamaban. Aunque el joven hombre-rata no acostumbraba a relacionarse con el resto de aprendices, si que aprovechaba sus sentidos animales y escuchaba toda clase de conversaciones en busca de información útil. Fue así como se enteró de la existencia de aquel lugar.

Lo cierto es que los entrenamientos con la Maestra Nanashi se habían vuelto monótonos y el aprendiz se sentía necesitado de nuevas experiencias, así que motivado por el hecho de que ya podía salir de aquel mundo y saciar su creciente curiosidad por otros mundos, se dirigió a aquel lugar, en busca de alguna de esas famosas misiones de las que todos hablaban, que le sirviera de excusa para tener un poco de emoción.

Más allá de lo que esperaba, el Gremio resultó ser un lugar bastante acogedor, en contraste con el tugurio que el híbrido se había imaginado. Sin pararse demasiado, puso su atención en un tablón, el llamado Tablón de Misiones.

-¡Que mala suerte! -se quejo al ver que prácticamente todas ya habían sido cogidas-. Espera... -entonces reparó en una misión que aún no tenía el cupo lleno, un torneo-. Perfecto -pensó, decidido a anotarse.

Ya que estaba por allí, pensó que no estaría de más quedarse a tomar algo, así que se acercó hasta la barra.

-Disculpe -llamó al camarero, que al parecer se mantenía algo ocupado filtreando con unas clientas-. Un vaso de leche, por favor.

El torneo en cuestión era una de las famosas copas de un mundo llamado "Coliseo del Olimpo", al parecer algunos aprendices ya se habían pasado por allí con bastante éxito según lo que se comentaba. Unos tal Fyk y Ragun, que habían sido capaces de lograr un título llamado "Aprendiz de héroe".

Mickael era consciente de la dificultad que supondría el torneo teniendo en cuenta su poca experiencia, pero no pensaba amilanarse. Ya había observado que tres participantes más se habían anotado, algunos incluso con sus mascotas. Era una especie de moda últimamente el que los aprendices consiguieran animales que les ayudaran en sus batallas.

-Extraña manía -pensó mientras le daba un trago a su recién servida bebida.

Y ahí estaba yo, en la barra, con un zumo de naranja con algo de aperitivo. Tak prácticamente saboreaba lo mismo que yo, tan sólo que él bebía de un cuenco.

— ¡Zait, ¿cómo te va?! —me giré sorprendido de escuchar una voz familiar, más exactos, la de Saxor— . ¿Vas a la copa Hefesto tú también?

— Vaya, ¡hola Saxor! —saludé con una ligera sonrisa — ¡Lo cierto es que sí! Acabo de apuntarme hace nada.

Repentinamente, escuché un sonido proveniente de algún extraño aparato, muy lejano a mi entendimiento. Y para mayor inri, un extraño animal rojizo apareció súbitamente de dicho aparato. Parecía un ser propio de las leyendas de caballeros. ¡Apostaría mi pañuelo a que Guilmon era capaz de escupir fuego por la boca! Tenía garras, y muchas marcas negras, además de unos característicos y profundos ojos.

— Zait, este es Guilmon.

— ¡Hola Guilmon! Es un placer conocerte

Mientras Saxor pedía algo en la barra para él y su rojizo amigo, yo me levanté a inspeccionar nuevamente el tablón de misiones. ¡Qué sorpresa me llevé!

— ¡Saxor! —llamé a mi nuevamente compañero de misión —. Parece que la misión ya está lista.

— ¡Hola Guilmon! Es un placer conocerte─ Contestó Zait a mi presentación.

─¡Guilmon también se alegra de conocerte!─ Devolvió Guilmon el saludo.

Zait se había ido al tablón de anuncios, para inspeccionar nuestra misión. Me sorprendí con las siguientes palabras que me dijo.

— ¡Saxor! Parece que la misión ya está lista.─ Fue lo que me contestó.

─ ¿Tan pronto? ¡Pero si hace nada que escribí mi nombre y el de Guilmon, y solo estabas tú! Me dirigí al tablón y miré los nombres nuevos: Hitori y Mickael. No me sonaba ninguno de ellos, pero como iban a ser mis compañeros de Torneo, tendría que saberme los nombres. ─ Pues bueno, tendremos que preparar nuestras cosas... supongo. Una cosa, ¿conoces a Hitori o a Mickael?

─ Pues bueno, tendremos que preparar nuestras cosas... supongo. Una cosa, ¿conoces a Hitori o a Mickael?

— ¿Yo? Que va. De cualquier manera, vamos a ganar esa copa.

Llamé a Tak y terminé de beberme el zumo. Me enderecé el pañuelo y puse los brazos en jarra.

— Bueno, Saxor, me voy a preparar las cosas. ¡Nos vemos en el Coliseo del Olimpo! See you.

Dicho y hecho, salí del Gremio y me dirigí directamente hacia mi habitación, dispuesto a prepararme para la misión.

-¡Hoy es el día! ¡Hoy es el día en que voy a empezar a entrenar de verdad: con la práctica!

Entré ilusionadísimo al Gremio, esperando encontrar una misión que pudiera darme la oportunidad de probar y mejorar mis habilidades. ¡No había mejor forma de mejorar que haciendo trabajo de campo! ¡Y tenía que poner todo lo aprendido en práctica!

Había oído que allí había misiones de todos los tipos, formas y variaciones posibles, así que busqué una que se adaptara a mí. Eché un vistazo alrededor del Gremio, intentando localizar el tablón de anuncios. Como no lograba encontrarlo, me acerqué a la barra a preguntar a uno de los camareros.

-Disculpa, ¿podrías indicarme dónde está el tablón de anuncios en el que se cuelgan las Misiones?

El camarero me miró de arriba abajo, como examinándome. Y entonces, sin más, soltó una tremenda risotada, como si estuviera burlándose de mí. Riendo cada vez más, sin hacer ademán de parar, extendió su brazo y me señaló el sitio donde se encontraba aquello que andaba buscando.



Me quedé mirándolo extrañado. ¿Qué demonios le pasaba? No estaría riéndose de mí, ¿no? Porque si así era, la venganza sería terrible.

Fui corriendo hacia el tablón, emocionado. ¡Por fin iba a aceptar mi primera misión! Examiné atentamente todas y cada una de las Misiones, buscando una que pudiera hacer.

En Proceso, en proceso, en proceso, ¡oh, una disponible! Requerimientos: Título de Aprendiz y Nivel 5. No sabía lo que significaba eso, pero desde luego era algo que no cumplía, así que no podía realizar las misiones.

-¿¡Qué ultraje es este!? ¡No hay ninguna misión disponible para mí! -vociferé indignado, asegurándome de que absolutamente todos los que estaban en el Gremio me oyeran.- ¡Esto no va a quedar sí! ¡Voy a presentar una queja a quien tenga que presentarla! ¡Tengo derecho a una misión!

Enfadado como pocas veces antes, me fui del Gremio dispuesto a buscar a quien quiera que se encargara de las misiones. ¡Iba a hacer una sí o sí!

-Oh, interesante esta misión-Se dijo Hiro a si mismo mientras miraba aquella misión que había encontrado por un casual, era algo fuera de al rutina de ir a buscar cosas y matar bichos, así que decidió apuntarse de cabeza.

Pensó que seria útil aprender a cocinar algo mas aparte de lo que ya sabia, ademas de que siempre podría ayudar en la cocina y sacarse algunos platines de más.

Por casualidad, había escuchado a dos aprendices hablar sobre un sitio llamado "El Gremio". No sabía qué sería aquel lugar y, como estaba aburrida, decidí ir a ver de qué se trataba, así que pregunté a un chico sobre él y me dio indicaciones para llegar. Al entrar, vi que era una taberna, con un camarero bastante guapo al que me quedé mirando embobada durante unos segundos, pero después vi que un chico se quedó mirando una especie de tablón con papeles.

—Oh, ¿qué será eso? —me pregunté en voz alta.

Corrí hacia el tablón en cuestión, y mientras llegaba, el chico se fue, al parecer no le interesó nada de lo que leyó allí. Me quedé mirando los papeles. Eran misiones o algo así.

—Esto podría servirme para matar el tiempo...

Me fijé en unas cuantas, pero ninguna me convenció, o no cumplía los requisitos. Pero finalmente encontré algo que me interesó.

—¿Clases de cocina? Oh, esto suena guay. ¡Y es con Higas... Hiza... con el chef ese que hace comidas tan ricas! —exclamé entusiasmada ante la idea de poder cocinar cosas tan ricas como él—. ¡Me apunto ahora mismo!

Me había acercado ese día al gremio para ver si había alguna misión disponible. Era bastante temprano por la mañana, así que tras pedir un café le eche un vistazo al tablón de misiones.

La mayoría de las misiones ya estaban escogidas y otras estaban fuera de mi alcance. Aunque conseguí encontrar una misión que captó mi interés nada mas leerla: Trabajador Perezoso.

—Por lo que veo el Maestro Kazuki no es el único perezoso del castillo —murmuré por lo bajo apuntándome en la misión —. Bueno, habrá que traer de vuelta a ese pequeño Moguri, aunque tendría que mirar de algún compañero que me ayudase con la captura.

Y allí me hallaba yo, de pie, solo aunque rodeado por no pocos grupos de Aprendices, mirando dubitativo al camarero que atendía todavía a una pareja de amigos. Respiré profundo, intentando serenarme. No me ponía nervioso hablar con el dependiente en cuestión, no, sino... sino decepcionarme.

Había escuchado de aquel Gremio por casualidad mientras entrenaba con mis compañeros, bajo la tutela de Nanashi. No era sólo una taberna; y no tenía permitido ser una per se, en realidad, pues desde el boom de Aprendices de ese mismo año gran parte de los residentes de Tierra de Partida no tenían edad suficiente para beber alcohol.

—Qué demonios —pensaba yo—. Con sus gliders pueden escaparse a Port Royale y atascarse de ron cuando se les antoje.

Pero lo interesante es que, además de actuar como taberna y punto de reunión (o para pasar el rato, solamente), tenía también una característica bastante llamativa para los guerreros de la Llave: Misiones. Amontonados sobre un tablón de anuncios había numerosos papeles ofreciendo recompensas por cumplir los requisitos allí especificados.

—Como en los viejos tiempos, ¿eh? —me dije, recordando que algo similar sucedía en mi viejo mundo.

Di por hecho que no debía preguntarle nada al camarero cuando vi un grupo de Aprendices acercarse y anotar sus nombres, junto con el de su Maestro, en una hoja de papel. Hmm... extraño. Según había escuchado, en las tabernas del Reino Encantado no era tan sencillo ir y apuntarse. Tal vez las cosas eran diferentes porque en aquel mundo, se suponía, todos sabíamos defendernos por nuestra cuenta.

Me aproximé a leer las misiones: Tierra de Partida, País de las Maravillas, Agrabah, el Coliseo, Tierra de Partida...

¡Nada! ¡Nada de Reino Encantado! Gruñí, enfadado porque los Maestros no enviasen grupos de investigación (o rescate, en caso de que yo no fuese el único despierto) al mundo en cuestión. Tendría que comentarle a Nanashi sobre eso. Por lo pronto, para disipar mi enfado, tendría que buscar algo para hacer. Y como no tenía ganas de salir de la academia hasta estar acompañado por alguien de confianza (no me gustaría desaparecer como los Maestros y Aprendices en Vergel Radiante, después de todo), escribí mi nombre sobre la primer Misión nativa con la que mis ojos se toparon. Rasgué el papel al hacerlo.

Curso de Cocina Básica, decía. Pero claro, con la frustración de no poder regresar todavía a mi mundo, ni siquiera me había preocupado por leer el título o descripción. El lugar, fecha y hora me bastaban.

El gremio, aquel lugar del que Light había oído tanto hablar. Parecía que era un lugar bastante popular en el que las personas acudían para pedir cualquier tipo de ayuda. Podía llegar a ser una manera interesante de matar el tiempo.

El chico observaba el panel de misiones con amargura, no podía hacer casi ninguna misión, solo quedaba una que podía hacer. Releyó varias veces el cartel de la misión, parecía algo a su alcance.

—Trabajador perezoso... —musitaba el joven pensativo, intentando decidirse si la aceptaba o no, pues la recompensa no le satisfacía mucho—. Bueno, la recompensa se puede mejorar, pero podemos empezar por algo sencillo. ¡Allá vamos!

Como cada mañana, bajé al Gremio dispuesto a encontrar por fin una misión que estuviera acorde con mi nivel de Aprendiz. Hasta ahora, casi todas las que se habían solicitado requerían poder salir de Tierra de Partida, cosa que aún no se me permitía. Y aunque no me disgustaba poder entrenar sin descanso (más bien todo lo contrario), necesitaba algo con lo que poder probar las habilidades que iba adquiriendo en mi estancia en aquel mundo. ¡Necesitaba demostrarme a mí mismo que todo servía para algo!

Por eso, mi sorpresa fue mayúscula cuando al echar un vistazo al tablón me di cuenta de que había no una, sino dos Misiones disponible para mi status actual ¡Y además, tenían cierto toque deportivo! Podía elegir entre construir y probar un circuito para carreras de Gliders y arbitrar la final de una competición de Moguris.

Desgraciadamente, ninguna de las dos requería poner en práctica las habilidades y la valía adquiridas hasta el momento, pero aun así seguían siendo mejor que nada. Y tenía que reconocer que el MoguPelota me llamaba mucho la atención. Nunca me había planteado que los Moguris pudieran tener un deporte propio. Y mucho menos, que organizaran torneos en Tierra de Partida.

Eché un soñador vistazo al resto de misiones, aunque sabía que eran inalcanzables. ¡Una de ellas requería incluso acabar con una panda de mafiosos! Tareas así son las que yo quería llevar a cabo. ¡Tareas así son las que hicieran que valiera la pena ser Aprendiz! Me planteé seriamente arrancarla del tablón, para asegurarme su disponibilidad hasta que yo pudiera realizarla. No obstante, le había prometido a la Maestra Rebecca que, como portador de la Llave-Espada, ayudaría por encima de todo a aquellos que lo necesitaran. Y a nadie hacía bien que yo "reservara" aquella Misión para mí.

Lo que tenía que hacer era ponerme las pilas y lograr de una vez el nivel necesario para poder salir de Tierra de Partida. ¡Sólo así podría volver al Coliseo y coronarme como el más fuerte! Y, si bien para demostrar que merecía ser aclamado necesitaría cumplir encargos dignos de ser recordados y transmitidos de generación en generación, nadie empezaba siendo grande.