El plan de provocarla había funcionado porque a los segundos de haberle soltado todo aquello tiró el cigarrillo que estaba fumando y lo pisó con fuerza restregándolo por el suelo. Levanté la mirada para verla y me preparé dispuesta a hacer efectivo el plan que había ideado, por si funcionaba lo de picarla.
-¡¡No me jodas!!
Dicho esto se lanzó a por mi dispuesta a darme una patada. La esquivé y aprovechando su torpeza la golpeé en el pie y la tumbé. Una vez tumbada me puse encima de ella y empecé a golpearle la cara.
El público estaba encantado con el combate, pero más encantada estaba yo de darle puñetazos en la cara a la que me había insultado poco antes.
Cansada de darle puñetazos me levanté y me aleje unos pasos por si me lanzaba algún ataque para estar preparada para ello pero en vez de eso se levantó y me escupió; aquello me enfureció. Me quité de la cara el escupitajo de mala gana y me acerqué a ella dispuesta a darle su merecido. Pero escupió al suelo y empezó a hablar, lo que me hizo pararme en seco.
-¡Así que esto es lo que quieres, zorrita!¡Fomentar la violencia!¡Sólo eres una pringada que intenta tener un mísero minuto de gloria!
Aquella respuesta hizo que me echara hacia tras dolorida y enfurecida con ella, y justo cuando iba a contestarla, en un visto y no visto, noté como mi espalda rebotaba contra el suelo.
Lo único que pude hacer fue poner una mueca de dolor y contemplar como quedaba indefensa ante mi rival que estaba de pie mientras yo permanecía tirada en el suelo.
Me cubrí la cara para recibir los puñetazos que me esperaban pero nada sucedió. Así que bajé los brazos y al levantar la mirada ví a la chica apuntándome con el dedo.
-¡Esta eres tú! ¡Una chiquilla patética que no tiene donde caerse muerta!
Apreté el puño con fuerza y volví la cara para ocultar mis sentimientos. La ira y el dolor se estaban apoderando de mi. Quería reventar a aquella chica, quería destrozarle la cara, hacerle daño; así que levanté la vista y la miré desafiante y aprovechando que estaba en el suelo intenté tirarla cogiéndola de nuevo por los pies; si no lo conseguía de esa manera, me levantaría y me lanzaría hacia ella con todas las fuerzas que la rabia que sentía en ese momento me dieran.