[Reino Encantado] El fin del Sueño

Trama de Bitron, Alanna, Xefil y Saito

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor H.S Sora » Sab Feb 03, 2018 11:44 pm

Era poderosa. Muchísimo. Más de lo que había pensado, y me inquietaba pensar el punto hasta el que llegaría.

Me aterró la duda de si nosotros, en realidad, éramos capaces de hacer algo contra ella. Ya no se trataba de vencerla, pero si impedir que protegiera a su creador y que fastidiara a Bella.

Con una mano en el costado, tratando de evaluar la herida y las opciones que teníamos, me reagrupé con Alice y me acerqué a Xefil. Llave Espada preparada para lanzarme a por ella en cuanto tratara de alejarse.

¿Qué hacemos? —Intervino Alice, sin quitarle la vista de encima a Friederike—. No sé si podremos aguantar mucho así.

El combate cuerpo a cuerpo es una locura. Y apenas nos ha mostrado habilidades.

¡Pero qué estáis intentando!

Fue entonces cuando me percaté del humo y del fuego que se extendía por las espinas. No había avanzado mucho todavía, pero si lo suficiente como para molestar a Karel. En un principio había pensado que el ataque de Alanna era solo para el general de Xihn, pero de algún modo Bella había tenido que ayudarla para que su habilidad también afectara a las espinas.

A pesar de que las llamas las envolvían, se las arreglaban para seguir surgiendo de nuevo. Había que hacer algo antes de que fuera demasiado tarde. Teníamos que abrirle paso a Bella para que pudiera salvar el Corazón. El tiempo seguía abriéndose paso poco a poco, y pronto volvería a transcurrir con toda normalidad. Si es que no lo hacía ya.

Y el caso era que, aunque la estrategia del fuego y el humo estaba dando buen resultado, era difícil predecir si seguiría siendo así cuando la cosa se descontrolase del todo. Sellar la cerradura sería más complicado aún en el momento en que el humo nos impidiera respirar, aunque para la creación de tinta de Karel no sería un problema.

Aproveché para utilizar mi estilo y beberme tres Éters del tirón. Teníamos que jugárnosla ahora, antes de que no hubiera vuelta atrás. Y para ello ni Karel ni la antigua Portadora debían tener la oportunidad de molestar a Bella.

Ve a ayudar a Alanna—le pedí a Alice mientras invocaba mi armadura de Espinas Negras. Intenta abrirle una brecha para que también pueda atacar.

Sin perder el tiempo se alejó y yo me dirigí a Xefil.

¿Tienes algo que sirva para inmovilizarla? Hay que mantenerla aquí, cueste lo que cueste.

Asentiría fuera cual fuera la respuesta del hombre y lanzaría mi hechizo Sagitta Tenebris contra la rival. Si volvía a utilizar la técnica de evasión que le había visto usar antes, aprovecharía para asestar un golpe en cuanto tuviera la oportunidad.

Esperaba que la armadura aguantara un poco sus brutales acometidas, y utilizaría las tres extensiones que todavía me quedaban para atacarla simultáneamente junto con la Llave Espada y el apoyo que me brindara mi compañero.

Si se nos escapaba y se dirigía hacia la Princesa del Corazón trataría de impedir que la atacara de la única manera que se me ocurría: con el ataque final del estilo. A situaciones desesperadas, medidas todavía más desesperadas.

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—Estilo.

—Éter x3.

Espinas negras (HM) [Nivel 30] [Requiere Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico 40]. El usuario, o un aliado que éste elija, recubre su cuerpo en una armadura de oscuridad con pequeños pinchos que sobresalen. Daña a todo enemigo que ejerza contacto físico con él. Detiene la mitad del daño producido por cualquier ataque físico y mágico de igual o menor nivel. La armadura se deshace en dos turnos, a menos que se destruya antes con habilidades de nivel superior. Es más débil frente a ataques de Luz.

Sagitta Tenebris (HM) [Nivel 21] [Requiere Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico: 30]. El usuario dispara una concentración de poder mágico hacia el cielo, que al llegar se fragmenta y cae en forma de una lluvia flechas que ataca a todos los enemigos en un radio de 5 metros.
Y solo en caso de que Friederike vaya a impedir que Bella empiece/continúe salvando el Corazón:

Caballero del Abismo (HC) [Nivel X]. El aura que rodeaba a Saito se transmite a su arma blanca o Llave Espada, éste se mueve a gran velocidad hasta detrás de un enemigo y ejecuta un corte con su arma que produce gran daño.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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[X] #4 - Más leña para el fuego

Notapor Zee » Sab Feb 03, 2018 11:53 pm

 
Lo lamento, Aleyn. No quería ensuciar tu arma de esta forma.


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~Treasured Memories~


Otros mundos escribió:¿Y dónde supone, esta mujer, que se encuentran los otros mundos, como insiste en llamarlos? ¿Ocultos tras el azul del firmamento, como si fuese una cortina? Jamás he escuchado —o leído, quiero destacar— una aseveración tan ridícula.

El muchacho de cabellos castaños descansaba recargado contra el amplio tronco de un olmo, con un par de libros abiertos sobre sus muslos y un montón de golosinas en una canastilla tejida a un costado suyo. El chico, que apenas rozaría los quince años, miró a su amiga con una sonrisa entre burlona y lastimera, si bien en su interior él sabía con claridad que, por qué no, estaba dispuesto a escuchar un poco más de aquellos cuentos de trobador.

Para, para eso. No me gusta cuando hablas así.

¿Cuando hablo en qué forma, exactamente, Erika?

Como si te hubieras tragado uno de tus libros polvorientos.

El castaño hizo una mueca y llevó varios de sus dedos, largos y pálidos, al canasto de frutos secos que tenía entre Erika y él. La joven se acomodó uno de los mechones rubios que le caían sobre la cara, digna, y luego contempló a su compañero con seriedad.

No puedes verlos porque están lejos. ¿Así como la montaña del hada malvada se ve pequeña desde aquí? Bueno, pues los mundos están más lejos aún, por eso se ven como estrellas, y sólo cuando es de noche.

¿Estrellas? —repitió el niño, levantando las cejas para que Erika notara su incredulidad—. ¿Así que cada estrella es un mundo ahora?

Si puedes creerle a esa hechicera, Xefil, entonces sí.

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Xefil bufó, y el aliento que escapó de sus labios hizo bailar uno de los mechones que le caían sobre la frente.

Esa mujer es un fraude —señaló, fruncido el ceño—. Conoce un poco de hierbas y otro poco más de medicina, y se hace llamar una bruja.

Hechicera —apuntó la chica.

Misma diferencia. Erika, todos sabemos que la magia pertenece a las hadas, no sé que intenta demostrar con sus trucos —Xefil se encogió de hombros y tomó otro trozo de fruta. Erika, cabizbaja, lo imitó—. Padre tampoco le cree nada.

Yo le creo —exclamó ella, irguiéndose tan de pronto que Xefil se estremeció en su sitio—. Dice muchas cosas como para que las haya inventado. Hay un mundo que es pura arena, con un gran palacio en el corazón del desierto; y otro que es sólo un mar interminable y unas cuantas islas.

¿Y ha ido alguna vez allí? —preguntó Xefil, inclinándose un poco más hacia Erika, sólo unas pulgadas.

Bueno... No —Antes que el chico pudiese replicar de nuevo, Erika se apresuró a añadir—: ¡Pero es porque los mundos tienen barreras entre ellos! Es como si se protegieran ellos solos.

Si nadie puede cruzar esas barreras, ¿entonces cómo saben que los mundos están allí? —inquirió Xefil, en esta ocasión con un interés sincero y ya sin muchas ganas de molestar a la chica.

No sé. Tal vez sí puedan cruzarse, a veces —Erika resopló y se echó sobre el césped, apoyando su peso sobre un codo y sosteniendo su cabeza sobre su mano. Sus ojos, dos rarezas amatistas en el reino, miraban con un brillo particular al cielo azul.

»Hay un mundo donde puedes volar, también me dijo. ¿No te gustaría ir? —preguntó. Xefil la miró con atención, observando su rostro soñador, sus ojos iluminándose con el más profundo deseo, y sonrió un poco.

No me gustan las alturas. No-oh, yo paso. Nada de volar.

Yo iría sin pensarlo —continuó ella—. ¡Imagina si pudiera volar! Iría al reino de Huberto en un instante, por ejemplo, y luego volvería para la hora de la merienda. ¡Podría ir a donde quisiera! Lejos, muy muy lejos de aquí.

Pero si ya llegaste hasta ese mundo en primer lugar, entonces ya puedes ir a donde se te antoje —razonó Xefil.

Erika no respondió. En lugar de ello, sonrió radiante, le quitó los libros a Xefil y luego puso su cabeza en las piernas del chico, cerrando los ojos y acurrucándose. El joven sólo resopló, algo fastidiado, pero no la hizo a un lado. Tomó uno de los libros que Erika le había quitado y continuó estudiando.


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~Extreme Encounters~


«¡Es rápida!»

Mis preciados recuerdos me llenaron de energía, incluso cuando la lucha parecía no ir a nuestro favor.

Y demonios, sí que era veloz. El cuerpo de Friederike se disipó en la nada antes que mi hoja pudiera siquiera rozar su piel. De una forma similar a las Sombras, el cuerpo de tinta de la mujer se deshizo bajo mi ataque y mi daga terminó clavándose en el vacío. Al instante giré sobre mis talones, esperando a la copia apuntándome con la Llave justo en el pecho; para mi alivio, y asombro, Friederike se encontraba sobre una de las espinas, esperando. Como si se burlara de nosotros.

Mi Maestro recordaba muy bien todas las habilidades de su antiguo cuerpo. Siempre consideró que fue uno de los mejores.

La copia hizo ademán de atacarnos, pero Saito intervino en el momento preciso y arremetió implacablemente contra ella con un par de apéndices hechos de oscuridad. La reina se deshizo de ellos sin mucho esfuerzo, blandiendo su Llave-Espada con pericia y partiendo uno de los tentáculos por la mitad. Y no obstante, el embate de mi compañero sirvió para distraer a la copia lo suficiente para no recibir su represalia.

Entonces Alanna puso en marcha su plan y disparó una bola de fuego en dirección a Karel: o más bien, en dirección a las espinas que lo rodeaban. El hombre rodó para hacerse a un lado, lo cual le dio a Bella una oportunidad perfecta para arremeter contra el corazón, ya que una de sus flechas salió disparada de un rincón de la habitación y se clavó en el centro de la cerradura.

Observé, expectante. Y no pasó nada. Necesitaba hacerlo de nuevo.

Saito había invocado a una guardiana para que luchara junto con él, y ambos se habían lanzado sin miramientos hacia Friederike. Mientras tanto, el fuego de Alanna comenzó a extenderse con los espinos como combustible, llenando la habitación de forma lenta. Las llamas, danzarinas, se hacían más grandes a cada instante; humo espeso y maloliente empezó a atiborrar la habitación. Las espinas inagotables continuaban creciendo incluso cuando sus compañeras perecían bajo las atronadoras llamas.

«Necesitamos terminar con esto ya».

Hice ademán de ir al frente, pero Saito llamó mi atención y me pidió unos segundos de tiempo:

¿Tienes algo que sirva para inmovilizarla? Hay que mantenerla aquí, cueste lo que cueste.

Puedo intentar —respondí de forma apresurada, metiendo una mano mi morral y sacando un Éter, el cual bebí de un jalón antes de continuar—: Pero estas cosas de tinta se sacuden mis plantas como si fueran telarañas.

Con un veloz movimiento, le lancé mi daga de plasma a Friederike, al mismo tiempo que Saito disparaba una lluvia de proyectiles en su dirección. Tanto si el proyectil impactó como si no, invoqué mi llave en mi mano derecha, puesto que todavía sostenía la de Aleyn en la otra, y arremetí contra ella con un potente mandoble, usando ambas armas como si fueran una sola.

«Lo lamento, Aleyn. No quería ensuciar tu arma de esta forma», pensé con lástima y algo de disgusto.

Esperé el contraataque de Friederike, intentando esquivarlo al último momento con una Elusión Mágica. Si veía que el golpe era inminente incluso tras reaparecer a un lado suyo, entonces pondría formaría una cruz con ambas llaves para aguantar la tremenda fuerza de la reina. Luego de cualquiera de las dos posibilidades, usaría la punta de las armas para disparar un Gravedad directo en el pecho del ser de tinta en caso de que intentara alejarse de nosotros, y dándole oportunidad a mi compañero de que interviniera de nueva cuenta.

Tras el primer ataque de Saito, desaparecería en el vacío para iniciar un persistente conjunto de golpes y parpadeos que denominaba Hoja Insomne, concentrándome para seguir la vulnerable espalda de Friederike si la copia se movía de su sitio. Al final, sin dejar pasar ni un segundo, remataría con un Cuscuta, buscando inmovilizarla todavía más —o de nuevo, si había escapado el efecto de la gravedad.

«Este es nuestro mundo», pensé con determinación y poseído por un vigor indescriptible. «¡No tienes permitido tocarlo!».

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PHs: 26/54
Éter
Restaura la capacidad de usar habilidades hasta “10 niveles (20 PH)”.
PHs: 46/54
Gravedad (HM) [Nivel 10] El usuario crea una esfera de energía gravitatoria concentrada que hace caer en una localización, aplastando a los enemigos que se encuentren debajo e inmovilizándolos según la Fuerza que posean.
PHs: 36/54
Elusión Mágica (HM) [Nivel 8] El usuario se teletransporta en un parpadeo a un sitio completamente distinto en un radio de cinco metros. Útil para esquivar ataques o confundir al enemigo.
PHs: 28/54
Hoja Insomne (HC) [Nivel 15] El usuario se teletransporta múltiples veces alrededor del oponente, buscando confundirlo. Ataca con su arma de dos a cinco veces (depende de Velocidad del usuario y Reflejos del enemigo) y retrocede hasta el punto inicial. Puede usarse contra múltiples oponentes, pero el número de ataques será el mismo. El teletransporte puede verse interrumpido y los ataques interceptados.
PHs: 13/54
Cuscuta (HM) [Nivel 10] A la orden de su invocador, crecen bajo los pies del enemigo y lo envuelven, invadiendo su circulación superficial para inmovilizarlo por un turno, dejándole el cuerpo entumecido.
PHs: 3/54
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor Drazham » Dom Feb 04, 2018 1:14 am

Cierra esa sucia y humeante boca. —Las provocaciones funcionaron al final. La enervación de Karel, que apenas podía controlar, y su forma de arrastrar las palabras era justo lo que quería—. Tienes suerte de estar viva, ni siquiera deberías…

¿Ni siquiera debería qué? —le espetó, desafiante, y echando el torso hacia delante.

Pero Karel quiso cortar por lo sano. Y ella no fue menos. Al instante que le vio alzar su pincel, dejó fluir las llamas que estaba acumulando con recelo en el pecho todo ese tiempo y exhaló hacia la maraña de espinas. Karel se arrojó al suelo antes de que le cazasen las llamaradas, lo que le dio luz verde para no perder tiempo en quemar más magia, abalanzarse sobre él, y hundirle las garras. O al menos lo habría hecho de no ser porque el muy cobarde se envolvió con una suerte de manto a tiempo.

Eso no quito que su hálito, junto con una pequeña ayuda, fue suficiente para que las llamas comenzasen a engullir las espinas. No supo que fue lo que la sacudió con un subidón de placer; aquella imagen, o la expresión que compuso Karel.

¡Pero qué estáis intentando!

«¿A ti que te parece?», quiso decirle con tono mordaz, pero con la adrenalina disparada y la boca pastosa que le dejaba su aliento, no le salieron las palabras.

Bueno… Eso, y que el nuevo temblor que provenía de la cerradura la sorprendió. Alanna contempló con una mezcla de horror e indignación como las espinas que perecían ante el fuego eran sustituidas por nuevos brotes. Si aquello era una especie de mensaje por parte de la infección, sin duda era de lo más retorcido. Con todo, lo único que había conseguido era inundar la sala con la humareda que desprendían las zarzas.

Muy a su pesar, tenían que volver a dejarlo todo en manos de una Princesa del Corazón. En las manos de Bella, que todavía necesitaba que la cubriesen de ese insulto que intentaba emular a la Primera Reina.

Y también de Karel, al cual pilló reforzando el manto en una armadura por el rabillo del ojo.

«Cúbrete con todo lo que quieras. Eso no va a impedirme que te de la paliza de tu vida.»

Supuso que sus dichosos monstruos de tinta no necesitarían ni aire ni luz para combatir. Pero él sí. Y tenía que pararle los pies antes de que se le ocurriese crear más para inclinar la balanza a su favor, porque ya era un suplicio lidiar con la copia de Friederike y una nube de humo incandescente asfixiándoles.

Aprovechándose de la poca visibilidad que ofrecería el humo, trataría de ocultarse y acechar a Karel cual depredador hambriento. A partir de ahí, se aprovecharía de ese factor para crear un espejismo de ella misma, con suerte no tan fácil de discernir, y lo arrojaría sobre Karel. Tras tomarse un éter para reponer energías, se guiaría por cualquier movimiento o ataque de su presa hacia la ilusión para saltarle por un costado y tirarle al suelo con una llave.

Y por los dioses que no se levantaría, como si lo tenía que clavar allí mismo con la armadura. Le hundiría su puño cargado de un Embate flamígero en el pecho. Iba siendo hora de comprobar si sus puñeteras barreras le seguían siendo el mismo obstáculo que tiempo atrás.

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Espejismo de calor (HM) [Nivel 13] [Requiere Afinidad a Fuego; Poder Mágico: 15]. El usuario altera la temperatura del aire para crear una ilusión óptica (imperfecta) de una persona u objeto que se encuentren a su alrededor. En caso de reflejar a una persona, puede moldear el calor para que se mueva a deseo del usuario. Dura una ronda.

Éter

Embate flamígero (HC) [Nivel 16] [Requiere afinidad a Fuego; Embate ígneo; Fuerza: 25; Cuerpo a cuerpo: 27] El usuario se propulsa con la fuerza de las llamas y crea una masa compacta con ellas en su extremidad con la que arremeter y causar una explosión moderada al impactar.
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Ronda 5

Notapor Suzume Mizuno » Mar Feb 06, 2018 4:03 am

La Torre



Ban no se movió, pero al final Felipe fue capaz de derrotar a la criatura por su cuenta de un potentísimo tajo de su espada mágica. El príncipe miró, entre desconcertado e iracundo a Ban, pero no perdió más tiempo y continuó subiendo.

Y subiendo.

Y subiendo.

Al llegar a lo alto de la torre, dio un empellón a la entrada, que casi reaccionó con normalidad. El tiempo estaba a punto de restaurarse.

Al otro lado encontró una sombra blanca en el suelo. Los restos del hada que, durante tanto tiempo, había intentado proteger el reino y que terminó por sacrificar su propia vida. Felipe cerró los ojos para no ver lo que había sido de Freyja y luego se encaminó hacia las penumbras de la torre, donde se encontraba la cama de Aurora, donde el hada la había acostado.

Solo que quien esperaba no era Aurora. Al menos, no estaba sola.

Maléfica se había sentado en una silla y contemplaba a la durmiente princesa con una expresión extraña. Había dolor y nostalgia en esos ojos fríos. No se molestó en hacer caso al príncipe que, falto de aliento, levantó la espada.

No seáis bobo, alteza. Puedo derrotaros sin levantar un dedo, incluso con esa espada. No le he hecho daño a la princesa. Él la quiere para su espada. Así que vendrá cuando vea que no se la llevan. Pensé que su muñequito sería menos cobarde e intentaría venir a por ella y entregársela, pero he subestimado su valor. —Soltó una risa seca—. Deberíais darme las gracias. Le he ahorrado mucho dolor.

Dejó que Felipe se acercara, tenso y alerta, y rodeara la cama para llegar al otro lado de la misma. Se inclinó sobre Aurora. Tocó una de sus heladas manos. Le acarició el rostro, al borde de las lágrimas. Sobre ella caían motitas de polvo y el tiempo… Sí, estaba a punto de ser completamente normal.

Puede que fuera por la espada, que no reaccionó a la presencia de Aurora, o por una suerte de sexto sentido. O porque le faltaba algo a la muchacha. Pero de pronto, Felipe comprendió.

Se quedó congelado una eternidad. Después levantó la vista hacia Maléfica, que le dedicó una cansina sonrisa.

Cuando el tiempo vuelva a la normalidad, morirá. Si queréis conservar su cuerpo, os recomendaría llevároslo… Ahora. Haced que esos caballeros vuestros la ayuden. Yo os aseguro que cuidaré bien de esto y que destruiré a ese villano. Nuestro mundo sobrevivirá. Es un buen trato, ¿no creéis?

Y mostró que en una mano, encerrado en una fuerte malla de oscuridad, latía un corazón de una luz contenida, como si alguien hubiera atrapado el amanecer.

Felipe soltó un alarido de furia y desesperación.


El Corazón


Karel consiguió envolverse en su armadura, entre toses, y se incorporó para empezar a crear, con rapidez, nuevos lacayos.

Entonces, Alanna, que había logrado acercarse por detrás, lo cogió con una llave y lo arrojó al suelo. No fue difícil. Es más, a pesar de la armadura de tinta, resultó insultantemente sencillo. Desde luego, Karel no estaba hecho para el combate directo. Alanna ni siquiera necesitó demasiado la ayuda de Alice, excepto para que esta le apartara el pincel de la mano. Karel, muy quieto, se dejó inmovilizar y no se resistió.

Por desgracia, no fue el caso de Friederike. Los actos de esta fueron fulminantes y solo era una maldita copia de tinta. Lo cual llevaba a preocuparse bastante por las habilidades de Karel, que le permitían depositar tal poder en una de sus creaciones… Esquivó la daga de plasma, así como los proyectiles de Saito, casi sin esfuerzo. Usaba el humo y también las raíces para ocultarse y manifestarse en lugares distintos. Saito recibió un brutal impacto por detrás y solo su armadura lo protegió de caer inconsciente o, peor, con el cráneo destrozado. Entonces Xefil llegó al rescate. Un par de estocadas dejaron claro que pelear con una Llave Espada muerta no era muy inteligente, ya que esta comenzó a fragmentarse y emitió casi un cristalino sonido de dolor.

Y es que Friederike era una espadachina monstruosa. Le arrancó la Llave Espada de las manos y solo gracias a su unión pudo recuperarla. Pero entonces la criatura de sangre dio una patada a Saito en el vientre. Los pinchos le atravesaron el pie y quizá la afectaron, pero era un ser que no terminaba de estar vivo y no dio muestras de reaccionar. Saito se dio de lleno contra una de las espinas negras, gordas y repletas de Oscuridad, y una de esas estuvo a punto de atravesarle un hombro. Solo se lo dejó adormecido.

Las raíces de los espinos se arrastraban por delante cada vez más y más rápido. Escucharon un violento temblor cuando los cimientos del castillo empezaron a ceder. Y, entonces, oyeron… ¿gritos?

¿La gente estaba despertando por fin solo para encontrar una muerte aún peor que a manos de orcos y goblins?

Friederike atrapó a Xefil entonces, casi sin esfuerzo, y lo aplastó contra su cuerpo, poniéndole su Llave Espada, de pronto afilada, contra el cuello. Se encaró a Alanna, a cuyo lado Alice se desvanecía.

Desde el suelo, Karel sonrió.

Todo se habría solucionado si me hubierais traído a Aurora. ¿Qué creéis, que estará sola? Sin duda sabéis que Diablo está por aquí. Maléfica llegó a la torre hace horas. Si hubierais negociado con ella, quizá habríais podido salvar a vuestra princesa. ¿Y ahora qué? ¿Me matáis? Friederike es más rápida que cualquiera de vosotros. Habrá dos cadáveres si no tenéis cuidado.[/color]—Calló un momento y se humedeció los labios—. [b]Puede ayudaros a cortar las raíces. Dará algo de tiempo a la gente de allí arriba.

¿Hablaba en serio o planeaba algo? Era difícil saberlo con su armadura encima, aunque resultaba evidente que Alanna podría hacerle mucho daño si quería.

Entre tanto, Bella logró poner las manos sobre la Cerradura, abriéndose paso como pudo entre las espinas. Soltó un gemido de dolor y un humillo desagradable, que poco tenía que ver con las espinas ardientes, salió de sus dedos. Quemaba. Dolía. La oscuridad la rechazaba. Y, entonces, las raíces empezaron a crecer y a crecer y a surgir casi como un río fuera de sí. Los ojos de la Princesa del Corazón se iluminaron de pura luz y toda ella empezó a flotar con delicadeza mientras proyectaba su energía hacia aquel mundo al borde de la destrucción total.

Sin embargo, hasta que hallara la semilla, no podía detener las raíces, que se abrían paso a su alrededor y penetraban en todos los rincones, abrían grietas y hacían temblar el mundo entero.




Saito
VIT: 80/120
PH: 9/60

Alanna
VIT: 60/60
PH: 0/32

Xefil
VIT: 15/20
PH: 26/54




Faltas: Astro III. Expulsado

Fecha límite: sábado 10 de febrero.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor H.S Sora » Sab Feb 10, 2018 9:31 pm

Me llevé una mano al hombro, mientras mi mundo particular daba vueltas en una vorágine de humo y pensamientos intrusivos que me impedían caer inconsciente. Porque hacerlo significaba el final.

¿O quizá ya lo era?

Con la vista desenfocada, trataba de encontrar a Xefil y a Alanna. Me zumbaban los oídos, y me sorprendió encontrarme con que Friederike no me había llegado a cercenar ninguna parte del cuerpo todavía. La boca me sabía a sangre y debía dar pena verme, pero al menos estaba vivo.

Los gritos que se oían no hacían más que empeorarlo todo mientras trataba de arrastrarme, entre tanto humo y las espinas que seguían expandiéndose y devorándolo todo a su paso. El tiempo había vuelto del todo, ¿verdad? Y no habíamos tenido noticias ni de Bitron ni de Felipe o los compañeros que estaban en Atlántica. No parecía buena señal.

Me llevé una Poción y me moví lo suficiente como para encontrarme con la situación más horrible que podía haber visto: Xefil, con la Llave Espada de la criatura de tinta al cuello. Por un momento pensé que lo había matado en el acto, pero luego me encontré con que Karel estaba inmovilizado por Alanna.

¿Un empate? No. No podía serlo. El acólito de Xihn sonreía.

Todo se habría solucionado si me hubierais traído a Aurora. ¿Qué creéis, que estará sola? Sin duda sabéis que Diablo está por aquí. Maléfica llegó a la torre hace horas. Si hubierais negociado con ella, quizá habríais podido salvar a vuestra princesa. ¿Y ahora qué? ¿Me matáis? Friederike es más rápida que cualquiera de vosotros. Habrá dos cadáveres si no tenéis cuidado.

Me tomé dos Éteres intentando pensar en lo que habría podido suceder ahí arriba. Se me heló la sangre solo de pensar en lo que eso podía significar. Negué con la cabeza, intentando convencerme de que eso no era posible.

Puede ayudaros a cortar las raíces. Dará algo de tiempo a la gente de allí arriba.

Nuestras opciones están limitadas por la capacidad de nuestras acciones. Y en aquel instante, tan breve y efímero, intenté imaginarme las situaciones que podían ocurrir. La mayoría acababan con la muerte segura de Xefil, un Karel medio moribundo con suerte y un mundo que caía en la Oscuridad absoluta. Eso, por descontado, si a la criatura de tinta no le daba por matarnos a los tres a la vez.

Porque había quedado claro lo mucho por lo que nos superaba. De un modo u otro era inalcanzable, y eso había dejado un hueco particularmente doloroso que nada podría llenar. Daba igual que hubieran pasado cuatro años, tres Caballeros eran incapaces de hacer lo que Nanashi y Nithael habrían conseguido en un instante.

Pero ellos no estaban ahora. Y las cosas quedaban en nuestras manos. El caso era que no sabía si Karel había visto o no a Bella, pero... ¿parecía que no? De todos modos, no podíamos fiarnos de él. Pero tampoco era como si tuviéramos otra opción.

De acuerdo. Te soltaremos, pero que ella también le deje. —Señalé a Xefil—.¿Qué quieres a cambio?

No estábamos en condiciones de negociar nada, y mucho menos yo con nadie. Pero si había una posibilidad de que pudiéramos salir de aquella con el corazón purificado... tenía que ser esa. Aunque fuera con la ayuda de alguien tan despreciable como él. Desde luego era más capaz que todos nosotros juntos.

Invoqué a Alice de nuevo y me dirigí a él.

Pídele que nos ayude, por favor.

Si Alanna se quedaba vigilando a Karel, le pediría a Alice que nos ayudara a cortar las raíces. En caso contrario le diría a ella que se quedara con Karel porque no me fiaba ni un pelo de lo que podía hacer si le dejábamos campar a sus anchas.

De un modo u otro ayudaría a cortar aquellas malditas espinas que crecían a una velocidad desbordante. Me dirigiría hacia aquellas que tuviera más cerca y la golpearía con Llave Espada mediante todas mis fuerzas. Utilizaría Profanus si no bastaba con ataques convencionales y al acabar iría a por otra. Tomando un tercer Éter si era necesario.

No le quitaría el ojo de encima a Friederike. Por que estaba seguro de que esa alianza temporal podía acabarse en cualquier momento.

La prioridad era que Bella pudiera conseguirlo. Que Reino Encantado no se redujera a la nada espacial en la que muchos otros mundos ya se habían convertido.

Habíamos estado caminando por un lago congelado durante toda la misión, y sentía el suelo empezando a romperse bajo mis pies. Ahora ya era demasiado tarde para huir.

Spoiler: Mostrar
—Poción x1

—Éter x2

Alice (HM) [Nivel 22] [Requiere Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico: 60]. Saito utiliza un recipiente de barro con forma humana para invocar a Alice, siguiendo ésta sus órdenes. Se aprovecha de su alta velocidad para atacar con una guadaña de oscuridad durante dos rondas a los objetivos. Puede dañarse, pero al ser de barro no tendrá problemas en seguir peleando hasta agotar su tiempo.

Solo en caso de que los ataques de Llave Espada no sirvan:

Profanus (HC) [Nivel 15] [Requiere afinidad a Oscuridad, Poder Mágico: 20, Combate con armas blancas: 15, Fuerza: 20]: El Usuario imbuye su Llave Espada o Arma Blanca con Oscuridad en el filo y este se expande y crece dos metros de largo. Tras esto una aura de oscuridad rodea al usuario y ataca de 3 a 5 veces golpeando a todos los enemigos que entren en su radio de alcance e infligiéndoles bastante daño. Dura un turno.

—Éter x1

Profanus (HC) [Nivel 15] [Requiere afinidad a Oscuridad, Poder Mágico: 20, Combate con armas blancas: 15, Fuerza: 20]: El Usuario imbuye su Llave Espada o Arma Blanca con Oscuridad en el filo y este se expande y crece dos metros de largo. Tras esto una aura de oscuridad rodea al usuario y ataca de 3 a 5 veces golpeando a todos los enemigos que entren en su radio de alcance e infligiéndoles bastante daño. Dura un turno.
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Re: [X] #5 - Asiéndose a las ramas

Notapor Zee » Sab Feb 10, 2018 11:37 pm


¡Así que sí tienes al menos una idea de cuánta gente va a morir! ¡De cuántas vidas Xihn ha destrozado! ¡De cuántos corazones seguirá rompiendo!



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~Ventus Arrangement~


Orígenes 2 escribió:Por tercera vez, un puño se estrelló desesperadamente contra la madera. El sonido de un par de botas exasperadas resonó detrás de la puerta, la cual se abrió de un tirón y dejó ver a un hombre de espalda ancha, gesto arisco y postura firme. Sus ojos pequeños ojos eran dos indignadas hendiduras, una hostil y penetrante mirada, de color azul glacial, se había clavado en Xefil como si fuera una espada militar como la que el individuo llevaba al cinto.

Aléjate de mi hija, muchacho —exigió, con una voz áspera y severa. Parecía que sus labios apenas se movían detrás de su frondosa barba marrón—. Es mi última advertencia.

Lord Fromm, no lo entendéis —imploró el muchacho, dando medio paso al frente. El hombre que obstruía el marco de la puerta no se movió ni una pulgada. Solamente pareció ser mucho más alto que antes—. Tenéis que dejarme hablar con…

Erika no tiene nada más que decir —interrumpió Lord Fromm, llevándose una mano al cinturón de forma amenazante—. Aléjate de mi casa y de mi familia. Ten un poco de honor, como tu padre.

Xefil tragó saliva, nervioso. El padre de Erika siempre había sido aterrador, pero usualmente lo había tratado con respeto y afecto, desde que había sido un niño. Ahora, cualquier indicio de aquellos sentimientos había desaparecido. Lord Fromm ya no era el agradable si bien enorme padre de su mejor amiga; era un militar retirado que podía partirlo en dos sin esfuerzo, como a una rama.

Pero no iba a detenerse. ¡No cuando podía perderla!

Había visto su silueta, su cabello rubio y sus ojos violetas inconfundibles detrás de su padre. En el interior de una de las amplias salas de la mansión, había un sofá; y en él, se encontraba Erika, cabizbaja, con su rostro oculto entre los mechones de su cabello.

¿Es ella? Allí atrás, ¿es ella? —preguntó el joven, intentando sonar amenazante. Lord Fromm ni siquiera se giró antes de responder:

Quisiera que por un momento estuvieses en sus zapatos, Xefil —dijo—, para que entendieses el incordio que supones para ella.

Una risa cristalina y meliflua resonó en la sala donde Erika se encontraba. Xefil se inclinó hacia un costado, intentando espiar el interior por el hueco entre el corpulento brazo de Lord Fromm y el marco de la puerta. Sólo alcanzó a notar una cabellera rubia, de un color muy claro, más que el de Erika, tanto que parecía nieve iluminada por el sol matutino.

Había visto eso antes, ¿no?

Ahora, vete.

Y esa risa, esa risa cantarina, pero al mismo tiempo tan… ¿Cruel? ¿Embustera?

Honor ante todo, Xefil.

Entonces recordó. La hechicera. La bruja que tantas historias le había contado a Erika, sinsentidos sobre otros mundos y estrellas. La arpía que había llegado de la nada cuando eran niños y con el paso de los años, a través de seducciones y engaños, había conseguido regalos y favores hombres muy importantes en el reino.

«Pequeña niña… ¿Quieres que te cuente una historia? ¿La historia de la Bruja Eterna?».

No pudo contenerse.

¡No toquéis a Erika, no os la llevaréis! —exclamó, abriéndose paso al interior tan rápido que Lord Fromm no pudo verlo venir. Sintió los dedos del hombre extenderse hacia él, prenderse de su capa, pero se escabulló hasta la sala donde se encontraba la chica mucho antes de que pudieran atraparlo. Se plantó en la entrada, a un costado del sofá donde las dos mujeres estaban sentadas.

Erika no lo miró, pero él alcanzó a ver sus ojos. Habían perdido brillo, lucían… sucios. Turbios. Como un pantano. Por otro lado, su piel se alcanzaba a ver falta de color, y su cabello frágil y algo grisáceo, como si estuviese enferma de algo.

Quien sí lo miró fue la hechicera. La mujer sonrió, un trazo carmesí en un lienzo pálido, y clavó su mirada en él. Dos brillantes rubíes.

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Qué joven tan interesante. Qué instinto tan apasionante, un impulso tan conmovedor —De alguna forma, Xefil no lo sintió como un halago. La risa cristalina de la mujer todavía resonaba en sus oídos, con las palabras que acababa de mencionar repitiéndose en un bucle. Su sonrisa dócil, al frente, parecía burlarse de él—. Pero no me “llevo” a esta joven a ningún lado. Ella viene conmigo, a instruirse. A estudiar. ¿No es así, querida?

Los ojos de Erika se levantaron. Miró a Xefil con una expresión doliente, como si sostenerle la mirada le doliera enormemente. Pero, para su desconsuelo, lo que la chica dijo fue:

Es cierto, Xefil. Yo voy porque quiero ir.

El chico se congeló en el sitio. Los fuertes brazos de Lord Fromm lo envolvieron y, sin que el joven combatiera, lo sacaron de la habitación.


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~Extreme Encounters~


«¿¡Cómo es que puede ser tan rápida!? ¡Es sólo una réplica!».

Jessamine tenía razón. La copia de tinta, la falsa Friederike, estaba por encima de nuestras habilidades. La única forma en la que Saito y yo podíamos seguirle el ritmo a la reina era cuando uno de nosotros atacaba sin detenerse, mientras el otro se permitía unos segundos para recuperar el aliento. Primero, el brillo verde de mi daga se perdió detrás del humo y las espinas al pasar por un costado de la reina: la copia eludió mi proyectil sin esfuerzo, y lo mismo sucedió con la lluvia oscura que Saito había convocado. La falsa guerrera se movía de un lado a otro con una velocidad tan impresionante que en ocasiones la perdíamos de vista detrás de las zarzas; y el hecho de que pudiese teletransportarse entre las sombras como lo hacía un Sincorazón no ayudaba.

¿Así se veía cuando yo parpadeaba de un lado a otro para atacar? Era un poco siniestro. Daba miedo. Con un veloz movimiento, Friederike ya se encontraba a espaldas de Saito, y antes que cualquiera de nosotros pudiera hacer algo al respecto, mi compañero recibió un enérgico golpe que lo envió al suelo y por poco resquebraja su armadura.

¡Saito! ¡Dime que estás bien! —imploré, buscando cualquier movimiento por debajo de la coraza. No dispuesto a perder la batalla o a dejar que la reina hiriera más al otro Portador, me transporté varias veces en sucesión, blandiendo dos espadas contra Friederike y desvaneciéndome a su alrededor mientras la atacaba de forma incansable. Pero entonces algo ocurrió y tuve que parar: la espada de Aleyn comenzó a chillar de dolor a la par que su superficie se llenaba de grietas y hendiduras.

«Oh, no, no, ¡lo siento, Aleyn, lo siento!».

Había dos posibles explicaciones para que la tinta albergara un poder tan implacable. Cualquiera de ambas suponía una probabilidad escalofriante. Uno, que todo ese poder viniese del mismo Karel, lo cual significaba que el hechicero era un oponente más que formidable, al que tal vez habíamos subestimado en más de una ocasión. Dos, que Friederike estuviese tomando prestado aquel poder de alguna otra fuente: quizás el hecho de estar tan cerca de la cerradura tuviera algo que ver.

O…

«¿Que estos túneles no eran parte de las tumbas reales? ¿Y si la verdadera reina Friederike está enterrada aquí?».

¿Y si había alguna forma de que la copia estuviese “robando poder” de su cuerpo original?

Mientras cambiaba la malherida llave de Aleyn por mi última daga y me disponía a continuar el asalto, un temblor sacudió de nueva cuenta el mundo. El castillo encima de nosotros crepitó con potente sonoridad; trozos de roca y guijarros cayeron del techo, combinando polvo con la ya densa cortina de humo que cubría la cripta. Las zarzas a nuestro alrededor crecían a un ritmo imposible, deslizándose por el suelo y las paredes como gigantescas serpientes, escabulléndose por los huecos de las catacumbas y ascendiendo hasta la superficie del reino, donde seguramente continuaban resquebrajando los cimientos de la fortaleza.

Entonces vinieron los gritos de auxilio. De terror.

El tiempo corría normalmente de nuevo. La gente estaba despertando del sueño eterno. Y el mundo estaba siendo destruido frente a sus ojos.

Un peso tremendo hizo acto de presencia en mi estómago. Me quedé congelado en el sitio. Perdí el control de mi respiración, a la par que un fuerte repiqueteo ocupaba mi pecho. Por un momento, creí que las espinas me habían invadido y se apresuraban a crecer en mi interior, apretando mis pulmones, envolviendo mi corazón, enfundando mis arterias, lentamente estrangulando mis órganos. Pero no.

Era sólo miedo.

No pude reaccionar a tiempo cuando Friederike se lanzó contra mí. Mi brazo respondió de forma torpe y lenta cuando intenté levantar mi daga para desviar su arma; el metal salió volando y, justo como la anterior, se perdió detrás de las zarzas. La Llave-Espada de la reina, renegrida, subió hasta mi cuello, y un robusto agarre de su brazo me mantuvo atrapado en el sitio.

No pude convocar suficientes fuerzas para desaparecer. Seguía escuchando los lejanos gritos del reino. El espacio a mi alrededor se torcía y se deformaba, todo me daba vueltas.

¿Cuántos de esos aullidos pertenecían a voces que yo conocía?

Todo se habría solucionado si me hubierais traído a Aurora —La voz de Karel se escuchaba distante, enmudecida, no tan diferente a la de los inocentes que sufrían en la superficie—. ¿Qué creéis, que estará sola? Sin duda sabéis que Diablo está por aquí. Maléfica llegó a la torre hace horas. Si hubierais negociado con ella, quizá habríais podido salvar a vuestra princesa.

Escuchaba sus palabras, pero no podía encontrarles sentido. Reconocía los puntos clave: “Aurora”, “Maléfica”. Pero mi mente no funcionaba de forma adecuada, parecía que todo en mi persona había sido poseído por el hechizo de Freyja: mis músculos, mis palabras, mis pensamientos, todo se encontraba paralizado, congelado en el tiempo. Todo excepto mi corazón, que latía a mil por hora y rebotaba en mi pecho.

¿Y ahora qué? ¿Me matáis? Friederike es más rápida que cualquiera de vosotros. Habrá dos cadáveres si no tenéis cuidado.

«Sí, mátalo, Alanna. Toma su vida. ¡Es culpable de todo esto! ¡No nos importa morir, mientras él lo haga también!».

«¡Pon la Llave-Espada en su cuello…!».

«¡…y rebánale la garganta!».

«¡Una estocada en el pecho y…!».

«¡…coge su corazón!».

Los pensamientos de Jessamine y los ecos de los míos propios se detuvieron de súbito. La voz de Karel, en esta ocasión, se escuchó clara y nítida. Mi corazón se paró en seco.

Puede ayudaros a cortar las raíces. Dará algo de tiempo a la gente de allí arriba.

“Puede ayudaros a cortar las raíces. Dará algo de tiempo a la gente de allí arriba. Puede ayudaros. Tiempo allí arriba”.

Así que te importa, al menos un poco —pronuncié con dificultad. La voz me temblaba, y ya no sabía si era por miedo, desesperación, o ira—. ¡Qué! ¿¡Te ha salido una conciencia, así, de pronto!? —Mientras continuaba rugiendo, gritando, las palabras continuaban saliendo con cada vez mayor facilidad—. ¡Así que sí tienes al menos una idea de cuánta gente va a morir! ¡De cuántas vidas Xihn ha destrozado! ¡De cuántos corazones seguirá rompiendo! ¡De cuántos niños! ¡Familias!

¿Podía ayudarnos? ¿Era una trampa? ¿O era una oferta seria? ¿Nos estaríamos condenando al aceptar su oferta? ¿O podíamos salvar al mundo, todavía? ¿Mentía? ¿Decía la verdad?

¿La verdad? La verdad. La verdad era… que si el mundo podía mantenerse en pie, entonces no me importaba. Podía lidiar con las consecuencias después. Con Karel. Con Friederike. Con Xihn. No dejaría de luchar, incluso si mis huesos se rompían, si mi carne ardía, si mis manos sangraban. No pararía.

No mientras me quedara algo por lo que pelear.

¡Ayúdanos! —ordené—. ¡Por favor, ayúdalos! —Luego imploré—. Karel, si te importa algo este mundo, o cualquier otro, ¡salva a esa gente!

No sabía que no podía apelar a la comprensión o a la humanidad de un monstruo como él. Bien podría estarle rogando a la tinta que componía a Friederike, o a la llave muerta, o a la antiquísima pared. Pero estaba desesperado. Si perdía eso, si perdía lo último que me quedaba, después de todo lo que ya había perdido… Prefería morir. Prefería que la reina me cortara el cuello en ese momento.

Supongo que nunca estuve hecho para ser un Portador de la Llave. Al final, resultaba que seguía siendo un egoísta.

No sabía si Karel estaba escuchando. No sabía si, al hacerlo, lo hacía por las razones que yo había mencionado. Si Karel le ordenaba a Friederike que me liberara y nos ayudara a cortar las espinas, entonces invocaría mi Llave-Espada y mi Daga de Plasma, para usar Hoja Insomne una vez más, en esta ocasión con las raíces cercanas a la cerradura como mi objetivo, alrededor de donde Bella se encontraba todavía intentando purificar el corazón. Y una vez que mi magia se acabara, seguiría con ataques comunes. Si ocurría lo contrario y al final Friederike se negaba a liberarme, utilizaría Elusión Mágica para eludir su agarre y reaparecer al lado de Bella. Con mi energía restante, transformaría mi Llave-Espada en mi GraviTonne para protegerla de cualquier ataque que Friederike o Karel intentasen contra ella.

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Hoja Insomne (HC) [Nivel 15] El usuario se teletransporta múltiples veces alrededor del oponente, buscando confundirlo. Ataca con su arma de dos a cinco veces (depende de Velocidad del usuario y Reflejos del enemigo) y retrocede hasta el punto inicial. Puede usarse contra múltiples oponentes, pero el número de ataques será el mismo. El teletransporte puede verse interrumpido y los ataques interceptados.
PHs: 11/54

O...

Elusión Mágica (HM) [Nivel 8] El usuario se teletransporta en un parpadeo a un sitio completamente distinto en un radio de cinco metros. Útil para esquivar ataques o confundir al enemigo.
GraviTonne (HC) [Nivel 18] [Requiere Afinidad a Espacio; Fuerza: 18; Velocidad: 15; Elasticidad: 15] El usuario transforma su Llave-Espada en un largo martillo de batalla. Antes de cada golpe, el usuario hace uso de fuerza gravitatoria para tomar impulso con una voltereta y dejar caer el peso con una fuerza tremenda. Dura dos turnos o hasta que el hechizo se interrumpa.
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~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor Drazham » Dom Feb 11, 2018 7:00 pm

Derribar a Karel fue como si estuviese tratando con un muñeco de trapo. Fácil de levantar y de colocarle los brazos por detrás de la espalda. Demasiado fácil. Puede que el perro faldero de Xihn tuviese un aspecto tan enfermizo que era verlo, y no le generaba dudas de que pudiese con él de sobras en un cuerpo a cuerpo. pero es que ni siquiera notó resistencia alguna al tumbarlo. Ni forcejeos, ni nada.

Tantos años queriéndole poner la mano encima al muy cretino, y cuando por fin lo conseguía… era como si se hubiese dejado apresar. O más bien, como si no le importase estar en aquella situación. Alanna ejerció un poco más de fuerza, desconfiada e irritada a partes iguales, mientras el familiar que había invocado Saito le quitaba el pincel. Tenía un mal presentimiento.

Aunque pronto comprendió la inusual tranquilidad de Karel. Alanna apretó los dientes con saña al ver que ese maldito insulto que copiaba a la Primera Reina estaba repeliendo a Xefil y a Saito con una facilidad absurda. Dioses, no iban a aguantar, no a ese paso. Se había enfrentado decenas de veces a sus monstruos de tinta, pero nunca antes Karel había engendrado algo tan demencial. Lo cual le hacía sospechar que esa cosa albergaba algo más que la magia de Karel, y de quien lo aportó.

¡Detenla ahora mismo! —le rugió a Karel y, exasperada, lo zarandeó—. ¡Hazlo, o te...!

Sus palabras se las tragó la tierra, que empezó a temblar de nuevo y eso solo significaban más problemas. El mar de espinas, monstruoso y puntiagudo, se empezaba a extender a una velocidad alarmante, que se iba acrecentando cada vez más. ¡Maldición! ¡El paso del tiempo estaba retornando demasiado deprisa! En pleno brote de desesperación, tan solo se le ocurría una única opción. Más fuego. Desatar lo que le quedase de magia y esperar que las llamas frenasen por unos escasos momentos las espinas.

Pero en cuanto trató de echar mano a un éter mientras sujetaba a Karel, el eco de unos gritos desgarradores le heló la sangre. Sus ojos rotaron lentamente hacia arriba, de donde provenían las voces de todos esos inocentes que estarían despertando del hechizo, nada más que para caer en una pesadilla.

«Dioses, no. No, no, no…»

Un último chasquido la devolvió a la batalla que se estaba librando. Horrorizada, que la copia se había alzado con una victoria aplastante: Saito estaba para el arrastre, y Xefil se acababa de convertir en un rehén en sus manos y con un arma sobre el cuello. Sintió la mirada hueca, pero amenazadora que esa cosa le dedicó. Fue como sentir que una garra gélida le oprimiese el corazón.

Todo se habría solucionado si me hubierais traído a Aurora. —Lívida, Alanna bajó su vista hacia Karel y apretó con más fuerza su agarre sobre la armadura—. ¿Qué creéis, que estará sola? Sin duda sabéis que Diablo está por aquí. Maléfica llegó a la torre hace horas. Si hubierais negociado con ella, quizá habríais podido salvar a vuestra princesa.

¡¡Cállate!! ¡No eres más que un desgraciado que escupe mentiras! —Trató de sonar amenazante, pero la mera imagen de la cabeza de Xefil rodando por el suelo, de hacer cualquier movimiento en falso, le terminó por quebrar la voz—. ¿Piensas que no me he olvidado de cómo manipulaste a Cenicienta para que se creyese tus embustes?

¿Y ahora qué? ¿Me matáis? Friederike es más rápida que cualquiera de vosotros. Habrá dos cadáveres si no tenéis cuidado.

La expresión de Alanna se crispó en un rictus de ira que, poco a poco, le iba venciendo y apoderándose de sus pensamientos. ¿Matarle? ¿De verdad no la creía capaz de hacerlo?

Hacía ya tiempo que traspasó la barrera en la que aceptaría cualquier clase de juicio moral a soportar por tener que matar a monstruos como él. Si ese era el precio a pagar por tener que salvar a inocentes y sus seres queridos.

Su garra libre se alzó en el aire, engarfiando los dedos. Le temblaba. Una parte de ella le gritaba que lo hiciese y acabase con él de una vez por todas. Pero, ¿y luego? ¿Salvaba ella sola a Xefil y a Saito? ¿Encaraba ella a Friederike cuando ni los otros dos juntos pudieron hacerle mella? ¿La que se suponía que era la más inútil de los tres?

Entonces, Karel dijo unas palabras que jamás hubiese pensado que saldrían de su boca de cloaca:

Puede ayudaros a cortar las raíces. Dará algo de tiempo a la gente de allí arriba.

Poco les faltó a sus ojos para que se saliesen de sus cuencas de tanto que los abrió.

¿Qué…?

“¿Qué acabas de decir?” “¿Qué demonios pretendes?” “¿Qué treta se te acaba de ocurrir?” Las preguntas afloraban en su mente una tras otra, pero ni le salían del cúmulo de desconfianza, indignación y rabia que se le arremolinaba en el pecho.

Aunque lo que estaba pensando ya se encargó Xefil de expresarlo con un grado de recelo muy parecido al suyo.

¡Qué! ¿¡Te ha salido una conciencia, así, de pronto!? ¡Así que sí tienes al menos una idea de cuánta gente va a morir! ¡De cuántas vidas Xihn ha destrozado! ¡De cuántos corazones seguirá rompiendo! ¡De cuántos niños! ¡Familias!

Se quedó mirando a Xefil, conteniendo el aliento según se iba pronunciando con más volumen. Eran unos ojos de comprensión, de empatía, los que les estaba dedicando. Porque se suponía que él también estaba sufriendo, demonios. También era su mundo el que corría un grave peligro y estaba a punto de sumirse en el abismo, junto a otros tantos. Y ese pedazo de cretino pretendía jugar con ellos y utilizar lo que más querían proteger a toda costa.

En el fondo, lo siguiente que escuchó no la descuadró tanto como debería porque, si ella estaba desesperada, ¿quién le decía que Xefil tampoco lo estuviese?

¡Ayúdanos! ¡Por favor, ayúdalos! Karel, si te importa algo este mundo, o cualquier otro, ¡salva a esa gente!

Alanna negó con la cabeza, temblándole el labio inferior.

«Has perdido el juicio, Xefil».

O tal vez el que lo había perdido era ella, por seguir aferrándose a la posibilidad de que podría darle la vuelta a la situación, con una bestia como lo era la copia de Friederike de por medio. La garganta le escocía de tanto aguantarse las ganas de gritar por pura frustración e impotencia. La muerte de Karel tan solo sería un beneficio pasajero para la orden y la seguridad de los mundos, pero si con ella no podía salvar ni su propio hogar, ni a sus compañeros, entonces no valía la pena una victoria tan vacía.

Suéltalo —espetó, clavándole una mirada furibunda a Karel—. ¡Suétalo ya! ¡Si de verdad esa aberración puede cortar las espinas, que lo suelte y se ponga a ello!

Solo cuando titiritero y marioneta accediesen y la segunda liberase a Xefil, soltaría a Karel, no sin antes tirarlo contra el suelo con desprecio. Antes de que se le ocurriese hacer nada, se aseguraría de coger el pincel que la familiar de Saito le arrebató. Estaría loca para tener que confiarle a Karel la seguridad del corazón de su mundo, pero no tanto como para ponerle facilidades.

Intenta cualquiera de tus trucos, y te juro por lo más sagrado que no habrá rincón alguno en el Intersticio en el que puedas resguardarte de mí —le amenazó con suma frialdad. Los rescoldos de humo que se escapaban por sus comisuras se reavivaron.

Se tomaría un éter para recuperar la potencia de su aliento. El dónde apuntarlo dependería de varios factores: Si podía quemar las espinas que ya se estaban hundiendo en las paredes y el techo, exhalaría en esos puntos para frenar su avance. Sin embargo, mientras procuraría vigilar a Karel de cerca. De atreverse a hacer cualquier cosa sospechosa, el objetivo de su aliento sería él. Y estaba segura de que, si la armadura absorbía parte de las llamas, la tinta hirviendo también dejaría graves secuelas.

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▪ Éter

X2 ▪ Aliento de Dragón (HM) [Nivel 8] [Requiere Afinidad a Fuego; Poder Mágico: 15]. El usuario coge aire durante unos instantes para seguidamente lanzar una bocanada de fuego por su boca que puede llegar a golpear enemigos hasta a dos metros de distancia. Bajas probabilidades de causar quemaduras.

PH: 4/32
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Ronda 6

Notapor Suzume Mizuno » Mié Feb 14, 2018 3:54 am

El Corazón


Karel sonreía, tranquilo, ante los gritos y amenazas de los jóvenes Caballeros. No se resistió. No respondió a Alanna ni a Xefil, pero por su cara quedaba claro… que no le importaba la gente de arriba. Al menos tuvo la decencia de no fingir que era el caso contrario. En ese punto, las cosas estaban claras: necesitaba ser útil porque pretendía sobrevivir.

Bella luchaba denodadamente, convertida en una tea de luz cegadora. La oscuridad la envolvía en un inquietante y sucio halo, pero la Princesa de la Luz no parecía consciente de ello. Sus ojos eran casi esferas blancas y hasta su boca desprendía un resplandor monstruoso mientras sus manos parecían fundirse con el Corazón del mundo.

Entonces, todos lo sintieron. Un delicado chasquido, seguido de… ¿Un suspiro? La tierra misma pareció estremecerse bajo sus pies, pero no fue una de esas terribles sacudidas, sino una liberación.

Karel arqueó las cejas, como valorando lo que estaba haciendo la Princesa, pero se cuidó de decir nada. En su lugar, Friederike liberó a Saito y pasó por su lado sin dirigirle una mirada. Luego, de un corte, derribó una de las raíces más grandes que crecían a una velocidad absurda. El cuerpo comenzó a deshacerse con lentitud en volutas de oscuridad y rápidamente otra rama vino a sustituirla, pero la copia de tinta de la reina cortó la siguiente sin apenas esfuerzo.

Puede que Xefil no estuviera tan equivocado. Con todos aquellos terremotos y brutal invasión, varias tumbas habían quedado al descubierto, emergiendo de entre las paredes, donde las habían guardado para su descanso eterno. Quizá, y solo quizá, Karel hubiera echado un vistazo a algo más que el corazón que Xihn había devorado en su momento.

No había tiempo para comprobarlo, en cualquier caso. Tenían que ayudar a Friederike, saltar por encima de las espinas, luchar por aquel lugar que era el hogar de dos de ellos. Uno que estaba al borde del cataclismo después de tantos malditos esfuerzos. ¡No podía acabar así! ¡No podía ser tan…!

Sobre ellos escucharon un terrible rugido, seguido por los alaridos de la gente, y percibieron un brutal pulso de oscuridad. Karel agachó la cabeza, con una expresión imperturbable, pero Alanna notó cómo se relajaba en sus brazos.

¿Qué estaba pasando arriba…?

Entonces hubo una hermosa explosión de luz y las espinas se estremecieron en un último espasmo antes de quedarse inmóviles y empezar a deshacerse. Bella cayó con suavidad al suelo mientras la blancura se desvanecía. La Cerradura se mostró todavía herida, con rajas de las espinas, pero ya no desprendía pura oscuridad y un lento pero amable latido daba esperanzas.

Bella había logrado llegar hasta el interior del Corazón y… Si se acercaban verían que sostenía, entre las manos calcinadas hasta el punto de que casi parecían carbón, una semilla oscura. Si intentaban quitársela, negaría con la cabeza.

Debo mantenerla cerca para que no germine. Nithael… y las demás… sabrán qué hacer… P-pero eso no importa ahora. Tenemos que subir—jadeó entonces Bella, que apenas si podía levantarse y estaba pálida y temblorosa. Se aferraría a quien se acercara a ayudarla para decir con labios trémulos y lágrimas recorriendo sus mejillas—: Aurora… Aurora… ha… Lo sentí mientras… Estaba dentro… Lo vi. Maléfica le ha… ¡Tenemos que subir a ayudarla, antes de que Xihn llegue!

Friederike se había quedado inmóvil, a la espera, y Karel miraba hacia la salida con ese aire de indiferencia que podía ser sincero o no. En cualquier caso, Bella había quedado fuera de combate por un tiempo y no podría ayudarlos. Es más, tendrían que elegir entre ayudarla a caminar o dejarla ahí hasta que se recuperara y volviera sola a Tierra de Partida —lo cual podía hacer porque sabía hacer Portales de Luz—.

Si era cierto que Maléfica estaba arriba, entonces Ban corría un grave peligro. Y la Princesa del Corazón, por no hablar del príncipe Felipe, también.

Rápido pero ¿cuánto? El mundo estaba lleno de gente asustada y de orcos y goblins. Si corrían quizá pasaran desapercibidos, mientras que si empleaban otros métodos puede que llamaran demasiado la atención. Con todo, algo en la voz de Bella les dejó una fría pesadez en la boca del estómago.

Puede que fuera demasiado tarde y ya no importaran las formas…

Podían dividirse o acudir todos juntos. El glider los ayudaría a subir por el exterior. Por dentro, por las escaleras de la torre, podían emplear cualquier método que los ayudara a ir más deprisa —si querían—.

Pero debían tener en cuenta que si el tiempo había vuelto a la normalidad y Maléfica estaba allí… quizá no se encontrara sola. Debían pensarse bien qué hacer.




Saito
VIT: 80/120
PH: 9/60

Alanna
VIT: 60/60
PH: 0/32

Xefil
VIT: 15/20
PH: 26/54


[b]Faltas: Astro III. Expulsado

Fecha límite: domingo 18 de febrero.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor H.S Sora » Dom Feb 18, 2018 10:33 pm

Aún con la ayuda de Frederike, la presión de las espinas no cesaba. Daba igual las veces que las cortáramos, su velocidad de recuperación no nos daba apenas margen de actuación. Era cierto que la criatura de tinta se las apañaba más que bien, en cambio nosotros…

Traté de ver como le iban las cosas a Bella y la imagen que surgió por un instante era inquietante. La Oscuridad trataba de envolverla, aunque ella no se inmutaba al respecto. ¿De verdad estaba todo bien? Sus ojos eran pura luz, pero eso no me tranquilizaba en absoluto.

Quise gritar algo, aunque no sabía muy bien el qué. ¿Una advertencia? ¿De qué serviría? Si Bella no continuaba, nadie podría hacer nada para salvar la Cerradura infectada. Pero el rugido tan imponente que resonó entonces hizo que me preguntara que demonios estaba sucediendo ahí arriba.

Me centré en seguir cortando las raíces lo mejor que podía. Por mucho que cortara, y me moviera, se trataba de una indomable hidra que superaría todos nuestros esfuerzos en cuestión de minutos. Nuestra única esperanza era que la antigua reina siguiera así.

Fue como ver el tiempo detenerse otra vez, mientras una bella y lenta melodía lo inundaba todo con su presencia. Las espinas se estremecían, luchaban, pero finalmente desaparecían y se veían reducidas a la nada. No volvían a surgir más. La hidra en cuestión había muerto.

«Lo ha conseguido...»

La Princesa del Corazón descendió, quedando de nuevo a ras de suelo. Salí corriendo en su dirección por si necesitaba algo. Su aspecto era de puro cansancio, y no sabía decir hasta que punto podría o no haberla afectado aquel sobre esfuerzo tan grande. Sus manos, ennegrecidas ahora, sostenían una pequeña semilla.

¿Eso es?...

Debo mantenerla cerca para que no germine. Nithael… y las demás… sabrán qué hacer… P-pero eso no importa ahora. Tenemos que subir.

¿Quería ir hasta la torre? En su estado era muy difícil que consiguiera llegar por si sola. Me abstuve de comentárselo al ver las lágrimas en su rostro, ahora tan pálido. No estaba muy seguro de lo que Bella quería decir, pero no dudé en ayudarla a mantenerse en pie.

Ya no podía más.

Aurora… Aurora… ha… Lo sentí mientras… Estaba dentro… Lo vi. Maléfica le ha… ¡Tenemos que subir a ayudarla, antes de que Xihn llegue!

Miré de reojo a Karel, a quién parecía que todo aquello le era ajeno. Su creación no parecía dispuesta a actuar por el momento. Y las palabras de la mujer no hacían más que preocuparme. Si Maléfica le había hecho algo a Aurora entonces…

«Por favor, que tenga arreglo.»

El latido del Corazón del mundo no era muy fuerte. Invoqué mi Llave Espada y apunté a la Cerradura.

¡Ayudadme! —les pedí entonces a mis compañeros, mientras Bella se apoyaba en mí de seguir necesitándolo.

Esperaba que entre los tres fuéramos capaces de sellarla. Si salíamos de aquella, esperaba que el resto de Princesas pudieran ayudar a su purificación tal y como había sucedido en Notre Dame. Pero lo importante ahora era hacerle caso a Bella, y subir arriba cuanto antes.

¿Cómo hacerlo? Ella estaba muy débil, pero tampoco veía con buenos ojos dejarla ahí. Aunque Karel se viniera con nosotros, era difícil predecir si alguien iría o no a por ella. Y ese era otro asunto a tener en cuenta: qué haríamos con el acólito de Xihn, capaz de terminar con nosotros como nos atreviéramos a bajar la guardia.

Se nos acumulaban los problemas. Tomé dos Éter, mientras trataba de pensar en algo qué hacer. Fue entonces cuando Alanna se acercó a mí.

Si ella se encargaba de llevar a Bella hasta la torre, eso nos dejaba a Xefil y a mi con Karel. Tragué saliva. El tono de voz de la Princesa del Corazón me había preocupado lo suficiente cómo para que me replanteara qué había pasado en la torre. Y en si después de todo, había sido buena idea dejar a Bitron y Felipe solos.

«Desde luego que no.» pensé, mientras vertía veneno soporífero en la hoja mi katana.

Pero era algo que ya no podía deshacerse. Ahora solo podíamos intentar ver qué era lo que estaba pasando ahí arriba y ahí fuera. Y qué podíamos hacer nosotros con tal de que la situación mejorase, aunque fuera un poco.

Jugábamos a ser mayores en un mundo dónde cualquier mala decisión podía costarnos muy, pero que muy cara.

Mientras Alanna se llevaba a Bella al exterior, mantendría vigilado a Karel con mi katana para evitar sorpresas desagradables. Una vez estuvieran fuera, esperaba que Xefil me ayudara en el camino a la superficie.

En el momento en que estuviéramos fuera, trataría de evaluar lo caótico de la situación. Si el general de Xihn intentaba cualquier movimiento raro, no dudaría en realizarle un corte en el brazo que esperaba que pudiera adormecerle lo antes posible.

Fuera como fuere, había que llegar a la torre. Pero hasta que llegáramos, quién sabía la cantidad de esbirros de Maléfica que podía haber por el camino... dispuestos a impedirnos la entrada o a hacernos perder el tiempo.

Que Friederike nos ayude a despejar el camino hasta la torre.

Había muchas opciones, pero principalmente se me venían dos a la cabeza: que Karel accediera, cosa que sería fantástica, o que nos mandara a mí y a mi compañero a freír espárragos. Dejándonos allí solos.

Si se daba este último caso no dudaría en utilizar mis Alas del Equinoccio, para darme toda la prisa posible en llegar.

Solo Dios sabía lo que se estaba cociendo ahí arriba. Para nuestra probable desgracia, nosotros tendríamos que contemplarlo de un momento a otro.

Spoiler: Mostrar
—Éter x2

—Veneno Soporífero x1

Alas del Equinoccio (HM) [Nivel 9] [Requiere Poder Mágico: 11, Afinidad a Oscuridad] Crea unas alas de Oscuridad adosadas a la espalda que permiten planear a gran velocidad o volar. Dura un máximo de un post.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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[X] #6 - Desbroce

Notapor Zee » Lun Feb 19, 2018 12:18 am


¡Siempre quise hacer esta parte!



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~The Silent Forest~


La sonrisa de Karel lo mostraba de forma inequívoca: al hombre no le interesaba lo que le ocurriera a toda la gente inocente de Reino Encantado. Cual fuera el destino que les deparaba, los objetivos de Karel estaban por encima de ello. Su gesto engreído y el silencio que se esforzaba por consevar no me ayudaban para mantener los estribos. La frustración y la angustia que tenía acumuladas en mi pecho, aquellas que hacían a mi corazón palpitar a mil por hora, se vieron incrementadas gracias a la sonrisita de satisfacción de Karel.

Tal vez había cometido una equivocación al insultar la humanidad de alguien que, por lo visto, ya no era humano.

A un costado nuestro, Bella se alzaba como una columna de luz, cercada por una perturbadora niebla de penumbras. Sus ojos despedían un resplandor cegador que contendía con la oscuridad que la rodeaba. Sus manos se perdían en el interior de la cerradura, cubierta de espinas y sombras, rebuscando la semilla corrupta que había comenzado con todo aquel cataclismo. La tierra se quejaba por encima de nuestras cabezas, crujiendo, chasqueando, desprendiendo guijarros y pedruscos que eran cada vez más grandes. Todo a nuestro alrededor se estremecía. Mientras el suelo continuaba moviéndose como la cubierta de un barco, Friederike avanzó al frente y con un limpio corte se deshizo de una gruesa raíz, que pronto fue reemplazada por una nueva como lo haría la cabeza de una mítica hidra.

Está ayudando… —murmuré en cuanto reparé en lo que la copia de tinta estaba haciendo. ¿Entonces Karel…?

No me permití tiempo ni para pensar. Sostuve con decisión mi Llave-Espada y continué cortando las espinas, corriendo y saltando tan rápido como mi cuerpo dolorido me lo permitían. Mis ropas estaban empapadas en sudor ensangrentado, mi corazón se quejaba en el interior de mi pecho con una punzada por cada latido, mis músculos ardían como si mi sangre estuviese en llamas. Pero continué moviéndome pese a todo, con mi Azathoth en mano, luchando con el mayor fervor que había sentido en años.

En algún sitio de la superficie volvieron a escucharse las voces desesperadas de la gente del reino. Una ola de energía oscura rebotó en la caverna. Y entonces, con un púlsar de luz proveniente de Bella, las espinas se sacudieron violentamente y luego, con un débil último espasmo, se desvanecieron.

Sentí que no cabía en mi persona. Un hormigueo que sólo pude interpretar como orgullo se revolvió en mi pecho. Después de todo lo que había sucedido, me embargó una calidez alentadora, que no supe si era efecto de la Princesa Bella o era simplemente alivio por haber finalmente logrado nuestro cometido. Sí, lo habíamos logrado.

¡Habíamos terminado con las espinas!

Me apresuré hasta donde estaba Bella, quien había caído agotada sobre el suelo de la caverna. Me arrodillé a su lado e hice ademán de ayudarla a incorporarse, cuando noté que llevaba algo en las manos y por ello no podría aceptar mi ayuda. Una bolita oscura, similar a un perdigón, descansaba sobre la piel quemada de la Princesa. Giré la cabeza para contemplar la cerradura, que todavía lucía resquebrajada y herida. Las espinas habían brotado de allí, ¿no?

Saito, que se había acercado también a la princesa, murmuró:

¿Eso es?...

¿Esa cosita es la semilla? ¿La que ocasionó todo esto? —¡Pero si era minúscula! Increíble que una cosa así estuviese a punto de acabar con un mundo entero.

Debo mantenerla cerca para que no germine —dijo la chica. Asentí con la cabeza, mostrando comprensión al respecto. No necesitaba que me explicara lo peligrosa que aquella semilla podía ser. Ya lo habíamos visto de primera instancia—. Nithael… y las demás… sabrán qué hacer… P-pero eso no importa ahora. Tenemos que subir.

Sí, por supuesto. Su Alteza Aurora —confirmé. Sin que ninguno de los dos lo esperara, Bella hizo ademán de caer al suelo antes de sujetarse de Saito, quien inmediatamente la ayudó a incorporarse. Pero antes de hacer cualquier otro movimiento, la chica manifestó entre lágrimas:

Aurora… Aurora… ha… Lo sentí mientras… Estaba dentro… Lo vi. Maléfica le ha… ¡Tenemos que subir a ayudarla, antes de que Xihn llegue!

Buscando ayuda, me giré hacia Saito, expectante por si él había comprendido algo de lo que Bella había dicho. Pero el chico estaba ocupado vigilando a Karel, y estudiando su semblante. Bueno, lo innegable era que la Princesa Aurora estaba en peligro de una u otra manera, por lo que ahora que habíamos acabado allí abajo, teníamos que apresurarnos a la torre para ayudarla.

«Espero que Ban y Felipe estén bien», pensé.

El inconfundible destello de una Llave-Espada siendo invocada me hizo girarme de nuevo hacia Saito. El chico levantó la punta de su arma y la dirigió hacia la cerradura herida. Por supuesto, ahora que la semilla había sido extraída, podíamos usar la Llave para cerrar el corazón del mundo y evitar que una situación como esa volviese a repetirse. Con esto, el mundo estaría a salvo, al menos, de que la Oscuridad de Xihn o la Corrupción lo derrumbaran como a muchos otros.

¡Ayudadme!

¡Siempre quise hacer esta parte! —se me escapó. Casi al instante me sentí avergonzado.

Antes de levantar mi propia Llave-Espada, separé la de Aleyn de mi cinturón, contemplando el metal resquebrajado y sucio. Con seguridad, a él le hubiera gustado estar allí. Era su mundo también, después de todo. Me sentí un poco ridículo, pero de todas formas me decidí a honrar al portador de alguna forma. Junté las empuñaduras de ambas Llaves y las tomé con las dos manos, blandiéndolas como si fueran una sola arma. Apunté a la cerradura, a sabiendas que muy probablemente sólo mi Azathoth, viva, tendría efecto sobre el corazón.

Bella —dije una vez que intentamos sellar la cerradura. Una sonrisa adolorida fue todo lo que pude lograr dedicarle—. Gracias por ayudarnos. Significa mucho no sólo para la Orden. Para mí también.

El corazón estaba a salvo, pero el mundo tal vez todavía no. Allá arriba el asedio continuaba ahora que el tiempo había vuelto a la normalidad. Y Aurora seguía en peligro.

¡Todavía teníamos mucho por hacer!

Alanna se acercó a donde estábamos Saito y yo, diciendo que ella se encargaría de llevar a Bella a la torre utilizando su Glider. La Princesa estaba agotada y no podía hacer mucho, pero definitivamente no podíamos costearnos dejarla sola allí abajo, en especial si Karel todavía merodeando.

Suerte. Y ten cuidado —le dije a la chica una vez decidimos separarnos. Casi de inmediato sujeté mi Llave y me acerqué a donde estaba Karel, apuntándole al rostro con determinación; Saito iba a mi lado, haciendo lo mismo con su espada. Friederike todavía seguía… “existiendo”, pero mientras tuviéramos una hoja en su cuello, Karel probablemente no le ordenaría atacarnos o algo similar. Tal vez. Esperaba.

Lo mismo que mi compañero hizo, lo hice yo. Mantener un ojo y un arma siempre encima de Karel. Era lo menos que podíamos hacer. De vez en cuando miraba hacia donde estaba Friederike, aunque no había mucho que pudiéramos hacer si la copia de pronto decidía lanzarse contra nosotros: era fuerte y se disipaba a voluntad. Si Karel quería, podía darnos una buena sarta de problemas si quería… antes de que Saito le rebanase el pescuezo, claro.

Caminamos al exterior, hacia el asedio que había comenzado hacía más de siete años. Hacia la torre donde Maléfica y Aurora nos esperaban. Al centro de todo. Donde había comenzado.

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~Tears of the Light~


Orígenes 3 escribió:No había vida. No había brisa. No había nada.

Los ojos rojos de Erika contemplaban el castillo de Estéfano, rodeado por una cúpula invisible, pero más que apreciable, de poderosa magia feérica. Una magia arcana y temible, mucho más avanzada de la que un cuerpo humano podía lograr a lo largo de decenas de vidas. Un hechizo impenetrable.

Un hechizo que suponía el único soporte para el cuerpo que Jessamine, la Bruja Eterna, recién había adquirido.

La hechicera cometió un error al tomar un profundo aliento; aliento que su cuerpo congelado no necesitaba; aliento que cortó en cuanto la herida de flecha en su pecho se tensó. El punzante dolor estaba allí para recordarle que había sido una estúpida al pensar que podía escabullirse del asedio.

El cuerpo de Erika era todavía joven, fresco, demasiado débil para alojar todo el poder que ella había cultivado a lo largo de varias vidas. Le había arrebatado la vida a al menos una decena de goblins armados, pero uno de aquellos engendros se las había arreglado para dispararle antes de que el Megafulgor lo redujera a cenizas. El proyectil atravesó el espacio entre sus costillas y se clavó, no necesitaba ver su interior para saberlo, en algún conducto importante. Había perdido sangre casi de inmediato. Su pecho se había ocupado, volviéndose pesado e impidiéndole respirar. Su cuerpo perdió fuerzas al cabo de unos minutos. Las manos de Erika, de por sí pálidas por su influencia, ahora pronto lucieron grises y apagadas.

Entonces sintió el pulso mágico, brotando de alguna de las torres del castillo, recorrer el reino como una ola indomable. Cubrió todo a su paso a una velocidad alarmante. Supo que no podía escapar. No en ese cuerpo. No herida. La magia se le vino encima y la oh poderosa e inmortal Bruja Eterna no pudo hacer nada para evitarlo.

Pero el conjuro no la afectó como debía. No se paralizó como el resto del reino, como los goblins que la perseguían o como los soldados que defendían las murallas. Porque el proceso no había terminado todavía. Porque su mente y la de Erika ocupaban el mismo cuerpo. Y de alguna forma, aquello echó a perder todo propósito que el hechizo del hada había tenido. El tiempo se detuvo, sí, pero no por completo. Su cuerpo, cada célula minúscula en su sangre y en su piel, se congeló.

Jessamine se quedó paralizada entre un latido de su corazón y el siguiente. Lo cual era conveniente para alguien que estaba a punto de morir por desangramiento. Su mente y su consciencia, no obstante, seguían intactas. Podía mover sus músculos. Podía caminar. Pero no estaba “viva” realmente. No necesitaba respirar, lo hacía por simple hábito. Su corazón no necesitaba latir. Era una anomalía en el tiempo.

Y sin embargo, sabía que no duraría mucho. Si su mente seguía activa, moviendo al cuerpo detenido como a una marioneta, era porque no era igual al resto. Había vivido muchos años. Su mente era más vieja que el cuerpo que ocupaba. Pero nadie era inmune a la magia de un hada. El proceso simplemente estaba tomando más tiempo del necesario.

En cualquier momento, su mente seguiría a su cuerpo. Y caería en las zarpas del despiadado tiempo. Y entonces sí, moriría de forma definitiva.

No podía permitirlo. Tenía que seguir viviendo. A cualquier costo.

Jessamine se llevó una mano al pecho y apretó con fuerza. El proceso apenas había comenzado. Su alma y su mente seguían allí. Podía alcanzarlas, antes de que se desvanecieran por completo en el vacío interminable junto con todas las demás. Cuando la transición llevaba sólo unos días, todavía podía…

Un destello de luz. Y luego, flotando etéreo en el aire como si no perteneciera a ese mundo, un cristal púrpura apareció.

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Erika.

Lo tomó entre sus dedos y sin dudar ni un momento, lo clavó con fuerza en la herida de su pecho.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor Drazham » Lun Feb 19, 2018 2:30 am

No se había sentido tan manipulada en su vida. Tener que acceder a los chantajes de ese malnacido y dejar que su creación tuviese que ayudarles. Pero, cuernos, ¿qué otra opción les quedaba? Tenía que admitir que la copia de Friederike desmenuzaba espinas más rápido de lo que ella llegaba a calcinarlas con su aliento. Fuera como fuese, eso no la frenó en arrojar más llamaradas contra las zarzas del demonio, que seguían creciendo, y creciendo sin control alguno. Empezaba a notar el pecho lánguido, falto de fuerzas por cada bocanada que exhalaba y que consumía parte de su magia. No había escupido tanto fuego en su vida.

Tal era el destrozo que estaban provocando, que Alanna reparó en lo que se entreveía por las grietas de las paredes y se estremeció. Tumbas. Los lugares donde reposaban los difuntos siempre le daban mucho respeto, y más aún cuando debían encontrarse en una cripta real donde enterraban a los monarcas de antaño.

A los monarcas de antaño…

Una sucia suposición le cruzó la mente y desvió su mirada hacia el doble de tinta de Friederike. El doble que la copiaba en aspecto y habilidad, además de la coincidencia de su creador por encontrarse justo allí mismo. Después, le lanzó una mirada llena de asco a Karel y crispó el gesto. Monstruos degenerados y sin escrúpulos; primero la profanaban en vida, y ahora... Si los dioses no castigaban tal ofensa, por el honor mancillado de la Primera Reina que ella misma lo haría.

Entonces, la tierra bajo sus pies se volvió a estremecer, pero sintió que hubo algo distinto esa vez. Era como si el mundo se hubiese sumido en un profundo y placentero sueño después de soportar tanto caos. Sin embargo, aquel momento se quebró por culpa de un rugido que parecía provenir de una bestia. Alanna ahogó una exclamación y alzó la vista al techo. Percibía más gritos y desorden arriba, pero sobre todo, percibía… oscuridad.

Y luego, vino la luz. Giró su cuello tan rápido hacia el fulgor que emanó la Cerradura que le dolió. Las espinas se retorcieron en un último rictus antes de congelarse y desintegrarse en polvo.

Habían desaparecido. Alanna, tratando de recuperar el aliento, no se lo terminaba de creer. ¡Habían desaparecido! ¡Su mundo estaba libre de la corrupción!

Bella cayó al suelo con la misma gracilidad que un ángel enviado desde los cielos. Ni mucho menos se le ocurrió tal símil por quitarle mérito a Nithael, pero salvar su hogar de la destrucción casi la elevaba a la posición de uno. Aunque le hubiese gustado imitar a sus compañeros y echar a correr hacia ella para comprobar su estado, alguien tenía que vigilar a Karel y su aberración. Al final, se conformó con que Bella se mantenía lúcida, aunque con unas cuantas quemaduras negras y…

¿Eso es?...

¿Esa cosita es la semilla? ¿La que ocasionó todo esto?

Estaba igual de atónita que Xefil. No llegaban a tiempo y esa “piedrecita” se hubiese cobrado miles de vidas.

Debo mantenerla cerca para que no germine. Nithael… y las demás… sabrán qué hacer… —«Encima de pequeña, resistente», pensó con resquemor. ¿De vedad que no podían destruirla allí y ahora?—. P-pero eso no importa ahora. Tenemos que subir.

Se alarmó en cuanto Bella estuvo a punto de desplomarse y se aferró a Saito. La chica estaba completamente blanca, temblando y brotándole lágrimas de los ojos.

Aurora… Aurora… ha… Lo sentí mientras… Estaba dentro… Lo vi. Maléfica le ha… ¡Tenemos que subir a ayudarla, antes de que Xihn llegue!

Alanna se mordió el labio inferior y se guardó para sus adentros una maldición velada. Fuera lo que fuese, la Bruja Negra le había hecho algo, y quizás fuese la razón de que Bella no la hubiese encontrado antes. Y si estaba arriba, Felipe y Bitron iban a tener serios problemas como se la encontrasen.

Pero antes…

¡Ayudadme!

Levantó la vista hacia la prístina cerradura que yacía en el aire. Pese a sus vetas, latía con un pulso firme. Con un pulso que la insuflaba de esperanzas.

Y nadie volvería a quitárselas a su hogar.

¡Siempre quise hacer esta parte!

Quizás fuese por la crudeza del momento, pero logró reprimir la sonrisa que estuvo a punto de sacarle el comentario de Xefil. Con decisión, invocó su propia Llave Espada y apuntó hacia la Cerradura, para así sellarla de una vez por todas. Por lo menos, protegerla mientras ellos trataban de arreglar el estropicio que todavía asolaba su superficie. Jamás se perdonaría que dolores como los que sufrió Nikolai se repitiesen mientras ella tuviese fuerzas para enarbolar su arma.

«Has llegado hasta aquí, Alanna. No permitas que todo lo que se ha conseguido sea en vano».

Tenían que subir a la torre cuanto antes. Pero antes venía una dichosa serie de problemas por delante: con el tiempo en su cauce de nuevo, el asedio de orcos y goblins se habría reanudado. Los pasillos del castillo debían de ser un auténtico desastre con toda esa pobre gente gritando y corriendo para salvar sus vidas.

Es más, todavía recordaba el bramido monstruoso de antes... ¿Qué había sido eso?

Luego estaba Karel, haciéndose el “niño bueno” mientras le conviniese para salvar el pellejo. Si subir por los medos convencionales ya iba a ser un suplicio, controlarle a él y comprobar que a Bella no le pasase nada en mitad de un mar de gente iba a ser una odisea. Aun así, se le ocurría una idea para intentar solventar sus contratiempos, pero eran tomar demasiados riesgos.

Puedo llevar a Bella hacia la torre con el glider si es necesario —les propuso a Xefil y a Saito en cuanto se aproximó hacia ellos—. Eso debería darnos algo más de libertad para movernos. Creo.

Ella y Bella quizás tuviesen libertad, aunque los demás… Les tocaría lidiar con Karel, pero es que ni se atrevía a que todos viajasen juntos. No con Bella en su estado y con una sabandija que les podía dar la puñalada trapera en cualquier momento con sus manos, o con las de su marioneta. Además, tal vez así pudiesen ganar tiempo para que Bella recuperase fuerzas y pudiese abrir un portal en cuanto localizasen a Aurora.

Suerte. Y ten cuidado

Vosotros también. —Miró por el rabillo del ojo a Karel, como última advertencia para sus compañeros. Luego, se acercó a hasta Bella y le apretó el brazo con suavidad—. ¿Podrás aguantar bien en el glider? Procuraré no hacer movimientos bruscos si es preciso.

Una vez estuviese lista, materializó su glider y despegó hacia la torre, rezándole a los dioses que, por favor, todavía no fuese tarde.
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26. Umbrío
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Ronda 7

Notapor Suzume Mizuno » Jue Feb 22, 2018 2:18 am

Los rayos de luz se unieron en la cerradura del Corazón. Hubo un agradable fulgor, no muy exagerado ni que hiciera daño a los ojos, casi como si el Corazón estuviera demasiado cansado, antes de que la cerradura comenzara a desvanecerse con un pequeño suspiro.

De momento, el Corazón estaba a salvo, por fin, tras tantos años.

Bella sonrió, agotada, a Xefil.

Era lo que debía hacer. No podía quedarme sentada viendo cómo todo…—Apretó la semilla en sus manos. Sonrió también a Alanna y murmuró—: Me las apañaré, no te preocupes por mí. ¡Aurora es quien importa ahora!

Cuando Saito le dio la orden a Karel, este lo miró con cierto desdén, pero no protestó. Friederike, con la Llave Espada en mano, echó a correr tras ellos cuando Saito desplegó sus alas.

La superficie era puro caos. La gente corría de un lado a otro; sirvientes y nobles por igual chocaban intentando escapar del palacio, por el que todavía se estaban empezando a deshacer las espinas que lo habían invadido todo. Algunos goblins y orcos estaban confusos y retrocedían, desconcertados, pero otros tantos continuaban persiguiendo a sus víctimas sin haberse percatado de todos los años que habían transcurrido paralizados.

Por desgracia, no había tiempo para detenerse a ayudar.

Al menos, vieron salir rodeados de guardias al rey y a la reina. Ninguno de ellos era consciente de que su hija y el príncipe estaban en la torre, por lo que no se molestaron en mirar atrás. Luego tocó abrirse paso para ascender y no pudieron prestar más atención a lo que les rodeaba: no había Sincorazón, pero sí enemigos por todas partes.

*


Con Bella montada tras Alanna, aferrada con sus brazos (no tanto con sus manos, que todavía mantenían atrapada a la semilla), salieron despedidas al exterior del castillo y se encontraron con que todo era un caos. Unas nubes negras habían envuelto el cielo que había sobre el palacio como si fuera a formarse un tornado. De pronto vieron que, sobre el tejado de la más alta torre, la túnica de Maléfica ondeaba como una bandera oscura. Alzaba sobre su cabeza su vara y, con un movimiento, como si estuviera tocando una orquesta, brutales relámpagos surcaban las nubes, cruzaban el campo e iban directos contra…

¡Las hadas! ¡Las hadas madrinas habían venido! Si recordaban, se suponía que estaban por los alrededores, por lo que no era extraño que hubieran acudido en cuanto el tiempo volvió a correr. Desviaban los envites de Maléfica como podían, pero aun así era casi imposible avanzar para ellas. Al menos impedían que los rayos fueran a parar contra las desesperadas gentes. Cuando podían, en especial Primavera, defendían a los perseguidos convirtiendo a un goblin o un orco en flor, pero en general prácticamente no tenían tiempo que dedicar a nadie más que a Maléfica.

Y eso les vino bien porque al verlos, la bruja no dudó en empezar a desviar rayos en su dirección. Flora, indignada, levantó una barrera de arcoiris frente a ellos y luego Fauna, cuando tuvieron que desviarse tras la torre, los cubrió con las piedras de la misma, que parecían extenderse como escudos para proteger su ascenso. Primavera logró alcanzar a Maléfica en la espalda y la bruja se giró entonces y lanzó una carcajada al levantar algo en alto.

Bella ahogó un alarido.

Un bello corazón de luz.

*


La oscuridad pesaba. La magia electrificaba el ambiente. A medida que subían por las escaleras, la ausencia del débil equilibrio del Corazón del Mundo era más y más palpable. Friederike les seguía a pocos pasos, sin intentar atacarles, gracias a que mantenían bien vigilado a Karel. El joven, por otra parte, parecía más enfermo que nunca. Sus débiles piernas no estaban hechas para subir escaleras y se notaba. Tuvo que detenerse varias veces, entre jadeos, y dio igual lo que le dijeran: se ganaron una mirada de rencor y resignación, pero si su cuerpo no aceptaba moverse, no podía hacer nada excepto recuperar aliento.

Diablo, aunque quizá no lo conocieran por ese nombre, esperaba con ademán inquieto en el borde de la cama. Resultó evidente que pretendía ser indolente cuando llegaron, pero se puso tenso al verlos.

No era de extrañar, dada la estampa: Ban yacía, inconsciente, a sus pies. Y Felipe estaba derrumbado en la cama junto al cuerpo de Aurora como si lo hubieran arrojado sin conmiseración alguna.

Antes de que hagáis nada: el príncipe está vivo. —Diablo tenía un cuchillo en la mano y lo acercó al cuello del muchacho. Tuvo que gritar para hacerse oír por encima de los relámpagos, truenos y la lluvia y viento que se estaban levantando en el exterior—. Si tenéis una pizca de inteligencia, os lo llevaréis de aquí junto a vuestro amigo o ayudaréis a mi señora. La princesa estaba muerta, llegasteis demasiado tarde, no había nada que hacer por ella. Pero ahora Maléfica atraerá a Xihn y se enfrentará a ella y la matará usando el Corazón para atraerla.

Karel, que estaba entre los dos Caballeros, arqueó las cejas.

¿Y le vais a creer? Maléfica podría haber evitado la destrucción de este mundo, pero no vi que hiciera mucho en el Corazón. Y yo no soy rival contra ella, ni vosotros tampoco. Podría haberse librado de nosotros de un soplido.

Diablo le clavó una malvada mirada.

¿Y juntar a la princesa con el corazón para que Xihn pudiera destruirlos a la vez? Confió en que llegaría cuando viera que no eras capaz de cumplir tu verdadera misión.

Karel sonrió de lado.

Mi señora nunca me pediría que hiciera locuras como quitarle a su víctima. Lleva mucho tiempo valorando el corazón y el cuerpo de Maléfica. Muy afines. Muy… abiertos a la oscuridad.

Diablo apretó el puñal y se le marcaron las venas en las sienes de pura furia. Karel, entre tanto, se volvió hacia sus captores sin borrar su sonrisa y con los ojos entornados.

Soy un Monstruo, sí. No me importa toda la gente que está fuera. Pero debo recordaros que la que plantó esa semilla en el Corazón del Mundo y lo condenó a una muerte lenta… Fue Maléfica. Es ella la que ha destruido reino tras reino, la que eliminó hada tras hada, maldijo a la Princesa y ahora mismo, sobre nuestras cabezas, está luchando contra vuestros aliados. Fue ella quien envenenó a la Princesa, la que se ha quedado con su corazón y… ¿Qué creéis que hará cuando…?

Calló, no por placer, sino por una explosión que todos escucharon. No solo eso sino que, por un momento, el mundo se tornó dorado.

Diablo no se atrevió a apartarse del príncipe pero Karel, ignorando a los Caballeros, se precipitó a la única ventana de la torre. No se asomó del todo, quizá temeroso porque Maléfica estaba unos pasos arriba.

A los pies del palacio se había abierto un Portal de Oscuridad y Karel pareció hincharse por dentro al ver a quién salía de dentro.

Por supuesto, no podía ser otra persona que Xihn. Si iban a ponerse de algún lado, quizá fuera el momento.

*



Bella gimió al oído de Alanna al ver aparecer a Xihn.

Sabía que estaba llegando. Lo sabía. Con todo lo que está ocurriendo en el intersticio solo podía ser ella.—Bella entornó los ojos—. Mira, es… Es como si el Caos estuviese a punto de explotar a su alrededor.—Contempló a su compañera, ansiosa—. Si se acerca al corazón de Aurora… O al mío…

Sí, al de Bella. Porque Xihn de pronto desvió la mirada desde Maléfica —que había dejado de disparar rayos y sonreía— hacia ellas.

Desde luego, si quería atrapar un Corazón, sería más fácil ir a por el de Bella que luchar contra Maléfica.

Entonces fue cuando todos recibieron un mensaje de Ryota:

Al intersticio. Ahora. Os mando coordenadas.



¿Qué iban a hacer?


Saito
VIT: 80/120
PH: 40/60

Alanna
VIT: 60/60
PH: 0/32

Xefil
VIT: 15/20
PH: 26/54


[b]Faltas: Astro III. Expulsado

Fecha límite: domingo 25 de febrero.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Suzume Mizuno
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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor H.S Sora » Lun Feb 26, 2018 2:05 am

¿De verdad habíamos salvado Reino Encantado?

El panorama de la superficie parecía contar una historia mucho más turbia. Una que sería la que la gente recordaría con el paso del tiempo: el asalto de los orcos. Su inevitable intromisión en el castillo.

Cierto era que una parte de los asaltantes retrocedían, al menos por ahora. Pero había otros, quizá muchos más inconscientes, que seguían a la carga y perseguían a los desafortunados que no tenían a la guardia de su parte. Y nosotros… nosotros solo podíamos ser espectadores de nuevo.

No podíamos mirar atrás. No si queríamos que todo lo que habíamos hecho aquel día no resultara en vano. Con un nudo en el estómago oteé escaleras arriba. Trataba de mantenerme firme, a sabiendas de que a Karel aprovecharía cualquier oportunidad que se le presentase.

Y además no estábamos solos: los esbirros de Maléfica parecían salir hasta de debajo de las piedras y adoquines que las espinas habían destrozado. Al menos no eran Sincorazón, ni criaturas de tinta.

Adelante —mascullé.

¿Era una orden para mí mismo? ¿Para Xefil y Karel? Difícil de decir.

***


No dije nada ninguna de las veces que Karel se paró a coger fuerzas. Casi agradecía la débil condición que el general de Xihn tenía. En un avance lento las oportunidades de que nos atraparan eran más altas, cierto. Pero también servía para que tratar de relajarme no fuera tan imposible. Teníamos a Frieredike de manera temporal de nuestro lado, capaz de librarse de los enemigos que nos pusieran delante. ¿Pero y lo que nos esperaba arriba?

Eso sumado a las inquietantes palabras de Bella resonaban con tal fuerza en mi cabeza que hacían que el mundo me diera vueltas de campana. ¿Era buena idea subir? ¿O era lo que tendríamos que haber hecho desde el principio?

Escalón a escalón, nuestro futuro y el del mundo se me hacía más incierto.

¿Aurora... Felipe… y... Bitron?

Mis palabras eran apenas un murmullo ahogado por la lluvia del exterior. Por la lluvia y el resto de mal tiempo que parecía haberse desatado fuera.

El responsable de todo aquello estaba frente a nosotros. ¿Los tres estaban?... No, no podía ser. Me negaba a creerlo. Hice avanzar un paso a Karel, con los ojos vidriosos. Las manos me temblaban.

¿Sois… Eres tú el causante de esto? ¿Dónde está Maléfica?

Antes de que hagáis nada: el príncipe está vivo. —Su voz se alzó por encima del clima, y en sus manos llevaba un cuchillo—. Si tenéis una pizca de inteligencia, os lo llevaréis de aquí junto a vuestro amigo o ayudaréis a mi señora. La princesa estaba muerta, llegasteis demasiado tarde, no había nada que hacer por ella. Pero ahora Maléfica atraerá a Xihn y se enfrentará a ella y la matará usando el Corazón para atraerla.

Quise caerme ahí mismo, fulminado por un rayo. Había muerto. Aurora había muerto. ¿Eso era lo que Bella había visto? Y para más inri Maléfica intentaba acabar con Xihn por sus propios y enfermizos medios.

«Demasiado tarde». La triste definición de los Caballeros por antonomasia.

¿Y le vais a creer? —La interrupción de Karel me hizo volver a la pésima realidad—. Maléfica podría haber evitado la destrucción de este mundo, pero no vi que hiciera mucho en el Corazón. Y yo no soy rival contra ella, ni vosotros tampoco. Podría haberse librado de nosotros de un soplido.

¿Y juntar a la princesa con el corazón para que Xihn pudiera destruirlos a la vez? Confió en que llegaría cuando viera que no eras capaz de cumplir tu verdadera misión.

Mi señora nunca me pediría que hiciera locuras como quitarle a su víctima. Lleva mucho tiempo valorando el corazón y el cuerpo de Maléfica. Muy afines. Muy… abiertos a la oscuridad.

Al siervo de Maléfica no parecían hacerle mucha gracia las insinuaciones de Karel. Pero tampoco parecía querer atreverse a dejar a sus «rehenes» atrás. No cuando, si nos decidíamos por acabar con él, era probable que lo consiguiéramos. ¿Pero de qué nos serviría?

La Princesa del Corazón seguiría muerta.

Soy un Monstruo, sí. No me importa toda la gente que está fuera. Pero debo recordaros que la que plantó esa semilla en el Corazón del Mundo y lo condenó a una muerte lenta… Fue Maléfica. Es ella la que ha destruido reino tras reino, la que eliminó hada tras hada, maldijo a la Princesa y ahora mismo, sobre nuestras cabezas, está luchando contra vuestros aliados. Fue ella quien envenenó a la Princesa, la que se ha quedado con su corazón y… ¿Qué creéis que hará cuando…?

El acólito se movió de forma inesperada ante la explosión, y aunque alargué la mano fue demasiado tarde. Llegó a la única ventana de la habitación y… se dedicó a observar. Le alcancé, con la frente perlada por un sudor frío y dispuesto a imposibilitarle aún más cuando observé lo mismo que él.
Me temblaron las piernas.

Xihn está aquí. —Las palabras de mi compañero apenas me llegaban de lo impactado que estaba—. ¡Maléfica y Xihn! ¡Dioses y diosas!

Se había abierto un Portal de Oscuridad, del cual salía Xihn. Dispuesta a conseguir lo que la bruja le ofrecía.

El móvil me dio un respingo en los bolsillos. Al leer el mensaje de Ryota todo se me planteó de manera aún más confusa, si cabía. ¿Qué sucedía fuera? ¿Era consciente de que Xihn había llegado a Reino Encantado y de lo que estaba sucediendo?

Me sequé los ojos, ahora enrojecidos.

Verdades y mentiras por igual. Por un lado teníamos al secuaz de Maléfica, por otro al de Xihn. Sus dueños merecían el mismo tipo de repulsión, y el mismo tipo de destino: la extinción total. Habían arruinado vidas y mundos por sus egoístas propósitos, y sus actos habían llevado el dolor a personas que me importaban.

¿A quién creer ahora?

Los recuerdos eran dolorosos por igual, y ambas opciones eran una verdadera locura. Una alianza con Maléfica o con Xihn… ¿Y luego qué? Por otro lado se me presentaba la oportunidad de desentenderme de todo e huir al Intersticio, tal y como Ryota había dicho.

No. No podía irme. Le había fallado una vez a Reino Encantado y a mi deber como Caballero el mismo día. Y hoy había prometido que lo solucionaría. No había una opción correcta, así que esperaba no equivocarme demasiado con lo que estaba a punto de hacer.

Y si lo hacía, al menos no me pasaría otros cuatro años lamentándome por lo que podría haber hecho.

Xefil, comprueba que el Príncipe esté bien por favor. —Miré en dirección al aliado de Maléfica, asegurándome antes de que seguía teniendo a Karel bien vigilado con la katana—. Vamos a luchar en favor de tu Señora, por lo menos déjanos comprobar que de verdad está bien.

Bella había dicho que teníamos ayudar a la Princesa del Corazón. Quizá hubiera una manera de solucionarlo todo, quizá no. Habría que arriesgarse.

Si nos da el Corazón ahora, podemos ser el cebo para que Xihn se distraiga. Ella ya la ha atraído, y ahora necesita darlo todo y no tener que preocuparse de que llegue a conseguir o no el Corazón. Si logramos que Xihn esté más pendiente de cogernos que de tu Señora, las probabilidades de que lo consiga serán mayores. ¿No crees?

»Tú tienes más inteligencia que nosotros como para saber que no vamos a jugártela. Aunque tuviéramos el Corazón de Aurora, sin su cuerpo no tenemos nada.

Tragué saliva. En caso de que no aceptara, estaría dispuesto a hacer lo que hiciera falta para que Maléfica tuviera una oportunidad de acabar con ese verdadero monstruo. De un modo u otro, le susurré a Karel:

¿Crees que iba a olvidarme de lo que habéis hecho? Maléfica habrá condenado este mundo y a su Princesa, pero lo que vosotros le hicisteis a Cenicienta fue mucho peor. Y muchos otros mundos que no se merecían caer.

»Tu mismo has dicho antes que Xihn fue la culpable de encerrar a Maléfica, ¿recuerdas? De un modo u otro todo se reduce a ella. Siempre.

Y teníamos la oportunidad de que todo acabara hoy. Más nos valía que así fuera.

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Los diálogos de Xefil que salen en mi post están acordados con Zee~~
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor Drazham » Lun Feb 26, 2018 2:28 am

Maléfica era tal y como se la había estado imaginando todo este tiempo. Bueno, al menos, según las descripciones que escuchó en su momento: alta, piel cetrina, ojos imbuidos en ámbar, y con una obsesión por el color negro en la indumentaria. Dicho de esa forma, era más que comprensible que casi todo el mundo la tomase por una bruja, en vez de un hada. Sin embargo, más que una bruja, su efigie en lo alto de aquella torre acosada por nubarrones de tormenta recordaba más a un heraldo de la calamidad.

Y vaya si trajo calamidades. En forma de unos tremendos rayos que le pusieron los nervios a flor de piel. Alanna se estremeció. ¡Por todos los dioses habidos y por haber! No había tenido tanto miedo de elevarse con el glider en su vida. Por el momento (y para el bien de desbocado corazón) la andanada de truenos llovía sobre tres luces coloridas que sobrevolaban por el aire con efusividad y lanzaban destellos contra las descargas que iban a parar muy cerca de los civiles.

«¡Son esas tres!»

Las hadas que asistían al príncipe. Gracias al cielo que llegaron al poco de que el hechizo sobre el castillo de Stefano cayese. Lo cierto es que cuando Felipe se las presentó, no creía que fuesen las más indicadas para un campo de batalla por su, bueno… Le recordaban más a su querida abuela —aunque menudo genio se gastaban si te las topabas de malas— que a las criaturas mágicas de los cuentos. Bien. Maléfica estaba demasiado enfrascada en ellas que no vio mejor momento que seguir avanzando.

Pero, oh, en menudo momento se le ocurrió acelerar con el cacharro para tratar de ponerse a cubierto con Bella. Tan pronto como lo intentó y desvió la mirada para vigilar a Maléfica, la cara le empalideció. Sus ojos hicieron contacto con los ámbares sucios de la propia bruja, que ya estaba enarbolando su cetro hacia…

¡¡Agárrate fuerte!! —le advirtió a Bella con urgencia.

Para cuando quiso torcer el manillar hacia un lado todo lo que pudo, ya era demasiado tarde. Un portentoso rayo descendió cual meteorito hacia ellas.

Salvo que no impacto. Una especie de… arcoíris apareció por arte de magia delante de ellas y repelió el ataque. Alanna boqueó, desconcertada, y se llevó la mano al pecho para comprobar si el corazón le volvía a latir. ¿Qué diantres había sido eso?

«Eso da igual, Alanna. Tú corre. Corre, corre, corre.»

De inmediato, se volvió a poner en movimiento, aunque eso no cambió el hecho de que se les estaba cayendo el cielo encima, literalmente. Para su suerte, las hadas utilizaron toda clase de conjuros para cubrirlas, incluso alterando la propia torre a modo de cobertura. Entonces, Primavera consiguió darle en la espalda. Alanna se revolvió en su asiento de pura satisfacción, pero se le esfumó nada más escuchar la risotada cruel que soltó la bruja.

Su mano se alzó en alto con algo que refulgía con tanta fuerza que casi parecía estar sosteniendo toda la luz del mundo en la palma de su…

«Oh, dioses. No…»

Toda la luz del mundo.

Al instante de reconocer la forma de lo que agarraba Maléfica, fue como si el mundo entero se derrumbase sobre ella. El grito de horror de Bella no hizo más que confirmárselo.

Un fulgor áureo bañó todo el cielo del reino durante unos escasos segundos. Alanna cerró los ojos por puro instinto, pero en cuanto los abrió y la luz se disipó, lo único que le esperaba era oscuridad en forma de nubes y… de un portal.

Si las cosas ya estaban demasiado mal, que Xihn apareciese solo fue el aderezo final a semejante preámbulo del desastre.

Sabía que estaba llegando. Lo sabía. Con todo lo que está ocurriendo en el intersticio solo podía ser ella. —Pero no habían llegado a tiempo. Y ahora, Bella y ella estaban entre una bruja que los podía fulminar en un parpadeo, y un demonio que destruía mundos—. Mira, es… Es como si el Caos estuviese a punto de explotar a su alrededor. Si se acerca al corazón de Aurora… O al mío…

Todo se iría al traste. Alanna tragó saliva y se agarró al manillar con tanta fuerza que se le quedaron los nudillos blancos. Cómo no, Xihn no tardó en echarles el ojo a ellas. Comparadas con Maléfica, eran un puñetero regalo con el que satisfacer su hambre por el corazón de una Princesa.

El móvil le vibró y casi adivinando cual era la mejor opción que estaba barajando en esos momentos, la pantalla le mostró un mensaje de Ryota.

Al intersticio. Ahora. Os mando coordenadas.


Por la forma de escribirlo, no estaría dirigido solo a ella, lo cual le hacía preguntarse con preocupación que estaba ocurriendo en el resto de mundos. No obstante, era muy buena alternativa porque necesitaba poner a bella a salvo cuanto antes, pero…

Maléfica seguía teniendo el corazón de Aurora. En una batalla entre esos dos podía ocurrir cualquier cosa, incluso con Xihn haciéndose con él y echando a tierra todos sus esfuerzos durante tantos años. Si llegaba a completar la Llave Espada Oscuro, solo los dioses sabían lo que les iba a esperar.

Por eso ya se estaba arrepintiendo de lo que iba a hacer. El pulso se le aceleró de solo pensarlo, pero era eso, o dejar en manos de esa bruja del demonio algo que no le pertenecía. Aunque… a fin de cuentas, y que todavía le costase de asimilar, no toda la culpa era suya.

¿Cuánto tiempo necesitarías para abrir un portal y sacarnos de aquí? —le preguntó a Bella en voz baja. Una vez le respondiese, asintió—. Escúchame: pase lo que pase, agárrate a mí y no me sueltes. No pienso permitir que Xihn os ponga una mano a ti o al corazón de Aurora.

Una última bocanada de aire después, se preparó para lo peor y se levantó un poco del asiento para hacerse de notar.

¡¡USURPADORA!! —rugió a pleno pulmón, clavándole una mirada llena de indignación y furia a Xihn—. ¡¿Te atreves a volver a este reino?! ¡¿Después de mancillar el cuerpo de la reina Friederike con tu podrido corazón y adueñarte de él?! —Aunque todo formase parte de su “idea”, lo cierto es que necesitaba soltar la frustración, el rencor, la indignación, todo lo que guardaba dentro. Maléfica habría causado años y años de suplicio con su ejército y su magia negra, pero quien creó e instigó al monstruo en el que se convirtió la Bruja Negra estaba allí delante, como una maldita enfermedad que azotaba a los mundos. No le iba a perdonar a Xihn la lacra que les había tocado vivir a Felipe, a su prometida, y a toda la gente del reino que no tenía culpa de nada—. ¡¿Tan poca vergüenza tienes como para regresar y ver en lo que se ha convertido este sitio por tu culpa?!

Karel había dicho que Maléfica desconocía que Friederike no era ella misma cuando la traicionó, ¿verdad? Claro que también dijo que podría responder de cualquier manera al descubrir que había estado viviendo una mentira durante siglos. Como fuese. Llegados a ese punto, poco importaba mientras consiguiese que Maléfica prestase toda su atención en Xihn. Incluso casi le tentaba que se matasen entre ambos y pusiesen punto y final a la pesadilla que habían estado viviendo a su costa.

Sin embargo, antes de eso necesitaba poner a salvo el corazón de Aurora. Era su única esperanza, y se lo debía al pobre Felipe.

Se tomó un último éter y, aprovechando cualquier momento que la bruja no les prestase atención, lanzó una mirada decidida a las hadas, para luego ladearla hacia la mano con la que maléfica sostenía el corazón. Ojalá que comprendiesen sus intenciones, porque iban a necesitar toda la ayuda posible si quería que aquello funcionase. Después de lo que le contó Celeste, si esta se enteraba de lo que estaba a punto de hacer, seguro que la mataba. Eso sin contar a Nikolai.

«Pero no vas a luchar contra ningún dragón. Vas a arrebatarle lo que no le pertenece, y luego volarás lo más lejos posible de aquí.»

Sin perder ni un segundo más, se propulsaría con el glider en cualquier instante que la batalla entre esos dos monstruos comenzase. Su objetivo era el corazón, por lo que intentaría acercarse a Maléfica, usando todos los teletransportes necesarios, en el momento que tuviese la guardia baja, y se lo arrancaría de las manos de un tirón.

Después, solo quedaba que Bella las sacase de allí antes de que acabasen muy mal.

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-Éter.

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[X] #7 - Parasítico

Notapor Zee » Lun Feb 26, 2018 2:32 am


¡Llámala! ¡Llama a Friederike! ¡Y muéstrale! ¡Muéstrale lo que has hecho con ella!


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~The Silent Forest~



Cuando al fin logramos salir de las profundidades, nos recibió un mundo completamente diferente.

El reino era ahora una extraña dicotomía, pues rebosaba vida y rebosaba muerte. La primera, por todos los sonidos y movimientos que llenaban el castillo que hacía unas horas poseía un silencio absoluto e imperturbable; la segunda, por cada alma despavorida, cada flecha perdida y cada hoja ensangrentada. Los inocentes y sus perseguidores corrían de un lado a otro, algunos confundidos por las espinas y las grietas que de pronto habían aparecido en la fortaleza, otros continuando los actos que habían comenzado años atrás como si el tiempo jamás se hubiese detenido para ellos.

Cada paso nuevo era una tortura. Una parte de mí agradecía que Saito estuviese tan al pendiente de Karel, porque de lo contrario era probable que notara mi rostro pálido y sudoroso, o mi semblante adolorido y confundido que tanto se esforzaba por ocultar el terror puro que se sacudía como un terremoto en mi interior.

«Está bien. Están bien», me repetía en silencio, como una oración, como algo a que aferrarme, mientras pretendía ignorar todo lo que ocurría a mi alrededor, mientras pasaba de largo los familiares rostros cuyas vidas peligraban. «Todo sería peor si las espinas hubieran destruido todo. Vivirán; tal vez no todos, tal vez no muchos, pero vivirán. Está bien. Sigue moviéndote. Sigue, están bien. Eres un Caballero. No mires atrás, Xefil. No mires atrás, Jessamine. Están bien».

Adelante —La voz de Saito se escuchaba enmudecida, como si el chico estuviese liderando al grupo con varias yardas de ventaja.

Avanzamos entre la multitud, abriéndonos paso a duras penas, esquivando a los habitantes del castillo para no lastimarlos o asustarlos todavía más con la visión de nuestras armas, y eludiendo como podíamos las armas de los enemigos para no salir heridos antes de llegar a nuestro destino. Y todo mientras vigilábamos a Karel y a la copia de Friederike. Nos tomó tiempo, pero una vez alcanzamos las escaleras para subir a la torre de Aurora, las cosas se tornaron un poco más fáciles. Escalamos apresuradamente, o al menos tanto como nuestro prisionero nos lo permitía, puesto que su cuerpo enfermo no estaba hecho para una carrera como ésa; más de una vez quise sujetarlo del cuello y obligarlo a subir a tirones, y con cada ocasión que esto ocurría me era más complicado calmarme a mí mismo repitiendo mi mantra «Honor ante todo, honor ante todo».

Tras lo que pareció una eternidad, los cuatro llegamos a la cima de la torre, donde la puerta a los aposentos nos esperaba abierta de par en par. Saito y yo nos abalanzamos al interior casi al mismo tiempo, apuntando con nuestras llaves a Karel para que nos siguiera de cerca. Ya sabíamos que junto a Aurora no podía esperarnos nada bueno, pero lo que nos topamos sin duda estaba fuera de nuestras expectativas: tanto el príncipe Felipe como Ban yacían, uno en la cama, el otro en el suelo, quietos como muñecos.

¿Aurora... Felipe… y... Bitron? —murmuró Saito, poniendo en palabras mis pensamientos y confirmando que estaba viendo el mismo escenario que yo.

La princesa también estaba allí, en el mismo estado que los otros dos, pero con un semblante más sereno, como si sólo estuviese durmiendo. Mi corazón pareció hundirse hasta mi vientre por un momento, pero en cuanto noté de reojo que el pecho de ambos guerreros subía y bajaba, de forma lenta pero inequívoca, mis latidos volvieron a hacer acto de presencia.

¿Sois… Eres tú el causante de esto? —cuestioné, apuntando con la Llave a la única alma despierta en la habitación, un hombre de piel pálida, mechones oscuros, y nariz picuda. Su rostro estaba surcado por discretas, pero numerosas, cicatrices—. ¿Dónde está Maléfica?

Antes de que hagáis nada: el príncipe está vivo. —El hombre acercó un pequeño puñal al cuello del príncipe, amenazando con desmentir su última afirmación si hacíamos cualquier movimiento brusco. No hice desaparecer mi arma, pero me vi obligado a bajarla hasta que apuntó al suelo. El sonido de un potente trueno, el más fuerte que había escuchado en mi vida, pareció sacudir la torre. Más le siguieron, y la voz del hombre se perdió detrás de la tormenta que rugía allá afuera—: Si tenéis una pizca de inteligencia, os lo llevaréis de aquí junto a vuestro amigo o ayudaréis a mi señora. La princesa estaba muerta, llegasteis demasiado tarde, no había nada que hacer por ella.

«No es verdad…». Las palabras del sirviente de Maléfica cortaron como una daga en el estómago. No podía ser cierto, ¿habíamos llegado demasiado tarde? Mi mirada se vio inevitablemente atraída hacia el cuerpo inerte de la Princesa. No se movía ni un poco, al contrario que Felipe o Ban. Y había algo… más, algo inexplicable, difícil de poner en palabras. No brillaba como Bella. «¡No es verdad!».

Mi mirada volvió a posarse sobre el súbdito de Maléfica, en sus ojos pequeños y profundos, esperando escuchar una explicación o, tal vez, algún dato que pudiese poner en duda lo que nos había revelado, cualquier cosa que pudiese indicar que no, que mentía, que Aurora debía seguir viva, que todavía teníamos una razón para seguir peleando.

«La gente de allá abajo», me recordé. «Esa es una razón para seguir peleando».

Pero ahora Maléfica atraerá a Xihn —continuó el hombre— y se enfrentará a ella y la matará usando el Corazón para atraerla.

Buena suerte, Narinas —repliqué, sin tratar de provocarlo realmente, pero insultándole en automático de todas formas—. Porque hemos sellado el Corazón y…

Me paré en seco. Oh, no. No hablaba del corazón del mundo.

Aurora.

¿Y le vais a creer? —Las palabras de Karel asemejaban un molesto zumbido en mis oídos. ¿¡No podía quedarse callado y no intervenir!? —Maléfica podría haber evitado la destrucción de este mundo, pero no vi que hiciera mucho en el Corazón. Y yo no soy rival contra ella, ni vosotros tampoco. Podría haberse librado de nosotros de un soplido.

«Habla por ti, Grisín».

Pero… era duro de admitir. Karel tenía un punto. Maléfica no tenía incluida la integridad del mundo, ni la de sus habitantes, en su lista de prioridades. Podía ser un mejor mal que Xihn, pero seguía siendo un mal al fin y al cabo.

¿Y juntar a la princesa con el corazón para que Xihn pudiera destruirlos a la vez? Confió en que llegaría cuando viera que no eras capaz de cumplir tu verdadera misión.

Mi señora nunca me pediría que hiciera locuras como quitarle a su víctima. Lleva mucho tiempo valorando el corazón y el cuerpo de Maléfica. Muy afines. Muy… abiertos a la oscuridad.

La conversación se estaba tornando más confusa conforme Karel y Narinas continuaban discutiendo. Había, evidentemente, partes de la historia que no conocíamos y que eran difíciles de recolectar. Para empezar, ¿qué significaba eso de que Karel tenía otra misión relacionada con Maléfica? Y, por lo que había entendido, Xihn había considerado al Hada como un posible cuerpo si llegaba a necesitar uno nuevo; ¿pero qué pintaban Karel y el Corazón en todo eso? Las intenciones de ambos bandos parecían difuminarse más y más conforme avanzaba el día.

Cómo deseaba sólo ponerle fin a todo…

Karel se giró hacia nosotros con una sonrisa perturbadora. Con un tono de voz entre dulzón y amenazante, explicó:

Soy un Monstruo, sí. No me importa toda la gente que está fuera. Pero debo recordaros que la que plantó esa semilla en el Corazón del Mundo y lo condenó a una muerte lenta… Fue Maléfica. Es ella la que ha destruido reino tras reino, la que eliminó hada tras hada, maldijo a la Princesa y ahora mismo, sobre nuestras cabezas, está luchando contra vuestros aliados. Fue ella quien envenenó a la Princesa, la que se ha quedado con su corazón y… ¿Qué creéis que hará cuando…?

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~Red Eyes~


Fuese lo que fuese a lo que Karel quería llegar, tuvo que detenerse cuando la torre se sacudió una vez más, en esta ocasión con más fuerza que las anteriores, y una potente explosión iluminó el cielo. Hubo un fuerte bang y luego un pitido penetrante se apoderó de mis oídos, haciéndome perder el equilibrio por un instante, momento que Karel aprovechó para escaparse del sitio donde Saito y yo lo manteníamos amenazado. Sacando energías de la nada, el hechicero se aproximó hasta la ventana de la torre y se asomó por el borde.

¡H-Hey, vuelve aquí! —No estuve seguro de haber dicho lo que pretendía, porque a mis oídos no llegó el sonido de mi voz. Con un gruñido, igual inaudible, me acerqué hasta Karel con amplias zancadas, levantando la mano que sujetaba mi Llave-Espada. Pero cualquier intención que hubiera tenido antes de acercarme, se disipó en un momento de confusión y terror. A los pies del castillo, una puerta de oscuridad se alzaba; y frente a ella se recortaba la figura de una mujer que había conocido hacía muchos años. Chihiro.

»Xihn está aquí —musité, girándome hacia Saito, seguramente blanco como un fantasma—. ¡Maléfica y Xihn! ¡Dioses y diosas!

Miré a Karel. El maldito estaba disfrutando como nunca, obviamente. Claro que, desde su perspectiva, todo estaba yendo de maravilla. Puede que le hubiéramos arrebatado la posibilidad de usar la Cerradura o las Espinas a su favor, pero ahora su Maestra había llegado para aplastarnos.

Necesitábamos huir. O enfrentarnos a ella. Sólo había dos caminos. Claro que, si decidíamos hacerle frente, eso significaba que estaríamos del mismo lado de Maléfica porque “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” o algo por el estilo. ¿Pero cooperar con la bruja que había causado todo este caos? ¡Ni en sueños! Aunque bueno, pensándolo bien, aquella frase funcionaba en ambos sentidos. Las dos eran un par de brujas que no habían traído más que caos y muerte al mundo. ¿¡Y luchar contra alguna significaba pararse junto a la otra!? ¡Era como elegir entre ser ejecutado con guillotina o con la horca! ¡Ninguna era una buena opción!

Miré al cielo, donde podía distinguirse la silueta de Alanna en su Glider, con Bella sujetándose con fuerza de ella. A ella le estaba yendo mucho peor, estaba justo en medio de aquellos dos titanes. ¡Y Bella! ¡Ella era justo lo que Xihn quería, una Princesa para completar su Llave-Espada!

Karel tenía razón: ¿a quién más podíamos culpar aparte de Maléfica por todo lo que estaba sucediendo en el reino? Sí, okay, estaba dispuesta a enfrentarse a Xihn, quien era sin duda la peor amenaza con la que el universo se había topado, pero eso no la convertía de pronto de una heroína del pueblo. Si la gente de Stéfano y Huberto sufrían guerra, hambruna, enfermedad y miedo era por culpa de ella. Ella había causado todo ello.

Miré en dirección a mi compañero, quien había comenzado a hablar con el sirviente de Maléfica, Narinas. Él no lo entendería. Él no era como Alanna y yo. Él no estaba dispuesto a tomar riesgos tan altos por nuestro mundo.

Perdón, Saito —sentencié. Con un destello, hice desaparecer mi Llave-Espada y me giré hacia Karel, que seguía a un lado mío al borde de la ventana—. Karel. Ostras, pero… tienes razón.

Contemplé al hechicero con mis ojos carmesíes, los cuales reflejaban todo el rencor que había estado guardando en el fondo, sentimientos que se habían mantenido escondidos desde el inicio, cuando había empezado a ser un Aprendiz, y que a lo largo de los años habían pasado de ser una locura ardiente, un hirviente frenesí, a una sensación gélida que apaciguaba todo mi ser y me llenaba de determinación.

Maléfica tiene la culpa de todo. De todo. Todo lo malo que le ha pasado a este mundo, mi mundo, es a causa de ella.

Pero una cosa tenía clara. Permitirle una victoria más a Maléfica era mucho mejor que permitirle la última a Xihn.

Karel era débil sin su magia y sus barreras, eso lo había demostrado Alanna. Y Friederike había estado detrás de nosotros en todo momento, lo que significaba que estaba más cerca de la puerta que de la ventana. Si me movía con suficiente rapidez, en particular considerando que mi estilo seguía activo desde la pelea con Friederike…

Sin nada que pudiese advertirle lo que estaba a punto de hacer, me impulsé con Prisa Gravitacional e intenté rodear la cintura de Karel con mis brazos, intentando desequilibrarlo y empujarlo en dirección a la ventana. Cuando nos acercamos al borde, si lograba aprisionarlo, no frenaría; todo lo contrario, en realidad. Continuaría corriendo, empujándolo con todas mis fuerzas, antes de que Friederike pudiese desvanecerse y acercarse a nosotros.

Caeríamos, si todo funcionaba. Pero antes de que la gravedad nos arrastrara a una muerte inminente, invocaría un Transversal para mantenerme adherido al muro exterior de la torre, por debajo de la ventana, mientras usaba todas mis fuerzas para mantener a Karel en su sitio. Si intentaba algo para soltarse o me lastimaba de alguna forma, el hombre caería al vacío. Y entonces no había nada que pudiese hacer al respecto.

¡¡Pero todo lo malo que le ha pasado a todos los mundos es culpa de Xihn!!

¡¡USURPADORA!!

¡Mi mundo y el de Alanna no es el único en riesgo! ¡Estoy harto de correr! —rugí, descendiendo por el muro para alejarme de la ventana y de cualquier posible ataque de Friederike. Estaba seguro que a esas alturas, era visible para Xihn; y si había logrado arrastrar a Karel conmigo, eso seguramente tendría algún efecto—. ¡Llámala! ¡Llama a Friederike! ¡Y muéstrale!

»¡Muéstrale lo que has hecho con ella!


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¡No sé si sigo teniendo PHs! Acabo de darme cuenta que el contador no ha bajado en los últimos posts, así que… Si los hechizos anteriores no han contado, pues no pasa nada; si sí y estoy en ceros, por allí tengo Éteres que estoy dispuesto a gastar.
▪ Prisa Gravitacional (HC) [Nivel 7] [Requiere Afinidad a Gravedad; Velocidad: 10; Poder Mágico: 8] El personaje cambia la dirección y la intensidad de la fuerza gravitacional para obtener un impulso extra al momento de correr. Dura sólo un segundo; afecta sólo al usuario.
▪ Transversal (HM) [Nivel 9] [Requiere Afinidad a Espacio; Poder Mágico: 10]. El usuario cambia su propio plano de gravedad, permitiéndose desenvolverse por los muros o por el techo. Dura dos posts si no es interrumpido.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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