—¡Me tenías preocupada mala persona! ¡¿Cómo se te ocurre salir corriendo y dejarme a mí atrás para que hiciese de señuelo?! ¡La próxima al menos piensa antes de actuar que casi nos pillan!
— Myxa… por favor… al menos he conseguido el…desayuno…— logró decir Bavol.
Finalmente, Myxa le soltó y cogió alguno de los dulces que había dentro de la cesta. Sin parar ni un momento de comer, no fuera a ser que algún Moguri los pillase, miró a Myxa para ver que le parecía aquella comida. Por su cara llena de chocolate pudo entender que le estaba gustando bastante, al menos había valido la pena la incursión en la cocina.
— ¿Qué? ¿Todo te fue bien a ti? ¿Has tenido algún problema?
—Ya ves que sí. En realidad no dije ninguna mentira, y bueno...Lo peor que me ha pasado ha sido una laaaaaaaarga charla de explicación sobre normas y tal. Al menos ahora sé dónde está mi habitación y todo lo demás. Y a ti, ¿Cómo te ha ido todo? ¿Te han pillado? Bueno, supongo que es una pregunta estúpida porque estás aquí.
— No cantes victoria todavía y come deprisa. He salido de la cocina inventándome una historia sobre si el Capitán había pedido que le llevarán el desayuno o qué sé yo… Esperemos que los Moguris no pregunten mucho.
>>Y otra cosa, ¡¡tenéis un cocinero realmente bueno aquí!! ¿Y en serio cocina cosas como estas todos los días para nosotros? No me lo creo, ¡esto es lo mejor que he comido en toda mi vida! Aunque no haya vivido mucho tampoco para decirlo tan a la ligera.
— Ya te dije que la comida estaba deliciosa y veo que a ti te también te gusta comer, Higashisha… Higashiza… Bueno, el cocinero seguro que se pondrá bien contento contigo.
Bavol se llevó una mano a la barriga, no podía comer todo eso a tanta velocidad. Dejó la última galleta sobre la cesta y sin quererlo soltó un pequeño eructo.
— Demasiado dulce… ah… necesito un respiro.
Se tumbó en el suelo para descansar un rato dejando que Myxa continuara comiendo si le apetecía. Al girar la cabeza a un lado, observó tirado en el suelo el libro que había estado leyendo antes de empezar hablar con la nueva aprendiza. Se había olvidado completamente de él con el asunto de la travesura. Se levantó a recogerlo y le echó un rápido vistazo a las hojas. Aquel libro, con el que estaba aprendiendo a leer, estaba repleto de ilustraciones de diversos animales dibujados de forma caricaturesca. Al verlos se acordó del día en que por accidente acabó dentro del Bosque de los Cien Acres y no pudo evitar sonreír.
— Casi no me acordaba, un día te tengo que enseñar ese libro-mundo del que te hablé antes, seguro que te encanta. Aunque también he leído sobre otros mundos, he oído hablar sobre uno donde los niños están todo el día jugando, podríamos pasarnos por allí y… y…y si quieres… — el niño estaba comenzado a emocionarse al pensar en todas las cosas que podrían hacer juntos, incluso dubitativo se atrevió a sugerirle un último plan —. Y si quieres, cuando sea más fuerte, podría enseñarte como es mi mundo.
Le había cogido confianza a Myxa, le parecía una chica amable, pero sobretodo una persona transparente, en la que no podía ver ni un ápice de maldad. Ahora que ellos dos eran amigos podrían hacer montones de cosas juntos y por fin recuperar todo el tiempo que había perdido sin poder comportarse como los demás. Después de escuchar lo que Myxa le dijese sobre sus planes de viajar a otros mundos, se acordó de la carrera de Gliders que le había propuesto la chica antes. Ya que ella había decidido seguirle y realizar su pequeña travesura, él no podía rechazar su propuesta.
— Cuando terminemos de comer, podíamos hacer la carrera de Gliders de la que hablamos. Tenemos que pensar un buen recorrido. ¿Qué tal si empezamos aquí, le damos una vuelta entera al castillo y luego…?
Bavol se calló al escuchar repentinamente la voz de un Moguri que acababa de llegar sin que él se hubiera dado cuenta.
— ¿Alguien ha visto a un niño con una cesta de comida, kupo? Es pequeño y tiene la piel morena, kupo. ¿Alguien lo ha visto, kupo?
Al parecer, los Moguris no habían quedado demasiado convencidos con aquella improvisada historia. Tratando de ser lo más discreto posible, Bavol volvió a coger su capa, se la puso y se echó la capucha a la cabeza.
— Lo siento, Myxa. Creo que vamos a tener que dejar la carrera para otro día. ¿Otro día aquí a la misma hora? — tras escuchar la respuesta de Myxa, se levantó y llevándose un dedo a los labios se despidió diciendo —. Si preguntan por mí, tú no sabes nada.
Seguidamente, se dio la vuelta y agachando la cabeza intentó salir discretamente de los jardines pasando por al lado del Moguri, al cual sin tan siquiera mirarle y sin parar de caminar dijo imitando una voz de pito.
— Buenos días, espero que pille a ese mequetrefe.
Justo cuando ya tenía el Moguri a sus espaldas, éste se giró extrañado y le dijo:
— Espera un momento, kupo ¿Tú no eres…?
Nada más escuchar aquellas palabras Bavol salió corriendo por los pasillos. En realidad, correr no le serviría de mucho, ya que de una manera u otra los Moguris o algún Maestro acabarían por pillarlo, pero tampoco se detuvo a pensarlo demasiado. Además, hoy había decidido comportarse como cualquier chico con su edad y todo eso eran, al fin y al cabo, cosas de niños.
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