No puede ser…
Maldecí para mis adentros al ver que Light, uno de mis mayores rivales durante aquel juego, se había alzado con la victoria por encima de mí y del resto. Me relajé un tanto al ver que mi amiga Celeste también había ganado, haciendo que en aquel juego Tierra de Partida y Bastión Hueco empatasen por así decirlo en la primera posición.
Nos habíamos reunido alrededor de los dos jóvenes todos los aprendices, moguris y maestros posibles, esperando el veredicto de Ronin y Ryota; este último comprobaba que ambos tuviesen la cantidad de sellos que hacía falta y que por ende, que no hubiesen hecho trampas.
—¡Tenemos ganadores! —anunció finalmente Ryota— ¡Enhorabuena a Light Hikari y Celeste!
Todo aquel coro que habíamos montado empezó a aplaudir, y yo no fui menos, silbando incluso para mi compañera de bando y ¡Que diablos! para Light también. Estábamos de celebración, que más daba si eran de un sitio o de otro, habían jugado y ganado con una maestría digna de reconocimiento.
Un Moguri empezó a repartir premios a diestro y siniestro, mientras todos continuábamos disfrutando de aquel merecido día de descanso con fiesta y animación extravagante incluida; busqué con la mirada a Celeste o a Light para darles la enhorabuena, pero ambos se habían ido y desconocía a donde, por lo que cogí una bebida no alcohólica del mini bar y me tumbé en una cómoda hamaca para descansar un ratito de todas las emociones que había tenido con la Yincana.
En la lejanía vislumbré a ambos, junto al que parecía ser el Maestro Akio en el agua. Alcé mi bebida haciendo un silencioso brindis en el honor de ambos, porque no me era muy difícil de imaginar lo que estarían planeando con aquel pequeño cínico amante de la nieve.
Bebí.
Aquello de tener un día libre era todo un lujo, y esperaba poder tener otro muy pronto.
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