Condenada y puñetera Alexis. ¿Cómo no se lo vio venir? De ella, que se la tenía jurada desde el “pequeño” incidente en el Castillo del Olvido. Quizás fue cosa de la inesperada invitación a su viejo hogar para celebrar todos juntos la Nochebuena, bajaría la guardia, y aceptaría de buen gusto su regalo. Un “aparentemente” muñeco inofensivo y mono que, al llegar la medianoche, cobró vida e intentó estrangularle mientras dormía.
A la mañana siguiente, Nikolai llegó a la sala del trono gruñendo por la falta de sueño, con un buen par de ojeras, y llevando en una bolsita los restos carbonizados del dichoso muñeco que destruyó sin escrúpulos con un vacuo. El barullo causado por los quejidos y llantinas le extrañó, y es que resultaba que la pacífica época navideña no iba a ser tan… pacífica.
—
Nos han robado.Se hizo la tragedia. Cómo no, enseguida llegaron las acusaciones sin pruebas a su viejo bando por su todavía frágil relación tras el tratado de paz. Nikolai se apoyó en la pared, al margen de la discusión, y se paró a pensar. Presuponiendo que Bastión Hueco fuese el culpable (lo que le faltaba, una aun peor imagen que tenía de su antiguo hogar), alguien tendría que ser la mente
Maestra de semejante jugarreta:
¿Ryota? Claro, el impasible y respetado líder de Bastión Hueco convertido en un ladrón de regalos. Por favor… ¿Nanashi? Todavía se sentía incómodo con tan solo recordarla, pero ni por asomo se le ocurriría inmiscuirla en ese asunto. ¿Ariasu? Podría ser, no la conocía muy bien, pero que tenía algunas ideas un tanto macabras. ¿Shinju…?
«
Shinju».
Ni tuvo que pensárselo. La niña caprichosa y egoísta número uno del bastión tenía muchas papeletas para ser la primera sospechosa. No sería de extrañar que la ayudase Alexis, habiendo escuchado que no se llevan mal y que ambas son un peligro en potencia.
Sin embargo, iniciar otra guerra por unos regalos le parecía del género absurdo. Comprendía que muchos de ellos se empaquetaron con cariño y que a más de uno le hacían especial ilusión, pero tampoco es que fuese el fin del mundo.
—
Paso —dictaminó con voz ronca—.
Fuesen o no ellos, lo único que quieren es que piquemos con sus puyitas y les sigamos la corriente.Total, decían que en la Navidad lo más importante no eran los regalos, si no el estereotipado “Paz y Amor” que repetían hasta la saciedad en ese tipo de festividades, ¿no?
Hola, soy un pusilánime que quiere paz y amor.