Little Sho se incorpora a la Trama de nuevo.
SaxorTras aquel misterioso encuentro, el joven continuó su camino hacia la cueva. Enseguida, alcanzó a vislumbrarla, aunque tuvo que agacharse para entrar. Un pequeño pasivo lo llevó hasta una cavidad más grande, un lugar secreto que parecía antiguo dominio de los niños de las islas, a juzgar por todas las pintadas que habían hecho en las paredes de la cueva. El único elemento destacable era la puerta de madera que había al final de la cueva.
Sin embargo, Saxor no pudo dar ni un paso más. Tal y como Diana había prometido, los sincorazón aparecieron repentinamente, salidos de la nada, o mejor dicho, de la oscuridad de las sombras, y poblaron la cueva con tal rapidez que al muchacho apenas le dio tiempo a contarlos: diez… quince… En un sitio tan pequeño, al final dio la impresión de que había más sincorazón por metro cuadrado que piedra.
Si el joven salía de la cueva, observaría un panorama parecido, con la excepción de que los sincorazón aún estarían demasiado dispersos como para agruparse y atacarle. Así pues, había llegado el momento: atacar a aquella masa descontrolada, en solitario; o bien, huir entonces que podía.
Little ShoZait y Sheldon, por el contrario, habían tenido tiempo para terminar de recorrerse por completo la isla, después de continuar y perder de vista, sin querer, a su compañero Saxor. Aparte de eso, poco más habían hecho. Y quizá, por eso, tal vez estuviesen preocupados por la regañina de Nanashi, que no tardó en llegar, a causa de su terrible suerte.
Acabaron parando enfrente de un edificio mayor que los demás, a fin de descansar o bien planificar un modo de encontrar a Saxor. En cualquier caso, aunque ninguno lo sabía, resultó ser aquel lugar el ayuntamiento. Un sitio que quedaba al lado de la casa del alcalde. Un sitio desde, donde al salir Nanashi, pudo observarlos perfectamente, y acercarse a ellos sin demora.
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He terminado mis asuntos. Por cierto, ¿dónde está Saxor? —preguntó la Maestra, antes de nada.
Los había pillado, sí. Y, tarde o temprano, seguramente querría saber todas y cada una de las cosas que habían hecho durante su ausencia. Era hora de inventar una buena historia o, en su defecto, rezar porque fuese suficiente la suya.