Light asintió a sus compañeros, no le veía ninguna pega al plan de Axel. De hecho, la idea de utilizar el escudo como señuelo se le había pasado por la cabeza, y tenía que admitir que era brillante.
Maya tampoco rechazó la idea planteada por su compañero, se dirigió hacia Ronin con unas gráciles volteretas. Light la siguió, pero no le fue fácil, su altura podía delatarle fácilmente. Fue gateando hacia donde se encontraba ella y Ronin, sosteniendo su pistola con firmeza y preparado para disparar en cualquier momento.
El chico no pudo ver lo que hacía Axel en ese momento, pero por los disparos que escuchó se imaginaba que el plan ya estaba en marcha. No tardó un segundo en ejecutar su parte del plan, y salió como una bala corriendo hacia los ocupados Moguris, disparándoles sin piedad y sin poder apuntar correctamente. Nunca había utilizado un arma como aquella, sus disparos no eran para nada certeros. De todas formas, la estrategia había resultado un éxito.
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¡Recordadnos como héroes, kupó! —exclamaba uno de los Moguris. Tanto él como su compañero empezaban a experimentar los efectos paralizantes de la pintura.
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¿Lo... he hecho?El joven deseaba poder haberles tumbado. En efecto, los dos Moguris habían sido derrotados. Quizás golpeó a los dos, a uno o a ninguno, no lo sabía con exactitud. Maya había entrado en acción también, y Axel que seguía con escudo en mano, había parado con éxito todos los disparos de las criaturas enemigas.
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¿Estáis bien? —se dirigía el chico preocupado a sus compañeros, aunque parecía que no había ningún herido. Todos habían sobrevivido al asalto de la cocina.
Se agachó para recoger las pistolas de los Moguris. Aunque no conocía nada sobre armas de fuego, no tardó demasiado en abrirlas para comprobar sus cargadores. Una pistola contaba con seis balas de pintura, la otra con ocho, pero no se podían expulsar del arma...
Habría sido genial poder recargar sus propias armas, pero tampoco había mucho problema, simplemente tenían que cargar con esas nuevas pistolas.
De paso, comprobó su cargador. Había gastado tres balas de pintura, por lo que le quedaban aún otras tres balas. Light se guardó la pistola de seis balas en su bolsillo, y ofreció a sus compañeros la otra arma que había recogido.
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No dudemos en recoger estas pistolas, cualquier arma será bienvenida —aconsejaba mientras tendía su mano con el arma de ocho balas para que cualquiera de sus compañeros la cogiera—.
Ahora tendríamos que recoger algo de la cocina para prepararnos... esperad...Le había parecido oír la voz de alguien tras las puertas de la cocina. Se acercó hacia estas y empezó a escuchar lo que seguramente consideraría una alta traición.
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Sé reconocer el bando ganador cuando lo veo...llevadme hasta Akio. Ah, y no os preocupéis por el gigantón. Para demostrar que estoy de vuestro lado, me he encargado de él yo mismo.La ira se apoderó de Light tras oír esas palabras, sus manos empezaron a temblar por la cólera que experimentaba. ¿Cómo podía haber traicionado a Higashizawa? Desvió su mirada hacia su Maestro que se encontraba malherido. La traición que había cometido Flynn también iba dirigida hacia Ronin, se había unido al equipo que le habían hecho daño... ¡Y no solo a él! ¡A toda Tierra de Partida!
Se asomó hacia el comedor para asegurarse de lo que había acabado de escuchar. En el comedor había bastantes enemigos, pudo vislumbrar al líder de los Moguris acompañado por sus guardaespaldas. Higashizawa se encontraba... pringado de lo que debía ser pintura. No podía verlo claramente porque se situaba muy lejos, pero no podía tratarse de otra cosa...
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Flynn... como has podido...Lo que más le había apetecido en ese momento había sido entrar al comedor a bocajarro para disparar contra todos sus enemigos, incluyendo a su compañero por supuesto. ¿Por qué no lo había hecho? Sería un suicidio seguro, y la supervivencia era clave en ese momento. Una perdida era irrecuperable y la derrota sería casi segura. No se dejaría llevar pos sus sentimientos en ese momento.
No podía comprenderlo, Higashizawa les había ordenado proteger la cocina, y Flynn se había quedado allí para acabar con el cocinero sin piedad...
—
Juro que lo pagarás, traidor, no lo dudes. ¿Qué clase de elegido de la Llave Espada eres tú?Impotente, retiró su vista del comedor, ya que podían descubrirle. Iba a ganar la guerra a toda costa, utilizaría cualquier recurso de la cocina para hacerlo. La puntería no era lo suyo, las pistolas no serían armas tan efectivas. Necesitarían otras armas para poder superar el conflicto.
Empezó a dar una vuelta por la cocina, procurando no tocar los rastros de pintura que había por ella, las consecuencias serían devastadoras. En uno de los armarios había todo tipo de condimentos para la comida tales como azúcar, sal, jengibre... y pimienta. Abrió el bore de pimienta negra y se lo llevó a la nariz. Era... totalmente infumable.
¿Podría construir un arma de pimienta?
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No sé como podría hacer una pistola de pimienta... algo para disparar... Era torpe con los trabajos manuales, por lo que no podía construir un arma compleja. Tenía que haber algo allí que funcionara como una pistola... ¿un spray?
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¡Nata!Fue rápidamente hacia el frigorífico, buscando lo que más necesitaba para poder montar su arma de pimienta. Recordaba como su abuela adornaba con esmero sus pasteles utilizando spray de nata. Y por suerte... ¡allí mismo había un spray de nata! Lo agarró con decisión y empezó a sacar la tapa del spray para abrirlo y poder depositar toda la pimienta posible. ¡Había construido un spray de nata picante! No estaba seguro cuan útil podía ser el spray, pero alguna utilidad tendría.
—
Voy a probar la nata picante, apartaos de la puerta por favor. Probó el nuevo invento que había creado, meneándolo y dirigiendo la boca del spray hacia las puertas que daban al comedor, lo más lejos posible de Ronin y sus compañeros. El chorro de nata salió a presión, con una velocidad bastante notable. Quien recibiera en su rostro aquel disparo, estaría aturdido al instante y el insoportable picor le impediría poder disparar con exactitud, ya que sus ojos se podrían ver gravemente afectados por la nata picante. El único punto débil del arma quizás era que no poseía el alcance de las pistolas de pintura. El joven se tendría que acercar a sus rivales... que iban armados con pistolas. De todas formas, si se daba el caso de quedarse sin munición, siempre podía utilizar el spray de nata picante que había acabado de crear.
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Perfecto chicos, ya he construido mi arma. Vamos a por Akio, tenemos que hacerlo por el señor Higashizawa... —dijo dirigiéndose a sus compañeros y a su Maestro caído, que no podía hacer nada por ayudarles—.
No tema Maestro. No me importa que ese crío se trate de un Maestro como usted. Ten por seguro que vamos a enseñarle a Akio lo que son los modales. Triunfaría en la guerra y derrotaría al compañero que había acabado de traicionarles. Le había superado en los entrenamientos, pero iba a vencerle en aquella guerra de pintura, por muy mala que fuera su puntería...
Lo siento si mi arma no es adecuada, no sabía que hacer con utensilios de cocina =(