Re: [Evento Global] Ruta del Recuerdo Perdido - La ciudadela
Publicado: Lun Jun 01, 2015 12:41 am
Hana tuvo la impresión de que estaba interrumpiendo de algún modo al ángel, puesto que parecía que no esperaba encontrarse con nadie. O quizá desconfiaba de la aprendiza que ya le había estado haciendo preguntas inapropiadas en el hospital a las que había respondido con más preguntas. No sabía muy bien cómo juzgar la actitud de Nithael. Tenía la impresión de que el tema sobre Zephyr no se lo esperaba. Y enseguida descubriría por qué.
En cualquier caso, siguiendo su corazonada, se acopló a su viaje.
—Disculpas aceptadas. Y me dirijo hacia las bases del castillo, a menos que haya algo más ahí y no lo sepa.
Hana se removió, incómoda. La montaña vacía era una visión extraña y fuera de lugar. Se había acostumbrado tanto al imponente castillo que, en su desprecio por la historia, nunca se había parado a pensar que no estuviese ahí siempre. Eterno e imperecedero. Y tras pasar lo impensable en su época, había sido sustituido por uno feo y frío. Hana no se imaginaba viviendo en él, aunque quizá no hubiese forma de recuperar el anterior.
Desde allí, vio el lago (¿qué habría pasado con el bueno de Leviatán?) y la barrera que retenía a los sincorazón. A la mañana siguiente, los caballeros se dividirían entre ese Templo remoto y las montañas donde moraban otros como ellos, que en aquel momento quizá se encontraran asolados por los sincorazón. Qué injusto era eso de pertenecer a un clan menor. Daba gracias a que en su época ningún aprendiz tenía un rango más distinguido que otros. Podía patalear todos los traseros por igual sin ganarse un puñetazo en la nariz.
—No resistirá mucho si siguen con ese ritmo—comentó Nithael, sacándola de sus ensoñaciones y refiriéndose a la barrera. Seguramente él también pertenecería a un clan mayor y por eso estaba más preocupado por el interior que por el exterior―. Antes me dijiste que Zephyr pudo dejar atrás algo que nos ayudaría. ¿A qué te referías? Zephyr hizo muchísimas cosas, pero sin explicárselas a nadie, y sus trabajos se prohibieron después de que se auto-exiliara.
Se quedó boquiabierta. Esperaba que Zephyr fuera considerado un erudito y un sabio, pero no aquello. Al fin y al cabo, sus creaciones eran usadas constantemente por la Orden. ¿Por qué ese desprecio entonces? Hana se mordió la lengua, sabiendo que el ángel esperaba una respuesta e incapaz de encontrar una que no delatara su absoluto desconocimiento. Tendría que jugar a que sabía de lo que hablaba.
―Lo sé. ¿Y no te parece injusto? ―le espetó―. Si sus trabajos pueden ayudar a Tierra de Partida, ¿por qué no podía enseñarlos? ¿Por qué tenían que prohibirse? Alguien así no merecía tener que marcharse ―murmuró, sin perder de vista a Nithael, esperando que picara el cebo. No le gustaba mucho alabar a alguien, pero una vez al año no hace daño.
Al llegar a la cima, Hana pudo ver las primeras construcciones de lo que sería su castillo. Por supuesto, no se le parecía en nada, apenas eran tres palos mal puestos. Descendió, emocionada por un instante, para caminar alrededor de aquellas ruinas e intentar identificar algo que le fuera familiar. Cualquier cosa valdría. De ese modo, podía convencerse de que, efectivamente, nada iba a cambiar y en el futuro podría vivir allí. Incluso si en su futuro (el de Hana y sus compañeros) eso ya no era posible.
―Hasta ahora no lo había visto ―se excusó, asomándose por las escaleras―. Será un buen castillo. Estoy deseando verlo terminado. Puede ser el lugar donde finalmente los aprendices se reúnan sin importar todas esas tonterías de los clanes, como iguales. Cada Maestro dará clases a sus predilectos y será muy fácil escaquearse de ellas ―sonrió, esta vez sí, con melancolía―. Mira, seguro que por aquí estará la biblioteca. En mi opinión, es una pérdida de espacio, sería mucho más rentable ponerlo como una sala de entrenamiento, o incluso un bar. Otro, digo. El lago está a bastante distancia, va a ser un tostón tener que ir allí cada vez que te quieras dar un buen baño. Una piscina en estos vastos jardines no molestaría a nadie, con toboganes y flotadores para niños como Akio, o Ren. Y no estaría mal que las habitaciones de los discípulos sean algo más grandes, porque enseguida se pueden quedar sin sitios donde esconder las cosas «prestadas». O unos desvanes propios, eso sí sería una buena idea. Me pregunto dónde están los planos y a quién tendría que hacerle todas estas reclamaciones ―se dijo, más para sí misma.
»¿Y tú, cómo lo imaginas?
Después de toda esa perorata (¿de verdad podía cambiar algo?), se dio cuenta de que Nithael requería de su atención y se acercó a él, para caminar a su lado.
—Aquí nadie puede oírnos. Dime. ¿Qué es lo que sabes de Zephyr? Hace años que no escuchaba ni mencionar su nombre. ¿Qué hace tu compañera investigando, cuando debería saber que es un tema prácticamente tabú? —Así que, efectivamente, había sido repudiado. Malditos bárbaros, mira que echar justo al que podían ayudarles…—. Dímelo, por favor. Si es cierto que puede ayudar a salvar vidas inocentes, no dudes en hablar.
Por un momento, se sintió tentada a revelar la verdad. Sin embargo, estaba segura que en voz alta no sonaría mucho mejor que en su cabeza: «Sí, mira, necesito la ayuda de Zephyr porque vengo del futuro. Un ejército de sincorazón igual que este ha atacado nuestro hogar, destruyendo las cadenas que les impedían avanzar y convirtiendo el futuro castillo que tienes delante en uno mucho más blanco. Y siendo él el creador, sabrá la manera de restaurar la protección. ¿Cómo se te han quedado las alas?». En su lugar, Hana se burlaría y despreciaría a la persona que fuera por ahí con ese cuento. Cualquier mentira era mejor que esa.
Decidió seguir jugando a que hablaban de lo mismo. Intentó tranquilizarse con que el ángel no sospechaba, ni de lejos (esperaba), que de verdad fuera atemporal, y que el motivo de su aislamiento fuera la prohibición sobre las cosas relacionadas con Zephyr. Tenía suerte de que quisiera colaborar.
―No mucho. Como has dicho, nadie quiere hablar sobre él, y no lo entiendo. Ni yo, ni mi amiga. Ni siquiera comprendo muy bien por qué se tuvo que marchar ―tanteó―. Escuché a escondidas a un Maestro hablar sobre sus investigaciones. Parece que era un genio y, aun así, pretenden que se olvide todo lo que hizo. ¿Y si en sus estudios estuviera la clave para salvarnos a todos? Como una especie de… barrera. Una que no se limite a esa distancia ―Señaló el ejército de sincorazón que se apiñaba en el muro―, sino que recubra todo el mundo, y lo proteja de la oscuridad. Si alguien pudo pensar en algo tan grande, ese es él. Nosotros no importamos nada en comparación con salvar nuestro hogar.
Hana suspiró y decayó los hombros. Ya está, lo había dicho. No había vuelta atrás. Estaba en mitad de una guerra, tanto allí como en su época, pero el objetivo era el mismo: lograr que Tierra de Partida no cayera en la oscuridad. E iba a hacer cualquier cosa para impedirlo. Había hecho muchas misiones para la Orden en las que había estado a punto de morir; sin embargo, nunca se había enfrentado a una donde existiera la posibilidad y, aun así, no se echara atrás. Había llegado el momento de hacerlo.
Sentía que se estaba abriendo demasiado con Nithael. Por una parte, esperaba que su extraña actitud no le hiciera desconfiar de ella y simplemente pensara que era rara (mejor eso a que sospechara de su procedencia). Y por otra, temía que reservar tanto su información le impidiera descubrir lo que necesitaba. Quizá tarde o temprano no le quedase otro remedio que sincerarse. Pero Hana no era de las que lo hacían fácilmente.
―Tu turno. Cuéntame todo lo que sepas de Zephyr. Prometo que no te delataré. Quiero descubrir la verdad, sea cuál sea, y no me importa lo que piensen los clanes. Hay cosas mucho más importantes que ellos ―Frunció el ceño―. Por cierto, ¿a cuál perteneces? No llevas armadura, ni símbolo.
Cerró la boca. Tenía el presentimiento de que había metido la pata con esa última pregunta. ¿Sería en realidad un mercenario? Y pensándolo bien, ni siquiera le había visto con Llave Espada. Puede que no fuera ni un caballero. Tal vez los ángeles tenían un rango diferente, y por todos era sabido. Menos por ella, como acababa de delatarse.
En cualquier caso, siguiendo su corazonada, se acopló a su viaje.
—Disculpas aceptadas. Y me dirijo hacia las bases del castillo, a menos que haya algo más ahí y no lo sepa.
Hana se removió, incómoda. La montaña vacía era una visión extraña y fuera de lugar. Se había acostumbrado tanto al imponente castillo que, en su desprecio por la historia, nunca se había parado a pensar que no estuviese ahí siempre. Eterno e imperecedero. Y tras pasar lo impensable en su época, había sido sustituido por uno feo y frío. Hana no se imaginaba viviendo en él, aunque quizá no hubiese forma de recuperar el anterior.
Desde allí, vio el lago (¿qué habría pasado con el bueno de Leviatán?) y la barrera que retenía a los sincorazón. A la mañana siguiente, los caballeros se dividirían entre ese Templo remoto y las montañas donde moraban otros como ellos, que en aquel momento quizá se encontraran asolados por los sincorazón. Qué injusto era eso de pertenecer a un clan menor. Daba gracias a que en su época ningún aprendiz tenía un rango más distinguido que otros. Podía patalear todos los traseros por igual sin ganarse un puñetazo en la nariz.
—No resistirá mucho si siguen con ese ritmo—comentó Nithael, sacándola de sus ensoñaciones y refiriéndose a la barrera. Seguramente él también pertenecería a un clan mayor y por eso estaba más preocupado por el interior que por el exterior―. Antes me dijiste que Zephyr pudo dejar atrás algo que nos ayudaría. ¿A qué te referías? Zephyr hizo muchísimas cosas, pero sin explicárselas a nadie, y sus trabajos se prohibieron después de que se auto-exiliara.
Se quedó boquiabierta. Esperaba que Zephyr fuera considerado un erudito y un sabio, pero no aquello. Al fin y al cabo, sus creaciones eran usadas constantemente por la Orden. ¿Por qué ese desprecio entonces? Hana se mordió la lengua, sabiendo que el ángel esperaba una respuesta e incapaz de encontrar una que no delatara su absoluto desconocimiento. Tendría que jugar a que sabía de lo que hablaba.
―Lo sé. ¿Y no te parece injusto? ―le espetó―. Si sus trabajos pueden ayudar a Tierra de Partida, ¿por qué no podía enseñarlos? ¿Por qué tenían que prohibirse? Alguien así no merecía tener que marcharse ―murmuró, sin perder de vista a Nithael, esperando que picara el cebo. No le gustaba mucho alabar a alguien, pero una vez al año no hace daño.
Al llegar a la cima, Hana pudo ver las primeras construcciones de lo que sería su castillo. Por supuesto, no se le parecía en nada, apenas eran tres palos mal puestos. Descendió, emocionada por un instante, para caminar alrededor de aquellas ruinas e intentar identificar algo que le fuera familiar. Cualquier cosa valdría. De ese modo, podía convencerse de que, efectivamente, nada iba a cambiar y en el futuro podría vivir allí. Incluso si en su futuro (el de Hana y sus compañeros) eso ya no era posible.
―Hasta ahora no lo había visto ―se excusó, asomándose por las escaleras―. Será un buen castillo. Estoy deseando verlo terminado. Puede ser el lugar donde finalmente los aprendices se reúnan sin importar todas esas tonterías de los clanes, como iguales. Cada Maestro dará clases a sus predilectos y será muy fácil escaquearse de ellas ―sonrió, esta vez sí, con melancolía―. Mira, seguro que por aquí estará la biblioteca. En mi opinión, es una pérdida de espacio, sería mucho más rentable ponerlo como una sala de entrenamiento, o incluso un bar. Otro, digo. El lago está a bastante distancia, va a ser un tostón tener que ir allí cada vez que te quieras dar un buen baño. Una piscina en estos vastos jardines no molestaría a nadie, con toboganes y flotadores para niños como Akio, o Ren. Y no estaría mal que las habitaciones de los discípulos sean algo más grandes, porque enseguida se pueden quedar sin sitios donde esconder las cosas «prestadas». O unos desvanes propios, eso sí sería una buena idea. Me pregunto dónde están los planos y a quién tendría que hacerle todas estas reclamaciones ―se dijo, más para sí misma.
»¿Y tú, cómo lo imaginas?
Después de toda esa perorata (¿de verdad podía cambiar algo?), se dio cuenta de que Nithael requería de su atención y se acercó a él, para caminar a su lado.
—Aquí nadie puede oírnos. Dime. ¿Qué es lo que sabes de Zephyr? Hace años que no escuchaba ni mencionar su nombre. ¿Qué hace tu compañera investigando, cuando debería saber que es un tema prácticamente tabú? —Así que, efectivamente, había sido repudiado. Malditos bárbaros, mira que echar justo al que podían ayudarles…—. Dímelo, por favor. Si es cierto que puede ayudar a salvar vidas inocentes, no dudes en hablar.
Por un momento, se sintió tentada a revelar la verdad. Sin embargo, estaba segura que en voz alta no sonaría mucho mejor que en su cabeza: «Sí, mira, necesito la ayuda de Zephyr porque vengo del futuro. Un ejército de sincorazón igual que este ha atacado nuestro hogar, destruyendo las cadenas que les impedían avanzar y convirtiendo el futuro castillo que tienes delante en uno mucho más blanco. Y siendo él el creador, sabrá la manera de restaurar la protección. ¿Cómo se te han quedado las alas?». En su lugar, Hana se burlaría y despreciaría a la persona que fuera por ahí con ese cuento. Cualquier mentira era mejor que esa.
Decidió seguir jugando a que hablaban de lo mismo. Intentó tranquilizarse con que el ángel no sospechaba, ni de lejos (esperaba), que de verdad fuera atemporal, y que el motivo de su aislamiento fuera la prohibición sobre las cosas relacionadas con Zephyr. Tenía suerte de que quisiera colaborar.
―No mucho. Como has dicho, nadie quiere hablar sobre él, y no lo entiendo. Ni yo, ni mi amiga. Ni siquiera comprendo muy bien por qué se tuvo que marchar ―tanteó―. Escuché a escondidas a un Maestro hablar sobre sus investigaciones. Parece que era un genio y, aun así, pretenden que se olvide todo lo que hizo. ¿Y si en sus estudios estuviera la clave para salvarnos a todos? Como una especie de… barrera. Una que no se limite a esa distancia ―Señaló el ejército de sincorazón que se apiñaba en el muro―, sino que recubra todo el mundo, y lo proteja de la oscuridad. Si alguien pudo pensar en algo tan grande, ese es él. Nosotros no importamos nada en comparación con salvar nuestro hogar.
Hana suspiró y decayó los hombros. Ya está, lo había dicho. No había vuelta atrás. Estaba en mitad de una guerra, tanto allí como en su época, pero el objetivo era el mismo: lograr que Tierra de Partida no cayera en la oscuridad. E iba a hacer cualquier cosa para impedirlo. Había hecho muchas misiones para la Orden en las que había estado a punto de morir; sin embargo, nunca se había enfrentado a una donde existiera la posibilidad y, aun así, no se echara atrás. Había llegado el momento de hacerlo.
Sentía que se estaba abriendo demasiado con Nithael. Por una parte, esperaba que su extraña actitud no le hiciera desconfiar de ella y simplemente pensara que era rara (mejor eso a que sospechara de su procedencia). Y por otra, temía que reservar tanto su información le impidiera descubrir lo que necesitaba. Quizá tarde o temprano no le quedase otro remedio que sincerarse. Pero Hana no era de las que lo hacían fácilmente.
―Tu turno. Cuéntame todo lo que sepas de Zephyr. Prometo que no te delataré. Quiero descubrir la verdad, sea cuál sea, y no me importa lo que piensen los clanes. Hay cosas mucho más importantes que ellos ―Frunció el ceño―. Por cierto, ¿a cuál perteneces? No llevas armadura, ni símbolo.
Cerró la boca. Tenía el presentimiento de que había metido la pata con esa última pregunta. ¿Sería en realidad un mercenario? Y pensándolo bien, ni siquiera le había visto con Llave Espada. Puede que no fuera ni un caballero. Tal vez los ángeles tenían un rango diferente, y por todos era sabido. Menos por ella, como acababa de delatarse.